El autor escribió "El caballero Carmelo" mientras trabajaba como diplomático en Italia y lo presentó de forma anónima a un concurso literario en el periódico La Nación de Lima. El cuento ganó el primer lugar en el concurso y se publicó en 1913, inaugurando una nueva etapa en la literatura peruana. Valdelomar mantuvo correspondencia con el director del periódico y amigo Enrique Bustamante y Ballivián para asegurar que su cuento ganara el concurso de forma justa sin revelar su autoría.
1. HISTORIA DE LA PUBLICACIÓN DE LA OBRA “EL CABALLERO CARMELO”
Desde agosto de 1913, Valdelomar ejercía como diplomático en Italia, cargo que le había concedido el
gobierno de Guillermo Billinghurst, en cuya campaña presidencial había colaborado. Es posible que
empezara a escribir «El caballero Carmelo» mucho antes de embarcarse a Europa; lo cierto es que lo
concluyó en la ciudad de Roma para luego presentarlo al concurso literario convocado por el diario La
Nación de Lima, ocultándose bajo el seudónimo de «Paracas». A manera de adelanto de los trabajos
presentados por los concursantes, el cuento de Valdelomar fue publicado en la edición de dicho periódico
del día13 de noviembre de 1913.
El jurado encargado de dirimir en el concurso estaba conformado por el historiador Carlos Wiesse
Portocarrero, el crítico y narrador Emilio Gutiérrez de Quintanilla, y el poeta Enrique Bustamante y
Ballivián, éste último era además el director del diario La Nación y gran amigo de Valdelomar, con quien
mantuvo por entonces correspondencia. De este carteo se desprende que el escritor quería ganar el
concurso para demostrar su valía a sus compañeros de la Universidad de San Marcos, pues todavía
estaba con el mal sabor de la derrota de su candidatura a la presidencia del Centro Universitario (ver más
detalles en la biografía de Abraham Valdelomar). Transcribimos parte de una de las cartas que el escritor
envío por entonces a Bustamante y Ballivián:
He leído en el primer número de La Nación, que es el único que he recibido, las bases de un concurso literario.
Usted sabe, Enrique, cuánto necesito triunfar donde se me presente un honrado campo. Teniendo esto en
consideración, y sabiendo que usted es miembro del jurado, sin voto (que de otra manera no le confiaría esto)
porque no deseo bajo ningún punto que se me favorezca sin derecho y sin justicia, le digo lo siguiente: he
sacado de mi libro de novelas cortas ese cuento que le envío, para entrar al concurso. Como usted sabe que me
jodería completamente sacar un segundo o tercer premio, el favor que usted me va a hacer consiste en que
entregue el cuento, al cual le pongo yo un seudónimo; para en caso de no sacar el premio, no se sepa mi
nombre. Esto lo hago yo, su intervención es esta otra: Si me dieran por chiripa el primer premio, entonces usted
explica al jurado la razón que tuve para dar mi seudónimo y la carta que envío para garantizar la propiedad de
mi cuento. Esto sólo en el caso de que se trate del primer premio, pues si no, usted se quedará tan calladito y
no se sabrá que el cuento ése es escrito por este pobre diablo. Otra cosa aún. Como yo no quiero que hablen y
critiquen mi actitud al ir a ese concurso, ni que digan que es cojudo 2 y que, yo desde Europa, les vaya a
arrebatar triunfos a los de allí, le incluyo un pliego en el cual renuncio al premio y cedo el dinero al que me
suceda y, si éste no lo quisiera, al Centro Universitario o a cualquier sociedad.3
Como era de esperar, el jurado otorgó a «El caballero Carmelo» el primer lugar en el concurso de
cuentos: el galardón venía acompañado de cien soles de premio (27 de diciembre de 1913). Tal vez nadie
entonces imaginó que con ese episodio simbólico se inauguraba una nueva etapa en las letras peruanas.
En el número del 3 de enero de 1914 La Nación publicó los resultados del concurso. Valdelomar quedó
más que feliz con la noticia, pero poco después ocurrió el golpe de estado del coronel Oscar R.
Benavidesque derrocó al presidente Guillermo Billinghurst: en protesta, el escritor renunció a su cargo de
diplomático. Por entonces se hallaba en tratos con una editorial de París para dar a luz su libro de cuentos
criollos, que encabezaría El caballero Carmelo, pero este proyecto no se concretó, y Valdelomar retornó
al Perú, en abril de 1914.
El cuento fue incluido después en el libro del mismo nombre, de carácter misceláneo: El caballero
Carmelo (Lima, 1918). Ello es una prueba de la resonancia que entonces tuvo el cuento, al punto que el
autor lo tomó para dar título a su primera colección cuentística.