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Amerique Latine: Nouvelles formes de
participation
Pedro Brieger
Publicado en “Agir – Revuel Generale de Strategie” Nº 15, oct.
Agir, 2003, Paris, Francia.
AMERICA LATINA: NUEVAS FORMAS DE PARTICIPACION
INTRODUCCION
La década de los noventa en América Latina ha tenido dos
características sobresalientes: la aplicación de las teorías neoliberales y
la aparición de nuevos movimientos sociales que han cuestionado las
reformas económicas y sociales implementadas en dicho período.
Poco importa si estas reformas se inspiraron en el modelo chileno de los
setenta, comenzaron en México en 1988, en la Argentina en 1989, en
Perú en 1990 o un poco más tarde en otros países. Salvo Cuba, que es
un caso especial, en los noventa la ola del pensamiento neoliberal se
expandió a lo largo y ancho de América Latina.
La aparición de los nuevos movimientos es, en cierta medida, producto
de estas reformas que transformaron las sociedades latinoamericanas y
que después de más de diez años de aplicación no condicen con las
expectativas formuladas por los teóricos-propagandizadores de las
mismas.
Si extendemos el período de los noventa hasta fines de 2001 podremos
ver que siete presidentes latinoamericanos renunciaron fruto de grandes
movilizaciones populares. En diciembre de 1992 tuvo que renunciar
Fernando Collor de Melho en el Brasil -paradójicamente el primer
presidente elegido después de 30 años- como producto de masivas
movilizaciones, lideradas principalmente por los jóvenes y los
estudiantes.
En mayo de 1993, Carlos Andrés Perez, quien ya había sido presidente
de Venezuela entre 1974 y 1978 tuvo que abandonar su segundo
mandato como presidente por acusaciones de desvíos de fondos. En
febrero de 1997 Abadala Bucaram fue destituido de la presidencia del
Ecuador por un congreso que lo consideró “incapaz mental” luego de
grandes protestas a raíz del aumento del 300 por ciento de las tarifas
públicas.
1
En marzo de 1999 renunció el presidente del Paraguay Raúl Cubas Grau,
después de una revuelta popular por el asesinato de Luis María Argaña,
su propio vicepresidente y miembro del gobernante Partido Colorado.
En enero de 2000 renunció otro presidente del Ecuador, Jamil Mahuad,
esta vez por una revuelta indígena que combinó reivindicaciones étnicas
y sociales. En noviembre del mismo año Alberto Fujimori se fugó al
Japón después de haber realizado un fraude electoral para ganar las
elecciones presidenciales, lo que motivó la toma de las calles por miles
de personas que exigieron su renuncia. Por último, producto de una
profunda crisis económica tuvo que renunciar en la Argentina Fernando
de la Rúa, después de que miles de personas espontáneamente ganaran
las calles el 19 de diciembre de 2001.
LAS REFORMAS DE LOS NOVENTA
El neoliberalismo desde una posición marginal y minoritaria en los años
sesenta logró convertirse en doctrina hegemónica en los noventa en un
proceso que tuvo dos fases. 1) La fase de la imposición. 2) La fase del
consenso. En la primera, se impuso por la fuerza (Chile 1973-Argentina
1976); en la segunda, la repetición constante del nuevo paradigma
tomó el equivalente a la demostración aún antes de su comprobación
fáctica. Las teorías neoliberales no fueron la consecuencia directa del
fracaso de los proyectos populistas o del estatismo socializante pues, es
preciso recordar, la mayoría de los gobiernos “populistas” o “estatistas”
de América Latina no fueron castigados por el voto popular sino que
fueron derrocados por golpes de Estado.
El caso de Chile es emblemático para entender la fase de la imposición.
Los economistas liberales que rodearon a Augusto Pinochet no
convencieron a los chilenos de que sus teorías eran mejores que las
socialistas de Salvador Allende en un debate abierto y de confrontación
de ideas. Para imponer su nuevo paradigma como verdad absoluta e
incuestionable necesitaron de una dictadura militar que impidiera
cualquier tipo de oposición y una sociedad paralizada por el miedo, lo
mismo que sucedió en la Argentina en 1976.
A su vez, el caso argentino es el que mejor permite comprender cómo
de la fase “de la imposición” se pasó a la del “consenso”. Un grupo
importante de economistas y comunicadores sociales apoyados por los
principales organismos económicos internacionales y sostenidos
monetariamente por empresas multinacionales, crearon fundaciones,
institutos y centros de investigación, y lograron una real inserción en los
principales medios de comunicación que les permitió imponer la idea
generalizada de que todo lo público es “ineficiente”, que el Estado es
intrínsecamente perverso, que la única manera para que las empresas
de servicios funcionen es privatizándolas, que así se reducirán gastos y
se eliminará la corrupción; de la necesidad de achicar el Estado, bajar el
2
gasto público, abrir los mercados, incrementar la producción de artículos
destinados a la exportación, flexibilizar y “modernizar” los mercados
laborales, quebrar el poder de los sindicatos supuestamente interesados
solamente en enriquecer a sus cúpulas, y reducir los gastos sociales,
entre tantos otros postulados.1
Aprovechándose de la crisis de la deuda
y los procesos hiperinflacionarios lograron convencer a la mayoría de la
población de que las reformas neoliberales eran el único camino para
que América Latina emergiera nuevamente.
Se decía que la aplicación de todas estas medidas llevaría a un modelo
de crecimiento donde la riqueza se “derramaría” hacia todos los estratos
de la sociedad. De manera maniquea y provocativa lo presentaron como
el único camino de crecimiento y desarrollo.
Sin embargo, según un informe de 1995 de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que agrupa a las 24
naciones más desarrolladas, en 1960 Latinoamérica participaba del
comercio mundial con el 9% de las exportaciones mundiales, mientras
que en 1994 este porcentaje se había reducido al 3,6%, incrementando
su marginalidad en el contexto mundial. El Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), la Comisión Económica para América Latina, de las
Naciones Unidas (CEPAL) o el propio Banco Mundial en sus informes
anuales coinciden en señalar el crecimiento de la pobreza y de la miseria
extrema en Latinoamérica en la última década. Más aún, como a
principios de siglo, la mayoría de los países latinoamericanos sigue
exportando materias primas y dependiendo de las fluctuaciones de un
mercado mundial que no domina, para importar la mayoría de todo
aquello que el economista Lester Thurow señala como esencial para ser
desarrollados.2
Durante la década de los noventa se construyó un mito basado la
repetición ritual de que las reformas neoliberales sacarían a América
Latina del atraso al que la había sumido el populismo y el estatismo,
algo que se demostró falso. En el documento “Panorama social de
América Latina” de la CEPAL de 1998, en 1980 el 35% de los hogares
eran pobres, en 1990 eran el 41% y en 1997 se mantenía en el 36%.3
A fines de los 90’ y luego de implementadas las profundas reformas
neoliberales la pobreza está en los niveles de 1980. La diferencia con
1980 es que –según Oscar Altimir– ahora 2/3 de los pobres y más de la
mitad de los indigentes vive en áreas urbanas.4
Las reformas en los noventa en América Latina vinieron de la mano del
concepto de “globalización” como pieza clave del pensamiento
macroeconómico para referirse a las transformaciones que en la
estructura social, en los hábitos de conducta y en las modalidades de
producción fueron asociados a las transformaciones impulsadas por el
pensamiento neoliberal.
3
Una de las respuestas de los movimientos sociales que crecieron en los
últimos años fue la aparición de las Redes de Resistencia Global en casi
todo el continente, y del Foro Social Mundial de Porto Alegre como lugar
de encuentro de prácticas e ideologías muy diversas.5
La diversidad de
estos movimientos es una consecuencia directa de las profundas
transformaciones acaecidas en las sociedades latinoamericanas.
Después de los golpes de Estado de los setenta, la desaparición y/o
“aggiornamiento” de las organizaciones guerrilleras (El Salvador,
Nicaragua), la recuperación democrática con largos períodos de
estabilidad institucional (Argentina) y los cambios en el ámbito del
trabajo, el continente latinoamericano ya no responde solamente al
modelo social de décadas anteriores donde lo que primaba eran las
relaciones capital–trabajo en el sentido tradicional del término
(burguesía - clase obrera, campesinos).
Aún con el riesgo de generalizar, es posible afirmar que las relaciones
sociales se han complejizado de tal manera que las sociedades civiles
han desarrollado formas de organización mucho más extendidas y
variadas que en el pasado. Si bien es cierto que en algunos países la
clase obrera industrial aún tiene un peso importante (Brasil), la
aparición de nuevos formas de participación política responde a la
necesidad de encontrar respuestas a problemas reales y concretos que
escapan a la esfera de lo meramente productivo. Es así que a lo largo y
ancho del continente afloran cuestiones que escapan al esquema “clase
contra clase” tan caro al marxismo. Así se plantean problemas sobre la
calidad de vida urbana, las diferencias étnicas y religiosas o de género;
se cuestiona el rol de los medios masivos de comunicación, la
modificación de los alimentos, la corrupción, los políticos, el ámbito de la
cultura, la lucha por la salud como un bien público, e incluso una guerra
tan lejana como la llevada adelante por Estados Unidos en Irak. Como
señala Boaventura de Souza “la lucha deja de tener un actor
históricamente determinado como el movimiento obrero, para pasar a
tener múltiples actores que llevan adelante batallas en el ámbito de lo
cotidiano. De esta forma los nuevos movimientos sociales colaboran en
la politización de lo social, de lo cultural y de lo (interpersonal)”6
NUEVOS MOVIMIENTOS, MAS PARTICIPACION
Sería imposible en el marco de este trabajo señalar todas las luchas
sociales “no tradicionales” que se han extendido en los últimos años.
Mencionaremos solamente algunas que marcan una tendencia a nuevas
formas de organización social y política y que son por demás
representativas. Para comenzar, sin lugar a dudas uno de los hechos
políticos más novedosos fue la aparición del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional en Chiapas y su particular forma de ver la política,
4
concentrados en el sur mexicano y excluyendo la tradicional lucha por la
toma del poder del Estado.7
Si bien el movimiento por los derechos humanos ya pertenece al acervo
latinoamericano después de la larga noche de dictaduras a lo largo y a
lo ancho del continente, la pequeña Guatemala con sus más de 100 mil
muertos, 40 mil desaparecidos, 100 mil niños huérfanos y un millón de
desplazados,8
forjó uno de los movimientos más importantes alrededor
de la figura del Premio Nobel de la Paz de 1992, Rigoberta Menchú Tum.
Esta mujer analfabeta en su infancia se convirtió en el símbolo de la
fusión entre las reivindicaciones de los postergados descendientes de los
mayas y la lucha por la verdad y la justicia en su país.
En septiembre de 1998 el pueblo panameño, utilizando el arma del
referéndum -poco convencional en la vida latinoamericana- votó
masivamente contra el presidente Ernesto Pérez Balladares para que
éste no pudiera postularse a un segundo mandato consecutivo.
El caso de Bolivia es interesante porque articula reivindicaciones sociales
y étnicas. Bolivia, segundo productor mundial de hojas de coca, ha
visto desde 1997 la presencia de campesinos en el parlamento que
defienden el cultivo tradicional de la coca conjugado con una campaña
internacional por su despenalización. En la década del cincuenta la
vanguardia política sindical estaba representada por la clase obrera
minera y sus luchas no incorporaban el aspecto étnico aymará/quechua,
a pesar de que más del 50% de la población es de origen indígena. Evo
Morales, el líder de los campesinos cocaleros -que en 2002 por pocos
votos no accedió a la presidencia- reivindica la recuperación de su
identidad “quechua, aymara y cocalera” combinando lo étnico, lo
económico-social y la cultura milenaria.9
Gracias a su lucha se ha
logrado que hoy en Bolivia, una nación multiétnica y multicultural, los
discursos en el Parlamento puedan realizarse en otros idiomas además
del castellano y que los diputados de origen indígena puedan entrar al
Parlamento vistiendo sus ropas tradicionales.
En el Ecuador también es posible observar la contradicción entre la
“modernización” impuesta por los organismos internacionales –
incluyendo la adopción del dólar como moneda- y el retorno a las raíces
indígenas que afloraron con especial énfasis en los noventa. Es de
destacar que amén de los zapatistas la Confederación de Nacionalidades
Indígenas de Ecuador (CONAIE), es el movimiento indio más fuerte y
politizado de América Latina. En 1997 contribuyó al derrocamiento del
presidente Abdala Bucaram, y en 2000, del presidente Jamil Mahuad,
aglutinando diversas fuerzas políticas y sociales como los sectores
nacionalistas de las fuerzas armadas y la Iglesia católica.
El Movemento Sem Terra (MST) surgió en Brasil en la década del
ochenta como producto de la histórica desigualdad existente en el Brasil
respecto de la posesión de las tierras. Mientras el 1% de los
5
propietarios posee el 46% de la tierra, el 90 % de los campesinos sólo
posee el 20% de las tierras y cerca de la mitad de las tierras
permanecen ociosas.10
El MST se propuso desde un primer momento la toma de las tierras
ociosas como respuesta a la necesidad de poseer un pedazo de tierra en
el marco de la lucha por la reforma agraria. Aunque existen semejanzas
con las luchas históricas de los campesinos por la distribución de las
tierras, a diferencia de la mayoría de los movimientos campesinos el
MST no sólo impulsa una reforma agraria sino también la organización
de la producción por medio de la creación de cooperativas
agroindustriales.
El desarrollo de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) también
es significativo porque refleja la búsqueda de participación de amplias
franjas de la sociedad civil, y su crecimiento en términos de la legalidad
y legitimidad es una prueba del descrédito de los organismos vinculados
al Estado. De todas maneras, las décadas de dictaduras y la falta de
una tradición de organización de la sociedad civil todavía provoca que el
accionar de las ONG sea motivo de múltiples controversias.11
En El Salvador el programa EDUCO es una muestra de los cambios que
pueden realizarse en el ámbito educativo en las áreas rurales cuando los
que intervienen directamente son los principales afectados; esto es,
padres y madres miembros de una comunidad. Su principal virtud es la
organización comunal que complementa la organización de organismos
del gobierno con otros no gubernamentales. Lo más importante es que
el control y supervisión del proceso educativo está realizado por los
propios padres que –en un proceso de aprendizaje- pueden involucrarse,
adquirir un capital cultural e intervenir el proceso de socialización
temprana.12
Aunque con características diferentes, la experiencia de
Villa El Salvador en las afueras de Lima, capital del Perú, ha llevado a
que miles de personas provenientes de regiones marginales hayan
protagonizado una experiencia de autogestión comunal. Un territorio
abandonado fue convertido en comunidad urbana autogestionada, que
ha construido más de 50 mil viviendas y desarrollado microempresas.
Iniciada sin recursos, hoy es considerada por UNESCO como una de las
más desafiantes experiencias de educación popular.13
Como señala el sociólogo Bernardo Kliksberg en su trabajo “Seis tesis no
convencionales sobre participación”, ésta, a pesar de enfrentar fuertes
resistencias da resultados, tiene ventajas comparativas que se trasladan
al bienestar general. 14
EL CASO ARGENTINO
La Argentina, en los últimos diez años ha sido una usina de experiencias
sociales. Fruto de las profundas transformaciones impulsadas por el
presidente Carlos Menem desde 1989 -y apoyadas por los principales
6
organismos internacionales- junto con México y Perú, la reestructuración
económica fue de una profundidad tal, que, más que arribar al “primer
mundo” como lo prometía Menem, la brecha en la distribución de la
riqueza se incrementó así como la pobreza de extensos segmentos de la
población. En un proceso de “latinoamericanización” galopante, el país
que siempre vivió con el sueño de ser de clase media tenía, a fines de
2001 a un 40% de la población viviendo por debajo de la línea de la
pobreza,15
y niveles de desocupación que orillaban el 30 por ciento.16
La privatización de las grandes empresas públicas y el creciente
desempleo, llevaron a que en la Argentina surgiera un nuevo fenómeno
muy particular: el empobrecimiento de las capas medias y la aparición
de una nueva capa social, heterogénea e híbrida, denominada “los
nuevos pobres”. En esta capa social uno puede encontrar una gama
muy amplia de profesionales que de tener un empleo estable como
arquitectos o ingenieros pasaron a engrosar la larga lista de
desocupados o subocupados, o aún peor, se los encuentra realizando
tareas de muy baja calificación. También la conforman miles de
empleados del sector público y privado que han perdido su lugar de
trabajo y tienen grandes dificultades para encontrar uno nuevo o se
dedican a tareas para las cuales están subcalificados. La mayoría de
ellos han debido renunciar a las tradicionales vacaciones de verano, se
han visto a obligados a retirar a sus hijos de los colegios privados que
proliferaron en los ochenta y noventa, han abandonado los beneficios de
la medicina privada, han perdido los beneficios sociales y se han
quedado sin perspectivas de un futuro mejor.17
Estos son los datos que permiten entender la aparición de cuatro
fenómenos sociales que están transformando la sociedad argentina y
que la han convertido en un laboratorio de experiencias sociales
inéditas: el movimiento de piqueteros, los nodos del trueque, las
experiencias de autogestión en las fábricas y las asambleas de vecinos.
Los piqueteros son el producto de varios factores, y en primer lugar,
el cierre masivo de industrias que en el proceso de privatización que en
algunos casos provocaron el despido de cerca de 80% de sus
trabajadores18
. Muchas economías regionales, especialmente en el
norte y sur argentino funcionaban alrededor de algunas de estas
empresas públicas que conformaban parte del patrimonio cultural del
país. Esto provocó que las viejas identidades vinculadas al trabajo y a
las demandas sindicales se transformaran ya que las demandas por
mejoras en las condiciones de trabajo dieron paso a la circulación de las
personas, que comenzaron a aglutinarse en las rutas, a falta de un lugar
de concentración laboral. Si la forma tradicional de lucha era la huelga
en el lugar de trabajo, el corte de ruta, que da origen al “piquete”, es
una nueva forma de lucha que permite entrelazar ocupados en todas sus
vertientes -y con diversas demandas- con los desocupados que han sido
7
expulsados del mercado formal y los jóvenes que ven cercenadas sus
posibilidades de incorporarse a la estructura del trabajo. La ruta, por lo
general dentro o cerca de un barrio, se convierte en el lugar de
encuentro desde el cual se pide la incorporación a un exiguo mercado
formal. Por esta razón no es casual que muchas organizaciones
piqueteras adopten el nombre de Movimiento de Trabajadores
Desocupados (MTD).19
Producto de realidades muy diferentes el
movimiento es muy heterogéneo y adopta características diferentes
según la provincia, extracción laboral e influencia ideológica de los
diversos partidos de izquierda. De allí que algunos movimientos acepten
los planes asistenciales ofrecidos por el Estado, mientras otros los
rechacen y consideren que los reclamos al Estado deben ser
acompañados por la generación de proyectos autónomos y autogestivos
como fuentes alternativas de trabajo en los propios barrios donde se
encuentran. Es así que algunos de estos movimientos han puesto en
funcionamiento panaderías, o se dedican a la fabricación de ladrillos o
zapatos20
Otra de las características novedosas de los piqueteros es su experiencia
“asamblearia” marcada por el rechazo a los liderazgos y la necesidad de
una organización democrática. Como señalan Maristella Svampa y
Sebastián Pereyra “no hay que olvidar que el piquete fue el lugar desde
el cual irrumpió un novedoso funcionamiento asambleario, que va a dar
lugar a nuevas formas de organización y participación, en un intento por
recrear y dotar de nuevos contenidos la política desde abajo.”21
Los nodos del trueque nacieron a mediados de la década del
noventa por fuera de los marcos estatales como una forma original para
paliar los problemas del desempleo apelando a la solidaridad como
alternativa al mercado. Bajo el nombre “Red global de trueque
solidario” se crearon varios nodos en la provincia de Buenos Aires que
luego se extendieron a casi todo el país. Debido a la crisis económica y
al desempleo se multiplicaron, llegando a fines de los noventa a sumar
más de medio millón de personas enroladas en un sistema que incentiva
la producción de bienes en pequeñas empresas individuales o familiares
para ser introducidas en las redes, y como una forma “artesanal” para
combatir el desempleo. La idea original de esta red es que no se basa
en el intercambio de objetos usados de los cuales uno se desprende,
sino en la creación de bienes que responda a una producción genuina o
la oferta de algún tipo de servicio profesional. Por ello es que se creó la
figura del “prosumidor”, al mismo tiempo productor y consumidor. El
espacio del trueque, aunque hay muchas modalidades, también es un
ámbito de participación y encuentro entre vecinos de un barrio. Según
Eduardo Ovalles, Argentina es el país donde el fenómeno del trueque
tiene mayor dimensión social.22
8
Frente a la crisis económica de los años noventa que provocó el
cierre de industrias –que en sí mismo no es un aspecto novedoso de la
historia argentina- la respuesta de los trabajadores expulsados de su
lugar de trabajo como consecuencia del proceso de desindustrialización
y descomposición social del país pasó a tomar formas novedosas.
En agosto de 2000 los obreros de una fábrica metalúrgica Gip Metal, que
habían sido despedidos, decidieron ocuparla y comenzar a producir por
cuenta propia. Lo que comenzó en una fábrica rápidamente se extendió
dando paso a un proceso inédito de recuperación de fábricas quebradas
y abandonadas por sus dueños. Amparados por una legislación que no
los conminaba a reabrirlas, muchos propietarios afectados por la
apertura indiscriminada a los productos extranjeros decidieron
“desaparecer” dejando a los obreros desamparados y sin cobertura
jurídica de ningún tipo. Por lo tanto, más que una actitud
“revolucionaria”, lo que motivó las tomas fue la desesperación de
encontrarse sin los dueños, la incertidumbre, y la certeza de no poder
volver a reintegrarse en el mercado formal. Si bien la autogestión
obrera no es en sí misma novedosa y ya hubo casos en el pasado donde
se tomaron fábricas, nunca tuvo la magnitud que tomó desde fines de
2000.23
En poco más de dos años más de 100 fábricas pasaron a ser
gestionadas por los trabajadores en diversas modalidades24
y se creo el
Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas. Formas cooperativas de
gestión, expropiación, autogestión o control obrero son conceptos que
pasaron a ser debatidos abiertamente por la sociedad, generándose una
ola de simpatía hacia trabajadores que –en medio de una profunda
crisis- decidieron abrir las fábricas y recomenzar la producción ellos
mismos. Entre la larga lista se encuentra una mina de carbón donde
trabajan más de mil obreros que la reabrieron después de dos meses de
inactividad; la cooperativa “El Aguante”, que con la ayuda de los vecinos
de la Asamblea del barrio de Carapachay reabrió una panificadora
después de 6 meses de estar cerrada o Cerámica Cerro Viejo de la
localidad de Azul que volvió a funcionar después de 9 meses en forma
de cogestión obrero-empresaria. Los trabajadores de la empresa textil
Bruckman, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires vieron como
sus dueños la abandonaban mientras el país ardía el 19 de diciembre de
2001, se pusieron a producir, pero todavía enfrentan a sus dueños que
reaparecieron en 2003 cuando la devaluación de la moneda los volvió a
favorecer y todavía están luchando para que la legislatura de la ciudad
de Buenos Aires se haga cargo de la empresa. Tal vez el caso más
emblemático sea el de la fábrica de tractores Zanello en la ciudad de
Córdoba que es la única que los produce en el país. En este caso se
armó una cooperativa entre los trabajadores, el personal jerárquico y
técnico, y los concesionarios que aportaron el capital para retomar la
producción. En agosto de 2003 recibieron el Premio a la Innovación
9
Tecnológica en la tradicional Exposición Rural por haber creado un
tractor que funciona en base a gas líquido de petróleo. En casi todos los
casos el proceso de ocupación/producción no contó con el apoyo del
Estado o de la Central General de Trabajadores, el sindicato más
importante de la Argentina. Pero como señala la socióloga Alcira
Argumedo al analizar las fábricas recuperadas, “a la Argentina le sobran
talentos en las Universidades nacionales, en los movimientos sociales (y
existe) la potencialidad de las soluciones colectivas, de la cooperación,
de la solidaridad.25
La insurrección del 19 y 20 de diciembre de 2001 tuvo la particularidad
de su carácter inusitadamente espontáneo, sin banderas partidarias y
sin que ninguna organización política pudiera reclamarla como propia.26
Miles de personas salieron a las calles golpeando sus cacerolas y
convirtiendo un elemento culinario en un arma de resistencia; y por
primera vez en la historia argentina un gobierno civil fue derrocado por
una movilización popular sin que tomaran parte las Fuerzas Armadas.
Las decenas de asambleas que se crearon a fines de diciembre son el
fruto de esta insurrección y la necesidad de permanecer en las calles, en
las esquinas o en las plazas, espacios públicos recuperados
masivamente. Sin experiencia previa de ningún tipo los vecinos
decidieron organizar Asambleas sobre una base territorial. Las
Asambleas, que comenzaron en un proceso de protesta insurreccional
fueron reconvirtiéndose para organizar compras comunitarias, ollas
populares para los más necesitados, bolsas de trabajo para
desocupados, encuentros culturales, comedores, marchas contra los
aumentos de precios de las empresas de servicios privatizados o
apoyando a los trabajadores que habían tomado fábricas. Una
característica de las Asambleas, que las emparenta con los otros
movimientos sociales mencionados, es que combinan el reclamo al
Estado y la organización al margen del Estado, suplantándolo incluso
donde se ha retirado como producto de los procesos de privatización de
los servicios sociales. Por esta razón la toma de espacios estatales (y
otros privados) abandonados, y recuperados por las Asambleas es uno
de los hechos fundamentales de la experiencia asamblearia,
constituyendo experiencias autogestionarias. Las Asambleas tomaron
terrenos baldíos, clínicas abandonadas, bares y pizzerías cerrados o
mercados municipales abandonados por años, siempre con el objetivo
de darle un contenido comunitario y re-construir aquello abandonado
por el Estado, entablando una relación con el gobierno desde una
posición de legitimidad social.27
CONCLUSION
El caso argentino reafirma lo que sostiene el sociólogo peruano
Aníbal Quijano, quien considera que los Estados en la periferia han
10
comenzado a trabajar contra la mayoría de sus poblaciones, porque han
sido reprivatizados. Esto quiere decir que no existe la posibilidad de
recapturar este Estado. Al mismo tiempo “hay otro proceso de
formación de nuevas formas de autoridad política cuya tendencia es
comunal y el desarrollo de este proceso no puede hacerse sin la lucha
contra el Estado”.28
Tomando en cuenta las experiencias de casi todos
los países, desde México hasta la Argentina, es posible afirmar que
Latinoamérica está frente a un proceso de reconstitución de formas de
autoridad pública que suponen experiencias de autogobierno basados en
los nuevos movimientos sociales que desafían las diferentes tradiciones
políticas, ya que la mayoría de ellos no se plantea la toma del poder,
sino la construcción de formas de poder alternativos.
Nota sobre el autor:
Pedro Brieger es sociólogo, profesor de la Universidad de Buenos Aires y
de la maestría en relaciones internacionales de la Universidad de La
Plata. Es autor de varios libros, y ha participado de “Argentine, enjeux
et racines d´une société en crise”(AAVV). Tiempo Ed/Editions du Félin,
Paris 2003
1
Para un balance de la década de los noventa en América Latina ver nuestro trabajo Brieger, Pedro “De la
década perdida a la década del mito neoliberal”; en La globalización económico-financiera. Su impacto en América Latina
(AAVV), Ed. CLACSO, Buenos Aires 2002
2
Según Lester Thurow, el decano de la Sloan Business School del MIT ( Massachussets Institute of
Technology) las naciones desarrolladas en el siglo XXI serán aquellas que posean siete industrias básicas: 1)
Microelectrónica. 2) Biotecnología. 3)Industrias de nuevos materiales 4)Aviación civil. 5)
telecomunicaciones. 3)Robots más máquinas herramientas 7) Ordenadores más software. Talvez Thurow era
demasiado categórico, pero ¿se acerca Latinoamérica a estas ventajas comparativas? Ver “ La guerra del siglo
XXI” (Head to head) Ed. Vergara, Buenos Aires 1992, pág. 52
3
El “Panorama Social de América Latina” de la CEPAL es preparado anualmente por la división de
desarrollo social y la división de estadística y proyecciones económicas de la
CEPAL.www.eclac.cl/espanol/publicaciones/ps98/sintesis.htm
4
Altimir, Oscar; Occasional Papers 29: Growth, Poverty in Latin american Countries – Long Term Trends:
www.vndp.org/HDRO.oc29.htm
5
Ver al respecto Brieger, Pedro et al. “La globalización neoliberal y las nuevas redes de resistencia global”.
Centro Cultural de la Cooperación, Cuaderno de Trabajo Nº8, Buenos Aires 2002.
6
De Souza Santos, Boaventura; “Los nuevos movimietnos sociales”. En “Observatorio de América Latina”
Nº5, septiembre 2001, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Pág. 180
7
Ver especialmente Holloway, John; Cambiar el mundo sin tomar el poder. Ed. Herramienta, Buenos Aires
2002.
8
Agencia EFE, 24 de enero 1991
9
Entrevista del autor con Evo Morales. Buenos Aires, agosto 2002.
10
www.mst.org
11
Ver al respecto La ética de las ONGD y la lógica mercantil (AAVV), Ed. Icaria, Barcelona 2002.
12
Para un mayor análisis ver http://www2.unesco.org/wef/countryreports/el_salvador/rapport_2.html,
13
En Kliksberg Bernardo; “¿Cómo enfrentar los deficits sociales de América Latina? Acerca de los mitos,
ideas renovadores y el papel de la cultura”. En Cuadernos de Ciencias Sociales, FLACSO, Nº 102, enero
1997, Costa Rica.
14
Kliksberg, Bernardo “Seis tesis no convencionales sobre participación”. Centro de Documentación en
políticas sociales. Documentos/18, Buenos Aires 1999. En http://www.iigov.org/revista
15
Clarín, 23 de noviembre de 2001
11
16
Clarín, 17 de Diciembre, 1999.
17
Para comprender en profundidad el fenómeno de los “nuevos pobres” ver el excelente trabajo de Alberto Minujin y Gabriel Kessler La
nueva pobreza en la Argentina, Buenos Aires, Ed. Planeta, 1995.
18
Ariel Ogando: Desocupados y cortes de ruta en el noroeste argentino“. En Revista Herramienta No 15. Buenos Aires, otoño 2001
19
Ver Toty Flores, De la culpa a la Autogestión. Un recorrido del Movimiento de Trabajadores Desocupados de La Matanza. MTD
Editora, Buenos Aires, diciembre 2002.
20
Martinez, Josefina; Argentina: Después del 19 y 20 de diciembre 2001. La experiencia de fábricas
ocupadas y el control obrero. En www.rebelion.org
21
Svampa, Maristella y Pereyra, Sebastián; Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones
piqueteras. Ed Biblos, Buenos Aires 2003. Pag. 176.
22
Citado en Gonzalez Bombal, Inés; Leoni, Fabiana; Luzzi, Mariana en “Nuevas redes sociales: los clubes del
trueque” ( http://www.alianzas.org/archivos/Bombal.doc)
23
Para un análisis más detallado de las tomas en la historia argentina ver Lucita, Eduardo; “Ocupar, resistir,
producir”. En www.rebelion.org
24
“Una investigación de la UBA sobre las fábricas recuperadas por sus obreros”. En Página/12, 5 de enero 2003
25
Página/12, 13 de agosto 2003.
26
Ver Pedro Brieger “Testimonio de una pueblada”. En EL GRANO DE ARENA N°120, 26/12/2001,
www.attac.org
27
Véase al respecto la experiencia de la Asamblea de Palermo Viejo (www.palermoviejo.netfirms.com)
28
Entrevista con Aníbal Quijano, Buenos Aires julio 2002.
12

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  • 1. Amerique Latine: Nouvelles formes de participation Pedro Brieger Publicado en “Agir – Revuel Generale de Strategie” Nº 15, oct. Agir, 2003, Paris, Francia. AMERICA LATINA: NUEVAS FORMAS DE PARTICIPACION INTRODUCCION La década de los noventa en América Latina ha tenido dos características sobresalientes: la aplicación de las teorías neoliberales y la aparición de nuevos movimientos sociales que han cuestionado las reformas económicas y sociales implementadas en dicho período. Poco importa si estas reformas se inspiraron en el modelo chileno de los setenta, comenzaron en México en 1988, en la Argentina en 1989, en Perú en 1990 o un poco más tarde en otros países. Salvo Cuba, que es un caso especial, en los noventa la ola del pensamiento neoliberal se expandió a lo largo y ancho de América Latina. La aparición de los nuevos movimientos es, en cierta medida, producto de estas reformas que transformaron las sociedades latinoamericanas y que después de más de diez años de aplicación no condicen con las expectativas formuladas por los teóricos-propagandizadores de las mismas. Si extendemos el período de los noventa hasta fines de 2001 podremos ver que siete presidentes latinoamericanos renunciaron fruto de grandes movilizaciones populares. En diciembre de 1992 tuvo que renunciar Fernando Collor de Melho en el Brasil -paradójicamente el primer presidente elegido después de 30 años- como producto de masivas movilizaciones, lideradas principalmente por los jóvenes y los estudiantes. En mayo de 1993, Carlos Andrés Perez, quien ya había sido presidente de Venezuela entre 1974 y 1978 tuvo que abandonar su segundo mandato como presidente por acusaciones de desvíos de fondos. En febrero de 1997 Abadala Bucaram fue destituido de la presidencia del Ecuador por un congreso que lo consideró “incapaz mental” luego de grandes protestas a raíz del aumento del 300 por ciento de las tarifas públicas. 1
  • 2. En marzo de 1999 renunció el presidente del Paraguay Raúl Cubas Grau, después de una revuelta popular por el asesinato de Luis María Argaña, su propio vicepresidente y miembro del gobernante Partido Colorado. En enero de 2000 renunció otro presidente del Ecuador, Jamil Mahuad, esta vez por una revuelta indígena que combinó reivindicaciones étnicas y sociales. En noviembre del mismo año Alberto Fujimori se fugó al Japón después de haber realizado un fraude electoral para ganar las elecciones presidenciales, lo que motivó la toma de las calles por miles de personas que exigieron su renuncia. Por último, producto de una profunda crisis económica tuvo que renunciar en la Argentina Fernando de la Rúa, después de que miles de personas espontáneamente ganaran las calles el 19 de diciembre de 2001. LAS REFORMAS DE LOS NOVENTA El neoliberalismo desde una posición marginal y minoritaria en los años sesenta logró convertirse en doctrina hegemónica en los noventa en un proceso que tuvo dos fases. 1) La fase de la imposición. 2) La fase del consenso. En la primera, se impuso por la fuerza (Chile 1973-Argentina 1976); en la segunda, la repetición constante del nuevo paradigma tomó el equivalente a la demostración aún antes de su comprobación fáctica. Las teorías neoliberales no fueron la consecuencia directa del fracaso de los proyectos populistas o del estatismo socializante pues, es preciso recordar, la mayoría de los gobiernos “populistas” o “estatistas” de América Latina no fueron castigados por el voto popular sino que fueron derrocados por golpes de Estado. El caso de Chile es emblemático para entender la fase de la imposición. Los economistas liberales que rodearon a Augusto Pinochet no convencieron a los chilenos de que sus teorías eran mejores que las socialistas de Salvador Allende en un debate abierto y de confrontación de ideas. Para imponer su nuevo paradigma como verdad absoluta e incuestionable necesitaron de una dictadura militar que impidiera cualquier tipo de oposición y una sociedad paralizada por el miedo, lo mismo que sucedió en la Argentina en 1976. A su vez, el caso argentino es el que mejor permite comprender cómo de la fase “de la imposición” se pasó a la del “consenso”. Un grupo importante de economistas y comunicadores sociales apoyados por los principales organismos económicos internacionales y sostenidos monetariamente por empresas multinacionales, crearon fundaciones, institutos y centros de investigación, y lograron una real inserción en los principales medios de comunicación que les permitió imponer la idea generalizada de que todo lo público es “ineficiente”, que el Estado es intrínsecamente perverso, que la única manera para que las empresas de servicios funcionen es privatizándolas, que así se reducirán gastos y se eliminará la corrupción; de la necesidad de achicar el Estado, bajar el 2
  • 3. gasto público, abrir los mercados, incrementar la producción de artículos destinados a la exportación, flexibilizar y “modernizar” los mercados laborales, quebrar el poder de los sindicatos supuestamente interesados solamente en enriquecer a sus cúpulas, y reducir los gastos sociales, entre tantos otros postulados.1 Aprovechándose de la crisis de la deuda y los procesos hiperinflacionarios lograron convencer a la mayoría de la población de que las reformas neoliberales eran el único camino para que América Latina emergiera nuevamente. Se decía que la aplicación de todas estas medidas llevaría a un modelo de crecimiento donde la riqueza se “derramaría” hacia todos los estratos de la sociedad. De manera maniquea y provocativa lo presentaron como el único camino de crecimiento y desarrollo. Sin embargo, según un informe de 1995 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que agrupa a las 24 naciones más desarrolladas, en 1960 Latinoamérica participaba del comercio mundial con el 9% de las exportaciones mundiales, mientras que en 1994 este porcentaje se había reducido al 3,6%, incrementando su marginalidad en el contexto mundial. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Comisión Económica para América Latina, de las Naciones Unidas (CEPAL) o el propio Banco Mundial en sus informes anuales coinciden en señalar el crecimiento de la pobreza y de la miseria extrema en Latinoamérica en la última década. Más aún, como a principios de siglo, la mayoría de los países latinoamericanos sigue exportando materias primas y dependiendo de las fluctuaciones de un mercado mundial que no domina, para importar la mayoría de todo aquello que el economista Lester Thurow señala como esencial para ser desarrollados.2 Durante la década de los noventa se construyó un mito basado la repetición ritual de que las reformas neoliberales sacarían a América Latina del atraso al que la había sumido el populismo y el estatismo, algo que se demostró falso. En el documento “Panorama social de América Latina” de la CEPAL de 1998, en 1980 el 35% de los hogares eran pobres, en 1990 eran el 41% y en 1997 se mantenía en el 36%.3 A fines de los 90’ y luego de implementadas las profundas reformas neoliberales la pobreza está en los niveles de 1980. La diferencia con 1980 es que –según Oscar Altimir– ahora 2/3 de los pobres y más de la mitad de los indigentes vive en áreas urbanas.4 Las reformas en los noventa en América Latina vinieron de la mano del concepto de “globalización” como pieza clave del pensamiento macroeconómico para referirse a las transformaciones que en la estructura social, en los hábitos de conducta y en las modalidades de producción fueron asociados a las transformaciones impulsadas por el pensamiento neoliberal. 3
  • 4. Una de las respuestas de los movimientos sociales que crecieron en los últimos años fue la aparición de las Redes de Resistencia Global en casi todo el continente, y del Foro Social Mundial de Porto Alegre como lugar de encuentro de prácticas e ideologías muy diversas.5 La diversidad de estos movimientos es una consecuencia directa de las profundas transformaciones acaecidas en las sociedades latinoamericanas. Después de los golpes de Estado de los setenta, la desaparición y/o “aggiornamiento” de las organizaciones guerrilleras (El Salvador, Nicaragua), la recuperación democrática con largos períodos de estabilidad institucional (Argentina) y los cambios en el ámbito del trabajo, el continente latinoamericano ya no responde solamente al modelo social de décadas anteriores donde lo que primaba eran las relaciones capital–trabajo en el sentido tradicional del término (burguesía - clase obrera, campesinos). Aún con el riesgo de generalizar, es posible afirmar que las relaciones sociales se han complejizado de tal manera que las sociedades civiles han desarrollado formas de organización mucho más extendidas y variadas que en el pasado. Si bien es cierto que en algunos países la clase obrera industrial aún tiene un peso importante (Brasil), la aparición de nuevos formas de participación política responde a la necesidad de encontrar respuestas a problemas reales y concretos que escapan a la esfera de lo meramente productivo. Es así que a lo largo y ancho del continente afloran cuestiones que escapan al esquema “clase contra clase” tan caro al marxismo. Así se plantean problemas sobre la calidad de vida urbana, las diferencias étnicas y religiosas o de género; se cuestiona el rol de los medios masivos de comunicación, la modificación de los alimentos, la corrupción, los políticos, el ámbito de la cultura, la lucha por la salud como un bien público, e incluso una guerra tan lejana como la llevada adelante por Estados Unidos en Irak. Como señala Boaventura de Souza “la lucha deja de tener un actor históricamente determinado como el movimiento obrero, para pasar a tener múltiples actores que llevan adelante batallas en el ámbito de lo cotidiano. De esta forma los nuevos movimientos sociales colaboran en la politización de lo social, de lo cultural y de lo (interpersonal)”6 NUEVOS MOVIMIENTOS, MAS PARTICIPACION Sería imposible en el marco de este trabajo señalar todas las luchas sociales “no tradicionales” que se han extendido en los últimos años. Mencionaremos solamente algunas que marcan una tendencia a nuevas formas de organización social y política y que son por demás representativas. Para comenzar, sin lugar a dudas uno de los hechos políticos más novedosos fue la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas y su particular forma de ver la política, 4
  • 5. concentrados en el sur mexicano y excluyendo la tradicional lucha por la toma del poder del Estado.7 Si bien el movimiento por los derechos humanos ya pertenece al acervo latinoamericano después de la larga noche de dictaduras a lo largo y a lo ancho del continente, la pequeña Guatemala con sus más de 100 mil muertos, 40 mil desaparecidos, 100 mil niños huérfanos y un millón de desplazados,8 forjó uno de los movimientos más importantes alrededor de la figura del Premio Nobel de la Paz de 1992, Rigoberta Menchú Tum. Esta mujer analfabeta en su infancia se convirtió en el símbolo de la fusión entre las reivindicaciones de los postergados descendientes de los mayas y la lucha por la verdad y la justicia en su país. En septiembre de 1998 el pueblo panameño, utilizando el arma del referéndum -poco convencional en la vida latinoamericana- votó masivamente contra el presidente Ernesto Pérez Balladares para que éste no pudiera postularse a un segundo mandato consecutivo. El caso de Bolivia es interesante porque articula reivindicaciones sociales y étnicas. Bolivia, segundo productor mundial de hojas de coca, ha visto desde 1997 la presencia de campesinos en el parlamento que defienden el cultivo tradicional de la coca conjugado con una campaña internacional por su despenalización. En la década del cincuenta la vanguardia política sindical estaba representada por la clase obrera minera y sus luchas no incorporaban el aspecto étnico aymará/quechua, a pesar de que más del 50% de la población es de origen indígena. Evo Morales, el líder de los campesinos cocaleros -que en 2002 por pocos votos no accedió a la presidencia- reivindica la recuperación de su identidad “quechua, aymara y cocalera” combinando lo étnico, lo económico-social y la cultura milenaria.9 Gracias a su lucha se ha logrado que hoy en Bolivia, una nación multiétnica y multicultural, los discursos en el Parlamento puedan realizarse en otros idiomas además del castellano y que los diputados de origen indígena puedan entrar al Parlamento vistiendo sus ropas tradicionales. En el Ecuador también es posible observar la contradicción entre la “modernización” impuesta por los organismos internacionales – incluyendo la adopción del dólar como moneda- y el retorno a las raíces indígenas que afloraron con especial énfasis en los noventa. Es de destacar que amén de los zapatistas la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE), es el movimiento indio más fuerte y politizado de América Latina. En 1997 contribuyó al derrocamiento del presidente Abdala Bucaram, y en 2000, del presidente Jamil Mahuad, aglutinando diversas fuerzas políticas y sociales como los sectores nacionalistas de las fuerzas armadas y la Iglesia católica. El Movemento Sem Terra (MST) surgió en Brasil en la década del ochenta como producto de la histórica desigualdad existente en el Brasil respecto de la posesión de las tierras. Mientras el 1% de los 5
  • 6. propietarios posee el 46% de la tierra, el 90 % de los campesinos sólo posee el 20% de las tierras y cerca de la mitad de las tierras permanecen ociosas.10 El MST se propuso desde un primer momento la toma de las tierras ociosas como respuesta a la necesidad de poseer un pedazo de tierra en el marco de la lucha por la reforma agraria. Aunque existen semejanzas con las luchas históricas de los campesinos por la distribución de las tierras, a diferencia de la mayoría de los movimientos campesinos el MST no sólo impulsa una reforma agraria sino también la organización de la producción por medio de la creación de cooperativas agroindustriales. El desarrollo de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) también es significativo porque refleja la búsqueda de participación de amplias franjas de la sociedad civil, y su crecimiento en términos de la legalidad y legitimidad es una prueba del descrédito de los organismos vinculados al Estado. De todas maneras, las décadas de dictaduras y la falta de una tradición de organización de la sociedad civil todavía provoca que el accionar de las ONG sea motivo de múltiples controversias.11 En El Salvador el programa EDUCO es una muestra de los cambios que pueden realizarse en el ámbito educativo en las áreas rurales cuando los que intervienen directamente son los principales afectados; esto es, padres y madres miembros de una comunidad. Su principal virtud es la organización comunal que complementa la organización de organismos del gobierno con otros no gubernamentales. Lo más importante es que el control y supervisión del proceso educativo está realizado por los propios padres que –en un proceso de aprendizaje- pueden involucrarse, adquirir un capital cultural e intervenir el proceso de socialización temprana.12 Aunque con características diferentes, la experiencia de Villa El Salvador en las afueras de Lima, capital del Perú, ha llevado a que miles de personas provenientes de regiones marginales hayan protagonizado una experiencia de autogestión comunal. Un territorio abandonado fue convertido en comunidad urbana autogestionada, que ha construido más de 50 mil viviendas y desarrollado microempresas. Iniciada sin recursos, hoy es considerada por UNESCO como una de las más desafiantes experiencias de educación popular.13 Como señala el sociólogo Bernardo Kliksberg en su trabajo “Seis tesis no convencionales sobre participación”, ésta, a pesar de enfrentar fuertes resistencias da resultados, tiene ventajas comparativas que se trasladan al bienestar general. 14 EL CASO ARGENTINO La Argentina, en los últimos diez años ha sido una usina de experiencias sociales. Fruto de las profundas transformaciones impulsadas por el presidente Carlos Menem desde 1989 -y apoyadas por los principales 6
  • 7. organismos internacionales- junto con México y Perú, la reestructuración económica fue de una profundidad tal, que, más que arribar al “primer mundo” como lo prometía Menem, la brecha en la distribución de la riqueza se incrementó así como la pobreza de extensos segmentos de la población. En un proceso de “latinoamericanización” galopante, el país que siempre vivió con el sueño de ser de clase media tenía, a fines de 2001 a un 40% de la población viviendo por debajo de la línea de la pobreza,15 y niveles de desocupación que orillaban el 30 por ciento.16 La privatización de las grandes empresas públicas y el creciente desempleo, llevaron a que en la Argentina surgiera un nuevo fenómeno muy particular: el empobrecimiento de las capas medias y la aparición de una nueva capa social, heterogénea e híbrida, denominada “los nuevos pobres”. En esta capa social uno puede encontrar una gama muy amplia de profesionales que de tener un empleo estable como arquitectos o ingenieros pasaron a engrosar la larga lista de desocupados o subocupados, o aún peor, se los encuentra realizando tareas de muy baja calificación. También la conforman miles de empleados del sector público y privado que han perdido su lugar de trabajo y tienen grandes dificultades para encontrar uno nuevo o se dedican a tareas para las cuales están subcalificados. La mayoría de ellos han debido renunciar a las tradicionales vacaciones de verano, se han visto a obligados a retirar a sus hijos de los colegios privados que proliferaron en los ochenta y noventa, han abandonado los beneficios de la medicina privada, han perdido los beneficios sociales y se han quedado sin perspectivas de un futuro mejor.17 Estos son los datos que permiten entender la aparición de cuatro fenómenos sociales que están transformando la sociedad argentina y que la han convertido en un laboratorio de experiencias sociales inéditas: el movimiento de piqueteros, los nodos del trueque, las experiencias de autogestión en las fábricas y las asambleas de vecinos. Los piqueteros son el producto de varios factores, y en primer lugar, el cierre masivo de industrias que en el proceso de privatización que en algunos casos provocaron el despido de cerca de 80% de sus trabajadores18 . Muchas economías regionales, especialmente en el norte y sur argentino funcionaban alrededor de algunas de estas empresas públicas que conformaban parte del patrimonio cultural del país. Esto provocó que las viejas identidades vinculadas al trabajo y a las demandas sindicales se transformaran ya que las demandas por mejoras en las condiciones de trabajo dieron paso a la circulación de las personas, que comenzaron a aglutinarse en las rutas, a falta de un lugar de concentración laboral. Si la forma tradicional de lucha era la huelga en el lugar de trabajo, el corte de ruta, que da origen al “piquete”, es una nueva forma de lucha que permite entrelazar ocupados en todas sus vertientes -y con diversas demandas- con los desocupados que han sido 7
  • 8. expulsados del mercado formal y los jóvenes que ven cercenadas sus posibilidades de incorporarse a la estructura del trabajo. La ruta, por lo general dentro o cerca de un barrio, se convierte en el lugar de encuentro desde el cual se pide la incorporación a un exiguo mercado formal. Por esta razón no es casual que muchas organizaciones piqueteras adopten el nombre de Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD).19 Producto de realidades muy diferentes el movimiento es muy heterogéneo y adopta características diferentes según la provincia, extracción laboral e influencia ideológica de los diversos partidos de izquierda. De allí que algunos movimientos acepten los planes asistenciales ofrecidos por el Estado, mientras otros los rechacen y consideren que los reclamos al Estado deben ser acompañados por la generación de proyectos autónomos y autogestivos como fuentes alternativas de trabajo en los propios barrios donde se encuentran. Es así que algunos de estos movimientos han puesto en funcionamiento panaderías, o se dedican a la fabricación de ladrillos o zapatos20 Otra de las características novedosas de los piqueteros es su experiencia “asamblearia” marcada por el rechazo a los liderazgos y la necesidad de una organización democrática. Como señalan Maristella Svampa y Sebastián Pereyra “no hay que olvidar que el piquete fue el lugar desde el cual irrumpió un novedoso funcionamiento asambleario, que va a dar lugar a nuevas formas de organización y participación, en un intento por recrear y dotar de nuevos contenidos la política desde abajo.”21 Los nodos del trueque nacieron a mediados de la década del noventa por fuera de los marcos estatales como una forma original para paliar los problemas del desempleo apelando a la solidaridad como alternativa al mercado. Bajo el nombre “Red global de trueque solidario” se crearon varios nodos en la provincia de Buenos Aires que luego se extendieron a casi todo el país. Debido a la crisis económica y al desempleo se multiplicaron, llegando a fines de los noventa a sumar más de medio millón de personas enroladas en un sistema que incentiva la producción de bienes en pequeñas empresas individuales o familiares para ser introducidas en las redes, y como una forma “artesanal” para combatir el desempleo. La idea original de esta red es que no se basa en el intercambio de objetos usados de los cuales uno se desprende, sino en la creación de bienes que responda a una producción genuina o la oferta de algún tipo de servicio profesional. Por ello es que se creó la figura del “prosumidor”, al mismo tiempo productor y consumidor. El espacio del trueque, aunque hay muchas modalidades, también es un ámbito de participación y encuentro entre vecinos de un barrio. Según Eduardo Ovalles, Argentina es el país donde el fenómeno del trueque tiene mayor dimensión social.22 8
  • 9. Frente a la crisis económica de los años noventa que provocó el cierre de industrias –que en sí mismo no es un aspecto novedoso de la historia argentina- la respuesta de los trabajadores expulsados de su lugar de trabajo como consecuencia del proceso de desindustrialización y descomposición social del país pasó a tomar formas novedosas. En agosto de 2000 los obreros de una fábrica metalúrgica Gip Metal, que habían sido despedidos, decidieron ocuparla y comenzar a producir por cuenta propia. Lo que comenzó en una fábrica rápidamente se extendió dando paso a un proceso inédito de recuperación de fábricas quebradas y abandonadas por sus dueños. Amparados por una legislación que no los conminaba a reabrirlas, muchos propietarios afectados por la apertura indiscriminada a los productos extranjeros decidieron “desaparecer” dejando a los obreros desamparados y sin cobertura jurídica de ningún tipo. Por lo tanto, más que una actitud “revolucionaria”, lo que motivó las tomas fue la desesperación de encontrarse sin los dueños, la incertidumbre, y la certeza de no poder volver a reintegrarse en el mercado formal. Si bien la autogestión obrera no es en sí misma novedosa y ya hubo casos en el pasado donde se tomaron fábricas, nunca tuvo la magnitud que tomó desde fines de 2000.23 En poco más de dos años más de 100 fábricas pasaron a ser gestionadas por los trabajadores en diversas modalidades24 y se creo el Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas. Formas cooperativas de gestión, expropiación, autogestión o control obrero son conceptos que pasaron a ser debatidos abiertamente por la sociedad, generándose una ola de simpatía hacia trabajadores que –en medio de una profunda crisis- decidieron abrir las fábricas y recomenzar la producción ellos mismos. Entre la larga lista se encuentra una mina de carbón donde trabajan más de mil obreros que la reabrieron después de dos meses de inactividad; la cooperativa “El Aguante”, que con la ayuda de los vecinos de la Asamblea del barrio de Carapachay reabrió una panificadora después de 6 meses de estar cerrada o Cerámica Cerro Viejo de la localidad de Azul que volvió a funcionar después de 9 meses en forma de cogestión obrero-empresaria. Los trabajadores de la empresa textil Bruckman, en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires vieron como sus dueños la abandonaban mientras el país ardía el 19 de diciembre de 2001, se pusieron a producir, pero todavía enfrentan a sus dueños que reaparecieron en 2003 cuando la devaluación de la moneda los volvió a favorecer y todavía están luchando para que la legislatura de la ciudad de Buenos Aires se haga cargo de la empresa. Tal vez el caso más emblemático sea el de la fábrica de tractores Zanello en la ciudad de Córdoba que es la única que los produce en el país. En este caso se armó una cooperativa entre los trabajadores, el personal jerárquico y técnico, y los concesionarios que aportaron el capital para retomar la producción. En agosto de 2003 recibieron el Premio a la Innovación 9
  • 10. Tecnológica en la tradicional Exposición Rural por haber creado un tractor que funciona en base a gas líquido de petróleo. En casi todos los casos el proceso de ocupación/producción no contó con el apoyo del Estado o de la Central General de Trabajadores, el sindicato más importante de la Argentina. Pero como señala la socióloga Alcira Argumedo al analizar las fábricas recuperadas, “a la Argentina le sobran talentos en las Universidades nacionales, en los movimientos sociales (y existe) la potencialidad de las soluciones colectivas, de la cooperación, de la solidaridad.25 La insurrección del 19 y 20 de diciembre de 2001 tuvo la particularidad de su carácter inusitadamente espontáneo, sin banderas partidarias y sin que ninguna organización política pudiera reclamarla como propia.26 Miles de personas salieron a las calles golpeando sus cacerolas y convirtiendo un elemento culinario en un arma de resistencia; y por primera vez en la historia argentina un gobierno civil fue derrocado por una movilización popular sin que tomaran parte las Fuerzas Armadas. Las decenas de asambleas que se crearon a fines de diciembre son el fruto de esta insurrección y la necesidad de permanecer en las calles, en las esquinas o en las plazas, espacios públicos recuperados masivamente. Sin experiencia previa de ningún tipo los vecinos decidieron organizar Asambleas sobre una base territorial. Las Asambleas, que comenzaron en un proceso de protesta insurreccional fueron reconvirtiéndose para organizar compras comunitarias, ollas populares para los más necesitados, bolsas de trabajo para desocupados, encuentros culturales, comedores, marchas contra los aumentos de precios de las empresas de servicios privatizados o apoyando a los trabajadores que habían tomado fábricas. Una característica de las Asambleas, que las emparenta con los otros movimientos sociales mencionados, es que combinan el reclamo al Estado y la organización al margen del Estado, suplantándolo incluso donde se ha retirado como producto de los procesos de privatización de los servicios sociales. Por esta razón la toma de espacios estatales (y otros privados) abandonados, y recuperados por las Asambleas es uno de los hechos fundamentales de la experiencia asamblearia, constituyendo experiencias autogestionarias. Las Asambleas tomaron terrenos baldíos, clínicas abandonadas, bares y pizzerías cerrados o mercados municipales abandonados por años, siempre con el objetivo de darle un contenido comunitario y re-construir aquello abandonado por el Estado, entablando una relación con el gobierno desde una posición de legitimidad social.27 CONCLUSION El caso argentino reafirma lo que sostiene el sociólogo peruano Aníbal Quijano, quien considera que los Estados en la periferia han 10
  • 11. comenzado a trabajar contra la mayoría de sus poblaciones, porque han sido reprivatizados. Esto quiere decir que no existe la posibilidad de recapturar este Estado. Al mismo tiempo “hay otro proceso de formación de nuevas formas de autoridad política cuya tendencia es comunal y el desarrollo de este proceso no puede hacerse sin la lucha contra el Estado”.28 Tomando en cuenta las experiencias de casi todos los países, desde México hasta la Argentina, es posible afirmar que Latinoamérica está frente a un proceso de reconstitución de formas de autoridad pública que suponen experiencias de autogobierno basados en los nuevos movimientos sociales que desafían las diferentes tradiciones políticas, ya que la mayoría de ellos no se plantea la toma del poder, sino la construcción de formas de poder alternativos. Nota sobre el autor: Pedro Brieger es sociólogo, profesor de la Universidad de Buenos Aires y de la maestría en relaciones internacionales de la Universidad de La Plata. Es autor de varios libros, y ha participado de “Argentine, enjeux et racines d´une société en crise”(AAVV). Tiempo Ed/Editions du Félin, Paris 2003 1 Para un balance de la década de los noventa en América Latina ver nuestro trabajo Brieger, Pedro “De la década perdida a la década del mito neoliberal”; en La globalización económico-financiera. Su impacto en América Latina (AAVV), Ed. CLACSO, Buenos Aires 2002 2 Según Lester Thurow, el decano de la Sloan Business School del MIT ( Massachussets Institute of Technology) las naciones desarrolladas en el siglo XXI serán aquellas que posean siete industrias básicas: 1) Microelectrónica. 2) Biotecnología. 3)Industrias de nuevos materiales 4)Aviación civil. 5) telecomunicaciones. 3)Robots más máquinas herramientas 7) Ordenadores más software. Talvez Thurow era demasiado categórico, pero ¿se acerca Latinoamérica a estas ventajas comparativas? Ver “ La guerra del siglo XXI” (Head to head) Ed. Vergara, Buenos Aires 1992, pág. 52 3 El “Panorama Social de América Latina” de la CEPAL es preparado anualmente por la división de desarrollo social y la división de estadística y proyecciones económicas de la CEPAL.www.eclac.cl/espanol/publicaciones/ps98/sintesis.htm 4 Altimir, Oscar; Occasional Papers 29: Growth, Poverty in Latin american Countries – Long Term Trends: www.vndp.org/HDRO.oc29.htm 5 Ver al respecto Brieger, Pedro et al. “La globalización neoliberal y las nuevas redes de resistencia global”. Centro Cultural de la Cooperación, Cuaderno de Trabajo Nº8, Buenos Aires 2002. 6 De Souza Santos, Boaventura; “Los nuevos movimietnos sociales”. En “Observatorio de América Latina” Nº5, septiembre 2001, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Pág. 180 7 Ver especialmente Holloway, John; Cambiar el mundo sin tomar el poder. Ed. Herramienta, Buenos Aires 2002. 8 Agencia EFE, 24 de enero 1991 9 Entrevista del autor con Evo Morales. Buenos Aires, agosto 2002. 10 www.mst.org 11 Ver al respecto La ética de las ONGD y la lógica mercantil (AAVV), Ed. Icaria, Barcelona 2002. 12 Para un mayor análisis ver http://www2.unesco.org/wef/countryreports/el_salvador/rapport_2.html, 13 En Kliksberg Bernardo; “¿Cómo enfrentar los deficits sociales de América Latina? Acerca de los mitos, ideas renovadores y el papel de la cultura”. En Cuadernos de Ciencias Sociales, FLACSO, Nº 102, enero 1997, Costa Rica. 14 Kliksberg, Bernardo “Seis tesis no convencionales sobre participación”. Centro de Documentación en políticas sociales. Documentos/18, Buenos Aires 1999. En http://www.iigov.org/revista 15 Clarín, 23 de noviembre de 2001 11
  • 12. 16 Clarín, 17 de Diciembre, 1999. 17 Para comprender en profundidad el fenómeno de los “nuevos pobres” ver el excelente trabajo de Alberto Minujin y Gabriel Kessler La nueva pobreza en la Argentina, Buenos Aires, Ed. Planeta, 1995. 18 Ariel Ogando: Desocupados y cortes de ruta en el noroeste argentino“. En Revista Herramienta No 15. Buenos Aires, otoño 2001 19 Ver Toty Flores, De la culpa a la Autogestión. Un recorrido del Movimiento de Trabajadores Desocupados de La Matanza. MTD Editora, Buenos Aires, diciembre 2002. 20 Martinez, Josefina; Argentina: Después del 19 y 20 de diciembre 2001. La experiencia de fábricas ocupadas y el control obrero. En www.rebelion.org 21 Svampa, Maristella y Pereyra, Sebastián; Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras. Ed Biblos, Buenos Aires 2003. Pag. 176. 22 Citado en Gonzalez Bombal, Inés; Leoni, Fabiana; Luzzi, Mariana en “Nuevas redes sociales: los clubes del trueque” ( http://www.alianzas.org/archivos/Bombal.doc) 23 Para un análisis más detallado de las tomas en la historia argentina ver Lucita, Eduardo; “Ocupar, resistir, producir”. En www.rebelion.org 24 “Una investigación de la UBA sobre las fábricas recuperadas por sus obreros”. En Página/12, 5 de enero 2003 25 Página/12, 13 de agosto 2003. 26 Ver Pedro Brieger “Testimonio de una pueblada”. En EL GRANO DE ARENA N°120, 26/12/2001, www.attac.org 27 Véase al respecto la experiencia de la Asamblea de Palermo Viejo (www.palermoviejo.netfirms.com) 28 Entrevista con Aníbal Quijano, Buenos Aires julio 2002. 12