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Su obra poética 
La obra poética de Alfonsina Storni puede dividirse en dos etapas. La 
primera incluye los siguientes libros: La inquietud del rosal (1916), El dulce 
daño (1918), Irremediablemente (1919), Languidez (1920) y Ocre (1920). La 
segunda comprende Mundo de siete pozos (1934) y Mascarilla y trébol 
(1938). 
La inquietud del rosal es su primer libro de versos, “sobrecargado de mieles 
románticas”, que la autora no tomó en cuenta cuando posteriormente 
preparó una antología de sus poemas. 
El dulce daño traduce la posición crítica, valiente y espontánea de Alfonsina 
cuando señala la ventaja del hombre sobre la mujer. La poetisa propone 
una imagen de la mujer que reclama un lugar en el mundo nuevo. Esta 
actitud le valió la adhesión incondicional de sus lectoras. 
Irremediablemente es un libro que refleja un cambio en su autora. Los versos 
“rosas” dan paso, ahora, a poesías más profundas, en las que predominan 
dos temas esenciales: la muerte y el mar. El lenguaje poético continúa 
siendo sencillo, despojado de falsos intelectualismos.
Languidez traduce el estado de soledad y fracaso de su autora. A través de 
un tono familiar, Alfonsina evoca la ciudad de Buenos Aires, el río de la Plata, 
el suburbio y otros temas que se relacionan con la realidad inmediata. 
Ocre es el libro de la madurez de Alfonsina Storni –en el cual se equilibran las 
influencias románticas y modernistas-. En los sonetos de esta obra, la autora 
trata el tema de la mujer frente al hombre, a quien considera irónicamente 
“el amo del mundo”. 
Mundo de siete pozos es un libro original, escrito en versos libres, en el cual la 
cabeza humana es ese mundo de siete pozos. En efecto, dos puertas son los 
ojos, dos las orejas y dos la nariz; mientras que la boca es el séptimo pozo. 
Muchas de las poesías de este libro han sido comparadas con las del oscuro 
Góngora, pleno de metáforas imágenes cultistas, puesto que en ellas todo 
es exageradamente desproporcionado. 
Mascarilla y trébol, último libro de Alfonsina, reúne poesías breves, dispuestas 
en forma de sonetos, designados por ella misma con el nombre de 
“antisonetos”. Son estos poemas herméticos, oscuros, a los cuales la autora 
agregó notas explicatorias para ayudar al lector a comprenderlos. 
Con este libro se cierra su camino poético, camino que se iniciará con 
aquellos versos plenos de hondo sentimiento aparecidos en sus primeros 
libros, hasta los poemas laboriosamente trabajados de su última época.
La diferencia entre los libros de la primera época y los que cierran su 
producción radica además en un cambio de las formas: del verso 
tradicional al verso libre y en la visión del mundo. En la primera etapa, bajo 
la influencia de los románticos y modernistas, esa visión es subjetiva y 
sentimental, celebratoria del espontáneo mundo de los sentidos bajo el cual 
nace una verdadera ciencia de lo femenino. En la segunda etapa, que 
culmina con Mascarilla y trébol, aquella visión primaveral se torna agria y 
discordante, irónica y plena de angustia. El jazz bland, los habitantes de 
Marte, los dibujos animados, el charleston, el siglo XX a quien llamó “siglo 
mío”, son temas nuevos que revelan la adecuación de Alfonsina Storni a un 
mundo que había cambiado entre su primer libro (1916) y el último (1938). La 
poetisa permaneció al margen de los grupos vanguardistas, pero asimiló sus 
enseñanzas, y al final de sus días dio una lección de perpetua juventud 
literaria al cambiar el rumbo de su poesía.
¡Adiós! 
Las cosas que mueren jamás resucitan, 
las cosas que mueren no tornan jamás. 
¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda 
es polvo por siempre y por siempre será! 
Cuando los capullos caen de la rama 
dos veces seguidas no florecerán... 
¡Las flores tronchadas por el viento impío 
se agotan por siempre, por siempre jamás! 
¡Los días que fueron, los días perdidos, 
los días inertes ya no volverán! 
¡Qué tristes las horas que se desgranaron 
bajo el aletazo de la soledad! 
¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas, 
las sombras creadas por nuestra maldad! 
¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas, 
las cosas celestes que así se nos van! 
¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!... 
-de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!... 
¡Que todo el que llegue se muera al tocarte, 
corazón maldito que inquietas mi afán! 
¡Adiós para siempre mis dulzuras todas! 
¡Adiós mi alegría llena de bondad! 
¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas, 
las cosas celestes que no vuelven más!...
La caricia perdida 
Se me va de los dedos la caricia sin causa, 
se me va de los dedos... En el viento, al pasar, 
la caricia que vaga sin destino ni objeto, 
la caricia perdida ¿quién la recogerá? 
Pude amar esta noche con piedad infinita, 
pude amar al primero que acertara a llegar. 
Nadie llega. Están solos los floridos senderos. 
La caricia perdida, rodará... rodará... 
Si en los ojos te besan esta noche, viajero, 
si estremece las ramas un dulce suspirar, 
si te oprime los dedos una mano pequeña 
que te toma y te deja, que te logra y se va. 
Si no ves esa mano, ni esa boca que besa, 
si es el aire quien teje la ilusión de besar, 
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos, 
en el viento fundida, ¿me reconocerás?
Lo inacabable 
No tienes tú la culpa si en tus manos 
mi amor se deshojó como una rosa: 
Vendrá la primavera y habrá flores... 
el tronco seco dará nuevas hojas. 
Las lágrimas vertidas se harán perlas 
de un collar nuevo; romperá la sombra 
un sol precioso que dará a las venas 
la savia fresca, loca y bullidora. 
Tú seguirás tu ruta; yo la mía 
y ambos, libertos, como mariposas 
perderemos el polen de las alas 
y hallaremos más polen en la flora. 
Las palabras se secan como ríos 
y los besos se secan como rosas, 
pero por cada muerte siete vidas 
buscan los labios demandando aurora. 
Mas... ¿lo que fue? ¡Jamás se recupera! 
¡Y toda primavera que se esboza 
es un cadáver más que adquiere vida 
y es un capullo más que se deshoja!
Hombre pequeñito 
Hombre pequeñito, hombre pequeñito, 
suelta a tu canario que quiere volar... 
Yo soy el canario, hombre pequeñito, 
déjame saltar. 
Estuve en tu jaula, hombre pequeñito, 
hombre pequeñito que jaula me das. 
Digo pequeñito porque no me entiendes, 
ni me entenderás. 
Tampoco te entiendo, pero mientras tanto 
ábreme la jaula que quiero escapar; 
hombre pequeñito, te amé media hora, 
no me pidas más.
Su obra poética 
La poesía de Pizarnik es surrealista, sin embargo no se encasilla fácilmente en 
ningún movimiento dentro de su generación y la poeta no tuvo interés en la 
poesía comprometida que se escribía en Argentina durante estas décadas 
de tensiones políticas. El rasgo que más destaca de su poesía es el uso de 
imágenes ilógicas y oníricas. También emplea el simbolismo, lo cual muestra 
la influencia de los simbolistas franceses que leyó en su adolescencia, 
incluyendo a Rimbaud, Verlaine, Mallarmé y Lautremont. Las imágenes 
surrealistas y los símbolos ilustran los siguientes temas que aparecen 
frecuentemente en su obra: 
-La muerte 
-El silencio 
-La infancia y la orfandad 
-La enajenación 
-El ensimismamiento 
-El desdoblamiento del yo 
-La angustia existencial
Su estilo se caracteriza por la economía verbal y la búsqueda del lenguaje 
exacto, pero al final de su vida, Alejandra se siente frustrada con el 
lenguaje: 
"Es interesante notar que Borges, en conversación con C. Fernández 
Moreno, dice que Lugones, que era esencialmente 'verbal; -al igual que 
Pizarnik- se mató cuando comprendió por fin que la realidad es 
incomunicable y atroz", dice Susana H. Haydu en el libro Alejandra Pizarnik: 
evolución de un lenguaje poético. 
Pizarnik revela su desilusión con su propia obra en una entrada de 1969 en 
sus diarios: "Mis poemas de ahora están muertos. Siento que nada vibra 
dentro de mi. Hay una herida y esto es todo. Pero se cumple en un lugar 
donde el lenguaje no parece necesario". 
Su poesía y su existencia atestiguan permanentemente el sentimiento de 
la inadecuación del lenguaje para expresar al mundo, y la inadecuación 
del mundo con respecto a nuestros deseos más profundos. En esto se 
aparta de la tradición de la poesía de lengua española, que no suele 
internarse con tanta tenacidad, verdad e intensidad en estas zonas de la 
experiencia. Ella es un testigo trágico e insobornable de este sentimiento, y 
lo expresa con una fuerza extraordinaria. Es decir que hay en ella por un 
lado cierta desconfianza central en el lenguaje y por otro, 
paradójicamente, una excepcional maestría en el lenguaje poético con el 
que denuncia esta falla central de las palabras para decir realmente lo que 
nos pasa: "Sospecho que lo esencial es indecible".
De este sentir trágico deriva el miedo: miedo a no ser de este mundo, a no 
saber qué hacer con ese no ser de este mundo y asimismo miedo a la 
locura, miedo a envejecer. Pero según la advertencia de Rilke:“Hice algo 
contra el miedo –escribí con él”, Pizarnik fue muy tenaz en su vocación y 
valiente en su sufrimiento; se interrogó hasta el final y hasta las más 
extremas consecuencias acerca del sentido de su escritura, de lo que su 
compromiso con la poesía significaba: “Ayúdame a no pedir ayuda”. Y 
sobre todo siguió escribiendo hasta sus últimos días.
Cuarto solo 
Si te atreves a sorprender 
la verdad de esta vieja pared; 
y sus fisuras, desgarraduras, 
formando rostros, esfinges, 
manos, clepsidras, 
seguramente vendrá 
una presencia para tu sed, 
probablemente partirá 
esta ausencia que te bebe. 
Fiesta 
He desplegado mi orfandad 
sobre la mesa, como un mapa. 
Dibujé el itinerario 
hacia mi lugar al viento. 
Los que llegan no me encuentran. 
Los que espero no existen. 
Y he bebido licores furiosos 
para transmutar los rostros 
en un ángel, en vasos vacíos.
Devoción 
Debajo de un árbol, frente a la casa, veíase una mesa y 
sentadas a ella, la muerte y la niña tomaban el té. Una 
muñeca estaba sentada entre ellas, indeciblemente 
hermosa, y la muerte y la niña la miraban más que al 
crepúsculo, a la vez que hablaban por encima de ella. 
–Toma un poco de vino –dijo la muerte. 
La niña dirigió una mirada a su alrededor, sin ver, 
sobre la mesa, otra cosa que té. 
–No veo que haya vino –dijo. 
–Es que no hay –contestó la muerte. 
–¿Y por qué me dijo usted que había? –dijo. 
–Nunca dije que hubiera sino que tomes –dijo la 
muerte. 
–Pues entonces ha cometido usted una incorrección al 
ofrecérmelo –respondió la niña muy enojada. 
–Soy huérfana. Nadie se ocupó de darme una 
educación esmerada –se disculpó la muerte. 
La muñeca abrió los ojos.
Cantora nocturna 
Joe, macht die Musik von damals nacht... 
La que murió de su vestido azul está cantando. Canta 
imbuida de muerte al sol de su ebriedad. Adentro de su 
canción hay un vestido azul, hay un caballo blanco, hay un 
corazón verde tatuado con los ecos de los latidos de su 
corazón muerto. Expuesta a todas las perdiciones, ella canta 
junto a una niña extraviada que es ella: su amuleto de la 
buena suerte. Y a pesar de la niebla verde en los labios y del 
frío gris en los ojos, su voz corroe la distancia que se abre 
entre la sed y la mano que busca el vaso. Ella canta. 
a Olga Orozco
Su obra poética 
La obra de Olga Orozco abarca un largo período de tiempo y coincide, 
más o menos, con la segunda mitad del siglo veinte. Inicia su trayectoria 
como poeta en el año de 1946 con la publicación de Desde lejos y 
concluye con Con esta boca, en este mundo, publicada en 1994. Su voz 
lírica, con ser vasta y compleja, no impide establecer un sentido primordial 
que sea capaz de coordinar y vertebrar la totalidad de su obra. Aún más, 
se puede mencionar sin caer en generalizaciones excesivas que la obra 
de Orozco persiste con delicada fijación en el ejercicio sostenido de la 
interrogación al misterio. La lírica entonces se levanta como una voz 
distinguible que pregunta por el reverso de las cosas. Aspira a señalar lo 
imposible; para hacerlo, la voz poética se engarza en un tramado 
riquísimo de recursos literarios de sobrada valía. Olga Orozco es capaz de 
incorporarse a una tradición que la antecede, que ella retoma y que 
proyecta hacia un escenario cultural determinado: el de la Argentina y el 
de Hispanoamérica en su conjunto.
Olga Orozco recupera del surrealismo la noción de la inspiración como una 
propulsión de la intuición dejada a la deriva, depositaria de imaginerías 
confusas y fuerzas incontrolables. Así, el poema condensa en símbolos 
sugerentes las corrientes profundas del Ser del poeta, detenido éste en una 
suerte de contemplación dinámica, en vilo sobre el mundo material regido 
por las causas y los efectos. 
Toda su obra gira en torno del tema de la muerte y la soledad, que ha 
sabido expresar con una gran intensidad dramática. Lo más importante de 
su producción se encuentra en los poemarios. En general, el uso del versículo 
le permite desplegar una imaginación visionaria, suntuosa de figuras, al 
servicio de una serie de temas constantes: la evocación idealizada del 
paisaje nativo (la llanura pampeana), la infancia en tanto paraíso perdido, 
la adolescencia como edad de los descubrimientos, la memoria como 
tesoro poético donde el tiempo puede recuperarse y solventar las 
asechanzas de la muerte. La poesía francesa posterior al surrealismo y la 
poesía narrativa norteamericana le valen para organizar un lenguaje muy 
personal y un mundo cerrado, melancólico, sofocante y voluptuoso a la vez.
Si me puedes mirar 
Madre: es tu desamparada criatura quien te llama, 
quien derriba la noche con un grito y la tira a tus pies como 
un telón caído 
para que no te quedes allí, del otro lado, 
donde tan sólo alcanzas con tus manos de ciega a descifrarme 
en medio de un muro de fantasmas hechos de arcilla ciega. 
Madre: tampoco yo te veo, 
porque ahora te cubren las sombras congeladas del menor 
tiempo y la mayor distancia, 
y yo no sé buscarte, 
acaso porque no supe aprender a perderte. 
Pero aquí estoy, sobre mi pedestal partido por el rayo, 
vuelta estatua de arena, 
puñado de cenizas para que tú me inscribas la señal, 
los signos con que habremos de volver a entendernos. 
Aquí estoy, con los pies enredados por las raíces de mi sangre 
en duelo, 
sin poder avanzar. 
Búscame entonces tú, en medio de este bosque alucinado 
donde cada crujido es tu lamento, 
donde cada aleteo es un reclamo de exilio que no entiendo, 
donde cada cristal de nieve es un fragmento de tu eternidad, 
y cada resplandor, la lámpara que enciendes para que no me 
pierda entre las galerías de este mundo. 
Y todo se confunde.
Y tu vida y tu muerte se mezclan con las mías como las 
máscaras de las pesadillas. 
Y no sé dónde estás. 
En vano te invoco en nombre del amor, de la piedad o del 
perdón, 
como quien acaricia un talismán, 
una piedra que encierra esa gota de sangre coagulada capaz 
de revivir en el más imposible de los sueños. 
Nada. Solamente una garra de atroces pesadumbres que 
descorre la tela de otros años 
descubriendo una mesa donde partes el pan de cada día, 
un cuarto donde alisas con manos de paciencia esos pliegues 
que graban en mi alma la fiebre y el terror, 
un salón que de pronto se embellece para la ceremonia de 
mirarte pasar 
rodeada por un halo de orgullosa ternura, 
un lecho donde vuelves de la muerte sólo por no dolernos 
demasiado. 
No. Yo no quiero mirar. 
No quiero aprender otra vez el nombre de la dicha en el 
momento mismo en que roen su rostro los enormes 
agujeros, 
ni sentir que tu cuerpo detiene una vez más esa desesperada 
marea que lo lleva, 
una vez más aún, 
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No quiero oír el ruido del cristal trizándose, 
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ni ver cómo no estás.
Madre, madre, ¿quién separa tu sangre de la mía?, 
¿qué es eso que se rompe como una cuerda tensa golpeando 
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¿qué gran planeta aciago deja caer su sombra sobre todos los 
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¡Oh, Dios! Tú eras cuanto sabía de ese olvidado país de 
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eras como el amparo de la lejanía, 
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¿Dónde buscar ahora la llave sepultada de mis días? 
¿A quién interrogar por el indescifrable misterio de mis 
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¿Quién me oirá si no me oyes? 
Y nadie me responde. Y tengo miedo. 
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Porque día tras día alguien que se enmascara juega en mí a las 
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Yo camino a su lado y empujo con su mano esa última puerta, 
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y que guardo yo misma vestida con un traje de centinela 
funerario. 
¿Sabes? He llegado muy lejos esta vez. 
Pero en el coro de voces que resuenan como un mar 
sepultado 
no está esa voz de hoja sombría desgarrada siempre por el 
amor o por la cólera; 
en esas procesiones que se encienden de pronto como bujías 
instantáneas
no veo iluminarse ese color de espuma dorada por el sol; 
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a resina; 
ningún calor me envuelve con esa compasión que infundiste 
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Entonces, ¿dónde estás?, ¿quién te impide venir? 
Yo sé que si pudieras acariciarías mi cabeza de huérfana. 
Y sin embargo sé también que no puedes seguir siendo tú 
sola, 
alguien que persevera en su propia memoria, 
la embalsamada a cuyo alrededor giran como los cuervos unos 
pobres jirones de luto que alimenta. 
Y aunque cumplas la terrible condena de no poder estar cuando 
te llamo, 
sin duda en algún lado organizas de nuevo la familia, 
o me ordenas las sombras, 
o cortas esos ramos de escarcha que bordan tu regazo para 
dejarlos a mi lado cualquier día, 
o tratas de coser con un hilo infinito la gran lastimadura de mi 
corazón.
 Fraschini, Alfredo E. (2001) Panorama de la 
Literatura argentina. Santa Fe: Kapelusz. 
 Prieto, Martín (2006) Breve historia de la literatura 
argentina. Buenos Aires: Taurus. 
 Veiravé, Alfredo (1980) Literatura 
hispanoamericana y argentina. Buenos Aires: 
Kapelusz.
 “Cuarto solo”, “Fiesta”, “Devoción” y “Cantora 
nocturna” de Alejandra Pizarnik en Obras 
completas 
© Ediciones Corregidor 
 “Si me puedes mirar” de Olga Orozco en Obra 
poética 
© Ediciones Corregidor 
 “Hombre pequeñito”, “¡Adiós!”, “La caricia 
perdida”, “Lo inacabable” de Alfonsina Storni en 
Obra completas 
© Ediciones Corregidor
 http://literatura.about.com/od/Escritoresporapellid 
o/a/Alejandra-Pizarnik.htm 
 http://www.educ.ar/recursos/ver?id=103626 
 http://www.personal.psu.edu/aar14/Versi%C3%B3n 
%20final.pdf 
 http://www.biografiasyvidas.com/biografia/o/oroz 
co_olga.htm

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Antología poética

  • 1.
  • 2. Su obra poética La obra poética de Alfonsina Storni puede dividirse en dos etapas. La primera incluye los siguientes libros: La inquietud del rosal (1916), El dulce daño (1918), Irremediablemente (1919), Languidez (1920) y Ocre (1920). La segunda comprende Mundo de siete pozos (1934) y Mascarilla y trébol (1938). La inquietud del rosal es su primer libro de versos, “sobrecargado de mieles románticas”, que la autora no tomó en cuenta cuando posteriormente preparó una antología de sus poemas. El dulce daño traduce la posición crítica, valiente y espontánea de Alfonsina cuando señala la ventaja del hombre sobre la mujer. La poetisa propone una imagen de la mujer que reclama un lugar en el mundo nuevo. Esta actitud le valió la adhesión incondicional de sus lectoras. Irremediablemente es un libro que refleja un cambio en su autora. Los versos “rosas” dan paso, ahora, a poesías más profundas, en las que predominan dos temas esenciales: la muerte y el mar. El lenguaje poético continúa siendo sencillo, despojado de falsos intelectualismos.
  • 3. Languidez traduce el estado de soledad y fracaso de su autora. A través de un tono familiar, Alfonsina evoca la ciudad de Buenos Aires, el río de la Plata, el suburbio y otros temas que se relacionan con la realidad inmediata. Ocre es el libro de la madurez de Alfonsina Storni –en el cual se equilibran las influencias románticas y modernistas-. En los sonetos de esta obra, la autora trata el tema de la mujer frente al hombre, a quien considera irónicamente “el amo del mundo”. Mundo de siete pozos es un libro original, escrito en versos libres, en el cual la cabeza humana es ese mundo de siete pozos. En efecto, dos puertas son los ojos, dos las orejas y dos la nariz; mientras que la boca es el séptimo pozo. Muchas de las poesías de este libro han sido comparadas con las del oscuro Góngora, pleno de metáforas imágenes cultistas, puesto que en ellas todo es exageradamente desproporcionado. Mascarilla y trébol, último libro de Alfonsina, reúne poesías breves, dispuestas en forma de sonetos, designados por ella misma con el nombre de “antisonetos”. Son estos poemas herméticos, oscuros, a los cuales la autora agregó notas explicatorias para ayudar al lector a comprenderlos. Con este libro se cierra su camino poético, camino que se iniciará con aquellos versos plenos de hondo sentimiento aparecidos en sus primeros libros, hasta los poemas laboriosamente trabajados de su última época.
  • 4. La diferencia entre los libros de la primera época y los que cierran su producción radica además en un cambio de las formas: del verso tradicional al verso libre y en la visión del mundo. En la primera etapa, bajo la influencia de los románticos y modernistas, esa visión es subjetiva y sentimental, celebratoria del espontáneo mundo de los sentidos bajo el cual nace una verdadera ciencia de lo femenino. En la segunda etapa, que culmina con Mascarilla y trébol, aquella visión primaveral se torna agria y discordante, irónica y plena de angustia. El jazz bland, los habitantes de Marte, los dibujos animados, el charleston, el siglo XX a quien llamó “siglo mío”, son temas nuevos que revelan la adecuación de Alfonsina Storni a un mundo que había cambiado entre su primer libro (1916) y el último (1938). La poetisa permaneció al margen de los grupos vanguardistas, pero asimiló sus enseñanzas, y al final de sus días dio una lección de perpetua juventud literaria al cambiar el rumbo de su poesía.
  • 5. ¡Adiós! Las cosas que mueren jamás resucitan, las cosas que mueren no tornan jamás. ¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda es polvo por siempre y por siempre será! Cuando los capullos caen de la rama dos veces seguidas no florecerán... ¡Las flores tronchadas por el viento impío se agotan por siempre, por siempre jamás! ¡Los días que fueron, los días perdidos, los días inertes ya no volverán! ¡Qué tristes las horas que se desgranaron bajo el aletazo de la soledad! ¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas, las sombras creadas por nuestra maldad! ¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas, las cosas celestes que así se nos van! ¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!... -de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!... ¡Que todo el que llegue se muera al tocarte, corazón maldito que inquietas mi afán! ¡Adiós para siempre mis dulzuras todas! ¡Adiós mi alegría llena de bondad! ¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas, las cosas celestes que no vuelven más!...
  • 6. La caricia perdida Se me va de los dedos la caricia sin causa, se me va de los dedos... En el viento, al pasar, la caricia que vaga sin destino ni objeto, la caricia perdida ¿quién la recogerá? Pude amar esta noche con piedad infinita, pude amar al primero que acertara a llegar. Nadie llega. Están solos los floridos senderos. La caricia perdida, rodará... rodará... Si en los ojos te besan esta noche, viajero, si estremece las ramas un dulce suspirar, si te oprime los dedos una mano pequeña que te toma y te deja, que te logra y se va. Si no ves esa mano, ni esa boca que besa, si es el aire quien teje la ilusión de besar, oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos, en el viento fundida, ¿me reconocerás?
  • 7. Lo inacabable No tienes tú la culpa si en tus manos mi amor se deshojó como una rosa: Vendrá la primavera y habrá flores... el tronco seco dará nuevas hojas. Las lágrimas vertidas se harán perlas de un collar nuevo; romperá la sombra un sol precioso que dará a las venas la savia fresca, loca y bullidora. Tú seguirás tu ruta; yo la mía y ambos, libertos, como mariposas perderemos el polen de las alas y hallaremos más polen en la flora. Las palabras se secan como ríos y los besos se secan como rosas, pero por cada muerte siete vidas buscan los labios demandando aurora. Mas... ¿lo que fue? ¡Jamás se recupera! ¡Y toda primavera que se esboza es un cadáver más que adquiere vida y es un capullo más que se deshoja!
  • 8. Hombre pequeñito Hombre pequeñito, hombre pequeñito, suelta a tu canario que quiere volar... Yo soy el canario, hombre pequeñito, déjame saltar. Estuve en tu jaula, hombre pequeñito, hombre pequeñito que jaula me das. Digo pequeñito porque no me entiendes, ni me entenderás. Tampoco te entiendo, pero mientras tanto ábreme la jaula que quiero escapar; hombre pequeñito, te amé media hora, no me pidas más.
  • 9. Su obra poética La poesía de Pizarnik es surrealista, sin embargo no se encasilla fácilmente en ningún movimiento dentro de su generación y la poeta no tuvo interés en la poesía comprometida que se escribía en Argentina durante estas décadas de tensiones políticas. El rasgo que más destaca de su poesía es el uso de imágenes ilógicas y oníricas. También emplea el simbolismo, lo cual muestra la influencia de los simbolistas franceses que leyó en su adolescencia, incluyendo a Rimbaud, Verlaine, Mallarmé y Lautremont. Las imágenes surrealistas y los símbolos ilustran los siguientes temas que aparecen frecuentemente en su obra: -La muerte -El silencio -La infancia y la orfandad -La enajenación -El ensimismamiento -El desdoblamiento del yo -La angustia existencial
  • 10. Su estilo se caracteriza por la economía verbal y la búsqueda del lenguaje exacto, pero al final de su vida, Alejandra se siente frustrada con el lenguaje: "Es interesante notar que Borges, en conversación con C. Fernández Moreno, dice que Lugones, que era esencialmente 'verbal; -al igual que Pizarnik- se mató cuando comprendió por fin que la realidad es incomunicable y atroz", dice Susana H. Haydu en el libro Alejandra Pizarnik: evolución de un lenguaje poético. Pizarnik revela su desilusión con su propia obra en una entrada de 1969 en sus diarios: "Mis poemas de ahora están muertos. Siento que nada vibra dentro de mi. Hay una herida y esto es todo. Pero se cumple en un lugar donde el lenguaje no parece necesario". Su poesía y su existencia atestiguan permanentemente el sentimiento de la inadecuación del lenguaje para expresar al mundo, y la inadecuación del mundo con respecto a nuestros deseos más profundos. En esto se aparta de la tradición de la poesía de lengua española, que no suele internarse con tanta tenacidad, verdad e intensidad en estas zonas de la experiencia. Ella es un testigo trágico e insobornable de este sentimiento, y lo expresa con una fuerza extraordinaria. Es decir que hay en ella por un lado cierta desconfianza central en el lenguaje y por otro, paradójicamente, una excepcional maestría en el lenguaje poético con el que denuncia esta falla central de las palabras para decir realmente lo que nos pasa: "Sospecho que lo esencial es indecible".
  • 11. De este sentir trágico deriva el miedo: miedo a no ser de este mundo, a no saber qué hacer con ese no ser de este mundo y asimismo miedo a la locura, miedo a envejecer. Pero según la advertencia de Rilke:“Hice algo contra el miedo –escribí con él”, Pizarnik fue muy tenaz en su vocación y valiente en su sufrimiento; se interrogó hasta el final y hasta las más extremas consecuencias acerca del sentido de su escritura, de lo que su compromiso con la poesía significaba: “Ayúdame a no pedir ayuda”. Y sobre todo siguió escribiendo hasta sus últimos días.
  • 12. Cuarto solo Si te atreves a sorprender la verdad de esta vieja pared; y sus fisuras, desgarraduras, formando rostros, esfinges, manos, clepsidras, seguramente vendrá una presencia para tu sed, probablemente partirá esta ausencia que te bebe. Fiesta He desplegado mi orfandad sobre la mesa, como un mapa. Dibujé el itinerario hacia mi lugar al viento. Los que llegan no me encuentran. Los que espero no existen. Y he bebido licores furiosos para transmutar los rostros en un ángel, en vasos vacíos.
  • 13. Devoción Debajo de un árbol, frente a la casa, veíase una mesa y sentadas a ella, la muerte y la niña tomaban el té. Una muñeca estaba sentada entre ellas, indeciblemente hermosa, y la muerte y la niña la miraban más que al crepúsculo, a la vez que hablaban por encima de ella. –Toma un poco de vino –dijo la muerte. La niña dirigió una mirada a su alrededor, sin ver, sobre la mesa, otra cosa que té. –No veo que haya vino –dijo. –Es que no hay –contestó la muerte. –¿Y por qué me dijo usted que había? –dijo. –Nunca dije que hubiera sino que tomes –dijo la muerte. –Pues entonces ha cometido usted una incorrección al ofrecérmelo –respondió la niña muy enojada. –Soy huérfana. Nadie se ocupó de darme una educación esmerada –se disculpó la muerte. La muñeca abrió los ojos.
  • 14. Cantora nocturna Joe, macht die Musik von damals nacht... La que murió de su vestido azul está cantando. Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad. Adentro de su canción hay un vestido azul, hay un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado con los ecos de los latidos de su corazón muerto. Expuesta a todas las perdiciones, ella canta junto a una niña extraviada que es ella: su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la niebla verde en los labios y del frío gris en los ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre la sed y la mano que busca el vaso. Ella canta. a Olga Orozco
  • 15. Su obra poética La obra de Olga Orozco abarca un largo período de tiempo y coincide, más o menos, con la segunda mitad del siglo veinte. Inicia su trayectoria como poeta en el año de 1946 con la publicación de Desde lejos y concluye con Con esta boca, en este mundo, publicada en 1994. Su voz lírica, con ser vasta y compleja, no impide establecer un sentido primordial que sea capaz de coordinar y vertebrar la totalidad de su obra. Aún más, se puede mencionar sin caer en generalizaciones excesivas que la obra de Orozco persiste con delicada fijación en el ejercicio sostenido de la interrogación al misterio. La lírica entonces se levanta como una voz distinguible que pregunta por el reverso de las cosas. Aspira a señalar lo imposible; para hacerlo, la voz poética se engarza en un tramado riquísimo de recursos literarios de sobrada valía. Olga Orozco es capaz de incorporarse a una tradición que la antecede, que ella retoma y que proyecta hacia un escenario cultural determinado: el de la Argentina y el de Hispanoamérica en su conjunto.
  • 16. Olga Orozco recupera del surrealismo la noción de la inspiración como una propulsión de la intuición dejada a la deriva, depositaria de imaginerías confusas y fuerzas incontrolables. Así, el poema condensa en símbolos sugerentes las corrientes profundas del Ser del poeta, detenido éste en una suerte de contemplación dinámica, en vilo sobre el mundo material regido por las causas y los efectos. Toda su obra gira en torno del tema de la muerte y la soledad, que ha sabido expresar con una gran intensidad dramática. Lo más importante de su producción se encuentra en los poemarios. En general, el uso del versículo le permite desplegar una imaginación visionaria, suntuosa de figuras, al servicio de una serie de temas constantes: la evocación idealizada del paisaje nativo (la llanura pampeana), la infancia en tanto paraíso perdido, la adolescencia como edad de los descubrimientos, la memoria como tesoro poético donde el tiempo puede recuperarse y solventar las asechanzas de la muerte. La poesía francesa posterior al surrealismo y la poesía narrativa norteamericana le valen para organizar un lenguaje muy personal y un mundo cerrado, melancólico, sofocante y voluptuoso a la vez.
  • 17. Si me puedes mirar Madre: es tu desamparada criatura quien te llama, quien derriba la noche con un grito y la tira a tus pies como un telón caído para que no te quedes allí, del otro lado, donde tan sólo alcanzas con tus manos de ciega a descifrarme en medio de un muro de fantasmas hechos de arcilla ciega. Madre: tampoco yo te veo, porque ahora te cubren las sombras congeladas del menor tiempo y la mayor distancia, y yo no sé buscarte, acaso porque no supe aprender a perderte. Pero aquí estoy, sobre mi pedestal partido por el rayo, vuelta estatua de arena, puñado de cenizas para que tú me inscribas la señal, los signos con que habremos de volver a entendernos. Aquí estoy, con los pies enredados por las raíces de mi sangre en duelo, sin poder avanzar. Búscame entonces tú, en medio de este bosque alucinado donde cada crujido es tu lamento, donde cada aleteo es un reclamo de exilio que no entiendo, donde cada cristal de nieve es un fragmento de tu eternidad, y cada resplandor, la lámpara que enciendes para que no me pierda entre las galerías de este mundo. Y todo se confunde.
  • 18. Y tu vida y tu muerte se mezclan con las mías como las máscaras de las pesadillas. Y no sé dónde estás. En vano te invoco en nombre del amor, de la piedad o del perdón, como quien acaricia un talismán, una piedra que encierra esa gota de sangre coagulada capaz de revivir en el más imposible de los sueños. Nada. Solamente una garra de atroces pesadumbres que descorre la tela de otros años descubriendo una mesa donde partes el pan de cada día, un cuarto donde alisas con manos de paciencia esos pliegues que graban en mi alma la fiebre y el terror, un salón que de pronto se embellece para la ceremonia de mirarte pasar rodeada por un halo de orgullosa ternura, un lecho donde vuelves de la muerte sólo por no dolernos demasiado. No. Yo no quiero mirar. No quiero aprender otra vez el nombre de la dicha en el momento mismo en que roen su rostro los enormes agujeros, ni sentir que tu cuerpo detiene una vez más esa desesperada marea que lo lleva, una vez más aún, para envolverme como para siempre en consuelo y adiós. No quiero oír el ruido del cristal trizándose, ni los perros que aúllan a las vendas sombrías, ni ver cómo no estás.
  • 19. Madre, madre, ¿quién separa tu sangre de la mía?, ¿qué es eso que se rompe como una cuerda tensa golpeando las entrañas?, ¿qué gran planeta aciago deja caer su sombra sobre todos los años de mi vida? ¡Oh, Dios! Tú eras cuanto sabía de ese olvidado país de donde vine, eras como el amparo de la lejanía, como un latido en las tinieblas. ¿Dónde buscar ahora la llave sepultada de mis días? ¿A quién interrogar por el indescifrable misterio de mis huesos? ¿Quién me oirá si no me oyes? Y nadie me responde. Y tengo miedo. Los mismos miedos a lo largo de treinta años. Porque día tras día alguien que se enmascara juega en mí a las alucinaciones y a la muerte. Yo camino a su lado y empujo con su mano esa última puerta, esa que no logró cerrar mi nacimiento y que guardo yo misma vestida con un traje de centinela funerario. ¿Sabes? He llegado muy lejos esta vez. Pero en el coro de voces que resuenan como un mar sepultado no está esa voz de hoja sombría desgarrada siempre por el amor o por la cólera; en esas procesiones que se encienden de pronto como bujías instantáneas
  • 20. no veo iluminarse ese color de espuma dorada por el sol; no hay ninguna ráfaga que haga arder mis ojos con tu olor a resina; ningún calor me envuelve con esa compasión que infundiste a mis huesos. Entonces, ¿dónde estás?, ¿quién te impide venir? Yo sé que si pudieras acariciarías mi cabeza de huérfana. Y sin embargo sé también que no puedes seguir siendo tú sola, alguien que persevera en su propia memoria, la embalsamada a cuyo alrededor giran como los cuervos unos pobres jirones de luto que alimenta. Y aunque cumplas la terrible condena de no poder estar cuando te llamo, sin duda en algún lado organizas de nuevo la familia, o me ordenas las sombras, o cortas esos ramos de escarcha que bordan tu regazo para dejarlos a mi lado cualquier día, o tratas de coser con un hilo infinito la gran lastimadura de mi corazón.
  • 21.  Fraschini, Alfredo E. (2001) Panorama de la Literatura argentina. Santa Fe: Kapelusz.  Prieto, Martín (2006) Breve historia de la literatura argentina. Buenos Aires: Taurus.  Veiravé, Alfredo (1980) Literatura hispanoamericana y argentina. Buenos Aires: Kapelusz.
  • 22.  “Cuarto solo”, “Fiesta”, “Devoción” y “Cantora nocturna” de Alejandra Pizarnik en Obras completas © Ediciones Corregidor  “Si me puedes mirar” de Olga Orozco en Obra poética © Ediciones Corregidor  “Hombre pequeñito”, “¡Adiós!”, “La caricia perdida”, “Lo inacabable” de Alfonsina Storni en Obra completas © Ediciones Corregidor
  • 23.  http://literatura.about.com/od/Escritoresporapellid o/a/Alejandra-Pizarnik.htm  http://www.educ.ar/recursos/ver?id=103626  http://www.personal.psu.edu/aar14/Versi%C3%B3n %20final.pdf  http://www.biografiasyvidas.com/biografia/o/oroz co_olga.htm