N 20151118 dentro de pocos años encontraremos vida fuera de la tierra (x)
José Manuel Feito recuerda su infancia en Pola de Somiedo
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N-20150503
“Más que dejar que los curas se casen, habría que
ordenar a los casados”
Por José Manuel Feito, cura de Miranda (Avilés), escritor e investigador en etnografía
(Juan Morán-Avilés)
“Vino Alonso Vega a Los Cabos (Pravia), que quiso celebrar algo y me
pidió que abriera una botella de cava, pero le salpiqué, se levantó, se
limpió y dijo: “no es la primera ver que un cura me pone pingando”
Su apellido Feito delata sus orígenes vaqueiros y, en efecto, nació en Pola de
Somiedo en 1934. Fue seminarista en
Tapia, Valdediós y Oviedo, y recibió Ja
ordenación sacerdotal en 1958.
Después, el sacerdote José Manuel
Feito fue destinado como capellán del
colegio de Los Cabos de Pravia, donde
tuvo algún roce con el general Camilo
Alonso Vega. “Vino un día, quiso
celebrar algo y me pidió que abriera
una botella de cava, pero le salpiqué;
se levantó, se limpió y dijo: “No es la
primera vez que un cura me pone
pingando” “. No obstante, el peor
trago fue cuando Alonso Vega pidió su
cabeza por haberse negado a que una
niña hiciera la primera comunión
vestida de novia. En consecuencia,
salió de Pravia y desde 1964 es el
cunde Santo Domingo de Miranda, en
Avilés. Fue profesor en los colegios
San Femando, Estilo y Luisa Marillac,
y en los institutos Carreño Miranda, La Magdalena y Menéndez Pidal, hasta su
jubilación docente en 1999.
Comenzó a cultivar la poesía en el seminario y ha publicado varios poemarios.
Pero a la vez ha estudiado numerosas facetas de la etnografía y cultura asturiana:
el bron —jerga de los caldereros— el romancero y el cancionero de Somiedo, el
folk, la cerámica, la artesanía tradicional, la imprenta y las librerías avilesinas, o los
catecismos publicados en Asturias. Es miembro del Real Instituto de Estudios
Asturianos (RIDEA) y obtuvo el premio nacional de etnografía ”Marqués de
Lozoya” (1983) por su libro “Cerámica tradicional asturiana”, y el premio nacional
de periodismo “Mundo Negro” (1988) por sus artículos sobre la cerámica negra de
Burundi. Preocupado por la labor efectiva de la Iglesia —“más que dejar que los
José Manuel Feito, en el templo de Miranda (Avilés),
durante su conversación con La Nueva España.
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curas se casen, creo que habría que ordenar a los casados”—, Feito dicta sus
“Memorias” para LA NUEVA ESPAÑA en esta entrega y en una segunda mañana,
lunes.
Dios y el cucho, pueden mucho.
Hay un dicho vaqueiro: “Antes que Dios fuera Dios y alumbrara el Sol los riscos,
ya los Feitos yeran Feitos y los Garridos, Garridos” pero hay una cosa muy curiosa.
Cuando LA NUEVA ESPAÑA me encargó una monografía sobre Somiedo incluí
ese dicho, y cuando salió el texto me dice un paisano de allí: “Ta mal eso que
pusiste, porque el segundo Feitos es con minúscula” Es decir “los Feitos ya
estaban hechos”. Bueno, pues Jovellanos recogió también la frase y pone el
segundo Feitos con minúscula, así que un paisano de pueblo te puede dar una
lección. El vaqueiro es un personaje un poco ateo y de ahí otro dicho: “Dios y el
cucho pueden mucho, pero sobre todo el cucho” que en asturiano es: “Dios y el
cuito pueden muito, pero sobre todo el cuito” Los vaqueiros siempre tuvieron ese
estigma y en la iglesia de San Martín de Luiña hay una raya que pone: “De aquí no
pasen los vaqueiros”.Yo lo suelo utilizar cuando la Iglesia te frena un poco en
alguna cosa; pocas veces me pasó, pero me digo: ‘Ya pisé la raya”.
El yunque de Flórez Estrada.
“Nací en Pola de Somiedo, en 1934, el 28 de agosto, fiesta de San Agustín, y me
iban a poner Agustín, pero mi madre dijo que había que ponerme como su padre,
José, y mi padre, que como el suyo, y de ahí el José Manuel. Nací en casa del
ferreiro, porque mi abuelo, José Álvarez Fernández, además de cartero, porque
tenía una cartería, tenía esa ferrería y fabriquina de luz para el pueblo, con un motor
que se movía por una turbina. Allí fue donde mi madre, Carmen Álvarez Álvarez,
leyó muchísimo, el Quijote o la Biblia, y me contaba cantidad de cosas y yo me
preguntaba cómo ella sabía tanto. Pero era que tenía que esperar a las doce de la
noche para apagar el motor. Allí pasé yo muchas horas y cuando llegaba el otoño
empezaba a parpadear la luz porque las hojas de los árboles taponaban la
compuerta y ella tenía que subir a quitarlas de la rejilla. Por la noche, después de
apagar el motor, volvíamos a casa. Esa fragua la heredaron unos tíos, pero antes
ahí estuve yo, tirando del barquín y en los días de invierno viendo el fuego. El
yunque era el martillo que había traído Álvaro Flórez Estrada para la ferrería que él
quiso hacer en Pola de Somiedo, enorme y que él quería que fuese de las mejores
de Europa”.
“En el templo de San Martín de Luiña hay una raya que pone: “De aquí no pasen los
vaqueiros”, y yo lo suelo utilizar cuando la Iglesia te frena un poco en alguna cosa;
pocas veces me pasó, pero me digo: “Ya pisé la raya””
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José Manuel Feito, en la capilla del templo de Miranda (Avilés) en conversación
con La Nueva España
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Dulce de milicianos.
“Mi padre, Salustiano Feito García, fue agricultor. Vino del valle de Saliencia, se
casó con mi madre y siguió con las cosas que tenía mi abuelo, de agricultura y
vacas. Fuimos dos hermanos, pues tengo una hermana más joven que yo, Inés. Me
tocó la Guerra Civil y en zona roja. Me acuerdo de sentarme con los milicianos, que
me daban leche condensada cocida, que yo llamaba el dulce, y cuando mi madre
me enseñaba la Salve, al llegar a “dulce Virgen Maria” se lo saltaba porque yo me
acordaba del dulce de los milicianos y se lo pedía. Todavía hoy se me escapa decir:
“Oh, piadosísima, o Virgen María, sin el “dulce”. Tengo recuerdos muy claros de la
guerra y de la posguerra. Me acuerdo de ir con mi abuela al refugio cuando
bombardearon una o dos veces la Pola. Cuando paso por el puente de Aguino,
todavía recuerdo estar sentado allí, con mi abuela, en el pretil. También hubo
fusilamientos, de los que oí hablar más tarde, como el de las enfermeras de la Cruz
Roja que los milicianos habían matado en 1936. Pero mataron unos y mataron
otros”.
Un sobresaliente por Cisneros.
“Fui al Seminario de Tapia de Casariego muy pronto, con 10 años. De antes de eso
recuerdo andar con los amigos. Algunos viven: Manolín el de la Calle, Ladinos, o
Pepín el de Catalina, que fue después capitán, de barco de un petrolero. Y fui
siempre adicto a la escuela; le tuve mucho cariño al maestro, que nos enseñó
bastante bien, y lo que aprendí con él me sirvió para sacar sobresaliente en el
ingreso del Seminario. En ese examen me preguntaron por un cardenal del tiempo
de los Reyes Católicos, y yo se lo había oído a los mayores, así que dije ‘Cisneros’
y debió de chocarles que un chaval supiera aquello”.
Llegar y ver a la Virgen.
“Fui al Seminario porque el cura habló con mi madre, y también el maestro, y le
dijeron: ‘Este chaval es un poco despejado; tendría que estudiar”. Y la única
posibilidad era el Seminario. Yo era un chiquillo disciplinado y lo fui en el
Seminario. Íbamos a buscar la leche al palacio donde había nacido Flórez Estrada y
pasábamos por debajo de unos frutales, y estaban mirando a ver si cogíamos la
fruta. En mi caso no era por virtud, sino porque era cumplidor. No he sido un
modelo, ni mucho menos, uero en ese sentido sí lo fui. Hay una historia que suelo
contar y es que el primer día que llegué al Seminario ví a la Virgen. De Pola de
Somiedo habíamos ido a Oviedo y allí, en la plaza de la Catedral, nos recogieron a
los seminaristas en unos coches, de la empresa Salustio, y nos llevaron hasta
Tapia. Salimos a las dos de la tarde y llegamos de noche, cansados, y yo mareado.
Llegué al dormitorio, miré para la pared y ví a la Virgen. Miré dos o tres veces y lo
mismo. Después me quedé dormido y al día siguiente le pregunté a un compañero
que se llamaba Alejo: “Oye, ¿aquí se aparece la Virgen?”. “Chaval, qué se va a
aparece” ¿Pues qué vi?’. ‘Mira, es que la luz del faro entra por la ventana de atrás y
da en el cuadro de la Virgen. Yo no sabía lo que era un faro”
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Los cuentos de Pinín.
“En octubre de ese curso fui a casa y para regresar al Seminario volvimos mi
madre y yo a ir hasta Oviedo para coger el coche de Salustio. Yo no quería volver al
Seminario porque había quedado muy a disgusto. Para mí había sido una tragedia:
había pasado hambre y era muy duro en aquella época. Recuerdo que bajaba
llorando por la Rúa y diciéndole a mi madre que, por favor, no me dejara ir a Tapia.
En eso pasamos al lado de una librería en la que tenían los cuentos de Pinín, que
eran algo que me entusiasmaban y mi madre me los compró, casi como si me
chantajeara. Los aprendí de memoria y después aprobé el primer curso del
Seminario por eso. La cosa fue porque ya digo que pasábamos hambre realmente y
un día estaba en el patio hablando de los cuentos de Pinín y les dije a los
compañeros: “Yo los sé de memorial”. Los había leído dos o tres veces y de
aquella tenía mucha memoria. Todavía los recuerdo ahora: “Pues señor..., Telva y
Pinón tenían un sobrinín inquietu como un gorrión, sentado en la pomarada
mientras cuidaba las vacas, en viajes raros pensaba...”. Uno de aquellos
compañeros tenía un poco de chorizo o algo de comer, y yo que ví aquello, me
jugué con él que se los recitaba. Se corrió que yo sabía aquello y al llegar al
examen fin de curso alguien dijo: “Este es el que sabe los cuentos de Pinín”.Y,
claro, una vez que me los preguntaron yo no paraba. “Para, hombre, para, me
decían, pero seguía”.
Rima y Ritmo.
“De Tapia pasé al Seminario de Valdediós y ya mejora la situación, pero era duro
también por el frío. Además, los que veníamos del pueblo pasábamos un poco
inadvertidos. Allí empecé a hacer versos y después de cuatro años pasamos al
Seminario de Oviedo, en 1950, para hacer la Filosofía y la Teología. Allí teníamos
una pequeña tertulia y nos pasábamos un cuaderno con poesías entre varios
compañeros. En la tertulia estaba Juan Luis Ruiz de la Peña, del que era muy amigo
y escribía poesía mi bien. No sé por qué después se dedicó a Teología; dicen que
se lo mandó el obispo porque se necesitaban profesores. El había estudiado
órgano. También eran de la tertulia Celso Carrocera y Víctor de la Conciha. Celso
era quien nos orientaba y nos abría a poesía moderna. Recuerdo que nos dejó las
obras de Carlos Bousoño. También mandaban de Roma un cuaderno de poesía que
llamaba “Estría” y en el que escribían los curas José Luis Martín Descalzo y
Antonio Montero, que después fue obispo. Era un gran poeta y recuerdo
particularmente un “Vía Crucis” suyo. Ahí empecé a meterme a la poesía, pero
siempre con la pretensión utilizarla como algo pastoral y para que gente la
entienda. Por eso he huido de poesía moderna, de la que García Lorca decía que
era poner una palabra al pie de otra, con la que nunca había estado junta. Además,
antes la urna y el ritmo eran un filtro para la poesía, pero hoy no es así”.
Lucha interior.
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“Me ordené en 1958 en Oviedo y el obispo nos pidió que para la primera misa no
hiciéramos grandes fiestas. Yo tampoco tenía mucha gana porque me costó
ordenarme. Tuve dudas. Yo veía a compañeros que casi tenían éxtasis al ir a
ordenarse y les tenía envidia. Pregunté mucho a ver si yo valía o no para cura. Me
parecía que, por una parte, no valía, y por otra, sí. Mantenía una lucha conmigo
mismo y no es secreto, porque lo decía en público. Un día, al escucharme Alfredo
de la Roza, me dijo: No entendí nada más que la mitad de eso que contaste”.
Aquella inquietud la deje escrita en poemas, en “Diario de un ordenado”. El rector
del Seminario, José María Olaizola, fue un padre para mí y fui a verlo en momentos
muy difíciles. Y el obispo durante mi etapa de estudiante fue Lauzurica, que tenía
algo de medieval, pero iba todos los días al Seminario a vernos ya decirnos que
quería curas cultos, finos y santos, no beatos”
Catecismo francés.
“Me ordené en la parroquia de San Juan el Real de Oviedo. Era ya de noche cuando
bajamos las escaleras del Seminario, y yo con todo ese montón de conflictos
conmigo mismo, porque con los demás no he sido nunca conflictivo. Después
hubo una excursión a Bruselas y escribí a Roma a ver si me dejaban decir la
primera misa en el pabellón de la Santa Sede en la Exposición Internacional. Me
contestaron que sí. Después, dije una misa en privado para la familia porque mi
madre no podía entender mi situación. Las madres entienden muchas cosas, pero
otras posiblemente no, porque el amor al hijo las ciega. Al volver de Bruselas, y en
ese afán de estar al día, pasé por la “parroquia piloto” del mundo, que era San
Severino de París. Estuve una mañana entera viendo cómo funcionaba y al salir ví
un libro que se llamaba “Credo”;una explicación del credo, que me sorprendió
porque decía unas cosas para mí muy novedosas. Por ejemplo, cuando hablaba del
Espíritu Santo comentaba que no se debe decir “creo en el Espíritu Santo y en la
Iglesia católica, y en la comunión de los santos y en el perdón de los pecados’, sino
que lo correcto sería “creo en el Espíritu Santo que está dentro de la Iglesia
católica para la comunión de los santos, para el perdón de los pecados por la
resurrección de los muertos”. Fue algo que me dio mucha luz. Yo no tenía dinero y
tuve que robar aquel libro. Después, ya destinado en Los Cabos (Pravia), les escribí
y no solamente me regalaron ese libro, sino que me enviaron otros dos o tres.
Desde entonces me dediqué a los catecismos y llegue a tener una colección de 400,
que doné a las Benedictinas de Oviedo, las Pelayas’
Huérfanas de la Guardia Civil.
“Llegué a Los Cabos como capellán del colegio para huérfanas de la Guardia Civil
que había creado el general Camilo Alonso Vega, que después fue ministro de la
Gobernación.(1) Yo quería trabajar también en la parroquia, pero las monjas del
colegio no querían. Había un poco de tensión entre las dos, pero en el pueblo había
una chavalería fantástica. Ellos hicieron un campo de fútbol levantándose a las
cuatro o cinco de la madrugada, porque tenían que entrar a trabajar a las ocho. Lo
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hicimos donde está la estación del tren y fui a Oviedo a pedir nueve vagones de
escoria.
Nos la dieron y la echamos en que campo con mucho barro. Después
sembramos grana y cuando estaba todo acabado vino una excavadora y lo revolvió
todo porque decían que se podía quedar el pueblo con aquello. Tuve muy buena
relación con la gente, pese a que los nacionales habían matado a todos los padres
de familia y el pueblo no quería nada con la Iglesia”
Traje de novia.
“Un día estaba diciendo una misa de primeras comuniones, al dar la vuelta
(porque todavía se decía misa de espaldas) vi a una niña que estaba llorando. Me
acerqué: ¿Qué te pasa? ¿Estas enferma?. “No, nada”. Pero, ¿por qué lloras?’. Ella
llevaba una blusa, una falda y unas sandalias, y miró a la niña que estaba a su lado,
que iba vestida de novia, toda ampulosa, con miriñaque. Aquello me produjo una
impresión enorme y hablé con la gente a ver si podíamos utilizar túnicas para todas
las niñas al año siguiente. Fui casa por casa y era difícil: “Es que mi niña...” pero
por fin los convencí después de mil vueltas y comulgaron de esa manera. Pero un
año de aquellos iba a hacer la comunión una sobrina de la superiora de las monjas
y querían que fuese de traje de novia, y así vestida en medio de las otras, con
túnicas. Es que hace muy bonito me dijo la superiora, pero me negué, Pues tiene
que ir así porque ya tengo el vestido. Hubo un enfrentamiento y fui a Oviedo a
comprar una túnica, que me costó 500 pesetas. Se la dejé y la niña comulgó con
túnica. Entonces llamaron a Camilo Alonso Vega y él habló con el Arzobispado.
Unos días después, volvía yo de Cornellana y al pasar por delante de la ventana del
despacho veo que estaba sentado allí un rapaz. Era Ignacio Nosti Cuesta, que
tiempo después dejó el sacerdocio y se hizo muy combativo de izquierda. Murió
hace poco. Él venía de Argentina, y muy fogueado; era antifranquista. Él me dijo:
‘Vengo a sustituirte, mira el nombramiento Así que al día siguiente tuve que coger y
marchar. En el Arzobispado me dijo Demetrio Cabo que había llegado un papel de
Camilo Alonso y yo tenía que salir de allí. Me dolió”.
Mala lengua.
“Las religiosas eran de la congregación de las Amantes de Jesús, aunque luego
cambiaron el nombre. Una vez había venido un cura de Hispanoamérica y me dijo:
“¿Están locas, ¿cómo han podido ponerse ese nombre?”, porque le sonaba muy
mal. Una de ellas, sor Covadonga, era la mano derecha de don Camilo: llegaba al
Ministerio y obtenía lo que quisiera. Camilo Alonso Vega iba con frecuencia por Los
Cabos y yo me sentaba al lado suyo a merendar. Un día me mandó descorchar una
botella de cava, cosa que yo nunca había hecho. Fue cuando las huelgas
asturianas y yo pasé miedo. Alonso Vega había dicho que iba a meter a todos los
mineros en una mina y cerrarla. Abrí el cava y saltó el chorro sobre Camilo,
Ramona, su mujer, y la monja. No me dijo nada en el momento mismo. Se Levantó,
se limpió y dijo: ‘No es el primer cura que me pone pingando El capellán que había
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estado allí antes que yo también había tenido problemas con las monjas. Había
estado en el Tercio, bebía y tenía muy mala lengua. Un día les dijo a las monjas: ¡
‘Sois unas cabr..., unas hijas de p...! y las monjas, horrorizadas, le replican: ¡Don
Jesús, por favor! ¿Cómo dice eso, que somos las esposas del Señor?. Y él les
respondió: “Pues a su esposo lo tengo yo bajo llave”. Fin.
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Llamada: (1).
Camilo Alonso Vega, nació en Ferrol el 29 de mayo de 1889. En 1936 ya era teniente
coronel, participó en la Guerra Civil en el bando franquista, ascendiendo a general del
ejercito. Fue ministro de Gobernación franquista desde 1957 hasta 1969. Murió en
Madrid el primer día del mes de julio de 1971.
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Don José Manuel Feito, es un cura ilustre, muy conocido en toda Asturias por su
dedicación a la investigación en general y específicamente a la etnografía
asturiana, sus publicaciones en libros, todo con un profundo estudio y
conocimiento e historia sobre distintas especialidades. Lleva 57 años de cura en
Miranda (Avilés). //
Su biografía en Google. es:
José Manuel Feito, sacerdote, investigador y escritor
Avilés, 17 de noviembre de 2008
Por Ramón Baragaño
MERECIDO HOMENAJE a José Manuel Feito que organiza la Asociación de
Vecinos de Miranda, en colaboración con el Ayuntamiento de Avilés y la Sociedad
Económica de Amigos del País de Avilés y Comarca, se ofrece a los lectores de LA
VOZ DE AVILÉS un anticipo de la conferencia que el autor de este artículo
pronunciará el próximo miércoles día 19 de noviembre en el palacio de
Valdecarzana, en la calle de La Ferrería, sobre la vida y la obra literaria del cura
ecónomo de Miranda.
José Manuel Feito, de claro apellido vaqueiro, nació en Pola de Somiedo el 28 de
agosto de 1934. Inició sus estudios eclesiásticos en 1945 en el Seminario de Tapia
de Casariego y los continuó en los seminarios de Valdediós (1946), Oviedo (1950) y
Covadonga. En Valdediós, muy joven aún, comienza su relación con la poesía, que
se mantiene desde entonces a lo largo de toda su vida. Allí era el encargado de
conmemorar las fiestas con poemas leídos en público y allí ganó en la Navidad de
1948 su primer concurso poético. En Oviedo surgió una pequeña tertulia, formada
por Juan Luis Ruiz de la Peña (un gran poeta luego dedicado a la Teología), Víctor
García de la Concha (actual secretario de la Real Academia Española), Celso
Carrocera y José Manuel Feito, entre otros, que componían poemas en un block de
notas que todos comentaban y anotaban. Con éstos y otros episodios relevantes
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se fue forjando, a la par que la vocación religiosa, la pasión por la poesía de este
cura escritor.
Ordenado sacerdote en 1958 (hace ya 50 años), celebró su primera misa en
Bruselas (Bélgica) durante la Exposición Internacional. Ese mismo año fue
nombrado capellán y profesor del Colegio de Los Cabos (Pravia), y al mismo
tiempo encargado de la parroquia de Santianes de Pravia. Durante los seis años
que allí ejerció se interesó por la problemática social a través del trabajo con los
grupos de la JOC (Juventud Obrera Católica) y la HOAC (Hermandad Obrera de
Acción Católica), tan en boga entonces.
En 1964 se le nombró cura ecónomo de Santo Domingo de Miranda, en donde
continúa felizmente ejerciendo desde hace 44 años. Paralelamente a su intensa
labor pastoral, fue, desde 1964, profesor de Sociología y Religión en los colegios
San Fernando (Avilés), Estilo (Salinas) y Luisa Marillac (Miranda) y en los institutos
Carreño Miranda, La Magdalena y Menéndez Pidal (Avilés), hasta su jubilación en
1999. Matriculado en la Universidad de Oviedo, cursó un año de Filosofía /
Psicología.
En Avilés perteneció al grupo Jueves Literarios y mantuvo amistad con la
veterana poeta Ana de Valle. Fue una época riquísima en experiencias y
conocimiento de gentes del mundo literario. Desde Miranda, terreno abonado
donde Feito se integró plenamente como cura e investigador, ayudando al prójimo
todo lo que pudo y rescatando, a base de horas y esfuerzo, el rico pasado histórico
y etnográfico de la parroquia, puso en marcha una ingente labor social y cultural:
Club Parroquial, Teleclub, semanas de Cine Forum en el Patagonia (ciclos de
Mastroianni, Ingmar Bergman, etc.), grupo folk Madreselva (el primer grupo folk que
grabó un disco en Asturias y actuó en TVE), Seminario del Bron (para recuperar la
vieja jerga dialectal de los caldereros), Escuela y Museo de Cerámica (inicialmente
en Miranda y luego en Avilés), revista de fiestas de Miranda (cuya publicación
alcanza ya los 40 años), Jornadas anuales de Lenguas Gremiales en Avilés, página
web de la parroquia y tantas otras meritorias iniciativas.
Obra de investigación
Feito ama profundamente a Asturias y le gusta investigar su pasado,
especialmente de todo cuanto tiene relación con la cultura tradicional. Ha dedicado
muchos de sus trabajos a divulgar el romancero y el cancionero de Somiedo, la
artesanía tradicional (la cerámica, sobre todo), la vida y la lengua (el bron) de los
caldereros, las leyendas avilesinas sobre el agua, los personajes ilustres
relacionados con Miranda, el primer impresor de Avilés, los catecismos publicados
en Asturias, la historia de las librerías avilesinas, etc.
Colaborador habitual en numerosos periódicos y revistas, como LA VOZ DE
AVILÉS, “La Nueva España”, “Miranda”, “El Bollo”, "Boletín del Instituto de
Estudios Asturianos”, entre otros, escribió también varios guiones sobre artesanía
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para televisión y colaboró en importantes obras colectivas, como “Gran
Enciclopedia Asturiana”, “Enciclopedia Temática de Asturias”, “Artesanía en
España” y otras.
Publicó los libros “La artesanía popular asturiana” (1977), “Artesanía tradicional
asturiana” (1983), “Cerámica tradicional asturiana” (1985), “Biografía y escritos de
Faustina Álvarez García (madre de Alejandro Casona) durante su estancia en
Miranda 1910-1916·” (2001), “Alejandro Casona, de maestro en Narciandi a
inspector en el Valle de Arán” (2003), “Los Pruneda: la primera imprenta de Avilés”
(2004), “Don Mariano Cubí i Soler, pedagogo, frenólogo, lingüista, primer
recopilador del Bron de los caldereros” (2005) y “El cancionero de Torner y el
romancero y cancionero de Somiedo en el grupo folk Madreselva”(2006).
Es miembro correspondiente del Real Instituto de Estudios Asturianos y ha
obtenido el Premio Nacional de Etnografía Marqués de Lozoya (1983) por su obra
“Cerámica tradicional asturiana” y el Premio Nacional de Periodismo Mundo Negro
(1988) por sus artículos sobre la cerámica negra de Burundi.
Obra poética
Comenzó muy joven a publicar poesía, que en sus primeros libros es de tipo
intimista y también de tema social. Así “Pasión de noche” (1954), “Diario de cinco
años. Ser cura” (1958) y “Profeta verso adentro” (1960). Estos tres poemarios
fueron reunidos en el libro “Silencio íntimo” (1976). Posteriormente publicó
“Cuánta noche en mis manos” (1986) y “Jesús del atardecer” (2006), de contenido
espiritual y religioso. En 1979 fue mención especial en el Premio de Poesía Alfonso
Camín, de Gijón, con la composición “Al hórreo”, y en 1981 obtuvo el Premio Ana
de Valle de Poesía, de Avilés, con el poema “Verso en ruinas”.
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Temas de divulgación de un Cura investigador
Trazas de la Historia de Asturias // Avilés-Miranda, 5 de mayo de 2015
Víctor Manuel Cortijo Rubín de Celis.