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Primera parte
LA PÉRDIDA
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EL F'GIZ
La ciudad estaba sumergida en el f'giz, la neblina más densa del año; salía como remolino
de la Grieta ubicada en la parte de atrás de la ciudad y cubría todo como una sábana gruesa
de bruma. Sin embargo, las preparaciones continuaban para la celebración de los cincuenta
años del herrero Cyril Jordan. Las actividades, anunciadas desde hacía varias semanas,
incluían maromeros. trovadores y danzarinas. La última caravana proveniente de la ciudad
capital Gil Dan había traído carnes y frutas secas a Gil Rim y habían sido guardados en
depósitos fríos junto con las más finas aguamieles y cerveza amarga. Por la neblina, los guías
se mantenían ocupados durante el día como acompañantes de los mercaderes que traían
gigantescas ruedas de quesos, barras de pan de molde aromáticas, y conejos, patos y cabra
asada. Nada impediría que el alcalde Augustus Porter o alguien más dejara de asistir a esta
fiesta, ni siquiera el f'giz.
El líder guía, Eli Eldras, le advirtió a Cyril temprano esa tarde:
-Este es el peor f'giz que haya presenciado en veinte años. No sé cómo lograremos que nadie
se pierda esta noche -se pasó la mano por su melena color gris hierro-. Para empeorar las
cosas, tendremos que usar a los aprendices para aseguramos de que todos los invitados
lleguen a tiempo. Yo mismo estaré al frente de todo, pero...
-Bien, bien -le dijo Cyril, luego dio media vuelta para hablar de las canciones con los
trovadores.
A medida que la tarde avanzaba, el f'giz se hacía más intenso, la neblina de la Grieta cubría
los techos de piedra, se arrastraba por debajo de las entradas y recorría sigilosa las calles
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abandonadas. Una hora antes del inicio de la fiesta, los guías estaban ansiosos, caminaban de
un lado a otro por el comedor de la Casa de los guías. Finalmente, llegó el momento decisivo.
Se perdieron en la noche, los abrigos rojos y blancos desaparecieron en la neblina y los gritos
se apagaron.
-¡Que tengan una buena noche!
-¡Buen destino!
La mano del alcalde pesaba sobre el hombro del aprendiz guía Winchal Eldras. Win se
concentraba en no sacudirla. Su hombro dolería mañana, pero ese era el precio de ser un guía:
hombros cansados, pies adoloridos y carteras llenas.
-¿Estamos perdidos? -preguntó el alcalde por décima vez.
Win sentía lástima por él. Dieron dos pasos más y Win dijo:
-Mire.
Sobre ellos se veía la forja y el martillo, el símbolo del gremio de los herreros. De aquí en
adelante linternas inmensas colgaban de espigas de hierro cada tres metros a lo largo de una
cerca de hierro, oscuros faros en la neblina sofocante. Más allá de la luz inmediata que los
iluminaba, se vislumbraba un armatoste sin forma, la Casa del gremio de los herreros.
El alcalde retiró su mano con un suspiro de alivio y enseguida la puso de nuevo sobre el
hombro de Win. El gremio de los guías contaba historias de personas que se perdían a unos
metros de distancia de su destino y les tocaba esperar durante horas hasta que un guía los
encontrara. O peor, caminaban sin rumbo hasta que terminaban fuera de las rejas de la
ciudad, inmóviles y llenos de espanto ante el filo de la Grieta. Las nubes se unían logrando
formas tan reales que una persona perdida se veía tentada a pararse sobre ellas. Un error
fatal.
Durante la época seca y sin neblina hasta los cobardes se burlaban de las historias. Pero
esta era la época de lluvias. El alcalde no se atrevía a dar un paso solo en el f'giz. Su mano
agarró el hombro de Win con una fuerza casi mortal.
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Las elaboradas rejas de hierro forjado se abrieron fácilmente ante el contacto de Win.
Entraron a un patio y la gran casa de piedra se les presentó como suspendida en el aire.
-¿Quién está ahí? -preguntó la voz gruñona del portero.
-Aprendiz guía Eldras acompañando al alcalde Porter.
-Aprendiz guía Angelus acompañando a la señora Porter.
Win gruñó. A Kira también le había ido bien, aun acompañando a la esposa mimada del
alcalde.
Unos pasos más y las ventanas de la casa se llenaron de vida, con todo y el enrejado de
hierro forjado. Brillantes rayos de luz jugaban a unos metros antes de desaparecer en la
neblina. La música se filtraba debajo de la puerta.
Monedas cayeron en las manos de Win y después en las de Kira. El alcalde y su esposa
entraron a tropezones para unirse a la luz y la risa.
Eli, el padrastro de Win, fue repentinamente enfocado por la luz. Les dio unas palmadas en
la espalda y se protegió mejor de la neblina fría cerrándose su abrigo rojo y blanco de líder
guía.
-¡Buen encuentro!
-¿Ya llegaron todos?
-Sí, el alcalde tendrá su entrada triunfal. Y tal vez, sólo tal vez, lograremos sobrevivir esta
noche -se cubrió mejor su cara-. El alcalde mostró su confianza en nuestro gremio
permitiendo que nuestros mejores aprendices lo acompañaran a él y a su esposa. Dejaron
muy bien al gremio al llegar a tiempo. Bien hecho.
Los aprendices sonrieron.
-Podemos encontrar cualquier cosa, en cualquier sitio, en cualquier momento -dijo Win y
Kira estuvo de acuerdo. En la neblina, la mitad blanca de los abrigos de los aprendices
desaparecía, dejando sólo las partes rojas con una apariencia de desequilibrio que
desorientaba a los extraños. Win era limpio y ordenado, desde su inmaculado abrigo de
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aprendiz hasta su pelo perfectamente cortado y sus uñas limpias. La luz intensa de la casa le
enfocaba la cara, sobre todo su nariz aristocrática, de manera que su perfil se veía agudo. Con
once años, él y Kira eran los aprendices más viejos en la Casa de los guías. Eran igual de
competentes, excepto que a Win le aterraban las alturas y eso lo mantenía lejos de la Grieta,
mientras que Kira se sentía cómoda en cualquier sitio de la ciudad. Después de cinco años de
entrenamiento, ellos confiaban en que el perfecto desarrollo de sus tareas los haría merecer el
ascenso a guías.
Kira, una niña grande, se soltó su pelo rubio, que sujetaba con un gran moño en la base de
la nuca. Eli dijo:
-Vamos a la Casa de los guías para descansar unas horas antes de volver a acompañar a
todos a sus casas.
-Hagamos una carrera -le dijo Kira a Win. Se sacudió la cabeza para terminar de soltar su
pelo, que se estaba empezando a encrespar con la humedad del aire.
-Listo -dijo Win y empezó a galopar con sus largas piernas hasta desaparecer en la
oscuridad.
-No vayan tan rápido -les dijo Eli, pero era una amable advertencia. Él también había sido
un joven guía, con total convencimiento de que podía correr a través de la neblina, que a
muchas personas paralizaba.
Win corrió por las calles superiores de Gil Rim. Su sentido de guía le indicaba cuándo
evitar un obstáculo o girar en esquinas invisibles. Mientras que corría, mantenía un ojo en la
Casa de los guías y el otro en Kira. Ella lo acompañó a través de las calles sin problema hasta
que llegaron al Parque de los guías, donde él se dirigió hacia la entrada principal mientras
que ella se fue hacia la entrada lateral. ¡Maldición! Él era más rápido, pero no se le ocurrió ese
atajo. Cruzó el parque solitario, bajó por una calle y llegó a la puerta de los aprendices en la
Casa de los guías. Demasiado tarde. Kira estaba recostada en el umbral de la puerta y le
extendió la mano. Los dos estaban ligeramente agitados por la carrera y tenían sus abrigos
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empapados por la neblina. Kira le dijo:
-¡Tú pierdes! ¡Paga!
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LA HERMANA
Win se inclinó sobre el tazón, permitiendo que la deliciosa fragancia del estofado le
calentara la cara antes de comérselo lo más rápido posible. La carrera montaña arriba hacia la
Casa de los guías le había dejado un hueco en el estómago que sólo podía llenar con el
estofado de su madre. Su abrigo se secaba en una percha al frente de la chimenea, mezclando
el olor de lana mojada con el del estofado. Volvió a llenar su tazón con el contenido de la
pequeña olla que colgaba de la chimenea del cuarto de la familia. Win ahora dormía arriba
con los aprendices y usualmente comía con ellos. Eli, como líder de los guías, en cam
bio prefería la privacidad, de manera que Hazel, madre de Win, le mantenía una pequeña
olla en la alcoba de ellos. Cuando Win estaba muy hambriento, visitaba la habitación de sus
padres buscando comer algo más.
Un ruido constante se oía proveniente de la piedra en el rincón donde Hazel afilaba los
cuchillos de la cocina. Zanna, la medio hermana, lanzó una manotada de hojas de té en una
caldera de agua hirviendo.
A medida que la barriga de Win se llenaba, su cuerpo se calentaba. Él y Kira lo habían
hecho bien esta noche y pronto cambiarían sus abrigos de aprendices por la banda que los
identificaría como guías.
-Buen estofado -dijo.
Hazel se levantó de la piedra y con su dedo verificó el filo del cuchillo.
-De vegetales otra vez. Cuando la neblina se aclare te mandaré afuera de las puertas de la
ciudad para que revises mis trampas -le dijo ella-. Hemos estado tan ocupados esta semana
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que no puedo dejar ir a nadie tanto tiempo.
Zanna puso una taza de té caliente frente a Win.
-Las trampas tendrán conejos adentro, ¿no es cierto?
Hazel asintió con la cabeza.
-Generalmente cazamos algunos durante el f'giz. Hazel había sido guía durante mucho
tiempo antes de irse para la Casa de los guías y convertirse en cocinera, enfermera, confidente
y madre de los treinta y tantos aprendices. Su pelo negro tenía sombras de gris y su figura
todavía era esbelta, aunque no tan atractiva.
Tenía una leve cojera en la pierna izquierda, una vieja herida de un Destino del cual no
hablaba jamás. Los aprendices trataban de adivinar qué le había causado la cojera.
-Fue atacada por un tigre mientras trataba de encontrar un tesoro.
-El Rey la salvó de un lobo.
-Se metió en la Grieta y se cayó mientras escalaba las piedras tratando de salir. Aunque se
lastimó, logró escapar. Ha sido la única persona que lo ha logrado.
Al principio, los aprendices trataron de sacarle información a Win acerca de Hazel. Pero él
no pudo añadir nada. Había recuerdos de un hombre alto que iba y venía, trabajos inestables,
noches en sitios extraños y finalmente Eli. A Win le gustó cuando Hazel decidió casarse con el
fuerte guía.
Hazel escuchaba todos los rumores, pero nunca les ponía atención. Se protegía detrás de
una pared de reserva total y dejaba que los rumores le dieran una dignidad y una autoridad
misteriosas. A pesar de toda su reserva, los aprendices la adoraban y les era totalmente
necesaria su voz de aprobación. A su vez, Hazel los atendía con las más deliciosas comidas de
Gil Rim y los protegía con la ferocidad del águila de la Grieta.
Win volvió a llenar su tazón por tercera vez.
-Déjale un poco a Eli -le dijo Hazel. Dio un paso, se detuvo para estirar su pierna izquierda
y continuó de prisa hacia la cocina para atender el fuego y la olla grande. La mantendría
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caliente, a fuego lento, noche y día, mientras durara el f'giz, para los guías que tuvieran que
entrar y salir entre un trabajo y otro.
Win seguía concentrado en su estofado.
Zanna se acurrucó junto a él mientras se tomaba su té.
-Aunque el f'giz esté malo, podrías encontrar las trampas de los conejos mañana. O tal vez
consigas conejo o algún otro tipo de carne en el mercado -le movió la cartera para que las
monedas le sonaran.
Win le dio una suave palmada en las manos.
-Deja de molestar. El mercado estará vacío y yo estaré ocupado.
Zanna le dio la espalda y cruzó sus delgados brazos sobre su pecho.
-Kira estará ocupada, pero tú no. Ella te ganó de nuevo.
Win la ignoró y se concentró en su tazón.
Eli entró llenando el pequeño salón con su presencia. Al ver a Zanna, la levantó de la
banca. Ella gritó emocionada, logrando que la expresión de cansancio se borrara de la cara de
Eli. Se sentó en el espacioso asiento de mimbre que estaba al lado de la chimenea y puso a
Zanna en sus piernas. A pesar del contraste entre las mejillas ajadas de Eli y las de Zanna,
suaves y rosadas, la semejanza familiar se notaba en sus ojos amables y cafés, las cejas
dispersas y los pómulos pronunciados. Eli le desordenó los mechones rubios a Zanna y le
dijo:
-No molestes a tu hermano. Win y Kira han estado buscando el reconocimiento como los
mejores aprendices durante todo un año. La próxima vez Win le ganará.
-De todas maneras ¿a quién le importan las carreras? -dijo Zanna, de repente
convirtiéndose en la aliada de su hermano de nuevo-. Si yo me perdiera, quisiera que Win me
encontrara y no Kira.
-y no lo dudes que te encontraría, pequeña.
-Win llevó su tazón al lavadero, lo limpió y lo secó.
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-¿Hay estofado? -preguntó Eli.
-Sólo de vegetales -dijo Zanna.
-Oh, entonces paso -dijo Eli.
Zanna frunció el ceño y empezó a morderse la uña del dedo gordo.
Win conocía esa expresión. Zanna estaba planeando algo. Win tenía cinco años cuando
nació Zanna. Casi no se acordaba de su vida antes de Zanna, viajando con Hazel, hasta que
finalmente se quedaron en Gil Rim, pero la vida parecía más alegre y emocionante cuando
incluía a Zanna. Habían crecido contentos y seguros en la Casa de los guías.
La felicidad de todos había sido amenazada el mes pasado cuando Zanna cumplió seis
años. Su talento como guía era tan escaso que ni siquiera había podido encontrar la Campana
de los principiantes por sí misma. Otros niños guías que no mostraban talento ya eran
aprendices en otros oficios para cuando tenían seis años. Pero Zanna era la debilidad de Eli.
Él había perdido toda esperanza, por su avanzada edad, de tener hijos cuando Hazel lo
sorprendió con Zanna y no disimulaba su deseo de malcriarla.
-Ella puede ganarse la vida aquí. Deja que sea aprendiz cocinera para la Casa de los guías -
le dijo Eli a Hazel.
Win se había unido a su padrastro en favor de Zanna:
-Espera unos años más.
Al final, Hazel accedió a enseñarle a hornear una docena de barras de pan de molde cada
mañana y a hacer las compras en el mercado. Eso significaba que Win tenía que llevarla al
mercado, porque ella no podía encontrar el camino de regreso a casa.
Su primera parada era siempre en el puesto de frutas de Rilla. Win se recostaba contra un
poste mientras Zanna lo examinaba todo y preguntaba a Rilla por la procedencia de todo lo
que ofrecía. La mayoría de la frutas -higos, dátiles, limones o lo que fuera que estuviera en
estación- venían de la finca de la familia de Rilla donde había pozos profundos para la
irrigación. Pero a Zanna de todos modos le gustaba preguntar. Finalmente, escogía una fruta,
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por la que Win pagaba una moneda de cobre. Ella se sentaba cómodamente en el butaco de
Rilla a comérsela, dejando que los jugos le rodaran por la barbilla. Las palomas se acercaban a
sus pies, esperando recibir migajas. A menudo les arrojaba pequeños pedazos mordidos y
siempre les dejaba el corazón o las semillas. Al terminar, se chupaba los dedos y le agradecía
a Win con un beso, dejando en su mejilla los jugos pegajosos. Finalmente, apostaban una
carrera hasta la fuente en la mitad del mercado, donde se lavaban. El resto de la compra era
rápida y eficiente.
Esa tarde del f'giz el puesto de Rilla estaba cerrado, porque le resultaba muy peligroso
viajar a la ciudad. Win se molestó cuando Roberto dijo que no tenía conejo y que no tendría
hasta que no se aclarara la neblina. Zanna insistió en preguntar en cada uno de los otros
puestos, pero la mitad estaban cerrados ya y en el resto decía:
-La fiesta del herrero acabó con la poca carne que teníamos.
Ahora Zanna estaba recostada contra el amplio pecho de Eli y bostezaba. Pero Win no se
engañaba. No se había dicho la última palabra acerca de los conejos para el estofado de Eli.
-Hora de dormir -dijo Eli.
-Déjame otro rato. Quiero ayudarle a mamá a cocinar. Es una noche agitada para los guías.
Eli le acarició la mejilla con un dedo.
-Hazel te necesitará mañana para cocinar todo el día también. A no ser que esté
equivocado, las neblinas estarán aquí mañana todo el día.
-¿Aun al medio día?
-Este es el f’giz. ¿Quién sabe? Puede venir e irse sin previo aviso. Pero no creo que el sol del
medio día pueda aclarar una neblina tan densa.
Hazel entró con un pequeño plato con pan tajado que puso en la mesa cerca al tazón de Eli.
Zanna le guiñó el ojo furtivamente a Win y se volteó hacia Hazel.
-Mamá, ¿me puedo quedar despierta para ayudarte esta noche?
Hazel le dijo a Eli:
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-No me importa si se queda conmigo hasta tarde hoy y mañana duerme hasta tarde.
-Por favor -Zanna volteó a mirar a su padre con ojos que brillaban.
Eli trató de verse molesto, pero su sonrisa lo traicionó.
-Sólo quédate adentro esta noche y mañana, a no ser...
-... a no ser que vaya con un guía. Ya lo sé. ¡Gracias!
Zanna sostuvo la cara de su padre en sus suaves manos, le bajó la cabeza y le besó la
frente. Saltó de sus piernas y ocultó a Hazel al ir hacia la cocina. En la puerta se dio media
vuelta, los deslumbró con su sonrisa y desapareció.
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LAS BRUMAS
Win siguió a Zanna entre la bruma, que olía dulcemente. ¿Para dónde iba?
Había trabajado toda la noche acompañando a los invitados a sus casas de regreso de la
fiesta del herrero. Eli y los otros guías finalmente llegaban a sus camas exhaustos, pero
satisfechos.
-¡Todos a salvo!
La Casa de los guías estaba en silencio excepto por los ronquidos que se prolongaron hasta
bien entrada la tarde. Las brumas se habían aclarado gracias al sol del medio día, permitiendo
una cuadra o dos de visibilidad. Win pasó la tarde en el Parque de los guías
con los otros aprendices, hablando sobre el trabajo de la noche anterior y defendiéndose de
las burlas que le hacían por haber perdido la carrera con Kira. A medida que la noche caía,
nubes blancas y densas se hinchaban como velas al salir de la Grieta, girando como
remolinos, tragándose los edificios y dejando, nuevamente, las casas aisladas en el f'giz. Era el
momento para que los guías empezaran a trabajar. Los aprendices tomaron el camino de
regreso a la Casa de los guías.
Hazel, que sacaba panes de molde del horno, detuvo a Win al verlo pasar.
-No he visto a Zanna desde hace rato. Seguramente está en el Dormitorio de los
aprendices. Encuéntrala y tráela de vuelta.
Win se imaginaba que Zanna estaría en la Casa de los guías o en algún otro sitio en los
alrededores. Se concentró en su cara: ojos grandes y cafés, sonrisa alegre y rizos dorados.
Encontrar a una persona perdida era muy fácil ahora, especialmente a alguien con quien
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estaba tan familiarizado.
Win frunció el ceño. El Destino era claro y preciso. Zanna no estaba en la Casa de los guías
y tampoco en el Parque. Se hallaba en algún sitio de la ciudad, probablemente en el puesto de
Roberto, buscando conejos. Win empezó a sentir un dolor en el estómago, un vacío que ni un
estofado podría curar. Sin habilidades para encontrar, Zanna se quedaría inmóvil en algún
sitio, con la cara pálida y tensa, esperando que él la encontrara y se la llevara a cenar a la casa.
Abrió la puerta de la Casa de los guías y empezó a caminar. Se detuvo, casi con pánico.
Zanna se seguía moviendo.
¿Por qué no se detenía y esperaba a que la encontraran?
Win cubrió su abrigo con una capa y tomó una linterna. Siguió a su Destino por las calles
retorcidas, a través del empalagoso olor a flores que despedían las brumas de la Grieta. Los
linderos eran imposibles de identificar en la niebla, pero Win se movía con seguridad.
Durante treinta minutos, el Destino lo guio por la parte superior de Gil Rim, pasando por los
puestos vacíos del mercado hasta la parte inferior de Gil Rim. Su estómago se apretaba cada
vez más. Si ella se hubiera detenido a esperar, él ya la hubiera encontrado. ¿Acaso ella
esperaba que las brumas se disiparan tan rápido como habían llegado?
Una figura cubierta con una túnica apareció. Era un lobo gigante, distorsionado por la
niebla, de manera que parecía tener más de una cabeza flotando sobre su cuerpo. Win saltó a
un lado. ¿Qué significaba esto? Pero el lobo de la neblina desapareció tan rápido como había
aparecido, dejando la duda en Win de si había sido real o simplemente un fantasma del f'giz.
Win respiró hondo y se estremeció. ¿Dónde estaba Zanna?
Aceleró el paso, corriendo con cautela paro rápidamente hacia Zanna. Unas puertas
grandes de madera aparecieron frente a él. ¡K'il Rus, el portal principal de la ciudad! Todas
estaban cerradas, menos una pequeña puerta lateral que estaba entreabierta.
-¡Se fue de la ciudad! ¿Acaso no sabe lo peligroso que puede ser? -dijo abruptamente en el
silencio. Por un momento, consideró pedirle ayuda a otro guía, pero su Destino todavía era
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fuerte. Simplemente, no le gustaba andar sin rumbo afuera de Gil Rim, en medio del f'giz.
¿Qué hacía ella afuera de las puertas? ¿Revisando las trampas de los conejos? Seguramente
no. ¿O estaría tan perdida que no se había dado cuenta de que esta era la salida principal de
la ciudad? ¿Se habría enloquecida en el f'giz?
Win se concentró más en su Destino y empezó a trotar.
-No debe estar lejos. Pronto la alcanzaré -se dijo. Sacudió su cabeza con desesperación. ¡No
debería estar moviéndose!
El Destino se volvía más fuerte a medida que lo guiaba alrededor del borde de las paredes
de la ciudad. El fuerte olor de las flores de la Grieta se mezclaba con su propio sudor. La
Grieta estaba cada vez más cerca.
¡Zanna se seguía moviendo!
Win se alejaba trotando a lo largo de las paredes de la ciudad mientras la tierra arenosa y la
sábana de niebla amortiguaba sus pasos. La llama del farol crepitaba en sus manos. El
Destino casi lo sofocaba, de una manera tan familiar, que le hacía pensar que ella estaba cerca.
-¡Zanna! -llamó él.
El grito sonó hueco; la neblina blanca y húmeda se comía sus palabras.
El sentido de su Destino le decía dos cosas: Zanna estaba muy cerca, pero también el borde
de la Grieta. Win avanzaba lentamente, inseguro de dónde pisaba. Verificaba cada paso,
asegurándose de pisar tierra firme antes de dar el siguiente.
La luz del farol iluminó la cara de Zanna. Se encontraba a una distancia de dos pasos y la
neblina bailaba alrededor de sus pies. Sus rizos colgaban mojados. Gotas de agua condensada
brillaban en su cara y en sus pequeñas pestañas. Por un momento, él no estuvo seguro de si
ella era real o una ilusión del f'giz. Zanna lo miró sorprendida y cerró por un momento sus
ojos. Win supo que era real.
Se encontraban en el borde de la Grieta, y su hermana estaba parada sobre una pequeña
roca curva que sobresalía por encima de la Grieta. Entre ellos estaba el espacio vacío. De
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repente Win sintió corno si la sangre se le subiera a la cabeza y se tambaleó a causa del mareo.
El temor lo invadió, paralizándolo.
La Casa de los guías había sido construida justo en el borde de la Grieta y las ventanas
superiores tenían vista sobre el abismo. Los aprendices pensaban que mostraban valor
colgándose de estas y lanzando rocas a las águilas de la Grieta, o retándose los unos a los
otros con bromas insensatas. Win había visto estos juegos toda la vida y no les prestaba
atención, hasta el día en que él se convirtió en aprendiz. Esa vez, Kira había lanzado sus
largas trenzas hacia atrás y le había dicho:
-Te reto a que camines por el borde, de una ventana a otra.
Luego, le mostró cómo se hacía, bailando con destreza de un lado al otro del borde.
Win lo intentó, pero se quedó petrificado cuando su pie atravesó el umbral de la ventana.
Nunca le pudo explicar a Kira el pánico que lo dominó esa vez. Olas de terror se levantaron
desde algún lugar de su interior. Se sintió inclinado a saltar. Él no quería hacerla; quería vivir.
Pero sabía que si ponía el otro pie fuera de la ventana, saltaría a la Grieta. Y caería y caería y
caería y caería.
Zanna estaba tentando al destino, retando a la muerte.
Él trató de moverse. Se tambaleó, avanzando medio paso. Las palabras salían de su boca
lentamente:
-¡Zaaanna! iNoooo te muuuuevas!
Intentó dar otro paso hacia ella.
-Win, sabía que vendrías.
Con un sollozo, Zanna estiró su mano para alcanzar la suya. Luego dio un solo paso en las
nubes ondulantes.
Sin emitir sonido alguno, se desplomó.
-¡Zanna! -Win soltó el farol y se lanzó hacia donde ella había estado. Cayó, sus brazos
colgando en el borde de la Grieta. El barranco de piedra le tallaba el pecho. Miró fijamente la
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neblina.
Ella se había ido.
Sus brazos colgaban en el aire. Win seguía colgado, en shock. Durante varios segundos, el
Destino siguió a Zanna mientras caía. Después, el Destino desapareció: simplemente se
esfumó. En su lugar, le quedó un sentimiento de vacío. Había fallado. Llegó un segundo
tarde.
Otro guía habría hecho entender a Zanna que no debía moverse. Pero el temor lo paralizó
por un segundo. Había llegado muy tarde.
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LA CAMPANA
La Campana de los guías condujo a Win a casa. Después de permanecer tendido en el
borde de la Grieta entre el frío y la neblina por un largo rato, empezó a congelarse a pesar del
abrigo de lana. No quería moverse, pero la Campana seguía repicando y repicando. Le decía
que hiciera algo.
¡Déjame solo!
La Campana repicó más fuerte. Exigía una respuesta; le ordenaba hacer algo.
¿Dónde estaba Zanna?
La Campana no dejaba de repicar. Win se obligó a levantarse y responder a la llamada.
Una pared de piedra arenisca de un metro de grosor separaba la sección de los guías del
conglomerado de almacenes, calles intrincadas y casas de piedra apretadas abajo en Gil Rim.
Como era la parte más vieja de la ciudad, nadie sabía quién había construido la pared o
dónde había sido forjada la Campana de los guías. En la Pared de los guías había tres salidas
y numerosas puertas. El portal más grande, K'il Bell, tenía puertas carcomidas de madera que
oscilaban desvencijadas. Encima de la gran puerta, en un nicho arqueado, colgaba la
Campana. Era de bronce, de unos setenta centímetros de diámetro, dorada y polvorienta,
pero teñida de verde alrededor del borde. Había una aldaba larga pero ningún lazo amarrado
a ella. Algunas veces, algún niño de las afueras -nunca un niño guía-le lanzaba una piedra a
la campana, haciéndola repicar con un leve susurro metálico. De haber estado bien colgada,
aquel golpe hubiera producido en la campana un sonoro repicar. Pero siempre estaba
silenciosa, a no ser que fueras un niño guía. Entonces la oías en tu cabeza.
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La Campana de los guías era lo primero que un aprendiz aprendía a encontrar. Los
aprendices eran llevados fuera de la ciudad y debían descubrir el camino a casa
concentrándose en encontrar la Campana. Ningún guía nacía directamente en el gremio;
llegaban a él por su habilidad innata para localizar objetos, un talento que debía ser pulido y
desarrollado. Esto generalmente significaba cinco años como aprendiz en la Casa de los guías,
con tareas que iban aumentando en dificultad asignadas por Eli. Hazel y el Consejo de los
guías.
Win no le podía explicar a alguien que no fuera guía cómo sabía la localización de la
Campana. Simplemente sabía, como si la campana estuviese repicando y él solamente tuviera
que seguir su ruido silencioso. Después de concentrarse en encontrar la Campana, sólo había
dos direcciones: dirigirse hacia la campana o alejarse de ella. Las indicaciones normales, como
norte, sur, este u oeste perdían todo significado. No podía explicarle a nadie cómo llegar a la
Campana, pero por una moneda de cobre podía llevar a cualquiera.
Win no se acordaba de haber caminado de vuelta al portal K'il Bell; sólo se acordaba del
frío paralizador y el incesante campaneo. ¿Cómo había llegado hasta la Campana? ¿y dónde
estaba Zanna?
Hazel y Eli lo encontraron acurrucado justo en la gran salida.
-¿Dónde está Zanna? -Eli lo sacudía con violencia-. ¡No logro encontrar un Destino que me
conduzca hacia ella! ¿Dónde está?
Win sólo podía mirar la cara de su padrastro: mejillas deterioradas, melena gris y ojos que
se iluminaban sólo cuando Zanna estaba presente. Pero Zanna había…
Win dio media vuelta y enterró su cara en los suaves hombros de Hazel.
Eli jaló su abrigo y le exigió de nuevo:
-¿Dónde está Zanna?
Las lágrimas se deslizaban por la cara de Hazel.
-Está en shock. No hay Destino para Zanna y tú sabes lo que eso significa. Ya no podemos
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ayudarla. Es Win el que nos necesita ahora. Llevémoslo de vuelta a la Casa de los guías.
Pero Eli salió corriendo hacia la neblina, dejando que Hazel se encargara de Win.
La Campana había salvado a Win esa noche, y deseaba que no lo hubiera hecho.
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Segunda parte
LA NEGACIÓN
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EL POZO
Seis semanas más tarde, la época seca azotaba la Madre Tierra. Desde las playas del Lago
Munir hasta las Perreras Jamila de los reales perros cazadores en Gil Dan, la ciudad capital, y
a través de las montañas Gil Bab hasta la Gran Grieta, la tierra estaba árida. Claro está, cada
año tenía su época seca, pero la de este era la peor en dieciocho años, o por lo menos así lo
creía Hazel. Las cosechas se secaban, se marchitaban y se momificaban. El nivel del agua en
los pozos bajaba y bajaba hasta el punto de que en algunos no quedaba sino arena mojada. El
polvo arenoso y sin sabor se
metía en todas las ollas de la cocina y cubría todas las superficies.
En G’il Rim todos evitaban el calor, permaneciendo adentro de los gruesos edificios de
piedra o buscando algún lugar sombreado donde dormir. En la relativa frescura de la tarde,
el perezoso tráfico peatonal resurgía, sobretodo con los que iban a sacar agua del pozo. La fila
en el Pozo de los guías le daba media vuelta a la Plaza. Win atravesó con dificultad la
polvorienta plaza, cargando una yunta con cuatro baldes vacíos. No pesaban, pero debían
balancearse para que no tropezaran con sus piernas. Él era alto y musculoso, como los
luchadores que llegaban a la ciudad con las caravanas dos veces al año. La última caravana
trajo a un joven luchador y Win casi le gana. Después de irse, juró que estaría listo cuando
llegara la siguiente caravana. Eso era antes. Ahora Win no tenía otra ambición diferente a la
de sobrevivir día a día.
Caminaba solo. Nadie le hablaba ni lo miraba a los ojos ni reconocía su existencia. Hacía
seis semanas le había fallado, no sólo así mismo, sino también al Gremio de los guías al dejar
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caer Zanna a su muerte. Todos sabían de su falla. Todos, excepto Kira y Hazel, lo ignoraban.
La fila era larga y Win esperaba, sin mirar a ningún lado, en silencio y lejano. Avanzaba
lentamente por la plaza hasta que, justo cuando el sol se ponía, se encontró cerca al pozo. Las
cinco personas delante de él se amontonaban, dejando un espacio amplio entre ellos y Win,
de manera que él no los pudiera tocar.
El torno crujía a medida que el lazo se soltaba y un balde caía dentro del agua. Win se
pasaba la yunta de un hombro al otro. Con la manga de su abrigo, se limpiaba el sudor de su
frente. Se lamió los labios. Tenía sed. Odiaba el calor, pero al mismo tiempo le estaba
agradecido, porque la bruma no se veía salir de la Grieta durante la época seca.
La Grieta dominaba la ciudad. Gil Rim estaba en el extremo suroeste de la Madre Tierra y
estaba separado del resto de la región por los límites de la pequeña montaña G’il Bab. Desde
el límite hasta la Grieta había una inmensa y árida meseta que exigía tres días de camino para
cruzarla. La ciudad, encaramada en las montañas encima de la Gran Grieta, servía como
primera línea de defensa contra las invasiones de los feroces Zendi desde el sur. Nadie temía
invasiones desde el oeste, porque la Grieta era una barrera insuperable. Sin embargo, era la
inmensidad de la Grieta, un cañón tan ancho y profundo que nadie se había atrevido a
atravesarlo, y su majestuosa grandeza, lo que exigía la máxima atención.
En un día soleado, el lado más lejano de la Grieta brillaba, enfocándose y desenfocándose
como un espejismo, haciendo señas y después escondiéndose. El fondo de la Grieta era igual
de misterioso. Era tan profundo que sólo un hilo de agua se podía ver brillando allá abajo; la
existencia de un río era algo que sorprendía a Win, que había vivido siempre en un desierto.
Al menos durante la época seca, uno podía contemplar la Grieta y entender el peligro. El
calor era mil veces mejor que las brumas.
El lazo crujió de nuevo y Win se acercó hacia el pozo de piedra. Hacía poco últimamente,
excepto llevar agua a la Casa de los guías. Escuchaba a los otros aprendices hablando sobre
sus trabajos. Inclusive se emocionó cuando Kira se graduó de guía y realizó su primer trabajo:
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acompañar a la señora Porter, la esposa del alcalde, a ver el nacimiento de su nieto en mitad
de la noche. Win quería darle una palmada en la espalda y felicitarla, al igual que lo hacían
los otros aprendices, pero no lograba salir de su capullo de silencio. No lograba moverse lo
suficientemente rápido como para hacer algo.
La fila del pozo se movió de nuevo. Sólo quedaba una persona delante de él.
Win se preguntaba si el Pozo de los guías se secaría antes de que llegaran las lluvias. Había
escuchado que abajo en la ciudad, un pozo ya estaba seco. Pero los guías tenían el mejor
sector de la ciudad y también el pozo más hondo.
El hombre delante de Win soltó su balde dentro del pozo. Win se inclinó sobre la pared
para que la frescura que salía del pozo invadiera su cara impregnada de polvo. El balde
salpicó al llegar abajo y Win pensó que el sonido del agua era más hermoso incluso que la voz
de Hazel.
Crujidos, chirridos. El torno subió el balde lleno. El hombre hizo una pausa para darse un
respiro. Manchas oscuras de sudor manchaban los costados de su túnica bajo las axilas.
Después acabó su labor lentamente.
Win se lamió sus salados labios de nuevo. Su turno.
Eli entró caminando rápido al Parque de los guías. Tenía puesto el abrigo rojo y blanco de
rayas que lo identificada como líder guía. Llamó a los guías que estaban más cerca de él
agitando sus brazos y se detuvo bajo un delgado roble en el otro lado del parque. Inclusive
desde la distancia, Win veía a Eli más viejo, su cara con más arrugas que hacía seis semanas.
Un grupo se acercó rápidamente alrededor de Eli, quien con sus dos metros de altura
sobrepasaba a todos. Hablaba, enfatizando lo que decía con grandes ademanes y señalando
agresivamente con los dedos. Quienes lo escuchaban, gritaban emocionados.
Win concentró su mirada en el pozo. Eli no le hablaba desde aquella fatídica noche y sólo
se molestaría si llegara a verlo. De todas maneras, Win no quería ser parte de lo que ocurría.
Despacio, subió su balde. Un rayo de luz del ocaso brilló en el agua cristalina. La oscura
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madera del balde estaba teñida de verde a causa del musgo que crecía en sus grietas.
Levantó su mirada de nuevo ante el murmullo de la gente. Los cuatro guías más viejos,
usando el mismo tipo de abrigo que Eli, corrían hacia este Eli. El grupo de los cinco eran
llamados informalmente el Consejo, los guías que tomaban las decisiones para el parque y
para el gremio.
Eli levantó su mano pidiendo silencio y habló con una voz que se oía en todo el parque.
-Una caravana llegará esta noche. ¡Todos tendrán que trabajar! Un noble viene con ellos
también. Me envió una carta. Quiere asegurarse de que yo lo recibiré en el Portal K'il Rus.
Win sentía intriga a pesar suyo. ¿Quién era el noble? ¿A qué hora llegaría la caravana?
¿Cuántos vagones?
El torno crujía tan duro que Win no pudo escuchar lo que Eli decía. Se quedó quieto.
-Necesita un guía para que lo acompañe a la Grieta -dijo Eli. Pasó la mano bruscamente por
el pergamino y un pedazo de la cera roja cayo al polvo.
¿Alguien quería ir a la Grieta? ¡Imposible! Win se lamió sus resecos labios y sintió sangre.
Zeke, el guía más viejo, se acarició su barba, que estaba café amarillos a causa del polvo.
Finalmente, respondió:
-No enviaremos a ningún guía a la Grieta.
-¿Todos de acuerdo? -preguntó Eli. Su mirada intensa abarcó no sólo a los cuatro
miembros del Consejo sino también a todos los guías presentes.
Los cuatro miembros del Consejo asintieron solemnemente y hubo un murmullo de
aceptación por parte del público.
Eli levantó su voz.
-La caravana llegará al anochecer. Quiero que todos los guías estén aquí. Reúnanse en el
Portal K'il Rus o dentro de la muralla en una hora.
Salió de la multitud y desapareció en la esquina. Win se esforzaba por girar el torno de
nuevo, tratando de no pensar en las caravanas. Hasta el simple esfuerzo de sacar agua era
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difícil. Sacó el balde con el agua y lo vació en el propio. Luego, volvió a soltar el balde dentro
del pozo, tratando de escuchar cómo salpicaba el agua. Continuó así hasta que los cuatro
baldes estuvieron llenos. Después, se agachó para levantar la yunta, se la colocó sobre los
hombros y empezó a atravesar el parque; sus sandalias levantaban polvo. Hazel me evitará
trabajar esta noche. Ella sabrá qué hacer, pensó él.
En la Casa de los guías, Win intercambió dos baldes llenos de agua por los que estaban
vacíos en la chimenea.
Hazel estaba inclinada sobre una tabla de madera
machacando ajo. Durante la época seca, se lo añadía a todo para evitar las fiebres que
causaba el calor. Hazel se enderezó y aprovechó para tomar un respiro. Su cara estaba
enrojecida y su pelo formaba crespos alrededor de su cara.
-¿Oíste la noticia? ¡Una caravana! Habrá trabajo para todos. Si tenemos suerte, será una
larga noche para todos. La época seca es una época difícil para los guías también.
-Yo me quedaré y atenderé la chimenea y la olla -dijo Win rápidamente. Luego, levantó
una cuchara de madera grande de la mesa.
-No, no lo harás -el cuerpo amplio de Eli llenó la puerta-. O trabajas esta noche como
cualquier otro aprendiz en la Casa de los guías o no vuelves al Parque.
Al tropezar con una banca, Win tuvo que sentarse.
Hazel dio un paso hacia Eli, pero él la detuvo con un ademán de su mano.
-Ni una palabra, Hazel. Crees que yo soy demasiado duro, pero tu manera de mimarlo no
ha funcionado.
Sentándose al lado de Win, le tomó la cara entre sus manos:
-Hijo, todos cometemos errores. Zanna no fue tu culpa, y no fue una deshonra para los
guías. Hazel y yo también hemos sufrido la pérdida -hizo una pausa cuando su voz se
quebró. Se aclaró la garganta y continuó-. Pero tienes que superarlo. O trabajas o estás fuera.
Los labios de Hazel estaban apretados en una fina línea. Sirvió un tazón de estofado y se lo
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pasó a Eli, quien se pasó a otra mesa, se sentó dándole la espalda a Win y empezó a comer.
Después, sirvió otro plato para Win.
-Come. Necesitarás energías.
Win apenas la escuchó.
¿Por qué Zanna se había salido de la ciudad? Ella sabía que no debía. ¿Por qué había dado
ese paso? Él le había gritado que se quedara quieta. Nada tenía sentido. Si solamente él
supiera por qué.
-¡Win!
Sorprendido de estar de vuelta en la Casa de los guías, miró a Hazel. Todavía se perdía en
sus pensamientos, algunas veces olvidándose dónde estaba por largos ratos. Miró su tazón y
se lo devolvió.
-Iré por más agua. Todos necesitarán lavarse antes de salir esta noche.
Levantó los baldes y salió al intenso calor de la noche. Avanzó con paso pesado hacia el
pozo. Antes se hubiera emocionado con la idea de la llegada de una caravana; ahora sólo la
veía como una tortura. Significaba que tenía que depender de sus habilidades como guía de
nuevo. ¿Podría hacerla?
Algo rojo llamó su atención. Se agachó para recoger un pedazo de cera roja; debió haberse
caído del pergamino que había llevado Eli. Tenía un perro cazador Tazi y un gerifalte
impreso. ¡La insignia real! ¿Era un noble de la casa real o solamente un comerciante real? No
importa, pensó. Nunca veré al noble. Botó le cera roja y la enterró en el polvo con el tacón de
su zapato.
Win se unió a la fila del pozo de nuevo. Cayó en cuenta de que no había tomado agua del
último balde. Se lamió los labios y de nuevo sintió la sangre.
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LA CARAVANA
Comerciantes, guías, mendigos, ladrones, oficiales y civiles curiosos se amontonaron en la
pared de arriba del Portal K'il Rus y en la calle principal. Win se unió a los que estaban
impacientes en la pared. De vez en cuando miraba ansioso hacia el este. Él seguramente no
sería el primero en ver la caravana, pero no podía evitar intentarlo. El cielo estaba falto de
color, como si el calor y la sequía se hubieran llevado todo el matiz. En el cielo oscurecido
aparecían estrellas, puntos de luz en un desierto de sombras en movimiento.
-¿Quién crees que será el noble? -le preguntó Kira. Sostenía un sándwich con salsa
café picante que se le regaba. Win sabía que debía comer también, pero desde Zanna,
durante las últimas semanas, no había tenido hambre.
Win pensó en decirle a Kira acerca de la cera roja que había encontrado. El sello sólo
suscitaría en ella más preguntas y él no estaba de ánimo. Realmente, se sentía cansado del
esfuerzo de arreglarse y caminar hasta el Portal K'il Rus.
-Lo sabrás a la media noche -le respondió.
-Tienes razón -dijo ella con la boca llena de sándwich.
Una gran nube de polvo se arrastró a través de la meseta hacia las puertas de la ciudad.
Dos veces al año, los caminos de la montaña estaban abiertos y libres de nieve, y así las
caravanas podían pasar de G’il Dan a G’il Rim. Con el clima tan caliente, debieron haberse
derretido más temprano este año. Nadie esperaba la caravana tan temprano, pero ningún
guía se quejaba de tener algo de trabajo extra.
El Gremio de guías era experto en encontrar de todo: anillos perdidos, el vestido azul más
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lindo del mercado, un niño extraviado, el camino a casa. Cada ciudad en la Madre Tierra
tenía unos cuantos guías, pero G’il Rim tenía el gremio m{s grande. Durante lo peor de la
época seca, los días eran demasiado calientes para que la gente se movilizara, de manera que
los negocios se hacían de noche, un momento perfecto para que los guías trabajaran.
Aprovechaban el trabajo cuando lo encontraban. Una caravana significaba extraños que no
sabían a dónde iban; personas yendo a fiestas que necesitaban guías para volver a casa;
comerciantes y conductores yendo de excursión; luchadores y otros visitantes entrando y
saliendo de diferentes sitios; en otras palabras, buen trabajo para la siguiente semana.
La oscuridad empezó a invadirlos. La caravana estaba lo suficientemente cerca como para
que Win pudiera distinguir los vagones individuales, especialmente a medida que les
encendían y colgaban lámparas. Había uno grande y rojo, jalado por cuatro mulas, uno
pequeño y azul, con flores pintadas en el lado, y uno blanco y polvoriento jalado por una
mula igual de sucia. Se detuvieron frente a la puerta, en desorden. Win perdió la cuenta de
cuántos había.
Kira le tomo los hombros y lo miró a los ojos.
-Lo harás bien. Sólo deja que el Destino te lleve y estarás bien.
Win le quitó las manos.
-Adelante. Voy en un momento.
Cuando miró un momento más tarde, Kira entraba y salía de los pozos de luz de las
linternas hasta que se detuvo y habló con el dueño de la mula blanca. Tendría una noche
ocupada y bien pagada.
Win respiró hondo y caminó hacia la calle, pasando por la multitud hasta las caravanas.
Los guías se habían encargado de los diferentes vagones, ofreciendo acompañar a los
comerciantes a los almacenes, tabernas y hoteles. Los guías más viejos escogerían los
primeros vagones. Win y los otros aprendices trabajarían con los últimos vagones,
usualmente los más pobres. Confiaba en que nada quedara para él.
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Le llamó la atención el vagón verde que estaba iluminado por dos faroles, una en cada
lado, que apenas llegaba al sitio. Era jalado por dos corpulentos caballos negros y a los lados
dos Borzois, perros cazadores altos y de excelentes cuerpos. Aunque no eran frecuentes en
G’il Rim, Win había visto Borzois antes. Pero al lado de quien manejaba estaba...
Win se froto los ojos. ¿Estaba soñando? Al lado del que manejaba estaba una Tazi, una
perra cazadora grande y de pelo largo. A los Tazis se les veía en todas partes, desde las
monedas hasta la cresta real. Win nunca había visto uno de verdad, pero esta era
inconfundible.
La Tazi tenía el pelo de color marrón con las puntas negras cayendo sedosamente sobre sus
peludas patas de color plateado y brillante. Caminaba orgullosa y cuando se movía, su sedoso
moño acariciaba su poderoso hocico. Sus caderas estaban recogidas, como listas para la
carrera, y su cola de plumas se enroscaba igual que la de un escorpión. Sus ojos en forma de
diamante eran una obsidiana transparente. Su porte era orgulloso y recordaba la realeza, el
resultado de años de crianza. Tazis eran los perros de la realeza y solamente alguien nacido
allí podía tener uno. Sólo alguien perteneciente a la realeza merecía una criatura tan exquisita.
Win desvió la mirada de la Tazi al jinete que trotaba hacia el vagón. ¿Era él de la realeza, el
noble que le había escrito a Eli la carta? ¿El que quería ir a la Grieta? El jinete tenía unos
pantalones bombachos de cuero y un abrigo color verde bosque, de una tela suave que caía
delicadamente sobre sus amplios hombros. Tenía pelo negro Y grueso, peinado hacia atrás en
una trenza. Agarraba las riendas con manos flacas y fuertes. Es un hombre acostumbrado a
controlar a los demás, pensó Win.
-¡Tú! -gritó el jinete.
Win miró a su alrededor.
-¡Tú, oye! -el jinete repitió. Sus ojos verdes brillaban.
Win se señaló así mismo.
-Sí, tú. ¿Eres un guía?
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Win se acercó y le hizo una amplia venia.
-Mi señor, permítame ser el primero en darle la bienvenida a G’il Rim. Soy un guía. ¿Puedo
ayudarlo en algo?
-Sí necesito ver al líder de los guías, alguien llamado Eli Eldras. ¿Me puedes llevar a él?
Win gimió. Era el noble. Esta noche ya era lo suficientemente mala con tener que trabajar y
ahora tenía que acompañar al noble en persona. ¿Qué pasaría si se equivocaba? Tembló.
-Por aquí, mi señor.
El noble se bajó con destreza del caballo. Le habló en voz baja al conductor del coche, quien
frenó el vagón y empezó a desenganchar las mulas. A una orden del noble, los Borzois se
sentaron con rigidez al lado del vagón, como si fueran soldados de la realeza cuidando un
tesoro. La Tazi los miró con desprecio y después saltó ágilmente al piso y se unió al noble.
Win pensó que nunca había visto una criatura tan hermosa.
El noble puso una mano robusta sobre el hombro de Win, asegurándose de no perderse ni
en la oscuridad ni entre la gente. Win avanzó entre los vagones, de vuelta hacia el Portal K'il
Rus. Al menos no tenía que usar sus habilidades como guía esta vez. Eli estaría esperando
con el alcalde, justo dentro de la puerta. Conocimiento, más que habilidades, era lo suficiente
para este trabajo.
Eli y el alcalde Porter estaban concentrados conversando, pero se interrumpieron al ver
que un extraño se acercaba. Win dijo:
-Mi señor, le presento a Eli Eldras, líder de los guías de G’il Rim, y Augustus Porter, el
alcalde de G’il Rim.
-Soy Reynard Ottar Kort, príncipe de la Madre Tierra y hermano del rey Andar.
Después, el noble presentó a la Tazi.
-Ella es la señora Kala.
-Win levantó las cejas. Hazelle había contado que los reyes y príncipes hacían cosas
extrañas, ¿pero pre- sentar a una perra como si fuera una persona? Tal vez la etiqueta de la
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corte estipulaba que uno siempre debía presentar a los Tazis, pero no dejaba de ser extraño.
El alcalde Porter y Eli se inclinaron de modo respetuoso.
-Le damos la bienvenida a G’il Rim, mi señor.
También se inclinaron ante la Tazi.
-A ti también, mi señora.
-Necesito audiencia con usted, caballero -le dijo el príncipe Reynard a Eli. Aunque las
palabras eran educadas, según la etiqueta de la realeza, la voz firme del príncipe no dejaba
espacio para una negativa.
-Por aquí - Eli se inclinó de nuevo y con su brazo le indicó que siguiera.
Win se deslizó detrás del grupo para seguirlos. Eli lo miró molesto.
-Todos trabajan, no te olvides. Vuelve a la caravana.
-Sí, señor -Win quedó decepcionado de no poder conocer más sobre el príncipe y su Tazi.
La señora Tazi se dio media vuelta y lo observó de arriba abajo. Win no podía decidir si lo
miraba a él o, a través de él, a sus propios recuerdos. Después inclinó su cabeza hacia el
noble.
El príncipe Reynard miró hacia atrás también.
-Quiero que él se quede con nosotros -le dijo a Eli.
Eli volvió a mirar a Win con intensidad.
-El muchacho necesita trabajar.
-Yo pagaré por sus servicios para que no pierdas nada.
El príncipe le mostró unas monedas. Eli se encogió de hombros:
-Como quiera.
Win los siguió por las calles y a través del Portal K'il Bell hasta la Casa de los guías. La
vieja casa estaba alumbrada con faroles en cada ventana de abajo, dándole a la piedra un
brillo entre dorado y rojizo. Win abrió la puerta y en el aire se sintió un olor a ajo. Hazel había
dejado el estofado cocinando a fuego lento. El estómago de Win crujió.
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El príncipe Reynard se sentó en la piedra del hogar, su figura era alta y elegante.
-Permítanme descansar unos momentos antes de que hablemos -le dijo a Eli y al alcalde.
-¿Deseas algo de comer o de tomar? -preguntó Eli.
El príncipe Reynard negó con la cabeza.
Eli sirvió aguamiel para él y para el alcalde Porter, mientras Win, disimuladamente, se
sirvió un tazón de estofado y desapareció en una esquina para comer.
La señora Kala se dirigió pavoneándose hasta el príncipe y puso su cabeza sobre las
piernas de este. El príncipe sacó un cepillo tallado de jade y una peineta de una pequeña
bolsa. Ella se acostó en el tapete de la chimenea y permitió que el príncipe le peinara su
sedoso pelo. Luego, peinó su pelaje hacia atrás, desde el pie hacia arriba. Después, cubriendo
la parte que estaba hacia atrás con una mano, barrió pequeñas capas hacia abajo con el
cepillo. Siguió peinando hacia atrás, concentrado primero en la pierna y luego dirigiéndose
hacia arriba mientras barría pequeños mechones de nuevo hacia abajo y avanzaba hacia la
columna vertebral.
Win entendió por qué sólo la nobleza estaba autorizada para tener un Tazi; eran
demasiado magníficos para el pueblo.
El príncipe Reynard cantaba dulcemente una canción de cuna siguiendo el ritmo con las
caricias del cepillo. La perra majestuosa, la devoción del príncipe y el dulce canto eran
hipnóticos. La canción de cuna era conocida y pronto Eli y el Alcalde Porter estaban cantando
también. El príncipe Reynard tiró suavemente de un nudo de pelo color amarillo y marrón,
debajo de la barbilla de Tazi, hasta que el cepillo se deslizó suavemente.
A medida que continuaba la canción de cuna, la señora Kala estiraba una elegante pata y
bostezaba, mostrando el delicado interior rosado de su boca y sus blancos y brillantes
colmillos. Se levantó con elegancia, le dio varias vueltas al tapete de la chimenea y se
acomodó para la siesta.
El príncipe Reynard se levantó y sacudió su abrigo verde. Sacó otro cepillo blanco de jade,
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un objeto de mango largo diferente a todo lo que Win jamás había visto, y se limpió los pelos
de la Tazi de su abrigo. Después, convirtió el pelo en una mota y lo lanzó al fuego. Win
suspiró. ¡Había sido testigo del peinado ritual de un Tazi realizado por un príncipe! Era un
evento que pocos tenían el privilegio de observar.
El príncipe Reynard miró a Win.
- Tal vez una taza de aguamiel me vendría bien ahora.
Win dio un brinco y le llenó un jarro.
-¿Estofado también?
-Sólo el licor, gracias -dijo el príncipe y vació el contenido de un solo trago. Puso el jarro
vacío en la mesa y se levantó para mirar de frente a Eli y al alcalde Porter.
-Tengo una triste historia que contarles acerca de sus parientes que viven en G’il Dan.
Ojalá pudiera decirles esto suavemente o darles tiempo para que confiaran en mí antes de
acometerlos con estas noticias. Pero no hay tiempo. G’il Dan ha sido visitada por la plaga.
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LA PLAGA
-¡La plaga! -el alcalde gritó las horribles palabras.
-Sí, comenzó hace apenas seis semanas con la muerte del alcalde Baldor.
-Al pronunciar el nombre, el príncipe Reynard hizo una venia en memoria del alcalde.
El alcalde Porter se alejó del príncipe.
-¿Has traído la plaga a nuestra ciudad?
-Eso es posible. No sé cómo se contagia la enfermedad. Pero aunque supiera que tengo la
plaga, de todas maneras hubiera venido.
-¿Por qué nos la traes? -Eli le exigió una explicación.
-Recorrí las calles un día después de la muerte del alcalde. Los niños que tenían marcas
rojas estaban sentados en las puertas de sus casas porque los habían echado. Mujeres y
hombres estaban sentados en el polvo azotándose los hombros para tratar de sacarse la plaga
de sus cuerpos. Cada calle estaba llena de gente llorando y gimiendo. G’il Dan es mi casa.
Quiero la ciudad y a mi gente con una pasión que sólo la aventaja el rey. Yo lloré con ellos.
-¿Cuál es el punto? -el ceño fruncido oscureció la cara de Eli.
El príncipe Reynard asintió y respiró con dificultad.
-Me encerré en mi habitación solamente con la señora Kala para recibir consejo. En la
noche del tercer día una lluvia fresca calló sobre la ciudad. Salí a recorrer las calles de nuevo y
la Muerte me acompañó mostr{ndome su obra de arte. Fui al Portal G’il Cyra y subí a la torre
de guardia. El guardia estaba recostado y silencioso en su puesto, contagiado de la plaga.
Mientras miraba la ciudad, escuché una voz que me hablaba: "Ve a buscar el Pozo de la Vida
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y trae un poco de su agua para sanar la Madre Tierra".
"¿Dónde encuentro el Pozo de la Vida?" exclamé.
De repente, las nubes se dividieron y un rayo de luz iluminó la torre. Tuve una visión del
Pozo de la Vida. Después la voz me volvió a hablar. “Ve a G’il Rim y ahí encontrar{s un guía
que te llevará a través de la Grieta hasta el Pozo de la Vida”.
¡A través de la Grieta! El príncipe no entiende las dificultades, pensó Win. Luego, una luz
de esperanza brotó. Si el príncipe va a la Grieta, tal vez pueda encontrar a Zanna y traerla de
vuelta. Tonto, se dijo a sí mismo, ella nunca volverá. ¿Pero si de alguna manera estuviera viva
sólo esperando a que alguien la encuentre? Win bajó su mirada hacia el estofado. Se
concentró en la cara de Zanna y esperó a que su Destino lo llevara.
Nada.
Pero tal vez está ahí de todas maneras. A lo mejor si él estaba en el fondo de la Grieta, su
Destino vendría.
No, no había manera de entrar ni de salir de la Grieta. El príncipe simplemente no
entendía.
El príncipe Reynard habló.
-Al amanecer; la señora Kala y yo iremos a la Grieta, con o sin su ayuda. A no ser que
encuentre el Pozo de la Vida, todos en G’il Dan morir{n. Y no se detendr{ ahí. Se dispersar{
por toda la Madre Tierra.
-¡La has traído a las mismas puertas de G’il Rim! - dijo el alcalde Porter.
El príncipe Reynard se pasó una mano sobre sus ojos.
-¿Me ayudarán? ¿Permitirán que un guía me acompañe para Encontrar el Pozo?
Win miró al escuchar la angustia en la voz del príncipe. Los ojos de este se encontraron con
los de él: estaban demasiado brillantes, su cara demasiado encendida. El príncipe se acercó a
la chimenea y tiritó un momento antes de estirar sus manos para calentarlas. Win se
preguntaba cómo podía estar tan frío siendo que todavía hacía calor afuera.
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El alcalde Porter y Eli conversaban en voz baja. El príncipe Reynard se sentó en una banca
al frente de Win en la mesa.
-Otro jarro de aguamiel, por favor.
Win le sirvió el aguamiel y el príncipe se lo tomó despacio, mientras esperaba la decisión.
Finalmente, Eli se puso de pie.
-Príncipe Reynard, nos halaga que hayas venido a G’il Rim a buscar ayuda. Nuestra
devoción a tu hermano, el rey Andar, es muy conocida. Le ofreceremos toda la ayuda que
podamos, pero... hizo una pausa y tosió... pero no mandaremos a nadie a la Gran Grieta.
Nadie ha ido a la Grieta y ha vuelto para contarlo. No sabemos cómo viajar por ella.
El príncipe Reynard asintió.
-Me imaginé que esa iba a ser su respuesta.
De repente, estiró la mano atravesando la mesa y agarró el hombro de Win con su mano
izquierda. Con su mano derecha puso el dedo pulgar en la barbilla y el dedo índice en la
frente de Win. Este se quedó quieto, sorprendido por el fuerte agarrón. Después, dio un giro
brusco tratando de soltar su hombro.
-¡No, no me des el Destino!
-¡Detente! -gritó Eli y dio un salto para ayudar a Win.
Pero era demasiado tarde.
Win vio el Pozo de la Vida: un pozo profundo, con agua latente dentro de una piedra
negra de granito. Su olor era puro y limpio. Puso sus manos en forma de tazón para beber,
pero se le cerraron en el aire. Anduvo a tientas por un momento mientras sus sentidos se
aclaraban. Estaba de nuevo en la Casa de los guías, sofocado por el olor del ajo. Cerró sus ojos
de nuevo, dominado de repente por aquel Destino tan fuerte. Era más fuerte que cualquier
otro que jamás hubiera sentido y sabía que tenía que encontrar el Pozo... o morir en el intento.
Win miró a los ojos al príncipe Reynard.
-¿Qué ha hecho? ¿Por qué me escogió a mí?
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-Te vi en mi visión.
El príncipe trastabilló y se desmayó.
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LA SEÑORA
Nadie estaba cerca para impedir la caída del príncipe, pero Win corrió hacia él. La señora
Kala se paró sobre el príncipe en posición de ataque. Estiró su hocico hacia atrás mientras
gruñía y enseñó sus largos colmillos, que brillaron a la luz del farol. Gruñó, protegiendo a su
príncipe.
-Permítanos ayudar -dijo Win. Estiró una mano. La señora Kala le lanzó un mordisco, pero
Win retiró su mano justo a tiempo.
-¡Atrévete a tocarlo y mueres!
La voz rebotó en la mente de Win. -¿Quién dijo eso? -dio media vuelta
para mirar a Eli y al alcalde Porter confundido. Pero no podía ser uno de ellos. Era voz de
mujer, no de hombre.
-Yo hablé, campesino -desde el cuerpo postrado del príncipe, la perra miró a Win-. No
tocarás a su Alteza Real.
La señora Kala le hablaba mentalmente. ¡Telepatía!
-Pero el príncipe necesita ayuda -Win dijo en voz alta, sin intentar usar la telepatía-. Está
enfermo y se golpeó la cabeza. Mira, está sangrando.
La cara del príncipe estaba tan dura y blanca como su cepillo de jade. Su respiración era
entrecortada y rápida.
La señora Kala acarició con la nariz la nuca del príncipe Reynard.
-Mi príncipe tiene la plaga -dijo. Está más allá de cualquier ayuda, excepto la del Pozo del
la Vida. Prepara una habitación para nosotros, luego, tú buscarás el Pozo.
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Eli y el alcalde Porter se ubicaron detrás de Win para observar al príncipe caído. Win le
dijo a Eli:
-¿La puedes oír?
Eli asintió sin palabras, sus ojos cafés inmensos por la sorpresa. Win se habría divertido en
cualquier otro momento. Se necesitaba mucho para dejar a Eli sin palabras.
-Sabía que había traído la plaga con él. Todos moriremos -dijo el alcalde Porter con
amargura.
Win ignoró al político.
-¿Sabes lo que me hizo a mí? -le preguntó a Eli muy molesto.
-Te dio la visión del Pozo de la Vida. ¿Tienes un Destino?
-Sí.
-No puedo dejarte ir. Nadie ha regresado de la Grieta.
Desde la puerta se escuchó una suave voz.
-Debes dejarlo ir.
Las sombras titilaban detrás de Hazel. En vez de sus colores suaves habituales, tenía
puesto su abrigo de rayas rojas y blancas de guía, apenas más gruesas que las de Eli. De
alguna manera, el abrigo de los guías la hacía ver ajena y las sombras danzantes la convertían
en una mujer con un pasado misterioso.
Entró en silencio y estudió a la señora Kala.
-Debes ir con Winchal. Él necesitará sus habilidades.
-¡No! -la señora Kala se quedó al lado del príncipe-. Yo soy la guardaespaldas del príncipe;
yo soy la segunda entre los guardias de la Perrera. Mi responsabilidad es clara. Me quedaré
con mi príncipe. Prepara nuestro cuarto.
Su discurso mental sonó con fortaleza real.
Win quedó maravillado. Ella exigía obediencia, como si fuese una emperatriz.
Hazel asumió el liderazgo. Le ordenó al alcalde Porter que convocara a todos los oficiales
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de la ciudad y a los guías a una reunión en dos horas. A Eli le dieron instrucciones precisas de
mover los muebles de la alcoba de los Eldras, la única habitación en el primer piso de la Casa
de los guías, para prepararla para el príncipe. También envió a un aprendiz a buscar a un
médico.
Los dos Borzois de la caravana llegaron a la puerta de la Casa de los guías y forzaron su
entrada. Win se preguntaba si la señora Kala los había llamado telepáticamente para ayudarla
a proteger al príncipe Reynard. O si acaso tenían algún sexto sentido que les indicó las
necesidades de su amo. Los Borzois se acomodaron al lado de la señora Kala formando un
trío temible.
Cuando el doctor llegó, pidió un tazón con agua y sacó vendajes de su maletín. De la
cabeza del príncipe Reynard todavía salía sangre de la cortada.
La señora Kala detuvo al doctor:
-¡Atrévete a tocarlo y ellos sabrán a lo que sabe la sangre de tu corazón!
Los Borzois gruñeron en señal de aprobación.
El tazón tembló en las manos del doctor; pero este habló con firmeza:
-Señora Kala, debemos tocarlo para llevarlo a una cama.
La señora Kala gruñó. Sin embargo, accedió.
-Llévenlo a la cama. ¡Pero usted, doctor, se va!
-Necesita ayuda -dijo Hazel. Se arrodilló al lado del príncipe.
-Señora Hazel, sólo tú puedes atender sus necesidades. De ti he escuchado mucho.
Doctores, ¡bah! Sólo quieren desangrar la vida de los hombres.
Contenta de que Hazel cuidaría del príncipe, la cazadora real centró su atención en Win.
Sus ojos lo miraron con intensidad.
-Partirás al amanecer. He visto muchos hombres enfermarse Y morir por culpa de la plaga.
El señor Bennington, responsable de las Perreras Jamila, sobrevivió siete, tal vez ocho días
después de que lo invadió la fiebre. Volverás antes de siete días.
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-Win no irá a ninguna parte -dijo Eli.
-No discutamos eso ahora -dijo Hazel, suavemente.
-Pongamos al príncipe en la cama. Nos reuniremos después para decidir qué hacer.
Win se sentó en la chimenea a esperar. Sabía cómo iba a ser la discusión. El príncipe
Reynard le había dado el Destino de las Fuente de la Vida. Eli le prohibiría que fuera; la
señora Kala lo exigiría a su manera real; Kira confiaría en que fuera para que se le quitara su
temor a los Destinos. Y Hazel... ella lo confundía. ¿Realmente quería que fuera a la Gran
Grieta? ¿Creía realmente que iba a salir vivo?
El Destino lo llamó y él quería tomar el agua pura y cristalina. Los guía aprendices tenían
que aprender a controlar el Destino o este los podía dominar hasta tal punto que se olvidaran
de la comida y la bebida. Win había aprendido muy bien esta lección. Pero este Destino era
tan fuerte, que controlarlo era difícil. Muy fuerte. El pozo se encontraba a dos, no, tal vez a
tres o inclusie cuatro días de distancia... si le iba bien y no tenía inconvenientes en el camino.
Apenas le daba tiempo para salvar al príncipe. El sonido de agua salpicando lo hizo
levantarse. Luchó para controlar el Destino y forzó sus músculos para volverse a sentar.
No iría a la Grieta.
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EL REY ORDENA
-Yo he estado en la Gran Grieta -dijo Hazel.
Su pelo caía largo y grueso sobre sus hombros y tenía puesto un medallón que Win nunca
había visto antes.
La oscuridad de una nueva luna cubría la ciudad. La gente todavía se podía mover con
faroles, pero si se quería movilizar en secreto -y el alcalde Porter ciertamente no quería que ni
una palabra sobre de la plaga se regara por la ciudad y causara pánico- se podía contratar a
los guías. Por ello los guías habían estado llegando a cuenta gotas durante las dos últimas
horas, la mayoría acompañando a los líderes de los gremios: el alto y musculoso herrero Cyril
Jordan; el gordo tejedor, Brent Wattle; Will Karpel, el pastelero, cuyo pelo blanco como la
harina hacía juego con sus inmaculadas y limpias manos; otros hombres del gremio y nobles,
suficientes para llenar el recinto; en otras palabras, cualquiera que pudiese tener una opinión
acerca de lo que pasaba en G’il Rim.
Eli le dijo a Hazel preocupado:
-Nadie ha ido a la Grieta y ha vuelto para contarlo.
El copete de la señora Kala cayó sobre su cara dándole aspecto descuidado. Las puntas
negras del pelo le temblaban mientras ella observaba lo que ocurría desde la puerta de la
habitación donde el príncipe dormía.
Hazel se impuso:
-Escúchame. Hace dieciocho años la Madre Tierra estuvo bajo una sequía parecida a esta.
Yo era una guía joven, pero a diferencia de la mayoría, aún hoy me encanta explorar las
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tierras que se hallan por fuera de las puertas de la ciudad.
Win pensó que a Hazel todavía le gustaba explorar. Tres o cuatro veces al año simplemente
desaparecía durante una o dos semanas. Nadie sabía a dónde iba, y ella nunca ofrecía
explicaciones, permitiendo que las desapariciones misteriosas se añadieran a su reputación
frente a los aprendices. Win se inclinó para escuchar cada palabra. ¡Finalmente sabrían la
verdad!
Hazel continuó:
-La sequía había durado cuatro meses cuando me encontré con un hombre afuera del
portal. Estaba parado en el borde de la Grieta, mirando el otro lado como si en cualquier
momento fuera a salir volando. A su lado estaban dos Borzois. Me dijo que había tenido una
visión y necesitaba encontrar un arco mágico y la flecha que le permitirían desatar la lluvia
del cielo. Me preguntó si yo sería su guía. -Hazel se encogió de hombros-. ¿Qué podía decir?
Me encanta explorar y la Madre Tierra me necesitaba. Le dije que sí. La historia es larga y
nunca ha sido contada por completo. Todo lo que necesitan saber es que entramos en la
Grieta y la atravesamos hasta el otro lado.
Un susurro emocionado salió del grupo:
-¡Fue a la Grieta!
Hazel continuó:
-Encontramos un largo arco y tres cajas para flechas. Cada caja tenía seis flechas, para un
total de dieciocho. Dieciocho flechas, dieciocho años de lluvia. Cada primavera hemos hecho
el peregrinaje a la montaña K'il Athma, la más alta en la Madre Tierra. Desde la cima, él
dispara una flecha del arco mágico hacia las nubes, dejando en libertad las lluvias y trayendo
una época de riqueza a nuestra tierra. Dieciocho flechas, dieciocho años de lluvia. Pero la caja
está vacía ahora, el arco está silencioso y la sequía ha vuelto.
-¿Quién es el hombre que te acompañó? Queremos preguntarle si es verdad -dijo Eli. Su
cara se puso estoica y Win sospechaba que él nunca había escuchado esta historia de su
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esposa antes. Partes de la vida de Hazel estaban cerradas tanto para él corno para los
aprendices. Y para Win.
-Fue el rey Andar -el príncipe Reynard se aferró a la puerta de su habitación. Su cara
blanca estaba flaca y ojerosa y su trenza desordenada de dormir sobre ella. Sin embargo, aun
en su enfermedad, era un hombre de poder. Los Borzois estaban en el suelo, justo afuera de la
habitación, y la señora Kala en un tapete en la puerta del cuarto.
-Mi hermano me ha contado toda la historia.
Win se preguntaba si Eli sabía que Hazel se encontraba con el rey cada año. La boca de Eli
era una O. Levantó su barbilla hacia Win. Hazel asintió levemente. Eli miró a Win como si
nunca antes lo hubiera visto. Win se encogió de hombros, preguntándose qué era lo que de
repente estaba mal. Miró a Hazel, pero ella estaba al lado del príncipe enfermo.
El príncipe continuó:
-Señora Hazel, la Madre Tierra te debe dieciocho años de prosperidad. Pero como tú
misma dices, las cajas están vacías. El rey Andar confiaba en que las lluvias llegarían de todas
maneras. En lugar de eso, la plaga ha llegado. Él se quedó en G’il Dan para estimular la
esperanza, con el te- mor de que si se iba, la ciudad caería presa del desespero y la miseria.
Por donde sea que camine entre su gente, la esperanza vive. Me envía en su lugar.
Hazel estuvo de acuerdo:
-Fue idea del rey Andar el poner a su gente primero.
El Príncipe continuó:
-Debemos tener agua del Pozo de la Vida o si no la Madre Tierra morirá. ¿Irás a buscarlo?
Hazel negó con la cabeza y su pelo se movió de un lado a otro revelando vetas blancas y
grises.
-No. Si escuchaste la historia completa, entonces sabrás que me caí al salir de la Grieta.
Todavía cojeo por ello. Y dieciocho estaciones de lluvia han venido y se han ido. Ya no puedo
viajar muy rápido ni muy lejos.
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Debes enviar a otra persona.
El príncipe Reynard dio un paso hacia el salón. Trastabilló y casi se cae. El gordo maestro
Wattle le ofreció su ayuda, pero la señora Kala inmediatamente se paró entre los dos,
gruñendo y mostrando sus dientes. El príncipe dio un paso atrás y se apoyó pesadamente en
la puerta. Sonrió tristemente:
-Señora, necesito tu ayuda. No puedo caminar solo.
La Tazi miraba al príncipe y Win entendió que estaban hablando telepáticamente. Entonces
puede escoger hablar con una sola persona, pensó. Por eso nadie la oía antes. Ella habla con
los del común sólo cuando le toca.
-Winchal.
Él miró, sobresaltado.
-Winchal, préstame tu fuerza -dijo el príncipe Reynard.
Win tragó saliva. Déjame fuera de esto, pensó.
-No podemos. Tú eres parte de esto.
La señora Kala le respondía el pensamiento.
-Salte de mi cabeza -dijo con firmeza. De manera que podía leer sus pensamientos aunque
él no quisiera. ¿Qué más podía hacer?, se preguntaba Win. Entonces fue cuando entendió que
nadie más entendía que la señora Kala le hablaba telepáticamente.
-Winchal -le dijo Eli en tono tajante-, ayuda al príncipe.
Win caminó de mala gana entre las bancas y asientos hasta llegar al otro lado del salón. Los
hombres del gremio, quienes habían estado haciendo bulla hasta hace un momento, estaban
ahora callados, observando al príncipe y a sus cazadores. Win permitió que el príncipe
Reynard pusiera un brazo sobre su hombro. El joven quedó sin aliento. El cuerpo del príncipe
estaba ardiendo, la plaga recorría su cuerpo enfurecida. Win se hizo hacia atrás, pero la
señora Kala le rugió. El joven guía no tenía otra alternativa diferente a la de sostener al
príncipe mientras tropezaban atravesando el salón hacia la chimenea. La señora Kala los
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siguió detrás, y Win tenía la certeza de que ella estaba lista para despedazarlo si fallaba. Al
menos, los Borzois no lo estaban siguiendo.
El príncipe Reynard se hundió en un asiento. Dirigió su mirada al alcalde:
-Debemos encontrar el Pozo.
Gordas arrugas arrugaban la frente del alcalde.
-Mi príncipe -dijo e hizo una venia.
El príncipe Reynard respiró hondo y le dijo a Eli:
-Eli Eldras, líder del Gremio de los guías de G’il Rim, frente a estos testigos, te saludo en
nombre del rey Andar. Antes, te pedí como ciudadano de la Madre Tierra que me ayudaras
en mi búsqueda. Ahora, te digo que es el mismo rey quien te lo ordena.
Eli frunció el ceño.
-A pesar de lo que dice Hazel, el viaje a la Gran Grieta es tan peligroso que solamente ella y
el rey lo han sobrevivido. No enviaremos a nadie a la Grieta y mucho menos a Winchal, quien
es todavía un aprendiz y no ha hecho un trabajo como guía en más de seis semanas. El último
encuentro que intentó... su media hermana... mi única hija... ella se cayó en la Grieta.
Eli bajó su mirada y pasó su mano sobre su cara cansada y su pelo. Win se acordó cómo Eli
pasaba sus largas manos por entre los rizos de Zanna y le acariciaba sus mejillas. Eli levantó
la mirada y miró a Hazel molesto.
-Winchal no puede ir a la Grieta. Yo lo prohíbo.
El príncipe Reynard cerró sus cansado ojos.
-No tengo la energía para discutir -su voz era suave, sin embargo Win podía oír el poder
de la realeza-. Winchal irá.
-No -gritó Win. La cara de Zanna flotaba en su memoria- ¡No!
-¡No! -se le unió Eli-. Pásame a mí el Destino y yo mismo iré.
-Es demasiado tarde para eso. No tengo más energía para pasar el Destino de nuevo -dijo
el príncipe Reynard. Se agarró a los brazos del asiento con tanta fuerza que los nudillos se le
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pusieron blancos y se levantó. Tambaleó por un momento antes de poder estabilizarse. Win le
ofreció su brazo, pero el príncipe lo rechazó. La señora Kala lo acompañó mientras que
avanzaba lentamente hacia la habitación. El silencio se apoderó del salón a medida que el
príncipe se esforzaba en mover sus pies sin caerse. Win contuvo el aliento hasta que el
príncipe Reynard llegó hasta la puerta de la habitación. Los Borzois se levantaron y le
abrieron paso. El Príncipe Reynard se recostó pesadamente contra el marco de la puerta.
-Alegarán todo lo que quieran, pero al final harán lo que yo digo. El rey Andar me ha dado
autorización en este aspecto.
-No -Eli repitió.
El príncipe Reynard gimió.
-No entiendes. Yo vi a Winchal en mi visión. Él debe ir -dio dos pasos para entrar al cuarto
y se derrumbó sobre la cama. La señora Kala cerró la puerta con una pata y los Borzois se
acomodaron de nuevo frente a esta.
El caos se desató. Todos querían ser escuchados; estaban de acuerdo en que Winchal no era
la persona indicada para ir.
En medio del desorden, Win se sentó abrumado. El mismo rey Andar había ordenado que
él fuera a la Grieta a buscar el Pozo de la Vida. ¿Cómo podía desobedecer al rey? El Destino
amenazaba con dominarlo de nuevo, pero Win luchaba por controlarlo. No iría a la Grieta.
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LA DESPEDIDA
La discusión acerca de cómo manejar la plaga continuó durante toda la noche. El señor
Melor, representante de los nobles, insistía en que la orden del rey debía ser obedecida
inmediatamente. Brent Wattle, el tejedor, era partidario de conformar una inmensa
expedición hacia la Grieta. Proponía usar largas escaleras de lazo que colgaran del borde y a
las que se le podían añadir nuevas amarras a medida que los escaladores bajaran. Cyril
Iordan, el herrero, sugería una serie de clavos de hierro que se clavarían en la pared para
hacer, aunque de manera rudimentaria, una escalera. Sugirieron otras ideas descabelladas,
pero al final todos estuvieron de acuerdo: nadie sabía cómo bajar a la Grieta de manera
segura.
Excepto Hazel.
Ella, con determinación, se negaba a mostrarle a nadie el camino a la Grieta.
-Sin un Destino que seguir, sería inútil. Debemos esperar a que el príncipe se despierte.
Cuando él tenga la suficiente fortaleza para pasamos de nuevo el Destino, entonces podremos
decidir a quién enviar.
Una nueva discusión empezó.
-¿A quién mandaremos? -preguntó Brent Wattle.
- Es una misión sólo para un guía. Como líder del Gremio de los guías yo iré -insistió Eli.
-Estás demasiado viejo. Envía a un guía joven y robusto -dijo Cyril Jordan.
-Te necesitamos aquí -dijo Hazel.
-Envía una docena de guías. Seguramente alguno lo logrará -dijo el señor Melor.
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Eli se mantenía firme en una cosa:
-Win no irá a buscar con los guías. No lo haré pasar por eso.
-No es de confiar -dijo el alcalde Porter.
Las duras palabras habrían lastimado a Win si no hubiera estado de acuerdo con ellos. Él
no era la persona correcta para ir. Ellos necesitaban un guía confiable.
Finalmente, todos se acostaron a dormir en el inmenso salón, nadie se quería ir hasta que
se tomara una decisión.
Win se despertó de un sobresalto. El salón estaba lleno de figuras durmientes cubiertas por
cobijas de algodón. Suaves ronquidos y respiración tranquila eran los únicos ruidos. ¿Qué lo
había despertado? Win estiró sus piernas entumidas y después abrió los ojos. Cubierta por
una capa oscura y sosteniendo una para él, Hazel estaba parada enfrente suyo. Ella puso un
dedo en sus labios para indicarle que no hiciera ruido y le hizo señas para que la siguiera.
Pasando por entre las quietas figuras, Win caminó a hurtadillas por encima del tejedor gordo
y alrededor de las piernas del alto herrero. Pensó que alguien se había movido en la esquina.
Hazel agitó sus brazos para que Win se quedara quieto y él obedeció. Por un momento, sólo
escuchó los suaves ronquidos del tejedor. Observó todo el salón para comprobar si alguien se
movía. Pensó que uno de los Borzois que hacían guardia en el cuarto del príncipe lo estaba
mirando. Pero al observarlo, notó que su hocico estaba descansando sobre sus delicadas patas
y que los ojos los tenía cerrados. Hazelle indicó con la mano que avanzara de nuevo. La
puerta crujió al abrirse y se deslizaron hacia fuera. Sin decir una palabra, ella le entregó una
galleta fría y una tajada de queso y lo guio hacia las puertas de la ciudad. Hazel tenía un
morral sobre su espalda y él pensó que iban a buscar conejos en las trampas para el estofado
del día. Él había ayudado a poner el cebo en las trampas hacía dos días y si no hubiera sido
por la emoción de la llegada de las caravanas, las hubieran revisado la noche anterior.
La madrugada estaba todavía oscura y algo fresca, pero la arena se sentía caliente bajo sus
sandalias. El nuevo día sería caluroso.
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Caminaron por las calles polvorientas y silenciosas hasta el portal norte, el único en el lado
de los guías que llevaba directo a las afueras de la ciudad. Se deslizaron hacia fuera.
Win masticaba la galleta seca. Toda la comida sabía a polvo durante la época seca. Tomó
agua de la cantimplora y trato de masticar el queso duro.
Siguió el perfil silencioso de Hazel casi por instinto. En su oscura capa ella era sólo una
sombra entre las sombras más oscuras. El camino que seguían era una parcela de peras
espinosas y no podía evitar sentir las espinas. Estaba pendiente de sus pies, de manera que no
vio a Hazel hasta que no se tropezó con ella. Se había detenido al lado de un nudoso árbol de
cedro.
Se quitó el morral y se lo entregó a Win.
-Tu viaje comienza aquí.
De repente, Win entendió lo que ella estaba haciendo. Se terminó el queso antes de
responder:
-No iré.
-El príncipe Reynard no despertará. Y si lo hace, no estará lo suficientemente fuerte como
para entregar el Destino de nuevo. Tú eres la única esperanza para G’il Rim y la Madre
Tierra.
Win miraba las estrellas. Cientos brillaban arriba, pero empezaban a desaparecer a medida
que el cielo se aclaraba.
-Entonces no hay esperanza. Hazel lo jaló para abrazarlo fuerte.
- Tú eres un guía. Yo también extraño a Zanna. Ella era mi única hija -lo abrazó más fuerte,
como si nunca lo fuera a dejar ir. Como si hubiera perdido una hija no soportara la pérdida de
otro hijo. Luego, lo soltó y lo puso frente a ella. Lo miró fijamente.
-Pero no puedes dejar que los muertos te manejen. Debes dejarla ir.
-¿Cómo? -la angustia de esas últimas seis semanas estaba contenida en esa única palabra.
Win quería encontrar la respuesta que lo ayudara. La pérdida ardía en su corazón.
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-Haz este viaje. Encontrarás la manera de sanar y traerás agua para aliviar nuestra tierra. -
Su voz temblaba-. No quiero perderte a ti también, pero debes ir tú solo.
Win quería creer en las palabras de Hazel. ¿Acaso el Pozo de la Vida sanaría su corazón
doliente? De nuevo se concentró en la cara de Zanna y trató de encontrar un Destino para
ella. Nada.
-No puedo creer que esté... ella no...
No podía decir "muerta". Ella estaba allá abajo, en algún sitio de la Grieta, esperando a que
él la encontrara. Pero por primera vez en seis semanas, Win vio la manera de aliviar su dolor.
Iría a la Grieta, siguiendo el Destino para el Pozo. Una vez en el fondo, abandonaría ese
Destino y buscaría a Zanna.
A pesar del frío, el sudor bajaba por su espalda. ¿Le tenía miedo al viaje? ¿Acaso su temor
a las alturas le permitiría bajar por la montaña enfrentando al abismo? ¿Temía fallar y que la
Madre Tierra fuese invadida por la plaga? Todas estas cosas lo asustaban, sí. Pero era otro su
verdadero temor: ¿qué tal si solamente encontraba el cuerpo de Zanna?
Todavía tenía una última esperanza: Zanna estaba viva y esperándolo.
Tenía que ir. Tenía que intentarlo. Asintió en silencio a Hazel.
Después, cerró sus ojos. El Destino del príncipe Reynard lo invadió y el increíble deseo por
el agua pura del pozo de granito lo llenó por completo. El Destino lo empujó. Abrió sus ojos y
se encontró en todo el borde del barranco. ¿Sería un Destino verdadero? ¿Podía confiar en
este Destino?
-¿Dónde está el camino?
-Aquí -Hazel caminó alrededor de los pequeños
cactus, pasando el árbol de cedro hacia el sitio donde el Destino parecía que empezaba-. El
camino es estrecho y peligroso. Te tomará todo el día bajar. El tiempo es corto. No puedo
empezar a contarte los peligros que enfrentarás. Sólo puedo darte este amuleto de lobo. Lo
robé del clan de los lobos la última vez que estuve en su aldea. Tal vez lo necesites para
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negociar con ellos -se quitó el amuleto de su cuello y se lo puso a Win. Luego lo empujó hacia
el borde de la Grieta.
-Ten cuidado, hijo mío.
El cielo estaba más claro todavía; el amanecer estaba cerca. Se acercó más a la Grieta,
tratando de ver el otro lado. En la mañana despejada, el borde lejano era visible en la
creciente luz, una línea de piedra irregular.
Hazel lo abrazó.
-Ten cuidado. Confía en tu Destino. Y sé educado con Paz Naamit.
El globo de sol se asomaba sobre el horizonte.
-Apúrate -lo animó. Debes irte y yo debo regresar con algunos conejos para el estofado
antes de que me extrañen. Eli estará furioso. Vamos.
Win la miró de nuevo, tratando de guardar en su memoria su cara, luego, dio media vuelta
para enfrentar el barranco.
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LA GRIETA
Win caminó hacia la Grieta con la resignación de un condenado. No importaba que le
tuviera pánico a las alturas. No tenía más alternativa que bajar a la Grieta, de donde sólo su
madre y el rey habían regresado. Avanzó con cuidado por el cactus hasta el borde del
barranco y buscó el camino.
Justo cuando pensó que sólo había un abismo y que el Destino era falso, vio un estrecho
saliente que abrazaba el borde del barranco. ¿Era ese estrecho pedazo de piedra realmente un
camino? Al mirar hacia abajo, lo invadió el mareo.
Dio la vuelta hacia el barranco y colgó sus pies hasta sentir el saliente. Sólo tenía de veinte
a veinticinco centímetros de ancho. Empezó a avanzar lentamente de lado y hacia abajo hasta
que su cabeza estuvo debajo del tope del barranco. Se obligó a mirar de frente a la piedra y no
hacia el vacío del cañón. La piedra era ocre, con vetas cafés y rojas. Desde la distancia, la
piedra parecía desnuda, pero pequeños baches de pasto y arbustos habían encontrado dónde
agarrarse y crecían colgados de los lados de la Grieta. Pedazos de musgo, alimentados por la
neblina que se levantaba de la Grieta durante la época de las lluvias, estaban secos y frágiles.
Win se maravillaba de todas estas cosas con una parte de su mente, mientras que la otra se
concentraba ferozmente en ubicar un lugar dónde dar el siguiente paso y en no mirar hacia
abajo. El camino se amplió y él abrazaba la sólida piedra mientras avanzaba lentamente hacia
abajo.
Después, se congeló. Algo le decía que estirara sus manos y empujara su cuerpo para
alejarlo del barranco. El impulso era tan fuerte que era como un tornado que luchaba por
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soltarle sus manos. Agarró un pedazo de piedra tan fuerte que sus dedos blancos
contrastaron con el amarillo.
Cálmate, se dijo así mismo.
Sin embargo, el pánico surgió y llenó su cabeza. Tenía que saltar.
Jadeaba. No, no te sueltes. Sus manos se entumecieron. En cualquier momento se soltaría y
caería en la Grieta.
¡Piensa en alguna otra cosa!, se dijo.
Pero lo único que sentía era ese vacío en su espalda seduciéndolo. Cada aliento era un
increíble y consciente esfuerzo.
-Cien, noventa y nueve, noventa y ocho, noventa y siete, noventa y seis, noventa y cinco...
- Win empezó a contar hacia atrás, tratando de llenar su cabeza de números, para opacar
cualquier otro pensamiento.
Finalmente, su respiración se hizo más fácil. Lentamente giró su cabeza para buscar un
nuevo sitio dónde agarrarse. Mordiéndose el labio inferior, movió su pie de nuevo.
-Cincuenta y siete, cincuenta y seis, cincuenta y cinco... -centímetro a centímetro, se hundió
más en la Grieta.
Una docena de veces se detuvo, congelado por el temor, recordando cómo Kira corría
ágilmente entre las ventanas de la Casa de los guías. Apretó sus dientes y forzó a sus
pensamientos para que se alejaran del abismo a sus espaldas y empezó de nuevo a contar,
gritando los números para que invadieran sus sentidos.
Únicamente existía la pared que estaba delante de él y sólo pensaba en mover sus manos y
pies a lo largo de ella. Tenía algo de consuelo en la sensación familiar del Destino. La visión
del príncipe del Pozo de la Vida lo estaba jalando hacia adelante y hacia abajo, siempre hacia
abajo.
Su lado de la Grieta se mantenía en sombras toda la mañana, mientras que el sol brillaba
intensamente en el otro lado. Al principio, Win agradeció la sombra. Después, gimió cuando
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cayó en cuenta de que le tocaría recibir todo el sol de la tarde.
En algún momento de la mañana, el saliente se amplió hasta alcanzar un metro, y Win
aprovechó para sentarse a descansar. Se sentó, dándole la espalda a la pared de la Grieta y se
quitó la capa. Abrió su morral y la guardó. Hazel había pensado en todo: comida seca, un
yesquero, una manta liviana, una muda para cambiarse y otra cantimplora para el Pozo de la
Vida. Sacó un pedazo de carne salada y empezó a comer.
Apoyando su espalda firmemente contra la pared, podía mirar hacia el fondo de la Grieta
sin sentir mareo o miedo a la altura. El temor estaba todavía ahí, pero aprendía a controlarlo.
Win había descendido aproximadamente una cuarta parte de todo el trayecto y el fondo
empezaba a verse diferente a medida que se acercaba. La pared brillaba tenuemente con un
olor ocre y marrón bajo el calor. El río azul plateado parecía más grande mientras serpenteaba
a través de los verdes bosques. Los pájaros volaban muy alto y a veces se clavaban formando
espirales hacia las copas de los árboles de abajo. La mañana estaba increíblemente clara y esto
animaba su espíritu.
Win sacó el amuleto de su túnica y acarició la madera oscura y brillante. La talla imitaba la
cabeza de un lobo: orejas puntudas, nariz delgada y dientes largos y afilados. En un ojo había
una piedra roja, mientras que el otro estaba vacío. Un tercer ojo se encontraba en la mitad de
los otros dos. Un lobo de tres ojos. ¿De dónde había salido? Se acordó de las advertencias de
Hazel. ¿Qué era el clan de los lobos y qué o quién era Paz Naamit? ¿Acaso el clan de los lobos
vivía cerca al río, abajo?
De repente, una piedrita cayó sobre la saliente, a su lado. Win brincó y echó un ojo arriba.
No podía asomarse demasiado, de manera que sólo podía ver el barranco directamente
encima de él. Estaba vacío.
-No fue nada -se dijo así mismo. Su voz sonaba fuerte en el silencio. Se puso la mano sobre
la boca para cerrarla y escuchó. Solamente el susurro del viento le contestó.
Win cargó el morral sobre sus hombros y reanudó su camino. Aún encontraba pedazos
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angostos, pero en su mayoría tenían entre un metro y sesenta centímetros de ancho. Win
podía caminar de frente en vez de lateralmente y de esta manera avanzaba más. Varias veces,
durante la mañana, escuchó más piedritas caer de nuevo, pero nunca vio nada sobre él. Win
empezó a preocuparse. ¿Alguien lo estaba siguiendo? ¿Eli? Solamente un guía podía
encontrar y seguir un camino tan oscuro.
No puedo permitir que Eli me detenga, pensó. Necesito encontrar a Zanna.
Logró avanzar de forma segura durante el resto de la mañana. Finalmente, se detuvo a
descansar y a almorzar. El camino de nuevo se había convertido en un corredor amplio. Un
peral grande y espinosa había crecido allí, desafiando la pared de piedra sólida. Win arrancó
las frutas maduras del cactus y le añadió un pedazo de carne asada a su almuerzo. Estaba
tomando agua cuando una pequeña avalancha de guijarros pasó en- frente suyo y cayó
silenciosamente a la Grieta.
Tengo que hablar con Eli, pensó Win.
El sol estaba casi directamente sobre él y el borde de la saliente se veía muy iluminado,
mientras que un nicho detrás de la pera espinosa yacía bajo la sombra. Levantó su morral, se
protegió dentro del nicho y esperó.
Durante quince minutos los únicos ruidos que escuchó fueron su propia respiración y el
susurro del viento. Después, hubo un suave tintineo de piedras. Win observaba el camino,
esperando a Eli, y preguntándose cómo convencería a su padrastro de permitirle continuar el
viaje.
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Darcy Pattison
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EL COMPAÑERO
Por encima del murmullo del viento en la Grieta se sentía un suave crujido, un muy suave
ruido de pisadas sobre el camino de piedra desnuda. La señora Kala apareció, su oscuro
hocico se levantó corno olfateándolo.
-Sal ya, Winchal Eldras -le dijo ella telepáticamente.
-¡Tú! ¿Por qué me estás siguiendo? Pensé que no te alejabas del príncipe.
-Escuché la discusión. El Destino que tienes es cierto, eso lo sé. Pero tus guías compañeros
no confían en ti. Piensan que tú vas a fallar. Mi deber corno guardaespaldas del príncipe es
claro: me encargaré de que tengas éxito.
La señora Kala dijo esto con arrogancia, luego se sentó y se quedó mirándolo.
-No fallaré. Tengo un Destino muy fuerte. Vuelve donde tu príncipe.
-¿Quién es Zanna?
-Oh-Win se sentó de espaldas a la pared de nuevo. Sus ojos se aguaron y miró hacia el
cañón, enfocando los pájaros que volaban. Estaba casi al mismo nivel que ellos y le
sorprendió su inmenso tamaño.
-Zanna era mi hermana. Se perdió en la bruma hace seis semanas y yo la encontré muy
tarde. Se cayó en la Grieta.
Lo dijo en voz muy baja, sus palabras eran una recriminación que había atormentado su
cabeza durante las últimas seis semanas. ¡Demasiado tarde!
La señora Kala también observaba a los pájaros.
-¡Has perdido tus habilidades como guía o no?
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-No lo sé.
-Debo saber por qué ella se cayó.
-Vete a casa. No quiero cometer otra equivocación.
-¿Cuál equivocación?
-Déjame solo.
La señora Kala se acercó más a Win. Su piel color marrón brillaba bajo la luz del sol y Win
podía oler los aceites perfumados en los que había sido bañada.
-Este no es momento para dejarse llevar por el dolor, Winchal Eldras. La plaga está
deambulando por la Madre Tierra y la muerte le está pisando los talones. Juntos vamos a
encontrar el Pozo de la Vida y traeremos la cura para mi príncipe. Eso lo juro por mi madre,
señora Golnar, reina de las Perreras Jamila.
Win se quedó sin palabras. La señora Kala, una Tazi de la realeza, una hermosa y noble
hembra, le estaba exigiendo hacer un peligroso viaje con él. La idea era tentadora... tenía
terror de hacer el viaje solo... pero al mismo tiempo sería responsable de su seguridad.
-No puedo permitir que vengas.
-No me puedes detener. Iré a la Grieta.
-¡No, no puedo tener esa responsabilidad! -dijo Win.
No podía cuidar de nadie más. Él fue el guardián de Zanna desde cuando ella apenas
había empezado a caminar por las calles detrás suyo y se había caído y lastimado sus rodillas.
Ella se sentó, el dedo pulgar en la boca, sus ojos muy abiertos- mirándolo. Él se devolvió...
¿cómo la podía resistir? .. y la cargó en su espalda. La curó ese día y muchos otros. Hazel le
había confiado el cuidado de Zanna hasta que...
-Ahora debes devolverte -insistió él.
-No le tengo temor a los peligros del camino.
-¡No aceptaré esa responsabilidad! -le dijo Win.
Un manchón oscuro de una sombra se agrandó de repente. Asustado, Win se dio media
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61
vuelta. Una remolino de plumas voló encima de ellos. Win se lanzó al suelo y jaló a la señora
Kala a su lado, justo cuando unas garras de dos metros y medio de largo, curvas y muy
filudas, pasaron a pocos centímetros de sus cabezas. El pájaro dio la vuelta y con un aleteo de
sus alas, se elevó en el viento.
-¡Un águila! Se lanzará contra nosotros de nuevo -gritó Win-. Apúrate y escóndete aquí.
Sacó el morral del nicho.
-No, es demasiado pequeño para los dos. Enfrentaremos el peligro juntos -dijo la señora
Kala. Tomó la delantera y Win no tuvo más alternativa que seguirla.
El buscador de caminos
Darcy Pattison
62
EL ATAQUE
El camino se volvió más angosto forzando a la señora Kala y a Win a caminar más lento.
Las alas, color miel dorado por encima, caoba por debajo, se estiraron casi seis metros de un
extremo del ala al otro hasta que el águila las dobló y cayó en picada.
Win se lanzó contra la montaña.
Las garras buscaban carne suave. Con un sonido áspero, rasparon la roca al lado de la cara
de Win, que contuvo la respiración. -¡Uf!
El águila se alejó y dio otra vuelta.
La señora Kala gateaba por el camino, Win trataba de seguirla.
Como un gigante intentando aplastar a un mosquito, el águila los atacaba con poderosos
golpes de las alas. La fuerza de los vientos les hacía perder el equilibrio, pero se aferraban a la
pared y seguían hacia adelante.
El águila interrumpió su ataque. -Volverá -gritó Win.
Corrieron por el camino, la señora Kala en la delantera. Ella dijo:
-El camino se ensancha.
-¿Puedes ver más allá de la curva?
-Todavía no.
Win observaba el águila, que seguía dando vueltas.
-Tal vez se agrande más.
-Necesitamos ir más rápido.
-Aquí viene de nuevo.
El buscador de caminos
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63
-Pisa con cuidado.
La señora Kala giró su cabeza hacia el águila y le enseñó sus dientes.
Win se asombró de su ferocidad. No sabía que los cazadores también peleaban.
El águila atacó de nuevo, silenciosa y salvaje. Win trató de defenderse con sus brazos, pero
recibió un golpe más abajo. Las garras cortaron su túnica y rasparon su estómago. Win cayó
sobre sus rodillas.
La señora Kala saltó a la nuca del águila y se encontró con las poderosas alas que bajaron y
la rechazaron. Win se lanzó sobre ella. Sus dedos agarraron el pelo de su espalda justo
cuando sus patas se resbalaron en el borde. Ambos se resbalaron hacia el vacío.
El águila tuvo que aletear con fuerza para mantener su propio equilibrio. Cambio de
dirección y se fue.
Win enterró sus pies contra la piedra. Se detuvo. El águila había recobrado su equilibrio y
estaba preparándose para otro ataque. Sólo tenía unos segundos. La cabeza de la señora Kala
y sus patas estaban colgando en el borde. Win sentía como si sus brazos estuviesen siendo
arrancados de sus huesos, pero si la soltaba se caería. Igual que Zanna.
Ella se sacudía.
-Levántame.
-Quédate quieta -le ordenó Win a medida que la jalaba hacia él.
Cuando sus patas estaban de nuevo en suelo firme, la señora Kala lo sacudió con un grito:
-El águila viene.
Corrieron por el camino, esta vez a toda velocidad, desesperados por encontrar refugio.
Dieron una curva y se quedaron quietos. La saliente se recortaba hasta alcanzar alrededor de
nueve metros de ancho. Una masa enredada de palos, largas hojas de hierba y suaves plumas
bloqueaba el camino.
-Su nido -susurró la señora Kala-. Está protegiendo su nido.
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64
EL ÁGUILA
El águila dorada giró en espiral hacia ellos y aterrizó con torpeza. A Win le sorprendió que
sus movimientos fueran tan poco elegantes, pero no tenía tiempo para pensar en esos de-
talles. Se colocó enfrente de la señora Kala y puso el morral como defensa. El gran ave se alzó
imponente sobre él, sus patas más altas que Win.
-¿Quién se atreeeeeve a molestar el nido de Paz Naaamit? -tronó el águila. Su voz era
magnífica, ampliada cien veces por efecto de su tamaño.
Win se tapó sus oídos con las manos.
-¡Tú hablas!
-He aprendido tu idioma, gusano despreciable -dijo el águila algo más calmada. Sus garras
golpeaban la piedra amenazantes, pero se movía con cierta gracia. Sus patas tenían plumas
hasta las garras, produciendo la extraña sensación de que usara pantalones.
-Ahora, responde. ¿Por qué perturbas mi nido? Win se acordó del enigmático consejo que
le dio Hazel: Sé educado con Paz Naamit.
Cómo quisiera que ella hubiera tenido más tiempo para explicarle todo. Despacio, retiró
las manos de sus oídos y le hizo una venia a la gran ave.
-Oh, gran y noble Paz Naamit no es nuestra intención hacerte daño.
Telepáticamente le dijo a la señora Kala:
-Hazel me dijo que debía ser educado; ella debió pasar por aquí. ¿Qué hacemos?
-Entonces den la vuelta y vueeelvan por donde vinieeeeron -dijo Paz Naamit-. Nadie cruza
mi nido.
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  • 2. El buscador de caminos Darcy Pattison 2 Primera parte LA PÉRDIDA
  • 3. El buscador de caminos Darcy Pattison 3 EL F'GIZ La ciudad estaba sumergida en el f'giz, la neblina más densa del año; salía como remolino de la Grieta ubicada en la parte de atrás de la ciudad y cubría todo como una sábana gruesa de bruma. Sin embargo, las preparaciones continuaban para la celebración de los cincuenta años del herrero Cyril Jordan. Las actividades, anunciadas desde hacía varias semanas, incluían maromeros. trovadores y danzarinas. La última caravana proveniente de la ciudad capital Gil Dan había traído carnes y frutas secas a Gil Rim y habían sido guardados en depósitos fríos junto con las más finas aguamieles y cerveza amarga. Por la neblina, los guías se mantenían ocupados durante el día como acompañantes de los mercaderes que traían gigantescas ruedas de quesos, barras de pan de molde aromáticas, y conejos, patos y cabra asada. Nada impediría que el alcalde Augustus Porter o alguien más dejara de asistir a esta fiesta, ni siquiera el f'giz. El líder guía, Eli Eldras, le advirtió a Cyril temprano esa tarde: -Este es el peor f'giz que haya presenciado en veinte años. No sé cómo lograremos que nadie se pierda esta noche -se pasó la mano por su melena color gris hierro-. Para empeorar las cosas, tendremos que usar a los aprendices para aseguramos de que todos los invitados lleguen a tiempo. Yo mismo estaré al frente de todo, pero... -Bien, bien -le dijo Cyril, luego dio media vuelta para hablar de las canciones con los trovadores. A medida que la tarde avanzaba, el f'giz se hacía más intenso, la neblina de la Grieta cubría los techos de piedra, se arrastraba por debajo de las entradas y recorría sigilosa las calles
  • 4. El buscador de caminos Darcy Pattison 4 abandonadas. Una hora antes del inicio de la fiesta, los guías estaban ansiosos, caminaban de un lado a otro por el comedor de la Casa de los guías. Finalmente, llegó el momento decisivo. Se perdieron en la noche, los abrigos rojos y blancos desaparecieron en la neblina y los gritos se apagaron. -¡Que tengan una buena noche! -¡Buen destino! La mano del alcalde pesaba sobre el hombro del aprendiz guía Winchal Eldras. Win se concentraba en no sacudirla. Su hombro dolería mañana, pero ese era el precio de ser un guía: hombros cansados, pies adoloridos y carteras llenas. -¿Estamos perdidos? -preguntó el alcalde por décima vez. Win sentía lástima por él. Dieron dos pasos más y Win dijo: -Mire. Sobre ellos se veía la forja y el martillo, el símbolo del gremio de los herreros. De aquí en adelante linternas inmensas colgaban de espigas de hierro cada tres metros a lo largo de una cerca de hierro, oscuros faros en la neblina sofocante. Más allá de la luz inmediata que los iluminaba, se vislumbraba un armatoste sin forma, la Casa del gremio de los herreros. El alcalde retiró su mano con un suspiro de alivio y enseguida la puso de nuevo sobre el hombro de Win. El gremio de los guías contaba historias de personas que se perdían a unos metros de distancia de su destino y les tocaba esperar durante horas hasta que un guía los encontrara. O peor, caminaban sin rumbo hasta que terminaban fuera de las rejas de la ciudad, inmóviles y llenos de espanto ante el filo de la Grieta. Las nubes se unían logrando formas tan reales que una persona perdida se veía tentada a pararse sobre ellas. Un error fatal. Durante la época seca y sin neblina hasta los cobardes se burlaban de las historias. Pero esta era la época de lluvias. El alcalde no se atrevía a dar un paso solo en el f'giz. Su mano agarró el hombro de Win con una fuerza casi mortal.
  • 5. El buscador de caminos Darcy Pattison 5 Las elaboradas rejas de hierro forjado se abrieron fácilmente ante el contacto de Win. Entraron a un patio y la gran casa de piedra se les presentó como suspendida en el aire. -¿Quién está ahí? -preguntó la voz gruñona del portero. -Aprendiz guía Eldras acompañando al alcalde Porter. -Aprendiz guía Angelus acompañando a la señora Porter. Win gruñó. A Kira también le había ido bien, aun acompañando a la esposa mimada del alcalde. Unos pasos más y las ventanas de la casa se llenaron de vida, con todo y el enrejado de hierro forjado. Brillantes rayos de luz jugaban a unos metros antes de desaparecer en la neblina. La música se filtraba debajo de la puerta. Monedas cayeron en las manos de Win y después en las de Kira. El alcalde y su esposa entraron a tropezones para unirse a la luz y la risa. Eli, el padrastro de Win, fue repentinamente enfocado por la luz. Les dio unas palmadas en la espalda y se protegió mejor de la neblina fría cerrándose su abrigo rojo y blanco de líder guía. -¡Buen encuentro! -¿Ya llegaron todos? -Sí, el alcalde tendrá su entrada triunfal. Y tal vez, sólo tal vez, lograremos sobrevivir esta noche -se cubrió mejor su cara-. El alcalde mostró su confianza en nuestro gremio permitiendo que nuestros mejores aprendices lo acompañaran a él y a su esposa. Dejaron muy bien al gremio al llegar a tiempo. Bien hecho. Los aprendices sonrieron. -Podemos encontrar cualquier cosa, en cualquier sitio, en cualquier momento -dijo Win y Kira estuvo de acuerdo. En la neblina, la mitad blanca de los abrigos de los aprendices desaparecía, dejando sólo las partes rojas con una apariencia de desequilibrio que desorientaba a los extraños. Win era limpio y ordenado, desde su inmaculado abrigo de
  • 6. El buscador de caminos Darcy Pattison 6 aprendiz hasta su pelo perfectamente cortado y sus uñas limpias. La luz intensa de la casa le enfocaba la cara, sobre todo su nariz aristocrática, de manera que su perfil se veía agudo. Con once años, él y Kira eran los aprendices más viejos en la Casa de los guías. Eran igual de competentes, excepto que a Win le aterraban las alturas y eso lo mantenía lejos de la Grieta, mientras que Kira se sentía cómoda en cualquier sitio de la ciudad. Después de cinco años de entrenamiento, ellos confiaban en que el perfecto desarrollo de sus tareas los haría merecer el ascenso a guías. Kira, una niña grande, se soltó su pelo rubio, que sujetaba con un gran moño en la base de la nuca. Eli dijo: -Vamos a la Casa de los guías para descansar unas horas antes de volver a acompañar a todos a sus casas. -Hagamos una carrera -le dijo Kira a Win. Se sacudió la cabeza para terminar de soltar su pelo, que se estaba empezando a encrespar con la humedad del aire. -Listo -dijo Win y empezó a galopar con sus largas piernas hasta desaparecer en la oscuridad. -No vayan tan rápido -les dijo Eli, pero era una amable advertencia. Él también había sido un joven guía, con total convencimiento de que podía correr a través de la neblina, que a muchas personas paralizaba. Win corrió por las calles superiores de Gil Rim. Su sentido de guía le indicaba cuándo evitar un obstáculo o girar en esquinas invisibles. Mientras que corría, mantenía un ojo en la Casa de los guías y el otro en Kira. Ella lo acompañó a través de las calles sin problema hasta que llegaron al Parque de los guías, donde él se dirigió hacia la entrada principal mientras que ella se fue hacia la entrada lateral. ¡Maldición! Él era más rápido, pero no se le ocurrió ese atajo. Cruzó el parque solitario, bajó por una calle y llegó a la puerta de los aprendices en la Casa de los guías. Demasiado tarde. Kira estaba recostada en el umbral de la puerta y le extendió la mano. Los dos estaban ligeramente agitados por la carrera y tenían sus abrigos
  • 7. El buscador de caminos Darcy Pattison 7 empapados por la neblina. Kira le dijo: -¡Tú pierdes! ¡Paga!
  • 8. El buscador de caminos Darcy Pattison 8 LA HERMANA Win se inclinó sobre el tazón, permitiendo que la deliciosa fragancia del estofado le calentara la cara antes de comérselo lo más rápido posible. La carrera montaña arriba hacia la Casa de los guías le había dejado un hueco en el estómago que sólo podía llenar con el estofado de su madre. Su abrigo se secaba en una percha al frente de la chimenea, mezclando el olor de lana mojada con el del estofado. Volvió a llenar su tazón con el contenido de la pequeña olla que colgaba de la chimenea del cuarto de la familia. Win ahora dormía arriba con los aprendices y usualmente comía con ellos. Eli, como líder de los guías, en cam bio prefería la privacidad, de manera que Hazel, madre de Win, le mantenía una pequeña olla en la alcoba de ellos. Cuando Win estaba muy hambriento, visitaba la habitación de sus padres buscando comer algo más. Un ruido constante se oía proveniente de la piedra en el rincón donde Hazel afilaba los cuchillos de la cocina. Zanna, la medio hermana, lanzó una manotada de hojas de té en una caldera de agua hirviendo. A medida que la barriga de Win se llenaba, su cuerpo se calentaba. Él y Kira lo habían hecho bien esta noche y pronto cambiarían sus abrigos de aprendices por la banda que los identificaría como guías. -Buen estofado -dijo. Hazel se levantó de la piedra y con su dedo verificó el filo del cuchillo. -De vegetales otra vez. Cuando la neblina se aclare te mandaré afuera de las puertas de la ciudad para que revises mis trampas -le dijo ella-. Hemos estado tan ocupados esta semana
  • 9. El buscador de caminos Darcy Pattison 9 que no puedo dejar ir a nadie tanto tiempo. Zanna puso una taza de té caliente frente a Win. -Las trampas tendrán conejos adentro, ¿no es cierto? Hazel asintió con la cabeza. -Generalmente cazamos algunos durante el f'giz. Hazel había sido guía durante mucho tiempo antes de irse para la Casa de los guías y convertirse en cocinera, enfermera, confidente y madre de los treinta y tantos aprendices. Su pelo negro tenía sombras de gris y su figura todavía era esbelta, aunque no tan atractiva. Tenía una leve cojera en la pierna izquierda, una vieja herida de un Destino del cual no hablaba jamás. Los aprendices trataban de adivinar qué le había causado la cojera. -Fue atacada por un tigre mientras trataba de encontrar un tesoro. -El Rey la salvó de un lobo. -Se metió en la Grieta y se cayó mientras escalaba las piedras tratando de salir. Aunque se lastimó, logró escapar. Ha sido la única persona que lo ha logrado. Al principio, los aprendices trataron de sacarle información a Win acerca de Hazel. Pero él no pudo añadir nada. Había recuerdos de un hombre alto que iba y venía, trabajos inestables, noches en sitios extraños y finalmente Eli. A Win le gustó cuando Hazel decidió casarse con el fuerte guía. Hazel escuchaba todos los rumores, pero nunca les ponía atención. Se protegía detrás de una pared de reserva total y dejaba que los rumores le dieran una dignidad y una autoridad misteriosas. A pesar de toda su reserva, los aprendices la adoraban y les era totalmente necesaria su voz de aprobación. A su vez, Hazel los atendía con las más deliciosas comidas de Gil Rim y los protegía con la ferocidad del águila de la Grieta. Win volvió a llenar su tazón por tercera vez. -Déjale un poco a Eli -le dijo Hazel. Dio un paso, se detuvo para estirar su pierna izquierda y continuó de prisa hacia la cocina para atender el fuego y la olla grande. La mantendría
  • 10. El buscador de caminos Darcy Pattison 10 caliente, a fuego lento, noche y día, mientras durara el f'giz, para los guías que tuvieran que entrar y salir entre un trabajo y otro. Win seguía concentrado en su estofado. Zanna se acurrucó junto a él mientras se tomaba su té. -Aunque el f'giz esté malo, podrías encontrar las trampas de los conejos mañana. O tal vez consigas conejo o algún otro tipo de carne en el mercado -le movió la cartera para que las monedas le sonaran. Win le dio una suave palmada en las manos. -Deja de molestar. El mercado estará vacío y yo estaré ocupado. Zanna le dio la espalda y cruzó sus delgados brazos sobre su pecho. -Kira estará ocupada, pero tú no. Ella te ganó de nuevo. Win la ignoró y se concentró en su tazón. Eli entró llenando el pequeño salón con su presencia. Al ver a Zanna, la levantó de la banca. Ella gritó emocionada, logrando que la expresión de cansancio se borrara de la cara de Eli. Se sentó en el espacioso asiento de mimbre que estaba al lado de la chimenea y puso a Zanna en sus piernas. A pesar del contraste entre las mejillas ajadas de Eli y las de Zanna, suaves y rosadas, la semejanza familiar se notaba en sus ojos amables y cafés, las cejas dispersas y los pómulos pronunciados. Eli le desordenó los mechones rubios a Zanna y le dijo: -No molestes a tu hermano. Win y Kira han estado buscando el reconocimiento como los mejores aprendices durante todo un año. La próxima vez Win le ganará. -De todas maneras ¿a quién le importan las carreras? -dijo Zanna, de repente convirtiéndose en la aliada de su hermano de nuevo-. Si yo me perdiera, quisiera que Win me encontrara y no Kira. -y no lo dudes que te encontraría, pequeña. -Win llevó su tazón al lavadero, lo limpió y lo secó.
  • 11. El buscador de caminos Darcy Pattison 11 -¿Hay estofado? -preguntó Eli. -Sólo de vegetales -dijo Zanna. -Oh, entonces paso -dijo Eli. Zanna frunció el ceño y empezó a morderse la uña del dedo gordo. Win conocía esa expresión. Zanna estaba planeando algo. Win tenía cinco años cuando nació Zanna. Casi no se acordaba de su vida antes de Zanna, viajando con Hazel, hasta que finalmente se quedaron en Gil Rim, pero la vida parecía más alegre y emocionante cuando incluía a Zanna. Habían crecido contentos y seguros en la Casa de los guías. La felicidad de todos había sido amenazada el mes pasado cuando Zanna cumplió seis años. Su talento como guía era tan escaso que ni siquiera había podido encontrar la Campana de los principiantes por sí misma. Otros niños guías que no mostraban talento ya eran aprendices en otros oficios para cuando tenían seis años. Pero Zanna era la debilidad de Eli. Él había perdido toda esperanza, por su avanzada edad, de tener hijos cuando Hazel lo sorprendió con Zanna y no disimulaba su deseo de malcriarla. -Ella puede ganarse la vida aquí. Deja que sea aprendiz cocinera para la Casa de los guías - le dijo Eli a Hazel. Win se había unido a su padrastro en favor de Zanna: -Espera unos años más. Al final, Hazel accedió a enseñarle a hornear una docena de barras de pan de molde cada mañana y a hacer las compras en el mercado. Eso significaba que Win tenía que llevarla al mercado, porque ella no podía encontrar el camino de regreso a casa. Su primera parada era siempre en el puesto de frutas de Rilla. Win se recostaba contra un poste mientras Zanna lo examinaba todo y preguntaba a Rilla por la procedencia de todo lo que ofrecía. La mayoría de la frutas -higos, dátiles, limones o lo que fuera que estuviera en estación- venían de la finca de la familia de Rilla donde había pozos profundos para la irrigación. Pero a Zanna de todos modos le gustaba preguntar. Finalmente, escogía una fruta,
  • 12. El buscador de caminos Darcy Pattison 12 por la que Win pagaba una moneda de cobre. Ella se sentaba cómodamente en el butaco de Rilla a comérsela, dejando que los jugos le rodaran por la barbilla. Las palomas se acercaban a sus pies, esperando recibir migajas. A menudo les arrojaba pequeños pedazos mordidos y siempre les dejaba el corazón o las semillas. Al terminar, se chupaba los dedos y le agradecía a Win con un beso, dejando en su mejilla los jugos pegajosos. Finalmente, apostaban una carrera hasta la fuente en la mitad del mercado, donde se lavaban. El resto de la compra era rápida y eficiente. Esa tarde del f'giz el puesto de Rilla estaba cerrado, porque le resultaba muy peligroso viajar a la ciudad. Win se molestó cuando Roberto dijo que no tenía conejo y que no tendría hasta que no se aclarara la neblina. Zanna insistió en preguntar en cada uno de los otros puestos, pero la mitad estaban cerrados ya y en el resto decía: -La fiesta del herrero acabó con la poca carne que teníamos. Ahora Zanna estaba recostada contra el amplio pecho de Eli y bostezaba. Pero Win no se engañaba. No se había dicho la última palabra acerca de los conejos para el estofado de Eli. -Hora de dormir -dijo Eli. -Déjame otro rato. Quiero ayudarle a mamá a cocinar. Es una noche agitada para los guías. Eli le acarició la mejilla con un dedo. -Hazel te necesitará mañana para cocinar todo el día también. A no ser que esté equivocado, las neblinas estarán aquí mañana todo el día. -¿Aun al medio día? -Este es el f’giz. ¿Quién sabe? Puede venir e irse sin previo aviso. Pero no creo que el sol del medio día pueda aclarar una neblina tan densa. Hazel entró con un pequeño plato con pan tajado que puso en la mesa cerca al tazón de Eli. Zanna le guiñó el ojo furtivamente a Win y se volteó hacia Hazel. -Mamá, ¿me puedo quedar despierta para ayudarte esta noche? Hazel le dijo a Eli:
  • 13. El buscador de caminos Darcy Pattison 13 -No me importa si se queda conmigo hasta tarde hoy y mañana duerme hasta tarde. -Por favor -Zanna volteó a mirar a su padre con ojos que brillaban. Eli trató de verse molesto, pero su sonrisa lo traicionó. -Sólo quédate adentro esta noche y mañana, a no ser... -... a no ser que vaya con un guía. Ya lo sé. ¡Gracias! Zanna sostuvo la cara de su padre en sus suaves manos, le bajó la cabeza y le besó la frente. Saltó de sus piernas y ocultó a Hazel al ir hacia la cocina. En la puerta se dio media vuelta, los deslumbró con su sonrisa y desapareció.
  • 14. El buscador de caminos Darcy Pattison 14 LAS BRUMAS Win siguió a Zanna entre la bruma, que olía dulcemente. ¿Para dónde iba? Había trabajado toda la noche acompañando a los invitados a sus casas de regreso de la fiesta del herrero. Eli y los otros guías finalmente llegaban a sus camas exhaustos, pero satisfechos. -¡Todos a salvo! La Casa de los guías estaba en silencio excepto por los ronquidos que se prolongaron hasta bien entrada la tarde. Las brumas se habían aclarado gracias al sol del medio día, permitiendo una cuadra o dos de visibilidad. Win pasó la tarde en el Parque de los guías con los otros aprendices, hablando sobre el trabajo de la noche anterior y defendiéndose de las burlas que le hacían por haber perdido la carrera con Kira. A medida que la noche caía, nubes blancas y densas se hinchaban como velas al salir de la Grieta, girando como remolinos, tragándose los edificios y dejando, nuevamente, las casas aisladas en el f'giz. Era el momento para que los guías empezaran a trabajar. Los aprendices tomaron el camino de regreso a la Casa de los guías. Hazel, que sacaba panes de molde del horno, detuvo a Win al verlo pasar. -No he visto a Zanna desde hace rato. Seguramente está en el Dormitorio de los aprendices. Encuéntrala y tráela de vuelta. Win se imaginaba que Zanna estaría en la Casa de los guías o en algún otro sitio en los alrededores. Se concentró en su cara: ojos grandes y cafés, sonrisa alegre y rizos dorados. Encontrar a una persona perdida era muy fácil ahora, especialmente a alguien con quien
  • 15. El buscador de caminos Darcy Pattison 15 estaba tan familiarizado. Win frunció el ceño. El Destino era claro y preciso. Zanna no estaba en la Casa de los guías y tampoco en el Parque. Se hallaba en algún sitio de la ciudad, probablemente en el puesto de Roberto, buscando conejos. Win empezó a sentir un dolor en el estómago, un vacío que ni un estofado podría curar. Sin habilidades para encontrar, Zanna se quedaría inmóvil en algún sitio, con la cara pálida y tensa, esperando que él la encontrara y se la llevara a cenar a la casa. Abrió la puerta de la Casa de los guías y empezó a caminar. Se detuvo, casi con pánico. Zanna se seguía moviendo. ¿Por qué no se detenía y esperaba a que la encontraran? Win cubrió su abrigo con una capa y tomó una linterna. Siguió a su Destino por las calles retorcidas, a través del empalagoso olor a flores que despedían las brumas de la Grieta. Los linderos eran imposibles de identificar en la niebla, pero Win se movía con seguridad. Durante treinta minutos, el Destino lo guio por la parte superior de Gil Rim, pasando por los puestos vacíos del mercado hasta la parte inferior de Gil Rim. Su estómago se apretaba cada vez más. Si ella se hubiera detenido a esperar, él ya la hubiera encontrado. ¿Acaso ella esperaba que las brumas se disiparan tan rápido como habían llegado? Una figura cubierta con una túnica apareció. Era un lobo gigante, distorsionado por la niebla, de manera que parecía tener más de una cabeza flotando sobre su cuerpo. Win saltó a un lado. ¿Qué significaba esto? Pero el lobo de la neblina desapareció tan rápido como había aparecido, dejando la duda en Win de si había sido real o simplemente un fantasma del f'giz. Win respiró hondo y se estremeció. ¿Dónde estaba Zanna? Aceleró el paso, corriendo con cautela paro rápidamente hacia Zanna. Unas puertas grandes de madera aparecieron frente a él. ¡K'il Rus, el portal principal de la ciudad! Todas estaban cerradas, menos una pequeña puerta lateral que estaba entreabierta. -¡Se fue de la ciudad! ¿Acaso no sabe lo peligroso que puede ser? -dijo abruptamente en el silencio. Por un momento, consideró pedirle ayuda a otro guía, pero su Destino todavía era
  • 16. El buscador de caminos Darcy Pattison 16 fuerte. Simplemente, no le gustaba andar sin rumbo afuera de Gil Rim, en medio del f'giz. ¿Qué hacía ella afuera de las puertas? ¿Revisando las trampas de los conejos? Seguramente no. ¿O estaría tan perdida que no se había dado cuenta de que esta era la salida principal de la ciudad? ¿Se habría enloquecida en el f'giz? Win se concentró más en su Destino y empezó a trotar. -No debe estar lejos. Pronto la alcanzaré -se dijo. Sacudió su cabeza con desesperación. ¡No debería estar moviéndose! El Destino se volvía más fuerte a medida que lo guiaba alrededor del borde de las paredes de la ciudad. El fuerte olor de las flores de la Grieta se mezclaba con su propio sudor. La Grieta estaba cada vez más cerca. ¡Zanna se seguía moviendo! Win se alejaba trotando a lo largo de las paredes de la ciudad mientras la tierra arenosa y la sábana de niebla amortiguaba sus pasos. La llama del farol crepitaba en sus manos. El Destino casi lo sofocaba, de una manera tan familiar, que le hacía pensar que ella estaba cerca. -¡Zanna! -llamó él. El grito sonó hueco; la neblina blanca y húmeda se comía sus palabras. El sentido de su Destino le decía dos cosas: Zanna estaba muy cerca, pero también el borde de la Grieta. Win avanzaba lentamente, inseguro de dónde pisaba. Verificaba cada paso, asegurándose de pisar tierra firme antes de dar el siguiente. La luz del farol iluminó la cara de Zanna. Se encontraba a una distancia de dos pasos y la neblina bailaba alrededor de sus pies. Sus rizos colgaban mojados. Gotas de agua condensada brillaban en su cara y en sus pequeñas pestañas. Por un momento, él no estuvo seguro de si ella era real o una ilusión del f'giz. Zanna lo miró sorprendida y cerró por un momento sus ojos. Win supo que era real. Se encontraban en el borde de la Grieta, y su hermana estaba parada sobre una pequeña roca curva que sobresalía por encima de la Grieta. Entre ellos estaba el espacio vacío. De
  • 17. El buscador de caminos Darcy Pattison 17 repente Win sintió corno si la sangre se le subiera a la cabeza y se tambaleó a causa del mareo. El temor lo invadió, paralizándolo. La Casa de los guías había sido construida justo en el borde de la Grieta y las ventanas superiores tenían vista sobre el abismo. Los aprendices pensaban que mostraban valor colgándose de estas y lanzando rocas a las águilas de la Grieta, o retándose los unos a los otros con bromas insensatas. Win había visto estos juegos toda la vida y no les prestaba atención, hasta el día en que él se convirtió en aprendiz. Esa vez, Kira había lanzado sus largas trenzas hacia atrás y le había dicho: -Te reto a que camines por el borde, de una ventana a otra. Luego, le mostró cómo se hacía, bailando con destreza de un lado al otro del borde. Win lo intentó, pero se quedó petrificado cuando su pie atravesó el umbral de la ventana. Nunca le pudo explicar a Kira el pánico que lo dominó esa vez. Olas de terror se levantaron desde algún lugar de su interior. Se sintió inclinado a saltar. Él no quería hacerla; quería vivir. Pero sabía que si ponía el otro pie fuera de la ventana, saltaría a la Grieta. Y caería y caería y caería y caería. Zanna estaba tentando al destino, retando a la muerte. Él trató de moverse. Se tambaleó, avanzando medio paso. Las palabras salían de su boca lentamente: -¡Zaaanna! iNoooo te muuuuevas! Intentó dar otro paso hacia ella. -Win, sabía que vendrías. Con un sollozo, Zanna estiró su mano para alcanzar la suya. Luego dio un solo paso en las nubes ondulantes. Sin emitir sonido alguno, se desplomó. -¡Zanna! -Win soltó el farol y se lanzó hacia donde ella había estado. Cayó, sus brazos colgando en el borde de la Grieta. El barranco de piedra le tallaba el pecho. Miró fijamente la
  • 18. El buscador de caminos Darcy Pattison 18 neblina. Ella se había ido. Sus brazos colgaban en el aire. Win seguía colgado, en shock. Durante varios segundos, el Destino siguió a Zanna mientras caía. Después, el Destino desapareció: simplemente se esfumó. En su lugar, le quedó un sentimiento de vacío. Había fallado. Llegó un segundo tarde. Otro guía habría hecho entender a Zanna que no debía moverse. Pero el temor lo paralizó por un segundo. Había llegado muy tarde.
  • 19. El buscador de caminos Darcy Pattison 19 LA CAMPANA La Campana de los guías condujo a Win a casa. Después de permanecer tendido en el borde de la Grieta entre el frío y la neblina por un largo rato, empezó a congelarse a pesar del abrigo de lana. No quería moverse, pero la Campana seguía repicando y repicando. Le decía que hiciera algo. ¡Déjame solo! La Campana repicó más fuerte. Exigía una respuesta; le ordenaba hacer algo. ¿Dónde estaba Zanna? La Campana no dejaba de repicar. Win se obligó a levantarse y responder a la llamada. Una pared de piedra arenisca de un metro de grosor separaba la sección de los guías del conglomerado de almacenes, calles intrincadas y casas de piedra apretadas abajo en Gil Rim. Como era la parte más vieja de la ciudad, nadie sabía quién había construido la pared o dónde había sido forjada la Campana de los guías. En la Pared de los guías había tres salidas y numerosas puertas. El portal más grande, K'il Bell, tenía puertas carcomidas de madera que oscilaban desvencijadas. Encima de la gran puerta, en un nicho arqueado, colgaba la Campana. Era de bronce, de unos setenta centímetros de diámetro, dorada y polvorienta, pero teñida de verde alrededor del borde. Había una aldaba larga pero ningún lazo amarrado a ella. Algunas veces, algún niño de las afueras -nunca un niño guía-le lanzaba una piedra a la campana, haciéndola repicar con un leve susurro metálico. De haber estado bien colgada, aquel golpe hubiera producido en la campana un sonoro repicar. Pero siempre estaba silenciosa, a no ser que fueras un niño guía. Entonces la oías en tu cabeza.
  • 20. El buscador de caminos Darcy Pattison 20 La Campana de los guías era lo primero que un aprendiz aprendía a encontrar. Los aprendices eran llevados fuera de la ciudad y debían descubrir el camino a casa concentrándose en encontrar la Campana. Ningún guía nacía directamente en el gremio; llegaban a él por su habilidad innata para localizar objetos, un talento que debía ser pulido y desarrollado. Esto generalmente significaba cinco años como aprendiz en la Casa de los guías, con tareas que iban aumentando en dificultad asignadas por Eli. Hazel y el Consejo de los guías. Win no le podía explicar a alguien que no fuera guía cómo sabía la localización de la Campana. Simplemente sabía, como si la campana estuviese repicando y él solamente tuviera que seguir su ruido silencioso. Después de concentrarse en encontrar la Campana, sólo había dos direcciones: dirigirse hacia la campana o alejarse de ella. Las indicaciones normales, como norte, sur, este u oeste perdían todo significado. No podía explicarle a nadie cómo llegar a la Campana, pero por una moneda de cobre podía llevar a cualquiera. Win no se acordaba de haber caminado de vuelta al portal K'il Bell; sólo se acordaba del frío paralizador y el incesante campaneo. ¿Cómo había llegado hasta la Campana? ¿y dónde estaba Zanna? Hazel y Eli lo encontraron acurrucado justo en la gran salida. -¿Dónde está Zanna? -Eli lo sacudía con violencia-. ¡No logro encontrar un Destino que me conduzca hacia ella! ¿Dónde está? Win sólo podía mirar la cara de su padrastro: mejillas deterioradas, melena gris y ojos que se iluminaban sólo cuando Zanna estaba presente. Pero Zanna había… Win dio media vuelta y enterró su cara en los suaves hombros de Hazel. Eli jaló su abrigo y le exigió de nuevo: -¿Dónde está Zanna? Las lágrimas se deslizaban por la cara de Hazel. -Está en shock. No hay Destino para Zanna y tú sabes lo que eso significa. Ya no podemos
  • 21. El buscador de caminos Darcy Pattison 21 ayudarla. Es Win el que nos necesita ahora. Llevémoslo de vuelta a la Casa de los guías. Pero Eli salió corriendo hacia la neblina, dejando que Hazel se encargara de Win. La Campana había salvado a Win esa noche, y deseaba que no lo hubiera hecho.
  • 22. El buscador de caminos Darcy Pattison 22 Segunda parte LA NEGACIÓN
  • 23. El buscador de caminos Darcy Pattison 23 EL POZO Seis semanas más tarde, la época seca azotaba la Madre Tierra. Desde las playas del Lago Munir hasta las Perreras Jamila de los reales perros cazadores en Gil Dan, la ciudad capital, y a través de las montañas Gil Bab hasta la Gran Grieta, la tierra estaba árida. Claro está, cada año tenía su época seca, pero la de este era la peor en dieciocho años, o por lo menos así lo creía Hazel. Las cosechas se secaban, se marchitaban y se momificaban. El nivel del agua en los pozos bajaba y bajaba hasta el punto de que en algunos no quedaba sino arena mojada. El polvo arenoso y sin sabor se metía en todas las ollas de la cocina y cubría todas las superficies. En G’il Rim todos evitaban el calor, permaneciendo adentro de los gruesos edificios de piedra o buscando algún lugar sombreado donde dormir. En la relativa frescura de la tarde, el perezoso tráfico peatonal resurgía, sobretodo con los que iban a sacar agua del pozo. La fila en el Pozo de los guías le daba media vuelta a la Plaza. Win atravesó con dificultad la polvorienta plaza, cargando una yunta con cuatro baldes vacíos. No pesaban, pero debían balancearse para que no tropezaran con sus piernas. Él era alto y musculoso, como los luchadores que llegaban a la ciudad con las caravanas dos veces al año. La última caravana trajo a un joven luchador y Win casi le gana. Después de irse, juró que estaría listo cuando llegara la siguiente caravana. Eso era antes. Ahora Win no tenía otra ambición diferente a la de sobrevivir día a día. Caminaba solo. Nadie le hablaba ni lo miraba a los ojos ni reconocía su existencia. Hacía seis semanas le había fallado, no sólo así mismo, sino también al Gremio de los guías al dejar
  • 24. El buscador de caminos Darcy Pattison 24 caer Zanna a su muerte. Todos sabían de su falla. Todos, excepto Kira y Hazel, lo ignoraban. La fila era larga y Win esperaba, sin mirar a ningún lado, en silencio y lejano. Avanzaba lentamente por la plaza hasta que, justo cuando el sol se ponía, se encontró cerca al pozo. Las cinco personas delante de él se amontonaban, dejando un espacio amplio entre ellos y Win, de manera que él no los pudiera tocar. El torno crujía a medida que el lazo se soltaba y un balde caía dentro del agua. Win se pasaba la yunta de un hombro al otro. Con la manga de su abrigo, se limpiaba el sudor de su frente. Se lamió los labios. Tenía sed. Odiaba el calor, pero al mismo tiempo le estaba agradecido, porque la bruma no se veía salir de la Grieta durante la época seca. La Grieta dominaba la ciudad. Gil Rim estaba en el extremo suroeste de la Madre Tierra y estaba separado del resto de la región por los límites de la pequeña montaña G’il Bab. Desde el límite hasta la Grieta había una inmensa y árida meseta que exigía tres días de camino para cruzarla. La ciudad, encaramada en las montañas encima de la Gran Grieta, servía como primera línea de defensa contra las invasiones de los feroces Zendi desde el sur. Nadie temía invasiones desde el oeste, porque la Grieta era una barrera insuperable. Sin embargo, era la inmensidad de la Grieta, un cañón tan ancho y profundo que nadie se había atrevido a atravesarlo, y su majestuosa grandeza, lo que exigía la máxima atención. En un día soleado, el lado más lejano de la Grieta brillaba, enfocándose y desenfocándose como un espejismo, haciendo señas y después escondiéndose. El fondo de la Grieta era igual de misterioso. Era tan profundo que sólo un hilo de agua se podía ver brillando allá abajo; la existencia de un río era algo que sorprendía a Win, que había vivido siempre en un desierto. Al menos durante la época seca, uno podía contemplar la Grieta y entender el peligro. El calor era mil veces mejor que las brumas. El lazo crujió de nuevo y Win se acercó hacia el pozo de piedra. Hacía poco últimamente, excepto llevar agua a la Casa de los guías. Escuchaba a los otros aprendices hablando sobre sus trabajos. Inclusive se emocionó cuando Kira se graduó de guía y realizó su primer trabajo:
  • 25. El buscador de caminos Darcy Pattison 25 acompañar a la señora Porter, la esposa del alcalde, a ver el nacimiento de su nieto en mitad de la noche. Win quería darle una palmada en la espalda y felicitarla, al igual que lo hacían los otros aprendices, pero no lograba salir de su capullo de silencio. No lograba moverse lo suficientemente rápido como para hacer algo. La fila del pozo se movió de nuevo. Sólo quedaba una persona delante de él. Win se preguntaba si el Pozo de los guías se secaría antes de que llegaran las lluvias. Había escuchado que abajo en la ciudad, un pozo ya estaba seco. Pero los guías tenían el mejor sector de la ciudad y también el pozo más hondo. El hombre delante de Win soltó su balde dentro del pozo. Win se inclinó sobre la pared para que la frescura que salía del pozo invadiera su cara impregnada de polvo. El balde salpicó al llegar abajo y Win pensó que el sonido del agua era más hermoso incluso que la voz de Hazel. Crujidos, chirridos. El torno subió el balde lleno. El hombre hizo una pausa para darse un respiro. Manchas oscuras de sudor manchaban los costados de su túnica bajo las axilas. Después acabó su labor lentamente. Win se lamió sus salados labios de nuevo. Su turno. Eli entró caminando rápido al Parque de los guías. Tenía puesto el abrigo rojo y blanco de rayas que lo identificada como líder guía. Llamó a los guías que estaban más cerca de él agitando sus brazos y se detuvo bajo un delgado roble en el otro lado del parque. Inclusive desde la distancia, Win veía a Eli más viejo, su cara con más arrugas que hacía seis semanas. Un grupo se acercó rápidamente alrededor de Eli, quien con sus dos metros de altura sobrepasaba a todos. Hablaba, enfatizando lo que decía con grandes ademanes y señalando agresivamente con los dedos. Quienes lo escuchaban, gritaban emocionados. Win concentró su mirada en el pozo. Eli no le hablaba desde aquella fatídica noche y sólo se molestaría si llegara a verlo. De todas maneras, Win no quería ser parte de lo que ocurría. Despacio, subió su balde. Un rayo de luz del ocaso brilló en el agua cristalina. La oscura
  • 26. El buscador de caminos Darcy Pattison 26 madera del balde estaba teñida de verde a causa del musgo que crecía en sus grietas. Levantó su mirada de nuevo ante el murmullo de la gente. Los cuatro guías más viejos, usando el mismo tipo de abrigo que Eli, corrían hacia este Eli. El grupo de los cinco eran llamados informalmente el Consejo, los guías que tomaban las decisiones para el parque y para el gremio. Eli levantó su mano pidiendo silencio y habló con una voz que se oía en todo el parque. -Una caravana llegará esta noche. ¡Todos tendrán que trabajar! Un noble viene con ellos también. Me envió una carta. Quiere asegurarse de que yo lo recibiré en el Portal K'il Rus. Win sentía intriga a pesar suyo. ¿Quién era el noble? ¿A qué hora llegaría la caravana? ¿Cuántos vagones? El torno crujía tan duro que Win no pudo escuchar lo que Eli decía. Se quedó quieto. -Necesita un guía para que lo acompañe a la Grieta -dijo Eli. Pasó la mano bruscamente por el pergamino y un pedazo de la cera roja cayo al polvo. ¿Alguien quería ir a la Grieta? ¡Imposible! Win se lamió sus resecos labios y sintió sangre. Zeke, el guía más viejo, se acarició su barba, que estaba café amarillos a causa del polvo. Finalmente, respondió: -No enviaremos a ningún guía a la Grieta. -¿Todos de acuerdo? -preguntó Eli. Su mirada intensa abarcó no sólo a los cuatro miembros del Consejo sino también a todos los guías presentes. Los cuatro miembros del Consejo asintieron solemnemente y hubo un murmullo de aceptación por parte del público. Eli levantó su voz. -La caravana llegará al anochecer. Quiero que todos los guías estén aquí. Reúnanse en el Portal K'il Rus o dentro de la muralla en una hora. Salió de la multitud y desapareció en la esquina. Win se esforzaba por girar el torno de nuevo, tratando de no pensar en las caravanas. Hasta el simple esfuerzo de sacar agua era
  • 27. El buscador de caminos Darcy Pattison 27 difícil. Sacó el balde con el agua y lo vació en el propio. Luego, volvió a soltar el balde dentro del pozo, tratando de escuchar cómo salpicaba el agua. Continuó así hasta que los cuatro baldes estuvieron llenos. Después, se agachó para levantar la yunta, se la colocó sobre los hombros y empezó a atravesar el parque; sus sandalias levantaban polvo. Hazel me evitará trabajar esta noche. Ella sabrá qué hacer, pensó él. En la Casa de los guías, Win intercambió dos baldes llenos de agua por los que estaban vacíos en la chimenea. Hazel estaba inclinada sobre una tabla de madera machacando ajo. Durante la época seca, se lo añadía a todo para evitar las fiebres que causaba el calor. Hazel se enderezó y aprovechó para tomar un respiro. Su cara estaba enrojecida y su pelo formaba crespos alrededor de su cara. -¿Oíste la noticia? ¡Una caravana! Habrá trabajo para todos. Si tenemos suerte, será una larga noche para todos. La época seca es una época difícil para los guías también. -Yo me quedaré y atenderé la chimenea y la olla -dijo Win rápidamente. Luego, levantó una cuchara de madera grande de la mesa. -No, no lo harás -el cuerpo amplio de Eli llenó la puerta-. O trabajas esta noche como cualquier otro aprendiz en la Casa de los guías o no vuelves al Parque. Al tropezar con una banca, Win tuvo que sentarse. Hazel dio un paso hacia Eli, pero él la detuvo con un ademán de su mano. -Ni una palabra, Hazel. Crees que yo soy demasiado duro, pero tu manera de mimarlo no ha funcionado. Sentándose al lado de Win, le tomó la cara entre sus manos: -Hijo, todos cometemos errores. Zanna no fue tu culpa, y no fue una deshonra para los guías. Hazel y yo también hemos sufrido la pérdida -hizo una pausa cuando su voz se quebró. Se aclaró la garganta y continuó-. Pero tienes que superarlo. O trabajas o estás fuera. Los labios de Hazel estaban apretados en una fina línea. Sirvió un tazón de estofado y se lo
  • 28. El buscador de caminos Darcy Pattison 28 pasó a Eli, quien se pasó a otra mesa, se sentó dándole la espalda a Win y empezó a comer. Después, sirvió otro plato para Win. -Come. Necesitarás energías. Win apenas la escuchó. ¿Por qué Zanna se había salido de la ciudad? Ella sabía que no debía. ¿Por qué había dado ese paso? Él le había gritado que se quedara quieta. Nada tenía sentido. Si solamente él supiera por qué. -¡Win! Sorprendido de estar de vuelta en la Casa de los guías, miró a Hazel. Todavía se perdía en sus pensamientos, algunas veces olvidándose dónde estaba por largos ratos. Miró su tazón y se lo devolvió. -Iré por más agua. Todos necesitarán lavarse antes de salir esta noche. Levantó los baldes y salió al intenso calor de la noche. Avanzó con paso pesado hacia el pozo. Antes se hubiera emocionado con la idea de la llegada de una caravana; ahora sólo la veía como una tortura. Significaba que tenía que depender de sus habilidades como guía de nuevo. ¿Podría hacerla? Algo rojo llamó su atención. Se agachó para recoger un pedazo de cera roja; debió haberse caído del pergamino que había llevado Eli. Tenía un perro cazador Tazi y un gerifalte impreso. ¡La insignia real! ¿Era un noble de la casa real o solamente un comerciante real? No importa, pensó. Nunca veré al noble. Botó le cera roja y la enterró en el polvo con el tacón de su zapato. Win se unió a la fila del pozo de nuevo. Cayó en cuenta de que no había tomado agua del último balde. Se lamió los labios y de nuevo sintió la sangre.
  • 29. El buscador de caminos Darcy Pattison 29 LA CARAVANA Comerciantes, guías, mendigos, ladrones, oficiales y civiles curiosos se amontonaron en la pared de arriba del Portal K'il Rus y en la calle principal. Win se unió a los que estaban impacientes en la pared. De vez en cuando miraba ansioso hacia el este. Él seguramente no sería el primero en ver la caravana, pero no podía evitar intentarlo. El cielo estaba falto de color, como si el calor y la sequía se hubieran llevado todo el matiz. En el cielo oscurecido aparecían estrellas, puntos de luz en un desierto de sombras en movimiento. -¿Quién crees que será el noble? -le preguntó Kira. Sostenía un sándwich con salsa café picante que se le regaba. Win sabía que debía comer también, pero desde Zanna, durante las últimas semanas, no había tenido hambre. Win pensó en decirle a Kira acerca de la cera roja que había encontrado. El sello sólo suscitaría en ella más preguntas y él no estaba de ánimo. Realmente, se sentía cansado del esfuerzo de arreglarse y caminar hasta el Portal K'il Rus. -Lo sabrás a la media noche -le respondió. -Tienes razón -dijo ella con la boca llena de sándwich. Una gran nube de polvo se arrastró a través de la meseta hacia las puertas de la ciudad. Dos veces al año, los caminos de la montaña estaban abiertos y libres de nieve, y así las caravanas podían pasar de G’il Dan a G’il Rim. Con el clima tan caliente, debieron haberse derretido más temprano este año. Nadie esperaba la caravana tan temprano, pero ningún guía se quejaba de tener algo de trabajo extra. El Gremio de guías era experto en encontrar de todo: anillos perdidos, el vestido azul más
  • 30. El buscador de caminos Darcy Pattison 30 lindo del mercado, un niño extraviado, el camino a casa. Cada ciudad en la Madre Tierra tenía unos cuantos guías, pero G’il Rim tenía el gremio m{s grande. Durante lo peor de la época seca, los días eran demasiado calientes para que la gente se movilizara, de manera que los negocios se hacían de noche, un momento perfecto para que los guías trabajaran. Aprovechaban el trabajo cuando lo encontraban. Una caravana significaba extraños que no sabían a dónde iban; personas yendo a fiestas que necesitaban guías para volver a casa; comerciantes y conductores yendo de excursión; luchadores y otros visitantes entrando y saliendo de diferentes sitios; en otras palabras, buen trabajo para la siguiente semana. La oscuridad empezó a invadirlos. La caravana estaba lo suficientemente cerca como para que Win pudiera distinguir los vagones individuales, especialmente a medida que les encendían y colgaban lámparas. Había uno grande y rojo, jalado por cuatro mulas, uno pequeño y azul, con flores pintadas en el lado, y uno blanco y polvoriento jalado por una mula igual de sucia. Se detuvieron frente a la puerta, en desorden. Win perdió la cuenta de cuántos había. Kira le tomo los hombros y lo miró a los ojos. -Lo harás bien. Sólo deja que el Destino te lleve y estarás bien. Win le quitó las manos. -Adelante. Voy en un momento. Cuando miró un momento más tarde, Kira entraba y salía de los pozos de luz de las linternas hasta que se detuvo y habló con el dueño de la mula blanca. Tendría una noche ocupada y bien pagada. Win respiró hondo y caminó hacia la calle, pasando por la multitud hasta las caravanas. Los guías se habían encargado de los diferentes vagones, ofreciendo acompañar a los comerciantes a los almacenes, tabernas y hoteles. Los guías más viejos escogerían los primeros vagones. Win y los otros aprendices trabajarían con los últimos vagones, usualmente los más pobres. Confiaba en que nada quedara para él.
  • 31. El buscador de caminos Darcy Pattison 31 Le llamó la atención el vagón verde que estaba iluminado por dos faroles, una en cada lado, que apenas llegaba al sitio. Era jalado por dos corpulentos caballos negros y a los lados dos Borzois, perros cazadores altos y de excelentes cuerpos. Aunque no eran frecuentes en G’il Rim, Win había visto Borzois antes. Pero al lado de quien manejaba estaba... Win se froto los ojos. ¿Estaba soñando? Al lado del que manejaba estaba una Tazi, una perra cazadora grande y de pelo largo. A los Tazis se les veía en todas partes, desde las monedas hasta la cresta real. Win nunca había visto uno de verdad, pero esta era inconfundible. La Tazi tenía el pelo de color marrón con las puntas negras cayendo sedosamente sobre sus peludas patas de color plateado y brillante. Caminaba orgullosa y cuando se movía, su sedoso moño acariciaba su poderoso hocico. Sus caderas estaban recogidas, como listas para la carrera, y su cola de plumas se enroscaba igual que la de un escorpión. Sus ojos en forma de diamante eran una obsidiana transparente. Su porte era orgulloso y recordaba la realeza, el resultado de años de crianza. Tazis eran los perros de la realeza y solamente alguien nacido allí podía tener uno. Sólo alguien perteneciente a la realeza merecía una criatura tan exquisita. Win desvió la mirada de la Tazi al jinete que trotaba hacia el vagón. ¿Era él de la realeza, el noble que le había escrito a Eli la carta? ¿El que quería ir a la Grieta? El jinete tenía unos pantalones bombachos de cuero y un abrigo color verde bosque, de una tela suave que caía delicadamente sobre sus amplios hombros. Tenía pelo negro Y grueso, peinado hacia atrás en una trenza. Agarraba las riendas con manos flacas y fuertes. Es un hombre acostumbrado a controlar a los demás, pensó Win. -¡Tú! -gritó el jinete. Win miró a su alrededor. -¡Tú, oye! -el jinete repitió. Sus ojos verdes brillaban. Win se señaló así mismo. -Sí, tú. ¿Eres un guía?
  • 32. El buscador de caminos Darcy Pattison 32 Win se acercó y le hizo una amplia venia. -Mi señor, permítame ser el primero en darle la bienvenida a G’il Rim. Soy un guía. ¿Puedo ayudarlo en algo? -Sí necesito ver al líder de los guías, alguien llamado Eli Eldras. ¿Me puedes llevar a él? Win gimió. Era el noble. Esta noche ya era lo suficientemente mala con tener que trabajar y ahora tenía que acompañar al noble en persona. ¿Qué pasaría si se equivocaba? Tembló. -Por aquí, mi señor. El noble se bajó con destreza del caballo. Le habló en voz baja al conductor del coche, quien frenó el vagón y empezó a desenganchar las mulas. A una orden del noble, los Borzois se sentaron con rigidez al lado del vagón, como si fueran soldados de la realeza cuidando un tesoro. La Tazi los miró con desprecio y después saltó ágilmente al piso y se unió al noble. Win pensó que nunca había visto una criatura tan hermosa. El noble puso una mano robusta sobre el hombro de Win, asegurándose de no perderse ni en la oscuridad ni entre la gente. Win avanzó entre los vagones, de vuelta hacia el Portal K'il Rus. Al menos no tenía que usar sus habilidades como guía esta vez. Eli estaría esperando con el alcalde, justo dentro de la puerta. Conocimiento, más que habilidades, era lo suficiente para este trabajo. Eli y el alcalde Porter estaban concentrados conversando, pero se interrumpieron al ver que un extraño se acercaba. Win dijo: -Mi señor, le presento a Eli Eldras, líder de los guías de G’il Rim, y Augustus Porter, el alcalde de G’il Rim. -Soy Reynard Ottar Kort, príncipe de la Madre Tierra y hermano del rey Andar. Después, el noble presentó a la Tazi. -Ella es la señora Kala. -Win levantó las cejas. Hazelle había contado que los reyes y príncipes hacían cosas extrañas, ¿pero pre- sentar a una perra como si fuera una persona? Tal vez la etiqueta de la
  • 33. El buscador de caminos Darcy Pattison 33 corte estipulaba que uno siempre debía presentar a los Tazis, pero no dejaba de ser extraño. El alcalde Porter y Eli se inclinaron de modo respetuoso. -Le damos la bienvenida a G’il Rim, mi señor. También se inclinaron ante la Tazi. -A ti también, mi señora. -Necesito audiencia con usted, caballero -le dijo el príncipe Reynard a Eli. Aunque las palabras eran educadas, según la etiqueta de la realeza, la voz firme del príncipe no dejaba espacio para una negativa. -Por aquí - Eli se inclinó de nuevo y con su brazo le indicó que siguiera. Win se deslizó detrás del grupo para seguirlos. Eli lo miró molesto. -Todos trabajan, no te olvides. Vuelve a la caravana. -Sí, señor -Win quedó decepcionado de no poder conocer más sobre el príncipe y su Tazi. La señora Tazi se dio media vuelta y lo observó de arriba abajo. Win no podía decidir si lo miraba a él o, a través de él, a sus propios recuerdos. Después inclinó su cabeza hacia el noble. El príncipe Reynard miró hacia atrás también. -Quiero que él se quede con nosotros -le dijo a Eli. Eli volvió a mirar a Win con intensidad. -El muchacho necesita trabajar. -Yo pagaré por sus servicios para que no pierdas nada. El príncipe le mostró unas monedas. Eli se encogió de hombros: -Como quiera. Win los siguió por las calles y a través del Portal K'il Bell hasta la Casa de los guías. La vieja casa estaba alumbrada con faroles en cada ventana de abajo, dándole a la piedra un brillo entre dorado y rojizo. Win abrió la puerta y en el aire se sintió un olor a ajo. Hazel había dejado el estofado cocinando a fuego lento. El estómago de Win crujió.
  • 34. El buscador de caminos Darcy Pattison 34 El príncipe Reynard se sentó en la piedra del hogar, su figura era alta y elegante. -Permítanme descansar unos momentos antes de que hablemos -le dijo a Eli y al alcalde. -¿Deseas algo de comer o de tomar? -preguntó Eli. El príncipe Reynard negó con la cabeza. Eli sirvió aguamiel para él y para el alcalde Porter, mientras Win, disimuladamente, se sirvió un tazón de estofado y desapareció en una esquina para comer. La señora Kala se dirigió pavoneándose hasta el príncipe y puso su cabeza sobre las piernas de este. El príncipe sacó un cepillo tallado de jade y una peineta de una pequeña bolsa. Ella se acostó en el tapete de la chimenea y permitió que el príncipe le peinara su sedoso pelo. Luego, peinó su pelaje hacia atrás, desde el pie hacia arriba. Después, cubriendo la parte que estaba hacia atrás con una mano, barrió pequeñas capas hacia abajo con el cepillo. Siguió peinando hacia atrás, concentrado primero en la pierna y luego dirigiéndose hacia arriba mientras barría pequeños mechones de nuevo hacia abajo y avanzaba hacia la columna vertebral. Win entendió por qué sólo la nobleza estaba autorizada para tener un Tazi; eran demasiado magníficos para el pueblo. El príncipe Reynard cantaba dulcemente una canción de cuna siguiendo el ritmo con las caricias del cepillo. La perra majestuosa, la devoción del príncipe y el dulce canto eran hipnóticos. La canción de cuna era conocida y pronto Eli y el Alcalde Porter estaban cantando también. El príncipe Reynard tiró suavemente de un nudo de pelo color amarillo y marrón, debajo de la barbilla de Tazi, hasta que el cepillo se deslizó suavemente. A medida que continuaba la canción de cuna, la señora Kala estiraba una elegante pata y bostezaba, mostrando el delicado interior rosado de su boca y sus blancos y brillantes colmillos. Se levantó con elegancia, le dio varias vueltas al tapete de la chimenea y se acomodó para la siesta. El príncipe Reynard se levantó y sacudió su abrigo verde. Sacó otro cepillo blanco de jade,
  • 35. El buscador de caminos Darcy Pattison 35 un objeto de mango largo diferente a todo lo que Win jamás había visto, y se limpió los pelos de la Tazi de su abrigo. Después, convirtió el pelo en una mota y lo lanzó al fuego. Win suspiró. ¡Había sido testigo del peinado ritual de un Tazi realizado por un príncipe! Era un evento que pocos tenían el privilegio de observar. El príncipe Reynard miró a Win. - Tal vez una taza de aguamiel me vendría bien ahora. Win dio un brinco y le llenó un jarro. -¿Estofado también? -Sólo el licor, gracias -dijo el príncipe y vació el contenido de un solo trago. Puso el jarro vacío en la mesa y se levantó para mirar de frente a Eli y al alcalde Porter. -Tengo una triste historia que contarles acerca de sus parientes que viven en G’il Dan. Ojalá pudiera decirles esto suavemente o darles tiempo para que confiaran en mí antes de acometerlos con estas noticias. Pero no hay tiempo. G’il Dan ha sido visitada por la plaga.
  • 36. El buscador de caminos Darcy Pattison 36 LA PLAGA -¡La plaga! -el alcalde gritó las horribles palabras. -Sí, comenzó hace apenas seis semanas con la muerte del alcalde Baldor. -Al pronunciar el nombre, el príncipe Reynard hizo una venia en memoria del alcalde. El alcalde Porter se alejó del príncipe. -¿Has traído la plaga a nuestra ciudad? -Eso es posible. No sé cómo se contagia la enfermedad. Pero aunque supiera que tengo la plaga, de todas maneras hubiera venido. -¿Por qué nos la traes? -Eli le exigió una explicación. -Recorrí las calles un día después de la muerte del alcalde. Los niños que tenían marcas rojas estaban sentados en las puertas de sus casas porque los habían echado. Mujeres y hombres estaban sentados en el polvo azotándose los hombros para tratar de sacarse la plaga de sus cuerpos. Cada calle estaba llena de gente llorando y gimiendo. G’il Dan es mi casa. Quiero la ciudad y a mi gente con una pasión que sólo la aventaja el rey. Yo lloré con ellos. -¿Cuál es el punto? -el ceño fruncido oscureció la cara de Eli. El príncipe Reynard asintió y respiró con dificultad. -Me encerré en mi habitación solamente con la señora Kala para recibir consejo. En la noche del tercer día una lluvia fresca calló sobre la ciudad. Salí a recorrer las calles de nuevo y la Muerte me acompañó mostr{ndome su obra de arte. Fui al Portal G’il Cyra y subí a la torre de guardia. El guardia estaba recostado y silencioso en su puesto, contagiado de la plaga. Mientras miraba la ciudad, escuché una voz que me hablaba: "Ve a buscar el Pozo de la Vida
  • 37. El buscador de caminos Darcy Pattison 37 y trae un poco de su agua para sanar la Madre Tierra". "¿Dónde encuentro el Pozo de la Vida?" exclamé. De repente, las nubes se dividieron y un rayo de luz iluminó la torre. Tuve una visión del Pozo de la Vida. Después la voz me volvió a hablar. “Ve a G’il Rim y ahí encontrar{s un guía que te llevará a través de la Grieta hasta el Pozo de la Vida”. ¡A través de la Grieta! El príncipe no entiende las dificultades, pensó Win. Luego, una luz de esperanza brotó. Si el príncipe va a la Grieta, tal vez pueda encontrar a Zanna y traerla de vuelta. Tonto, se dijo a sí mismo, ella nunca volverá. ¿Pero si de alguna manera estuviera viva sólo esperando a que alguien la encuentre? Win bajó su mirada hacia el estofado. Se concentró en la cara de Zanna y esperó a que su Destino lo llevara. Nada. Pero tal vez está ahí de todas maneras. A lo mejor si él estaba en el fondo de la Grieta, su Destino vendría. No, no había manera de entrar ni de salir de la Grieta. El príncipe simplemente no entendía. El príncipe Reynard habló. -Al amanecer; la señora Kala y yo iremos a la Grieta, con o sin su ayuda. A no ser que encuentre el Pozo de la Vida, todos en G’il Dan morir{n. Y no se detendr{ ahí. Se dispersar{ por toda la Madre Tierra. -¡La has traído a las mismas puertas de G’il Rim! - dijo el alcalde Porter. El príncipe Reynard se pasó una mano sobre sus ojos. -¿Me ayudarán? ¿Permitirán que un guía me acompañe para Encontrar el Pozo? Win miró al escuchar la angustia en la voz del príncipe. Los ojos de este se encontraron con los de él: estaban demasiado brillantes, su cara demasiado encendida. El príncipe se acercó a la chimenea y tiritó un momento antes de estirar sus manos para calentarlas. Win se preguntaba cómo podía estar tan frío siendo que todavía hacía calor afuera.
  • 38. El buscador de caminos Darcy Pattison 38 El alcalde Porter y Eli conversaban en voz baja. El príncipe Reynard se sentó en una banca al frente de Win en la mesa. -Otro jarro de aguamiel, por favor. Win le sirvió el aguamiel y el príncipe se lo tomó despacio, mientras esperaba la decisión. Finalmente, Eli se puso de pie. -Príncipe Reynard, nos halaga que hayas venido a G’il Rim a buscar ayuda. Nuestra devoción a tu hermano, el rey Andar, es muy conocida. Le ofreceremos toda la ayuda que podamos, pero... hizo una pausa y tosió... pero no mandaremos a nadie a la Gran Grieta. Nadie ha ido a la Grieta y ha vuelto para contarlo. No sabemos cómo viajar por ella. El príncipe Reynard asintió. -Me imaginé que esa iba a ser su respuesta. De repente, estiró la mano atravesando la mesa y agarró el hombro de Win con su mano izquierda. Con su mano derecha puso el dedo pulgar en la barbilla y el dedo índice en la frente de Win. Este se quedó quieto, sorprendido por el fuerte agarrón. Después, dio un giro brusco tratando de soltar su hombro. -¡No, no me des el Destino! -¡Detente! -gritó Eli y dio un salto para ayudar a Win. Pero era demasiado tarde. Win vio el Pozo de la Vida: un pozo profundo, con agua latente dentro de una piedra negra de granito. Su olor era puro y limpio. Puso sus manos en forma de tazón para beber, pero se le cerraron en el aire. Anduvo a tientas por un momento mientras sus sentidos se aclaraban. Estaba de nuevo en la Casa de los guías, sofocado por el olor del ajo. Cerró sus ojos de nuevo, dominado de repente por aquel Destino tan fuerte. Era más fuerte que cualquier otro que jamás hubiera sentido y sabía que tenía que encontrar el Pozo... o morir en el intento. Win miró a los ojos al príncipe Reynard. -¿Qué ha hecho? ¿Por qué me escogió a mí?
  • 39. El buscador de caminos Darcy Pattison 39 -Te vi en mi visión. El príncipe trastabilló y se desmayó.
  • 40. El buscador de caminos Darcy Pattison 40 LA SEÑORA Nadie estaba cerca para impedir la caída del príncipe, pero Win corrió hacia él. La señora Kala se paró sobre el príncipe en posición de ataque. Estiró su hocico hacia atrás mientras gruñía y enseñó sus largos colmillos, que brillaron a la luz del farol. Gruñó, protegiendo a su príncipe. -Permítanos ayudar -dijo Win. Estiró una mano. La señora Kala le lanzó un mordisco, pero Win retiró su mano justo a tiempo. -¡Atrévete a tocarlo y mueres! La voz rebotó en la mente de Win. -¿Quién dijo eso? -dio media vuelta para mirar a Eli y al alcalde Porter confundido. Pero no podía ser uno de ellos. Era voz de mujer, no de hombre. -Yo hablé, campesino -desde el cuerpo postrado del príncipe, la perra miró a Win-. No tocarás a su Alteza Real. La señora Kala le hablaba mentalmente. ¡Telepatía! -Pero el príncipe necesita ayuda -Win dijo en voz alta, sin intentar usar la telepatía-. Está enfermo y se golpeó la cabeza. Mira, está sangrando. La cara del príncipe estaba tan dura y blanca como su cepillo de jade. Su respiración era entrecortada y rápida. La señora Kala acarició con la nariz la nuca del príncipe Reynard. -Mi príncipe tiene la plaga -dijo. Está más allá de cualquier ayuda, excepto la del Pozo del la Vida. Prepara una habitación para nosotros, luego, tú buscarás el Pozo.
  • 41. El buscador de caminos Darcy Pattison 41 Eli y el alcalde Porter se ubicaron detrás de Win para observar al príncipe caído. Win le dijo a Eli: -¿La puedes oír? Eli asintió sin palabras, sus ojos cafés inmensos por la sorpresa. Win se habría divertido en cualquier otro momento. Se necesitaba mucho para dejar a Eli sin palabras. -Sabía que había traído la plaga con él. Todos moriremos -dijo el alcalde Porter con amargura. Win ignoró al político. -¿Sabes lo que me hizo a mí? -le preguntó a Eli muy molesto. -Te dio la visión del Pozo de la Vida. ¿Tienes un Destino? -Sí. -No puedo dejarte ir. Nadie ha regresado de la Grieta. Desde la puerta se escuchó una suave voz. -Debes dejarlo ir. Las sombras titilaban detrás de Hazel. En vez de sus colores suaves habituales, tenía puesto su abrigo de rayas rojas y blancas de guía, apenas más gruesas que las de Eli. De alguna manera, el abrigo de los guías la hacía ver ajena y las sombras danzantes la convertían en una mujer con un pasado misterioso. Entró en silencio y estudió a la señora Kala. -Debes ir con Winchal. Él necesitará sus habilidades. -¡No! -la señora Kala se quedó al lado del príncipe-. Yo soy la guardaespaldas del príncipe; yo soy la segunda entre los guardias de la Perrera. Mi responsabilidad es clara. Me quedaré con mi príncipe. Prepara nuestro cuarto. Su discurso mental sonó con fortaleza real. Win quedó maravillado. Ella exigía obediencia, como si fuese una emperatriz. Hazel asumió el liderazgo. Le ordenó al alcalde Porter que convocara a todos los oficiales
  • 42. El buscador de caminos Darcy Pattison 42 de la ciudad y a los guías a una reunión en dos horas. A Eli le dieron instrucciones precisas de mover los muebles de la alcoba de los Eldras, la única habitación en el primer piso de la Casa de los guías, para prepararla para el príncipe. También envió a un aprendiz a buscar a un médico. Los dos Borzois de la caravana llegaron a la puerta de la Casa de los guías y forzaron su entrada. Win se preguntaba si la señora Kala los había llamado telepáticamente para ayudarla a proteger al príncipe Reynard. O si acaso tenían algún sexto sentido que les indicó las necesidades de su amo. Los Borzois se acomodaron al lado de la señora Kala formando un trío temible. Cuando el doctor llegó, pidió un tazón con agua y sacó vendajes de su maletín. De la cabeza del príncipe Reynard todavía salía sangre de la cortada. La señora Kala detuvo al doctor: -¡Atrévete a tocarlo y ellos sabrán a lo que sabe la sangre de tu corazón! Los Borzois gruñeron en señal de aprobación. El tazón tembló en las manos del doctor; pero este habló con firmeza: -Señora Kala, debemos tocarlo para llevarlo a una cama. La señora Kala gruñó. Sin embargo, accedió. -Llévenlo a la cama. ¡Pero usted, doctor, se va! -Necesita ayuda -dijo Hazel. Se arrodilló al lado del príncipe. -Señora Hazel, sólo tú puedes atender sus necesidades. De ti he escuchado mucho. Doctores, ¡bah! Sólo quieren desangrar la vida de los hombres. Contenta de que Hazel cuidaría del príncipe, la cazadora real centró su atención en Win. Sus ojos lo miraron con intensidad. -Partirás al amanecer. He visto muchos hombres enfermarse Y morir por culpa de la plaga. El señor Bennington, responsable de las Perreras Jamila, sobrevivió siete, tal vez ocho días después de que lo invadió la fiebre. Volverás antes de siete días.
  • 43. El buscador de caminos Darcy Pattison 43 -Win no irá a ninguna parte -dijo Eli. -No discutamos eso ahora -dijo Hazel, suavemente. -Pongamos al príncipe en la cama. Nos reuniremos después para decidir qué hacer. Win se sentó en la chimenea a esperar. Sabía cómo iba a ser la discusión. El príncipe Reynard le había dado el Destino de las Fuente de la Vida. Eli le prohibiría que fuera; la señora Kala lo exigiría a su manera real; Kira confiaría en que fuera para que se le quitara su temor a los Destinos. Y Hazel... ella lo confundía. ¿Realmente quería que fuera a la Gran Grieta? ¿Creía realmente que iba a salir vivo? El Destino lo llamó y él quería tomar el agua pura y cristalina. Los guía aprendices tenían que aprender a controlar el Destino o este los podía dominar hasta tal punto que se olvidaran de la comida y la bebida. Win había aprendido muy bien esta lección. Pero este Destino era tan fuerte, que controlarlo era difícil. Muy fuerte. El pozo se encontraba a dos, no, tal vez a tres o inclusie cuatro días de distancia... si le iba bien y no tenía inconvenientes en el camino. Apenas le daba tiempo para salvar al príncipe. El sonido de agua salpicando lo hizo levantarse. Luchó para controlar el Destino y forzó sus músculos para volverse a sentar. No iría a la Grieta.
  • 44. El buscador de caminos Darcy Pattison 44 EL REY ORDENA -Yo he estado en la Gran Grieta -dijo Hazel. Su pelo caía largo y grueso sobre sus hombros y tenía puesto un medallón que Win nunca había visto antes. La oscuridad de una nueva luna cubría la ciudad. La gente todavía se podía mover con faroles, pero si se quería movilizar en secreto -y el alcalde Porter ciertamente no quería que ni una palabra sobre de la plaga se regara por la ciudad y causara pánico- se podía contratar a los guías. Por ello los guías habían estado llegando a cuenta gotas durante las dos últimas horas, la mayoría acompañando a los líderes de los gremios: el alto y musculoso herrero Cyril Jordan; el gordo tejedor, Brent Wattle; Will Karpel, el pastelero, cuyo pelo blanco como la harina hacía juego con sus inmaculadas y limpias manos; otros hombres del gremio y nobles, suficientes para llenar el recinto; en otras palabras, cualquiera que pudiese tener una opinión acerca de lo que pasaba en G’il Rim. Eli le dijo a Hazel preocupado: -Nadie ha ido a la Grieta y ha vuelto para contarlo. El copete de la señora Kala cayó sobre su cara dándole aspecto descuidado. Las puntas negras del pelo le temblaban mientras ella observaba lo que ocurría desde la puerta de la habitación donde el príncipe dormía. Hazel se impuso: -Escúchame. Hace dieciocho años la Madre Tierra estuvo bajo una sequía parecida a esta. Yo era una guía joven, pero a diferencia de la mayoría, aún hoy me encanta explorar las
  • 45. El buscador de caminos Darcy Pattison 45 tierras que se hallan por fuera de las puertas de la ciudad. Win pensó que a Hazel todavía le gustaba explorar. Tres o cuatro veces al año simplemente desaparecía durante una o dos semanas. Nadie sabía a dónde iba, y ella nunca ofrecía explicaciones, permitiendo que las desapariciones misteriosas se añadieran a su reputación frente a los aprendices. Win se inclinó para escuchar cada palabra. ¡Finalmente sabrían la verdad! Hazel continuó: -La sequía había durado cuatro meses cuando me encontré con un hombre afuera del portal. Estaba parado en el borde de la Grieta, mirando el otro lado como si en cualquier momento fuera a salir volando. A su lado estaban dos Borzois. Me dijo que había tenido una visión y necesitaba encontrar un arco mágico y la flecha que le permitirían desatar la lluvia del cielo. Me preguntó si yo sería su guía. -Hazel se encogió de hombros-. ¿Qué podía decir? Me encanta explorar y la Madre Tierra me necesitaba. Le dije que sí. La historia es larga y nunca ha sido contada por completo. Todo lo que necesitan saber es que entramos en la Grieta y la atravesamos hasta el otro lado. Un susurro emocionado salió del grupo: -¡Fue a la Grieta! Hazel continuó: -Encontramos un largo arco y tres cajas para flechas. Cada caja tenía seis flechas, para un total de dieciocho. Dieciocho flechas, dieciocho años de lluvia. Cada primavera hemos hecho el peregrinaje a la montaña K'il Athma, la más alta en la Madre Tierra. Desde la cima, él dispara una flecha del arco mágico hacia las nubes, dejando en libertad las lluvias y trayendo una época de riqueza a nuestra tierra. Dieciocho flechas, dieciocho años de lluvia. Pero la caja está vacía ahora, el arco está silencioso y la sequía ha vuelto. -¿Quién es el hombre que te acompañó? Queremos preguntarle si es verdad -dijo Eli. Su cara se puso estoica y Win sospechaba que él nunca había escuchado esta historia de su
  • 46. El buscador de caminos Darcy Pattison 46 esposa antes. Partes de la vida de Hazel estaban cerradas tanto para él corno para los aprendices. Y para Win. -Fue el rey Andar -el príncipe Reynard se aferró a la puerta de su habitación. Su cara blanca estaba flaca y ojerosa y su trenza desordenada de dormir sobre ella. Sin embargo, aun en su enfermedad, era un hombre de poder. Los Borzois estaban en el suelo, justo afuera de la habitación, y la señora Kala en un tapete en la puerta del cuarto. -Mi hermano me ha contado toda la historia. Win se preguntaba si Eli sabía que Hazel se encontraba con el rey cada año. La boca de Eli era una O. Levantó su barbilla hacia Win. Hazel asintió levemente. Eli miró a Win como si nunca antes lo hubiera visto. Win se encogió de hombros, preguntándose qué era lo que de repente estaba mal. Miró a Hazel, pero ella estaba al lado del príncipe enfermo. El príncipe continuó: -Señora Hazel, la Madre Tierra te debe dieciocho años de prosperidad. Pero como tú misma dices, las cajas están vacías. El rey Andar confiaba en que las lluvias llegarían de todas maneras. En lugar de eso, la plaga ha llegado. Él se quedó en G’il Dan para estimular la esperanza, con el te- mor de que si se iba, la ciudad caería presa del desespero y la miseria. Por donde sea que camine entre su gente, la esperanza vive. Me envía en su lugar. Hazel estuvo de acuerdo: -Fue idea del rey Andar el poner a su gente primero. El Príncipe continuó: -Debemos tener agua del Pozo de la Vida o si no la Madre Tierra morirá. ¿Irás a buscarlo? Hazel negó con la cabeza y su pelo se movió de un lado a otro revelando vetas blancas y grises. -No. Si escuchaste la historia completa, entonces sabrás que me caí al salir de la Grieta. Todavía cojeo por ello. Y dieciocho estaciones de lluvia han venido y se han ido. Ya no puedo viajar muy rápido ni muy lejos.
  • 47. El buscador de caminos Darcy Pattison 47 Debes enviar a otra persona. El príncipe Reynard dio un paso hacia el salón. Trastabilló y casi se cae. El gordo maestro Wattle le ofreció su ayuda, pero la señora Kala inmediatamente se paró entre los dos, gruñendo y mostrando sus dientes. El príncipe dio un paso atrás y se apoyó pesadamente en la puerta. Sonrió tristemente: -Señora, necesito tu ayuda. No puedo caminar solo. La Tazi miraba al príncipe y Win entendió que estaban hablando telepáticamente. Entonces puede escoger hablar con una sola persona, pensó. Por eso nadie la oía antes. Ella habla con los del común sólo cuando le toca. -Winchal. Él miró, sobresaltado. -Winchal, préstame tu fuerza -dijo el príncipe Reynard. Win tragó saliva. Déjame fuera de esto, pensó. -No podemos. Tú eres parte de esto. La señora Kala le respondía el pensamiento. -Salte de mi cabeza -dijo con firmeza. De manera que podía leer sus pensamientos aunque él no quisiera. ¿Qué más podía hacer?, se preguntaba Win. Entonces fue cuando entendió que nadie más entendía que la señora Kala le hablaba telepáticamente. -Winchal -le dijo Eli en tono tajante-, ayuda al príncipe. Win caminó de mala gana entre las bancas y asientos hasta llegar al otro lado del salón. Los hombres del gremio, quienes habían estado haciendo bulla hasta hace un momento, estaban ahora callados, observando al príncipe y a sus cazadores. Win permitió que el príncipe Reynard pusiera un brazo sobre su hombro. El joven quedó sin aliento. El cuerpo del príncipe estaba ardiendo, la plaga recorría su cuerpo enfurecida. Win se hizo hacia atrás, pero la señora Kala le rugió. El joven guía no tenía otra alternativa diferente a la de sostener al príncipe mientras tropezaban atravesando el salón hacia la chimenea. La señora Kala los
  • 48. El buscador de caminos Darcy Pattison 48 siguió detrás, y Win tenía la certeza de que ella estaba lista para despedazarlo si fallaba. Al menos, los Borzois no lo estaban siguiendo. El príncipe Reynard se hundió en un asiento. Dirigió su mirada al alcalde: -Debemos encontrar el Pozo. Gordas arrugas arrugaban la frente del alcalde. -Mi príncipe -dijo e hizo una venia. El príncipe Reynard respiró hondo y le dijo a Eli: -Eli Eldras, líder del Gremio de los guías de G’il Rim, frente a estos testigos, te saludo en nombre del rey Andar. Antes, te pedí como ciudadano de la Madre Tierra que me ayudaras en mi búsqueda. Ahora, te digo que es el mismo rey quien te lo ordena. Eli frunció el ceño. -A pesar de lo que dice Hazel, el viaje a la Gran Grieta es tan peligroso que solamente ella y el rey lo han sobrevivido. No enviaremos a nadie a la Grieta y mucho menos a Winchal, quien es todavía un aprendiz y no ha hecho un trabajo como guía en más de seis semanas. El último encuentro que intentó... su media hermana... mi única hija... ella se cayó en la Grieta. Eli bajó su mirada y pasó su mano sobre su cara cansada y su pelo. Win se acordó cómo Eli pasaba sus largas manos por entre los rizos de Zanna y le acariciaba sus mejillas. Eli levantó la mirada y miró a Hazel molesto. -Winchal no puede ir a la Grieta. Yo lo prohíbo. El príncipe Reynard cerró sus cansado ojos. -No tengo la energía para discutir -su voz era suave, sin embargo Win podía oír el poder de la realeza-. Winchal irá. -No -gritó Win. La cara de Zanna flotaba en su memoria- ¡No! -¡No! -se le unió Eli-. Pásame a mí el Destino y yo mismo iré. -Es demasiado tarde para eso. No tengo más energía para pasar el Destino de nuevo -dijo el príncipe Reynard. Se agarró a los brazos del asiento con tanta fuerza que los nudillos se le
  • 49. El buscador de caminos Darcy Pattison 49 pusieron blancos y se levantó. Tambaleó por un momento antes de poder estabilizarse. Win le ofreció su brazo, pero el príncipe lo rechazó. La señora Kala lo acompañó mientras que avanzaba lentamente hacia la habitación. El silencio se apoderó del salón a medida que el príncipe se esforzaba en mover sus pies sin caerse. Win contuvo el aliento hasta que el príncipe Reynard llegó hasta la puerta de la habitación. Los Borzois se levantaron y le abrieron paso. El Príncipe Reynard se recostó pesadamente contra el marco de la puerta. -Alegarán todo lo que quieran, pero al final harán lo que yo digo. El rey Andar me ha dado autorización en este aspecto. -No -Eli repitió. El príncipe Reynard gimió. -No entiendes. Yo vi a Winchal en mi visión. Él debe ir -dio dos pasos para entrar al cuarto y se derrumbó sobre la cama. La señora Kala cerró la puerta con una pata y los Borzois se acomodaron de nuevo frente a esta. El caos se desató. Todos querían ser escuchados; estaban de acuerdo en que Winchal no era la persona indicada para ir. En medio del desorden, Win se sentó abrumado. El mismo rey Andar había ordenado que él fuera a la Grieta a buscar el Pozo de la Vida. ¿Cómo podía desobedecer al rey? El Destino amenazaba con dominarlo de nuevo, pero Win luchaba por controlarlo. No iría a la Grieta.
  • 50. El buscador de caminos Darcy Pattison 50 LA DESPEDIDA La discusión acerca de cómo manejar la plaga continuó durante toda la noche. El señor Melor, representante de los nobles, insistía en que la orden del rey debía ser obedecida inmediatamente. Brent Wattle, el tejedor, era partidario de conformar una inmensa expedición hacia la Grieta. Proponía usar largas escaleras de lazo que colgaran del borde y a las que se le podían añadir nuevas amarras a medida que los escaladores bajaran. Cyril Iordan, el herrero, sugería una serie de clavos de hierro que se clavarían en la pared para hacer, aunque de manera rudimentaria, una escalera. Sugirieron otras ideas descabelladas, pero al final todos estuvieron de acuerdo: nadie sabía cómo bajar a la Grieta de manera segura. Excepto Hazel. Ella, con determinación, se negaba a mostrarle a nadie el camino a la Grieta. -Sin un Destino que seguir, sería inútil. Debemos esperar a que el príncipe se despierte. Cuando él tenga la suficiente fortaleza para pasamos de nuevo el Destino, entonces podremos decidir a quién enviar. Una nueva discusión empezó. -¿A quién mandaremos? -preguntó Brent Wattle. - Es una misión sólo para un guía. Como líder del Gremio de los guías yo iré -insistió Eli. -Estás demasiado viejo. Envía a un guía joven y robusto -dijo Cyril Jordan. -Te necesitamos aquí -dijo Hazel. -Envía una docena de guías. Seguramente alguno lo logrará -dijo el señor Melor.
  • 51. El buscador de caminos Darcy Pattison 51 Eli se mantenía firme en una cosa: -Win no irá a buscar con los guías. No lo haré pasar por eso. -No es de confiar -dijo el alcalde Porter. Las duras palabras habrían lastimado a Win si no hubiera estado de acuerdo con ellos. Él no era la persona correcta para ir. Ellos necesitaban un guía confiable. Finalmente, todos se acostaron a dormir en el inmenso salón, nadie se quería ir hasta que se tomara una decisión. Win se despertó de un sobresalto. El salón estaba lleno de figuras durmientes cubiertas por cobijas de algodón. Suaves ronquidos y respiración tranquila eran los únicos ruidos. ¿Qué lo había despertado? Win estiró sus piernas entumidas y después abrió los ojos. Cubierta por una capa oscura y sosteniendo una para él, Hazel estaba parada enfrente suyo. Ella puso un dedo en sus labios para indicarle que no hiciera ruido y le hizo señas para que la siguiera. Pasando por entre las quietas figuras, Win caminó a hurtadillas por encima del tejedor gordo y alrededor de las piernas del alto herrero. Pensó que alguien se había movido en la esquina. Hazel agitó sus brazos para que Win se quedara quieto y él obedeció. Por un momento, sólo escuchó los suaves ronquidos del tejedor. Observó todo el salón para comprobar si alguien se movía. Pensó que uno de los Borzois que hacían guardia en el cuarto del príncipe lo estaba mirando. Pero al observarlo, notó que su hocico estaba descansando sobre sus delicadas patas y que los ojos los tenía cerrados. Hazelle indicó con la mano que avanzara de nuevo. La puerta crujió al abrirse y se deslizaron hacia fuera. Sin decir una palabra, ella le entregó una galleta fría y una tajada de queso y lo guio hacia las puertas de la ciudad. Hazel tenía un morral sobre su espalda y él pensó que iban a buscar conejos en las trampas para el estofado del día. Él había ayudado a poner el cebo en las trampas hacía dos días y si no hubiera sido por la emoción de la llegada de las caravanas, las hubieran revisado la noche anterior. La madrugada estaba todavía oscura y algo fresca, pero la arena se sentía caliente bajo sus sandalias. El nuevo día sería caluroso.
  • 52. El buscador de caminos Darcy Pattison 52 Caminaron por las calles polvorientas y silenciosas hasta el portal norte, el único en el lado de los guías que llevaba directo a las afueras de la ciudad. Se deslizaron hacia fuera. Win masticaba la galleta seca. Toda la comida sabía a polvo durante la época seca. Tomó agua de la cantimplora y trato de masticar el queso duro. Siguió el perfil silencioso de Hazel casi por instinto. En su oscura capa ella era sólo una sombra entre las sombras más oscuras. El camino que seguían era una parcela de peras espinosas y no podía evitar sentir las espinas. Estaba pendiente de sus pies, de manera que no vio a Hazel hasta que no se tropezó con ella. Se había detenido al lado de un nudoso árbol de cedro. Se quitó el morral y se lo entregó a Win. -Tu viaje comienza aquí. De repente, Win entendió lo que ella estaba haciendo. Se terminó el queso antes de responder: -No iré. -El príncipe Reynard no despertará. Y si lo hace, no estará lo suficientemente fuerte como para entregar el Destino de nuevo. Tú eres la única esperanza para G’il Rim y la Madre Tierra. Win miraba las estrellas. Cientos brillaban arriba, pero empezaban a desaparecer a medida que el cielo se aclaraba. -Entonces no hay esperanza. Hazel lo jaló para abrazarlo fuerte. - Tú eres un guía. Yo también extraño a Zanna. Ella era mi única hija -lo abrazó más fuerte, como si nunca lo fuera a dejar ir. Como si hubiera perdido una hija no soportara la pérdida de otro hijo. Luego, lo soltó y lo puso frente a ella. Lo miró fijamente. -Pero no puedes dejar que los muertos te manejen. Debes dejarla ir. -¿Cómo? -la angustia de esas últimas seis semanas estaba contenida en esa única palabra. Win quería encontrar la respuesta que lo ayudara. La pérdida ardía en su corazón.
  • 53. El buscador de caminos Darcy Pattison 53 -Haz este viaje. Encontrarás la manera de sanar y traerás agua para aliviar nuestra tierra. - Su voz temblaba-. No quiero perderte a ti también, pero debes ir tú solo. Win quería creer en las palabras de Hazel. ¿Acaso el Pozo de la Vida sanaría su corazón doliente? De nuevo se concentró en la cara de Zanna y trató de encontrar un Destino para ella. Nada. -No puedo creer que esté... ella no... No podía decir "muerta". Ella estaba allá abajo, en algún sitio de la Grieta, esperando a que él la encontrara. Pero por primera vez en seis semanas, Win vio la manera de aliviar su dolor. Iría a la Grieta, siguiendo el Destino para el Pozo. Una vez en el fondo, abandonaría ese Destino y buscaría a Zanna. A pesar del frío, el sudor bajaba por su espalda. ¿Le tenía miedo al viaje? ¿Acaso su temor a las alturas le permitiría bajar por la montaña enfrentando al abismo? ¿Temía fallar y que la Madre Tierra fuese invadida por la plaga? Todas estas cosas lo asustaban, sí. Pero era otro su verdadero temor: ¿qué tal si solamente encontraba el cuerpo de Zanna? Todavía tenía una última esperanza: Zanna estaba viva y esperándolo. Tenía que ir. Tenía que intentarlo. Asintió en silencio a Hazel. Después, cerró sus ojos. El Destino del príncipe Reynard lo invadió y el increíble deseo por el agua pura del pozo de granito lo llenó por completo. El Destino lo empujó. Abrió sus ojos y se encontró en todo el borde del barranco. ¿Sería un Destino verdadero? ¿Podía confiar en este Destino? -¿Dónde está el camino? -Aquí -Hazel caminó alrededor de los pequeños cactus, pasando el árbol de cedro hacia el sitio donde el Destino parecía que empezaba-. El camino es estrecho y peligroso. Te tomará todo el día bajar. El tiempo es corto. No puedo empezar a contarte los peligros que enfrentarás. Sólo puedo darte este amuleto de lobo. Lo robé del clan de los lobos la última vez que estuve en su aldea. Tal vez lo necesites para
  • 54. El buscador de caminos Darcy Pattison 54 negociar con ellos -se quitó el amuleto de su cuello y se lo puso a Win. Luego lo empujó hacia el borde de la Grieta. -Ten cuidado, hijo mío. El cielo estaba más claro todavía; el amanecer estaba cerca. Se acercó más a la Grieta, tratando de ver el otro lado. En la mañana despejada, el borde lejano era visible en la creciente luz, una línea de piedra irregular. Hazel lo abrazó. -Ten cuidado. Confía en tu Destino. Y sé educado con Paz Naamit. El globo de sol se asomaba sobre el horizonte. -Apúrate -lo animó. Debes irte y yo debo regresar con algunos conejos para el estofado antes de que me extrañen. Eli estará furioso. Vamos. Win la miró de nuevo, tratando de guardar en su memoria su cara, luego, dio media vuelta para enfrentar el barranco.
  • 55. El buscador de caminos Darcy Pattison 55 LA GRIETA Win caminó hacia la Grieta con la resignación de un condenado. No importaba que le tuviera pánico a las alturas. No tenía más alternativa que bajar a la Grieta, de donde sólo su madre y el rey habían regresado. Avanzó con cuidado por el cactus hasta el borde del barranco y buscó el camino. Justo cuando pensó que sólo había un abismo y que el Destino era falso, vio un estrecho saliente que abrazaba el borde del barranco. ¿Era ese estrecho pedazo de piedra realmente un camino? Al mirar hacia abajo, lo invadió el mareo. Dio la vuelta hacia el barranco y colgó sus pies hasta sentir el saliente. Sólo tenía de veinte a veinticinco centímetros de ancho. Empezó a avanzar lentamente de lado y hacia abajo hasta que su cabeza estuvo debajo del tope del barranco. Se obligó a mirar de frente a la piedra y no hacia el vacío del cañón. La piedra era ocre, con vetas cafés y rojas. Desde la distancia, la piedra parecía desnuda, pero pequeños baches de pasto y arbustos habían encontrado dónde agarrarse y crecían colgados de los lados de la Grieta. Pedazos de musgo, alimentados por la neblina que se levantaba de la Grieta durante la época de las lluvias, estaban secos y frágiles. Win se maravillaba de todas estas cosas con una parte de su mente, mientras que la otra se concentraba ferozmente en ubicar un lugar dónde dar el siguiente paso y en no mirar hacia abajo. El camino se amplió y él abrazaba la sólida piedra mientras avanzaba lentamente hacia abajo. Después, se congeló. Algo le decía que estirara sus manos y empujara su cuerpo para alejarlo del barranco. El impulso era tan fuerte que era como un tornado que luchaba por
  • 56. El buscador de caminos Darcy Pattison 56 soltarle sus manos. Agarró un pedazo de piedra tan fuerte que sus dedos blancos contrastaron con el amarillo. Cálmate, se dijo así mismo. Sin embargo, el pánico surgió y llenó su cabeza. Tenía que saltar. Jadeaba. No, no te sueltes. Sus manos se entumecieron. En cualquier momento se soltaría y caería en la Grieta. ¡Piensa en alguna otra cosa!, se dijo. Pero lo único que sentía era ese vacío en su espalda seduciéndolo. Cada aliento era un increíble y consciente esfuerzo. -Cien, noventa y nueve, noventa y ocho, noventa y siete, noventa y seis, noventa y cinco... - Win empezó a contar hacia atrás, tratando de llenar su cabeza de números, para opacar cualquier otro pensamiento. Finalmente, su respiración se hizo más fácil. Lentamente giró su cabeza para buscar un nuevo sitio dónde agarrarse. Mordiéndose el labio inferior, movió su pie de nuevo. -Cincuenta y siete, cincuenta y seis, cincuenta y cinco... -centímetro a centímetro, se hundió más en la Grieta. Una docena de veces se detuvo, congelado por el temor, recordando cómo Kira corría ágilmente entre las ventanas de la Casa de los guías. Apretó sus dientes y forzó a sus pensamientos para que se alejaran del abismo a sus espaldas y empezó de nuevo a contar, gritando los números para que invadieran sus sentidos. Únicamente existía la pared que estaba delante de él y sólo pensaba en mover sus manos y pies a lo largo de ella. Tenía algo de consuelo en la sensación familiar del Destino. La visión del príncipe del Pozo de la Vida lo estaba jalando hacia adelante y hacia abajo, siempre hacia abajo. Su lado de la Grieta se mantenía en sombras toda la mañana, mientras que el sol brillaba intensamente en el otro lado. Al principio, Win agradeció la sombra. Después, gimió cuando
  • 57. El buscador de caminos Darcy Pattison 57 cayó en cuenta de que le tocaría recibir todo el sol de la tarde. En algún momento de la mañana, el saliente se amplió hasta alcanzar un metro, y Win aprovechó para sentarse a descansar. Se sentó, dándole la espalda a la pared de la Grieta y se quitó la capa. Abrió su morral y la guardó. Hazel había pensado en todo: comida seca, un yesquero, una manta liviana, una muda para cambiarse y otra cantimplora para el Pozo de la Vida. Sacó un pedazo de carne salada y empezó a comer. Apoyando su espalda firmemente contra la pared, podía mirar hacia el fondo de la Grieta sin sentir mareo o miedo a la altura. El temor estaba todavía ahí, pero aprendía a controlarlo. Win había descendido aproximadamente una cuarta parte de todo el trayecto y el fondo empezaba a verse diferente a medida que se acercaba. La pared brillaba tenuemente con un olor ocre y marrón bajo el calor. El río azul plateado parecía más grande mientras serpenteaba a través de los verdes bosques. Los pájaros volaban muy alto y a veces se clavaban formando espirales hacia las copas de los árboles de abajo. La mañana estaba increíblemente clara y esto animaba su espíritu. Win sacó el amuleto de su túnica y acarició la madera oscura y brillante. La talla imitaba la cabeza de un lobo: orejas puntudas, nariz delgada y dientes largos y afilados. En un ojo había una piedra roja, mientras que el otro estaba vacío. Un tercer ojo se encontraba en la mitad de los otros dos. Un lobo de tres ojos. ¿De dónde había salido? Se acordó de las advertencias de Hazel. ¿Qué era el clan de los lobos y qué o quién era Paz Naamit? ¿Acaso el clan de los lobos vivía cerca al río, abajo? De repente, una piedrita cayó sobre la saliente, a su lado. Win brincó y echó un ojo arriba. No podía asomarse demasiado, de manera que sólo podía ver el barranco directamente encima de él. Estaba vacío. -No fue nada -se dijo así mismo. Su voz sonaba fuerte en el silencio. Se puso la mano sobre la boca para cerrarla y escuchó. Solamente el susurro del viento le contestó. Win cargó el morral sobre sus hombros y reanudó su camino. Aún encontraba pedazos
  • 58. El buscador de caminos Darcy Pattison 58 angostos, pero en su mayoría tenían entre un metro y sesenta centímetros de ancho. Win podía caminar de frente en vez de lateralmente y de esta manera avanzaba más. Varias veces, durante la mañana, escuchó más piedritas caer de nuevo, pero nunca vio nada sobre él. Win empezó a preocuparse. ¿Alguien lo estaba siguiendo? ¿Eli? Solamente un guía podía encontrar y seguir un camino tan oscuro. No puedo permitir que Eli me detenga, pensó. Necesito encontrar a Zanna. Logró avanzar de forma segura durante el resto de la mañana. Finalmente, se detuvo a descansar y a almorzar. El camino de nuevo se había convertido en un corredor amplio. Un peral grande y espinosa había crecido allí, desafiando la pared de piedra sólida. Win arrancó las frutas maduras del cactus y le añadió un pedazo de carne asada a su almuerzo. Estaba tomando agua cuando una pequeña avalancha de guijarros pasó en- frente suyo y cayó silenciosamente a la Grieta. Tengo que hablar con Eli, pensó Win. El sol estaba casi directamente sobre él y el borde de la saliente se veía muy iluminado, mientras que un nicho detrás de la pera espinosa yacía bajo la sombra. Levantó su morral, se protegió dentro del nicho y esperó. Durante quince minutos los únicos ruidos que escuchó fueron su propia respiración y el susurro del viento. Después, hubo un suave tintineo de piedras. Win observaba el camino, esperando a Eli, y preguntándose cómo convencería a su padrastro de permitirle continuar el viaje.
  • 59. El buscador de caminos Darcy Pattison 59 EL COMPAÑERO Por encima del murmullo del viento en la Grieta se sentía un suave crujido, un muy suave ruido de pisadas sobre el camino de piedra desnuda. La señora Kala apareció, su oscuro hocico se levantó corno olfateándolo. -Sal ya, Winchal Eldras -le dijo ella telepáticamente. -¡Tú! ¿Por qué me estás siguiendo? Pensé que no te alejabas del príncipe. -Escuché la discusión. El Destino que tienes es cierto, eso lo sé. Pero tus guías compañeros no confían en ti. Piensan que tú vas a fallar. Mi deber corno guardaespaldas del príncipe es claro: me encargaré de que tengas éxito. La señora Kala dijo esto con arrogancia, luego se sentó y se quedó mirándolo. -No fallaré. Tengo un Destino muy fuerte. Vuelve donde tu príncipe. -¿Quién es Zanna? -Oh-Win se sentó de espaldas a la pared de nuevo. Sus ojos se aguaron y miró hacia el cañón, enfocando los pájaros que volaban. Estaba casi al mismo nivel que ellos y le sorprendió su inmenso tamaño. -Zanna era mi hermana. Se perdió en la bruma hace seis semanas y yo la encontré muy tarde. Se cayó en la Grieta. Lo dijo en voz muy baja, sus palabras eran una recriminación que había atormentado su cabeza durante las últimas seis semanas. ¡Demasiado tarde! La señora Kala también observaba a los pájaros. -¡Has perdido tus habilidades como guía o no?
  • 60. El buscador de caminos Darcy Pattison 60 -No lo sé. -Debo saber por qué ella se cayó. -Vete a casa. No quiero cometer otra equivocación. -¿Cuál equivocación? -Déjame solo. La señora Kala se acercó más a Win. Su piel color marrón brillaba bajo la luz del sol y Win podía oler los aceites perfumados en los que había sido bañada. -Este no es momento para dejarse llevar por el dolor, Winchal Eldras. La plaga está deambulando por la Madre Tierra y la muerte le está pisando los talones. Juntos vamos a encontrar el Pozo de la Vida y traeremos la cura para mi príncipe. Eso lo juro por mi madre, señora Golnar, reina de las Perreras Jamila. Win se quedó sin palabras. La señora Kala, una Tazi de la realeza, una hermosa y noble hembra, le estaba exigiendo hacer un peligroso viaje con él. La idea era tentadora... tenía terror de hacer el viaje solo... pero al mismo tiempo sería responsable de su seguridad. -No puedo permitir que vengas. -No me puedes detener. Iré a la Grieta. -¡No, no puedo tener esa responsabilidad! -dijo Win. No podía cuidar de nadie más. Él fue el guardián de Zanna desde cuando ella apenas había empezado a caminar por las calles detrás suyo y se había caído y lastimado sus rodillas. Ella se sentó, el dedo pulgar en la boca, sus ojos muy abiertos- mirándolo. Él se devolvió... ¿cómo la podía resistir? .. y la cargó en su espalda. La curó ese día y muchos otros. Hazel le había confiado el cuidado de Zanna hasta que... -Ahora debes devolverte -insistió él. -No le tengo temor a los peligros del camino. -¡No aceptaré esa responsabilidad! -le dijo Win. Un manchón oscuro de una sombra se agrandó de repente. Asustado, Win se dio media
  • 61. El buscador de caminos Darcy Pattison 61 vuelta. Una remolino de plumas voló encima de ellos. Win se lanzó al suelo y jaló a la señora Kala a su lado, justo cuando unas garras de dos metros y medio de largo, curvas y muy filudas, pasaron a pocos centímetros de sus cabezas. El pájaro dio la vuelta y con un aleteo de sus alas, se elevó en el viento. -¡Un águila! Se lanzará contra nosotros de nuevo -gritó Win-. Apúrate y escóndete aquí. Sacó el morral del nicho. -No, es demasiado pequeño para los dos. Enfrentaremos el peligro juntos -dijo la señora Kala. Tomó la delantera y Win no tuvo más alternativa que seguirla.
  • 62. El buscador de caminos Darcy Pattison 62 EL ATAQUE El camino se volvió más angosto forzando a la señora Kala y a Win a caminar más lento. Las alas, color miel dorado por encima, caoba por debajo, se estiraron casi seis metros de un extremo del ala al otro hasta que el águila las dobló y cayó en picada. Win se lanzó contra la montaña. Las garras buscaban carne suave. Con un sonido áspero, rasparon la roca al lado de la cara de Win, que contuvo la respiración. -¡Uf! El águila se alejó y dio otra vuelta. La señora Kala gateaba por el camino, Win trataba de seguirla. Como un gigante intentando aplastar a un mosquito, el águila los atacaba con poderosos golpes de las alas. La fuerza de los vientos les hacía perder el equilibrio, pero se aferraban a la pared y seguían hacia adelante. El águila interrumpió su ataque. -Volverá -gritó Win. Corrieron por el camino, la señora Kala en la delantera. Ella dijo: -El camino se ensancha. -¿Puedes ver más allá de la curva? -Todavía no. Win observaba el águila, que seguía dando vueltas. -Tal vez se agrande más. -Necesitamos ir más rápido. -Aquí viene de nuevo.
  • 63. El buscador de caminos Darcy Pattison 63 -Pisa con cuidado. La señora Kala giró su cabeza hacia el águila y le enseñó sus dientes. Win se asombró de su ferocidad. No sabía que los cazadores también peleaban. El águila atacó de nuevo, silenciosa y salvaje. Win trató de defenderse con sus brazos, pero recibió un golpe más abajo. Las garras cortaron su túnica y rasparon su estómago. Win cayó sobre sus rodillas. La señora Kala saltó a la nuca del águila y se encontró con las poderosas alas que bajaron y la rechazaron. Win se lanzó sobre ella. Sus dedos agarraron el pelo de su espalda justo cuando sus patas se resbalaron en el borde. Ambos se resbalaron hacia el vacío. El águila tuvo que aletear con fuerza para mantener su propio equilibrio. Cambio de dirección y se fue. Win enterró sus pies contra la piedra. Se detuvo. El águila había recobrado su equilibrio y estaba preparándose para otro ataque. Sólo tenía unos segundos. La cabeza de la señora Kala y sus patas estaban colgando en el borde. Win sentía como si sus brazos estuviesen siendo arrancados de sus huesos, pero si la soltaba se caería. Igual que Zanna. Ella se sacudía. -Levántame. -Quédate quieta -le ordenó Win a medida que la jalaba hacia él. Cuando sus patas estaban de nuevo en suelo firme, la señora Kala lo sacudió con un grito: -El águila viene. Corrieron por el camino, esta vez a toda velocidad, desesperados por encontrar refugio. Dieron una curva y se quedaron quietos. La saliente se recortaba hasta alcanzar alrededor de nueve metros de ancho. Una masa enredada de palos, largas hojas de hierba y suaves plumas bloqueaba el camino. -Su nido -susurró la señora Kala-. Está protegiendo su nido.
  • 64. El buscador de caminos Darcy Pattison 64 EL ÁGUILA El águila dorada giró en espiral hacia ellos y aterrizó con torpeza. A Win le sorprendió que sus movimientos fueran tan poco elegantes, pero no tenía tiempo para pensar en esos de- talles. Se colocó enfrente de la señora Kala y puso el morral como defensa. El gran ave se alzó imponente sobre él, sus patas más altas que Win. -¿Quién se atreeeeeve a molestar el nido de Paz Naaamit? -tronó el águila. Su voz era magnífica, ampliada cien veces por efecto de su tamaño. Win se tapó sus oídos con las manos. -¡Tú hablas! -He aprendido tu idioma, gusano despreciable -dijo el águila algo más calmada. Sus garras golpeaban la piedra amenazantes, pero se movía con cierta gracia. Sus patas tenían plumas hasta las garras, produciendo la extraña sensación de que usara pantalones. -Ahora, responde. ¿Por qué perturbas mi nido? Win se acordó del enigmático consejo que le dio Hazel: Sé educado con Paz Naamit. Cómo quisiera que ella hubiera tenido más tiempo para explicarle todo. Despacio, retiró las manos de sus oídos y le hizo una venia a la gran ave. -Oh, gran y noble Paz Naamit no es nuestra intención hacerte daño. Telepáticamente le dijo a la señora Kala: -Hazel me dijo que debía ser educado; ella debió pasar por aquí. ¿Qué hacemos? -Entonces den la vuelta y vueeelvan por donde vinieeeeron -dijo Paz Naamit-. Nadie cruza mi nido.