TIPOLOGÍA TEXTUAL- EXPOSICIÓN Y ARGUMENTACIÓN.pptx
Vallejo, un guía muy especial
1. VALLEJO, UN GUÍA MUY ESPECIAL
Es febrero del 2 005, casi las cuatro de la tarde, la blanca nieve cae sobre las calles, la gente va de aquí
a allá dentro de sus gruesos abrigos y guantes de cuero, una unidad de los bomberos circula haciendo sonar la
sirena con la mitad del volumen que suelo escucharlas en Lima; entre todos ellos iba yo, con un paraguas, unos
guantes de lana, la casaca impermeable con capucha y la bufanda; que eran mis accesorios imprescindibles a
usar en este crudo invierno parisino.
Había pasado una semana conociendo los edificios, palacios, museos, puentes y otros más que dan
fama a la ciudad que es cruzada por el río Sena, tenía el deseo de darme unos días para encontrar todo lo que
esté relacionado al Perú.
- Oye, no creo que en tu país no haya el Mc Donald’s o Domino’s Pizza – decía Lizy, una amiga mexicana que
había conocido cerca al Arco del Triunfo y que se había convertido en mi compañera de tour.
- No, lo que estoy buscando son cosas de origen peruano – le respondí mientras caminábamos aprisa por el
Boulevard des Invalides.
- Ah, como el café, el aguacate y los espárragos que el otro día vimos en el Géant y el Carrefour.
- Claro, que tengan la etiqueta de “Producido en el Perú”.
- Pos me vas a ayudar porque no sé mucho de tu país, a lo más sé quién es Laura Bozzo.
- Yo sé que aquí en París está enterrado un escritor peruano muy famoso.
- ¿Neruda? – dijo inocentemente mi amiga –
- ¡No! Él fue chileno, te hablo de César Vallejo.
- Ah, no he escuchado mucho de …¿Vallejo?
Antes de salir de Lima había bajado de Internet alguna información sobre la ubicación del sepulcro de
nuestro bardo. Sabía que era en el Cimitière Montparnasse, así que revisé la guía de calles, tan imprescindible a
la hora de salir como mis anteojos o mis documentos, y le dije a mi amiga:
- Bajemos al metro, debemos tomar la ruta 13 y nos dejará en el paradero de Montparnasse.
Hacía frío y me pareció que Lizy venía contra su voluntad, quizás quería que le invitase un café con crèpes,
pero ya se pasaba la hora y si nos deteníamos no llegaríamos a ver la tumba de Vallejo, así que fingí no darme
cuenta de su estado de ánimo y proseguimos.
Al salir del metro caminamos una larga cuadra por entre una feria de vendedores de comestibles, hacia el
ingreso principal del cementerio. Ingresamos y comenzaba otro problema: ¿Dónde estará la tumba de Vallejo?
Contaba con una vaga información así que nos distrajimos viendo sepulturas de famosos como Simone de
Beauvoir, Emile Durkheim, -a quiénes leí en mi época universitaria- Jean Hachette, Pierre Larousse, -dueños de
famosas editoriales de libros- y André Citroën el famoso industrial de automóviles. De pronto Lizy exclamó:
- ¡Mira Jorge! ¡Aquí está Porfirio Díaz!
- ¿Quién fue? –le pregunté-
Sabía que era algún presidente de México pero ella se encargó de ilustrarme sobre él diciéndome que fue un
dictador que hizo mucho dinero y luego fugó a Francia.
2. - Okey Lizy, ya encontraste un paisano tuyo – le dije mientras veía el gran sepulcro de Díaz y pensé: “De
verdad debe haber robado mucho dinero” – ahora vamos a buscar a mi compatriota.
Cruzamos hacia el otro lado del cementerio, los minutos pasaban y ya iban a ser las cinco y media, hora que
cerrarían, apuramos el paso y llegamos a una zona donde las sepulturas eran menos ostentosas, las tumbas
estaban al ras del piso y con lápidas simples; la nieve caía como plumitas de pollo y no nos dejaba ver el nombre
del propietario de cada nicho, así que tuvimos que limpiar de uno en uno; no cruzábamos palabras entre Lizy y
yo, hasta que en un momento me dijo enérgicamente:
- ¡Jorge! ¡Mi nariz y mis manos ya están congeladas! mejor nos vamos porque con esta nieve no
encontraremos nada.
Comprendí que estaba siendo egoísta, así que sin decirle nada, tomamos el camino de salida y en la caseta
de entrada le solicité al encargado que me facilite la ubicación de César Vallejo, lo hizo pero me dijo que ya era
tarde y que si pensaba ubicarla era mejor que regrese mañana.
Salimos, comimos medio pan baguette con una taza de café, embarqué a mi compañera hacia la estación
Saint-Lazare y me dirigí a mi alojamiento de la Rue de Fourcy, cerca de la comercial Rue de Rivoli.
Al día siguiente, luego de desayunar llamé a Lizy pero ella se excusó de acompañarme en volver al
cementerio porque había amanecido con malestar, al parecer producto de la fría tarde anterior.
Pensé un rato y decidí: “me voy solo”, cogí una bandera peruana que había llevado de Lima, le puse una
dedicatoria y salí hacia la estación del metro, dispuesto a conquistar París un día más.
Con la experiencia de ayer, esta vez llegué rápido y, aunque seguía lloviendo, esta vez no nevaba, así
que pude caminar más rápido hacia Montparnasse e ir directamente al lugar donde el conserje del cementerio
me había indicado. La tarea parecía fácil pero se dificultó porque la nieve permanecía ahí, tapando los datos de
los difuntos.
Con el mástil de mi pequeña bandera fui limpiando uno a uno los nichos de supuesta recta donde
encontraría la tumba de nuestro poeta, hasta que se acabó la fila y no la encontré. Volví a hacer el recorrido
pensando: “es posible que esté con el nombre de su esposa Georgette y no me he dado cuenta”, pero nada así
que me dije “¿no estará al frente? total, es la misma calle”, así empecé una nueva búsqueda y encontré lo que
buscaba, estaba casi al comenzar la recta, era gris con pintas blancas y bajo la nieve se dejaban observar los
recuerdos dejados por otros peruanos como: llaveritos artesanales, tapas de Inca Kola y algún sobre; así que mi
bandera iba a completar los souvenirs nacionales. Estaba viendo cómo ubicar mi cámara de fotos automática
para hacer una toma hacia mi objetivo del día cuando de pronto una voz grave y pausada me dijo en español:
- Caballero, ¿Desea que le tome la foto?
Sorprendido levanté la vista y era él, sí, era César Vallejo como lo había visto en los libros: terno oscuro,
sombrero, bastón, zapatos de charol, delgado, con la cara “chupada”… no hay duda ¡sí!, además me hablaba en
mi idioma, ¿Cuántos aquí saben hablar el español? Me repuse, afronté la situación y respondí:
- Claro, si usted fuera muy amable.
- Cómo no, suelo ser gentil con mis compatriotas y veo que usted lo es pues, he escuchado su acento, he
visto la bandera que ha traído y además tenemos los mismos signos raciales,
3. - Es cierto… señor… –le respondí dudando, pues no me atrevía a preguntarle quién era. Tomó la foto y
“conchudamente” le pedí:
- Tome otra más, por si acaso no sale bien la anterior.
- Ja, ja, ja …yo sé utilizar bien estas cámaras modernas.
Quedamos en silencio por un momento hasta que me atreví a preguntarle:
- ¿Ha leído el Tungsteno? – tratando de encontrar alguna respuesta clave-
- ¿Cómo no lo voy a leer? Si la escribí yo.
- Ah, entonces usted es…
- Sí, yo soy… muchos peruanos que vienen se sorprenden, otros han
salido corriendo, algunos no han querido creerlo y me ignoran, pero
soy yo, el mismo que viste y calza.
- Le quería decir que he leído mucho sus poemas y narrativas.
- ¿Y qué anda haciendo por París?
- Estoy abocado en encontrar todo lo peruano y por eso vine a su
sepulcro.
- La verdad es que vas a encontrar muy poco, no hay algo peruano en
Louvre ni en Orsay; mas el otro día vi un puesto informal cerca de la
Torre Eiffel que vendía unos casquettes péruviennes.
- Ah, los chullos… yo también los vi. Están muy caros.
- Sí pues, oiga y usted ya conoció La Pachamanca.
- No, ¿qué es La Pachamanca en París?
- Es un restaurant en plein coeur de Paris, cerca al Centre Pompidou ¿Conoce?
- ¿El Centre Pompidou? Sí, pero ese restaurante peruano, no.
- Vamos pues, allá venden un buen cebiche.
Tomamos el metro y luego de hacer una conexión llegamos a la gare Châtelet desde donde caminamos a la
famosa “Pachamanca”, un pequeño bistrot peruano, vimos la carta y el vate me dijo:
- Pida, yo invito.
- Quisiera comer un cebiche pero está muy caro ¡Más de diez Euros!
- Pida, o yo pido por usted y además no deje de beber Inca Kola.
Vi en la carta de precios y la bebida de sabor nacional en latita estaba por los cinco Euros ¡Como veinte
Soles! El poeta pidió lo mismo, comimos con calma y pagó él.
Caminamos por París, recorrimos la Rue de Rivoli donde vendían una serie de souvenirs parisinos pero, al
revisarlos decían “fabrique au Chine”, vimos polos con la etiqueta “fabrique au Costa Rica”, reímos.
- La verdad es que muy poco de los souvenirs de París son hechos en la misma Francia – me dijo Vallejo.
Le pregunté sobre el Moulin Rouge y me expresó que era un cabaret donde presentaban grandes
espectáculos que podían ser culturales y frívolos a la vez, que era un punto obligado a conocer en la ciudad
y se ofreció a llevarme al atardecer porque había escuchado que hoy se presentaba una buena revista
4. musical. “Hicimos hora” tomando un vin rouge que yo me atreví a invitar en un bar cercano a la Place de la
Bastille.
Tomamos y tomamos hasta “entonarnos”, creo que don César pidió unas copas más y ya algo mareados
nos retiramos cerca de las ocho de la noche, la ciudad luz había encendido sus luces así que nos dirigimos a
la estación del metro y el poeta me dijo:
- Yo conozco, bajamos en la estación Blanche.
Noté que el vino nos había afectado pero más a él que a mí, así que tuve que sentirme protector de mi guía.
Llegamos, ahí estaba el Moulin Rouge, dentro de un barrio sórdido, con muchos sex shops, con shows de strep
tease que tenían sus respectivos “jaladores” como esos que hay en Lima por la Colmena, que te dicen “¡cinco
Soles la barra!”, sólo que aquí te lo decían en francés y el
precio era en Euros. El cabaret que buscábamos era
inmenso, tenía la forma de un gran teatro y un enorme
molino alumbrado de neón sobre su fachada.
Nuestro poeta me tomó una foto frente al local, ya
estaba mareado y en la puerta dos negros fortachones nos
flanquearon el ingreso.
-Nous sommes péruviennes – quise decir con un silabeado
idioma galo.
No sé qué me dijeron pero algo entendí como que
los peruanos siempre nos embriagábamos y no pagábamos
las cuentas, Vallejo se enfureció y reclamó airadamente, lo que motivó una respuesta aún más enérgica de los
vigilantes. Lo único que entendí fue que al final decía mère, evidentemente era una mentada de madre, aún
habiendo captado la respuesta, pregunté a don César:
- ¿Qué nos ha dicho?
- Nos han mentado la madre ¡Hijos de puta!
Teníamos las de perder pues la contextura del poeta y la mía no hacían ni siquiera la de uno de esos
gorilones, así que nos agarraron por los brazos y nos sacaron hasta la acera del lugar. El vate siguió lanzando
insultos y traté de tranquilizarlo, caminamos por esas calles semi oscuras donde había cabinas de videos triple
equis, tiendas de fetiches sexuales, otros locales de shows eróticos y por la calle mucha gente adicta a todo esto.
- Mañana busco un amigo que trabaja en la Municipalidad de París, él nos va a hacer ingresar con pases de
cortesía y vas a ver cómo me meo en la cara de estos mal nacidos.
- Sí, mejor mañana, porque ya se hizo tarde y además ya estamos cansados.
- Me voy al cementerio y tú regresa a tu hotel que ya empezó a llover. Mañana vienes al mediodía que te
espero en Montparnasse.
Caminamos hacia la estación del metro y luego cada uno se dirigió a su destino. Esa noche comí una porción
de chancho asado que conseguí en una feria callejera de comidas y luego fui al alojamiento, entré a mi
habitación y no me costó mucho quedarme dormido.
5. Al día siguiente desperté como a las doce del día, rápidamente me duché, me vestí, tomé un jugo y comí
unas tostadas con mermelada en la cantina del hotel; con apuro enrumbé al cementerio a encontrarme con
Vallejo ¡Ya era casi la una de la tarde! Llegué a la tumba pero el vate no me estaba esperando afuera.
- ¡Don César! ¡Don César! ¡Don César Vallejo!
Algunas personas que visitaban el cementerio y los empleados del mismo, pasaban y me veían con
curiosidad.
- No me puedo haber equivocado, éste es su nicho, aquí está su nombre, los souvenirs y la bandera que ayer
dejé ¿Me estará esperando en otro lugar?
Di varias vueltas por el cementerio y seguí gritando:
- ¡Don César! ¡Soy Jorge! ¿No va a ir al Moulin Rouge?
Salí hacia la puerta principal del camposanto, fui a la misma estación del metro, pero nada, no encontré a
ese guía de lujo que había conocido ayer. Volví varias veces a la tumba, hasta que en una de esas encontré un
libro de Vallejo “El Tungsteno”, me pareció extraño, lo abrí y encontré una dedicatoria que decía:
- “Jorge, lo estuve esperando como quedamos, a las doce del día. Usted no se acercó pero sí llegó por acá
otro compatriota al cual guiaré por París. Espero que pueda orientarse por esta ciudad y le deseo mucha
suerte. César Vallejo”.
Comprendí que mi error fue haber sido impuntual, asumí mi irresponsabilidad y sólo atiné a escribir otro
mensaje en el mismo libro que decía:
- “Gracias don César, lo admiro mucho y agradezco por el tiempo que me brindó ayer. Jorge”.
Dejé el texto sobre su tumba, salí del lugar pero en el camino lo pensé mejor y dije:
- Mejor guardo ese libro y lo conservo como prueba de que alguna vez conocí a César Vallejo.
Regresé corriendo hacia la sepultura pero el libro ya no estaba, lo busqué y comprendí lo mágico del
momento, así que me retiré hacia mi alojamiento, en la esquina del mismo encontré a Lizy que me expresó:
- Oye, ayer te he buscado toda la tarde y también hoy, ¿estás bien?
- Sí Lizy, pero me han pasado cosas que si te cuento no me las vas a creer.
Evidentemente no me creyó.
En los siguientes días volví por la tumba de don César, siempre al mediodía, con la esperanza de encontrarlo
pero, ya no fue posible. Ahí permanecían los llaveritos artesanales, las tapas de Inca Kola, el sobre y hasta la
bandera peruana que puse mas sólo percibí la soledad del antiguo cementerio donde reposan los restos de
nuestro insigne escritor.
AMBIENTACIÓN
La acción se sitúa en París,
capital de Francia, a inicios del
año 2 005. Jorge es un peruano
que la está recorriendo por
primera vez.
INTENTO
César Vallejo intenta ingresar al
célebre cabaret Moulin Rouge con
su amigo Jorge, pero los vigilantes
no lo permiten. El poeta ofrece
regresar al día siguiente
acompañado de un amigo francés
que les permitiría pasar.
6. JORGE FERNANDO CÁRDENAS CANCHANYA
Ítem 14 – Aula 6
REACCIÓN
Cuando Jorge limpiaba y colocaba
un recuerdo en la tumba de
Vallejo, éste se le presenta
sorprendiendo a Jorge e inician
una conversación. El vate ofrece
guiarlo por París en busca de más
sitios turísticos y uno de ellos
será el Moulin Rouge.
FINAL
Al día siguiente, Jorge va al
cementerio a buscar al vate pero,
éste no responde y no vuelve a
aparecer. El personaje no lo puede
aceptar y después de tantas
vueltas en el cementerio encuentra
un libro de Vallejo con una
dedicatoria para Jorge donde el
explica qué motivó que no cumpliese
su promesa.
RESULTADO
Los personajes no
pueden ingresar al
Moulin Rouge.
COMIENZO
Jorge había visitado muchos
lugares de París pero está
buscando cosas que evoquen a
su patria y llega al
cementerio donde reposan los
restos de César Vallejo.
Vallejo,
un guía
muy
especial
7. JORGE FERNANDO CÁRDENAS CANCHANYA
Ítem 14 – Aula 6
REACCIÓN
Cuando Jorge limpiaba y colocaba
un recuerdo en la tumba de
Vallejo, éste se le presenta
sorprendiendo a Jorge e inician
una conversación. El vate ofrece
guiarlo por París en busca de más
sitios turísticos y uno de ellos
será el Moulin Rouge.
FINAL
Al día siguiente, Jorge va al
cementerio a buscar al vate pero,
éste no responde y no vuelve a
aparecer. El personaje no lo puede
aceptar y después de tantas
vueltas en el cementerio encuentra
un libro de Vallejo con una
dedicatoria para Jorge donde el
explica qué motivó que no cumpliese
su promesa.
RESULTADO
Los personajes no
pueden ingresar al
Moulin Rouge.
COMIENZO
Jorge había visitado muchos
lugares de París pero está
buscando cosas que evoquen a
su patria y llega al
cementerio donde reposan los
restos de César Vallejo.
Vallejo,
un guía
muy
especial