1. 2014
AUGUSTO
MONTERROSO
Por; Rudy Raxón López.
[“CUENTOS Y
FABULAS” ]
Augusto Monterroso nació el 21 de
diciembre de 1921 en Tegucigalpa, capital
de Honduras, hijo del guatemalteco
Vicente Monterroso y de la hondureña
Amelia Bonilla.1 Pasó su infancia y
adolescencia en Guatemala, país qué
consideró clave en su formación, y que
asimismo hizo su patria.
2. “CUENTOS Y FABULAS”
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“AUGUSTO MONTERROSO”
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“Augusto
Monterroso”
Augusto Monterroso nació el 21 de
diciembre de 1921 en Tegucigalpa, capital
de Honduras, hijo del guatemalteco
Vicente Monterroso y de la hondureña
Amelia Bonilla.1
Pasó su infancia y
adolescencia en Guatemala, país qué
consideró clave en su formación, y que
asimismo hizo su patria:1
“”El medio y la época en que me formé, la
Guatemala de los últimos treinta y los
primeros cuarenta, del dictador Jorge
Ubico y sus catorce años de despotismo no
ilustrado, y de la Segunda Guerra Mundial,
contribuyeron sin duda a que actualmente
piense como pienso y responda al
momento presente en la forma que lo
hago.””
Al estallar en 1944 las revueltas contra el
dictador Jorge Ubico, Monterroso
desempeñó un activo papel, lo que le llevó
a la cárcel al tomar el poder el general
Federico Ponce Vaides, pero en
septiembre logró escapar de prisión y pidió
asilo en la embajada de México. Tras la
revolución de octubre en Guatemala,
encabezada por Jacobo Arbenz,
Monterroso fue designado para un cargo
en el consulado de Guatemala en México,
donde permaneció hasta 1953. Tras la
caída de Arbenz se exilió en Chile, donde
trabajó como secretario de Pablo Neruda,
para retornar a México en 1956, país en el
que iba a establecerse definitivamente.4
Narrador y ensayista, empezó a publicar
sus textos a partir de 1959, año en que se
publicó la primera edición de Obras
completas (y otros cuentos), conjunto de
incisivas narraciones donde comienzan a
notarse los rasgos fundamentales de su
narrativa: una prosa concisa, breve,
aparentemente sencilla que sin embargo
está llena de referencias cultas, así como
un magistral manejo de la parodia, la
caricatura, y el humor negro.
Los escritos de Augusto llegaron a los más
diversos lugares del mundo, como Japón,
país donde varias de sus obras se
convirtieron en series de televisión,
haciendo referencia a dibujos animados,
cómics y series como Pieza Única (One
Piece), que fue compuesta por el director
de mangas Eiichirō Oda.
Tito, como lo llamaban sus allegados, el
gran escritor de cuentos y fábulas breves,
falleció de un paro cardíaco el 7 de febrero
de 2003. Estuvo casado con la escritora de
origen libanés Bárbara Jacobs.
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“AUGUSTO MONTERROSO”
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Obra y Critica
Es considerado como uno de los maestros
de la mini-ficción y, de forma breve, aborda
temáticas complejas y fascinantes, con una
provocadora visión del mundo en el
universo y una narrativa que deleita a los
lectores más exigentes, haciendo habitual
la sustitución del nombre por el
apócope. Entre sus libros destacan
además: La oveja negra y demás
fábulas (1969), Movimiento
perpetuo (1972), la novela Lo demás es
silencio (1978); Viaje al centro de la
fábula (conversaciones, 1981); La palabra
mágica (1983) y La letra e: fragmentos de
un diario (1987). En 1998 publicó su
colección de ensayos La vaca.
Su composición Cuando despertó, el
dinosaurio todavía estaba allí, estaba
considerada como el micro relato más
breve de la literatura universal hasta la
aparición de El emigrante de Luis Felipe
Lomelí. Ha sido incluido en una docena de
antologías y traducido a varios idiomas,
además de tener una edición crítica de
Lauro Zavala titulada El dinosaurio
anotado
6
. Con razón, Monterroso aseveró
sobre este micro-relato que "sus
interpretaciones eran tan infinitas como el
universo mismo". En 1970 ganó el premio
Magda Donato, en 1975 el Premio Xavier
Villaurrutia por Antología personal, y
en 1988 le fue entregada la condecoración
del Águila Azteca, por su aporte a la cultura
de México. Fue galardonado con el Premio
FIL de Literatura en Lenguas Romances
(México) en 1996. En 1997 el Ministerio de
Cultura y Deportes de Guatemala le otorgó
el Premio Nacional de Literatura "Miguel
Ángel Asturias". En 2000 le fue concedido
el Premio Príncipe de Asturias de las
Letras en reconocimiento a toda su carrera.
En las palabras del jurado: «su obra
narrativa y ensayística constituye todo un
universo literario de extraordinaria riqueza
ética y estética, del que cabría destacar un
cervantino y melancólico sentido del humor.
(...) Su obra narrativa ha transformado el
relato breve».
Obras;
Obras completas (y otros
cuentos) (1959)
La oveja negra y demás fábulas (1969)
Movimiento
perpetuo (cuentos, ensayos y aforismo
s, 1972)
Lo demás es silencio (novela, 1978)
Viaje al centro de la
fábula (entrevistas, 1981)
La palabra
mágica (cuentos y ensayos, 1983)
La letra e: fragmentos de un
diario (1987)
Los buscadores de
oro (autobiografía, 1993)
La vaca (ensayos, 1998)
Pájaros de
Hispanoamérica (antología, 2002)
Literatura y
vida (cuentos y ensayos, 2004)
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“AUGUSTO MONTERROSO”
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CUENTOS Y
FABULAS
DE
AUGUSTO
MONTERROSO
El grillo maestro
Allá en tiempos muy remotos, un día de los
más calurosos del invierno, el Director de la
Escuela entró sorpresivamente al aula en
que el Grillo daba a los Grillitos su clase
sobre el arte de cantar, precisamente en el
momento de la Exposición en que les
explicaba que la voz del Grillo era la mejor
y la más bella Entre todas las voces, pues
se producía mediante el adecuado
frotamiento de las Alas contra los costados,
en tanto que los pájaros cantaban tan mal
porque se Empeñaban en hacerlo con la
garganta, evidentemente el órgano del
cuerpo Humano menos indicado para
emitir sonidos dulces y armoniosos. Al
escuchar aquello, el Director, que era un
Grillo muy viejo y muy sabio, Asintió varias
veces con la cabeza y se retiró, satisfecho
de que en la Escuela todo Siguiera como en
sus tiempos.
El perro que deseaba ser un ser humano
En la casa de un rico mercader de la Ciudad
de México, rodeado de
Comodidades y de toda clase de máquinas,
vivía no hace mucho tiempo un Perro al
Que se le había metido en la cabeza
convertirse en un ser humano, y trabajaba
con
Ahínco en esto. Al cabo de varios años, y
después de persistentes esfuerzos sobre sí
mismo,
Caminaba con facilidad en dos patas y a
veces sentía que estaba ya a punto de ser
Un hombre, excepto por el hecho de que
no mordía, movía la cola cuando
Encontraba a algún conocido, daba tres
vueltas antes de acostarse, salivaba cuando
Oía las campanas de la iglesia, y por las
noches se subía a una barda a gemir
Viendo largamente a la luna.
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El Conejo y el León
Un célebre Psicoanalista se encontró cierto
día en medio de la Selva, Semiperdido. Con
la fuerza que dan el instinto y el afán de
investigación logró fácilmente Subirse a un
altísimo árbol, desde el cual pudo observar
a su antojo no sólo la lenta Puesta del sol
sino además la vida y costumbres de
algunos animales, que comparó Una y otra
vez con las de los humanos. Al caer la tarde
vio aparecer, por un lado, al Conejo; por
otro, al León. En un Principio no sucedió
nada digno de mencionarse, pero poco
después ambos Animales sintieron sus
respectivas presencias y, cuando toparon el
uno con el otro, Cada cual reaccionó como
lo había venido haciendo desde que el
hombre era Hombre. El León estremeció la
Selva con sus rugidos, sacudió la melena
Majestuosamente como era su costumbre
y hendió el aire con sus garras enormes;
por su parte, el Conejo respiró con mayor
celeridad, vio un instante a los ojos del
León, dio media vuelta y se alejó corriendo.
De regreso a la ciudad el célebre
Psicoanalista publicó cum laude su famoso
Tratado en que demuestra que el León es
el animal más infantil y cobarde de la Selva,
y el Conejo el más valiente y maduro: el
León ruge y hace gestos y amenaza Al
universo movido por el miedo; el Conejo
advierte esto, conoce su propia fuerza, Y se
retira antes de perder la paciencia y acabar
con aquel ser extravagante y fuera De sí, al
que comprende y que después de todo no
le ha hecho nada.
La Rana que quería ser una rana auténtica
Había una vez una Rana que quería ser una
Rana auténtica, y todos los días se
esforzaba en
ello. Al
principio se
compró un
espejo en el
que se
miraba
largamente
buscando su
ansiada
autenticidad.
Unas veces
parecía
encontrarla y
otras no,
según el
humor de
ese día o de la hora, hasta que se cansó de
esto y guardó el espejo en un baúl. Por fin
pensó que la única forma de conocer su
propio valor estaba en la opinión de la
gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y
a desvestirse (cuando no le quedaba otro
recurso) para saber si los demás la
aprobaban y reconocían que era una Rana
auténtica. Un día observó que lo que más
admiraban de ella era su cuerpo,
especialmente sus piernas, de manera que
se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para
tener unas ancas cada vez mejores, y sentía
que todos la aplaudían. Y así seguía
haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a
cualquier cosa para lograr que la
consideraran una Rana auténtica, se dejaba
arrancar las ancas, y los otros se las
comían, y ella todavía alcanzaba a oír con
amargura cuando decían que qué buena
Rana, que parecía Pollo.
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El eclipse
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió
perdido aceptó que ya nada podría
Salvarlo. La selva poderosa de Guatemala
lo había apresado, implacable y
Definitiva. Ante su ignorancia topográfica
se sentó con tranquilidad a esperar la
Muerte. Quiso morir allí, sin ninguna
esperanza, aislado, con el pensamiento fijo
en
La España distante, particularmente en el
convento de los Abrojos, donde Carlos
Quinto condescendiera una vez a bajar de
su eminencia para decirle que confiaba
En el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un
grupo de indígenas de rostro impasible que
se disponían a sacrificarlo ante un altar, un
altar que a Bartolomé le pareció como el
lecho en que descansaría, al fin, de sus
temores, de su destino, de sí mismo. Tres
años en el país le habían conferido un
mediano dominio de las lenguas nativas.
Intentó algo. Dijo algunas palabras que
fueron comprendidas. Entonces floreció en
él una idea que tuvo por digna de su
talento y de su cultura universal y de su
arduo conocimiento de Aristóteles.
Recordó que para ese día se esperaba un
eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más
íntimo, valerse de aquel conocimiento para
engañar a sus opresores y salvar la vida. -Si
me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol
se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y
Bartolomé sorprendió la incredulidad en
sus ojos. Vio que se produjo un pequeño
consejo, y esperó confiado, no sin cierto
desdén. Dos horas después el corazón de
fray Bartolomé Arrazola chorreaba su
sangre vehemente sobre la piedra de los
sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un
sol eclipsado), mientras uno de los
indígenas recitaba sin ninguna inflexión de
voz, sin prisa, una por una, las infinitas
fechas en que se producirían eclipses
solares y lunares, que los astrónomos de la
comunidad maya habían previsto y
anotado en sus códices sin la valiosa ayuda
de Aristóteles.