1) El documento habla sobre los "actos trascendentes" que pueden alterar profundamente la personalidad de una persona al afectar su núcleo interno. 2) Estos actos pueden ser provocados por otros o por eventos naturales de manera consciente o inconsciente y pueden tener un impacto emocional profundo. 3) El documento analiza cómo los actos trascendentes afectan el equilibrio entre las fuerzas centrípetas y centrífugas que moldean la personalidad.
La Magia de Pensar en Grande -- David J_ Schwartz.pdf
Actos trascendentes que marcan el Top of Mind
1. ACTO TRASCENDENTE Y TOP OF MIND
Sergio R. Chávez Pérez
Cuando los cinéfilos escuchamos la palabra “Rosebud”, inmediatamente recordamos una de las
películas icónicas de la Cinematografía: El Ciudadano Kane. La película trata de un magnate
periodístico que en su camino a convertirse en un Tycoon arrasa con todo y con todos. Pero al
momento de morir abandonado y en plena miseria moral, Mr. Kane pronuncia esa palabra
(Rosebud) que refiere su relación con un trineo y cómo el acto de perderlo selló su niñez y, a partir
de ahí, una vida de contrastes dramáticos.
Este ejemplo nos invita a reflexionar sobre el alcance de ciertos actos, de ciertos referentes
específicos que han dejado huella en nuestro ser y que marcan, por diversas razones, un cambio
en nuestro derrotero, en la forma en que vivimos tras experimentarlos.
Nuestras complejas y maravillosas personalidades implican una serie de capas, de elementos que
la integran. La parte más íntima de nuestro ser (el núcleo, digámoslo así) lo conforma el Yo interior
que según la Teoría de la Personalidad se expresa en la ecuación
Ca+T+Cr = P
En donde “Ca” corresponde al Carácter que vamos formando según la experiencia y según los
valores de vida que recibimos y aceptamos como propios.
“T” es el Temperamento que heredamos, esa disposición innata a reaccionar de forma particular e
inconsciente a los estímulos ambientales
Y “Cr” es el Criterio con que decidimos en conciencia o no, dejarnos llevar por el Temperamento o
por el Carácter.
En base a esta teoría podemos inferir que nuestra personalidad, esa manifestación propia,
particular, auténtica e individual de cada uno ante la realidad natural y/o humana va condicionada
por la interacción de dos fuerzas básicas
a. Una que podríamos definir como “Centrífuga”, que responde al impacto que provocamos
a otros al manifestarnos irradiando nuestro ser en todo su esplendor, con todas sus
virtudes y defectos.
b. Otra que asumiríamos como “Centripeta” y que significa el impacto que a su vez causan
en nosotros diversos actos de otros o hechos de la naturaleza, verdaderos estímulos que
contienen el desborde de nuestra personalidad.
2. Toda interacción que tengamos hasta morir, desde desenvolvernos en nuestros círculos íntimos
(familia de origen, familia que formamos tras casarnos, amigos entrañables), intermedios
(conocidos, vecinos, compañeros de escuela o trabajo) y externos (connacionales,
contemporáneos, coetáneos) es, entonces, un constante roce de fuerzas Centrífugas y Centrípetas
entre el Yo y lo o los Otros, entre lo que expreso, deseo o trato de imponer y lo que los Otros o la
Naturaleza, a su vez, responden o accionan por su parte.
Tal fenomenología ha de implicar, obvio, un equilibrio que nos evite aceptar sin reservas el influjo
ajeno y que prevenga que los demás sean sumisos receptores de un Yo hegemónico.
En ciertos momentos, sin embargo, algún acto u omisión puede provocar cambios o alteraciones y
trastocar dicho equilibrio, superar las barreras exteriores de algún involucrado en el ejercicio
vivencial y afectarle. Tal es el “Acto Trascendente” del que podemos deducir ciertas características
1) Puede ser provocado por la mano del Hombre o por un hecho natural
2) Su autor puede provocarlo o no de manera consciente
3) Pueden ser ordenados según su ámbito de manifestación (ámbito de Trascendencia)
4) No implican necesariamente juicios de valor (acto trascendente bueno o malo)
5) Las barreras del Sujeto que lo experimenta son sobrepasadas (Elementos trascendidos)
6) Provocan un efecto en el Sujeto receptor (Efecto Trascendente)
7) El acto trascendente puede ser inmediato o mediato a la evidencia de cambio
8) El efecto puede ir de superficial a profundo, temporal a permanente y causa impacto
9) El Impacto puede ser medido (una especie de ”Indice de Trascendentabilidad”)
10) Según su aceptación consciente o inconsciente, provoca un cambio en el sujeto receptor
11) Y conlleva a un antes y a un después en la forma de ser.
Si lo ponderamos desde el enfoque de esa ciencia, magia o técnica denominada Marketing o
Mercadotecnia cuyo propósito es entender, medir y actuar eficientemente en los mercados,
podríamos reconocer como muchos empresarios procuran impactar al consumidor para que sean
receptivos a lo que ofrecen.
Entonces aparecen conceptos como el “Top of Mind”, indicador que revela cuál es la marca de
producto o servicio que, cuando se pregunta respecto a una categoría específica, se le viene a la
mente en primer lugar al mayor porcentaje de personas encuestadas.
O el indicador “Top of Heart”, que corresponde a esa marca que ocupa una posición privilegiada
en el afecto del público y establece un vínculo de fidelidad fundamentado en factores emocionales
antes que racionales o intelectuales, por lo que no estará supeditado a elementos externos del
mercado como el indicador “Top of Mind” y podrá emplearse, por lo tanto, como exponente de
una alta probabilidad de compra
Y aunque no es mi pretensión darle tintes religiosos o filosóficos a este estudio, desde una
posición ontológica podremos visualizar incluso el Acto Trascendente Puro y Universal, el que
3. trasciende per ser y sin límites y que ubicamos en la relación humana con la divinidad en que se
quiera creer.
Como sea, es evidente que resentimos el fluctuar constante de actos que provocan desde un mero
encogimiento de hombros hasta transformaciones profundas, recreaciones totales del Sujeto que
percibe el acto.
Ejemplos hay de sobra: modas de vestimenta o apariencia, corrientes artísticas, credos o modos
de pensamiento, tendencias en la opinión pública, etc. que implican una transformación continua
del entorno de la persona. Sea en sociedades marginadas o cosmopolitas, sea en países de
vanguardia o en subdesarrollo, todo evoluciona a una velocidad cada vez mayor, exponenciada
por el influjo de tecnologías que han achicado el enorme planeta donde vivimos.
Estamos pues ante una vorágine con alcances inimaginables por la que nos cuesta cada vez más
trabajo reconocer lo que éramos en el momento previo al acto que trasciende nuestros límites.
Aún el último reducto, nuestro núcleo íntimo, es fácilmente mellado tanto por el bombardeo de la
fuerza centrípeta circundante ante la que claudicamos como por la menguada resistencia que
oponemos y que representa un Yo de valores trastocados.
Pienso en Parménides o Heráclito que hablan del acto que provoca el cambio y de lo que
permanece, pero también en Alvin Toffler cuyo Shock del Futuro nos sitúa en el apetito por
cambiar. ¿Hacia dónde derivará todo esto? Difícil saberlo.
Pero hay, con todo, una certeza: En nosotros siempre estará la decisión de aceptar o no que nos
trascienda un acto. O en provocarlo.