El documento presenta lecturas bíblicas para el lunes de la segunda semana de Cuaresma, incluyendo pasajes de Daniel, el salmo y el evangelio de Lucas sobre el perdón y la misericordia. Luego, un artículo argumenta que un corazón que no perdona no es cristiano y que debemos practicar la misericordia y la benevolencia hacia nuestros enemigos, como Jesús enseñó. Finalmente, cita a Benedicto XVI sobre la importancia de acercarse a los demás con amor y bondad.
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La misericordia y el perdón: claves del corazón cristiano
1. Primera Lectura: de la profecía de Daniel (9,4b-10):
Salmo Responsorial: Sal 78,8.9.11.13
R/. Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados
Evangelio: san Lucas (6,36-38):
Lunes de la 2ª semana de Cuaresma
Un corazón que no perdona no es un corazón cristiano sino
que es un corazón que no agrada ni da gloria a Dios.
Autor: José Fernández de Mesa | Fuente: Catholic.net
2. Señor, Dios grande y terrible, que guardas la alianza y eres leal
con los que te aman y cumplen tus mandamientos. Hemos
pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado
apartándonos de tus mandatos y preceptos. No hicimos caso a
tus siervos, los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros
reyes, a nuestros príncipes, padres y terratenientes. Tú, Señor,
tienes razón, a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a los
habitantes de Jerusalén, a judíos e israelitas, cercanos y lejanos,
en todos los países por donde los dispersaste por los delitos que
cometieron contra ti. Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros
reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti. Pero,
aunque nosotros nos hemos rebelado, el Señor, nuestro Dios, es
compasivo y perdona. No obedecimos al Señor, nuestro Dios,
siguiendo las normas que nos daba por sus siervos, los profetas.
¡Es palabra de Dios! ¡Te alabamos Señor !
3. No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.
Socórrenos, Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.
Llegue a tu presencia
el gemido del cautivo:
con tu brazo poderoso,
salva a los condenados a muerte. R/.
Mientras, nosotros, pueblo tuyo,
ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias siempre,
contaremos tus alabanzas
de generación en generación. R/.
4. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Sed
compasivos como vuestro Padre es compasivo; no
juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis
condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se
os dará: os verterán una medida generosa, colmada,
remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán
con vosotros.»
¡Es palabra del Señor! ¡ Gloria a Ti, Señor Jesús!
5. Jesús, gracias por mostrarme claramente el camino a seguir.
Ser misericordioso, no juzgar, no condenar, perdonar y dar
generosamente, suena fácil... pero contrario a mi tendencia
egoísta y soberbia. ¡Ven Espíritu Santo! Ilumina mi mente e
inflama de amor mi corazón, para que esta meditación sea
el punto de partida de mi transformación de ciudadano del
mundo a discípulo y misionero de tu amor.
Jesús, hazme crecer en la misericordia, la magnanimidad y
la bondad, para llegar a ser un auténtico testigo de tu amor.
6. En una época de emergencia educativa, en la que el relativismo
pone en discusión la posibilidad misma de una educación
entendida como introducción progresiva al conocimiento de la
verdad, al sentido profundo de la realidad, por ello como
introducción progresiva a la relación con la Verdad que es
Dios, los cristianos están llamados a anunciar con vigor la
posibilidad del encuentro entre el hombre de hoy y Jesucristo, en
quien Dios se ha hecho tan cercano que se le puede ver y
escuchar. En esta perspectiva, el sacramento de la
Reconciliación, que parte de una mirada a la condición
existencial propia y concreta, ayuda de modo singular a esa
“apertura del corazón” que permite dirigir la mirada a Dios para
que entre en la vida. La certeza de que él está cerca y en su
misericordia espera al hombre, también al que está en
pecado, para sanar sus enfermedades con la gracia del
sacramento de la Reconciliación, es siempre una luz de
esperanza para el mundo. (Benedicto XVI, 9 de marzo de 2012).
7. En este texto del evangelio, Jesús tiene la intención de mover nuestros
corazones en una sola dirección: el amor a nuestros enemigos. "¡Qué
fácil es amar a los que nos aman!", dirá en otra ocasión. Sin embargo lo
más difícil del amor cristiano es vivirlo con los que no nos
corresponderán, con los que nos insultan o persiguen, con los que
hablan mal de nosotros a nuestras espaldas, con los que luchan por
arrebatarnos nuestro puesto de trabajo: nuestros enemigos.
La consigna que nos envía Jesucristo es muy clara: "Sed
misericordiosos". Un corazón que no perdona no es un corazón
cristiano sino que es un corazón que no agrada ni da gloria a Dios. Por
eso Cristo dirá en otra ocasión que si cuando nos acercamos a Dios para
rendirle una ofrenda recordamos una enemistad con alguno de
nuestros hermanos, primero debemos reconciliarnos con él, y después
realizar la ofrenda.
Practiquemos estas dos virtudes que nos propone Jesús en nuestra vida:
la misericordia y la benevolencia. Propongámonos que en ninguna de
nuestras conversaciones, charlas o discusiones se mezcle jamás la más
mínima crítica hacia ninguno de nuestros hermanos, que son todos los
hombres.
8. Ser paciente con los defectos y limitaciones de los demás,
mostrando, en todo y con todos, la bondad de Jesucristo.
Para poder crecer en el amor a los demás, tengo que
aprender a fijarme en ellos, como me ha recordado
Benedicto XVI en su mensaje para esta Cuaresma. Este
fijarme lleno de amor y bondad, buscando el bien de la
persona, de toda la persona, es hacer vida el mandamiento
del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que
tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es
criatura e hijo de Dios. Gracias, Señor, por darnos al Papa
como faro seguro y guía que nos anima a seguir nuestro
camino a la santidad.