1. FRAGMENTOS DE VIDA EN UNA CASA HOGAR
Me inclino frente a su cama y el agarra mi mano. Susurra:
¡Acércate!, une tres dedos de su mano izquierda y me persigna:
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Repite el
gesto en mi frente, mi nariz, mi boca, mi pecho. Beso su bendición
y le doy gracias por sus 8 años de milagros. Juan, Marco y
Sebastián están compartiendo el cuarto de arriba en Hogares
Calasanz, en el D.F. Del lado derecho está el lugar en donde ellos
descansan. Hoy me pidieron que los persigne antes de dormir.
Subí a su cuarto y al final me quedé leyéndoles un cuento. Era
sobre una niña que tenía como tarea hacer un dibujo de su animal
favorito. Como no podía hacer solo uno, terminó haciendo 26
dibujos de 26 animales diferentes. Los chicos saben que su animal favorito es un perro.
Enumerando los animales de maya, la niña del cuento, me preguntan: ¿y el perro? ¿No dibujó
un perro también?
El cuento es interrumpido seguido por
los “terremotos” de Juan, y pronto los
tres empiezan sacar gases, como en una
competencia de quien se puede echar
más en algunos minutos. Me da risa su
inocencia. Al terminar el cuento, me
acerco para persignarlos y desearles
que sueñen con los angelitos. Me piden
que no les apague la luz antes de
encender la del pasillo, la luz que
siempre ilumina el camino de sus
angelitos en las noches. Sus camas son muy grandes, considerando sus tamaños de niños de
8-9 años, y los tres se están empujando en la pared, dejando más de la mitad vacía. Tal vez
se están imaginando que es el lado de su angelito. Aparte de ellos, en la casa hogar viven 5
niños más, del otro lado de la casa. Sus cuartos tienen las paredes limpias y pintadas de
colores vivos. En algunos rincones aparece el rostro de un santo o una cruz. En el patio los
esperan dos aviones dibujados sobre el asfalto y una canasta.
2. La familia en una casa hogar
Vine a pasar unos días en Hogares Infantiles y
Juveniles Calasanz del D.F. Mí papel oficial es
ser una tía- así llaman los niños a las señoras
que los atienden-, enseñarles inglés y jugar
con ellos. Al llegar, los niños ya estaban
durmiendo. Maud, la tía que siempre vive con
ellos me avisa que el desayuno se servirá a las
9. Antes que mi alarma, fijada para 8:17,
suene, 3 de los 8 niños que están viviendo aquí,
ya estaban jugando debajo de mi ventana. Canicas. Me estiro 5 minutos más en mi cama y
después dejo la cobija de los ositos que se enfríe con el aire de la mañana. Al verme por la
ventana, los niños empiezan a gritar: ¡Andradaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! Abro la
puerta y un abrazo de 6 manos me acapara por minutos. Es la segunda vez que vengo a pasar
unos días con los niños de este hogar. Por su reacción, parece que los 4 meses en los cuales
no nos vimos son nada. ¿Ustedes no pueden pronunciar el rrr? Me pregunta Enrique cuando
lo llamo para desayunar.
Mí español lleva un acento raro para los niños, me dice la tía Maud que cuando les dijo que
voy a venir otra vez, me recordaron como la chava que habla raro. Si, lo podemos
pronunciar, pero diferente. Para la noche, estoy preparando una presentación sobre mi país.
De la cocina se escucha el programa de radio que la tía está escuchando mientras cocina,
qué hacer cuando descubres que tu hijo es gay. Del otro cuarto se escucha “estas son las
mañanitas”, soplado en flautas de los niños que están teniendo su clase de flauta con una
monja. En la tarde, después de que los sorprendo comiendo picante: Mírala, si come chile,
tengo que demonstrar mis habilidades en matemáticas. Miguel tiene su propia forma de
hacer la tarea: deja eso, ahora tenemos que concentrarnos solo en esta página.
3. Momentos infantiles
En Hogares Calasanz, todo tiene su
tiempo. Los niños se despiertan a las
7, juegan en el patio hasta las 8,
cuando van a desayunar. El desayuno
es leche, pan de dulce, fruta, torta o
huevos, cuando una tía les prepara,
porque ellos dicen tener miedo del
aceite. De 9 a 12 es tiempo para
hacer tareas, después de bañarse,
hacer un poco de limpieza y comer
para ir a la escuela, de donde regresan a las 6 de la tarde. Al parecer, para ellos este
programa no significa una rutina, sino más bien un juego con unas reglas. Saliendo del baño,
en bóxers, empiezan a bailar. En la comida siempre dicen bromas y cantan. Su inocencia
infantil sigue presente. Cada día, antes de ir a la escuela, reciben 5 pesos, para sus antojos.
Se cambian la playera de juegos con la blanca del uniforme escolar, agarran su mochila y
van a la escuela. De 2 a 6.
Acompañándolos a la escuela, en el
camino, vemos partes de un pájaro
muerto. Yo no digo nada. ¿a ti no te da
asco nada?, me preguntan curiosos
frente a mí falta de reacción. Les
parezco bien alta, más que Richard, el
voluntario alemán que tuvieron aquí el
año pasado. El camino hacia la escuela es
10 minutos. A pie. Aprovechan para
tomar una pseudo-clase de mi idioma,
Rumano. ¡Dinos unas palabras en tu idioma! Copil (niño) señalándolo con el dedo. Me regresa
el dedo y me dice copilia, niña en su analogía. Su curiosidad nunca queda satisfecha. Entre
sus preguntas hay cosas diversas, sobre los juegos, la escuela, la vida. Un día, Sebastián me
pregunta muy en serio: ¿Tía, es verdad que Jesús hizo un hombre de pura tierra? Tenemos
4. esta discusión en nuestro camino al mercado, para
comprar flores. Saliendo de la casa hogar, me da su
peluche. Para que nos acompañe. Le pregunto cómo se
llama el peluche, y me dice que no sabe, no le puso ningún
nombre. Decidimos que es el peluche PELUCHE. En la
última cena que tenemos juntos, cada uno empezó a
darme las gracias: por mí comida, por mí participación,
por venir y jugar con ellos, por ayudarlos en sus tareas. Al final, uno me abraza y me
pregunta: ¿por qué te vas? No supe responderle más que con un beso.
Mientras estábamos comiendo, Juan empieza tener escalofríos. De repente sube arriba a
su cuarto. Pregunto a la tía que le pasó. Me dice que le dio mal de la patria, que le duele el
alma, extraña a sus papas. En la última visita, el día de los muertos, cuando fue a visitar a
su mama vivió un episodio de realidad fría. Los arrendadores echaron a su mama en la calle,
por no pagar la renta, él tuvo que regresar a la casa hogar mientras su mamá se quedó en la
calle con sus pocas cosas.
Los que los crían
Tía Mode es la mamá de todos y la mujer que vive siempre en la casa hogar. Ella tiene una
mirada que a veces transmite sus cambios de humor, acentuados con el lápiz de ojos negro
que siempre usa. Me enamoré de los niños. Llevo 23 años en hogares. Al principio venia cada
domingo porque tenía que cuidar a mis hijas y aparte tenía mi trabajo, una imprenta.
Después de que mis hijas ya hicieron sus careras universitarias y ya no necesitaban mi
ayuda financiera, me vine aquí, me cuenta una noche, después de que los niños se fueron a
dormir.
La Tía Vicky es la que se encarga de la cocina. Siempre está sonriendo y nunca se quita su
delantal azul. Ya tiene de 9 años desde cuando hace este trabajo. Ingresó como voluntaria.
Hogares es el segundo lugar en el cual su comida está hecha para alimentar a los que menos
tienen. La primera vez, trabajó en un asilo para ancianos. Salió de ahí después de 15 días.
No le gustaba la forma en la cual trataban a la gente. Llegó a hogares sin buscar ni el
5. trabajo, ni el lugar. Por la iglesia conoció a los padres que cuidan hogares y así se convirtió
en una “tía”, la que viene de lunes a viernes para limpiar la casa y llenar las panzas de los
niños. El Tío Pau es el que siempre viene para jugar con los niños y llevarlos a donde
necesitan ir. Cuando no está en la casa hogar, trabaja como taxista y vive los dos trabajos
dando gracias a Dios por cada mañana en cual abre sus ojos.
Hogares Calasanz tiene una historia de 30 años.
El Padre Reyes, el encargado principal de los 3 hogares que
existen en el D.F. y los 3 que existen en Puebla dice que:
manejamos comunidades pequeños y cada niño se queda con
nosotros por lo menos unos 3 a 5 años. Es un proceso de
formación. El principio de Hogares Calasanz es de organizar
cada casa como una familia, en la cual viven 5-10 niños de la
misma edad. Por eso existen 3 casas, dependiendo la edad
de los niños: 8-13, 14-17, 18-21. Los niños son educados con
responsabilidad, respetando los principios y reglas
instituidas en hogares, pero permaneciendo en contacto con
su familia, así como prevee la ley mexicana: la ley del
derecho de los niños estipula que cada niño tienen el
derecho de estar en contacto con su familia.
Aparte de esta ley, el Padre Reyes dice que en
Puebla es más difícil de obtener el permiso para
cuidar a un niño, porque existe otra ley que dice que
el estado es el responsable y el que tiene el derecho
de decidir por la vida del niño, tiene la custodia. Por
eso, el estado decide si lo va a cuidar o entregar a
otras organizaciones. Actualmente, aparte de
Hogares Calasanz, en Puebla existen otros 7 A.C. que
se dedican a cuidar y educar niños.