Este documento describe el hallazgo de una momia gigante en la cima del morro de Arica, Chile, realizado por Andrés Barrios. Explora la rica historia cultural y cosmovisión de los pueblos Chinchorro y Aymara que habitaron la zona, incluyendo su relación espiritual con la tierra. También discute la posibilidad de que la momia haya sido adorada por los Chinchorro y otros pueblos dado su ubicación en un lugar considerado sagrado. El hallazgo podría arrojar nueva luz sobre la
1. Visualización de una momia gigante recostada en la cima del morro de
Arica
Reconocimiento de la relación mística espiritual de los seres humanos con su entorno
sagrado en esta zona.
Por
Elizabeth Blanche H. y Mauricio Cabezas ML.
De que Arica es una zona mística eso es algo que muchas personas ya saben, es algo que se
puede sentir en el medio ambiente tanto de la ciudad, de sus hermosas playas, los valles
aledaños con la presencia de increíbles geoglifos en sus cerros y toda la rica diversidad de
los poblados al interior de la zona; rica también es la historia ancestral cultural que nos han
legado los distintos pueblos que habitaron y se trasladaron por esta zona, la antiquísima
cultura Chinchorro y posteriormente el pueblo Aymara presente en la zona, así también la
presencia incaica también estuvo en estas tierras. Sin embargo lo que muchas personas
ignoran en la actualidad es que la rica cosmovisión de estos pueblos ancestrales se reflejan
en el medio ambiente convirtiéndolo en un espacio cargado de una simbología exquisita
única en el mundo. La cultura Chinchorro nos ha legado las momias más antiguas de la
humanidad, donde desde la producción de estas momias se desprende un sentido espiritual
de respeto de la vida aún más allá de la muerte, y donde en la confección de estos
preparados mortuorios usaban elementos naturales como arcilla gris, fibras vegetales y
madera, así unían al cuerpo sobre el cual se trabajaba a la tierra, en un mágico: “entregar a
la tierra, reconociéndote a ti, mi ser amado como parte de esta hermosa tierra”. Haciendo
trascender al ser amado siendo uno con la tierra. A pesar que se ignora mucho aún de la
cosmovisión de la cultura Chinchorro, sí sabemos la riqueza que poseía en tanto productora
de este gran legado cultural único a nivel mundial. Todo lo entregado por los antiguos
habitantes de la zona hoy se devela ante nuestros ojos a través de los hallazgos
arqueológicos presentes en la ciudad, como si la tierra misma nos hablara y nos entregara
sus tesoros invaluables, como si la tierra misma nos hablara y nos llevara por una vida con
un elevado sentido humano, haciéndose de este modo presente en nuestras percepciones
como habitantes actuales de esta privilegiada tierra mística. De este modo hasta el día de
hoy, hay un contacto mágico entre quienes vivimos en esta zona con la tierra y el entorno,
relación que se percibe en la armonía que nos transmite el medio ambiente de la ciudad y la
zona, tal como si la tierra se negara a entregarse al materialismo reinante en los tiempos
modernos con su ajetreos y poca capacidad de percatación de lo simple y sagrado, por el
contrario este lugar mantiene la simpleza y tranquilidad que se sienten como una protección
que va desde la tierra hacia los seres humanos. En este juego de mística y reconfortante
2. relación entre la tierra y los seres humanos se devela el medio ambiente en nuestras
percepciones, tal como le ocurrió a Andrés Barrios, hombre nacido en Arica y habitante
actual de estas tierras que fue capaz de darse cuenta de las existencia de una momia
acostada en la cima del morro de Arica. Pero antes de continuar hablando de este hallazgo
es necesario resaltar que la tierra está viva para los habitantes de esta zona, la tierra misma,
los cerros y los montes hablan simbólicamente desde los geoglifos milenarios existentes
hasta sus formas naturales y protegen a la gente. Para poder comprender bien este aspecto
es necesario adentrarnos en la cosmovisión que el pueblo Aymara presente en estas tierras
quienes nos otorgan un gran legado con su mágica cosmovisión. Para el Autor Bastien
(1996) los Aymará contemporáneos establecen una relación especial entre el cuerpo
humano y la organización del espacio geográfico y social. En su estudio sobre los
Kallawaya, grupo aymara de la zona medio-oeste de Bolivia, describe cómo estos
pobladores de la montaña nombran a sus lugares según la anatomía del cuerpo humano. La
montaña es como un organismo, un cuerpo, las partes están unidas orgánicamente (cabeza,
entrañas-corazón y las piernas). Los Aymara presentes en Arica también otorgan un
importante sentido al espacio físico, es así como los Apus, (del quechua apu, señor o
señora) son montañas tenidas por vivientes, con una fuerte implicancia en los ciclos
naturales que viven las personas de la región.
En esta zona encontramos por una parte el legado de la cultura Chinchorro, con sus momias
ancestrales, ricas en simbolismo de reconocimiento de la vida unida a la tierra en un todo
armónico, de un vivir conectados a la tierra agradeciéndole aún después de la muerte. Y por
otro lado encontramos la cosmovisión Aymara donde la tierra cobra vida, como divinidad,
siendo los Apus una manifestación de la protección que otorga la tierra a los seres humanos.
En este contexto cultural mágico y maravilloso de esta zona privilegiada, se inserta la
percepción de Andrés Barrios, nacido y criado en la zona, quien logró visualizar desde la
zona norte de la ciudad, en la cima del morro de Arica una momia de la cultura Chinchorro
que se encuentra recostada, las dimensiones de la momia son muy grandes involucran el
mismo peñón del morro de Ariaka como la cabeza y rostro de la momia, de igual modo es
posible visualizar el dorso y piernas. Este hallazgo es muy significativo, porque pone en el
tapete preguntas importantes que permiten profundizar para llegar a una mayor
comprensión de la cosmovisión de este pueblo y de los otros que vivieron y se desplazaron
frecuentemente por esta zona: ¿Habrá sido este mítico morro un lugar de adoración de la
cultura chinchorro y de otras culturas? Dadas a las características de los estudios que se han
realizado sobre el pueblo Chinchorro siendo este un pueblo pescador y recolector, hasta el
día de hoy si bien se poseen hallazgos físicos materiales impactantes, se sabe poco de su
cosmovisión espiritual. Lo que ha realizado Andrés Barrios a la hora de visualizar esta
silueta es algo importantísimo, permite que nos planteemos una serie de interrogantes sobre
los habitantes que vivieron en la zona y su relación místico mágica con el medioambiente.
Además Podríamos realizar la siguiente pregunta: un pueblo que realizaba momificaciones
espectaculares de sus seres amados a la hora de fallecer, pueblo que debió poseer una
3. cosmovisión de la vida y la muerte tan estética, ¿habrán adorado esta imagen posible de
visualizar en la cima de este peñón, la habrán percibido? Creemos que sí, porque algo que
sabemos desde las ciencias sociales es que los seres humanos perciben y otorgan
significados según sus experiencias y necesidades, si la cultura Chinchorro preparaba a sus
seres amados para un viaje al más allá, si los entregaba a la tierra de este modo, es
altamente probable que esta silueta haya sido percibida y adorada por este pueblo y no solo
por ellos sino por los otros pueblos que se desplazaron por la zona, recordemos la
cosmovisión Aymara y sus Apus a los que se refiere el autor Bastien. Siguiendo esta línea
recordemos que el morro de Arica era conocido por Ariaka, en idioma Aymara, que
significaba “puerta de entrada”, aún recuerdo cuando era niño y llegó hacia mí la
información de parte mi maestra en la escuela, acerca que el morro de Arica era un lugar
mágico, poseería cuevas por las que transitaban los chasquis o mensajeros del Inca, esta es
la renombrada historia de la cueva del Inca, cuenta esta historia que los mensajeros del
imperio incaico podían trasladarse por su interior por un sistema especial de cavernas hasta
llegar al centro del imperio incaico, ubicado en el Cuzco. Los chasquis no solo eran
mensajeros que corrían llevando los mensajes importantes del imperio incaico, sino que
ellos eran preparados para ser detentadores del saber tradicional místico ancestral, recibido
de parte de los hamawt'a (sabios ancianos). Es interesante poder recordar el nombre
original del morro de Arica como: “Ariaka” y su significado, el cual es: “puerta de
entrada”, e insertar en este contexto la percepción de esta momia gigante acostada en la
cima del morro de Arica, dado a que la momia que se puede visualizar en la cima del morro
es del género femenino y precisamente son las mujeres las puertas de entrada a la vida, las
que dan a Luz y es la Pachamama (divinidad femenina de la zona, reconocida como la
madre tierra) la puerta de entrada para todos a la vida al nacer y es además la puerta de
entrada y de entrega de todo lo que necesitamos para satisfacer nuestra necesidades y poder
vivir.
El morro de Arica nos habla en un impactante simbolismo, lugar físico donde se ubica esta
momia gigante, y sitio donde además, en su ladera, han sido hallados increíbles tesoros
arqueológicos para la humanidad, incluyendo momias pertenecientes a la cultura
Chinchorro. Así la tierra una vez más nos entrega, es la “Puerta de entrada (Ariaka)” esta
vez de tesoros invaluables. En el pasado el morro de Arica ya nos habló lamentablemente
en el enfrentamiento de dos pueblos hermanos, donde se tiño con sangre Chilena y Peruana,
dado a que la batalla fue literalmente en el morro, ¿Tal vez para llamarnos la atención? Para
que no olvidemos que dos pueblos hermanos no deben luchar entre sí.
Volviendo a uno de los mitos más antiguos sobre el morro de Arica, el de la Cueva del Inca.
Según se registra en los archivos que datan del año 1825, George Taylor, un investigador y
ciudadano de Arica, habría explorado la cueva hasta una profundidad de 1600 metros,
descubriendo un lago salado en su interior.
4. Así es Arica, está llena de un legado cultural admirable, sin embargo las personas perciben
según el trasfondo social en el cual viven y sabemos que en la actualidad no hay una
iniciativa clara para poder transmitir la visión mágico espiritual y armónica que poseían los
pueblos que vivieron en esta zona (y aún viven en el caso de los Aymaras) al ciudadano
actual de estas tierras y también sabemos que esto ocurre por varias razones que no
nombraremos acá, que se traducen en no transmitir visiones que alejen a los seres humanos
del consumismo y materialismo que en la actualidad satura la vida y ciega la percepción
dificultando entender el pasado, y es lamentable cuando este pasado es tan maravilloso. Sin
embargo encontramos desde los mismos seres humanos que vivimos en esta tierra un
acercamiento a lo místico y sagrado, ejemplo, encontramos numerosos bailes religiosos que
bailan a la virgen (a lo femenino) fiestas como las de la Peñas, la Tirana, entre otras
manifestaciones que se dan en la actualidad y religan al ser humano a lo divino femenino,
desde luego las manifestaciones sagradas femeninas de la zona atravesaron con los años por
una transformación y el sincretismo religioso hasta llegar a las manifestaciones actuales,
donde el contacto con lo femenino espiritual aún nos acompaña.
En el contexto de esta breve crónica pienso muy sinceramente que el descubrimiento que
realizó Andrés Barrios de la momia acostada en la cima del morro de Arica, está inserta en
este contexto histórico mágico espiritual presente desde hace miles de años en esta zona y
es una manifestación maravillosa de un hombre perteneciente a estas tierras y que puede ser
entendida y compartida luego de depurar la percepción y volver a la simplicidad para poder
Despertar y ver, reencontrándonos de este modo con un pasado exquisito que hasta el día de
hoy nutre estas tierras. Tal vez las autoridades y los estudiosos encargados de desarrollar
investigación antropológica en la zona puedan abrir su percepción a este gran hallazgo, y
compartir nuestra idea de que para lograr realmente entender el legado histórico cultural de
esta zona hay que transformar la propia percepción sino el fenómeno es inasible, se escapa
de las manos.