ACERTIJO LA RUTA DEL MARATÓN OLÍMPICO DEL NÚMERO PI EN PARÍS. Por JAVIER SOL...
02 SALIR CON LO PUESTO - Dolores Aleixandre.docx
1. SALIR CON LO PUESTO
“Vino la guardia civil y nos dijo que no podíamos esperar más y
que en media hora teníamos que salir de nuestra casa porque la
lava del volcán estaba ya cerca. Así que metimos en un par de
bolsas lo que pudimos y nos marchamos dejándolo todo atrás,
sin saber si podríamos volver o no…”
Todavía tenemos grabados en la memoria relatos como este de gente de La Palma
cuando, al verles salir de sus casas con lo puesto, despertaron en muchos de nosotros la
pregunta: -¿Qué me llevaría yo si tuviera que abandonar todo lo mío con urgencia?
Algo de esa experiencia está resonando en las imágenes truculentas del texto evangélico
de este domingo que comienza con una sentencia demoledora: “No quedará piedra sobre
piedra, todo será destruido” (Lc 21,6). ¿Qué hacer con este lenguaje amenazador?
De entrada recordar, aunque nos resulte incómoda, la evidencia de que hemos llegado a
la existencia con “marca de caducidad” y eso es algo incuestionable. Muchas imágenes
bíblicas lo repiten para que no lo olvidemos: la vida humana es una sombra que se alarga,
una flor del campo rozada por el viento, un correo veloz, una nave que atraviesa las
aguas sin que su quilla deje estela en las olas; un pájaro que vuela por el aire sin dejar
vestigio de su paso; una flecha disparada al blanco que cicatriza al momento el aire
hendido, escarcha menuda que el vendaval arrastra, el recuerdo del huésped de una
noche (Sab 5,8-14). No poseemos aquí una ciudad permanente, somos extranjeros y
viajeros (Cf He 11,13; 13,14) y es inútil tratar de esquivar esa realidad y vivir enredados
para distraernos en pantallas que solo pueden ofrecernos bits y píxeles.
Ir aprendiendo también a ser, en expresión de Josep Maria Esquirol en La penúltima
bondad, “sujetos de admisión”: “Ad-mitir y per-mitir son variaciones del dejar llegar. Ad-
mitir es dejar venir, dejar entrar a lo que viene, no cerrarse al advenimiento”. Y eso
quiere decir que cada uno de nosotros tiene que gestionar cómo incorpora a su
respiración vital ese suspiro final del Apocalipsis: “Marana tha. Ven Señor Jesús”.
Permitirnos, finalmente, leer “los bordes del texto” porque son luminosos y consoladores:
antes de la afirmación “No quedará piedra sobre piedra”, está la escena en que Jesús ha
visto a una pobre viuda echar sus dos únicas moneditas en el tesoro del templo y por
eso, cuando luego le señalan la magnificencia de los edificios, le parecen una minucia en
comparación con el gesto de la mujer que es lo que a él le parece extraordinario, sólido
y consistente.
Sigue hablando J.M. Esquirol, como si acabara de leer la insólita afirmación final de
Jesús: “Ni un solo cabello de vuestra cabeza perecerá”.
“Todo se perderá”: así reza la sabiduría vinculada al paso del tiempo. Sin embargo, ¿qué
posee más “realidad”: las cosas materiales del mundo, que por muy consistentes que
parezcan también quedarán inexorablemente engullidas en la noche del tiempo, o la vida
sentida con intensidad por cada uno de nosotros? Todo se perderá, pero casi seguro que
el grosor invisible de un acto de generosidad supera al del manto de la Tierra. Todo se
perderá, pero hay más “realidad” en un encuentro amistoso y franco que el rascacielos
más alto del mundo. Todo se perderá, pero de algún modo cuenta más que una persona
ayude a otro que mil galaxias desaparezcan del firmamento”.