2. En Hebreos 1:1-5, tras hablar de la revelación de Dios
a través de los profetas en el pasado, Pablo nos
presenta a Jesús.
Jesús produjo, literalmente, un antes y un después en
la historia de la humanidad.
Él fue el “Hijo” prometido, engendrado por Dios. Es el
resplandor de su gloria. Sin embargo, es Dios mismo,
el Creador del universo.
3. “en los postreros días lo entenderéis cumplidamente” (Jeremías 23:20)
La expresión “postreros días” (o “postreros tiempos”) se
refiere, en general, a un tiempo lejano en el futuro (años
después, o incluso siglos) [Dt. 4:30; Dn. 2:28].
Pero Hechos 2:17, Hebreos 1:2 y 1ª de Pedro 1:20 usan esta
expresión para hablar del momento en el que Pablo y Pedro
estaban viviendo. Esto implica que con Jesús comienzan los
“postreros días”.
La muerte de Jesús fijó el destino de este mundo, aunque el fin
está todavía por llegar. Lo que el Padre comenzó a hacer en la
primera venida de Jesús lo completará en su segunda venida.
En los
postreros días
Jesús resucitó
Somos nuevas
criaturas
El reino de Dios está
entre nosotros
Al final del
tiempo
Resucitaremos
Dios hará una nueva
creación
Se instaurará el
reino eterno
4. Durante 1.000 años, desde Moisés hasta Malaquías, Dios había
estado hablando a través de los profetas. Luego, silencio.
Tras una brecha de unos 400 años, Dios rompió el silencio hablando
a través del Hijo, Jesucristo.
Ahora, toda la Palabra de Dios transmitida por los profetas (es decir,
el Antiguo Testamento) resultaba clara y nítida. Las promesas de
Dios se cumplían en Jesucristo, y se nos daban nuevas promesas.
Lo que el Padre hizo por el Hijo
también lo quiere hacer por
nosotros. Por ejemplo, como Jesús se
sentó a la diestra de Dios (Heb. 1:13),
también nosotros nos sentaremos
con Él en su Trono (Ap. 3:21).
1.000 años 400 años
5. “[Jesús] siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia
[…] se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1:3)
Jesús es el resplandor, es decir, la luz que emana de
la gloria de la Majestad (Dios Padre). Al mismo
tiempo, es la imagen de su sustancia (una copia
exacta): “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”
(Juan 14:9).
¿Y qué es la gloria? En general, la gloria de Dios se
muestra cuando Dios se aparece en forma velada, y
su gloria se identifica con su presencia (Éx. 16:10;
1S. 15:29; 2Cr. 5:14; Sal. 26:8; Ez. 1:28).
Al predecir la obra de Jesús, Isaías dijo que
“se manifestará la gloria de Jehová” (Isaías
40:5). Jesús, como Luz del mundo, nos ha
revelado a Dios (Jn. 1:18; Jn. 17:26).
6. “Yo Jehová, que lo hago todo, que extiendo SOLO los cielos,
que extiendo la tierra por mí mismo” (Isaías 44:24)
Hebreos 1:2-3 presenta a Jesús como Creador y Sustentador, mientras
que el Antiguo Testamento muestra a Dios como único Creador y
Sustentador del universo (Nehemías 9:6).
Esto implica que Jesús es algo más que el “resplandor” de Dios. Es Dios
mismo. Como Dios tiene la capacidad de crear. Es más, sin Él nada fue
creado (Col. 1:16); y sin Él nada subsiste (Col. 1:17).
Jesús no solo nos creó, sino que
también nos sostiene. Cada
respiración, cada latido, cada momento
de nuestra existencia se encuentra en
Jesús, el Fundamento de toda la
existencia creada.
“Porque en él vivimos, y nos movemos,
y somos” (Hch. 17:28).
7. “Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado
hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, y él me será a mí hijo?” (Hebreos 1:5)
¿Cómo puede ser Jesús a la vez Creador y criatura
(engendrado)?
Hebreos 7:3 indica que Jesús no “tiene principio de
días, ni fin de vida”, es eterno; nunca ha sido creado.
Recibió el nombre de “hijo” cuando se encarnó como
hombre (Lc. 1:32; Jn. 1:14). Sin embargo, el término
“engendrado” no se refiere a la encarnación de Jesús.
Onésimo y los creyentes de Corinto fueron
engendrados por Pablo (Filemón 1:10; 1Co. 4:15).
De igual modo, el Padre engendró o “adoptó” a
Jesús como Hijo al resucitarlo y sentarlo a su diestra
(Rom. 1:3-4), cumpliendo así su labor mesiánica
como Rey descendiente de David (2S. 7:12-14).
8. “Como ser personal, Dios se ha revelado en su Hijo.
Jesús, el resplandor de la gloria del Padre, “y la imagen
misma de su sustancia” (Hebreos 1:3), vino a esta tierra
en forma de hombre. Como Salvador personal, vino al
mundo. Como Salvador personal, ascendió al cielo.
Como Salvador personal, intercede en los atrios
celestiales […]
Como la luz del mundo, veló el esplendor deslumbrante
de su divinidad, y vino a vivir como hombre entre los
hombres, a fin de que ellos pudieran conocer a su
Creador sin ser consumidos”
E. G. W. (Testimonios para la iglesia, tomo 8, pg. 277)