5. [MEDITACIONES – ENERO 2012
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Ps. Fernando Alexis Jiménez
Enero 5
Reconocer errores para cambiar y crecer
Fernando Alexis Jiménez
a primera vez que alguien me hizo reconocer uno de mis múltiples errores como siervo de
Dios, fue una soleada tarde cerca de un río en el que minutos antes habíamos realizado los
bautismos a nuevos creyentes de la congregación. Todo se prestaba para un extraordinario día
de campo: el rumor de las aguas, el verde inmenso del prado que se perdía a lo lejos hasta el punto
distante en el que se fundía con las montañas y un agradable calor que se conjugaba con todo
alrededor. Era un día de ensueño.
L
--Necesito hablar con usted, pastor—Olga Cecilia navegaba entre la incertidumbre, el temor y la
indecisión--: Llevo días dilatando este momento y creo que llegó la hora—dijo apenas dándome
tiempo a sentarme en el césped mientras que ella dirigía su mirada a todos lados: al niño que
acunaba en sus brazos, al correntoso río cerca nuestro y a unos niños que jugaban fútbol--. Siento
que usted es arrogante, elude saludar a creyentes nuevos como yo y no se toma el tiempo necesario
para escuchar las inquietudes de quienes, al término de sus sermones, quisiéramos ampliar un
poco más sobre el tema. Usted definitivamente me cae mal—concluyó.
Personalmente creía que no era así. Por el contrario—reflexionaba—detrás de la seriedad que
demostraba, había alguien en cierta medida tímido, temeroso en ocasiones y acostumbrado a
refugiarme en determinado grupo de colaboradores inmediatamente concluía el servicio religioso.
Con ellos me sentía en confianza. Así es que, aunque no compartía su opinión, opté por escucharle
en silencio para conocer los motivos de su inconformidad.
La segunda vez ocurrió en un retiro espiritual. Una de las líderes de la iglesia no se anduvo por las
ramas:--Fernando, tú eres autoritario. Dices algo y no das lugar a controvertir. Pareces un
dictador centroamericano. Sinceramente, no me gusta tu actitud--.
Una tercera persona fue la directora de alabanza de una comunidad de creyentes a la que me
invitaron a predicar, al sur de Santiago de Cali. Espero que todos se retiraran de mi para decirme:-Lo que más me desconcierta de usted es que, cuando termina sus mensajes abre las puertas al
mover de Dios y, justo cuando el Espíritu Santo comienza a moverse con poder, corta todo de un
tajo y dice, invariablemente: “Denle un fuerte aplauso al Señor Jesucristo”.—Guardé silencio. Ella
tenía razón.
Admitir los errores no es fácil
Generalmente consideramos que todo cuanto hacemos, está bien. Y ese es un gran error porque
apreciamos las cosas desde nuestra perspectiva y los seres humanos tendemos a considerarnos
perfectos o al menos, acertados en lo que pensamos o decimos. Sólo comenzamos a identificar las
fallas, cuando alguien más nos lleva a reflexionar en las fallas.
El apóstol Pablo hizo hace siglos una sabia advertencia: “No seáis sabios en vuestra propia
opinión”(Romanos 12:16).
Una forma de crecer como personas y como cristianos, es tomando el tiempo necesario para
reflexionar en nuestros hechos y, escuchar a quienes a nuestro alrededor nos elevan críticas o
expresan sugerencias respecto de nuestro comportamiento. Con su ayuda y por supuesto, bajo la
guía de nuestro amado Señor Jesucristo, avanzamos cada día hasta ser las personas que revelan el
obrar de Dios en nuestra existencia. ¡No se desamine...! Quizá lo que le hace falta es que alguien le
haga reflexionar sobre sus errores...
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9. [MEDITACIONES – ENERO 2012
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Ps. Fernando Alexis Jiménez
Enero 8
Un verdadero líder no habla, actúa...
Fernando Alexis Jiménez
ra líder. Nato. Sencillo. Si bien es cierto que nunca leyó a Tilich, Bonhofer, Kung, Boff ni a
ninguno de los grandes pensadores religiosos de la modernidad que debí memorizar en mis
largos y casi interminables años de Seminario, en él había algo que no se podía discutir: tenía
a Jesucristo en su corazón. Lo amaba con toda su alma.
E
Lo conocí cuando ya rondaba los setenta años. Sobre sus hombros --como un guerrero de mil
batallas que conserva en su fisonomía las huellas indelebles de muchos triunfos pero también de
innumerables derrotas-- tenía un enorme listado de iglesias cristianas que plantó en ciudades,
pueblos y alejadas montañas a las que todavía no llegaba el mensaje transformador de Jesucristo.
“No me llame pastor, simplemente dígame Alirio” me dijo la tarde que le insinué su reconocimiento
ministerial. Ni siquiera aceptó un diaconado. Quiso simplemente que le nombraran como eso, como
Alirio. Y desde allí, sin distinciones, sin puestos de renombre, siguió alentando a los demás,
aconsejando al triste y abatido, llenando de entusiasmo a quienes recién conocían al Señor Jesús y
hablando, como si estuviera bajo un delirio incontrolable, de las múltiples posibilidades para abrir
nuevas iglesias. “En el Distrito de Aguablanca vi un lugarcito en el que podríamos iniciar
reuniones”, solía comentarme al terminar un servicio.
Era un líder indiscutible. Y se fue una tarde como mueren todas las cosas hermosas de la vida que
desearíamos perduraran para siempre. Lo hizo en su casa, con sus familiares, con la íntima
satisfacción de haber dado lo mejor de sí mismo para la obra de Cristo y de su prójimo. En sus
maletas para el viaje a la eternidad, no llevaba ni tristeza ni frustración, sino la alegría del deber
cumplido....
¿Cómo es un líder?
De acuerdo con un reciente estudio que leí, en el que se compendian los criterios del consultor
internacional Edmundo Beltrán y del director del Programa de Liderazgo de la Universidad de
Harvard, Ronald Heifetz, los líderes reúnen al menos, las siguientes ocho características:
Trabajan en equipo; generan confianza entre quienes les rodean para que tomen responsabilidad
por sus actos; no le temen al cambio y por el contrario, asumen las nuevas tendencias; no
necesariamente ocupan cargos directivos pero sí contribuyen—desde donde estén—a mejorar su
espacio de trabajo; saben asumir su papel de mediadores en los conflictos; valoran y potencializan
las capacidades de sus colaboradores; saben motivar a los demás, y por último: poseen creatividad,
don de gentes, sensibilidad, plantean y no imponen, tienen iniciativa y compromiso con lo que
hacen. Además, son flexibles en sus opiniones para reconocer cuando han fallado.
Entre los cristianos hay también una visión clara del liderazgo. Se fundamenta en servicio sincero y
desinteresado, aportando siempre lo mejor. Lo dejó trazado el propio Señor Jesucristo: “Entonces
él les dijo: Los reyes de las gentes se enseñorean de ellas; y los que sobre ellas tienen
potestad, son llamados bienhechores: Mas vosotros, no así: antes el que es mayor
entre vosotros, sea como el más mozo; y el que es príncipe, como el que sirve”. (Lucas
22:25, 26).
Usted es líder, así no tenga puestos de relevancia en su iglesia, lugar de trabajo o comunidad... y
como tal, es hora de que empiece a desarrollar sus talentos, capacidades y visión de liderazgo...
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