El documento resume los principales puntos de la oración según Santa Teresa de Jesús. La oración es un camino de transformación que cambia la forma de ser y los valores de una persona a través de la acción de Dios. También es importante practicar virtudes para ser contemplativo. Además, Santa Teresa dice que la mejor forma de acercarse a Dios es a través de su humanidad, ya que Jesús experimentó el dolor y la comprensión humana. La oración también ayuda a aceptar las diferencias entre las personas y entre lo humano y lo divino, así como a comp
1. LA ORACIÓN SEGÚN SANTA TERESA
DE JESÚS (II)
1. La oración es camino de transformación.
La oración es transformante: si no cambia nuestra forma de ser,
nuestro modo de vivir, nuestros valores, no está siendo provechosa,
pues orar es cambiar de vida.
El camino de oración va siendo trazado por una secuencia de
acciones que Dios va realizando en la persona que lo busca
sinceramente. La total entrega a Dios, la total identificación de la
persona con Dios, no puede ser fruto sólo de nuestro esfuerzo personal,
pues excede nuestra capacidad. Es fruto de la acción de Dios en el alma que se deja guiar por El, por
el camino estrecho de la purificación interior, que lleva a la transformación de la persona en el
modelo que es Cristo.
Sin embargo, Teresa de Jesús nos dice que es esencial la práctica de la virtud, pues es
imposible ser contemplativo sin tener virtudes y que “es menester no sólo orar, porque si no
procuráis virtudes, os quedaréis enanas”.
Nada te turbe, nada te espante. Quien a Dios tiene, nada le falta.
Nada te turbe, nada te espante. Sólo Dios basta.
2. Apreciar las similitudes.
Santa Teresa dice que el mejor camino para ir hacia Dios es la humanidad de Cristo: “Mientras
vivimos y somos humanos, traerle humano” (Vida 22,9). Jesús es Dios encarnado, que nació como un
bebé indefenso, tuvo los cuidados amorosos de una madre, María, y un padre en la tierra, san José.
Jesús es Dios y Hombre verdadero. Como humano supo lo que es el dolor, la enfermedad, el hambre,
el cansancio, la muerte. Por eso podemos expresarle con libertad nuestras necesidades: Él ha vivido
en la tierra y nos comprende.
Nada te turbe, nada te espante. Quien a Dios tiene, nada le falta.
Nada te turbe, nada te espante. Sólo Dios basta.
3. Aceptar la diferencia.
No existen dos personas iguales, todos tenemos un componente genético único, que junto con
nuestra crianza nos hace personas irrepetibles. Pero a veces se nos olvida y pensamos que todos
deben pensar o actuar como yo, o como se hace en mi familia o en mi país, y eso genera conflictos.
En el trato con Jesús, las diferencias son aún mayores: Él es Dios, nosotros somos criaturas. La
oración nos ayuda a entender quién es Dios y quién es el ser humano. Él sufre nuestras rebeldías y
desobediencias; nosotros a veces nos sentimos apenados al descubrir que Él nos sigue amando a
pesar de que hemos actuado de manera indigna, de que no respondemos con el mismo amor.
Nada te turbe, nada te espante. Quien a Dios tiene, nada le falta.
Nada te turbe, nada te espante. Sólo Dios basta.
4. Perdón.
A veces, aún sin quererlo, lastimamos a las personas que amamos. Somos humanos y a veces
nos equivocamos. El perdón permite reparar una relación que se ha dañado por una acción
desconsiderada o incorrecta. Nos libera del rencor y el resentimiento y nos ayuda a vivir con alegría y
libertad. Teresa nos comparte: “En la oración, entendía más mis faltas” (Vida 7,17). Jesús nos dejó el
regalo del perdón en el sacramento de la reconciliación. Como a san Pedro, no nos echa en cara
nuestras equivocaciones, sino que nos expresa y confirma su amor.
Nada te turbe, nada te espante. Quien a Dios tiene, nada le falta.
Nada te turbe, nada te espante. Sólo Dios basta.