4. El viejo profeta Zacarías había escrito: “ Mirarán al que atravesaron ” (12,10).
5. Pero ante el Cristo muerto, siempre surge la pregunta: ¿Por qué? Ya no va más. La voz ha enmudecido. El envite final se ha consumado. Varón mortalecido, Cristo comienza su reinado. Jugó y perdió. Ganó, sencillamente. De la cruz pende el Hombre, de la pena pende ya la alegría. Dulcemente, se viene al suelo la cadena. Libre es el hombre. Cae un terrible silencio sobre la tierra oscura. Crece la niebla y tras de la mano la hiel y la amargura. Crece el remordimiento. "Ciertamente, era el Hijo de Dios". Erguido sobre el monte, el Hijo de Dios vivo ha muerto. Enfrente, tiembla de soledad la piel del horizonte. Cruje el suelo, se rompe bajo el Crucificado. La noche se desata en tempestades. Derrama sangre y agua la fuente del costado. Y el velo de los cielos se rasga en dos mitades. (Muerte de Jesús. Carlos Murciano).
6. San Pablo nos ayuda a ver detrás de la oscuridad y de la injusticia… … algo más:
7. “ Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras” ( I Cor 15,3) Al Cristo de las Claras . José Agustín. Medito tu pasión con humildad, de mis yerros estoy arrepentido, Jesucristo, me tienes sorprendido con tu santa paciencia y tu bondad. Que tú con tu divina majestad hayas con mansedumbre consentido haber sido cruelmente escarnecido con alevosa saña e impiedad. Perdona nuestras deudas afrentosas, no nos dejes caer en tentación que son nuestras conductas vergonzosas. Y ten de nuestras vidas compasión pues pasamos por pruebas muy penosas y esperamos de ti la salvación.
8. “ Siendo todavía pecadores, murió por nosotros” (Rom 5,8). Rasgaste el velo de mi corazón siendo tú, Amado mediador el único invitado de honor a este humilde y necesitado mesón. Sólo tú ¡Oh sumo sacerdote! Presentaste el sacrificio que a mi alma libró del juicio y a mi cuerpo del azote. Hoy ante Dios confiadamente cada día me presento y recibo fiel sustento perdón y gracia nuevamente. ¡Oh Sumo Sacerdote! Patricia J. Olivera Costilla. Nos enseña a profundizar en este misterio:
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10. “ Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que los separaba: el odio” (Ef 2, 14). Así se atreverá a afirmar san Pablo:
11. Que en versión de José Bergamín suena así en su poema A Cristo crucificado: Tú me ofreces la vida con tu muerte y esa vida sin Ti yo no la quiero; porque lo que yo espero, y desespero, es otra vida en la que pueda verte. Tú crees en mí. Yo a Ti, para creerte, tendría que morirme lo primero; morir en Ti, porque si en Ti no muero no podría encontrarme sin perderte. Que de tanto temer que te he perdido, al cabo, ya no sé que estoy temiendo; porque de Ti y de mí me siento huido. Mas con tanto dolor, que estoy sintiendo, por ese amor con el que me has herido, que vivo en Ti cuando estoy muriendo.
12. No es fácil llegar a ver con esta mirada tan profunda la Pasión y Muerte de Cristo. Porque siempre nos sale al paso la pregunta desgarradora y pertinaz: ¿Por qué? ¿Por qué tuvo que llegar hasta la muerte? ¿Por qué su muerte se hace silencio? ¿Por qué llegó hasta una muerte en cruz?
13. Hasta María su madre, ya que fue “nacido de mujer” (Gal 4,4), tuvo que pasar por este desgarro, como lo canta el sentir popular: “ Llevadla poquito a poco, capataz: cortito el paso porque se “ajoga” de pena, y lleva los ojos rasos de lágrimas como perlas….
14. … Lo bajaron del madero Y en sábanas lo pusieron, Su cuerpo descolorío, Su madre pregunta al cielo: ¿Qué delito ha cometío? “.
15. San Pablo recoge en su carta a los Filipenses un himno que da respuesta a estos interrogantes: “ Él, a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.” Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó, obedeciendo hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el “Nombre-sobre-todo-nombre”; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble -en el cielo, en la tierra, en el abismo-,y toda lengua proclame: ¡Jesucristo es Señor! para gloria de Dios Padre”. (Fi2,6-11)
16. Para el apóstol de Tarso, el Crucificado “engancha” y atrae, por eso llega a afirmar: “ Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,19 s).
17. En esta tarde, Cristo del Calvario, vine a rogarte por mi carne enferma; pero al verte, mis ojos van y vienen de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza. ¿Cómo quejarme de mis pies cansados, cuando veo los tuyos destrozados; ¿Cómo mostrarte mis manos vacías, cuando las tuyas están llenas de heridas? ¿Cómo explicarte a Ti mi soledad, cuando en la cruz alzado y sólo estás? ¿Cómo explicarte que no tengo amor, cuando tienes rasgado el corazón? Ahora ya no me acuerdo de nada, huyeron de mí todas mis dolencias. El ímpetu del ruego que traía se me ahoga en la boca pedigüeña. Y sólo pido no pedirte nada, estar aquí, junto a tu imagen muerta, ir aprendiendo que el dolor es sólo la llave santa de tu santa puerta. Al Cristo del Calvario . Gabriela Mistral.
18. Pablo nos enseña a ver en la cruz de Cristo un reto y un sentido a nuestras cruces aceptadas desde una espiritualidad: “ Me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de Cristo” (Col 1, 24).
19. En la cruz está la vida y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo. En la cruz está "el Señor de cielo y tierra", y el gozar de mucha paz, aunque haya guerra. Todos los males destierra en este suelo, y ella sola es el camino para el cielo. De la cruz dice la Esposa a su Querido que es una "palma preciosa" donde ha subido, y su fruto le ha sabido a Dios del cielo, y ella sola es el camino para el cielo. En la cruz está la vida. Santa Teresa de Jesús.
20. A nosotros nos cuesta trabajo entender “estas cosas”, y establecer este diálogo con el Crucificado, como lo expresa Bernardo Velado Graña: No abras los ojos cuando yo te beso en la cruz, oh Señor, do estás clavado; porque llego a besarte avergonzado de ver que de ofenderte nunca ceso. No abras los ojos, porque siento el peso de tu blanda mirada en tu pecado, y temo que tu amor se haya olvidado, y la vergüenza quiera helarme el beso. No me mires, Señor, que si me miras cuando para salvarme en cruz expiras, será la pena y el dolor tan fuerte que los ojos te pido que retires. Pero, ¿cómo te digo que “no me mires”, si ya, Señor, te los cerró la muerte?
21. Cargado con la cruz de salvación camina el redentor desamparado, es el justo por odio condenado a morir, acusado de traición. Delante del cortejo, un centurión y el heraldo, que informa han coronado al que se dice rey. Y a cada lado, como insulto, le ponen un ladrón. Penosamente pasa el buen pastor, exhausto, maltratado, pero entero, trasluciendo su espíritu inmortal. Lleva a cuestas la cruz del desamor, su peso es superior al del madero, símbolo de su reino universal. Emma-Margarita R.A.- Valdés. Y más cuando intentamos comprender que Él manifiesta su poder precisamente “soportando con mucha paciencia a los que eran objeto de reprobación ” (Rom 9,22).
22. “ Para esto murió y resucitó Cristo : para ser Señor de vivos y muertos ” (Rom 14, 9). Me has mirado, Señor, tú me has mirado, sin importarte que yo no te venere, y pase el año vilmente entretenido entre amores y odios muy mundanos. Me has mirado, Jesús, tú me has mirado, ¡y yo que te creía frío, indiferente, que sólo te ocupabas de lo ilustre, de la gente que sublima tus palabras! Me has mirado, Señor, tú me has mirado, cargado con la cruz de mis pecados, camino del calvario yo te llevo, pero conservas el gesto del que ama. Me has mirado, Señor, tú me has mirado, desde el centro de tu paso de tortura, pues la tuya de piedad, un vaso íntegro, de colosal pasión, cáliz hermoso, de recta voluntad, un soplo nuevo. Me has mirado, Señor, tú me has mirado, y no me pides cuenta de mi vida, sólo me miras con magnánima ternura, con esa mirada dulce que nos pone quien de verdad nos ama y nos auxilia. Nazareno. Francisco Alfonso Santiago de Castro.
23. ¡Cuántas veces habría leído Saulo los Cantos del Siervo de Isaías sin entenderlos: “ Lo vimos sin aspecto trayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de do lores acostumbrado a sufrim ientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desesti mado” (52,3).
24. Ahora, con Cristo delante, lo encaja todo, y así lo predica: “ Nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado” (I Cor 2,2). “ Y pensar que ante vuestros ojos presentamos la figura de Jesucristo en la cruz! (Gal 3,1).
25. Con Cristo crucificado, la Ley ha llegado a su fin. “ Cristo es el fin de la Ley” (Rom 10,4).
26. Pablo lleva este mensaje a todos lugares, como lo haría hoy un costalero: ¡Quiero ver mis pasos! Y lentamente aprendo, que mirar desde la nada es querer oír al silencio. ¡Quiero ver mis pasos! Y aún no lo entiendo. Camino sin ver nada. Obedezco sin saberlo. ¿Quién guía mis pasos? ¿Quién habla en el destierro? Martillo que toca llamada. ¡Y ésta es! ¡Al cielo! Quiero ver mis pasos aunque sé que no puedo sólo puedo sentirlo rachando por momentos. No puedo ver mis pasos. ¡Quiero llorar el destierro! La voz del capataz que llama son los ojos del costalero. RAMDEB.
27. Bien decía san Pablo aquello de: Y desde la fe sabrá ir más allá de la muerte: “ Caminamos sin verlo, guiados por la fe” (2 Cor 5,7). “ Si morimos con Él, viviremos con Él” (2 Tim 2,11).
28. “ La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?.... ¡Demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!” (1 Cor 15,55). Cristo: ha resucitado. ha roto a la muerte. A Él el agradecimiento.
29. Mi cuerpo no sucumbe ante la muerte. Sembrado en cruz, en fría losa oscura, ya es espiga de luz fuerte y madura, ya es pan de trigo madurado y fuerte. ¡Muerte, estás de muerte herida! Mi cuerpo se levanta para verte. ¿Quién a mi amor pondrá una sepultura de olvido, o a este fuego una atadura? A cara o cruz el sino de la suerte. Pero la muerte pierde su partida. La vencí, doblegué, he pisoteado su aguijón. ¡Muerte, estás de muerte herida! Mira qué cruz, qué clavos me han costado conquistar el botín de nuestra vida. ¡Ven, acuéstate, amor en mi costado!
30. No puede dejar de agradecerte que me dieras el don de contemplarte, y que me concedas la gracia de amarte desde que te vi hasta el día de mi muerte. Pues era, Señor, mi Cruz de Guía, y resucitas mi alma sólo al verte. Es junto a ti cuando me siento fuerte pues alimentas mi fe y mi alegría. Eres mi sostén, mi vara y mi cayado, y aunque te vi sufrir en la agonía, en el madero, como un ladrón clavado, Volviste con la luz del nuevo día. ¡Que se enteren lo que repito a porfía, que por mi bien, Cristo ha resucitado! A Cristo resucitado:
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33. Y sobre todo, siendo testigo de Jesús en esta sociedad. A pesar de la soledad que esto conlleva.
34. En Él, se encuentra luz. “ Penitente, que vas con la mirada recogida, y con ritmo en la andadura. Nazareno de cruz y de amargura, en gélida oración de madrugada. Tu cirio, y el tambor por compañero, te ayudan a entregarte con fervor al Dios que te contempla con amor, y te enseña a abrazar al pordiosero. Mirar a Cristo en cruz es entender que amor y entrega están en el madero unidos entre sí en un solo ser. Mira a tu Veracruz, villanovero! Pero mirar no es ver, es comprender, y en susurro decir: ¡Cuánto te quiero!”. Francisco Rosales Fernández.
35. A GOLPES DE PASIÓN Idea: Francisco Rosales Fernández Montaje: Francisco Montes Camacho @ Parroquia EL SALVADOR