Jesús anima a los fieles a “estar siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y mantenerse en pie ante el Hijo del hombre”.
2. Al comenzar un nuevo año, parece que todo es lo mismo;
pero en la vida del espíritu debe haber una nueva ilusión,
una nueva esperanza. El tiempo de Adviento es
especialmente un tiempo de esperanza, porque
esperamos renovarnos.
Comenza-
mos un
nuevo
año
litúrgico.
3. 1) Recordamos y actualizamos la primera venida, la de la
Navidad. 2) Vivimos la constante venida de Jesús, sobre
todo en la Eucaristía y su venida a nuestra alma. 3)
Esperamos y nos preparamos para la vuelta de Jesús al
final de los tiempos.
La palabra
Adviento
significa
“venida”,
aplicada a
Jesús.
Consideramos
las tres
venidas.
4. Sabemos que toda
venida de Jesús está
llena de amor y de paz.
Jesús es el primero
que quiere venir a
nuestro encuentro. Y
nosotros le debemos
esperar con alegría y
con paz. Y con
esperanza salimos a su
encuentro.
5. Al pensar en esta última venida alguna vez nos da cierto
miedo, porque viene el Señor y porque todo se va a
terminar. Él dijo que “vendrá como un ladrón”. Quiere
decir de repente, no es que sea ladrón. Él es siempre
amor y su venida será con mucho amor.
De estas tres
venidas de Jesús
en el primer
domingo de
Adviento nos
fijamos
especialmente en
la última venida, la
que será la
definitiva.
6. Si sabemos que Jesús es
todo amor, nosotros
debemos esperar su venida
con amor y con alegría. Su
venida no puede ser una
mala noticia; porque no
viene a destruir y castigar,
sino para llenar todo de
amor. El Hijo del hombre
viene para que los hombres
sean hijos. Viene para
enseñarnos el amor del
Padre y para que nos
sintamos como hijos. Dice
así el evangelio de este
domingo:
Mateo 24,37-44
7. En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando
venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de
Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se
casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y
cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los
llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo
del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno
se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán
moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por
lo tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día
vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el
dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón
estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su
casa. Por eso, estad también vosotros preparados,
porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del
hombre.
8. Entre nosotros no debe haber rivalidad sino fraternidad,
no egoísmo sino solidaridad, no envidia sino
colaboración, no lejanía sino cercanía. Si actuamos con
amor, ya nos estamos preparando para su venida.
Jesús ha venido
para enseñarnos
el amor del Padre
y que todos
nosotros somos
hermanos. Al final
Él vendrá para ver
si nos hemos
portado como
hermanos y de ello
nos juzgará.
9. El Hijo de Dios quiso ser
hombre para que nosotros
nos acerquemos más a
Dios, siendo verdaderos
hombres. Y uno no es más
hombre porque sepa más y
tenga más de lo terreno, y
pueda gastar y gozar
triunfando entre aplausos.
Para Jesús lo que vale es el
amar, compadecer,
compartir, colaborar. Lo que
vale es la amistad, el
servicio y la entrega. No lo
que separa sino lo que une.
10. El Hijo del hombre
vendrá a la hora que
menos lo pensemos.
Para uno que ama eso
lleva a la tranquilidad. Y
uno que ama vigila,
porque quizá creemos
que viene de una
manera y viene de otra.
Vigilar es lo que se nos
insiste al comenzar el
Adviento.
11. Vigilar no es estar en
expectativa sin hacer nada,
sino es preparar la casa y
los caminos, como
sabemos que va a venir
alguien muy importante a
nuestra casa. Por eso en
Adviento debemos abrir el
corazón y escuchar en
nuestro interior la voz que
nos invita a esperar al
Señor y estar despiertos
velando.
18. Hay muchas cosas
que nos ayudan a
velar, a esperar
para hacernos
felices: Puede ser
el canto de un
pájaro o el vuelo
de una mariposa.
Para poder sentir
el amor de Dios
puede bastar una
sonrisa o una
sincera amistad…,
porque Él viene
para hacernos
felices.
19. Cristo viene a nuestro
encuentro muchas veces
disfrazado. Viene disfrazado
de pobre, de niño o de
enfermo. Viene en la sencillez
y en la bondad. Debemos
velar no como el soldado que
teme la amenaza, sino como
el buen criado que desea
servir y estar en compañía de
su señor. Y velar para que el
Adviento no pase sin
consecuencia, sino que
termine en la verdadera
Navidad del alma, la del
corazón.
20. El evangelio nos habla
de la sorpresa. Es para
que no nos durmamos
ni nos distraigamos. Si
supiéramos el sitio, la
hora y el modo de la
venida, nos dejaríamos
llevar de las vanidades
del mundo y se
enfermaría la
esperanza. Cuando hay
amor, la esperanza se
hace fuerte y el
corazón se pone en
vela.
21. Las palabras del evangelio están dichas por Jesús
cuando los apóstoles le habían preguntado cuándo
sucederán estas cosas, la destrucción del templo, y cuál
será la señal de la venida de Jesús y del fin del mundo.
Los evangelistas parece que mezclaron diversas venidas
de Jesús.
Pero lo que
quedaba
claro es
que hay
que estar
preparados.
22. En muchos momentos viene Dios
con nosotros. La 1ª lectura nos
habla del profeta Isaías que vivía
en Israel en momentos muy
calamitosos. Israel estaba en
medio entre dos imperios, el asirio
y el de Egipto. El profeta tiene que
incitar a la esperanza de que Dios
les ayudará. “Al final estará firme
el monte de la casa del Señor”. Y
vendrán otros a adorar al Señor en
Jerusalén. Dice así:
Isaías 2,1-5
23. Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de
Jerusalén: Al final de los días estará firme el monte de
la casa del Señor en la cima de los montes,
encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán
los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán:
"Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios
de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y
marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá
la ley, de Jerusalén la palabra del Señor." Será el
árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados, de las lanzas,
podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven,
caminemos a la luz del Señor.
24. Es la perfección que sólo se dará en la otra vida. Pero se
trata de un gran deseo unido a la esperanza. Existirá un
final de los días malos. De nosotros depende que los días
malos se terminen. Deben comenzar cambiando esos
tiempos malos, si seguimos a Dios.
El profeta
anuncia una
gran
bendición “al
final de los
tiempos”.
25. Y lo que anhela el profeta es la paz: “De las espadas
forjarán arados y de las lanzas podaderas”. Es como
decir: Pueden dejar las puertas abiertas de la casa y salir
a la calle a la hora que quieran, sin miedos ni
preocupaciones, sin guardias ni policías. Será así si
seguimos a Jesús, el rey de la paz.
26. Otro anhelo y esperanza
del profeta es la verdad.
Dios nos instruirá en
sus caminos y
marcharemos por sus
sendas. Nos enseñará el
valor de las cosas y de
las personas y el valor
de la vida. Nos enseñará
qué debemos hacer. Al
final de los días el
verdadero amor será
como la música de
fondo que se escuche o
el perfume que nos
envuelva.
27. El deseo de justicia y
libertad, de que se
habla en el Adviento,
la expresaban los
profetas aplicándolo
a Jerusalén, la
“elegida del Señor”.
Como a Jerusalén,
también nos invita a
nosotros a la alegría,
“porque llega el
Salvador”.
31. Nosotros ¿Qué
podemos hacer?
Hoy el profeta
termina:
“Caminemos a la luz
del Señor”. El
Adviento también
nos habla de luz. Por
eso, como un
símbolo alegre,
vamos encendiendo
progresivamente “la
corona de
Adviento”.
Significa nuestra actitud despierta, ilusionante,
comprometida. Lo primero es dejarnos iluminar por
32. Si nos dejamos iluminar, es para iluminar a otros.
Debemos ser como un monte alto para que esa hoguera
de Cristo pueda iluminar al mundo. Hoy san Pablo, en la
2ª lectura, nos enseña cómo podemos “caminar en la
luz”, para que podamos ser luz de Cristo. Dice así:
Romanos
13,11-14
33. Hermanos: Daos cuenta del momento en
que vivís; ya es hora de despertaros del
sueño, porque ahora nuestra salvación
está más cerca que cuando empezamos
a creer. La noche está avanzada, el día
se echa encima: dejemos las actividades
de las tinieblas y pertrechémonos con
las armas de la luz. Conduzcámonos
como en pleno día, con dignidad. Nada
de comilonas ni borracheras, nada de
lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni
pendencias. Vestíos del Señor
Jesucristo.
34. San Pablo nos dice que
debemos caminar en la
luz, que es estar en vela.
El que ama tiene siempre
el corazón en vela. El que
ama, aunque duerma, está
despierto, como dice el
Cantar de los cantares. El
amado puede venir en
cualquier momento o
habrá que salir en su
busca. Así hace la madre
que tiene a su lado al niño
de pecho. El que ama está
vivo y capta desde lejos
los pasos del amado.
35. Velar es creer. El
que cree tiene su
mente despierta,
quiere estar siempre
en conexión con
Dios y con sus
palabras. Y sabe
que Dios tiene
muchas maneras de
hablar, hasta en el
silencio. Y quiere
conocer siempre
más sobre la
verdad, sobre la
vida de Dios.
36. Velar es esperar, no con una
espera pasiva, sino con
espera de compromiso.
Como esperan los frutos el
labrador o la mujer
embarazada. Saben que el
fruto va a llegar; pero tienen
que estar haciendo algo
para que la venida sea lo
mejor posible. Esperar como
los buenos educadores o los
misioneros. Saben que el
fruto llegará, pero cuando
hayan abonado o preparado.
37. Velar es orar. Hay
que estar vigilantes
con la oración: Una
oración que incluye
siempre el amor, la
fe y la esperanza.
Por eso
recordamos las
palabras que hoy
nos ha dicho san
Pablo:
46. La armadura, de que
habla san Pablo, es
vestirse del mismo
Cristo, es vestirse de su
personalidad. Ser
cristiano es vestirse de
Cristo internamente, es
tener una manera de vida
de amor y de servicio a
Dios y a los hombres. El
Adviento debe ser un
tiempo para ir
conociendo más a Jesús,
para que nos vayamos
preparando a la Navidad
con la luz de Jesús.
47. San Pablo nos dice
que nada de
comilonas,
borracheras,
lujuria,
desenfreno…;
porque hay algunos
que al pensar en
prepararse para la
Navidad sólo
piensan en cosas
externas y quizá en
desenfrenos.
Prepararse para la Navidad es prepararse para que el
Espíritu de Dios viva más en nosotros. Por eso debemos
escuchar el aleteo del Espíritu.
48. Jesucristo vendrá en
persona al final de los
tiempos; pero también
viene a nuestro encuentro.
Comenzamos el nuevo año
litúrgico con el deseo de
acercarnos más a Dios.
Cuanto más nos vayamos
haciendo amigos de Jesús,
mejor estaremos
preparados para darle el
abrazo final con mayor
amor.
49. Estar en Adviento y
acercarse a la Navidad es
acercarse más a los
pobres, a los sencillos, a
los que aman, para que el
Reino de Dios se cumpla
más en nosotros y en
nuestro ambiente. El
Reino de Dios no es una
utopía sino que es una
realidad.
50. No apaguemos su voz, estemos atentos a sus mensajes
en este nuevo año litúrgico y encontraremos la paz y el
verdadero amor, que se realiza con los encuentros
pequeños de cada día con Jesús a través de la vida de
caridad con todos los hermanos.
Levantemos el
corazón,
porque el Señor
está llegando,
viene ya. Toda
nuestra vida
debe ser como
un adviento de
preparación
para el abrazo
definitivo.