2. La Sede Vacante
Dos son las circunstancias que pueden
dar lugar al final de un Pontificado,
iniciándose con ello el periodo de
“Sede Vacante” y la necesidad de
convocar el cónclave: el fallecimiento
del Papa o su abdicación.
Durante la Sede Vacante, los
Cardenales desarrollan sus funciones
mediante dos tipos de comisiones,
llamadas
“Congregaciones”:
la
Particular y la General.
Integran la Congregación Particular el
Cardenal Camarlengo y otros tres cardenales
elegidos por sorteo entre los electores (es decir,
los que no han cumplido los 80 años). Cada tres
días se procede a un nuevo sorteo para renovar a
los cardenales asistentes. La Congregación
Particular se ocupa de los asuntos ordinarios de
menor entidad que se vayan presentando durante
la Sede Vacante. La Congregación Particular cesa
en sus funciones en el mismo momento en que
se elige un nuevo Papa.
La Congregación General está compuesta por
la totalidad del Colegio Cardenalicio y está en
funciones hasta el momento de iniciarse el
Cónclave. Los Cardenales Electores tienen
obligación de incorporarse a la Congregación
General tan pronto como haya sede vacante. En
cambio, a los no electores se les permite
abstenerse de participar si así lo desean. Sus
encuentros se celebran a diario y los preside el
Cardenal Decano.
3. INICIO DEL CÓNCLAVE
El día señalado por la Congregación
General de tiene lugar por la mañana
una solemne misa votiva “Pro
eligendo pontificem” (para la
elección del Pontífice), presidida por
el Cardenal Decano, en la que se pide
a Dios que ilumine las mentes de los
electores.
.
Ya por la tarde, los cardenales,
reunidos en la Capilla Paulina, se
encaminan en procesión solemne a la
Capilla Sixtina cantando las letanías de
los Santos de Oriente y Occidente.
Una vez llegados a la Capilla Sixtina,
los electores entonan a coro el “Veni
Creator, oración con la que se invoca
al Espíritu Santo, y proceden a prestar
juramento solemne de guardar las
normas que rigen el Cónclave,
cumplir fielmente el ministerio
petrino en caso de ser elegidos, y
mantener el secreto de todo cuanto se
refiera a la elección del nuevo
Pontífice.
4. Una vez prestado el juramento, leído
conjuntamente y ratificado de forma
individual ante los Evangelios, el
Maestro de las Celebraciones Litúrgicas
Pontificias da la solemne orden de
“Extra omnes” (¡Fuera todos!),
indicando que todos aquellos ajenos al
Cónclave deben salir del recinto.
Sólo permanecen él mismo y el
eclesiástico encargado de predicar a los
Cardenales la segunda de las
meditaciones sobre los problemas de la
Iglesia contemporánea.
Terminada ésta, tanto el predicador
como el Maestro de las Celebraciones
deben salir también. Las puertas
quedarán cerradas y con Guardias
Suizos protegiéndolas.
A partir de ese momento se puede
proceder a la primera votación (única
del día) o aplazarla hasta el día
siguiente.
5. VOTACIONES
El proceso de votación en el cónclave se divide en
tres partes: pre-escrutinio, escrutinio propiamente
dicho y post-escrutinio.
Comienza la fase de pre-escrutinio cuando, antes de
cada sesión de votaciones (diariamente hay dos
sesiones, una por la mañana y otra por la tarde, con
dos votaciones en cada una, salvo resultado positivo
en la primera), el último Cardenal Diácono extrae por
sorteo público los nombres de tres Escrutadores, tres
Enfermeros y tres Revisores.
Se distribuyen entonces a los Electores dos papeletas
de forma rectangular, que llevan impresa la frase:
“Eligo in Summum Pontificem” (“Elijo como Sumo
Pontífice”), y debajo un espacio en blanco para el
nombre del elegido. Los Cardenales deben escribirlo
con letra clara, pero lo más anónima posible. Si se
escribe más de un nombre el voto es declarado nulo.
6. La fase de escrutinio se inicia cuando
cada Cardenal, por orden de
precedencia, habiendo doblado dos
veces su papeleta de voto, la lleva en
alto hasta el altar, delante del cual están
los Escrutadores y sobre el que se ha
colocado una urna cubierta con un
plato para recoger los votos. Una vez
allí, el Cardenal votante pronuncia en
voz alta el juramento: “Pongo por
testigo a Cristo Señor, el cual me
juzgará, que doy mi voto a quien, en
presencia de Dios, creo que debe ser
elegido”. Deposita entonces la papeleta
en el plato y con éste la introduce en la
urna. Se inclina luego ante el altar y
regresa a su sitio.
Si un Cardenal –enfermo o anciano– no
puede acercarse hasta el altar, un Escrutador
se acerca a él, recoge su juramento y su voto
y se encarga de depositar la papeleta en la
urna. Si su enfermedad le obliga a
permanecer en la Casa de Santa Marta, son
entonces los Enfermeros los que acuden a
recoger su voto siguiendo un procedimiento
similar al descrito.
7. El post-escrutinio lo llevan a cabo los
tres Cardenales Escrutadores, elegidos al
azar, contabilizando delante de todos los
Electores los votos recogidos.
Los nombres de los votantes se van
anotando en una relación, mientras que
los votos contabilizados se van cosiendo
con aguja e hilo para mantenerlos unidos.
A continuación, los tres Revisores revisan
los votos, para asegurarse de que aquéllos
han cumplido correctamente su cometido.
Si ninguno de los candidatos obtiene la
mayoría de dos tercios, concluida cada
sesión (dos votaciones) se queman en una
estufa las papeletas de los votos junto con
las notas de los Escrutadores. Se agregan
sustancias químicas al fuego para que el
humo sea negro e indique una elección sin
éxito.
El cónclave dura todo el tiempo que
sea necesario. Sin embargo, hay
establecidos periodos de descanso y
coloquio si no se alcanza acuerdo
(día 5º, tarde del 7º, tarde del 9º), con
una exhortación del Cardenal
Decano. En ningún caso se
contempla la abstención de los
Electores.
8. Elección y aceptación
Conseguida la mayoría necesaria en cualquier votación, el candidato elegido debe
expresar de inmediato su aceptación o no del ministerio. El último de los Cardenales
Diáconos convoca a la Capilla Sixtina al Secretario del Colegio de Cardenales y al
Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias. Presentes éstos, el Cardenal
Decano pide el consentimiento al elegido con la siguiente pregunta: “Acceptasne
electionem de te canonice factam in Summum Pontificem?” (“¿Aceptas tu
elección canónica como Sumo Pontífice?”).
Si el candidato electo da el consentimiento, se le pregunta entonces:“Quo nomine
vis vocari?” (“¿Con qué nombre deseas ser conocido?”)
El ya Papa indica el nombre que ha escogido con
estas palabras: “Vocabor N.” (“Me llamaré N.”).
Entonces el Maestro de las Celebraciones, en
funciones de notario, levanta acta de la
aceptación del nuevo Pontífice y de su nombre.
9. En el caso de que el elegido no sea uno de
los Cardenales presentes, se avisa al
Sustituto de la Secretaría de Estado, quien
se encargará de que el escogido como
nuevo Papa llegue al Vaticano lo antes
posible, evitando absolutamente que se
enteren los medios de comunicación. Una
vez llegado al cónclave, el Cardenal
Decano convocará al resto de los electores
a la Capilla Sixtina para proceder al mismo
ritual de aceptación. Si el elegido acepta y
no es obispo, el Cardenal Decano le
ordenará de inmediato como tal.
A partir del momento de la
aceptación –y ordenación en su
caso– el elegido pasa a ser Obispo
de Roma, Papa y Cabeza del
Colegio Episcopal. En ese mismo
momento adquiere la plena y
suprema potestad sobre la Iglesia
universal.
Una
vez
aceptada
la
responsabilidad, los papeles se
queman usando paja seca, lo que da
lugar a un humo de color blanco.
Es la señal que anuncia al mundo la
elección de un nuevo Papa y se la
denomina “fumata blanca”.
10. Vestimenta
El nuevo Papa es conducido a la
sacristía de la Capilla Sixtina, llamada
comúnmente “Sala de las lágrimas”,
ya que parece que todos los elegidos,
sin excepción, lloran allí ante la
magnitud de la responsabilidad que
acaban de asumir.
En la sala se encuentran tres
maniquíes con sotanas blancas de
diversos tamaños: grande, mediana y
pequeña. De ser necesario, un equipo
de religiosas hacen los arreglos
pertinentes. También hay a mano un
barbero por si el Papa necesita un
afeitado antes de presentarse ante el
pueblo.
11. La primera bendición
Inmediatamente, el Cardenal
Protodiácono se dirige al
balcón principal de la Basílica
de San Pedro y allí hará
público el anuncio de la
elección con la expresión
“habemus papam”.
Pocos instantes después el nuevo Papa,
precedido por la cruz procesional y por
los primeros de los Cardenales entre los
órdenes de los Obispos, Presbíteros y
Diáconos, sale al balcón y desde allí
saluda al pueblo con las primeras palabras
de su pontificado.
A continuación imparte la bendición apostólica
“Urbi et Orbi” (“para la ciudad y para el mundo”),
que en adelante sólo dará de ordinario en Navidad
y Pascua.
12. La Misa de Inauguración del Pontificado y el escudo de armas
El Pontificado se inaugura de modo
oficial con una misa solemne que se
celebra a los pocos días de concluido el
cónclave, normalmente en la explanada
de la Basílica de San Pedro. En esa
celebración, el nuevo Papa es investido
de sus nuevos símbolos: su Palio, y su
anillo del Pescador.
Es tradición que cada Papa tenga su
escudo de armas que es personal y lo
diseña cada Pontífice a su gusto. Sin
embargo, siempre aparecen las Llaves
del Cielo entregadas a San Pedro y la Tiara
Papal.