El maestro don Fermín dividía la clase en dos zonas, nacional y republicana, poniendo nombres de ciudades a los alumnos. El protagonista, llamado Albacete, nunca lograba pasar de ciudades medianas. Un día, don Fermín le pregunta qué es Dios, y aunque no lo sabe, deduce la respuesta correcta gracias a una seña de un compañero. Como premio, puede elegir su nuevo nombre, pero cuando pide ser Maricastaña en lugar de una ciudad, el maestro, enojado, lo nombra Albur