1. Poesía * Narrativa * Opinión * Fotografía * Moda
N°11 - Verano de 2018
El Mal Menor
En este número:
Proyecto Financiado por Fondo Nacional
de Fomento del Libro y la Lectura
Convocatoria 2016
Obras ganadoras del Primer
Concurso de Poesía Provincial:
Caletera, de Juan Águila
Polígrafo, de Carlos Gutiérrez
Relato: La ñusta y el asteroide
Y mucho más...
3. Editorial
El Mal Menor N°11 - Verano de 2018 - Batuco - Chile - Correo electrónico: revistaelmalmenor@gmail.com
Editores: Sergio Sarmiento - Emilio Serey - Melody Valenzuela
Diseño gráfico: Sergio Sarmiento - Fotogra a: Emilio Serey
Editorial
La desaparición de los sueños sociales nos sitúa en un espacio de pragma smo
agotador, en un día a día de trabajo y consumo que parece no tener más sen do
que cumplir con los planes de esos animales de colmillos gigantes llamados
grandes empresarios. Así, nuestras vidas están en función del incremento de la
producción: si aumenta el IMACEC hay mo vos para celebrar, de lo contrario un
aire fúnebre, amenazante y cas gador recorre nuestro país, que a estas alturas
más parece una mezcla de galpón industrial y salón de ventas que una patria. El
crecimiento sostenido, algo así como una erección permanente, es lo único que
sa sface a estos animales incapaces de eyacular y dar vida, animales
prehistóricos, habría que añadir, que se alimentan de la carne ajena, tal cual
hicieron en su momento sus hermanos, sus semejantes, los ex ntos terópodos,
dinosaurios carnívoros que al igual que los grandes hombres de negocios
caminaban en dos patas, tenían garras filosas, hambre infinita y ningún plan para
la sobrevivencia de la especie. Devoradores por naturaleza, las estrategias de
dominación usadas por los terópodos contemporáneos les han permi do no
solo adueñarse del capital, los recursos naturales y el poder polí co, sino
también del lenguaje. Así, hoy en día, en un mundo individualista impuesto por
estos grandes saurios, mundo donde todos somos terópodos en miniatura, nos
hablan de lo grupal, de lo colabora vo, conceptos que se plasman en el fomento
del trabajo en equipo, modalidad laboral que permite consumir la energía de los
an guos proyectos colec vos, aunque con la salvedad de que este po de
proyecto colec vo solo favorece al empresario. Y no solo por la plata, que queda
en sus garras, sino por la sublimación de lo social, por el apaciguamiento
proac vo de la rebeldía. Esto le permite al gran terópodo seguir erecto. Y
manejar la sociedad de forma falocrá ca, como lo demuestra el hecho de que la
gran mayoría de los grupos económicos chilenos son liderados por machos
carnívoros. No olvidar, finalmente, que terópodo significa “piel de bes a”, piel
que nos maneja y nos viste, que nos da bonos y muerte, que convierte nuestros
sueños en sus ganancias, que nos somete a tal punto que, para muchos, la única
esperanzadeliberaciónesganarseelLoto.Yesonovaaocurrir.
4. 2
Noticias de la nada
Historia de un fósforo
Fuiarrojado alaveredasinninguna piedad.Antes,lopeor,
me quemaron para encender un par de cigarrillos. Yo
sabía que ese era mi des no, no lo niego, pero vivirlo es
otra cosa. Cuando seas encendido, nos decía el palo más
viejo de la caja, serás un fósforo de verdad. Encenderme,
iluminarme, brillar, aunque sea por un segundo, eran
ideas que no me desagradaban, lo que me parecía terrible
era tener que ser quemado para cumplir, al fin, el duro
designio de mi ser. Mis dudas, por cierto, eran compar -
das por otros fósforos. Un palito rebelde nos decía que
nosotros, los cabezas negras de las cajas Los Andes,
deberíamos formar un sindicato. Y luego unirnos con los
cabezas rojas de las cajas Copihue. Y luchar contra nuestro
des no. Un palito es fácil de quebrar, decía, pero si nos
unimos será di cil que nos quiebren. El problema, me di
cuenta después, es que nadie intenta quebrarnos. Claro,
porque cuando llegó mi turno y salí de la caja, lo que en
realidad ocurrió fue que me rasparon contra un muro
negro y me encendí. Me creí una antorcha. Un foco. Un
reflector.Mesen como un dios por un momento.Un dios
queseperpetuóenlaspavesasdedoscigarrillosanaranja-
dos. Después, todo terminó. Mi empo fue breve. Ardí un
segundo y no hubo más. Al final fui arrojado a la vereda,
donde cualquiera me pisotea. Tirado sobre el cemento de
una calle de Polpaico me pregunto si para eso creció el
árbolquemediolavida.Ynosélarespuesta.Unahormiga
pasa por mi cuerpo y se esconde en mi parte negra por
unos minutos. Después se aleja, se pierde mientras yo
solicito piedad con los fósforos quemados, piedad con los
dioses caídos. Y nadie me escucha, nadie me recoge y me
guarda otra vez en una cajita de cartón, donde estaría a
salvodelsol,lasoledadylashormigas.SS
Me creí una antorcha.
Un foco. Un reflector.
Me sen como un dios
por un momento. Un
dios que se perpetuó
en las pavesas de dos
cigarrillos anaranjados.
Después, todo terminó.
Mi empo fue breve.
Ardí un segundo y no
hubo más.
5. 3
Noticias de la nada
Martillo busca a su dueño
Meses atrás fui usado por El Manteca, un obrero de Colina,
para matar a la Lo , su hermana menor. Se trató de un
crimen pasional, pues la Lo , una rubiecita teñida de esas
que usan poleras Everlast, conoció en el Líder de Quilicura a
un pastor que la invitó a su iglesia. La chica, que tenía veinte
y trabajaba haciendo aseo en el súper, aceptó la invitación y
tras asis r durante meses a la iglesia, temerosa de Dios
Todopoderoso, en especial de sus ardientes hornos, decidió
no acostarse más con su hermano. Ante esto, el Manteca
sin ó celos del pastor. Sin ó odio. Sin ó ex rpación. El
asesinato fue de madrugada. El Manteca se acercó a la pieza
de la chica una vez que su madre, una anciana con la capaci-
dadcogni vadeunconejo,sequedódormida.Ensusmanos
iba yo, un mar llo alemán con mango de madera y cabeza
cónica reforzada, una herramienta hecha para el trabajo
rudo. Los hechos, por suerte, se dieron de forma rápida. El
Manteca abrió la puerta, se acercó a la cama de su hermana,
que dormía profundamente, y usó mi cabeza cónica para
golpearreiteradamentesucabezateñida.Despuésprocedió
aviolarlayluego,enunactopocoentendible,seentregóala
policía. Al Manteca lo encerraron y a mí los ra s me
guardaron en una bolsa de nylon. Ahora estoy en una
bodega, donde me sacan solo para las audiencias. Mi cabeza
y mi mango se hallan cubiertos con sangre y materia gris de
la Lo y eso me hace mal. Necesito urgente un aseo,
necesito que me regresen donde mi dueño verdadero, don
Luchito Espinoza, un carpintero a quien El Manteca me
solicitóenpréstamosindevolvermejamás.Noquieroseguir
preso.Yonohematadoanadie.Meelaboraronparafabricar
casas y muebles, no para vivir en cau verio. Si ven a don
Luchito por ahí denle mi mensaje. Estoy en inves gaciones,
enGeneralMackenna.Graciasdeantemano.SS
El Manteca abrió
la puerta, se acercó
a la cama de la
chica, que dormía
profundamente,
y usó mi cabeza
cónica para golpear
reiteradamente su
cabeza teñida.
Después procedió
a violarla....
6. 4
Cerro batucano se cree leopardo
Noticias de la nada
Cuando llega el verano, me siento como un leopardo
recostado sobre el valle. Esto porque mis lomajes -que
siguen la suave forma de un felino- se cubren de amarilla
maleza seca, de pasto, de cardos, de tea nos, salpicados
de oscuros espinos, simulando, a lo lejos, el pelaje del
maravilloso y temible animal africano. Mi figura, antaño
perfecta, empero, se ha ido deteriorando. Todo comenzó
hace unos veinte años, cuando unos contra stas clavaron
siete enormes antenas en mi cumbre. Empresarios
mineros, un par de años después, decidieron abrir una
herida en mi costado. Buscaban el cobre que guarda mi
cuerpo, mi brillo interior, mi espíritu, como dicen los
creyentes, para ponerlo en la bolsa de metales de
Londres. Cinco años más tarde, un consorcio mexicano
instaló una fila de torres electrizadas en mi columna
vertebral. Ahora estoy en electroshock constante. Ahora
estoy en la silla eléctrica. Después vino el gran incendio
del año pasado, que no solo ennegreció mi piel, transfor-
mándome en una especie de pantera chamuscada, sino
que mató a mis habitantes: liebres, arañaspollito, crías de
aves, insectos y arbustos varios. Hoy estoy tratando de
sobrevivir. La maleza ha crecido otra vez en mis lomajes.
Los espinos renacen. Hay crías de insectos, aves y liebres.
La mina fue cerrada. Se acabó la producción. Mi alma fue
rematada en el imperio de los bobbies dejando un
boquerón oscuro en su lugar. Permanecen, eso sí, las
antenas. Y las torres. Permanece el golpe eléctrico. Por
suerte que me visitan solo técnicos de mantención, gente
alegre y banal como una kem piña. Y no muy seguido. Por
favor, que no venga nadie más. No quiero más proyectos
en los que siempre salgo perdiendo. Déjenme solo. Solo y
en paz. Estoy exhausto. No sigan provocando al leopardo.
Nomeinvitenasacarloscolmillos.SS
Empresarios
mineros, un par
de años después,
decidieron abrir
una herida en mi
costado. Buscaban
el cobre que guarda
mi cuerpo, mi brillo
interior, mi espíritu,
como dicen los
creyentes, para
ponerlo en la bolsa
de metales de
Londres.
7. 5
En la esquina del pueblo, el calor del verano
se resbala por las espaldas sudadas de los
inmigrantes contratados para cortar el
pasto, cargar bencina, barrer las calles y
limpiar los negocios. Les pagan mal. El
hombre “blanco” batucano manda y grita
usando malas palabras. Los hombrecitos
embrutecidos se han vuelto pequeños
patrones, pequeños dioses cas gadores.
Antes, los hombrecitos manduqueados por
otros negreros vivían sus horas de obreros.
Antes, al amanecer los hombrecitos
cargaban sus baldes y agachados, cortaban
pepinos. Antes, al atardecer los hombreci-
tos cargaban sus baldes y agachados,
cortaban pepinos. Antes, al anochecer los
hombrecitos cargaban sus baldes y agacha-
dos, cortaban pepinos. Poniéndole el
hombro a las horas, poniéndole el hombro a
La sagrada hecatombe
Por Aylín Jiménez
El hombre “blanco” batucano manda y grita usando malas
palabras. Los hombrecitos embrutecidos se han vuelto
pequeños patrones, pequeños dioses cas gadores.
Zona de Resistencia
8. 6
la vida. Y así los años pasaban entre el
polvo del verano, el barro del invier-
no, y las nubes en el cielo. Usaban
bolsas en los zapatos para llegar a
San ago sin barro. Defecaban en un
baño de pozo, al fondo del si o.
Calentaban el agua al sol y la sacaban
de la noria. Hoy, los hombrecitos del
barrio pasan cambios para la compra
del pan del desayuno, preparan
asados para el almuerzo y corren al
mall por copas de helados gigantes
para el postre, bajo la inmensidad del
aire acondicionado. Ya no saben
caminar. Traen el cerebro atrofiado.
No logran pensar. Se man enen
viviendodeacciónenacción.Los kilos
les deformaron el cuerpo, también el
cerebro. La diabetes les consumió los
espermios. Salen temprano y limpios
a la pega y vuelven muertos por la
noche, en la misma sintonía, a
descansarencimadelacamamirando
la comedia. No salen a votar. No
convocan a las mul tudes. No
imploran la rebelión. No buscan
apuñalar al sistema ni arrancar sus
intes nos, asesinarlo junto a sus
cómplices empresarios. No promul-
gan un harakiri masivo de polí cos
farsantes y hambrientos de dinero en
efec vo. A los hombrecitos les gusta
comprar en cuotas, les encanta dictar
el rut en el supermercado, les parece
de lo mejor que se cas gue el pago en
efec vo. Para ellos todo es dinero.
Aguardan sobre las pulsaciones de su
cuerpo. Man enen la música en alto,
bien alto, cosa que los bajos penetren
en los corazones de todos los vecinos.
Pierden sus miradas en la pared de la
casa. No pronuncian palabras, no hay
mucho que decir. Arman equipajes de
cuentas impagas, casas comerciales y
se sienten maravillados clientes del
banco, que los suma a un club, que les
otorga beneficios, que les hace
descuentos, que les reparte una
revis ta impresa en papel cuche, a
todo color, con rostros sonrientes que
los iden fican como rubios, altos y
bellos. Ellos que son, morenos,
gordos y de estatura media. Los
hombrecitos del barrio, sin sexo,
devoran su energía en las redes y se
man enen en ellas atrapados,
navegando en paraísos virtuales.
Viajandoporinternetymarcandouna
mano con el pulgar elevado en cada
página visitada. Excitados con el
reggaeton, caminan y bailan como
bueyes, todos en la misma dirección,
atrapados en este sistema que los
hará padecer la sagrada hecatombe.
Con sus eternas sonrisas, con sus
eternos dioses, con sus inmensas
vivencias de inmediatez que los hace
encumbrar una vida de caracolas
desoladas, los observo acercarse a un
desiertoinminente.
Zona de Resistencia
9. 7
Introducción
El diamante y la obsidiana son prís nos
ambos [amor] de formas diferentes
no cual herrumbre de cereal/acero
más bien veta, olor puro y es
(algo así) como el sonido y la furia
un punto cercano, ejemplo: etcétera.
Brazos de un Estero - Agua de Totora
dibujos de casas, humedales y perros,
las marcas de mi hija por la casa:
Tú, con un ves do violeta, casi
piedra ama sta, un sexto sen do.
Entomología de la palabra
En un documento en blanco
paralelo de una hoja vacía
escribe: “Man s”
y con ello rompe la unidad.
Cópula desde el ocaso -redacta-
el macho: esperma y muerte
la hembra: Cronos y des no.
Caletera
Juan Águila (Batuco, 1982)
Obra ganadora
Primer Premio de Poesía
Provincial “El Mal Menor”
Poesía Local
10. 8
Plaza de Batuco
Hay situaciones tan Ginsberg
tan Carver donde una mancha blanca destaca
en el borde de una solera, tan An n,
con pasto sistólico, abundante.
Dos colillas marcan el tesoro de un niño:
Todos los meses menos ese son tan crueles,
porque el chiquillo busca y no encuentra
lo bello de ser un cachorro de gre
no conoce aún lo poderoso del metal
llora cuatro minutos treinta tres segundos
lo que dura lo eterno del silencio.
La pérdida marca aún más profundo
La pulsión del lápiz
La profundidad del surco, el borrón
del que equivoca la ruta y el poema
toma caminos inciertos y aledaños,
perdiendo amor en el proceso.
Y las luces de los cargadores pasan a ser una,
el hecho de una habitación menos luminosa es la certeza,
como fruta que se pudre en el refrigerador.
En endes, al fin, que congelar no conduce a nada:
Todo lo que vive, está muriendo.
Poesía Local
11. 9
Ser con go una palabra
El carro que empujan los feriantes
por calle Artesanos, el humo
de un cigarro y la madera que aglomera
cuarenta de las mejores manzanas
que abren al mundo su muerte, su olor
a muerte mientras avanza,
y unas manos callosas
envuelven a una/como un niño,
como Cronos devorando
la simiente del conocimiento,
el árbol del bien y el mal,
que hoy se reduce a un cajón barato
de tabla, pintado en una cara.
La palabra que elegí -para que sepas- fue simiente.
Ordenar ante todo las ideas (Caletera)
El olor a sake es inconfundible
y se mezcla con el del microbús
igual, es una analogía, tal de Dios o Buda se tratase.
Hay una imagen en el que vende dulces
en el discurso aprendido por la fuerza:
Algo bello y perdido en la palabra.
Los trayectos son la rueda y el viaje
es la consecuencia, algo anecdó co.
Imagina: El sonido de un obturador
pasando por la 5 Norte.
Poesía Local
12. 10
Foto (1)
Ella leía algo de Nietzsche
atenta/como leen en las películas/
Movía la boca, musitaba "gente"
una despedida en voz baja.
Yo intentaba encuadrar una foto
con esa luz di cil de la tarde
si quedaba clara -la imagen- saldría movida
si era quietud lo que buscase
-la bella inmovilidad de algunas cosas-
saldría oscura, sin ma ces.
Hubo un momento breve donde miró.
Fui un sujeto de laboratorio
ajeno en todo, un primer plano: Ella.
El resto fuimos un bokeh pendiente;
la relación entre la abertura y la velocidad del ro,
la distancia focal y sus ojos, estando lejos.
Todo era un ejercicio en perspec va
la ra de prueba y manuscritos
el error y las consecuencias
desenfoque y fe de erratas
de editorial pequeña
que pone "Fuerza" en donde iba "Energía"
"Flor" en vez de "Rosal"
la mala traducción manosea la palabra
amor y la transforma
de modo que al lector no signifique nada.
Estoy seguro: disparé al mismo empo en que ella
y nos encontramos/sabiendo que lo leído no es verdad
y que el amor no dura para siempre.
Poesía Local
13. 11
Foto (2)
La foto manca al obje vo
troza sin querer, cierra
el encuadre y deja víc mas
y de fondo / Blue Train /
una pared actúa como si o.
Al frente: a quien amo y un torso
secciones del empo perdido.
Si buscara una señal cualquiera,
la regla de los tercios. Adjunto
la foto a un texto largo y melancólico
uno que al fin no dice nada nuevo
pero que sirve de catarsis,
cerrar un ciclo a la an gua,
cortar el pelo y mudar la piel.
Lo que queda, es parte de algo bello
que pudo ser, con otro encuadre,
la imagen perfecta. Un descanso.
Foto (3)
La foto era borrosa,
la fracción pequeña y el error
de sen r los pasos tan lejanos,
audibles aún en tu cabeza.
El año fue borroso,
una música ruidosa e insistente,
había pavor en las sirenas,
en el verde o/paco por la tarde.
Había pavor en las canciones,
el humor vítreo, los gritos,
acordamos no oír gritos, acordamos
sacar fotos. El descuadre muestra
unas manos pequeñas, lejanas, audibles.
Acordamos (recuerda)
no olvidar
a que esas manos
no volvieron a tocar
(nunca más)
a otras manos.
Santabárbara
Las bombas nunca sobreviven a su amor por volar
reconocen el néctar de la vida en el viento
el acero cruje y sus corazones pasan a ser otras bombas
sonríen, describiendo el arco con precisión quirúrgica
los gases se mezclan en un éxtasis, hay algo de verdad en el brillo
las esquirlas se llenan de sangre y erra, no sabemos:
Ellas interpretan su bello amor en nuestras muertes
Poesía Local
14. 12
El placer atemporal de las cosas podría ser un ornamento
Casi comparable a sen r lluvia
cuando llueve y el sol cuando hay sol.
O el romper la hoja en blanco.
El amor con una mujer tenue
que ríe y te ilumina dentro.
O el olor a pasto jugando con tu hijo.
El sudor alegre de su frente
y su beso lejano, el recuerdo
de marmóreos transatlán cos
que te separan del verso exacto
que juraste escribirle a él,
a su madre, a de esos años,
a esa mujer triste de lentes
que dijo, de manera trivial, levantado una tostada:
El olor a café trae infancia, adolescencia y adultez, todo al mismo empo.
Pero pensaste escribir sobre una roca,
la abstracción misma del poema:
La palabra inexistente en realidad existe.
Pasar del grano a la obsidiana,
de la obsidiana al bisturí,
del bisturí al corte preciso,
transversal en la piedra y el color
a la erra abierta que la engendra,
en unos canteros que comparan
la luz de unos cascos
con el resplandor de can na
oculto tras los vasos.
Poesía Local
15. 13
Poesía Local
Polígrafo
Carlos Gu érrez (Colina, 1972)
Mención Honrosa
Primer Premio de Poesía
Provincial “El Mal Menor”
Fuimos exis mos vivimos hacia allá, el más allá,
A las 2 de la madrugada en la más profunda oscuridad, fuimos,
Hasta la luz de la fiesta y la vendimia de los sabores más extractados de las frutas,
De las leches y los mostos, de las fumadas más largas y provechosas,
Llegamos, fuimos, trascendimos, en medio de la noche,
Una pesadísima maleta
Un roñoso fuselaje, consciente
Amarillo, culposo, sangrante, llevaba a cuestas,
Más pesado que todas las maletas del mundo,
Íbamos, hacia una música luminosa, confusa, mal encarada,
Que salía de las zarzas ardientes
Compar endo gozosos los narcó cos disponibles, no muchos, más bien pocos,
Más bien escondidos y barajados, controlados y dosificados,
Narcó cos escasos y racionados por el amor, por la conveniencia,
Narcó cos jamás diseminados entre los caminantes, y los observadores
Narcó cos bastante arcanos, casi todos productos médicos, tratamientos para la locura,
El cáncer, el resfrío común, la disentería, el parkinson,
Cuyas implicancias se empezaron a diluir en licor, en sangre, en horchata, en agua,
Disueltos para su más rápida circulación,
Pero con una importante pérdida de sus esencias narcó cas,
Una lás ma, porque la noche era joven,
La noche era una guagua blanca abandonada entre cerros,
16. 14
Poesía Local
Y en medio de todo, unas zarzas fosfóricas, un escenario de paño, un dibujo espantoso,
El ruido de miles de insectos en conversación inú l, en devaneos, en balbuceos,
En deformaciones sin registro, escuchando a medias el crepitar
En un concierto animado por enjambres oscuros
La noche, ya lo dije, era joven, apenas había nacido, y parecía eterna, se proyectaba
como una noche en otro planeta, era una noche imposible, una noche para siempre,
Pero era negra, y confusa, invitando al regate de la conciencia,
Un abrigo de constelaciones, una cor na de teatro cerrada hasta nunca jamás,
Deposité mi maleta, dejé el fuselaje más pesado que todos los fuselajes de la erra,
En el suelo dejé todo, me senté sobre sus esqueletos, aspiré su óxido,
Juntando el óxido y las medicinas para tanta cosa,
Empiné botellas hasta el fin,
Sorbetes alineados en el horizonte apenas hilvanado en la sombra,
Yo solo con miles de muecas misteriosas,
Bebiendo amarilladas, aguas de tamarindo, un río sin nombre desfilando en bocas,
Más bien fauces, más bien cuerpos extendidos en el beber
En un viaje y paseo nocturno, que hicimos, fuimos, íbamos hacia un no sé, un fes val,
Un ruido de siglos,
Entre la alegría tribal de la primavera del hombre y la mujer el empo joven
Y las bandas musicales de moda
Pero la noche se murió, se rajó el cielo de repente con luz, con luz de esa que raja los cielos
Y nos fuimos,
Nos seguimos yendo
Nos mandamos a cambiar
–♦–
La asistencia pública es la nave que tripulamos,
Por un espacio en eterno eclipse,
Geométrico y trágico como nuestro viaje,
17. 15
Poesía Local
La nave viaja a la velocidad más veloz que se puede imaginar
Y su des no es el planeta de la convalescencia
En sus orillas vive el resto del país en tránsito,
Sus calles en vér go, las personitas vivientes y
Más sanas que la maltrecha tripulación
Por las ventanas se ve la medicina en su plena expansión
Las farmacias en órbita,
Con su amenazante cinturón de dipironas
–♦–
La sed es un símbolo que buscamos en todos los desiertos
Es una verdad, la única verdad inconmensurable,
La sed es la música, el agua y el vino unidos en sangre, y en pos de sangre;
La negación, la filoso a, los abrigos ancestrales
A usted se le entrega una sed para toda la vida
Y habrá que cuidarla del hartazgo
Para que no desaparezca como otras ves duras,
Abandonadas en espacios ya ex ntos,
Para que se vaya acordando siempre de su posición en
Este mundo
Seco es el hombre,
Hambriento y desnudo en sus nacimientos
Nos mo va el temor y el tumor,
Ambos son los volan nes del ánima, la animita próxima al camino,
El temor y el tumor son grandes amigos,
Rehúyen el escru nio de los escáneres,
Jamás se develan en el momento y el empo correcto
18. 16
Poesía Local
Son operables pero la muerte está operando, es la muerte la jefa de cirugía,
Es el abrigo que los abriga,
Alimento de los dos villanísimos
Son ex rpables pero crecen como carbunclos inmediatos,
Quedándose como rastro en el espejo del cuerpo,
Haciéndonos temblar de tumores,
Horribles en la deformación más absoluta.
Uno no se olvida, soslayo quizás,
Viviendo oscilatoriamente en el polígrafo vital,
Huyendo y min endo en sus inefables trayectorias
Él se desangra, valientemente, como mis os maternos,
Rojísimos en sus baños de gloria,
Rezando arcanos textos aprendidos expresamente,
Para librar el temor.
Tiembla, crepita, se desinfla, se chupa y desaparece
Es la iluminación de las noches, la pestaña con lagañas
Y el clavo en el pie desnudo.
Él es un már r, la metástasis del terror, la parálisis,
Y los deliciosos narcó cos.
–♦–
Valparaíso es un alma húmeda, anegada de vejez,
Provista de óxido hasta su médula, y así todo,
Dulce en su reproducción
Es un hecho, el que nace concebido en sus camas
Jamás será alimento del desvelo,
Valparaíso es el chiporro de los al simos
19. 17
Poesía Local
–♦–
Estamos abrigados con la rigidez del empo,
Somos pasajeros de un columpio,
Prisioneros del ministerio de los péndulos
Nada hizo crecer el pasto
En esta casa llamada psique
Siempre en ruinas,
Siempre con fantasmas arrastrando su melancolía
Porque hay momentos eternos, como la infancia
Está cos en la geogra a de ciertas casas
Que serán tangibles hasta la muerte
Vamos de la mano, camino a una ceremonia an gua
Todos juntos al baño, ese palacio
Y ese será el úl mo film que pase por la cabeza
De los que se divierten en la rueda de Chicago
Somos, en esencia, Chicago Boys
Economistas de lo inevitable
Atrapados en la relojería
Capillitas de la Edad Media.
–♦–
Me encuentro en , no me pierdo
Soy la ontología en tus límites
Cobro sen do en estos recintos comunes
20. 18
Poesía Local
Inexorable es nuestra unión
Perpetuados y defini vos
Somos el uno
La creación de eternidad
El remedio al individuo
Cómo negar que los astros han desaparecido en las noches
Los paisajes son rota vos en tantos viajes
Mas siempre espera el cubil profundo
Donde la vida nos ha elegido
Somos el matrimonio,
La instancia verdadera
Ministros de mirada ausente, en la cúspide de las escaleras
En picada hacia el empo, bandadas extraviadas
Un ministerio pendular que mece
El ir y venir de los niños
En el jardín eterno
Música silenciosa del sargazo,
Creciendo en las comisuras, ahondándose en un mar de cuerpos y viajes,
Música suspirada en el momento de la muerte
Una compañera invisible en la bolsa del peregrino
Que abandona en la añoranza
Y vuelve en el olvido,
En el juego permanente de su alma femenina,
Una tempestad deliciosa en los miembros de los marineros
Del único capitán de su barco
21. 19
Poesía Local
–♦–
El placer irriga interiormente
Una serie de plantas en este jardín limítrofe
Pisoteado por búfalos, una noche cualquiera
Sombras que son sabores fundamentales
Que se van quedando en calles inmóviles
Como ese barrio que imagino, dónde creciste
Regada por felicidades especulares
Feliz de oír esos ruidos que significan la par da de gente, de señores y animales,
Todas las felices antesalas a la soledad son conjugadas
En esos momentos,
Cuando las personas dejan de respirar el aire de la misoginia
–♦–
Las animitas se oxidan lentamente,
El cloro y la metástasis, son aliados en cierto modo
En la lucha contra este celofán que se cierne, digamos,
A la velocidad de la pornogra a
A veces el péndulo se de ene
Y somos felices por siglos
Porque hay un placer y mil deberes en ese trance
22. Retratos
20
Trozo de sol perdido
Selecaeeldesencantoporlospiesdelgados,lamuertelocadestrozada
y descontrolada lo tomó de un dedo y jugando a las escondidas lo pilló
dos veces, hiriéndole las cos llas -traeré más piedras de las que te
imaginas para que no vuelva a encontrarte-. Arrastra lo que otros
olvidaron en su vida. En sus tardes se le resbalan las palabras sobre
líneas secas y vuela contento y blanco entre el jazz, sus cigarrillos de
hojas verdes cul vadas y sus libros amontonados. Vuela contento y
perdido intelectual, tratando de entender las cosas con su verdoso
extraño. Una mañana calmada, silenciosa y delgada, noté que se le
dobló el querer, en la espalda. Habrá una escasez de mañanas, me dijo
una tarde, mientras entristecido y preocupado miraba libros baratos,
quebrados y viejos, habrán mañanas arrugadas y mañanas amarillas
oscuras y rojas, mientras la depresión se le entraba por el costado
doliente -no sabes que todo lo demás sobra, hasta aquellas mañanas,
menos tú, trozo de sol perdido, no sabes que el zapallo como sea su
corte será zapallo y no importa más, y no sabes todavía, que aunque
corras soñador humilde y escritor contrariado y dis nguido, tras soles
caídos, yo te amaré suave, desenfrenada e infinita, no sabes-. De las
manos me llevó dulce inseguro y entristecido, caminando sobre
piedras quebradas y filudas sin dejarme ver, sin entender sus propios
pasos y sus brazos se cruzaron, el rostro erno iluminado cayó sobre
sus rodillas dulces como su piel, fue ahí que recorrí todo el cielo
resfriada y depresiva, derre da enloquecida enamorada, y sus ojos
claros, únicos y en peligro de ex nción, me descubrieron los brotes en
las piedras, entre sus sábanas de letras apretadas. Lo encontré suave
cariñoso y triste, lo encontré un poco niño, un poco au sta, un poco
hermoso,unpocopoeta,unpocoar staytododesbordantecayendoa
montones por todos lados, regándose a borbotones y regalando frases
acualquiera.Tú,únicoentremillonesdecopias.
Por Melody Valenzuela
23. 21
Llegué a la provincia por mo vos laborales.
Específicamente por mi trabajo en Anglo Sur,
una transterritorial minera que man ene un
departamento de responsabilidad social con el
fin de lavar su imagen pública. Mi labor como
asistente administra vo, por cierto, era de
absoluta segunda categoría. Una labor acorde a
mis estudios realizados en un centro de
formación técnica de calle 18, en los alrededo-
res del centro de San ago, ins tución que
contaba con las cuotas más bajas del mercado,
computadores con las teclas atascadas,
docentes desganados y un sistema de cobran-
zas realmente temible: si estabas atrasado en el
pago de alguna cuota no podías ingresar a
clases ni rendir pruebas, además te bombar-
deaban con amenazas de embargo y sujetos
pequeños, de no más de un metro cuarenta,
ves dos de negro, visitaban tu hogar y
empapelaban las paredes exteriores de tu casa
con avisos que dejaban en evidencia tu calidad
de deudor, mientras informaban a todo el
barrio, usando altavoces, que estabas moroso,
queeras un sinvergüenzayquepronto llegarían
camiones llenos de carabineros y hombres
altos, ejecu vos del poder judicial, a quitarte lo
que amabas: la tele, el iphone, el computador,
elequipodesonido.
AlllegaraColinaarrendéunapiezaenlacasade
una solterona que recordaba, cada cinco
minutos, a su hermano muerto, un tal
Clemente, que había sido profesor de castella-
no y escribía versos que, según la mujer,
La ñusta y el asteroide
Por Enrique Atenas
Narrativa
24. 22
parecían estar siempre lloviendo. Versos de
nubes y chubascos. Versos de temporales y
vaguadas. Versos de piezas, me va a creer,
donde hay precipitaciones todo el año. La
solterona se llamaba Clarisa y tenía unos
bellos ojos verdes, muy vivos, que contrasta-
ban con su piel arrugada y su andar cansino.
Clarisa, a diferencia de su hermano, no
contaba con profesión. No tenía su tulito. Se
habíaganadolavida,porello,comovendedo-
ra al mesón en el bazar más importante de
Colina hasta los inicios de los noventa,
negocio que fue decayendo con esto de los
chinos, con la burrada de Internet y con la
llegada de los supermercados de la capital.
Alcanzó a jubilar, para su suerte, antes de que
la cultura del bazar de provincia entrase en la
fase terminal en que hoy se encuentra,
poniendo en peligro no solo la libre compe-
tencia, sino también el único vínculo vivo de
la cultura chilena con el an guo imperio
persa. Se lo hice saber a la señora Clarisa. Yo
deimperiosnotengoidea,dijo.Enseguidame
ofreció un cafecito. Lo que pasó, pasó, entonó
después,repi endolaletradeunacanciónde
moda. A la señora Clarisa, estaba claro, no le
conmovía la desaparición, en las brumas del
empo, como diría un poeta an cuado, del
imperio que alguna vez dirigiese Darío I, el
Grande. Su ignorancia, por supuesto, no me
sorprendió, pues es un rasgo propio del
ciudadanoactual,queviveenunpresentetan
ancho–unimperiodel empoinmóvil,podría
decirse–quenoalcanzaavernielpasadoniel
futuro. Por mi parte, tampoco estaba tan al
día en historia, pero manejaba lo más básico
de lo básico y con ello parecía un sabio. Gran
parte de mis conocimientos, cabe señalar, no
fueron adquiridos en el centro de formación
técnica. No señor, allíaprendí cosas netamen-
te prác cas como las áreas administra vas de
una empresa, el valor del IVA y la importancia
del IPC. Además, cosas tristes como que los
sueldos de los trabajadores cons tuyen
pérdidas para la empresa. Aprendí, también,
que para ser exitoso hay que eliminar a la
competencia, borrarla del mapa, como
hicieron los nazis con los gitanos. Soy autodi-
dacta, recuerdo que le dije a la señora Clarisa
cuando llegó con el café. No, yo nací en
Chillán,indicóella.Yrióladinamente.
Mi trabajo en Anglo Sur, por ese empo,
consis a en despachar correos difundiendo
las ac vidades de responsabilidad social de la
minera. La idea, decía mi jefa, María Pía
Ibáñez, una rubia de mediana edad, cuica,
neoliberal y católica, es que en la provincia se
perciba nuestra acción social, que se sepa el
temadelosdesayunosquedamosdiariamen-
te a los niños de Huechún; el tema de la
capacitación a nuestros trabajadores; el tema
de la prevención de riesgos, el tema de la
forestacióndecerrosdepredados,eltemadel
tratamiento responsable de los residuos, el
tema del apoyo a los drogadictos, el tema de
los indígenas. Al mencionar este úl mo
punto, por lo general, se quedaba en silencio.
Claro, porque era un asunto delicado para la
empresa, dado que varios cementerios
ancestrales, picunches e incas, habían sido
arrasados por las prospecciones y labores
mineras, y ahora se buscaba, URGENTE, un
cementerio no arrasado para sacar huesos y
Narrativa
25. 23
_____________________________
ves gios y construir un museo para dejar
tranquilos a los pocos, pero ruidosos,
interesados en el tema, pos que no valoran,
Jesúsmío,lavaliosacolaboraciónsocialdelas
empresas. Setrata, agregaba, principalmente
de cochinos comunistas, dado que en este
lugar los conquistadores, para nuestra
suerte, y aquí se mordía lo labios como
retractándose de lo dicho, no dejaron
aborígenes vivos, que son lo peor de lo peor.
Mapuches culiaos, agregaba a veces, en un
susurro que acompañaba con un par de
golpesdepuñoalostabiquesdesuoficina.
Mi pieza era de adobe, mi pieza era alta y
fresca. Mi pieza tenía las paredes pintadas de
celeste y el cielo blanco como la cordillera. Mi
pieza tenía gruesas cor nas granate y visillos
gastados que cubrían su única ventana. Esta
era común y corriente, una ventana en oferta
eterna en SODIMAC, de esas de un metro por
un metro, con marcos de aluminio al natural,
dos hojas deslizantes y cerraduras de plás co
negro, hallándose sobre su vidrio izquierdo
una desgastada calcomanía de Piñerín, el
corpóreo del candidato Piñera, que algún
inquilino anterior pegó. Pasé, recuerdo, mis
uñas tratando de eliminarla. Pero solo pude
sacar la mitad de su cara, un ojo incluido, y
nada más, pues el corpóreo se hallaba
fuertemente adherido al vidrio. En el muro
adyacente, justo a los pies de la confortable
cama de dos plazas que poseía la habitación,
y en una coincidencia enorme con la novela
que leía en ese momento, Papá Goriot, de
Balzac, había una de esas viejas cómodas
afrancesadas de panza abombada, hechas
con palo de rosa. Sobre su barnizada cubierta
había una tele led conectada al cable, ar culo
quepocoocupabapuespreferíalelecturayla
observación directa de la realidad. Afuera,
justo frente a la ventana, se hallaba una
placita donde los pasotas del barrio fumaban
y bebían, pidiendo monedas a los transeún-
tes. Entre los pasotas destacaba la figura de
don Remigio, un hombre de unos setenta
años, el mayor de todos, que parecía diferen-
te a sus compañeros no solo por el hecho de
hallarse permanentemente en un estado de
melancolía, sino porque parecía tener una
mejor educación que los indigentes que lo
acompañaban. A don Remigio, debo decir, en
reiteradasocasioneslellevéalgodecomer,ya
que muchas veces lo vi pasar corbata, como
dice un viejo amigo mío, Rodrigo Mar nez, a
la hora del almuerzo. Yo lo miraba y recorda-
ba a mi padre, un hombre también muy
digno, muy caballero, ex empleado público,
que tras la dolorosa e inesperada muerte de
mi madre hace siete años, justo cuando yo
entraba a estudiar en el ins tuto de las teclas
atascadas, me develó su condición homose-
Narrativa
Mi pieza era de adobe, mi pieza era alta y fresca. Mi pieza tenía las paredes
pintadas de celeste y el cielo blanco como la cordillera. Mi pieza tenía gruesas
cor nas granate y visillos gastados que cubrían su única ventana. Esta era
común y corriente, una ventana en oferta eterna en SODIMAC.
26. 24
xual, cosa que no me inquietó mucho, pues
además de mantener un perfil bajo –mi papi
nunca usó ves dos floreados, medias caladas
ni zapatos de tacón–, siento que cumplió
sa sfactoriamenteconmigoyconmimadre.
Se me podría preguntar por qué estudié la
pragmá ca carrera de técnico en marke ng.
Mi respuesta es simple: no quería estudiar
ninguna cosa, sino dedicarme a escribir
novelas, idea que me surgió después de leer
un libro que encontré en el metro a los doce
años, un libro de un tal Patrick Modiano que,
después supe, era premio nobel. De Modiano
pasé a otros autores: Bolaño. Carver.
Kundera. Donoso. Ka a. Flaubert. Fui, como
se puede ver, retrocediendo en el empo.
Ahora, como dije, leo Papá Goriot de Balzac.
Mi intención, lo reitero, es ser novelista. Mi
padre, no obstante, me convenció que tener
un tulo es, hijo, una especie de seguro de
vida en un país cada vez más compe vo. Un
país de lobos hambrientos, señalaba, y me
mostraba los dientes. Después se reía con un
rostro que cada día me parecía más afemina-
do.Unrostroquecadavezmeenternecíamás
al besar. Mi padre, debo reconocer, pagó
oportunamente todas las cuotas del centro
de formación técnica, mi alma mater, y jamás
tuve a los hombres de un metro cuarenta en
mi puerta, como si les ocurrió a algunos de
mis compañeros y compañeras (una de ellas
terminó casándose con uno de los pequeños
seres y ahora trabaja como gallina ponedora
para el poder judicial, cuyos jueces ancianos
carecen de semen y óvulos como para
fabricarmáshombresdeunmetrocuarenta).
En los úl mos días he puesto mi atención en
unachicaquepasaadiariofrentealaventana
de mi pieza. Es una morena de vein tantos,
de figura esmirriada y brillantes ojos negros.
Me llamó la atención, específicamente, el
hecho de que el pasado viernes, al pasar ante
la plazoleta, mirase intensamente a don
Remigio, quien respondiendo a la mirada hizo
un gesto como de pena que me par ó el
corazón. Los demás días la chica no lo ha
vuelto a mirar, aunque sí lo ha hecho don
Remigio, quien fija sus pupilas en ella hasta
que se pierde en la esquina. Con esto me di
cuenta, de inmediato, pues soy muy intui vo,
que el viejo era el padre de la chica y que la
chica era una despreciable advenediza, una
escaladora, tal como las hijas de Papá Goriot.
Esta constatación, debo decirlo, despertó al
Ras gnac que hay en mí, al hombre justo,
sensible, preocupado de la ancianidad que,
en la novela, es el único que se interesa por la
suerte del viejo. Y se preocupa hasta el final,
puesseencargainclusodesuen erro,evento
al que sus hijas no asisten, enviando, en
cambio,asuscriados.
Ayer la señora Clarisa me anunció que viajaría
al sur, a ver a unas primas que recientemente
habían sufrido la muerte de una de sus
hermanas, una mujer con problemas a la
vista, casi ciega, que al intentar sacar su
tarjeta de Falabella desde el fondo de una
juguera -nadie sabe cómo llegó ahí- terminó
con una mano licuada, sufriendo una
hemorragia que acabó con su vida en breves
minutos. Pensé que mi anfitriona me pediría
que me fuera, pero en vez de eso me solicitó
Narrativa
27. 25
Narrativa
__________________________________________________________
quecuidaralacasamientrasellanoestuviera.
Vuelvo en dos semanas, dijo al subirse al
colec vo que la llevaría al terminal de buses.
Esofueunmartesenlanoche.Aldíasiguiente
desperté con la idea de hacer jus cia con don
Remigio, que cada vez me resultaba más
parecido a Papá Goriot. La pregunta, enton-
ces, consis a en cómo cas gar a su hija, la
morena esmirriada, que con seguridad era
una mezcla de lo peor de Delphine y
Anastasie, las hijas del personaje de Balzac
que exprimen y luego abandonan a su
amante padre por amor al poder, al dinero, a
la aristocracia. Pensando en tales asuntos
llegué a Anglo Sur el día miércoles. En la
minera, ese mañana, se tomaban decisiones
importantes. Claro, porque ante lo infructuo-
so de la búsqueda de restos indígenas, y por
orden de la plana mayor, que se encuentra en
Nueva York, se llegó a la convicción de que lo
mejor sería “crear” un hallazgo. Para esto se
piensatraermaterialdesdePerú,conestome
refiero a huesos, ves mentas, cerámicas y
otros elementos incas. Un antropólogo
inescrupuloso, José María Echavarría, se hará
cargo de falsear los informes y preparar el
terreno. Me enteré de la operación no
porque alguien de la minera me lo comunica-
ra, sino por casualidad, en el casino, escu-
chando una conversación entre María Pía y
JoséMaría.Yes,obvio,unasunto .topsecret
La semana transcurrió tranquila. En casa me
hallaba solo, empo que ocupé para leer
Papá Goriot con detención. De atrás para
adelante, de adelante para atrás, del medio
hacia adelante, del medio hacia atrás. En la
minera mi jefa, la Ibáñez, andaba tranquila,
caminaba sobre una nube: su principal
problema estaba en vías de solución, la
empresa privada no podría ser denostada por
los enemigos de la libertad. El domingo salí a
laplacitaymeencontrécondonRemigio,que
estaba solo. Soy Ras gnac, le dije, ¿no se
acuerda que la semana pasada le traje un
cuarto de pollo con papas fritas? Ah, encanta-
do, dijo el pobre pero digno viejo. Enseguida
me agradeció inclinando, elegantemente,
dos veces la cabeza, mostrando sus aristocrá-
cas costumbres. También soy quien le
mandó una pizza pepperoni un par de
semanasatrás.Ysushilasemanaanterior.Ah,
encantado, dijo el pobre pero digno viejo. Y
enseguida me agradeció inclinando, elegan-
temente, dos veces la cabeza, mostrando una
vez más sus aristocrá cas costumbres.
Enseguida miró hacia el suelo con pesadum-
bre. Le pregunté qué le pasaba. Nada, dijo.
Como era evidente que algo le pasaba insis
hasta que me confesó, en voz baja, que tenía
problemasconsushijas.¿Hijas?Sí,tengodos.
Una vive conmigo y la otra está lejos, en
Australia, añadió. Después, pese a mi
Yo lo miraba y recordaba a mi padre, un hombre también muy digno, muy
caballero, ex empleado público, que tras la dolorosa e inesperada muerte de mi
madre hace siete años, justo cuando yo entraba a estudiar en el ins tuto de las
teclas atascadas, me develó su condición homosexual.
28. 26
Narrativa
insistencia, se mantuvo en silencio hasta que
decidió marcharse. Le pregunté dónde vivía.
Por ahí, dijo haciendo un gesto vago. Y
desapareció por la calle posterior al área
verde, mismo lugar donde casi a diario
emergíaladeleznablechicaesmirriada.
El lunes siguiente no asis a Anglo Sur por una
fuerte migraña. Se me par a la cabeza y cerca
de la nueve de la mañana di aviso a RRHH.
Tres horas más tarde el dolor comenzó a
desaparecer y sin éndome mejor me puse a
leer a Balzac: Mi vida, la mía, está en mis dos
hijas. Si se divierten, si son felices, si van bien
ves das y pisan alfombras, ¿qué importa
cómo sea la tela de mi traje ni el petate en que
duerma? Yo no tengo frío estando ellas bien
calefaccionadas, ni me aburro jamás cuando
ellas ríen. Cerré la novela. Las palabras del
francés me dejaron conmovido. La felicidad,
pura, de Papá Goriot, estaba en sus hijas y sus
hijas lo ignoraban. Cuánta injus cia hay en el
mundo, reflexioné. Y me sen desvitalizado.
Para pasar la sensación de amargura me serví
un té bien azucarado, y lo bebí con calma.
Estaba en el comedor, ante el retrato de
Clemente, el poeta que hacía llover. En ese
momento una nube pasó ante mis ojos. Iba
desde la nevera al router, que estaba instala-
do en un muro. Esperé un rato y la nube, en
vez de provocar precipitaciones, terminó
deshaciéndose. Después salí a la puerta de
calle a tomar sol. El sol me alegraría. No
pasaron cinco minutos de estar ante la
mampara de la an gua casa, que tenía una
imagen de Cristo, una de Lipigás y otra de la
Teletón pegada en sus vidrios, cuando vi venir
a la chica que don Remigio mirase con
quebrazón. Sin saber cómo, en una ac tud
felina, en un segundo miré hacia todos lados,
hice un escán de la realidad circundante, se
puede decir, y ante la ausencia de tes gos,
cuando la advenediza pasaba a mi lado la
tomédeunbrazoylahiceentrarenlacasa.
En el mueble donde la señora Clarisa guarda-
ba los platos había una cinta de embalaje que
mi anfitriona había ocupado para cerrar unos
paquetes que llevó al sur. Siguiendo lo
aprendido en las series televisivas, usé la
huincha para atarle las manos y las piernas y
taparle la boca. Después la encerré en el
dormitorio de la señora Clarisa, cuyas
ventanas daban a un pequeño pa o interior.
Enseguida me serví desayuno. Un desayuno
completo, de campeones, con yogurt,
huevos, café, jamón y hasta un pla to con
fru llas, mientras pensaba en lo reconfortan-
te que es hacer jus cia. Soy Eugenio de
Ras gnac, le dije algo más tarde, cuando la fui
a ver. Enseguida le leí, de pe a pa, un informe
sobre la tercera edad en Chile, elaborado por
el Servicio Nacional del Adulto Mayor, que
empo atrás extraje de la oficina de la Ibáñez.
En ese informe se dice que los adultos
mayores, que en Chile suman más de dos
millones de personas, presentan la tasa más
alta de suicidios. Las causas que llevan a los
viejos a matarse son el dolor crónico, las
enfermedades terminales o invalidantes, los
trastornos del sueño, la viudez, el aislamien-
to, el abandono familiar y social. Después le
puse un video de la película Nebraska, que
muestra que sí es posible acompañar a los
29. 27
Narrativa
padres en su ancianidad, teniendo momen-
tos epifánicos incluso. En ese momento me
acordé de mi padre y lo llamé poniendo el
altavoz, para que la chica dispusiera de un
nuevo elemento educa vo. Mi padre me dijo,
como siempre que lo llamo, que justo estaba
por llamarme. Enseguida me contó, con voz
decididamente femenina y bastante cursi,
que había decidido usar falda. Y llamarse
Úrsula, que era el nombre de mi madre.
Después me contó que estaba pololeando. Es
el hombre ideal, remarcó. Yo me sen un
poco azorado, no era lo que esperaba, por
cierto, pero le dije que estaba bien, que lo
entendía y lo apañaba, remarcando estas
palabras al empo que miraba a la chica,
cuyosojossehabíanllenadodelágrimas.
Lo único que quería que entendieras, le dije
después a la chica, es que a los viejos no hay
que abandonarlos, menos porque pienses
que serán un obstáculo para ascender
socialmente. Ella movió afirma vamente la
cabeza. Y pareció calmarse. La pedagogía, me
felicité, es una tarea que requiere mucho
no. Enseguida le ofrecí comer algo. Ella
movió afirma vamente la cabeza. Al rato
llegué con una bandeja y le quité la mordaza
con cuidado. La chica comenzó a llorar. Le
acerqué la bandeja y le di un poco de agua.
Bebió.Despuéslepreguntéporsupadre.Está
muerto, respondió. ¿Cómo? Está muerto,
repi ó.Laindolenciadelachicamehizomaly
sin saber cómo le di un golpe en la cara, con la
mano abierta, para que se callase, mientras
veía el rostro cabizbajo de don Remigio en
alguna parte de mi cabeza. La chica, enton-
ces,gritómásaltoaúnytuvequegolpearlade
nuevo y volver a amordazarla. Enseguida fui a
la sala de baño y me masturbé, pues la
situación me provocó una fuerte erección.
Más tarde, ya recogido en mi cuarto, tras
reflexionar sobre mi conducta me apliqué
perfume en el pene, que me ardió como
caballo. Fue mi cas go, porque si uno se
dedica a hacer jus cia no puede, nunca,
confundir placer con trabajo. Ras gnac
nuncaloharía.
Al día siguiente fui a trabajar. En Anglo Sur me
enteré que el Plan Ves gios, así le habían
llamado a la operación de situar restos incas
en alguna parte de Colina, iba viento en popa.
Se trataría de un descubrimiento revolucio-
nario:losincashabíanhabitadosectoresdela
zona central de Chile de forma mucho más
evolucionada de lo que hasta ahora se sabía,
construyendo incluso una ciudadela po
Machu Picchu en los cerros cercanos. Una
ciudadela, cabe señalar, que generaría
atrac vos ingresos a Anglo Sur por medio del
turismo,yaquesepensabainstalarnosoloun
_____________________________
Usé la huincha para atarle las manos y las piernas y taparle la boca. Después
la encerré en el dormitorio de la señora Clarisa, cuyas ventanas daban a un
pequeño pa o interior. Enseguida me serví desayuno. Un desayuno completo,
de campeones, con yogurt, huevos, café, jamón y hasta un pla to con fru llas.
30. 28
Narrativa
museo, sino un enorme complejo turís co
cerca del “hallazgo”. Ese mismo día, después
de la pega, fui a la plaza con una botella de
vino. Don Remigio estaba con los indigentes
que bebían y bromeaban en torno a la
sexualidad de una tal Zafiro, que no se sabía si
era hombre o mujer, pero que igual estaba
rica, como dijo el Cabeza de Camote. Iba a
mostrarle una foto de la chica esmirriada a
don Remigio, para preguntarle si era su hija,
cuando el noble anciano me preguntó si sabía
lo de la desaparición de una vecina, es una
chica flaquita, una que siempre pasa por aquí,
dijo. Ahí me di cuenta de la magnitud de mi
problema. Y de mi error: pues don Remigio
mecontóquelachica,denombreRosario,era
hija de una vecina, doña Carmen, una mamita
viuda, como dijo, que vende empanadas
frentealsupermercado.
Después de alimentar a Rosario, que ya no
grita, que solo llora, entro en mi habitación.
Adentro está lloviendo. Hay un viento fuerte,
hay rayos, la alfombra está anegada. Me
siento en el borde de la cama y bajo un
paraguas contemplo la tele. Me entero,
entonces, que un asteroide impactará la
erra, justo en la zona central de Chile. La
fuerza aérea, dice la animadora, busca
voluntarios que den la vida por la patria. Y por
el mundo. Su misión será pilotar aviones que
se estrellen contra el asteroide detonando
una carga explosiva que hará añicos el cuerpo
celeste. Se es ma que con tres aviones que
realicen, escalonadamente, tal proeza, la
misión estará cumplida. Después, pasa a otra
información, algo de Vidal o Alexis, no
recuerdo bien. La lluvia, ahora, amaina. Me
levanto, me miro al espejo. ¿Tengo cara de
héroe? Sí, me digo. Y pongo mi mano en mi
frente, haciendo un saludo militar. Después
busco, en mi iphone, el himno de la aviación
chilena. Con las alas enarcadas / en suprema
sed de cielo / dejaremos, camaradas /
cualquier día la legión. / El rumor de los
aviones / quedaráse en la hondonada /
fusionado el recuerdo / de la madre y de la
amada / en el cofre de oro viejo / que quedó
en el corazón. Emocionado tras la lectura de
tan bello himno, sublime, mo vador, aunque
algo añejo, me acuesto y apago la luz. En
plena oscuridad me quedo pensando que
esta es la gran solución que necesitaba para
remediar mi error. Segundos antes de la
explosión final, cuando mi cuerpo se funda
con el asteroide, comunicaré a la torre de
control que en esta casa se encuentra la chica
desaparecida. Libérenla por mí, camaradas,
gritaré, y luego iré de frente a la muerte.
¡Perdóname padre!, será mi úl ma frase, me
prometo. Y me emociono. Y pienso en la
muerte un rato. Y pienso en la chica, en el
color que adquieren sus mejillas al ser
golpeadas. En sus ojitos asustadizos. Y me
excito. Y me aplico perfume en el pene, que
otra vez me arde como caballo. Después me
quedodormidoconelparaguasenlacabeza.
La señora Clarisa ene un enorme horno de
barro. Está en el pa o interior, junto a un
durazno, y su tamaño es bastante mayor al
que habitualmente poseen estos implemen-
tos picos de las zonas rurales de nuestro
país. Caben, en él, dos docenas de empana-
31. 29
Narrativa
_____________________________
das y una vez, según me contó mi anfitriona
hoy ausente, para un 18 me eron un cordero
entero adentro. Tal anécdota me hizo idear
una solución a mi delicada situación que el
lector avispado ya estará imaginando. Ese
mismo día fui a una de las farmacias del Dr.
Simmi y compré una caja de ansiolí cos.
Claro, porque no quiero provocarle dolor
gratuitoanadie.Solobuscounasoluciónque,
como me enseñaron en el ins tuto, debe ser
conelmenorcostoposible,esdecir,eficiente.
En el camino me fui pensando que en el
mundo existen siete mil millones de perso-
nas. Esto significa que una persona equivale a
uno entre siete mil millones, es decir, al
0,0000000143% de los seres humanos. Una
cifra que se acerca demasiado a cero, me dije.
Y eso me hizo sen r bien, aliviado, ya que los
peoresasesinos,medije,sonlosqueextermi-
nan poblaciones enteras. Pensé entonces en
Pinochet,enHitler,enStalin,enTruman.Yme
sen bastante bien, inofensivo como un
liviano zancudo o una semilla de cardo.
Cuando salí de la farmacia, recuerdo, me
encontré con el corpóreo de la empresa, un
muñeco gordo, de cara amable, con olor a
marihuana, que me dio la mano. Yo lo abracé.
Y el contacto con su cuerpo bio me hizo
sen r acogido, parte de algo, de una
comunidad, de un todo, no un mero ser
abandonadoasusuerte.
En Anglo Sur las cosas se hacen en grande,
señaló mi jefa hoy, contándome, como si yo
no supiera de que se trataba el asunto, que se
había hecho un descubrimiento histórico. Se
trata de una ciudad inca completa, Eugenio,
dijo. Hay construcciones, cerámicas, cemen-
terios, ves mentas, piedras labradas y otras
cositas que dejarán felices a nuestros
detractores. Hay, incluso, los huesos de una
ñusta, señaló después, explicándome que tal
nombre se les daba a las princesas incas,
jóvenes vírgenes que representaban la erra
aún no trabajada. La idea de Anglo Sur, señaló
después, hallándose tan excitada que pensé
que sería necesario aplicarle perfume en sus
partes ín mas, es crear el parque Inca de
Colina, incluyendo no solo un museo, sino un
hotel cinco estrellas, restaurantes, spa, cines,
mall, feria artesanal y por supuesto la visita a
la ciudad que, dicen, puede compe rle hasta
al mismísimo Machu Picchu. Yo me mostré
sorprendido. Esto es increíble, dije, remedan-
do un viejo programa de la tele que veía
cuando niño. Será un espacio importante, de
nivel la noamericano, añadió la Ibáñez, que
servirá para reescribir nuestro pasado. Al
menos eso dijo Echavarrén. Y le creo. Le creo,
lecreo,comoalmismísimodiositosanto.
Esatardelleguéacasaydespuésdealimentar
a mi huésped revisé su bolso, algo que por
Me siento en el borde de la cama y bajo un paraguas contemplo la tele.
Me entero, entonces, que un asteroide impactará la erra, justo en la zona
central de Chile. La fuerza aérea, dice la animadora, busca voluntarios
que den la vida por la patria.
32. 30
Narrativa
educación no había hecho, dado que mi
madre y mi padre me inculcaron constante-
mente el respeto a la in midad ajena. Sin
embargo, la necesidad de conocer más
detalles de la chica, a fin de planificar mis
próximasacciones,mehizopasarporaltoese
detalle de mi formación familiar. Adentro
estaba el diario de vida de Rosario. Era un
diario breve, comenzado a inicios de año, que
consignaba nimiedades de su existencia.
Descubrí que se desempeñaba como
vendedoraenelLíderdeQuilicura,quesen a
el deseo de encontrar alguien a quien amar,
que le encantaría estudiar, pero que no tenía
plata ni consideraba suficientes sus conoci-
mientos adquiridos en un periférico liceo
subvencionado. Al final hallé un texto más
largo, con pretensiones de poema, donde
Rosario expresaba el deseo de ser una
princesa. Este texto, debo decirlo, me
enfureció. En Chile no hay monarquía, le dije,
tras leerle sus versos a la cara. Podrías, mejor,
soñar con ser legisladora, gerenta, presiden-
ta, jueza, miss Chile, pero no algo ajeno a
nuestra realidad. Ella, como siempre, lloraba.
Había adelgazado mucho, además, y lucía
desgarbada y sucia, todo lo contrario a lo que
se supone es una princesa. Entonces se me
ocurrió la idea. No me limitaría simplemente
a quemarla en el horno de barro, sino que
conservaríasushuesosylosreemplazaríapor
los de la ñusta. De esa forma no estaría
come endo un crimen sino haciendo
realidad sus sueños. Lleno de fervor fui al
pa o y comencé a preparar el fuego. Antes la
hice tragar un montón de pas llas. Dormida
entróalhorno.
El asteroide que se dirige a la erra es un
cuerpo rocoso, de forma irregular, más
cercano a un ovoide que a una esfera. Según
los expertos, se trata de un APP, es decir, de
un asteroide potencialmente peligroso. Si
man ene su trayectoria actual se es ma que
impactará en el centro de Colina, generando
uncataclismoanivelmundialquedetermina-
ría la muerte de toda la humanidad, así como
la reconfiguración de la geogra a planetaria.
Eso quiere decir que habrá nuevos mares,
nuevos con nentes, pero esto dará lo mismo,
pues la erra quedará deshabitada. Tales son
las palabras de la lectora del canal nacional
que observo desde mi cama, sentado bajo la
lluvia sin cubrirme,esta vez, con un paraguas.
Ras gnac, sentado a mi lado, serio y con el
cabello empapado, me pregunta: ¿Irás?
¿Destruirás el asteroide? ¿Salvarás la vida de
la humanidad? Yo pienso en el añejo himno
de la aviación. ¿Será obligación cantarlo? Y
guardosilencio.
OcultéloshuesosdeRosarioenmihabitación
casi todo un año hasta que pude reemplazar-
los por los de la ñusta, que arrojé a unos
perros hambrientos del sector. La señora
Clarisa, de vuelta del sur, no sospechó nada y
muchos fines de semana, para hacerse unos
pesitos, en el horno preparaba empanadas
que vendía a los vecinos de puerta en puerta.
Yo también comí de esas empanadas. De pino
y de queso. Y la verdad es que estaban
deliciosas. Le llevé, también, empanadas a
don Remigio, que ahora andaba mejor de
ánimo, pues había solucionado los proble-
mas que tenía con sus hijas, problemas cuyo
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Narrativa
detalle, debo decir, jamás me informó. Lo
único que supe es que una de sus hijas, la que
estaba en Australia, la cangurita, como la
llamaba el anciano, había regresado. Con el
viejo nos hicimos amigos y muchas veces me
sorprendí deseando que muriese de una vez
por todas, no por maldad, sino para organizar
y costear su funeral, tal como Ras gnac lo
había hecho con Papá Goriot. Cuando
hablábamos del tema, Ras gnac fruncía el
ceño. Luego asen a. Está bien, decía, pues es
algoquetenacedelcorazón.
Mi jefa fue ascendida y a mí, curiosamente,
me encargaron la jefatura de la parte
administra va del Museo Inca de Colina, que
se encuentra ubicado a unos treinta kilóme-
tros del centro de la ciudad, siendo parte del
complejo turís co La Ñusta, como fue
bau zado el si o arqueológico por
Echavarren, quien recibirá, se dice, el premio
nacional de historia. Estando aquí –y esto
hacequemeconsidereunafortunado–todos
los días tengo la ocasión de ver a Rosario, la
ñusta, ves da con sus bellos trajes de
princesa. Y me siento más que feliz de haber
cumplido sus sueños. A veces, debo recono-
cerlo, me pasan cosas recordando sus ojillos
huidizos. Y en los servicios higiénicos del
personaldeboaplicarmeperfumeenelpene.
Y aguantar el ardor en silencio. Como un
monje. El domingo pasado fui a ver a mi
padre, que cada vez es más igual a mi madre.
Estaba con su pareja, que cada vez es más
igual a mi padre cuando aún no se cambiaba
de equipo. Estando con ellos, debo decirlo,
me siento en familia. Es como volver a mi
infancia y adolescencia. Mientras almorzába-
mos les hablé de la ñusta. ¡Una princesa
inca!, exclamaron a coro, y se tomaron de las
manos y quisieron conocerla. El mismo lunes
fueron al museo. Y no les gustó. Son puros
huesos, dijeron. La piscina del hotel, en
cambio, les encantó. También las ruinas del
templo que Echavarren levantó un par de
kilómetros más allá, donde los incas escruta-
ban las estrellas. Y las canchas de tenis. Y el
campo de golf. Y la piscina. Y el mall. Y las
endasderecuerdosyartesanías.Todolindo,
dijeron, menos la ñusta. Yo los miré con cierta
decepción. Pero nada les dije pues, como
comento frecuentemente con Ras gnac, a
los padres siempre hay que respetarlos.
Después los llevé a uno de los restaurantes. A
comer especialidades peruanas. Ras gnac
estaba por allí, tomando ajenjo. Andaba con
una polera que bajo la figura de una cámara
fotográfica decía: “esto no es realismo.” Pedí,
de entrada, un pisco sour para mis padres y
mientras ellos se maravillaban del lugar, yo
me puse a pensar en el asteroide. ¿Cuándo,
porfin,caerá?
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Mientras almorzábamos les hablé de la ñusta. ¡Una princesa inca!,
exclamaron a coro, y se tomaron de las manos y quisieron conocerla.
El mismo lunes fueron al museo. Y no les gustó. Son puros huesos, dijeron.
La piscina del hotel, en cambio, les encantó.
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Fotografía
Por Emilio Serey Cas llo
Después de un siglo y setenta días
Al oír hablar de Violeta no puedo dejar de
recordar mi infancia, época en que sus
canciones eran cantadas a viva voz en
alguna fiesta, fogata o peña folklórica, con
flauta o zampoña, quena o guitarra,
traspasándonos su legado en un momento
en que los militares nos censuraban sin
perdón. Reflexionando hoy sobre su obra,
pienso que lo enjundioso de Violeta se
debe, principalmente, a su conexión con la
erra, con el campesino, con lo urbano, con
los estudiantes, con las etnias, con su
representación del desamor, con su ánimo
de reconstrucción del verdadero folclor y
susraíces.Ella,juntoasupequeñagrabado-
ra recorrió campos y ciudades en busca de
nuevas, pero an guas canciones, obtenien-
do como fruto una extensa recopilación
que, junto a sus composiciones, conforman
un catálogo que se ex ende también a sus
arpilleras, sus esculturas en alambre, sus
máscaras de papel maché y cuadros
pintados casi a mano, con la ayuda de un
solo pincel, que lavaba después de ocupar
cada color. No por nada el poeta Gonzalo
Rojas (P.N.L) declara que Violeta es la
estrella mayor de Chile, lo más grande, la
síntesisperfecta.
Contodasesasvelas,candelabrosylaureles
que arrastra nuestra poeta a sus 100 años,
no podían ser menores sus festejos, a los
que el Ministerio de Cultura se cuadró con
más de $2.000.000.000, des nados a
San ago es Carnaval, evento que este año
estuvo dedicado a su figura. En la previa del
citado evento, mis expecta vas eran altas,
pero al momento del estreno de los carros
alegóricos -elaborados por gran parte de
los 52 municipios metropolitanos- me
encontré no solo con un trabajo bastante
amateur, sino también con representacio-
nes de la obra de Violeta que no calzaban
consuformadeverelmundo.Así,recuerdo
haber visto carros con mujeres ves das de
salón y patrones de fundo arropados a lo
andaluz. La preparación, me quedó claro,
no fue muy prolija. En esta desprolijidad
destacaba nuestro municipio, dado que las
letras de la comuna de Lampa estaban
hechas con ras de PVC. Lo mejor de todo
fueron las escuelas de baile sudamericano,
batucadas y murgas que amenizaron con su
ritmo y color aquella tarde. Me fui con la
sensacióndequesepudohaceralgomucho
mejor, que un tema así se debería haber
tratado con respeto y no con el famoso
“pago de Chile”. Después, entendí que
había mucho dinero de por medio, razón
por lacual muchos de los ignoranteapituta-
dos que manejan la cultura comunal
hicieron su negocio, su “recorte”, así no
más, sin asco, opacando la memoria de la
estrellamayordenuestropaís.
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Un nuevo servicio municipal
Por Monona Fontecilla
Moda
Helou, helou, queridísimos lectores.
Esperando que estén espectacularmente
bien, en este número de El Mal Menor me
atreveré a proponer algunos cambios para
el servicio “Médico a domicilio”, que el
municipio, en su afán propagandís co,
promueve como si fuese de verdad,
aunque en los hechos el asunto funciona
bastante mal. Mi propuesta, que no es solo
de vestuario, consiste, básicamente, en
cambiar su denominación por la de “Re ro
de cadáveres a domicilio”, que se ajusta
más a lo que ocurre en la realidad. Esto por
lo di cil que resulta conseguir la visita
oportuna de un galeno, lo que se traduce
en esperas infinitas, esperas de semanas,
meses o años, materializándose cuando
los enfermos se encuentran fallecidos,
algunos incluso momificados o totalmente
comidosporlatenia.
El cambio, fachosos lectores, será ú l no
solo para mejorar la percepción de las
inicia vas alcaldicias por parte del
elector/consumidor, sino para que el
municipio se ahorre unos pesitos, dado
que el servicio de re ro de cadáveres no
requiere médicos, siempre caros, sino
gente común y corriente, gente con una
idea menos cada año, como escribió el
poeta Ezra Pound. A estas personas, que
pueden ser los elementos más básicos del
par do gobernante, esos que sirven solo
para mover banderas, pintar muros y
ejercer el matonaje durante las elecciones,
y que después se transforman en un
problema, en una mano callosa siempre
extendida pidiendo plata, habría que
capacitarlosenuncursitoSENCE.Ylisto.
Por otra parte, el servicio de re ro de
cadáveres a domicilio se podría licitar, lo
que generaría una nueva oportunidad de
negocio, es decir, una nueva llave orienta-
da a vaciar los fondos municipales por
parte del grupúsculo gobernante, siempre
comprome do con el emprendimiento. A
esto, por cierto, se le puede sumar la
posterior implementación de servicios
funerarios y religiosos, que también
puedengenerarsusbuenaslucas.
Pero bien, no hablemos más de negocios y
vamosalonuestro,esdecir,amipropuesta
de vestuario para los funcionarios del
servicio de re ro de cadáveres a domicilio,
que es lo que más me importa. Lo primero
es cambiar el color de los uniformes, del
El obje vo es otorgar solemnidad y brillo a la atención, lo que dará
dignidad a cuerpos que tuvieron vidas de mierda. Viva como basura,
muera con finura, podría ser el eslogan del nuevo servicio.
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Moda
blanco se pasa al negro. Lo segundo es
modificar el es lo: del pragma smo burdo
del delantal se pasa a la elegancia del traje
con reminiscencias aristocrá cas. El
obje vo es otorgar solemnidad y brillo al
servicio, lo que dará dignidad a cuerpos
que tuvieron vidas de mierda. Viva como
basura, muera con finura, podría ser el
eslogandelservicio.
En cuanto a los trajes, estos serán de
inspiraciónvictoriana,esdecir,extremada-
mente elegantes, delicados, de alcurnia.
Seconfeccionarán,paraellas,enexquisitas
telas importadas de Europa y Asia, princi-
palmente sedas, gasas, muselinas de
dis ntos tonos y grosores. Para los
hombres se usará la lana, material de
origen natural que permite usar varieda-
des delgadas en época de verano y gruesas
(el famoso tweed) en empos invernales.
La funcionalidad, tan valorada hoy en día,
por supuesto no estará ausente. Claro,
porque el plan contempla un camioncito
tres cuartos ¡refrigerado! para el traslado
deloscuerpos.
La impresión para los deudos será fuerte,
pues al ver un personal tan elegantemente
ataviado se sen rán, al fin, elevados a la
categoríaquesemerecen.Ynoreclamarán
por el atraso en la atención. Todo lo
contrario, agradecerán, en primer lugar, al
muerto por haberse ido al otro mundo; en
segundo lugar, a las autoridades municipa-
les por la negligencia del servicio médico,
que les permi ó acceder al fascinante
servicio de re ro de cadáveres. De
película, dirán al rellenar la encuesta de
sa sfacción. Tal es el impacto de la moda
en el mundo de hoy. Y eso sería todo. Un
abrazoparamislectores.Chao,chao.