1. NO TEMAS, PEQUEÑO REBAÑO
19º DOMINGO ORDINARIO – CICLO C
Las lecturas de hoy nos hablan de la fe. La fe de Abraham y los
patriarcas, que salieron de su patria. La fe de los israelitas, esclavos
en Egipto, que caminaron hacia la liberación. La fe de los discípulos
de Jesús, que lo dejaron todo para seguirle. Entre todas las virtudes,
fe, esperanza y caridad, humildad… se dice que todas se pueden
pulir y acrecentar después de la muerte. Todas, salvo la fe. Porque
en el más allá ya no será necesario creer lo que no se ve:
estaremos fuera del tiempo, en la eternidad, ante la luz de Dios.
La fe sólo podemos alimentarla y construirla aquí en la tierra porque
es lo que San Pablo define tan bien: la certeza de lo que no se ve,
la prueba de una promesa todavía no cumplida. Se necesita valor y
generosidad para vivir por la fe, porque caminamos sin saber lo que
nos depara el camino. Seguimos adelante por pura confianza, porque
sabemos de quién nos fiamos. Cuando nos fiamos de una persona
querida, confiamos en ella a ojos cerrados. Pues así es la fe en
Dios: nos fiamos de él sin tener certezas absolutas, sólo porque lo
amamos y queremos creer.
Dios recompensa enormemente esta fe generosa que no pide
seguridades. Jesús explica la parábola del amo ausente y los criados
que, aunque no ven a su amo, se comportan como si él estuviera,
trabajando, siendo justos, irreprochables. Cuando el amo venga, dice
Jesús, los sentará a la mesa y los servirá. Dios nos invitará a su
banquete y él mismo nos servirá: ¡ya lo hace! Cada domingo nos
invita a la eucaristía y, sobre el altar, nos sirve y se sirve a sí
mismo como alimento. ¿Qué rey, amo o señor puede hacer más?
Por eso la actitud de fe es la del hombre fiel que, aunque no vea a
Dios, actúa en su presencia siempre. Vivir en presencia de Dios es
vivir conscientes, buscando hacerlo todo con amor, con excelencia,
con espíritu de servicio. Vivir imitando a Cristo es la mejor forma de
anticipar la venida de Dios en nuestra vida. Es lo que Jesús también
llama acumular tesoros en el cielo, tesoros que no se apolillan ni se
pierden. Tesoros que no perecen y que nos dan la vida plena. No
temas, pequeño rebaño, porque Dios te dará su reino. Qué hermosas
palabras nos dirige Jesús. Nos llama con cariño pequeño rebaño
porque es verdad: los fieles en realidad somos pocos. Y estamos
acosados por mil peligros. Pero ¡no tengamos miedo! Estamos en
manos de Dios. Nos da su reino, que es él mismo: vida plena, amor
sin límites, gozo desbordante. Sabiendo esto, no hay razón para el
desánimo. Jesús está aquí para ayudarnos y darnos el pan que nos
sostiene: su pan, en este largo camino sobre la tierra.