El documento discute la responsabilidad de los empresarios en la generación de riqueza y la situación económica. Señala que aunque factores externos afectan los ingresos, los empresarios también son corresponsables al no invertir lo suficiente en sus negocios, preferir ganancias personales sobre el crecimiento empresarial, y evadir impuestos que podrían apoyar el desarrollo económico general. Invertir en el negocio y cumplir con obligaciones tributarias genera empleos y dinamiza la economía, mientras que
La responsabilidad del empresario en la generación de riqueza
1. Marzo 1, 2014
Empresa pobre, empresario rico… ¿Dónde empieza la congruencia?
La dificultad para obtener ingresos es un tema común en estos días tanto en el ámbito personal
como en el profesional de todos nosotros. Para unos es la continuación de la llamada “cuesta” de
Enero (que más que cuesta es “rapel”) del inicio de cada año ó la secuela del gasto desbordado
característico de cada fin de año. Para otros ahora se trata de los efectos (reales o ficticios) de la
reforma fiscal y la situación financiera mundial o nacional.
Como sea, la percepción que cada uno en la caída de sus ingresos queda respaldada por los
indicadores macro que reflejan la actividad económica en México. Y sin quitar mérito a tal
situación, me llama poderosamente la atención el desprendimiento que todos hacemos de
nuestra responsabilidad en lo que sucede.
¿A qué me refiero? A que se nos pasa por alto que si bien es cierto que la generación de riqueza
por lo que vendemos o hacemos proviene de nuestro círculo exterior, de nuestros clientes,
también lo es que somos corresponsables de tal situación, en medida mayor que menor.
Decía Adam Smith (iniciador del Liberalismo Económico) que “… no es por la benevolencia del
carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio
interés”. Con ello se refería que en la medida en que cada uno realice las actividades productivas
para las cuales estudió y/o se preparó, proporcionará por tanto los satisfactores que otros
necesiten al tiempo que obtendrá los recursos necesarios para su propia manutención.
Al margen del posicionamiento personal o conceptual a este respecto, no podemos dejar de estar
de acuerdo en que vivimos en un mundo de intercambios entre lo que tenemos o producimos y lo
que necesitamos (que por cierto es mucho más que lo que producimos). No hay entes
autosuficientes, siempre requerimos algo de otros.
En ese tenor, el pretender que la riqueza que obtengamos -una vez conseguida- sea un fin por si
solo está fuera de la realidad cotidiana. La riqueza tiene un efecto multiplicador si la sabemos usar,
si la compartimos tras lograrla. No hablo de regalar, sino de invertir. Ello funciona en dos planos: a
nivel ínmediato –para nuestra fuente de ingresos- y a nivel mediato –por el efecto social de la
inversión. Me explico.
1. ¿Qué hacemos con cada peso que ganamos? Recuerdo un ejemplo que ilustraba la
posición que tendemos a asumir a este respecto. Decía el ejemplo: ¿Cuál es la diferencia
entre un tendero o abarroteroespañol y uno mexicano? Tal diferencia consistía en que si el
español ganaba $1,000, invertíría en su negocio $900 y usaría para si los $100 restantes,
en tanto que el mexicano hacía exactamente lo contrario. Al cabo de un tiempo el negocio
del español le había generado un 1000% más de riqueza, en tanto que el del mexicano se
había reducido a prácticamente una centésima parte.
¿Conviene entonces invertir en vez de gastar y consumir? ¿Por qué no poder gozar del
fruto de nuestro esfuerzo? Ciertamente esta es una posición válida, pero creo que aquí
2. hay que posicionarnos en un término medio y ubicar nuestro apetito personal junto con la
necesidad de fortalecer el negocio que nos da el sustento de tal apetito.
2. Por otro lado, en mi anterior artículo hablaba de las razones por las que Walmart no pudo
sobrevivir en Alemania, destacando entre ellas el orgullo del pueblo alemán por la calidad
de lo nacional y su afán para que las empresas minoristas alemanas subsistieran, cosa que
sólo se logra cuando el mismo pueblo consume lo que éstas produzcan.
Ello se complementa con el efecto hacia los mercados. Al subsistir la empresa también
subsisten los puestos de sus empleados (empleos directos) y de los empleados de
proveedores (empleos indirectos), quienes así tienen oportunidad de consumir a otras
empresas y dinamizar la cadena económica que tarde o temprano desembocará de nueva
cuenta en las empresas clientes o proveedoras de la empresa subsistente.
Además, ese proceso productivo implicará la causación y pago de impuestos, lo que
generará los ingresos necesarios para que el Estado propugne por el bien común, que es
su razón de ser
Esta colaboración no va dirigida a favorecer corriente política, filosófica o económica alguna, sino
simplemente a reflexionar sobre lo que sucede cuando el empresario (del tamaño que sea) olvida
su rol en el juego económico. ¿Cómo puede quejarse de la situación si cada ocasión que puede
demerita la calidad de lo que hace, prefiere sacrificar al capital humano antes que la utilidad
personal que el negocio le genere o busca formas para limitar –si no es que evadir- su compromiso
tributario con el Estado?
Aún recuerdo a un querido amigo que se quejaba amargamente de lo que entonces pasaba. Yo
sabía su situación y le pregunté, con cierta mordacidad, si no convendría arrimar nuestro granito
de arena y cumplir por lo menos con el pago puntual de impuestos. Mi amigo respondió: “¿Pagar
impuestos, para que se los roben? ¡Mejor le sigo dando su iguala a mi contador, para que me los
ahorre!
Y así las cosas.
Lic. Sergio R. Chávez Pérez
sergiorchavez@alestra.net.mx