2. Nació en Sevilla el 26 de julio de
1875.
Con 8 años su familia se traslado a
Madrid.
Eran 5 hermanos y el mayor Manuel
también fue escritor.
Estudio en la Institución Libre de
Enseñanza.
En su juventud llevó una vida
bohemia y viajó a París en donde
conoció la estética modernista.
Fue catedrático de francés en el
Instituto de Soria.
En Soria se casó con la joven Leonor
Izquierdo.
Tres años más tarde falleció Leonor y
Machado cayó en una profunda de
presión.
3. Abandono Soria y ejerció su
profesión en distintas ciudades:
Baeza (Jaén), Segovia y Madrid.
Más tarde se enamoró de
Guiomar.
Conoció a los escritores: Rubén
Darío, Juan Ramón Jiménez y a
Federico García Lorca.
Durante la guerra civil fue
partidario de la República.
Al terminar la guerra y ganar el
otro bando tuvo que huir a Francia
pasando por Cataluña.
Murió al poco de llegar a Francia
en el pueblecito de Colliure el 22
de febrero de 1939.
4. La poesía de Machado ha tenido una gran influencia en la poesía
posterior.
Para Machado la creación poética debe estar cerca de las
preocupaciones y sentimientos del hombre.
En su obra podemos destacar tres etapas:
1. Modernismo intimista
2. La preocupación por Castilla y España
3. Las inquietudes filosóficas
5. Sus primeros poemas los
recoge en el libro Soledades,
galerías y otros poemas.
En estos poemas se ve su
manera de entender el
modernismo.
Son poemas intimistas
cercanos al romanticismo
sentimental.
6. En esta etapa se centra en:
El paisaje castellano
La preocupación
patriótica por el pasado,
presente y futuro de
España.
Los poemas de esta etapa
están recogidos en la obra
Campos de Castilla.
Esta obra pertenece al
movimiento del 98.
7. Nuevas canciones es su
tercer libro de poemas.
En esta obra recoge una serie
de breves poemas de tipo
reflexivo.
8. Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de
mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo
amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus
entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del
Duero,
con su hacha el leñador, y el
carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras
blancas;
antes que el río hasta la mar te
empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
9. Son de abril las aguas mil.
Sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado
hay trozos de cielo añil.
Agua y sol. El iris brilla.
En una nube lejana,
zigzaguea
una centella amarilla.
La lluvia da en la ventana
y el cristal repiqueteo.
A través de la neblina
que forma la lluvia fina,
se divisa un prado verde,
y un encinar se esfumina,
y una sierra gris se pierde.
Los hilos del aguacero
sesgan las nacientes frondas,
y agitan las turbias ondas
en el remanso del Duero.
Lloviendo está en los
habares
y en las pardas sementeras;
hay sol en los encinares,
charcos por las carreteras.
Lluvia y sol. Ya se oscurece
el campo, ya se ilumina;
allí un cerro desparece,
allá surge una colina.
Ya son claros, ya sombríos
los dispersos caseríos,
los lejanos torreones.
Hacia la sierra plomiza
van rodando en pelotones
nubes de guata y ceniza.
10. Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.