El documento describe las diferencias fundamentales entre las culturas matrística y patriarcal. La cultura matrística que existía en Europa antes de la llegada de los pastores patriarcales se caracterizaba por la ausencia de jerarquías, apropiación o énfasis en la guerra. En cambio, promovía la colaboración, igualdad e inclusión entre hombres y mujeres sin diferencias sociales. La cultura patriarcal posterior introdujo conceptos como la competencia, control, dominación y apropiación.
1. 1° Unidad: Evolución de la
Conducta Sexual Cultura
Matrística y Patriarcal.
Mauricio Duhalde Bertín
Matrón
2. “Cuando el patriarcado pastor llegó se produjo un
encuentro violento entre la cultura patriarcal y la
cultura matrística, que eran diametralmente
opuestas. Mientras que en la cultura patriarcal había
apropiación en la otra no la había; mientras que en la
cultura patriarcal había signos de jerarquías, en la
cultura matrística no hay signo de jerarquías;
mientras que la cultura patriarcal estaba centrada en
la guerra, la matrística no. […]
HUMBERTO MATURANA
3. "Nos han obligado a creer que la historia humana ha sido
siempre así: gobernada por hombres guerreros más o
menos poderosos según la fuerza de sus espadas y el
poder de sus ejércitos. Hemos interiorizado una única
versión de la historia llena de fronteras, emperadores y
guerras. Nos han hecho creer, o nos hemos creído, que
antes de la aparición de las catalogadas como primeras
civilizaciones no había nada, que los seres humanos
vagaban por ahí malviviendo y luchando contra la
naturaleza hostil."
Marija Gimbutas (1921-1994)
4. PATRIARCADO
El patriarcado es un concepto utilizado por las ciencias
sociales, en especial en la antropología y en los estudios
feministas. Hace referencia a una distribución desigual del
poder entre hombres y mujeres en la cual los varones
tendrían preeminencia en uno o varios aspectos, tales
como la determinación de las líneas de descendencia
(filiación exclusivamente por descendencia patrilineal y
portación del apellido paterno), los derechos de
primogenitura, la autonomía personal en las relaciones
sociales, la participación en el espacio público -político o
religioso- o la atribución de estatus a las distintas
ocupaciones de hombres y mujeres determinadas por la
división sexual del trabajo.
5. “el patriarcado puede definirse como un
sistema de relaciones sociales sexo–políticas
basadas en diferentes instituciones públicas y
privadas y en la solidaridad interclases e
intragénero instaurado por los varones,
quienes como grupo social y en forma
individual y colectiva, oprimen a las mujeres
también en forma individual y colectiva y se
apropian de su fuerza productiva y
reproductiva, de sus cuerpos y sus productos,
ya sea con medios pacíficos o mediante el uso
de la violencia.”
Marta Fontenla
6. algunas características del
patriarcado
Está compuesto de usos, costumbres, tradiciones, normas
familiares y hábitos sociales, ideas, prejuicios, símbolos, e
incluso leyes cuya enseñanza-aprendizaje asegura su
transmisión de generación en generación.
Define los roles o estereotipos sexuales y por mecanismos
de la ideología, los hace aparecer como naturales y
universales.
Se ha presentado con diferentes formas en diferentes
tiempos y lugares
Las mujeres están expuestas a distintos grados y tipos de
opresión patriarcal, algunas comunes a todas y otras no.
Fue la primera estructura de dominación y subordinación de
la Historia y aún hoy sigue siendo un sistema básico de la
dominación, el más poderoso y duradero de desigualdad y el
que menos se percibe como tal.
7. MATRIARCADO
Existe una tendencia de asociarlo con las
rasgos definitorios del patriarcado y
asignarle el mismo orden jerárquico como se
hace en el caso del hombre, esta vez
centrado la mujer.
Esta simplificación de la complejidad lleva a
que muchos antropólogos se nieguen a
afirmar que “exista” una tradición social
centrada en la autoridad femenina.
Esa negación se debe a la falta de
constatación fáctica que respalde este hecho.
8. Desde esa perspectiva podemos decir
que una cultura patriarcal y otra
matriarcal son lo mismo, con la única
diferencia que la figura de poder en una
es masculina y en la otra femenina.
Por lo tanto lo que es realmente opuesto
a una cultura patriarcal según Maturana es
una cultura Matristica
10. En la cultura matrística hombres y mujeres
tenemos los mismos derechos, y tenemos
diferencias biológicas, pero no diferencias
sociales, se trata de una cultura de
colaboración
12. CULTURA PATRIARCAL
Según Maturana los aspectos puramente
patriarcales de la manera de vivir de la cultura
patriarcal constituyen una red cerrada de
conversaciones caracterizada por las
coordinaciones de acciones y emociones que
hacen de nuestra vida cotidiana un modo de
coexistencia que valora la guerra, la competencia,
la lucha, las jerarquías, la autoridad, el poder, la
procreación, el crecimiento, la apropiación de los
recursos, y la justificación racional del control y
de la dominación de los otros a través de la
apropiación de la verdad.
13. Así, en nuestra cultura patriarcal hablamos
de luchar en contra de la pobreza y el abuso
cuando queremos corregir lo que llamamos
injusticias sociales, o de luchar contra la
contaminación cuando hablamos de limpiar
el medio ambiente, o de enfrentar la
agresión de la naturaleza cuando nos
encontramos ante un fenómeno natural que
constituye para nosotros un desastre, y
vivimos como si todos nuestros actos
requiriesen del uso de la fuerza, y como si
cada ocasión para una acción fuese un
desafío
14. En nuestra cultura patriarcal vivimos en la
desconfianza, y buscamos certidumbre en
el control del mundo natural, de los otros
seres humanos, y de nosotros mismos.
Continuamente hablamos de controlar
nuestra conducta o nuestras emociones, y
hacemos muchas cosas para controlar la
naturaleza o la conducta de otros, en el
intento de neutralizar lo que llamamos
fuerzas antisociales y naturales
destructivas, que surgen de su autonomía.
15. En nuestra cultura patriarcal no aceptamos
los desacuerdos como situaciones legítimas
que constituyen puntos de partida para una
acción concertada frente a un propósito
común, y debemos convencernos y
corregirnos unos a otros, y solamente
toleramos al diferente en la confianza de que
eventualmente podremos llevarlo a él o a
ella por el buen camino que es el nuestro, o
hasta que podamos eliminarlo o eliminarla
bajo la justificación de que está equivocado.
16. En nuestra cultura patriarcal vivimos en la
apropiación, y actuamos como si fuese
legítimo establecer por la fuerza bordes que
restringen la movilidad de los otros en
ciertas áreas de acciones que antes de
nuestra apropiación eran de su libre acceso.
Más aún, hacemos esto mientras retenemos
para nosotros el privilegio de movernos
libremente en esas áreas, justificando nuestra
apropiación de ellas mediante argumentos
fundados en principios y verdades de las que
también nos hemos apropiado.
17. Vivimos en la desconfianza de la autonomía de los otros, y
estamos apropiándonos todo el tiempo del derecho a decidir
lo que es legítimo o no para ellos en un continuo intento de
controlar sus vidas.
En nuestra cultura patriarcal vivimos en la jerarquía que
exige obediencia, afirmando que una coexistencia ordenada
requiere de autoridad y subordinación, de superioridad e
inferioridad, de poder y debilidad o sumisión, y estamos
siempre listos para tratar todas las relaciones humanas en
esos términos.
Así, justificamos la competencia como la manera de
establecer la jerarquía de los privilegios bajo la afirmación de
que la competencia promueve el progreso social al permitir
que el mejor aparezca y prospere.
18. En nuestra cultura patriarcal estamos
siempre listos a tratar a los desacuerdos
como disputas o luchas, a los argumentos
como armas, y describimos una relación
armónica como pacífica, es decir, como la
ausencia de guerra, como si la guerra
fuese la actividad propiamente humana
más fundamental.
19.
20. CULTURA MATRISTICA
La cultura matrística prepatriarcal europea, a
juzgar por los restos arqueológicos encontrados
en la zona del Danubio, los Balcanes y área Egea
(Marija Gimbutas, 1982), debe haber estado
definida por una red de conversaciones
completamente diferente a la patriarcal.
No tenemos acceso directo a tal cultura, pero la
red de conversaciones que la constituía puede ser
reconstruida a partir de lo que es revelado en la
vida cotidiana por aquellos pueblos que aún la
viven, y por las conversaciones no patriarcales
aún presentes en las mallas de la red de
conversaciones patriarcales que constituye
nuestra cultura patriarcal ahora.
21. Así, debemos deducir a partir de los
restos arqueológicos mencionados, que la
gente que vivía en Europa entre siete y
cinco mil años antes de Cristo, eran
agricultores y recolectores que no
fortificaban sus poblados, que no tenían
diferencias jerárquicas entre las tumbas
de los hombres y las mujeres, o entre las
tumbas de los hombres, o entre las
tumbas de las mujeres.
22. También podemos ver que esos pueblos
no usaban armas como adornos, y que en
lo que podemos suponer eran lugares
ceremoniales místicos (de culto),
depositaban principalmente figuras
femeninas.
23.
24. Más aún, de esos restos arqueológicos se
deduce que las actividades culticas
(ceremoniales místicos) estaban centradas
en lo sagrado de la vida cotidiana en un
mundo penetrado por la armonía de la
continua transformación de la naturaleza
a través de la muerte y el nacimiento, bajo
la forma de una diosa en la forma de una
mujer o de una combinación de mujer y
hombre.
25. ¿Cómo vivía este pueblo matrístico?
Los campos de cultivo y recolección no
eran divididos, nada muestra que se
pudiese hablar de la apropiación de ellos.
Cada casa tenía un pequeño lugar
ceremonial, además del lugar ceremonial
de la comunidad.
26. En la ausencia de la dinámica emocional de la
apropiación, esos pueblos no pueden haber
vivido en la competencia, pues las
posesiones no eran elementos centrales de
la existencia.
Además, como bajo la evocación de la diosa
madre los seres humanos eran, como todas
las criaturas, expresiones de su presencia, y
por lo tanto, iguales, ninguno mejor que los
otros, a pesar de sus diferencias, no pueden
haber vivido en las acciones que excluían
sistemáticamente a algunas personas del
bienestar que surgía de la armonía del
mundo natural.
27. El deseo de dominación recíproca no
debe haber sido parte del vivir cotidiano
de esos pueblos matrísticos.
El respeto mutuo debe haber sido su
modo cotidiano de coexistencia en las
múltiples tareas involucradas en el vivir de
la comunidad.
El vivir en una red armónica de relaciones,
como aquella que evoca la noción de la
diosa, no implica operaciones de control
o concesiones de poder.
28. Los niños de esa cultura matrística deben
haber crecido en ella con la misma
facilidad como nuestros niños crecen en
nuestra cultura, y para ellos ser
matrísticos en la estética de la armonía
del mundo natural, debe haber sido
natural y espontáneo.
29. No hay duda de que tienen que haber
habido ocasiones de dolor, de enojo, y
agresión, pero ellos como cultura, a
diferencia de nosotros, no vivían en la
agresión, la lucha y la competencia, como
aspectos definitorios de su manera de
vivir, y el quedar atrapado en la agresión
debe haber sido para ellos, por decir lo
menos, de mal gusto.
30. A partir de esta manera de vivir podemos
inferir que la red de conversaciones que
definía a la cultura matrística no puede
haber consistido en conversaciones de
guerra, lucha, negación mutua en la
competencia, exclusión y apropiación,
autoridad y obediencia, poder y control,
bueno y malo, tolerancia e intolerancia, y
justificación racional de la agresión y el
abuso.
31. Al contrario, las conversaciones de dicha
red tienen que haber sido conversaciones
de participación, inclusión, colaboración,
comprensión, acuerdo, respeto y
conspiración
32. No hay duda, de que la presencia de estas
palabras en nuestro hablar moderno indica que
las coordinaciones de acciones y emociones que
ellas evocan o connotan también nos pertenecen
a nosotros ahora, a pesar de nuestro vivir en la
agresión.
Sin embargo, en nuestra cultura reservamos su
uso para ocasiones especiales, porque no
connotan para nosotros ahora nuestro modo
general de vivir, o las tratamos como si evocasen
situaciones ideales y utópicas, más adecuadas para
los niños pequeños del jardín infantil que para la
vida seria de los adultos
33. “Recientes hallazgos arqueológicos
indican que en la Europa neolítica se
desarrolló una sociedad matrística (de
“matriz”). No era una sociedad en que las
mujeres dominaran a los hombres, sino
una cultura en que hombres y mujeres
eran copartícipes de la existencia”
Humberto Maturana
34. La “Vieja Europa”
“El término Vieja Europa se aplica a la cultura pre-
indoeuropea, una cultura matrifocal y
probablemente matrilineal, agrícola y sedentaria,
igualitaria y pacífica. Contrasta agudamente con la
cultura proto-indoeuropea que viene después,
que era patriarcal, estratificada, pastoral, móvil, y
guerrera, que se impuso en toda Europa excepto
en algunas franjas del sur y del oeste de Europa, a
lo largo de tres olas de infiltración desde las
estepas rusas, entre el 4500 y el 2500 a.c.”
Marija Gimbutas, “Diosas y Dioses de la Vieja
Europa”.
35. En los milenios VII, VI, y V a/c., los agricultores del
Este de Europa desarrollaron un modelo cultural
peculiar.
Este tiempo, es coincidente con la aparición de la
agricultura y el progresivo sedentarismo, lo que
ha venido a conocerse como Revolución
Neolítica (el paulatino paso de las sociedades
cazadoras-recolectoras hacia la agricultora) y en
muchas regiones europeas coincidiría además,
con la cultura megalítica (construcción de
dólmenes, menhires y Cromlechs).
36.
37. Durante el Neolítico se logro un mayor
control de la reproducción de plantas y
animales gracias al desarrollo de la
agricultura y la ganadería. Esto a su vez
sentó las bases materiales para el
surgimiento de densos asentamientos
sedentarios y un rápido crecimiento
demográfico
38. Estos pueblos no adoraban a belicosos dioses
guerreros (como los que se han apoderado de
la mitología calificada como Clásica) sino que
sus ritos y creencias seguían siendo herencia
del animismo paleolítico y, por tanto, muy
similares a los de las pocas culturas indígenas
actuales que se mantienen todavía al margen
de la sociedad industrial:
39. Las culturas más antiguas de la humanidad
llegaron a la conclusión de que la vida surgía, se
perdía y volvía a aparecer en un ciclo incesante
(como les daban a entender las distintas fases de
la luna, por ej.).
Entendieron que todos los elementos
componentes de la naturaleza sin excepción
(plantas, árboles, rocas, montes, agua, viento, sol,
luna, estrellas, mar...) eran seres vivientes como el
ser humano mismo, puesto que todos esos
elementos tomaban parte de igual manera en el
ciclo de vida, muerte y regeneración.
40. En el marco de este pensamiento animista,
concluyeron que la naturaleza en su conjunto
era una mujer/madre generadora de vida y
crearon la gran metáfora que ha marcado el
pensamiento del ser humano hasta nuestros
días. Hoy en día está plenamente
documentado que esta metáfora de
natura/mujer es patente en todo el arte
neolítico a través de miles y miles de imágenes
41. El Neolítico es la época en que se desarrollaron
la agricultura y la cría de animales; ahora la
antigua mitología lunar era experimentada en
relación al ciclo de las cosechas, donde la gente
veía las etapas luminosas y oscuras de la luna
reflejadas en las fases fértiles y áridas de las
estaciones. La semilla invisible plantada en la
oscuridad del seno de la tierra se volvía visible en
la forma de verdes tallos y luego en la cosecha
que era recogida y transformada en comida por
el trabajo de hombres y mujeres. La Gran Madre
fue venerada en todo el mundo Neolítico.
42. Todo lo que era de la tierra, ya fuera roca
o fuente, árbol o fruta, grano o hierba, era
sagrado porque llevaba la vida de la Gran
Madre, ofrecida para el sostenimiento de
sus hijos. Ninguna especie era superior a
otra.
43. Las mujeres de la era Neolítica estaban
relacionadas de cerca con el ritmo de la siembra
y el recogimiento de la cosecha, porque
participaban en el misterioso proceso por el cual
la vida crecía en la oscuridad de su vientre y
renacía como su hijo, y por lo tanto se creía que
ayudaban mágicamente a la fertilidad de las
cosechas, de los árboles y de los animales. Eran
guardianas de la vida, sanadoras de la vida,
entrenadas en el uso de hierbas y ungüentos y en
el arte de decorar alfarería. Un complejo
simbolismo relacionaba el ritmo lunar en el
cuerpo de la mujer con el misterio lunar de la
continua regeneración de la vida
44. Gracias al trabajo de recomposición del universo
simbólico neolítico realizado por Marija
Gimbutas, sabemos que la Diosa fue representada
de muy diversas formas y adoptando diferentes
roles. Así, al personificar la totalidad de la
naturaleza, contenía en si misma atributos de
fertilidad pero también de muerte, pues ambos
aspectos son indisolubles de la vida misma. Podía
ser representada como una mujer embarazada o
dando a luz; podía representar la vida vegetal y la
renovación cíclica de las estaciones; o podía
representar la muerte o el renacimiento de los
seres vivos.
45. La Diosa de la Vieja Europa también se
metamorfosea en numerosos animales que la
representan: la Diosa-pájaro (que une el cielo
y la tierra, la lluvia y los manantiales); Diosa
serpiente (símbolo de renovación cíclica como
indica su muda de piel); Diosa osa y Diosa
Cierva (símbolo maternidad); la diosa pez
(relacionada con el útero y el liquido
amniótico)…la lista es amplísima.
46. SOCIEDADES IGUALITARIAS Y
PACÍFICAS
Los primeros asentamientos sedentarios del
neolítico europeo, a pesar de formar en muchas
ocasiones poblaciones de miles de habitantes y
estar asentadas en sitios vulnerables, carecían de
muros defensivos.
Es más, no existen rastros de guerras durante
siglos y aunque conocían la metalurgia no la
aplicaban para fabricar armas.
Además en su arte colorido y naturalista, no se ha
encontrado absolutamente ningún motivo militar.
Todos estos indicios permiten suponer el
carácter pacifico de aquellos primeros europeos.
47. En aquellas primeras ciudades, algunas de hasta 20.000
habitantes, no hay indicios de jerarquización ni de
castas sociales, pues en los yacimientos se ha
constatado una uniformidad en las construcciones de
las casas sin destacar unas sobre otras.
Tampoco hay indicios de jerarquización en los
enterramientos, pues no se ha encontrado ningún ajuar
más suntuoso que otro, teniendo además idéntica
importancia el del hombre y el de la mujer.
Este último dato también es un indicio de una aparente
igualdad entre los sexos que Marija Gimbutas
denominaba Gylanía y que según ella tuvo como
consecuencia una sociedad pacifica e igualitaria en la
que floreció el arte y la arquitectura.
48.
49. La muerte del viejo mundo
(La irrupción de la guerra y el patriarcado)
Los primeros episodios de civilización
patriarcal en la Vieja Europa, datan de
mediados del 4000 a.c., y se irán
desarrollando hasta el 500 a.c. cuando en
esa misma zona se concreta la civilización
actual, con reglas y leyes desarrolladas
que abarcan todos los aspectos de la vida
humana del contrato social moderno.
50. A partir del 4.400 a.C. Europa comienza a sufrir
el ataque de pastores nómadas que trajeron
consigo el final de la cultura neolítica de la Vieja
Europa gradualmente en tres etapas: 4.400-4.200,
3.400-3.200 y 3.000-2800 a.c.
Los indoeuropeos en su conjunto parecen
caracterizarse por un cambio de costumbres y
hábitats: nueva religión masculina por su sociedad
patriarcal con instituciones sociales y
especialización social por la presencia de
guerreros; sociedad guerrera y por tanto
poblados fortificados en lugares altos y
predominantemente estratégicos
51.
52. Los saqueos más antiguos que se han
registrado arqueológicamente tuvieron lugar
en las cuencas bajas del Dniéper y el Danubio,
y su datación por radiocarbono está fechada
entre el 4300 y 4000 a.c. Es decir, ocurrieron
hace 6000 años
Los pueblos indoeuropeos invasores
constituían tribus guerreras bien organizadas,
que conocían el caballo y la metalurgia del
hierro.
53.
54. Eran tribus organizadas según el sistema de
jefatura y descendencia patrilineal, y adoraban
a dioses guerreros masculinos. El hacha, el
puñal y la espada constituían los símbolos del
poder divino. Domesticaron el caballo y
aprendieron la metalurgia del bronce de los
caucásicos hacia el 3500 a/c, y aplicaron por
primera vez los metales y los animales para la
guerra.
55. Se produjeron las invasiones de bandidos
indoeuropeos, de pueblos nómadas
desconocedoras de la agricultura, que residían en
zonas donde los recursos alimentarios habían
sido abundantes. Pero tras sobrepasar sus límites
y empezar a escasear y necesitados de pastos
para alimentar a sus rebaños, atravesaron e
invadieron territorios ajenos, en busca del
codiciado alimento, saquearon, devastaron las
codiciadas regiones y terminaron destruyendo
gran número de pueblos y modificando la
estructura social.
56. Fueron los arios, los luvianos, los aqueos, los kurgos, los
hebreos, los dorios: las oleadas de migraciones que
según Gimbutas asolaron Europa en tres fases: la ola nº
1 del año 4300 AC, la 2ª ola del año 3200 AC y la nº 3
del año 3000 AC.
Conquistaron otras regiones y destruyeron culturas de
muchas regiones, en donde impusieron sus ideologías.
Y se generalizó el patriarcado por la fuerza de la
violencia y la guerra: según Gimbutas la cultura
patriarcal de los indoeuropeos supuso la destrucción
de una cultura uniforme, matriarcal y pacífica, que había
perdurado en toda la Europa antigua durante veinte mil
años atrás, del Paleolítico al Neolítico
57. A partir de entonces se notan cambios
profundos en los registros arqueológicos:
aparecen muchas armas, pero desaparecen el
sistema de símbolos y el arte de la Antigua
Europa neolítica; se nota el hundimiento de la
agricultura y el auge de la ganadería, la
decadencia de las ciudades y el aumento del
nomadismo; la abundancia de los ídolos
masculinos y la desaparición de las
representaciones de la diosa
58.
59. Y con el surgimiento de una sociedad jerarquizada,
sobrevino la lucha por el rango jerárquico, por la
hegemonía y por su mantenimiento, la rivalidad entre
grupos e individuos, la obediencia jerárquica y el dominio
masculino.
Los jefes, al haber adquirido el poder por medios violentos
(no por vía matrilineal), su autoridad no estaba legitimada,
ni tenía origen Divino, por lo que no serían reconocidos
automáticamente. Consecuentemente tendrían que
recurrir a la violencia para afianzar su autoridad; para
conseguir sus fines; como mecanismo de promoción social;
por rivalidad; para sofocar las luchas intestinas por el poder.
Y se legitimó por tanto la guerra y los constantes
enfrentamientos.
60. “Y como en las batallas aumentaría la
sangría demográfica, resultaría
imprescindible muchos descendientes, por
lo que las máquinas humanas femeninas
estarían esclavizadas ocupadas
(embarazadas) en satisfacer los deseos
masculinos, para que los ejércitos
pudiesen hacer frente al fenómeno
cultural de la guerra.”
Francisca Martín-Cano.