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IMÁGENES AFGANAS 2
SISTEMAS INTI
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(¸.•´ (¸.•` LIBRO 2 Parte 1
Era la medianoche de un día lunes de verano, apenas luego de los incidentes de
Bogotá, en la zona del Callao de Lima, Perú, sobre la Avenida Argentina, en su
nacimiento, a metros del océano Pacífico.
La peruana Osama Hussein estaciona su carro de carreras italiana Ferrari
Portofino roja en el estacionamiento grande de la discoteca Marte, la cual a
pesar de lo peligroso del área resulta ser una de las mejores de toda Lima.
Precisamente por este escenario de violencia urbana, por el medio de los autos
se hallaban varios sujetos, vistiendo remeras de manga corta, en cuyos cintos,
todos portaban un arma de calibre grueso.
Con su remera del Cienciano de Cuzco rojo y elastano rojo en sus piernas, una
capa gruesa de collares de oro colgando de su cuello, y zapatillas mullidas
también granate, Osama Hussein caminaba, estando abrazada por Federico Sposito,
con su campera de cuero negra.
En medio del estacionamiento, Osama Hussein se detiene y dándose vuelta, otea
hacia el otro lado de la avenida Argentina, y señalando hacia la oscuridad,
Osama dice en voz alta: "Allá en frente en un taxi, están los Yakuza vendiendo
droga a los clientes nuestros".
Rápidamente, varios de los guardias armados pasan a los lados de ella, saliendo
del estacionamiento, y dirigiéndose hacia allí, con sus revólveres en sus manos.
Osama Hussein estáticamente observa la situación por unos segundos, y entonces
masculla: "Esto es el colmo. ¡Carajo!".
Dentro de la discoteca Marte, la barra de tragos era servida por varias
camareras vestidas con remeras de manga corta, de diseños diversos, y sin usar
sostenes.
De todos modos, entre los muchos clientes de esa medianoche de verano, se
hallaba Leopoldo Alberdi, conversando con Luciano Menéndez, quien entonces le
comentaba: "Entonces... ¿Porqué no agarrás viaje, Leo? Yo te ofrezco un laburo
re bacán, de miles de dólares mensuales, en la corporación en la que trabajo.
Dejate de joder con ser médico y asistir a los pobres en una carpa. En Buenos
Aires, vos podés tener un caserón regio en Vicente López, un auto nuevo, y la
mar en coche".
Leopoldo terminaba su trago largo de Pisco Sauer, para cuando respondió:
"Realmente le agradezco, don Luciano, pero yo tengo mi proyecto desde que era un
niño, y ahora me falta poco para recibirme. Tengo muchos planes... Estoy
realmente decidido".
A su lado, se hallaba su compañera de oficina allí en Lima, Débora Moreno, una
mujer muy linda también de Argentina, con apenas unos años más que Leopoldo. Por
sobre la barra, ella con su mano delicada se aferra de la mano de vellosidades
negras de Leopoldo.
En tanto, Luciano Menéndez insistió: "¡Pero, che! No seás tarado. Acá en Lima lo
más seguro es que te bajen en la calle, si realmente progresás como profesional.
Buenos Aires es una ciudad del primer mundo, y vos merecés una oportunidad como
la que te ofrezco".
Entonces, Osama Hussein irrumpe entre medio de los dos hombres de la barra,
abrazándo a Luciano Menéndez, quien le comenta: "No quiere agarrar viaje, tu
amigo aquí... No hay forma de convencerlo".
Al tanto que Federico Sposito hizo su aparición también allí, con un saludo
manoteando su hombro derecho, Leopoldo Alberdi entonces se da cuenta, de que
había sido Osama Hussein, quien le había conseguido aquella oportunidad en
Argentina.
Sintiendo tal certeza de su compañero de estudios de Lima, Osama Hussein
rápidamente se acerca a Federico Sposito, y abrazándolo, ella dice: "Vamos, mi
amor. Tengo ganas de mover el esqueleto".
Federico Sposito formalmente les pregunta a Débora y Leopoldo, a ver si también
se suman a la pista de cumbia y salsa, pero Leopoldo levanta su mano,
disculpándose: "Mejor espero que me baje todo el Pisco que he tomado...".
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(¸.•´ (¸.•` Parte 2
La brisa del mar no era algo, a lo cual Federico Sposito había estado muy
acostumbrado, siendo un hombre de ciudad, sabiéndose divertirse las veinticuatro
horas del día, de enero a diciembre, toda su vida.
Como un niño pequeño descubriendo algo nuevo en su vida, entonces, habiendo
descendido de su carro japonés Honda de carrera, apenas estrenado, Federico se
queda observando las olas del Pacífico, cercana a las arenas con desechos
urbanos del área Oquendo, y las gaviotas apenas interrumpiendo tranquilidad tal.
Leopoldo Alberdi entonces cierra la puerta del acompañante del automóvil Honda,
el cual era negro cromado, con líneas zigzagueantes rojas en señal de velocidad,
y con las letras "SPEED" estampadas en la base de cada puerta.
Leopoldo Alberdi comenta: "La costa del mar en San Martín de Porres nunca me
hubiera sugerido un lugar para una chica tan delicada y sofisticada como
Osama...".
Federico Sposito recién entonces, así, se despierta de su embelesamiento: "¿Eh?
Sí, claro, Leo", y entonces verifica las ruedas y la parte inferior de su Honda,
importado expresamente para él desde el Japón, todo lo cual estaba cubierto con
la tierra de las varias calles sin asfaltar, que les demandó el llegar hasta
allí.
Federico Sposito: "¡Cónchale! Me quedé sin auto por unos días, hasta que me
saquen toda ésta mugre".
Leopoldo Alberdi repentinamente comenzó a mirar las casas precarias del área,
para murmurar: "Al menos no tuvimos inconvenientes para llegar hasta aquí".
Calzándose de nuevo sus gafas ahumadas Carl Zeiss, Federico tantea el bulto por
debajo de su campera de cuero negra, y dice: "Estoy preparado para todo eso,
Leo, no te preocupes", tras lo cual él consulta su reloj Rolex de oro, importado
de Suiza, y murmura: "¿Se les habrá pasado a éstos tipos?".
Leopoldo Alberdi entonces golpea el hombro de Federico con su dedo índice, y
luego lo extiende hacia el norte, para responderle: "No, para nada".
En esa dirección, Leopoldo entonces distinguió el mismo BMW plateado, Serie 6
E63, del incidente en su periplo al aeropuerto Chávez.
Allí, efectivamente, estaba el sujeto teutón, con la remera rosada del Sport
Boys del Callao, quien se bajó de su BMW plateado antiguo, sólo para exclamar
con acento ruso: "¡Eh, amigos! ¡Síganme con su carro!".
Leopoldo Alberdi estira su cabeza hacia atrás, hacia Federico y chasquea: "Por
fin, nos rescataron. Viviremos para ver otro día", tras lo cual el corre, dando
la vuelta por delante del Honda para volver a sentarse del lado del acompañante.
Sentándose detrás del volante, Federico murmura: "Mi Osita núnca me falla", a lo
cual Leopoldo se ríe.
Federico arranca con una aceleración violenta de su automóvil, el cual deja una
nube de tierra por detrás, y derrapa con sus ruedas traseras.
El ruso, a la distancia esboza una sonrisa y rápidamente vuelve adentro de su
auto.
Unas calles rumbo norte sobre la tierra a la vera del océano, había una fábrica
química con un tanque gigantesco de aluminio, sobre el cual se leía "Moscova", y
desde la cual se extendía un muelle discreto, en cuyo extremo marítimo dos
embarcaciones, una pequeña y otra de buen tamaño se hallaban ancladas.
El viaducto marítimo estaba montado sobre filas de postes metálicos verticales,
pintados de celeste, realmente brillosos y prolijamente ordenados, así clavados
sobre las arenas de la costa del Callao, y desde allí siguiendo, plantados bajo
las aguas del océano Pacífico, en una línea recta doscientos metros dentro del
mar.
Sobre el viaducto de tal muelle, la pista para la circulación de los vehículos
era igualmente pulcra, consistiendo de baldosones de concreto de un diseño
ondulante, aunque perfectamente calzados los unos con los otros. El extremo de
tal camino además cruzaba las puertas gigantescas de la fábrica química
"Moscova".
De todos modos, Federico Sposito no pudo evitar el murmurar: "¿Qué coño?"
distinguiendo, que había un ruso de pie al ingreso al muelle, con una boina
negra con una estrella roja, con la remera del club Sporting Cristal,
sosteniendo con sus brazos -musculosos y tiznados por el sol- una ametralladora
rusa AK-47 Kalashnikova.
El ruso de la remera celeste incluso saluda moviendo su cabeza a Federico, quien
asqueado murmura: "Ésto no me lo esperaba de Osamita... Realmente ésto es muy
malo, Leopoldo. No lo voy a negar".
El muelle por dentro era realmente sofisticado, evidentemente siendo mantenido
en condiciones limpias y funcionales al día.
De las dos embarcaciones, allí, la más pequeña estaba siendo cargada por una
grua, con sacos de arpillera, llevando el mismo nombre "Moscova" de la fábrica
en tierra.
Pasando esa área, Federico Sposito y Leopoldo Alberdi finalmente encontraron la
Ferrari Portofino roja, totalmente nueva, de Osama Hussein, aunque la alegría
fue apagada, por cuanto, otro guardia allí, uno regordete y de barba negra,
estaba sosteniendo muy vigilantemente otra ametralladora rusa AK-47
Kalashnikova.
Entonces circulando a muy escasa velocidad, Federico Sposito golpea el volante
de su automóvil Honda con sus dos puños cerrados y grita: "¡Maldición! ¡No puede
ser! ¡Esa mujer me ha estafado! Jamás me hubiese imaginado algo así... Realmente
con toda la sofisticación de Don Nicolás y de esa nenita Zainab (‫زينب‬ )
Olazábal. Todo esto me está partiendo el alma, coño".
Leopoldo Alberdi aprieta el brazo derecho de Federico Sposito entonces, y le
dice: "Baja el volumen, Federico", y entonces Federico se percató, de que el
ruso teutón con la remera de Sport Boys del Callao caminaba hacia ellos con
mucha sofisticación europea.
Federico estaciona rudamente entre la Ferrari Portofino de Osama y el BMW
plateado del ruso, al extremo final del muelle, entre los dos grandes barcos
amarrados, y el ruso les dice: "Los están esperando dentro del Vladivostok", y
señala con su mentón, colorado por culpa del sol en esos días de verano, hacia
el casco de la embarcación mayor, sobre la cual -efectivamente- se hallaba
escrito con caracteres rusos "Владивосток" (Vladivostok).
El ruso teutón entonces se sienta dentro de la Ferrari Portofino roja, y su
techo convertible automática (y muy vistosamente) sale de su compartimiento
escondido por detrás y se cierra sobre la cabina del automóvil propiedad de
Osama.
Federico Sposito se queda mirando la escena con su boca abierta por debajo de
sus gafas ahumadas, y finalmente murmura: "¡Mi dios, en qué me he metido!", a lo
cual Leopoldo Alberdi acerca su cabeza con sus ojos abiertos muy amistosamente
para decirle: "¿Quieres ver algo más?".
Federico Sposito levanta su mano derecha, para responder: "Sí, claro. Un
momento...", para sacarse la campera de cuero negro, cuidadosamente envolviendo
su arma de grueso calibre, y dejar todo dentro de su automóvil Honda.
Federico quedó, así, luciendo una remera negra, con letras amarillas verticales,
cayendo de su hombro izquierdo hasta su cintura, diciendo: "EL KAMIKAZE".
Rápidamente, Federico vuelve a Leopoldo y murmura: "Sí. Muéstrame, Leo".
Precisamente entonces desde la Ferrari Portofino roja comienzan a sonar los
sonidos estridentes de alguna banda moderna rusa, con voces estridentes en ese
idioma.
Leopoldo entonces dice: "Muy bien, pues...", comenzando a caminar frente al otro
ruso de barba con su AK-47 Kalashnikova, quien les seguía con su mirada.
Leopoldo: "Ábrete el cofre y el baúl de tu carro".
Federico muy tranquilamente comenta: "Muy bien... te hago caso como en la
fábrica de Bogotá".
Un minuto después, con un bidón de agua en su mano, Leopoldo finge de frente al
radiador del automóvil Honda, el mover su brazo para disipar el calor, y
entonces vierte el agua del bidón en el radiador.
Simultáneamente, Federico le indica al guarda de la barba, para que le comunique
a Osama Hussein, a bordo del buque "Владивосток" (Vladivostok), que se demorarán
unos minutos, y le entrega un ordenador portátil, que él tenía en su baúl, que
Osama debería recibir inmediatamente.
Oyendo el nombre de "Osama", el guarda reacciona inmediatamente obedeciendo,
cogiendo el ordenador, y diciendo: "Se la entregaré inmediatamente".
Con el guarda de la barba caminando la rampa al "Владивосток" (Vladivostok),
Leopoldo Alberdi corre hacia una de las bolsas industriales "Moscova" de
arpillera tirada sobre las baldosas de concreto del muelle, abierta, con su
contenido esparcido, no tan lejanamente.
El operador de la grua de carga estaba mirando hacia otro lado en su trabajo, y
Leopoldo así llega a meter su mano sobre la bolsa caída, y rápidamente corre de
vuelta a Federico, al lado de su Honda japonés, indicándole sacudiéndo sus manos
a Leopoldo para que se apure.
Agazapándose contra la puerta abierta del conductor del Honda, Federico y
Leopoldo examinan lo que pudieron extraer de los sacos de arpillera.
La tapa separada del bidón de agua contenía un cúmulo de polvillo blanco, el
cual llevado a la lengua de Federico por su dedo índice derecho, sabía
amargamente, y aparte le produjo un adormecimiento de su lengua.
Leopoldo rápidamente chasquea: "Lo mejor de lo mejor de la industria nacional
peruana de exportación... ¿No es cierto?".
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(¸.•´ (¸.•` Parte 3
"¿¡A quién le dijiste vos cholita fea!? ¿¡Eh!?"
Dentro de la embarcación "Владивосток" (Vladivostok), Osama Hussein estaba
pegándole a una bolsa grande y vertical de pugilismo, con sus manos enguantadas
y zapatillas mullidas de color negro.
En verdad, en la ocasión ella estaba vistiendo unos pantalones tipo militar de
un color negro sólido, y además ella vestía una camiseta gris oscura Aries, de
mangas cortas del club Cienciano de Cuzco, la cual tenía estampada en tonos aún
más oscuros una imágen grande de las ruinas de Macchu Pichu.
Realmente, Osama Hussein, a pesar de lo esquelético de su cuerpito, tenía una
velocidad salvaje y hasta animalesca, dándole golpes una y otra vez a la bolsa
de pugilismo, con sus cuatro extremidades.
Bajando unas escaleras metálicas hasta ese nivel del buque "Владивосток"
(Vladivostok), Federico Sposito y Leopoldo Alberdi también descubrieron una
criatura muy inmensa -aún más grande que los extraterrestres que ellos habían
encontrado en Bogotá-.
Se trataba de un ser vivo, cuya especie era sin duda cercana a los osos polares
que podían encontrarse en los lugares más fríos del planeta Tierra.
El ser inmenso y peludo tenía el típico hocico de oso polar, y garras en sus
cuatro extremidades, a pesar de moverse en posición bípeda. Además, únicamente
estaba vestido por su lanosidad natural animal.
Con sus ojos blancos, ésta criatura oso rápidamente distinguió a los dos
camaradas de estudios de medicina de Lima, y entonces sorprendentemente también
habló con una voz muy profunda: "Oh... Muy bien, entonces. Acá llegaron tus
visitas, Osamita".
Osama Hussein no se distrajo de su entrenamiento muy violento de lucha, que
evidentemente se trataba mucho más que de defensa personal.
Leopoldo Alberdi se acercó al lado derecho de ella, y entonces él bromeó con la
reputación de ella, de ser una eminencia científica: "¿Mens sana in corpore
sano, niña Hussein?".
Luego de seguir pegándole a la bolsa en frente suyo, sin reducir su vigor un
ápice, de modo entrecortado, Osama Hussein finalmente pudo pronunciar: "Usted
está hecho todo un investigador privado, Leopoldo Alberdi. Tenga cuidado en
donde mete sus narices. Siempre hay reglas para ser un buen invitado. Yo estoy
poco interesada en las películas porno en la computadora secreta de Federico".
Leopoldo Alberdi entonces se carcajeó.
Por el contrario, Federico Sposito ni siquiera saluda a Osama Hussein, y en
cambio camina directamente a la criatura oso inmensa, de más de dos metros de
altura, blanca y peluda.
Federico Sposito extiende su mano amistosamente: "Me llamo Federico, soy el
novio de Osama".
La criatura había estado siguiendo el andar de Federico en particular hasta él,
y entonces bajó su hocico para responder: "Sí, sé todo acerca de ustedes dos. Me
llamo Arafat, y soy otro extraterrestre, tal como los que ustedes batieron muy
valientemente allá en Bogotá... (suspiro) Adonde se me escapó Osama, sin mi
consentimiento".
Entonces, una jóven que claramente no llegaba a los dieciocho años, también
teutona, rubia y de ojos celestes, entra, con una bandeja con varias botellas de
cerveza rusa "Odna Tonna", cuya etiqueta tenía un cheff de cocina sosteniendo un
balde de madera, y se leía en castellano: "LECHERO".
Apoyando la bandeja sobre una mesa metálica, sobre la cual el extraterrestre
gigantesco estaba apoyado, la rubia rusa sirve tres porrones grandes de cerveza.
El extraterrestre oso polar coge el primero en ser servido, y comienza a tomar
del mismo, vaciando la mitad completa del vaso de vidrio gigantesco.
La mujer rubia termina de llenar los otros dos porrones grandes, de vidrio
grueso, y en cuanto Federico coge uno de ellos de las manos de la rusa teutona,
instantáneamente Osama Hussein deja de pegarle a la bolsa de pugilismo.
Con un par de saltos atléticos, Osama se acerca a Federico Sposito, el cual a
pesar del mal trago original de lo criminal que había encontrado en aquel muelle
del Callao estaba súbitamente embelesado con las implicancias del hallazgo de
seres extraterrestres viviendo en el planeta Tierra.
Osama Hussein abraza a Federico, le besa en la boca, y encarándole con sus ojos
miel claros pregunta: "¿Me extrañaste, mi amor?".
Luciendo su remera negra, en la que se leía "EL KAMIKAZE" con grandes letras
amarillas, Federico con sus grandes ojos negros llega a responder: "Sí, claro.
Tú que piensas, Osama", a lo cual ella reacciona observándole en silencio por
unos segundos, en una escena que resultó comprendida automáticamente, por todos
los otros -terrestres y extraterrestres- allí en la misma sala.
Osama Hussein entonces gime: "¡Por dios!" y con su equipo de entrenamiento
negro, finalmente camina rápidamente, saliendo por la misma puerta "estanca"
naval, con su rueda de apertura y sellado, por la cual la rubia teutona había
entrado, instantes antes.
El extraterrestre oso polar sigue a su mujer blanca peruana protegida con sus
ojos, y sin mover su hocico grandote, mira fijamente a Federico por unos
segundos para decirle: "Bueno... Ustedes no son los primeros amigos que Osama
trajo hasta aquí. ¿Saben?".
Leopoldo Alberdi había cogido su porrón inmenso respectivo de cerveza "Odna
Tonna", y tomando lugar del otro lado de la rubia, Leopoldo comenta: "¿Los rusos
son extraterrestres, entonces?".
El extraterrestre oso polar ríe a través de su hocico, y explica: "Me llamo
Arafat, y ella (señalando a la rubia teutona, de pie entre ambos camaradas de
estudio de Lima) es Milena Kollontái".
Instantáneamente, Federico se da vuelta hacia ella, y le sonríe más que
amigablemente, ignorando la realidad incluso de que se trataba de una menor de
edad, para decirle muy románticamente: "Me llamo Federico, soy un empresario
cafetero colombiano".
A lo cual, con sus ojos azules pegados fuertemente a él, ella responde:
"Milena...".
El oso polar Arafat prosigue hablándole a Leopoldo: "Vengo de otra galaxia, muy
lejana en el universo, a los de mi civilización se la conoce como los Nebesnyy,
y dominamos un número respetable de galaxias, aunque no somos tan poderosos,
como ésto parece sonar al decirlo".
Federico Sposito había seguido el comentario con gran atención, a pesar de estar
sonriéndole ya a la rusa teutona Milena, quien realmente daba signos de ser muy
receptiva al niño mimado cafetero de Colombia.
Federico entonces dice: "Tú, entonces eres Arafat el Nebesnyy... Enemigo de los
que nos atacaron en Bogotá, supongo".
El oso polar Arafat entonces abrió su hocico, mostrando sus cuatro dientes
gigantescos de allí dentro, y rugió de un modo que hizo temblar toda la sala de
metal dentro del buque "Владивосток" (Vladivostok) por unos segundos.
El oso polar Arafat entonces sacude su cabeza peluda con pelo blanco, y dice:
"Los Oranzhevyy son los enemigos de todo el resto del universo. Son
conquistadores sangrientos, matando a todos sus enemigos, luego de vencerlos en
los campos de batalla. En millones de millones de años de historia, ellos
llegaron a dominar el área más grande del universo. Todo se hubiese perdido, si
no se hubiese formado la gestión libre universal, bajo la cual se han cobijado
todo el resto de las civilizaciones".
Leopoldo Alberdi entonces deja de tomar cerveza "Odna Tonna" de su porrón
gigantesco, y murmura: "¡Típico! La tolerancia es un sentimiento muy hermoso...
todas las especies del universo parecen coincidir al respecto".
Por ese entonces, Federico acababa de llevar a cabo algo encima de Milena, de
pie a su lado, a lo cual la jovencita rubia teutona se ríe, y le palmea muy
amistosamente el pecho.
Con su lengua batiéndose visiblemente dentro de su hocico, con sus ojos blancos
el oso polar Arafat observó ésto, y levantando su porrón de cerveza "Odna Tonna"
por segunda vez, él terminó la otra mitad de su contenido de cerveza.
El oso polar Arafat entonces tuerce su cuerpo inmenso hacia la puerta "estanca"
naval abierta, por la cual Osama Hussein había salido intempestivamente.
Finalmente el oso polar Arafat dice: "Pues, es que yo los conozco bien a ustedes
dos, caballeros. Sé todo acerca de ustedes... Eh...".
Luego de suspirar y batir su lengua larga entre sus fauces de dientes
intimidantes, Arafat finalmente abre sus brazos inmensos, de pelaje blanco, y
dice: "Supongo que querrán ver el resto de la presentación de platos
voladores...".
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(¸.•´ (¸.•` Parte 4
La peruana Osama Hussein aún seguía ausente, en tanto que el gigantesco oso
polar de otra galaxia Arafat guiaba a los dos camaradas de estudios de medicina
de Lima hacia la bodega más de popa, a bordo del buque de carga "Владивосток"
(Vladivostok).
Arafat el Nebesnyy pronto tomó una posición defensiva: "He sufrido algunos
ataques muy severos en los casi tres mil años de mi estancia en el planeta
Tierra... He perdido bastantes de mis recursos en esos ataques. Afortunadamente,
ahora Osama está aquí con nosotros, gracias a ella, el ataque en Bogotá se
transformó en una victoria vital para mi supervivencia".
La bodega tenía unos siete metros de largo, y seis de ancho, con una altura de
unos cuatro metros del suelo al techo.
Cercana a la puerta "estanca" naval, por donde Federico Sposito y Leopoldo
Alberdi ingresaron, se hallaba un escritorio gigantesco, de madera maciza sin
barnizar, sobre el cual había un a lámpara con una pantalla de pliegues muy
sobria.
Por detrás, había también un archivero, del tipo que cerrado, también permitía
hacer anotaciones y estampar firmas, con alguien de pie.
En verdad, la escena despertó un dejo de nostalgia en la mente de Leopoldo
Alberdi, en tanto que el estilo del mobiliario -más allá de los teléfonos
celulares modernos y varias tabletas ordenador sobre el mismo- era una alusión
evidente al estilo soviético de mediados del siglo XX.
Precisamente, Arafat había estado esperando una reacción en ese sentido de
Leopoldo en particular, a sabiendas de su militancia de asistencia social dentro
del partido APRA del Perú, y luego de examinar al joven limeño por unos
segundos, el gigantesco oso polar extraterrestre se carcajea, camina por detrás
de su escritorio, y finalmente se deja caer sobre su asiento, que era un bloque
sólido de madera con un grueso respaldo del mismo material.
Federico Sposito había estado caminando por el amplio espacio de la bodega
trasera del "Владивосток" (Vladivostok), de cuyas paredes metálicas, colgaban
una serie de imágenes espaciadas, de cuadros, fotografías, y hasta imágenes de
video, todo como cuadros enmarcados en una galería de arte, con una luz saliendo
desde sus marcos superiores, iluminando cada pieza.
De todos modos, muy intuitivamente, Federico Sposito primero que nada se detuvo
en un estandarte, consistente de un lienzo de gran tamaño, de color celeste.
Ante el silencio de Leopoldo, quien se había sentado sobre el escritorio, con su
pierna izquierda en el aire, y Arafat sentado en su asiento de madera sólida,
ambos observando al colombiano, Federico Sposito extiende la bandera con su mano
derecha.
El lienzo celeste entonces reveló tener estampado en su centro un diseño
geométrico, de tres bordes de triángulos en negro, uno dentro del otro.
El oso polar extraterrestre Arafat primero miró a Leopoldo, sentado cerca, y
luego le explicó a Federico con una voz fuerte que retumbó dentro de toda la
bodega: "Esa efectivamente es la bandera de nosotros, los Nebesnyy. Ese lienzo
en particular me ha estado acompañando por campos de batalla, a través del
universo, por decenas de miles de años".
En ese entonces, la rubia teutona Milena Kollontái ingresó nuevamente allí, con
una nueva bandeja con botellas de "Odna Tonna" y tres nuevos porrones muy
grandes de vidrio grueso.
En esta ocasión, sin embargo, Milena únicamente llenó uno de los vasos, con más
de una botella de cerveza fría, y con sus dos manos entonces se la llevó
caminando con su mini falda negra directamente a Federico, del otro lado de la
bodega, a varios metros de distancia.
Leopoldo Alberdi entonces giró su cabeza de cabellos negros y barba desordenada
hacia Arafat, inquiriéndole con sus ojos negros.
El oso polar Nebesnyy confirmó lo obvio: "dieciséis apenas cumplidos".
Leopoldo se rió, y consultó: "¿Algo que ver con Osama?".
Arafat murmuró a través de su hocico: "Todos en mi organización pertenecen a la
misma familia, desde hace más de tres mil años".
Leopoldo había estado sirviendo los dos porrones de cerveza, y luego de brindar
chocando los cristales llenos, él murmura: "Ya lo suponía", y entonces el limeño
chambeador subió su cabeza, para darle un sorbo grande a su vaso.
Federico Sposito seguía conversando animadamente con Milena, quien nuevamente en
ocasiones emitía algún gritito que otro, en tanto que el colombiano cafetero
metía sus manos en lugares de su cuerpo con un exceso de confianza.
Dejando su vaso sobre el escritorio, con gran agudeza visual, Leopoldo entonces
señaló en círculo a los cuadros clásicos, y fotografías de platos voladores,
algunos de los cuales resultaban reconocíbles para él de haberlos visto con
anterioridad en otros medios.
Leopoldo entonces consultó: "¿Tú sin nadie más nos has defendido contra todos
esos platos voladores?".
Arafat estaba terminando su vaso gigantesco de cerveza, y luego de eructar con
su cabeza hacia un lado, el gigantesco oso polar comentó: "Sí, por casi tres mil
años. Los Oranzhevyy controlan una galaxia, de paso hacia la Tierra, y aunque
los viajes inter galácticos consumen realmente muchos recursos, ellos se han
llegado hasta acá, la Tierra, en uno de los extremos más distantes del universo,
en varias ocasiones, con pequeños destacamentos militares".
Arafat comentó: "Tuve suerte, en que los Oranzhevyy son reacios en cuanto a
compartir tecnología con otras civilizaciones, por una cuestión de honor. De
modo, que con las capacidades y la inteligencia de los seres humanos, pude
armarlos a tiempo, para repeler las sucesivas incursiones Oranzhevyy...".
Unas risillas de Milena Kollontái, desde el otro lado de la bodega
interrumpieron entonces la explicación concienzuda del oso polar gigantesco.
En particular, Arafat fijó sus ojos blancos en que Federico Sposito había
encontrado entre las sombras dos rifles de caño de un metal espejado, con
manubrio y otros detalles en celeste.
Federico Sposito pudo ser oído entonces: "¿Son de juguete estas cosas? ¡No pesan
nada!", aunque Arafat no parecía estar muy calmo al respecto.
Finalmente, Federico llevó sus dedos al gatillo del arma extraterrestre, y antes
de apretar del mismo, que en realidad parecía una pieza de plástico celeste
despreciable, Federico se detuvo a escrutarlo con sus ojos negros, dejando
distraídamente el otro arma extraterrestre en el piso, de nuevo en su sitio
original.
El gatillo era desmedidamente grande, y ningún dedo podría terminar de llevarlo
hacia atrás, para disparar con ese arma.
Arafat tranquilamente aclaró entonces: "La pieza debe ser accionada por una mano
entera, tirando de ella".
Bajo la mirada atenta de Arafat, y aún con Milena Kollontái jugueteando
alrededor suyo, con sus risillas femeninas, caminando lentamente hacia el
escritorio de Arafat, Federico finalmente intentó accionar el mecanismo con su
mano derecha.
Federico apretó el gatillo una vez, y nada ocurrió, murmurando: "¡Coño! Esta
cosa es de juguete", aunque el mecanismo así había demostrado ser sólido.
Federico nerviosamente comienza a apretar el gatillo varias veces más, con un
cliqueo repetitivo entonces.
El oso polar de otra galaxia Arafat entonces suspira por su hocico peludo, y
dirigiéndose a Leopoldo Alberdi, él dice: "Menos mal, que el gatillo reconoce la
fisiología de una mano Nebesnyy, como la mía, antes de disparar... Esa escopeta
es un arma automática, con el poder de un lanzagranadas terrestre... Y está
totalmente cargada y funcional, en este mismo momento".
Leopoldo Alberdi inmediátamente salta de estar sentado en el escritorio de
madera rústica de Rusia, y con sus dos manos extendidas dice: "Ten cuidado,
Federico. Por favor".
A lo cual, desestimando tal clamor, Federico le comenta a la rubia teutona
Milena, a su lado: "Es ridículo, un gatillo así para toda una mano... No se
puede hacer puntería, claro. Estos osos polares van a perder la guerra de las
galaxias".
A ésto, la rusita Milena -menor de edad- le sonríe apuntando sus grandes ojos
celestes, románticamente hacia el cafetero colombiano.
Arafat observa la escena con atención. Entonces, el oso polar de otra galaxia le
dispensa una mirada rápida con sus ojos blancos a Leopoldo Alberdi, y chequea
que escapando a los toqueteos casi infantiles de Federico Sposito, Milena
correteaba con él dentro de la bodega del buque, a metros de distancia,
distraídos los dos.
Arafat entonces estira su brazo inmenso hacia el escritorio de madera vertical,
detrás, y sin ningún problema a la distancia levantando la tapa él rescata un
marco con una imagen estática, que, volviendo a enderezarse en su escritorio, él
deja en manos de Leopoldo.
Leopoldo Alberdi queda embelesado con la tecnología de esa fotografía de otra
galaxia, la cual además de verse en tres dimensiones, como las de un holograma,
tenía algo de movimiento, que se repetía luego de unos segundos.
En la imágen, un ser extraterrestre gigantesco Nebesnyy, siendo claramente
Arafat mismo, allí con él, estaba abrazando a un ser gatuno femenino, negro y
con pizcas blancas en su nariz y pecho, tal como un animal doméstico, aunque del
tamaño de un ser humano de la Tierra, y erguida en sus dos patas traseras.
Por detrás de la extraterrestre felina se hallaba su bandera, que era blanca,
con un gran círculo verde en el centro.
Arafat emite una risilla y dice: "Esa criatura es Amalia, una Zelenyy. Mi amor
por ella no ha menguado en siete mil años...".
Leopoldo entonces comenzó a sospechar por donde iba tal intervención del oso
polar Nebesnyy.
Arafat: "Te conozco bien, Leopoldo, desde que eras un cachorro en las calles de
Lima. Me imagino en qué estás pensando en estos momentos. Sos un buen chico,
siempre lo has sido, chambeador y todo... Nunca te des por vencido en el amor".
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(¸.•´ (¸.•` Parte 5
El calor del verano se hacía sentir en el patio central del colegio "PERUANO
CHINO DIEZ DE OCTUBRE", en el área de San Miguel de Lima, en tanto que con su
uniforme de pollera gris, saco azul oscuro, y camisa blanca, la peruana Osama
Hussein, con sus diecisiete años, llevaba el estandarte de la bandera del Perú,
roji blanca, con su escudo en el centro, entre arreglos de hojas verdes.
El lugar estaba abarrotado con los familiares de todos los estudiantes, quienes
ese año recibirían su diploma de graduación.
Luego de llegarse desfilando, entre otras cinco compañeritas destacadas del
colegio, hasta el punto correspondiente para la ceremonia, su compañerito de
estudios Fortunato Rico, amigo personal e interés sentimental también, le habló
al micrófono de un atril, erecto a un lado, allí: "Y ahora, les dirigirá la
palabra a ustedes señores padres, nuestra directora doña Marta Belgrano".
Una mujer muy bella, aunque de rostro inflado con la edad, ocupó su lugar,
dirigiéndose a la multitud allí: "Esta cursada ha sido muy especial, con todo el
revuelo mediático de los logros de nuestros alumnos más destacados...", la mujer
entonces dirigió brevemente, casi involuntariamente, sus ojos negros hacia Osama
Hussein, allí de pie, quien no se movió un ápice ante ello, a pesar de haberlo
notado.
La directora Marta Belgrano siguió entonces: "Aunque la situación no se nos ha
ido de las manos. Nuestras cabezas han permanecido calmas. Y aquí les
presentamos a ustedes, señores padres, la promoción más destacada en la historia
de nuestra institución Diez de Octubre".
Los aplausos no se hicieron esperar, y entonces las filas y todo el orden allí
se garrapatearon, con el fin del acto de fin de curso.
Osama Hussein sonriendo le entregó el estandarte peruano a uno de la
administración allí, y Marta Belgrano se acercó a ella, entregándole su diploma
correspondiente: "Has sido una bendición para nuestro colegio, Osamita, no hemos
de olvidarte. Espero que seas una gran médica realmente".
Belgrano entonces abraza a Osama Hussein, y con mucho cariño también la sacude
brevemente.
Detrás de la directora, entonces se acerca Fortunato Rico, quien saluda: "¡Con
permisito...!", a lo cual la pequeña Osama inmediatamente se lanza a sus brazos
y lo abraza, en medio del pandemonio con toda la gente allí juntándose con sus
hijos respectivos, sacándose fotos con sus cámaras digitales.
El abrazo entre los dos adolescentes se estaba alargando, en demasía, por lo
cual Fortunato coge la mano delicada y esquelética de Osama Hussein, y se la
lleva a un lugar por detrás de unos arcos, en uno de los lados del patio.
Allí, Fortunato Rico finalmente no se detiene, besándo largamente los labios de
Osama.
Fortunato Rico por fin murmura nariz contra nariz con ella: "Voy a ser el mejor
ingeniero de toda Lima, como te prometí a vos, Osa, vas a ver, vos", a lo cual
Osamita le sonríe mostrándole sus dientes perlados.
Minutos después, Fortunato Rico y Osama Hussein salían juntos de la mano, en
medio de un mar de gente, por el jirón Cuzco, bajo el calor intenso de los
primeros días de verano, en Lima.
Por la calle, desde el este, venía circulando una motocicleta Kawasaki japonesa,
con dos sujetos montados en ella.
Osama Hussein entonces reacciona abriendo bien sus ojos miel claros,
presintiendo el horror de lo que podía llegar a pasar con esos sujetos, y ella
murmura: "Yakuza...".
Rápidamente, Osama Hussein mete su mano en su mochila, con la bandera del Perú
estampada a ella, y la motocicleta comienza a desestabilizarse en su andar, a lo
cual de todos modos el sujeto montado por detrás, con una bandera japonesa de
guerra de gran tamaño -con sus rayos rojos gruesos- estampada sobre su remera
blanca, no se demora en sacar un revólver de buen tamaño y apunta directamente
hacia Osama Hussein.
Fue Fortunato Rico entonces, quien reacciona con celeridad, gritando: "¡No!",
empujando al piso a su amada Osama, quien dando contra el asfalto del jirón
Cuzco, no puede evitar dejar caer su mochila, de la cual entonces sale el mismo
disco de oro, con la inscripción "¡Viva el Perú!", que ella había forjado años
antes junto a Fortunato.
Era demasiado tarde, en tanto que el atacante Yakuza aprieta su gatillo varias
veces, fallando en su puntería, para terminar dándole un balazo a la cabeza de
Fortunato Rico, quien cae inerte sobre la vereda, dejando un manchón de sangre
encima de su sardinel.
Osama Hussein reacciona elásticamente a todo ello, empujándose con sus
rodillitas desnudas hasta su mochila, recuperando el disco de oro, y haciendo
contacto con sus dedos delicados cortos sobre el mismo, el arma del atacante
sale disparada de su mano, para terminar rebotando cerca a ella misma.
A todo ésto, un automóvil de alta gama que estaba aparcado allí con su motor
encendido, e incluso cargado con otros niños del mismo colegio de Osama Hussein,
prestamente se mueve marcha atrás, para deliberadamente aplastar la motocicleta
japonesa Kawasaki de los atacantes Yakuza.
Simultáneamente, otros padres saltan sobre los dos agresores, así atrapados
sobre el asfalto, y comienzan a golpearlos severamente, en tanto que otros
filmaban la escena con sus teléfonos celulares.
Una de las autoridades del colegio se llega hacia Osama Hussein, quien sostenía
el cuerpo sin vida de su compañerito Fortunato Rico con sus dos brazos, con el
disco de oro apretado en medio de los dos.
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(¸.•´ (¸.•` Parte 6
Era la hora después del trabajo diario en la oficina, de un día viernes de un
verano por demás caluroso. Esa semana había sido particularmente intensa de
actividad, y como siempre en viernes, Timoteo Garcilazo había llevado invitados
a sus mejores empleados, desde la oficina del área del Barranco, en el malecón
Pazos frente al Océano Pacífico, más al norte, al malecón de la Reserva, en
Miraflores, al restaurante informal Papacho's, de comida méjico-peruana.
Allí, entonces, estaba don Timoteo, con Ana Guerreiro sentado a su lado del lado
de la ventana, en las sillas cómodas, en el lugar que él siempre tenía reservado
de antemano para esas ocasiones, con un amplio ventanal al océano Pacífico, y
una climatización fresca estupenda.
Del otro lado del asiento de frente a Ana, vistiendo su ropa muy corta de cuero
viejo Débora Moreno anunció: "Ahí llega el mozo con la bandeja", a lo cual
Leopoldo Alberdi apenas distrajo su cabeza fuera del pico de su botellita de
cerveza.
Timoteo rápidamente se abalanzó sobre su "Tostada", dobló la tortilla de maíz
sobre toda la carne, palta, y el tomate picado, y le dió un gran mordiscón, a lo
cual Leopoldo levantó sus cejas, y se ríe cómplice con las damas allí.
Con uno de sus ojos negros abiertos a Leopoldo, don Timoteo entonces manoteó su
propia cerveza, drenó su garganta, y pregunta: "¿Qué ocurre? Las cosas no
podrían andar mejor en nuestra oficina. Hay que celebrarlo ¿O no?".
Débora Moreno entonces sumergió con una cuchara algo de la carne, los frijoles,
y el arroz, en la salsa Huancaína que acompañaba la "Frejolada" que compartiría
con Ana Guerreiro.
Subsecuentemente, Débora acercó la cuchara a la boca con barba negra de Leopoldo
Alberdi, y él con una sonrisa la engulló, y súbitamente se acercó a Débora, para
darle un beso superficial, a lo cual ambos rieron discretamente con sonrisas.
Los ánimos entonces estaban bastante alegres, considerando las regalías en
Euros, que estaban ingresando a las arcas de su compañía, de un modo inesperado
realmente en los últimos meses, desde diciembre del año anterior, coincidentes
con el viaje a Bogotá de Leopoldo, con sus camaradas de estudios de medicina de
Lima.
Desde ese entonces, Leopoldo había sumado a su dieta el "Choriburger" de ese
restaurante Papacho's, que se trataba de una monstruosidad realmente de un
chorizo entre dos panes alargados, sembrado también con toda clase de vegetales
y salsas.
En verdad, en los días más recientes, Leopoldo también había subido unos diez
kilos de peso en su cuerpo, suficientes para dejar su aspecto esmirriado de
siempre, y sorprendiendo a todas sus amistades.
Timoteo Garcilazo no pudo evitar el comentarle a Ana Guerreiro, señalándole a
Leopoldo: "He aquí a un hombre dichoso", a lo cual Ana responde: "Realmente, se
lo merece, pues".
Subsecuentemente a la irrupción de nuevos fondos para la oficina de Barranco,
Leopoldo Alberdi había recibido un gran bono de parte de sus clientes, lo cual
él redirigió para su trabajo diario con Débora Moreno en particular.
La oficina estaba hablando entonces, de que Leo terminaría formalizando su
relación con su novia de labores, aunque él no dejaría jamás su carrera médica,
enredando la situación.
Luego de darle un gran mordisco a su "Choriburger", Leopoldo Alberdi detectó en
las aguas del océano un gran buque carguero, con contenedores de mercancías,
navegando hacia el norte, hacia el puerto del Callao.
Las risas de sus tres compañeros de oficina se sintieron más distantes por unos
segundos en el aire a su alrededor, a lo cual Débora le coge con sus dedos
delicados su mano de vellos negros, con lo cual Leopoldo vuelve a la realidad,
levanta por un segundo sus hombros, y baja el gran bocado de emparedado, con un
gran sorbo de su botellita de cerveza.
Timoteo Garcilazo era un fumador empedernido, así que habiéndose terminado sus
dos "Tostadas", pronto estaba fumando uno de sus Malboros.
Débora Moreno y Ana Guerreiro estaban comentando de un robo en ese día, en una
caja registradora de una cadena de supermercados, y Leopoldo Alberdi
repentinamente sintió su vejiga llena, tanto como para excusarse y levantarse
apresuradamente a los baños de "Papacho's".
Don Timoteo se sumó a la conversación de las mujeres, buscando en su celular, la
noticia del asalto al supermercado en el diario "El Comercio", y entonces los
tres allí vieron otra vez las imágenes de la cámara de seguridad, en la cual
tres sujetos blandían sus revólveres a la pobre cajera, y luego disparaban a
quemarropa contra un guarda, que se hallaba por detrás de un mostrador
adicional.
El espectáculo en la mesa de "Papacho's", a la vera del mar, fue interrumpido,
en tanto que el teléfono celular de Leopoldo Alberdi comenzó a sonar, con él
ausente, aún en los baños.
Sin distraer sus grandes ojos negros del robo del supermercado, Débora Moreno
distraídamente coge el teléfono de Leopoldo, atiende, pero la llamada corta
rápidamente.
Un tanto enojada, Débora apenas se distrae instintivamente dirigiéndo su mirada
al celular de Leopoldo, entonces reaccionando, insistiendo con sus dedos
delicados, buscando más información en ese dispositivo, para finalmente gritar:
"¡Huérfano de mierda!", y finalmente tirando el celular de Leopoldo con toda la
fuerza de su brazo desnudo contra la barra, deliberadamente en dirección al
cajero de "Papacho's".
La discusión entre los novios de oficina se extendió a los gritos, fuera del
restaurante, fuera del parque del malecón, metros hacia adentro de la avenida
Larco, en un receso con una entrada de garaje, sobre la cual habían sido
garabateados muy explícitamente los versos de un poema de Antonio Cisneros:
"Está la infancia en esta costa, bajo el cielo tan alto".
De cualquier modo, Débora Moreno estaba imparable, recriminándole a los gritos a
Leopoldo Alberdi, apenas más joven que ella. Varios transeuntes filmaban con
curiosidad la escena con sus celulares.
Ana Guerreiro y Timoteo Garcilazo seguían a su lado, pero Timoteo finalmente a
esa altura le dice a Ana, su mano derecha en la oficina: "Vamos, vamos, Ana.
Dejémoslos acá. El lunes nos veremos todos en la oficina nuevamente... más
tranquilos".
Leopoldo Alberdi evidentemente con culpa ante la situación, oteó y saludó con su
cabeza hacia don Timoteo, quien entendiendo la situación apenas se despidió con
un movimiento de su mano derecha.
Leopoldo Alberdi no decía mucho ante los gritos de Débora Moreno. Entonces, él
camina por la avenida Larco, en dirección norte.
Andando con sus piernas al aire, Débora seguía con sus insultos: "¿Es que te
creés que soy tonta? ¿Qué te pasa con esa chola puta? ¿Sos pelotudo, no?".
Empeorando la situación, unos metros más adelante, Leopoldo Alberdi distinguió
un carrito de un vendedor ambulante informal, en las puertas de una institución
financiera, "Caja municipal Cusco", que solía estar lucida por Osama Hussein, en
sus remeritas del club Cienciano.
Débora Moreno no tardó en distinguir aquello, y gritó aún más fuerte: "¿De dónde
saca tanta guita esa cholita retardada? Decime, ¿Eh?. ¿Trafica droga no? ¿Es
hija de una boliviana de mierda, no es cierto? ¡Contestame, mierda!".
Leopoldo Alberdi finalmente se da vuelta: "¡Basta!", aunque entonces Débora
Moreno con su vestidito muy escaso de cuero viejo comienza a pegarle, hasta que
obnubilada con el marco peruano del banco cuzqueño, finalmente se da por
vencida.
Con los ojos enajenados, desde su cuello forzado como nunca antes, que Leopoldo
tenga memoria, Débora Moreno grita: "Macanudo entonces... ¡No te quiero ver más,
che!". Ella detiene un taxi, con detalles negros y amarillos, para subirse al
mismo e irse de allí.
Observando el taxi irse, Leopoldo Alberdi sonríe con sus dientes emblanquecidos
entre su barba negra, y pensativamente leyendo la palabra "Cusco" de la entrada
de la financiera, él masculla: "...carajo", tras lo cual, unos diez espectadores
improvisados rompen en aplausos, aún filmándole, ante el escándalo callejero,
que acababa de ocurrir.
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(¸.•´ (¸.•` Parte 7
"Realmente eres mi ídola también", le decía la peruana Osama Hussein a su
familiar cercana, nacida en españa, Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal de apenas dieciseis
años de edad, en tanto que la Ferrari Portofino circulaba con su techo abierto,
plegado hacia atrás, en esa tarde apacible de un 29 de junio, rumbo sur por la
prolijamente arbolada avenida Arequipa, desde los estudios televisivos de la
emisora Panamericana.
Revisando las fotos del evento con su teléfono celular Kodak, la pequeña Zainab
(‫زينب‬ ) no pudo evitar el emitir una risilla, y murmurar: "Mi propio programa
infantil... y en tu propio día de cumpleaños, Osama".
Osama Hussein le responde: "Sí, pues. Realmente me has alegrado el día, luego de
los desbarajustes...". Osama vuelve en sí rápidamente, dándose cuenta de que le
estaba hablando a una familiar cercana de ella, quien era una niña apenas en
realidad.
De todos modos, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) le completa la frase: "...los
desbarajustes con el café", provocando el estallido en risas de Osama
instantáneamente, quien finalmente se abre: "Jamás te enamores, Zainab (‫زينب‬ ).
Por favor, sigue mi consejo".
la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) entonces susurra: "Esta bien, Osamita", tras lo cual
le habla a la computadora de la pantalla LCD de la Ferrari Portofino roja:
"Manda todas las fotos que te marqué a mi Facebook, Inti".
De la pantalla de la computadora a bordo, un solcito incaico amarillo comienza a
danzar con sus dos manitas, también amarillas, y entonces la página de internet
en cuestión, comienza a presentarse mansamente, provocando a la pequeña Zainab (
‫زينب‬ ) a terminar asintiendo con su mentón dulce y redondo, tras lo cual el
solcito incaico le guiña su ojo derecho, y le muestra su pulgar, también
derecho.
Con la peruana tomando a altas velocidades por la avenida Camino Real, con todos
sus edificios, de los más modernos de toda Lima, Osama Hussein volvió sobre las
cuestiones de su situación sentimental: "Tú sabes, mi querida primita Zainab (
‫زينب‬ ), que lo único que me importa en la vida son vos y mi papá..."
A lo cual rápidamente Zainab (‫زينب‬ ) le responde: "¿Nadie más, en serio?".
Luego de una pausa entre las dos, Osama Hussein finalmente estalla en una
risilla, y dice: "Mira que eres insidiosa, niña. Tú sabes, que odio los
culebrones, especialmente cuando me afectan personalmente".
Pronto, la Ferrari Portofino se introdujo en la calle de los Libertadores, con
sus casas bajas y los autos de la más alta gama de Lima, estacionados de
cualquier manera en sus veredas.
Osama Hussein entonces suspira: "En fin... Ahora pasaremos juntas mi cumpleaños
en casa, esperando que papá al menos venga a visitarnos, de su chamba con la
Telefónica de España".
De todos modos, las puertas grandes del garaje, de la mansión amurallada de la
esquina de la calle Cavero de Osama Hussein, se abrieron automáticamente,
sorprendentemente revelando que su propia residencia había sido tomada por todos
sus amigos más cercanos.
Desde el balconcito de su propia habitación de la primera planta, el gigantesco
extraterrestre oso polar de Arafat, el "Nebesnyy", estaba abriendo sus brazos
peludos, dominando toda la escena.
Al lado de Arafat, los rusos rubios teutones de Milena Kollontái y KH'yugo
Olazábal (el del BMW plateado) no paraban de tirar confeti y globos sobre la
Ferrari Portofino roja, de la cual Osama Hussein desciende, para ser abrazada
por don Nicolás Olazábal por un largo minuto, con todos aplaudiendo allí.
Tan sorprendida como Osama, Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal es llamada por Luciano
Menéndez, cómplice de todo también como el agente de la carrera artística de
Zainab (‫زينب‬ ), y Zainab (‫زينب‬ ) sacándose algo del papelillo colorido de sus
cabellos, obedientemente entra en la mansión de Osama.
Desde la primera planta, con la emoción del evento el oso polar extraterrestre
Arafat ruge con sus colmillos muy intimidantes, para entonces decir alegremente:
"No te muevas de allí, Osama".
Osama Hussein otea discretamente una camioneta utilitaria Iveco, que había
traído al gigantesco extraterrestre escondido hacia allí, y luego le muestra los
dientes perlados a través de sus labios a don Nicolás Olazábal, su propio padre,
para decirle: "Bueno, pues... Por ésto es que tú no me contestaste las llamadas
por una semana".
Leopoldo Alberdi también salía del caserón de Osama, aunque Osamita no pudo
evitar el emitir un gruñido casi animal, al notar, que efectivamente Federico
Sposito le seguía por detrás.
Con sus ojos negros bien abiertos, Osama Hussein nerviosamente busca refugio
girando violentamente su cabeza a su propio padre, quien se sonríe y le dice
dulcemente: "Tú no eres una perdedora, mi cielito lindo. A mí cosas así me han
pasado muchas veces. Tenés a la gente que realmente te quiere para
olvidarte...".
Osama Hussein le devuelve una sonrisa con sus labios, y finalmente le abraza
aferrándose con todas sus fuerzas.
Para ese entonces, Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal salía por la entrada de la mansión,
trayéndo consigo una torta roja con detalles blancos, y una gran vela rosada en
forma de una estrella con muchas puntas.
Todos, incluyendo al siempre impertérrito Federico Sposito -con Milena Kollontái
abrazada de su cintura-, le cantaron el "Feliz cumpleaños", con la canción
tradicional de "Feliz, feliz en tu día. Osamita que dios te bendiga...", lo cual
emociona realmente a Osama, quien inevitablemente comienza a derramar lágrimas,
siendo prontamente abrazada por don Nicolás, su padre, y Leopoldo Alberdi.
Osama Hussein se enjugaba las lágrimas de sus ojos miel claros, en tanto que el
extraterrestre Nebesnyy Arafat finalmente se llegó a su lado, y luego de
abrazarla fuertemente con su brazo lanoso, él la orientó hacia el utilitario de
IVECO celeste, indicando: "Tiempos de regalos, para tí, pues...".
Con su remerita roja del Cienciano de Cuzco, y todos los collares de oro
colgando de su cuello, con sus piernas esqueléticas vistiendo un elastano rojo,
y con sus zapatillas mullidas igualmente granate, Osama Hussein le susurra al
gigante Arafat: "Gracias, es lo que siempre quise, tú lo sabes", a lo cual el
oso polar extraterrestre le responde solemnemente: "En Bogotá demostraste el
poder defenderte por tí misma, Osamita. De ahora en más, tú necesitas un
compañero de aventuras para tí nomás".
Todos en la fiesta hicieron una ronda en el garaje de suelo de piedras incaicas
lustrosas, en tanto que el ruso KH'yugo Olazábal, vistiendo su tradicional
remera rosada del club Sport Boys del Callao, muy profesionalmente sacó un
pequeño maletín de consistencia espejada, que entonces obedientemente deja con
sus dos brazos, de frente al gigantesco Arafat.
Arafat chasquea sus garras.
El maletin espejado instantáneamente abre su tapa completamente, al tiempo que
tres varillas metálicas combadas quedan verticalmente, formando el cuarto de una
esfera, con su concavidad hacia Arafat.
Otras varillas aparentemente muy delgadas entonces se levantan, siendo éstas
dieciséis, siendo triangulares y alargadas, cuyas bases se aferran
magnéticamente -con fuerza descomunal- al semicírculo inferior, para terminar
aferradas con sus terminaciones punteagudas por el extremo superior.
Con medio semicírculo formado, entonces el conjunto comienza a girar,
absorbiendo aún más pedazos de metal espejado, siempre extremadamente fino, como
de una publicación para niños con partes separadas troqueladas, para armar una
casa de papel.
Con dos giros más, la esfera metálica espejada había quedado completa, tras lo
cual algunas partes adicionales quedaron magnéticamente pegadas a su parte
inferior, como brazos útiles.
El robot esférico terminó del tamaño un tanto más grande que el torso entero de
la propia peruana Osama Hussein, y todos sus conocidos allí comienzan a aplaudir
ante ésto.
El oso polar Nebesnyy Arafat finalmente le dice con calma a Osama: "Es todo
tuyo, pues... ponle el nombre que quieras".
Como era de esperarse, aún maravillada con su regalo en frente suyo, Osama
Hussein susurra: "Inti... Te llamaré Inti. Aunque mejor ponte de amarillo
incaico", y entonces la superficie espejada del robot asistente transforma toda
su superficie a un amarillo opaco y lechoso, mucho más discreto.
Osama Hussein susurra entonces, sabiendo hablarle a la criatura robótica como si
fuera una persona más: "Así estás mucho mejor Inti", a lo cual el robot dibuja
también un rostro incaico, el mismo de las banderas Uruguaya y Argentina, el
cual le sonríe a Osamita, y también le guiña su ojo derecho.
Osama Hussein reacciona instantáneamente girando a Arafat, extendiendo un abrazo
muy afectuoso sobre su cuerpo lanoso blanco, a lo cual Arafat termina
empujándola, y diciéndole sonrientemente: "Un momento, Osamita, con cuidado...
Recuerda que soy un Nebesnyy macho, en realidad", a lo cual todos en la mansión
de San Isidro comienzan a reir muy alegremente.
Algunos invitados a la fiesta sorpresa del cumpleaños de Osama Hussein
comenzaban a volver a sus diálogos, cuando Leopoldo Alberdi con curiosidad se
acercó al -ahora amarillo incaico- robot Inti, para preguntarle: "¿Puedes tú
llevarle vasos a los invitados?", a lo cual el dispositivo flotante Nebesnyy
respondió con una serie de chasquidos metálicos.
Tomando esa respuesta como un "sí", Leopoldo le indica al robot Nebesnyy:
"¡Sígueme, pues! Hay mucho trabajo por hacer aquí", y entonces la esfera
metálica de color amarillo incaico le sigue adentro de la planta baja del
caserón de Osama Hussein.
Por ese entonces, Federico Sposito estaba sentado en el sillón gigantesco de la
sala de estar de la planta baja, junto a Milena Kollontái, en tanto que ella
estaba enfrascada en una partida de ajedrez, via internet.
Pronto, tras unas pocas jugadas, Milena Kollontái le declara "jaque mate" a su
rival de Amsterdam, con lo cual Federico y ella celebran a los gritos.
En ese preciso instante, Osama Hussein, con su conjunto rojo del Cienciano de
Cuzco ingresaba por la entrada principal de su propia mansión, a lo cual tanto
Federico Sposito, como Milena Kollontái, con su cabellera larga rubia, sus ojos
azules, y su minifalda negra ultra corta, se le quedan mirando ambos como
expectantes, con el brazo de Federico sobre los hombros de la rusa, una menor de
edad con dieciseis años apenas cumplidos.
Osama Hussein queda estática mirándoles, y tras susurrar lentamente: "Mi
dios...", ella sigue su camino rumbo a la cocina, tras Leopoldo Alberdi y el
robot Nebesnyy Inti.
Federico Sposito le hace un gesto infantil y divertido a Milena, calmándole, a
lo cual ella ríe, y ambos pronto están de acuerdo en cuanto a salir de esa
fiesta entonces.
Federico Sposito y Milena Kollontái salen de la mansión de Osama Hussein,
moviendo juguetonamente sus manos, aferradas entre sí.
El gigantesco oso polar Nebesnyy de Arafat sigue su andar, hacia afuera de la
casa, con sus ojos blancos, y finalmente le comenta a Nicolás Olazábal, al lado
suyo: "No puedo hacer nada, don Nicolás. Lo siento mucho. Milena Kollontái es
familiar cercana de todas mis manos derechas, tanto acá en el Callao, como en
Moscú. Evidentemente quedó flechada con ese tarambana cafetero...".
Don Nicolás se ríe tranquilamente y responde: "No te preocupes, mi amigo. Mi
hija Osamita es una chica muy fuerte, y tiene toda la gente que la quiere, y se
preocupa por ella".
De todos modos, habiendo estado aparcado a unos metros de la esquina de clavero
y los Libertadores, el automóvil Honda japonés de Federico Sposito comienza a
hacerse sentir con su bocina, junto con la voz del colombiano cafetero, cantando
a los gritos al ritmo de "Vamos a la Playa": "¡Vamos a Bogotá-ah...
oh,oh,oh,oh,oh!", repetidamente resonando en toda la mansión de San Isidro de
Osama Hussein.
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(¸.•´ (¸.•` Parte 8
Era una medianoche realmente muy calurosa de verano tardío, dentro de la plaza
de toros de Acho, a la vera del rio Rimac, a metros nomás del damero de Pizarro.
Como todo en Lima, sin embargo, el área se transformaba tan rápidamente aún tan
cerca del micro centro comercial y financiero, en un barrial polvoso, y con
edificaciones casi centenarias, aún habitadas y utilizadas para el comercio
local.
Por dentro la plaza de toros tal vez fuera la excepción, con sus tribunas de
concreto gris, camufladas por varios detalles distinguibles en marrón, simulando
ser de madera, como sí lo eran en realidad abajo las instalaciones del ruedo
mismo, en la arena circular.
A esas horas de la noche, bajo un cielo estrellado, la arena del ruedo estaba
ocupada por once sujetos de pie, todos con vaqueros y remeras de manga corta, de
pie expectantes, orientados hacia la entrada sur, cada uno calzados con un arma
de grueso calibre, ajustada en sus cinturones.
Eran los Yakuza, bautizados a sí mismos así, en honor a la organización criminal
del Japón, con la cual de hecho ellos tenían comunicación en su organización,
incluso en Lima, Perú.
Así, los motivos de las remeras, al pecho en el torso de esos sujetos, tenían
una diversidad de dibujos con motivos japoneses, con samurais aguerridos,
grandes letras japonesas, la bandera de guerra de esa nación del lejano oriente,
entre otras.
Finalmente, la definición de esa escena estática llegaría, en tanto que desde la
apertura grande, al sur, un BMW plateado, viejo y demacrado -aunque con gomas
gruesas de carrera- venía seguido por una camioneta utilitaria IVECO de color
celeste.
La caravana motorizada se detuvo respetuosamente con un giro hacia el lado, y
abriendose todas las puertas de los dos vehículos en un silencio pleno de
nerviosismo de todos allí en la plaza de toros, seis sujetos descendieron,
trayendo consigo cada uno una ametralladora AK-47 Kalashnikova.
El ruso rubio teutón KH'yugo Olazábal efectivamente toma posición entonces, al
medio de sus hombres rusos, de la mafia limeña de Arafat el oso polar Nebesnyy
de otra galaxia.
Con sus camaradas armados rusos de Lima, de cada lado de él mismo, hacia su
derecha y hacia su izquierda, todos de pie con sus ametralladoras Kalashnikova
colgando de sus cuellos, KH'yugo entonces exclama: "Venimos respetuosamente a
traerles una propuesta de paz...".
El líder de los Yakuza tenía por nombre Johnny, y por delante de los otros
mafiosos japoneses, fue él quien apenas mirando hacia sus lados entonces
responde: "¿Sí? ¡Me parece bien! ¡Soy todo oídos!".
KH'yugo extiende un silencio de suspenso por unos segundos, para finalmente
decir: "Ustedes japoneses de porquería se van del Callao hoy mismo, y entonces
sí tendremos la paz".
Johnny el Yakuza japonés inmediátamente muestra sus dientes, riéndose
pensativamente, con su mirada baja, y finalmente responde: "Sí, pero hay algo
que tú no tienes en cuenta... Es que ninguno de ustedes saldrá vivo de aquí esta
noche".
Entonces, todos los Yakuza japoneses desenfundan sus revólveres de sus
cinturones, y apuntan directamente hacia los mafiosos del Nebesnyy Arafat de
otra galaxia, quienes sosteniendo cada uno sus ametralladoras con sus dos manos
hacen lo propio, recíprocamente.
Inesperadamente, entonces, desde el techo más superior de la plaza de toros de
Acho, por detrás de KH'yugo, la voz femenina de la peruana Osama Hussein cayó
también sobre el ruedo por debajo, con los Yakuza y los asesinos rusos del
Nebesnyy Arafat.
Mirando desde arriba a los Yakuza frente a frente, Osama Hussein dice: "El
ajedrez es un juego muy lento, para mí. Siempre tan trabado. En cambio, yo
prefiero seguir mi propia iniciativa".
Apenas el reconocer la voz de Osama Hussein en particular hizo automáticamente,
que los once Yakuza japoneses levantaran sus cabezas, con sus revólveres
apuntando hacia su cuerpito esquelético, vistiendo un pantalón ancho color negro
de acción militar, aunque con la camiseta de mangas cortas gris oscura y negra
del club Cienciano de Cuzco.
Alzándo su mano derecha, Osama Hussein entonces sacude el disco de oro, con
detalles brillosos, por delante de sus pechos, con una sonrisa de sus labios.
Lo siguiente en ocurrir fue que lo corpóreo de Osama Hussein se transforma en
una luminosidad rojiza, que se zambulle raudamente desde los techos más altos de
la plaza de toros de Acho, desde por detrás de los propios rusos del Nebesnyy
Arafat, con KH'yugo Olazábal a la cabeza, como cayendo ella de cabeza hacia
abajo.
Ella, convertida en la luminosidad de la muerte segura, entonces llega
descendiendo a la arena del ruedo de la plaza, trazando líneas casi rectas, a
través de varios de los Yakuza en cada pasada, los cuales instantáneamente
terminaban caídos en la arena, sin vida.
Los Yakuza japoneses aún de pie, apuntan hacia adonde pueden de la luminosidad,
circulando entre ellos, y con gestos desesperados intentan dispararle a Osama
Hussein.
Sin embargo, todas las pistolas de los Yakuza japoneses en el ruedo de la plaza
de toros se hallaban soldadas magnéticamente de antemano.
Así, como una luminosidad rojiza nefasta, Osama Hussein termina de despachar a
todos los Yakuza japoneses.
Finalmente, Osama Hussein se queda de pie, en medio de la arena de la plaza de
toros de Acho, de Lima, con todos los cuerpos muertos de los Yakuza a su
alrededor, todos inertes, con sus ojos abiertos.
Examinando a sus victimas girando su cabeza a su alrededor, Osama Hussein
repentinamente se sacude y masculla: "Las remeras japonesas me dan las vascas,
carajo".
Osama Hussein entonces calza su disco de oro sólido de "¡Viva el Perú!", ahora
apagado, en el cinto de su pantalón negro militar, por su espalda, con lo cual,
ella se va caminando del ruedo de la plaza de toros, rumbo oeste, hacia la
salida del jirón Hualgayoc.
KH'yugo Olazábal apenas le grita: "¡Osamita!", sin poder inmutar el paso de
ella, a lo cual su camarada regordete de barba negra y dientes amarillentos se
acerca, palmeandole el pecho: "¡Déjala, hombre! Esa mujercita ha sufrido
suficiente en estos días... ¿No os dais cuenta?", en tanto que Osama Hussein
entonces daba la vuelta a una de las aberturas, para la salida de los toreros,
fuera de la arena.
´¨)
¸.•´¸.•´¨) ¸.•¨)
(¸.•´ (¸.•` Parte 9
"Con todo mi entrenamiento militar, y mis instintos de predador, puedo decirte
confiado, Milena, que yo soy una máquina de matar", Federico Sposito le venía
diciendo a la rubia teutona rusa, una menor de edad siendo casi una niña, aunque
realmente de un gran atractivo sensual, en tanto que ambos ascendían dentro de
uno de los edificios más altos de Bogotá.
Una de las paredes del cubículo elevador consistía de una pantalla LCD
gigantesca, con la imagen en tiempo real de la ciudad circundante, como si fuera
una ventana hacia el exterior, aunque incluyendo también un video musical de
Shakira.
En el piso del ático de todo el rascacielos ultramoderno, la puerta del elevador
se desliza hacia la derecha, y -luciendo su remera favorita negra con las letras
de "EL KAMIKAZE" en amarillo verticales- Federico entonces abre la puerta de
caoba sólida, agregando: "Ya te digo... En todo el universo, no existe nadie
más, que pueda..."
Las expresiones de Federico fueron interrumpidas súbitamente, en cuanto su
nariz, de buen largo verticalmente, aunque no muy prominente, pega de lleno
contra una superficie de vidrio transparente, casi totalmente invisible, dejando
un manchón grande de sangre sobre su superficie vertical.
Minutos después, Federico Sposito yacía sin su remera sobre su propio sofá
inmenso, de frente a la vista panorámica de Bogotá, a través de un ventanal de
vidrio sólido, de piso a techo.
Su nariz había sido estabilizada en su lugar con un palito plástico de helado,
colorido y con agujeritos, mientras que él murmuraba: "¡Maldición! Seguro que me
rompí el tabique".
Por la puerta de entrada del departamento extremadamente suntuoso, ingresaba ya
Diego Tinelli, su asistente personal, un sujeto gigantesco y moreno, con un
bigote en cepillo de dientes sobre sus labios leporinos, trayendo una venda con
cubitos de hielo.
Llegándose a su amo allí, Tinelli decía: "Nos instalaron la mampara de vidrio
para la entrada recién ayer, niño Federico, no tuve la ocasión de comentarle, y
usted se vino a Bogotá esta vez sin anunciarse realmente".
Federico Sposito intentó tranquilizarle: "Está bien, amigo. Esto ya pasará...".
Diego Tinelli pronto se sienta a su lado y dice: "Ésto le va a calmar la
hinchazón seguramente", en tanto que lleva las vendas con hielo dentro a la cara
de Federico.
Sin embargo, Federico entonces acusa dolor por excesiva presión a su nariz, con
un gemido fuerte, y Diego Tinelli reacciona echando su mano inmediatamente hacia
atrás, realmente torpemente, de modo que las vendas se abren, y todos los
cubitos de hielo caen sobre el pecho desnudo de Federico Sposito, quien vuelve a
gritar de dolor.
Milena Kollontái entonces se acerca a Federico, y coge algunos de los cubitos de
hielo, para delicadamente con sus dedos esqueléticos, frotarlos muy amorosamente
sobre la nariz amoretonada de Federico.
Con su nariz respirándole a Federico bien de cerca, también la tensión sexual
crece entre ambos, y expeditivamente, Milena también lleva los dedos de su mano
libre entre las piernas de Federico, frotando sensualmente.
De pie, al lado de ambos, Diego Tinelli levanta sus cejas negras y se sonríe
deformando su cachete mofletudo derecho, diciendo: "Ya no parezco necesario
aquí, chico...", con lo cual él se da vuelta y se dirige a la puerta del
departamento, aunque antes de salir, él nota una imperfección en la punta del
hocico de una cabeza de alce colgando de las paredes, la cual tenía unos cuernos
inmensamente largos y espiralados.
Diego Tinelli saca una pañoleta carilina de un envoltorio plástico en el
bolsillo trasero de su vaquero, y delicadamente pone en orden las pilosidades en
esa zona del trofeo de caza del departamento ático de Federico Sposito.
Entonces, finalmente Diego Tinelli sale del departamento por la entrada,
sonriendo brevemente ante Federico y Milena en el sofá, quienes ya estaban en
prácticas amatorias, por ese entonces.
Por la noche, Federico Sposito fue distraído de estar jugando con Milena
Kollontái con una Playstation en la pantalla gigantesca de la sala, cuando Diego
Tinelli llega al ambiente desde la cocina del departamento, con una bandeja muy
decorada, con Sushi japonés.
La mesa estaba puesta ya también, y Federico se sienta de frente a la rubia rusa
teutona Milena, quien silenciosamente introduce en su boca delicada un rollo de
ese plato típico oriental.
Con el palillo plástico colorido pegado a su nariz amoretonada y vendada,
Federico decía calmadamente, con gran atractivo personal sobre la fémina ante
él: "¿Sabes? Yo creo en crear puentes. Mi familia llegó de Génova con Cristobal
Colón hace quinientos años, a conquistar nuevos mundos, en los cuales hoy yo
primo con mis negocios, como una persona en su propio jardín con los insectos
allí... matándolos si son plaga, explotándoles si nos dan la miel...".
Con sus ojos celestes clavados en Federico, los labios tiernos de Milena
entonces le sonreían, e incluso ella apoya su cabeza sobre su delicado brazo
derecho, para seguir oyéndole como si fuera un cuento de hadas para un niño
antes de dormirse.
Federico seguía: "Por eso, el desafío de viajar a las estrellas, no me va a
asustar nunca a mí particularmente. Otras civilizaciones un día me venerarán,
igualmente que aquí en el planeta Tierra. Mis negocios se extenderán por todo el
universo...".
Milena Kollontái en su éxtasis entonces corre discretamente su silla lujosa
hacia atrás y se levanta, para ir por detrás de Federico, y con sus dos brazos
desnudos comenzar a masajearle el pecho y abdomen muy románticamente, mientras
Federico sonreía pensativo, engullendo rollitos de Sushi japonés.
Del otro lado de la habitación, Diego Tinelli había estado hechándole alimento
para peces con sus dedos muy morenos de uñas largas, a una pecera con
iluminación estroboscópica, conteniendo peces Koi también japoneses, y luego de
hacerlo por unos segundos, observando a Federico y Milena, finalmente él se da
por vencido: "Mejor los dejo solos, entonces...", y así él sale de la suntuosa
sala de estar, en el ático de uno de los rascacielos más altos de toda Bogotá,
cruzando la mampara de vidrio casi transparente, y finalmente la puerta
principal de caoba del departamento, fuera de allí.
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¸.•´¸.•´¨) ¸.•¨)
(¸.•´ (¸.•` Parte 10
"¿Y, tú? ¿Vas a hacer tu producción fotográfica, o no? ¡Carajo!", la peruana
Osama Hussein le decía a Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal, en tanto la niña española de
dieciseis años estaba enfrascada en una partida de ajedrez, contra un sujeto de
Francia, con sus dos manos delicadas sosteniendo su ordenador de tableta.
Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal levanta su carita de angel hacia Osamita por un
segundo: "Un segundo, Osa. Éste tipo es el campeón nacional allá en París".
Con algo de orgullo, Osama Hussein toma de su sorbete un tanto de su gran vaso
de Inca Kola, con sus ojos miel claros observando a Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal, en
tanto que ambas estaban sentadas en una de las mesas del restaurante escueto de
KFC, "Kentucky Fried Chicken", en el damero de Pizarro, de los jirones de La
Unión y Cuzco.
Viendo al resto de la gente, yendo y viniendo por la calle con sus fachadas
cuidadas, como perteneciendo a siglos pretéritos, Osama Hussein suspira para
insistir: "Si era para eso que tú estás haciendo, Zainab (‫زينب‬ ), nos
hubiésemos quedado en casa. ¿No te parece?", precisamente en el momento, en que
Zainab (‫زينب‬ ) da vuelta su tableta y la deja apoyada sobre la mesa, de cara a
Osama Hussein.
El campeón de ajedrez de Francia acababa de ser vencido por la niña española.
Sonriendo con sus dientes algo perfectamente blancos, y con sus ojos negros
grandes bien abiertos, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) anuncia: "Es hora de firmar
autógrafos".
Era un día sábado muy caluroso de los últimos días del verano, y las dos
damicelas de San Isidro no iban a caminar muy lejos del área, en el cual ellas
habían aparcado la Ferrari Portofino roja, por lo cual, Zainab (‫زينب‬ ) había
decidido cumplir con su plan en aquella zona, a apenas una calle de la sala
cinematográfica en donde su película filmada en España, "24 Horas por el
Espacio", había sido estrenada en esa misma semana.
Entonces, debajo de las arcadas de la Iglesia de la Merced, de siglos de
antigüedad, Osama Hussein comienza a filmar con una cámara Kodak a su familiar
jovencísima, Zainab (‫زينب‬ ), nacida en el viejo continente.
Zainab (‫زينب‬ ) tranquilamente, con gente pasando a su lado sonríe mostrando sus
dientes, y dice: "¡Hola, planeta! Aquí estoy desde Lima, con mi familia
disfrutando de un hermoso día, en el Damero de Pizarro".
Coordinado deliberadamente por Zainab (‫زينب‬ ), no pasan muchos minutos, antes
de que el primer grupo de personas saliendo del cine a una calle de allí, la
reconocen a ella, y luego otra gente más se suma, divisando el pequeño tumulto.
La situación pronto se hace más evidente, y la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) termina
firmando autógrafos sin respiro a unas veinte criaturas arremolinadas a su
alrededor, hasta que ella termina levantando sus dos manos esqueléticas, y
dirigiéndose a los adultos dice: "No puedo más, gente. Me tengo que ir. Mi
familia me espera", a lo cual Zainab (‫زينب‬ ) comienza a lanzar besos de su boca
dulce con la palma de sus dos manos.
Así como así, Zainab (‫زينب‬ ) y Osama Hussein comienzan a caminar tranquilamente
por el Jirón Santa Rosa rumbo este, con Osamita torciendo el visor de la cámara
y viéndose hablarle a la lente, para una entrevista improvisada: "Muy bien,
señorita Zainab (‫زينب‬ ). ¿Cómo se ha sentido, siendo recibida así por una
multitud de sus admiradores del Perú?".
Zainab (‫زينب‬ ) habla hacia arriba, a la cámara sostenida también delante de
ella, caminando con saltitos divertidos: "Ha sido espectacular, realmente. Jamás
he de olvidar a mis admiradores limeños".
"Sabias palabras", chasquea Osama Hussein invadiendo toda la pantalla con su
rostro de ojos miel claros, "...con las cuales éste noticioso de los sistemas
Inti concluye, desde el micro centro de Lima".
Una calle más adelante, ambas estaban saliendo de un estacionamiento con la
Ferrari Portofino roja de Osama Hussein, con el techo del carro de carreras
plegándose espectacularmente hacia atrás.
Transitando en la Ferrari Portofino roja rumbo sur por una seguidilla de calles,
con el fin de tomar la amplia autopista semi-subterránea de la avenida Paseo de
la República, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal estaba revisando lo filmado en
la cámara Kodak, y entonces ella dice tranquilamente: "Leo es un chambeador
empedernido. ¿No es cierto?".
Por debajo de sus anteojos ahumados, Osama Hussein se ríe con una risilla, y por
sus labios ella responde: "...y además él es muy estudioso, pues. Por eso es que
le vamos a hacer la fiestita en su casa".
Conducida por Osama Hussein, la Ferrari Portofino roja circulaba a la más altas
velocidades permitidas.
Entrando a la vía expresa central, y semi subterránea, del Paseo de la
República, con un edificio del cual colgaba una botella gigantesca de Inca Kola,
desde su tope hasta su primera planta, por el lado izquierdo, y el estadio
gigantesco Nacional de Lima a la derecha, Zainab (‫زينب‬ ) le habla a la
computadora a bordo de la Ferrari Portofino roja, en cuya pantalla LCD, un
círculo amarillento, representación del sol incaico de las banderas de Uruguay y
Argentina, esperaba lo que pudiera decirle en particular.
Atenta también a ello, Zainab (‫زينب‬ ) levanta sus ojos negros por un segundo a
la pantalla, y entonces ordena al solcito de la computadora de Osama Hussein:
"Enviame ésta edición que acabo de hacer en la cámara a mi Facebook, Inti, por
favor".
A ésto, el solcito incaico de la pantalla levanta su pulgar derecho, también
amarillo, y en la pantalla aparece instantáneamente la edición de video, dentro
del sitio de internet de Facebook.
Unas treinta calles más al sur, Osama Hussein conduce su Ferrari Portofino roja
en su desvío hacia la derecha, saliendo de la avenida Paseo de la República
hasta adentro del supermercado inmenso de Plaza Vea, sito dentro del distrito de
San Isidro, en el cual se halla también su mansión.
ԑ̮̑ Parte 7ԑ̮̑ 🚀 🌎
El caserón de Osama Hussein en el barrio de San Isidro, Lima, era una hermosa
propiedad moderna, aunque con detalles de ladrillos rojos, en todas sus paredes
exteriores.
La mansión estaba encajonada detrás de muros, así decorados, con apenas una
entrada por la esquina de Clavero y Los Libertadores, y una entrada de garaje.
La propiedad tenía dos plantas, con ático de techo en caída, balcones, y hasta
árboles en su jardín, con plantas de ají amarillo traídas de Cuzco, bordeando el
piso de piedra, sobre la cual solía estar aparcado el carro Ferrari Portofino
rojo de Osamita.
A un lado de la gran sala de estar de la planta baja, la cocina era ultra
moderna en verdad, con todos sus dispositivos conectados via wifi con un
poderoso ordenador central, que Osama Hussein bautizó "Inti", con el poder de la
tecnología extraterrestre más avanzada.
Allí en la cocina, el robot flotante "Inti" hacía gala de las habilidades de sus
cuatro apéndices utilitarios, saliendo de su base, con cuchillos y otros
utensillos, simultáneamente limpiando de sus venas picantes, y picando frutos de
ají amarillo, picando dientes de ajo, sosteniendo una sartén sobre la hornalla,
y operando la licuadora sobre la mesada de madera, allí.
Osama Hussein estaba ocupada en la heladera allí, con una botellita plástica de
agua "Cielo" en su mano: "Una nueva marca de tiempo, Inti... Estás listo para
los Panamericanos, carajo", y sacando carne de cerdo, y dejándola al lado de su
asistente robótico, entonces ella agrega: "Pórtate igual de bien con el
chicharrón, pues".
Cerrando la puerta del refrigerador, estaba su pequeña familiar española Zainab
(‫زينب‬ ) Olazábal, esqueléticamente delgada, con sus grandes ojos negros, y una
zanahoria en su mano haciendo de micrófono, y luego de mantener contacto visual
directo con los ojos miel claros de Osamita, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) comienza
a cantar, junto con la radio en la cocina sonando una de las canciones que ella
grabó en España, y que era un éxito de difusión entonces: "...y aunque los
vientos de la vida soplen fuerte. Soy como el junco que se dobla pero siempre
sigue en pie...", torciendo sus labios y la expresión de su rostro con mucho
sentimiento en su cantar.
Osama Hussein chasquea: "...cuando tú ganes en Viña del Mar, por favor mándame
un agradecimiento personal, Zainab (‫زينب‬ )...".
La jóven española de piel bien blanca y cabellos negros salta ágilmente,
quedando colgada de la mesada de madera de la cocina, con sus piernas
esqueléticas pateando el aire: "...es que ¿sabes? Luciano Menéndes me está
negociando mi propia participación allí en Chile...", a lo cual Osama Hussein
abraza a la niña, y sacudiéndola dulcemente le dice: "Eres mi ídola, tu, pues,
carajo".
En ese momento, el robot flotante, cuyo cuerpo de buen tamaño era amarillo con
un diseño animado del solcito incaico de las insignias nacionales de Uruguay y
Argentina, acababa de licuar, silenciosamente con otro de sus apéndices, la
salsa Huancaína, y la vertía en contenedores plásticos individuales sobre unas
papas cocidas cortadas en rebanadas.
Señalando con un movimiento de su cabeza hacia allí, Osama Hussein le dice a
Inti: "Con el micro ondas de Leo, éso va a tener una terminación espectacular",
y entonces ella coge un vaso de vidrio transparente grande de cafe, e intercepta
con el mismo algo de la salsa Huancaína precipitándose, hasta llenar la taza.
Osama Hussein entonces sale de la cocina, oyendo que Inti entonces también
comienza a funcionar como un Karaoke, comenzando a tocar la canción "Bailamé" de
Nacho, con la voz del artista caribeño: "La criatura bebé...".
Bajando la escalera al sótano, Osama Hussein distingue la voz muy melodiosa y
profesional de la pequeña Zainab (‫زينب‬ ), entonando: "Bailamé, eh. Con esa boca
bésame. Con ese cuerpo arrópame. Con tus manos siénteme", siendo una insistencia
que llegando al sótano le provoca a Osama Hussein el estallar en una risilla.
En verdad, el subsuelo del caserón de San Isidro tenía nada de ordinario, siendo
el lugar secreto en el cual Osama Hussein atesoraba sus dispositivos
extraterrestres más queridos, herencia de más de tres mil años de servicios
junto al Nebesnyy oso polar de Arafat.
Vistiendo su remerita de Cienciano roja, con un conjunto grueso de collares de
oro colgando de su cuello esquelético, sin pantalones con sus largas piernas
desnudas, Osama Hussein se sienta entonces de frente a un televisor inmenso, en
el cual ondeaba la bandera del Perú, con sus franjas verticales rojas y blanca,
y su escudo entre ramos de plantas autóctonas andinas.
Por sobre la insignia del Perú, también se leía en letras moldeadas en oro:
"¡Viva el Perú!".
Ni bien Osama Hussein toma asiento, la pantalla se transforma en un manto negro,
sobre el cual vuelve a aparecer el solcito incaico de los sistemas Inti, y
atendiendo una revista de "Ellos y Ellas", que había sido dejada allí, Osama
Hussein le da un sorbo pequeño, mojando su propia lengua con la Huancaína,
suspira, y relajada finalmente, ella le ordena a Inti: "Conéctame con la Kaiser,
pues. Es la hora acordada...".
En la pantalla, una bandera negra comienza a flamear con numerosas estrellitas
blancas con muchas puntas, entre unas letras extraterrestres, que Osama Hussein
supo leer: "Nuestra unión hace el futuro".
Dentro de una ventana en la pantalla, dejando la bandera universal ondeando en
los bordes, siempre visible, se aparece entonces la cabeza de una culebra de
piel escamosa amarilla, con marcas negras, con colmillos ofidios, una tiara de
oro sobre su cabeza, y un bastón también de oro apoyado a su lado.
Osama Hussein respetuosamente levanta su mirada, y le habla: "Imaynalla (cómo se
encuentra), Kaiser culebra, es siempre un honor el hablar contigo".
El ofidio inteligente finalmente hablo con su sisear: "Saludos, Osama. Tanto yo
como todos mis funcionarios estamos enterados de tus últimas acciones, y no
podríamos estar más impresionados. Con los embajadores universales, no podemos
estar más interesados en llegar a la Tierra, luego de seis años de viajes, y
finalmente conoceros personalmente".
Osama Hussein moja su paladar con una pizca más de Huancaína recién preparada y
responde: "Eso ocurrirá coincidente, con la liberación final de nuestro planeta
Tierra, de la invasión Oranzhevyy".
Desde la pantalla, la Kaiser culebra interrumpe entonces abriendo sus dedos, de
su mano gigantesca, proviniendo de sus brazos, carentes de antebrazo, y con su
sisear ofidio ella dice: "Mi Gestión Libre Universal jamás a tenido algo que ver
con esos terroristas, debes saberlo".
En ese momento, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal también llega al subsuelo,
empujando a Osama Hussein, quedando pierna contra pierna, y distraídamente
sumergiendo sus dedos índice y medio derechos en la Huancaína para meterla en su
boca.
Osama Hussein apenas se distrajo con sus ojos miel claros con ello, para seguir
hablándole a la Kaiser culebra: "No me queda la menor duda de ello, su
eminencia, aunque de todos modos los Oranzhevyy en la Tierra tiene sus días
contados".
El ofidio hembra inteligente de la pantalla entonces dice con mucho tacto:
"Deberás definir el conflicto por tí misma, Osama Hussein, la Gestión Libre
Universal no interferirá, os lo prometo...", y sin más la Kaiser culebra se
despide: "Nos veremos pronto..."
Luego de que Osama Hussein masculla: "Waq Kutikama" (hasta luego) en idioma
quechua, la pantalla entonces primero muestra la bandera universal, y finalmente
retorna con la insignia roja y blanca del Perú, la cual queda flameando con las
palabras en oro: "¡Viva el Perú, carajo!.
la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal sumerge dos dedos nuevamente, y con la salsa
en el aire en frente de sus ojos negros y piel blanca, ella comienza a
canturrear: "Hay un animal, que pica al pie, que se llama la culebra...", siendo
ésta una salsa caribeña del siglo XX.
Luego de un silencio sabroso para Zainab (‫زينب‬ ), Osama Hussein se suma:
"...dale duro en la cabeza, dale duro a la culebra", para finalmente carcajearse
y aclarar: "No debieramos ser así de irrespetuosas con los mandatarios de la
Gestión Libre Universal, carajo".
ԑ̮̑ Parte 8ԑ̮̑ 🚀 🌎
El departamento de Leopoldo Alberdi se halla en la intersección de la calle
Miller y la avenida Sáenz, la cual es una esquina en un ángulo muy agudo en
verdad.
Enclavado en ella, se erige ese edificio de cuatro plantas, de una estructura
vieja de finales del siglo XX, aunque de todos modos presumiendo de modernosa,
entre todas las otras construcciones de allí, en el Callao, de las cuales muchas
datan de comienzos del siglo XX.
En el hogar de Leopoldo, el robot flotante Inti acababa de servir la mesa para
la cena, a esas horas de la noche, con las papas a la Huancaína y el chicharrón
de cerdo, sobre el lugar que usualmente era de estudio, para Leopoldo Alberdi.
En verdad, esa mesa precisamente era lo único remanente de todo el mobiliario
original allí, luego de que los negocios en la oficina de Leopoldo habían
estallado para bien, desde diciembre con el viaje a Bogotá.
Ahora, el aire acondicionado era de última generación, el televisor era una
pantalla inmensa de LCD, y las ventanas eran de múltiples capas aislando los
ambientes del mundo exterior.
De todos modos, cómplice con el dispositivo asistente de otra galaxia, Leopoldo
Alberdi llama a Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal, pero ella no responde, sino que se
había quedado colgada del ventanal este, el del extremo punteagudo del edificio,
mirando hacia el vacío, estirando su cuerpo de modo, que su mini-falda infantil,
con ella siendo de dieciseis años, se elevaba cada vez más.
Leopoldo Alberdi le sonríe cómplicemente a la peruana Osama Hussein, quien con
su rostro blanco retribuye el gesto, y entonces Leopoldo le pregunta a Zainab (
‫زينب‬ ): "¿Es que tú piensas saltar, pues? Eres joven y famosa, aún tienes toda
una vida por delante".
Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal entonces gira de vuelta hacia los dos adultos, y con
una sonrisa mostrando sus dientes perlados, comienza a saltar con su mini falda
corta, para decir: "¡En el cine ahí abajo están dando mi película!".
Osama Hussein camina hacia la ventana, y juguetonamente empuja a la pequeña
Zainab (‫زينب‬ ) fuera de su camino, y finalmente comenta: "¡Cuánta gente para
ver tu estreno, carajo!", en tanto que el cine "Porteño" de la avenida Sáenz
Peña tenía un montón de gente, queriendo entrar, con algunos de pie en la calle.
la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal entonces comienza a saltar: "¡Quiero ir a
ver mi película allí, denle... llévenme!".
Leopoldo Alberdi muy aparatosamente cruza sus brazos para un efecto teatral,
dada la confusión con los planes que él tenía para la cena, mientras que por un
instante él observó cuán parecidas eran la española Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal y
la cuzqueña Osama Hussein, ambas de piel bien blanca, y de cabellos negros.
De todos modos la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) vestía ropa adolescente de los centros
comerciales más caros de Lima, mientras que Osamita vestía la camiseta negra
Aries del Cienciano de Cuzco, con Machu Picchu estampada sobre el mismo, y
pantalones brillosos de elastano negro, además de que gruesas cadenas de oro
colgaban de su cuello esquelético.
Leopoldo Alberdi pensativamente dice: "...dos contra uno ¿eh?", para entonces
abalanzarse rápidamente sobre la mesa, y volcar uno de los contenedores pequeños
de plástico con papas a la Huancaína, sobre otro con la carne de cerdo del
chicharrón.
Leopoldo le murmura a la comida: "Ustedes no se me escapan... Ahora, sí.
¡Vámonos, niñas!".
Saliendo detrás de ellas del departamento, Leopoldo le dice al robot flotante
Inti: "Cuídame la casa, por favor", y entonces cierra la puerta con algo de
chicharrón de cerdo untado con Huancaína en su boca.
Bajo el cielo estrellado, de esa cálida noche de fines de verano en el Callao,
Leopoldo y la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) esperaron en la vereda del frente del
cine, con Leo degustando los pedazos de chicharrón de cerdo, untados en
Huancaína, en la puerta de una Chifa muy modesta.
Leopoldo entonces distingue cuatro jovenzuelos del Callao, quienes sin
explicación abandonan la cola para entrar al cine, y de ese sitio también Osama
Hussein se hace distinguible con sus brazos en el aire, y cruzando la avenida
Sáenz Peña hacia ellos.
Luego de meter su dedo índice en la salsa Huancaína y de saborearla a través de
sus labios, con un gemido placentero de "Mmm", Osamita muestra las cuatro
entradas, y le dice a Leopoldo: "Tal parece que tenemos una de más, carajo".
Ingresando al cine, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal toma la precaución de
calzarse unas gafas ahumadas para evitar el ser reconocida, en tanto que los
asientos correspondían a un sitio privilegiado, por el medio de la sala
principal del complejo de cines del Callao, en Lima.
Osama Hussein se sienta entre Leopoldo y la pequeña Zainab (‫زينب‬ ), quien comía
de un paquetito con maíz inflado.
La película protagonizada por Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal era española, y su título
era "24 horas por el espacio".
En una escena de la misma, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ), también llamada así en la
pantalla, cenaba con sus padres astronautas en un castillo de cristal en
Ganímedes, tranquilamente, hasta que una nave espacial, cuyo capitan era un
español quien había ganado un premio Oscar el año anterior, irrumpe en escena, y
amenaza con destruirlos.
A esa altura, Leopoldo Alberdi se agacha por sobre las piernas de Osama Hussein,
ambos tomándose de las manos, y le dice a la pequeña Zainab (‫زينب‬ ):
"Realmente, te ves estupenda. Tú eres toda una profesional, sin duda".
Osamita entonces susurra también: "la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) ahora hasta tiene
su propio programa de televisión infantil. ¿Tú que crees?", a lo cual Leopoldo
vuelve a sentarse con su espalda sobre su asiento para apretar la mano
esquelética de Osama Hussein, y decir: "Es lo que quise decir, pues...", a lo
cual ambos ríen simultáneamente.
En la pantalla, el capitán malvado español había comenzado a disparar sus rayos
"fotónicos" sobre el castillo de cristal, haciéndolo resquebrajarse. Allí,
llevando una espada de oro en su mano la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) corría entre
gente, muchos de quienes resbalavan y caían al vacío inevitablemente, con los
ataques orbitales. Por sobre la ciudad de cristal, los cañones defensivos
comenzaron a disparar descargas electrificadoras, desesperadamente todo
alrededor.
Sin soltar la mano de Leopoldo, Osama le comenta a la pequeña Zainab (‫زينب‬ ):
"Realmente has estado entrenando con armas blancas, Zainab (‫زينب‬ ). Allí en la
pantalla, tú te ves blandiendo la espada como un atleta realmente".
En la oscuridad del cinematógrafo, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) le sonríe con
todos sus dientes: "Tú papá es un capo, para enseñarme".
Al final de la película, efectivamente Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal consigue
infiltrarse en la nave del capitán español malévolo, y luego de ajusticiarlo con
su espada de oro, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) salta fuera de la embarcación
espacial al espacio, en tanto que la embarcación cae a sobre la superficie de
Ganímedes, con el capitán español mascullando: "Has ganado esta vez, pero la
guerra continúa...", antes de morir con su cabeza sobre el polvo.
La gente en el cine aplaude el final, y las luces vuelven a encenderse, aunque
Osama Hussein y Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal descubren, que Leopoldo Alberdi se
había quedado profundamente dormido, fruto en parte de la comilona improvisada
de chicharrón con huancaína.
Aún sosteniendo la mano de Leopoldo, Osama Hussein gira su cabeza a Zainab (‫زينب‬
), y le dice: "¿Sábes que Leo sigue estudiando sus libros de medicina aún en el
verano? Él no para de chambear y de estudiar todo el tiempo".
la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) sonríe mostrando sus dientes perlados, y señalando
con su cabeza a Leopoldo, ella dice: "Pobrecito. Es un divino, realmente".
ԑ̮̑ Parte 9ԑ̮̑ 🚀 🌎
En la avenida 2 de Mayo, por la altura de la intersección con la calle Stiglich,
la divisoria verde de ambas manos se halla dominada por una estatua, con un
bombero de un tamaño humano normal, sosteniendo una manguera contra incendios,
con su casco correspondiente y vestido con el uniforme rojo y de pantalones
blancos, sobre dos bloques de concreto verticales de 3 metros de altura,
correspondiendo a la "Unión Chalaca", uno de cuyos departamentos de bomberos del
Callao se halla allí mismo precisamente.
Irónicamente, en horas cercanas a la medianoche en el Callao, precisamente al
lado del cuartel, y en frente a un mercado cooperativo, con su pasillo principal
de comercios abriendo allí mismo, un coaster de transporte informal e ilegal de
pasajeros, se hallaba totalmente incinerado, abandonado en medio del carril de
la 2 de Mayo, con dirección sur, con sus gomas derretidas sobre un gran charco
de agua.
Del garaje de la "Guardia Chalaca", un camión de bomberos se había visto forzado
a salir parcialmente del edificio, únicamente con dos de sus ruedas sobre el
asfalto, y en verdad, aún estaba allí.
Al lado del coaster Toyota compacto, únicamente con dos ventanales a cada lado
para sus apenas cuatro filas de asientos de pasajeros, se hallaban un patrullero
del Serenazgo del Callao, y una ambulancia remanente, cuyos médicos acababan de
cerrar la puerta trasera los cadáveres de las víctimas, y sin apuro aparente,
uno de los camilleros, muy delgado con un gorrito rojo, se había apoyado contra
la ambulancia, con un cigarrillo en su mano derecha, y con la otra filmando la
coaster Toyota con su celular.
La tranquilidad del lugar, luego del desastre evidente de horas antes, es
interrumpido cuando las cuatro gomas Bridgestone ultra grandes de un BMW
plateado, un Serie 6 E63, bastante antiguo y demacrado por fuera en pos de
discreción callejera, aunque mantenido al día internamente, en su motor y sus
sistemas, frenan abruptamente, por debajo de otro monumento de bronce, más
pequeño, con un chambeador quien llevaba una canasta.
Del auto compacto de diseño europeo, entonces sale un sujeto rubio teutón y
alto, con ojos curiosamente blancos, del lado del volante, en tanto que de la
puerta del acompañante asoma un sujeto obeso de barba negra.
20 7 19 12 58 afganas2 viva el peru carajo
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  • 1. IMÁGENES AFGANAS 2 SISTEMAS INTI ´¨) ¸.•´¸.•´¨) ¸.•¨) (¸.•´ (¸.•` LIBRO 2 Parte 1 Era la medianoche de un día lunes de verano, apenas luego de los incidentes de Bogotá, en la zona del Callao de Lima, Perú, sobre la Avenida Argentina, en su nacimiento, a metros del océano Pacífico. La peruana Osama Hussein estaciona su carro de carreras italiana Ferrari Portofino roja en el estacionamiento grande de la discoteca Marte, la cual a pesar de lo peligroso del área resulta ser una de las mejores de toda Lima. Precisamente por este escenario de violencia urbana, por el medio de los autos se hallaban varios sujetos, vistiendo remeras de manga corta, en cuyos cintos, todos portaban un arma de calibre grueso. Con su remera del Cienciano de Cuzco rojo y elastano rojo en sus piernas, una capa gruesa de collares de oro colgando de su cuello, y zapatillas mullidas también granate, Osama Hussein caminaba, estando abrazada por Federico Sposito, con su campera de cuero negra. En medio del estacionamiento, Osama Hussein se detiene y dándose vuelta, otea hacia el otro lado de la avenida Argentina, y señalando hacia la oscuridad, Osama dice en voz alta: "Allá en frente en un taxi, están los Yakuza vendiendo droga a los clientes nuestros". Rápidamente, varios de los guardias armados pasan a los lados de ella, saliendo del estacionamiento, y dirigiéndose hacia allí, con sus revólveres en sus manos. Osama Hussein estáticamente observa la situación por unos segundos, y entonces masculla: "Esto es el colmo. ¡Carajo!". Dentro de la discoteca Marte, la barra de tragos era servida por varias camareras vestidas con remeras de manga corta, de diseños diversos, y sin usar sostenes. De todos modos, entre los muchos clientes de esa medianoche de verano, se hallaba Leopoldo Alberdi, conversando con Luciano Menéndez, quien entonces le comentaba: "Entonces... ¿Porqué no agarrás viaje, Leo? Yo te ofrezco un laburo re bacán, de miles de dólares mensuales, en la corporación en la que trabajo. Dejate de joder con ser médico y asistir a los pobres en una carpa. En Buenos Aires, vos podés tener un caserón regio en Vicente López, un auto nuevo, y la mar en coche". Leopoldo terminaba su trago largo de Pisco Sauer, para cuando respondió: "Realmente le agradezco, don Luciano, pero yo tengo mi proyecto desde que era un niño, y ahora me falta poco para recibirme. Tengo muchos planes... Estoy realmente decidido". A su lado, se hallaba su compañera de oficina allí en Lima, Débora Moreno, una mujer muy linda también de Argentina, con apenas unos años más que Leopoldo. Por sobre la barra, ella con su mano delicada se aferra de la mano de vellosidades negras de Leopoldo. En tanto, Luciano Menéndez insistió: "¡Pero, che! No seás tarado. Acá en Lima lo más seguro es que te bajen en la calle, si realmente progresás como profesional. Buenos Aires es una ciudad del primer mundo, y vos merecés una oportunidad como la que te ofrezco". Entonces, Osama Hussein irrumpe entre medio de los dos hombres de la barra, abrazándo a Luciano Menéndez, quien le comenta: "No quiere agarrar viaje, tu amigo aquí... No hay forma de convencerlo". Al tanto que Federico Sposito hizo su aparición también allí, con un saludo manoteando su hombro derecho, Leopoldo Alberdi entonces se da cuenta, de que había sido Osama Hussein, quien le había conseguido aquella oportunidad en Argentina. Sintiendo tal certeza de su compañero de estudios de Lima, Osama Hussein rápidamente se acerca a Federico Sposito, y abrazándolo, ella dice: "Vamos, mi amor. Tengo ganas de mover el esqueleto".
  • 2. Federico Sposito formalmente les pregunta a Débora y Leopoldo, a ver si también se suman a la pista de cumbia y salsa, pero Leopoldo levanta su mano, disculpándose: "Mejor espero que me baje todo el Pisco que he tomado...". ´¨) ¸.•´¸.•´¨) ¸.•¨) (¸.•´ (¸.•` Parte 2 La brisa del mar no era algo, a lo cual Federico Sposito había estado muy acostumbrado, siendo un hombre de ciudad, sabiéndose divertirse las veinticuatro horas del día, de enero a diciembre, toda su vida. Como un niño pequeño descubriendo algo nuevo en su vida, entonces, habiendo descendido de su carro japonés Honda de carrera, apenas estrenado, Federico se queda observando las olas del Pacífico, cercana a las arenas con desechos urbanos del área Oquendo, y las gaviotas apenas interrumpiendo tranquilidad tal. Leopoldo Alberdi entonces cierra la puerta del acompañante del automóvil Honda, el cual era negro cromado, con líneas zigzagueantes rojas en señal de velocidad, y con las letras "SPEED" estampadas en la base de cada puerta. Leopoldo Alberdi comenta: "La costa del mar en San Martín de Porres nunca me hubiera sugerido un lugar para una chica tan delicada y sofisticada como Osama...". Federico Sposito recién entonces, así, se despierta de su embelesamiento: "¿Eh? Sí, claro, Leo", y entonces verifica las ruedas y la parte inferior de su Honda, importado expresamente para él desde el Japón, todo lo cual estaba cubierto con la tierra de las varias calles sin asfaltar, que les demandó el llegar hasta allí. Federico Sposito: "¡Cónchale! Me quedé sin auto por unos días, hasta que me saquen toda ésta mugre". Leopoldo Alberdi repentinamente comenzó a mirar las casas precarias del área, para murmurar: "Al menos no tuvimos inconvenientes para llegar hasta aquí". Calzándose de nuevo sus gafas ahumadas Carl Zeiss, Federico tantea el bulto por debajo de su campera de cuero negra, y dice: "Estoy preparado para todo eso, Leo, no te preocupes", tras lo cual él consulta su reloj Rolex de oro, importado de Suiza, y murmura: "¿Se les habrá pasado a éstos tipos?". Leopoldo Alberdi entonces golpea el hombro de Federico con su dedo índice, y luego lo extiende hacia el norte, para responderle: "No, para nada". En esa dirección, Leopoldo entonces distinguió el mismo BMW plateado, Serie 6 E63, del incidente en su periplo al aeropuerto Chávez. Allí, efectivamente, estaba el sujeto teutón, con la remera rosada del Sport Boys del Callao, quien se bajó de su BMW plateado antiguo, sólo para exclamar con acento ruso: "¡Eh, amigos! ¡Síganme con su carro!". Leopoldo Alberdi estira su cabeza hacia atrás, hacia Federico y chasquea: "Por fin, nos rescataron. Viviremos para ver otro día", tras lo cual el corre, dando la vuelta por delante del Honda para volver a sentarse del lado del acompañante. Sentándose detrás del volante, Federico murmura: "Mi Osita núnca me falla", a lo cual Leopoldo se ríe. Federico arranca con una aceleración violenta de su automóvil, el cual deja una nube de tierra por detrás, y derrapa con sus ruedas traseras. El ruso, a la distancia esboza una sonrisa y rápidamente vuelve adentro de su auto. Unas calles rumbo norte sobre la tierra a la vera del océano, había una fábrica química con un tanque gigantesco de aluminio, sobre el cual se leía "Moscova", y desde la cual se extendía un muelle discreto, en cuyo extremo marítimo dos embarcaciones, una pequeña y otra de buen tamaño se hallaban ancladas. El viaducto marítimo estaba montado sobre filas de postes metálicos verticales, pintados de celeste, realmente brillosos y prolijamente ordenados, así clavados sobre las arenas de la costa del Callao, y desde allí siguiendo, plantados bajo las aguas del océano Pacífico, en una línea recta doscientos metros dentro del mar. Sobre el viaducto de tal muelle, la pista para la circulación de los vehículos
  • 3. era igualmente pulcra, consistiendo de baldosones de concreto de un diseño ondulante, aunque perfectamente calzados los unos con los otros. El extremo de tal camino además cruzaba las puertas gigantescas de la fábrica química "Moscova". De todos modos, Federico Sposito no pudo evitar el murmurar: "¿Qué coño?" distinguiendo, que había un ruso de pie al ingreso al muelle, con una boina negra con una estrella roja, con la remera del club Sporting Cristal, sosteniendo con sus brazos -musculosos y tiznados por el sol- una ametralladora rusa AK-47 Kalashnikova. El ruso de la remera celeste incluso saluda moviendo su cabeza a Federico, quien asqueado murmura: "Ésto no me lo esperaba de Osamita... Realmente ésto es muy malo, Leopoldo. No lo voy a negar". El muelle por dentro era realmente sofisticado, evidentemente siendo mantenido en condiciones limpias y funcionales al día. De las dos embarcaciones, allí, la más pequeña estaba siendo cargada por una grua, con sacos de arpillera, llevando el mismo nombre "Moscova" de la fábrica en tierra. Pasando esa área, Federico Sposito y Leopoldo Alberdi finalmente encontraron la Ferrari Portofino roja, totalmente nueva, de Osama Hussein, aunque la alegría fue apagada, por cuanto, otro guardia allí, uno regordete y de barba negra, estaba sosteniendo muy vigilantemente otra ametralladora rusa AK-47 Kalashnikova. Entonces circulando a muy escasa velocidad, Federico Sposito golpea el volante de su automóvil Honda con sus dos puños cerrados y grita: "¡Maldición! ¡No puede ser! ¡Esa mujer me ha estafado! Jamás me hubiese imaginado algo así... Realmente con toda la sofisticación de Don Nicolás y de esa nenita Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal. Todo esto me está partiendo el alma, coño". Leopoldo Alberdi aprieta el brazo derecho de Federico Sposito entonces, y le dice: "Baja el volumen, Federico", y entonces Federico se percató, de que el ruso teutón con la remera de Sport Boys del Callao caminaba hacia ellos con mucha sofisticación europea. Federico estaciona rudamente entre la Ferrari Portofino de Osama y el BMW plateado del ruso, al extremo final del muelle, entre los dos grandes barcos amarrados, y el ruso les dice: "Los están esperando dentro del Vladivostok", y señala con su mentón, colorado por culpa del sol en esos días de verano, hacia el casco de la embarcación mayor, sobre la cual -efectivamente- se hallaba escrito con caracteres rusos "Владивосток" (Vladivostok). El ruso teutón entonces se sienta dentro de la Ferrari Portofino roja, y su techo convertible automática (y muy vistosamente) sale de su compartimiento escondido por detrás y se cierra sobre la cabina del automóvil propiedad de Osama. Federico Sposito se queda mirando la escena con su boca abierta por debajo de sus gafas ahumadas, y finalmente murmura: "¡Mi dios, en qué me he metido!", a lo cual Leopoldo Alberdi acerca su cabeza con sus ojos abiertos muy amistosamente para decirle: "¿Quieres ver algo más?". Federico Sposito levanta su mano derecha, para responder: "Sí, claro. Un momento...", para sacarse la campera de cuero negro, cuidadosamente envolviendo su arma de grueso calibre, y dejar todo dentro de su automóvil Honda. Federico quedó, así, luciendo una remera negra, con letras amarillas verticales, cayendo de su hombro izquierdo hasta su cintura, diciendo: "EL KAMIKAZE". Rápidamente, Federico vuelve a Leopoldo y murmura: "Sí. Muéstrame, Leo". Precisamente entonces desde la Ferrari Portofino roja comienzan a sonar los sonidos estridentes de alguna banda moderna rusa, con voces estridentes en ese idioma. Leopoldo entonces dice: "Muy bien, pues...", comenzando a caminar frente al otro ruso de barba con su AK-47 Kalashnikova, quien les seguía con su mirada. Leopoldo: "Ábrete el cofre y el baúl de tu carro". Federico muy tranquilamente comenta: "Muy bien... te hago caso como en la fábrica de Bogotá".
  • 4. Un minuto después, con un bidón de agua en su mano, Leopoldo finge de frente al radiador del automóvil Honda, el mover su brazo para disipar el calor, y entonces vierte el agua del bidón en el radiador. Simultáneamente, Federico le indica al guarda de la barba, para que le comunique a Osama Hussein, a bordo del buque "Владивосток" (Vladivostok), que se demorarán unos minutos, y le entrega un ordenador portátil, que él tenía en su baúl, que Osama debería recibir inmediatamente. Oyendo el nombre de "Osama", el guarda reacciona inmediatamente obedeciendo, cogiendo el ordenador, y diciendo: "Se la entregaré inmediatamente". Con el guarda de la barba caminando la rampa al "Владивосток" (Vladivostok), Leopoldo Alberdi corre hacia una de las bolsas industriales "Moscova" de arpillera tirada sobre las baldosas de concreto del muelle, abierta, con su contenido esparcido, no tan lejanamente. El operador de la grua de carga estaba mirando hacia otro lado en su trabajo, y Leopoldo así llega a meter su mano sobre la bolsa caída, y rápidamente corre de vuelta a Federico, al lado de su Honda japonés, indicándole sacudiéndo sus manos a Leopoldo para que se apure. Agazapándose contra la puerta abierta del conductor del Honda, Federico y Leopoldo examinan lo que pudieron extraer de los sacos de arpillera. La tapa separada del bidón de agua contenía un cúmulo de polvillo blanco, el cual llevado a la lengua de Federico por su dedo índice derecho, sabía amargamente, y aparte le produjo un adormecimiento de su lengua. Leopoldo rápidamente chasquea: "Lo mejor de lo mejor de la industria nacional peruana de exportación... ¿No es cierto?". ´¨) ¸.•´¸.•´¨) ¸.•¨) (¸.•´ (¸.•` Parte 3 "¿¡A quién le dijiste vos cholita fea!? ¿¡Eh!?" Dentro de la embarcación "Владивосток" (Vladivostok), Osama Hussein estaba pegándole a una bolsa grande y vertical de pugilismo, con sus manos enguantadas y zapatillas mullidas de color negro. En verdad, en la ocasión ella estaba vistiendo unos pantalones tipo militar de un color negro sólido, y además ella vestía una camiseta gris oscura Aries, de mangas cortas del club Cienciano de Cuzco, la cual tenía estampada en tonos aún más oscuros una imágen grande de las ruinas de Macchu Pichu. Realmente, Osama Hussein, a pesar de lo esquelético de su cuerpito, tenía una velocidad salvaje y hasta animalesca, dándole golpes una y otra vez a la bolsa de pugilismo, con sus cuatro extremidades. Bajando unas escaleras metálicas hasta ese nivel del buque "Владивосток" (Vladivostok), Federico Sposito y Leopoldo Alberdi también descubrieron una criatura muy inmensa -aún más grande que los extraterrestres que ellos habían encontrado en Bogotá-. Se trataba de un ser vivo, cuya especie era sin duda cercana a los osos polares que podían encontrarse en los lugares más fríos del planeta Tierra. El ser inmenso y peludo tenía el típico hocico de oso polar, y garras en sus cuatro extremidades, a pesar de moverse en posición bípeda. Además, únicamente estaba vestido por su lanosidad natural animal. Con sus ojos blancos, ésta criatura oso rápidamente distinguió a los dos camaradas de estudios de medicina de Lima, y entonces sorprendentemente también habló con una voz muy profunda: "Oh... Muy bien, entonces. Acá llegaron tus visitas, Osamita". Osama Hussein no se distrajo de su entrenamiento muy violento de lucha, que evidentemente se trataba mucho más que de defensa personal. Leopoldo Alberdi se acercó al lado derecho de ella, y entonces él bromeó con la reputación de ella, de ser una eminencia científica: "¿Mens sana in corpore sano, niña Hussein?".
  • 5. Luego de seguir pegándole a la bolsa en frente suyo, sin reducir su vigor un ápice, de modo entrecortado, Osama Hussein finalmente pudo pronunciar: "Usted está hecho todo un investigador privado, Leopoldo Alberdi. Tenga cuidado en donde mete sus narices. Siempre hay reglas para ser un buen invitado. Yo estoy poco interesada en las películas porno en la computadora secreta de Federico". Leopoldo Alberdi entonces se carcajeó. Por el contrario, Federico Sposito ni siquiera saluda a Osama Hussein, y en cambio camina directamente a la criatura oso inmensa, de más de dos metros de altura, blanca y peluda. Federico Sposito extiende su mano amistosamente: "Me llamo Federico, soy el novio de Osama". La criatura había estado siguiendo el andar de Federico en particular hasta él, y entonces bajó su hocico para responder: "Sí, sé todo acerca de ustedes dos. Me llamo Arafat, y soy otro extraterrestre, tal como los que ustedes batieron muy valientemente allá en Bogotá... (suspiro) Adonde se me escapó Osama, sin mi consentimiento". Entonces, una jóven que claramente no llegaba a los dieciocho años, también teutona, rubia y de ojos celestes, entra, con una bandeja con varias botellas de cerveza rusa "Odna Tonna", cuya etiqueta tenía un cheff de cocina sosteniendo un balde de madera, y se leía en castellano: "LECHERO". Apoyando la bandeja sobre una mesa metálica, sobre la cual el extraterrestre gigantesco estaba apoyado, la rubia rusa sirve tres porrones grandes de cerveza. El extraterrestre oso polar coge el primero en ser servido, y comienza a tomar del mismo, vaciando la mitad completa del vaso de vidrio gigantesco. La mujer rubia termina de llenar los otros dos porrones grandes, de vidrio grueso, y en cuanto Federico coge uno de ellos de las manos de la rusa teutona, instantáneamente Osama Hussein deja de pegarle a la bolsa de pugilismo. Con un par de saltos atléticos, Osama se acerca a Federico Sposito, el cual a pesar del mal trago original de lo criminal que había encontrado en aquel muelle del Callao estaba súbitamente embelesado con las implicancias del hallazgo de seres extraterrestres viviendo en el planeta Tierra. Osama Hussein abraza a Federico, le besa en la boca, y encarándole con sus ojos miel claros pregunta: "¿Me extrañaste, mi amor?". Luciendo su remera negra, en la que se leía "EL KAMIKAZE" con grandes letras amarillas, Federico con sus grandes ojos negros llega a responder: "Sí, claro. Tú que piensas, Osama", a lo cual ella reacciona observándole en silencio por unos segundos, en una escena que resultó comprendida automáticamente, por todos los otros -terrestres y extraterrestres- allí en la misma sala. Osama Hussein entonces gime: "¡Por dios!" y con su equipo de entrenamiento negro, finalmente camina rápidamente, saliendo por la misma puerta "estanca" naval, con su rueda de apertura y sellado, por la cual la rubia teutona había entrado, instantes antes. El extraterrestre oso polar sigue a su mujer blanca peruana protegida con sus ojos, y sin mover su hocico grandote, mira fijamente a Federico por unos segundos para decirle: "Bueno... Ustedes no son los primeros amigos que Osama trajo hasta aquí. ¿Saben?". Leopoldo Alberdi había cogido su porrón inmenso respectivo de cerveza "Odna Tonna", y tomando lugar del otro lado de la rubia, Leopoldo comenta: "¿Los rusos son extraterrestres, entonces?". El extraterrestre oso polar ríe a través de su hocico, y explica: "Me llamo Arafat, y ella (señalando a la rubia teutona, de pie entre ambos camaradas de estudio de Lima) es Milena Kollontái". Instantáneamente, Federico se da vuelta hacia ella, y le sonríe más que amigablemente, ignorando la realidad incluso de que se trataba de una menor de edad, para decirle muy románticamente: "Me llamo Federico, soy un empresario cafetero colombiano". A lo cual, con sus ojos azules pegados fuertemente a él, ella responde: "Milena...".
  • 6. El oso polar Arafat prosigue hablándole a Leopoldo: "Vengo de otra galaxia, muy lejana en el universo, a los de mi civilización se la conoce como los Nebesnyy, y dominamos un número respetable de galaxias, aunque no somos tan poderosos, como ésto parece sonar al decirlo". Federico Sposito había seguido el comentario con gran atención, a pesar de estar sonriéndole ya a la rusa teutona Milena, quien realmente daba signos de ser muy receptiva al niño mimado cafetero de Colombia. Federico entonces dice: "Tú, entonces eres Arafat el Nebesnyy... Enemigo de los que nos atacaron en Bogotá, supongo". El oso polar Arafat entonces abrió su hocico, mostrando sus cuatro dientes gigantescos de allí dentro, y rugió de un modo que hizo temblar toda la sala de metal dentro del buque "Владивосток" (Vladivostok) por unos segundos. El oso polar Arafat entonces sacude su cabeza peluda con pelo blanco, y dice: "Los Oranzhevyy son los enemigos de todo el resto del universo. Son conquistadores sangrientos, matando a todos sus enemigos, luego de vencerlos en los campos de batalla. En millones de millones de años de historia, ellos llegaron a dominar el área más grande del universo. Todo se hubiese perdido, si no se hubiese formado la gestión libre universal, bajo la cual se han cobijado todo el resto de las civilizaciones". Leopoldo Alberdi entonces deja de tomar cerveza "Odna Tonna" de su porrón gigantesco, y murmura: "¡Típico! La tolerancia es un sentimiento muy hermoso... todas las especies del universo parecen coincidir al respecto". Por ese entonces, Federico acababa de llevar a cabo algo encima de Milena, de pie a su lado, a lo cual la jovencita rubia teutona se ríe, y le palmea muy amistosamente el pecho. Con su lengua batiéndose visiblemente dentro de su hocico, con sus ojos blancos el oso polar Arafat observó ésto, y levantando su porrón de cerveza "Odna Tonna" por segunda vez, él terminó la otra mitad de su contenido de cerveza. El oso polar Arafat entonces tuerce su cuerpo inmenso hacia la puerta "estanca" naval abierta, por la cual Osama Hussein había salido intempestivamente. Finalmente el oso polar Arafat dice: "Pues, es que yo los conozco bien a ustedes dos, caballeros. Sé todo acerca de ustedes... Eh...". Luego de suspirar y batir su lengua larga entre sus fauces de dientes intimidantes, Arafat finalmente abre sus brazos inmensos, de pelaje blanco, y dice: "Supongo que querrán ver el resto de la presentación de platos voladores...". ´¨) ¸.•´¸.•´¨) ¸.•¨) (¸.•´ (¸.•` Parte 4 La peruana Osama Hussein aún seguía ausente, en tanto que el gigantesco oso polar de otra galaxia Arafat guiaba a los dos camaradas de estudios de medicina de Lima hacia la bodega más de popa, a bordo del buque de carga "Владивосток" (Vladivostok). Arafat el Nebesnyy pronto tomó una posición defensiva: "He sufrido algunos ataques muy severos en los casi tres mil años de mi estancia en el planeta Tierra... He perdido bastantes de mis recursos en esos ataques. Afortunadamente, ahora Osama está aquí con nosotros, gracias a ella, el ataque en Bogotá se transformó en una victoria vital para mi supervivencia". La bodega tenía unos siete metros de largo, y seis de ancho, con una altura de unos cuatro metros del suelo al techo. Cercana a la puerta "estanca" naval, por donde Federico Sposito y Leopoldo Alberdi ingresaron, se hallaba un escritorio gigantesco, de madera maciza sin barnizar, sobre el cual había un a lámpara con una pantalla de pliegues muy sobria. Por detrás, había también un archivero, del tipo que cerrado, también permitía hacer anotaciones y estampar firmas, con alguien de pie. En verdad, la escena despertó un dejo de nostalgia en la mente de Leopoldo
  • 7. Alberdi, en tanto que el estilo del mobiliario -más allá de los teléfonos celulares modernos y varias tabletas ordenador sobre el mismo- era una alusión evidente al estilo soviético de mediados del siglo XX. Precisamente, Arafat había estado esperando una reacción en ese sentido de Leopoldo en particular, a sabiendas de su militancia de asistencia social dentro del partido APRA del Perú, y luego de examinar al joven limeño por unos segundos, el gigantesco oso polar extraterrestre se carcajea, camina por detrás de su escritorio, y finalmente se deja caer sobre su asiento, que era un bloque sólido de madera con un grueso respaldo del mismo material. Federico Sposito había estado caminando por el amplio espacio de la bodega trasera del "Владивосток" (Vladivostok), de cuyas paredes metálicas, colgaban una serie de imágenes espaciadas, de cuadros, fotografías, y hasta imágenes de video, todo como cuadros enmarcados en una galería de arte, con una luz saliendo desde sus marcos superiores, iluminando cada pieza. De todos modos, muy intuitivamente, Federico Sposito primero que nada se detuvo en un estandarte, consistente de un lienzo de gran tamaño, de color celeste. Ante el silencio de Leopoldo, quien se había sentado sobre el escritorio, con su pierna izquierda en el aire, y Arafat sentado en su asiento de madera sólida, ambos observando al colombiano, Federico Sposito extiende la bandera con su mano derecha. El lienzo celeste entonces reveló tener estampado en su centro un diseño geométrico, de tres bordes de triángulos en negro, uno dentro del otro. El oso polar extraterrestre Arafat primero miró a Leopoldo, sentado cerca, y luego le explicó a Federico con una voz fuerte que retumbó dentro de toda la bodega: "Esa efectivamente es la bandera de nosotros, los Nebesnyy. Ese lienzo en particular me ha estado acompañando por campos de batalla, a través del universo, por decenas de miles de años". En ese entonces, la rubia teutona Milena Kollontái ingresó nuevamente allí, con una nueva bandeja con botellas de "Odna Tonna" y tres nuevos porrones muy grandes de vidrio grueso. En esta ocasión, sin embargo, Milena únicamente llenó uno de los vasos, con más de una botella de cerveza fría, y con sus dos manos entonces se la llevó caminando con su mini falda negra directamente a Federico, del otro lado de la bodega, a varios metros de distancia. Leopoldo Alberdi entonces giró su cabeza de cabellos negros y barba desordenada hacia Arafat, inquiriéndole con sus ojos negros. El oso polar Nebesnyy confirmó lo obvio: "dieciséis apenas cumplidos". Leopoldo se rió, y consultó: "¿Algo que ver con Osama?". Arafat murmuró a través de su hocico: "Todos en mi organización pertenecen a la misma familia, desde hace más de tres mil años". Leopoldo había estado sirviendo los dos porrones de cerveza, y luego de brindar chocando los cristales llenos, él murmura: "Ya lo suponía", y entonces el limeño chambeador subió su cabeza, para darle un sorbo grande a su vaso. Federico Sposito seguía conversando animadamente con Milena, quien nuevamente en ocasiones emitía algún gritito que otro, en tanto que el colombiano cafetero metía sus manos en lugares de su cuerpo con un exceso de confianza. Dejando su vaso sobre el escritorio, con gran agudeza visual, Leopoldo entonces señaló en círculo a los cuadros clásicos, y fotografías de platos voladores, algunos de los cuales resultaban reconocíbles para él de haberlos visto con anterioridad en otros medios. Leopoldo entonces consultó: "¿Tú sin nadie más nos has defendido contra todos esos platos voladores?". Arafat estaba terminando su vaso gigantesco de cerveza, y luego de eructar con su cabeza hacia un lado, el gigantesco oso polar comentó: "Sí, por casi tres mil años. Los Oranzhevyy controlan una galaxia, de paso hacia la Tierra, y aunque los viajes inter galácticos consumen realmente muchos recursos, ellos se han llegado hasta acá, la Tierra, en uno de los extremos más distantes del universo, en varias ocasiones, con pequeños destacamentos militares". Arafat comentó: "Tuve suerte, en que los Oranzhevyy son reacios en cuanto a
  • 8. compartir tecnología con otras civilizaciones, por una cuestión de honor. De modo, que con las capacidades y la inteligencia de los seres humanos, pude armarlos a tiempo, para repeler las sucesivas incursiones Oranzhevyy...". Unas risillas de Milena Kollontái, desde el otro lado de la bodega interrumpieron entonces la explicación concienzuda del oso polar gigantesco. En particular, Arafat fijó sus ojos blancos en que Federico Sposito había encontrado entre las sombras dos rifles de caño de un metal espejado, con manubrio y otros detalles en celeste. Federico Sposito pudo ser oído entonces: "¿Son de juguete estas cosas? ¡No pesan nada!", aunque Arafat no parecía estar muy calmo al respecto. Finalmente, Federico llevó sus dedos al gatillo del arma extraterrestre, y antes de apretar del mismo, que en realidad parecía una pieza de plástico celeste despreciable, Federico se detuvo a escrutarlo con sus ojos negros, dejando distraídamente el otro arma extraterrestre en el piso, de nuevo en su sitio original. El gatillo era desmedidamente grande, y ningún dedo podría terminar de llevarlo hacia atrás, para disparar con ese arma. Arafat tranquilamente aclaró entonces: "La pieza debe ser accionada por una mano entera, tirando de ella". Bajo la mirada atenta de Arafat, y aún con Milena Kollontái jugueteando alrededor suyo, con sus risillas femeninas, caminando lentamente hacia el escritorio de Arafat, Federico finalmente intentó accionar el mecanismo con su mano derecha. Federico apretó el gatillo una vez, y nada ocurrió, murmurando: "¡Coño! Esta cosa es de juguete", aunque el mecanismo así había demostrado ser sólido. Federico nerviosamente comienza a apretar el gatillo varias veces más, con un cliqueo repetitivo entonces. El oso polar de otra galaxia Arafat entonces suspira por su hocico peludo, y dirigiéndose a Leopoldo Alberdi, él dice: "Menos mal, que el gatillo reconoce la fisiología de una mano Nebesnyy, como la mía, antes de disparar... Esa escopeta es un arma automática, con el poder de un lanzagranadas terrestre... Y está totalmente cargada y funcional, en este mismo momento". Leopoldo Alberdi inmediátamente salta de estar sentado en el escritorio de madera rústica de Rusia, y con sus dos manos extendidas dice: "Ten cuidado, Federico. Por favor". A lo cual, desestimando tal clamor, Federico le comenta a la rubia teutona Milena, a su lado: "Es ridículo, un gatillo así para toda una mano... No se puede hacer puntería, claro. Estos osos polares van a perder la guerra de las galaxias". A ésto, la rusita Milena -menor de edad- le sonríe apuntando sus grandes ojos celestes, románticamente hacia el cafetero colombiano. Arafat observa la escena con atención. Entonces, el oso polar de otra galaxia le dispensa una mirada rápida con sus ojos blancos a Leopoldo Alberdi, y chequea que escapando a los toqueteos casi infantiles de Federico Sposito, Milena correteaba con él dentro de la bodega del buque, a metros de distancia, distraídos los dos. Arafat entonces estira su brazo inmenso hacia el escritorio de madera vertical, detrás, y sin ningún problema a la distancia levantando la tapa él rescata un marco con una imagen estática, que, volviendo a enderezarse en su escritorio, él deja en manos de Leopoldo. Leopoldo Alberdi queda embelesado con la tecnología de esa fotografía de otra galaxia, la cual además de verse en tres dimensiones, como las de un holograma, tenía algo de movimiento, que se repetía luego de unos segundos. En la imágen, un ser extraterrestre gigantesco Nebesnyy, siendo claramente Arafat mismo, allí con él, estaba abrazando a un ser gatuno femenino, negro y con pizcas blancas en su nariz y pecho, tal como un animal doméstico, aunque del tamaño de un ser humano de la Tierra, y erguida en sus dos patas traseras. Por detrás de la extraterrestre felina se hallaba su bandera, que era blanca, con un gran círculo verde en el centro. Arafat emite una risilla y dice: "Esa criatura es Amalia, una Zelenyy. Mi amor por ella no ha menguado en siete mil años...". Leopoldo entonces comenzó a sospechar por donde iba tal intervención del oso
  • 9. polar Nebesnyy. Arafat: "Te conozco bien, Leopoldo, desde que eras un cachorro en las calles de Lima. Me imagino en qué estás pensando en estos momentos. Sos un buen chico, siempre lo has sido, chambeador y todo... Nunca te des por vencido en el amor". ´¨) ¸.•´¸.•´¨) ¸.•¨) (¸.•´ (¸.•` Parte 5 El calor del verano se hacía sentir en el patio central del colegio "PERUANO CHINO DIEZ DE OCTUBRE", en el área de San Miguel de Lima, en tanto que con su uniforme de pollera gris, saco azul oscuro, y camisa blanca, la peruana Osama Hussein, con sus diecisiete años, llevaba el estandarte de la bandera del Perú, roji blanca, con su escudo en el centro, entre arreglos de hojas verdes. El lugar estaba abarrotado con los familiares de todos los estudiantes, quienes ese año recibirían su diploma de graduación. Luego de llegarse desfilando, entre otras cinco compañeritas destacadas del colegio, hasta el punto correspondiente para la ceremonia, su compañerito de estudios Fortunato Rico, amigo personal e interés sentimental también, le habló al micrófono de un atril, erecto a un lado, allí: "Y ahora, les dirigirá la palabra a ustedes señores padres, nuestra directora doña Marta Belgrano". Una mujer muy bella, aunque de rostro inflado con la edad, ocupó su lugar, dirigiéndose a la multitud allí: "Esta cursada ha sido muy especial, con todo el revuelo mediático de los logros de nuestros alumnos más destacados...", la mujer entonces dirigió brevemente, casi involuntariamente, sus ojos negros hacia Osama Hussein, allí de pie, quien no se movió un ápice ante ello, a pesar de haberlo notado. La directora Marta Belgrano siguió entonces: "Aunque la situación no se nos ha ido de las manos. Nuestras cabezas han permanecido calmas. Y aquí les presentamos a ustedes, señores padres, la promoción más destacada en la historia de nuestra institución Diez de Octubre". Los aplausos no se hicieron esperar, y entonces las filas y todo el orden allí se garrapatearon, con el fin del acto de fin de curso. Osama Hussein sonriendo le entregó el estandarte peruano a uno de la administración allí, y Marta Belgrano se acercó a ella, entregándole su diploma correspondiente: "Has sido una bendición para nuestro colegio, Osamita, no hemos de olvidarte. Espero que seas una gran médica realmente". Belgrano entonces abraza a Osama Hussein, y con mucho cariño también la sacude brevemente. Detrás de la directora, entonces se acerca Fortunato Rico, quien saluda: "¡Con permisito...!", a lo cual la pequeña Osama inmediatamente se lanza a sus brazos y lo abraza, en medio del pandemonio con toda la gente allí juntándose con sus hijos respectivos, sacándose fotos con sus cámaras digitales. El abrazo entre los dos adolescentes se estaba alargando, en demasía, por lo cual Fortunato coge la mano delicada y esquelética de Osama Hussein, y se la lleva a un lugar por detrás de unos arcos, en uno de los lados del patio. Allí, Fortunato Rico finalmente no se detiene, besándo largamente los labios de Osama. Fortunato Rico por fin murmura nariz contra nariz con ella: "Voy a ser el mejor ingeniero de toda Lima, como te prometí a vos, Osa, vas a ver, vos", a lo cual Osamita le sonríe mostrándole sus dientes perlados. Minutos después, Fortunato Rico y Osama Hussein salían juntos de la mano, en medio de un mar de gente, por el jirón Cuzco, bajo el calor intenso de los primeros días de verano, en Lima. Por la calle, desde el este, venía circulando una motocicleta Kawasaki japonesa, con dos sujetos montados en ella. Osama Hussein entonces reacciona abriendo bien sus ojos miel claros,
  • 10. presintiendo el horror de lo que podía llegar a pasar con esos sujetos, y ella murmura: "Yakuza...". Rápidamente, Osama Hussein mete su mano en su mochila, con la bandera del Perú estampada a ella, y la motocicleta comienza a desestabilizarse en su andar, a lo cual de todos modos el sujeto montado por detrás, con una bandera japonesa de guerra de gran tamaño -con sus rayos rojos gruesos- estampada sobre su remera blanca, no se demora en sacar un revólver de buen tamaño y apunta directamente hacia Osama Hussein. Fue Fortunato Rico entonces, quien reacciona con celeridad, gritando: "¡No!", empujando al piso a su amada Osama, quien dando contra el asfalto del jirón Cuzco, no puede evitar dejar caer su mochila, de la cual entonces sale el mismo disco de oro, con la inscripción "¡Viva el Perú!", que ella había forjado años antes junto a Fortunato. Era demasiado tarde, en tanto que el atacante Yakuza aprieta su gatillo varias veces, fallando en su puntería, para terminar dándole un balazo a la cabeza de Fortunato Rico, quien cae inerte sobre la vereda, dejando un manchón de sangre encima de su sardinel. Osama Hussein reacciona elásticamente a todo ello, empujándose con sus rodillitas desnudas hasta su mochila, recuperando el disco de oro, y haciendo contacto con sus dedos delicados cortos sobre el mismo, el arma del atacante sale disparada de su mano, para terminar rebotando cerca a ella misma. A todo ésto, un automóvil de alta gama que estaba aparcado allí con su motor encendido, e incluso cargado con otros niños del mismo colegio de Osama Hussein, prestamente se mueve marcha atrás, para deliberadamente aplastar la motocicleta japonesa Kawasaki de los atacantes Yakuza. Simultáneamente, otros padres saltan sobre los dos agresores, así atrapados sobre el asfalto, y comienzan a golpearlos severamente, en tanto que otros filmaban la escena con sus teléfonos celulares. Una de las autoridades del colegio se llega hacia Osama Hussein, quien sostenía el cuerpo sin vida de su compañerito Fortunato Rico con sus dos brazos, con el disco de oro apretado en medio de los dos. ´¨) ¸.•´¸.•´¨) ¸.•¨) (¸.•´ (¸.•` Parte 6 Era la hora después del trabajo diario en la oficina, de un día viernes de un verano por demás caluroso. Esa semana había sido particularmente intensa de actividad, y como siempre en viernes, Timoteo Garcilazo había llevado invitados a sus mejores empleados, desde la oficina del área del Barranco, en el malecón Pazos frente al Océano Pacífico, más al norte, al malecón de la Reserva, en Miraflores, al restaurante informal Papacho's, de comida méjico-peruana. Allí, entonces, estaba don Timoteo, con Ana Guerreiro sentado a su lado del lado de la ventana, en las sillas cómodas, en el lugar que él siempre tenía reservado de antemano para esas ocasiones, con un amplio ventanal al océano Pacífico, y una climatización fresca estupenda. Del otro lado del asiento de frente a Ana, vistiendo su ropa muy corta de cuero viejo Débora Moreno anunció: "Ahí llega el mozo con la bandeja", a lo cual Leopoldo Alberdi apenas distrajo su cabeza fuera del pico de su botellita de cerveza. Timoteo rápidamente se abalanzó sobre su "Tostada", dobló la tortilla de maíz sobre toda la carne, palta, y el tomate picado, y le dió un gran mordiscón, a lo cual Leopoldo levantó sus cejas, y se ríe cómplice con las damas allí. Con uno de sus ojos negros abiertos a Leopoldo, don Timoteo entonces manoteó su propia cerveza, drenó su garganta, y pregunta: "¿Qué ocurre? Las cosas no podrían andar mejor en nuestra oficina. Hay que celebrarlo ¿O no?". Débora Moreno entonces sumergió con una cuchara algo de la carne, los frijoles, y el arroz, en la salsa Huancaína que acompañaba la "Frejolada" que compartiría con Ana Guerreiro. Subsecuentemente, Débora acercó la cuchara a la boca con barba negra de Leopoldo Alberdi, y él con una sonrisa la engulló, y súbitamente se acercó a Débora, para darle un beso superficial, a lo cual ambos rieron discretamente con sonrisas.
  • 11. Los ánimos entonces estaban bastante alegres, considerando las regalías en Euros, que estaban ingresando a las arcas de su compañía, de un modo inesperado realmente en los últimos meses, desde diciembre del año anterior, coincidentes con el viaje a Bogotá de Leopoldo, con sus camaradas de estudios de medicina de Lima. Desde ese entonces, Leopoldo había sumado a su dieta el "Choriburger" de ese restaurante Papacho's, que se trataba de una monstruosidad realmente de un chorizo entre dos panes alargados, sembrado también con toda clase de vegetales y salsas. En verdad, en los días más recientes, Leopoldo también había subido unos diez kilos de peso en su cuerpo, suficientes para dejar su aspecto esmirriado de siempre, y sorprendiendo a todas sus amistades. Timoteo Garcilazo no pudo evitar el comentarle a Ana Guerreiro, señalándole a Leopoldo: "He aquí a un hombre dichoso", a lo cual Ana responde: "Realmente, se lo merece, pues". Subsecuentemente a la irrupción de nuevos fondos para la oficina de Barranco, Leopoldo Alberdi había recibido un gran bono de parte de sus clientes, lo cual él redirigió para su trabajo diario con Débora Moreno en particular. La oficina estaba hablando entonces, de que Leo terminaría formalizando su relación con su novia de labores, aunque él no dejaría jamás su carrera médica, enredando la situación. Luego de darle un gran mordisco a su "Choriburger", Leopoldo Alberdi detectó en las aguas del océano un gran buque carguero, con contenedores de mercancías, navegando hacia el norte, hacia el puerto del Callao. Las risas de sus tres compañeros de oficina se sintieron más distantes por unos segundos en el aire a su alrededor, a lo cual Débora le coge con sus dedos delicados su mano de vellos negros, con lo cual Leopoldo vuelve a la realidad, levanta por un segundo sus hombros, y baja el gran bocado de emparedado, con un gran sorbo de su botellita de cerveza. Timoteo Garcilazo era un fumador empedernido, así que habiéndose terminado sus dos "Tostadas", pronto estaba fumando uno de sus Malboros. Débora Moreno y Ana Guerreiro estaban comentando de un robo en ese día, en una caja registradora de una cadena de supermercados, y Leopoldo Alberdi repentinamente sintió su vejiga llena, tanto como para excusarse y levantarse apresuradamente a los baños de "Papacho's". Don Timoteo se sumó a la conversación de las mujeres, buscando en su celular, la noticia del asalto al supermercado en el diario "El Comercio", y entonces los tres allí vieron otra vez las imágenes de la cámara de seguridad, en la cual tres sujetos blandían sus revólveres a la pobre cajera, y luego disparaban a quemarropa contra un guarda, que se hallaba por detrás de un mostrador adicional. El espectáculo en la mesa de "Papacho's", a la vera del mar, fue interrumpido, en tanto que el teléfono celular de Leopoldo Alberdi comenzó a sonar, con él ausente, aún en los baños. Sin distraer sus grandes ojos negros del robo del supermercado, Débora Moreno distraídamente coge el teléfono de Leopoldo, atiende, pero la llamada corta rápidamente. Un tanto enojada, Débora apenas se distrae instintivamente dirigiéndo su mirada al celular de Leopoldo, entonces reaccionando, insistiendo con sus dedos delicados, buscando más información en ese dispositivo, para finalmente gritar: "¡Huérfano de mierda!", y finalmente tirando el celular de Leopoldo con toda la fuerza de su brazo desnudo contra la barra, deliberadamente en dirección al cajero de "Papacho's". La discusión entre los novios de oficina se extendió a los gritos, fuera del restaurante, fuera del parque del malecón, metros hacia adentro de la avenida Larco, en un receso con una entrada de garaje, sobre la cual habían sido garabateados muy explícitamente los versos de un poema de Antonio Cisneros: "Está la infancia en esta costa, bajo el cielo tan alto". De cualquier modo, Débora Moreno estaba imparable, recriminándole a los gritos a
  • 12. Leopoldo Alberdi, apenas más joven que ella. Varios transeuntes filmaban con curiosidad la escena con sus celulares. Ana Guerreiro y Timoteo Garcilazo seguían a su lado, pero Timoteo finalmente a esa altura le dice a Ana, su mano derecha en la oficina: "Vamos, vamos, Ana. Dejémoslos acá. El lunes nos veremos todos en la oficina nuevamente... más tranquilos". Leopoldo Alberdi evidentemente con culpa ante la situación, oteó y saludó con su cabeza hacia don Timoteo, quien entendiendo la situación apenas se despidió con un movimiento de su mano derecha. Leopoldo Alberdi no decía mucho ante los gritos de Débora Moreno. Entonces, él camina por la avenida Larco, en dirección norte. Andando con sus piernas al aire, Débora seguía con sus insultos: "¿Es que te creés que soy tonta? ¿Qué te pasa con esa chola puta? ¿Sos pelotudo, no?". Empeorando la situación, unos metros más adelante, Leopoldo Alberdi distinguió un carrito de un vendedor ambulante informal, en las puertas de una institución financiera, "Caja municipal Cusco", que solía estar lucida por Osama Hussein, en sus remeritas del club Cienciano. Débora Moreno no tardó en distinguir aquello, y gritó aún más fuerte: "¿De dónde saca tanta guita esa cholita retardada? Decime, ¿Eh?. ¿Trafica droga no? ¿Es hija de una boliviana de mierda, no es cierto? ¡Contestame, mierda!". Leopoldo Alberdi finalmente se da vuelta: "¡Basta!", aunque entonces Débora Moreno con su vestidito muy escaso de cuero viejo comienza a pegarle, hasta que obnubilada con el marco peruano del banco cuzqueño, finalmente se da por vencida. Con los ojos enajenados, desde su cuello forzado como nunca antes, que Leopoldo tenga memoria, Débora Moreno grita: "Macanudo entonces... ¡No te quiero ver más, che!". Ella detiene un taxi, con detalles negros y amarillos, para subirse al mismo e irse de allí. Observando el taxi irse, Leopoldo Alberdi sonríe con sus dientes emblanquecidos entre su barba negra, y pensativamente leyendo la palabra "Cusco" de la entrada de la financiera, él masculla: "...carajo", tras lo cual, unos diez espectadores improvisados rompen en aplausos, aún filmándole, ante el escándalo callejero, que acababa de ocurrir. ´¨) ¸.•´¸.•´¨) ¸.•¨) (¸.•´ (¸.•` Parte 7 "Realmente eres mi ídola también", le decía la peruana Osama Hussein a su familiar cercana, nacida en españa, Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal de apenas dieciseis años de edad, en tanto que la Ferrari Portofino circulaba con su techo abierto, plegado hacia atrás, en esa tarde apacible de un 29 de junio, rumbo sur por la prolijamente arbolada avenida Arequipa, desde los estudios televisivos de la emisora Panamericana. Revisando las fotos del evento con su teléfono celular Kodak, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) no pudo evitar el emitir una risilla, y murmurar: "Mi propio programa infantil... y en tu propio día de cumpleaños, Osama". Osama Hussein le responde: "Sí, pues. Realmente me has alegrado el día, luego de los desbarajustes...". Osama vuelve en sí rápidamente, dándose cuenta de que le estaba hablando a una familiar cercana de ella, quien era una niña apenas en realidad. De todos modos, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) le completa la frase: "...los desbarajustes con el café", provocando el estallido en risas de Osama instantáneamente, quien finalmente se abre: "Jamás te enamores, Zainab (‫زينب‬ ). Por favor, sigue mi consejo". la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) entonces susurra: "Esta bien, Osamita", tras lo cual le habla a la computadora de la pantalla LCD de la Ferrari Portofino roja: "Manda todas las fotos que te marqué a mi Facebook, Inti". De la pantalla de la computadora a bordo, un solcito incaico amarillo comienza a danzar con sus dos manitas, también amarillas, y entonces la página de internet en cuestión, comienza a presentarse mansamente, provocando a la pequeña Zainab (
  • 13. ‫زينب‬ ) a terminar asintiendo con su mentón dulce y redondo, tras lo cual el solcito incaico le guiña su ojo derecho, y le muestra su pulgar, también derecho. Con la peruana tomando a altas velocidades por la avenida Camino Real, con todos sus edificios, de los más modernos de toda Lima, Osama Hussein volvió sobre las cuestiones de su situación sentimental: "Tú sabes, mi querida primita Zainab ( ‫زينب‬ ), que lo único que me importa en la vida son vos y mi papá..." A lo cual rápidamente Zainab (‫زينب‬ ) le responde: "¿Nadie más, en serio?". Luego de una pausa entre las dos, Osama Hussein finalmente estalla en una risilla, y dice: "Mira que eres insidiosa, niña. Tú sabes, que odio los culebrones, especialmente cuando me afectan personalmente". Pronto, la Ferrari Portofino se introdujo en la calle de los Libertadores, con sus casas bajas y los autos de la más alta gama de Lima, estacionados de cualquier manera en sus veredas. Osama Hussein entonces suspira: "En fin... Ahora pasaremos juntas mi cumpleaños en casa, esperando que papá al menos venga a visitarnos, de su chamba con la Telefónica de España". De todos modos, las puertas grandes del garaje, de la mansión amurallada de la esquina de la calle Cavero de Osama Hussein, se abrieron automáticamente, sorprendentemente revelando que su propia residencia había sido tomada por todos sus amigos más cercanos. Desde el balconcito de su propia habitación de la primera planta, el gigantesco extraterrestre oso polar de Arafat, el "Nebesnyy", estaba abriendo sus brazos peludos, dominando toda la escena. Al lado de Arafat, los rusos rubios teutones de Milena Kollontái y KH'yugo Olazábal (el del BMW plateado) no paraban de tirar confeti y globos sobre la Ferrari Portofino roja, de la cual Osama Hussein desciende, para ser abrazada por don Nicolás Olazábal por un largo minuto, con todos aplaudiendo allí. Tan sorprendida como Osama, Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal es llamada por Luciano Menéndez, cómplice de todo también como el agente de la carrera artística de Zainab (‫زينب‬ ), y Zainab (‫زينب‬ ) sacándose algo del papelillo colorido de sus cabellos, obedientemente entra en la mansión de Osama. Desde la primera planta, con la emoción del evento el oso polar extraterrestre Arafat ruge con sus colmillos muy intimidantes, para entonces decir alegremente: "No te muevas de allí, Osama". Osama Hussein otea discretamente una camioneta utilitaria Iveco, que había traído al gigantesco extraterrestre escondido hacia allí, y luego le muestra los dientes perlados a través de sus labios a don Nicolás Olazábal, su propio padre, para decirle: "Bueno, pues... Por ésto es que tú no me contestaste las llamadas por una semana". Leopoldo Alberdi también salía del caserón de Osama, aunque Osamita no pudo evitar el emitir un gruñido casi animal, al notar, que efectivamente Federico Sposito le seguía por detrás. Con sus ojos negros bien abiertos, Osama Hussein nerviosamente busca refugio girando violentamente su cabeza a su propio padre, quien se sonríe y le dice dulcemente: "Tú no eres una perdedora, mi cielito lindo. A mí cosas así me han pasado muchas veces. Tenés a la gente que realmente te quiere para olvidarte...". Osama Hussein le devuelve una sonrisa con sus labios, y finalmente le abraza aferrándose con todas sus fuerzas. Para ese entonces, Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal salía por la entrada de la mansión, trayéndo consigo una torta roja con detalles blancos, y una gran vela rosada en forma de una estrella con muchas puntas. Todos, incluyendo al siempre impertérrito Federico Sposito -con Milena Kollontái abrazada de su cintura-, le cantaron el "Feliz cumpleaños", con la canción tradicional de "Feliz, feliz en tu día. Osamita que dios te bendiga...", lo cual emociona realmente a Osama, quien inevitablemente comienza a derramar lágrimas, siendo prontamente abrazada por don Nicolás, su padre, y Leopoldo Alberdi.
  • 14. Osama Hussein se enjugaba las lágrimas de sus ojos miel claros, en tanto que el extraterrestre Nebesnyy Arafat finalmente se llegó a su lado, y luego de abrazarla fuertemente con su brazo lanoso, él la orientó hacia el utilitario de IVECO celeste, indicando: "Tiempos de regalos, para tí, pues...". Con su remerita roja del Cienciano de Cuzco, y todos los collares de oro colgando de su cuello, con sus piernas esqueléticas vistiendo un elastano rojo, y con sus zapatillas mullidas igualmente granate, Osama Hussein le susurra al gigante Arafat: "Gracias, es lo que siempre quise, tú lo sabes", a lo cual el oso polar extraterrestre le responde solemnemente: "En Bogotá demostraste el poder defenderte por tí misma, Osamita. De ahora en más, tú necesitas un compañero de aventuras para tí nomás". Todos en la fiesta hicieron una ronda en el garaje de suelo de piedras incaicas lustrosas, en tanto que el ruso KH'yugo Olazábal, vistiendo su tradicional remera rosada del club Sport Boys del Callao, muy profesionalmente sacó un pequeño maletín de consistencia espejada, que entonces obedientemente deja con sus dos brazos, de frente al gigantesco Arafat. Arafat chasquea sus garras. El maletin espejado instantáneamente abre su tapa completamente, al tiempo que tres varillas metálicas combadas quedan verticalmente, formando el cuarto de una esfera, con su concavidad hacia Arafat. Otras varillas aparentemente muy delgadas entonces se levantan, siendo éstas dieciséis, siendo triangulares y alargadas, cuyas bases se aferran magnéticamente -con fuerza descomunal- al semicírculo inferior, para terminar aferradas con sus terminaciones punteagudas por el extremo superior. Con medio semicírculo formado, entonces el conjunto comienza a girar, absorbiendo aún más pedazos de metal espejado, siempre extremadamente fino, como de una publicación para niños con partes separadas troqueladas, para armar una casa de papel. Con dos giros más, la esfera metálica espejada había quedado completa, tras lo cual algunas partes adicionales quedaron magnéticamente pegadas a su parte inferior, como brazos útiles. El robot esférico terminó del tamaño un tanto más grande que el torso entero de la propia peruana Osama Hussein, y todos sus conocidos allí comienzan a aplaudir ante ésto. El oso polar Nebesnyy Arafat finalmente le dice con calma a Osama: "Es todo tuyo, pues... ponle el nombre que quieras". Como era de esperarse, aún maravillada con su regalo en frente suyo, Osama Hussein susurra: "Inti... Te llamaré Inti. Aunque mejor ponte de amarillo incaico", y entonces la superficie espejada del robot asistente transforma toda su superficie a un amarillo opaco y lechoso, mucho más discreto. Osama Hussein susurra entonces, sabiendo hablarle a la criatura robótica como si fuera una persona más: "Así estás mucho mejor Inti", a lo cual el robot dibuja también un rostro incaico, el mismo de las banderas Uruguaya y Argentina, el cual le sonríe a Osamita, y también le guiña su ojo derecho. Osama Hussein reacciona instantáneamente girando a Arafat, extendiendo un abrazo muy afectuoso sobre su cuerpo lanoso blanco, a lo cual Arafat termina empujándola, y diciéndole sonrientemente: "Un momento, Osamita, con cuidado... Recuerda que soy un Nebesnyy macho, en realidad", a lo cual todos en la mansión de San Isidro comienzan a reir muy alegremente. Algunos invitados a la fiesta sorpresa del cumpleaños de Osama Hussein comenzaban a volver a sus diálogos, cuando Leopoldo Alberdi con curiosidad se acercó al -ahora amarillo incaico- robot Inti, para preguntarle: "¿Puedes tú llevarle vasos a los invitados?", a lo cual el dispositivo flotante Nebesnyy respondió con una serie de chasquidos metálicos. Tomando esa respuesta como un "sí", Leopoldo le indica al robot Nebesnyy: "¡Sígueme, pues! Hay mucho trabajo por hacer aquí", y entonces la esfera metálica de color amarillo incaico le sigue adentro de la planta baja del caserón de Osama Hussein. Por ese entonces, Federico Sposito estaba sentado en el sillón gigantesco de la sala de estar de la planta baja, junto a Milena Kollontái, en tanto que ella estaba enfrascada en una partida de ajedrez, via internet.
  • 15. Pronto, tras unas pocas jugadas, Milena Kollontái le declara "jaque mate" a su rival de Amsterdam, con lo cual Federico y ella celebran a los gritos. En ese preciso instante, Osama Hussein, con su conjunto rojo del Cienciano de Cuzco ingresaba por la entrada principal de su propia mansión, a lo cual tanto Federico Sposito, como Milena Kollontái, con su cabellera larga rubia, sus ojos azules, y su minifalda negra ultra corta, se le quedan mirando ambos como expectantes, con el brazo de Federico sobre los hombros de la rusa, una menor de edad con dieciseis años apenas cumplidos. Osama Hussein queda estática mirándoles, y tras susurrar lentamente: "Mi dios...", ella sigue su camino rumbo a la cocina, tras Leopoldo Alberdi y el robot Nebesnyy Inti. Federico Sposito le hace un gesto infantil y divertido a Milena, calmándole, a lo cual ella ríe, y ambos pronto están de acuerdo en cuanto a salir de esa fiesta entonces. Federico Sposito y Milena Kollontái salen de la mansión de Osama Hussein, moviendo juguetonamente sus manos, aferradas entre sí. El gigantesco oso polar Nebesnyy de Arafat sigue su andar, hacia afuera de la casa, con sus ojos blancos, y finalmente le comenta a Nicolás Olazábal, al lado suyo: "No puedo hacer nada, don Nicolás. Lo siento mucho. Milena Kollontái es familiar cercana de todas mis manos derechas, tanto acá en el Callao, como en Moscú. Evidentemente quedó flechada con ese tarambana cafetero...". Don Nicolás se ríe tranquilamente y responde: "No te preocupes, mi amigo. Mi hija Osamita es una chica muy fuerte, y tiene toda la gente que la quiere, y se preocupa por ella". De todos modos, habiendo estado aparcado a unos metros de la esquina de clavero y los Libertadores, el automóvil Honda japonés de Federico Sposito comienza a hacerse sentir con su bocina, junto con la voz del colombiano cafetero, cantando a los gritos al ritmo de "Vamos a la Playa": "¡Vamos a Bogotá-ah... oh,oh,oh,oh,oh!", repetidamente resonando en toda la mansión de San Isidro de Osama Hussein. ´¨) ¸.•´¸.•´¨) ¸.•¨) (¸.•´ (¸.•` Parte 8 Era una medianoche realmente muy calurosa de verano tardío, dentro de la plaza de toros de Acho, a la vera del rio Rimac, a metros nomás del damero de Pizarro. Como todo en Lima, sin embargo, el área se transformaba tan rápidamente aún tan cerca del micro centro comercial y financiero, en un barrial polvoso, y con edificaciones casi centenarias, aún habitadas y utilizadas para el comercio local. Por dentro la plaza de toros tal vez fuera la excepción, con sus tribunas de concreto gris, camufladas por varios detalles distinguibles en marrón, simulando ser de madera, como sí lo eran en realidad abajo las instalaciones del ruedo mismo, en la arena circular. A esas horas de la noche, bajo un cielo estrellado, la arena del ruedo estaba ocupada por once sujetos de pie, todos con vaqueros y remeras de manga corta, de pie expectantes, orientados hacia la entrada sur, cada uno calzados con un arma de grueso calibre, ajustada en sus cinturones. Eran los Yakuza, bautizados a sí mismos así, en honor a la organización criminal del Japón, con la cual de hecho ellos tenían comunicación en su organización, incluso en Lima, Perú. Así, los motivos de las remeras, al pecho en el torso de esos sujetos, tenían una diversidad de dibujos con motivos japoneses, con samurais aguerridos, grandes letras japonesas, la bandera de guerra de esa nación del lejano oriente, entre otras. Finalmente, la definición de esa escena estática llegaría, en tanto que desde la apertura grande, al sur, un BMW plateado, viejo y demacrado -aunque con gomas gruesas de carrera- venía seguido por una camioneta utilitaria IVECO de color
  • 16. celeste. La caravana motorizada se detuvo respetuosamente con un giro hacia el lado, y abriendose todas las puertas de los dos vehículos en un silencio pleno de nerviosismo de todos allí en la plaza de toros, seis sujetos descendieron, trayendo consigo cada uno una ametralladora AK-47 Kalashnikova. El ruso rubio teutón KH'yugo Olazábal efectivamente toma posición entonces, al medio de sus hombres rusos, de la mafia limeña de Arafat el oso polar Nebesnyy de otra galaxia. Con sus camaradas armados rusos de Lima, de cada lado de él mismo, hacia su derecha y hacia su izquierda, todos de pie con sus ametralladoras Kalashnikova colgando de sus cuellos, KH'yugo entonces exclama: "Venimos respetuosamente a traerles una propuesta de paz...". El líder de los Yakuza tenía por nombre Johnny, y por delante de los otros mafiosos japoneses, fue él quien apenas mirando hacia sus lados entonces responde: "¿Sí? ¡Me parece bien! ¡Soy todo oídos!". KH'yugo extiende un silencio de suspenso por unos segundos, para finalmente decir: "Ustedes japoneses de porquería se van del Callao hoy mismo, y entonces sí tendremos la paz". Johnny el Yakuza japonés inmediátamente muestra sus dientes, riéndose pensativamente, con su mirada baja, y finalmente responde: "Sí, pero hay algo que tú no tienes en cuenta... Es que ninguno de ustedes saldrá vivo de aquí esta noche". Entonces, todos los Yakuza japoneses desenfundan sus revólveres de sus cinturones, y apuntan directamente hacia los mafiosos del Nebesnyy Arafat de otra galaxia, quienes sosteniendo cada uno sus ametralladoras con sus dos manos hacen lo propio, recíprocamente. Inesperadamente, entonces, desde el techo más superior de la plaza de toros de Acho, por detrás de KH'yugo, la voz femenina de la peruana Osama Hussein cayó también sobre el ruedo por debajo, con los Yakuza y los asesinos rusos del Nebesnyy Arafat. Mirando desde arriba a los Yakuza frente a frente, Osama Hussein dice: "El ajedrez es un juego muy lento, para mí. Siempre tan trabado. En cambio, yo prefiero seguir mi propia iniciativa". Apenas el reconocer la voz de Osama Hussein en particular hizo automáticamente, que los once Yakuza japoneses levantaran sus cabezas, con sus revólveres apuntando hacia su cuerpito esquelético, vistiendo un pantalón ancho color negro de acción militar, aunque con la camiseta de mangas cortas gris oscura y negra del club Cienciano de Cuzco. Alzándo su mano derecha, Osama Hussein entonces sacude el disco de oro, con detalles brillosos, por delante de sus pechos, con una sonrisa de sus labios. Lo siguiente en ocurrir fue que lo corpóreo de Osama Hussein se transforma en una luminosidad rojiza, que se zambulle raudamente desde los techos más altos de la plaza de toros de Acho, desde por detrás de los propios rusos del Nebesnyy Arafat, con KH'yugo Olazábal a la cabeza, como cayendo ella de cabeza hacia abajo. Ella, convertida en la luminosidad de la muerte segura, entonces llega descendiendo a la arena del ruedo de la plaza, trazando líneas casi rectas, a través de varios de los Yakuza en cada pasada, los cuales instantáneamente terminaban caídos en la arena, sin vida. Los Yakuza japoneses aún de pie, apuntan hacia adonde pueden de la luminosidad, circulando entre ellos, y con gestos desesperados intentan dispararle a Osama Hussein. Sin embargo, todas las pistolas de los Yakuza japoneses en el ruedo de la plaza de toros se hallaban soldadas magnéticamente de antemano.
  • 17. Así, como una luminosidad rojiza nefasta, Osama Hussein termina de despachar a todos los Yakuza japoneses. Finalmente, Osama Hussein se queda de pie, en medio de la arena de la plaza de toros de Acho, de Lima, con todos los cuerpos muertos de los Yakuza a su alrededor, todos inertes, con sus ojos abiertos. Examinando a sus victimas girando su cabeza a su alrededor, Osama Hussein repentinamente se sacude y masculla: "Las remeras japonesas me dan las vascas, carajo". Osama Hussein entonces calza su disco de oro sólido de "¡Viva el Perú!", ahora apagado, en el cinto de su pantalón negro militar, por su espalda, con lo cual, ella se va caminando del ruedo de la plaza de toros, rumbo oeste, hacia la salida del jirón Hualgayoc. KH'yugo Olazábal apenas le grita: "¡Osamita!", sin poder inmutar el paso de ella, a lo cual su camarada regordete de barba negra y dientes amarillentos se acerca, palmeandole el pecho: "¡Déjala, hombre! Esa mujercita ha sufrido suficiente en estos días... ¿No os dais cuenta?", en tanto que Osama Hussein entonces daba la vuelta a una de las aberturas, para la salida de los toreros, fuera de la arena. ´¨) ¸.•´¸.•´¨) ¸.•¨) (¸.•´ (¸.•` Parte 9 "Con todo mi entrenamiento militar, y mis instintos de predador, puedo decirte confiado, Milena, que yo soy una máquina de matar", Federico Sposito le venía diciendo a la rubia teutona rusa, una menor de edad siendo casi una niña, aunque realmente de un gran atractivo sensual, en tanto que ambos ascendían dentro de uno de los edificios más altos de Bogotá. Una de las paredes del cubículo elevador consistía de una pantalla LCD gigantesca, con la imagen en tiempo real de la ciudad circundante, como si fuera una ventana hacia el exterior, aunque incluyendo también un video musical de Shakira. En el piso del ático de todo el rascacielos ultramoderno, la puerta del elevador se desliza hacia la derecha, y -luciendo su remera favorita negra con las letras de "EL KAMIKAZE" en amarillo verticales- Federico entonces abre la puerta de caoba sólida, agregando: "Ya te digo... En todo el universo, no existe nadie más, que pueda..." Las expresiones de Federico fueron interrumpidas súbitamente, en cuanto su nariz, de buen largo verticalmente, aunque no muy prominente, pega de lleno contra una superficie de vidrio transparente, casi totalmente invisible, dejando un manchón grande de sangre sobre su superficie vertical. Minutos después, Federico Sposito yacía sin su remera sobre su propio sofá inmenso, de frente a la vista panorámica de Bogotá, a través de un ventanal de vidrio sólido, de piso a techo. Su nariz había sido estabilizada en su lugar con un palito plástico de helado, colorido y con agujeritos, mientras que él murmuraba: "¡Maldición! Seguro que me rompí el tabique". Por la puerta de entrada del departamento extremadamente suntuoso, ingresaba ya Diego Tinelli, su asistente personal, un sujeto gigantesco y moreno, con un bigote en cepillo de dientes sobre sus labios leporinos, trayendo una venda con cubitos de hielo. Llegándose a su amo allí, Tinelli decía: "Nos instalaron la mampara de vidrio para la entrada recién ayer, niño Federico, no tuve la ocasión de comentarle, y usted se vino a Bogotá esta vez sin anunciarse realmente". Federico Sposito intentó tranquilizarle: "Está bien, amigo. Esto ya pasará...". Diego Tinelli pronto se sienta a su lado y dice: "Ésto le va a calmar la hinchazón seguramente", en tanto que lleva las vendas con hielo dentro a la cara de Federico.
  • 18. Sin embargo, Federico entonces acusa dolor por excesiva presión a su nariz, con un gemido fuerte, y Diego Tinelli reacciona echando su mano inmediatamente hacia atrás, realmente torpemente, de modo que las vendas se abren, y todos los cubitos de hielo caen sobre el pecho desnudo de Federico Sposito, quien vuelve a gritar de dolor. Milena Kollontái entonces se acerca a Federico, y coge algunos de los cubitos de hielo, para delicadamente con sus dedos esqueléticos, frotarlos muy amorosamente sobre la nariz amoretonada de Federico. Con su nariz respirándole a Federico bien de cerca, también la tensión sexual crece entre ambos, y expeditivamente, Milena también lleva los dedos de su mano libre entre las piernas de Federico, frotando sensualmente. De pie, al lado de ambos, Diego Tinelli levanta sus cejas negras y se sonríe deformando su cachete mofletudo derecho, diciendo: "Ya no parezco necesario aquí, chico...", con lo cual él se da vuelta y se dirige a la puerta del departamento, aunque antes de salir, él nota una imperfección en la punta del hocico de una cabeza de alce colgando de las paredes, la cual tenía unos cuernos inmensamente largos y espiralados. Diego Tinelli saca una pañoleta carilina de un envoltorio plástico en el bolsillo trasero de su vaquero, y delicadamente pone en orden las pilosidades en esa zona del trofeo de caza del departamento ático de Federico Sposito. Entonces, finalmente Diego Tinelli sale del departamento por la entrada, sonriendo brevemente ante Federico y Milena en el sofá, quienes ya estaban en prácticas amatorias, por ese entonces. Por la noche, Federico Sposito fue distraído de estar jugando con Milena Kollontái con una Playstation en la pantalla gigantesca de la sala, cuando Diego Tinelli llega al ambiente desde la cocina del departamento, con una bandeja muy decorada, con Sushi japonés. La mesa estaba puesta ya también, y Federico se sienta de frente a la rubia rusa teutona Milena, quien silenciosamente introduce en su boca delicada un rollo de ese plato típico oriental. Con el palillo plástico colorido pegado a su nariz amoretonada y vendada, Federico decía calmadamente, con gran atractivo personal sobre la fémina ante él: "¿Sabes? Yo creo en crear puentes. Mi familia llegó de Génova con Cristobal Colón hace quinientos años, a conquistar nuevos mundos, en los cuales hoy yo primo con mis negocios, como una persona en su propio jardín con los insectos allí... matándolos si son plaga, explotándoles si nos dan la miel...". Con sus ojos celestes clavados en Federico, los labios tiernos de Milena entonces le sonreían, e incluso ella apoya su cabeza sobre su delicado brazo derecho, para seguir oyéndole como si fuera un cuento de hadas para un niño antes de dormirse. Federico seguía: "Por eso, el desafío de viajar a las estrellas, no me va a asustar nunca a mí particularmente. Otras civilizaciones un día me venerarán, igualmente que aquí en el planeta Tierra. Mis negocios se extenderán por todo el universo...". Milena Kollontái en su éxtasis entonces corre discretamente su silla lujosa hacia atrás y se levanta, para ir por detrás de Federico, y con sus dos brazos desnudos comenzar a masajearle el pecho y abdomen muy románticamente, mientras Federico sonreía pensativo, engullendo rollitos de Sushi japonés. Del otro lado de la habitación, Diego Tinelli había estado hechándole alimento para peces con sus dedos muy morenos de uñas largas, a una pecera con iluminación estroboscópica, conteniendo peces Koi también japoneses, y luego de hacerlo por unos segundos, observando a Federico y Milena, finalmente él se da por vencido: "Mejor los dejo solos, entonces...", y así él sale de la suntuosa sala de estar, en el ático de uno de los rascacielos más altos de toda Bogotá, cruzando la mampara de vidrio casi transparente, y finalmente la puerta principal de caoba del departamento, fuera de allí. ´¨) ¸.•´¸.•´¨) ¸.•¨) (¸.•´ (¸.•` Parte 10
  • 19. "¿Y, tú? ¿Vas a hacer tu producción fotográfica, o no? ¡Carajo!", la peruana Osama Hussein le decía a Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal, en tanto la niña española de dieciseis años estaba enfrascada en una partida de ajedrez, contra un sujeto de Francia, con sus dos manos delicadas sosteniendo su ordenador de tableta. Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal levanta su carita de angel hacia Osamita por un segundo: "Un segundo, Osa. Éste tipo es el campeón nacional allá en París". Con algo de orgullo, Osama Hussein toma de su sorbete un tanto de su gran vaso de Inca Kola, con sus ojos miel claros observando a Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal, en tanto que ambas estaban sentadas en una de las mesas del restaurante escueto de KFC, "Kentucky Fried Chicken", en el damero de Pizarro, de los jirones de La Unión y Cuzco. Viendo al resto de la gente, yendo y viniendo por la calle con sus fachadas cuidadas, como perteneciendo a siglos pretéritos, Osama Hussein suspira para insistir: "Si era para eso que tú estás haciendo, Zainab (‫زينب‬ ), nos hubiésemos quedado en casa. ¿No te parece?", precisamente en el momento, en que Zainab (‫زينب‬ ) da vuelta su tableta y la deja apoyada sobre la mesa, de cara a Osama Hussein. El campeón de ajedrez de Francia acababa de ser vencido por la niña española. Sonriendo con sus dientes algo perfectamente blancos, y con sus ojos negros grandes bien abiertos, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) anuncia: "Es hora de firmar autógrafos". Era un día sábado muy caluroso de los últimos días del verano, y las dos damicelas de San Isidro no iban a caminar muy lejos del área, en el cual ellas habían aparcado la Ferrari Portofino roja, por lo cual, Zainab (‫زينب‬ ) había decidido cumplir con su plan en aquella zona, a apenas una calle de la sala cinematográfica en donde su película filmada en España, "24 Horas por el Espacio", había sido estrenada en esa misma semana. Entonces, debajo de las arcadas de la Iglesia de la Merced, de siglos de antigüedad, Osama Hussein comienza a filmar con una cámara Kodak a su familiar jovencísima, Zainab (‫زينب‬ ), nacida en el viejo continente. Zainab (‫زينب‬ ) tranquilamente, con gente pasando a su lado sonríe mostrando sus dientes, y dice: "¡Hola, planeta! Aquí estoy desde Lima, con mi familia disfrutando de un hermoso día, en el Damero de Pizarro". Coordinado deliberadamente por Zainab (‫زينب‬ ), no pasan muchos minutos, antes de que el primer grupo de personas saliendo del cine a una calle de allí, la reconocen a ella, y luego otra gente más se suma, divisando el pequeño tumulto. La situación pronto se hace más evidente, y la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) termina firmando autógrafos sin respiro a unas veinte criaturas arremolinadas a su alrededor, hasta que ella termina levantando sus dos manos esqueléticas, y dirigiéndose a los adultos dice: "No puedo más, gente. Me tengo que ir. Mi familia me espera", a lo cual Zainab (‫زينب‬ ) comienza a lanzar besos de su boca dulce con la palma de sus dos manos. Así como así, Zainab (‫زينب‬ ) y Osama Hussein comienzan a caminar tranquilamente por el Jirón Santa Rosa rumbo este, con Osamita torciendo el visor de la cámara y viéndose hablarle a la lente, para una entrevista improvisada: "Muy bien, señorita Zainab (‫زينب‬ ). ¿Cómo se ha sentido, siendo recibida así por una multitud de sus admiradores del Perú?". Zainab (‫زينب‬ ) habla hacia arriba, a la cámara sostenida también delante de ella, caminando con saltitos divertidos: "Ha sido espectacular, realmente. Jamás he de olvidar a mis admiradores limeños". "Sabias palabras", chasquea Osama Hussein invadiendo toda la pantalla con su rostro de ojos miel claros, "...con las cuales éste noticioso de los sistemas Inti concluye, desde el micro centro de Lima". Una calle más adelante, ambas estaban saliendo de un estacionamiento con la Ferrari Portofino roja de Osama Hussein, con el techo del carro de carreras plegándose espectacularmente hacia atrás. Transitando en la Ferrari Portofino roja rumbo sur por una seguidilla de calles, con el fin de tomar la amplia autopista semi-subterránea de la avenida Paseo de
  • 20. la República, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal estaba revisando lo filmado en la cámara Kodak, y entonces ella dice tranquilamente: "Leo es un chambeador empedernido. ¿No es cierto?". Por debajo de sus anteojos ahumados, Osama Hussein se ríe con una risilla, y por sus labios ella responde: "...y además él es muy estudioso, pues. Por eso es que le vamos a hacer la fiestita en su casa". Conducida por Osama Hussein, la Ferrari Portofino roja circulaba a la más altas velocidades permitidas. Entrando a la vía expresa central, y semi subterránea, del Paseo de la República, con un edificio del cual colgaba una botella gigantesca de Inca Kola, desde su tope hasta su primera planta, por el lado izquierdo, y el estadio gigantesco Nacional de Lima a la derecha, Zainab (‫زينب‬ ) le habla a la computadora a bordo de la Ferrari Portofino roja, en cuya pantalla LCD, un círculo amarillento, representación del sol incaico de las banderas de Uruguay y Argentina, esperaba lo que pudiera decirle en particular. Atenta también a ello, Zainab (‫زينب‬ ) levanta sus ojos negros por un segundo a la pantalla, y entonces ordena al solcito de la computadora de Osama Hussein: "Enviame ésta edición que acabo de hacer en la cámara a mi Facebook, Inti, por favor". A ésto, el solcito incaico de la pantalla levanta su pulgar derecho, también amarillo, y en la pantalla aparece instantáneamente la edición de video, dentro del sitio de internet de Facebook. Unas treinta calles más al sur, Osama Hussein conduce su Ferrari Portofino roja en su desvío hacia la derecha, saliendo de la avenida Paseo de la República hasta adentro del supermercado inmenso de Plaza Vea, sito dentro del distrito de San Isidro, en el cual se halla también su mansión. ԑ̮̑ Parte 7ԑ̮̑ 🚀 🌎 El caserón de Osama Hussein en el barrio de San Isidro, Lima, era una hermosa propiedad moderna, aunque con detalles de ladrillos rojos, en todas sus paredes exteriores. La mansión estaba encajonada detrás de muros, así decorados, con apenas una entrada por la esquina de Clavero y Los Libertadores, y una entrada de garaje. La propiedad tenía dos plantas, con ático de techo en caída, balcones, y hasta árboles en su jardín, con plantas de ají amarillo traídas de Cuzco, bordeando el piso de piedra, sobre la cual solía estar aparcado el carro Ferrari Portofino rojo de Osamita. A un lado de la gran sala de estar de la planta baja, la cocina era ultra moderna en verdad, con todos sus dispositivos conectados via wifi con un poderoso ordenador central, que Osama Hussein bautizó "Inti", con el poder de la tecnología extraterrestre más avanzada. Allí en la cocina, el robot flotante "Inti" hacía gala de las habilidades de sus cuatro apéndices utilitarios, saliendo de su base, con cuchillos y otros utensillos, simultáneamente limpiando de sus venas picantes, y picando frutos de ají amarillo, picando dientes de ajo, sosteniendo una sartén sobre la hornalla, y operando la licuadora sobre la mesada de madera, allí. Osama Hussein estaba ocupada en la heladera allí, con una botellita plástica de agua "Cielo" en su mano: "Una nueva marca de tiempo, Inti... Estás listo para los Panamericanos, carajo", y sacando carne de cerdo, y dejándola al lado de su asistente robótico, entonces ella agrega: "Pórtate igual de bien con el chicharrón, pues". Cerrando la puerta del refrigerador, estaba su pequeña familiar española Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal, esqueléticamente delgada, con sus grandes ojos negros, y una zanahoria en su mano haciendo de micrófono, y luego de mantener contacto visual directo con los ojos miel claros de Osamita, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) comienza a cantar, junto con la radio en la cocina sonando una de las canciones que ella grabó en España, y que era un éxito de difusión entonces: "...y aunque los
  • 21. vientos de la vida soplen fuerte. Soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie...", torciendo sus labios y la expresión de su rostro con mucho sentimiento en su cantar. Osama Hussein chasquea: "...cuando tú ganes en Viña del Mar, por favor mándame un agradecimiento personal, Zainab (‫زينب‬ )...". La jóven española de piel bien blanca y cabellos negros salta ágilmente, quedando colgada de la mesada de madera de la cocina, con sus piernas esqueléticas pateando el aire: "...es que ¿sabes? Luciano Menéndes me está negociando mi propia participación allí en Chile...", a lo cual Osama Hussein abraza a la niña, y sacudiéndola dulcemente le dice: "Eres mi ídola, tu, pues, carajo". En ese momento, el robot flotante, cuyo cuerpo de buen tamaño era amarillo con un diseño animado del solcito incaico de las insignias nacionales de Uruguay y Argentina, acababa de licuar, silenciosamente con otro de sus apéndices, la salsa Huancaína, y la vertía en contenedores plásticos individuales sobre unas papas cocidas cortadas en rebanadas. Señalando con un movimiento de su cabeza hacia allí, Osama Hussein le dice a Inti: "Con el micro ondas de Leo, éso va a tener una terminación espectacular", y entonces ella coge un vaso de vidrio transparente grande de cafe, e intercepta con el mismo algo de la salsa Huancaína precipitándose, hasta llenar la taza. Osama Hussein entonces sale de la cocina, oyendo que Inti entonces también comienza a funcionar como un Karaoke, comenzando a tocar la canción "Bailamé" de Nacho, con la voz del artista caribeño: "La criatura bebé...". Bajando la escalera al sótano, Osama Hussein distingue la voz muy melodiosa y profesional de la pequeña Zainab (‫زينب‬ ), entonando: "Bailamé, eh. Con esa boca bésame. Con ese cuerpo arrópame. Con tus manos siénteme", siendo una insistencia que llegando al sótano le provoca a Osama Hussein el estallar en una risilla. En verdad, el subsuelo del caserón de San Isidro tenía nada de ordinario, siendo el lugar secreto en el cual Osama Hussein atesoraba sus dispositivos extraterrestres más queridos, herencia de más de tres mil años de servicios junto al Nebesnyy oso polar de Arafat. Vistiendo su remerita de Cienciano roja, con un conjunto grueso de collares de oro colgando de su cuello esquelético, sin pantalones con sus largas piernas desnudas, Osama Hussein se sienta entonces de frente a un televisor inmenso, en el cual ondeaba la bandera del Perú, con sus franjas verticales rojas y blanca, y su escudo entre ramos de plantas autóctonas andinas. Por sobre la insignia del Perú, también se leía en letras moldeadas en oro: "¡Viva el Perú!". Ni bien Osama Hussein toma asiento, la pantalla se transforma en un manto negro, sobre el cual vuelve a aparecer el solcito incaico de los sistemas Inti, y atendiendo una revista de "Ellos y Ellas", que había sido dejada allí, Osama Hussein le da un sorbo pequeño, mojando su propia lengua con la Huancaína, suspira, y relajada finalmente, ella le ordena a Inti: "Conéctame con la Kaiser, pues. Es la hora acordada...". En la pantalla, una bandera negra comienza a flamear con numerosas estrellitas blancas con muchas puntas, entre unas letras extraterrestres, que Osama Hussein supo leer: "Nuestra unión hace el futuro". Dentro de una ventana en la pantalla, dejando la bandera universal ondeando en los bordes, siempre visible, se aparece entonces la cabeza de una culebra de piel escamosa amarilla, con marcas negras, con colmillos ofidios, una tiara de oro sobre su cabeza, y un bastón también de oro apoyado a su lado. Osama Hussein respetuosamente levanta su mirada, y le habla: "Imaynalla (cómo se encuentra), Kaiser culebra, es siempre un honor el hablar contigo". El ofidio inteligente finalmente hablo con su sisear: "Saludos, Osama. Tanto yo como todos mis funcionarios estamos enterados de tus últimas acciones, y no podríamos estar más impresionados. Con los embajadores universales, no podemos estar más interesados en llegar a la Tierra, luego de seis años de viajes, y finalmente conoceros personalmente". Osama Hussein moja su paladar con una pizca más de Huancaína recién preparada y responde: "Eso ocurrirá coincidente, con la liberación final de nuestro planeta
  • 22. Tierra, de la invasión Oranzhevyy". Desde la pantalla, la Kaiser culebra interrumpe entonces abriendo sus dedos, de su mano gigantesca, proviniendo de sus brazos, carentes de antebrazo, y con su sisear ofidio ella dice: "Mi Gestión Libre Universal jamás a tenido algo que ver con esos terroristas, debes saberlo". En ese momento, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal también llega al subsuelo, empujando a Osama Hussein, quedando pierna contra pierna, y distraídamente sumergiendo sus dedos índice y medio derechos en la Huancaína para meterla en su boca. Osama Hussein apenas se distrajo con sus ojos miel claros con ello, para seguir hablándole a la Kaiser culebra: "No me queda la menor duda de ello, su eminencia, aunque de todos modos los Oranzhevyy en la Tierra tiene sus días contados". El ofidio hembra inteligente de la pantalla entonces dice con mucho tacto: "Deberás definir el conflicto por tí misma, Osama Hussein, la Gestión Libre Universal no interferirá, os lo prometo...", y sin más la Kaiser culebra se despide: "Nos veremos pronto..." Luego de que Osama Hussein masculla: "Waq Kutikama" (hasta luego) en idioma quechua, la pantalla entonces primero muestra la bandera universal, y finalmente retorna con la insignia roja y blanca del Perú, la cual queda flameando con las palabras en oro: "¡Viva el Perú, carajo!. la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal sumerge dos dedos nuevamente, y con la salsa en el aire en frente de sus ojos negros y piel blanca, ella comienza a canturrear: "Hay un animal, que pica al pie, que se llama la culebra...", siendo ésta una salsa caribeña del siglo XX. Luego de un silencio sabroso para Zainab (‫زينب‬ ), Osama Hussein se suma: "...dale duro en la cabeza, dale duro a la culebra", para finalmente carcajearse y aclarar: "No debieramos ser así de irrespetuosas con los mandatarios de la Gestión Libre Universal, carajo". ԑ̮̑ Parte 8ԑ̮̑ 🚀 🌎 El departamento de Leopoldo Alberdi se halla en la intersección de la calle Miller y la avenida Sáenz, la cual es una esquina en un ángulo muy agudo en verdad. Enclavado en ella, se erige ese edificio de cuatro plantas, de una estructura vieja de finales del siglo XX, aunque de todos modos presumiendo de modernosa, entre todas las otras construcciones de allí, en el Callao, de las cuales muchas datan de comienzos del siglo XX. En el hogar de Leopoldo, el robot flotante Inti acababa de servir la mesa para la cena, a esas horas de la noche, con las papas a la Huancaína y el chicharrón de cerdo, sobre el lugar que usualmente era de estudio, para Leopoldo Alberdi. En verdad, esa mesa precisamente era lo único remanente de todo el mobiliario original allí, luego de que los negocios en la oficina de Leopoldo habían estallado para bien, desde diciembre con el viaje a Bogotá. Ahora, el aire acondicionado era de última generación, el televisor era una pantalla inmensa de LCD, y las ventanas eran de múltiples capas aislando los ambientes del mundo exterior. De todos modos, cómplice con el dispositivo asistente de otra galaxia, Leopoldo Alberdi llama a Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal, pero ella no responde, sino que se había quedado colgada del ventanal este, el del extremo punteagudo del edificio, mirando hacia el vacío, estirando su cuerpo de modo, que su mini-falda infantil, con ella siendo de dieciseis años, se elevaba cada vez más. Leopoldo Alberdi le sonríe cómplicemente a la peruana Osama Hussein, quien con su rostro blanco retribuye el gesto, y entonces Leopoldo le pregunta a Zainab ( ‫زينب‬ ): "¿Es que tú piensas saltar, pues? Eres joven y famosa, aún tienes toda una vida por delante".
  • 23. Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal entonces gira de vuelta hacia los dos adultos, y con una sonrisa mostrando sus dientes perlados, comienza a saltar con su mini falda corta, para decir: "¡En el cine ahí abajo están dando mi película!". Osama Hussein camina hacia la ventana, y juguetonamente empuja a la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) fuera de su camino, y finalmente comenta: "¡Cuánta gente para ver tu estreno, carajo!", en tanto que el cine "Porteño" de la avenida Sáenz Peña tenía un montón de gente, queriendo entrar, con algunos de pie en la calle. la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal entonces comienza a saltar: "¡Quiero ir a ver mi película allí, denle... llévenme!". Leopoldo Alberdi muy aparatosamente cruza sus brazos para un efecto teatral, dada la confusión con los planes que él tenía para la cena, mientras que por un instante él observó cuán parecidas eran la española Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal y la cuzqueña Osama Hussein, ambas de piel bien blanca, y de cabellos negros. De todos modos la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) vestía ropa adolescente de los centros comerciales más caros de Lima, mientras que Osamita vestía la camiseta negra Aries del Cienciano de Cuzco, con Machu Picchu estampada sobre el mismo, y pantalones brillosos de elastano negro, además de que gruesas cadenas de oro colgaban de su cuello esquelético. Leopoldo Alberdi pensativamente dice: "...dos contra uno ¿eh?", para entonces abalanzarse rápidamente sobre la mesa, y volcar uno de los contenedores pequeños de plástico con papas a la Huancaína, sobre otro con la carne de cerdo del chicharrón. Leopoldo le murmura a la comida: "Ustedes no se me escapan... Ahora, sí. ¡Vámonos, niñas!". Saliendo detrás de ellas del departamento, Leopoldo le dice al robot flotante Inti: "Cuídame la casa, por favor", y entonces cierra la puerta con algo de chicharrón de cerdo untado con Huancaína en su boca. Bajo el cielo estrellado, de esa cálida noche de fines de verano en el Callao, Leopoldo y la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) esperaron en la vereda del frente del cine, con Leo degustando los pedazos de chicharrón de cerdo, untados en Huancaína, en la puerta de una Chifa muy modesta. Leopoldo entonces distingue cuatro jovenzuelos del Callao, quienes sin explicación abandonan la cola para entrar al cine, y de ese sitio también Osama Hussein se hace distinguible con sus brazos en el aire, y cruzando la avenida Sáenz Peña hacia ellos. Luego de meter su dedo índice en la salsa Huancaína y de saborearla a través de sus labios, con un gemido placentero de "Mmm", Osamita muestra las cuatro entradas, y le dice a Leopoldo: "Tal parece que tenemos una de más, carajo". Ingresando al cine, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal toma la precaución de calzarse unas gafas ahumadas para evitar el ser reconocida, en tanto que los asientos correspondían a un sitio privilegiado, por el medio de la sala principal del complejo de cines del Callao, en Lima. Osama Hussein se sienta entre Leopoldo y la pequeña Zainab (‫زينب‬ ), quien comía de un paquetito con maíz inflado. La película protagonizada por Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal era española, y su título era "24 horas por el espacio". En una escena de la misma, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ), también llamada así en la pantalla, cenaba con sus padres astronautas en un castillo de cristal en Ganímedes, tranquilamente, hasta que una nave espacial, cuyo capitan era un español quien había ganado un premio Oscar el año anterior, irrumpe en escena, y amenaza con destruirlos. A esa altura, Leopoldo Alberdi se agacha por sobre las piernas de Osama Hussein, ambos tomándose de las manos, y le dice a la pequeña Zainab (‫زينب‬ ): "Realmente, te ves estupenda. Tú eres toda una profesional, sin duda". Osamita entonces susurra también: "la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) ahora hasta tiene su propio programa de televisión infantil. ¿Tú que crees?", a lo cual Leopoldo vuelve a sentarse con su espalda sobre su asiento para apretar la mano esquelética de Osama Hussein, y decir: "Es lo que quise decir, pues...", a lo cual ambos ríen simultáneamente.
  • 24. En la pantalla, el capitán malvado español había comenzado a disparar sus rayos "fotónicos" sobre el castillo de cristal, haciéndolo resquebrajarse. Allí, llevando una espada de oro en su mano la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) corría entre gente, muchos de quienes resbalavan y caían al vacío inevitablemente, con los ataques orbitales. Por sobre la ciudad de cristal, los cañones defensivos comenzaron a disparar descargas electrificadoras, desesperadamente todo alrededor. Sin soltar la mano de Leopoldo, Osama le comenta a la pequeña Zainab (‫زينب‬ ): "Realmente has estado entrenando con armas blancas, Zainab (‫زينب‬ ). Allí en la pantalla, tú te ves blandiendo la espada como un atleta realmente". En la oscuridad del cinematógrafo, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) le sonríe con todos sus dientes: "Tú papá es un capo, para enseñarme". Al final de la película, efectivamente Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal consigue infiltrarse en la nave del capitán español malévolo, y luego de ajusticiarlo con su espada de oro, la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) salta fuera de la embarcación espacial al espacio, en tanto que la embarcación cae a sobre la superficie de Ganímedes, con el capitán español mascullando: "Has ganado esta vez, pero la guerra continúa...", antes de morir con su cabeza sobre el polvo. La gente en el cine aplaude el final, y las luces vuelven a encenderse, aunque Osama Hussein y Zainab (‫زينب‬ ) Olazábal descubren, que Leopoldo Alberdi se había quedado profundamente dormido, fruto en parte de la comilona improvisada de chicharrón con huancaína. Aún sosteniendo la mano de Leopoldo, Osama Hussein gira su cabeza a Zainab (‫زينب‬ ), y le dice: "¿Sábes que Leo sigue estudiando sus libros de medicina aún en el verano? Él no para de chambear y de estudiar todo el tiempo". la pequeña Zainab (‫زينب‬ ) sonríe mostrando sus dientes perlados, y señalando con su cabeza a Leopoldo, ella dice: "Pobrecito. Es un divino, realmente". ԑ̮̑ Parte 9ԑ̮̑ 🚀 🌎 En la avenida 2 de Mayo, por la altura de la intersección con la calle Stiglich, la divisoria verde de ambas manos se halla dominada por una estatua, con un bombero de un tamaño humano normal, sosteniendo una manguera contra incendios, con su casco correspondiente y vestido con el uniforme rojo y de pantalones blancos, sobre dos bloques de concreto verticales de 3 metros de altura, correspondiendo a la "Unión Chalaca", uno de cuyos departamentos de bomberos del Callao se halla allí mismo precisamente. Irónicamente, en horas cercanas a la medianoche en el Callao, precisamente al lado del cuartel, y en frente a un mercado cooperativo, con su pasillo principal de comercios abriendo allí mismo, un coaster de transporte informal e ilegal de pasajeros, se hallaba totalmente incinerado, abandonado en medio del carril de la 2 de Mayo, con dirección sur, con sus gomas derretidas sobre un gran charco de agua. Del garaje de la "Guardia Chalaca", un camión de bomberos se había visto forzado a salir parcialmente del edificio, únicamente con dos de sus ruedas sobre el asfalto, y en verdad, aún estaba allí. Al lado del coaster Toyota compacto, únicamente con dos ventanales a cada lado para sus apenas cuatro filas de asientos de pasajeros, se hallaban un patrullero del Serenazgo del Callao, y una ambulancia remanente, cuyos médicos acababan de cerrar la puerta trasera los cadáveres de las víctimas, y sin apuro aparente, uno de los camilleros, muy delgado con un gorrito rojo, se había apoyado contra la ambulancia, con un cigarrillo en su mano derecha, y con la otra filmando la coaster Toyota con su celular. La tranquilidad del lugar, luego del desastre evidente de horas antes, es interrumpido cuando las cuatro gomas Bridgestone ultra grandes de un BMW plateado, un Serie 6 E63, bastante antiguo y demacrado por fuera en pos de discreción callejera, aunque mantenido al día internamente, en su motor y sus sistemas, frenan abruptamente, por debajo de otro monumento de bronce, más pequeño, con un chambeador quien llevaba una canasta. Del auto compacto de diseño europeo, entonces sale un sujeto rubio teutón y alto, con ojos curiosamente blancos, del lado del volante, en tanto que de la puerta del acompañante asoma un sujeto obeso de barba negra.