2. • El padre Jegusel era un profesor muy estimado de
la Universidad Pontificia de Roma.
• Antes de morir, y a pedido de sus alumnos que le
estimaban muchísimo, escribió estos consejos para
lo nuevos y los antiguos sacerdotes.
• Estos son, pues, los consejos de un sacerdote en el
lecho de muerte para otros aun en esta vida.
3. 1. Que la santa Misa sea
el sol de cada una de tus
jornadas
6. • No seas de aquellos que pasan
de charlas mundanas a celebrar
el Santo Sacrificio sin meditar
nada, sin meditar nada, sin
hacer un paréntesis de
recogimiento.
8. • El veneno que mata tu Misa es la rutina. La
repetición trae la rutina.
• Por eso no te quedes nunca con una sola plegaria
eucarística, generalmente la más corta.
• Es necesario que vayas cambiando de plegaria
según el sentido espiritual y pastoral de las
múltiples que te ofrece el misal.
• Por ejemplo, la primera es la de la gran tradición de
la Iglesia Romana, pronunciada por muchos santos
y apóstoles durante más de diez siglos. La Tercera
es de muy venerada por su antigüedad. La cuarta,
es el resumen más bello de la Historia de la
Salvación.
• Puedes aprovechar los momentos penitenciales y
las celebraciones con niños y jóvenes proclamando
las plegarias especiales para cada caso.
9. 4. Que cada palabra sea
un “anuncio”, y cada
gesto un “signo sagrado”
10. • Transforma tu Misa en una vivencia.
• La gente queda tan contenta cuando
ve y oye a un sacerdote celebrar con
toda devoción y pronunciando
despacio las palabras, como quien
habla a alguien que siente allí
presente y a quien ama y respeta
inmensamente.
11. 5. Evita toda “carrera”,
especialmente al pronunciar
la Plegaria Eucarística
12. • Recuerda las palabras del santo cardenal Mercier,
las últimas que dijo a sus sacerdotes antes de
morir: “Dedíquenle unos minutos más a su Santa
Misa”.
• Como las palabras de la plegaria eucarística ya te
las sabes, tienes el peligro de decirlas a la carrera, y
el pueblo se dará cuenta de tu modo descuidado de
celebrar.
• No temas ser muy exacto en pronunciar bien una
por una todas las palabras de la plegaria(sin
exageraciones teatrales, pero con toda
solemnidad). Los feligreses te lo agradecerán.
14. • Que no te suceda ni
una vez el llegar al altar
sin saber de que tratan
las lecturas de la fecha,
o qué fiesta se celebra
en ese día.
• Sería un incalificable
irrespeto a la acción
más importante de
toda tu jornada.
15. 7. Nunca la causa de Dios
está tan en tus manos como
cuando predicas la homilía
16. • El día del Juicio quizás de pocas
cosas vas a ser juzgado con
mayor severidad que del modo
como preparabas y decías tus
homilías.
• Puede ser que la única
instrucción religiosa que reciba
mucha gente sea tu predicación.
• Difícilmente el pueblo recibe la
Palabra de Dios fuera de la Misa.
Piensa en tu responsabilidad:
“Los que enseñaron a muchos la
santidad, brillarán como estrellas
por toda la eternidad” (Dn 12, 3).
17. 8. Graba esto en lo más
hondo de tu memoria: ¡lo
más importante de toda tu
jornada es tu Misa!
18. • Aquello por lo cual más vale
como sacerdote es tu Misa.
• Cuando celebras la Misa
estás en la parte más alta de
toda la pirámide humana, y
en ese momento sólo hay
uno por encima de ti: Dios.
• ¿No es una lástima entonces
que te apresures tanto, que
no te prepares o que te
distraigas fácilmente?.
20. • Consiste en ofrecerse uno mismo
a Dios y su trabajo diario, como:
“Hostia viva y agradable a Dios"
(Ro 12,1).
• Acuérdate que, cerrado el Misal,
tu Misa debe continuar en la vida.
• Practica el consejo del Papa Pío
XII: "No dejar ningún día sin hacer
una visita al Santísimo, que será
también un excelente buen
ejemplo para los feligreses". Y
hazla por aquella intención que
deseaba Pablo VI: "Como un
agradecimiento al don sublime de
la Eucaristía y como un -gracias- y
una preparación para tu Misa".
21. 10. La Liturgia de las Horas
es el mejor termómetro de
tu fervor sacerdotal
22. • Es lo primero que abandona el sacerdote tibio.
• Ama el Oficio Divino como el escudo de tu castidad.
• No lo consideres como una pesada carga, sino como
una maravillosa oportunidad de glorificar a Dios por
los que no lo hacen, de pedir perdón por los pecadores
en peligro, de dar gracias en nombre de toda la
humanidad, y de enriquecerte en lo espiritual.
• Con el rezo de tus Salmos puedes cambiar el mundo
mucho más que con tus doctas conferencias.
23. 11. Haz que todos los que te
traten te sientan primero y
ante todo como sacerdote
de Cristo
24. Y era tal nuestra
preocupación por ustedes,
que estábamos dispuestos
a darles, no sólo el
Evangelio, sino también
nuestra propia vida…
(1 Tes 2, 8)
26. • Que puedas repetir con Jesucristo: "No he venido a
ser servido sino a servir".
• Y que el divino Redentor te recuerde las
maravillosas palabras que dijo a su apóstoles:
"SERÁS FELIZ SI HACES ESTO" (Juan 13,17).