2024t203.pptx Leccion de Escuela Sabatica 20/4/24 PPT
La transfiguración del Señor, Ciclo A
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Lectio Divina
Ciclo ‘A’ XVIII DOM. T.O. (Mt 17, 1-9)
El evangelio nos recuerda un singular suceso de la vida de Jesús:
cuando subió a Jerusalén, de camino hacia la muerte. Él Señor se
retiró a orar e invitó a tres de sus discípulos a compartir este gran
acontecimiento.
Ellos creían conocer bien al Maestro. Lo habían acompañado durante
un buen tiempo y le habían escuchado muchas veces predicar, pero
ese día lo vieron transformado, en compañía de dos hombres que no
conocían conversando sobre su muerte ya cercana.
Creyeron que harían oración a solas con su Maestro, pero asistieron atónitos a un
diálogo y les dio miedo. Pedro, con el carácter pronto que lo caracterizaba, no supo lo
que decía. No quería que Jesús fuera a Jerusalén; Él les había revelado su misión
pero no comprendieron que tenía que morir; les había anunciado su pasión y su fin,
pero no podían comprender lo que les anunciaba.
Hubieran querido no bajar del monte, a cualquier costo; aunque todavía no entendían
lo que venía, sabían que les esperaban días muy difíciles; no sabían qué pensar y
preferían quedarse ahí, en esa experiencia tan única y enriquecedora.
Seguimiento:
1- Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago, a Juan, su hermano, y
los llevó a un cerro alto lejos de todo.
2. En presencia de ellos, Jesús cambió de aspecto; su cara brillaba como el sol y su
ropa se puso resplandeciente como la luz.
3. En ese momento se les aparecieron Moisés y Elías hablando con Jesús.
4. Pedro tomó entonces la palabra y dijo a Jesús: “Señor, ¡Qué bueno que estamos
aquí!, si quieres voy a levantar aquí tres chozas; una para ti, otra para Moisés y
otra para Elías.» No sabía lo que decía.
5. Pedro estaba todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa con su sombra y
una voz que salía de la nube decía: los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube.
«Éste es mi Hijo, el Amado; a Él han de escuchar”.
6. Al ori la voz, los discípulos cayeron al suelo., llenos de temor.
7. Jesús se acercó, los tocó y les dijo: “Levántense, no tengan miedo”.
8. Ellos levantaron los ojos, pero no vieron a nadie más que a Jesús.
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9. Y mientras bajaban del cerro, Jesús les ordenó, “No hablen a nadie de lo que acaban
de ver, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”.
I. LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice
Mateo habla de la transfiguración de
Jesús, la primera y la única manifestación
de su gloria. Esta narración nos habla de la
aventura personal de Jesús: su vía crucis
no fue más que el camino hacia la gloria y
la cruz; no fue la etapa final, sino un paso
inevitable para regresar a Dios y recibir la
gloria que como Hijo Amado y Elegido
quiso darle su Padre.
Jesús escogió a tres apóstoles para que
subieran con Él al Tabor. Les tenía
reservada una misión, y era preciso
confirmarlos en la fe. Fueron sus
compañeros de oración, vivieron una
experiencia única. Lo vieron dialogar con
Dios, y fueron testigos de la intimidad que
vivía con el Padre. Nunca pudieron olvidar
lo que vivieron.
Jesús cambió su rostro y su apariencia,
mientras oraba; la transfiguración fue
acompañada también por una simbología
que completó lo que ellos vieron y oyeron.
Dios Padre dijo abiertamente que Cristo
Jesús era su Hijo Amado, su Elegido, y
pidió que le escucharan.
La presencia de Moisés y de Elías fue la
confirmación del anuncio que Jesús les
había dado unos días antes, sobre su
pasión y su muerte. Les dijo que su fin
estaba próximo.
Cuanto vieron y oyeron los tres invitados,
no se lo hubieran podido imaginar; sin
embargo, este momento los preparó para
lo que iban a vivir en el momento del
Calvario, cuando lo vieran desfigurado,
acabado por el dolor y la más grande de
las injusticias que se cometiera sobre la
tierra.
Pedro se sentía fuera de sí; le dijo a Jesús
que él podía hacer tres chozas: una para
Moisés, otra para Elías y una más para su
Maestro.
Una nube los cubrió y se escuchó una
voz. Dios siempre habla; en ese momento
quiso que comprendieran quién era Él. Se
oyó la voz del Padre que habló de su Hijo,
el muy Amado.
Los discípulos sintieron miedo. La visión
fue acompañada por una gran inseguridad.
No pudieron ocultar sus sentimientos.
Jesús los comprendió y se les acercó; los
tocó. Quiso comunicarles confianza,
seguridad en Él y en lo que estaba por
venir.
Dios Padre les reveló quién era su Hijo, y
cómo le interesaba que fuera escuchado
por ellos. La escucha que pide el Padre es
sinónimo de obediencia. Quiso decirles:
‘hagan lo que Él les diga’.
Este momento fue muy especial: Tuvieron
una visión, una revelación. Jesús les pidó
que no dijeran a nadie lo que habían visto
y oído, hasta que Él hubiera resucitado.
II. MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a la vida
Jesús les había dicho a sus apóstoles lo que le esperaba en Jerusalén, (Mt 16, 21 – 28).
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Sabía que sufriría una muerte cruenta. Dios Padre les dijo a los tres quién era su Maestro y
Señor: “Su Hijo Amado”.
Ellos acompañaron a Jesús y oraron con Él; fueron testigos de esta revelación. No estaban
preparados para tamaño descubrimiento: mientras ocurría el portento, no supieron qué decir
y entre su asombro y miedo tuvieron callaron ante lo que habían visto y oído.
Dios nos dice también hoy quién es su Hijo, y le interesa mucho que le escuchemos. y
obedezcamos… Seguramente nos cuesta entender lo que nos dice. Nos habla de Él;
quiere que lo acojamos, que seamos capaces de acompañarlo hasta el calvario.
¿Estamos dispuestos/as a ir con Él?
Los tres discípulos que fueron con Jesús al monte vivieron una gran intimidad con Dios
Padre y con el Maestro. Ellos escucharon la voz que les dijo quién era y a qué venía.
Compartieron con Jesús su tiempo, su oración y su silencio; a esta experiencia siguió la
transfiguración. Vieron a Moisés y a Elías hablando con Jesús. Pedro dijo que por qué no
hacían tres chozas, una para cada uno de ellos.
También nosotros hemos escuchado quién es Jesús. ¡Hemos gozado de su cercanía,
aunque algunas veces sentimos miedo de lo que nos pide y más cuando descubrimos
que el camino por el que nos quiere llevar nos lleva al Calvario. El Tabor nos entusiasma.
¿Pero seremos capaces de amar a Cristo hasta acompañarlo al Calvario, a la cruz, al
sacrificio, a la misma muerte?
Jesús está con nosotros lo mismo en el Tabor que en el Calvario; lo importante es que
queramos escucharlo y que reconozcamos su dignidad de Hijo Amado por Dios Padre…
¿Conocemos lo suficiente a Jesús, como para amarlo como merece ser amado y más
todavía, somos capaces de hacer lo que Él nos dice?
¿Por qué si sabemos quién es Jesús no mejoramos nuestra vida; no nos disponemos a
conversión? Tenemos experiencias de intimidad y de gozo espiritual pero nos asusta
llegar al compromiso por Cristo y su Evangelio. Tenemos que Seguir a Jesús, no solo en
el Tabor, sino también hacia el Calvario nos irá haciendo comprender qué quiere decir
ser verdaderamente discípulo suyo.
Seguir a Jesús por lo que da y no por lo que es Él, es seña de que no se ha comprendido
quien es y cómo vivir siendo hijos con Él. .
¡Quién no quisiera ver a Jesús tan divino y tan cercano! Los tres discípulos se sintieron fuera
de sí. Se entusiasmaron por Jesús, aceptaron la invitación que les hizo y pudieron orar con
Él.
Encontrar el tiempo para rezar a solas con Jesús los llevó a descubrir a Jesús;
comprendieron lo que hasta entonces no habían percibido. Vieron cómo rezaba, a pesar
del sueño y de su aturdimiento; se dieron cuenta quién era realmente y quién quería ser
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para ellos. Rezando con él se sintieron felices de estar a su lado y escucharon la voz del
mismo Dios, que se los presentó como su ‘Hijo muy querido’.
En vez de envidiar a tres discípulos que subieron a lo alto para rezar a solas con Jesús,
en vez de enfadarse con Jesús porque nos deja ver apenas lo maravilloso que es, ni
alguna rara vez nos hace sentirnos bien en su compañía, deberíamos preguntarnos
¿Por qué no se transfigura ya ante nosotros?
Nos podríamos dar cuenta quién es Él y quiénes somos nosotros si estuviéramos atentos
a lo que Dios quiere revelarnos. Nos envuelve un ambiente muy secularista; no somos
capaces de transformar con fe, con valentía, y sobre todo, con nuestro testimonio lo que
decimos creer.
¿Dónde estamos y cómo ocupamos nuestro tiempo?. ¿A qué le damos más atención?
¿Qué es lo que más nos preocupa? ¿Nos disponemos a escuchar la Palabra de Dios?
Él se nos quiere revelar. ¿Por qué Cristo Jesús no es para nosotros ‘El Hijo Amado’?
¿Por qué no le escuchamos y menos aún no nos empeñamos en hacer lo que Él nos
pide?
¿Por qué nuestro miedo, nuestra inseguridad, cuando podríamos estar tan contentos con
Jesús, y ocupados más en lo suyo, para ser más y más felices y compartir la verdadera
alegría que tanta falta le hace a nuestro mundo?
III. Oramos nuestra vida desde este texto:
Dios y Padre Bueno: Nos has querido revelar quién es tu Hijo y quienes quieres que
seamos nosotros. Concédenos descubrirlo cada día más y mejor. Que entremos en su
misterio, para estar en comunión contigo y con el Espíritu, que los une en una comunidad
de amor. Haz que sepamos estar con Él, que gustemos de la escucha y el seguimiento
que comporta nuestro bautismo, siendo hijos en tu Hijo, con el Espíritu que nos invita a
una escucha consciente y valiente de su Palabra.
Queremos ser testigos de lo que hemos visto y escuchado
durante toda nuestra vida, siendo sus discípulos. Danos la
valentía para no quedarnos con buenas intenciones, sino
que sepamos llegar al compromiso.
Que nos demos tiempo para orar, en medio del vertiginoso ir
y venir; que no perdamos la paz que Tú nos das. Que
estemos alegres y sobre todo, entendamos lo que Jesús
nos dice: Que tratemos de llevar a la práctica su voluntad
demostrando cómo viven tus hijos. ¡Así sea!