Pregon navidad 2014

BAEZA. ADVIENTO 2014
PREGÓN DE NAVIDAD
ORGANIZADO POR LA ILUSTRE Y
VENERABLE COFRADÍA DEL
SANTÍSIMO CRISTO DEL CALVARIO Y
NUESTRA SEÑORA DE LA AMARGURA
RAFAEL MONTIEL SÁNCHEZ
SÁBADO, 20 DE DICIEMBRE DEL AÑO 2014,
20´30 HORAS. AUDITORIO DE SAN FRANCISCO

PREGÓN DE NAVIDAD 2014. ILUSTRE Y VENERABLE COFRADÍA DEL SANTÍSIMO CRISTO DEL CALVARIO Y NUESTRA SEÑORA DE LA AMARGURA

RAFAEL MONTIEL SÁNCHEZ. BAEZA Y ADVIENTO 2014 Página 2



INICIO: ANGELUS
El ángel del Señor anunció a María,
y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo
Dios te salve, María, llena eres de gracia,
el Señor es contigo, bendita tú eres entre
todas las mujeres y bendito es el fruto de tu
vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores, ahora y en la
hora de nuestra muerte. Amén.
He aquí la esclava del Señor.
Hágase en mí según tu palabra.
Y el Verbo de Dios se hizo carne.
Y habitó entre nosotros.



Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de alcanzar y gozar
las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
AMEN
Oremos: Te suplicamos, Señor, que
derrames tu gracia en nuestras almas, para
que los que hemos conocido, por el anuncio
del ángel, la Encarnación de tu Hijo Nuestro
Señor Jesucristo, seamos llevados por los
méritos de su Pasión y Cruz a la Gloria de su
Resurrección. Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
PRÓLOGO.
“ … Cuando prácticamente todo el templo está
“apagado” de gentío y la aglomeración ha pasado,
me sitúo frente a los dos pasos con el solo fin de
despedirme de Mi Señor y de su Santa Madre.



Sentado en uno de los bancos del catedralicio
lugar y contemplando los dos tronos ya inertes,
cierro los ojos y con una tranquilidad apacible y
sosegada recuerdo a la vez que asimilo todo lo
acontecido y vivido. La verdad es que ha sido
extraordinario el poder sentir, vivir y experimentar
a Dios, a mi Dios, tan próximo, tan cercano. Tal es
mi estado de gozo y alegría, que casi sin darme
cuenta y de una manera “mágica” empiezo
nuevamente a sentir la brisa fresca de aquella
noche de ensayo, notando algo que me reconforta y
apacigua mi cuerpo y con unas ganas de saber el
por qué de este estado de reposo ... abro los ojos y
me encuentro apoyado en aquella farola al principio
de este pregón detallada. Miro a mi alrededor y todo
sigue igual: los dos tronos ensayando, niños que
corretean y pasan a su lado, gente, bullicio ... pero,
¿qué ha pasado? ¿Ha sido un sueño?, no lo sé, todo
parecía muy real.
Me quedo durante unos segundos sorprendido y
atónito, pues comprendo que en este rato me he
trasladado de una manera fugaz junto a Nuestro
Señor del Rescate y su divina Madre, la Virgen de la
Trinidad en mi peculiar recorrido cautivo. Sonrío y



con un “hasta luego” me despido de los allí
presentes, volviéndome a mi casa …”
Así finalicé mi particular camino en aquella
mañana de Jueves Santo, pregonada al lado de mi
Señor Trinitario allá por el mes de Marzo del año
dos mil doce.
SALUTACIÓN.
Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la
Ilustre y Venerable Cofradía del Santísimo Cristo del
Calvario y Nuestra Señora de la Amargura. Muy
Ilustre Sr. Don Juan Párraga Barranco. Reverendo
Sr. Don Juan Quiles Clájer, Capellán de la Cofradía.
Sr. Consiliario de la Agrupación Arciprestal de
Cofradías y Hermandades de nuestra Ciudad. Sr.
Alcalde y miembros de la Corporación municipal del
Excmo. Ayuntamiento de Baeza. Sr. Presidente y
Junta de Gobierno de la Agrupación Arciprestal de
Cofradías y hermandades de nuestra Ciudad.
Señora Pregonera de la Navidad 2013, entrañable
amiga Maribel. Miembros de las distintas juntas de
gobierno de las hermandades de pasión y gloria de
nuestra Baeza; hermanos y cofrades unidos en la
Navidad:



Por el mes de Agosto recibí la grata noticia de
ser el elegido para exaltar, por medio de este
pregón, al Niño Divino que nacerá en Belén, noticia
que por supuesto, no esperaba. No entraba dentro
de mi lógica personal. Creo que no soy merecedor
de tal distinción, y lo sigo pensando. Desde esta
posición doy las gracias a la Junta de Gobierno de la
Cofradía, quienes decidieron confiar en mi persona y
en mis palabras la tarea de hablar de nuestro Niño
Jesús, el cual llegará a Baeza para iluminar nuestro
camino.
Maribel, pregonera ilustre de nuestra Ciudad,
amiga de todos, creo que has sobrevalorado mi
persona, gracias de corazón, pero tú si eres
merecedora de todo; tú te agarras a la vida como
nadie y en el pregón del pasado año dejaste
palpable lo que sientes y lo que quieres, y sobre
todo, quién eres, que para mí, eres una persona con
entereza, de confianza, con sentimientos de
esperanza, que derrochas alegría y plenitud por
donde pasas, pero sobre todo, que llevas por
delante la fe en aquel que nos da el gozo y que
pronto nacerá en los corazones de todos los
baezanos. Gracias hermana, gracias.



Gracias también a mi mujer, Ana. Siempre lo
digo donde se tercie. Ella es un pilar importante en
mi vida cristiana. Es impresionante la capacidad que
una persona puede tener de comprensión (mucha),
de amor, de paciencia (todavía más), y de fe, sobre
todo de fe. Ella reúne todas y cada una de esas
cualidades. Por eso Dios la puso en mi camino y
juntos, unidos a nuestro querubín de poco más de
cuatro años (que también tiene una paciencia digna
de mención), intentamos seguir la vereda hacia el
verdadero sentido del evangelio. Gracias de
corazón.
Finalmente, me siento muy agradecido de
contar con la presencia de todos vosotros, baezanos
unidos por la Navidad, presentes hoy aquí, al lado
de este humilde cofrade, el cual se siente arropado
y como en casa. Vuestro aliento es mi sustento para
que el privilegio que se me ofrece y que ahora
desgranaré, pueda realizarlo de la mejor manera
posible. No prometo nada. Solo que el Padre guiará
cada una de mis palabras.



Continúo después de despertar de ese sueño
mágico que acabó volviendo a la noche fría de
ensayo y que atrás dejé.
PREGÓN
Pasaban los días, las semanas e incluso los
meses, donde todos y cada uno de los
acontecimientos que por delante se me ponía me
hacían olvidar momentáneamente la pasión: (Mayo
de flores y aromas marianos, junto a San Isidro,
protector de nuestros campos; Junio de Rocío y
alabanza a Cristo Sacramentado; Julio Carmelitano
que se abraza a San Cristóbal; Agosto, como no, de
Novena y honores a Nuestra Patrona, la Virgen del
Alcázar; Septiembre romera entre Baeza y La
Yedra, Rosel se llama la que reside en ese
Santuario, junto al Cristo moreno bendito; Octubre
de Rosario, inicio del curso cofrade baezano;
Noviembre de recuerdos, nostalgia por aquellos que
nos dejaron, calmados por nuestro Patrón, San
Andrés, el Apóstol amado) … pero a pesar de ello,
día tras día rondaba en mi cabeza una pregunta:



¿Por qué Tú, Señor?; padeciste lo indescriptible;
sufriste en todo tu Ser el daño, mofas y burlas de
aquellos que no creían en Ti, pero, ¿Por qué Tú?.
Triste y abatido sigo con mi personal batalla en
buscar algo que me reconforte y me haga ver claro
el porqué de tu entrega.
Salgo, salgo a la calle a buscar amparo; quiero
encontrar algo de paz en este momento tan amargo
que estoy pasando, ya que no quiero ver sufrir a mi
Dios, no quiero que sea el mártir de mis pecados,
ya que solo su nombre me reconforta y me llena de
alegría, por eso no quiero verlo así … doblo la
esquina de la calle donde me encuentro y … con un
suspiro que arroja tranquilidad miro a mi alrededor
… todo ha cambiado … Baeza, y todo lo que en mi
cabeza pesaba … ha cambiado … el reflejo de la
pasión en sus calles empedradas se ha convertido
en un dulce trasiego de ir y venir de todos … las
caras de mis paisanos y amigos marcan una sonrisa
que es difícil esquivar … levanto la mirada hacia el
cielo: ¿qué busco?; ¿qué miro?; veo adornos,
muchos adornos, adornos que ser mueven con el
suave y frío viento que ahora sopla; mecidas que



recuerdan a la cariñosa mano de madre moviendo
una cuna … adornos que resplandecen y hacen del
cielo gris estival un universo lleno de color y de
esperanza … adornos … adornos de … Navidad.
Suelto una carcajada un poco subida de
fuerza… algunos me miran con extrañeza… que en
plena calle y sin venir a cuento te tropiezas con
alguien que se ríe de esa forma sin comerlo ni
beberlo puede dar que pensar… pero a mí me da
igual. Estoy feliz. Me siento como un niño… muy
feliz. Bajo San Francisco, donde los escaparates de
las tiendas reflejan un interior especial. Adornos … y
más adornos … y entre ellos … casi escondido y
resguardado pero puedo verlo, se encuentra la
figura, de un pastorcillo. Me detengo en seco para
contemplarlo. Él mira hacia otro lado, buscando
algo. Esta estampa me suena … qué buscará?, me
pregunto a mí mismo. Sigo con mi mirada lo que
intuyo que puede estar observando. Carpetas,
mochilas y libros de texto, entre girnaldas y bolitas
de colores. No, eso no está mirando. Vuelvo a
dirigirme a él y fijo mis ojos en los suyos para
intentar averiguar cuál es su camino. No podía ser
otro. No hay espacio para pensar otra cosa. En la



esquina izquierda del escaparte, y cómo no, entre el
buey y la mula, acostado en el pesebre que rezuma
humildad, caridad y amor, está Él. Rápidamente me
desplazo hacia ese lugar. Que alegría!! El Niño Dios
ya está presidiendo en todos sitios … Qué bonita
imagen … El portal, ese bendito lugar donde quiso
nacer ha cobrado vida … Mirada de su Madre, la
Virgen María, tierna y que nos dice ¡Aquí está Él!;
San José, su padre, por la voluntad de Dios, lo
protege y aguarda pacientemente. Y acercándose
hasta su regazo, los Reyes Magos de Oriente no
quieren perderse tan divino encuentro. Pastores de
fe, caminantes que en sus aledaños se aproximan
todos a la vez. Vuelvo a mirar a mi alrededor,
sobrecogido por lo que veo, para cerciorarme de
que todo esto no es un espejismo, sino la viva
realidad, y compruebo que sí, que el momento
esperado ha llegado; por eso mi corazón está lleno
de felicidad, y a cada paso que doy por mi Ciudad
de gozo más me lleno.
Porque Baeza se prepara y se engalana, donde
nuestras calles pasan a ser camino hacia Belén.
Porque en nuestros hogares, en el trabajo o en
cualquier lugar, modificamos la tan repetida rutina



para saborear la ilusión y la alegría. Sí, ahora sí;
noto que estoy lleno de paz, una paz que me
embriaga y me reconforta. Sí, es Navidad. Baeza es
Navidad. Ahora comprendo y lo entiendo todo. Me
preguntaba ¿por qué Tú, Señor?, ¿por qué Tú?. Mis
dudas y mis llantos han quedado aclarados y
apaciguados. El Mesías anunciado pronto llegará a
salvarnos. Por eso hacemos todo esto. Nuestras
mejores galas salen de su letargo para recibir al
Niño Divino al que con impaciencia esperamos.
Navidad, Navidad en Baeza.
Patrimonial Ciudad que desde el Cerro del
Alcázar y hasta su infinidad se divisa el resplandor
de la Divinidad escrita. San Andrés, San Pablo, El
Salvador, y pasando por Santa Catalina, San
Antonio, la Magdalena y la Encarnación, nos
paramos en San Ignacio para ver al Niño Dios;
Catedral que nos espera, Plaza de Santa María se
llena, de pastorcillos alegres que van buscando al
Redentor. Navidad en Baeza, con tesón y firmeza, lo
manifestamos con el corazón, un corazón rebosante
de Amor y Grandeza.



¿Qué es la Navidad en Baeza?; ¿Cómo es Baeza
en Navidad?.
La Navidad está hecha de sentimientos y
nostalgia. Baeza es Navidad.
Es Navidad porque nos hacemos pequeños de
nuevo, volviendo a nuestra niñez más inocente,
donde el querer buscar a Dios se hace cada vez más
presente, y lo hacemos de múltiples maneras, pero
siempre con un único objetivo: esperar al
anunciado; esperar al Mesías; esperar al Hijo de
Dios.
Con una Corona que se alza entre muestras de
alabanza, empezamos así un camino nuevo que nos
dará luz y esperanza; también sustento y aliento,
por eso estamos en Adviento.
En Baeza es Navidad. Y es Navidad de la de
ahora; y es Navidad como la de antaño. Baeza
imprime su propio carácter, donde cada uno lo
hacemos a nuestra forma y manera, de una forma
llana, sencilla, sincera y emocionada, y en algunos
casos hasta con un toque de gracia. Es Navidad en
Baeza, y es también una …



Navidad de funciones, entre bambalinas,
teatros y canciones.
Es Navidad de villancicos, con mi coro rociero, todo
hecho con mucho cariño.
Es Navidad de dulces y polvorones, de nuestras
monjitas que los hacen entre plegarias y oraciones.
Es Navidad de aguinaldo, con zambombas, palmas y
panderetas, a ver si cae algo.
Es Navidad con todos los niños, llenos de ilusiones,
promesas y peticiones, esperando al mejor de los
nacíos.
Es Navidad también de lotería, donde la suerte
puede darnos alegría, pero más nos dará el pensar
que pronto nacerá en nuestro hogar el que
llamaremos el Mesías.
Es Navidad en familia, de encuentros,
conversaciones y sanas vivencias.
Es Navidad con los abuelos, los más jóvenes de
nuestra Ciudad, donde con bailes y villancicos
animaremos para desearles Amor y Paz.



Navidad en Baeza; Baeza es Navidad, donde afloran
nuestros mejores y más sinceros deseos, deseos
que son de verdad.
Nochebuena de Esperanza, en la soledad y en la
añoranza, que calman nuestras faltas con latidos de
una nueva alianza.
Es Navidad de Misa de Gallo, en las Parroquias,
Conventos o en la Santa Iglesia Catedral, donde nos
acercaremos contentos todos a celebrar, el
nacimiento del Niño Jesús cantando todos por igual.
Es Navidad también de tertulias, con el hornazo y
las mantillas, y todo el que quiera estar en este
grupo de cofrades, donde buenas experiencias son
entendidas.
Es Navidad de uvas, cava y champán, dándole
la bienvenida a un nuevo año jovial, con alegría y
sobre todo con libertad, de que gracias al Niño
nacido en Belén podemos iniciar otro curso más.
Y es Navidad de cabalgata, para niños que se alzan,
en querer ver a los Reyes Magos, y durmiendo
pronto en casa, traerán sus regalos, regalos y
alabanzas.



Por eso os digo a todos: ¡!LEVANTAOS
PASTORCILLOS!!, DESPERTAD Y QUE NO OS DE
PEREZA, QUE YA ES NAVIDAD, HERMANOS, YA ES
NAVIDAD EN BAEZA.
Y es Navidad porque queremos y porque
creemos; porque el Niño Divino que nacerá es el
que esperamos.
Porque Baeza es tierra de Belén por excelencia,
donde los posaderos abren las puertas de sus casas,
entre la niebla y espesura propia de este tiempo,
para darnos la bienvenida, ya que en ellas se refleja
la humildad y paciencia de representar este periodo
de amor y salvación.
Sí, hermanos, Baeza modifica su nombre,
transforma nuestros corazones y nos hace partícipes
de este misterio de la fe.
“ ... Por San Felipe Neri ascienden un nutrido
grupo de niños que al son de panderetas y con paso
firme y ligero van camino del portal enmarcado en
la Plaza que les lleva hasta la Santa Iglesia
Catedral. Rápidamente entran en el templo, donde
las sonrisas de todos son cada vez más palpables y
más claras. Se sitúan todos al final, al lado del



órgano, que dentro de unos minutos sonará a
música celestial. Es Nochebuena ya?? ...” Más
adelante lo sabremos. Todavía es pronto para ello.
Misterio, fe y creer.
Y yo me pregunto después de lo relatado: con
lo bonito que es ver, contar, preparar y sentir este
tiempo de felicidad, porque el Mesías llegará y nos
dará la Esperanza y nos saciará de buenas nuevas,
¿cómo es posible que todavía nos acechen las dudas
y el miedo? ¿Cómo caemos en las falsas promesas
que algunos nos quieren hacer creer y que al menos
para mí es difícil de entender?, ¿acaso saben estas
personas quien es el que está acurrucado en el
pesebre?, ¿lo saben? Y sobre todo: ¿qué capacidad
y potestad tienen para criticarlo, insultarlo y
apartarlo de nosotros?.
Algunos me podéis decir: ¿cuándo se ha
criticado o apartado o incluso blasfemado a Jesús, el
Niño de Belén de nosotros?, ¿cuándo?.
Cuando el pecado y la falta de arrepentimiento
residen en nuestro ser estamos echando fuera al
que vence y triunfa entre ellos. Cuando renegamos
de Jesús porque ahora me conviene, porque tiene la



culpa de lo que me pasa. En otras ocasiones bien
nos acordamos de Él y a Él nos encomendamos.
Cuando la humildad es barrida por la soberbia y por
la incomprensión. O Simplemente cuando nos
guiamos por aquellos que creen ser más
importantes que Él y demostrar, a sus ojos, que no
es todo más que un montaje de la historia para
crear sectas e incluso lucrarse con ello.
Yo aquí no he venido a juzgar a nadie ni a
imponer nada, pero es lo que mi condición me hace
decir y manifestar. A lo mejor esta exposición de mi
fe pueda molestar a alguien, y pido disculpas por
ello, pero es lo que siento y por lo que estoy hoy
aquí. Quien quiera ver y oír, effetá, que en arameo
significa “ábrete” y en este caso “que se abran tus
ojos y tus oídos”; y quien no sienta todo esto o no
comparta nada o simplemente quiera hacer oídos
sordos, que mire para otro lado y se retire, que no
le guardaré rencor, pero yo, quiero seguir la estrella
que guiará mi camino para poder ver a Jesús, al
mejor de los nacidos.
Porque Él marca la diferencia, porque nos
escucha y nos habla. Porque nos calma y nos



consuela. Porque, como a los primeros cristianos,
nos hace creer si ver e incluso bajo la duda. Porque
mirando a su Madre, nos damos cuenta de la
grandeza que nos manifiesta y la grandeza de sus
obras. Porque Ella es María de Nazaret, Madre de
Dios y Madre Nuestra, quien es presencia
entrañable en nuestra historia. Por admirable
designio del Señor fue la elegida, entre todas las
mujeres de la tierra, para ser la Madre del Salvador.
Y porque mirándolo a Él nos hace cautivos de
su Amor por todos, nos perdona y nos guía hacia el
Evangelio.
ESE ES JESÚS!, ESE ES EL NIÑO BENDITO QUE
NACERÁ EN BELÉN!, ESE SE LLAMA MI NIÑO JESUS!
¿Aún no lo conoces?, ¿no sabes quién es? VEN,
ACÉRCATE QUE VAS A HACER EL CAMINO
CONMINGO.
Un camino que empezaremos donde lo dejamos
hace un instante.
Todos esos niños que se sitúan al final del
templo, cerca del órgano que el Maestro Martín con
finura y profesionalidad acariciará con sus manos,
están esperando su momento. Entre ellos, uno de



complexión más bien rellena y con un triángulo
musical en las manos. Un niño que es muy familiar
para mí. Claro. Ese niño soy yo. Por aquellos años
de mi infancia, y gracias a la educación que me
dieron mis padres, me encontraba en el Colegio que
ha sido el inicio y la referencia de mi condición.
Filipenses por devoción. Filipenses que enseñan con
amor e ilusión.
Entre las muchas actividades que realizábamos
en el centro, siempre ansiábamos el instante de
poder ensayar las canciones que cantaríamos en la
Catedral con motivo del nacimiento del Niño Dios.
Siempre en Nochebuena. Después de la cena en
familia, todos con satisfacción nos dirigíamos hacia
el portal esperado.
¿Por qué os cuento esto?; Pues porque qué
mejor pregón para proclamar la Navidad y la venida
de nuestro Salvador que las vivencias que este
humilde cofrade ha vivido y sigue viviendo junto a
su familia y amigos. No soy hombre de palabrería
rebuscada; ni un erudito en la materia ni un
catedrático (y vaya mi más sinceros respetos a
ellos), por eso lo hago así, a mi forma, llanamente y



seguro que con algún fallo dialéctico que me tenéis
que perdonar, no se hacerlo de otra manera.
Son vivencias que parten desde la base de que
la época de adviento no es solo tiempo de fiesta,
comidas, reuniones, juerga y jarana, sino que
vamos a prepararnos para algo muy importante.
Algo que cambió a la humanidad, provocó una
revolución y que al día de hoy es el mayor
acontecimiento que nosotros, los que luego nos
hemos convertido en los seguidores del Esperado y
sus discípulos, podríamos vivir y participar.
Recuerdo que comenzábamos (y tradición que
se mantiene todavía), el día ocho de Diciembre, día
de la Inmaculada. Ese día era marcado en el
calendario de una manera especial y extraordinaria.
Era el comienzo. A partir de ahí todo se
transformaba. Cuando uno es pequeño, ve ese día
desde la humildad e inocencia propia de la edad.
Pero es mucho más. La Madre del Mesías, María, es
protagonista, que no podemos olvidar, de todo este
tiempo. Todos sabemos por los evangelios que
nuestra Madre aparece en ellos como si estuviera en
un segundo plano, no queriendo quitarle



importancia a su Hijo. Pero nada más lejos de la
realidad. Ella fue la elegida. Ella fue la que sin
mancha albergaba en su seno al que pronto
llamaremos el Rey de los Cielos. “Hágase en mí
según Tu Palabra”, decíamos anteriormente al
comienzo de mi exposición. Palabras que María
pronunció con rotundidad en respuesta a la petición
del Padre. Que humildad; que sinceridad; que
serenidad; sin ninguna duda aceptó. “Alégrate, llena
de Gracia, el Señor está contigo”. Ella es María, la
que mirando a su hijo lo acunó en un pesebre y lo
tapó con una manta, para que no pasara frío; María,
nuestra Virgen María; trono de sabiduría; alma,
fuerza y empuje de mi corazón, ahora proclamo mis
sentimientos, que son verdaderos y fruto de mi
pasión, y quiero llevarle flores, flores que adornen
su divina condición.
(El Coro canta villancico: Flores a María)
Porque eres María, la Llena de Gracia, la
Bendita entre todas las mujeres; la clemente, la fiel,
la amable y admirable, la que es espejo de justicia y
la causa de nuestras alegrías, la estrella de la
mañana, repleta de Caridad, la que es Rosario de



pureza, de Amor y de Paz; la que será y es Madre
de Dios Misericordiosa, que da Salud y Esperanza,
de lágrimas consoladas, caídas y calmadas. Porque
eres Trinidad, Madre de los Dolores del Rosario, de
la Amargura y Fervorosa; María, la dulce Aurora. La
Reina de los Ángeles, cuya Angustia quedará
apaciguada y en Soledad brillará bajo la estrella
esperada. No habrá Dolores de tristeza, sino que
con fortaleza esperará el momento anunciado.
Como en un Rocío de camino, Ella es paciente y se
encuentra serena. María, así se llama Ella, que
también es Madre del Rosel romera, del Carmen y
de las Ánimas bendita, y entre tanto rostro que
desprende belleza, son mis advocaciones que me
llevan a nuestra fortaleza y Reina escrita, Alcázar de
Baeza, Alcázar de mi vida, Alcázar de mi ser,
contigo caminamos juntos hacia el portal de Belén.
Iniciábamos la mañana bien temprano para
sacar del armario todos los adornos, figuras y por
supuesto, el Misterio, para empezar a colocarlos.
Siempre en la entradita de nuestra casa. Tiene su
sentido. Nada más salir o entrar en ella, nos
bendice y nos da sustento para el resto del día.



“El río aquí mamá”; “el portal allí, en la
esquina”; “la estrella arriba, presidiendo el mismo”;
“¿estos pastorcillos en medio?, uy.. uno que se me
cae al suelo … que manos tengo (me decía a mí
mismo), los camellos y los tres Reyes Magos de
camino hacia él. El puente que no falte al lado del
rio, que con papel de aluminio lo imitábamos con
estilo. Ovejas, en rebaño y alguna por ahí suelta.
Con granos de arroz simulábamos la comida de los
corderos y demás animales. Con musgo que
cogíamos detrás de casa, lo colocábamos al lado del
portal. ¿Todo preparado? Ahora llegaba el momento
esperado. Primero San José, el Padre de la criatura,
que con una rama de olivo se la poníamos en la
mano con dulzura; después su Madre, la Virgen
María, que miraba hacia el pesebre el cual no
estaba todavía. Ahora el buey y la mula, por
supuesto y por doquier. No nos deben de faltar
estos dos animales que son de bien. Finalmente y
como el que espera la Noche de ilusión y regalos, lo
colocábamos a Él. El Niño que nacerá en Belén, que
en breves días llegará a nuestros corazones. La
mirada de María, la sonrisa de San José y las
alabanzas de los pastores cobraban vida después de



un pronto amanecer. Último vistazo; últimos
retoques. Ahora está terminado. No. Falta la tira de
espumillón que bordea toda la recreación. Ahora si.
Que estampa. Estampa que repetimos cada año,
ahora con nuestras respectivas familias y yo, con mi
vida y mi pequeño trinitario, al que le reservamos el
privilegio de colocar al Ángel Esperado. No hace
falta decírselo, él mismo ya se encarga de hacerlo, y
con mucho cariño, lo pone en su sitio.
Continuaban los días fríos de invierno, todavía
en el colegio, donde los exámenes finales antes de
las vacaciones estivales ocupaban nuestra mayor
parte del tiempo. Las galerías del centro eran un ir y
venir de alumnos; clases repletas de sabiduría,
siempre bajo la tutela de nuestras monjitas.
También nuestros profesores Don José y la Señorita
Mari-Carmen (mi tía para más señas) no nos
dejaban solos ni un instante. Entre todo ese bullicio
propio de una jornada diaria, siempre
encontrábamos tiempo para ir a un lugar muy
cercano a todos. Pequeña, pero acogedora, nos
adentrábamos en la capilla de nuestro colegio.
Puedo cerrar los ojos y andar por toda ella sin
perder detalle de todo lo que la rodea. Presidida por



San Felipe Neri, nuestro sacerdote modelo, nos
sentábamos casi siempre en los primeros bancos
(yo acostumbraba a hacerlo en los laterales). Allí,
mirándolo a Él y girando la cabeza hacia el sagrario,
rezábamos y meditábamos. Pedíamos porque los
controles nos salieran bien e incluso repasábamos
algunas cosas para que todo fuera como debe de
ser. Pero ante todo, nuestros ojos se centraban en
el Misterio que se ubicaba en esta emblemática
capilla. Antes de marcharnos, nos acercábamos
despacio hacia el Niño Jesús que primorosamente y
con su rostro humilde nos invitaba a mirarlo. De
rodillas y a sus pies, cogíamos al Niño Manuel, y con
un beso en su mejilla nos despedíamos de Él,
recordándole que lo queremos, y que nos estamos
portando bien. Todo ello con la intención inocente
de ver cumplidos nuestros deseos y esperar a la
noche especial de Reyes.
Mientras estoy escribiendo esta exaltación y
haciendo una pausa en mi particular camino por el
colegio, me asalta e invade en mi cabeza (y mas
bien diría que en el corazón), el nombre de una
persona muy muy atada a nuestro niño nacido en
un pesebre. Santa Teresa de Jesús. Nuestra Doctora



de la Iglesia, también conocida como Teresa de
Ávila. Y la razón es bien sencilla. Amor continuo,
amor palpable en su vida, amor admirable por aquel
que se entregó; amor por los pobres y desvalidos,
en definitiva, Amor a Dios. Por encima de todo, Él, y
solo Él. Fundadora Carmelitana, junto a San Juan de
la Cruz, donde el amor a Jesús y a su Madre María
rezumaba por todo su ser. Puesta frente a Dios,
conoció al Redentor como Amigo y Maestro, como
Libro Vivo en el que comprender su propia verdad y
la verdad del mundo. En Cristo, su Amado, Dios se
le revelaba preocupado por la historia, preocupado
por los hombres y mujeres de todos los tiempos,
preocupado por ella. Teresa supo que, dando su
vida por todos, Jesús le había marcado un destino y
le pedía que siguiera sus huellas y que, andando
junto a Él, también ella podría contribuir a cambiar
la historia, a modificar la ciudad terrenal en ciudad
de Dios, a dibujar sobre este mundo el Reino.
Recordar a Teresa, ahora que pronto
celebraremos el V centenario de su nacimiento,
tiene el poder de hacernos conscientes de cuánto
podemos hacer para que cambien las cosas, si nos
decidimos a cambiar, a optar por una vida más



simple y más comprometida, más de acuerdo con el
Evangelio de Jesús, que es el evangelio del amor.
Unas de sus frases, entre muchas, decía: “El amor
perfecto tiene esta fuerza: que olvidamos nuestro
contento para contentar a quienes amamos” y por
supuesto, escribió poemas, versos y más poemas,
entre ellos, al que nacerá en Belén, como ...
I
“¡Ah, pastores que veláis,
por guardar vuestro rebaño,
mirad que os nace un Cordero,
Hijo de Dios Soberano!
II
Pues la estrella
es ya llegada,
vaya con los Reyes
la mi manada.
Vamos todos juntos
a ver el Mesías,
pues vemos cumplidas



ya las profecías.
Pues en nuestros días,
es ya llegada,
vaya con los Reyes
la mi manada.
Llevémosle dones
de grande valor,
pues vienen los Reyes,
con tan gran hervor.
Alégrese hoy
nuestra gran Zagala,
vaya con los Reyes
la mi manada”
Ensayos con toda la clase. Nuestras voces eran
privilegiadas. No solo porque cantábamos bien (yo
no cantaba mucho la verdad, pero mi voz se
transformaba en acordes de guitarra que por aquel
entonces yo tocaba), sino porque preparábamos con
mimo y esmero la tradicional función de Navidad y
la Misa de Nochebuena.



En este punto me detengo un poco y vuelvo a
ser el yo de ahora. Sigo tocando la guitarra. La
misma que hace más de treinta años mi abuela Lola
me regaló cuando comencé a aprender en mi
infancia, ahora resguardada para ensayos y otros
actos, pero sus sones en este tiempo de adviento
los dirijo hacia un lugar que para mí me reporta
paz, alegría, servicio y cobijo. No quiero dejar pasar
ni un instante más sin acordarme en esta
manifestación pública de nuestros abuelos, los que
cariñosamente llamo “los abuelos de Baeza”, a los
cuales les tengo un cariño muy grande. Y cómo no
se hacerlo de otra manera, o mejor dicho, no
sabemos hacerlo de otra forma, nos acercamos
todos los años con mi Coro Rociero al particular
portal donde ellos residen todo el año. Al entrar se
respira mucho amor, mucha paz. Un amor que es
muto entre ellos y sus cuidadores. Impresionante y
me faltarían palabras para definirlos, la capacidad
de amar y de respeto que estas personas tienen con
aquellos que por unas circunstancias o por otras
están en la residencia. Siempre recibidos con
alegría, y al son de guitarras, panderetas, tamboril
y cajón, cantamos unos villancicos junto a ellos y



así desearles unas felices fiestas llenas de amor.
Finalizada nuestra actuación, ellos nos despiden, no
sin antes y por parte de algunos, dedicarnos
algunas coplillas de esas tradicionales, de sabor
añejo y que con una gran memoria aún recuerdan
como si fuera ayer cuando las entonaban. Conforme
nos retiramos, observo cómo muchos se acercan al
belén que con estilo está colocado enfrente de la
puerta de entrada. Le cantan al Niño Jesús, le
lanzan besos de alabanza y se dirigen a sus
aposentos, como cuando José y María encontraron
la esperada posada. Ellos conocieron el espíritu de
la Navidad, su sentido y su verdadero significado y
saben a ciencia cierta, y aun cuando la edad ya les
priva de ciertos privilegios, que siempre nacerá el
Mesías en sus adentros. Por eso y siempre que
pueda y las fuerzas me lo permitan, seguiré estando
junto a ellos para hacerles un poquito más llevadero
su camino hasta encontrar el sendero que les
llevará a un Cielo Eterno, donde se encontraran,
arropado en el pesebre, al Niño Dios, que siempre
está junto a éstos.
La función de Navidad, chapó. Todos hemos
cumplido con nuestro cometido y nuestros padres



han disfrutado del evento. Hemos representado el
nacimiento, la llegada de los Reyes Magos; a
Herodes, que era un papel que nadie quería, pero
que tiene que salir, como se suele decir, si o si. Pero
su representación duró poco, o por lo menos,
intentábamos que así pasara. El ambiente era cada
vez más distinto. Sabíamos que pronto llegará el día
esperado. Cantar en la Misa de Gallo, en la Santa
Iglesia Catedral. Antes, llegaron las notas y el final
de curso en este ciclo, coincidente con la tradicional
Lotería de Navidad. Las caras de mis padres eran un
poema. Siempre había una ilusión por ver u oír si
algunos de los niños del Colegio de San Ildefonso
sacaba la “bolita” que llevara el número que en mi
casa jugábamos. ¡Papá, yo creo que en la siguiente
tanda, sale! … bueno, en la siguiente verás como sí,
así hasta que terminó el sorteo y ninguno de los
números era el agraciado. ¡Salud y a la pedrea!
Decía mi padre. Reconfortante es ver que entre los
premiados, se encuentra alguna persona que su
situación laboral es extrema, o está en paro, o está
pasando por dificultades económicas, o lo que se
lleva ahora, los famosos desahucios que en algunas
ocasiones no son benévolos y pagan justos por



pecadores. Dios así lo ha querido. Nos alegramos
por ellos, de verdad.
Amanece un nuevo día, día de júbilo y de
fraternidad. Veinticuatro de Diciembre, Nochebuena.
Desde bien temprano nuestra casa recibía los
primeros rayos de sol, aún tapados por alguna que
otra nube en esta fría jornada de invierno, entre un
jaleo y continuo repique de platos, vasos y
cubiertos. La primera, mi madre, ya en pie e
iniciando el ritual de todos los años, abriendo
puertas y sacando todo lo anteriormente
relacionado. Antes mi padre, que con las estrellas
todavía sobre el cielo ahora azulado, se encontraba
en el salón entreteniéndose poniendo pequeñas y
finas piezas de un puzle que estaba realizando para
luego colocarlo en algunas de las paredes de
nuestra vivienda. Otro puzle entre los muchos que a
lo largo de su vida fue haciendo, convirtiendo lo que
en principio era un pequeño intermedio en algo ya
característico que formaba parte de su perfil.
Continuaba nuestra historia con la bajada por las
escaleras en comitiva de los “cafres” de la casa. He
de decir que mi pequeño hermano, Pedro, era el
último en bajar, por edad (que podría sonar a



excusa) y porque le gustaba mucho apurar los
minutos en la cama. ¡Buenos días!, ¡Hoy tostadas
para desayunar! Y todos nos sentábamos en la
mesa para compartir este rato tan agradable en
familia. Ya mediado el día y cada uno de nosotros
encontrándonos esparcidos por algún lugar de la
casa, comenzábamos a oír los primeros, entre
tantos, “timbrazos” en la puerta. Era nuestra Abuela
Lola flanqueada por la Tita Mari-Carmen. Siempre
atentas y con ganas de llegar a la casa donde su
hijo, nuera y nietos las esperaban con gran
impaciencia. Comenzaba todo: mientras que mi
Abuela María acudía, la cual todavía no se
encontraba, pues tenía que terminar de hacer sus
tareas en la casa y que más adelante se uniría a
nosotros acompañada de mi tío Paco, el trasiego
entre cocina y salón era continuo. De nuevo repique
de cubiertos y vajilla de un lado a otro; el fuego se
iniciaba y la cena de Nochebuena empezaba a
tomar forma. Otra llamada a la puerta, pero esta
vez eran cuatro niños vecinos del barrio que con
panderetas y una zambomba nos pedían el
aguinaldo. Sí, el aguinaldo, aunque parezca raro y
que sea una frase que no pertenece a nuestro



tiempo. Recuerdo que por esa época de mi etapa
cándida, y en los medios de comunicación
audiovisuales, ya empezábamos a ver de una
manera muy ligera, suave, pero con un mensaje
claro, los primeros avances de esa celebración a la
que algunos llaman hallowen. Yo lo llamo
“desconocimiento” o “falta de formación”. Hoy en
día, las redes sociales son muy útiles para muchas
cosas. Para otras, la verdad, no tenían que existir,
pero al día de la fecha eso es prácticamente
imposible, ya que vivimos enganchados y todo gira
alrededor de estos medios virtuales. Pues bien.
Navegando por Facebook no hace mucho, me
encontré con una publicación realizada por D.
Mariano Cabeza Peralta, nuestro anterior párroco y
consiliario sobre esta particular celebración. Su
reflexión y puesta en escena me pareció digna de
alabanza y de poder mencionarla hoy aquí.
Transcribo literalmente: “ ... Me preguntaba un
alumno esta mañana, porqué durante la semana se
lleva preparando en los institutos y en las escuelas
esta fiesta de origen anglosajón llamada Halloween
y me decía que si yo lo celebro. D. Mariano decía:
YO SÍ CELEBRO HALLOWEEN .... porque al fin o al



cabo lo que significa este anglicismo es "All Hallows
Eve" (Víspera del Día de Todos los Santos). Yo
celebro las I Vísperas, la Solemnidad y las II
Vísperas, hasta las postrimerías de Halloween que
es la Conmemoración de los fieles difuntos. Lo que
no celebro es a los que intentan confundir, faltar al
respeto o manipular. Recordar las palabras de
Nuestro Señor: "La verdad os hará libres". Y
terminaba diciendo: Feliz Halloween, perdón, lo digo
en español: Feliz día de todos los Santos. ...”.
Nada más que añadir. Quiero que en mi casa y
en la casa de todos nos sigan martilleando nuestros
llamadores y echando abajo los porteros, y que al
abrir la puerta, nos encontremos a unos pequeños
pastorcillos cantando:
Dame el aguinaldo,
carita de rosa,
que no tienes la cara
de ser tan roñosa.
Y si me lo das,
y si me lo das,
que tengas unas Fiestas



de felicidad.
La tarde cae y la noche se hace en nuestra
Ciudad de Baeza. Ya ataviados con ropa de fiesta,
nos disponemos a celebrar la cena de Nochebuena.
Después de un día entero entre fogones, nos
deleitamos degustando los ricos platos que con
mucho esmero nuestra familia ha preparado. La
precisión milimétrica en la colocación y orden de la
mesa corría de cuenta de la seño de la familia.
Luego para desordenar todo, estábamos nosotros,
incluido mi padre, y así meternos un poco con ella,
terminando la batalla con unas alegres y continuas
carcajadas. Y hemos de darle gracias a Dios el
poder compartir con los nuestros todos estos
manjares, pues a ciencia cierta sabemos que a la
misma hora, muchas familias y personas no lo
estarán pasando tan bien y no tendrán el calor
humano que ahora podemos respirar. Dios le ayude
y les dé cobijo.
Digo ropa de fiesta porque lo que a
continuación nos disponemos a celebrar, y después
de haber reposado un poco, tiene carácter de fiesta



y de alegría. Llega el momento que tanto hemos
esperado.
Salimos y volvemos a la Cuesta de San Felipe
Neri que anteriormente he dejado relatado. Ya
estamos ahí. En la Catedral. Yo, con mi triángulo en
la mano, que tintinea por el nerviosismo de mi
cuerpo. Mis compañeros, cada uno con su
instrumento, igual que yo. Risas, miradas y con
unas ganas de cantar que el Mesías va a nacer ya.
Comienza la Eucaristía y el templo toma un carisma
único y difícil de olvidar. Lectura del Evangelio
(hasta el sacerdote que preside la misma aparenta
cierta intranquilidad). Pero no es eso. Es que el
Libertador anunciado ha nacido en Belén; el Hijo de
Dios está con nosotros, acostado en el pesebre y
rodeado de todos; la Estrella que este pregonero
tanto ha buscado acaba de iluminarme y me indica
que hemos llegado. Y como antes también he
proclamado, digo de nuevo: ALEGRAOS
PASTORCILLOS!! DESPERTAD Y QUE NO OS DE
PEREZA, QUE YA HA NACIDO EL MESIAS,
HERMANOS, QUE YA HA NACIDO EN BAEZA.



(El coro canta el villancico: “Siguiendo una
estrella”).
Mi memoria, recordando todo esto y mi interior
me dicen que ese día, para mí, es el más
importante de toda vida cristiana. No podemos
concebir una vida completa si no tenemos a nuestro
Niño Jesús presente, y sobre todo, tiene que formar
parte inquebrantable de nosotros. Es el inicio. Es el
comienzo. El Hijo de Dios nacido en un humilde
portal. Pobre en su nacimiento. Rico en
Misericordia; humilde rey que más tarde será
elevado a los cielos para situarse al lado del Padre.
Después de haber pasado el estado de gozo y
de paz que al día siguiente de Nochebuena, el día
de Navidad, nos ha dado, donde también hemos
compartido Eucaristía para celebrar junto al resto de
los baezanos la venida de nuestro Niño, la rutina
nos vuelve a tomar momentáneamente. Ahora en
casa, un poco más tranquila y relajada, hablamos
de cómo va a ser esta Nochevieja. De cómo va a ser
este fin de año, los preparativos ya los haremos
después, hoy es un día para descansar pero para
seguir compartiendo vida con el recién nacido.



Ya es Domingo, y en este día celebramos con
júbilo y mucho entusiasmo, el de la Sagrada
Familia. Ahora están juntos. José, María y su hijo
Jesús nacido en Belén. Se cumplió la voluntad del
Padre. Dios hecho hombre vendrá para salvarnos y
liberarnos del pecado. Familia. Palabra que abarca y
tiene mucho significado. Ojalá esta hermosa palabra
nunca se pierda; y no se pierda porque haya más
familias unidas; más familias atadas a la fe y que
tengan al Señor y a su Divina Madre como
referencia. Que el pecado y la maldad no dejen
nunca que entren a formar parte de ella, porque al
final, terminará haciéndose poseedora de la misma,
jugará a su antojo y convertirá a las personas en
tiranos y bufones de él. Luchemos todos juntos por
mantener siempre unida a la familia. Seremos unos
agraciados y obtendremos nuestra recompensa por
el sacrificio realizado.
Tampoco podemos olvidar que antes de
finalizar el año, también recordamos una fecha
importante, y a pesar de nuestra infantil edad por
aquel entonces, sabemos a la que nos referimos. Es
la de los Santos Inocentes. Nos vamos casi siempre
por la parte anecdótica y jovial de la fecha. Bromas,



disfraces y serpentinas nos invaden también en las
calles. Pero es una efemérides que tiene otro
significado más serio. Su definición es un
derramamiento de sangre en toda regla de
pequeños ángeles que por mandato de Herodes
ordenó ejecutar. Ya demostraba en aquel tiempo su
temor a Dios. Hoy en día, por desgracia, Herodes
hay muchos entre nosotros. Aquellos que quitan la
vida a los que todavía no se pueden defender por sí
solos; aquellos que toman la decisión con la excusa
de decir: “si es lo mejor, no ves que saldría mal?” o
los que dicen: “si no hay vida, que mal hacemos con
esto?”. Que no hay vida?, ¿Qué no hay vida? Tú si
es verdad que no tienes vida, ya que la que Dios te
ha dado la estás desperdiciando y la has repudiado
con tus actos. Este pregonero quiere a la vida. Yo
me abrazo a la vida. Yo digo SI A LA VIDA.
Llegamos a nuestro treinta y uno de Diciembre
esperado. De nuevo oímos en mi casa el repiqueteo
de platos, vajilla, cubiertos y vasos. La familia
vuelve a reunirse para despedir el año que está a
punto de acabar para darle la bienvenida a otro
más. Otra cena copiosa, platos alineados
milimétricamente por la anteriormente citada y



movidos provocando un simpático desorden por los
otros. Damos gracias a Dios por compartir mesa y
después miramos fijamente la televisión para ver
las campanadas desde la puerta del sol. Todos con
uvas. Mis hermanos y yo con pequeños gajos de
naranja. Los cuartos ya se oyen, prestamos mucha
atención. Ahora!!! Una, dos, tres … y así las doce
campanadas, entre uvas, algún que otro ahogo y
naranjas nos abrazamos por el nuevo año
comenzado. Me dirijo al Belén en la entrada
instalado y miro al niño nacido, al que me acerco
como si me hubiera llamado; sonrío y le digo:
¡Bienvenido en este primero de Enero! Sigo
mirándolo y auguro que Él también lo hace. ¿Me
quiere decir algo? … Guardo silencio por un instante
entre el alboroto del salón. Yo sí quiero decirle algo:
“No me olvido de Ti, mi Niño, sabes que te
quiero, pues has venido a estar con nosotros y
protegernos de todo mal; eres el principio de mi
camino; la esperanza prometida, no me olvido de
Ti, mi Niño, no me olvido porque no vivo; no puedo
estar sin Ti, Jesús, no puedo sino más que alabar al
salvador de todos, por eso quiero que sepas que te



llevaré siempre muy adentro, proclamando mi Amor
por Ti, y por eso te digo te quiero”.
Pasan los primeros días del año. En nuestras
calles todavía está el recuerdo de ese fin de fiestas
pasado. Ahora todos los niños no tenemos la cabeza
y el pensamiento puesto en otra cosa que no sea en
los regalos del día de Reyes.
Cuando empezamos a montar el Belén; cuando
estamos sacando nuestras figuras de sus cajas y
con cuidado y cariño las vamos colocando en el sitio
escogido, en algún momento hemos exclamado:
¡Melchor aquí!; Ahora Gaspar!, y un poco más
retrasado ponemos a Baltasar!! Todos con sus
respectivos camellos, ataviados con ropajes que
desprenden pureza y realeza. Pero es una realeza
material. Ellos bien lo sabían. Sólo Él tenía el honor
de ser Rey de Reyes. Rey lleno de Divinidad y que
en aparente indefensión, se encontraba acostado en
el pesebre que desprendía luz y salvación. Oro,
incienso y mirra le trajeron y a él se la ofrecieron.
Recuerdo que en mi casa, desde el primer día
del año y hasta el cinco de Enero había una rutina
que en algunos casos se convertía ya en un estado



de pesadez que a mis padres los llevaba al borde
del colapso: ¿Papá, me traerán todo lo que he
pedido?; en la carta puse que quería un Micronova y
un coche teledirigido; me lo traerán, no?; entre
medias de esta cuenta atrás, añadía algunos efectos
especiales provocados por la emoción de que se
acercaba ya el mágico día para todos, con cara de
no haber roto un plato y con una educación que se
hacía extraña, seguía con mi particular batalla,
aunque el texto más o menos seguía siendo el
mismo: ¿Papá, seguro no? Que yo me voy a acostar
pronto!! Quieres que vaya a algún sitio y te traiga
algo?? Necesita mamá que le vaya a comprar??
Todo esto solo se hacía con la intención de
demostrar que incluso antes de que los Reyes
Magos invadieran el salón con los regalos, sus
Majestades vieran que yo, aquel que tocó el
triángulo musical en la Misa de Gallo me seguía
portando bien y era merecedor de ellos. A mis
padres sólo le quedaba una cosa clara: tener mucha
paciencia y que fuera ya día seis de Enero.
Y llegó, llegó el momento. Tarde fría, pero
apetecible para nosotros. La casa era ahora un
hervidero, para todos. Mis padres nos arreglaban



para poder ver a los Magos de Oriente, y ahora eran
ellos lo que nos atosigaban con frases conocidas, a
saber: ¡Como no os portéis bien y os durmáis
pronto, no vienen los Reyes Magos! o aquella tan
común que dice: ¡carbón, que os van a dejar carbón
como no dejéis de dar la tabarra y os portéis bien!.
Salíamos al encuentro con ellos. Todos con
mucha prisa. ¡Ya se oyen los cohetes, papá!, y la
música! vamos, vamos!!; ¡Mamá, no te pares ahora
en ese escaparate, no llegamos!!. Así todo el
camino hasta situarnos en la acera donde la
aglomeración de gente era ya tan masiva que no se
podía caminar con soltura. Nos paramos en seco en
la calle San Pablo. Aquí mamá!! Que ya vienen!!!.
Efectivamente. Mi corazón palpitaba muy deprisa,
porque empezaba a divisar al primero de los Magos.
Melchor!!! Aquí!!! Melchor!!! y él, con simpatía, nos
bañaba en caramelos y serpentinas. Bolsillos llenos
de dulzor empezaban a aumentar hasta la llegada
de Gaspar. Gaspar!!! Aquì!!! Ya mandé la carta!!!
Iréis, no?? También recibí caramelos de él. Con una
sonrisa picarona y saludándome no solo a mí, sino a
todos los que nos encontrábamos allí, me hacía ver
que tenía que ser obediente y hacer caso a mis



padres. Mientras sigo despidiéndome de Gaspar,
vuelvo mi vista atrás, y Baltasar, en una imponente
carroza, se acerca hasta mi vera. Baltasar!!!! Soy
yo!!! Rafa!!!! El que te escribió la carta pidiéndote el
Micronova!!! Baltasar!!! Más caramelos, en menor
cantidad, pero al terminar de pasar, me doy cuenta
de que voy cargado de muchos, muchos caramelos.
Aquí os cuento de que Baltasar, para mí, es un
Rey Mago especial. Una cosa curiosa me pasó con él
en mi adolescencia, y como protagonista, un niño.
Una, entre tantas cabalgatas de Reyes Mayos,
nuestro Rey de color aparecía en ellas más subido
de peso, pero con la misma humildad y simpatía
que a su persona le caracterizaba. Yo lo miraba, él a
mí también. Parecía como si me conociera de toda
la vida. Claro. Era uno de los tres Reyes Magos.
Cómo no me iba a conocer. Al año siguiente, y otra
vez en tarde de cabalgata, al pasar Baltasar a mi
lado, un niño le decía a su padre con cierto
nerviosismo y agitado: “papá, papá, mira, a
Baltasar le ha pasado lo que a ti, mira, se ha puesto
a dieta, mira que delgado está”. Es la magia de la
Navidad. La inocencia de un niño. La ilusión hecha
realidad.



Ahora todos a paso ligero nos dirigimos al
Ayuntamiento, para escuchar a sus Majestades y a
despedirnos de ellos, pues ahora es el momento de
cumplir con lo que a nuestros padres hemos
prometido.
Después de haber pasado este rato de ensueño,
llegamos a casa, un poco cansados y exhaustos.
Recuerdo que mi madre decía: ¡vamos a poner los
zapatos en el balcón y a dejar el cierre abierto, para
que los Reyes Magos vengan y os dejen vuestros
regalos!!. Entre risas y algún que otro bostezo lo
hacíamos. Zapatos, balcón y cierre se convertían en
la puerta que a la mañana siguiente se abriría y nos
enseñaba a ver cumplidos nuestros deseos tan
anhelados.
Manolo!! Se oye ruido, no te das cuenta?? Que
no!!, Será en la calle, que todavía la gente no está
serena!!. Que sí, Manolo, que se oye. Creo que es
en salón!! Vale. Vamos a ver.
Bajaban mis padres las escaleras y allí
estábamos. Los dos. Porque mi hermano más
pequeño todavía dormía, como el más chico de la
casa. Mamá!!!!; Papá!!!! Mira, mira!! El Micronova!!!



Lo han traido; y el coche!!!! Toma el mando!!
Vamos a probarlo!!! … En la calle!!!! No, que hace
frio (decía él); aquí, en el pasillo. Y sentados en el
suelo, mi padre y yo jugábamos a las carreras con
el coche que los Reyes Mayos me habían premiado.
… Y así, entre regalos, carreras de coches y miradas
en el microscopio del tan repetido Micronova,
pasábamos el día de Reyes en familia. Por la tarde,
después de toda la emoción vivida, me volvía a
encontrar con mis compañeros de clase en la Santa
Iglesia Catedral. Triángulo de nuevo en mano,
entonábamos canciones como lo hicimos en la Misa
de Gallo, pero esta vez para recibir a sus
Majestades, quienes querían estar junto al Niño
Divino nacido en Belén, y rendirle honores, pues
gracias a Él, encontraron al enviado por el Padre
para redimirnos de nuestros pecados. Al terminar la
Eucaristía, nos despedíamos otra vez de ellos,
deseando que pasara pronto este año recién
empezado, y así a vivir nuevamente todo lo
anteriormente relatado, pensando ya qué regalos
queremos y que escribiremos en la próxima carta a
los Reyes Magos.



Esa misma tarde o a la mañana siguiente,
empezábamos a volver a la normalidad, normalidad
que se extendería unos meses más. Las cajas que
guardaban a nuestras figuritas del Belén volvían a
ser abiertas, pero esta vez para colocarlas en ellas y
resguardarlas bien hasta el año que viene, si Dios y
su Santa Madre quieren. Los últimos, la Virgen
Maria, San José y el Niño que ha nacido en Belén. Él
ha nacido; pero nacerá siempre en nosotros;
siempre que queramos. Abriendo nuestro corazón,
estaremos en Navidad.
Y ahora subiremos todos con alegría dirección a
la Santa Iglesia Catedral, yo, con mi mujer y mi
hijo, el cual está empezando a experimentar de que
hay que celebrar la Navidad; hay que celebrar que
el Mesías esperado nacerá en Belén; y lo haremos
todos juntos, y os volveré a ver, a mis familiares y
amigos, a matrimonios unidos en la fe, algunos
empujando un carrito donde una preciosa niña
chiquita también va a verlo nacer. Esperanza se
llama la que va con sus padres y que sonriente
camina hacia el portal. Vamos pastorcillos!!
Celebremos la Navidad!!; Celebremos a Dios Niño
que nace y nos salvará!!!; y estaremos en



Nochebuena, y con alegría y humildad, nos
acercaremos al Belén escogido, para ver a nuestro
Jesús que nos dirá, amos siempre unos a otros,
como yo os amaré hasta la eternidad!! Y llegará la
noche de Reyes, y despertaremos entre regalos que
nos dejarán palpar, la magia de sus Majestades; la
magia de la Navidad.
Ahora que esto acaba, y que es en este instante
cuando empezamos a caminar, os digo a todos otra
vez: ALEGRAOS PASTORCILLOS!! DESPERTAD Y
QUE NO OS DE PEREZA, QUE YA HA NACIDO EL
MESIAS, HERMANOS, QUE YA HA NACIDO EN
BAEZA.
Con la ilusión y el gozo de haber intentado
llegar a vosotros a través de este pregón, no quiero
finalizar sin antes tener una atención; la atención va
dirigida a mi Niño Divino, Jesús que nacerá en
Belén, pues gracias a Él, he podido experimentar en
mi ser lo bonito que es anunciar a todos la Navidad
y lo maravilloso que es sentirlo tan cerca,
imaginando que estamos ahí, a su lado, dándole
calor y cobijo, arropándolo para que no pase frío. Y
pensando que todos en algún momento hemos sido



pastores de camino. Pastores que hemos seguido
una estrella, como anteriormente hemos escuchado,
de las voces de mi coro, que primorosamente lo han
cantado, a los que agradezco toda la voluntad y
tesón prestado, esa estrella se ha posado en cada
uno de nosotros, la cual nos ha indicado el camino a
seguir para poder sentir que el mejor de los nacíos
está ya aquí. Gracias mi Niño, Gracias por permitir
que este pregonero hoy se sienta muy feliz.
Ahora sí, ahora me siento preparado; ahora
quiero esperar al Hijo amado, y para que no se nos
olvide a ninguno de cómo comenzó todo, os relato,
a través de un villancico no cantado, lo que para
todos debe de ser el inicio de todo cristiano, y
contando con el beneplácito de su autor, Don Rafael
González Ríos, os digo:
Por el caminito que lleva a Belén,
una borriquilla, María y José.
La luna los sigue y los quiere alumbrar,
que largo camino, cuando llegarán.
El viento los mira,
María suspira y dice: “ya no puedo más”



“tranquila mi vida”, decía José
Por el caminito que lleva a Belén.
“Acelera el paso, andando deprisa,
que ya se divisa, espera mi bien.
Se acabó el camino
bendito destino
Ya estamos muy cerca,
Ya se ve Belén
La noche está fría,
Tranquila María, buscaré posada.
Llamaré a las puertas en la madrugada,
y tendrás al hijo que tanto esperabas.
Nadie abrió la puerta.
Un frío silencio hubo por respuesta.
Las calles vacías, ni un alma despierta,
tan solo la luna los miraba inquieta.
Por las calles de Belén, camina José
buscando cobijo.
Un viejo establo será, donde nacerá,



María Tu Hijo.
Nos quedaremos aquí, entre el buey y la
mula que nos darán calor.
Y la luz de luna clara, alumbró su cara,
llena de dolor.
Cógeme la mano, sujeta con fuerza
Que lo estoy sintiendo, el momento se
acerca.
Gritos y suspiros, sangre derramada,
y el llanto de un niño en la madrugada.
Has sido valiente, María.
Lo puso en sus brazos y le besó la frente.
Ya tienes a Tu Hijo, fruto de tu vientre.
Descansa María, que el Niño ya duerme.
Casi amanecía.
Nació aquella noche y dormía María.
El Niño lloraba, José sonreía,
y hasta las estrellas al verlo venían.
Llegó la mañana, despertó María,



mirando a su niño le dio con cariño,
besos de alegría.
Tres Magos de Oriente, vinieron a verlo,
era su destino e hicieron un largo camino
para conocerlo.
Pastores llevaron, al recién nacido,
ropita de abrigo y leña de olivo para
quitarle el frío.
Se marchó la luna, estrellas y luceros,
y el sol alumbraba la divina cara del Rey
de los Cielos.
Por el caminito que lleva a Belén,
Una borriquilla, María y José”.
Así fue. Así pasó. Yo creo en lo que ocurrió.
HE DICHO.

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