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E S T E LIBRO ES PROPIEDAD DE LA REPÚBLICA MEXICANA 
Para que lo use y lo conserve se entrego en forma absolu­tamente 
gratuita, pero con la condición de que lo cuide, a 
(nombre del educando) 
alumno* alumna* del . 
(grado) 
de la 
(escuela) 
de 
(población) (entidad federativa) 
Ninguna persona, física o moral, podrá convertir este libro 
en ob|eto de comercio, franco o clandestino; ni lucrar con él de 
ningún modo; ni pedir a cambio de él —por ningún concepto— 
cantidad o cosa alguna,- ni llevarlo o mandarlo fuera del país, 
o intentar lo uno o lo otro. 
La persona o personas, físicas o morales, que contravengan 
cualquiera de las prohibiciones o limitaciones mencionadas, que­darán 
sujetas a'las sanciones penales que procedan. 
Comisión Nacional de ¡os Libros de Texfo Gratuitos 
Tachar alumno o alumna, según el caso. 
* * Indicar, además del nombre que Heve el plantel, su número de 
registro (clave). 
xm>
II Lee - 1
Yo soy alumn de la escuela 
Mi nombre es 
El nombre de mi maestr__ es 
Éste es 
Mi Libro de Segundo Año
MI L I B RO 
DE SEGUNDO AÑO
COMISIÓN NACIONAL 
DE LOS LIBROS DE TEXTO GRATUITOS 
DEPENDIENTE DE LA SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA 
Presidente Secretario General 
MARTÍN LUIS GUZMÁN JUAN HERNÁNDEZ LUNA 
Vocales 
ARTURO ARNÁIZ Y FREG, AGUSTÍN ARROYO CH., 
ALBERTO BARAJAS, ALFONSO CASO, 
JOSÉ GOROSTIZA, GREGORIO LÓPEZ Y FUENTES. 
Representantes de la opinión pública 
DOLORES VALDÉS VDA. DE LANZ DURET, 
MANUEL BECERRA AGOSTA, RÓMULO O'FARRILL JR., 
JOSÉ GARCÍA VALSECA, MARIO SANTAELLA. 
Colaboradores pedagógicos 
SOLEDAD ANAYA SOLÓRZANO, LUZ CORONADO, 
RITA LÓPEZ DE LLERGO, AMELIA MONROY, LUZ VERA, 
DIONISIA ZAMORA PALLARES, ARQUÍMEDES CABALLERO, 
ANTONIO MANCILLA, ROMÁN PINA CHAN.
MI LIBRO 
DE 
SEGUNDO ANO 
por la profesora 
PAULA GALICIA CIPRÉS 
Cubierta de JORGE GONZÁLEZ CAMARENA 
(Es la reproducción de un cuadro que representa a la nación 
mexicana avanzando al impulso de su historia y con el triple 
empuje —cultural, agrícola, industrial— que le da el pueblo.) 
Ilustraciones y dibujos de 
JUAN MADRID, ANTONIO CARDOSO, PALMIRA GARZA, 
ALBERTO DE TRINIDAD SOLÍS, RUBÉN CARMONA. 
COMISIÓN NACIONAL DE LOS LIBROS DE TEXTO GRATUITOS 
DEPENDIENTE DE LA SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA - MÉXICO, D.F.
Derechos reservados por los autores 
Derechos reservados, sobre esta edición, por la 
COMISIÓN NACIONAL DE LOS LIBROS DE TEXTO GRATUITOS 
DEPENDIENTE DE LA SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PUBLICA 
Doctor Río de la Loza, Núm. 116, México 7, D. F. 
® Diciembre de 1960
LA MAÑANA 
Es la mañanita. 
El sol entra en mi cuarto silenciosamente. 
Parece que no quiere despertarme. 
Duermo un poquito todavía. Pronto la luz me despertará. 
¡Amigo sol, buenos días! 
Has despertado a mamá y a papá. 
Has despertado a los papas y mamas de otros niños. 
Ellos han empezado su trabajo. 
Yo también estaré listo en seguida. 
7
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YA LLEGO ABRIL 
El ave canta en el boscaje, 
la flor revienta en el pensil, 
el campo estrena nuevo traje, 
¡ya llegó abril, ya llegó abril! 
Las blancas mariposas 
de alitas de azahar, 
como almas de las rosas, 
revuelan sin cesar.
El chupamirto con donaire 
bate su leve ala gentil 
como dorada flor del aire. 
¡Ya llegó abril, ya llegó abril! 
Hay muchos astros en el cielo, 
hay en la tierra flores mil, 
salta cantando el arroyuelo, 
¡ya llegó abril, ya llegó abril! 
Amado Ñervo 
V O C A B U L A R I O 
boscaje — 
revienta — 
pensil — 
con donaire — 
bosque pequeño, 
se abre. 
lugar donde hay mu­chas 
flores, 
con gracia. 
9
SALUDOS 
Cuando me levanto saludo a mamá y a papá. 
Me gusta empezar el nuevo día y que ellos estén conmigo. 
Papá y mamá me quieren y me cuidan. Trabajan para mí. 
Yo también los quiero. Por eso, diariamente al despertar, 
los saludo con alegría. 
—¡Buenos días, papá! ¡Buenos días, mamá! 
Carmela, mi hermanita, se adelanta y me dice desde su 
cuarto: 
—¡Buenos días, Pedrito! 
Cuando paso por la cocina saludo a Manuela: 
—Buenos días, Manuela. 
Y ella me responde con mucha urbanidad: 
—Buenos días, Pedrito. ¿Dormiste bien? 
Le respondo mientras Capi, mi perro, me saluda con 
sus saltos y sus juegos. 
10
—¡Quieto, Capi  —le digo; mas el perro sigue saltando. 
Apoya en mí las patas delanteras y quiere lamerme las ma­nos, 
los brazos, la cara. 
Doy vueltas, llamándolo. Él salta, mueve la cola alegre­mente; 
corre por el patio, ladra; vuelve; seguimos la fiesta. 
Entonces se tira en el suelo con las patitas en alto, se 
revuelca; yo le acaricio la cabeza y el lomo; él me deja hacer, 
cerrando los ojos y moviendo la cola. 
Capi nos quiere a todos, pero más a mí. Sabe que soy su 
amo. 
Mamá le prepara la comida y yo se la sirvo en una ca­cerola. 
Le pongo agua en una lata; agua limpia, que él bebe ha­ciendo 
mucho ruido. 
Los domingos lo bañamos y lo peino con un cepillo. 
Si Carmela y yo nos quedamos solos en la casa, no tene­mos 
miedo, porque está con nosotros el Capitán. 
1 1
CUENTO 
Te voy a contar el cuento de un perro que tenía las ore-jitas 
negras. 
El perrito no tenía casa. Era un perro callejero. 
Una vez se lastimó una pata; adolorido, se echó junto a 
un muro para lamérsela. Pasaba por allí un médico, de co­razón 
bondadoso, que amaba a los animales; se compadeció 
del pobre can, lo llevó a su casa, lo curó y lo vendó. 
Meses después, el médico oyó que arañaban la puerta de 
su casa; acudió a abrir y se encontró con el perro que había 
12
Carmela pone la mesa. Tiende el mantel, coloca en cada 
lugar los platos, las tazas y las cucharas. Trae las serville­tas 
y la charola con el pan. 
Yo llevo agua limpia a las gallinas y les doy de comer. 
Algunas veces, mamá me manda a comprar algo que ne­cesita. 
No me gusta hacer mandados; antes, en ocasiones, rehu­saba 
hacerlos; pero papá me contó una historia, y ahora, 
cuando no quiero ir por lo que me encargan, la recuerdo.
LA HISTORIA QUE CONTÓ PAPÁ 
Un domingo me mandó mi madre a comprar pan, y 
yo empecé a replicar, como siempre. 
Entonces mi madre llamó a mi hermana, y ella, siguien­do 
mi ejemplo, se negó a obedecer. 
Mi padre, que nos oía, dijo cariñosamente: 
—¡No se enojen, muchachos! Hoy, como es domingo, 
puedo jugar con ustedes un poco. Jugaremos a que yo soy 
el hijo y ustedes los papas. ¿Qué quieren que haga? 
16
Acerco las sillas y las pongo en orden: aquí la de mamá; 
en seguida la que ocupará Carmela, mi hermanita; después 
la de papá. Por último traigo la mía. 
Frente a mamá están la jarra con la leche y un platón con 
frijoles. Mamá nos sirve a todos y cariñosamente nos invita 
a desayunarnos 
Carmela y yo no queremos manchar el mantel, ni hacer 
ruido con la cuchara, ni desmenuzar el pan, porque nos han 
enseñado a comer correctamente. 
Cuando hemos terminado, nos levantamos y vamos a la­varnos 
los dientes para conservarlos sanos y blancos. 
V O C A B U L A R I O 
sorbo — trago. 
nutritivo — que alimenta. 
desmenuzar — deshacer en partes pequeñas una cosa. 
conservarlos — hacer que duren mucho tiempo. 
1 9
pan de nubes con azúcar, 
cuernos de luna con sal. 
Todo el pueblo le decía: 
—Don Domingo, ¿ya está el pan? 
Don Domingo respondía: 
—Lo estoy poniendo a dorar. 
El panadero hacía pan, 
pan de dulce, 
pan de sal; 
rosquitas para los niños 
que lo veían hacer pan. 
Miguel N. Lira
¡QUÉ BUENAS SON TUS MANOS! 
Mamá, tus manos trabajan para mí sin descanso. 
No hay cosa de las que necesito para vivir, que tus ma­nos 
amorosas no ha van tocado. 
Temprano me asean y me peinan; me dan el pan, la le­che, 
la fruta, los alimentos de la mañana; luego ponen 
en las mías la mochila, revisan si en ella están el libro, el 
22
lápiz, los cuadernos, para que no falte nada y el día sea 
provechoso. 
Al salir, tus manos me acarician. Yo las beso con cariño 
y te hago una promesa: 
—¡Mamá! ¡Voy a trabajar bien! 
Oyendo mis palabras, tú sonríes. 
Tus manos preparan nuestras comidas, arreglan la ropa, 
ordenan toda la casa, y al llegar la noche, cuando mis ojos 
se cierran vencidos por el sueño, me bendicen. 
¡Qué buenas son tus manos, mamá! 
2 3
POEMA A LA MADRE 
Entre tus brazos, madre, entre tus brazos 
dormiré dulce sueño. 
Dormiré como el viento en las palmeras, 
como el cielo en el mar. 
Sobre mis labios se abrirán tus besos 
cuando yo duerma, cuando duerma yo; 
soñaré con la espuma de las olas 
acariciando el mar.
Tus palabras serán en mis oídos 
lento arrullo a mi sueño; 
soñaré con el viento y con la brisa 
cantándole a la mar. 
Tus claros ojos mirarán los míos 
con un dulce mirar, 
y soñaré en la luna y los luceros 
iluminando el mar. 
Entre tus brazos, madre, entre tus brazos 
aprenderé a soñar. 
Antonio Acevedo Escobedo
EL PERIÓDICO 
En las mañanas, temprano, un hombre pasa por mi calle. 
Lleva un fardo atado a la rejilla de su bicicleta. 
Se detiene frente a una que otra casa. Llama y dice: 
—Periódico . . . 
En casa, yo recibo el periódico diariamente. 
Me gustan las letras grandes, las de los títulos y anuncios, 
porque las puedo leer sin dificultad. 
Pero, sobre todo, me agradan las historietas que el perió­dico 
trae los domingos. ¡Qué divertidas son! 
2 6
Mis compañeros y yo conversamos sobre las travesuras del 
Pato Pascual como si fuera uno de los nuestros. Seguimos 
con interés las aventuras del Ratón Miguelito, y nos dester­nillamos 
de risa con el ingenio de los Supersabios. 
A las personas mayores —dicen— el periódico les lleva 
toda clase de noticias interesantes. 
Papá me cuenta que a los pueblos pequeños llegan muy 
pocos periódicos, y que éstos pasan allá de mano en mano. 
Si no fuera por los periódicos, aquella gente no sabría lo 
que sucede en otros lugares. Claro que ahora ayudan a in­formarnos 
de todo la radio y, en las ciudades grandes, la 
televisión. 
V O C A B U L A R IO 
fardo — bulto. 
atado — amarrado. 
2 7
UNA NOTICIA 
Antes de marchar al trabajo, papá 
lee aprisa las noticias importantes. 
Dice que es útil saber lo que sucede en nuestra república 
y en las otras partes del mundo. 
Ahora ha terminado el desayuno y extiende el periódico. 
De pronto, levantándose, exclama: "¡Qué mala noticia! 
¡Otro ciclón! Con sus lluvias torrenciales ha hecho que los 
ríos se desborden . . . Los Estados de Veracruz y Oaxaca 
son los que más han sufrido . . . Las ciudades de Veracruz, 
Tlacotalpan, Amatitlán y Tuxtepec . . . Cerca de Tuxtepec 
viven los abuelitos. ¿Qué habrá sido de ellos? . . . Ahora 
mismo pido informes. Preguntaré a mis paisanos qué noti­cias 
tienen." 
V O C A B U L A R I O 
marchar — caminar, ir. 
ciclón — viento temible por su fuerza, acompañado 
de lluvias. 
desborden — se salgan del cauce sus aguas. 
torrenciales — como torrentes, que son grandes avenidas 
de agua. 
paisanos — personas que nacen en un mismo lugar o 
país. 
28
EL MAQUINISTA 
Una maquinita 
lograré tener; 
será grande y fuerte, 
¡no lo había de ser! 
Rodará en los rieles, 
con gran rapidez, 
por tierras lejanas 
que recorreré. 
En ella a mi casa 
feliz volveré. 
Ropa de mezclilla, 
la gorra de cuero; 
hombre fuerte y hábil, 
libre, muy entero; 
el cuerpo al trabajo, 
y el alma en anhelo 
de un mundo mejor, 
por claro y sincero . . . 
Como es el Helero, 
así yo he de ser. 
P. G. C. 
2 9
EL V I A JE 
Papá salió de viaje. 
Espera llegar a Tuxtepec, donde le darán noticias de los 
abuelitos y de sus otros parientes, pues todos viven en esa 
región; sólo papá reside en la ciudad de México. 
Anoche lo acompañamos a la estación del ferrocarril. 
Mamá le había preparado, desde por la mañana, una ma­leta 
con las cosas más útiles para el viaje. Una maleta chica, 
que pudiera llevar con facilidad. 
Llegamos a la estación mucho tiempo antes de la salida 
del tren. 
Entramos en la sala de espera, que es amplia y está bien 
iluminada.
Papá se colocó en una fila que había frente a la ventani­lla 
donde venden los boletos, para comprar el suyo. 
Mamá, Carmela y yo encontramos asiento en una banca. 
Todas estaban ocupadas; había muchas personas de pie. 
Las voces y risas, el ir y venir de la gente y el movimiento 
de los empleados de la estación me tenían tan entretenido, 
que no oí la campana cuando llamó por primera vez a los 
pasajeros. 
Mamá dijo: 
—Si papá se retarda no logrará encontrar asiento. 
Papá vino corriendo. Carmela lo apremió: 
—¡Sube pronto al vagón! ¡No vas a encontrar asiento! 
Papá sonrió al preguntarnos: 
—¿Y no nos despedimos? 
—¡Cómo no, papá! 
Le dimos un abrazo mientras nos acariciaba. En seguida 
se despidió de mamá. 
Adiós, adiós, papacito! 
Que tengas buen viaje! 
Y que vuelvas pronto! 
V O C A B U L A R I O 
reside — vive, habita. 
región — lugar del país. 
vagón — coche de ferrocarril. 
lograr — conseguir. 
apremió — dio prisa. 
31
MI P A D RE 
Papá fue a su pueblo a visitar a los abuelitos y a darles 
ayuda. Desea que vengan a vivir con nosotros, para que 
descansen; ya son ancianos y han trabajado mucho desde que 
papá y sus hermanos eran pequeños. 
Aunque papá siente gran cariño por sus padres, yo sé de 
sobra que a mamá, a Carmela y a mí no nos quiere menos. 
Él también trabaja todos los días, todos los meses, y con­tinuará 
así algunos años, sin descansar, hasta que Carmela 
y yo seamos mayores y lo ayudemos. 
A veces, estando enfermo o muy fatigado, mamá le dice 
3 2
que se quede en casa, pero él no lo acepta. Se va al trabajo 
como todos los días. 
Se interesa por nuestros estudios; oye las historias que le 
contamos, y, en ocasiones, igual que todos los domingos, nos 
lleva a pasear y juega con nosotros. 
He oído cuando, de acuerdo con mamá, distribuye el di­nero 
que gana. Cuentan diferentes cantidades: casa, alimen­tos, 
ropa . . . Si mamá le dice que Carmela ya no tiene 
zapatos, o que a mí me pidieron un libro en la escuela, no 
se molesta, sino que da para comprarlos. Luego pregunta: 
—¿Qué otra cosa hace falta? 
Siempre que mamá no puede resolver algún problema de 
la casa, ella nos dice: 
—Esto lo arreglará papá 
de sobra 
fatigado 
distribuye 
problema 
m m 
V O C A B U L A R I O 
- más que lo necesario. 
- cansado. 
- reparte. 
- asunto difícil. 
II Lect — 2 33
EL CARTERO 
Madre, estás triste porque no 
has recibido la carta que esperas. 
A veces, si llaman a nuestra 
puerta, interrumpes por un mo-
mentó tus labores y te quedas escuchando para saber si ha 
llegado el cartero. 
El va por las calles con su gran valija colgada del hom­bro; 
se detiene frente a algunas puertas y entrega las cartas 
que lleva en la mano; coge otras de la valija, lee las direc­ciones 
escritas en los sobres, y con paso rápido continúa 
su labor. 
Sabe los nombres de las calles y los números de las casas, 
y si pasa ante nuestra puerta sin llamar es porque no trae 
tu carta, nuestra carta. 
Mamá, no sufras más. Mira, yo he escrito una cartita; en 
ella he puesto lo que, según pienso, te escribiría papá. 
La he escrito con cuidado, para que todas las palabras se 
entiendan. ¡Verás qué bonitas letras he hecho! 
Quizá mañana llegue la carta que deseas. Será, como si 
papá viniese a platicar contigo, no con su voz, sino con sus 
letras, grandes, gruesas, limpias. 
No estés triste; pronto traerán tu carta= Y hoy, madre, yo 
he sido tu cartero. Las letras de esta carta te dicen mi cariño. 
V O C A B U L A R I O 
llaman — golpean la puerta para que abran. 
labores — quehaceres, trabajos. 
escuchando — oyendo. 
valija — bolsa de cuero que usan los carteros. 
quizá — puede ser. 
3 5
EL R E G R E SO 
Papá ha vuelto de su viaje. 
Llegó cuando mi hermanita y yo dormíamos. 
Entró muy quedito; pero lo sentimos, aunque no sé cómo, 
y despertamos. 
—Papá, ¡qué alegría que hayas regresado! ¡Cuánto te 
echábamos de menos! 
— Y los abuelitos, ¿por qué no han venido? 
Le dimos muchos abrazos y lo besamos. Él, levantándo­nos 
de la cama, nos estrechó con cariño. 
—Los abuelitos se hallan bien —nos dijo—. Cuando se
inundó Tuxtepec habían ido a Ojitlán a visitar al tío Enri­que. 
Después salieron para Tierra Blanca. Fue allí donde los 
vi. Quise que vinieran conmigo, pero el abuelito no aceptó. 
Dice que nos visitarán más adelante. 
Y luego papá nos dio una sorpresa, la mayor sorpresa de 
nuestra vida. Llamó en voz alta: 
—¡Martín, ven acá! 
Entró un muchacho ranchero, más grande que yo. De su 
cara, muy seria, muy morena, retuvo mi atención la brillan­tez 
de los ojos. 
En seguida, poniéndole la mano sobre el hombro, papá 
dijo: 
—Este es Martín. No tenía padre; su madre murió en la 
inundación. Desde hoy nosotros seremos su familia. ¿Quie­res, 
Martín? 
Dije yo: 
—Martín sí quiere; Carmela y yo también. Si él no tiene 
casa ni padres, ¿por qué no ha de vivir con nosotros? 
V O C A B U L A R I O
RELATO DE PAPÁ 
Papá nos cuenta: 
—Los daños son muy serios. En algunos poblados casi 
todas las casas quedaron destruidas. 
Los caminos y puentes han desaparecido. 
La gente se halla hambrienta y miserable; perdieron 
víveres, ropa, muebles, animales, herramientas. 
En esas regiones casi todos son agricultores. Ahora ven 
con desesperación cómo sus sementeras se pudren bajo 
el lodo. 
De los plantíos de maíz y de caña de azúcar, de los pla­tanares 
y campos de palmeras, nada permanece en pie. Son 
un destrozo. 
Tuxtepec es la población que más sufrió. 
Por un momento los habitantes pensaron que nadie los 
ayudaría; pero no ocurrió así. 
3 8
De Tierra Blanca, pueblo vecino, acudieron al auxilio to­dos 
los hombres. Arrancaron de las aguas a las víctimas y 
se las llevaron a vivir con ellos. Allí, en Tierra Blanca, si­guen 
acogidos con cariño los habitantes de Tuxtepec. Dis­frutan 
de albergue y de alimentos; a los enfermos y heridos 
se les cura y atiende. 
Tierra Blanca es un pueblo del Estado de Veracruz cuyo 
ejemplo no debemos olvidar. 
V O C A B U L A R I O 
relato — historia, narración, cuento. 
miserables — muy pobres. 
víveres —alimentos. 
regiones — partes naturales del país. 
39
EL VIENTO 
Quise saber qué son los ciclones, que tanto daño causan, 
y pregunté a papá. Veamos lo que él me dijo: 
*-Cuando el viento sopla suavemente, mueve las hojas de 
los árboles. 
"A veces sopla con más fuerza. Entonces levanta y hace 
girar en pequeños remolinos el polvo y los papeles de la 
la calle. 
"Si aumenta su fuerza, sacude los árboles y hace caer las 
frutas maduras. 
" Y cuando sopla con toda su furia, arranca los árboles, 
levanta los techos de las casas, hace volar en todas direc­ciones 
cuanto encuentra a su paso. 
"Este viento furioso, destructor, acompañado de tempes­tades, 
se llama ciclón. 
"Pero el viento también ayuda al hombre. 
"En los largos días del verano, cuando los rayos del sol, 
4 0
ardientes entonces, secan las plantas y hacen sufrir a la 
gente y a los animales, el viento trae las nubes que han de 
convertirse luego en lluvia refrescante. 
" E l hace volar multitud de semillas, y éstas, si caen en 
lugar apropiado, germinan. Así, después, los ganados que 
cruzan el campo en busca de hierba fresca encontrarán las 
plantas que el viento sembró, y las aprovecharán. 
"Las semillas de algunos árboles, como las del pino, tie­nen 
algo que se parece a un ala y que les permite volar le­jos. 
De ese modo, las siembra el viento. 
"El viento, además, es una fuerza; los hombres lo saben. 
Para aprovecharla han construido torres de hierro y les han 
puesto unas aspas que se parecen a los rehiletes con que jue­gan 
los niños. Cuando sopla el viento, las aspas se mueven 
y se ponen a trabajar: ayudan a subir el agua de los pozos 
profundos, a moler el trigo en los molinos, a aserrar madera. 
"El viento es un buen servidor." 
V O C A B U L A R I O 
girar — dar vueltas, moverse en círculo. 
41 
|
LA HUERTA 
El domingo visitamos la huerta de don 
Vicente. 
Es una huerta muy grande y bien cultiva­da. 
Está plantada de manzanos. 
Los manzanos son árboles de poca altura, 
tienen el tronco algo torcido y la copa an­cha. 
Da alegría verlos formar largas hileras. 
Este ha sido un buen año para el manza­nar; 
las ramas de los árboles se doblan bajo 
el peso de la fruta. 
Queda bastante espacio entre un árbol y 
otro, porque los manzanos necesitan mucho 
sol y se les planta separados para que no se 
den sombra. 
Don Vicente nos dijo: 
4 2 
r
—¡Muchachos, corten todas las manzanas que quieran! 
No lo tuvo que repetir. Carmela, Martín y yo corrimos a 
cortarlas. 
Aunque están entre las hojas, las manzanas crecen con 
un mismo lado expuesto siempre al sol; ese lado se enro­jece. 
¡Dulces manzanas amarillas con su mancha roja, que 
el sol les pinta! 
Sobre el manzanar revolotean, zumbando, las abejas. 
—Aquí ya pasó su fiesta —dice don Vicente. 
—¿Cuándo es la fiesta de las abejas? —pregunta Carme­la 
con curiosidad. 
—Las abejas tienen su fiesta cuando los manzanos están 
en flor. Entonces, todo el día vienen y van al colmenar, sa­len 
y regresan cargadas de néctar. 
A la hora de la comida, don Vicente nos sirvió sidra he­cha 
con el jugo de sus manzanas. Me gusta el color dorado 
de la sidra y ver cómo suben en la copa las burbujas de gas. 
Al atardecer regresamos a casa. Algo del sol y de la verde 
frescura de la huerta se vinieron con nosotros en una canasta 
colmada de manzanas. • 
di 
V O C A B U L A R I O 
bien cultivada — bien cuidada. 
plantada — sembrada. 
manzanar — lugar donde hay muchos manzanos. 
expuesto —descubierto. 
enrojece —se pone rojo. 
revolotean —vuelan dando vueltas, van y vienen. 
colmenar —lugar donde están las colmenas. 
colmena —especie de caja donde viven las abejas 
y hacen sus panales. 
néctar —jugo de las flores. 
4 3
LAS FRUTAS 
L A P I NA 
Por fuera, dura, con su corona verde. Por dentro, su 
color de sol y la miel ligera de su jugo. 
Corta la pina en rebanadas. El jugo escurre, dulce y 
oloroso. 
¿Qué esperas? ¡A comer pina! 
L O S C A P U L I N ES 
En el campo cuidan los capulines para los pájaros y los 
niños. Cada frutita, redonda y obscura, refleja un punto de 
luz. Su carne, breve y verde, tiene la dulzura de nues­tro 
país. 
4 4
L A S G U A Y A B AS 
Con su piel amarilla y lustrosa parecen de cera. Su ex­quisito 
olor nos anticipa el gusto de morderles la pulpa, 
que es color de rosa. 
L A S T U N AS 
Te maltratan con sus espinas; te halagan con la frescura 
de su pulpa verde, blanca, roja. 
E L Z A P O T E P R I E TO 
Es un globito verde que tiene negro y suave el corazón. 
breve 
lustrosa 
exquisito 
pulpa 
miagan 
V O C A B U L A R I O 
pequeña, que acaba pronto 
que tiene brillo, 
muy delicado y bueno, 
la carne de las frutas, 
dan gusto.
CONVERSACIÓN 
—Díme, Martín: cuando estabas en tu tierra, ¿qué hacías? 
Martín me responde: 
"¡Pchs! . . . Temprano, muy temprano, antes de las cin­co 
de la mañana (porque allá, cuando el Sol está alto en el 
cielo, es mejor quedarse a la sombra de los árboles o de 
la casa), las mujeres y los muchachos grandes, así, como 
yo, íbamos por agua al río. 
"Después había que llevar los animales al campo, ir por 
leña, vender en el mercado huevos y fruta . . . Muchos 
días faltaba yo a la escuela: me mandaban al pueblo a dar 
recados o a comprar algo que en el rancho no había. 
46
"Algunas veces, cuando la fruta estaba madura, me ocu­paba 
todo el día en asustar las bandadas de periquitos que 
iban a picotearla. 
"Una señora que se llama doña Luisa me pagaba diez 
centavos y yo los espantaba; los periquitos volaban gritando 
y haciendo mucho ruido con las alas. 
'¡Si vieras qué alborotadores son! 
No volaban lejos; veía yo cómo se posaban todos en 
otros árboles." 
—¿Y los ibas a espantar? 
—No; aquellos árboles no eran de doña Luisa. 
—¿Y a qué jugabas? Cuéntame de tus amigos. 
"Había otros muchachos: Hilario, Roberto, Chema, Flo­rentino 
. . . Formábamos dos partidos para jugar a los en­cantados. 
"En las ramas de los árboles hacíamos maromas, como 
las de los cirqueros que habíamos visto en el pueblo» 
"Cortábamos fruta y, si hacía mucho calor, nos bañába­mos 
en el río 
99 Pasa un río muy grande cerca de mi pueblo; tú ni 
te imaginas cómo es." 
V O C A B U L A R I O 
bandada — muchos pájaros que vuelan juntos. 
se posaban — iban a parar. 
47
TRABAJO 
Martín y yo tenemos que cuidar las gallinas. 
Es un trabajo fácil, pero que ha de hacerse a diario. 
Primero barremos, sin llevarnos con la escoba la arena 
que está en un rincón, porque en ella se bañan las gallinas. 
En seguida limpiamos el ponedero, para que los huevos
ne erizadas las plumas y muy roja la cresta, y cuando me 
acerco, por si hay huevos, me da de picotazos. Es que está 
clueca y quiere empollar. Entonces compramos paja y le 
hacemos su nido. 
Mamá coloca varios huevos en una vasija con agua. Los 
que se van al fondo, porque están pesados, son los buenos. 
Los que flotan en la superficie son huevos que no sirven para 
empollar. 
Después de veintiún días nacen los pollitos; también ayu­damos 
a cuidarlos. 
V O C A B U L A R I O 
a veces sucede, 
tiesas, esponjadas. 
calentar la gallina los huevos para que 
nazcan los pollitos, 
recipiente. 
se quedan sobre el agua. 
suele — 
erizadas — 
empollar — 
vasija — 
flotan — 
4 9
C U E N T O D E C A R M E LA 
LAS T R E S MARIPOSAS 
Era una tarde de mayo, tarde 
calurosa. 
Tres maripositas, blanca una, 
roja otra y otra amarilla, jugaban 
alegremente bajo los rayos del Sol. 
De pronto el cielo se puso gris y gruesas gotas de lluvia 
comenzaron a caer. 
Para librarse del aguacero, las mariposas volaron hacia 
su casita, pero hallaron la puerta cerrada, y, ¡loquillas que 
eran!, habían perdido la llave. 
Cerca crecía un tulipán rojo con rayas doradas. Las tres 
mariposas se acercaron a él y le dijeron: 
—Tulipán, ¿nos permites guarecernos en tu cáliz mien­tras 
pasa la lluvia? 
El tulipán contestó: 
—Abrigaré con mucho gusto a la mariposa roja y tam­bién 
a la amarilla, pero a la blanca no. 
—Si nuestra hermana blanca no puede entrar —dijeron 
las otras— no aceptamos tu hospitalidad. Gracias. 
Seguía lloviendo copiosamente. Las mariposas volaron 
hasta un lirio: 
—Buen lirio, ¿serías tan amable que nos permitieras 
posar en tu cáliz mientras pasa la lluvia? 
El lirio dijo: 
5 0
—Me gustaría mucho albergar a la mariposa blanca por­que 
se parece a mí, pero a las otras no quiero cobijarlas. 
Entonces la mariposa blanca dijo: 
—Si mis hermanas no pueden entrar, yo no acepto tu fa­vor. 
Gracias. 
Y volaron juntas las tres. 
Desde más allá de las nubes, el Sol se había enterado de 
cómo se querían las tres mariposas, y alegre volvió a bri­llar 
para secarles las alas. 
51
Las mariposas revolotearon entre las flores y se dirigieron 
a su casita, cuya puerta se había abierto al último rayo del 
Sol. 
María Valdés 
V O C A B U L A R I O 
calurosa 
cáliz 
hospitalidad 
copiosamente 
posar 
albergar 
guarecernos 
de mucho calor. 
nombre de una parte de la flor. 
gusto de recibir en nuestra casa a otras 
personas. 
abundantemente. 
alojar. 
dar alojamiento. 
ponernos a cubierto de un peligro o de 
las inclemencias del tiempo, como la 
lluvia. 
5 2
LOS AMIGOS 
He leído el cuento titulado Las tres mariposas. 
El tulipán quería dar abrigo a la mariposa roja y a 
la amarilla, pero a la blanca no. 
El lirio daba albergue a la mariposa blanca, y no a 
las otras. 
Las tres mariposas prefirieron volar juntas bajo la lluvia, 
aunque podían maltratárseles o rompérseles sus alitas. Ellas 
sabían que una mariposa con las alas rotas muere pronto; 
pero no quisieron separarse, porque eran amigas. 
Yo también tengo amigos. Son Martín, Pepe y Luis. 
Si paseamos, o jugamos, o hacemos la tarea de la escuela 
u otro trabajo, todo es más alegre, porque estamos juntos. 
A la hora de la comida pregunté a papá: 
—Papá, ¿tú tienes amigos? 
—Por supuesto. Hay que tener amigos y saber ser amigo. 
Y dije a Carmela: 
—¿Tú tienes amigas? 
Carmela respondió: 
—Todas las niñas son mis amigas. 
Mamá también tiene amigas. En mi casa todos tenemos 
amigos. 
Me he quedado pensando en la frase de papá: 
? ?Hay que tener amigos y saber ser amigo." 
Las tres mariposas sabían serlo. ¿Verdad? 
V O C A B U L A R I O 
albergue — lugar donde se halla abrigo 
53
como ella, y repite tanto sus nombres, que me los he apren­dido: 
Yolanda, Gloria, Eva, Chabela, Rosa. 
A mí me complace jugar en el patio con mis amigos. 
A los más los conocí el año pasado; otros son nuevos. 
Me gusta trabajar en clase y obtener buenas calificaciones. 
Papá revisa con cuidado mis cuadernos y mi boleta men­sual. 
Si mis calificaciones son buenas, me dice: "¡Vamos 
bien, Pedro!" Y no sé por qué me satisface tanto el oírlo. 
También me agradan los ejercicios militares. Cuando todos 
marchamos erguidos, en silencio, y el profesor cuenta . . . 
"uno . . . dos . . . uno . . . dos ". . . , nuestros pasos suenan 
iguales; parecemos soldados de verdad. 
¡Y qué alegría me da oír la campana que nos anuncia el 
recreo! 
Mi maestra dice que hago travesuras. 
Sí, soy travieso, pero cumplo mi tarea. 
V O C A B U L A R I O 
complace — agrada. 
me satisface — me deja contento.
AL T R A B A JO 
Antes de las ocho, papá, Carmela y yo salimos de casa. 
Papá es médico. Trabaja por las mañanas en un consul­torio 
de. la Asistencia Pública. 
Carmela y yo trabajamos en la escuela. El trabajo de 
todos los niños está en la escuela. 
Carmela estudia primer año. Yo estoy en segundo. 
A esa hora transitan por la calle muchas personas que , 
van al trabajo: empleados que se dirigen a las oficinas o 
casas comerciales; maestros y estudiantes que se encaminan 
aprisa a sus escuelas; albañiles, pintores, carpinteros, que 
cpn sus herramientas van a los edificios en construcción o 
a los talleres. 
Mamá se queda en casa. Allí está su trabajo. 
5 6
El otro día mi maestra preguntó a Luis én qué trabajaba 
su mamá, y Luis dijo que en nada. 
Luis cree que su mamá no trabaja porque la ve quedarse 
en casa, y no ha pensado en todo lo que allí es necesario 
hacer. 
Cuando las personas que van a las fábricas u oficinas, y 
los niños que van a la escuela, han concluido su tarea, re­gresan 
a su casa a descansar; pero la mamá, que no salió 
en todo el día, o casi no salió, sigue trabajando. 
V O C A B U L A R I O 
asistencia pública — ayuda a los pobres. 
transitan — caminan. 
concluido — acabado. 
57
Todos los días papá nos acompaña hasta cerca de la 
escuela. 
Carmela va entre los dos, porque él y yo debemos cuidarla. 
Encontramos a la vendedora de flores, que lleva a la es­palda 
una canasta enorme, y, al brazo, otra pequeña. 
Las flores le asoman sobre la cabeza. Va cantando con 
voz delgada: 
— ¡Las flores, niña! ¡Los chícharos! ¡La nube! ¡Semilla 
de nabo, pirú . . . ! 
Pasan vendedores, lecheros en bicicleta, señoras camino 
del mercado, niños que se dirigen a la escuela. 
Varios señores se han detenido frente a un puesto de 
periódicos. Están leyendo los títulos. Se enteran así de las 
noticias principales. 
5 8
Martín se entretiene con los autobuses que pasan. Sus 
exclamaciones nos divierten» 
—¡Mira qué lleno va ese autobús! ¡Aquellas señoras ya 
no pudieron subir! 
Caminamos con paso rápido y conversamos hasta llegar 
a la esquina donde papá se despide. 
Él nos ha enseñado cómo atravesar la calle con cuidado, 
a no correr por ella, a no pararnos ante la gente que vende, 
grita o discute. 
Podemos andar solos por las calles de la ciudad. 
I 
VOCABULARIO 
autobuses — camiones que transportan personas. 
5 9
M A R T ÍN 
Mi profesora llamó a Martín para hacerle algunas pre­guntas. 
Erguido ante la mesa de la profesora, Martín ha 
contestado Con voz clara. 
La maestra le preguntó: 
—¿Cómo te llamas? 
—Martín Aguilar Campos. 
—¿Qué edad tienes? 
—Doce años. 
—¿Por qué no has adelantado en la escuela? ¿En qué te 
ocupabas? 
6 0
—Señorita, mi mamá me necesitaba en casa y muchas 
veces faltaba yo a la escuela. Por eso no he podido llegar 
a tercer año . . . 
—¿Dónde vives? 
—En . . . en la casa de Pedrito. 
Martín calla, apenado por vivir en casa ajena. 
La maestra comprende y, para animarlo, le dice: 
—Entonces estarás contento, porque Pedrito es un buen 
chico. Tú no eres de aquí, ¿verdad? ¿De dónde eres? 
—De Oaxaca 
Mi maestra lo tranquiliza más con estas palabras: 
—Nos gusta que vengas a nuestra escuela, porque, ¿sabes?, 
todos nosotros conocemos y admiramos a otro niño oaxa-qúeño. 
Un indito inteligente y valeroso que llegó a ser Pre­sidente 
de la República. 
Y volviéndose al grupo, pregunta: 
61
BENITO JUÁREZ 
Esta es una historia verdadera que parece cuento. 
En un pueblecito oculto entre las montañas de Oaxaca 
nació un niño a quien pusieron por nombre Benito. 
Nada les puedo contar de su cuna, ni de su casa, ni de 
sus padres, pues este niño quedó huérfano antes de cumplir 
cinco años y vivía en casa ajena. 
Un tío suyo, al verlo sin amparo, lo había recogido, y 
cpmo los pobres han de ganar su pan desde pequeños, Be­nito 
ganaba el suyo como pastor. 
Así fue creciendo; hasta que un día, cansado de malos 
tratos, marchó a la ciudad de Oaxaca. 
6 2
Trabajaba allí de mozo cuando lo encontró un hombre 
bueno que se dispuso a protegerlo. 
Aquel hombre se llamaba Antonio Salanueva. Fue él 
quien enseñó a Benito a hablar el español, pues el niño sólo 
hablaba en lengua zapoteca. También le enseñó a leer y a 
escribir. 
Don Antonio Salanueva ayudó a Benito durante muchos 
años, los necesarios para verlo terminar la carrera de 
abogado. 
Al poco tiempo, la gente de Oaxaca conocía ya a Benito 
y lo tenía por hombre laborioso y honrado. El pueblo lo 
eligió gobernador. 
Al fin, Benito llegó a ser Presidente de la República. 
Con voluntad igual a la que había puesto en su lucha por 
la vida y por aprender, defendió a nuestra patria en épocas 
aciagas. 
México necesita hombres tan valerosos, honrados y pa­triotas 
como don Benito Juárez. 
V O C A B U L A R I O 
aciagas — penosas, tristes, difíciles. 
6 3
C U E N T O D E M A R T ÍN 
EL CONEJITO BLANCO 
I 
Éste era un conejito blanco que tenía una casita de palmas. 
Un día llegó a visitarlo la zorra. 
—Conejito blanco —le suplicó—, déjame entrar un mo­mento 
en tu casa, que tengo frío. 
Y así que estuvo dentro, la zorra dispuso: 
—Aquí no cabemos los dos. La casa es muy chiquita. 
Y el conejito, llorando, tuvo que salir. 
6 4
I I 
Por el camino encontró a un gato 
—¿Por qué lloras? —el gato le preguntó. 
—¡Cómo no voy a llorar! —respondió el conejito—. Yo 
tenía una casita de palmas. La zorra me pidió permiso para 
entrar, y después, cuando estuvo dentro, me echó a la calle. 
—¡Yo le voy a dar un susto a esa zorra! —dijo el gato 
I I I 
• 
Por el camino tropezó con un asno. 
El asno le preguntó: 
—¿Por qué lloras, conejito blanco? 
— ¡Cómo no voy a llorar! Yo tenía una casita de palmas. 
Dejé entrar a la zorra, y la zorra me echó fuera. 
—Iré yo a darle un susto a esa zorra —dijo el asno, y 
corrió hasta la casita de palmas. 
—¡Sálgase de ahí la zorra!- —gritó dando un rebuzno 
amenazador. 
—Si salgo te voy a comer —le replicó la zorra tranqui­lamente. 
—Entonces me voy —dijo el asno, y se fue corriendo. 
II Lect — 3 65 
I 
hecho una furia. 
Pero cuando llegó frente a la zorra, ésta le replicó tran­quilamente; 
—Mira que si salgo te voy a comer. 
—Entonces me voy —contestó el gato, y se fue corriendo. 
El conejo, todo lloroso, se retiró también
El conejito, todo lloroso, se retiró también. 
IV 
Por el camino se encontró a un gallo. 
El gallo le preguntó: 
—Conejito blanco, ¿por qué lloras? 
Contestó el conejito: 
—¡Cómo no VOY a llorar! Yo tenía una casita de palmas. 
Permití entrar a la zorra, la zorra me echó a la calle y .aho­ra 
no me deja entrar a mí. 
—Iré yo a darle un susto a esa zorra —dijo el gallo, y 
se fue a la casita de palmas. 
Cuando llegó allá, se puso detrás de la casa y cantó con 
todas sus fuerzas: 
Aquí en la mano 
tengo un fusil 
para matar a la zorra. 
¡Quiquiriquí! 
Si no sale corriendo 
la mato yo aquí 
de un solo tiro. 
¡Quiq u i r i a u i 
Espantada por el rui­do 
que el gallo hacía 
con su canto, la zorra 
escapó mientras decía: 
— Me voy corriendo 
6 6
¡Y salió con tanto susto, que no volvió nunca más! 
Zorra tranquila, 
ante el que ruega; 
zorra atrevida, 
con el que llora; 
/ zorra miedosa, 
hablándole fuerte; 
fue zorra astuta, 
mas no fue valiente. 
(Anónimo)
UN CONCURSO 
En la escuela hicimos un concurso. Se trataba de leer pa­labras 
difíciles. 
Desde la víspera formamos los partidos, elegimos el capi­tán 
y el nombre de cada grupo. 
Nosotros quisimos llamarnos Aguiluchos, y Martín fue 
nuestro capitán. 
Andrés fue el jefe de los Gavilanes. 
La maestra nos repartió, impreso en hojas, el trozo que 
habíamos de leer, para que lo estudiáramos en casa. 
Martín lee con dificultad las palabras terminadas en d; 
pero las repasó con tanto entusiasmo que^ por la noche, 
68
cuando papá nos llamó para que hiciéramos un ensayo, pro­nunció 
muy bien comunidad. Sólo tropezó en directamente y 
policía. 
Yo leí mal organizaciones. Esto me sucede con las pala­bras 
largas cuando las quiero leer muy aprisa. 
Papá dijo que debíamos estudiar más, y así lo hicimos. 
El trozo que leímos fue el siguiente: 
^Muchos hombres contribuyen directamente a que sea 
más segura y fácil la vida de la comunidad, 
"Son aquellos que pertenecen a organizaciones dedicadas 
a servicios públicos: empleados de Correos y Telégrafos, 
miembros del Cuerpo de Bomberos, policías y otros más." 
Cuando Martín leyó frente a los Gavilanes, no cometió 
un solo error. Todos gritamos: '¡Viva nuestro capitán!" 
V O C A B U L A R I O 
contribuyen 
elegimos 
comunidad 
ayudan. y 
escogimos. 
todas las personas que viven en un mismo 
pueblo, ciudad, provincia o nación. 
6 9
FIESTA 
Las niñas de la escuela de Carmela y nosotros hicimos 
una fiesta. 
En un jardín cercano a nuestras escuelas celebramos el 
Día del Árbol. 
Hubo cantos, recitaciones y una representación dramática 
muy bonita, que mi maestra nos enseñó y ensayó. 
Las profesoras nos explicaron que plantar árboles no sólo 
es abrir la cepa y ponerlos allí, sino, después, cuidarlos cons­tantemente 
para 
que crezcan sa­nos 
y robustos. 
Como número 
final plantamos 
los arbolitos que 
nos obsequiaron 
en los viveros. 
Son mimosas, 
que pronto se en­galanarán 
con de­licados 
ramilletes 
de flores perfumadas y amarillas; truenos de hojas lustrosas 
y obscuras, y Jacarandas que en próximas primaveras se cu­brirán 
de bellas flores azules. 
Desde la víspera limpiamos la tierra, la aflojamos y la 
dejamos mullida, sin piedras ni terrones, para que las raí­ces 
puedan encontrar fácilmente su camino. 
7 0
Después de plantar los arbolitos y rellenarles sus cepas, 
los regamos muy bien, y en seguida colocamos en torno a 
cada uno de ellos estacas de madera que los protegerán du­rante 
su crecimiento. 
V O C A B U L A R I O 
cepa— hoyo que se cava para plantar un árbol. 
viveros — terreno donde se cultivan plantas que des­pués 
se llevarán a otros lugares. 
engalanarán — adornarán. 
lustrosas — brillantes. 
mullida. — suave, blanda. 
71
VIDA RETIRADA 
(Fragmento) 
Del monte en la ladera 
por mi mano plantado tengo un huerto 
que con la primavera, 
de bella flor cubierto, 
ya muestra en esperanza el truto cierto, 
El aire el huerto orea 
y ofrece mil olores al sentido, 
los árboles menea 
con un manso ruido 
que del oro y del cetro pone olvido. 
Fray Luis de León
( D R A M A M I N Ü S C U L O) 
PERSONAJES: La Tierra - El Árbol - El Campesino 
Un Pajarito — Un Conejo 
(Antes de principiar la representación se habrá dispuesto, 
extendido por enfrente del árbol, un papel o cartón, pintado 
de color café obscuro, donde se ocultará el niño que ha de 
personificar a la Tierra, El traje de ésta será obscuro también.) 
/^^> 
Se levanta el telón. 
(El Conejo está sentado a la sombra del árbol; el Pajarito 
se acerca caminando a saltitos.) 
El Pajarito: Amigo conejo, ¡muy buenos días! ¡Hoy 
por la mañana no te vi! 
7 3
Salí un poco tarde. No dormí bien, pen­sando 
en tu personita. 
¡Ah, sí! Te asustó el vendaval que soplaba 
anoche y el ruido que hacían las hojas. 
¿No es cierto? 
Sí; ese ruido hace pensar en el agua que 
cae. Creí que tu nido se vendría al suelo 
y que tus polluelos . . . 
No; no temas. Mira qué alto y lleno de 
vigor es el árbol donde puse mi nido. 
Cuando el viento sopla con fuerza . . . 
uuuuh . . . uuuuh . . . uuuuh . . . el árbol 
apenas si se estremece y protege así mi 
nido. Yo lo amo. 
Yo también lo quiero. (El niño que perso­nifica 
al conejo da saltitos semejantes a 
los de los conejos.) Después de corretear 
aquí y allá buscando hierba fresca, siem­pre 
vengo a descansar a la sombra del 
árbol. ¡Qué bueno y hermoso es! (Parando 
las orejas.) Oigo pisadas. ¡Me voy! (Corre 
a esconderse.) 
¡A volar! (También se va.) 
(Trae un hacha en la mano. Se detiene 
frente al árbol.) Necesito algunos centa­vos 
. . . Cortaré este árbol y venderé la 
leña en el pueblo. (Levanta el hacha como 
para descargar un golpe formidable.)
La Tierra; (Rompe el cartón que la esconde, y, levan¬ 
tándose rápidamente, grita:) ¡Detente! 
El Campesino: (Retrocede asustado; suelta el hacha.) ¡Ah! 
¿Qui . . . qui . . . quién eres? ¡Perdóname! 
No levanté el hacha contra ti. No te había 
visto. Es que voy a cortar el árbol. 
La Tierra: Soy la Tierra, la Madre de todo lo que J vive. Tuyo es este campo, ¿verdad? (Seña-l 
¿ lando hacia el campo con un ademán.) 
K} ¿Te gusta verlo cuando las plantas que 
sembraste muestran ya los frutos? 
El Campesino: Nada me gusta más en la vida. 
La Tierra: Pues óyeme. Si corlas este árbol y los 
otros, como has hecho con todos aquéllos 
(hace un amplio ademán, como si señalara 
innumerables árboles), llegará el día en 
que las semillas que deposites en mi no 
germinen. A la tierra de tu campo, seca, 
estéril, se la llevará el viento 
El Campesino: ¿Se la llevará? ¿Por qué? 
La Tierra: Porque son los árboles quienes llaman a 
la lluvia, y sus raíces forman el tejido que 
detiene la buena tierra, la vegetal. Si aquí 
no quedan árboles, por falta de lluvia y 
de buena tierra, no germinarán tus se­millas. 
El Campesino: ¿Y entonces yo? 
75
La Tierra: ¿Tú? Morirás, por haber dado muerte a 
los árboles. (La Tierra se sienta junto al 
árbol, ocupando el menor lugar posible, y 
se queda quieta.) 
El Campesino: (Recoge el hacha. Retrocede gritando:) 
¡No los cortaré más! ¡No quiero morir! 
T E L Ó N
LA TIERRA 
Bajo la tierra viven las raíces: las grandes raíces de los 
árboles, las débiles raíces de las hierbas» 
En la tierra está el extenso reino de los minerales. 
Hay minerales blandos, como el yeso; minerales muy du­ros, 
como el diamante. 
Hay minerales que se esconden en la roca, como la pla­ta, 
el oro, el hierro. 
Hay minerales que forman ríos, como el agua: agua sub­terránea, 
pura y clara, que no ha sido tocada ni por la luz 
del sol. 
Hay minerales que forman, bajo la tierra, quietos lagos 
de color obscuro, como el petróleo. 
Sobre la tierra hay montañas muy altas, bosques, desier­tos 
sin plantas ni agua, y llanuras cubiertas de vegetación, 
húmedas de arroyos y ríos. 
Sobre la tierra viven los animales: animales salvajes, ani­males 
domésticos; animales enormes; animales muy pe­queños. 
Sobre la tierra viven los hombres, que son, aunque 
no siempre, los amos de cuanto en ella existe. 
V O C A B U L A R I O 
extenso 
amos 
muy grande, 
dueños. 
77
LA RAÍZ DEL ROSAL 
Un día se encontraron —bajo tierra— un 
hilo de agua y una raíz de rosal, y se pusie­ron 
a platicar. 
"Vecina raíz —dijo el hilo de agua—, 
nunca vieron mis ojos nada tan feo como tú." 
La raíz, humilde, respondió: 
"Verdad, hermano hilo de agua, que debo 
de parecer fea a tus ojos. El contacto con la 
tierra me ha dado este color pardo, y el mu­cho 
trabajo me ha deformado como se de­forman 
los brazos del obrero.
"Yo también soy una obrera; trabajo para la parte de mi 
cuerpo que mira al sol. Es a ella a quien envío el líquido 
que me das para mantenerla fresca. Cuando tú te apartas, 
voy a buscar alimento en otra dirección. 
"Hermano hilo de agua, cuando salgas al sol, busca 
la planta que soy sobre la tierra." 
Y cuentan que cuando el hilo de agua salió a la luz con­vertido 
en arroyo, quedó mudo de admiración al contem­plar, 
en el mismo lugar en que estaba la .raíz, una rosa be­llísima, 
y prometió no volver a burlarse de las cosas feas, 
porque, a veces, son principio de algo bello. 
Gabriela Mistral 
7 9
RECUERDO 
He venido por la senda 
con un ramito de rosas 
del campo. Tras la montaña 
nacía la luna roja; 
la suave brisa del río 
daba frescura a la sombra; 
un sapo triste cantaba 
en su flauta melodiosa; 
sobre la colina había 
una estrella melancólica. 
He venido por la senda 
con un ramito de rosas. 
Juan Ramón Jiménez 
8 0
LOS ABUELITOS 
Los abuelitos han venido a México. 
Pasarán varios días en nuestra casa, y esto nos alegra. 
Mi abuelo es un ranchero alto, de mirada inteligente. 
Tiene las manos ásperas. Al saludarme estrechó mi mano 
con tal fuerza, que la retiré vivamente. El rompió a reír 
con risa alegre. 
Mi abuelita es seria; sólo sus ojos se sonríen cuando nos 
miran. Nos habla con suavidad; se ve que nos quiere. 
De pie junto al abuelo, parece buscar la sombra de él para 
protegerse. 
Yo sé que es muy buena. ¡Papá me ha contado tantas co­sas 
de ella! 
Dice papá que los abuelitos han trabajado toda su vida, 
y sufrido mucho; sin embargo, no son gente triste ni enferma. 
81
La vida en el campo los ha hecho sanos y enérgicos. 
El abuelito nos trajo de Oaxaca algunos regalos. 
A mamá le dio un juego de loza para desayuno. ¡Qué bo­nito 
es! Puestas sobre la mesa, las jarras y tazas atraen la 
mirada por lo alegre y brillante de los colores: rojo, ama­rillo, 
verde, azul. 
Es un regalo hermoso; mamá está encantada con él. 
Para nosotros el abuelo trajo silbatos de barro que figu­ran 
animales; pájaros tejidos con palma de colores y ador­nados 
con plumas rojas y azules, y una campanita de barro 
negro, con sonido casi metálico, que parece que canta cuan­do 
suena. 
Para Carmela son los pájaros y la campana. Martín y yo 
nos hemos repartido los silbatos. 
La casa se llena de silbidos agudos y nota^ claras: íli . . • 
fli . . . tin , . . tin . . . tin . . . 
8 2
EL BOSQUE DE CHAPULTEPEC 
Ir al Bosque de Chapultepec es una de mis mayores ale­grías. 
¡Qué fresco y silencioso está siempre! 
Siguiendo los camimtos que lo cruzan en todas direccio­nes, 
encontramos, entre espesos grupos de árboles, prados 
florecidos o campos cubiertos de césped, donde es grato 
tenderse a tomar el sol. 
El domingo fuimos con los abuelitos. 
Mi abuelo admiraba el castillo, situado en lo alto del 
cerro, y se detenía a contemplar los ahuehuetes que aún que­dan. 
Según cuenta la leyenda, fueron plantados por orden 
del emperador azteca Moctezuma 
La abuelita se deleitaba contemplando el lago; los gansos, 
83
los cisnes. Seguía con los ojos los botes tripulados por mu­chachas 
y muchachos que reían y cantaban. 
Caminando, caminando, llegamos a un campo de juegos. 
Allí hay columpios, sube-y-bajas, toboganes. 
Carmela, Martín y yo jugamos un buen rato y después lle­vamos 
a los abuelitos a pasear en el ferrocarril infantil. 
Este ferrocarril tiene una maquinita diminuta y tres va-goncitos 
de techos bajos, pues son para niños; pero también 
las personas mayores pueden pasear en ellos. Corre el tren 
por una vía muy estrecha y la locomotora va silbando como 
si fuese de verdad. 
V O C A B U L A R I O 
florecidos — que están cubiertos de flores. 
grato — agradable-deleitaba 
— gozaba. 
toboganes — resbaladillas. 
8 4
EL PARQUE ZOOLÓGICO 
Al bajar del ferrocarril, Carmela dijo: 
—Ven, abuelita; vamos a ver el lobo. ¡Es igual al de 
Caperucita! 
Los abuelitos rieron y siguieron a Carmela. Entramos en 
el Parque Zoológico. 
El Parque Zoológico de Chapultepec ocupa un campo 
extenso, rodeado de tela de alambre. Anchas calzadas per­miten 
transitar cómodamente por él. 
Los animales viven en grandes jaulas de hierro o en 
cuevas artificiales. 
Vimos los venados, los coyotes, la cebra. Ésta nos admiró 
por lo extraño de su piel, rayada de negro y blanco. 
Hay guacamayas, periquitos, garzas. 
Al verlos exclamó Martín: 
—¡Ya los conozco! ¡Y los he visto libres, no encerrados 
en jaulas! 
85
Pero cuando llegamos a donde están el tigre y los leones, 
cuando vio los osos pardos y los osos blancos, unos y otros 
de pie sobre las piedras de sus cuevas, se quedó con la boca 
abierta. 
A los abuelitos les divirtieron muchos los elefantes, que 
tomaban agua con la trompa y, para refrescarse, se la echa­ban 
en el lomo; contemplaron el avestruz y la llama, que 
tienen largo el cuello y pequeña la cabeza, y son de aire 
reposado. 
Regresamos a casa satisfechos . . . ¡Cuántas cosas admira 
uno en el Bosque de Chapultepec! 
V O C A B U L A R I O 
parque zoológico — lugar donde podemos ver animales vivos 
de diversas regiones del mundo. 
transitar — andar. 
artificiales — hechas por los hombres. 
8 6
LAS ARDILLAS 
Las ardillas figuran entre los animales más graciosos que 
conozco. Tienen los ojos negros y vivos, el cuerpo fino, cu­bierto 
de suave pelo leonado o gris, y la cola hermosa, 
y móvil. 
Tan interesantes como su aspecto son sus costumbres. 
Las ardillas viven en los bosques de pinos. Se alimentan 
principalmente con las semillas de estos árboles. 
A medida que se acerca el invierno, el trabajo de las ar­dillas 
aumenta. Todo el día saltan, suben y bajan; mas en 
sus ires y venires nada les resulta inútil. Así acarrean rami-tas, 
hojas secas y musgo para hacer caliente su madriguera. 
Almacenan nueces, semillas, granos. 
8 7
Tienen las ardillas costumbre de esconder, una vez que 
han satisfecho su hambre, todo el alimento que encuentran. 
Para esto hacen en el suelo agujeritos donde depositan las 
provisiones, y luego los cubren con tierra, apisonándola rá­pidamente 
con las patitas. También utilizan como despensa 
los agujeros que hay en los troncos de los árboles añosos. 
Cuando llega el frío del invierno y en el bosque no es 
fácil encontrar alimentos, las ardillas no sufren, pues tienen 
suficientes provisiones y recuerdan el sitio en que las han 
guardado. 
V O C A B U L A R I O 
provisiones — alimentos. 
apisonándolo — apretándola. 
despensa — lugar donde se guardan los alimentos. 
añosos — que tienen muchos años. 
88
E L C U E N T O D E A B U E L I TA 
PATITAS BLANCAS 
I 
—Hija mía —dijo la oveja madre a su ovejita—, voy a 
salir, no me tardo; pero mientras estoy fuera de casa, ten 
cuidado de no abrir la puerta sino a los amigos. Recuerda 
que el lobo ronda por estos contornos; pudiera venir . . . 
Cuídate mucho. Ya sabes que la palabra convenida para 
abrir a los conocidos es ésta: "Miel de Obispo". Cada vez 
que toquen la puerta, pregunta quién es, y si no responden 
"Miel de Obispo", no abras.
—Está bien, mamá —dijo, obediente, la ovejita. 
Y la madre se fue, tras de cerrar con llave la puerta. 
I I 
El lobo^ malo y cruel, espiaba. Corriendo, vino hacia la 
casa tan pronto como la oveja madre se alejó. 
—Tan, tan, tan . . . 
Sus patas golpeaban sobre la puerta. La ovejita, prudente, 
preguntó desde adentro: 
—¿Quién es? 
El lo)o, endulzando la voz, contestó con acento suave: 
—"Miel de Obispo". 
Pero la ovejita, que, como ya se ha dicho, era muy pru­dente, 
quiso cerciorarse: 
—Mete por el portillo una de tus patitas, y si son blancas 
como las de las ovejas nuestras hermanas, te abriré. 
9 0
El lobo, que ya se relamía pensando en lo sabrosa que 
estaría la carne de la ovejita, respondió muy corrido: 
—;Patitas blancas? . . . Las mías son amarillas . . . Adiós. 
La ovejita quedó muy asustada. 
Cuando la madre volvió y supo el suceso, abrazó a 
la ovejita y le dijo: 
—La prudencia es una de las más hermosas cualidades. 
Consérvala siempre, pues a ella debes hoy la vida. 
María Enriqueta 
V O C A B U L A R I O 
cerciorarse — asegurarse de la verdad. 
muy corrido — muy avergonzado. 
91
LAS MUÑECAS 
Mi abuelita ha hecho a Carmela una muñeca y un mu­ñeco 
de trapo. 
Los ojos, la nariz, la boca y las orejas están bordados 
con seda, y el cabello simulado con estambre negro. 
Carmela tiene otras muñecas. A las niñas les gustan 
mucho las muñecas. 
Carmela invita a sus amigas a jugar a "la casita". Trae 
sus juguetes: trastos, muebles y todas sus muñecas, hasta 
las más feas. Algunas no tienen cabellera o carecen de un 
brazo; a Lulú le falta la nariz desde el día en que se cayó 
de la ventana al patio. A veces se la hacemos con cera de 
Campeche o migajón, pero se le desprende. 
Hay una negrita, con el cabello pasudo, la boca muy roja 
y los ojos grandes. Cuando la compraron traía en las orejas 
hermosas arracadas doradas. 
9 2
Carmela suele cambiarle los aretes por otros que compra 
en el mercado. 
Entre las más bonitas está una muñeca que mi tía Luz 
regaló a Carmela en un cumpleaños. Tiene muchos vestidi-tos, 
que con ella se guardan en una gran caja. 
A Carmela le gusta mucho. Le puede cambiar de ropa 
que no necesita coser. 
Abuelita quiere que Carmela sepa de costura. Cuando sea 
mayor —dice— tendrá que coser, y, para que vaya apren­diendo, 
la llama a que la ayude a cortar, hacer o remendar 
la ropa de la muñequita de trapo. 
V O C A B U L A R I O 
simulado — que no es verdadero. 
carecen — no tienen. 
pasudo — muy crespo. 
93
LOS ÓRGANOS DE LOS SENTIDOS 
Cuando están más entretenidas cosiendo, llega Rosa, la 
amiga de Carmela, juega con el muñeco, lo sienta, lo hace 
bailar, lo examina atentamente. 
El muñeco tiene overol azul y camisa blanca con rayitas 
cafés. 
Le hicieron la camisa con el retazo que sobró de la mía. 
Yo también tengo puestos un overol azul y una camisa 
blanca con rayitas cafés. 
Rosa ríe y dice: 
— ¡Mira, Carmela; este muñeco es Pedrito, tu hermano! 
Lleva ropa igual. Estos son sus ojos, ésta su nariz. ¡Mírale 
9 4
la boca y las orejas! ¡Sus manos, de dedos juntos! ¡Te va a 
saludar! 
Carmela no sabe qué decir. Calla un momento, luego 
responde: 
—¡No importa que tengan trajes iguales! Los ojos del 
muñeco no ven; a él, la nariz no le sirve para oler; no tiene 
lengua para conocer el sabor de las cosas. Esas manos de 
trapo no sienten el calor ni el frío. ¿Cómo crees que un mu­ñeco 
sea ig.uai a Pedrito? 
La abuelita la interrumpe, diciendo: 
—Tampoco Pedrito oye con las orejas. Oye con los oídos. 
Las orejas sólo ayudan a oír. Vean a Manuela; tiene sus dos 
orejas y no oye, porque se ha enfermado de ios oídos.
QUIÉNES NOS AYUDAN A TRABAJAR 
Los órganos de los sentidos son nuestros mejores auxi­liares. 
Ellos nos ayudan a trabajar. 
Debes aprender a cuidarlos; así te servirán mejor. 
Para que tus ojos no enfermen necesitas leer y trabajar 
con buena luz. 
La posición propia para leer es aquella que te permite 
recibir la luz por encima de los hombros. 
Si algo se te introduce en un ojo, no te lo frotes; las lá­grimas 
lo lavarán. Si esto no basta, pide ayuda para que 
alguna persona, con todo cuidado, haga salir el polvo o la 
basurita que te molesten. 
Los oídos oyen mejor cuando están limpios. 
Aséatelos con una tela suave y limpia que te cubra la 
punta de un dedo. No introduzcas en ellos nada; si te dan 
dolor o comezón, avisa a tu mamá; no trates de curarte solo. 
V O C A B U L A R I O 
auxiliares — ayudantes. 
propia -—debida, adecuada. 
introduce —mete. 
96
OTROS SERVIDORES 
La boca y la nariz son, asimismo, ayudantes nuestros. 
También ellos necesitan cuidado; sobre todo, limpieza. 
¿Cómo puedes asearte la boca? 
Con un cepillo y un dentífrico, que utilizarás para lavarte 
los dientes. 
Debes mantener la boca cerrada, pues si la llevas abierta 
entrará polvo en ella. 
No te metas en la boca nada, salvo alimentos y bebidas. 
Algunos niños llevan a ella lápices, juguetes, monedas; 
pero tú no eres un niño de tan feos modales. 
Todos los días debes limpiarte la nariz; utiliza para ello 
un pañuelo que no esté sucio. 
Nunca uses el pañuelo de otros niños ni permitas que 
nadie use el tuyo. 
No te introduzcas nada en la nariz. En ella tienes una 
gran amiga, pues te sirve para respirar y, además, para 
distinguir, por el olor, muchas cosas. 
V O C A B U L A R I O . ^ 
y? 
asimismo — también. 
dentífrico — pasta especial para lavarse los dientes. 
salvo — con excepción de. 
modales — maneras, costumbres. 
introduzcas — metas. 
II Lect — 4 97
LAS COMPRAS 
Abuelito ha terminado sus 
compras y pronto volverá al ran­cho. 
Le pregunté qué había com­prado, 
y él, pacientemente, me 
> respondió: 
—Hijito, la mayor parte del 
dinero que tenía la gasté en un 
camioncito de carga muy usado, pero con buen motor. Allá 
en el campo nos servirá mucho. 
También he comprado herramientas y semillas; pero 
todavía nos hará falta algo más, porque los hombres del 
campo necesitamos multitud de cosas que sólo se encuen­tran 
en la ciudad. 
Si queremos una lámpara, un reloj, una escopeta, a la 
ciudad tenemos que pedirlos. 
En la ciudad se encuentran las grandes fábricas de hila­dos 
donde se producen la manta, los percales, las cambayas 
y toda suerte de telas. 
En ella hay muchos talleres donde multitud de obreros 
confeccionan la ropa que los vendedores ambulantes llevan 
hasta los ranchos más remotos. 
En la ciudad se fabrican zapatos, herramientas, maqui­naria 
y todas las cosas que utilizamos para que nuestra vida 
y nuestro trabajo sean más cómodos o fáciles. 
Cuando los campesinos estamos enfermos, necesitamos 
9 8
medicinas que sólo en la ciudad se preparan; .y si sentimos 
deseos de saber más, de estudiar, a la ciudad tenemos que 
pedir periódicos y libros. 
Con su actividad constante, los obreros de las ciudades 
producen todas esas cosas en las fábricas, talleres y labo­ratorios. 
V O C A B U L A R I O 
toda suerte — toda clase, 
confeccionan — cortan y cosen la ropa. 
ambulantes — que van de un lugar a otro. 
remotos — distantes. 
elaboran — fabrican. 
99
1 
EL PRIMERO DE MAYO 
Este es el "Día de los Trabajadores". 
Las fábricas y los talleres no han abierto sus puertas. 
Las escuelas están cerradas. 
En sus hogares, los obreros se preparan para asistir al 
desfile. 
100
Pronto los veremos marchar ordenadamente, llevando sus 
carteles y músicas por las calles de la ciudad. Y no sólo 
desfilarán nuestros obreros por nuestras calles; los de otros 
lugares de nuestro país, y los de lejanas ciudades del mun­do, 
pasarán hoy también bajo sus banderas. 
Hace muchos años, los patrones de las fábricas podían 
obligar a los trabajadores a laborar hasta dieciséis horas 
diariamente. 
Imagina a tu padre entrando al trabajo a las cinco de la 
mañana y saliendo de allí a las siete de la noche. ¿Compren­des 
lo duro de esa tarea, lo tremendo de esa fatiga? 
Un día, el l 9 de mayo de 1886, un grupo de obreros de 
Chicago, ciudad de los Estados Unidos del Norte, se rebeló 
contra los patrones pidiendo mejores condiciones de trabajo. 
Los jefes de aquellos obreros fueron perseguidos por la 
policía, encarcelados y condenados a muerte. 
Pero después de lucha larga y cruel, los obreros obtuvie­ron 
lo que reclamaban: 
"Mejores salarios" y "ocho horas de jornada al día". 
Desde entonces, poco a poco, los obreros del mundo em­pezaron 
a disfrutar de las ventajas que habían conquistado 
sus compañeros de Chicago, y por eso, cada año, el l 9 de 
mayo celebran su triunfo. 
El l 9 de mayo, "Día del Trabajo",, debe ser, igualmente, 
festejado por los niños. Piensen que los obreros fabrican 
todas las cosas útiles, y, además, que casi todos los niños 
son -hijos de trabajadores. 
1 0 1
Muchos de tus compañeros de escuela, cuando sean 
hombres, trabajarán en fábricas y talleres. Quizá tú mismo 
llegues a ser algún día un obrero útil. 
V O C A B U L A R I O 
tremendo — enorme, horrible. 
rebeló — se negó a obedecer. 
cruel — inhumano, brutal. 
salario — sueldo. 
jornada — horas de trabajo por día 
quizá — puede ser. 
logradas — alcanzadas.
. OCUPACIONES 
Los obreros trabajan en las fábricas. 
Los ferrocarrileros manejan los ferrocarriles, y los chofe­res 
conducen automóviles y camiones. 
Los mineros trabajan bajo tierra extrayendo de las minas 
los minerales. 
Los aviadores guían los aeroplanos que vuelan entre las 
nubes. 
Los médicos estudian mucho para conocer el cuerpo 
humano y saber por qué enferma. Así pueden devolvernos 
la salud cuando la hemos perdido. 
Los trabajos que hacen los arquitectos y los ingenieros 
son muchos y muy útiles. 
Tú sabes cómo los arquitectos y los ingenieros dirigen 
juntos la construcción de casas, escuelas, hospitales, fábri­cas, 
y que los ingenieros trazan y construyen las carreteras. 
Hay muchas otras profesiones: las de los artistas, las de 
los sabios, las de los escritores, las de los maestros. 
Los maestros y las maestras llegan, jóvenes, a enseñar 
en la escuela, y año tras año instruyen y educan a los alum­nos 
que tienen frente a sí., Eso hacen y siguen haciendo con 
muchos niños. 
Cuando se han vuelto ancianos y ya no trabajan, ocupan 
sus días en añorar sus labores, la alegría de las horas de 
recreo, los nombres de los niños buenos; pero, sobre todo, 
echan de menos a sus niños, a sus niñas. A veces creen oír 
la campana de la escuela que los llama al trabajo y se en­tristecen 
al pensar que ya no suena para ellos. 
103
LOS CAMPESINOS 
Los obreros que trabajan en las fábricas de la ciudad no 
son los únicos que contribuyen a facilitarnos la vida. Una 
importantísima parte de nuestro bienestar depende de los 
campesinos. 
Escuchando las conversaciones del abuelito he compren­dido 
cuan duro es el trabajo de los hombres del campo y 
cuántos productos de la tierra aprovechamos. 
Abuelito me ha explicado la transformación que sufren 
algunos de esos productos. 
1 0 4
Por ejemplo: él siembra en su rancho caña de azúcar, y 
cuando la caña está madura la cortan y la llevan al ingenio, 
donde el jugo se transforma en azúcar. 
El azúcar se lleva a la ciudad y allí se utiliza para fabri­car 
conservas de frutas, caramelos y otras golosinas, y para 
endulzar galletas, pasteles, chocolates, bebidas refrescantes 
y algunos medicamentos. Mucho del pan que todos consu­mimos 
tiene también azúcar. 
El azúcar, alimento valioso, no debe faltar en nuestras 
comidas. 
Los campesinos cultivan el trigo y, al cosecharlo, lo 
venden a las fábricas de harina, llamadas molinos. 
De la harina de trigo se hacen el pan, las galletas, las 
pastas para sopa. Entre estas últimas figuran los ñdeos, 
los macarrones, los tallarines v otras. 
Hay obradores especiales para fabricar las pastas de 
harina. 
Lo mismo que el azúcar y el 
trigo, se industrializa el algodón. 
En los algodonales, los campe­sinos 
recogen los capullos del al­godón. 
En las fábricas, el algodón 
se transforma, principalmente, en 
telas para los vestidos. 
Los campesinos cuidan de los 
animales útiles: vacas, bueyes, ca­ballos, 
muías, asnos, borregos, cer­dos, 
gallinas. 
A muchos de estos animales los 
1 05
aprovechamos en nuestra alimentación; además, obtenemos 
de ellos otros materiales, como pieles, pelo, lana, pluma, que 
los obreros, con sus máquinas o sus manos, utilizan y trans­forman. 
Mi abuelito, que me explicó cuántas cosas de las que 
fabrican los obreros necesitan quienes viven en el campo, 
también me ha enseñado cómo los obreros se benefician 
con el trabajo de los campesinos. 
V O C A B U L A R I O 
contribuyen — ayudan. 
transformación — cambio, 
ingenio — fábrica donde se muele la caña y se hace 
el azúcar. 
lo cosechan — lo recogen. 
valioso — que vale mucho. 
obradores,— lugares donde se hacen ciertas labores o 
donde se producen ciertos artículos. 
industrializar — transformar en artículos útiles. 
106
LA BANDERA 
El lunes de cada semana hacemos en la escuela una fiesta 
sencilla para saludar a la bandera. 
Los alumnos formamos filas en el patio; el director or­dena 
con voz grave: "¡Firmes!", y el abanderado llega con 
la bandera al aire. 
Todos la saludamos. 
En seguida, un profesor nos habla de lo que significa 
nuestra enseña nacional, de su historia y de las luchas que 
el pueblo mexicano ha sostenido para honrarla. 
Esta semana el profesor nos explicó cómo podemos los 
niños honrar a la bandera. 
107
Dijo que en todo el mundo los hombres han construido 
casas para vivir, muchas casas, algunas espléndidas, otras 
humildes: pero que cada niño quiere con todo el corazón 
una sola casa: aquella en que vive con sus padres y sus, 
hermanitos. 
La casa nuestra, la que amamos sobre todas las otras, se 
halla en tierra mexicana, y la República Mexicana es como 
una casa muy grande donde vivimos todos los mexicanos. 
Para que recordemos siempre nuestra casa, la tierra en 
que esa casa se levanta y la gente a quien queremos, está 
la Bandera Nacional. 
La Bandera Nacional representa a la Patria Mexicana. 
Así como un niño que siente cariño por su casa, cuida 
ésta y se esfuerza porque esté limpia y ordenada, así tam­bién 
puede manifestar su amor a la Patria y a la Bandera, 
siendo trabajador, ordenado y limpio. 
Cuando el buen niño encuentra en la calle a su padre o 
a su madre, los saluda con alegría. Igual cosa debe hacer 
siempre que frente a él pase la Bandera. 
Después de la plática del profesor, escuchamos algunos 
coros y recitaciones, y al final cantamos el Himno Nacional 
¡Con cuánto entusiasmo lo cantaba Martín! El lo había 
aprendido en su pueblo. 
Todos los niños de los pueblos y ciudades de México 
cantan en su escuela el Himno Nacional.
HIMNO NACIONAL MEXICANO 
(Fragmentos) 
C O RO 
Mexicanos, al grito de guerra 
el acero aprestad y el bridón, 
y retiemble en sus centros la Tierra 
al sonoro rugir del cañón. 
I 
Ciña ¡oh Patria! tus sienes de oliva 
de la paz el arcángel divino, 
que en el cielo tu eterno destino 
por el dedo de Dios se escribió. 
Mas si osare un extraño enemigo 
profanar con su planta tu suelo, 
piensa ¡oh Patria querida! que el cielo 
un soldado en cada hijo te dio.
Mexicanos, al grito de guerra 
el acero aprestad y el bridón, 
y retiemble en sus centros la Tierra 
al sonoro rugir del cañón. 
I I I 
Como al golpe del rayo la encina 
se derrumba hasta el hondo torrente, 
la discordia vencida, impotente, 
a los pies del arcángel cayó. 
Ya no más de tus hijos la sangre 
se derrame en contienda de hermanos, 
sólo encuentre el acero en tus manos 
quien tu nombre sagrado insultó. 
no
¡Patria! ¡Patria! Tus hijos te juran 
exhalar en tus aras su aliento, 
si el clarín con su bélico acento 
los convoca a lidiar con valor. 
Para ti las guirnaldas de oliva! 
Un recuerdo para ellos de gloria! 
Un laurel para ti de victoria! 
Un sepulcro para ellos de honor! 
/ 
acero 
aprestad 
bridón 
ciña 
oliva 
osare 
profanar 
exhalar 
guirnaldas 
V O C A B U L A R I O 
espada, 
preparad, 
caballo brioso, 
rodee. 
hoja del árbol que produce aceitunas, 
atreviere. 
tratar sin respeto las cosas que deben 
respetarse. 
lanzar. 
coronas abiertas, de hojas y flores. 
1 1 1
LA BANDERA 
Bandera mía 
bella bandera, 
te doy mi vida, 
mi vida entera. 
Hoy que soy niño, 
desde la escuela, 
lleno de orgullo, 
mi canto suena. 
¡Canto la imagen, 
clara y eterna, 
que sola surge 
de ti, bandera! 
anto la vida, 
r útil y buena, de tantos hombres 
que en esta tierra 
por ti trabajan, 
piensan y sueñan 
Canto la sangre 
noble, perfecta: 
la de los héroes 
que con tus lides 
tú nos recuerdas. 
¡Bandera mía, 
alma bandera, 
tuya es mi vida, 
mi vida entera! 
P. G. C. 
L12
EL AHORRO 
El sábado mamá fue de compras y me llevó consigo. 
Antes de salir de casa le pedí permiso para romper mi 
alcancía. Era un cochinito muy gordo; ya estaba lleno. 
Lo puse en la mesa de la cocina y con un martillo le di 
un golpe en el lomo. 
El cochinito se rompió; de él salieron todas las monedas 
que durante varios meses había yo venido guardando. 
¡Qué gusto me dio ver toda mi riqueza! 
Había monedas de cinco centavos, de diez, de veinte; las 
de veinticinco no eran pocas, y las de cincuenta centavos, 
que mi tía me da cada vez que nos visita, se destacaban, por 
su tamaño, entre las demás. 
1 13
Carmela me ayudó a ponerlas ordenadamente en pilas de 
un peso. Después contamos: uno . . . dos . . . tres . . . cua­tro 
. . . Si algún día puedo hacer una alcancía grande, gran­de, 
¿cuántos montones de a peso se formarán? Me alcanzará 
para comprar muchas cosas a mamá, a Carmela y a todos 
los de casa. 
Por el camino iba yo muy contento, pues llevaba en el 
bolsillo del pantalón dinero para comprar cosas. 
Al pasar por "La Sorpresa" nos detuvimos frente al apa­rador. 
Los cochecitos, camiones, tanques, ametralladoras, 
boliches, casi no dejaban lugar para las muñecas, las cajas 
con juegos de té y trastos de cocina, aunque sí para las pe­lotas, 
las bolsas con canicas de todos colores y para otros 
juguetes. 
Entramos. Pregunté el precio de una caja con seis avio­nes 
pequeños —plateados, rojos y azules—, que siempre 
había deseado. 
No costaba mucho. Pude adquirirla. 
Más adelante compré un monedero para mamá, pues el 
de ella estaba ya muy usado. 
De la pastelería llevamos pastelillos de crema para todos. 
Al volver a casa sólo me quedaban sesenta centavos. 
Con ellos compré otra alcancía. 
V O C A B U L A R I O 
consigo — con ella.
LA LLUVIA 
La mañana fue muy calurosa. 
Al volver de la escuela por las calles inundadas de sol y 
sin la más pequeña sombra, pensaba yo en un vaso de agua 
clara y fría, muy fría, que apagara mi sed. 
Después de la comida, mamá me permitió ir a casa de 
Rosa y Luis: nos habían invitado a visitarlos para que vié­ramos 
los conejitos que compraron el domingo. 
—Va a llover. Lleven mi sombrilla —elijo mamá. 
—Tu sombrilla es chica —respondió Carmela— y no al­us
canza para los tres. ¿Quieres que mejor llevemos el para­guas 
del abuelito? 
El paraguas del abuelito es muy grande. ¡Qué bien nos 
cubre cuando llueve! 
Vimos los conejitos de Luis. Dos son blancos; gris el 
otro. Los dejamos salir de la conejera y pasamos buen rato 
observándolos. 
Luego nos pusimos a jugar. 
Al atardecer, grandes nubes negras velaron el cielo y un 
vientecillo súbito vino a agitar las hojas de los árboles. 
Martín nos dijo: 
— Oigan a los pájaros llamando al agua. ¡Vamonos antes 
que llueva! 
Nos despedimos de nues­tros 
amigos y nos dirigimos 
a casa. 
A mitad del camino nos 
alcanzó la lluvia. 
Gotas gruesas empezaron 
a caer. Eran pocas, pero 
aumentaron rápidamente. 
Chocaban contra los techos 
y las paredes de las casas, y 
contra el pavimento de la 
calle, haciendo mucho ruido. 
Tratábamos de correr, pero nos lo impedía el paraguas, 
del que no queríamos desampararnos. 
De pronto, Carmelita pisó un charco y nos mojó; Martín, 
1 1 6
para no hacer lo mismo, se apartó de nosotros llevándose el 
paraguas. 
¡Cómo nos reímos! 
Cuando llegamos a casa nos secamos. Luego, con la cara 
apoyada a los vidrios de la ventana, estuvimos viendo llover 
hasta que Martín nos dijo: 
—Hagamos unos barquitos de papel para echarlos en 
aquellos arroyitos tan ligeros.que están formándose. 
Los hicimos; y cuando la lluvia se calmó un poco, Mar­tín 
los puso en la calle para que el agua que corría se los 
llevara. 
inundadas de sol — llenas de sol. 
velaron — cubrieron, ocultaron. 
súbito — repentino, que no se espera. 
1 17
HISTORIA DEL A G U A CLARA 
Agüita abajo, saltando, 
se va la piedrita negra. 
(Manita de colegial 
la convirtió en maromera.) 
De un lado a otro del agua 
ve la piedrita la hierba, 
y al verla esbelta y pulida 
se acuerda de que ella es fea: 
r¡Ay, tengo la cara sucia! 
¡Ay, tengo la cara negra! 
Ay, ¡qué dirá agüita clara 
de que en su casa me meta . . .! 95 
1 1 8
Agüita clara se ríe 
con su carcajada fresca: 
"No seas boba, piedrita . . . 
¿Por qué me tienes vergüenza? 
¿Porque eres dura y opaca 
y yo diáfana y ligera, 
transparente como el día, 
y tú como noche densa? 
¡Qué importa ser noche o día. 
qué importa, piedrita negra! 
¡El día enciende los ojos; 
pero . . . en la noche se sueña! 
Y blanco y negro es lo mismo 
para el que pinta las piedras, 
para el que ajusta los mares, 
para el que mece la tierra." 
Yo escuché la voz del agua, 
y al oírla me dio pena, 
porque los hermanos hombres 
no tienen el alma buena, 
clara, como el agua clara 
que a todos los seres besa . . , 
Catalina Recavarren de Zizold 
V O C A B U L A R I O 
esbelta y pulida — alta y lustrosa, 
opaca — sin brillo, que no deja pasar la NI 
diáfana — clara, que deja pasar la luz. 
densa — muy obscura, compacta, apretada. 
1 19
EL AGUA 
En mi libro hay una recitación que dice: 
La lluvia viene de la nube; 
la nube es de agua que sube . . . 
Y eso es cierto. 
El sol calienta el mar, los ríos, los lagos y las fuentes, 
los charcos que se forman en las calles. 
El calor convierte en vapor una parte del agua. 
El vapor sube al cielo y forma las nubes. 
Cuando allá arriba sopla un viento frío, el vapor se con­vierte 
en agua y vuelve a bajar a la tierra en forma de lluvia. 
Todos los seres vivimos porque en la tierra hay agua. 
El agua calma nuestra sed. 
1 2 0
Un hombre puede vivir varios días sin comer si bebe agua. 
El agua le conserva la vida. 
El agua nos da la salud; sin ella no podríamos asear nues­tro 
cuerpo, nuestra ropa, nuestro hogar. 
Todos hemos visto a los animales domésticos beber el 
agua indispensable para su vida, y sabemos cómo los anima­les 
salvajes, por la noche, llegan silenciosamente a los ríos 
y abrevan allí. 
Si tomamos un puñado de tierra y lo examinamos, sólo 
vemos terrones y piedrecitas, pero en ellos están escondidos 
los alimentos que nutren a los árboles y a las plantas. El agua 
disuelve esos alimentos, gracias a lo cual los vegetales pue­den 
utilizarlos. 
El agua de las lluvias forma los ríos. 
Donde un río pasa cantando, los hombres levantan sus 
pueblos: saben que el agua es la gran benefactora de todos 
los seres vivientes. 
Los ríos bajan de las montañas y corren hacia el mar. 
Algunas veces encuentran en su camino escalones muy 
altos; saltándolos para bajar, forman cascadas. 
Los hombres conocen desde hace tiempo el secreto que 
les permite convertir en electricidad la fuerza con que cae 
el agua. 
V O C A B U L A R I O 
abrevar — beber agua los animales 
disuelve — deshace. 
benefactora — que hace el bien. 
121
LA LÁMPARA DE ALADINO 
Cuando Aladino murió, los cortesanos, para apoderarse 
de la Lámpara Maravillosa, registraron hasta los rincones 
más secretos del palacio de aquel rey. 
Todo fue inútil. 
La Lámpara Maravillosa, a la que estaba sometido el 
Genio Poderoso, había desaparecido. . 
Por las calles y plazas de las viejas ciudades de China la 
gente murmuraba: "¡La Lámpara Maravillosa no parece! 
¡Feliz quien logre descubrirla!" 
Y al recordar que Aladino, llevado por aquel genio, po­día 
viajar sin caballos ni bajeles, y que manos invisibles 
1 2 2
trabajaban para él fabricando lo que necesitaba, muchos 
hombres se dedicaron a buscarla. 
Pasó el tiempo. Todos creyeron que la Lámpara Maravi­llosa 
se había perdido para siempre, y la olvidaron. 
Mas sucedió también que, en libros vetustos, se leía esta 
historia maravillosa: 
"Hubo una vez un Genio Poderoso capaz de dar descanso 
a los hombres mientras él trabajaba para ellos, capaz de ilu­minar 
las noches haciendo arder soles diminutos . . 
Leían aquello algunos sabios y se quedaban pensativos. 
—Puede suceder que la Lámpara Maravillosa no se halle 
nunca —decían—, o que jamás haya existido; pero nosotros 
encontraremos algo que ayude a los hombres tanto como 
pudo haberlo hecho el genio esclavo de la lámpara. 
Y durante muchos años los sabios buscaron, estudiaron, 
trabajaron, hasta dar, por fin, con el Genio Poderoso. 
123
Nosotros le damos* otro nombre: lo llamamos "Elec­tricidad". 
La electricidad nos permite viajar con rapidez en tranvías 
y ferrocarriles. 
La electricidad alumbra las calles y las casas tan pronto 
como se pone el sol. 
La electricidad lleva por el teléfono y la radio la voz hu­mana, 
la lleva más allá de los montes, más allá de los mares. 
La electricidad mueve las máquinas de las fábricas, que así 
trabajan para nosotros. 
La electricidad, genio poderoso, es servidora del Hombre. 
cortesanos 
estaba sometido 
murmuraban 
descubrirla 
bajeles 
vetustos 
V O C A B U L A R I O 
- servidores del rey. 
estaba obligado a obedecerlo. 
- decían en voz baja. 
- encontrarla. 
- barcos 
- antiguos, viejos.
HISTORIA DE UN NIÑO POBRE 
Tomás tenía ocho años. 
Vivía con sus padres en una ciudad de pocos moradores. 
Muchas veces, acompañado de su madre, pasaba frente al 
edificio de la escuela; oía las voces de los muchachos que 
leían en coro; con curiosidad se asomaba por la puerta, 
abierta siempre. 
—Mamá, ¿cuándo me traes a la escuela? —preguntaba. 
La madre se entristecía. 
Tomás no iba a la escuela porque sus padres, siendo 
muy pobres, no podían comprarle ropa, ni libros, ni cua­dernos. 
Tomás insistía: 
— Mamá, ¿cuándo me llevas a la escuela? Quiero apren­der 
a leer. 
Una mañana la madre arregló a su hijo tan bien como 
pudo y lo llevó a la escuela. 
125
Tomás se sentía gozoso. Por fin aprendería a leer, y a es­cribir 
. . . Mas su felicidad sólo duró algunas semanas. La 
pobreza de los padres lo obligó a no asistir a la escuela. 
Entonces la madre, que sabía leer, comenzó a enseñar al 
hijo. 
Aunque Tomás aprendió muy pronto, aquel fue el único 
estudio que haría en su infancia, porque al ver la miseria 
en que vivían sus padres quiso ayudarlos y buscó trabajo. 
Por el pueblo de Tomás pasaba un ferrocarril. Allí le 
dieron ocupación. El tenía entonces catorce años. 
Todos los días Tomás viajaba en el tren con un gran pa­quete 
de periódicos que vendía en las estaciones. Los perió­dicos 
se le agotaban rápidamente. Quienes esperaban en las 
últimas estaciones no alcanzaban a comprarlos.. - 
Tomás ahorró algún dinero, compró una prensita muy 
usada; se agenció tipos viejos, y así consiguió imprimir, 
mientras viajaba, hojas que reproducían las noticias princi­pales 
de cada día. 
De ese modo aumentaron sus ganancias. 
126
Cierta vez, esperando la llegada del tren, vio cómo el hi-jito 
del jefe de la estación atravesaba los rieles en el mo­mento 
en que una locomotora se acercaba. Tomás compren­dió 
el peligro: corrió, tomó en brazos al niño y logró salvarlo. 
El padre, agradecido, decidió enseñar al muchacho el 
manejo de los aparatos telegráficos, que funcionan mediante 
la electricidad. 
Pero Tomás no se conformó con el simple aprendizaje, 
quiso saber cómo estaban hechos los aparatos; qué cosa era 
127
la electricidad; por qué ésta hacía que los aparatos se mo­vieran. 
Todo el dinero que le daban sus padres lo invirtió To­más 
en libros e instrumentos: libros que le explicaban 
la electricidad; instrumentos que le permitían construir apa­ratos 
que él ideaba, y de esa manera acabó dedicando toda 
su vida a inventar aparatos que los hombres usaran para 
aprovechar mejor la electricidad. 
El fue quien inventó, entre otras cosas útiles, la lámpara 
eléctrica, que noche a noche encendemos en nuestra casa. 
El nombre completo de Tomás fue éste: 
Tomás Alva Edison. 
1 2 8
LOS JUEGOS 
Las niñas juegan en el patio de mi casa. 
Todas forman una fila; sólo Carmela queda aparte. 
Anita es la primera; siguen Concha, Isabel, Rosa, Lupe y 
Blanca. 
Anita no se mueve; en torno de ella giran las otras niñas 
formando un caracol. Cantan alegremente: 
II Lect — 5 129
Ángel de oro, 
fio recita del vergel 
que de Francia he venido 
por un niño portugués. 
Esta no la quiero 
porque es perezosa; 
ésta me la llevo 
por limpia y hermosa. 
Parece una rosa, 
parece un clavel 
acabado de nacer. 
Cuando cantan " ésta me la llevo . . Carmela detiene a 
una de sus amigas, la cual sale de la fila y ase a Carmela 
por detrás. Desde las ramas de una higuera, Martín y yo las 
vemos jugar De pronto, Martín baja de un salto y me grita: 
— ¡A que no me alcanzas! 
Corro tras él. Martín pasa y vuelve a pasar entre la fila 
de las niñas. Ellas gritan y ríen, corren tras de nos­otros. 
Entonces Martín dice: 
—Mejor juguemos todos al lobo. ¿Quieren? 
V O C A B U L A R I O 
1 30 
ase coge.
5 5 EL LOBO 
( J u e g o ) 
Martín es el lobo y corre a esconderse. 
Los demás formamos una ronda v cantamos 
Juguemos en el bosque 
mientras el lobo no está; 
si espera hasta la noche 
a nadie encontrará. 
Luego preguntamos: 
—Lobo, ¿estás? 
El lobo responde: 
—No; me estoy poniendo los calcetines 
Seguimos cantando: 
Juguemos en el bosque 
mientras el lobo no está .
Preguntamos: 
—Lobo, ¿estás? 
—No: rae estoy poniendo los pantalones. 
Varias veces más preguntamos al lobo si ya está listo, 
pero él necesita ponerse la ropa, los anteojos, el sombrero, 
y tarda mucho. 
La ronda sigue: 
Juguemos en el bosque 
mientras el lobo no está; 
si espera haista la noche 
a nadie encontrará. 
—Lobo, ¿estás? 
-Síííí . . . —responde el lobo, 
Todos corremos. ios. Martín ha h 
cogido a Rosita 
Ahora Rosita será el lobo. 
jugamos un buen rato, hasta que anochece. 
Mamá ha encendido la luz. Las niñas se despiden. 
Carmela, Martín y yo las acompañamos hasta la esquina. 
132
ADIVINANZAS 
Al volver, nos sentamos a la puerta de la casa y pla­ticamos. 
Martín nos cuenta que en su pueblo había un viejecito 
llamado don Julián. Por las tardes, al obscurecer, le gustaba 
verse rodeado de muchachos a quienes divertía con adivi­nanzas 
y cuentos. Entre risas y conversaciones, dejaban co­rrer 
el tiempo hasta que las mamas empezaban a llamar a 
sus hijos y don Julián entraba en su casa. 
—Les diré una adivinanza de las que aprendí con él 
—dice Martín—. A ver quién acierta lo que es. 
133
Verde fui, 
negro soy, 
rojo seré; 
convertido en cenizas 
me veré. ^ 9 
—;Qué fácil! —exclamamos—. Es el carbón. 
—Sí, porque cuando es árbol está verde; con la leña ha­cen 
el carbón, que es negro; se pone rojo si lo queman, y, 
al fin, se convierte en cenizas. 
—Adivinen ésta: 
I i) w 
Agüita salada 
qne hasta la reina, 
si tiene penas, 
lleva en los ojos. 
—Ya sé —digo yo—, son las lágrimas, porque son sala­das, 
y si la reina tiene penas, también llora. A ver otra más 
difícil. ¿Por qué nos las propones tan fáciles? 
—Para que las adivinen pronto. Ahora va una difícil: 
Vuela sin alas, 
silba sin boca 
v no se ve ni se toca. 
Ni Carmela ni yo la adivinamos. Voy corriendo a buscar 
a mamá. La encuentro sentada en su sillita. Está cosiendo. 
9 
—Mamá, oye esta adivinanza y dime qué es. 
—Es el viento, hijito. 
1 34
Se lo digo a Martín, y él responde que sí, y se levanta. 
Carmela y yo le pedimos: 
i 
135
EL RAMITO BLANCO 
Para ti, linda hermana, 
arrancaré los ramos 
de florecillas nuevas 
a los almendros blancos, 
en un tranquilo y triste 
alborear de marzo. 
Los regaré con agua 
de los arroyos claros, 
los ataré con verdes 
junquillos del remanso. 
¡Para ti, linda hermana, 
yo haré un ramito blanco! 
Antonio Machado 
1 36
LA MONEDA PERDIDA 
Era la hora de salida. 
Mis compañeros y yo guardábamos los útiles. Algunos lo 
hacían tan apresuradamente, que sus cuadernos y lápices 
caían al suelo, y queriendo ser los primeros en terminar, 
fueron los últimos. 
Cuando estuvimos listos, la maestra nos dio orden de sa­lir. 
Entonces Felipe dijo: 
—-Señorita, traía un peso y no lo encuentro. Mamá me 
encargó que comprara una medicina; con ese dinero iba a 
pagarla. 
La maestra ordenó que esperáramos y ayudó a Felipe a 
buscar en la mochila, entre las hojas del libro, en los cua­dernos; 
pero fue inútil. 
Todos regresamos a nuestros asientos. 
137
La maestra nos elijo que ayudáramos a Felipe a buscar su 
dinero. 
Revisamos las mochilas, los mesabancos, el piso. 
Alguien observó: 
1 —Pienso que Felipe no trajo ese dinero. 
Protestó Felipe. Traía la moneda —-dijo— en el bolsillo 
del pantalón; ya en clase, la había guardado en la mochila. 
De eso estaba seguro. 
Carlos refirió cómo había visto a Vicente cuando daba 
una moneda al primo suyo (el de Vicente) que estudia en 
cuarto año. 
—He ido a buscarlo —agregaba—>pero ya había salido. 
Carlos suponía que Vicente había tomado el dinero, y al­gunos 
compañeros empezaban a creerle y a murmurar con él. 
Vicente, muy pálido, lloraba explicando que había dado 
a su primo una rondana que encontró en la calle.
LA BIBLIOTECA 
• 
En la escuela queremos formar una biblioteca. 
Será útil a los pequeños y a los mayores. Los niños de 
primero y segundo año encontraremos allí libros de cuentos 
e historietas sencillas. Los alumnos de grupos más adelan­tados 
encontrarán libros para estudio. 
Los maestros nos han invitado a traer todos los libros 
que nuestros padres quieran obsequiar a la escuela. 
Ahora tenemos ya algunos. Entre ellos abundan los bue­nos 
cuentos. 
Están El Gato con Botas, La Cenicienta, El Rey del Río 
de Oro, La Reina de las Nieves y otros tan bonitos como és­tos. 
Hay niños que en su casa no disponen de libros, y 
1 39
como les gusta mucho leer, se pasan todo el año releyendo 
los textos de la escuela. Algunos hasta se aprenden las lec­ciones 
de memoria. ¡Cómo ha de seguir esto así, habiendo 
tantos libros interesantes y pudiendo contribuir todos para 
que se compren! 
Nuestros maestros organizaron, a beneficio de la biblio­teca, 
una función de cine que nos agradó mucho. 
Pasaron varias películas: El Negrito y el Lobo, Paisajes 
mexicanos, Historia del libro. En esta última vimos los 
libros de piedra que los hombres antiguos usaban para es­cribir 
con figuras que no se parecen a nuestras letras. Tam­bién 
nos mostró los libros hechos en el papel que los an­tiguos 
pobladores de México fabricaban con las fibras de la 
corteza de algunos árboles. 
Claro que esos libros tampoco se parecen a los nuestros: 
no tienen cubiertas, ni lomo, ni hojas. Son columnas de 
piedra, o ladrillos de barro, o grandes hojas de papel que 
se guardaban dobladas, como se guardan hoy las piezas de 
tela. 
La última película fue muy divertida; se llama El gallo 
perezoso. 
1 40
EL GALLO PEREZOSO 
Había una vez un gallo grande y otro chico. 
Gallo Grande quería que Gallo Chico aprendiera todo lo 
que deben saber los gallos. 
Al llegar la media noche, Gallo Grande decía a Gallo 
Chico: 
—Vamos a cantar, gallito, para anunciar que mañana 
hará buen día: 
Mientras llega el día hermoso, 
quiero la noche en reposo, 
murmuraba el gallito, y se quedaba quieto. 
Al amanecer, Gallo Grande explicaba: 
— Gallito, vuela al suelo, colócate con firmeza, bate las 
alas y canta: ^¡Quiquiriquí!", porque ya va a salir el sol. 
Batir las alas enfría 
y enferma al gallo en el día, 
rezongaba el gallito, y no cantaba. 
• 141
Al mediodía, Gallo Grande, viendo las nubes que se amon­tonaban 
en el cielo, aconsejaba a Gallo Chico: 
—Mira esas nubes; tenemos que prevenir a los hombres 
que esta noche lloverá. 
Si ha de llover, que se moje 
el que ande fuera de noche, 
decía el gallito con mucha tranquilidad. 
Una noche, Gallo Grande, alarmado, dijo: 
—La zorra anda por aquí; tenemos que asustarla. Canta 
fuerte, Gallo Chico: ";Cocó cocoricó! ¡Coco cocoricó!" 
142
Y Gallo Grande cantó tan fuerte, que despertaron las ga­llinas, 
ladraron los perros y la zorra salió corriendo. 
—Y tú —preguntó entonces a Gallo Chico—, ¿no tienes 
que ayudarme a cuidar el gallinero? 
Gallo Chico, sin responder, sólo abrió un ojo, y luego lo 
volvió a cerrar y se quedó inmóvil. 
Gallo Grande, muy enojado, cogió al Gallo Chico por la 
cresta y lo echó a la calle. 
En la calle se quedó tirado el gallito. 
Cuando en el cielo brilló la primera claridad del día, la 
Aurora bajó al pueblo y encontró al gallito. 
143
—¡Ya te conozco! ¡Eres muy perezoso! Como no quieres 
trabajar, te transformaré en un gallo de hojalata. 
El campanero salió de su casa para ir al trabajo y vio en 
el suelo un gallo de hojalata. 
—¡Qué bueno que encontré este gallo! —dijo—. Lo pon­dré 
en la veleta de la iglesia para que el viento lo haga gi­rar 
y nos diga en qué dirección sopla. 
Y hablando al gallo, agregó: 
— ¡Alégrate! Vas a estar muy alto. Te iluminará el pri­mer 
rayo del sol, y el último te pintará de rojo. Te cubrirá 
de gotitas claras la lluvia. ¡Alégrate! Vas a ser útil. 
Lo que el gallito rehuía 
lo hace ahora todo el día. 
V O C A B U L A R I O 
rezongaba — refunfuñaba, protestaba en voz baja. 
rehuía — evitaba. 
1 44
LA PUNTUALIDAD 
El viernes visitamos una fábrica de papel. : 
Desde la víspera mi maestra nos explicó que los alumnos 
impuntuales seguramente se quedarían sin asistir a la excur­sión, 
pues la salida se había fijado, precisamente, para las 
ocho de la mañana. 
El jueves por la noche pedí a mamá que al día siguiente 
me despertara muy temprano. Igual recomendación hice a 
papá. 
El me dijo: 
—Para que estés más tranquilo, pondré el despertador 
cerca de ti. 
—No, papá —le contesté—. Yo soy enemigo del desper­tador 
y de los otros relojes; siempre me hacen correr. 
—Si no hubiera relojes —respondió mi padre—, corre­rías 
más, y muchas veces inútilmente. 
145
Luego continuó así: 
"Imagínate lo que sucedería si no hubiera relojes. 
"Saldrías tranquilamente de casa para ir a la escuela, y 
al llegar te encontrarías con que la maestra y tus condis­cípulos 
habían empezado el trabajo desde mucho antes, 
pensando que ya era tarde. 
"Al mediodía, cansado tú v con hambre, no sonaría la 
campana para salir, porque el director podría imaginarse 
que aún era temprano. 
"Otras veces llegarías a la escuela corriendo, y resultaría 
que tú y otros muchos tenían que esperar largo rato a los 
demás. 
"Pienso que a tu escuela asisten algunos niños que viven 
en el País sin Relojes. 
"Son aquellos que llegan cuando los otros han hecho va 
uno o dos trabajos, y que responden al maestro, si éste les 
pregunta la causa de su retardo: 
146
"—Creí que era temprano . . . 
"Son niños que interrumpen el trabajo de los demás 
y les hacen perder el tiempo. 
"En resumen, que el reloj nos ayuda a adquirir la cos­tumbre, 
muy útil, que se llama puntualidad. 
"Puntualidad quiere decir llegar a tiempo. 
"Llegar a tiempo al trabajo. 
"Llegar a tiempo a las diversiones. 
"Llegar a tiempo a las visitas." 
VOCABULARIO 
excursión — visita a un lugar para estudio o recreo. 
interrumpen — estorban o impiden. 
resumen — breve manera de decir algo. 
147
UNA EXCURSIÓN 
(Primera parte) 
Todos esperábamos impacientes la llegada de los autobu­ses 
que nos llevarían a visitar la fábrica de papel. 
Queríamos saber cómo se convierte la madera de los ár­boles 
en papel para libros. 
* 
Te voy a decir lo que aprendí en esa visita. 
Empieza por imaginarte un bosque, un extenso y solitario 
bosque de oyameles, pinos o chopos. 
148
Cada año, durante algunas semanas, el bosque se llena 
de ruidos: voces de hombres, chirriar de sierras, golpes de 
árboles que caen. 
A los troncos derriba­dos 
se les convierte en 
rajas chicas. 
Las rajas siguen hasta 
la fábrica de papel. 
Vimos en el patio de la 
fábrica cómo apilan las 
rajas, sobre grandes tan­ques, 
donde las lavan y 
les quitan la corteza. Luego las rajas llegan a las máquinas, 
que las trituran hasta convertirlas en astillas. 
La madera, triturada así, pasa a unos depósitos de acero 
donde se la hierve en agua. 
Hervida la madera, se convierte en pulpa. 
La pulpa se mezcla con más agua y se pone en cubas 
enormes que se llaman batidores. 
En el batidor, la pulpa de madera parece arroz con leche. 
Muy bien batida ya, la pulpa se lava cuidadosamente y 
queda lista para ir a la máquina que la transformará en papel. 
Esta máquina es muy grande, y su funcionamiento, mara­villoso. 
Por un lado entra la pulpa, que todavía es madera, 
aunque hecha pasta; por el otro, sale convertida en una tira 
de papel de varios metros de ancho v de ocho kilómetros de 
longitud, que se enrolla alrededor de un eje llamado mandril. 
149
Dijo mi maestra que los chinos fueron los inventores 
la fabricación del papel. 
VOCABULARIO 
derribados— que se les ha hecho caer. 
trituran — despedazan. 
150
UNA EXCURSIÓN 
(Segunda parte) 
Terminada la visita a la fábrica, todos gritamos: 
—¡A comer! 
Llevábamos tortas de huevo, de mole, de queso, de agua­cate; 
frijoles y mucha fruta. 
Cada uno buscó a sus amigos, y en grupos nos sentamos 
a comer bajo los frondosos árboles de un jardín. 
Descansamos buen rato. En seguida los maestros nos per­mitieron 
jugar. 
151
Quiénes jugábamos al burro, quiénes a las canicas, quié­nes 
al trompo o a la pelota. 
Mi maestra nos enseñó el juego de "Los enanitos y el 
gigante". Te explicaré cómo es, para que también tú te di­viertas 
jugándolo. 
Uno de los compañeros más grandes hace de gigante. Los 
demás son los enanos. 
El gigante pone su tesoro en el suelo y, colocándose cerca, 
se prepara a vigilarlo. 
El tesoro es un pañuelo anudado por las puntas. 
Todos los enanitos procuran quitar el pañuelo al gigante, 
y tan pronto como alguno lo consigue, echan a correr. 
Siempre corriendo, irán pasándose de mano en mano el 
pañuelo, mientras el gigante trata de recuperarlo. 
El enanito que se des­cuide 
y deje que el pa­ñuelo 
caiga en poder del 
gigante, será gigante a 
su vez. 
En este juego no hay 
refugios que ofrezcan 
descanso a los jugado­res. 
Además, el gigante 
no puede quitar por la 
fuerza el pañuelo, ni se 
permite a ningún ena­nito 
retener la prenda, 
sino que pronto ha de 
pasarla a otro. 
~ 2 
9 
152
Tras de jugar y retozar toda la tarde, emprendimos 
el regreso. 
Nuestras canciones y risas eran como fiesta para la gente 
que transitaba por el camino. 
V O C A B U L A R I O 
frondosos 
vigilarlo 
recuperarlo 
emprendimos 
transitaban 
retener 
refugios 
con muchas ramas y hojas. 
cuidarlo. 
tenerlo otra vez. 
empezamos. 
caminaban. 
tener mucho tiempo. 
lugares a salvo de ataque o peligro. 
153
EL P 
En el jardincito lleno de 
sombrean, está un pajarito 
Picotea afanoso la tierra 
allá; a veces se queda quiet 
luego se esconde bajo las 
cando, diligente, gusanos ) 
Carmela y yo lo vemos d 
lo mejor, salimos al jardín 
El pajarito no advierte ni 
Ahora las grandes hojas de 
Carmela me dice en voz 
Pero él nos descubre en1 
rama del árbol, inclinand< 
mira con inquietud. 
ÜARILLO 
lores, y que dos grandes arbole 
Vivo y gracioso, va de aquí par 
, inclinada la cabecita a un ladc 
natas, y a poco reaparece, bus 
semillas. 
sde -la ventana. Para contemplai 
ístra presencia y sigue comiendc 
un platanillo me impiden verle 
3aja: "Allí está" 
mees, alza el vuelo, y desde un 
hacia abajo el cuerpecito, no 
1 5 4
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MI LIBRO DE SEGUNDO AÑO DE PRIMARIA DE 1960

  • 1.
  • 2. E S T E LIBRO ES PROPIEDAD DE LA REPÚBLICA MEXICANA Para que lo use y lo conserve se entrego en forma absolu­tamente gratuita, pero con la condición de que lo cuide, a (nombre del educando) alumno* alumna* del . (grado) de la (escuela) de (población) (entidad federativa) Ninguna persona, física o moral, podrá convertir este libro en ob|eto de comercio, franco o clandestino; ni lucrar con él de ningún modo; ni pedir a cambio de él —por ningún concepto— cantidad o cosa alguna,- ni llevarlo o mandarlo fuera del país, o intentar lo uno o lo otro. La persona o personas, físicas o morales, que contravengan cualquiera de las prohibiciones o limitaciones mencionadas, que­darán sujetas a'las sanciones penales que procedan. Comisión Nacional de ¡os Libros de Texfo Gratuitos Tachar alumno o alumna, según el caso. * * Indicar, además del nombre que Heve el plantel, su número de registro (clave). xm>
  • 4. Yo soy alumn de la escuela Mi nombre es El nombre de mi maestr__ es Éste es Mi Libro de Segundo Año
  • 5. MI L I B RO DE SEGUNDO AÑO
  • 6. COMISIÓN NACIONAL DE LOS LIBROS DE TEXTO GRATUITOS DEPENDIENTE DE LA SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA Presidente Secretario General MARTÍN LUIS GUZMÁN JUAN HERNÁNDEZ LUNA Vocales ARTURO ARNÁIZ Y FREG, AGUSTÍN ARROYO CH., ALBERTO BARAJAS, ALFONSO CASO, JOSÉ GOROSTIZA, GREGORIO LÓPEZ Y FUENTES. Representantes de la opinión pública DOLORES VALDÉS VDA. DE LANZ DURET, MANUEL BECERRA AGOSTA, RÓMULO O'FARRILL JR., JOSÉ GARCÍA VALSECA, MARIO SANTAELLA. Colaboradores pedagógicos SOLEDAD ANAYA SOLÓRZANO, LUZ CORONADO, RITA LÓPEZ DE LLERGO, AMELIA MONROY, LUZ VERA, DIONISIA ZAMORA PALLARES, ARQUÍMEDES CABALLERO, ANTONIO MANCILLA, ROMÁN PINA CHAN.
  • 7. MI LIBRO DE SEGUNDO ANO por la profesora PAULA GALICIA CIPRÉS Cubierta de JORGE GONZÁLEZ CAMARENA (Es la reproducción de un cuadro que representa a la nación mexicana avanzando al impulso de su historia y con el triple empuje —cultural, agrícola, industrial— que le da el pueblo.) Ilustraciones y dibujos de JUAN MADRID, ANTONIO CARDOSO, PALMIRA GARZA, ALBERTO DE TRINIDAD SOLÍS, RUBÉN CARMONA. COMISIÓN NACIONAL DE LOS LIBROS DE TEXTO GRATUITOS DEPENDIENTE DE LA SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA - MÉXICO, D.F.
  • 8. Derechos reservados por los autores Derechos reservados, sobre esta edición, por la COMISIÓN NACIONAL DE LOS LIBROS DE TEXTO GRATUITOS DEPENDIENTE DE LA SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PUBLICA Doctor Río de la Loza, Núm. 116, México 7, D. F. ® Diciembre de 1960
  • 9. LA MAÑANA Es la mañanita. El sol entra en mi cuarto silenciosamente. Parece que no quiere despertarme. Duermo un poquito todavía. Pronto la luz me despertará. ¡Amigo sol, buenos días! Has despertado a mamá y a papá. Has despertado a los papas y mamas de otros niños. Ellos han empezado su trabajo. Yo también estaré listo en seguida. 7
  • 10. .lfKll>"f««»IIlfIiUf| YA LLEGO ABRIL El ave canta en el boscaje, la flor revienta en el pensil, el campo estrena nuevo traje, ¡ya llegó abril, ya llegó abril! Las blancas mariposas de alitas de azahar, como almas de las rosas, revuelan sin cesar.
  • 11. El chupamirto con donaire bate su leve ala gentil como dorada flor del aire. ¡Ya llegó abril, ya llegó abril! Hay muchos astros en el cielo, hay en la tierra flores mil, salta cantando el arroyuelo, ¡ya llegó abril, ya llegó abril! Amado Ñervo V O C A B U L A R I O boscaje — revienta — pensil — con donaire — bosque pequeño, se abre. lugar donde hay mu­chas flores, con gracia. 9
  • 12. SALUDOS Cuando me levanto saludo a mamá y a papá. Me gusta empezar el nuevo día y que ellos estén conmigo. Papá y mamá me quieren y me cuidan. Trabajan para mí. Yo también los quiero. Por eso, diariamente al despertar, los saludo con alegría. —¡Buenos días, papá! ¡Buenos días, mamá! Carmela, mi hermanita, se adelanta y me dice desde su cuarto: —¡Buenos días, Pedrito! Cuando paso por la cocina saludo a Manuela: —Buenos días, Manuela. Y ella me responde con mucha urbanidad: —Buenos días, Pedrito. ¿Dormiste bien? Le respondo mientras Capi, mi perro, me saluda con sus saltos y sus juegos. 10
  • 13. —¡Quieto, Capi —le digo; mas el perro sigue saltando. Apoya en mí las patas delanteras y quiere lamerme las ma­nos, los brazos, la cara. Doy vueltas, llamándolo. Él salta, mueve la cola alegre­mente; corre por el patio, ladra; vuelve; seguimos la fiesta. Entonces se tira en el suelo con las patitas en alto, se revuelca; yo le acaricio la cabeza y el lomo; él me deja hacer, cerrando los ojos y moviendo la cola. Capi nos quiere a todos, pero más a mí. Sabe que soy su amo. Mamá le prepara la comida y yo se la sirvo en una ca­cerola. Le pongo agua en una lata; agua limpia, que él bebe ha­ciendo mucho ruido. Los domingos lo bañamos y lo peino con un cepillo. Si Carmela y yo nos quedamos solos en la casa, no tene­mos miedo, porque está con nosotros el Capitán. 1 1
  • 14. CUENTO Te voy a contar el cuento de un perro que tenía las ore-jitas negras. El perrito no tenía casa. Era un perro callejero. Una vez se lastimó una pata; adolorido, se echó junto a un muro para lamérsela. Pasaba por allí un médico, de co­razón bondadoso, que amaba a los animales; se compadeció del pobre can, lo llevó a su casa, lo curó y lo vendó. Meses después, el médico oyó que arañaban la puerta de su casa; acudió a abrir y se encontró con el perro que había 12
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  • 17. Carmela pone la mesa. Tiende el mantel, coloca en cada lugar los platos, las tazas y las cucharas. Trae las serville­tas y la charola con el pan. Yo llevo agua limpia a las gallinas y les doy de comer. Algunas veces, mamá me manda a comprar algo que ne­cesita. No me gusta hacer mandados; antes, en ocasiones, rehu­saba hacerlos; pero papá me contó una historia, y ahora, cuando no quiero ir por lo que me encargan, la recuerdo.
  • 18. LA HISTORIA QUE CONTÓ PAPÁ Un domingo me mandó mi madre a comprar pan, y yo empecé a replicar, como siempre. Entonces mi madre llamó a mi hermana, y ella, siguien­do mi ejemplo, se negó a obedecer. Mi padre, que nos oía, dijo cariñosamente: —¡No se enojen, muchachos! Hoy, como es domingo, puedo jugar con ustedes un poco. Jugaremos a que yo soy el hijo y ustedes los papas. ¿Qué quieren que haga? 16
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  • 21. Acerco las sillas y las pongo en orden: aquí la de mamá; en seguida la que ocupará Carmela, mi hermanita; después la de papá. Por último traigo la mía. Frente a mamá están la jarra con la leche y un platón con frijoles. Mamá nos sirve a todos y cariñosamente nos invita a desayunarnos Carmela y yo no queremos manchar el mantel, ni hacer ruido con la cuchara, ni desmenuzar el pan, porque nos han enseñado a comer correctamente. Cuando hemos terminado, nos levantamos y vamos a la­varnos los dientes para conservarlos sanos y blancos. V O C A B U L A R I O sorbo — trago. nutritivo — que alimenta. desmenuzar — deshacer en partes pequeñas una cosa. conservarlos — hacer que duren mucho tiempo. 1 9
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  • 23. pan de nubes con azúcar, cuernos de luna con sal. Todo el pueblo le decía: —Don Domingo, ¿ya está el pan? Don Domingo respondía: —Lo estoy poniendo a dorar. El panadero hacía pan, pan de dulce, pan de sal; rosquitas para los niños que lo veían hacer pan. Miguel N. Lira
  • 24. ¡QUÉ BUENAS SON TUS MANOS! Mamá, tus manos trabajan para mí sin descanso. No hay cosa de las que necesito para vivir, que tus ma­nos amorosas no ha van tocado. Temprano me asean y me peinan; me dan el pan, la le­che, la fruta, los alimentos de la mañana; luego ponen en las mías la mochila, revisan si en ella están el libro, el 22
  • 25. lápiz, los cuadernos, para que no falte nada y el día sea provechoso. Al salir, tus manos me acarician. Yo las beso con cariño y te hago una promesa: —¡Mamá! ¡Voy a trabajar bien! Oyendo mis palabras, tú sonríes. Tus manos preparan nuestras comidas, arreglan la ropa, ordenan toda la casa, y al llegar la noche, cuando mis ojos se cierran vencidos por el sueño, me bendicen. ¡Qué buenas son tus manos, mamá! 2 3
  • 26. POEMA A LA MADRE Entre tus brazos, madre, entre tus brazos dormiré dulce sueño. Dormiré como el viento en las palmeras, como el cielo en el mar. Sobre mis labios se abrirán tus besos cuando yo duerma, cuando duerma yo; soñaré con la espuma de las olas acariciando el mar.
  • 27. Tus palabras serán en mis oídos lento arrullo a mi sueño; soñaré con el viento y con la brisa cantándole a la mar. Tus claros ojos mirarán los míos con un dulce mirar, y soñaré en la luna y los luceros iluminando el mar. Entre tus brazos, madre, entre tus brazos aprenderé a soñar. Antonio Acevedo Escobedo
  • 28. EL PERIÓDICO En las mañanas, temprano, un hombre pasa por mi calle. Lleva un fardo atado a la rejilla de su bicicleta. Se detiene frente a una que otra casa. Llama y dice: —Periódico . . . En casa, yo recibo el periódico diariamente. Me gustan las letras grandes, las de los títulos y anuncios, porque las puedo leer sin dificultad. Pero, sobre todo, me agradan las historietas que el perió­dico trae los domingos. ¡Qué divertidas son! 2 6
  • 29. Mis compañeros y yo conversamos sobre las travesuras del Pato Pascual como si fuera uno de los nuestros. Seguimos con interés las aventuras del Ratón Miguelito, y nos dester­nillamos de risa con el ingenio de los Supersabios. A las personas mayores —dicen— el periódico les lleva toda clase de noticias interesantes. Papá me cuenta que a los pueblos pequeños llegan muy pocos periódicos, y que éstos pasan allá de mano en mano. Si no fuera por los periódicos, aquella gente no sabría lo que sucede en otros lugares. Claro que ahora ayudan a in­formarnos de todo la radio y, en las ciudades grandes, la televisión. V O C A B U L A R IO fardo — bulto. atado — amarrado. 2 7
  • 30. UNA NOTICIA Antes de marchar al trabajo, papá lee aprisa las noticias importantes. Dice que es útil saber lo que sucede en nuestra república y en las otras partes del mundo. Ahora ha terminado el desayuno y extiende el periódico. De pronto, levantándose, exclama: "¡Qué mala noticia! ¡Otro ciclón! Con sus lluvias torrenciales ha hecho que los ríos se desborden . . . Los Estados de Veracruz y Oaxaca son los que más han sufrido . . . Las ciudades de Veracruz, Tlacotalpan, Amatitlán y Tuxtepec . . . Cerca de Tuxtepec viven los abuelitos. ¿Qué habrá sido de ellos? . . . Ahora mismo pido informes. Preguntaré a mis paisanos qué noti­cias tienen." V O C A B U L A R I O marchar — caminar, ir. ciclón — viento temible por su fuerza, acompañado de lluvias. desborden — se salgan del cauce sus aguas. torrenciales — como torrentes, que son grandes avenidas de agua. paisanos — personas que nacen en un mismo lugar o país. 28
  • 31. EL MAQUINISTA Una maquinita lograré tener; será grande y fuerte, ¡no lo había de ser! Rodará en los rieles, con gran rapidez, por tierras lejanas que recorreré. En ella a mi casa feliz volveré. Ropa de mezclilla, la gorra de cuero; hombre fuerte y hábil, libre, muy entero; el cuerpo al trabajo, y el alma en anhelo de un mundo mejor, por claro y sincero . . . Como es el Helero, así yo he de ser. P. G. C. 2 9
  • 32. EL V I A JE Papá salió de viaje. Espera llegar a Tuxtepec, donde le darán noticias de los abuelitos y de sus otros parientes, pues todos viven en esa región; sólo papá reside en la ciudad de México. Anoche lo acompañamos a la estación del ferrocarril. Mamá le había preparado, desde por la mañana, una ma­leta con las cosas más útiles para el viaje. Una maleta chica, que pudiera llevar con facilidad. Llegamos a la estación mucho tiempo antes de la salida del tren. Entramos en la sala de espera, que es amplia y está bien iluminada.
  • 33. Papá se colocó en una fila que había frente a la ventani­lla donde venden los boletos, para comprar el suyo. Mamá, Carmela y yo encontramos asiento en una banca. Todas estaban ocupadas; había muchas personas de pie. Las voces y risas, el ir y venir de la gente y el movimiento de los empleados de la estación me tenían tan entretenido, que no oí la campana cuando llamó por primera vez a los pasajeros. Mamá dijo: —Si papá se retarda no logrará encontrar asiento. Papá vino corriendo. Carmela lo apremió: —¡Sube pronto al vagón! ¡No vas a encontrar asiento! Papá sonrió al preguntarnos: —¿Y no nos despedimos? —¡Cómo no, papá! Le dimos un abrazo mientras nos acariciaba. En seguida se despidió de mamá. Adiós, adiós, papacito! Que tengas buen viaje! Y que vuelvas pronto! V O C A B U L A R I O reside — vive, habita. región — lugar del país. vagón — coche de ferrocarril. lograr — conseguir. apremió — dio prisa. 31
  • 34. MI P A D RE Papá fue a su pueblo a visitar a los abuelitos y a darles ayuda. Desea que vengan a vivir con nosotros, para que descansen; ya son ancianos y han trabajado mucho desde que papá y sus hermanos eran pequeños. Aunque papá siente gran cariño por sus padres, yo sé de sobra que a mamá, a Carmela y a mí no nos quiere menos. Él también trabaja todos los días, todos los meses, y con­tinuará así algunos años, sin descansar, hasta que Carmela y yo seamos mayores y lo ayudemos. A veces, estando enfermo o muy fatigado, mamá le dice 3 2
  • 35. que se quede en casa, pero él no lo acepta. Se va al trabajo como todos los días. Se interesa por nuestros estudios; oye las historias que le contamos, y, en ocasiones, igual que todos los domingos, nos lleva a pasear y juega con nosotros. He oído cuando, de acuerdo con mamá, distribuye el di­nero que gana. Cuentan diferentes cantidades: casa, alimen­tos, ropa . . . Si mamá le dice que Carmela ya no tiene zapatos, o que a mí me pidieron un libro en la escuela, no se molesta, sino que da para comprarlos. Luego pregunta: —¿Qué otra cosa hace falta? Siempre que mamá no puede resolver algún problema de la casa, ella nos dice: —Esto lo arreglará papá de sobra fatigado distribuye problema m m V O C A B U L A R I O - más que lo necesario. - cansado. - reparte. - asunto difícil. II Lect — 2 33
  • 36. EL CARTERO Madre, estás triste porque no has recibido la carta que esperas. A veces, si llaman a nuestra puerta, interrumpes por un mo-
  • 37. mentó tus labores y te quedas escuchando para saber si ha llegado el cartero. El va por las calles con su gran valija colgada del hom­bro; se detiene frente a algunas puertas y entrega las cartas que lleva en la mano; coge otras de la valija, lee las direc­ciones escritas en los sobres, y con paso rápido continúa su labor. Sabe los nombres de las calles y los números de las casas, y si pasa ante nuestra puerta sin llamar es porque no trae tu carta, nuestra carta. Mamá, no sufras más. Mira, yo he escrito una cartita; en ella he puesto lo que, según pienso, te escribiría papá. La he escrito con cuidado, para que todas las palabras se entiendan. ¡Verás qué bonitas letras he hecho! Quizá mañana llegue la carta que deseas. Será, como si papá viniese a platicar contigo, no con su voz, sino con sus letras, grandes, gruesas, limpias. No estés triste; pronto traerán tu carta= Y hoy, madre, yo he sido tu cartero. Las letras de esta carta te dicen mi cariño. V O C A B U L A R I O llaman — golpean la puerta para que abran. labores — quehaceres, trabajos. escuchando — oyendo. valija — bolsa de cuero que usan los carteros. quizá — puede ser. 3 5
  • 38. EL R E G R E SO Papá ha vuelto de su viaje. Llegó cuando mi hermanita y yo dormíamos. Entró muy quedito; pero lo sentimos, aunque no sé cómo, y despertamos. —Papá, ¡qué alegría que hayas regresado! ¡Cuánto te echábamos de menos! — Y los abuelitos, ¿por qué no han venido? Le dimos muchos abrazos y lo besamos. Él, levantándo­nos de la cama, nos estrechó con cariño. —Los abuelitos se hallan bien —nos dijo—. Cuando se
  • 39. inundó Tuxtepec habían ido a Ojitlán a visitar al tío Enri­que. Después salieron para Tierra Blanca. Fue allí donde los vi. Quise que vinieran conmigo, pero el abuelito no aceptó. Dice que nos visitarán más adelante. Y luego papá nos dio una sorpresa, la mayor sorpresa de nuestra vida. Llamó en voz alta: —¡Martín, ven acá! Entró un muchacho ranchero, más grande que yo. De su cara, muy seria, muy morena, retuvo mi atención la brillan­tez de los ojos. En seguida, poniéndole la mano sobre el hombro, papá dijo: —Este es Martín. No tenía padre; su madre murió en la inundación. Desde hoy nosotros seremos su familia. ¿Quie­res, Martín? Dije yo: —Martín sí quiere; Carmela y yo también. Si él no tiene casa ni padres, ¿por qué no ha de vivir con nosotros? V O C A B U L A R I O
  • 40. RELATO DE PAPÁ Papá nos cuenta: —Los daños son muy serios. En algunos poblados casi todas las casas quedaron destruidas. Los caminos y puentes han desaparecido. La gente se halla hambrienta y miserable; perdieron víveres, ropa, muebles, animales, herramientas. En esas regiones casi todos son agricultores. Ahora ven con desesperación cómo sus sementeras se pudren bajo el lodo. De los plantíos de maíz y de caña de azúcar, de los pla­tanares y campos de palmeras, nada permanece en pie. Son un destrozo. Tuxtepec es la población que más sufrió. Por un momento los habitantes pensaron que nadie los ayudaría; pero no ocurrió así. 3 8
  • 41. De Tierra Blanca, pueblo vecino, acudieron al auxilio to­dos los hombres. Arrancaron de las aguas a las víctimas y se las llevaron a vivir con ellos. Allí, en Tierra Blanca, si­guen acogidos con cariño los habitantes de Tuxtepec. Dis­frutan de albergue y de alimentos; a los enfermos y heridos se les cura y atiende. Tierra Blanca es un pueblo del Estado de Veracruz cuyo ejemplo no debemos olvidar. V O C A B U L A R I O relato — historia, narración, cuento. miserables — muy pobres. víveres —alimentos. regiones — partes naturales del país. 39
  • 42. EL VIENTO Quise saber qué son los ciclones, que tanto daño causan, y pregunté a papá. Veamos lo que él me dijo: *-Cuando el viento sopla suavemente, mueve las hojas de los árboles. "A veces sopla con más fuerza. Entonces levanta y hace girar en pequeños remolinos el polvo y los papeles de la la calle. "Si aumenta su fuerza, sacude los árboles y hace caer las frutas maduras. " Y cuando sopla con toda su furia, arranca los árboles, levanta los techos de las casas, hace volar en todas direc­ciones cuanto encuentra a su paso. "Este viento furioso, destructor, acompañado de tempes­tades, se llama ciclón. "Pero el viento también ayuda al hombre. "En los largos días del verano, cuando los rayos del sol, 4 0
  • 43. ardientes entonces, secan las plantas y hacen sufrir a la gente y a los animales, el viento trae las nubes que han de convertirse luego en lluvia refrescante. " E l hace volar multitud de semillas, y éstas, si caen en lugar apropiado, germinan. Así, después, los ganados que cruzan el campo en busca de hierba fresca encontrarán las plantas que el viento sembró, y las aprovecharán. "Las semillas de algunos árboles, como las del pino, tie­nen algo que se parece a un ala y que les permite volar le­jos. De ese modo, las siembra el viento. "El viento, además, es una fuerza; los hombres lo saben. Para aprovecharla han construido torres de hierro y les han puesto unas aspas que se parecen a los rehiletes con que jue­gan los niños. Cuando sopla el viento, las aspas se mueven y se ponen a trabajar: ayudan a subir el agua de los pozos profundos, a moler el trigo en los molinos, a aserrar madera. "El viento es un buen servidor." V O C A B U L A R I O girar — dar vueltas, moverse en círculo. 41 |
  • 44. LA HUERTA El domingo visitamos la huerta de don Vicente. Es una huerta muy grande y bien cultiva­da. Está plantada de manzanos. Los manzanos son árboles de poca altura, tienen el tronco algo torcido y la copa an­cha. Da alegría verlos formar largas hileras. Este ha sido un buen año para el manza­nar; las ramas de los árboles se doblan bajo el peso de la fruta. Queda bastante espacio entre un árbol y otro, porque los manzanos necesitan mucho sol y se les planta separados para que no se den sombra. Don Vicente nos dijo: 4 2 r
  • 45. —¡Muchachos, corten todas las manzanas que quieran! No lo tuvo que repetir. Carmela, Martín y yo corrimos a cortarlas. Aunque están entre las hojas, las manzanas crecen con un mismo lado expuesto siempre al sol; ese lado se enro­jece. ¡Dulces manzanas amarillas con su mancha roja, que el sol les pinta! Sobre el manzanar revolotean, zumbando, las abejas. —Aquí ya pasó su fiesta —dice don Vicente. —¿Cuándo es la fiesta de las abejas? —pregunta Carme­la con curiosidad. —Las abejas tienen su fiesta cuando los manzanos están en flor. Entonces, todo el día vienen y van al colmenar, sa­len y regresan cargadas de néctar. A la hora de la comida, don Vicente nos sirvió sidra he­cha con el jugo de sus manzanas. Me gusta el color dorado de la sidra y ver cómo suben en la copa las burbujas de gas. Al atardecer regresamos a casa. Algo del sol y de la verde frescura de la huerta se vinieron con nosotros en una canasta colmada de manzanas. • di V O C A B U L A R I O bien cultivada — bien cuidada. plantada — sembrada. manzanar — lugar donde hay muchos manzanos. expuesto —descubierto. enrojece —se pone rojo. revolotean —vuelan dando vueltas, van y vienen. colmenar —lugar donde están las colmenas. colmena —especie de caja donde viven las abejas y hacen sus panales. néctar —jugo de las flores. 4 3
  • 46. LAS FRUTAS L A P I NA Por fuera, dura, con su corona verde. Por dentro, su color de sol y la miel ligera de su jugo. Corta la pina en rebanadas. El jugo escurre, dulce y oloroso. ¿Qué esperas? ¡A comer pina! L O S C A P U L I N ES En el campo cuidan los capulines para los pájaros y los niños. Cada frutita, redonda y obscura, refleja un punto de luz. Su carne, breve y verde, tiene la dulzura de nues­tro país. 4 4
  • 47. L A S G U A Y A B AS Con su piel amarilla y lustrosa parecen de cera. Su ex­quisito olor nos anticipa el gusto de morderles la pulpa, que es color de rosa. L A S T U N AS Te maltratan con sus espinas; te halagan con la frescura de su pulpa verde, blanca, roja. E L Z A P O T E P R I E TO Es un globito verde que tiene negro y suave el corazón. breve lustrosa exquisito pulpa miagan V O C A B U L A R I O pequeña, que acaba pronto que tiene brillo, muy delicado y bueno, la carne de las frutas, dan gusto.
  • 48. CONVERSACIÓN —Díme, Martín: cuando estabas en tu tierra, ¿qué hacías? Martín me responde: "¡Pchs! . . . Temprano, muy temprano, antes de las cin­co de la mañana (porque allá, cuando el Sol está alto en el cielo, es mejor quedarse a la sombra de los árboles o de la casa), las mujeres y los muchachos grandes, así, como yo, íbamos por agua al río. "Después había que llevar los animales al campo, ir por leña, vender en el mercado huevos y fruta . . . Muchos días faltaba yo a la escuela: me mandaban al pueblo a dar recados o a comprar algo que en el rancho no había. 46
  • 49. "Algunas veces, cuando la fruta estaba madura, me ocu­paba todo el día en asustar las bandadas de periquitos que iban a picotearla. "Una señora que se llama doña Luisa me pagaba diez centavos y yo los espantaba; los periquitos volaban gritando y haciendo mucho ruido con las alas. '¡Si vieras qué alborotadores son! No volaban lejos; veía yo cómo se posaban todos en otros árboles." —¿Y los ibas a espantar? —No; aquellos árboles no eran de doña Luisa. —¿Y a qué jugabas? Cuéntame de tus amigos. "Había otros muchachos: Hilario, Roberto, Chema, Flo­rentino . . . Formábamos dos partidos para jugar a los en­cantados. "En las ramas de los árboles hacíamos maromas, como las de los cirqueros que habíamos visto en el pueblo» "Cortábamos fruta y, si hacía mucho calor, nos bañába­mos en el río 99 Pasa un río muy grande cerca de mi pueblo; tú ni te imaginas cómo es." V O C A B U L A R I O bandada — muchos pájaros que vuelan juntos. se posaban — iban a parar. 47
  • 50. TRABAJO Martín y yo tenemos que cuidar las gallinas. Es un trabajo fácil, pero que ha de hacerse a diario. Primero barremos, sin llevarnos con la escoba la arena que está en un rincón, porque en ella se bañan las gallinas. En seguida limpiamos el ponedero, para que los huevos
  • 51. ne erizadas las plumas y muy roja la cresta, y cuando me acerco, por si hay huevos, me da de picotazos. Es que está clueca y quiere empollar. Entonces compramos paja y le hacemos su nido. Mamá coloca varios huevos en una vasija con agua. Los que se van al fondo, porque están pesados, son los buenos. Los que flotan en la superficie son huevos que no sirven para empollar. Después de veintiún días nacen los pollitos; también ayu­damos a cuidarlos. V O C A B U L A R I O a veces sucede, tiesas, esponjadas. calentar la gallina los huevos para que nazcan los pollitos, recipiente. se quedan sobre el agua. suele — erizadas — empollar — vasija — flotan — 4 9
  • 52. C U E N T O D E C A R M E LA LAS T R E S MARIPOSAS Era una tarde de mayo, tarde calurosa. Tres maripositas, blanca una, roja otra y otra amarilla, jugaban alegremente bajo los rayos del Sol. De pronto el cielo se puso gris y gruesas gotas de lluvia comenzaron a caer. Para librarse del aguacero, las mariposas volaron hacia su casita, pero hallaron la puerta cerrada, y, ¡loquillas que eran!, habían perdido la llave. Cerca crecía un tulipán rojo con rayas doradas. Las tres mariposas se acercaron a él y le dijeron: —Tulipán, ¿nos permites guarecernos en tu cáliz mien­tras pasa la lluvia? El tulipán contestó: —Abrigaré con mucho gusto a la mariposa roja y tam­bién a la amarilla, pero a la blanca no. —Si nuestra hermana blanca no puede entrar —dijeron las otras— no aceptamos tu hospitalidad. Gracias. Seguía lloviendo copiosamente. Las mariposas volaron hasta un lirio: —Buen lirio, ¿serías tan amable que nos permitieras posar en tu cáliz mientras pasa la lluvia? El lirio dijo: 5 0
  • 53. —Me gustaría mucho albergar a la mariposa blanca por­que se parece a mí, pero a las otras no quiero cobijarlas. Entonces la mariposa blanca dijo: —Si mis hermanas no pueden entrar, yo no acepto tu fa­vor. Gracias. Y volaron juntas las tres. Desde más allá de las nubes, el Sol se había enterado de cómo se querían las tres mariposas, y alegre volvió a bri­llar para secarles las alas. 51
  • 54. Las mariposas revolotearon entre las flores y se dirigieron a su casita, cuya puerta se había abierto al último rayo del Sol. María Valdés V O C A B U L A R I O calurosa cáliz hospitalidad copiosamente posar albergar guarecernos de mucho calor. nombre de una parte de la flor. gusto de recibir en nuestra casa a otras personas. abundantemente. alojar. dar alojamiento. ponernos a cubierto de un peligro o de las inclemencias del tiempo, como la lluvia. 5 2
  • 55. LOS AMIGOS He leído el cuento titulado Las tres mariposas. El tulipán quería dar abrigo a la mariposa roja y a la amarilla, pero a la blanca no. El lirio daba albergue a la mariposa blanca, y no a las otras. Las tres mariposas prefirieron volar juntas bajo la lluvia, aunque podían maltratárseles o rompérseles sus alitas. Ellas sabían que una mariposa con las alas rotas muere pronto; pero no quisieron separarse, porque eran amigas. Yo también tengo amigos. Son Martín, Pepe y Luis. Si paseamos, o jugamos, o hacemos la tarea de la escuela u otro trabajo, todo es más alegre, porque estamos juntos. A la hora de la comida pregunté a papá: —Papá, ¿tú tienes amigos? —Por supuesto. Hay que tener amigos y saber ser amigo. Y dije a Carmela: —¿Tú tienes amigas? Carmela respondió: —Todas las niñas son mis amigas. Mamá también tiene amigas. En mi casa todos tenemos amigos. Me he quedado pensando en la frase de papá: ? ?Hay que tener amigos y saber ser amigo." Las tres mariposas sabían serlo. ¿Verdad? V O C A B U L A R I O albergue — lugar donde se halla abrigo 53
  • 56.
  • 57. como ella, y repite tanto sus nombres, que me los he apren­dido: Yolanda, Gloria, Eva, Chabela, Rosa. A mí me complace jugar en el patio con mis amigos. A los más los conocí el año pasado; otros son nuevos. Me gusta trabajar en clase y obtener buenas calificaciones. Papá revisa con cuidado mis cuadernos y mi boleta men­sual. Si mis calificaciones son buenas, me dice: "¡Vamos bien, Pedro!" Y no sé por qué me satisface tanto el oírlo. También me agradan los ejercicios militares. Cuando todos marchamos erguidos, en silencio, y el profesor cuenta . . . "uno . . . dos . . . uno . . . dos ". . . , nuestros pasos suenan iguales; parecemos soldados de verdad. ¡Y qué alegría me da oír la campana que nos anuncia el recreo! Mi maestra dice que hago travesuras. Sí, soy travieso, pero cumplo mi tarea. V O C A B U L A R I O complace — agrada. me satisface — me deja contento.
  • 58. AL T R A B A JO Antes de las ocho, papá, Carmela y yo salimos de casa. Papá es médico. Trabaja por las mañanas en un consul­torio de. la Asistencia Pública. Carmela y yo trabajamos en la escuela. El trabajo de todos los niños está en la escuela. Carmela estudia primer año. Yo estoy en segundo. A esa hora transitan por la calle muchas personas que , van al trabajo: empleados que se dirigen a las oficinas o casas comerciales; maestros y estudiantes que se encaminan aprisa a sus escuelas; albañiles, pintores, carpinteros, que cpn sus herramientas van a los edificios en construcción o a los talleres. Mamá se queda en casa. Allí está su trabajo. 5 6
  • 59. El otro día mi maestra preguntó a Luis én qué trabajaba su mamá, y Luis dijo que en nada. Luis cree que su mamá no trabaja porque la ve quedarse en casa, y no ha pensado en todo lo que allí es necesario hacer. Cuando las personas que van a las fábricas u oficinas, y los niños que van a la escuela, han concluido su tarea, re­gresan a su casa a descansar; pero la mamá, que no salió en todo el día, o casi no salió, sigue trabajando. V O C A B U L A R I O asistencia pública — ayuda a los pobres. transitan — caminan. concluido — acabado. 57
  • 60. Todos los días papá nos acompaña hasta cerca de la escuela. Carmela va entre los dos, porque él y yo debemos cuidarla. Encontramos a la vendedora de flores, que lleva a la es­palda una canasta enorme, y, al brazo, otra pequeña. Las flores le asoman sobre la cabeza. Va cantando con voz delgada: — ¡Las flores, niña! ¡Los chícharos! ¡La nube! ¡Semilla de nabo, pirú . . . ! Pasan vendedores, lecheros en bicicleta, señoras camino del mercado, niños que se dirigen a la escuela. Varios señores se han detenido frente a un puesto de periódicos. Están leyendo los títulos. Se enteran así de las noticias principales. 5 8
  • 61. Martín se entretiene con los autobuses que pasan. Sus exclamaciones nos divierten» —¡Mira qué lleno va ese autobús! ¡Aquellas señoras ya no pudieron subir! Caminamos con paso rápido y conversamos hasta llegar a la esquina donde papá se despide. Él nos ha enseñado cómo atravesar la calle con cuidado, a no correr por ella, a no pararnos ante la gente que vende, grita o discute. Podemos andar solos por las calles de la ciudad. I VOCABULARIO autobuses — camiones que transportan personas. 5 9
  • 62. M A R T ÍN Mi profesora llamó a Martín para hacerle algunas pre­guntas. Erguido ante la mesa de la profesora, Martín ha contestado Con voz clara. La maestra le preguntó: —¿Cómo te llamas? —Martín Aguilar Campos. —¿Qué edad tienes? —Doce años. —¿Por qué no has adelantado en la escuela? ¿En qué te ocupabas? 6 0
  • 63. —Señorita, mi mamá me necesitaba en casa y muchas veces faltaba yo a la escuela. Por eso no he podido llegar a tercer año . . . —¿Dónde vives? —En . . . en la casa de Pedrito. Martín calla, apenado por vivir en casa ajena. La maestra comprende y, para animarlo, le dice: —Entonces estarás contento, porque Pedrito es un buen chico. Tú no eres de aquí, ¿verdad? ¿De dónde eres? —De Oaxaca Mi maestra lo tranquiliza más con estas palabras: —Nos gusta que vengas a nuestra escuela, porque, ¿sabes?, todos nosotros conocemos y admiramos a otro niño oaxa-qúeño. Un indito inteligente y valeroso que llegó a ser Pre­sidente de la República. Y volviéndose al grupo, pregunta: 61
  • 64. BENITO JUÁREZ Esta es una historia verdadera que parece cuento. En un pueblecito oculto entre las montañas de Oaxaca nació un niño a quien pusieron por nombre Benito. Nada les puedo contar de su cuna, ni de su casa, ni de sus padres, pues este niño quedó huérfano antes de cumplir cinco años y vivía en casa ajena. Un tío suyo, al verlo sin amparo, lo había recogido, y cpmo los pobres han de ganar su pan desde pequeños, Be­nito ganaba el suyo como pastor. Así fue creciendo; hasta que un día, cansado de malos tratos, marchó a la ciudad de Oaxaca. 6 2
  • 65. Trabajaba allí de mozo cuando lo encontró un hombre bueno que se dispuso a protegerlo. Aquel hombre se llamaba Antonio Salanueva. Fue él quien enseñó a Benito a hablar el español, pues el niño sólo hablaba en lengua zapoteca. También le enseñó a leer y a escribir. Don Antonio Salanueva ayudó a Benito durante muchos años, los necesarios para verlo terminar la carrera de abogado. Al poco tiempo, la gente de Oaxaca conocía ya a Benito y lo tenía por hombre laborioso y honrado. El pueblo lo eligió gobernador. Al fin, Benito llegó a ser Presidente de la República. Con voluntad igual a la que había puesto en su lucha por la vida y por aprender, defendió a nuestra patria en épocas aciagas. México necesita hombres tan valerosos, honrados y pa­triotas como don Benito Juárez. V O C A B U L A R I O aciagas — penosas, tristes, difíciles. 6 3
  • 66. C U E N T O D E M A R T ÍN EL CONEJITO BLANCO I Éste era un conejito blanco que tenía una casita de palmas. Un día llegó a visitarlo la zorra. —Conejito blanco —le suplicó—, déjame entrar un mo­mento en tu casa, que tengo frío. Y así que estuvo dentro, la zorra dispuso: —Aquí no cabemos los dos. La casa es muy chiquita. Y el conejito, llorando, tuvo que salir. 6 4
  • 67. I I Por el camino encontró a un gato —¿Por qué lloras? —el gato le preguntó. —¡Cómo no voy a llorar! —respondió el conejito—. Yo tenía una casita de palmas. La zorra me pidió permiso para entrar, y después, cuando estuvo dentro, me echó a la calle. —¡Yo le voy a dar un susto a esa zorra! —dijo el gato I I I • Por el camino tropezó con un asno. El asno le preguntó: —¿Por qué lloras, conejito blanco? — ¡Cómo no voy a llorar! Yo tenía una casita de palmas. Dejé entrar a la zorra, y la zorra me echó fuera. —Iré yo a darle un susto a esa zorra —dijo el asno, y corrió hasta la casita de palmas. —¡Sálgase de ahí la zorra!- —gritó dando un rebuzno amenazador. —Si salgo te voy a comer —le replicó la zorra tranqui­lamente. —Entonces me voy —dijo el asno, y se fue corriendo. II Lect — 3 65 I hecho una furia. Pero cuando llegó frente a la zorra, ésta le replicó tran­quilamente; —Mira que si salgo te voy a comer. —Entonces me voy —contestó el gato, y se fue corriendo. El conejo, todo lloroso, se retiró también
  • 68. El conejito, todo lloroso, se retiró también. IV Por el camino se encontró a un gallo. El gallo le preguntó: —Conejito blanco, ¿por qué lloras? Contestó el conejito: —¡Cómo no VOY a llorar! Yo tenía una casita de palmas. Permití entrar a la zorra, la zorra me echó a la calle y .aho­ra no me deja entrar a mí. —Iré yo a darle un susto a esa zorra —dijo el gallo, y se fue a la casita de palmas. Cuando llegó allá, se puso detrás de la casa y cantó con todas sus fuerzas: Aquí en la mano tengo un fusil para matar a la zorra. ¡Quiquiriquí! Si no sale corriendo la mato yo aquí de un solo tiro. ¡Quiq u i r i a u i Espantada por el rui­do que el gallo hacía con su canto, la zorra escapó mientras decía: — Me voy corriendo 6 6
  • 69. ¡Y salió con tanto susto, que no volvió nunca más! Zorra tranquila, ante el que ruega; zorra atrevida, con el que llora; / zorra miedosa, hablándole fuerte; fue zorra astuta, mas no fue valiente. (Anónimo)
  • 70. UN CONCURSO En la escuela hicimos un concurso. Se trataba de leer pa­labras difíciles. Desde la víspera formamos los partidos, elegimos el capi­tán y el nombre de cada grupo. Nosotros quisimos llamarnos Aguiluchos, y Martín fue nuestro capitán. Andrés fue el jefe de los Gavilanes. La maestra nos repartió, impreso en hojas, el trozo que habíamos de leer, para que lo estudiáramos en casa. Martín lee con dificultad las palabras terminadas en d; pero las repasó con tanto entusiasmo que^ por la noche, 68
  • 71. cuando papá nos llamó para que hiciéramos un ensayo, pro­nunció muy bien comunidad. Sólo tropezó en directamente y policía. Yo leí mal organizaciones. Esto me sucede con las pala­bras largas cuando las quiero leer muy aprisa. Papá dijo que debíamos estudiar más, y así lo hicimos. El trozo que leímos fue el siguiente: ^Muchos hombres contribuyen directamente a que sea más segura y fácil la vida de la comunidad, "Son aquellos que pertenecen a organizaciones dedicadas a servicios públicos: empleados de Correos y Telégrafos, miembros del Cuerpo de Bomberos, policías y otros más." Cuando Martín leyó frente a los Gavilanes, no cometió un solo error. Todos gritamos: '¡Viva nuestro capitán!" V O C A B U L A R I O contribuyen elegimos comunidad ayudan. y escogimos. todas las personas que viven en un mismo pueblo, ciudad, provincia o nación. 6 9
  • 72. FIESTA Las niñas de la escuela de Carmela y nosotros hicimos una fiesta. En un jardín cercano a nuestras escuelas celebramos el Día del Árbol. Hubo cantos, recitaciones y una representación dramática muy bonita, que mi maestra nos enseñó y ensayó. Las profesoras nos explicaron que plantar árboles no sólo es abrir la cepa y ponerlos allí, sino, después, cuidarlos cons­tantemente para que crezcan sa­nos y robustos. Como número final plantamos los arbolitos que nos obsequiaron en los viveros. Son mimosas, que pronto se en­galanarán con de­licados ramilletes de flores perfumadas y amarillas; truenos de hojas lustrosas y obscuras, y Jacarandas que en próximas primaveras se cu­brirán de bellas flores azules. Desde la víspera limpiamos la tierra, la aflojamos y la dejamos mullida, sin piedras ni terrones, para que las raí­ces puedan encontrar fácilmente su camino. 7 0
  • 73. Después de plantar los arbolitos y rellenarles sus cepas, los regamos muy bien, y en seguida colocamos en torno a cada uno de ellos estacas de madera que los protegerán du­rante su crecimiento. V O C A B U L A R I O cepa— hoyo que se cava para plantar un árbol. viveros — terreno donde se cultivan plantas que des­pués se llevarán a otros lugares. engalanarán — adornarán. lustrosas — brillantes. mullida. — suave, blanda. 71
  • 74. VIDA RETIRADA (Fragmento) Del monte en la ladera por mi mano plantado tengo un huerto que con la primavera, de bella flor cubierto, ya muestra en esperanza el truto cierto, El aire el huerto orea y ofrece mil olores al sentido, los árboles menea con un manso ruido que del oro y del cetro pone olvido. Fray Luis de León
  • 75. ( D R A M A M I N Ü S C U L O) PERSONAJES: La Tierra - El Árbol - El Campesino Un Pajarito — Un Conejo (Antes de principiar la representación se habrá dispuesto, extendido por enfrente del árbol, un papel o cartón, pintado de color café obscuro, donde se ocultará el niño que ha de personificar a la Tierra, El traje de ésta será obscuro también.) /^^> Se levanta el telón. (El Conejo está sentado a la sombra del árbol; el Pajarito se acerca caminando a saltitos.) El Pajarito: Amigo conejo, ¡muy buenos días! ¡Hoy por la mañana no te vi! 7 3
  • 76. Salí un poco tarde. No dormí bien, pen­sando en tu personita. ¡Ah, sí! Te asustó el vendaval que soplaba anoche y el ruido que hacían las hojas. ¿No es cierto? Sí; ese ruido hace pensar en el agua que cae. Creí que tu nido se vendría al suelo y que tus polluelos . . . No; no temas. Mira qué alto y lleno de vigor es el árbol donde puse mi nido. Cuando el viento sopla con fuerza . . . uuuuh . . . uuuuh . . . uuuuh . . . el árbol apenas si se estremece y protege así mi nido. Yo lo amo. Yo también lo quiero. (El niño que perso­nifica al conejo da saltitos semejantes a los de los conejos.) Después de corretear aquí y allá buscando hierba fresca, siem­pre vengo a descansar a la sombra del árbol. ¡Qué bueno y hermoso es! (Parando las orejas.) Oigo pisadas. ¡Me voy! (Corre a esconderse.) ¡A volar! (También se va.) (Trae un hacha en la mano. Se detiene frente al árbol.) Necesito algunos centa­vos . . . Cortaré este árbol y venderé la leña en el pueblo. (Levanta el hacha como para descargar un golpe formidable.)
  • 77. La Tierra; (Rompe el cartón que la esconde, y, levan¬ tándose rápidamente, grita:) ¡Detente! El Campesino: (Retrocede asustado; suelta el hacha.) ¡Ah! ¿Qui . . . qui . . . quién eres? ¡Perdóname! No levanté el hacha contra ti. No te había visto. Es que voy a cortar el árbol. La Tierra: Soy la Tierra, la Madre de todo lo que J vive. Tuyo es este campo, ¿verdad? (Seña-l ¿ lando hacia el campo con un ademán.) K} ¿Te gusta verlo cuando las plantas que sembraste muestran ya los frutos? El Campesino: Nada me gusta más en la vida. La Tierra: Pues óyeme. Si corlas este árbol y los otros, como has hecho con todos aquéllos (hace un amplio ademán, como si señalara innumerables árboles), llegará el día en que las semillas que deposites en mi no germinen. A la tierra de tu campo, seca, estéril, se la llevará el viento El Campesino: ¿Se la llevará? ¿Por qué? La Tierra: Porque son los árboles quienes llaman a la lluvia, y sus raíces forman el tejido que detiene la buena tierra, la vegetal. Si aquí no quedan árboles, por falta de lluvia y de buena tierra, no germinarán tus se­millas. El Campesino: ¿Y entonces yo? 75
  • 78. La Tierra: ¿Tú? Morirás, por haber dado muerte a los árboles. (La Tierra se sienta junto al árbol, ocupando el menor lugar posible, y se queda quieta.) El Campesino: (Recoge el hacha. Retrocede gritando:) ¡No los cortaré más! ¡No quiero morir! T E L Ó N
  • 79. LA TIERRA Bajo la tierra viven las raíces: las grandes raíces de los árboles, las débiles raíces de las hierbas» En la tierra está el extenso reino de los minerales. Hay minerales blandos, como el yeso; minerales muy du­ros, como el diamante. Hay minerales que se esconden en la roca, como la pla­ta, el oro, el hierro. Hay minerales que forman ríos, como el agua: agua sub­terránea, pura y clara, que no ha sido tocada ni por la luz del sol. Hay minerales que forman, bajo la tierra, quietos lagos de color obscuro, como el petróleo. Sobre la tierra hay montañas muy altas, bosques, desier­tos sin plantas ni agua, y llanuras cubiertas de vegetación, húmedas de arroyos y ríos. Sobre la tierra viven los animales: animales salvajes, ani­males domésticos; animales enormes; animales muy pe­queños. Sobre la tierra viven los hombres, que son, aunque no siempre, los amos de cuanto en ella existe. V O C A B U L A R I O extenso amos muy grande, dueños. 77
  • 80. LA RAÍZ DEL ROSAL Un día se encontraron —bajo tierra— un hilo de agua y una raíz de rosal, y se pusie­ron a platicar. "Vecina raíz —dijo el hilo de agua—, nunca vieron mis ojos nada tan feo como tú." La raíz, humilde, respondió: "Verdad, hermano hilo de agua, que debo de parecer fea a tus ojos. El contacto con la tierra me ha dado este color pardo, y el mu­cho trabajo me ha deformado como se de­forman los brazos del obrero.
  • 81. "Yo también soy una obrera; trabajo para la parte de mi cuerpo que mira al sol. Es a ella a quien envío el líquido que me das para mantenerla fresca. Cuando tú te apartas, voy a buscar alimento en otra dirección. "Hermano hilo de agua, cuando salgas al sol, busca la planta que soy sobre la tierra." Y cuentan que cuando el hilo de agua salió a la luz con­vertido en arroyo, quedó mudo de admiración al contem­plar, en el mismo lugar en que estaba la .raíz, una rosa be­llísima, y prometió no volver a burlarse de las cosas feas, porque, a veces, son principio de algo bello. Gabriela Mistral 7 9
  • 82. RECUERDO He venido por la senda con un ramito de rosas del campo. Tras la montaña nacía la luna roja; la suave brisa del río daba frescura a la sombra; un sapo triste cantaba en su flauta melodiosa; sobre la colina había una estrella melancólica. He venido por la senda con un ramito de rosas. Juan Ramón Jiménez 8 0
  • 83. LOS ABUELITOS Los abuelitos han venido a México. Pasarán varios días en nuestra casa, y esto nos alegra. Mi abuelo es un ranchero alto, de mirada inteligente. Tiene las manos ásperas. Al saludarme estrechó mi mano con tal fuerza, que la retiré vivamente. El rompió a reír con risa alegre. Mi abuelita es seria; sólo sus ojos se sonríen cuando nos miran. Nos habla con suavidad; se ve que nos quiere. De pie junto al abuelo, parece buscar la sombra de él para protegerse. Yo sé que es muy buena. ¡Papá me ha contado tantas co­sas de ella! Dice papá que los abuelitos han trabajado toda su vida, y sufrido mucho; sin embargo, no son gente triste ni enferma. 81
  • 84. La vida en el campo los ha hecho sanos y enérgicos. El abuelito nos trajo de Oaxaca algunos regalos. A mamá le dio un juego de loza para desayuno. ¡Qué bo­nito es! Puestas sobre la mesa, las jarras y tazas atraen la mirada por lo alegre y brillante de los colores: rojo, ama­rillo, verde, azul. Es un regalo hermoso; mamá está encantada con él. Para nosotros el abuelo trajo silbatos de barro que figu­ran animales; pájaros tejidos con palma de colores y ador­nados con plumas rojas y azules, y una campanita de barro negro, con sonido casi metálico, que parece que canta cuan­do suena. Para Carmela son los pájaros y la campana. Martín y yo nos hemos repartido los silbatos. La casa se llena de silbidos agudos y nota^ claras: íli . . • fli . . . tin , . . tin . . . tin . . . 8 2
  • 85. EL BOSQUE DE CHAPULTEPEC Ir al Bosque de Chapultepec es una de mis mayores ale­grías. ¡Qué fresco y silencioso está siempre! Siguiendo los camimtos que lo cruzan en todas direccio­nes, encontramos, entre espesos grupos de árboles, prados florecidos o campos cubiertos de césped, donde es grato tenderse a tomar el sol. El domingo fuimos con los abuelitos. Mi abuelo admiraba el castillo, situado en lo alto del cerro, y se detenía a contemplar los ahuehuetes que aún que­dan. Según cuenta la leyenda, fueron plantados por orden del emperador azteca Moctezuma La abuelita se deleitaba contemplando el lago; los gansos, 83
  • 86. los cisnes. Seguía con los ojos los botes tripulados por mu­chachas y muchachos que reían y cantaban. Caminando, caminando, llegamos a un campo de juegos. Allí hay columpios, sube-y-bajas, toboganes. Carmela, Martín y yo jugamos un buen rato y después lle­vamos a los abuelitos a pasear en el ferrocarril infantil. Este ferrocarril tiene una maquinita diminuta y tres va-goncitos de techos bajos, pues son para niños; pero también las personas mayores pueden pasear en ellos. Corre el tren por una vía muy estrecha y la locomotora va silbando como si fuese de verdad. V O C A B U L A R I O florecidos — que están cubiertos de flores. grato — agradable-deleitaba — gozaba. toboganes — resbaladillas. 8 4
  • 87. EL PARQUE ZOOLÓGICO Al bajar del ferrocarril, Carmela dijo: —Ven, abuelita; vamos a ver el lobo. ¡Es igual al de Caperucita! Los abuelitos rieron y siguieron a Carmela. Entramos en el Parque Zoológico. El Parque Zoológico de Chapultepec ocupa un campo extenso, rodeado de tela de alambre. Anchas calzadas per­miten transitar cómodamente por él. Los animales viven en grandes jaulas de hierro o en cuevas artificiales. Vimos los venados, los coyotes, la cebra. Ésta nos admiró por lo extraño de su piel, rayada de negro y blanco. Hay guacamayas, periquitos, garzas. Al verlos exclamó Martín: —¡Ya los conozco! ¡Y los he visto libres, no encerrados en jaulas! 85
  • 88. Pero cuando llegamos a donde están el tigre y los leones, cuando vio los osos pardos y los osos blancos, unos y otros de pie sobre las piedras de sus cuevas, se quedó con la boca abierta. A los abuelitos les divirtieron muchos los elefantes, que tomaban agua con la trompa y, para refrescarse, se la echa­ban en el lomo; contemplaron el avestruz y la llama, que tienen largo el cuello y pequeña la cabeza, y son de aire reposado. Regresamos a casa satisfechos . . . ¡Cuántas cosas admira uno en el Bosque de Chapultepec! V O C A B U L A R I O parque zoológico — lugar donde podemos ver animales vivos de diversas regiones del mundo. transitar — andar. artificiales — hechas por los hombres. 8 6
  • 89. LAS ARDILLAS Las ardillas figuran entre los animales más graciosos que conozco. Tienen los ojos negros y vivos, el cuerpo fino, cu­bierto de suave pelo leonado o gris, y la cola hermosa, y móvil. Tan interesantes como su aspecto son sus costumbres. Las ardillas viven en los bosques de pinos. Se alimentan principalmente con las semillas de estos árboles. A medida que se acerca el invierno, el trabajo de las ar­dillas aumenta. Todo el día saltan, suben y bajan; mas en sus ires y venires nada les resulta inútil. Así acarrean rami-tas, hojas secas y musgo para hacer caliente su madriguera. Almacenan nueces, semillas, granos. 8 7
  • 90. Tienen las ardillas costumbre de esconder, una vez que han satisfecho su hambre, todo el alimento que encuentran. Para esto hacen en el suelo agujeritos donde depositan las provisiones, y luego los cubren con tierra, apisonándola rá­pidamente con las patitas. También utilizan como despensa los agujeros que hay en los troncos de los árboles añosos. Cuando llega el frío del invierno y en el bosque no es fácil encontrar alimentos, las ardillas no sufren, pues tienen suficientes provisiones y recuerdan el sitio en que las han guardado. V O C A B U L A R I O provisiones — alimentos. apisonándolo — apretándola. despensa — lugar donde se guardan los alimentos. añosos — que tienen muchos años. 88
  • 91. E L C U E N T O D E A B U E L I TA PATITAS BLANCAS I —Hija mía —dijo la oveja madre a su ovejita—, voy a salir, no me tardo; pero mientras estoy fuera de casa, ten cuidado de no abrir la puerta sino a los amigos. Recuerda que el lobo ronda por estos contornos; pudiera venir . . . Cuídate mucho. Ya sabes que la palabra convenida para abrir a los conocidos es ésta: "Miel de Obispo". Cada vez que toquen la puerta, pregunta quién es, y si no responden "Miel de Obispo", no abras.
  • 92. —Está bien, mamá —dijo, obediente, la ovejita. Y la madre se fue, tras de cerrar con llave la puerta. I I El lobo^ malo y cruel, espiaba. Corriendo, vino hacia la casa tan pronto como la oveja madre se alejó. —Tan, tan, tan . . . Sus patas golpeaban sobre la puerta. La ovejita, prudente, preguntó desde adentro: —¿Quién es? El lo)o, endulzando la voz, contestó con acento suave: —"Miel de Obispo". Pero la ovejita, que, como ya se ha dicho, era muy pru­dente, quiso cerciorarse: —Mete por el portillo una de tus patitas, y si son blancas como las de las ovejas nuestras hermanas, te abriré. 9 0
  • 93. El lobo, que ya se relamía pensando en lo sabrosa que estaría la carne de la ovejita, respondió muy corrido: —;Patitas blancas? . . . Las mías son amarillas . . . Adiós. La ovejita quedó muy asustada. Cuando la madre volvió y supo el suceso, abrazó a la ovejita y le dijo: —La prudencia es una de las más hermosas cualidades. Consérvala siempre, pues a ella debes hoy la vida. María Enriqueta V O C A B U L A R I O cerciorarse — asegurarse de la verdad. muy corrido — muy avergonzado. 91
  • 94. LAS MUÑECAS Mi abuelita ha hecho a Carmela una muñeca y un mu­ñeco de trapo. Los ojos, la nariz, la boca y las orejas están bordados con seda, y el cabello simulado con estambre negro. Carmela tiene otras muñecas. A las niñas les gustan mucho las muñecas. Carmela invita a sus amigas a jugar a "la casita". Trae sus juguetes: trastos, muebles y todas sus muñecas, hasta las más feas. Algunas no tienen cabellera o carecen de un brazo; a Lulú le falta la nariz desde el día en que se cayó de la ventana al patio. A veces se la hacemos con cera de Campeche o migajón, pero se le desprende. Hay una negrita, con el cabello pasudo, la boca muy roja y los ojos grandes. Cuando la compraron traía en las orejas hermosas arracadas doradas. 9 2
  • 95. Carmela suele cambiarle los aretes por otros que compra en el mercado. Entre las más bonitas está una muñeca que mi tía Luz regaló a Carmela en un cumpleaños. Tiene muchos vestidi-tos, que con ella se guardan en una gran caja. A Carmela le gusta mucho. Le puede cambiar de ropa que no necesita coser. Abuelita quiere que Carmela sepa de costura. Cuando sea mayor —dice— tendrá que coser, y, para que vaya apren­diendo, la llama a que la ayude a cortar, hacer o remendar la ropa de la muñequita de trapo. V O C A B U L A R I O simulado — que no es verdadero. carecen — no tienen. pasudo — muy crespo. 93
  • 96. LOS ÓRGANOS DE LOS SENTIDOS Cuando están más entretenidas cosiendo, llega Rosa, la amiga de Carmela, juega con el muñeco, lo sienta, lo hace bailar, lo examina atentamente. El muñeco tiene overol azul y camisa blanca con rayitas cafés. Le hicieron la camisa con el retazo que sobró de la mía. Yo también tengo puestos un overol azul y una camisa blanca con rayitas cafés. Rosa ríe y dice: — ¡Mira, Carmela; este muñeco es Pedrito, tu hermano! Lleva ropa igual. Estos son sus ojos, ésta su nariz. ¡Mírale 9 4
  • 97. la boca y las orejas! ¡Sus manos, de dedos juntos! ¡Te va a saludar! Carmela no sabe qué decir. Calla un momento, luego responde: —¡No importa que tengan trajes iguales! Los ojos del muñeco no ven; a él, la nariz no le sirve para oler; no tiene lengua para conocer el sabor de las cosas. Esas manos de trapo no sienten el calor ni el frío. ¿Cómo crees que un mu­ñeco sea ig.uai a Pedrito? La abuelita la interrumpe, diciendo: —Tampoco Pedrito oye con las orejas. Oye con los oídos. Las orejas sólo ayudan a oír. Vean a Manuela; tiene sus dos orejas y no oye, porque se ha enfermado de ios oídos.
  • 98. QUIÉNES NOS AYUDAN A TRABAJAR Los órganos de los sentidos son nuestros mejores auxi­liares. Ellos nos ayudan a trabajar. Debes aprender a cuidarlos; así te servirán mejor. Para que tus ojos no enfermen necesitas leer y trabajar con buena luz. La posición propia para leer es aquella que te permite recibir la luz por encima de los hombros. Si algo se te introduce en un ojo, no te lo frotes; las lá­grimas lo lavarán. Si esto no basta, pide ayuda para que alguna persona, con todo cuidado, haga salir el polvo o la basurita que te molesten. Los oídos oyen mejor cuando están limpios. Aséatelos con una tela suave y limpia que te cubra la punta de un dedo. No introduzcas en ellos nada; si te dan dolor o comezón, avisa a tu mamá; no trates de curarte solo. V O C A B U L A R I O auxiliares — ayudantes. propia -—debida, adecuada. introduce —mete. 96
  • 99. OTROS SERVIDORES La boca y la nariz son, asimismo, ayudantes nuestros. También ellos necesitan cuidado; sobre todo, limpieza. ¿Cómo puedes asearte la boca? Con un cepillo y un dentífrico, que utilizarás para lavarte los dientes. Debes mantener la boca cerrada, pues si la llevas abierta entrará polvo en ella. No te metas en la boca nada, salvo alimentos y bebidas. Algunos niños llevan a ella lápices, juguetes, monedas; pero tú no eres un niño de tan feos modales. Todos los días debes limpiarte la nariz; utiliza para ello un pañuelo que no esté sucio. Nunca uses el pañuelo de otros niños ni permitas que nadie use el tuyo. No te introduzcas nada en la nariz. En ella tienes una gran amiga, pues te sirve para respirar y, además, para distinguir, por el olor, muchas cosas. V O C A B U L A R I O . ^ y? asimismo — también. dentífrico — pasta especial para lavarse los dientes. salvo — con excepción de. modales — maneras, costumbres. introduzcas — metas. II Lect — 4 97
  • 100. LAS COMPRAS Abuelito ha terminado sus compras y pronto volverá al ran­cho. Le pregunté qué había com­prado, y él, pacientemente, me > respondió: —Hijito, la mayor parte del dinero que tenía la gasté en un camioncito de carga muy usado, pero con buen motor. Allá en el campo nos servirá mucho. También he comprado herramientas y semillas; pero todavía nos hará falta algo más, porque los hombres del campo necesitamos multitud de cosas que sólo se encuen­tran en la ciudad. Si queremos una lámpara, un reloj, una escopeta, a la ciudad tenemos que pedirlos. En la ciudad se encuentran las grandes fábricas de hila­dos donde se producen la manta, los percales, las cambayas y toda suerte de telas. En ella hay muchos talleres donde multitud de obreros confeccionan la ropa que los vendedores ambulantes llevan hasta los ranchos más remotos. En la ciudad se fabrican zapatos, herramientas, maqui­naria y todas las cosas que utilizamos para que nuestra vida y nuestro trabajo sean más cómodos o fáciles. Cuando los campesinos estamos enfermos, necesitamos 9 8
  • 101. medicinas que sólo en la ciudad se preparan; .y si sentimos deseos de saber más, de estudiar, a la ciudad tenemos que pedir periódicos y libros. Con su actividad constante, los obreros de las ciudades producen todas esas cosas en las fábricas, talleres y labo­ratorios. V O C A B U L A R I O toda suerte — toda clase, confeccionan — cortan y cosen la ropa. ambulantes — que van de un lugar a otro. remotos — distantes. elaboran — fabrican. 99
  • 102. 1 EL PRIMERO DE MAYO Este es el "Día de los Trabajadores". Las fábricas y los talleres no han abierto sus puertas. Las escuelas están cerradas. En sus hogares, los obreros se preparan para asistir al desfile. 100
  • 103. Pronto los veremos marchar ordenadamente, llevando sus carteles y músicas por las calles de la ciudad. Y no sólo desfilarán nuestros obreros por nuestras calles; los de otros lugares de nuestro país, y los de lejanas ciudades del mun­do, pasarán hoy también bajo sus banderas. Hace muchos años, los patrones de las fábricas podían obligar a los trabajadores a laborar hasta dieciséis horas diariamente. Imagina a tu padre entrando al trabajo a las cinco de la mañana y saliendo de allí a las siete de la noche. ¿Compren­des lo duro de esa tarea, lo tremendo de esa fatiga? Un día, el l 9 de mayo de 1886, un grupo de obreros de Chicago, ciudad de los Estados Unidos del Norte, se rebeló contra los patrones pidiendo mejores condiciones de trabajo. Los jefes de aquellos obreros fueron perseguidos por la policía, encarcelados y condenados a muerte. Pero después de lucha larga y cruel, los obreros obtuvie­ron lo que reclamaban: "Mejores salarios" y "ocho horas de jornada al día". Desde entonces, poco a poco, los obreros del mundo em­pezaron a disfrutar de las ventajas que habían conquistado sus compañeros de Chicago, y por eso, cada año, el l 9 de mayo celebran su triunfo. El l 9 de mayo, "Día del Trabajo",, debe ser, igualmente, festejado por los niños. Piensen que los obreros fabrican todas las cosas útiles, y, además, que casi todos los niños son -hijos de trabajadores. 1 0 1
  • 104. Muchos de tus compañeros de escuela, cuando sean hombres, trabajarán en fábricas y talleres. Quizá tú mismo llegues a ser algún día un obrero útil. V O C A B U L A R I O tremendo — enorme, horrible. rebeló — se negó a obedecer. cruel — inhumano, brutal. salario — sueldo. jornada — horas de trabajo por día quizá — puede ser. logradas — alcanzadas.
  • 105. . OCUPACIONES Los obreros trabajan en las fábricas. Los ferrocarrileros manejan los ferrocarriles, y los chofe­res conducen automóviles y camiones. Los mineros trabajan bajo tierra extrayendo de las minas los minerales. Los aviadores guían los aeroplanos que vuelan entre las nubes. Los médicos estudian mucho para conocer el cuerpo humano y saber por qué enferma. Así pueden devolvernos la salud cuando la hemos perdido. Los trabajos que hacen los arquitectos y los ingenieros son muchos y muy útiles. Tú sabes cómo los arquitectos y los ingenieros dirigen juntos la construcción de casas, escuelas, hospitales, fábri­cas, y que los ingenieros trazan y construyen las carreteras. Hay muchas otras profesiones: las de los artistas, las de los sabios, las de los escritores, las de los maestros. Los maestros y las maestras llegan, jóvenes, a enseñar en la escuela, y año tras año instruyen y educan a los alum­nos que tienen frente a sí., Eso hacen y siguen haciendo con muchos niños. Cuando se han vuelto ancianos y ya no trabajan, ocupan sus días en añorar sus labores, la alegría de las horas de recreo, los nombres de los niños buenos; pero, sobre todo, echan de menos a sus niños, a sus niñas. A veces creen oír la campana de la escuela que los llama al trabajo y se en­tristecen al pensar que ya no suena para ellos. 103
  • 106. LOS CAMPESINOS Los obreros que trabajan en las fábricas de la ciudad no son los únicos que contribuyen a facilitarnos la vida. Una importantísima parte de nuestro bienestar depende de los campesinos. Escuchando las conversaciones del abuelito he compren­dido cuan duro es el trabajo de los hombres del campo y cuántos productos de la tierra aprovechamos. Abuelito me ha explicado la transformación que sufren algunos de esos productos. 1 0 4
  • 107. Por ejemplo: él siembra en su rancho caña de azúcar, y cuando la caña está madura la cortan y la llevan al ingenio, donde el jugo se transforma en azúcar. El azúcar se lleva a la ciudad y allí se utiliza para fabri­car conservas de frutas, caramelos y otras golosinas, y para endulzar galletas, pasteles, chocolates, bebidas refrescantes y algunos medicamentos. Mucho del pan que todos consu­mimos tiene también azúcar. El azúcar, alimento valioso, no debe faltar en nuestras comidas. Los campesinos cultivan el trigo y, al cosecharlo, lo venden a las fábricas de harina, llamadas molinos. De la harina de trigo se hacen el pan, las galletas, las pastas para sopa. Entre estas últimas figuran los ñdeos, los macarrones, los tallarines v otras. Hay obradores especiales para fabricar las pastas de harina. Lo mismo que el azúcar y el trigo, se industrializa el algodón. En los algodonales, los campe­sinos recogen los capullos del al­godón. En las fábricas, el algodón se transforma, principalmente, en telas para los vestidos. Los campesinos cuidan de los animales útiles: vacas, bueyes, ca­ballos, muías, asnos, borregos, cer­dos, gallinas. A muchos de estos animales los 1 05
  • 108. aprovechamos en nuestra alimentación; además, obtenemos de ellos otros materiales, como pieles, pelo, lana, pluma, que los obreros, con sus máquinas o sus manos, utilizan y trans­forman. Mi abuelito, que me explicó cuántas cosas de las que fabrican los obreros necesitan quienes viven en el campo, también me ha enseñado cómo los obreros se benefician con el trabajo de los campesinos. V O C A B U L A R I O contribuyen — ayudan. transformación — cambio, ingenio — fábrica donde se muele la caña y se hace el azúcar. lo cosechan — lo recogen. valioso — que vale mucho. obradores,— lugares donde se hacen ciertas labores o donde se producen ciertos artículos. industrializar — transformar en artículos útiles. 106
  • 109. LA BANDERA El lunes de cada semana hacemos en la escuela una fiesta sencilla para saludar a la bandera. Los alumnos formamos filas en el patio; el director or­dena con voz grave: "¡Firmes!", y el abanderado llega con la bandera al aire. Todos la saludamos. En seguida, un profesor nos habla de lo que significa nuestra enseña nacional, de su historia y de las luchas que el pueblo mexicano ha sostenido para honrarla. Esta semana el profesor nos explicó cómo podemos los niños honrar a la bandera. 107
  • 110. Dijo que en todo el mundo los hombres han construido casas para vivir, muchas casas, algunas espléndidas, otras humildes: pero que cada niño quiere con todo el corazón una sola casa: aquella en que vive con sus padres y sus, hermanitos. La casa nuestra, la que amamos sobre todas las otras, se halla en tierra mexicana, y la República Mexicana es como una casa muy grande donde vivimos todos los mexicanos. Para que recordemos siempre nuestra casa, la tierra en que esa casa se levanta y la gente a quien queremos, está la Bandera Nacional. La Bandera Nacional representa a la Patria Mexicana. Así como un niño que siente cariño por su casa, cuida ésta y se esfuerza porque esté limpia y ordenada, así tam­bién puede manifestar su amor a la Patria y a la Bandera, siendo trabajador, ordenado y limpio. Cuando el buen niño encuentra en la calle a su padre o a su madre, los saluda con alegría. Igual cosa debe hacer siempre que frente a él pase la Bandera. Después de la plática del profesor, escuchamos algunos coros y recitaciones, y al final cantamos el Himno Nacional ¡Con cuánto entusiasmo lo cantaba Martín! El lo había aprendido en su pueblo. Todos los niños de los pueblos y ciudades de México cantan en su escuela el Himno Nacional.
  • 111. HIMNO NACIONAL MEXICANO (Fragmentos) C O RO Mexicanos, al grito de guerra el acero aprestad y el bridón, y retiemble en sus centros la Tierra al sonoro rugir del cañón. I Ciña ¡oh Patria! tus sienes de oliva de la paz el arcángel divino, que en el cielo tu eterno destino por el dedo de Dios se escribió. Mas si osare un extraño enemigo profanar con su planta tu suelo, piensa ¡oh Patria querida! que el cielo un soldado en cada hijo te dio.
  • 112. Mexicanos, al grito de guerra el acero aprestad y el bridón, y retiemble en sus centros la Tierra al sonoro rugir del cañón. I I I Como al golpe del rayo la encina se derrumba hasta el hondo torrente, la discordia vencida, impotente, a los pies del arcángel cayó. Ya no más de tus hijos la sangre se derrame en contienda de hermanos, sólo encuentre el acero en tus manos quien tu nombre sagrado insultó. no
  • 113. ¡Patria! ¡Patria! Tus hijos te juran exhalar en tus aras su aliento, si el clarín con su bélico acento los convoca a lidiar con valor. Para ti las guirnaldas de oliva! Un recuerdo para ellos de gloria! Un laurel para ti de victoria! Un sepulcro para ellos de honor! / acero aprestad bridón ciña oliva osare profanar exhalar guirnaldas V O C A B U L A R I O espada, preparad, caballo brioso, rodee. hoja del árbol que produce aceitunas, atreviere. tratar sin respeto las cosas que deben respetarse. lanzar. coronas abiertas, de hojas y flores. 1 1 1
  • 114. LA BANDERA Bandera mía bella bandera, te doy mi vida, mi vida entera. Hoy que soy niño, desde la escuela, lleno de orgullo, mi canto suena. ¡Canto la imagen, clara y eterna, que sola surge de ti, bandera! anto la vida, r útil y buena, de tantos hombres que en esta tierra por ti trabajan, piensan y sueñan Canto la sangre noble, perfecta: la de los héroes que con tus lides tú nos recuerdas. ¡Bandera mía, alma bandera, tuya es mi vida, mi vida entera! P. G. C. L12
  • 115. EL AHORRO El sábado mamá fue de compras y me llevó consigo. Antes de salir de casa le pedí permiso para romper mi alcancía. Era un cochinito muy gordo; ya estaba lleno. Lo puse en la mesa de la cocina y con un martillo le di un golpe en el lomo. El cochinito se rompió; de él salieron todas las monedas que durante varios meses había yo venido guardando. ¡Qué gusto me dio ver toda mi riqueza! Había monedas de cinco centavos, de diez, de veinte; las de veinticinco no eran pocas, y las de cincuenta centavos, que mi tía me da cada vez que nos visita, se destacaban, por su tamaño, entre las demás. 1 13
  • 116. Carmela me ayudó a ponerlas ordenadamente en pilas de un peso. Después contamos: uno . . . dos . . . tres . . . cua­tro . . . Si algún día puedo hacer una alcancía grande, gran­de, ¿cuántos montones de a peso se formarán? Me alcanzará para comprar muchas cosas a mamá, a Carmela y a todos los de casa. Por el camino iba yo muy contento, pues llevaba en el bolsillo del pantalón dinero para comprar cosas. Al pasar por "La Sorpresa" nos detuvimos frente al apa­rador. Los cochecitos, camiones, tanques, ametralladoras, boliches, casi no dejaban lugar para las muñecas, las cajas con juegos de té y trastos de cocina, aunque sí para las pe­lotas, las bolsas con canicas de todos colores y para otros juguetes. Entramos. Pregunté el precio de una caja con seis avio­nes pequeños —plateados, rojos y azules—, que siempre había deseado. No costaba mucho. Pude adquirirla. Más adelante compré un monedero para mamá, pues el de ella estaba ya muy usado. De la pastelería llevamos pastelillos de crema para todos. Al volver a casa sólo me quedaban sesenta centavos. Con ellos compré otra alcancía. V O C A B U L A R I O consigo — con ella.
  • 117. LA LLUVIA La mañana fue muy calurosa. Al volver de la escuela por las calles inundadas de sol y sin la más pequeña sombra, pensaba yo en un vaso de agua clara y fría, muy fría, que apagara mi sed. Después de la comida, mamá me permitió ir a casa de Rosa y Luis: nos habían invitado a visitarlos para que vié­ramos los conejitos que compraron el domingo. —Va a llover. Lleven mi sombrilla —elijo mamá. —Tu sombrilla es chica —respondió Carmela— y no al­us
  • 118. canza para los tres. ¿Quieres que mejor llevemos el para­guas del abuelito? El paraguas del abuelito es muy grande. ¡Qué bien nos cubre cuando llueve! Vimos los conejitos de Luis. Dos son blancos; gris el otro. Los dejamos salir de la conejera y pasamos buen rato observándolos. Luego nos pusimos a jugar. Al atardecer, grandes nubes negras velaron el cielo y un vientecillo súbito vino a agitar las hojas de los árboles. Martín nos dijo: — Oigan a los pájaros llamando al agua. ¡Vamonos antes que llueva! Nos despedimos de nues­tros amigos y nos dirigimos a casa. A mitad del camino nos alcanzó la lluvia. Gotas gruesas empezaron a caer. Eran pocas, pero aumentaron rápidamente. Chocaban contra los techos y las paredes de las casas, y contra el pavimento de la calle, haciendo mucho ruido. Tratábamos de correr, pero nos lo impedía el paraguas, del que no queríamos desampararnos. De pronto, Carmelita pisó un charco y nos mojó; Martín, 1 1 6
  • 119. para no hacer lo mismo, se apartó de nosotros llevándose el paraguas. ¡Cómo nos reímos! Cuando llegamos a casa nos secamos. Luego, con la cara apoyada a los vidrios de la ventana, estuvimos viendo llover hasta que Martín nos dijo: —Hagamos unos barquitos de papel para echarlos en aquellos arroyitos tan ligeros.que están formándose. Los hicimos; y cuando la lluvia se calmó un poco, Mar­tín los puso en la calle para que el agua que corría se los llevara. inundadas de sol — llenas de sol. velaron — cubrieron, ocultaron. súbito — repentino, que no se espera. 1 17
  • 120. HISTORIA DEL A G U A CLARA Agüita abajo, saltando, se va la piedrita negra. (Manita de colegial la convirtió en maromera.) De un lado a otro del agua ve la piedrita la hierba, y al verla esbelta y pulida se acuerda de que ella es fea: r¡Ay, tengo la cara sucia! ¡Ay, tengo la cara negra! Ay, ¡qué dirá agüita clara de que en su casa me meta . . .! 95 1 1 8
  • 121. Agüita clara se ríe con su carcajada fresca: "No seas boba, piedrita . . . ¿Por qué me tienes vergüenza? ¿Porque eres dura y opaca y yo diáfana y ligera, transparente como el día, y tú como noche densa? ¡Qué importa ser noche o día. qué importa, piedrita negra! ¡El día enciende los ojos; pero . . . en la noche se sueña! Y blanco y negro es lo mismo para el que pinta las piedras, para el que ajusta los mares, para el que mece la tierra." Yo escuché la voz del agua, y al oírla me dio pena, porque los hermanos hombres no tienen el alma buena, clara, como el agua clara que a todos los seres besa . . , Catalina Recavarren de Zizold V O C A B U L A R I O esbelta y pulida — alta y lustrosa, opaca — sin brillo, que no deja pasar la NI diáfana — clara, que deja pasar la luz. densa — muy obscura, compacta, apretada. 1 19
  • 122. EL AGUA En mi libro hay una recitación que dice: La lluvia viene de la nube; la nube es de agua que sube . . . Y eso es cierto. El sol calienta el mar, los ríos, los lagos y las fuentes, los charcos que se forman en las calles. El calor convierte en vapor una parte del agua. El vapor sube al cielo y forma las nubes. Cuando allá arriba sopla un viento frío, el vapor se con­vierte en agua y vuelve a bajar a la tierra en forma de lluvia. Todos los seres vivimos porque en la tierra hay agua. El agua calma nuestra sed. 1 2 0
  • 123. Un hombre puede vivir varios días sin comer si bebe agua. El agua le conserva la vida. El agua nos da la salud; sin ella no podríamos asear nues­tro cuerpo, nuestra ropa, nuestro hogar. Todos hemos visto a los animales domésticos beber el agua indispensable para su vida, y sabemos cómo los anima­les salvajes, por la noche, llegan silenciosamente a los ríos y abrevan allí. Si tomamos un puñado de tierra y lo examinamos, sólo vemos terrones y piedrecitas, pero en ellos están escondidos los alimentos que nutren a los árboles y a las plantas. El agua disuelve esos alimentos, gracias a lo cual los vegetales pue­den utilizarlos. El agua de las lluvias forma los ríos. Donde un río pasa cantando, los hombres levantan sus pueblos: saben que el agua es la gran benefactora de todos los seres vivientes. Los ríos bajan de las montañas y corren hacia el mar. Algunas veces encuentran en su camino escalones muy altos; saltándolos para bajar, forman cascadas. Los hombres conocen desde hace tiempo el secreto que les permite convertir en electricidad la fuerza con que cae el agua. V O C A B U L A R I O abrevar — beber agua los animales disuelve — deshace. benefactora — que hace el bien. 121
  • 124. LA LÁMPARA DE ALADINO Cuando Aladino murió, los cortesanos, para apoderarse de la Lámpara Maravillosa, registraron hasta los rincones más secretos del palacio de aquel rey. Todo fue inútil. La Lámpara Maravillosa, a la que estaba sometido el Genio Poderoso, había desaparecido. . Por las calles y plazas de las viejas ciudades de China la gente murmuraba: "¡La Lámpara Maravillosa no parece! ¡Feliz quien logre descubrirla!" Y al recordar que Aladino, llevado por aquel genio, po­día viajar sin caballos ni bajeles, y que manos invisibles 1 2 2
  • 125. trabajaban para él fabricando lo que necesitaba, muchos hombres se dedicaron a buscarla. Pasó el tiempo. Todos creyeron que la Lámpara Maravi­llosa se había perdido para siempre, y la olvidaron. Mas sucedió también que, en libros vetustos, se leía esta historia maravillosa: "Hubo una vez un Genio Poderoso capaz de dar descanso a los hombres mientras él trabajaba para ellos, capaz de ilu­minar las noches haciendo arder soles diminutos . . Leían aquello algunos sabios y se quedaban pensativos. —Puede suceder que la Lámpara Maravillosa no se halle nunca —decían—, o que jamás haya existido; pero nosotros encontraremos algo que ayude a los hombres tanto como pudo haberlo hecho el genio esclavo de la lámpara. Y durante muchos años los sabios buscaron, estudiaron, trabajaron, hasta dar, por fin, con el Genio Poderoso. 123
  • 126. Nosotros le damos* otro nombre: lo llamamos "Elec­tricidad". La electricidad nos permite viajar con rapidez en tranvías y ferrocarriles. La electricidad alumbra las calles y las casas tan pronto como se pone el sol. La electricidad lleva por el teléfono y la radio la voz hu­mana, la lleva más allá de los montes, más allá de los mares. La electricidad mueve las máquinas de las fábricas, que así trabajan para nosotros. La electricidad, genio poderoso, es servidora del Hombre. cortesanos estaba sometido murmuraban descubrirla bajeles vetustos V O C A B U L A R I O - servidores del rey. estaba obligado a obedecerlo. - decían en voz baja. - encontrarla. - barcos - antiguos, viejos.
  • 127. HISTORIA DE UN NIÑO POBRE Tomás tenía ocho años. Vivía con sus padres en una ciudad de pocos moradores. Muchas veces, acompañado de su madre, pasaba frente al edificio de la escuela; oía las voces de los muchachos que leían en coro; con curiosidad se asomaba por la puerta, abierta siempre. —Mamá, ¿cuándo me traes a la escuela? —preguntaba. La madre se entristecía. Tomás no iba a la escuela porque sus padres, siendo muy pobres, no podían comprarle ropa, ni libros, ni cua­dernos. Tomás insistía: — Mamá, ¿cuándo me llevas a la escuela? Quiero apren­der a leer. Una mañana la madre arregló a su hijo tan bien como pudo y lo llevó a la escuela. 125
  • 128. Tomás se sentía gozoso. Por fin aprendería a leer, y a es­cribir . . . Mas su felicidad sólo duró algunas semanas. La pobreza de los padres lo obligó a no asistir a la escuela. Entonces la madre, que sabía leer, comenzó a enseñar al hijo. Aunque Tomás aprendió muy pronto, aquel fue el único estudio que haría en su infancia, porque al ver la miseria en que vivían sus padres quiso ayudarlos y buscó trabajo. Por el pueblo de Tomás pasaba un ferrocarril. Allí le dieron ocupación. El tenía entonces catorce años. Todos los días Tomás viajaba en el tren con un gran pa­quete de periódicos que vendía en las estaciones. Los perió­dicos se le agotaban rápidamente. Quienes esperaban en las últimas estaciones no alcanzaban a comprarlos.. - Tomás ahorró algún dinero, compró una prensita muy usada; se agenció tipos viejos, y así consiguió imprimir, mientras viajaba, hojas que reproducían las noticias princi­pales de cada día. De ese modo aumentaron sus ganancias. 126
  • 129. Cierta vez, esperando la llegada del tren, vio cómo el hi-jito del jefe de la estación atravesaba los rieles en el mo­mento en que una locomotora se acercaba. Tomás compren­dió el peligro: corrió, tomó en brazos al niño y logró salvarlo. El padre, agradecido, decidió enseñar al muchacho el manejo de los aparatos telegráficos, que funcionan mediante la electricidad. Pero Tomás no se conformó con el simple aprendizaje, quiso saber cómo estaban hechos los aparatos; qué cosa era 127
  • 130. la electricidad; por qué ésta hacía que los aparatos se mo­vieran. Todo el dinero que le daban sus padres lo invirtió To­más en libros e instrumentos: libros que le explicaban la electricidad; instrumentos que le permitían construir apa­ratos que él ideaba, y de esa manera acabó dedicando toda su vida a inventar aparatos que los hombres usaran para aprovechar mejor la electricidad. El fue quien inventó, entre otras cosas útiles, la lámpara eléctrica, que noche a noche encendemos en nuestra casa. El nombre completo de Tomás fue éste: Tomás Alva Edison. 1 2 8
  • 131. LOS JUEGOS Las niñas juegan en el patio de mi casa. Todas forman una fila; sólo Carmela queda aparte. Anita es la primera; siguen Concha, Isabel, Rosa, Lupe y Blanca. Anita no se mueve; en torno de ella giran las otras niñas formando un caracol. Cantan alegremente: II Lect — 5 129
  • 132. Ángel de oro, fio recita del vergel que de Francia he venido por un niño portugués. Esta no la quiero porque es perezosa; ésta me la llevo por limpia y hermosa. Parece una rosa, parece un clavel acabado de nacer. Cuando cantan " ésta me la llevo . . Carmela detiene a una de sus amigas, la cual sale de la fila y ase a Carmela por detrás. Desde las ramas de una higuera, Martín y yo las vemos jugar De pronto, Martín baja de un salto y me grita: — ¡A que no me alcanzas! Corro tras él. Martín pasa y vuelve a pasar entre la fila de las niñas. Ellas gritan y ríen, corren tras de nos­otros. Entonces Martín dice: —Mejor juguemos todos al lobo. ¿Quieren? V O C A B U L A R I O 1 30 ase coge.
  • 133. 5 5 EL LOBO ( J u e g o ) Martín es el lobo y corre a esconderse. Los demás formamos una ronda v cantamos Juguemos en el bosque mientras el lobo no está; si espera hasta la noche a nadie encontrará. Luego preguntamos: —Lobo, ¿estás? El lobo responde: —No; me estoy poniendo los calcetines Seguimos cantando: Juguemos en el bosque mientras el lobo no está .
  • 134. Preguntamos: —Lobo, ¿estás? —No: rae estoy poniendo los pantalones. Varias veces más preguntamos al lobo si ya está listo, pero él necesita ponerse la ropa, los anteojos, el sombrero, y tarda mucho. La ronda sigue: Juguemos en el bosque mientras el lobo no está; si espera haista la noche a nadie encontrará. —Lobo, ¿estás? -Síííí . . . —responde el lobo, Todos corremos. ios. Martín ha h cogido a Rosita Ahora Rosita será el lobo. jugamos un buen rato, hasta que anochece. Mamá ha encendido la luz. Las niñas se despiden. Carmela, Martín y yo las acompañamos hasta la esquina. 132
  • 135. ADIVINANZAS Al volver, nos sentamos a la puerta de la casa y pla­ticamos. Martín nos cuenta que en su pueblo había un viejecito llamado don Julián. Por las tardes, al obscurecer, le gustaba verse rodeado de muchachos a quienes divertía con adivi­nanzas y cuentos. Entre risas y conversaciones, dejaban co­rrer el tiempo hasta que las mamas empezaban a llamar a sus hijos y don Julián entraba en su casa. —Les diré una adivinanza de las que aprendí con él —dice Martín—. A ver quién acierta lo que es. 133
  • 136. Verde fui, negro soy, rojo seré; convertido en cenizas me veré. ^ 9 —;Qué fácil! —exclamamos—. Es el carbón. —Sí, porque cuando es árbol está verde; con la leña ha­cen el carbón, que es negro; se pone rojo si lo queman, y, al fin, se convierte en cenizas. —Adivinen ésta: I i) w Agüita salada qne hasta la reina, si tiene penas, lleva en los ojos. —Ya sé —digo yo—, son las lágrimas, porque son sala­das, y si la reina tiene penas, también llora. A ver otra más difícil. ¿Por qué nos las propones tan fáciles? —Para que las adivinen pronto. Ahora va una difícil: Vuela sin alas, silba sin boca v no se ve ni se toca. Ni Carmela ni yo la adivinamos. Voy corriendo a buscar a mamá. La encuentro sentada en su sillita. Está cosiendo. 9 —Mamá, oye esta adivinanza y dime qué es. —Es el viento, hijito. 1 34
  • 137. Se lo digo a Martín, y él responde que sí, y se levanta. Carmela y yo le pedimos: i 135
  • 138. EL RAMITO BLANCO Para ti, linda hermana, arrancaré los ramos de florecillas nuevas a los almendros blancos, en un tranquilo y triste alborear de marzo. Los regaré con agua de los arroyos claros, los ataré con verdes junquillos del remanso. ¡Para ti, linda hermana, yo haré un ramito blanco! Antonio Machado 1 36
  • 139. LA MONEDA PERDIDA Era la hora de salida. Mis compañeros y yo guardábamos los útiles. Algunos lo hacían tan apresuradamente, que sus cuadernos y lápices caían al suelo, y queriendo ser los primeros en terminar, fueron los últimos. Cuando estuvimos listos, la maestra nos dio orden de sa­lir. Entonces Felipe dijo: —-Señorita, traía un peso y no lo encuentro. Mamá me encargó que comprara una medicina; con ese dinero iba a pagarla. La maestra ordenó que esperáramos y ayudó a Felipe a buscar en la mochila, entre las hojas del libro, en los cua­dernos; pero fue inútil. Todos regresamos a nuestros asientos. 137
  • 140. La maestra nos elijo que ayudáramos a Felipe a buscar su dinero. Revisamos las mochilas, los mesabancos, el piso. Alguien observó: 1 —Pienso que Felipe no trajo ese dinero. Protestó Felipe. Traía la moneda —-dijo— en el bolsillo del pantalón; ya en clase, la había guardado en la mochila. De eso estaba seguro. Carlos refirió cómo había visto a Vicente cuando daba una moneda al primo suyo (el de Vicente) que estudia en cuarto año. —He ido a buscarlo —agregaba—>pero ya había salido. Carlos suponía que Vicente había tomado el dinero, y al­gunos compañeros empezaban a creerle y a murmurar con él. Vicente, muy pálido, lloraba explicando que había dado a su primo una rondana que encontró en la calle.
  • 141. LA BIBLIOTECA • En la escuela queremos formar una biblioteca. Será útil a los pequeños y a los mayores. Los niños de primero y segundo año encontraremos allí libros de cuentos e historietas sencillas. Los alumnos de grupos más adelan­tados encontrarán libros para estudio. Los maestros nos han invitado a traer todos los libros que nuestros padres quieran obsequiar a la escuela. Ahora tenemos ya algunos. Entre ellos abundan los bue­nos cuentos. Están El Gato con Botas, La Cenicienta, El Rey del Río de Oro, La Reina de las Nieves y otros tan bonitos como és­tos. Hay niños que en su casa no disponen de libros, y 1 39
  • 142. como les gusta mucho leer, se pasan todo el año releyendo los textos de la escuela. Algunos hasta se aprenden las lec­ciones de memoria. ¡Cómo ha de seguir esto así, habiendo tantos libros interesantes y pudiendo contribuir todos para que se compren! Nuestros maestros organizaron, a beneficio de la biblio­teca, una función de cine que nos agradó mucho. Pasaron varias películas: El Negrito y el Lobo, Paisajes mexicanos, Historia del libro. En esta última vimos los libros de piedra que los hombres antiguos usaban para es­cribir con figuras que no se parecen a nuestras letras. Tam­bién nos mostró los libros hechos en el papel que los an­tiguos pobladores de México fabricaban con las fibras de la corteza de algunos árboles. Claro que esos libros tampoco se parecen a los nuestros: no tienen cubiertas, ni lomo, ni hojas. Son columnas de piedra, o ladrillos de barro, o grandes hojas de papel que se guardaban dobladas, como se guardan hoy las piezas de tela. La última película fue muy divertida; se llama El gallo perezoso. 1 40
  • 143. EL GALLO PEREZOSO Había una vez un gallo grande y otro chico. Gallo Grande quería que Gallo Chico aprendiera todo lo que deben saber los gallos. Al llegar la media noche, Gallo Grande decía a Gallo Chico: —Vamos a cantar, gallito, para anunciar que mañana hará buen día: Mientras llega el día hermoso, quiero la noche en reposo, murmuraba el gallito, y se quedaba quieto. Al amanecer, Gallo Grande explicaba: — Gallito, vuela al suelo, colócate con firmeza, bate las alas y canta: ^¡Quiquiriquí!", porque ya va a salir el sol. Batir las alas enfría y enferma al gallo en el día, rezongaba el gallito, y no cantaba. • 141
  • 144. Al mediodía, Gallo Grande, viendo las nubes que se amon­tonaban en el cielo, aconsejaba a Gallo Chico: —Mira esas nubes; tenemos que prevenir a los hombres que esta noche lloverá. Si ha de llover, que se moje el que ande fuera de noche, decía el gallito con mucha tranquilidad. Una noche, Gallo Grande, alarmado, dijo: —La zorra anda por aquí; tenemos que asustarla. Canta fuerte, Gallo Chico: ";Cocó cocoricó! ¡Coco cocoricó!" 142
  • 145. Y Gallo Grande cantó tan fuerte, que despertaron las ga­llinas, ladraron los perros y la zorra salió corriendo. —Y tú —preguntó entonces a Gallo Chico—, ¿no tienes que ayudarme a cuidar el gallinero? Gallo Chico, sin responder, sólo abrió un ojo, y luego lo volvió a cerrar y se quedó inmóvil. Gallo Grande, muy enojado, cogió al Gallo Chico por la cresta y lo echó a la calle. En la calle se quedó tirado el gallito. Cuando en el cielo brilló la primera claridad del día, la Aurora bajó al pueblo y encontró al gallito. 143
  • 146. —¡Ya te conozco! ¡Eres muy perezoso! Como no quieres trabajar, te transformaré en un gallo de hojalata. El campanero salió de su casa para ir al trabajo y vio en el suelo un gallo de hojalata. —¡Qué bueno que encontré este gallo! —dijo—. Lo pon­dré en la veleta de la iglesia para que el viento lo haga gi­rar y nos diga en qué dirección sopla. Y hablando al gallo, agregó: — ¡Alégrate! Vas a estar muy alto. Te iluminará el pri­mer rayo del sol, y el último te pintará de rojo. Te cubrirá de gotitas claras la lluvia. ¡Alégrate! Vas a ser útil. Lo que el gallito rehuía lo hace ahora todo el día. V O C A B U L A R I O rezongaba — refunfuñaba, protestaba en voz baja. rehuía — evitaba. 1 44
  • 147. LA PUNTUALIDAD El viernes visitamos una fábrica de papel. : Desde la víspera mi maestra nos explicó que los alumnos impuntuales seguramente se quedarían sin asistir a la excur­sión, pues la salida se había fijado, precisamente, para las ocho de la mañana. El jueves por la noche pedí a mamá que al día siguiente me despertara muy temprano. Igual recomendación hice a papá. El me dijo: —Para que estés más tranquilo, pondré el despertador cerca de ti. —No, papá —le contesté—. Yo soy enemigo del desper­tador y de los otros relojes; siempre me hacen correr. —Si no hubiera relojes —respondió mi padre—, corre­rías más, y muchas veces inútilmente. 145
  • 148. Luego continuó así: "Imagínate lo que sucedería si no hubiera relojes. "Saldrías tranquilamente de casa para ir a la escuela, y al llegar te encontrarías con que la maestra y tus condis­cípulos habían empezado el trabajo desde mucho antes, pensando que ya era tarde. "Al mediodía, cansado tú v con hambre, no sonaría la campana para salir, porque el director podría imaginarse que aún era temprano. "Otras veces llegarías a la escuela corriendo, y resultaría que tú y otros muchos tenían que esperar largo rato a los demás. "Pienso que a tu escuela asisten algunos niños que viven en el País sin Relojes. "Son aquellos que llegan cuando los otros han hecho va uno o dos trabajos, y que responden al maestro, si éste les pregunta la causa de su retardo: 146
  • 149. "—Creí que era temprano . . . "Son niños que interrumpen el trabajo de los demás y les hacen perder el tiempo. "En resumen, que el reloj nos ayuda a adquirir la cos­tumbre, muy útil, que se llama puntualidad. "Puntualidad quiere decir llegar a tiempo. "Llegar a tiempo al trabajo. "Llegar a tiempo a las diversiones. "Llegar a tiempo a las visitas." VOCABULARIO excursión — visita a un lugar para estudio o recreo. interrumpen — estorban o impiden. resumen — breve manera de decir algo. 147
  • 150. UNA EXCURSIÓN (Primera parte) Todos esperábamos impacientes la llegada de los autobu­ses que nos llevarían a visitar la fábrica de papel. Queríamos saber cómo se convierte la madera de los ár­boles en papel para libros. * Te voy a decir lo que aprendí en esa visita. Empieza por imaginarte un bosque, un extenso y solitario bosque de oyameles, pinos o chopos. 148
  • 151. Cada año, durante algunas semanas, el bosque se llena de ruidos: voces de hombres, chirriar de sierras, golpes de árboles que caen. A los troncos derriba­dos se les convierte en rajas chicas. Las rajas siguen hasta la fábrica de papel. Vimos en el patio de la fábrica cómo apilan las rajas, sobre grandes tan­ques, donde las lavan y les quitan la corteza. Luego las rajas llegan a las máquinas, que las trituran hasta convertirlas en astillas. La madera, triturada así, pasa a unos depósitos de acero donde se la hierve en agua. Hervida la madera, se convierte en pulpa. La pulpa se mezcla con más agua y se pone en cubas enormes que se llaman batidores. En el batidor, la pulpa de madera parece arroz con leche. Muy bien batida ya, la pulpa se lava cuidadosamente y queda lista para ir a la máquina que la transformará en papel. Esta máquina es muy grande, y su funcionamiento, mara­villoso. Por un lado entra la pulpa, que todavía es madera, aunque hecha pasta; por el otro, sale convertida en una tira de papel de varios metros de ancho v de ocho kilómetros de longitud, que se enrolla alrededor de un eje llamado mandril. 149
  • 152. Dijo mi maestra que los chinos fueron los inventores la fabricación del papel. VOCABULARIO derribados— que se les ha hecho caer. trituran — despedazan. 150
  • 153. UNA EXCURSIÓN (Segunda parte) Terminada la visita a la fábrica, todos gritamos: —¡A comer! Llevábamos tortas de huevo, de mole, de queso, de agua­cate; frijoles y mucha fruta. Cada uno buscó a sus amigos, y en grupos nos sentamos a comer bajo los frondosos árboles de un jardín. Descansamos buen rato. En seguida los maestros nos per­mitieron jugar. 151
  • 154. Quiénes jugábamos al burro, quiénes a las canicas, quié­nes al trompo o a la pelota. Mi maestra nos enseñó el juego de "Los enanitos y el gigante". Te explicaré cómo es, para que también tú te di­viertas jugándolo. Uno de los compañeros más grandes hace de gigante. Los demás son los enanos. El gigante pone su tesoro en el suelo y, colocándose cerca, se prepara a vigilarlo. El tesoro es un pañuelo anudado por las puntas. Todos los enanitos procuran quitar el pañuelo al gigante, y tan pronto como alguno lo consigue, echan a correr. Siempre corriendo, irán pasándose de mano en mano el pañuelo, mientras el gigante trata de recuperarlo. El enanito que se des­cuide y deje que el pa­ñuelo caiga en poder del gigante, será gigante a su vez. En este juego no hay refugios que ofrezcan descanso a los jugado­res. Además, el gigante no puede quitar por la fuerza el pañuelo, ni se permite a ningún ena­nito retener la prenda, sino que pronto ha de pasarla a otro. ~ 2 9 152
  • 155. Tras de jugar y retozar toda la tarde, emprendimos el regreso. Nuestras canciones y risas eran como fiesta para la gente que transitaba por el camino. V O C A B U L A R I O frondosos vigilarlo recuperarlo emprendimos transitaban retener refugios con muchas ramas y hojas. cuidarlo. tenerlo otra vez. empezamos. caminaban. tener mucho tiempo. lugares a salvo de ataque o peligro. 153
  • 156. EL P En el jardincito lleno de sombrean, está un pajarito Picotea afanoso la tierra allá; a veces se queda quiet luego se esconde bajo las cando, diligente, gusanos ) Carmela y yo lo vemos d lo mejor, salimos al jardín El pajarito no advierte ni Ahora las grandes hojas de Carmela me dice en voz Pero él nos descubre en1 rama del árbol, inclinand< mira con inquietud. ÜARILLO lores, y que dos grandes arbole Vivo y gracioso, va de aquí par , inclinada la cabecita a un ladc natas, y a poco reaparece, bus semillas. sde -la ventana. Para contemplai ístra presencia y sigue comiendc un platanillo me impiden verle 3aja: "Allí está" mees, alza el vuelo, y desde un hacia abajo el cuerpecito, no 1 5 4