TALLER -SISTEMA CODIGOS DE LUZ - ACCTIVACION DE CODIGOS LEMURIANOS Y ATLANTES
Mi pepe grillo
1. MI PEPE GRILLO
Lic. Sergio R. Chávez Pérez
¿Cuántas veces hemos enfrentado situaciones tan difíciles que quisiéramos contar con una bola de
cristal de adivino o una vara de mago para, así, poderlas afrontar con éxito? Hablo de situaciones
que rebasan la capacidad de respuesta eficaz que podríamos dar en lo individual y que, a nuestro
entender, pertenecen a la exclusiva esfera de nuestras personales atribuciones.
Tal vez son muchas más de las que nuestro orgullo quisiera admitir. Y probablemente esa actitud
de desafiante suficiencia se deba a que ya llegamos a ese momento de nuestra vida en que
nuestra edad física combinada con nuestros logros personales y profesionales nos configuran en lo
que llamo el Síndrome de Infalibilidad. O séase… que nos consideramos tan acabados y exitosos,
tan únicos y tan infalibles, que creemos que no podemos fallar en nada y que sería un síntoma de
debilidad el consultar o pedir consejo para resolver tales situaciones.
¿Cómo ubicar a cualquier otro ser humano, que no cuenta con nuestras brillantes cualidades ni
fulgurante trayectoria, como posible apoyo para encontrar la solución que nuestro ego no ha
podido alcanzar? No hablo de que nos consideremos superiores al resto de la humanidad –aunque
efectivamente hay personas que así lo creen- sino de la actitud de sapiencia total y dominante con
que nos manejamos en nuestra vida y nuestros asuntos.
Podría argumentarse que en efecto, nadie como nosotros para entender lo que nos pasa, los que
nos conviene y de ahí lo que deberíamos hacer… Pero… En realidad esto es imposible mientras no
tengamos los tamaños para reconocer que el destino nos ha alcanzado y que las circunstancias nos
han rebasado. Que no somos tan capaces como creíamos, Que el dinero, poder, relaciones
públicas o experiencia no nos dan la respuesta que requerimos. Y que, con todo el dolor de
nuestra soberbia, es tiempo de la humildad.
Es entonces donde surge, irresistible, la conciencia, ese darse cuenta de las debilidades a pesar de
las fortalezas, de las amenazas a pesar de las oportunidades. Es por la conciencia que podemos
dimensionar nuestro verdadero alcance, nuestra vulnerabilidad, siempre y cuando la dejemos
actuar y no finjamos que no existe.
No encuentro mejor forma de clarificar este punto que recordando el personaje del famoso
cuento “Pinoccio” de Carlo Collodi. Como seguramente recordamos según la versión de Disney, el
muñeco de madera no podía dilucidar entre el bien y el mal, por lo que le es asignado un grillo
(nombrado “Pepe”) para que le ayude en su proceso de madurar y llegar a la meta de convertirse
en un niño de verdad, lo que logra después de varias vicisitudes.
2. El cuento original es diferente. En él, Pinocho llega a su casa después de haber escapado y se
encuentra un Grillo que habla y le dice que tenga cuidado, pues lo que ha hecho hasta entonces
no está bien. Pinocho enfadado, le tira un martillo de madera y lo mata.
Claro. No podemos matar a la conciencia pero… ¡Cómo nos divertimos ignorándola! El punto es
que esa “Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las
modificaciones que en sí mismo experimenta” (R.A.E.) no refiere comodidad, sino compromiso.
Es como la alarma que nos aviva sobre peligros ominosos y callejones sin salida. La Conciencia es la
voz que nos centra ante la verdad que nos puede hacer libres si la queremos entender. Es
conocimiento irrefutable a nuestros ojos, insuperable para nuestra ciega necedad.
Aparece aquí la disyuntiva: para allanar el camino a la conciencia es menester doblegar la voluntad
“egocentrada”, pero si aceptamos hacerlo podríamos faltar a la autoestima, perder confianza en
nosotros mismos y sentir que no volveremos a triunfar… entonces… ¿Qué decidir?
Si estamos dispuestos a ceder un poco en la predominancia de nuestra vida y hablando dentro del
ámbito profesional, la respuesta puede provenir del abanico de servicios profesionales de apoyo a
empresas que se prestan en la actualidad a través de las siguientes figuras:
El Asesor: Apoya a personas y empresas. Tiene amplia experiencia en un área
determinada. Da opciones para tomar decisiones.
El Consultor: Ofrece un servicio para resolver temas específicos gracias a un “diagnostico”.
Es especialista cuyas soluciones parten de un producto o metodología en particular. Está
enfocado en negocio y no personas.
El Coach: El nadir del consultor. Para él, nadie mejor que tú sabe lo que hay que hacer. Te
ayuda a localizar eso en que te debes enfocar para lograr lo que deseas o necesitas y así
mejorar. Sabe motivarte pero evitará darte soluciones extrañas a ti.
El Mentor: Persona con gran experiencia en negocios que comparte su conocimiento.
Ayuda a encontrar oportunidades gracias a su visión y contactos. Te comprende pues ha
vivido tus situaciones, a su modo.
Obvio es que estos apoyos sólo son viables si aceptamos compartir nuestro mundo con otro, lo
que ya de por sí es un reto… Pero… reconozcámoslo… tal vez no haya otra solución.
Correo electrónico: sergiorchavez@alestra.net.mx