El documento describe cómo los objetos de la mesa como platos, vasos y cubiertos están diseñados para permitir la limpieza y reutilización diaria, manteniendo una apariencia limpia sin rastros del uso anterior. Esto representa cómo vivimos en un ciclo diario de comenzar cada día con limpieza mientras conservamos la herencia de los días anteriores.
1. En la sobremesa.
Cuando ya estamos al final de la comida, solo queda el café. Aún están los platos con
sus residuos, estos últimos no son reconocibles porque no son objetos de dibujo, mas
bien no son objetos para la mirada, no se sale a ver residuos.
Y sin embargo nuestras mesas están pobladas de objetos construidos en una relación
con los resíduos. Los objetos que pueblan la mesa son de porcelana, vidrio o acero
inoxidable. Esto es en virtud de la higiene, sus superficies duras y pulidas no permiten
la adherencia de los residuos de la comida. Estos objetos y útiles están concebidos para
contener la comida en función de su limpieza, para ser reutilizados todos los días, varias
veces al día. La condición de estas superficies es tal que una vez lavadas están limpias
como por primera vez, no tienen memoria de uso. Así la mesa con su vajilla es un lugar
de pulcritud.
Lo que ha sido usado vuelve a un estado inicial sin desconocer su aptitud, el plato
limpio sigue apto para recibir los alimentos.
Con esta construcción de la mesa y su vajilla podemos reparar en el estado en que
habitamos: cada día es una partida. Vivimos en un ritmo de día a día que conserva una
herencia de los anteriores y amanece en la pulcritud de un comienzo.
Herencia y comienzo son la partida que sustenta lo templado del habitar.
Acaso estos polos de la herencia y el comienzo sean la partida que señala Amereida.