1. Ya todos se habían retirado, el cementerio se quedó como al comienzo,
abandonado y silencioso; solo una sombra se deslizaba sigilosamente por entre
las tumbas desalineadas, es Alberto, lleva una gabardina verde de cuello alto,
gafas oscuras que le cubren la mitad del rostro y un sombrero de ala ancha, lleva
una rosa en su bolsillo, levanta sus ojos al cielo, saca la flor de su bolsillo y la
deposita con delicadeza sobre un montículo de tierra abarrotado de flores
multicolores, murmura algo entre dientes, levanta nuevamente su cara al cielo,
cierra sus ojos y una gota resbala suavemente por sus mejillas, baja su cabeza,
retrocede tres pasos y se pierde nuevamente por entre las tumbas.
La sala de velaciones estaba llena de personas, todos querían acercarse al féretro
de la difunta para darle su último adiós, entre llantos, sollozos y gritos estaba su
madre, incapaz de separarse de su hija y junto a ella su padre tratando de
consolar a su esposa, todos en aquella sala vestían de negro, algunas mujeres
poseían velos negros que cubrían su rostro, con un rosario en sus manos le
rezaban a Dios y un pañuelo que como esponja absorbía el caudal de sus
lacrimales, nunca se sabrá si lloraban con el corazón o sin razón. Los hombres, en
cambio, enfundados con largas gabardinas y con la mirada al piso caminaban de
un lugar a otro, como quien no sabe a dónde ir, trataban de ocultar su dolor,
mientras unos se acercaban, otros se alejaban de los padres de la difunta
ofreciéndoles respetuosamente sus condolencias, una marea humana que no
tenía fin; familiares, amigos, compañeros, conocidos y vecinos abrazaban y
consolaban a los desdichados padres, que todavía no comprendían la magnitud
de los acontecimientos; con la boca seca y los labios partidos de tanto llorar,
apenas murmuraban un agradecimiento por los sentimientos compartidos.
Al llegar el atardecer varios de los asistentes ya se habían retirado, pero aún
algunos familiares permanecían cerca velando a la chica. Eran cerca de las seis
de la noche, cuando un primo de la difunta llega agitado donde su tía, para
informarle que ha visto a Alberto merodeando en los alrededores de la sala de
velaciones en un coche gris desde hace ya varias horas y que hace casi media
hora que llevaba parqueado en la esquina, la madre aturdida y asustada salió lo
más rápido posible a ver que sucedía, atrás de ella salió su esposo muy alterado,
su rostro de tristeza había cambiado de inmediato, ahora poseía un aspecto más
serio y de pocos amigos. Al salir vieron a Alberto ya fuera del auto y acercándose
lentamente y con la cabeza baja a la sala de velaciones, al llegar a la entrada
levantó la mirada suavemente y pidió ver a Christiane para despedirse de ella por
última vez, petición denegada violentamente por el padre, que le pide de manera
furiosa que se retire, pues aunque la policía no lo encontró culpable de tal
execrable crimen, ellos no estaban tan seguros de su inocencia y, bien podrían
llamar a la policía para que le obligara a retirarse, más por las buenas que en
condiciones lamentables, pues ya había hecho demasiado daño a la familia. La
madre, sin embargo, solo lloraba y maldecía la presencia del joven de la chica
muerta de las iras comenzó a llorar y a maldecía al joven, en quien recaía todo el
peso de la responsabilidad.
2. Alberto con lágrimas en los ojos le pedía disculpas a la señora, pero la mujer hizo
caso omiso a las falsas lágrimas. Al ver su actitud, Alberto decidió marcharse,
sabía que ya nada cambiaría; lo había tratado como a un hijo, ahora como el peor
ser que existiera en la tierra.
Días antes en la comisaria se encontraba Alberto siendo interrogado por agente
de policía, había sido detenido por ser el presunto crimen cometido en humanidad
de Christiane, muchacha de noble familia, de hermoso cabello castaño, ojos de
color avellano, de tez blanca como la nieve, estudiante del último año de medicina,
ex novia del susodicho culpable. Según las declaraciones estaban muy
enamorados y con planes de matrimonio, hasta que, repentinamente se rompió la
relación, no se sabe si por él o por ella, se notaba el pesar en los ojos de Alberto,
no comprendía las razones para tan ridículo interrogatorio, sin embargo, había que
cumplir con el debido proceso y, por el momento, era el principal sospechoso.
Al comienzo decidieron interrogar a la mejor amiga de la chica. Yasury, dado que
ella había sido testigo de esa relación, y había tenido contacto directo con la
difunta, ella decidió contar todo lo que había sucedido desde el día en que ellos se
conocieron.
En su declaración Yasury relató cómo había empezado su relación, ellos se
conocieron en la fiesta de una amiga de la secundaria, se atrajeron al instante, él
la invitó a bailar, durante toda la noche bailaron, no se querían separar, al parecer
fue amor a primera vista, al terminar la fiesta Alberto le dio un ligero beso a
Christiane sobre sus labios, e intercambiaron números telefónicos, prometieron
volverse a ver y salir, día a día Alberto le escribía a su amada. Sus citas se
hicieron frecuentes, salían casi todos los días, él se empezó a enamorar de la
chica tierna y dulce que conoció una noche, ella también se enamoró de aquel
chico tierno y romántico, después de varios meses Alberto tomó la decisión de
declarársele y pedirle que fuera su novia. Un sábado él y su amada quedaron en
encontrarse en un lugar que para ellos era especial; él le había preparado una
gran sorpresa, cuando ella llegó al lugar indicado no encontró a nadie y se puso
triste, pensó que Alberto la había dejado plantada, segundos después escuchó
una dulce melodía, era Alberto que le había llevado una serenata, llevaba consigo
un ramo de rosas rojas en sus brazos y un enorme peluche que cargaba con
dificultad y se acercaba a ella.
Christiane se emocionó de tal manera que las lágrimas comenzaron a rozar sus
mejillas, cuando Alberto se acercó le dio un fuerte abrazo, tomó su mano y se
arrodilló, le dijo que la amaba y que si aceptaba ser su novia, ella muy
emocionada se acercó a sus labios le dio un beso y aceptó. Su relación iba viento
en popa, salían, visitaban lugares que les parecían románticos, y así pasaron casi
2 años de relación Christiane lo amaba, y él también, planeaban un futuro juntos.
Ella era tan linda, tan dulce, que Alberto tenía miedo de que alguien le robara su
amor, esto empezó a despertar en Alberto sentimientos de desconfianza, no
quería que ningún hombre se le acercara o que tuviera amigos.
3. El día de su cumpleaños un amigo la invitó a comer un helado, y ella aceptó sin
pensar que su novio la estaba vigilando, cuando los amigos se estaban saludando
Alberto llegó y empezó a golpear de forma brutal al joven que lo dejó
inconsciente, ella lo desconocía.
Alberto ya no era el mismo chico de quien se había enamorado, se alteraba por la
más mínima tontería, comenzó a ser grosero; le levantaba la mano, la insultaba e
incluso llegó a amenazarla de muerte si se atrevía a dejarlo. Ya no sabía que
hacer, estaba muy asustada, quería dejarlo hasta que él cambiara de actitud, Al
cabo de unas semanas ella tomó la decisión de terminar la relación, lo buscó y le
confesó que le tenía miedo, que la manera más saludable para los dos era dejarse
de ver por algún tiempo, esto llenó de ira a Alberto que de un golpe dejó tirada en
el piso a su amada, ella recibió un golpe muy fuerte en su cabeza lo que le
provocó un coma y después de algunos días murió en el hospital.
Evidentemente Alberto al darse cuenta de lo que había hecho reaccionó, pero ya
era demasiado tarde, el amor de su vida ya se había ido.
La policía lo detuvo, pero al no encontrar pruebas suficientes lo dejó en libertad.