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PASTORAL LITÚRGICA 2016
PARTE I
SUBSIDIO LITÚRGICO PARA
CELEBRAR EL AÑO DE LA
MISERICORDIA
DIÓCESIS DE TLAXCALA
1
INTRODUCCIÓN
Este subsidio fue elaborado por la pastoral Litúrgica Diocesana, con el deseo
de ayudar a las parroquias de nuestras diócesis a celebrar juntos como Iglesia el
año de la Misericordia, recordando que este Año Santo, es un Año de fuente
especial de alegría, de serenidad y de paz, mediante el cual nos ayudará a
comprender el valor que la misericordia tiene en la vida de la Iglesia.
Está dividido en tres partes, en la primera parte presentamos algunas formas
de celebrar este año santo en Nuestra Diócesis de Tlaxcala, adaptándolos a la
realidad de nuestras Parroquias, de tal forma que se logre una rica participación
activa de los fieles. Cada uno de los puntos propuestos, han sido obtenidos en su
mayoría del subsidio presentado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la
Nueva Evangelización.
En la segunda parte hacemos un pequeño estudio sobre el Sacramento de
la penitencia, para conocer y revalorizar este Sacramento, pues en los últimos
tiempos, los confesionarios están vacíos. En la experiencia de muchos fieles y
sacerdotes, la práctica de la confesión es muy olvidada, difícil, frustrante, pues
resulta muchas veces mecánica y esquematizada, de igual forma resulta rutinario,
en donde mucha gente se confiesa más por costumbre y por escrúpulo, que por el
deseo de encontrarse con la Misericordia de Dios.
En la tercera parte y última, proporcionamos un esquema para la celebración
de una Liturgia Penitencial para llevarlo a nuestras parroquias y así podamos
acercarnos a este Sacramento de manera especial en este año de la Misericordia.
COMISIÓN DIOCESANA DE PASTORAL LITÚRGICA
2
AÑO SANTO, MOMENTO EXTRAORDINARIO DE GRACIA Y DE RENOVACIÓN ESPIRITUAL
“Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia”
Contemplar la misericordia significa verla impresa en el rostro de Cristo que está vivo. De
esta forma, el Jubileo de la Misericordia deber ser, ante todo, celebrado. Los signos que lo
acompañan encuentran su culmen en la celebración litúrgica, donde toda la Iglesia ora y
vive intensamente el misterio de su existencia como comunión.
Esta primera parte del subsidio tiene como finalidad presentar algunas formas de
celebrar este año santo en Nuestra Diócesis de Tlaxcala, adaptándolos a los diversos
contextos culturales de cada una de la Parroquias, de tal forma que se logre una rica
participación activa de los fieles. Cada uno de los puntos propuestos, han sido obtenidos en
su mayoría del subsidio presentado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva
Evangelización. De tal forma que la misericordia así celebrada, sea vivida y testimoniada
más eficazmente como reflejo de la misericordia del Padre.
¿CÓMO CELEBRAR ESTE JUBILEO?
A lo largo de la historia de la Iglesia ha habido diversos jubileos, convocados por los distintos
sucesores de Pedro. Entre los ritos que en el pasado reciente han acompañado el evento
del Jubileo, tienen una importancia fundamental las celebraciones Litúrgicas que
caracterizan tanto a la Iglesia de Roma, presidida por su Obispo, como a la Iglesia universal
que se manifiesta en las diócesis particulares. El santo padre Francisco, en la bula de
convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, Misericordiae vultus, establece
que, después del rito de apertura de la Puerta Santa o Puerta de la Misericordia en la Basílica
de San Pedro, el 8 de diciembre de 2015, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, con la
cual se dará inicio solemne el Año Santo, el domingo 13 de diciembre, III de adviento:
En cada Iglesia particular, en la catedral que es la Iglesia Madre para todos los
fieles, o en la Con-catedral, o en una iglesia de significado especial, se abra por todo el
Año Santo una idéntica Puerta de la Misericordia. A juicio del Ordinario, ella podrá ser
abierta también en los santuarios, meta de tantos peregrinos que en estos lugares
santos con frecuencia son tocados en el corazón por la gracia y encuentran el camino
de la conversión.
Celebraremos este Año Santo, a través de la revalorización de tres aspectos
importantes: Año Litúrgico, Celebración de los Sacramentos y Oración comunitaria.
(Esquema 1)
3
Esquema 1
CELEBRANDO EL AÑO
DE LA MISERICORDIA
AÑO LITÚRGICO
DOMINGO
CUARESMA
SEMANA SANTA
TIEMPO PASCUAL
*FIESTA DE LA EXALTACIÓN
DE LA SANTA CRUZ
*SOLEMNIDAD DEL
SAGRADO CORAZÓN DE
JESÚS
CELEBRACIÓN DE LOS
SACRAMENTOS
BAUTISMO
RECONCILIACIÓN
UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
EUCARISTÍA
ORACIÓN EN COMUNIDAD
LITURGIA DE LAS HORAS
ADORACIÓN EUCARÍSTICA
PIEDAD POPULAR
VENERACIÓN A CRISTO
CRUCIFICADO
VIACRUCIS
DEVOCIÓN A LA
BIENAVENTURADA VIRGEN
MARIA
EL ROSARIO
VENERACIÓN A LA VIRGEN
DE LOS DOLORES
CORONILLA DE LA DIVINA
MISERICORDIA
4
I. AÑO LITÚRGICO
El punto cardinal en torno al cual gira toda la actividad pastoral y litúrgica de la Iglesia
es el Año Litúrgico, que necesita ser revalorado en las diversas comunidades, poniendo
especial cuidado en la calidad de las liturgias (Sacrosanctum Concilium 102).
Es importante que todas las celebraciones promovidas a lo largo del Año Jubilar,
estén siempre de acuerdo y en sintonía con el Año Litúrgico C, en el que está inserto este
Año Santo. De manera especial el DOMINGO, LA CUARESMA, LA SEMANA SANTA Y EL
TIEMPO PASCUAL, LA FIESTA DE LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ Y LA SOLEMNIDAD DEL
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS.
DOMINGO
Se ha de tener especial atención al DOMINGO, Día del Señor, en el cual la Iglesia entera
celebra el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, junto al ciclo de Navidad y al ciclo
de Pascua.
Celebrar este día en este Año Santo, es ayudar a los fieles a que sea un día dedicado
a las actividades de misericordia, de caridad y de apostolado. Estas actividades como fruto
de su participación en la alegría de Cristo Resucitado, que implica compartir plenamente el
amor que late en su corazón: ¡No hay alegría sin amor!, expresión explicada por Jesús,
cuando relaciona el “mandamiento nuevo” con el don de la alegría: “Si guardan mis
mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi
Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto, para que mi gozo esté en ustedes y su
gozo sea colmado, este el mandamiento mío: que se amen los unos a los otros como yo los
he amado” (Jn 15,10-12).
CUARESMA
Este es un tiempo privilegiado en el cual la Iglesia está llamada a mostrar de una
manera más evidente el rostro misericordioso del Padre, especialmente con ocasión de las
liturgias penitenciales y la Celebración del sacramento de la Reconciliación.
La celebración Eucarística dominical, no aleja de los deberes de caridad, sino
que, por el contrario, compromete más a los fieles a toda clase de obras de caridad,
piedad y apostolado.
5
El ciclo de las lecturas de las Misas de Cuaresma han sido redactadas
apropiadamente a las características de este tiempo, haciendo presente su índole bautismal
y penitencial; es decir, que el Año Santo de la Misericordia coincide con el camino cuaresmal
propuesto por el leccionario del Año C, marcado por el tema de la PENITENCIA.
En este año, estaremos llamados a realizar un camino de conversión que nos conduzca a la
PASCUA, evento supremo de la reconciliación con el Padre.
El esquema de las lecturas es el siguiente:
SEMANA SANTA Y TIEMPO PASCUAL
En este Año Santo, es necesario tener gran cuidado en la preparación de las
celebraciones de la Semana Santa, especialmente del TRIDUO PASCUAL. En éste, de hecho,
a través de la valoración del LENGUAJE LITÚRGICO, hecho de PALABRAS, SIGNOS, SÍMBOLOS
y GESTOS, y especialmente en la ADORACIÓN DE LA CRUZ, el VIERNES SANTO, que es donde
emerge todo el misterio de amor y de justificación del Padre, con el sacrificio del HIJO, en
favor de toda la humanidad. Cada una de estas celebraciones, encontraran su culmen en la
Vigilia Pascual, a través del recuento de la historia de la salvación en la Liturgia de la Palabra
y en la celebración de los sacramentos que representan la solicitud del Padre con respectos
a sus hijos.
FIESTA DE LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
DOMINGO
IV: Jn 8,1-
11
•Invita a todos
los bautizados
a abrirse al
perdón
incondicional
de Dios que
en Cristo
renueva todas
las cosas.
DOMINGO IV:
Parábola del
Padre
Misericordios
o (Lc 15,1-
3.11-32)
•constituye el
culmen de este
camino
cuaresmal en el
Año Jubilar pues
se reconoce a
Dios como Padre
Bueno y grande
en el perdón.
DOMINGO
III: Parábola
de la
higuera
estéril (Lc
13, 1-9)
•invitación a
superar la
dureza de la
mente y del
corazón, que
acogiendo la
Palabra de dios
se den frutos
de verdadera y
continua
conversión.
DOMINGO II:
La
Transfiguraci
ón (Lc 9, 28-
36
•Invita a afianzar la
fe en el misterio
de la muerte y
resurrección de
Cristo, en
adehesión a la
plena fidelidad a
la alianza, a la
voluntad de dios
y a ser
verdaderos
discípulos.
DOMINGO I:
Narración de
las
tentaciones
de Jesús en el
desierto (Lc
4,1-13.
•Llamados a
vivir el camino
de "conversión
ecelsial" a
través de la
escucha de la
Palabra, la
oración y el
ayuno.
Con ocasión de la Semana Santa y del Tiempo Pascual, los Sacerdotes no dejarán
de mostrar la imagen del Padre que ha salvado y sigue salvando.
6
La Cruz ha sido por siglos signo del más terrible de los suplicios y, en un cierto
sentido, todavía lo es, sin embargo, la Cruz adquiere un alto valor simbólico, especialmente
en este Año Santo, siendo éste, un signo del reinado de Cristo sobre aquellos que en el
bautismo se han configurado a Él en la muerte y en la gloria (Rm 6,5). En la tradición de los
Padres es el signo del Hijo del hombre que aparecerá al final de los tiempos (Mt 24,30).
Por lo tanto, la cruz representa el signo principal y de referencia para este Año
Jubilar, pues desde Oriente, esta fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, es equiparada a la
de la Pascua, por lo que, merece ser celebrada con la debida solemnidad, poniendo en el
centro el misterio de amor y de redención que es la cruz de Cristo.
En el árbol de la Cruz tú has establecido la salvación del hombre, para que allí
donde surgía la muerte resurgiera la vida, y quien del árbol obtenía victoria, por el árbol
fuera derrotado (Prefacio de la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz)
SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
El viernes que sire al segundo Domingo después de Pentecostés, este año jubilar,
exactamente el 3 de junio, la Iglesia celebra la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. A
partir de las fuentes bíblicas, esta solemnidad designa el misterio mismo de Cristo, la
totalidad de su ser, su persona considerada en el núcleo más íntimo y esencial: Hijo de Dios.
El corazón de Jesús, muy apreciada por la piedad popular, deber ser celebrado con
particular solemnidad en este Año Santo invitando al pueblo de Dios a una actitud ante todo
de conversión y reparación.
Es oportuno que en cada comunidad la cruz del presbiterio, especialmente
en esta fiesta y durante el año Litúrgico, respetando las normas, sea ornada de
manera tal que se destaque como signo eminente de la misericordia de Dios y de la
victoria de Cristo sobre la muerte, además de ser un referente para la oración
comunitaria e individual.
 Amor y gratitud por Aquél que “guía nuestros corazones en el amor y a paciencia de Cristo”
(saludo del sacerdote en la introducción a la Misa)
 El Santo Padre Francisco ha querido poner en el Corazón de Jesús a todos los Sacerdotes,
primeros dispensadores de la Misericordia de Dios y Destinatarios de la indulgencia del
único Padre.
7
II. CELEBRACIÓN DE LOS SACRAMENTOS
Los pastores y ministros en general son llamados a actuar de modo tal, sobre todo en la
celebración de los sacramentos de tal forma que hagan aparecer a través de palabras y los
gestos sugeridos por la Liturgia, la misericordia y la solicitud del Padre por cada uno de sus
hijos, manifestadas en el don de la gracia sacramental. Hay algunos sacramentos en los que
emerge mayormente esta dimensión de misericordia y solicitud del Padre por sus hijos:
Bautismo, reconciliación, unción de los enfermos.
BAUTISMO
Se le dará un mayor realce a este Sacramento en este Año Santo, a través de un
camino mistagógico, marcado por la iniciación en los signos, cuyo rito es muy rico, pero se
tendrá cuidado de subrayar el sentido del baño de regeneración, “puerta” de todos los
sacramentos, que introduce a la vida sacramental de la Iglesia y reviste al hombre de la
imagen de Dios, que el cristiano está llamado a llevar sin mancha para la vida eterna.
RECONCILIACIÓN
El Sacramento de la Reconciliación asume una gran relevancia, y para su reflexión y
celebración se presenta otro subsidio (parte II) que permitirá profundizar en la naturaleza
propia del sacramento y la forma de celebrarlo en este año, considerando que este
sacramento es un sacramento de la misericordia.
UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
Sacramento administrado con particular solicitud a aquéllos que se preparan al
encuentro definitivo con el Padre, donde principalmente se han de subrayar en especial las
dimensiones de la esperanza y de la espera de la visión beatífica de Dios, que no ha venido
a condenar, sino a perdonar.
EUCARISTÍA
“Culmen y fuente” de la vida de la Iglesia, este Sacramento es centro de la vida
sacramental, en ella se consuma el perdón recibido por el sacramento de la reconciliación,
con la participación en la comunión en el Cuerpo y Sangre de Cristo, junto a la comunidad
entera de bautizados.
8
En la Eucaristía, Cristo dona el mismo cuerpo que ha entregado por nosotros en
la cruz, la misma sangre que ha “derramado por muchos, en remisión de los pecado”
(Mt 26,28)[…] extendiendo la memoria hasta el fin del mundo (1Co 11,23), y aplicando
su eficacia salvífica a la remisión de nuestros pecados cotidianos (Concilio de Trento,
Denz.- Schönm, 1740; CCC, 1365).
En todas las parróquias de nuestra Diócesis, se ha de prestar especial atención a que
la celebración de la Misa sea minuciosa en su aspecto litúrgico (signos, símbolos, gestos),
para una PARTICIPACIÓN CONSCIENTE, ACTIVA Y FRUCTÍFERA de todo el pueblo de Dios.
Es importante involucrar en las celebraciones Litúrgicas a todo el pueblo de Dios, en
sus diversas expresiones: niños, jóvenes, adultos, ancianos, discapacitados, presos, de tal
forma que cada uno se sienta interpelado de una manera seria y serena por la misericordia
de Dios.
La Eucaristía y el sacramento de la reconciliación son dos sacramentos que están
estrechamente relacionados.
Tener especial cuidado con aquellas personas que se han alejado de la Iglesia
o que por diversos motivos han sido marginados. Haciéndoles llegar el mensaje de que
Dios es Padre de todos y espera a todos para que puedan ser objeto de la “indulgencia
del Padre” (Misericordiae vultus 22).
9
III. ORACIÓN EN COMUNIDAD
Para celebrar la misericordia del Señor no podían faltar las oraciones que
acompañan la vida cristiana de muchos fieles ni los lugares significativos de la liturgia.
LITURGIA DE LAS HORAS
En este Año Santo sería muy positivo promover la celebración de la Liturgia de las
Horas comunitaria, junto a todo el pueblo de Dios, sobre todo en las horas fundamentales
de laúdes y vísperas.
Es bello que la oración cotidiana de la Iglesia inicie con estas palabras: “Dios mío,
ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme” (Sal 70,2). La ayuda que invocamos
representa ya el primer paso de la misericordia de Dios hacia nosotros.
Los Salmos, en modo particular, destacan esta grandeza del proceder divino: “El
perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias: rescata tu vida del sepulcro, te corona
de gracia y de misericordia” (103, 3-4).
Además, los Salmos, comunican de manera ejemplar los sentimientos y las
disposiciones del corazón del orante: agradecimiento, actitud penitencial, de petición de
misericordia, de alabanza, de glorificación.
Cuando la Liturgia lo permita, en especial en las celebraciones con el pueblo de Dios,
se debe tener cuidado de escoger los Salmos que mejor subrayen el aspecto de la
reconciliación y de la misericordia. Sería deseable que los salmos sean cantados.
LA AYUDA DE DIOS CONSISTE
EN HACERNOS COMPRENDER SU
PRESENCIA Y SU CERCANÍA.
Salmos propuestos por el Papa Francisco:
25, 50, 103, 136, 146-147.
10
LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA
El Año Santo puede ser también la oportunidad para darle más valor a la adoración
eucarística en la comunidad, implorando el perdón y la paz ante la presencia sacramental
del Señor. Este momento, respetando su carácter, es decir, el de un silencio adorante,
puede estar acompañado, por momentos, de la proclamación simple de algunos pasajes de
la Escritura, en los cuales aparece el tema de la misericordia, o de algunos comentarios de
los Padres.
LA PIEDAD POPULAR
El beato Pablo VI, en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, haciendo
referencia a la piedad popular, dice:
Refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer.
Hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de
manifestar la fe. Comporta un hondo sentido de los atributos profundos de
Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante.
Engendra actitudes interiores que raramente pueden observarse en el
mismo grado en quienes no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la
cruz en la vida cotidiana, desapego, aceptación de los demás, devoción
(Evangelii Nuntiandi 48).
En este tiempo de gracia, será útil recurrir al Directorio sobre Piedad Popular y
Liturgia, publicado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los
Sacramentos, que recoge una gran variedad de formas expresivas de la religiosidad popular,
en acuerdo con el año litúrgico.
Durante la Exposición, se recomienda que las
oraciones, cantos y lecturas dispongan a los fieles de
tal modo que en oración, orienten su piedad a Nuestro
Señor Jesucristo. (De sacra communione, 95)
La Piedad popular, hace capaz de
generosidad y sacrificio hasta el heroísmo,
cuando se trata de manifestar la fe.
11
LA PEREGRINACIÓN
La peregrinación es uno de los signos peculiares del Año Santo porque es imagen del
camino que toda persona sigue en su existencia.
Llegar a la Puerta Santa, será un signo del hecho de que también la misericordia es
una meta por alcanzar y requiere compromiso y sacrificio. La peregrinación, entonces, sea
un estímulo para la conversión: atravesando la Puerta Santa nos dejaremos abrazar por la
misericordia de Dios y nos comprometeremos a ser misericordiosos con los demás como el
Padre lo es con nosotros (Misericordiae vultus 14)
En cada Diócesis será conveniente, por tanto, identificar metas de peregrinación,
como la iglesia catedral, los santuarios u otros lugares de culto especialmente gratos a la
piedad cristiana del pueblo y donde el obispo haya previsto la apertura de la Puerta de la
Misericordia.
Se recomienda hacer parte del camino a pie, como para dignificar el sacrificio y el
compromiso necesarios para la conversión y para degustar con mayor exultación el logro
de la meta: Cristo, Nuestro Señor. La peregrinación puede estar acompañada por la
meditación de la Palabra de Dios y el canto de los salmos de la misericordia que aparecen
en el subsidio “Los salmos de la misericordia”. Se sabe que la peregrinación es uno de los
momentos más favorables en los que el pueblo de Dios se acerca a la celebración del
sacramento de la reconciliación.
La peregrinación sea un estímulo para la conversión personal.
Lugares designados para ganar la indulgencia
plenaria en nuestra Diócesis de Tlaxcala son:
La iglesia Catedral en Tlaxcala, la Basílica de la
Misericordia en Apizaco, la Basílica de la Caridad en
Huamantla, la parroquia de Santa Inés Zacatelco, la
parroquia de San Pablo del Monte y la parroquia de
San Antonio de Padua en Calpulalpan.
12
Además, no debe faltar un buen número de confesores que, voluntariamente, estén
dispuestos a acoger a los penitentes, conscientes del importante ministerio de absolver los
pecados y hacerse instrumentos de la misericordia del Todopoderoso, de la cual son
dispensadores.
El Jubileo comporta también el don de la indulgencia. Es importante recordar al pueblo
de Dios cómo puede experimentar la santidad de la Iglesia, con las debidas disposiciones, la cual
participa de todos los beneficios de la redención de Cristo, a fin de que el perdón sea otorgado
hasta las últimas consecuencias a las que llega el amor de Dios.
LA VENERACIÓN A CRISTO CRUCIFICADO
En el Triduo Pascual, el Viernes Santo, dedicado a celebrar la Pasión del Señor, es el día
por excelencia de la “Adoración de la santa Cruz”. Sin embargo, la piedad popular anticipa la
veneración cultual de la cruz, verdadero ícono de la misericordia del Padre y punto especial de
referencia en este Año Santo. A lo largo de todo el tiempo de la Cuaresma, de hecho, el viernes,
que según la antiquísima tradición de la Iglesia es el día conmemorativo de la Pasión de Cristo.
PEREGRINACIÓN MOMENTO
FAVORABLE
PARA QUE EL
PUEBLO DE DIOS
SE ACERQUE A LA
CELEBRACIÓN
DEL
SACRAMENTO DE
LA
RECONCILIACIÓN
En este Año Santo, se recomienda de acuerdo a los tiempos Litúrgicos,
algunas celebraciones en donde se proclamen pasajes referidos a la
narración de la Pasión del Señor, así como, el hecho de que no falten
cantos y oraciones, la procesión y la bendición con la Cruz.
13
VIACRUCIS
En este Año Jubilar el ejercicio piadoso del Viacrucis, expresión popular del amor del
Padre, que se revela en el sacrificio del Hijo por amor a la Humanidad. En el ejercicio piadoso del
Viacrucis, confluyen diversas expresiones características de la espiritualidad cristiana: la
concepción de la vida como camino o peregrinación; como paso, a través del misterio de la Cruz,
del exilio en la tierra a la patria en el cielo; el deseo de conformarse profundamente a la Pasión
de Cristo; las exigencias del seguimiento de Cristo, según la cual el discípulo debe caminar tras el
Maestro llevando a diario su propia cruz (Lc 9,23).
DEVOCIÓN A LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARIA
También en este Año Santo se dirigirá de manera especial el pensamiento a la Madre de
la Misericordia. El Santo Padre Francisco, además de las celebraciones propias del año litúrgico,
ha querido dedicar a la dimensión mariana del Año Santo el sábado 8 de octubre y 9 de octubre,
inspirado por la memoria de la Bienaventurada Virgen María del Rosario.
El Rosario de la Bienaventurada Virgen María, es un modo sencillo y directo en que la
Tradición y la piedad popular nos han entregado para invocar la misericordia de Dios a través de
la intercesión de la Virgen María. La recitación de la corona a menudo está acompañada por un
pasaje de la Escritura y por un comentario pertinente de las obras de los Padres o de los autores
espirituales. Es oportuno que la elección de los pasajes que acompañen ésta corona, sean
inspirados por aquellos fragmentos que muestren el rostro materno de aquella que fue la
primera en experimentar la misericordia del Padre que “ha mirado la humildad de su esclava”.
Es preciso poner atención para escoger las lecturas bíblicas,
comentarios y signos que pueden acompañar este momento de
ejercicio piadoso.
El Rosario de la Bienaventurada Virgen María, es un modo
sencillo y directo en que la Tradición y la piedad popular
nos han entregado para invocar la misericordia de Dios.
14
Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración del Salve Regina, para
que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos
haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús
(Misericordiae vultus 24)
Tampoco ha de faltar el recurso a la intercesión de los santos a través de la recitación de
las letanías, en sus diversas formas. Sobre todo en las peregrinaciones,
La Iglesia vive la comunión de los santos. En la Eucaristía, esta comunión,
que es un don de Dios, actúa como unión espiritual que nos une a los
creyentes con los santos y beatos cuyo número es incalculable (Ap 7,4). Su
santidad viene en ayuda de nuestra fragilidad, y así la Madre Iglesia es
capaz con su oración y su vida de ir al encuentro de la debilidad de unos
con la santidad de otros (Misericordiae vultus 22).
En cuanto a la veneración a la Bienaventurada Virgen María de los Dolores, dada su
importancia pastoral y doctrinal, conviene que sea celebrada especialmente en la memoria
Lit´rugica de la Bienaventurada Virgen María de los Dolores el 15 de septiembre, pues asociada
admirablemente a la Pasión del Hijo y cercana a Él elevado en la cruz (Jn 19,25-27), María es la
primera en beneficiarse de la redención y de la misericordia del Todopoderoso, en el sacrificio
de Cristo, con su inmaculada concepción.
Además de las procesiones con la imagen de la Virgen de los Dolores, prevista
especialmente en el Tiempo de Cuaresma o en el Viernes Santo, hay otras manifestaciones de la
piedad popular que podrían ser promovidad en este Año Jubilar, como por ejemplo la hora de la
Dolorosa, llamada también El pésame.
Estos ejercicios de piedad no se deben limitar a expresar el sentimiento humano ante una
madre desolada, sino que, desde la fe en la Resurrección, deben ayudar a comprender la
grandeza del amor redentor de Cristo y la participación en el mismo de su Madre, para aprender
de ella a estar junto a las infinitas cruces de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
La veneración a la Virgen María de los dolores, no se deben
limitar a expresar el sentimiento humano ante una madre
desolada, sino que, desde la fe en la Resurrección, deben ayudar
a comprender la grandeza del amor redentor de Cristo
15
LA CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA
En conexión con la Octava de Pascua, en tiempos recientes y como consecuencia de los
mensajes de santa Faustina Kowalska, se ha difundido progresivamente una devoción particular
a la misericordia divina prodigada por Cristo muerto y resucitado, fuente del Espíritu que perdona
el pecado y restituye la alegría de la salvación. De esta devoción ha nacido la práctica de la
recitación de la Coronilla de la Divina Misericordia, que en este Año Jubilar podría ser promovida
y propuesta al pueblo de Dios.
El Santo Padre Francisco, el 3 de abril de 2016, Domingo de la Divina Misericordia, acogerá
a todos los fieles que en el variado mundo de la vida consagrada y de las asociaciones religiosas
hacen de la divina misericordia su programa de vida. Así pues, en este año, estamos llamados
junto al papa Francisco y a nuestras comunidades, a dirigir nuestra mirada y nuestra oración a
Dios. Así como escribe el Papa en Misericordiae vultus:
Nuestra plegaria se extiende también a tantos Santos y Beatos que hicieron de la
misericordia su misión de vida. En particular el pensamiento se dirige a la gran
apóstol de la misericordia santa Faustina Kowalska. Ella que fue llamada a entrar
en las profundidades de la divina misericordia, interceda por nosotros y nos
obtenga vivir y caminar siempre en el perdón de Dios y en la inquebrantable
confianza en su amor (Misericordiae vultus 24).
Sin embargo, para la Liturgia del “II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, debe
educarse a los fieles para comprender esta devoción a la luz de las celebraciones litúrgicas de
estos días de Pascua, pues es en este domingo que se expresa la acogida de lamisericordia del
Redentor del hombre. En efecto, “El Cristo pascual es la encarnación definitiva de la misericordia,
su signo viviente: histórico-salvífico y a la vez escatológico. En el mismo espíritu, la liturgia del
Tiempo Pascual pone en nuestros labios las palabras del salmo: ‘Cantaré eternamente las
misericordias del Señor’” (Sal 89(88),2)
La recitación de la Coronilla de la Divina
Misericordia, que en este Año Jubilar podría ser
promovida y propuesta al pueblo de Dios como un
caminar siempre en el perdón de Dios y en la
inquebrantable confianza en su amor, siempre a la
luz de la Liturgia Pascual.
16
PARTE II
SUBSIDIO LITÚRGICO SOBRE EL SACRAMENTO DE
LA PENITENCIA PARA EL AÑO DE LA
MISERICORDIA
Acércate a la confesión con corazón humilde y contrito,
y vívela con fe: te cambiará la vida
17
LA REALIDAD DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
“El perdón de los pecados cometidos es gratuito de parte de Dios,
y no depende en lo esencial de la satisfacción,
sino de la sinceridad de la conversión”
Los Cristianos por naturaleza somos pecadores, sin embargo estamos fortalecidos por la
gracia del Bautismo, que nos ha limpiado la mancha del pecad original y nos ha hecho hijos
de Dios, pero mismo así, no alcanzamos la perfección a la que deberíamos aspirar.
Los pecados graves rompen nuestra amistad con Dios y nuestra unidad con la
comunidad de los cristianos. Pero ¿cómo restablecer esta amistad?, desde siempre la
Iglesia Católica ha creído que el mismo Jesús dio a los apóstoles y a sus sucesores los
poderes necesarios para reconciliar a los hombres con Dios, es decir, en la tarde de la
primera Pascua en la que Jesús dijo a los Doce: “Reciban al Espíritu Santo. A los que les
perdonen los pecados les quedarán perdonados y, a los que no se los perdonen, les
quedarán sin perdonar” (Jn 20,22-23). Sin embargo, con el correr del tiempo, la manera de
cumplir este encargo de Jesús de perdonar los pecados ha sufrido varios cambios en la
Iglesia Católica.
Los cristianos de los primeros siglos compartían la creencia de que la Eucaristía
bastaba para perdonar los pecados leves, ya que esos pecados, a diferencia de los
mortales, no destruyen la amistad con Dios y con los hermanos. Con el paso del tiempo
hallaron un procedimiento para reconciliar a los creyentes que fueran culpables de pecados
graves como la apostasía, la idolatría, el asesinato y el adulterio. Los culpables de estas
escandalosas ofensas públicas, debían confesarse ante el obispo y quedarse en penitencia
hasta que se juzgara conveniente darles la absolución y quedaban fuera de la vida
comunitaria, incluso podría prologarse esta penitencia durante siete años. Esto se realizaba
una vez durante toda la vida, puesto que las penitencias impuestas eran muy severas, tales
como ayunos rigurosos, distribución de limosnas, oraciones, obras buenas y aún la
continencia para toda la vida.
18
Los cambios se produjeron a raíz de las costumbres de los monjes Irlandeses (siglo
VIII), quienes inculcaban a los fieles confesaran sus pecados, tanto los públicos como los
secretos, en forma privada ante un sacerdote y que hicieran esa confesión con mayor
frecuencia, de esta forma, el penitente quedaba reconciliado inmediatamente con la Iglesia,
sin tener que esperar meses o años para que se le volviera aceptar en la comunidad. Estos
monjes también propusieron la idea de la confesión devocional, o sea la confesión de los
pecados veniales o faltas leves que no rompen las relaciones con Dios y con la Iglesia.
Hasta hace pocos años, la forma de la confesión se conservó más o menos igual a
como era en la Edad Media. El penitente hacía un examen de conciencia, se arrepentía de
sus pecados, los confesaba al sacerdote, recibía la absolución y cumplía con los actos de
penitencia que le impusiera el confesor. Sin embargo, actualmente se puede dar testimonio
de la disminución considerable de confesiones, ¿Cuáles son las causas?, pueden ser
varias, entre ellas, el hecho de que algunos católicos consideren que algunos actos, como
la masturbación, el control de la natalidad, vivir en unión libre, faltar a misa algún domingo...,
ya no son pecados graves ni asuntos de la confesión; otros pensaran que la dedicación a
mejorar los niveles de vida de los pobres, luchar con el racismo o en favor de la paz, son
cuestiones más importantes que la confesión de las faltas personales. Sea cual fuese la
explicación, lo cierto es que el Sacramento de la Penitencia ya no ocupa un lugar central
en la vida espiritual de los católicos de hoy, para millones de católicos la confesión se ha
convertido en una práctica marginal y ha sido olvidada, incluso, entre los sacerdotes,
religiosos y religiosas; muchos jóvenes no lo celebran casi nunca. Son muchos los católicos
que comulgan, pero no se confiesan y los que se confiesan parece que no tienen de qué
acusarse. (Actualidad Litúrgica, 41)
Los confesionarios están vacíos. En la experiencia de muchos fieles y sacerdotes,
la práctica de la confesión es muy olvidada, difícil, frustrante, pues resulta muchas veces
mecánica y esquematizada, de igual forma resulta rutinario, en donde mucha gente se
confiesa más por costumbre y por escrúpulo, que por el deseo de encontrarse con la
Misericordia de Dios.
19
El declive de la práctica de la “confesión” es uno de los hechos que han modificado
profundamente a la Iglesia en los últimos años, realmente esto es una cuestión muy
compleja, puesto que se obedece a movimientos profundos y de larga duración en la
disposición afectiva y mental de la gente, al no tener bien formada y clara la “conciencia”.
Sin embargo esta crisis sobre la práctica del Sacramento de la Penitencia, también puede
ser positiva y saludable, pues en el fondo de todo, nace del rechazo de un formalismo
excesivo en la forma de recibir y administrar el sacramento de la Penitencia. Esta crisis es
una “prueba” y una “llamada” a purificar maneras y comportamientos que perjudican la
celebración de dicho Sacramento, así como una invitación al crecimiento de la vida teologal
en el seno de las comunidades católicas, pues sin esta vida teologal no hay posibilidad de
una renovación y revitalización de la práctica sacramental. (Actualidad Litúrgica 230)
Es importante hacer notar que la confesión no es realizada en el secreto del corazón
del penitente, ni tampoco a un seglar como amigo y defensor, tampoco a un representante
de la autoridad humana, sino a un Sacerdote debidamente ordenado con la jurisdicción
requerida y con el poder de perdonar pecados. Ahora bien, la penitencia no es una mera
invención humana inventada por la Iglesia para asegurar su poder sobre las conciencias o
para aliviar la tensión emocional de las almas atribuladas; es el medio ordinario establecido
por Cristo para el perdón de los pecados. El hombre es sin duda, libre de obedecer o
desobedecer, pero una vez que ha pecado, debe buscar el perdón, no bajo condiciones de
su propia elección sino sobre aquellos que Dios ha determinado, y estas condiciones para
el cristiano son las determinadas en el Sacramento de la Penitencia.
El santo Juan Pablo II, en la Exhortación apostólica Reconciliatio et paenitentia
(Reconciliación y penitencia), señalaba la pérdida del sentido del pecado como una de las
causas principales de la crisis del Sacramento de la Penitencia. La pérdida del sentido del
pecado ha sido provocada, entre otras causas, por el trasfondo de la cultura moderna
(fermentos de ateísmo, secularismo, ciertos equívocos de las ciencias humanas y ética del
relativismo) y por algunas tendencias en la doctrina y en la vida de la Iglesia (confusionismo
en la exposición de cuestiones graves de la moral cristina, y defectos y abusos en la práctica
de la penitencia sacramental. (Actualidad Litúrgica 230)
20
Por lo tanto, más que un problema del Sacramento de la Penitencia hay que hablar
de un gravísimo problema de la formación moral del Cristiano, sobre todo porque el ser
humano siempre está buscando conceptos mágicos del pecado e incluso se excusa
diciendo que es el otro el que siempre tiene la culpa.
1.- REALIDAD Y NATURALEZA DEL PECADO
En la Sagrada Escritura encontraremos constantemente las causas y efectos del
pecado. Uno de los primeros relatos encontrados en ella es el que narra la caída en el AT
donde se encuentra una enseñanza de extraordinaria riqueza, pues “el pecado de Adán es
ante todo una desobediencia a Dios en su aspecto externo, pero en el fondo de su corazón
en una rebeldía con respecto a Dios, a quien quiere suplantar, desea ponerse en lugar de
Dios, para decidir entre el bien y el mal”, de igual forma desconfía de Él (Abad & Garrido,
2007), así, se puede decir que el pecado primero corrompe el corazón y después provoca
el gesto del hombre.
El capítulo 3 del libro del Génesis, nos muestra como el pecado marca los orígenes
de la historia de la humanidad y este pecado es esencialmente una realidad religiosa que
tienen que ver con la relación de la persona con Dios en cuanto a una repulsa y ofensa a
Dios, tanto como Creador y como Salvador. Este repulsa se puede describir como la actitud
de una persona que no desea verse determinada en su existencia por su relación con Dios
como su creador, como su Salvador, como el amor que lo invita a la comunión de amistad
con El y con los demás hombres, es decir, un rechazo del amor de Dios que le dio la
existencia y lo mantiene en ella y le concede su amistad.
En el AT el llamado a la conversión es muy común en la predicación de los profetas,
quienes denuncian el pecado de los regidores del pueblo de Dios y del mismo pueblo,
principalmente en los libros proféticos en donde se hace referencia más o menos directa al
Decálogo y posteriormente se ve multiplicado en el libro sapiencial. Así, el pecado viene a
ser una realidad sumamente concreta como consecuencia del abandono de Dios:
violencias, rapiñas, juicios inicuos, homicidios, mentiras, adulterios, perjurios, usuras,
derechos atropellados, multitud de desórdenes sociales. Los profetas anuncian con energía
que Dios abomina de su culto, por muy espléndido que sea, pues no va acompañado del
ejercicio de la justicia y del respeto a los demás hombres. Por lo tanto el pecado no sólo
hiere a Dios, sino también a aquellos a quienes Dios ama. (Abad & Garrido, 2007).
21
El pecado, en un sentido de repulsa a la fidelidad de la Alianza de Dios, es
considerado como un “No” del hombre al proyecto y a la llamada Divina. La fidelidad a la
Alianza es amor a Dios y amor a los demás hombres, compromiso con la construcción al
reino de la verdad, justicia, amor y paz, todo esto prometido por Dios a los hombres.
2.- DIFERENTES NOMBRES DE ESTE SACRAMENTO
Sacramento de la Penitencia: “porque consagra un proceso personal y eclesial de
conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador” (Catecismo
de la Iglesia Católica 1423)
Sacramento de conversión: “porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la
conversión, la vuelta al Padre del que el hombre se había alejado por el pecado” (Catecismo
de la Iglesia Católica 1423).
Sacramento de la confesión: “porque la declaración o manifestación, la confesión de los
pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento. En un sentido
profundo es también una confesión por el reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios
y de su misericordia para con el hombre pecador”.
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Sacramento del perdón: “porque por la absolución sacramental del sacerdote, Dios
concede al penitente ‘el perdón y la paz’
Sacramento de Reconciliación: “porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia:
“Dejaos reconciliar con Dios” [2 Co 5,20]. (Catecismo de la Iglesia Católica 1424).
2.- Sacramento de la Penitencia, en la Biblia, Tradición y Magisterio
“Reciban el Espíritu Santo, a quienes les perdonen los pecados les quedan perdonados;
a quienes se los retengan, les quedan retenidos.” (Jn 20-23)
“Se denomina sacramento de la Penitencia porque consagra un proceso personal y
eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador”
(Catecismo de la Iglesia Católica, 1423) Este Sacramento es de la Nueva Ley, instituido por
Cristo, “en favor de todos los miembros pecadores de la Iglesia, ante todo para los que,
después del Bautismo, hayan caído en el pecado grave y así hayan perdido la gracia
bautismal y lesionado la comunión eclesial” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1446), por lo
tanto es a través de este Sacramento que se otorga el perdón de los pecados cometidos
después del Bautismo por medio de la absolución del Sacerdote a aquellos que con
verdadero arrepentimiento confiesan sus pecados y prometen dar satisfacción por los
mismos.
Es llamado un ‘Sacramento’ porque es un medio por el cual se imparte gracia al
alma, de tal forma que quienes se “acercan al Sacramento de la Penitencia obtienen de la
misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se
reconcilian con la Iglesia” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1422). Como signo interno,
imparte gracia al alma, y como signo externo comprende las acciones del penitente al
presentarse al sacerdote y acusarse de sus pecados y las acciones del sacerdote al
pronunciar la absolución e imponer la satisfacción”. La Gracia conferida es la liberación de
la culpa del pecado y en el caso del pecado mortal, del castigo eterno. (Enciclopedia
Católica).
23
En el Antiguo Testamento, principalmente en el libro del Levítico, se encuentra la
doble orientación penitencial:
a) Cúltica - Ritual: donde el dolor es provocado por las desgracias - sobre todo populares
- que se manifestaban a través de aparatosos llantos, oraciones colectivas y tal vez
con alguna liturgia penitencia, donde hombres y mujeres ayunan y se cubren de saco
y ceniza.
b) Confesión pública de los pecados: clamando a Dios por el perdón.
Los detalles del ritual de la expiación de los pecados están en este mismo libro del
Levítico en el cap. 16, donde se resalta la necesidad de un día completo de descanso,
penitencia y ayuno. Esto implicaba una asamblea en el templo y sacrificios particulares
haciendo expiación por el santuario, sacerdotes y por el pueblo.
En este capítulo se relatan dos ceremonias diferentes:
1. Por su espíritu y por su origen: El sumo Sacerdote ofrece un toro en sacrificio por su
pecado y por el de su casa, es decir por los sacerdotes, penetra detrás del velo que
cierra el santo de los Santos, inciensa el propiciatorio y lo rocía con sangre de toro.
De igual forma, ofrece otro macho cabrío por el pecado del pueblo; también lleva la
sangre detrás del velo y rocía el propiciatorio.
En este ritual levítico, se reconocen las ideas de pureza
y valor expiatorio de la sangre.
2. Se añade otro rito particular, el cual depende de otras concepciones; la comunidad ofrece
dos machos cabríos que se echan a la suerte, uno para Yahvé y el otro para Azazel.
El primero es para el Sacrificio por el pecado del pueblo y el segundo se coloca
delante de Yahvé, el sumo sacerdote pone las manos sobre la cabeza del animal y lo
carga de todas las faltas voluntarias o no, y luego él mismo conduce al animal al
desierto, así este se lleva consigo los pecados del pueblo.
Otras citas que hablan de la penitencia en el Antiguo Testamento son:
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Ex 34 6-7 Dios es el único que puede perdonar y restablecer los lazos que el pecado
ha roto.
Jos 7,16-26 La excomunión penitencial.
Jer 18,11; 25,5s. Volved del mal camino y enmendad las obras.
Ez 18,30 ss Arrepentirse y apartarse de todas las iniquidades.
Joel 2,12s Invitación al arrepentimiento.
En el Nuevo Testamento el término de penitencia aparece principalmente en los
Sinópticos, en los Hechos de los apóstoles y en el Apocalipsis. En las Cartas de San Pablo,
aparece como un cambio íntimo de pensamiento, es decir, de mentalidad, volviéndose
sinceramente a Dios y acomodando, con verdadera sinceridad, su conducta práctica a la
nueva orientación de cara a Dios.
El Nuevo Testamento abre con el grito del Bautista: “Cambiad vuestros
pensamientos y vuestros afectos, porque ha llegado el Reino de los Cielos”, se trata de un
cambo total de vida, puesto que Dios se acerca para perdonar y salvar. Así los frutos de la
penitencia en el Nuevo Testamento no serán de obras de mortificación sino más bien en
tener una vida plena de justicia y equidad, de unión y obediencia a la voluntad divina. Jesús,
también invita al arrepentimiento y a creer en el Evangelio (Mc 1,15; Mt 4,17), en donde
Dios irrumpe en la historia, exigiendo al hombre un cambio radical en su manera de pensar,
sentir y obrar, rompiendo definitivamente con su pasado pecaminoso. De igual forma, la
enseñanza de Jesús sobre la penitencia está justificada con imágenes de gran realismo,
como la parábola de la oveja perdida (Lc 15,3-7), la del fariseo y el publicano (Lc 18,9-14)
y sobre todo la del hijo pródigo (Lc 15,11-32).
Los Evangelios no sólo presentan a Jesús como el mediador de la reconciliación de
los pecadores con el Padre, sino como aquel que sale al encuentro de los pecadores y
como ministro del Perdón; esto lo podemos encontrar en los casos de la mujer samaritana
(Jn 4,6-42), del paralítico (Lc 5,17-26), de la mujer pecadora (Lc 7,36-50), de la mujer
sorprendida en adulterio (Jn 8,1-11), de Zaqueo (Lc 19,1-10) y del buen ladrón (Lc 23,30-
43).
25
Jesús instituyó el Bautismo para la remisión de los pecados y la pertenencia a su
Iglesia. Lleva implícitamente la indicación de que se perdona el pecado original, al ser
administrado también a los que no tienen aún capacidad de pecados personales, como los
niños, para los cuales no se excluye el su bautismo el perdón de los pecados.
Ya en los Hechos de los apóstoles, San Pedro, menciona la necesidad de recibir el
Bautismo con sentimientos de arrepentimiento, a fin de obtener la remisión de los pecados
y el don del Espíritu Santo (Act. 2,38-41). De igual forma, San Pablo profundiza y completa
la doctrina bautismal que resultaba de las enseñanzas del Salvador (Mc 10,38) y de la
práctica de la Iglesia (Rm 6,3).
Finalmente, en el texto de San Mateo 26,28 se afirma claramente que la eucaristía
es la sangre de la nueva Alianza “derramada para el perdón de los pecados”. Por lo mismo,
según lo expresado en el Nuevo Testamento sobre la Eucaristía, aunque no esté
relacionado directamente con el perdón de los pecados, ni supla el sacramento de la
Penitencia, en algunos casos puede perdonar los pecados graves y de ella dimana la gracia
del perdón, a través del Sacramento de la Penitencia.
La penitencia en el Concilio de Trento definió que con las palabras de Jn
20,22-23 Cristo instituyó el sacramento de la penitencia, así como los textos de san mateo
16,19 y 18,18, en donde Cristo confiere a los Apóstoles y de sus sucesores, la facultad y la
misión de perdonar los pecados mediante una sentencia o una acción visible o social, que
tiene valor delante de Dios en orden a la salvación. Según estos textos, se ve que es
esencial la doble potestad de absolver y no absolver, que con el desarrollo de la práctica
penitencial en la historia de la Iglesia, el hecho de “atar” y “desatar” significa
fundamentalmente la facultad de remitir y retener los pecados de los cristianos,
imponiéndoles condiciones y obligaciones que sean signo de su verdadera conversión y
conceder o negar el perdón de los pecados.
26
La doctrina de los doce Apóstoles o Didaché, manifiesta sobre la cuestión de los
pecados y de la confesión de los mismos, en donde amonesta a los bautizados para que
lloren por toda maldad (3,1), de igual forma menciona que los pecados cotidianos pueden
ser perdonados por la oración (por eso deben rezar tres veces al día el Padrenuestro y pedir
a Dios en la quinta petición por el perdón de los pecados), también, a través del ayuno, la
limosna y la confesión de esos pecados (4,14; 7,4; 14,1). Por otro lado, presenta que la
confesión de los pecados debe hacerse en las asambleas Litúrgicas, pero no se sabe cómo
se hacía esta confesión. Además, toma en cuenta la penitencia por los pecados graves que
excluyen de la celebración de la Eucaristía (10,6; 14,1).
San Ignacio de Antioquía habla en primer lugar de pecados como la impureza, el
odio, las contiendas e iras y otras faltas de amor; después se refiere a los que hacen
penitencia y vuelven a la Iglesia. Todos los hermanos han de orar por el hermano pecador.
Por otro lado, expresa que el obispo tiene la misión de advertir, enseñar y reprender, puede
castigar y excomulgar sobre todo a los herejes y cismáticos. La paz con el Obispo y su
perdón garantizan el perdón de Dios y la paz con El. El perdón de la Iglesia y del obispo es
causa del perdón de Dios.
San Policarpo de Esmirna se asemeja a la misma doctrina y práctica de San Ignacio
de Antioquía.
San Clemente Romano (siglo I), en primer lugar afirma que la Iglesia entera participa
en la superación de los pecados de sus miembros (2, 4-6; 56,1), sobre todo con la oración
y la corrección; luego, de manera concreta con la determinación del obispo o de los
presbíteros. El considera al mismo nivel los medios de la corrección de la Iglesia y los de
Dios. Exige primeramente la conversión. Por lo tanto se ha de reparar el pecado con la
penitencia que determinen los responsables de la comunidad, posteriormente serán
reconciliados con la Iglesia y tendrán parte en su esperanza.
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Tertuliano (año 203), es el primer autor que presenta una imagen clara de los
métodos penitenciales de la Iglesia antigua y además nos hace saber que tales métodos,
cuyas partes esenciales existen desde tiempos apostólicos, han tomado ya una forma fija.
El pecador debe reconciliarse con Dios mediante obras de penitencia. El presenta la
diferencia entre Bautismo y Penitencia, puesto que en el Bautismo, Dios perdona por
misericordia y en la Penitencia se le exige al sujeto obras de satisfacción. Así, la penitencia
no puede ser meramente interna, sino que se ha de manifiesta con hechos externos, esto
es conocido como exomologesis (confesión), en donde no sólo se hace confesión de
palabra, sino que se ha de manifestar también en hechos, tal como el ayuno riguroso,
lágrimas, oraciones de rodillas, petición para que los demás intercedan por el pecador. Él
subraya que la concesión del perdón por parte de la Iglesia es insustituible.
San Cipriano (258 d. C.) es un claro expositor de la conciencia de la Iglesia de haber
recibido d Cristo el poder de perdonar los pecados, combate así la herejía de Novaciano,
quien negaba que había perdón de los pecados para los lapsi (renegaban su fe). Expresa
claramente que quienes han pecado luego después de haber recibido el Bautismo pueden
volver a obtener el perdón cualquiera que sea el pecado, además de dar testimonio claro
de confesar el pecado mientras haya tiempo y mientras esta confesión pueda ser recibida
por la Iglesia.
Durante los siglos IV y V, abundan los testimonios sobre la penitencia, tanto Papas,
Padres de la Iglesia, Concilios, sínodos, escritores eclesiásticos, etc. Así los pecados
graves han de someterse a la penitencia pública, ésta se concede una sola vez en la vida
y se desarrolla según el siguiente esquema:
I. Confesión de los pecados al obispo o sacerdote,
II. Entrada oficial en el grupo de los penitentes,
III. Periodo penitencial y
IV. Reconciliación oficial con la Iglesia.
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La penitencia en los siglos VI-XIII, pasa por diversas etapas. Una de ellas es la
penitencia reiterable, en donde “los hombres hacen penitencia de sus pecados, no
conforme a los cánones, sino que repugnantemente, cuantas veces quieren pecar; otras
tantas piden ser reconciliados por el presbítero” ésta práctica los padres Conciliares
reprueban con energía y se pide que se dé la penitencia según la norma canónica de los
antiguos. Con este tipo de penitencia se introdujo la práctica de la absolución y la
“penitencia”.
Otra etapa es la penitencia “tarifada” o reglada, puesto que el confesor imponía al
penitente las penitencias que prescribían los penitenciales, que eran una especie de
manuales para confesores, donde cada pecado tenía asignada una “tarifa” penitencial.
La tercera etapa, es la obligación de confesar, que surge como consecuencia de la
penitencia “tarifada” de tal forma que mana la obligación de confesarse al menos una vez
al año y siempre que, existiendo conciencia de pecado grave, hubiese que recibir la
comunión eucarística. (Abad & Garrido, 2007).
3.- La Celebración del Sacramento de la Penitencia
“La penitencia ha de conducir a que el pecador
deshaga la obra del pecado
y rehaga la obra de la gracia”
Ante el reto actual de una Crisis real de la práctica del Sacramento de la Penitencia,
crisis que sin duda alguna, tiene raíces varia: una práctica a menudo deficiente durante
muchos años de este sacramento, que ha causado numerosas y a veces profundas alergias
en muchos cristianos a ya no celebrarla. De igual forma, la realidad tan compleja y equívoca
de nuestra sociedad y mundo actual a consecuencia de la secularización, la pérdida de
sentido de pecado (tal vez más el cambio en juicio moral sobre algunos aspectos del
comportamiento humano), así como a la deficiente pedagogía, catequesis y celebración del
mismo Sacramento.
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Por lo tanto, es urgente, revitalizar la celebración de este Sacramento,
considerando en primer lugar lo que los Santos Padres han insistido mucho: la práctica de
este Sacramento de nada servirá, sino es una expresión sincera de la conversión del
corazón y renuncia del pecado. Por ejemplo, San León Magno, declara que no basta
practicar la abstinencia de los alimentos, si al mismo tiempo no se alimenta la fortaleza del
espíritu y en cuanto a la carne no sólo negar a sí mismo la saciedad corporal, sino someter
lo más íntimo del corazón a un severo examen para ver si no quedó pegada alguna
discordia y codicia. Junto con el ayuno, es necesario que la castidad expele muy lejos la
incontinencia y que la luz de la verdad disipe las tinieblas de la simulación, además que se
ablande la soberbia, se enmiende la cólera, se achaten los dardos de la maldad, se refrene
la difamación de la lengua, cesen las venganzas y se olviden las injurias. También San
Agustín, recuerda que la limosna sólo será auténtica si la ayuda material va unida al perdón
de las ofensas.
De esta forma, en la celebración de este Sacramento se ha de insistir en la
estructura dialogal, como signo de encuentro interpersonal del hijo arrepentido y el padre
perdonador. Este diálogo de arrepentimiento y contrición, de acogida y curación, exige la
mejor receptividad y la mayor sinceridad y debe situarse en un contexto familiar y
comunitario que respeta al máximo la intimidad padre-hijo pero da a la espera, al
reencuentro y a la reparación, tiene que ser en un contexto festivo y solidario, signo de las
realidades futuras de una vida donde todo será “comunión y fiesta” (Catecismo de la Iglesia
Católica 1136).
EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
es una expresión sincera de la
conversión del corazón
y renuncia del pecado.
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Así, se puede expresar que Celebrar el Sacramento es:
 Creer que Dios te acoge, te escucha, te ilumina, te perdona, te cura, te da un corazón
nuevo.
 Participar de la victoria de Cristo en la cruz contra el mal y el pecado.
 Ser sincero para preparar tu futuro como hijo de Dios e hijo de la Iglesia. Aceptar el
diálogo con el sacerdote para buscar las causas profundas de tus acciones o de tus
omisiones.
 Preguntarte cuál es tu responsabilidad, cuál es tu misión entre los demás, en la Iglesia y
en el mundo actual.
 Recuerda que es el Espíritu Santo, el Espíritu de Amor, quien te conducirá en este
proceso: es importante que vayas con sencillez y con el deseo de encontrarte con el
Padre que te espera; márcate a ti mismo con el signo de la Cruz, para que tus
pensamientos, sentimientos y acciones estén en las manos de Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo.
 En el Sacerdote tienes que ver no sólo el instrumento del perdón de Dios, sino también
el signo visible de la comunidad que has perjudicado con tu pecado.
 No se trata de hacer un examen de conciencia inquietante, sino de decir sobre todo lo
que te paraliza para avanzar en el camino cristiano y te encierra en ti mismo.
 Puedes decir, el acto de contrición o una oración de confianza para grabar en tu interior,
el reconocimiento de tu pecado y tu voluntad de cambiar.
 Acoge la absolución como el paso de Dios que perdona y toma tu pobre historia para
hacer de ella una historia santa.
 Al término de la confesión, vive intensamente la unión con Dios para que cambies lo que
hay que cambiar y da gracias a Jesús por el perdón que te ha regalado. (Actualidad
Litúrgica 158)
¿Cómo puedes llegar a lo anterior?
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Ahora bien, el nuevo Ritual indica que el Sacramento se administre en el lugar y en
la sede establecida por el derecho, según el código vigente, es decir, “el lugar propio para
oír confesiones es una iglesia u oratorio.
Sobre el tiempo de la celebración, el Ritual establece como norma general que la
reconciliación de los penitentes pueda celebrarse en cualquier día y hora. Por lo que es
aconsejable que los fieles conozcan los días y horas en que el sacerdote está disponible
para atenderles en ese ministerio.
El Ritual, también recuerda que la Cuaresma es un tiempo especialmente apropiado
para la celebración de este Sacramento, que puede ir precedido de celebraciones
penitenciales que ayudan a lograr un conocimiento y unas disposiciones internas mejores
para reconciliarse con Dios y con los hermanos, a la vez que se acentúa el carácter eclesial
y comunitario.
En cuanto a las vestidura Litúrgicas, el ritual no prescribe ninguna especial, sino que
se observen las normas dadas por los ordinarios locales.
Respecto al modo de celebrar el sacramento de la reconciliación, el Ritual contempla
tres posibilidades:
1) Reconciliación de un solo penitente.
2) Reconciliación de varios penitentes con confesión y absolución individual, y
3) Reconciliación de varios penitentes con confesión y absolución general.
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1) RITO PARA RECONCILIAR UN SOLO PENITENTE (PREANOTANDAS DEL
SACRAMENTO):
Preparación del sacerdote y del penitente
15.- El sacerdote se debe preparar con la oración invocando al Espíritu Santo para recibir
su luz y caridad.
El penitente reflexione en su vida, guiándose por el ejemplo y mandamientos de Cristo, y
así pida perdón por sus pecados.
Acogida del penitente
16.- Esta acogida por parte del sacerdote es con caridad fraternal y con palabras de afecto.
En seguida al penitente hace el signo de la cruz, al mismo tiempo puede hacerlo el
sacerdote, quien con una breve formula lo invita a la confianza en Dios.
Si el penitente es desconocido es importante dar a conocer cuando fue su última confesión
y sus dificultades para llevar una vida cristiana. Así el confesor ejercerá mejor su misterio.
Lectura de la Palabra de Dios
17.- Si al sacerdote le parece oportuno lee el o el penitente un texto de la Sagrada Escritura,
o bien como preparación al Sacramento. Así el cristiano es iluminado en el conocimiento
de sus pecados y llamado a la conversión y confianza en la misericordia de Dios.
Confesión de los pecados y aceptación de la Satisfacción
18.- El penitente confiesa sus pecados. Si es necesario el sacerdote le ayudará a hacer una
confesión integra y lo invitará a que se arrepienta. Le ofrecerá oportunos consejos y le
instruirá en los deberes de la vida cristiana.
En seguida el sacerdote impone una satisfacción de acuerdo a la gravedad y naturaleza de
los pecados. Es oportuno que sea por medio de la oración, de la abnegación, sobretodo el
servicio al prójimo.
Oración del penitente y absolución del sacerdote
19.- El penitente dice una oración con la cual muestra su contrición y propósito de una vida
nueva, dicha oración estará compuesta con palabras de la Sagrada Escritura.
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Al terminar el sacerdote impone las dos manos o al menos la mano derecha y dice
la absolución cuya parte esencial es: YO TE ABSUELVO DE TUS PECADOS, EN EL
NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO. Hace la señal de la cruz
sobre el penitente al final de estas palabras.
La reconciliación del penitente tiene origen en la misericordia de Dios Padre, donde
interviene el Espíritu Santo y otorga el perdón por el ministerio de la Iglesia.
Acción de gracias y despedida del penitente
20.- Al recibir el perdón de los pecados, el penitente proclama la misericordia de Dios y da
gracias con una aclamación de la Sagrada Escritura y el sacerdote lo despide en la paz del
Señor. El penitente debe manifestar su conversión reformando su vida conforme al
Evangelio.
Rito breve
21.- El sacerdote según la necesidad pastoral puede omitir algunas partes del rito, en
cambio ha de mantenerse íntegramente: la confesión de los pecados y la aceptación de la
satisfacción, la invitación a la contrición, la fórmula de la absolución y la fórmula de
despedida. En peligro de muerte, es suficiente que el sacerdote diga las palabras
esenciales de la fórmula de la absolución: YO TE ABSUELVO DE TUS PECADOS, EN EL
NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO.
2) RITO PARA RECONCILIAR A VARIOS PENITENTES CON CONFESIÓN Y
ABSOLUCIÓN INDIVIDUAL
22.- Cuando son muchos penitentes, es conveniente que se preparen con la celebración
de la Palabra de Dios. De este modo se manifiesta la naturaleza eclesial, pues juntos oyen
la Palabra de Dios, proclaman la misericordia divina, y se ayudan con la oración. Pueden
participar aun aquellos que recibirán el sacramento en otro momento.
Es oportuno que haya varios sacerdotes para la administración de este sacramento.
Después de confesarse cada uno y recibir la absolución, alaban a Dios.
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Ritos iniciales
23.- Ya reunidos los penitentes se canta un canto adecuado, en seguida el sacerdote saluda
y él mismo o un ministro dicen unas palabras con las cuales introducen a la celebración, da
indicaciones del orden que se va a seguir y los invita a orar, después dice la oración.
24.- Conviene que se inicie con la lectura de la Palabra, puede elegirse una o más lecturas,
si son varias se debe intercalar un salmo, si solo es una, será del Evangelio.
Elíjanse principalmente lecturas por las cuales:
a) Que Dios llame a la conversión y asemejarse con Cristo.
b) Que trate de la reconciliación por la muerte y resurrección de Cristo, como don del
Espíritu Santo.
c) Que manifieste el juicio de Dios sobre el bien y el mal, así ayude a iluminar y a examinar
la conciencia.
25.- La homilía ayuda a los penitentes al examen de conciencia, a la conversión del pecado
y a la conversión a Dios, ya que se basa en el texto de la Escritura. Se le debe recordar que
el pecado es una acción contra Dios, la comunidad, el prójimo y contra el mismo pecador.
Puntos que se deben poner en relieve
a) Que la misericordia de Dios es mayor a nuestras culpas, por eso Dios nos llama una y
otra vez.
b) Que los actos individuales repercuten en el cuerpo de la Iglesia.
c) La satisfacción exige además de las obras penitenciales, el ejercicio del verdadero amor
a Dios y al prójimo.
26.- Al final de la homilía es necesario un tiempo de silencio para examinar la conciencia y
suscitar verdadera contrición.
El sacerdote o diácono pueden ayudar con fórmulas o una plegaria litánica, de acuerdo a
la condición y edad, esto puede sustituir la homilía; pero el punto de partida debe ser el
texto de la Sagrada Escritura que se ha leído.
35
Rito de la reconciliación
27.- El diácono u otro ministro invita a que se arrodillen.
Todos se arrodillan o inclinan y dicen la fórmula de confesión general; en seguida de pie
recitan una oración litánica o entonan un cantico adecuado. Al final se dice la oración
dominical que nunca debe omitirse.
28.- Después de la oración dominical, los sacerdotes escuchan las confesiones en el lugar
indicado, así los penitentes que se acercan a confesar sus pecados y al recibir la
satisfacción, son absueltos con la fórmula para reconciliar a un penitente.
29.- Al terminar de confesar a todos y cuando ya todos los sacerdotes estén en el
presbiterio, el sacerdote que preside invita a la acción de gracias con un salmo, un himno
o una plegaria litánica. Para finalizar el sacerdote concluye con una oración de alabanza a
Dios.
Despedida del pueblo
30.- El sacerdote bendice a los fieles y el diácono o él mismo despide a la asamblea.
3) RITO PARA RECONCILIAR A MUCHOS PENITENTES CON CONFESIÓN Y
ABSOLUCIÓN GENERAL
Disciplina de la absolución general
31.- Es la absolución general el único modo de reconciliación con Dios y con la Iglesia, sin
embargo alguna vez según las circunstancias puede ser impartida la absolución a varios
penitentes. Como en peligro de muerte, algún caso grave o si no hay suficientes confesores,
de lo contrario cuando son suficientes no puede darse.
32.- Corresponde al Obispo del lugar junto con los miembros de la Conferencia Episcopal,
decidir cuándo es lícito conferir la absolución sacramental colectiva, además los sacerdotes
darán a conocer al Obispo cuando se presenta esta necesidad.
36
33.- Los sacerdotes deberán instruir a los fieles acerca del valor de la absolución colectiva,
sobre las disposiciones y condiciones. Haciéndoles conscientes que para que sean
beneficiados con la absolución colectiva deberán estar dispuestos, que se arrepientan de
sus pecados, el propósito de no cometerlos más, reparar los escándalos y daños y a su
debido tiempo confesar los pecados graves.
34.- A quien ha recibido la absolución común y se le han perdonado pecados graves, antes
de recibir otra, debe acudir a la confesión oral, está obligado al menos una vez al año
confesar los pecados graves.
Rito de la absolución general
35.- El rito es el mismo solo cambian algunos puntos como:
a) En la homilía o después, se advierte a los fieles que para poder beneficiarse de la
absolución necesitan arrepentirse, enmendarse de sus pecados, reparar daños, propósito
de confesarse individualmente y que se propongan una satisfacción.
b) El diácono o ministro invitan a manifestar el deseo de recibir la absolución a través de
un signo externo como: inclinar la cabeza, arrodillarse o algún otro. Todos juntos dicen la
formula como “yo confieso”. Después se recita una plegaria litánica, se entona un cantico
penitencial y dicen o cantan la oración dominical.
c) En seguida el sacerdote invoca el Espíritu Santo al que pide la gracia para el perdón de
los pecados, proclama la victoria sobre el pecado por la muerte y la resurrección de Cristo
y se da la absolución a los penitentes.
d) El sacerdote para finalizar invita a la acción de gracias, bendice al pueblo y lo despide.
37
RECOMENDACIONES PRÁCTICAS PARA EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
(Actualidad Litúrgica 147,195)
¿Te quieres confesar…?
¡Te invitamos a celebrar la Fiesta del perdón y la misericordia!
Esta fiesta necesita de la disponibilidad de tu corazón, unos minutos antes, y unos
después de tu encuentro personal con Jesús; para darles gracias por su amor y su
misericordia. La absolución o retención del perdón de tus pecados, la recibirás a través del
sacerdote que es quien te acoge en nombre de Él y de su Iglesia.
TRES SON LOS PROTAGONISTAS DE ESTA CELEBRACIÓN:
+ EL MINISTRO: que es quien convoca y preside en nombre de Cristo y de la Iglesia.
+ LA COMUNIDAD: que es quien se congrega para pedir, recibir y dar gracias por el regalo
del perdón y la misericordia.
+ EL PENITENTE: que eres tú…, quien ha destinado este tiempo para re-encontrarse con
Dios y los hermanos.
ÉSTOS SERÁN LOS REQUISITOS PARA VIVIR LA FIESTA DEL PERDÓN:
1º ANTES DE CONFESARTE
Caer en la cuenta de tu(s) pecado(s).
Arrepentirte y sentir detestación por ellos…
Sentir la necesidad de pedir perdón.
Tener el firme propósito de ponerte en el camino de la conversión.
Y disponerte para confesar tu culpa y tu pecado.
38
2º EN EL CONFESIONARIO:
Declarar tu(s) pecado(s) sin temor y con la confianza de saber que es Dios quien te
escucha y orienta a través del sacerdote.
Expresar tu arrepentimiento y deseo de conversión.
Abrir tu corazón y tus oídos para escuchar y acoger con humildad los consejos y
orientaciones del sacerdote para la satisfacción completa del Sacramento.
Y esperar la absolución definitiva o retención temporal de la misma según la circunstancia
concreta de tu situación respecto de tu(s) pecado(s).
3º Y… DESPUÉS DE CONFESARTE:
Agradecer a Dios el perdón de tu(s) pecado(s); o en su defecto,
Pedir la gracia para ser absuelto en tu próxima confesión, una vez que delante de Dios,
y pidiendo su ayuda a través de la intercesión de la Iglesia, decidas poner remedio a la
situación concreta de tu pecado.
¡AHORA COMIENZA LA FIESTA!
¡TÓMATE ELTIEMPO SUFICIENTE Y DISPONTE A VIVIRLA EN COMUNIDAD!
39
TRES SERÁN LOS MOMENTOS DE ESTA CELEBRACIÓN PENITENCIAL:
EL PRIMERO, SERÁ UN MOMENTO DE ORACIÓN DEL MINISTRO Y LA COMUNIDAD...
1. Ya que nos cuesta trabajo reconocer nuestros pecados, pediremos por todos los que
somos pecadores y estamos necesitados de la misericordia de Dios. Al mismo tiempo,
que imploraremos su gracia por el sacerdote confesor, que es quien nos escuchará,
aconsejará y absolverá en nombre de Dios y de la Iglesia.
2.- Examinaremos nuestra historia personal, familiar y social a la luz de la Palabra de
Dios, escudriñando el interior de nuestro corazón y nuestra vida para caer en la cuenta de
nuestro(s) pecado(s). (EXAMEN ÍNTIMO DEL CORAZÓN).
EL SEGUNDO, SERÁ UN MOMENTO PERSONAL E ÍNTIMO DENTRO DEL
CONFESIONARIO en el que…
1.- Harás la acusación externa de tu(s) pecado(s), previo arrepentimiento y contrición, para
que confiando en la misericordia de Dios y abriendo tu corazón al ministro sagrado, recibas
la absolución o retención de tu(s) pecado(s).
2.- Y, acogerás con amor y humildad las indicaciones del sacerdote que a la luz de Dios y
su Palabra, juzgará conveniente lleves a cabo para saldar y sanar tu(s) pecado(s); o en su
defecto, repensar tu situación (durante el tiempo que tú consideres conveniente), sí
hubiese(n) quedado retenido(s).
EL TERCER MOMENTO, DE NO MENOR IMPORTANCIA QUE LOS ANTERIORES,
REQUERIRÁ TAMBIÉN DE LA ORACIÓN COMUNITARIA.
1.- Para expresarle a la comunidad la alegría y el agradecimiento por la oración hecha en
tu favor; además, de la necesidad de seguir orando por ti y tu situación, a fin de llevar acabo
tu deseo de conversión y reincorporación a la comunidad.
2.- Y darle gracias a Dios por el regalo de ser compasivo y misericordioso; aguardando el
Banquete de la Fiesta del Perdón y la Misericordia, que es la EUCARISTÍA.
40
Una confesión que sea eficaz, ¿qué requisitos debe tener?
Del libro “La Confesión, Sacramento de la Misericordia”, del Consejo Pontificio para
la Promoción de la Nueva Evangelización (ediciones San Pablo), se seleccionaron cinco
características que hacen único y eficaz el sacramento de la Reconciliación.
1) Debe formar la conciencia
El Sacramento de la Reconciliación tiene como presupuesto la necesaria formación de
la conciencia. La expresión indica una fe que se convierte en saber. Para el cristiano se
trata, sobre todo de comprender el significado de lo que sucede, sobre todo en la propia
vida, en una comprensión que actúa con Dios y a través de Él. La vida cristiana, se realiza
en el Espíritu Santo, por amor de Cristo, iluminada por su Palabra: para el creyente, el
conocimiento de sí y del mundo es, por tanto, una obra de discernimiento espiritual.
¿Cómo se forma la conciencia? Haciéndola caminar por un sendero que se adentra en la
verdad del hombre, aquel que es imagen de Dios. En esta óptica, el reconocimiento de los
propios pecados (cada pecado tiene una visión falsa de sí mismo) es solo una etapa en
este largo recorrido de sí mismo y de Dios. Un sendero difícil pero al mismo tiempo bello y
convincente. El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda que la conciencia está formada,
educada, recta y verdadera cuando está “en conformidad con el verdadero bien querido por
la sabiduría del Creador (CIC 1783), y esta educación “es un deber de toda la vida” (CIC
1784).
2) Debe educar en el sentido de la penitencia
Para las comunidades cristianas y para los creyentes individualmente, el Jubileo de
la Misericordia se perfila como una buena ocasión para poder redescubrir el valor y la
belleza del Sacramento de la Reconciliación. Cuando el hombre ya no se reconoce pecador,
no hace nada para evitar el pecado y ponerle remedio y la gracia de la salvación es
insignificante para él. En este caso, el creyente pierde la conciencia de la Pascua del Señor
y del motivo de su muerte en la Cruz. Su vida de fe resulta vacía y sin vida. La Reconciliación
debe educar, por tanto a desempolvar el sentido de la penitencia de cada uno de nosotros.
41
3) Debe llevarnos de vuelta al amor
En la verdadera penitencia nuestra única acción es hacer espacio para que Él actúe
en nosotros. Exactamente la dinámica que caracteriza toda auténtica relación amorosa: “Sí,
el amor es éxtasis”, pero éxtasis como camino, como éxodo permanente del “yo” encerrado
en sí mismo, hacia la liberación en el don de sí. Es realmente el reencuentro con uno mismo,
hacia el descubrimiento de Dios” (Benedicto XVI, Deus caritas est, 6).
Es el camino que conduce directamente a buscar y a amar el Sacramento de la Penitencia.
El Catecismo de la Iglesia Católica selecciona muchas formas de penitencia y actitudes
penitenciales que favorecen la conversión. De las propuestas más clásicas del ayuno, de
la oración y de la limosna a otras invitaciones que son rechazadas como prácticas de
caridad, gestos de reconciliación, cuidado de los pobres, compromiso en la defensa de la
justicia y del derecho, corrección fraterna, lectura de la Sagrada Escritura, ejercicios
espirituales, liturgias penitenciales y peregrinaciones (CIC 1434-1438).
4) Debe recuperar la solidaridad
El perdón de Dios no termina en el pecador arrepentido, sino que a través de él se
irradia a toda la comunidad transformando las relaciones interpersonales y imprimiendo a
toda la Iglesia un estilo de vida que la caracteriza como “Pueblo de Dios”. Por esto, los
creyentes son exhortados, sobre todo, a eliminar de las comunidades eclesiales todas las
manifestaciones que contrasten con la solidaridad que debe reinar en ella. El creyente
puede acoger y perdonar porque sabe que, antes que nadie, ha sido él el perdonado y
acogido incondicionalmente por Dios. El perdón, por tanto, es un bien gratuito que hay que
compartir con los hermanos.
5) Debe estimular la “corrección fraterna”
El Jubileo de la Misericordia desea caracterizarse como reconciliación, sobre todo
en el interior de la comunidad cristiana; una misión interna, un camino de descubrimiento y
de conversión en la propia identidad de comunidad universal de salvación, para que el
Evangelio llegue a todo hombre en todos los hombres.
42
En este camino, la “corrección fraterna”, juega un papel de especial importancia y
de difícil actuación. La corrección fraterna mira exactamente a la reconciliación para la
edificación de la comunidad. Hablando de las primeras comunidades cristianas, las cartas
del Nuevo Testamento presentan numerosas expresiones de hermandad, en el que
aparece como un estribillo el vínculo de “unos con otros”. Está así marcado el ámbito en el
que se debe usar y medir la corrección fraterna: competir en ver quien quiere más al otro
(Rm 12,10), tener los mismos sentimientos por todos (Rm 12,16), acoger a todos (Rm 15,7).
43
PARTE III
PASTORAL LITÚRGICA
44
ESQUEMA PARA LA CELEBRACIÓN PENITENCIAL
La Celebración se lleva a cabo en la iglesia o aula penitencial, e inicia con el Canto de
preparación.
(De pie)
CANTO: ME LEVANTARÉ E IRÉ
ME LEVANTARÉ E IRÉ A MI PADRE
LE DIRÉ: PADRE HE PECADO
Levantándose se vino hacia su padre
Vióle el padre cuando estaba lejos.
Hacia él corrió compadecido,
Y abrazándole, de besos le cubrió.
RITOS INICIALES
Ministro:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos:
Amén.
SALUDO
Ministro:
Que la gracia del Espíritu Santo ilumine nuestros corazones, para que llenos de confianza
confesemos nuestros pecados y experimentemos la misericordia de Dios.
Todos:
Amén.
45
ORACIÓN
El ministro invita a todos a orar con estas o semejantes palabras:
Hermanos, oremos para que Dios nuestro Padre, que nos llama a la conversión, nos
conceda la gracia de un arrepentimiento sincero y fructuoso…
Todos oran en silencio durante unos instantes. Enseguida, el ministro dice esta oración:
Dios y Padre nuestro,
cuyo amor no se da por vencido con nuestras ofensas,
pero nos pide que las reconozcamos
y nos arrepintamos de ellas,
concédenos celebrar el sacramento de tu misericordia
y corregir lo que esté mal
en nuestras acciones y en nuestra vida,
para que podamos llegar a recibir de ti
la eterna felicidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos: Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
(Sentados)
Lectura del Libro del profeta Ezequiel
18, 20-23.
Si el pecador se arrepiente de los pecados cometidos, guarda mis preceptos y practica la
rectitud y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá; no me acordaré de los delitos que
cometió; vivirá a causa de la justicia que practicó. ¿Acaso quiero yo la muerte del pecador,
dice el Señor, y no más bien que enmiende su conducta y viva?
Palabra de Dios.
Todos:
Te alabamos, Señor.
46
El monitor invita a la oración de abandono y confianza ante el conocimiento de Dios,
con la certeza de saber, que la Palabra de Dios es viva y eficaz; y penetra en lo más
profundo del corazón.
Examinemos nuestra vida a la luz del Salmo 138, haciendo nuestras las palabras
del salmista, orando en forma pausada.
Todos:
Tú me conoces, Señor, profundamente:
tú conoces cuando me siento y me levanto,
desde lejos sabes mis pensamientos,
tú observas mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
Apenas la palabra está en mi boca,
y ya, Señor, te la sabes completa.
Me envuelves por todas partes
y tienes puesta sobre mí tu mano.
Ésta es una ciencia misteriosa para mí,
tan sublime, que no la alcanzo.
¿A dónde iré yo lejos de ti, Señor?
¿Dónde escaparé de tu mirada?
Si subo hasta al cielo, allí estás tú;
si bajo al abismo, allí te encuentras.
Si voy en alas de la aurora
o me alejo hasta el extremo del mar,
también allí tu mano me conduce
y tu diestra me sostiene.
Si digo: “Que me cubran las tinieblas,
que la luz se convierta en noche para mí”,
las tinieblas no son oscuras para ti
y la noche es tan clara como el día.
Tú formaste mis entrañas,
Me tejiste en el seno materno.
47
Te doy gracias por tan grandes maravillas;
soy un prodigio y tus obras son prodigiosas.
Conocías plenamente mi alma;
No se te escondía mi organismo,
Cuando en lo oculto me iba formando
Y entretejiendo en lo profundo de la tierra.
Tus ojos contemplaban mis acciones,
Todas ellas estaban escritas en tu libro,
Y los días que me asignaste, antes de existir.
¡Oh Dios, qué profundos son tus proyectos,
Qué innumerables son todos juntos:
Si los cuento son más que la arena,
Y aunque termine, aún me quedas tú!
Examíname, Dios mío, para conocer mi corazón,
ponme a prueba para conocer mis sentimientos,
y si mi camino se desvía,
no dejes que me pierda.
(De pie)
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
Ez 18. 31
R. Honor y Gloria a ti, Señor Jesús.
Purifíquense de todas sus iniquidades;
renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor.
R. Honor y Gloria a ti, Señor Jesús.
Ministro:
Escuchemos ahora con atención la Parábola del Padre Misericordioso; el itinerario
penitencial del hijo que ha pecado y la fiesta preparada por su retorno.
48
Lectura del santo Evangelio según san Lucas
15, 1-3. 11-32.
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para
escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Éste recibe a los
pecadores y come con ellos”.
Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de
ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca’. Y él les repartió
los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país
lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo
todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a padecer necesidad.
Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos
a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no
lo dejaban que se las comiera.
Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre
tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi
padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo
tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’.
Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos,
cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los
brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo
y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’.
Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela;
pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo.
Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida,
estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete.
El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la
música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le
contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo
recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.
Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te
sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para
comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con
malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’.
49
El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era
necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto
a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’ ”.
Palabra del Señor.
Todos:
Gloria a ti, Señor, Jesús.
(Sentados)
HOMILÍA
(Motivar a las personas que participen en esta Celebración penitencial a que se acerquen
con corazón sincero y arrepentido al Sacramento de la Penitencia)
Habiendo reflexionado a la luz de la Palabra, y una vez, que el pecador siente la
necesidad de confesar su pecado, ora en silencio individualmente el siguiente salmo, con
las palabras de un pecador arrepentido para disponerse a confesar su(s) pecado(s) al
sacerdote.
Salmo 50.
Señor, apiádate de mí, por tu misericordia inmensa,
y por tu compasión sin límites olvida mis ofensas;
lávame más y más de mis delitos
y borra de mi culpa toda huella.
Pues mi maldad conozco,
cargo siempre mi culpa en la conciencia.
A ti, Señor, a ti fue al que ofendí,
al someter el mal, que tu detestas.
Es justa tu sentencia
y eres justo, Señor, al castigarme.
Nací en la iniquidad
y pecador me concibió mi madre.
La rectitud de corazón te agrada
y me vas enseñando internamente.
50
Lávame tú, Señor, y purifícame,
y quedaré más blanco que la nieve.
Haz que sienta otra vez júbilo y gozo
y se alegren mis huesos quebrantados.
Aleja de tu vista mis maldades
y olvídate de todos mis pecados.
Dame, Señor, un corazón sincero
y un espíritu firme.
No me arrojes, Señor, lejos de ti
ni tu espíritu santo me retires.
De tu perdón el júbilo devuélveme
y un generoso espíritu disponme;
enseñaré tus sendas a los malos
y volverán a ti los pecadores.
Líbrame de la sangre, mi Dios y salvador;
y tu justicia proclamará mi lengua, jubilosa;
abre, Señor, mis labios
y tu alabanza cantará mi boca.
No te gustan, Señor, los sacrificios;
si ofrezco un holocausto, no lo aceptas;
un corazón contrito te presento
y un corazón así, nunca desprecias.
Señor, apiádate de Sión y edifica de nuevo sus baluartes.
entonces volverán a complacerte sacrificios rituales,
y ofrendas y holocaustos de novillos
en tu altar volverán a presentarse.
INVITACIÓN A LA CONFESIÓN INDIVIDUAL
Monitor:
Ha llegado el momento central de nuestra celebración, en el cual, de forma
individual y personal, confesaremos al sacerdote nuestros pecados; manifestando
arrepentimiento, propósito de enmendar nuestra vida y reparar en la medida de lo posible
el daño cometido, para aceptar la absolución inmediata o retención del pecado para una
absolución futura.
Te invitamos a que después de la confesión, permanezcas en el interior de la
iglesia, para el momento conclusivo de nuestra celebración.
Mientras seguiremos pidiendo perdón por nuestros pecados y entonando unos
cantos penitenciales.
51
RITOS CONCLUSIVOS
En el aula penitencial o en la iglesia.
(De pie)
Ministro:
Finalmente, agradezcamos al Señor, la paz interior que nos ha dado por el regalo de su
perdón, haciendo nuestras las palabras del salmista.
Salmo 31
Salmista:
Dichoso aquel que ha sido absuelto
de su culpa y su pecado.
Dichoso aquel en el que Dios no encuentra
ni delito ni engaño.
Penitente:
Mientras callaba, se consumían mis huesos
gimiendo todo el día,
pues día y noche tu mano pesaba sobre mí;
desapareció mi fuerza
como la humedad en tiempo seco.
Ante el Señor reconocí mi culpa,
no oculté mi pecado.
Te confesé, señor, mi gran delito
y tú me has perdonado.
Salmista:
Por eso, en el momento de la angustia,
que todo fiel te invoque,
y no lo alcanzarán las grandes aguas,
aunque éstas se desborden.
Penitente:
Tú eres mi refugio,
me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.
52
Ministro:
Yo te instruiré y te mostraré el caminó que has de seguir, y en ti fijaré mis ojos.
No sean irracionales como caballos o mulos, cuyo brío hay que domar con freno y rienda
para poder servirse de ellos. Muchas son las penas del malvado pero al que confía en el
Señor la misericordia lo rodea.
Salmista:
En el Señor alégrense los justos
y llénense de gozo;
que los hombres de recto corazón
lo aclamen jubilosos.
Ministro:
Confiando en la misericordia de Dios pidámosle que nos perdone como nosotros hemos
perdonado a los que nos ofenden…
Todos:
Padre nuestro…
Ministro:
Oremos:
Dios nuestro, Padre misericordioso,
que por tu gracia nos conviertes de pecadores en justos
y de afligidos en dichosos,
concédenos tu auxilio
para que, ya que hemos sido justificados por la fe,
no nos falte la fortaleza necesaria
para perseverar hasta el fin.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos:
Amén.
53
BENDICIÓN
Ministro:
La bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes
y permanezca para siempre. Amén.
DESPEDIDA
Acción de gracias y despedida del pecador.
V. Demos gracias al Señor porque es bueno.
R. Porque es eterna su misericordia.
CANTO FINAL
EN JESÚS PUSE TODA MI ESPERANZA
EN JESÚS PUSE TODA MI ESPERANZA,
ÉL SE INCLINÓ HACIA MÍ,
Y ESCUCHÓ MI CLAMOR,
Y ESCUCHÓ MI CLAMOR.
Me sacó de la fosa fatal,
del fango cenagoso;
asentó mis pies sobre la roca,
mis pasos consolidó.
Puso en mi boca un canto nuevo,
una alabanza a nuestro Dios:
muchos verán y creerán,
y en Jesús confiarán.
En ti se gocen y se alegren
todos los que te buscan;
repitan sin cesar:
¡Qué grande es nuestro Dios!
54
O bien:
VASO NUEVO
Gracias quiero darte por amarme.
Gracias quiero darte yo a Ti, Señor.
Hoy soy feliz porque te conocí.
Gracias por amarme a mí también.
YO QUIERO SER, SEÑOR, AMADO
COMO EL BARRO EN MANOS DEL ALFARERO.
TOMA MI VIDA, HAZLA DE NUEVO
YO QUIERO SER UN VASO NUEVO.
Te conocí y te amé.
Te pedí perdón y me escuchaste.
Si te ofendí, perdóname, Señor
pues te amo y nunca te olvidaré.
YO QUIERO SER, SEÑOR, AMADO
COMO EL BARRO EN MANOS DEL ALFARERO.
TOMA MI VIDA, HAZLA DE NUEVO
YO QUIERO SER UN VASO NUEVO.

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Cómo celebrar el Año de la Misericordia 2016

  • 1. PASTORAL LITÚRGICA 2016 PARTE I SUBSIDIO LITÚRGICO PARA CELEBRAR EL AÑO DE LA MISERICORDIA DIÓCESIS DE TLAXCALA
  • 2. 1 INTRODUCCIÓN Este subsidio fue elaborado por la pastoral Litúrgica Diocesana, con el deseo de ayudar a las parroquias de nuestras diócesis a celebrar juntos como Iglesia el año de la Misericordia, recordando que este Año Santo, es un Año de fuente especial de alegría, de serenidad y de paz, mediante el cual nos ayudará a comprender el valor que la misericordia tiene en la vida de la Iglesia. Está dividido en tres partes, en la primera parte presentamos algunas formas de celebrar este año santo en Nuestra Diócesis de Tlaxcala, adaptándolos a la realidad de nuestras Parroquias, de tal forma que se logre una rica participación activa de los fieles. Cada uno de los puntos propuestos, han sido obtenidos en su mayoría del subsidio presentado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. En la segunda parte hacemos un pequeño estudio sobre el Sacramento de la penitencia, para conocer y revalorizar este Sacramento, pues en los últimos tiempos, los confesionarios están vacíos. En la experiencia de muchos fieles y sacerdotes, la práctica de la confesión es muy olvidada, difícil, frustrante, pues resulta muchas veces mecánica y esquematizada, de igual forma resulta rutinario, en donde mucha gente se confiesa más por costumbre y por escrúpulo, que por el deseo de encontrarse con la Misericordia de Dios. En la tercera parte y última, proporcionamos un esquema para la celebración de una Liturgia Penitencial para llevarlo a nuestras parroquias y así podamos acercarnos a este Sacramento de manera especial en este año de la Misericordia. COMISIÓN DIOCESANA DE PASTORAL LITÚRGICA
  • 3. 2 AÑO SANTO, MOMENTO EXTRAORDINARIO DE GRACIA Y DE RENOVACIÓN ESPIRITUAL “Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia” Contemplar la misericordia significa verla impresa en el rostro de Cristo que está vivo. De esta forma, el Jubileo de la Misericordia deber ser, ante todo, celebrado. Los signos que lo acompañan encuentran su culmen en la celebración litúrgica, donde toda la Iglesia ora y vive intensamente el misterio de su existencia como comunión. Esta primera parte del subsidio tiene como finalidad presentar algunas formas de celebrar este año santo en Nuestra Diócesis de Tlaxcala, adaptándolos a los diversos contextos culturales de cada una de la Parroquias, de tal forma que se logre una rica participación activa de los fieles. Cada uno de los puntos propuestos, han sido obtenidos en su mayoría del subsidio presentado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. De tal forma que la misericordia así celebrada, sea vivida y testimoniada más eficazmente como reflejo de la misericordia del Padre. ¿CÓMO CELEBRAR ESTE JUBILEO? A lo largo de la historia de la Iglesia ha habido diversos jubileos, convocados por los distintos sucesores de Pedro. Entre los ritos que en el pasado reciente han acompañado el evento del Jubileo, tienen una importancia fundamental las celebraciones Litúrgicas que caracterizan tanto a la Iglesia de Roma, presidida por su Obispo, como a la Iglesia universal que se manifiesta en las diócesis particulares. El santo padre Francisco, en la bula de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, Misericordiae vultus, establece que, después del rito de apertura de la Puerta Santa o Puerta de la Misericordia en la Basílica de San Pedro, el 8 de diciembre de 2015, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, con la cual se dará inicio solemne el Año Santo, el domingo 13 de diciembre, III de adviento: En cada Iglesia particular, en la catedral que es la Iglesia Madre para todos los fieles, o en la Con-catedral, o en una iglesia de significado especial, se abra por todo el Año Santo una idéntica Puerta de la Misericordia. A juicio del Ordinario, ella podrá ser abierta también en los santuarios, meta de tantos peregrinos que en estos lugares santos con frecuencia son tocados en el corazón por la gracia y encuentran el camino de la conversión. Celebraremos este Año Santo, a través de la revalorización de tres aspectos importantes: Año Litúrgico, Celebración de los Sacramentos y Oración comunitaria. (Esquema 1)
  • 4. 3 Esquema 1 CELEBRANDO EL AÑO DE LA MISERICORDIA AÑO LITÚRGICO DOMINGO CUARESMA SEMANA SANTA TIEMPO PASCUAL *FIESTA DE LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ *SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS CELEBRACIÓN DE LOS SACRAMENTOS BAUTISMO RECONCILIACIÓN UNCIÓN DE LOS ENFERMOS EUCARISTÍA ORACIÓN EN COMUNIDAD LITURGIA DE LAS HORAS ADORACIÓN EUCARÍSTICA PIEDAD POPULAR VENERACIÓN A CRISTO CRUCIFICADO VIACRUCIS DEVOCIÓN A LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARIA EL ROSARIO VENERACIÓN A LA VIRGEN DE LOS DOLORES CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA
  • 5. 4 I. AÑO LITÚRGICO El punto cardinal en torno al cual gira toda la actividad pastoral y litúrgica de la Iglesia es el Año Litúrgico, que necesita ser revalorado en las diversas comunidades, poniendo especial cuidado en la calidad de las liturgias (Sacrosanctum Concilium 102). Es importante que todas las celebraciones promovidas a lo largo del Año Jubilar, estén siempre de acuerdo y en sintonía con el Año Litúrgico C, en el que está inserto este Año Santo. De manera especial el DOMINGO, LA CUARESMA, LA SEMANA SANTA Y EL TIEMPO PASCUAL, LA FIESTA DE LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ Y LA SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS. DOMINGO Se ha de tener especial atención al DOMINGO, Día del Señor, en el cual la Iglesia entera celebra el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, junto al ciclo de Navidad y al ciclo de Pascua. Celebrar este día en este Año Santo, es ayudar a los fieles a que sea un día dedicado a las actividades de misericordia, de caridad y de apostolado. Estas actividades como fruto de su participación en la alegría de Cristo Resucitado, que implica compartir plenamente el amor que late en su corazón: ¡No hay alegría sin amor!, expresión explicada por Jesús, cuando relaciona el “mandamiento nuevo” con el don de la alegría: “Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto, para que mi gozo esté en ustedes y su gozo sea colmado, este el mandamiento mío: que se amen los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 15,10-12). CUARESMA Este es un tiempo privilegiado en el cual la Iglesia está llamada a mostrar de una manera más evidente el rostro misericordioso del Padre, especialmente con ocasión de las liturgias penitenciales y la Celebración del sacramento de la Reconciliación. La celebración Eucarística dominical, no aleja de los deberes de caridad, sino que, por el contrario, compromete más a los fieles a toda clase de obras de caridad, piedad y apostolado.
  • 6. 5 El ciclo de las lecturas de las Misas de Cuaresma han sido redactadas apropiadamente a las características de este tiempo, haciendo presente su índole bautismal y penitencial; es decir, que el Año Santo de la Misericordia coincide con el camino cuaresmal propuesto por el leccionario del Año C, marcado por el tema de la PENITENCIA. En este año, estaremos llamados a realizar un camino de conversión que nos conduzca a la PASCUA, evento supremo de la reconciliación con el Padre. El esquema de las lecturas es el siguiente: SEMANA SANTA Y TIEMPO PASCUAL En este Año Santo, es necesario tener gran cuidado en la preparación de las celebraciones de la Semana Santa, especialmente del TRIDUO PASCUAL. En éste, de hecho, a través de la valoración del LENGUAJE LITÚRGICO, hecho de PALABRAS, SIGNOS, SÍMBOLOS y GESTOS, y especialmente en la ADORACIÓN DE LA CRUZ, el VIERNES SANTO, que es donde emerge todo el misterio de amor y de justificación del Padre, con el sacrificio del HIJO, en favor de toda la humanidad. Cada una de estas celebraciones, encontraran su culmen en la Vigilia Pascual, a través del recuento de la historia de la salvación en la Liturgia de la Palabra y en la celebración de los sacramentos que representan la solicitud del Padre con respectos a sus hijos. FIESTA DE LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ DOMINGO IV: Jn 8,1- 11 •Invita a todos los bautizados a abrirse al perdón incondicional de Dios que en Cristo renueva todas las cosas. DOMINGO IV: Parábola del Padre Misericordios o (Lc 15,1- 3.11-32) •constituye el culmen de este camino cuaresmal en el Año Jubilar pues se reconoce a Dios como Padre Bueno y grande en el perdón. DOMINGO III: Parábola de la higuera estéril (Lc 13, 1-9) •invitación a superar la dureza de la mente y del corazón, que acogiendo la Palabra de dios se den frutos de verdadera y continua conversión. DOMINGO II: La Transfiguraci ón (Lc 9, 28- 36 •Invita a afianzar la fe en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, en adehesión a la plena fidelidad a la alianza, a la voluntad de dios y a ser verdaderos discípulos. DOMINGO I: Narración de las tentaciones de Jesús en el desierto (Lc 4,1-13. •Llamados a vivir el camino de "conversión ecelsial" a través de la escucha de la Palabra, la oración y el ayuno. Con ocasión de la Semana Santa y del Tiempo Pascual, los Sacerdotes no dejarán de mostrar la imagen del Padre que ha salvado y sigue salvando.
  • 7. 6 La Cruz ha sido por siglos signo del más terrible de los suplicios y, en un cierto sentido, todavía lo es, sin embargo, la Cruz adquiere un alto valor simbólico, especialmente en este Año Santo, siendo éste, un signo del reinado de Cristo sobre aquellos que en el bautismo se han configurado a Él en la muerte y en la gloria (Rm 6,5). En la tradición de los Padres es el signo del Hijo del hombre que aparecerá al final de los tiempos (Mt 24,30). Por lo tanto, la cruz representa el signo principal y de referencia para este Año Jubilar, pues desde Oriente, esta fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, es equiparada a la de la Pascua, por lo que, merece ser celebrada con la debida solemnidad, poniendo en el centro el misterio de amor y de redención que es la cruz de Cristo. En el árbol de la Cruz tú has establecido la salvación del hombre, para que allí donde surgía la muerte resurgiera la vida, y quien del árbol obtenía victoria, por el árbol fuera derrotado (Prefacio de la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz) SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS El viernes que sire al segundo Domingo después de Pentecostés, este año jubilar, exactamente el 3 de junio, la Iglesia celebra la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. A partir de las fuentes bíblicas, esta solemnidad designa el misterio mismo de Cristo, la totalidad de su ser, su persona considerada en el núcleo más íntimo y esencial: Hijo de Dios. El corazón de Jesús, muy apreciada por la piedad popular, deber ser celebrado con particular solemnidad en este Año Santo invitando al pueblo de Dios a una actitud ante todo de conversión y reparación. Es oportuno que en cada comunidad la cruz del presbiterio, especialmente en esta fiesta y durante el año Litúrgico, respetando las normas, sea ornada de manera tal que se destaque como signo eminente de la misericordia de Dios y de la victoria de Cristo sobre la muerte, además de ser un referente para la oración comunitaria e individual.  Amor y gratitud por Aquél que “guía nuestros corazones en el amor y a paciencia de Cristo” (saludo del sacerdote en la introducción a la Misa)  El Santo Padre Francisco ha querido poner en el Corazón de Jesús a todos los Sacerdotes, primeros dispensadores de la Misericordia de Dios y Destinatarios de la indulgencia del único Padre.
  • 8. 7 II. CELEBRACIÓN DE LOS SACRAMENTOS Los pastores y ministros en general son llamados a actuar de modo tal, sobre todo en la celebración de los sacramentos de tal forma que hagan aparecer a través de palabras y los gestos sugeridos por la Liturgia, la misericordia y la solicitud del Padre por cada uno de sus hijos, manifestadas en el don de la gracia sacramental. Hay algunos sacramentos en los que emerge mayormente esta dimensión de misericordia y solicitud del Padre por sus hijos: Bautismo, reconciliación, unción de los enfermos. BAUTISMO Se le dará un mayor realce a este Sacramento en este Año Santo, a través de un camino mistagógico, marcado por la iniciación en los signos, cuyo rito es muy rico, pero se tendrá cuidado de subrayar el sentido del baño de regeneración, “puerta” de todos los sacramentos, que introduce a la vida sacramental de la Iglesia y reviste al hombre de la imagen de Dios, que el cristiano está llamado a llevar sin mancha para la vida eterna. RECONCILIACIÓN El Sacramento de la Reconciliación asume una gran relevancia, y para su reflexión y celebración se presenta otro subsidio (parte II) que permitirá profundizar en la naturaleza propia del sacramento y la forma de celebrarlo en este año, considerando que este sacramento es un sacramento de la misericordia. UNCIÓN DE LOS ENFERMOS Sacramento administrado con particular solicitud a aquéllos que se preparan al encuentro definitivo con el Padre, donde principalmente se han de subrayar en especial las dimensiones de la esperanza y de la espera de la visión beatífica de Dios, que no ha venido a condenar, sino a perdonar. EUCARISTÍA “Culmen y fuente” de la vida de la Iglesia, este Sacramento es centro de la vida sacramental, en ella se consuma el perdón recibido por el sacramento de la reconciliación, con la participación en la comunión en el Cuerpo y Sangre de Cristo, junto a la comunidad entera de bautizados.
  • 9. 8 En la Eucaristía, Cristo dona el mismo cuerpo que ha entregado por nosotros en la cruz, la misma sangre que ha “derramado por muchos, en remisión de los pecado” (Mt 26,28)[…] extendiendo la memoria hasta el fin del mundo (1Co 11,23), y aplicando su eficacia salvífica a la remisión de nuestros pecados cotidianos (Concilio de Trento, Denz.- Schönm, 1740; CCC, 1365). En todas las parróquias de nuestra Diócesis, se ha de prestar especial atención a que la celebración de la Misa sea minuciosa en su aspecto litúrgico (signos, símbolos, gestos), para una PARTICIPACIÓN CONSCIENTE, ACTIVA Y FRUCTÍFERA de todo el pueblo de Dios. Es importante involucrar en las celebraciones Litúrgicas a todo el pueblo de Dios, en sus diversas expresiones: niños, jóvenes, adultos, ancianos, discapacitados, presos, de tal forma que cada uno se sienta interpelado de una manera seria y serena por la misericordia de Dios. La Eucaristía y el sacramento de la reconciliación son dos sacramentos que están estrechamente relacionados. Tener especial cuidado con aquellas personas que se han alejado de la Iglesia o que por diversos motivos han sido marginados. Haciéndoles llegar el mensaje de que Dios es Padre de todos y espera a todos para que puedan ser objeto de la “indulgencia del Padre” (Misericordiae vultus 22).
  • 10. 9 III. ORACIÓN EN COMUNIDAD Para celebrar la misericordia del Señor no podían faltar las oraciones que acompañan la vida cristiana de muchos fieles ni los lugares significativos de la liturgia. LITURGIA DE LAS HORAS En este Año Santo sería muy positivo promover la celebración de la Liturgia de las Horas comunitaria, junto a todo el pueblo de Dios, sobre todo en las horas fundamentales de laúdes y vísperas. Es bello que la oración cotidiana de la Iglesia inicie con estas palabras: “Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa en socorrerme” (Sal 70,2). La ayuda que invocamos representa ya el primer paso de la misericordia de Dios hacia nosotros. Los Salmos, en modo particular, destacan esta grandeza del proceder divino: “El perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias: rescata tu vida del sepulcro, te corona de gracia y de misericordia” (103, 3-4). Además, los Salmos, comunican de manera ejemplar los sentimientos y las disposiciones del corazón del orante: agradecimiento, actitud penitencial, de petición de misericordia, de alabanza, de glorificación. Cuando la Liturgia lo permita, en especial en las celebraciones con el pueblo de Dios, se debe tener cuidado de escoger los Salmos que mejor subrayen el aspecto de la reconciliación y de la misericordia. Sería deseable que los salmos sean cantados. LA AYUDA DE DIOS CONSISTE EN HACERNOS COMPRENDER SU PRESENCIA Y SU CERCANÍA. Salmos propuestos por el Papa Francisco: 25, 50, 103, 136, 146-147.
  • 11. 10 LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA El Año Santo puede ser también la oportunidad para darle más valor a la adoración eucarística en la comunidad, implorando el perdón y la paz ante la presencia sacramental del Señor. Este momento, respetando su carácter, es decir, el de un silencio adorante, puede estar acompañado, por momentos, de la proclamación simple de algunos pasajes de la Escritura, en los cuales aparece el tema de la misericordia, o de algunos comentarios de los Padres. LA PIEDAD POPULAR El beato Pablo VI, en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, haciendo referencia a la piedad popular, dice: Refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer. Hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe. Comporta un hondo sentido de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante. Engendra actitudes interiores que raramente pueden observarse en el mismo grado en quienes no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego, aceptación de los demás, devoción (Evangelii Nuntiandi 48). En este tiempo de gracia, será útil recurrir al Directorio sobre Piedad Popular y Liturgia, publicado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que recoge una gran variedad de formas expresivas de la religiosidad popular, en acuerdo con el año litúrgico. Durante la Exposición, se recomienda que las oraciones, cantos y lecturas dispongan a los fieles de tal modo que en oración, orienten su piedad a Nuestro Señor Jesucristo. (De sacra communione, 95) La Piedad popular, hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe.
  • 12. 11 LA PEREGRINACIÓN La peregrinación es uno de los signos peculiares del Año Santo porque es imagen del camino que toda persona sigue en su existencia. Llegar a la Puerta Santa, será un signo del hecho de que también la misericordia es una meta por alcanzar y requiere compromiso y sacrificio. La peregrinación, entonces, sea un estímulo para la conversión: atravesando la Puerta Santa nos dejaremos abrazar por la misericordia de Dios y nos comprometeremos a ser misericordiosos con los demás como el Padre lo es con nosotros (Misericordiae vultus 14) En cada Diócesis será conveniente, por tanto, identificar metas de peregrinación, como la iglesia catedral, los santuarios u otros lugares de culto especialmente gratos a la piedad cristiana del pueblo y donde el obispo haya previsto la apertura de la Puerta de la Misericordia. Se recomienda hacer parte del camino a pie, como para dignificar el sacrificio y el compromiso necesarios para la conversión y para degustar con mayor exultación el logro de la meta: Cristo, Nuestro Señor. La peregrinación puede estar acompañada por la meditación de la Palabra de Dios y el canto de los salmos de la misericordia que aparecen en el subsidio “Los salmos de la misericordia”. Se sabe que la peregrinación es uno de los momentos más favorables en los que el pueblo de Dios se acerca a la celebración del sacramento de la reconciliación. La peregrinación sea un estímulo para la conversión personal. Lugares designados para ganar la indulgencia plenaria en nuestra Diócesis de Tlaxcala son: La iglesia Catedral en Tlaxcala, la Basílica de la Misericordia en Apizaco, la Basílica de la Caridad en Huamantla, la parroquia de Santa Inés Zacatelco, la parroquia de San Pablo del Monte y la parroquia de San Antonio de Padua en Calpulalpan.
  • 13. 12 Además, no debe faltar un buen número de confesores que, voluntariamente, estén dispuestos a acoger a los penitentes, conscientes del importante ministerio de absolver los pecados y hacerse instrumentos de la misericordia del Todopoderoso, de la cual son dispensadores. El Jubileo comporta también el don de la indulgencia. Es importante recordar al pueblo de Dios cómo puede experimentar la santidad de la Iglesia, con las debidas disposiciones, la cual participa de todos los beneficios de la redención de Cristo, a fin de que el perdón sea otorgado hasta las últimas consecuencias a las que llega el amor de Dios. LA VENERACIÓN A CRISTO CRUCIFICADO En el Triduo Pascual, el Viernes Santo, dedicado a celebrar la Pasión del Señor, es el día por excelencia de la “Adoración de la santa Cruz”. Sin embargo, la piedad popular anticipa la veneración cultual de la cruz, verdadero ícono de la misericordia del Padre y punto especial de referencia en este Año Santo. A lo largo de todo el tiempo de la Cuaresma, de hecho, el viernes, que según la antiquísima tradición de la Iglesia es el día conmemorativo de la Pasión de Cristo. PEREGRINACIÓN MOMENTO FAVORABLE PARA QUE EL PUEBLO DE DIOS SE ACERQUE A LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN En este Año Santo, se recomienda de acuerdo a los tiempos Litúrgicos, algunas celebraciones en donde se proclamen pasajes referidos a la narración de la Pasión del Señor, así como, el hecho de que no falten cantos y oraciones, la procesión y la bendición con la Cruz.
  • 14. 13 VIACRUCIS En este Año Jubilar el ejercicio piadoso del Viacrucis, expresión popular del amor del Padre, que se revela en el sacrificio del Hijo por amor a la Humanidad. En el ejercicio piadoso del Viacrucis, confluyen diversas expresiones características de la espiritualidad cristiana: la concepción de la vida como camino o peregrinación; como paso, a través del misterio de la Cruz, del exilio en la tierra a la patria en el cielo; el deseo de conformarse profundamente a la Pasión de Cristo; las exigencias del seguimiento de Cristo, según la cual el discípulo debe caminar tras el Maestro llevando a diario su propia cruz (Lc 9,23). DEVOCIÓN A LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARIA También en este Año Santo se dirigirá de manera especial el pensamiento a la Madre de la Misericordia. El Santo Padre Francisco, además de las celebraciones propias del año litúrgico, ha querido dedicar a la dimensión mariana del Año Santo el sábado 8 de octubre y 9 de octubre, inspirado por la memoria de la Bienaventurada Virgen María del Rosario. El Rosario de la Bienaventurada Virgen María, es un modo sencillo y directo en que la Tradición y la piedad popular nos han entregado para invocar la misericordia de Dios a través de la intercesión de la Virgen María. La recitación de la corona a menudo está acompañada por un pasaje de la Escritura y por un comentario pertinente de las obras de los Padres o de los autores espirituales. Es oportuno que la elección de los pasajes que acompañen ésta corona, sean inspirados por aquellos fragmentos que muestren el rostro materno de aquella que fue la primera en experimentar la misericordia del Padre que “ha mirado la humildad de su esclava”. Es preciso poner atención para escoger las lecturas bíblicas, comentarios y signos que pueden acompañar este momento de ejercicio piadoso. El Rosario de la Bienaventurada Virgen María, es un modo sencillo y directo en que la Tradición y la piedad popular nos han entregado para invocar la misericordia de Dios.
  • 15. 14 Dirijamos a ella la antigua y siempre nueva oración del Salve Regina, para que nunca se canse de volver a nosotros sus ojos misericordiosos y nos haga dignos de contemplar el rostro de la misericordia, su Hijo Jesús (Misericordiae vultus 24) Tampoco ha de faltar el recurso a la intercesión de los santos a través de la recitación de las letanías, en sus diversas formas. Sobre todo en las peregrinaciones, La Iglesia vive la comunión de los santos. En la Eucaristía, esta comunión, que es un don de Dios, actúa como unión espiritual que nos une a los creyentes con los santos y beatos cuyo número es incalculable (Ap 7,4). Su santidad viene en ayuda de nuestra fragilidad, y así la Madre Iglesia es capaz con su oración y su vida de ir al encuentro de la debilidad de unos con la santidad de otros (Misericordiae vultus 22). En cuanto a la veneración a la Bienaventurada Virgen María de los Dolores, dada su importancia pastoral y doctrinal, conviene que sea celebrada especialmente en la memoria Lit´rugica de la Bienaventurada Virgen María de los Dolores el 15 de septiembre, pues asociada admirablemente a la Pasión del Hijo y cercana a Él elevado en la cruz (Jn 19,25-27), María es la primera en beneficiarse de la redención y de la misericordia del Todopoderoso, en el sacrificio de Cristo, con su inmaculada concepción. Además de las procesiones con la imagen de la Virgen de los Dolores, prevista especialmente en el Tiempo de Cuaresma o en el Viernes Santo, hay otras manifestaciones de la piedad popular que podrían ser promovidad en este Año Jubilar, como por ejemplo la hora de la Dolorosa, llamada también El pésame. Estos ejercicios de piedad no se deben limitar a expresar el sentimiento humano ante una madre desolada, sino que, desde la fe en la Resurrección, deben ayudar a comprender la grandeza del amor redentor de Cristo y la participación en el mismo de su Madre, para aprender de ella a estar junto a las infinitas cruces de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. La veneración a la Virgen María de los dolores, no se deben limitar a expresar el sentimiento humano ante una madre desolada, sino que, desde la fe en la Resurrección, deben ayudar a comprender la grandeza del amor redentor de Cristo
  • 16. 15 LA CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA En conexión con la Octava de Pascua, en tiempos recientes y como consecuencia de los mensajes de santa Faustina Kowalska, se ha difundido progresivamente una devoción particular a la misericordia divina prodigada por Cristo muerto y resucitado, fuente del Espíritu que perdona el pecado y restituye la alegría de la salvación. De esta devoción ha nacido la práctica de la recitación de la Coronilla de la Divina Misericordia, que en este Año Jubilar podría ser promovida y propuesta al pueblo de Dios. El Santo Padre Francisco, el 3 de abril de 2016, Domingo de la Divina Misericordia, acogerá a todos los fieles que en el variado mundo de la vida consagrada y de las asociaciones religiosas hacen de la divina misericordia su programa de vida. Así pues, en este año, estamos llamados junto al papa Francisco y a nuestras comunidades, a dirigir nuestra mirada y nuestra oración a Dios. Así como escribe el Papa en Misericordiae vultus: Nuestra plegaria se extiende también a tantos Santos y Beatos que hicieron de la misericordia su misión de vida. En particular el pensamiento se dirige a la gran apóstol de la misericordia santa Faustina Kowalska. Ella que fue llamada a entrar en las profundidades de la divina misericordia, interceda por nosotros y nos obtenga vivir y caminar siempre en el perdón de Dios y en la inquebrantable confianza en su amor (Misericordiae vultus 24). Sin embargo, para la Liturgia del “II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, debe educarse a los fieles para comprender esta devoción a la luz de las celebraciones litúrgicas de estos días de Pascua, pues es en este domingo que se expresa la acogida de lamisericordia del Redentor del hombre. En efecto, “El Cristo pascual es la encarnación definitiva de la misericordia, su signo viviente: histórico-salvífico y a la vez escatológico. En el mismo espíritu, la liturgia del Tiempo Pascual pone en nuestros labios las palabras del salmo: ‘Cantaré eternamente las misericordias del Señor’” (Sal 89(88),2) La recitación de la Coronilla de la Divina Misericordia, que en este Año Jubilar podría ser promovida y propuesta al pueblo de Dios como un caminar siempre en el perdón de Dios y en la inquebrantable confianza en su amor, siempre a la luz de la Liturgia Pascual.
  • 17. 16 PARTE II SUBSIDIO LITÚRGICO SOBRE EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA PARA EL AÑO DE LA MISERICORDIA Acércate a la confesión con corazón humilde y contrito, y vívela con fe: te cambiará la vida
  • 18. 17 LA REALIDAD DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA “El perdón de los pecados cometidos es gratuito de parte de Dios, y no depende en lo esencial de la satisfacción, sino de la sinceridad de la conversión” Los Cristianos por naturaleza somos pecadores, sin embargo estamos fortalecidos por la gracia del Bautismo, que nos ha limpiado la mancha del pecad original y nos ha hecho hijos de Dios, pero mismo así, no alcanzamos la perfección a la que deberíamos aspirar. Los pecados graves rompen nuestra amistad con Dios y nuestra unidad con la comunidad de los cristianos. Pero ¿cómo restablecer esta amistad?, desde siempre la Iglesia Católica ha creído que el mismo Jesús dio a los apóstoles y a sus sucesores los poderes necesarios para reconciliar a los hombres con Dios, es decir, en la tarde de la primera Pascua en la que Jesús dijo a los Doce: “Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados les quedarán perdonados y, a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar” (Jn 20,22-23). Sin embargo, con el correr del tiempo, la manera de cumplir este encargo de Jesús de perdonar los pecados ha sufrido varios cambios en la Iglesia Católica. Los cristianos de los primeros siglos compartían la creencia de que la Eucaristía bastaba para perdonar los pecados leves, ya que esos pecados, a diferencia de los mortales, no destruyen la amistad con Dios y con los hermanos. Con el paso del tiempo hallaron un procedimiento para reconciliar a los creyentes que fueran culpables de pecados graves como la apostasía, la idolatría, el asesinato y el adulterio. Los culpables de estas escandalosas ofensas públicas, debían confesarse ante el obispo y quedarse en penitencia hasta que se juzgara conveniente darles la absolución y quedaban fuera de la vida comunitaria, incluso podría prologarse esta penitencia durante siete años. Esto se realizaba una vez durante toda la vida, puesto que las penitencias impuestas eran muy severas, tales como ayunos rigurosos, distribución de limosnas, oraciones, obras buenas y aún la continencia para toda la vida.
  • 19. 18 Los cambios se produjeron a raíz de las costumbres de los monjes Irlandeses (siglo VIII), quienes inculcaban a los fieles confesaran sus pecados, tanto los públicos como los secretos, en forma privada ante un sacerdote y que hicieran esa confesión con mayor frecuencia, de esta forma, el penitente quedaba reconciliado inmediatamente con la Iglesia, sin tener que esperar meses o años para que se le volviera aceptar en la comunidad. Estos monjes también propusieron la idea de la confesión devocional, o sea la confesión de los pecados veniales o faltas leves que no rompen las relaciones con Dios y con la Iglesia. Hasta hace pocos años, la forma de la confesión se conservó más o menos igual a como era en la Edad Media. El penitente hacía un examen de conciencia, se arrepentía de sus pecados, los confesaba al sacerdote, recibía la absolución y cumplía con los actos de penitencia que le impusiera el confesor. Sin embargo, actualmente se puede dar testimonio de la disminución considerable de confesiones, ¿Cuáles son las causas?, pueden ser varias, entre ellas, el hecho de que algunos católicos consideren que algunos actos, como la masturbación, el control de la natalidad, vivir en unión libre, faltar a misa algún domingo..., ya no son pecados graves ni asuntos de la confesión; otros pensaran que la dedicación a mejorar los niveles de vida de los pobres, luchar con el racismo o en favor de la paz, son cuestiones más importantes que la confesión de las faltas personales. Sea cual fuese la explicación, lo cierto es que el Sacramento de la Penitencia ya no ocupa un lugar central en la vida espiritual de los católicos de hoy, para millones de católicos la confesión se ha convertido en una práctica marginal y ha sido olvidada, incluso, entre los sacerdotes, religiosos y religiosas; muchos jóvenes no lo celebran casi nunca. Son muchos los católicos que comulgan, pero no se confiesan y los que se confiesan parece que no tienen de qué acusarse. (Actualidad Litúrgica, 41) Los confesionarios están vacíos. En la experiencia de muchos fieles y sacerdotes, la práctica de la confesión es muy olvidada, difícil, frustrante, pues resulta muchas veces mecánica y esquematizada, de igual forma resulta rutinario, en donde mucha gente se confiesa más por costumbre y por escrúpulo, que por el deseo de encontrarse con la Misericordia de Dios.
  • 20. 19 El declive de la práctica de la “confesión” es uno de los hechos que han modificado profundamente a la Iglesia en los últimos años, realmente esto es una cuestión muy compleja, puesto que se obedece a movimientos profundos y de larga duración en la disposición afectiva y mental de la gente, al no tener bien formada y clara la “conciencia”. Sin embargo esta crisis sobre la práctica del Sacramento de la Penitencia, también puede ser positiva y saludable, pues en el fondo de todo, nace del rechazo de un formalismo excesivo en la forma de recibir y administrar el sacramento de la Penitencia. Esta crisis es una “prueba” y una “llamada” a purificar maneras y comportamientos que perjudican la celebración de dicho Sacramento, así como una invitación al crecimiento de la vida teologal en el seno de las comunidades católicas, pues sin esta vida teologal no hay posibilidad de una renovación y revitalización de la práctica sacramental. (Actualidad Litúrgica 230) Es importante hacer notar que la confesión no es realizada en el secreto del corazón del penitente, ni tampoco a un seglar como amigo y defensor, tampoco a un representante de la autoridad humana, sino a un Sacerdote debidamente ordenado con la jurisdicción requerida y con el poder de perdonar pecados. Ahora bien, la penitencia no es una mera invención humana inventada por la Iglesia para asegurar su poder sobre las conciencias o para aliviar la tensión emocional de las almas atribuladas; es el medio ordinario establecido por Cristo para el perdón de los pecados. El hombre es sin duda, libre de obedecer o desobedecer, pero una vez que ha pecado, debe buscar el perdón, no bajo condiciones de su propia elección sino sobre aquellos que Dios ha determinado, y estas condiciones para el cristiano son las determinadas en el Sacramento de la Penitencia. El santo Juan Pablo II, en la Exhortación apostólica Reconciliatio et paenitentia (Reconciliación y penitencia), señalaba la pérdida del sentido del pecado como una de las causas principales de la crisis del Sacramento de la Penitencia. La pérdida del sentido del pecado ha sido provocada, entre otras causas, por el trasfondo de la cultura moderna (fermentos de ateísmo, secularismo, ciertos equívocos de las ciencias humanas y ética del relativismo) y por algunas tendencias en la doctrina y en la vida de la Iglesia (confusionismo en la exposición de cuestiones graves de la moral cristina, y defectos y abusos en la práctica de la penitencia sacramental. (Actualidad Litúrgica 230)
  • 21. 20 Por lo tanto, más que un problema del Sacramento de la Penitencia hay que hablar de un gravísimo problema de la formación moral del Cristiano, sobre todo porque el ser humano siempre está buscando conceptos mágicos del pecado e incluso se excusa diciendo que es el otro el que siempre tiene la culpa. 1.- REALIDAD Y NATURALEZA DEL PECADO En la Sagrada Escritura encontraremos constantemente las causas y efectos del pecado. Uno de los primeros relatos encontrados en ella es el que narra la caída en el AT donde se encuentra una enseñanza de extraordinaria riqueza, pues “el pecado de Adán es ante todo una desobediencia a Dios en su aspecto externo, pero en el fondo de su corazón en una rebeldía con respecto a Dios, a quien quiere suplantar, desea ponerse en lugar de Dios, para decidir entre el bien y el mal”, de igual forma desconfía de Él (Abad & Garrido, 2007), así, se puede decir que el pecado primero corrompe el corazón y después provoca el gesto del hombre. El capítulo 3 del libro del Génesis, nos muestra como el pecado marca los orígenes de la historia de la humanidad y este pecado es esencialmente una realidad religiosa que tienen que ver con la relación de la persona con Dios en cuanto a una repulsa y ofensa a Dios, tanto como Creador y como Salvador. Este repulsa se puede describir como la actitud de una persona que no desea verse determinada en su existencia por su relación con Dios como su creador, como su Salvador, como el amor que lo invita a la comunión de amistad con El y con los demás hombres, es decir, un rechazo del amor de Dios que le dio la existencia y lo mantiene en ella y le concede su amistad. En el AT el llamado a la conversión es muy común en la predicación de los profetas, quienes denuncian el pecado de los regidores del pueblo de Dios y del mismo pueblo, principalmente en los libros proféticos en donde se hace referencia más o menos directa al Decálogo y posteriormente se ve multiplicado en el libro sapiencial. Así, el pecado viene a ser una realidad sumamente concreta como consecuencia del abandono de Dios: violencias, rapiñas, juicios inicuos, homicidios, mentiras, adulterios, perjurios, usuras, derechos atropellados, multitud de desórdenes sociales. Los profetas anuncian con energía que Dios abomina de su culto, por muy espléndido que sea, pues no va acompañado del ejercicio de la justicia y del respeto a los demás hombres. Por lo tanto el pecado no sólo hiere a Dios, sino también a aquellos a quienes Dios ama. (Abad & Garrido, 2007).
  • 22. 21 El pecado, en un sentido de repulsa a la fidelidad de la Alianza de Dios, es considerado como un “No” del hombre al proyecto y a la llamada Divina. La fidelidad a la Alianza es amor a Dios y amor a los demás hombres, compromiso con la construcción al reino de la verdad, justicia, amor y paz, todo esto prometido por Dios a los hombres. 2.- DIFERENTES NOMBRES DE ESTE SACRAMENTO Sacramento de la Penitencia: “porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador” (Catecismo de la Iglesia Católica 1423) Sacramento de conversión: “porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión, la vuelta al Padre del que el hombre se había alejado por el pecado” (Catecismo de la Iglesia Católica 1423). Sacramento de la confesión: “porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento. En un sentido profundo es también una confesión por el reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador”.
  • 23. 22 Sacramento del perdón: “porque por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente ‘el perdón y la paz’ Sacramento de Reconciliación: “porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: “Dejaos reconciliar con Dios” [2 Co 5,20]. (Catecismo de la Iglesia Católica 1424). 2.- Sacramento de la Penitencia, en la Biblia, Tradición y Magisterio “Reciban el Espíritu Santo, a quienes les perdonen los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos.” (Jn 20-23) “Se denomina sacramento de la Penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1423) Este Sacramento es de la Nueva Ley, instituido por Cristo, “en favor de todos los miembros pecadores de la Iglesia, ante todo para los que, después del Bautismo, hayan caído en el pecado grave y así hayan perdido la gracia bautismal y lesionado la comunión eclesial” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1446), por lo tanto es a través de este Sacramento que se otorga el perdón de los pecados cometidos después del Bautismo por medio de la absolución del Sacerdote a aquellos que con verdadero arrepentimiento confiesan sus pecados y prometen dar satisfacción por los mismos. Es llamado un ‘Sacramento’ porque es un medio por el cual se imparte gracia al alma, de tal forma que quienes se “acercan al Sacramento de la Penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1422). Como signo interno, imparte gracia al alma, y como signo externo comprende las acciones del penitente al presentarse al sacerdote y acusarse de sus pecados y las acciones del sacerdote al pronunciar la absolución e imponer la satisfacción”. La Gracia conferida es la liberación de la culpa del pecado y en el caso del pecado mortal, del castigo eterno. (Enciclopedia Católica).
  • 24. 23 En el Antiguo Testamento, principalmente en el libro del Levítico, se encuentra la doble orientación penitencial: a) Cúltica - Ritual: donde el dolor es provocado por las desgracias - sobre todo populares - que se manifestaban a través de aparatosos llantos, oraciones colectivas y tal vez con alguna liturgia penitencia, donde hombres y mujeres ayunan y se cubren de saco y ceniza. b) Confesión pública de los pecados: clamando a Dios por el perdón. Los detalles del ritual de la expiación de los pecados están en este mismo libro del Levítico en el cap. 16, donde se resalta la necesidad de un día completo de descanso, penitencia y ayuno. Esto implicaba una asamblea en el templo y sacrificios particulares haciendo expiación por el santuario, sacerdotes y por el pueblo. En este capítulo se relatan dos ceremonias diferentes: 1. Por su espíritu y por su origen: El sumo Sacerdote ofrece un toro en sacrificio por su pecado y por el de su casa, es decir por los sacerdotes, penetra detrás del velo que cierra el santo de los Santos, inciensa el propiciatorio y lo rocía con sangre de toro. De igual forma, ofrece otro macho cabrío por el pecado del pueblo; también lleva la sangre detrás del velo y rocía el propiciatorio. En este ritual levítico, se reconocen las ideas de pureza y valor expiatorio de la sangre. 2. Se añade otro rito particular, el cual depende de otras concepciones; la comunidad ofrece dos machos cabríos que se echan a la suerte, uno para Yahvé y el otro para Azazel. El primero es para el Sacrificio por el pecado del pueblo y el segundo se coloca delante de Yahvé, el sumo sacerdote pone las manos sobre la cabeza del animal y lo carga de todas las faltas voluntarias o no, y luego él mismo conduce al animal al desierto, así este se lleva consigo los pecados del pueblo. Otras citas que hablan de la penitencia en el Antiguo Testamento son:
  • 25. 24 Ex 34 6-7 Dios es el único que puede perdonar y restablecer los lazos que el pecado ha roto. Jos 7,16-26 La excomunión penitencial. Jer 18,11; 25,5s. Volved del mal camino y enmendad las obras. Ez 18,30 ss Arrepentirse y apartarse de todas las iniquidades. Joel 2,12s Invitación al arrepentimiento. En el Nuevo Testamento el término de penitencia aparece principalmente en los Sinópticos, en los Hechos de los apóstoles y en el Apocalipsis. En las Cartas de San Pablo, aparece como un cambio íntimo de pensamiento, es decir, de mentalidad, volviéndose sinceramente a Dios y acomodando, con verdadera sinceridad, su conducta práctica a la nueva orientación de cara a Dios. El Nuevo Testamento abre con el grito del Bautista: “Cambiad vuestros pensamientos y vuestros afectos, porque ha llegado el Reino de los Cielos”, se trata de un cambo total de vida, puesto que Dios se acerca para perdonar y salvar. Así los frutos de la penitencia en el Nuevo Testamento no serán de obras de mortificación sino más bien en tener una vida plena de justicia y equidad, de unión y obediencia a la voluntad divina. Jesús, también invita al arrepentimiento y a creer en el Evangelio (Mc 1,15; Mt 4,17), en donde Dios irrumpe en la historia, exigiendo al hombre un cambio radical en su manera de pensar, sentir y obrar, rompiendo definitivamente con su pasado pecaminoso. De igual forma, la enseñanza de Jesús sobre la penitencia está justificada con imágenes de gran realismo, como la parábola de la oveja perdida (Lc 15,3-7), la del fariseo y el publicano (Lc 18,9-14) y sobre todo la del hijo pródigo (Lc 15,11-32). Los Evangelios no sólo presentan a Jesús como el mediador de la reconciliación de los pecadores con el Padre, sino como aquel que sale al encuentro de los pecadores y como ministro del Perdón; esto lo podemos encontrar en los casos de la mujer samaritana (Jn 4,6-42), del paralítico (Lc 5,17-26), de la mujer pecadora (Lc 7,36-50), de la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8,1-11), de Zaqueo (Lc 19,1-10) y del buen ladrón (Lc 23,30- 43).
  • 26. 25 Jesús instituyó el Bautismo para la remisión de los pecados y la pertenencia a su Iglesia. Lleva implícitamente la indicación de que se perdona el pecado original, al ser administrado también a los que no tienen aún capacidad de pecados personales, como los niños, para los cuales no se excluye el su bautismo el perdón de los pecados. Ya en los Hechos de los apóstoles, San Pedro, menciona la necesidad de recibir el Bautismo con sentimientos de arrepentimiento, a fin de obtener la remisión de los pecados y el don del Espíritu Santo (Act. 2,38-41). De igual forma, San Pablo profundiza y completa la doctrina bautismal que resultaba de las enseñanzas del Salvador (Mc 10,38) y de la práctica de la Iglesia (Rm 6,3). Finalmente, en el texto de San Mateo 26,28 se afirma claramente que la eucaristía es la sangre de la nueva Alianza “derramada para el perdón de los pecados”. Por lo mismo, según lo expresado en el Nuevo Testamento sobre la Eucaristía, aunque no esté relacionado directamente con el perdón de los pecados, ni supla el sacramento de la Penitencia, en algunos casos puede perdonar los pecados graves y de ella dimana la gracia del perdón, a través del Sacramento de la Penitencia. La penitencia en el Concilio de Trento definió que con las palabras de Jn 20,22-23 Cristo instituyó el sacramento de la penitencia, así como los textos de san mateo 16,19 y 18,18, en donde Cristo confiere a los Apóstoles y de sus sucesores, la facultad y la misión de perdonar los pecados mediante una sentencia o una acción visible o social, que tiene valor delante de Dios en orden a la salvación. Según estos textos, se ve que es esencial la doble potestad de absolver y no absolver, que con el desarrollo de la práctica penitencial en la historia de la Iglesia, el hecho de “atar” y “desatar” significa fundamentalmente la facultad de remitir y retener los pecados de los cristianos, imponiéndoles condiciones y obligaciones que sean signo de su verdadera conversión y conceder o negar el perdón de los pecados.
  • 27. 26 La doctrina de los doce Apóstoles o Didaché, manifiesta sobre la cuestión de los pecados y de la confesión de los mismos, en donde amonesta a los bautizados para que lloren por toda maldad (3,1), de igual forma menciona que los pecados cotidianos pueden ser perdonados por la oración (por eso deben rezar tres veces al día el Padrenuestro y pedir a Dios en la quinta petición por el perdón de los pecados), también, a través del ayuno, la limosna y la confesión de esos pecados (4,14; 7,4; 14,1). Por otro lado, presenta que la confesión de los pecados debe hacerse en las asambleas Litúrgicas, pero no se sabe cómo se hacía esta confesión. Además, toma en cuenta la penitencia por los pecados graves que excluyen de la celebración de la Eucaristía (10,6; 14,1). San Ignacio de Antioquía habla en primer lugar de pecados como la impureza, el odio, las contiendas e iras y otras faltas de amor; después se refiere a los que hacen penitencia y vuelven a la Iglesia. Todos los hermanos han de orar por el hermano pecador. Por otro lado, expresa que el obispo tiene la misión de advertir, enseñar y reprender, puede castigar y excomulgar sobre todo a los herejes y cismáticos. La paz con el Obispo y su perdón garantizan el perdón de Dios y la paz con El. El perdón de la Iglesia y del obispo es causa del perdón de Dios. San Policarpo de Esmirna se asemeja a la misma doctrina y práctica de San Ignacio de Antioquía. San Clemente Romano (siglo I), en primer lugar afirma que la Iglesia entera participa en la superación de los pecados de sus miembros (2, 4-6; 56,1), sobre todo con la oración y la corrección; luego, de manera concreta con la determinación del obispo o de los presbíteros. El considera al mismo nivel los medios de la corrección de la Iglesia y los de Dios. Exige primeramente la conversión. Por lo tanto se ha de reparar el pecado con la penitencia que determinen los responsables de la comunidad, posteriormente serán reconciliados con la Iglesia y tendrán parte en su esperanza.
  • 28. 27 Tertuliano (año 203), es el primer autor que presenta una imagen clara de los métodos penitenciales de la Iglesia antigua y además nos hace saber que tales métodos, cuyas partes esenciales existen desde tiempos apostólicos, han tomado ya una forma fija. El pecador debe reconciliarse con Dios mediante obras de penitencia. El presenta la diferencia entre Bautismo y Penitencia, puesto que en el Bautismo, Dios perdona por misericordia y en la Penitencia se le exige al sujeto obras de satisfacción. Así, la penitencia no puede ser meramente interna, sino que se ha de manifiesta con hechos externos, esto es conocido como exomologesis (confesión), en donde no sólo se hace confesión de palabra, sino que se ha de manifestar también en hechos, tal como el ayuno riguroso, lágrimas, oraciones de rodillas, petición para que los demás intercedan por el pecador. Él subraya que la concesión del perdón por parte de la Iglesia es insustituible. San Cipriano (258 d. C.) es un claro expositor de la conciencia de la Iglesia de haber recibido d Cristo el poder de perdonar los pecados, combate así la herejía de Novaciano, quien negaba que había perdón de los pecados para los lapsi (renegaban su fe). Expresa claramente que quienes han pecado luego después de haber recibido el Bautismo pueden volver a obtener el perdón cualquiera que sea el pecado, además de dar testimonio claro de confesar el pecado mientras haya tiempo y mientras esta confesión pueda ser recibida por la Iglesia. Durante los siglos IV y V, abundan los testimonios sobre la penitencia, tanto Papas, Padres de la Iglesia, Concilios, sínodos, escritores eclesiásticos, etc. Así los pecados graves han de someterse a la penitencia pública, ésta se concede una sola vez en la vida y se desarrolla según el siguiente esquema: I. Confesión de los pecados al obispo o sacerdote, II. Entrada oficial en el grupo de los penitentes, III. Periodo penitencial y IV. Reconciliación oficial con la Iglesia.
  • 29. 28 La penitencia en los siglos VI-XIII, pasa por diversas etapas. Una de ellas es la penitencia reiterable, en donde “los hombres hacen penitencia de sus pecados, no conforme a los cánones, sino que repugnantemente, cuantas veces quieren pecar; otras tantas piden ser reconciliados por el presbítero” ésta práctica los padres Conciliares reprueban con energía y se pide que se dé la penitencia según la norma canónica de los antiguos. Con este tipo de penitencia se introdujo la práctica de la absolución y la “penitencia”. Otra etapa es la penitencia “tarifada” o reglada, puesto que el confesor imponía al penitente las penitencias que prescribían los penitenciales, que eran una especie de manuales para confesores, donde cada pecado tenía asignada una “tarifa” penitencial. La tercera etapa, es la obligación de confesar, que surge como consecuencia de la penitencia “tarifada” de tal forma que mana la obligación de confesarse al menos una vez al año y siempre que, existiendo conciencia de pecado grave, hubiese que recibir la comunión eucarística. (Abad & Garrido, 2007). 3.- La Celebración del Sacramento de la Penitencia “La penitencia ha de conducir a que el pecador deshaga la obra del pecado y rehaga la obra de la gracia” Ante el reto actual de una Crisis real de la práctica del Sacramento de la Penitencia, crisis que sin duda alguna, tiene raíces varia: una práctica a menudo deficiente durante muchos años de este sacramento, que ha causado numerosas y a veces profundas alergias en muchos cristianos a ya no celebrarla. De igual forma, la realidad tan compleja y equívoca de nuestra sociedad y mundo actual a consecuencia de la secularización, la pérdida de sentido de pecado (tal vez más el cambio en juicio moral sobre algunos aspectos del comportamiento humano), así como a la deficiente pedagogía, catequesis y celebración del mismo Sacramento.
  • 30. 29 Por lo tanto, es urgente, revitalizar la celebración de este Sacramento, considerando en primer lugar lo que los Santos Padres han insistido mucho: la práctica de este Sacramento de nada servirá, sino es una expresión sincera de la conversión del corazón y renuncia del pecado. Por ejemplo, San León Magno, declara que no basta practicar la abstinencia de los alimentos, si al mismo tiempo no se alimenta la fortaleza del espíritu y en cuanto a la carne no sólo negar a sí mismo la saciedad corporal, sino someter lo más íntimo del corazón a un severo examen para ver si no quedó pegada alguna discordia y codicia. Junto con el ayuno, es necesario que la castidad expele muy lejos la incontinencia y que la luz de la verdad disipe las tinieblas de la simulación, además que se ablande la soberbia, se enmiende la cólera, se achaten los dardos de la maldad, se refrene la difamación de la lengua, cesen las venganzas y se olviden las injurias. También San Agustín, recuerda que la limosna sólo será auténtica si la ayuda material va unida al perdón de las ofensas. De esta forma, en la celebración de este Sacramento se ha de insistir en la estructura dialogal, como signo de encuentro interpersonal del hijo arrepentido y el padre perdonador. Este diálogo de arrepentimiento y contrición, de acogida y curación, exige la mejor receptividad y la mayor sinceridad y debe situarse en un contexto familiar y comunitario que respeta al máximo la intimidad padre-hijo pero da a la espera, al reencuentro y a la reparación, tiene que ser en un contexto festivo y solidario, signo de las realidades futuras de una vida donde todo será “comunión y fiesta” (Catecismo de la Iglesia Católica 1136). EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA es una expresión sincera de la conversión del corazón y renuncia del pecado.
  • 31. 30 Así, se puede expresar que Celebrar el Sacramento es:  Creer que Dios te acoge, te escucha, te ilumina, te perdona, te cura, te da un corazón nuevo.  Participar de la victoria de Cristo en la cruz contra el mal y el pecado.  Ser sincero para preparar tu futuro como hijo de Dios e hijo de la Iglesia. Aceptar el diálogo con el sacerdote para buscar las causas profundas de tus acciones o de tus omisiones.  Preguntarte cuál es tu responsabilidad, cuál es tu misión entre los demás, en la Iglesia y en el mundo actual.  Recuerda que es el Espíritu Santo, el Espíritu de Amor, quien te conducirá en este proceso: es importante que vayas con sencillez y con el deseo de encontrarte con el Padre que te espera; márcate a ti mismo con el signo de la Cruz, para que tus pensamientos, sentimientos y acciones estén en las manos de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.  En el Sacerdote tienes que ver no sólo el instrumento del perdón de Dios, sino también el signo visible de la comunidad que has perjudicado con tu pecado.  No se trata de hacer un examen de conciencia inquietante, sino de decir sobre todo lo que te paraliza para avanzar en el camino cristiano y te encierra en ti mismo.  Puedes decir, el acto de contrición o una oración de confianza para grabar en tu interior, el reconocimiento de tu pecado y tu voluntad de cambiar.  Acoge la absolución como el paso de Dios que perdona y toma tu pobre historia para hacer de ella una historia santa.  Al término de la confesión, vive intensamente la unión con Dios para que cambies lo que hay que cambiar y da gracias a Jesús por el perdón que te ha regalado. (Actualidad Litúrgica 158) ¿Cómo puedes llegar a lo anterior?
  • 32. 31 Ahora bien, el nuevo Ritual indica que el Sacramento se administre en el lugar y en la sede establecida por el derecho, según el código vigente, es decir, “el lugar propio para oír confesiones es una iglesia u oratorio. Sobre el tiempo de la celebración, el Ritual establece como norma general que la reconciliación de los penitentes pueda celebrarse en cualquier día y hora. Por lo que es aconsejable que los fieles conozcan los días y horas en que el sacerdote está disponible para atenderles en ese ministerio. El Ritual, también recuerda que la Cuaresma es un tiempo especialmente apropiado para la celebración de este Sacramento, que puede ir precedido de celebraciones penitenciales que ayudan a lograr un conocimiento y unas disposiciones internas mejores para reconciliarse con Dios y con los hermanos, a la vez que se acentúa el carácter eclesial y comunitario. En cuanto a las vestidura Litúrgicas, el ritual no prescribe ninguna especial, sino que se observen las normas dadas por los ordinarios locales. Respecto al modo de celebrar el sacramento de la reconciliación, el Ritual contempla tres posibilidades: 1) Reconciliación de un solo penitente. 2) Reconciliación de varios penitentes con confesión y absolución individual, y 3) Reconciliación de varios penitentes con confesión y absolución general.
  • 33. 32 1) RITO PARA RECONCILIAR UN SOLO PENITENTE (PREANOTANDAS DEL SACRAMENTO): Preparación del sacerdote y del penitente 15.- El sacerdote se debe preparar con la oración invocando al Espíritu Santo para recibir su luz y caridad. El penitente reflexione en su vida, guiándose por el ejemplo y mandamientos de Cristo, y así pida perdón por sus pecados. Acogida del penitente 16.- Esta acogida por parte del sacerdote es con caridad fraternal y con palabras de afecto. En seguida al penitente hace el signo de la cruz, al mismo tiempo puede hacerlo el sacerdote, quien con una breve formula lo invita a la confianza en Dios. Si el penitente es desconocido es importante dar a conocer cuando fue su última confesión y sus dificultades para llevar una vida cristiana. Así el confesor ejercerá mejor su misterio. Lectura de la Palabra de Dios 17.- Si al sacerdote le parece oportuno lee el o el penitente un texto de la Sagrada Escritura, o bien como preparación al Sacramento. Así el cristiano es iluminado en el conocimiento de sus pecados y llamado a la conversión y confianza en la misericordia de Dios. Confesión de los pecados y aceptación de la Satisfacción 18.- El penitente confiesa sus pecados. Si es necesario el sacerdote le ayudará a hacer una confesión integra y lo invitará a que se arrepienta. Le ofrecerá oportunos consejos y le instruirá en los deberes de la vida cristiana. En seguida el sacerdote impone una satisfacción de acuerdo a la gravedad y naturaleza de los pecados. Es oportuno que sea por medio de la oración, de la abnegación, sobretodo el servicio al prójimo. Oración del penitente y absolución del sacerdote 19.- El penitente dice una oración con la cual muestra su contrición y propósito de una vida nueva, dicha oración estará compuesta con palabras de la Sagrada Escritura.
  • 34. 33 Al terminar el sacerdote impone las dos manos o al menos la mano derecha y dice la absolución cuya parte esencial es: YO TE ABSUELVO DE TUS PECADOS, EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO. Hace la señal de la cruz sobre el penitente al final de estas palabras. La reconciliación del penitente tiene origen en la misericordia de Dios Padre, donde interviene el Espíritu Santo y otorga el perdón por el ministerio de la Iglesia. Acción de gracias y despedida del penitente 20.- Al recibir el perdón de los pecados, el penitente proclama la misericordia de Dios y da gracias con una aclamación de la Sagrada Escritura y el sacerdote lo despide en la paz del Señor. El penitente debe manifestar su conversión reformando su vida conforme al Evangelio. Rito breve 21.- El sacerdote según la necesidad pastoral puede omitir algunas partes del rito, en cambio ha de mantenerse íntegramente: la confesión de los pecados y la aceptación de la satisfacción, la invitación a la contrición, la fórmula de la absolución y la fórmula de despedida. En peligro de muerte, es suficiente que el sacerdote diga las palabras esenciales de la fórmula de la absolución: YO TE ABSUELVO DE TUS PECADOS, EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO. 2) RITO PARA RECONCILIAR A VARIOS PENITENTES CON CONFESIÓN Y ABSOLUCIÓN INDIVIDUAL 22.- Cuando son muchos penitentes, es conveniente que se preparen con la celebración de la Palabra de Dios. De este modo se manifiesta la naturaleza eclesial, pues juntos oyen la Palabra de Dios, proclaman la misericordia divina, y se ayudan con la oración. Pueden participar aun aquellos que recibirán el sacramento en otro momento. Es oportuno que haya varios sacerdotes para la administración de este sacramento. Después de confesarse cada uno y recibir la absolución, alaban a Dios.
  • 35. 34 Ritos iniciales 23.- Ya reunidos los penitentes se canta un canto adecuado, en seguida el sacerdote saluda y él mismo o un ministro dicen unas palabras con las cuales introducen a la celebración, da indicaciones del orden que se va a seguir y los invita a orar, después dice la oración. 24.- Conviene que se inicie con la lectura de la Palabra, puede elegirse una o más lecturas, si son varias se debe intercalar un salmo, si solo es una, será del Evangelio. Elíjanse principalmente lecturas por las cuales: a) Que Dios llame a la conversión y asemejarse con Cristo. b) Que trate de la reconciliación por la muerte y resurrección de Cristo, como don del Espíritu Santo. c) Que manifieste el juicio de Dios sobre el bien y el mal, así ayude a iluminar y a examinar la conciencia. 25.- La homilía ayuda a los penitentes al examen de conciencia, a la conversión del pecado y a la conversión a Dios, ya que se basa en el texto de la Escritura. Se le debe recordar que el pecado es una acción contra Dios, la comunidad, el prójimo y contra el mismo pecador. Puntos que se deben poner en relieve a) Que la misericordia de Dios es mayor a nuestras culpas, por eso Dios nos llama una y otra vez. b) Que los actos individuales repercuten en el cuerpo de la Iglesia. c) La satisfacción exige además de las obras penitenciales, el ejercicio del verdadero amor a Dios y al prójimo. 26.- Al final de la homilía es necesario un tiempo de silencio para examinar la conciencia y suscitar verdadera contrición. El sacerdote o diácono pueden ayudar con fórmulas o una plegaria litánica, de acuerdo a la condición y edad, esto puede sustituir la homilía; pero el punto de partida debe ser el texto de la Sagrada Escritura que se ha leído.
  • 36. 35 Rito de la reconciliación 27.- El diácono u otro ministro invita a que se arrodillen. Todos se arrodillan o inclinan y dicen la fórmula de confesión general; en seguida de pie recitan una oración litánica o entonan un cantico adecuado. Al final se dice la oración dominical que nunca debe omitirse. 28.- Después de la oración dominical, los sacerdotes escuchan las confesiones en el lugar indicado, así los penitentes que se acercan a confesar sus pecados y al recibir la satisfacción, son absueltos con la fórmula para reconciliar a un penitente. 29.- Al terminar de confesar a todos y cuando ya todos los sacerdotes estén en el presbiterio, el sacerdote que preside invita a la acción de gracias con un salmo, un himno o una plegaria litánica. Para finalizar el sacerdote concluye con una oración de alabanza a Dios. Despedida del pueblo 30.- El sacerdote bendice a los fieles y el diácono o él mismo despide a la asamblea. 3) RITO PARA RECONCILIAR A MUCHOS PENITENTES CON CONFESIÓN Y ABSOLUCIÓN GENERAL Disciplina de la absolución general 31.- Es la absolución general el único modo de reconciliación con Dios y con la Iglesia, sin embargo alguna vez según las circunstancias puede ser impartida la absolución a varios penitentes. Como en peligro de muerte, algún caso grave o si no hay suficientes confesores, de lo contrario cuando son suficientes no puede darse. 32.- Corresponde al Obispo del lugar junto con los miembros de la Conferencia Episcopal, decidir cuándo es lícito conferir la absolución sacramental colectiva, además los sacerdotes darán a conocer al Obispo cuando se presenta esta necesidad.
  • 37. 36 33.- Los sacerdotes deberán instruir a los fieles acerca del valor de la absolución colectiva, sobre las disposiciones y condiciones. Haciéndoles conscientes que para que sean beneficiados con la absolución colectiva deberán estar dispuestos, que se arrepientan de sus pecados, el propósito de no cometerlos más, reparar los escándalos y daños y a su debido tiempo confesar los pecados graves. 34.- A quien ha recibido la absolución común y se le han perdonado pecados graves, antes de recibir otra, debe acudir a la confesión oral, está obligado al menos una vez al año confesar los pecados graves. Rito de la absolución general 35.- El rito es el mismo solo cambian algunos puntos como: a) En la homilía o después, se advierte a los fieles que para poder beneficiarse de la absolución necesitan arrepentirse, enmendarse de sus pecados, reparar daños, propósito de confesarse individualmente y que se propongan una satisfacción. b) El diácono o ministro invitan a manifestar el deseo de recibir la absolución a través de un signo externo como: inclinar la cabeza, arrodillarse o algún otro. Todos juntos dicen la formula como “yo confieso”. Después se recita una plegaria litánica, se entona un cantico penitencial y dicen o cantan la oración dominical. c) En seguida el sacerdote invoca el Espíritu Santo al que pide la gracia para el perdón de los pecados, proclama la victoria sobre el pecado por la muerte y la resurrección de Cristo y se da la absolución a los penitentes. d) El sacerdote para finalizar invita a la acción de gracias, bendice al pueblo y lo despide.
  • 38. 37 RECOMENDACIONES PRÁCTICAS PARA EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA (Actualidad Litúrgica 147,195) ¿Te quieres confesar…? ¡Te invitamos a celebrar la Fiesta del perdón y la misericordia! Esta fiesta necesita de la disponibilidad de tu corazón, unos minutos antes, y unos después de tu encuentro personal con Jesús; para darles gracias por su amor y su misericordia. La absolución o retención del perdón de tus pecados, la recibirás a través del sacerdote que es quien te acoge en nombre de Él y de su Iglesia. TRES SON LOS PROTAGONISTAS DE ESTA CELEBRACIÓN: + EL MINISTRO: que es quien convoca y preside en nombre de Cristo y de la Iglesia. + LA COMUNIDAD: que es quien se congrega para pedir, recibir y dar gracias por el regalo del perdón y la misericordia. + EL PENITENTE: que eres tú…, quien ha destinado este tiempo para re-encontrarse con Dios y los hermanos. ÉSTOS SERÁN LOS REQUISITOS PARA VIVIR LA FIESTA DEL PERDÓN: 1º ANTES DE CONFESARTE Caer en la cuenta de tu(s) pecado(s). Arrepentirte y sentir detestación por ellos… Sentir la necesidad de pedir perdón. Tener el firme propósito de ponerte en el camino de la conversión. Y disponerte para confesar tu culpa y tu pecado.
  • 39. 38 2º EN EL CONFESIONARIO: Declarar tu(s) pecado(s) sin temor y con la confianza de saber que es Dios quien te escucha y orienta a través del sacerdote. Expresar tu arrepentimiento y deseo de conversión. Abrir tu corazón y tus oídos para escuchar y acoger con humildad los consejos y orientaciones del sacerdote para la satisfacción completa del Sacramento. Y esperar la absolución definitiva o retención temporal de la misma según la circunstancia concreta de tu situación respecto de tu(s) pecado(s). 3º Y… DESPUÉS DE CONFESARTE: Agradecer a Dios el perdón de tu(s) pecado(s); o en su defecto, Pedir la gracia para ser absuelto en tu próxima confesión, una vez que delante de Dios, y pidiendo su ayuda a través de la intercesión de la Iglesia, decidas poner remedio a la situación concreta de tu pecado. ¡AHORA COMIENZA LA FIESTA! ¡TÓMATE ELTIEMPO SUFICIENTE Y DISPONTE A VIVIRLA EN COMUNIDAD!
  • 40. 39 TRES SERÁN LOS MOMENTOS DE ESTA CELEBRACIÓN PENITENCIAL: EL PRIMERO, SERÁ UN MOMENTO DE ORACIÓN DEL MINISTRO Y LA COMUNIDAD... 1. Ya que nos cuesta trabajo reconocer nuestros pecados, pediremos por todos los que somos pecadores y estamos necesitados de la misericordia de Dios. Al mismo tiempo, que imploraremos su gracia por el sacerdote confesor, que es quien nos escuchará, aconsejará y absolverá en nombre de Dios y de la Iglesia. 2.- Examinaremos nuestra historia personal, familiar y social a la luz de la Palabra de Dios, escudriñando el interior de nuestro corazón y nuestra vida para caer en la cuenta de nuestro(s) pecado(s). (EXAMEN ÍNTIMO DEL CORAZÓN). EL SEGUNDO, SERÁ UN MOMENTO PERSONAL E ÍNTIMO DENTRO DEL CONFESIONARIO en el que… 1.- Harás la acusación externa de tu(s) pecado(s), previo arrepentimiento y contrición, para que confiando en la misericordia de Dios y abriendo tu corazón al ministro sagrado, recibas la absolución o retención de tu(s) pecado(s). 2.- Y, acogerás con amor y humildad las indicaciones del sacerdote que a la luz de Dios y su Palabra, juzgará conveniente lleves a cabo para saldar y sanar tu(s) pecado(s); o en su defecto, repensar tu situación (durante el tiempo que tú consideres conveniente), sí hubiese(n) quedado retenido(s). EL TERCER MOMENTO, DE NO MENOR IMPORTANCIA QUE LOS ANTERIORES, REQUERIRÁ TAMBIÉN DE LA ORACIÓN COMUNITARIA. 1.- Para expresarle a la comunidad la alegría y el agradecimiento por la oración hecha en tu favor; además, de la necesidad de seguir orando por ti y tu situación, a fin de llevar acabo tu deseo de conversión y reincorporación a la comunidad. 2.- Y darle gracias a Dios por el regalo de ser compasivo y misericordioso; aguardando el Banquete de la Fiesta del Perdón y la Misericordia, que es la EUCARISTÍA.
  • 41. 40 Una confesión que sea eficaz, ¿qué requisitos debe tener? Del libro “La Confesión, Sacramento de la Misericordia”, del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización (ediciones San Pablo), se seleccionaron cinco características que hacen único y eficaz el sacramento de la Reconciliación. 1) Debe formar la conciencia El Sacramento de la Reconciliación tiene como presupuesto la necesaria formación de la conciencia. La expresión indica una fe que se convierte en saber. Para el cristiano se trata, sobre todo de comprender el significado de lo que sucede, sobre todo en la propia vida, en una comprensión que actúa con Dios y a través de Él. La vida cristiana, se realiza en el Espíritu Santo, por amor de Cristo, iluminada por su Palabra: para el creyente, el conocimiento de sí y del mundo es, por tanto, una obra de discernimiento espiritual. ¿Cómo se forma la conciencia? Haciéndola caminar por un sendero que se adentra en la verdad del hombre, aquel que es imagen de Dios. En esta óptica, el reconocimiento de los propios pecados (cada pecado tiene una visión falsa de sí mismo) es solo una etapa en este largo recorrido de sí mismo y de Dios. Un sendero difícil pero al mismo tiempo bello y convincente. El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda que la conciencia está formada, educada, recta y verdadera cuando está “en conformidad con el verdadero bien querido por la sabiduría del Creador (CIC 1783), y esta educación “es un deber de toda la vida” (CIC 1784). 2) Debe educar en el sentido de la penitencia Para las comunidades cristianas y para los creyentes individualmente, el Jubileo de la Misericordia se perfila como una buena ocasión para poder redescubrir el valor y la belleza del Sacramento de la Reconciliación. Cuando el hombre ya no se reconoce pecador, no hace nada para evitar el pecado y ponerle remedio y la gracia de la salvación es insignificante para él. En este caso, el creyente pierde la conciencia de la Pascua del Señor y del motivo de su muerte en la Cruz. Su vida de fe resulta vacía y sin vida. La Reconciliación debe educar, por tanto a desempolvar el sentido de la penitencia de cada uno de nosotros.
  • 42. 41 3) Debe llevarnos de vuelta al amor En la verdadera penitencia nuestra única acción es hacer espacio para que Él actúe en nosotros. Exactamente la dinámica que caracteriza toda auténtica relación amorosa: “Sí, el amor es éxtasis”, pero éxtasis como camino, como éxodo permanente del “yo” encerrado en sí mismo, hacia la liberación en el don de sí. Es realmente el reencuentro con uno mismo, hacia el descubrimiento de Dios” (Benedicto XVI, Deus caritas est, 6). Es el camino que conduce directamente a buscar y a amar el Sacramento de la Penitencia. El Catecismo de la Iglesia Católica selecciona muchas formas de penitencia y actitudes penitenciales que favorecen la conversión. De las propuestas más clásicas del ayuno, de la oración y de la limosna a otras invitaciones que son rechazadas como prácticas de caridad, gestos de reconciliación, cuidado de los pobres, compromiso en la defensa de la justicia y del derecho, corrección fraterna, lectura de la Sagrada Escritura, ejercicios espirituales, liturgias penitenciales y peregrinaciones (CIC 1434-1438). 4) Debe recuperar la solidaridad El perdón de Dios no termina en el pecador arrepentido, sino que a través de él se irradia a toda la comunidad transformando las relaciones interpersonales y imprimiendo a toda la Iglesia un estilo de vida que la caracteriza como “Pueblo de Dios”. Por esto, los creyentes son exhortados, sobre todo, a eliminar de las comunidades eclesiales todas las manifestaciones que contrasten con la solidaridad que debe reinar en ella. El creyente puede acoger y perdonar porque sabe que, antes que nadie, ha sido él el perdonado y acogido incondicionalmente por Dios. El perdón, por tanto, es un bien gratuito que hay que compartir con los hermanos. 5) Debe estimular la “corrección fraterna” El Jubileo de la Misericordia desea caracterizarse como reconciliación, sobre todo en el interior de la comunidad cristiana; una misión interna, un camino de descubrimiento y de conversión en la propia identidad de comunidad universal de salvación, para que el Evangelio llegue a todo hombre en todos los hombres.
  • 43. 42 En este camino, la “corrección fraterna”, juega un papel de especial importancia y de difícil actuación. La corrección fraterna mira exactamente a la reconciliación para la edificación de la comunidad. Hablando de las primeras comunidades cristianas, las cartas del Nuevo Testamento presentan numerosas expresiones de hermandad, en el que aparece como un estribillo el vínculo de “unos con otros”. Está así marcado el ámbito en el que se debe usar y medir la corrección fraterna: competir en ver quien quiere más al otro (Rm 12,10), tener los mismos sentimientos por todos (Rm 12,16), acoger a todos (Rm 15,7).
  • 45. 44 ESQUEMA PARA LA CELEBRACIÓN PENITENCIAL La Celebración se lleva a cabo en la iglesia o aula penitencial, e inicia con el Canto de preparación. (De pie) CANTO: ME LEVANTARÉ E IRÉ ME LEVANTARÉ E IRÉ A MI PADRE LE DIRÉ: PADRE HE PECADO Levantándose se vino hacia su padre Vióle el padre cuando estaba lejos. Hacia él corrió compadecido, Y abrazándole, de besos le cubrió. RITOS INICIALES Ministro: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Todos: Amén. SALUDO Ministro: Que la gracia del Espíritu Santo ilumine nuestros corazones, para que llenos de confianza confesemos nuestros pecados y experimentemos la misericordia de Dios. Todos: Amén.
  • 46. 45 ORACIÓN El ministro invita a todos a orar con estas o semejantes palabras: Hermanos, oremos para que Dios nuestro Padre, que nos llama a la conversión, nos conceda la gracia de un arrepentimiento sincero y fructuoso… Todos oran en silencio durante unos instantes. Enseguida, el ministro dice esta oración: Dios y Padre nuestro, cuyo amor no se da por vencido con nuestras ofensas, pero nos pide que las reconozcamos y nos arrepintamos de ellas, concédenos celebrar el sacramento de tu misericordia y corregir lo que esté mal en nuestras acciones y en nuestra vida, para que podamos llegar a recibir de ti la eterna felicidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Todos: Amén. LITURGIA DE LA PALABRA (Sentados) Lectura del Libro del profeta Ezequiel 18, 20-23. Si el pecador se arrepiente de los pecados cometidos, guarda mis preceptos y practica la rectitud y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá; no me acordaré de los delitos que cometió; vivirá a causa de la justicia que practicó. ¿Acaso quiero yo la muerte del pecador, dice el Señor, y no más bien que enmiende su conducta y viva? Palabra de Dios. Todos: Te alabamos, Señor.
  • 47. 46 El monitor invita a la oración de abandono y confianza ante el conocimiento de Dios, con la certeza de saber, que la Palabra de Dios es viva y eficaz; y penetra en lo más profundo del corazón. Examinemos nuestra vida a la luz del Salmo 138, haciendo nuestras las palabras del salmista, orando en forma pausada. Todos: Tú me conoces, Señor, profundamente: tú conoces cuando me siento y me levanto, desde lejos sabes mis pensamientos, tú observas mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. Apenas la palabra está en mi boca, y ya, Señor, te la sabes completa. Me envuelves por todas partes y tienes puesta sobre mí tu mano. Ésta es una ciencia misteriosa para mí, tan sublime, que no la alcanzo. ¿A dónde iré yo lejos de ti, Señor? ¿Dónde escaparé de tu mirada? Si subo hasta al cielo, allí estás tú; si bajo al abismo, allí te encuentras. Si voy en alas de la aurora o me alejo hasta el extremo del mar, también allí tu mano me conduce y tu diestra me sostiene. Si digo: “Que me cubran las tinieblas, que la luz se convierta en noche para mí”, las tinieblas no son oscuras para ti y la noche es tan clara como el día. Tú formaste mis entrañas, Me tejiste en el seno materno.
  • 48. 47 Te doy gracias por tan grandes maravillas; soy un prodigio y tus obras son prodigiosas. Conocías plenamente mi alma; No se te escondía mi organismo, Cuando en lo oculto me iba formando Y entretejiendo en lo profundo de la tierra. Tus ojos contemplaban mis acciones, Todas ellas estaban escritas en tu libro, Y los días que me asignaste, antes de existir. ¡Oh Dios, qué profundos son tus proyectos, Qué innumerables son todos juntos: Si los cuento son más que la arena, Y aunque termine, aún me quedas tú! Examíname, Dios mío, para conocer mi corazón, ponme a prueba para conocer mis sentimientos, y si mi camino se desvía, no dejes que me pierda. (De pie) ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Ez 18. 31 R. Honor y Gloria a ti, Señor Jesús. Purifíquense de todas sus iniquidades; renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor. R. Honor y Gloria a ti, Señor Jesús. Ministro: Escuchemos ahora con atención la Parábola del Padre Misericordioso; el itinerario penitencial del hijo que ha pecado y la fiesta preparada por su retorno.
  • 49. 48 Lectura del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32. En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca’. Y él les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a padecer necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera. Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’. Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’. Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete. El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar. Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’.
  • 50. 49 El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’ ”. Palabra del Señor. Todos: Gloria a ti, Señor, Jesús. (Sentados) HOMILÍA (Motivar a las personas que participen en esta Celebración penitencial a que se acerquen con corazón sincero y arrepentido al Sacramento de la Penitencia) Habiendo reflexionado a la luz de la Palabra, y una vez, que el pecador siente la necesidad de confesar su pecado, ora en silencio individualmente el siguiente salmo, con las palabras de un pecador arrepentido para disponerse a confesar su(s) pecado(s) al sacerdote. Salmo 50. Señor, apiádate de mí, por tu misericordia inmensa, y por tu compasión sin límites olvida mis ofensas; lávame más y más de mis delitos y borra de mi culpa toda huella. Pues mi maldad conozco, cargo siempre mi culpa en la conciencia. A ti, Señor, a ti fue al que ofendí, al someter el mal, que tu detestas. Es justa tu sentencia y eres justo, Señor, al castigarme. Nací en la iniquidad y pecador me concibió mi madre. La rectitud de corazón te agrada y me vas enseñando internamente.
  • 51. 50 Lávame tú, Señor, y purifícame, y quedaré más blanco que la nieve. Haz que sienta otra vez júbilo y gozo y se alegren mis huesos quebrantados. Aleja de tu vista mis maldades y olvídate de todos mis pecados. Dame, Señor, un corazón sincero y un espíritu firme. No me arrojes, Señor, lejos de ti ni tu espíritu santo me retires. De tu perdón el júbilo devuélveme y un generoso espíritu disponme; enseñaré tus sendas a los malos y volverán a ti los pecadores. Líbrame de la sangre, mi Dios y salvador; y tu justicia proclamará mi lengua, jubilosa; abre, Señor, mis labios y tu alabanza cantará mi boca. No te gustan, Señor, los sacrificios; si ofrezco un holocausto, no lo aceptas; un corazón contrito te presento y un corazón así, nunca desprecias. Señor, apiádate de Sión y edifica de nuevo sus baluartes. entonces volverán a complacerte sacrificios rituales, y ofrendas y holocaustos de novillos en tu altar volverán a presentarse. INVITACIÓN A LA CONFESIÓN INDIVIDUAL Monitor: Ha llegado el momento central de nuestra celebración, en el cual, de forma individual y personal, confesaremos al sacerdote nuestros pecados; manifestando arrepentimiento, propósito de enmendar nuestra vida y reparar en la medida de lo posible el daño cometido, para aceptar la absolución inmediata o retención del pecado para una absolución futura. Te invitamos a que después de la confesión, permanezcas en el interior de la iglesia, para el momento conclusivo de nuestra celebración. Mientras seguiremos pidiendo perdón por nuestros pecados y entonando unos cantos penitenciales.
  • 52. 51 RITOS CONCLUSIVOS En el aula penitencial o en la iglesia. (De pie) Ministro: Finalmente, agradezcamos al Señor, la paz interior que nos ha dado por el regalo de su perdón, haciendo nuestras las palabras del salmista. Salmo 31 Salmista: Dichoso aquel que ha sido absuelto de su culpa y su pecado. Dichoso aquel en el que Dios no encuentra ni delito ni engaño. Penitente: Mientras callaba, se consumían mis huesos gimiendo todo el día, pues día y noche tu mano pesaba sobre mí; desapareció mi fuerza como la humedad en tiempo seco. Ante el Señor reconocí mi culpa, no oculté mi pecado. Te confesé, señor, mi gran delito y tú me has perdonado. Salmista: Por eso, en el momento de la angustia, que todo fiel te invoque, y no lo alcanzarán las grandes aguas, aunque éstas se desborden. Penitente: Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación.
  • 53. 52 Ministro: Yo te instruiré y te mostraré el caminó que has de seguir, y en ti fijaré mis ojos. No sean irracionales como caballos o mulos, cuyo brío hay que domar con freno y rienda para poder servirse de ellos. Muchas son las penas del malvado pero al que confía en el Señor la misericordia lo rodea. Salmista: En el Señor alégrense los justos y llénense de gozo; que los hombres de recto corazón lo aclamen jubilosos. Ministro: Confiando en la misericordia de Dios pidámosle que nos perdone como nosotros hemos perdonado a los que nos ofenden… Todos: Padre nuestro… Ministro: Oremos: Dios nuestro, Padre misericordioso, que por tu gracia nos conviertes de pecadores en justos y de afligidos en dichosos, concédenos tu auxilio para que, ya que hemos sido justificados por la fe, no nos falte la fortaleza necesaria para perseverar hasta el fin. Por Jesucristo, nuestro Señor. Todos: Amén.
  • 54. 53 BENDICIÓN Ministro: La bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. Amén. DESPEDIDA Acción de gracias y despedida del pecador. V. Demos gracias al Señor porque es bueno. R. Porque es eterna su misericordia. CANTO FINAL EN JESÚS PUSE TODA MI ESPERANZA EN JESÚS PUSE TODA MI ESPERANZA, ÉL SE INCLINÓ HACIA MÍ, Y ESCUCHÓ MI CLAMOR, Y ESCUCHÓ MI CLAMOR. Me sacó de la fosa fatal, del fango cenagoso; asentó mis pies sobre la roca, mis pasos consolidó. Puso en mi boca un canto nuevo, una alabanza a nuestro Dios: muchos verán y creerán, y en Jesús confiarán. En ti se gocen y se alegren todos los que te buscan; repitan sin cesar: ¡Qué grande es nuestro Dios!
  • 55. 54 O bien: VASO NUEVO Gracias quiero darte por amarme. Gracias quiero darte yo a Ti, Señor. Hoy soy feliz porque te conocí. Gracias por amarme a mí también. YO QUIERO SER, SEÑOR, AMADO COMO EL BARRO EN MANOS DEL ALFARERO. TOMA MI VIDA, HAZLA DE NUEVO YO QUIERO SER UN VASO NUEVO. Te conocí y te amé. Te pedí perdón y me escuchaste. Si te ofendí, perdóname, Señor pues te amo y nunca te olvidaré. YO QUIERO SER, SEÑOR, AMADO COMO EL BARRO EN MANOS DEL ALFARERO. TOMA MI VIDA, HAZLA DE NUEVO YO QUIERO SER UN VASO NUEVO.