Messaggio della Consigliera per le Missioni_14 agosto 2021 por
3er. dom de adviento, lectio 2014
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Lectio Divina - Ciclo B. 3º. Domingo Adviento (Jn 1,6-8.19-28) Juan José Bartolomé, sdb Hoy es el domingo de la alegría, del gozo. Encendemos la vela rosa. El evangelio nos presenta la figura del Bautista: Juan cercano a Dios. Por su estilo de vida y sus convicciones personales, no era tan grato a sus conciudadanos; pero a él no le importaba lo que pensaran los demás, sino le interesaba Dios, que estaba por venir y su misión personal: quiso dedicarse en cuerpo y alma a prepararle su llegada. Su testimonio de vida nos anime. Dios se hizo presente en nuestro mundo, haciéndose hombre entre los hombres. No nos debería llenar de pesar el hecho de que sabemos poco sobre Cristo o que no sabemos muy bien dónde está ahora, porque no lo tenemos muy presente; admitir que no vivimos como Él nos pidió que viviéramos nos tiene que hacer pensar para buscar un cambio y vivir contentos porque se acerca su llegada. Juan, el primo de Jesús, quien bautizaba en el Jordán, admitió no ser el Mesías, sino su voz; dijo que no era digno de ser su siervo, pero fue tan bueno que quien lo escuchaba y lo veía, alimentaba la esperanza, disponiéndose a recibir al Salvador. Quién nos ve ¿comprende que el Dios que anunciamos, aquél a quien servimos, es mucho mejor de cuanto nosotros testimoniamos con nuestras palabras y nuestros hechos? Seguimiento:
6. Vino un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. 7. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. 8. No era él la luz, sino testigo de la luz. 19. Los judíos de Jerusalén enviaron una comisión de sacerdotes y levitas para preguntar a Juan quién era. 20. Él confesó rotundamente: -“Yo no soy el Mesías”. 21. Ellos le preguntaron: –Entonces, ¿Acaso, tú eres Elías?, Juan respondió: -“No soy Elías”. Volvieron a preguntarle: -¿Eres el profeta que esperamos? Él contestó: -“No”. 22. De nuevo insistieron: -Pues, ¿quién eres?. Tenemos que dar una respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué dices de ti mismo?. 23. Aplicándose las palabras del profeta Isaías. Él contestó: - «Yo soy la voz que clama en el desierto: "Rectifiquen el camino del Señor".
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24. Entre los enviados había fariseos. 25. Ellos le preguntaron: -Si no eres ni el Mesías, ni Elías, ni el Profeta esperado, entonces ¿Por qué bautizas? 26. Juan les respondió: - «Yo bautizo con agua; pero en medio de ustedes hay uno a quien no conocen. 27. Él viene detrás de mí, aunque yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. 28. Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba. LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice El testimonio de Juan es el primero de una serie, con la que el discípulo amado que se proclama en este 3er. domingo del Ciclo B presenta la persona de Jesús, y que se concluirá con su autorrevelación. El Bautista, no obstante las expectativas de los judíos, no era quien esperaban que fuera, sino su portavoz. Quiso dar razón de su actividad y de su misión; todo lo que era y hacía en función del que había de venir después. Con una triple negación corrigió y proclamó lo que debía decir de sí mismo y no cuanto querían escuchar sus interlocutores. Fue un hombre muy valiente. Se atrevió a desairar las esperanzas de cuantos se habían interesado en él. Como hombre fiel a su misión personal y a su Dios, anunció con hechos y con palabras, lo que quienes lo cuestionaron no se imaginaban escuchar… Fue capaz de proclamar la presencia del Dios que ya estaba entre ellos, pero que no era reconocido por su incapacidad para aceptarlo… Estaba entre ellos pero lo seguían buscando… Hoy Juan también se dirige a nuestra comunidad y nos dice: ¿Para qué nos sirve esperar si no estamos dispuestos a recibir al que decimos esperarlo? La advertencia que el testimonio del Bautista nos da sigue siendo actual: podemos perder a Dios, a quien decimos desear, solo con las palabras, pero no con nuestra vida, que se aleja de lo que Él quiere encontrar en nosotros… MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a nuestra vida Hemos llegado al centro del Misterio de la Navidad: Jesús hecho hombre, siendo uno más entre los hombres es la razón de nuestra alegría: quien puede recordar que su Dios se encarnó tiene que favorecer el encuentro con Él, sólo así se sentirá bien y logrará la felicidad que tanto anhela. En los sucesos de todos los días, en los pequeños y en los grandes, quien tiene fe, se empeña en ir tras las huellas de Dios.
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El evangelio vuelve a presentar la figura del Bautista: Él sabía que Dios estaba cerca y proclamaba su venida con su vida y con sus convicciones personales. Seguramente quienes lo escuchaban no se sintieron muy cómodos, porque denunciaba las actitudes que no permitían ‘la llegada de Dios entre sus hijos’. La prueba más frecuente - la más sutil y, por ello, la más difícil de superar - es pensar que Dios tiene poco que hacer en nuestro mundo, que Dios ha perdido su interés en nosotros. Seremos como Juan Bautista cuando nos convenzamos de lo que es vivir el gran Misterio que celebramos y convenzamos a los demás, haciendo experiencia de lo que significa tener a Dios en nuestra vida Hoy el mundo es cada día más inhóspito e injusto; urge alimentar la esperanza; muchas personas no creen que Dios esté interesado en la humanidad, porque crece la violencia, la corrupción, la injusticia, el desamor… ¿Por qué quienes decimos creer en la Navidad, nos resignamos con lo que sucede? ¿No nos estará faltando mayor confianza en el Señor y en lo que con Él podemos ser y hacer? Nos cerramos al futuro y a lo que Dios tiene preparado para quienes esperan su llegada. El futuro nos prepara otro panorama: cielos nuevos y tierra nueva… Si Dios Padre ha puesto su confianza en el mundo dándole a su Hijo, permitiendo que se encarnara en María y fuera un ciudadano más, ¿por qué no valorar el Misterio de la Encarnación, no sólo de palabra, sino con los hechos, con la vida de cada día? Si Dios se nos manifestó en un hombre, débil y necesitado como cada uno de nosotros, como todos los hombres que encontramos en nuestra vida, ¿por qué no descifrar en el gesto de cada persona que encontramos, si sonríe o si nos pide ayuda, al Dios encarnado? ¿Por qué hemos de ser nosotros, los que decimos que creemos que Dios se encarnó, los que desconfiemos del hombre y del mundo? No se puede encontrar a Dios allí donde Él no se nos ha quedado, en los sueños o en el lejano cielo. Tal vez esta es la causa de la tristeza con que se vive la fe en la encarnación de Dios: No encontrar a Dios, porque se le busca donde Él no está. El Dios cristiano está siempre al alcance de sus hijos. Esa es la causa de la verdadera alegría -en el prójimo, en el hombre que más necesita ser amado, en el triste, en el solo. Quien aprende a descubrirlo tan próximo, tendrá a Dios tan cercano como Él quiera tenerlo… - Lo tendrá a la mano, lo alcanzará en cualquier encuentro, lo identificará en los rostros, en las circunstancias, en las alegrías y en las dificultades. Tener tan cerca a Dios nos devuelve la alegría de vivir. No es para menos. Para encontrar a Dios no hay que desertar del mundo de los hombres, porque Él ha querido hacerlo su mundo. La Navidad 2014 no tendría que reducirse a una fiesta familiar, que se celebra una vez al año, ya que es un auténtico programa de vida para quienes la celebramos.
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El gozo no depende tanto de cuanto logremos obtener de la vida, sino de la seguridad de no tener que perder lo que Dios nos ha dado en ella y lo que nos sigue dando a través de su Hijo, muy Amado. Creer que Dios se ha hecho uno de nosotros, tiene grandes consecuencias para nuestra fe. Si a Dios no le pareció imposible ser hombre, algo hay de divino, algo que merece la pena, en cada persona; nos está prohibida la tristeza a quienes sabemos que, estemos donde estemos, suceda lo que suceda, podemos vivir siendo, ‘familiares de nuestro Dios’. Al Bautista no le importó lo que pensaran de él, sino vivir su misión, que estaba totalmente ligada a Dios y a lo que Él era y venía a hacer en el mundo, del que se sabía parte y con el que se comprometió hasta hacerse parte de él. Su testimonio es una invitación a descubrir la presencia de Dios y a vivir alegres porque no nos ha dejado solos. Si sabemos poco sobre Cristo Jesús, si no sabemos dónde se nos ha quedado es porque ni nuestra vida ni lo que queremos lograr es lo que Él quiere que vivamos. Nuestra alegría será real y verdadera cuando nos empeñemos en hacer presente el Reino, como el Bautista, como María, como los profetas del pasado y del presente, que siguen siendo voz que grita en el desierto… Quienes están cerca de nosotros tienen que comprender que el Dios que les anunciamos, Aquél a quien servimos, es mucho mejor de cuanto nos promete y propone el mundo relativista que hemos fabricado, en el que no se entiende la alegría de esperar a Dios en la sencillez, en la justicia, en la verdad, en la solidaridad, en la paz que nace del corazón y se comparte con los que tenemos cerca… ORAMOS nuestra vida desde este texto: Dios Bueno, hoy una vez más te pedimos que nos hagas tus testigos; que nos des el valor que tuvo el Bautista, Nos está haciendo tanta falta… somos tan poco conscientes de lo que tú y nuestro prójimo está necesitando, que fácilmente nos dejamos vencer por la tristeza, por el desamor, por el materialismo y la fatalidad… Qué falta le hace a nuestro ambiente familiar la seguridad de tu venida, la certeza de lo que somos y podemos ser si estamos contigo, la osadía de nuestra palabra y sobre todo de nuestro testimonio… María, tú, que llena de la verdadera felicidad pudiste recibir a tu Hijo, haciéndole espacio en tu ser, concédenos dejarlo nacer en todo lo que es nuestro, porque nos hace tanta falta vivir con Él, no sólo en Navidad, sino siempre. ¡Así sea!