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“El 17 de marzo
de 1992 se separaron
hijos de padres
y padres de hijos.
Perdimos compañeros
de tareas, de esperanzas,
de futuro.”

David Ben-Rafael
con sus hijos.
Dos días antes del atentado.
Jardín Japonés, Buenos Aires.
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LA SANTIDAD DE LA VIDA
Deputy Prime Minister and Minister of Foreign Affairs

Jerusalén, Marzo de 2012.
20 años han pasado del atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires, hecho que sin lugar a dudas marcó un
punto de referencia en la lucha contra el terrorismo internacional.
El 17 de marzo de 1992 quedará grabado en la memoria del pueblo israelí y de la sociedad argentina. No olvidaremos
y no perdonaremos a los asesinos que, a sangre fría, truncaron la vida de 29 víctimas inocentes, ciudadanos israelíes y
argentinos.
Pero a pesar del dolor ante la pérdida de madres, padres, hermanos y amigos nos hemos fortalecido y continuamos con
decisión y entereza por el camino y el legado que ellos nos dejaron.
El cruel destino que se nos impuso, llevó a que Argentina e Israel se unieran en su lucha contra el terrorismo. El Gobierno
argentino actuó y continua esforzándose por llevar a juicio a los asesinos y a sus gestores, responsables de los más grandes atentados terroristas ocurridos en los años 90 en la ciudad de Buenos Aires: en 1992 contra la Embajada de Israel
y dos años después, en 1994, contra la Comunidad Judía - AMIA. La estrecha colaboración llevó al pedido de captura
internacional contra altos funcionarios iraníes responsables de los mismos.
Lamentablemente 20 años después, las embajadas de Israel en el mundo continúan siendo blanco de atentados de organizaciones terroristas apoyadas por Irán y Hezbollah, su subsidiaria en el Líbano. Los intentos por destruir objetivos
israelíes no cejan, pero nada de esto hará que nos detengamos en nuestro empeño por extirpar este flagelo en todas
partes del mundo.
Este libro en memoria de las víctimas simboliza el triunfo de los valores, la moral y los ideales de la cultura occidental
frente al eje del mal. El Estado de Israel y el Estado Argentino continuarán trabajando juntos para evitar que se atente
contra vidas inocentes y por mantener viva la memoria de las victimas del atentado como símbolo de valor y la determinación del espíritu humano.

Daniel Gazit

Embajador de Israel en Argentina.

El 31 de octubre de 2008 volvimos, otra vez, en misión a
Buenos Aires.

que pensaba que, con la fuerza de la verdad, podría convencer al mundo de la justicia de nuestra causa.

Era casi el mediodía cuando salimos, cansados, del aeropuerto de Ezeiza acompañados, esta vez, de policías y
guardias federales. En el camino a la residencia oficial pedí
detenernos por algunos minutos en Arroyo y Suipacha.
Saliendo del vehículo miré la plaza, las paredes de alrededor con las marcas que quedaron del edificio que ya no
existe y vi los árboles, como testimonio de vida, plantados
en homenaje a los que ya no están.

El tiempo modificó mi percepción de las cosas. El odio, la
mentira y la intolerancia convergen en los atentados. La
locura de la muerte no discrimina en la selección de sus
víctimas. Una vez más me apoye en la convicción que, la
diplomacia era una misión con un objetivo: traer la paz y
mejorar el mundo asentado en una única premisa: la santidad de la vida.

No era la primera vez que visitaba el lugar desde el horrible atentado. Pero, aquel día, fue diferente.
Pasaron más de 20 años desde que llegué junto a mi familia, por primera vez, a Buenos Aires en misión diplomática.
Ese edificio fue nuestra casa, nuestro lugar de trabajo y
de tantas experiencias. Podía sentir las voces conocidas de
amigos y compañeros que ya no están; imaginar el movimiento interior, la risa tímida de los alumnos de colegios
que nos visitaban, el murmullo incesante de las recepciones...
Y, en un segundo, la casa había desaparecido, aunque continuaba allí.

Avigdor Liberman
Ministro de Relaciones Exteriores de Israel

Necesitaba mirar la plaza y a sus alrededores como forma
de renovar mi compromiso con los caídos en el atentado.
Veinte años atrás era un joven diplomático, lleno de energía y optimismo; inmerso en la seguridad de los inocentes

Así los emisarios de la paz pasaron a ser un objetivo del
terrorismo fundamentalista; terrorismo que atenta contra
nuestra civilización y se propone imponer su metodología, sin reconocer límite alguno. No obstante, hay algo que
no logró: imponernos un modo de vida. Continuamos con
nuestra cotidianeidad, ya sea yendo a nuestro trabajo, a la
escuela, reuniéndonos y asistiendo a cualquier manifestación que nos convoque desde nuestra condición humana.
Abrazamos a los sobrevivientes con toda nuestra consideración y afecto. Juntos edificaremos una nueva sociedad y
lucharemos, con fuerzas, para vivir en un mundo más humano y feliz.
Ese es el mejor legado que podemos dejar a nuestros hijos.
Este libro está dedicado a quienes modificaron su vida, de
una vez y para siempre, aquel 17 de marzo de 1992. Ellos
bregan para que todos nosotros continuemos.
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ARROYO 910/6.
NUESTRA CASA
Liliana Isod

Directora del Centro de Información y Documentación
de Israel para América Latina (CIDIPAL).

Al emprender este trabajo, se mezclan un cúmulo de sensaciones y temores. Por un lado, el intentar hacer justicia
con las palabras sobre los que ya no están y por el otro
acompañar, a los sobrevivientes, en su necesidad de dejar
testimonio.
Sólo la conducta pertinente diseñará un presente digno.
No es lo mismo recordar para que “no vuelva a repetirse”
que para que “los muertos descansen en paz”. Es verdad
que el transcurso del tiempo reduce las demandas sociales pero, a la sentencia “el tiempo todo lo cura” se opone
aquella de “hay heridas que no cierran nunca”.
En medio de esa paradoja surgen estas páginas, escritas
con el sentimiento, con el corazón apretado, con el común
denominador de la culpa (por qué ellos y no yo) por la carencia de las palabras no dichas, por los abrazos no dados,
por la soledad que queda como huella en el alma.
Agradecemos a todos los que dieron respuesta a nuestras demandas, que no fueron pocas. A Jana Beris, la dirección en Israel donde comenzamos cualquier trabajo; a
Alejandro Machado que nos brindó datos sobre el primer
habitante de Arroyo 910 y su constructor; a Enrique Zadoff
que nos proporcionó fotos de su archivo personal; a Anita
Weistein y el Centro Marc Turkow que, con generosidad,
nos ofreció todo lo que disponía en imágenes; al archivo fotográfico de la Revista Gente – Atlántida/Televisa

que puso a nuestra consideración decenas de sobres con
negativos sobre el atentado a la Embajada de Israel y, de
manera especial, al fotógrafo Marcelo Ranea, el primero
que, con un simple pedido, nos cedió sus negativos poco
tiempo después de esa masacre; a Alicia Leczycki por su
invalorable ayuda y a Gabriel Graves por su atenta mirada.
Este libro no hubiera sido posible sin la labor de Lea
Kovensky -ella misma sobreviviente- que se encargó de
la tarea de producción, con incansables llamadas y seguimientos; a la gente de CIDIPAL (Elizabeth Andelsman,
Liliana Glaser y Laura Szchetman -también sobreviviente)- que se ocupó de traducir y corregir los testimonios
que fueron llegando hasta el final y participando de esta
“casa”, “nuestra casa”; a Madre Admirable, “hogar” del
Presbítero Juan Carlos Brumana, inmolado en el cruel
atentado y a Hernán Churba, “descubierto” como ser humano excepcional, quien tuvo a su cargo la producción
fotográfica sin la cual el libro no hubiese tenido la puesta
en valor 2012.
Para algunos este es el último trabajo que realizamos, por
escrito, para recordar a nuestros compañeros, colegas y
amigos. Otros “nos” continuarán. A ellos el imperativo de
recordar no les es ajeno. A nosotros, este palacio de la memoria, como fue Arroyo 910/6, nos seguirá interpelando,
como el primer día, en la búsqueda que, el tiempo de civilización prime por sobre los tiempos de barbarie.

“Es terreno común afirmar que el
terrorismo es una de las amenazas
más graves para la paz y la seguridad internacional. Pero eso, “por”
sí y “en” sí, no repara, ya que nada
puede levantarse haciendo invisible
a las víctimas. La aplicación de la
ley regula la vida social y pone fin a
la humillación del olvido y la indolencia. Nadie merece morir dos veces; una por la muerte física y otra
por la indiferencia. Todavía, en el
atentado a la Embajada de Israel
en Buenos Aires, del 17 de marzo
de 1992, seguimos reclamando el
fin de la impunidad y el silencio.”
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AQUELLOS
DÍAS...
Muki Tsur
Hijo del primer embajador
de Israel en Argentina,
Jacob Tsur.

Aquellos días en los que mi madre se ocupaba del diseño de la Embajada, en la calle Arroyo,
los recuerdo como muy particulares. La invadía la sensación de estar participando de un
edificio y de una fiesta. La nueva soberanía judía buscaba su expresión. La comunidad
judía y sus potentados se involucraban sin condiciones pero... los oriundos de Alemania
pidieron un piano. Los llegados de Jaleb, alfombras. Los lectores en idish aportaron libros
y la biblioteca judía en español. Alguien donó la gran Enciclopedia Judaica. Se adhirieron
– sobre el folklore judío - cortes de madera que diseñó un artesano cuyo propósito era
mostrar a los alemanes, que el ritual judío era estético.
Mi madre colocó, en la entrada, un gran candelabro de siete brazos y, a ambos lados de la
escalera, con la roja alfombra diplomática, dos esculturas de un pionero y una pionera de
Israel. Cada vez que subía sentía que esos colonizadores consideraban y reflexionaban sobre lo que hacía un niño de un Estado pobre sobre esas “diplomáticas” escalinatas rojas.
Nuestra familia residía en el tercer piso. El departamento era de amplias medidas.
Quedaban, todavía, señales de la aristocracia católica que vivió en esa mansión antes de
nuestra llegada. En el baño, había una bañadera de mármol negro y espejos, grandes y
curiosos.
Los salones de bienvenida (la recepción), ubicados en el segundo piso, eran amplios y festivos. Con frecuencia allí se reunían diplomáticos en divertidos y fatigosos cocteles, con
atuendos apropiados. Una vez al año, la casa era abierta para la comunidad judía, la que
llegaba – a montones- a festejar. La celebración no estaba terminada hasta que, en el
tocadiscos, no sonaba “Hatikva” 1. Un día llegó a la casa un pequeño niño que tocaba el
piano. Lo hacía como un grande, de manera fantástica. Después jugué con él, tirados en

1 I Himno Nacional de Israel.
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la alfombra, a las bolitas. ¿Sabía entonces que el que estaba en mi casa, en uno de sus primeros conciertos, era Daniel Barenboim? ¡Sí! Creo que lo sabía…
La Embajada era mi hogar. Una casa algo rara y no sé si aquello que transmitía era lo que
pensé que aspiraba a ser. Después de todo, un “pionero” se conforma con poco. Y, quizás,
deseaba serlo por la sensación de responsabilidad de haberme tocado vivir allí: fue un lugar
hecho con sentimientos y símbolos.
Con nosotros vivían Antonio y Piedad. Habían llegado desde Jujuy, del norte argentino; gente
de campo que venía a la gran ciudad. Muchos años después, regresé a la Argentina y los busqué. Me enteré de que, al haber finalizado su trabajo en la Embajada, abrieron una pizzería en
el barrio de Belgrano. Fui, sin anunciarme, a visitarlos. La emoción fue inmensa. Cerraron el
negocio y me llevaron a su casa. Allí vi la foto de un chico joven. “Es nuestro hijo”, me dijeron.

“La Embajada era mi hogar
(...) fue un lugar hecho con
sentimientos y símbolos.”

Entrega de una Torá. Foto: E. Frommer.

“Estudia agronomía. Eso es lo que comprendimos cuando trabajábamos con ustedes. Hay que
retornar al campo”. Recordé, con gran sorpresa, lo que les provoqué cuando no logré explicarles que la Embajada me conducía, en camino directo, hacia el kibutz 2 y les dije que, cuando
fuera grande, me iría al campo.
Más de mil personas asistieron a mi Bar Mitzva 3. No conocía a casi nadie. A todos les di la
mano y me llenaron de regalos; entre otros, 13 Martín Fierro, con cubiertas de diferentes tipos
de piel. Tuve la sensación que sobraba gente… Me enojé, un poco, con mi padre por semejante fiesta. Con el tiempo, descubrí en su libro de memorias que, para su Bar Mitzva 3, ocurrieron incidentes en su ciudad y, junto a mi abuelo, se escondieron en la azotea. Comprendí
que la fiesta fue celebrada como la recompensa personal a su triste Bar Mitzva. Fue un
gesto de reparación.
La boda de mi hermana, también, se realizó en la Embajada. ¡Fue emocionante! El ramo
de flores, enviado por Perón y Evita, conmovía al público pero, para mí, ese casamiento se
celebraba demasiado lejos de Israel. Como hermano, fue muy significativo.
En la residencia fueron recibidos los líderes del Estado de Israel que llegaron a disertar, en
idish 4, frente al Pueblo judío. Grandes concentraciones tuvieron lugar en el Luna Park y en la
residencia de la Embajada. Los dirigentes se paseaban, en pantuflas, como si estuviesen en su
casa y mantenían, con el niño que yo era conversaciones de adultos. Años después, comprendí
que no se trataba de algo sobreentendido que hablasen, con seriedad, con criaturas sin la
presencia de periodistas o fotógrafos.

2I	

Asentamiento comunal en la Tierra de Israel basado en el principio de la propiedad y responsabilidad
colectiva por el trabajo, productividad, etc.

3I	

Joven de 13 años obligado a cumplir con los preceptos religiosos, cuando resulta elegible para ser
incluído en un quórum para plegarias públicas.

4I	

Es el idioma del judeo - alemán, hablado por las comunidades judías del centro de Europa o askenazíes.

Hace veinte años, al momento en que los terroristas hicieron estallar la
Embajada, era Secretario del Movimiento Kibutziano. Telefoneé a los enviados
del Movimiento en Buenos Aires y les pregunté todos los detalles sobre la destrucción. Transcurridos algunos minutos, comprendí que no era correcto. No
debía indagar por las escaleras en un momento de duelo y quiebre humano. De
todos modos, supe que el candelabro sobrevivió y los pioneros explotaron.
En especial, me asombró la noticia de que la araña de cristal subsistió íntegra.
Estando en Turquía supe que fue enviada a una sinagoga en Estambul. Siempre
me pregunté cómo mi madre la adquirió para el Estado pionero de Israel. No
podía entenderlo pero mi hermana me reveló algo que no sabía. Mi madre no la
compró. El propietario anterior decidió ofrecerle un regalo al Estado de Israel:
ese colgante inmenso de cristal.
Aquel 17 de marzo de 1992 me senté junto a mi madre y vimos, por la televisión, el edificio destruido. Estábamos anonadados. Tal como los lectores pueden comprender mi relación hacia la vivienda era compleja (no el vínculo con
mi madre). Veía en ella, en ese lugar, una expresión del sueño juvenil de una
generación. Me preocupé por los pioneros que estallaron pero, después de un
tiempo, comprendí que la juventud judía en Argentina vio, en la destrucción
de la Embajada, un punto doloroso que destacaba su responsabilidad como
personas y como judíos.
Supe, entonces, que la historia del palacio de mi infancia, la Embajada de Israel
en Arroyo 910, no se había terminado…
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Rab. Amram Blum coloca la mezuzá en la sede de la Legación, Arroyo 910/6.
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A 20 AÑOS
DEL ATENTADO
A LA EMBAJADA
DE ISRAEL EN
BUENOS AIRES
Liliana Isod

Hace poco tiempo salió a la luz un libro llamado Un Guarnerius en Buenos Aires. Trata sobre
la historia del instrumento que fue presentado y dejó escuchar su magnífica sonoridad. Ese
violín mudo, quieto y ciego durante 83 años durmió en su estuche dentro de una cámara
de seguridad del Museo Fernández Blanco, cercano a la Embajada de Israel. Violinista aficionado, Isaac Fernández Blanco lo adquirió en un remate, en París, por 30.800 francos, una
cifra más que respetable para 1900. Dos meses antes, en febrero, había muerto su dueño,
el compositor y violinista Jules Armingaud. Fernández Blanco amaba tanto su Guarnerius
que en 1900 se hizo retratar- por el pintor francés León Bonnat- con esas cuerdas. Entre
1948 y 1958 su colección de instrumentos fue trasladada al foyer del Teatro Colón. Pero el
Guarnerius permaneció oculto y en secreto para sufrir, el 17 de marzo de 1992, las historias
de una esquina traspasada por el dolor y la impotencia. Veinte años después se volvió a
escuchar su inconfundible sonido.
La realidad fue que el paisaje de pocas cuadras, en un terrible segundo, se modificó para
siempre. Veintinueve vidas acabaron de un plumazo. Cientos de heridos. La sede diplomática destruida. Escombros en el convento, el geriátrico y la iglesia, la escuela, el museo y
los edificios de alrededor. Ya no más discoteca de moda en el “recodo más elegante de la
ciudad”, ni farmacia, ni kiosco, ni nada quedaba en pie. Era el atentado más brutal cometido
contra civiles desde la Segunda Guerra Mundial.

Foto: Marcelo Ranea

El “Partido de Dios”, Hezbollah, se lo adjudicó como corolario de una serie de amenazas públicas. Seis años después
(1998), por primera vez, un documento oficial admitía la
vinculación de la Jihad con el hecho y, el 23 de diciembre
de 1999, la Corte Suprema ratificaba su responsabilidad
como brazo armado de Hezbollah.
El 17 de marzo de 2000, en el mismo predio en que se levantaba la sede de la misión diplomática, se inauguraba una
plaza, testiga de memorias y en cumplimiento del imperativo de “no olvidar”. Pocos años después un monumento de
mármol se realizaba en la actual sede de la misión diplomática. La obra, del arquitecto Hugo Salama, reforzaba el espacio asignado con una estructura poliédrica cúbica invertida
donde el drama continuaba. Sucedía. Geometría que fugaba
por el efecto de la explosión. Era la advertencia de la presencia de dos mundos, como espejos: todo ocurría “acá” y
resonaba “allá”. La expresión central era una chapa flotante,
de acero, que enfatizaba la creación de un vacío, a través del
cual se visualizaba un fragmento reconocible -una pilastrade Arroyo 910 donde se inscribieron los nombres de los perecidos. El metal sujeta, con dos perfiles de acero, el hueco
de mármol blanco, simbolizando la brutalidad conviviendo
con lo cotidiano. Un zócalo y un techo enmarcaban y separaban el sentido sagrado. Un versículo del Profeta Amos,
colocado en el capitel de la pilastra, nos recuerda cada día
“La reconstruiré como fue” (9:11).

“Vivimos
postergando todo
lo postergable;
tal vez todos
sabemos
profundamente
que somos
inmortales y
que tarde o
temprano, todo
hombre hará
todas las cosas
y sabrá todo.”
“Funes, el Memorioso”.
Jorge L. Borges, Ficciones, 1944.
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David Ben Gurión en conferencia de prensa de en la Embajada de Israel. Foto: E. Frommer.
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CADA HISTORIA
NECESITA SU RELATO
Y, empezar por el fin, no exime el principio. Jacob Tsur - un
sembrador que abrió el camino, como diplomático en Sudamérica, contaba sobre su nombramiento, primero, en Uruguay, uno de los dos países que, en 1948, había reconocido
“de iure” al Estado de Israel.
“- Considero de especial interés” – dijo Sharett, Canciller israelí –“extender la red de nuestras relaciones allende el océano. América Latina es una parte importante de esa región
geográfica. Por eso te propongo que salgas, lo antes posible,
en calidad de ministro plenipotenciario, a Montevideo, capital de Uruguay.
-¿Uruguay?, se sorprendió Tsur “- ¿Qué sé yo de ese país, salvo
el hecho de que se encuentra en la vecindad de Argentina?
Además allí se habla español, idioma que no conozco”.
- Con todo – replicó Sharett- llegó el momento en que todos
aprendamos geografía. En cuanto al idioma, no dudo que lo
adquirirás con prontitud 5.
No fue el único que tenía dudas. En la familia Tsur había un
niño, de casi diez años, hijo de aquel primer embajador.
Su nombre: Muki, que relata cómo era la situación en Israel
al momento de la partida hacia Sudamérica.
P: ¿Qué se había llevado consigo de esa guerra que continuaba en Israel?
R: Mucho. Salimos directo del sitio a Jerusalén, donde vivíamos, con el primer cese del fuego. No quería irme. Era un
niño…Avisé formalmente a mis padres: ¡no viajo! Mi madre
me prometió que habría una cena y mi padre que “sería el
primer niño que viajaría por el camino de Burma”.
P: Recordemos, para quien no conoce el término, que “Derej
Burma”, o sea “el camino de Burma” (que significa Birmania
porque rememoraba una línea de abastecimiento entre Birmania y China, durante la guerra entre China y Japón), fue
una ruta alternativa que permitió conectar, con Jerusalén,
durante el sitio impuesto a la ciudad por los bloqueos a la
carretera principal que es por la que se viaja, también hoy.

P: Eso fue una salvación…
R: Así es, exactamente. Nunca averigué si realmente fui el
primer niño que pasó por “Derej Burma”. Lo tomé como un
hecho histórico indiscutible que así era. O sea que, para mí,
Uruguay fue lo posterior. Primero había que llegar a Tel Aviv…
Tel Aviv significaba tener agua, tener comida, poder recibir
pollo…en Jerusalén, sitiada, era otra cosa….
P: No sé exactamente qué podía sentir un niño en una situación así ¿ Pensó en algún momento que, quizás, el Estado que
recién había nacido no aguantaría la guerra y desaparecería?
R: No. Creo que los niños no sentíamos eso. Captar qué significa una guerra no es tan sencillo. Hasta que vi el primer herido
creía que era un gran juego de boy- scouts. Pero sí capté, con
claridad, que mis padres sentían la inseguridad. Recuerdo que
un día llegó mi hermana que era, en ese momento, una muchacha de 16 años, y dijo que Gush Etzion había caído…
Yo no entendía cómo puede pasar algo así… si nosotros teníamos razón. Entonces, mi papá me dijo: “-Hijo mío, también
quienes tienen razón son, a veces, derrotados”. Desde entonces esa frase me acompaña. Era indudable que mis padres estaban más preocupados que yo. Pero creo que, más tarde, la
sensación de que en Israel no había qué comer fue, para mí,
muy pesada y significativa.
P: Si se sentía culpable por comer pollo y arroz, Muki, imagino
que se le mezclan los recuerdos de entonces como niño…
R: Era, en efecto, un niño. No olvidemos que veía las cosas con
ojos románticos, de niño.
Así, con el pasaporte n°49, emitido por el Estado de Israel,
comenzaron los preparativos del viaje junto a su esposa,
Vera, Yehudit Bergman e Itzhak Navon quien fuera, posteriormente, quinto Presidente de Israel.

5 I	 BERIS, JANA: Entrevista con Muki Tsur, publicada en “Semanario
Hebreo”, Montevideo (Uruguay), 1º de septiembre, 2011.

“Hace muchos, muchos años, en 1948, salimos
en un barco con 1500 inmigrantes italianos y
cinco israelíes, en un viaje que duró 19 días
(…). Teníamos 19 días para estudiar qué es ser
embajador. Mi padre llevó muchos libros en los
que explicaban cómo es ser embajador, cómo se
sienta un embajador, cómo habla un embajador,
cómo puede comer un embajador... Hicieron un
“ulpan ” 6 de diplomacia...como se decía en aquel
tiempo, tras 2000 años.
No entendía nada. No entendía qué querían.
No entendía el idioma.
Pero el barco llegó. Era muy pequeño. Había sido
tomado de las profundidades del mar, porque se
había hundido en la Segunda Guerra mundial.
Durante todo el viaje a Sudamérica iban cambiando las estrellas. Sentía que el barco hacía
ruido...como si quisiera volver a las profundidades. Personalmente no comprendía qué pasaba
pero, muchos años después, me dijeron que un
diplomático israelí “puede llegar sólo en barco”. Lo que no decía el libro de mi padre era que
el Estado de Israel no tenía dinero para pagar
pasajes de avión.”

6 I	 El término se aplica a los cursos intensivos, que reciben los inmigrantes, de hebreo.
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“Mirelman y Teubal le
anunciaron que, junto
a un reducido grupo
de amigos, adquirirían
un inmueble adecuado
para ponerlo a
disposición del Estado
de Israel.”
El 15 de febrero de 1949, la cancillería argentina informaba que el Poder Ejecutivo, por decreto 3368, reconocía al
Estado de Israel como Estado soberano. Poco después, el
23 de febrero, el gobierno de Argentina dejaba en claro
que “las relaciones, entre nuestros dos países, se desarrollarán sobre la base de amistad recíproca e interés de
la paz y en el respeto de las obligaciones internacionales”. Por entonces, como ahora, la comunidad judía de la
Argentina era una de las más importantes del mundo.
El 13 de mayo, el enorme poeta Carlos Moisés Grünberg 7,
como Agente Oficioso de Israel en la Argentina, autorizado a firmar notas reversales, dirigía al Subsecretario de
Relaciones Exteriores, Embajador Dr. D. Pascual la Rosa, un
cable en el que decía que “Israel vese obligado, en circunstancias actuales de su estructura limitarse apertura legaciones” (de la misma categoría que las de la mayoría de
las grandes potencias), en diferentes países del mundo a
cargo de Ministros Plenipotenciarios. (…) Ministro Sharett
confía que evolución Israel permitirá considerar con máxima simpatía futura modificación actual status diplomático. Israel confía su ilustre colega argentino será sensible
esta situación y hágase intérprete ante su Gobierno”.
Las expectativas por la llegada del primer embajador de
Israel eran inmensas. Cinco días antes de mudar su residencia desde Montevideo a Buenos Aires, la comunidad
uruguaya le ofreció a Tsur y a su familia pasar unos días en
Punta del Este. Allí se encontró con dos argentinos: Elías
Teubal y Simón Mirelman quienes le preguntaron si aceptaría que fuese comprada, en Buenos Aires, una casa, en un
barrio distinguido, destinada a ser legación y vivienda. Al
final del encuentro, Mirelman y Teubal le anunciaron que,

junto a un reducido grupo de amigos, adquirirían un inmueble adecuado para ponerlo a disposición del Estado
de Israel.
La llegada de los diplomáticos israelíes desde Montevideo
a Buenos Aires fue relatada por el propio embajador. “Nos
instalamos en el Hotel Plaza, donde hubimos de vivir hasta que se puso a nuestra disposición una vivienda (…) Y
así, a los pocos días de nuestra llegada, llegó el gran día de
la presentación de cartas credenciales”. El 11 de junio de
1949, el Ministro de Relaciones Exteriores de la República
Argentina concedió el plácet solicitado por el Gobierno
de Israel, designando a Jacob Tsur en carácter de Enviado
Extraordinario y Ministro Plenipotenciario. La presentación
de las cartas credenciales fue con el protocolo de principio
de siglo XX. Se vestía de etiqueta y con sombrero de copa.
Era conducido hasta la Casa de Gobierno en carroza tirada por caballos. En otra, iban los miembros de la legación,
siendo custodiados y flanqueados por los Granaderos a
Caballo. La calle Florida se cerró al tránsito para permitir el
paso de la caravana. “Desde el amanecer se apretujaban,
a ambos lados del camino, a lo largo de varios kilómetros,
muchedumbres de judíos. Agitaban banderas de Israel y de
la Argentina” (…) Era la llegada del Mesías. Era, realmente, el Mesías”. 8
Mientras tanto los amigos, aquellos con los que se había
encontrado en Punta del Este, cumplieron con la palabra
y un grupo pequeño de gente pudiente – conformados en
comité- adquirieron un petit hotel, en pleno barrio diplomático, cerca del Palacio San Martín, sede de la cancillería argentina. Las tratativas se realizaron con la familia
Mihanovich, que tenía su residencia en Suipacha y Arroyo.
A los siete meses de la llegada de Tsur a Buenos Aires,
Israel contaba con su “casa” que “había pertenecido a un
potentado de Buenos Aires, descendiente de una de esas
familias que, antes de la Primera Guerra Mundial, solían
viajar en el verano a Europa en vapores de lujo y llenar
los balnearios de moda de la costa francesa. Los días de
grandeza habían pasado y quien vivía últimamente en la
casa era un anciano, solitario, que tenía a su disposición
un lujoso edificio de tres pisos”. 9
De inmediato, se destinó la utilidad de las plantas: una
para oficinas, otra para recepciones y la tercera para residencia del ministro. A las pocas horas de la adquisición,
uno de los hermanos Mirelman se acercó a Vera Tsur y le
extendió una chequera firmada diciéndole “Ahora salga
a comprar los muebles (…) y tengo plena confianza en su
gusto. Cuando esta libreta se termine, pídame otra. Sólo
una condición pongo: que todo sea de lo mejor y no aho-

Despacho del Señor Embajador. Foto: E. Frommer.

Tsur escribió: “Allí, en esa casa, una de
las más hermosas embajadas israelíes del mundo
entero, celebramos el segundo aniversario de la
Independencia del Estado de Israel. Es la noche
del 23 de abril de 1950.”
7I	

Agosto de 1948, el Director de la División Latinoamericana
de la Cancillería de Israel, D. Moshe A. Tov, me designó Oficial de Enlace del Estado de Israel ante el Gobierno de la Nación Argentina y, posteriormente, el 28 de febrero de 1949,
el Canciller de Israel, D. Moshe Sharett, me designó Representante Especial del Estado de Israel ante el Gobierno de
la Nación Argentina.El 14 de febrero de 1949, y de resultas
de mis gestiones anteriores realizadas como Oficial de Enlace, el Poder Ejecutivo Nacional dictó, en acuerdo general de
ministros, el decreto Nº 3668, cuyo art. 1º dice: “Reconócese
al Estado de Israel como Estado soberano”. El trámite de este
decreto fue laboroso y difícil. La República Argentina, que el
29 de noviembre de 1947, cuando la Asamblea General de
la Naciones Unidas adoptó la Resolución sobre el Futuro Gobierno de Palestina, se había abstenido de votar, se demoró
largamente en reconocer a Israel. El 17 de febrero de 1949,

presidí, como Oficial de Enlace, una ceremonia pública,
celebratoria del reconocimiento argentino del Estado de
Israel, que tuvo lugar en la sede de la Oficialía de Enlace,
situada en la calle Larrea Nº 744, y en cuyo transcurso enarbolé, junto a la bandera argentina, la bandera israelí. EN: Un
diferente y su diferencia: Vida y obra de Carlos M. Grünberg.
Estudio introductorio al libro de ese título, antología de la
obra de Carlos M. Grünberg, compuesta y anotada por Eliahu Toker, editada por el Taller de Mario Muchnik, Madrid,
España, 1999.
8 I	

Testimonio del Dr. Tobías Kamenszain, ex- presidente de
AMIA. En: “1949-1999. Israel – Argentina. Encuentro de dos
naciones”, ICAI, Embajada de Israel en Buenos Aires ,1999.

9 I	

TSUR, JACOB Cartas Credenciales 4, Jerusalén, La Semana Publicaciones, 1983.
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22

rre”. 10 Elías Teubal, el otro mecenas que conoció en Punta
del Este, expresó que la Embajada de Israel “debe superar,
en belleza y comodidades a la Embajada del Líbano”, la
única representación diplomática de Medio Oriente que,
por entonces, funcionaba en Buenos Aires.
Así, se convocaron arquitectos y comenzaron las compras
y las obras. Día y noche golpearon los martillos y, en poco
tiempo, la vivienda se alzó en todo su esplendor, en vecindad con las Embajadas de Brasil y Francia. Destacaba
su recepción, con la pesada araña de cristal -que pronto
dejarían de fabricarse- y alfombras adquiridas en la representación del Reino de Persia.
Cuarenta y dos años después, el brutal atentado a la
Embajada de Israel, destruyó vidas y la casa donde se escribió parte de la historia grande de Israel y la Argentina
y, cuarenta y dos años después de la llegada de Tsur, entre
los escombros, sólo eran visibles algunas alacenas abiertas, con platos y copas intactas, y la maravillosa araña de
cristal del salón principal que, hoy, como homenaje y de
pie frente al terror, se puede ver reparada en una sinagoga
de Estambul, otro espacio - víctima de la barbarie terrorista. Esa araña, de 300 kilos, seis brazos y medio de bronce, 72 candelabros y 42 portalámparas se desarmaba una
vez al año. Cada pieza era tratada, por separado, siendo
una metáfora, poderosa, de la luz inmutable que enfrentó
el terror.
Tsur escribió: “Allí, en esa casa, una de las más hermosas
embajadas israelíes del mundo entero, celebramos el segundo aniversario de la Independencia del Estado de Israel.
Es la noche del 23 de abril de 1950”. Al atardecer de ese
día tuvo lugar la apertura simbólica de las puertas y se
descubrió la placa. Uno de los rabinos fijó la mezuza 11.
Representantes de la Bnei Brith encendieron las velas del
enorme candelabro de bronce que adornaba el vestíbulo.
“Se iza la bandera sobre un balcón del edificio. Finalmente
queda abierta al público. Más de tres mil personas pasan
esa noche por la residencia. No faltan los conmovedores casos de judíos que besan el umbral de ese pedazo de suelo
de Israel en Argentina. ¡Es la gran fiesta!” Al día siguiente,
Tsur y su misión recibieron al cuerpo diplomático. La embajada estaba cubierta de flores. “Pensé – escribió Tsur- para
mí: dos años pasaron desde la existencia del Estado. ¡Dos
años ya! Ese esplendoroso espectáculo de representantes de

todas las naciones del mundo bajo el raudal de luces. Sólo
ayer habíamos salido del asedio, de los toneles de agua por
las calles y del tronar de los obuses y el ruido estrepitoso de
nuestra ‘Davidka’. Dos años. ¡Sólo dos años! No sabía de qué
asombrarme más; si del tiempo transcurrido tan rápido o de
la distancia que habíamos alcanzado cubrir”.

“Nadie pensaba que con ser libres alcanzaba.
Desde siempre, y más desde aquel fatídico 17 de
marzo, todos estamos atados a nuestros actos.”

Nadie pensaba, en aquel momento, que ese primer niño que
vivió en Arroyo 910 desarrollaría toda su vida en un kibutz.
R: Quizás tomé mi decisión de vivir en un kibutz cuando estaba en Argentina. Es un hecho. Cada uno tiene un momento
en el que siente una revelación. A mí me pasó eso de muy jovencito, en Argentina. Volví a Israel cuando tenía 14 años.
Mis padres siguieron como diplomáticos en Argentina.
Quería ir a un kibutz pero mis padres no me lo permitieron. Entonces viví en una especie de comuna familiar en
Jerusalén hasta que entré al servicio militar.

Nadie pensaba que, hace catorce años,
en el recinto del Parlamento argentino se
escucharía “y debo decir, con la responsabilidad que me cabe, que si hay alguna
nación extranjera implicada en esto, el Poder Ejecutivo tendrá que romper relaciones
exteriores. No admitimos como amigos a
aquellos que penetran el alma argentina
volándola en pedazos. (…) no me resigno a
que la República sea una viuda y todos los
días esté llorando a sus muertos. 12

Cuando estábamos en Argentina, el chofer de la embajada se llamaba Laurentino
Paniagua, un indio de Jujuy. Él me llevaba
a la escuela. Un día me preguntó: “-¿Qué
vas a hacer cuando seas grande?”

Nadie pensaba que “Esa sangre fue vertida
por nosotros. Esa sangre reparte futuro y
trae brisas de vida”. 13

No sabía cómo responderle con las palabras exactas que iría a un kibutz, lo cual
ya había decidido. Entonces le dije: “-Me
voy a ir al campo”. Y él me dijo: “-¿Estás
loco? El hijo del diplomático, del embajador ¿va a estar en el campo?”.

Nadie pensaba que con ser libres alcanzaba. Desde siempre, y más desde aquel fatídico 17 de marzo, todos estamos atados a
nuestros actos.

Y le dije: “-Sí, voy a estar allí”.
Él agregó: “-No te creo”.
Así que, cuando llegué al kibutz, a Ein
Gev, le mandé una carta a Laurentino
Paniagua y le dije: “- Llegué al campo”.

Embajador Arieh L. Kubovy (primero, a la derecha) . Foto: E. Frommer

Nadie pensaba – finalmente - que esa historia de grandeza y fe comenzaría asentada
sobre la base de una roca (Tsur), desde la
cual se estructuró la diplomacia de Israel
en Argentina y que, desde hace dos décadas, continuamos – como el primer díacomprometidos con el principio de “Justicia, justicia perseguirás” (Deuteronomio,
16:20).

10 I	

Me contestó enviándome discos con
canciones de gauchos.

TSUR, JACOB. Cartas Credenciales 4, Jerusalén, La Semana Publicaciones, 1983.

11 I	

Rollo de pergamino con versículos bíblicos, que se fija en la entrada y en las jambas de las puertas de una casa judía.

12 I	

GALVÁN, RAÚL ALFREDO. Versión provisional del Informe producido el 18 de marzo de 1998 en el recinto del Honorable Senado de
la Nación, Buenos Aires, 20 de marzo, 1998.

13 I	

YANNOVER, HÉCTOR. Páginas leídas el 19 de abril de 1998 en conmemoración del Levantamiento del Gueto de Varsovia, Buenos
Aires, mayo, 1998.
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EL ARQUITECTO
DE LA CASA
Alejandro Virasoro
(1892- 1978)

Nacido en Buenos Aires en el año 1892, fue uno de los
principales exponentes locales del Art-Decó, así como
un precursor del Taylorismo y trabajó con los primeros sistemas de prefabricación de viviendas. En sus
primeras obras, Alejandro Virasoro compartió el estilo predominante en Buenos Aires ya desde la década
de 1880: el Beaux-Arts o “academicismo francés”. Sin
embargo, ante la influencia europea de la naciente corriente de renovación moderna, fue uno de los primeros arquitectos argentinos que adoptó las características del estilo Art Decó, y se transformó en un ferviente
promotor de la renovación.
Apasionado polemista, se enfrentó a la mayoría de
los arquitectos del establishment de su época y hasta
llegó a criticar a los comitentes que no se animaban a
encargar obras “modernas”. Algunos de sus edificios
más destacados en Buenos Aires son: su casa de Agüero 2038 (1925), su estudio de Agüero 2024 (1927),
la Casa del Teatro (1927) encargada por Regina Pacini, esposa del Presidente M. T de Alvear, el Banco El
Hogar Argentino (1927), la impactante compañia de
seguros de Diagonal Norte y Florida: La Equitativa del
Plata (1927) y el Sanatorio De Cusatis (1929) en la Av.
Pueyrredón.
Hacia mediados de la década del ‘50, por razones personales se “exilió” en Mar del Plata, donde dejó una
veintena de obras, destacándose las personalísimas
bóvedas de dos familias de su amistad los Cremonte
y los Queirolo. Alejandro era tataranieto del gobernador de San Juan, coronel José Antonio Virasoro, que en
1860 fue asesinado mientras protegía a su hijo Alejandro, abuelo del arquitecto. Creó un importante estudio
de arquitectura que sobrevive hasta nuestros días con
una tercera generación de profesionales arquitectos.
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26

Golda Meir saluda a Alejandro Romay, empresario del ámbito teatral
y televisivo en la Embajada de Israel. Foto: E. Frommer.
Entrega de obsequios a Lea e Itzjak Rabin en la Embajada de Israel. Foto: E. Frommer.

Entrega de reconocimiento al Dr. René Favaloro por parte de Ben Shajar (UTA). Embajada de Israel. Archivo Enrique Zadoff.

Conferencia del escritor Jaim Grade. Foto: E. Frommer.

Recepción del Embajador Ephraim Tari al Ministro Arieh Sharon, Embajada de Israel. Archivo: Enrique Zadoff.
La Menora, símbolo
de permanencia.
Menora obsequiada por B’nai B’rith para la Embajada de Israel. Diseñada según el modelo existente en el Arco de Tito, en Roma. Trabajo de investigación, diseño y modelado realizado por el Ing. Agrónomo David Sevi y fundida por el escultor Levin.
Revista Gente, Atlantida-Televisa
VEINTE
AÑOS
DESPUÉS
Retratos por Hernán Churba

PRODUCCIÓN FOTOGRÁFICA:
IDEA GENERAL: BasevichCrea
FOTOGRAFÍA: Hernán Churba
ASISTENTE: Axel Delbene

PRODUCCIÓN:
Lea Kovensky
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SOBREVIVIENTES.
20 AÑOS DESPUÉS

Nelly Durán
de Lomazzi
Esposa de Miguel Ángel
Lancieri Lomazzi,
con la agenda de trabajo
y la cita para aquel
17 de marzo de 1992,
en Arroyo 932.

Laura Szechtman

Isidoro Kirszenberg

Fanny Can

Lea Kovensky

Elena Brumana
En la Parroquia
Mater Admirabilis,
con la estola de su
hermano el Padre
Juan Carlos Brumana
que mantiene
las marcas de sangre
del 17 de marzo
de 1992.

Alberto Kupersmid
Jorge Cohen era el Encargado de Prensa de la Embajada.
Revista Gente, Atlántida-Televisa
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LOS
VECINOS
Y LA
SOCIEDAD
Testimonios de:

ALBERTO CRESCENTI
CARLOS DANTE RUSSO
GUILLERMO PETRAGLIA
ALFREDO LEUCO I ANA MARÍA SHUA
EZEQUIEL CACCIATO I CARLOS ESCUDÉ
DANIEL FILMUS I JOSÉ EDUARDO ABADI
JULIO BOCCA I MARCOS AGUINIS

MARCOS PEÑA I MAURICIO WAINROT
GISELA LOMAZZI I PEPE ELIASCHEV
RAÚL EUGENIO ZAFFARONI I CARLOS SCARPONI
ELENA MANDARADONI
LEANDRO E. RODRIGUES DE OLIVERA
ROSA DEL SOCORRO LESCANO
DANNY BIRAN
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NO SABEMOS
QUÉ PASA
Dr. Alberto Crescenti
Médico emergentólogo
En el momento del atentado era el
Director de Emergencias del SAME,
dependiente de la Secretaria de Salud
de la Municipalidad de la Ciudad de
Buenos Aires.

El 17 de marzo a las 14.45 me encontraba en el piso 12 de Carlos Pellegrini,
en la oficina de la Dirección General del SAME con el Director General, Dr.
Héctor Garín. Escuchamos una explosión de gran magnitud. El edificio nuestro
también tembló. Le manifesté al Director: “- No sabemos qué pasa”.
Bajé y dispuse las ambulancias, apostadas en zona centro, en un total de seis,
guiándome por la columna de humo.
La primera información que recibimos en la central operativa del SAME (Zuviría 64) fue que había explotado una caldera en el Hotel Panamericano.
Continuaba guiándome por la columna de humo y le dije a la central operativa que no era el Panamericano.
Seguimos con dos móviles y, al arribar a Carlos Pellegrini y Arroyo, nos encontramos frente a una imagen que no se borró de mi mente en todos estos años.
Cuerpos por todos lados. Vidrios. Maderas. Mamposterías. Impactos en todos
las construcciones linderas por la onda expansiva y la desaparición completa
del edificio de la Embajada.
En ese momento declaré “alerta roja” para todos los hospitales de la, entonces, Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. El resto es de público conocimiento.
Recuerdo que empezamos con las tareas de rescate y traslado de las víctimas
a las 14.50 en forma ininterrumpida y sin descanso. En un alto, a la madrugada, aproximadamente a las 4.30 horas escuchamos un grito de auxilio, que
provenía del convento, frente a la Embajada. Se hizo un silencio que recuerdo
como el más angustioso de mi vida. Rescatamos a una mujer que había quedado colgada de una viga del segundo piso, con politraumatismos y fracturas
varias. Fue la última víctima que trasladamos.
Para finalizar, mis condolencias a todos los familiares que sufrieron pérdidas
irreparables. Hubiésemos querido salvar a todos.
Y mi agradecimiento a todo el personal del SAME por la entrega.

Mirta Denmon
Revista Gente, Atlántida-Televisa
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EL
BAUTISMO
DE FUEGO
Dr. Carlos Dante Russo
Director de Emergencias
del SAME.

Ese 17 de marzo de 1992 me encontraba haciendo mi guardia semanal en el
Hospital Pirovano, cuando fuimos requeridos para cubrir, sanitariamente, a
las víctimas del atentado terrorista a la Embajada de Israel.
Tengo muy vívidas las sensaciones de aquel momento, creo que por el hecho
de la impresión inicial que se recibe ante tamaña tragedia.
Las imágenes. Los sonidos. Los olores. El deseo de ayudar. La impotencia y la
emoción impactante quedaran grabadas, eternamente, en mi alma.
Lamentablemente, vamos ampliando nuestra conciencia, aprendiendo de los
errores y, en este caso, podría decirse que, el SAME, vivió su bautismo de fuego
con víctimas múltiples ese día, intentando mejorar, desde entonces, nuestra
capacidad de dar respuesta.
En el presente me encuentro trabajando como Director de Emergencias del
SAME y agradeciendo el alimento espiritual que siempre hemos recibido por
parte de los familiares y amigos de los inmolados de ese crimen horrible.

“Las imágenes. Los sonidos.
Los olores. El deseo de
ayudar. La impotencia y la
emoción impactante quedaran
grabadas, eternamente,
en mi alma.”
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LAS VÍCTIMAS
INOCENTES
DE LA TIERRA
Revista Gente, Atlántida-Televisa

Dr. Guillermo Petraglia
Médico, ortopedista
y traumatólogo.

Hace veinte años estaba cuidando a mi hija de seis meses. Era, casi, mediodía
cuando escuché un gran ruido, y, de inmediato, se cayeron algunos escombros
por el hueco de la cortina de mi departamento, ubicado en Cerrito casi Santa Fe.
Por la ventana pude ver que algo extraño sucedía.
A los pocos minutos llegó la cuidadora de mi hijita, que venía de Arroyo y
Cerrito donde trabajaba por la mañana. Me contó que, en el edificio, se habían roto los vidrios de la entrada; que el encargado había ido a rescatar a su
hijo que asistía al jardín de infantes frente a la Embajada y que había mucho
desorden por una explosión. Soy médico especialista en Ortopedia y Traumatología y, a los pocos minutos, partí caminando por Santa Fe rumbo a mi consultorio de entonces. Poco duré en la atención.
Me llamaron de CEPRIMED (una medicina prepaga que atendía en esos días)
y en la que un plan de afiliados era “Embajada de Israel”. Me pidieron que me
presentara para atender heridos. Así fue que retomé camino a casa para ir, en
mi auto, a la Clínica de la Ciudad que pertenecía, en ese tiempo, a CEPRIMED.
Esperé varias horas. Recién entrada la tarde comenzaron a llegar los heridos...
Todos ya habían recibido atención en algún hospital de primera derivación.

No recuerdo hoy nombres de esas infortunadas personas,
pero sí sus heridas. Había un hombre con vidrios en sus ojos;
pequeños vidrios en los párpados y dentro de ellos. Contarlo no parece mucho pero saqué cerca de cincuenta esquirlas
de vidrios sólo de los párpados. Al otro día, los oftalmólogos procedieron con el resto.
A las pocas horas llegó su mujer, muy confundida y angustiada. Casi no hablaba. Tenía una fractura en un hombro y
golpes en todo su cuerpo.
Entre los que recuerdo ingresó otra mujer, personal de servicio de la Embajada. Tenía una herida profunda y desgarrante
desde la ingle izquierda hasta el pie. Ya había sido lavada y suturada. (Me enteré después que era famosa por sus ricas empanadas).Algunos preguntaban por amigos y/o familiares. Otros,
ya muy tristes, se enteraban de los que habían muerto...
Llegaron, esa noche, siete u ocho pacientes. Una mujer de 40
ó 45 años con una fractura de columna, paraparética (pérdida de movilidad y sensibilidad en miembros inferiores). Fue

operada y murió durante la cirugía. También murió un sacerdote, de la iglesia “Madre Admirable”, la que quedó totalmente destruida por el atentado.

No hay palabras para describir esos cuadros de barbarie. Los seres humanos nos
hemos desensibilizado por los hechos
que ocurren en el mundo entero; guerras,
guerrillas, muertes, crímenes y asesinatos. Mucho valor tiene una vida.
Tan sólo proyéctese, por unos instantes,
y piense que estuvo en el momento de un
atentado, en ese lugar, aún por casualidad, y es uno de ellos... Si lo hace de verdad tal vez pueda sentir la injusticia que
haya víctimas inocentes en la tierra.
Revista Gente, Atlántida-Televisa
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PROHIBIR
EL ODIO
- Papá, ¿Por qué me trajiste a esta plaza?
- No hijo.... esto no es una plaza.
- ¿A no? ¿Y esos árboles? ¿Y esos pájaros? ¿Y esa especie
de lago que rodea este inmenso espacio vacío?
- Tenés razón hijo. Parece una plaza pero no es una plaza.
¿O no ves que no hay hamacas ni toboganes?
- No entiendo... pá.
- Vení... vení ...hijo, dame la mano. Vení... caminemos juntos por esta plaza que no es una plaza y yo te explico.
Este es un lugar para mantener viva la memoria. Vos no
te podés acordar porque hace 20 años todavía no habías
nacido, pero aquí, en este lugar, la embajada de Israel
desapareció de la faz de la tierra. Sí... sí algo parecido
a lo que pasó en las Torres Gemelas en Nueva York; sin
aviones pero con el mismo odio.
Uno va caminando lentamente de la mano con su hijo y
es como si recorriera esos gigantescos descampados a
los que quedaron reducidos algunos de los más tristemente célebres campos de concentración del nazismo.
Uno camina por el silencio y hace equilibrio en el aire
mientras siente que se le adhieren al corazón dolores interminables que le estrujan el pecho. No es para menos.
Aquí en este suelo porteño de Arroyo y Suipacha hace 20
años había 29 vidas que ya no están. Aquí hace 20 años se

cometieron 29 asesinatos en un segundo. Porque todo tardó un segundo. El tiempo que uno tarda en pestañear les
alcanzó a los asesinos masivos para terminar con la vida
de 29 personas. La pentrita y el TNT hicieron estallar la vieja casona por los aires y millones de pedazos de la embajada de Israel volaron como papeles quemados que luego
bajaron hecho polvo y escombros para sepultarlo todo.

“Nadie entendió por qué el
mundo se cayó encima de
esos 29 seres humanos.”
¿Quién se atribuye el poder sobrenatural de decidir quiénes deben morir y quiénes no? ¿Quiénes son los fanáticos
terroristas que arrancaron para siempre la respiración de
7 viejitas que sobrevivían sus últimos días en el hogar que
está al lado de la parroquia, al frente de la embajada?
¿Eran conscientes de que había 200 chicos en la escuela?
¿Supieron qué mataron al cura párroco? ¿Tendrán conciencia o el odio les clausura la sensibilidad eternamente
y los convierte en robots, talibanes y blindados?
Hace 20 años que Buenos Aires se transformó en
Manhattan o en Kabul o en Atocha o en Beirut. El corazón de esta ciudad desarmada y con la guardia baja fue
apuñalado por la espalda. Fue el anuncio brutal de todo
el terror que se venía en una Argentina que ya no sería la
misma. Porque, dos años después, la tragedia se multiplicó en la AMIA. Otro anuncio: el olvido es el primer paso.

Alfredo Leuco
(Alfredo Lewkowicz)
Nació en Córdoba y es periodista. Acompaña a Fernando Bravo en Radio
Continental, es conductor en canal 26 del programa “Le doy mi palabra” y
columnista del diario Perfil. Tiene dos Martin Fierro a la mejor labor periodística en radio y en televisión y fue nominado en ocho ocasiones. Recibió
el Konex al mejor analista político audiovisual de la década y tiene tres libros publicados. Trabajó en los diarios Clarín, El Cronista y Córdoba y en
la revistas El Periodista, Somos y Gente. Paso por radio del Plata y La Red
y por los canales América TV, Telefé y canal 7. Condujo “Génesis-Bereshit”
producido por la Embajada de Israel y la AMIA.
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LA MIRADA
DEL OTRO
El 17 de marzo de 1992 se produjo en la ciudad de Buenos Aires un atentado que destruyó la Embajada de Israel,
dañó a un geriátrico, una escuela, una iglesia católica.
Fue una explosión que, en ese momento, parecía haber
cobrado nada más que veintinueve vidas, parecía haber
herido solamente a doscientas cuarenta y dos personas.

“Veinte años después, sabemos que
esa explosión provocó todavía más
víctimas, que nos manchó de vergüenza, que hirió a todos y cada uno
de los habitantes de este país, que
causó y sigue causando daños incluso en los que estaban por nacer.

que se convertía en antisemita por elevación. Aunque la
mayor parte de la comunidad argentina no compartiera
esa opinión, la idea del auto -atentado fue encontrando
medios a través de los cuales expresarse. Culpar a la víctima fue siempre un excelente método para entorpecer la
marcha de las investigaciones y dificultar la acción de la
justicia. En esta causa, que estuvo primero en manos de
varios jueces de instrucción y llegó finalmente a la Corte
Suprema, no hubo jamás ni detenidos ni procesados.
No tiene nada de extraño, entonces, que dos años después, alentados por la inacción de los investigadores,
protegidos por una sensación de impunidad reafirmada
por la penosa realidad, los mismos o parecidos enemigos
atacaran la AMIA, la mutual judía-argentina, provocando
ochenta y cinco muertos y trescientos heridos.

Porque el atentado a la embajada de
Israel hizo estallar en mil pedazos
nuestra confianza en la justicia.”

Fue entonces cuando los judíos-argentinos terminamos
de entender que la diferencia nada sutil entre ser israelí y
ser judío, para nosotros tan obvia, no entraba en la mente
de nuestros enemigos. Una vez más el odio y, desde ese
odio, la mirada del otro, nos estaba obligando a redefinir
nuestra identidad.

Una de las primeras reacciones visibles después del hecho
fue la manifestación de una peligrosa opinión antiisraelí,

Como argentina, como judía, como persona, una vez más,
pido justicia.

Ana María Shua
Nació en Buenos Aires en 1951. En 1980 ganó con su novela Soy Paciente
el premio de la editorial Losada. Sus otras novelas son Los amores de Laurita, (llevada al cine), El libro de los recuerdos (Beca Guggenheim), La muerte
como efecto secundario (Premio Municipal en novela) y la última, El peso de
la tentación (2007). Como autora de microrrelatos ha obtenido el máximo
reconocimiento en el ámbito iberoamericano. Sus libros en el género son
La sueñera, Casa de Geishas, Botánica del caos, Temporada de fantasmas y
Cazadores de Letras (que reúne los cuatro anteriores). También ha escrito
varios libros de cuentos. Con Miedo en el sur, obtuvo el Premio Municipal
en cuento. En el 2009 aparecieron sus cuentos completos, con el título Que

tengas una vida interesante. Recibió varios
premios nacionales e internacionales por
su importante producción infantil-juvenil.
Algunos de sus libros han sido publicados
en Brasil, España, Italia, Alemania, Corea y
Estados Unidos. En 2011 se publicó simultáneamente en Argentina y en España su
nuevo libro de microrrelatos Fenómenos de
circo.
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NO OLVIDAR
Ezequiel Cacciato
Hijo de Rubén

Corría el año 1992. Era temprano, de mañana. Mi papá se
despidió de mi mamá diciéndole que preparase mate porque,
al otro día, era su cumpleaños. Alegre salió por la puerta por
la que nunca más volvería a entrar.

Uno de los recuerdos más antiguos que guardo es que un día
le pregunté a mi abuela si Dios respondía y cumplía lo que
uno le pedía. Y me respondió: “- Si hijo. Lo que pidas con fe,
Él lo hace”.

El día era agitado. Se acercaba el mediodía y la hora de comer. Un compañero le pidió si podía hacer un viaje por él
ya que tenía que comprarle medicamentos a su hija. Como
siempre, y diciéndolo en criollo, “mi viejo macanudo” le dijo
que sí. En eso, salió un primo que hacía tiempo que no veía
y decidió invitarlo a tomar un café. Le dijo: “- Voy hasta acá
nomás y vuelvo”.

Y se hizo un silencio. Pensé y respondí: “- Abu; y ¿Por qué no
le pedís que me baje a mi papá del cielo?”.
Con los ojos llorosos, mi abuela no contestó.
Y comencé a llorar.

Y esa fue la última vez que lo vio.
¿Quién sabe por qué aceptó ese viaje?
¿Quién sabe por qué no accedió al café que le ofrecían y lo
postergó?
Llegó la pasajera a la Embajada y se escuchó un fuerte estruendo… (silencio y ruido de sirena). En casa se miraba la
televisión. Nadie imaginaba que mi papá estaba allí.
Pasaron los días y papá no regresaba a casa.
Luego supimos que había muerto.
De chico siempre me pregunté por qué otros podían disfrutar
de un papá y yo no. ¿Las cosas de la vida? No lo creo…

Como pequeño no entendía el por qué de tantas cosas; el por
qué tener que pasar por situaciones que no debía. No entendía por qué no tenía papá y a todos aquellos que un día me
quitaron el privilegio de tenerlo les digo que no creo en la
justicia de esta tierra sino en la de Dios. De grande, supe que
tenía que sanar las heridas pero no sabía cómo dejar de pensar en algún día…
¿Cómo poder formar una familia?, ¿Cómo lograrlo? Lo cierto fue que, la explosión, se llevó las piezas de un incompleto
rompecabezas. Las familias, que intentan rehacer sus vidas,
se encuentran frente a un dilema: es la pieza de ese rompecabezas la que falta: la Justicia y, para que no quede enterrada bajo los escombros es necesario que hagamos memoria.
Un hecho de lesa humanidad no puede quedar impune. Hay
Alguien que conoce todas las cosas y no permitirá que historiasde esta magnitud, queden sin resolver.

“De chico siempre me
pregunté por qué otros podían
disfrutar de un papá y yo no.
¿Las cosas de la vida?
No lo creo… .”
EL BIEN Y EL
MAL, EL YING
Y EL YANG
El teléfono de mi cuarto de hotel sonó alrededor de las
seis de la tarde, hora de Greenwich. Yo preparaba apuntes para una exposición en St. Antony’s College, Universidad de Oxford, adonde había sido invitado a un simposio
sobre “La Argentina y su experiencia de ajuste económico en un contexto democrático”. Estaba feliz de regresar
al lugar donde había sido estudiante doctoral en el año
académico 1977-78 y que, por añadidura, había sido mi
primer hogar independiente. Oxford fue importante para
mí y no estaba dispuesto a que un teléfono intempestivo
destruyera el ánimo nostálgico que deliciosamente me
abrazaba, mientras me concentraba en mis obligaciones
académicas inmediatas.
Siempre odié los teléfonos y casi nunca los atiendo: más
bien, pretendo que me dejen un mensaje. No obstante,
con fastidio, levanté ese artefacto que, con su estridente
sonido entrecortado, típicamente inglés, me exhortaba
con urgencia a no ignorarlo. Fue como un terremoto. Del
otro lado del tubo, en directo desde un programa radiofónico, la voz emblemática del hoy difunto Bernardo Neustadt atravesaba mares y hemisferios para espetarme la
inimaginable y aterradora noticia: a las 14:42, hora de
Buenos Aires, la Embajada de Israel había volado por los
cielos y la devastación se había apoderado de ese pedazo
de mi ciudad.

“Con el aliento contenido por el
estupor, y sin suponer que mis palabras serían anticipatorias,

susurré entonces al público porteño y al icónico periodista: “Bernardo: ¡hoy quiero ser judío!”
No recuerdo qué otras palabras, seguramente nimias,
pude haber murmurado en ese desgarrador momento histórico en que la mera retórica no podía jamás estar a tono
con las circunstancias, pero recuerdo el sentimiento intenso que me embargó y las primeras palabras que musité que, de una manera misteriosa, anticipaban mi futuro.
Llamé entonces al recordado Jorge Garfunkel, que generosamente había financiado el evento en Oxford y Londres. Creo que al principio pensó que se trataba de un
chiste macabro. En todo caso, sé que llamó a Buenos Aires
para verificar el dato antes de comunicárselo a Félix Peña
y demás miembros de la delegación. Obviamente, a partir de entonces nuestros discursos en Oxford y Londres se
modificaron. Ya no podíamos decir lo que teníamos programado sin antes referirnos a la infausta tragedia desencadenada por el inexplicable crimen.
Cuando regresé a Buenos Aires, un concuñado, hombre
del polo, me dijo con aire de mequetrefe: “- Ya no se puede
vivir en la calle Arroyo por culpa de los judíos”.
Con todo cinismo convertía las víctimas en victimarios,
tal como sucedió en todas las persecuciones, pogromos
y expulsiones, por los siglos de los siglos. Y en mi cabeza,
lentamente, comenzó a germinar la semilla que, una década y media después, me convertiría en judío.

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79
Carlos Escudé
(Najman ben Abraham Avinu)
Nació en Buenos Aires en 1948. En 1973 se graduó de sociólogo en la Universidad Católica Argentina. En 1977 comenzó sus estudios de postgrado
en St. Antony’s College, Universidad de Oxford. Migró a Yale University por
la obtención de una beca Fulbright-Hays para estudios doctorales en los
Estados Unidos. Obtuvo tres títulos en Ciencia Política en dicha universidad: M.A. (1979).
En 1984 recibió la beca John Simon Guggenheim, para estudiar el impacto
en el desarrollo argentino de las relaciones con Estados Unidos. En 1986
recibió la Orden de Bernardo O’Higgins por su campaña pública a favor de

la paz y amistad entre la Argentina y la República de Chile, que había peligrado a raíz
del diferendo del Canal de Beagle. En 1987
recibió el Premio Bernardo Houssay del CONICET. En 2008 se convirtió al judaísmo a
través del Seminario Rabínico Latinoamericano “Marshall T. Meyer”, donde dirige (ad
honorem) el Centro de Estudios de Religión,
Estado y Sociedad (CERES).
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MEMORIA,
VERDAD
Y JUSTICIA
Desde hace veinte años, todos los 17 de marzo, a las
14.42, suena una sirena que nos recuerda cada nuevo
aniversario del atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires. En ese preciso instante del año 1992, esa casa
diplomática sufría uno de los peores ataques terroristas
de la historia argentina. El odio irracional destruyó completamente la Embajada de Israel en Argentina y causó
29 muertos y 242 heridos, además de provocar daños a
una iglesia católica y una escuela ubicada en un edificio
cercano. Fue la agresión más virulenta que padeció nuestro país hasta que, dos años después, el 18 de julio de
1994, un coche bomba estalló frente a la AMIA, la organización mutual judía, también en Buenos Aires, asesinando
a otras 85 personas.
Desde hace veinte años, todos los 17 de marzo, la sociedad entera recuerda a las víctimas y repudia la intolerancia y el antisemitismo, porque la considera un ataque al
conjunto de los argentinos. Todos tenemos la obligación
y el compromiso de preservar la memoria de las víctimas
y de alcanzar finalmente la verdad, como forma de homenajear a nuestros muertos y de prevenir otros crímenes
similares en el futuro.
Nuestro país ha acuñado, desde sus orígenes y en diferentes momentos de su historia, una notable tradición de
respeto por la diversidad y la integración. La República
Argentina se ha forjado a partir de la incorporación de
distintas camadas de inmigrantes, que han llegado a
nuestra tierra en busca de trabajo y un porvenir digno
para sus familias. Esa tradición nos enorgullece, y debemos velar para que no se pierda.
Identificada con los principios de esa idiosincrasia inte-

gradora y pacifista, que no hizo distinciones raciales, religiosas o políticas, la sociedad argentina es profundamente agraviada cuando se agrede o se ofende a cualquier
sector de la población. Es necesario recuperar lo mejor de
esa arraigada tradición de paz y exigir el pleno respeto a
los derechos humanos y a la dignidad de las personas sin
importar la condición étnica, cultural, religiosa ni política. Para eso, debemos trabajar para que el conjunto de la
sociedad y sus instituciones repudien y condenen enérgicamente toda manifestación de antisemitismo o toda otra
forma de discriminación. En esta dirección la Argentina
ha asumido que la escuela y la cultura tienen un papel
fundamental, al proponerse que las nuevas generaciones
sean educadas en la memoria y la no discriminación.
Seguiremos comprometidos en la misma lucha hasta que
se haga justicia. No hay otro modo de avanzar contra el
terrorismo que insistiendo en el camino de la memoria y
la verdad. Y no hay otro modo de lograrlo que reafirmar
nuestro empeño para que se profundice la investigación
tendiente al esclarecimiento de los responsables de uno
de los más dolorosos atentados terroristas en la historia
de nuestro país.
El terrorismo internacional exige una respuesta global de
todos los países que integran la comunidad de naciones y
Argentina está avanzando para que exista un compromiso de esta naturaleza en todos los organismos intergubernamentales. Bajo estas premisas, el Gobierno argentino,
primero con Néstor Kirchner y ahora con Cristina, trabaja
día a día ya que sólo la memoria, la verdad y el castigo a
los culpables por vía de la justicia pueden hacer que estas
atrocidades no vuelvan a ocurrir.

Lic. Daniel Filmus
Actualmente, se desempeña como Senador de la Nación. Es Presidente de
la comisión de Relaciones Exteriores y Culto de la Cámara Alta y Vicepresidente de la comisión de Derechos y Garantías. Es Licenciado en Sociología (UBA, 1977), Especialista en Educación para Adultos (CREFAL, México,
1982-1983) y Máster en Educación (Universidad Federal Fluminense, Brasil,
1989). Se ha desempeñado como Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación (2003-2007) y Secretario de Educación del Gobierno de
la Ciudad de Buenos Aires (2000-2003). Desde 2006, es Presidente del
Grupo de Trabajo para el Canje de Deuda por Educación de la UNESCO. En
la actualidad, es miembro del Comité Ejecutivo de la UNESCO y Vicepresidente por América Latina y el Caribe del Consejo Ejecutivo de la UNESCO
(2009-2011). Fue consultor y asesor en distintas organizaciones nacionales
e internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA), la

“Es necesario
recuperar
lo mejor de
esa arraigada
tradición
de paz.”

Organización de Estados Iberoamericanos
(OEI), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y Director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO)
- Sede Académica Argentina.- Medalla Jan
Amos Comenius- UNESCO 2008, Ginebra.
Es autor, entre otros, de Presidentes: voces
de América Latina y Filmus, Daniel, Aguilar,
Altea, Taurus, Alfaguara S.A de Ediciones,
Buenos Aires, Noviembre de 2010.- Crisis,
transformación y crecimiento: América Latina y Argentina (2000-2010).
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DESPUÉS DE
VEINTE AÑOS
Aquello que define a un ser humano como tal es su potencial capacidad para amar e interesarse por el otro. Es este
registro del semejante lo que le otorga sentido, dirección y
significado a nuestras acciones y proyectos. Qué duda cabe
su relación con la generosidad, la alegría de dar, la compasión y la empatía. Estos son pilares en aquello que llamamos instinto de vida, impulso creativo y espíritu solidario.
Son los trazos que dibujan una arquitectura que aloja a
sujetos que anhelan compartir y convivir. Allí se insertan
también la coherencia y la armonía, conceptos estos que
han sido transitados por renombrados pensadores.
Cuando esto falta no sólo hay un espacio vacío sino que
esa grieta está ocupada por aquello que se le opone. Me
refiero a la pulsión de muerte, a la fuerza tanática que
irradia destructividad y zozobra. Aquellos que están impregnados de esta furia agresiva y de esa cruel indiferencia, diríamos inescrupulosidad, desconocen el derecho a
la vida del prójimo así como los valores esenciales indispensables.
Hace veinte años la tragedia se hizo presente de un modo
insolente y brutal.
Hombres y mujeres inocentes fueron vilmente asesinados.
Delirios nutridos de odio ocuparon la escena convirtiendo
en realidad algo tan horrible que parece inimaginable.
Un enorme trauma, imposible por su magnitud de ser elaborado, sembró en nuestra sociedad tristeza, conmoción y

angustia, quedando como un cuerpo extraño, con sus consecuentes efectos y perturbaciones. La lógica de la vida no
encuentra explicación a situaciones que respiran semejante salvajismo. La herida debe ser curada y el dolor aliviado.
Tarea que no por su dificultad puede ser evitada.
Es tiempo desde todos los ángulos pertinentes de reparar.
Aludo con esto a la justicia, la asistencia social, el acompañamiento afectivo y los aportes que dignifican tanto
a los que dan como a los que reciben. Conscientes, dado
que no somos omnipotentes, que ciertos acontecimientos
y procesos dejan huellas imborrables que como sabemos
en los duelos queda siempre una cuota incompleta.
La violencia traumática no desaparece por generación
espontánea. Exige trabajo, esfuerzo y de un modo sustancial el pensamiento y la reflexión, herramienta privilegiada del hombre.
No podemos disolver el sufrimiento padecido y menos aún
corresponde olvidarlo. Pero luego de la inmediatez de la
tormenta debemos convertir el episodio en una experiencia
que nos permita aprender para fortalecernos y prevenir.

“La sombra opacó el paisaje. No debemos permitir que el paisaje sea siempre
una sombra. Ese es nuestro compromiso, no podemos desconocerlo.”

Dr. José Eduardo Abadi
Médico, psiquiatra, psicoanalista, didáctico de la Asociación
Psicoanalítica. Desarrolla una actividad periodística en radio y televisión de modo continuo desde hace más de 20
años. Escritor y dramaturgo. Entre sus publicaciones merecen citarse: Eduardo y Marco Antonio, aquí y entonces, De
qué hablamos cuando hablamos, Invitación al Psicoanálisis,
El bienestar que buscamos, No somos tan buena gente.
“Todo hombre
tiene un nombre”
Todo hombre tiene un nombre
Que D’s le dio
Que sus padres le dieron.

Todo hombre tiene un nombre
Que sus enemigos le dieron
Que su amada le dio.

Todo hombre tiene un nombre
Que su altura y su sonrisa le dieron
Que sus vestiduras le dieron.

Todo hombre tiene un nombre
Que las fiestas le dieron
Que su trabajo le dio.

Todo hombre tiene un nombre
Que las montañas le dieron
Que sus murallas le dieron.

Todo hombre tiene un nombre
Que las estaciones le dieron
Que su ceguera le dio.

Todo hombre tiene un nombre
Que el zodíaco le dio
Que sus vecinos le dieron.

Todo hombre tiene un nombre
Que el mar le dio
Que su muerte le dio.

Todo hombre tiene un nombre
Que sus pecados le dieron
Que sus deseos le dieron.

Zelda
(1914 - 1984) Poeta Israelí.
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LA HERIDA
ABIERTA
“No nos tenemos que dejar
doblegar por la voluntad
de quienes han elegido el
camino del terror.”
El atentado contra la Embajada de Israel en Buenos
Aires es una herida abierta que aún hoy, 20 años después, continúa sangrando para espanto de todos aquellos que creemos no solamente en la justicia, sino en el
diálogo como herramienta indispensable para dirimir
cualquier cuestión que haga a nuestra vida como sociedad y como seres humanos.

nos toca vivir, es en vano. Pero también sabemos que
el arte puede ser, a la vez que un bálsamo reparador
de tanta barbarie, un arma sorprendentemente eficaz
cuando la alzamos para demostrar nuestro repudio por
tanta brutalidad, por tanta irracionalidad.

La falta de compromiso real en la investigación de los
hechos frente al reclamo de los damnificados y de todo
el pueblo argentino y las sombras de corrupción que
tiñeron en su momento el accionar de algunos de los
que debieron esclarecer tan tremenda acción criminal,
no hacen más que agregar dolor a aquel que parecería
imposible de superar y que es el que todos sentimos
por las víctimas inocentes que todavía no encuentran
justicia.

Por eso, los artistas tenemos que seguir de pie.

Frente a estos acontecimientos a veces nos parece
que nuestro esfuerzo, el de los artistas, por hacer más
llevadero el tránsito obligado por el duro mundo que

Por eso no hay que cejar en el intento.

Por eso no nos tenemos que dejar doblegar por la voluntad de quienes han elegido el camino del terror
como la ruta infernal por la cual llevan a cabo su destinado viaje hacia la nada. Que este renovado dolor que
hoy sentimos todos, sea el elemento necesario para
coadyuvar nuestro pedido de justicia.
Y no nos conformemos con aquella que sabemos Divina. En estos casos, se impone la justicia terrenal, para
lograr que, de una vez por todas, el hombre deje de ser
el lobo del hombre.

Julio Bocca
Nació en 1967 en Buenos Aires (Argentina).Inicia sus estudios a los 4 años
y en 1974 ingresa al Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. En 1982
comienza su carrera profesional como primer bailarín en la Fundación
Teresa Carreño de Venezuela y en el Teatro Municipal de Río de Janeiro,
Brasil. En 1985 obtiene la Medalla de Oro en su categoría en el Vº Concurso Internacional de Danza de Moscú. En 1986 es contratado como primer
bailarín por el American Ballet Theatre. Fue artista invitado con el Royal
Ballet de Londres, el Bolshoi de Moscú, el Kirov de Leningrado, Alla Scala
de Milán, la Zarzuela de Madrid, el Royal Danish Ballet de Dinamarca, el
Ballet de la Ópera de Oslo, el Stuttgart Ballet de Alemania, el Ballet de la
Ópera de París, el Ballet de Tokio, el Ballet Nacional de Cuba, el del Teatro
Municipal de Santiago de Chile, el Nacional de México, el Ballet del Teatro
Municipal General San Martin y el del Teatro Colón de Buenos Aires, en
muchos casos con producciones especialmente preparadas para él y con

algunas de las partenaires.En 1997 inaugura su propio estudio -sede permanente
de Ballet Argentino- y centro de formación
de jóvenes. Es Embajador Cultural de las
Ciudades del MERCOSUR y Embajador de
Wines of Argentina. Su retiro definitivo
de la danza ocurrió el 22 de diciembre de
2007 en Buenos Aires. En junio de 2010
el Presidente de la República Oriental del
Uruguay, país en el que reside, Sr. José Mujica, lo nombró Director del Ballet Nacional
Sodre, el que dirige desde entonces y con
el que ya ha realizado giras por el interior
de ese país e internacionales.
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ASALTO AL
PARAISO
FRAGMENTOS DEL CAPÍTULO I

“Era el 17 de marzo de 1992.
En la esquina de Arroyo y Suipacha se levantó, con estrépito ensordecedor, una nube de polvo y fuego. Sus lóbulos
giraron hacia el firmamento asombrado. Estallaban vidrios
y retumbaban los muros. Se caían puertas y celosías, se
agrietaban las paredes. Entre los remolinos grises cruzaban ráfagas que hacían más amenazante el fenómeno.
Había sido impactada la Embajada de Israel.

Dr. Marcos Aguinis
Nació en Córdoba, Argentina. Escritor que ha transitado
una amplia formación internacional en literatura, medicina, psicoanálisis, arte e historia. Dijo: “He viajado por el
mundo, pero también he viajado por diversas profesiones”. En 1963 apareció su primer libro y, desde entonces,
ha publicado diez novelas, catorce libros de ensayos, cuatro libros de cuentos y dos biografías que generan entusiasmo y polémica. En los últimos años, todos sus títulos
se convirtieron en best-sellers. Ha escrito artículos sobre
una amplia gama de temas en diarios y revistas de América
latina, Estados Unidos y Europa. Ha dictado centenares de
conferencias y cursos en instituciones educativas, artísticas, científicas y políticas en Alemania, España, Estados
Unidos, Francia, Israel, Rusia, Italia y casi todos los países
latinoamericanos. Fue designado, en 1983, subsecretario y
luego secretario de Cultura de la Nación; impulsó la famosa
“primavera cultural” que animó al país. Creó el PRONDEC
(Programa Nacional de Democratización de la Cultura), que
obtuvo el apoyo de la UNESCO y de las Naciones Unidas,
y puso en marcha intensas actividades participativas para
concientizar a los individuos sobre los derechos, deberes
y potencialidades que se cultivan en una real democracia.
Por su obra fue nominado al Premio Educación para la Paz
de la UNESCO. Recibió, entre otros, el Premio Planeta (España), el Premio Fernando Jeno (México), Premio Benemérito de la Cultura de la Academia de Artes y Ciencias de
la Comunicación, Premio Nacional de Sociología, Premio
Lobo de Mar, Premio Nacional de Literatura y Faja de Honor
de la Sociedad Argentina de Escritores, entre otros.

Empezaron a chillar las sirenas mientras ambulancias y
autos policiales recibían órdenes contradictorias. La onda
expansiva tuvo tanto poder que había afectado edificios
de numerosas cuadras en derredor. Las palabras de los locutores de radio se volvieron desordenadas.
A centenares de metros un camarógrafo filmaba un documental sobre la cercana Villa Miseria 31. Sorprendido por
el fenómeno, giró su cámara Sony Súper Ocho y registró
el ascenso de las monstruosas nubes cargadas de polvo y
sangre. Filmó durante cincuenta y cuatro segundos. Después voló hacia un canal de televisión a vender su trabajo
por cincuenta dólares.

La periodista Cristina Tíbori quebró uno de sus tacos sobre los escombros y rompió el cerco que había tendido la
policía. La acompañaban dos pesadas cámaras de su canal
cargadas al hombro por miembros de su equipo. Vestía falda rosa y blusa de seda.
Le costaba caminar sobre los vidrios y cascotes. Tuvo que
esquivar astillas de madera, pedazos de mampostería y
orientarse entre las cortinas de polvo. A su lado la gente
trotaba sin orden alguno.
Y lloraba, maldecía, gritaba. La periodista se hizo a un lado
para dejar pasar una camilla que trasportaba un cuerpo bañado en sangre. Casi fue derrumbada por una pareja que
se precipitaba hacia el jardín de infantes en busca de su
hijo. Cristina preguntaba a diestra y siniestra. Le decían
que había sido una bomba. O un coche-bomba. Debía haber muchas víctimas.
-¿Cuántas?
Muchas, muchas.
-¿Hay indicios del asesino? ¿Quedó algo del coche-bomba?

El canal enseguida decidió usarlo para abrir y cerrar cada
bloque de noticias. La gente se desplazaba despavorida,
los periodistas chocaban con el recién llegado aluvión de
médicos, policías, voluntarios, diplomáticos, vecinos y, sobre todo, familiares desesperados que aullaban nombres.
Competían en una carrera contra la muerte, aunque la
muerte ya había finalizado la mayor parte de su obra.

A su lado otros locutores, encendidos los micrófonos, describían la catástrofe sin darse respiro.Sintió que pisaba
algo que no era piedra, ni madera, ni vidrio. Miró hacia sus
pies y reconoció un papel, un simple papel desamparado
en medio de la calle cubierta de ruinas. Era el dibujo de
un niño. Uno de sus ángulos estaba manchado por sangre
fresca.

Se calculaban víctimas al voleo: diez, quince, veinte, treinta, cuarenta. Y muchos heridos.

Mientras lo recogía le apretaron el hombro con nerviosa
ternura: era Esteban.

El impacto también fue grande contra la iglesia Mater Admirabilis, donde se reportó el fallecimiento del cura párroco y una de sus empleadas. La explosión también había
agujereado un jardín de infantes, donde estaban 192 niños. La onda criminal tampoco sintió piedad por el asilo de
ancianos ubicado justo enfrente de la destruida Embajada.

La cámara fotográfica le colgaba de su hombro. Balbuceó
que esta carnicería lo quebraba. Había estado en la cercana plaza San Martín para un reportaje, cuando escuchó
la explosión. Abandonó a su entrevistado y vino como un
bólido. En la esquina vio un cadáver y desde ese momento
su cámara no dejaba de disparar, poseída.
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Irrumpió otra correntada de bomberos, personal de seguridad, Policías y la Brigada de Investigaciones. Tras ellos,
equipos de Defensa Civil y la División Perros.

la locura asesina, del odio y la impunidad que alienta a los
fanáticos. Se dirigió entonces a una mujer que lloraba con
las manos sobre los ojos.

Cristina se aproximó cautelosa a una colina de polvo. Sus
cámaras la seguían de cerca. Le costaba mantenerse tranquila, profesionalmente tranquila. Muchas veces había
pasado por este lugar y había apreciado la hermosa construcción de principios del siglo erigida por una familia de
navieros. Fue la primera sede de la Embajada, establecida
apenas comenzaron los vínculos diplomáticos de Argentina con Israel. Ahora sólo quedaban las paredes medianeras, con trozos de revoque desprolijamente arrancados.

-Soy la encargada del edificio de enfrente -dijo temblando-. Estaba durmiendo la siesta cuando escuché un ruido
impresionante. Me tiró de la cama. Supuse que había estallado la cocina de algún piso. Así que subí asustada a la
terraza y, desde allí, vi los restos de la Embajada.

En el espacio rectangular del antiguo edificio sedimentaba
un tolmo de ruinas, un extraño monumento funerario que
no encajaba en esta porción residencial de Buenos Aires.

-¡Espantoso! ¡Nunca pasó algo igual! -exclamó un muchacho que acababa de depositar un cuerpo herido en el interior de la ambulancia. Cristina le acercó el micrófono:

Los equipos de salvamento corrían hacia los cuerpos tendidos sobre el páramo. Voluntarios ayudaban a salir del
lugar a quienes podían caminar, pese a estar heridos, atontados o ciegos. En ese pandemonio muchos escarbaban
para encontrar cuerpos; la angustia impedía entender que
su peso podía dañar a quienes estuvieran abajo, entre las
destrozadas vigas.

-Caminaba por Suipacha rumbo a Libertador cuando un golpe de aire me aplastó contra la pared. La onda fue brutal.
Fíjese: ni un vidrio sano por ninguna parte. Ni uno solo.

Cristina se dirigió a un oficial para que bloqueara la marcha de los irresponsables.

-Estaba leyendo cuando una lluvia de vidrios me abrió acá
-el anciano se apretaba la frente con un pañuelo.

-¡Estamos desbordados! -replicó.

Cristina prosiguió sus reportajes durante horas. Ya se contaban veinte muertos y más de doscientos heridos, según
informes de los equipos de rescate.

La cámara iba a filmar su boca iracunda, pero el oficial se
alejó hacia un auto estacionado a pocos metros, cuyo esqueleto retorcido había comenzado a arder.
-Parece Beirut -dijo Cristina al micrófono-. La Beirut de la
larga guerra civil entre libaneses y palestinos, cristianos
y musulmanes, palestinos e israelíes. La Beirut donde los
edificios se derrumbaban por las bombas como la que hoy
ha explotado aquí, en Buenos Aires. Este pedazo de nuestra ciudad es ahora un espejo de Beirut. Es el testimonio de

-También soy portera, pero en el edificio de la otra esquina -se acercó una mujer demudada-. El humo que se levantó
después de la explosión fue como el de una bomba atómica.

-iCasi me muero! Vivo a la vuelta y se me desplomó el techo –sollozó una mujer canosa-. Míreme, por favor. Tengo
heridas en el cuello, en los brazos. ¡Qué criminales!...

No cesaba la evacuación. Algunos porteros se sumaron a
los voluntarios que ya eran cientos, para depositar víctimas sobre las persianas diseminadas entre las ruinas: suplían de esa forma la escasez de camillas. Pero las ambulancias, con sus rabiosas luces intermitentes, eran ya tan
numerosas que entre ellas se bloqueaban la salida. Cristina hizo cálculos mientras recogía testimonios. A menos
que le probasen lo contrario, éste era el peor asesinato en

masa realizado contra una institución judía desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Y era el primero de esta
magnitud en toda la historia de la República Argentina, y
quizá de América entera.
Aunque hubo dictaduras, persecuciones, matanzas y millares de desaparecidos, nunca se asesinó de una vez, a plena
luz del día, dos docenas de personas e hirió a casi tres centenares. Calló unos segundos y disparó un pensamiento
comprometedor.
-Este crimen, realizado en un suburbio del planeta como es
la Argentina, demuestra que el terrorismo está dispuesto
a trasladar su aliento de muerte mucho más allá de donde
nace. Es el costado más tenebroso de la globalización.
Mientras seguía reportando circunvaló el cráter que había
formado el coche-bomba sobre la destrozada vereda. Se
detuvo de golpe. La cámara que la estaba enfocando descendió su objetivo al suelo.
Asomaba un brazo lleno de rasguños. Un enfermero lo tomaba con cuidado y tiraba suave para rescatar el resto del
cuerpo. Pero estaba desconectado del cuerpo. El brazo salió solo, liviano. La cámara osciló, también perpleja. Cristina entregó el micrófono porque iba a vomitar.
El comisario Adolfo Branca utilizó su línea telefónica privada para obtener más detalles de lo sucedido. Le acababan de informar que, por suerte, el suboficial de la policía
que debía cumplir guardia en la garita junto a la Embajada
había abandonado su puesto varias horas antes del estallido, como si le hubiesen advertido a tiempo.
-Perfecto -exclamó Branca y, tras reflexionar un segundo,
preguntó:
-¿Hubo reemplazante?
-Tenía que llegar, pero se quedó haciendo trabajos en la talabartería de la Policía Montada. No murió ningún policía.

-Bien…-se atusó la raya negra del bigote y pensó que los
muchachos se habían movido correctamente.
Esteban reapareció con la lengua afuera luego de entregar
varios rollos de fotos en el diario. Descubrió a Cristina pisando el borde del montículo principal. Sus grandes ojos
apuntaban hacia un entretejido de escombros cruzado
anárquicamente por vigas.
-¡Allí! -apuntó con el índice impaciente y repitió con todas
sus fuerzas-: ¡Allí! ¡Urgente, allí! Hay alguien con vida.
Dos enfermeros se acercaron a la carrera con una camilla.
-¡Dónde, dónde!...
Empezaron a retirar polvo, cenizas y cascotes mientras
médicos y enfermeros acercaban tubos de oxígeno. Tal vez
había más de una persona enterrada en ese lugar.
Pudieron detectar en el fondo una cabeza de mujer que
emitía quejidos. Le colocaron una máscara de oxígeno.
Cristina se acercó, seguida por las leales cámaras que se
ocupaban de filmar lo que describía el micrófono. Consiguió abrirse paso entre quienes rodeaban la víctima. Al
principio sólo distinguió fragmentos de un rostro maltrecho. Pero enseguida reconoció de quién se trataba.
Arrojó el micrófono a la cara de su asistente y emitió un
chillido animal.”
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CONSTRUYENDO
UNA SOCIEDAD
“La mejor manera de honrar las víctimas de este y
cualquier otro atentado terrorista es construyendo
una sociedad que promueva el amor, la felicidad y
la igualdad entre su gente.”
Ese es un gran escudo protector ante el odio fanático
de cualquiera que crea que su verdad es tan terminante
como para quitarle la vida a otro. También es necesario avanzar en la construcción de una sociedad donde
se cumpla la ley, se respeten las instituciones y se haga
justicia cuando así no ocurre. Sin duda en ese punto
estamos en falta cuando vemos que tras 20 años del
atentado a la Embajada aún no se han encontrado los
autores de semejante crimen. La construcción de sociedades más justas, con menos desigualdades, con mayo-

res oportunidades de realización personal y, a su vez, con
fuertes instituciones, es un desafío central para lograr un
mundo menos propenso al odio. Enseñar sobre el pasado y
sobre las cosas terribles que hemos vivido es una obligación para nosotros, para con nuestras victimas pero fundamentalmente para nuestras generaciones futuras.
Esto se vuelve aún más importante cuando no ha habido
justicia, ya que esa falta de ley puede dar a entender que
todo vale y nada tiene costos.

Lic. Marcos Peña
Es Secretario General del Gobierno de la Ciudad desde el
2007. Entre 2003 y 2007 fue Diputado en la Legislatura de la
Ciudad de Buenos Aires y presidió la Comisión de Educación,
Ciencia y Tecnología de la LCBA (2005-2007). Es Licenciado
en Ciencia Política y Gobierno (Universidad Torcuato Di Tella).
Está casado y tiene un hijo.
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LA
MEMORIA COMO
CONSTRUCCIÓN
Mauricio Wainrot

Coreógrafo, Profesor. Director Artístico 1999- 2011: Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, Buenos Aires; 2004; Director Artístico del Swiss,
Swiss Choreographic Project; 1994/95 Les Ballets Jazz de Montréal, Canadá; 1982/1985; Grupo de Danza Contemporánea del Teatro San Martín,
Buenos Aires. Fue coreógrafo residente: 1992-2004; Royal Ballet of Flanders, Bélgica; 1987/1990 Ballets Jazz de Montréal; 1990/1992: Hildesheim
Stadtstheater, Alemania y profesor invitado: 1986/1987; Mudra International,
Bejart’s Company School ; 1991/ 1999 The Juilliard Scholl de New York; entre otros. Fue Jurado Internacional 2010:Prix de Laussane; 2009 New York
International Dance Competition; 2007 Benois de la Danse, en Moscú en el
Teatro Bolshoi y New York Internacional Dance Competition.2000 Competition
de Dance du Monde , Montecarlo; 1992 Concurso Coreográfico de Madrid.
Recibió numerosos premios y distinciones.

La memoria se enriquece cuando entendemos que ella no es
una construcción teórica, sino algo que aparece cada día cuando hay que aceptar y abrazar al vecino. Amar al que es igual es
sencillo, conocer y entender al que es distinto es el desafío. Es
necesario, coincidimos, promover valores como el respeto, el
diálogo, la justicia, pero también el entusiasmo, la vitalidad,
las ganas de vivir se vuelven indispensables.
Vivimos hoy en un mundo donde las distancias se acortan y la
comunicación se acelera. Y, sin embargo a medida que avanza
la tecnología, es más desafiante construir lazos de conexión
entre las personas, vínculos significativos y positivos. Construir
sociedades más humanistas y más felices es algo que le debemos a aquellos que perdieron la vida por culpa del odio.
El odio y el fanatismo deben entender que su prédica no tiene
réditos. Que no logra mayor adhesión ni apoyo. El fanatismo
es un poder destructivo, no contiene un mensaje de esperanza
para nadie.

“Aquí, en la ciudad de Buenos Aires,
en la Argentina, no debe haber
lugar para el odio. Nacimos en la
diversidad, nacimos en una tierra
que siempre fue una esperanza para
aquellos que vinieron en busca de
una nueva oportunidad.”
Hoy celebramos permanentemente esas identidades que componen nuestro mosaico humano, y eso nos ayuda a ser conscientes de que la diversidad nos define como sociedad. La idea
de una sociedad homogénea es algo que quedó en el pasado.
Todos los intentos de avanzar en esa dirección han fracasado,
muchos de la peor manera. Eso no quita que haya que estar
atentos para defender la libertad y el derecho a ser diferente.
Esta ciudad también es una capital del diálogo interreligioso. Cristianos, judíos, musulmanes, budistas, todos tienen
espacios de interacción y conocimiento compartido. Aún en
los momentos más difíciles de otras regiones del mundo, los
líderes religiosos locales buscaron generar símbolos de unión
y paz, dejando claro que las diferencias que pudieran existir no
iban a enturbiar el clima local. Quienes hicieron este atentado
también quisieron atentar contra nuestra forma de vida, la de
todos los porteños. Quien quiera quebrar nuestro espíritu de
convivencia en paz, aprenderá que eso es imposible. 
 Honremos a las víctimas de este trágico atentado viviendo una
vida plena, entusiasta y apasionada, transmitiendo a nuestros
hijos el valor de vivir en una sociedad plural y diversa.
Después de la Segunda Guerra, comenzaron a llegar a nuestro
país, masivamente, inmigrantes alemanes y croatas que escapaban de la guerra por motivos terribles: eran asesinos y verdugos de otros seres humanos, que la paradoja de la vida los
unía en esta, nuestra querida tierra.
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Miles de Nazis, devenidos en fugitivos, llegaron al país con
la aprobación del gobierno de turno, y entraron con pasaporte falsos otorgados por diplomáticos argentinos, (se les
cambiaba la identidad a estos refugiados, y con la venía del
Vaticano). La cuestión es que estos nuevos inmigrantes mayoritariamente, fueron afincándose en los cordones de Buenos Aires, en el Sur del país y en Córdoba. Grandes fábricas
de marcas de autos alemanes les brindaron asilo y trabajo.
Este caldo de cultivo, de dos realidades que fueron creciendo
al unísono , el conventillo por un lado donde los inmigrantes Judíos, Españoles, Italianos, Árabes y de otras nacionalidades y etnias aprendieron a convivir y a revivir sus pasados
europeos liberales, socialistas o anarquistas, y que comenzaron a transformar la Argentina en tantísimas realidades
maravillosas: económicas, artísticas, literarias y periodísticas como políticas, convivía con el otro grupo de fugitivos,
los arios, los de la raza pura, que se afincó en nuestra patria trayendo sus ideas de odio e intolerancia. Estas ideas
fascistas son las que con el tiempo producirían en nuestro
país una especie de laboratorio de pruebas, que comenzó
con el atentado a la Embajada de Israel primero, y el de la
AMIA después, fruto de compatriotas que fueron, de alguna
manera, modelados por esas ideas antisemíticas y militaristas, dado que sin la ayuda de una conexión argentina no se
hubieran podido concretar esos dos atentados, por más que
los ideólogos hayan sido iraníes o sirios.
El odio nazi hizo escuela en muchísimos argentinos y argentinas. Los dictadores que nos gobernaron y algunos gobiernos ¨democráticos¨ , también utilizaron metodologías fascistas para concretar sus crímenes. La Triple A entre ellos.
Argentina se convirtió en la gran Madre acogedora de numerosísimos inmigrantes nazis alemanes y croatas, y también
la Madre de cientos de miles de inmigrantes judíos, y al final
Argentina, la tierra prometida, terminó siendo como Medea,
el personaje de la tragedia griega, que asesina a sus propios
hijos por venganza. La Medea que asesinó a 30.000 desaparecidos, La Medea que expulsó a más de 1.000.000 de argentinos, que se convirtieron en inmigrantes y ciudadanos
de segunda clase por doquier. Nuestros compatriotas comenzaron a devolverles la visita, que 50 o 100 años antes,
habían hecho a nuestro país sus gloriosos ancestros llegados de Galicia, Nápoles, Alepo, Varsovia, Kiev y tantos sitios
lejanos para hacer de nuestro país un lugar mucho mejor
para vivir y crecer. Paradójicamente, nuestro país se usó
como una especie de laboratorio de pruebas de otros atentados en el mundo, como el Septiembre 11 de New York.

Aquí, en nuestro país, se concibió el primer gran atentado, 50
años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. En
forma deplorable, otros argentinos, posiblemente mercenarios y/o fascistas, se asociaron al odio irracional de un grupo de asesinos extranjeros, ofreciéndoles la ayuda necesaria
para cometer en Buenos Aires, el primer gran atentado a una
institución Judía en el mundo: la voladura de la Embajada de
Israel, y luego la destrucción de la sede de la AMIA. Hace 20
años que la Embajada de Israel fue destruida completamente,
y aún, no se sabe quiénes han sido, ni se tiene a los culpables
encarcelados ni juzgados. Tan solo tenemos a las víctimas de
atentado, para llorarlas. La escuela fascista alemana triunfó
sobre el liberalismo y la intelectualidad Judía, pero tan solo en
estos tristísimos hechos. La Justicia Argentina es lenta, eso ya
lo sabemos, y más aún en casos como estos donde otros países
y muchos intereses locales están en juego.
La dignidad de la Nación también está en juego, pero a las fuerzas de seguridad, a la policía y a la justicia parece importarles
no mucho (o poco), dado el mínimo avance que se ha logrado
para encontrar a los culpables y sus causas en veinte años. El
mundo nos mira, nos olfatea, nos sigue. Eso lo sabemos todos
los que tenemos la cabeza bien puesta, de la misma manera
como el mundo miró a nuestro país cuando, solapadamente,
en la Segunda Guerra mundial la Argentina colaboró con Alemania, mientras pretendía hacer creer al resto de la comunidad
internacional que Argentina, en ese perverso juego de la Guerra, participaba como neutral. Ni el mundo ni la gente que lo
comprende es tonto y sabe que no es así, sabe muy bien que
Argentina jugó ese juego a dos puntas. Ahora Argentina, desde
hace más de dos décadas, sigue con el juego de la no verdad,
porque no hay respuestas contundentes a la terrible barbarie
cometida en nuestro suelo.
El mundo mira y es paciente. También espera que alguna vez
nuestro país vuelva a la senda de la justicia con mayúscula y a
la comunidad mayor de las naciones, para que se lo considere
como un país confiable y seguro, y sepamos la verdad y el porqué del Atentado a la Embajada de Israel y el de la AMIA.
El antisemitismo ronda la esquina de cada barrio, como un estigma, diría doméstico. Ya lo sabemos todos los que hemos perdido familias enteras en el Holocausto, pero también sabemos
que los judíos hemos sobrevivido mas de 5.700 años, a pesar
de los asesinos que nos han querido borrar de la faz de la tierra,
porque nuestra cultura, nuestro afán de libertad, nuestro apego a la vida, nuestras enseñanzas maravillosas, y, sobre todo,
nuestra justicia terrenal y divina ha estado, y estará, siempre
de nuestro lado.

Histórico índice telefónico de la Embajada rescatado de los escombros.
pág

98

PADRE JUAN
CARLOS
BRUMANA
Presbitero Juan Carlos Brumana (en el centro de la imagen). Ordenación Diaconal
(18/03/1989) junto a familiares y amigos. Abadía San Benito. Buenos Aires, Argentina.

Carlos Scarponi
Presbítero

Juan Carlos BRUMANA nació en la ciudad de Buenos Aires el 14 de septiembre de 1954, Fiesta de la Exaltación de la Cruz (en que se celebra el valor
redentor de la crucifixión de Cristo).
Fue el menor de cuatro hijos y el único varón, en una familia con una profunda valoración de la fe. Vivió en el barrio de Liniers (Buenos Aires), en donde
estuvo, desde chico, integrado a la vida cotidiana del lugar. Hizo vínculos
que perduraron a través del tiempo.
Era Despachante de Aeronaves, Observador Meteorológico y Técnico en
Meteorología Sinóptica (U.B.A.). Trabajaba en Aerolíneas Argentinas en el
momento de entrar al Seminario de Buenos Aires. También obtuvo el título
de Catequista, buscando el crecimiento de su propia vida y de su fe. El 19 de
marzo de 1982 ingresó al Seminario Metropolitano (Buenos Aires), luego de
cuatro años de discernimiento vocacional. Obtuvo los títulos de Bachiller y
Profesor en Teología. El 18 de marzo de 1989 fue ordenado Diácono (paso
previo al sacerdocio), estando, durante todo ese año, en la Parroquia Santa
Julia, lugar en que fue muy querido y que él sintió profundamente cercano.
El 25 de noviembre de 1989 fue ordenado Sacerdote. Se desempeñó en las
parroquias Santa Julia, Nuestra Señora de la Paz y Madre Admirable, incluyendo la Villa 31 de Retiro (Capilla Nuestra Señora del Rosario).
Fue una persona en la cual lo ejemplar se halla oculto en su sencillez y vivido
en lo cotidiano. Habitualmente era sereno y alegre. Todo lo que emprendía lo
realizaba con una gran dedicación y entrega interior. Era muy humilde, comprensivo con los otros y sumamente servicial. Jamás se lo escuchó hablar mal
de alguien. De pocas palabras, muy reflexivo, cuando opinaba lo hacía de modo

conciso, profundo y acertado. Sobrellevó, con fe y mansedumbre evangélicas,
sufrimientos y contrariedades, venciendo el mal con el bien.
La fuente de su ministerio era la celebración cotidiana de la Eucaristía y de
la Liturgia de las Horas. Cultivaba la lectura y el estudio de la Sagrada Escritura. Desde niño creció en él una particular devoción a María.
En la convivencia era muy querido. Vivía en una continua paz y alegría que
irradiaba a todos los que entraban en contacto con él. Poseía una notable
capacidad de escuchar y aconsejar, gracias a la cual logró cimentar amistades auténticas. Tuvo como ideal configurarse con Jesús, Buen Pastor, cultivando gran disponibilidad y entrega para con todos los que lo necesitaban.
Vivía en una verdadera pobreza evangélica llegando a compartir sus propios bienes con los más necesitados. Amaba a la Iglesia como Madre. Pasó
su vida haciendo el bien.
El 17 de marzo de 1992, siendo Vicario Parroquial de Madre Admirable, falleció con la explosión que destruyó la Sede de la Embajada de Israel en
Buenos Aires. Tenía 37 años y llevaba dos años y cuatro meses de fecundo
ministerio sacerdotal.
Sus restos descansan en el Cementerio de Flores (Bs. As.). Galería Planta
Alta, Nicho 4286, Fila 2 (Entrada por Varela y Balbastro). Todos los primeros
sábados de mes, a las 16 hs, se realiza allí un momento de oración por todas
las intenciones de quienes quieran participar.
Juan Carlos continúa su tarea de mediador entre Dios y los hombres.

ayer
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  • 1.
  • 2.
  • 3. pág pág 2 3 “El 17 de marzo de 1992 se separaron hijos de padres y padres de hijos. Perdimos compañeros de tareas, de esperanzas, de futuro.” David Ben-Rafael con sus hijos. Dos días antes del atentado. Jardín Japonés, Buenos Aires.
  • 4. 4 5 LA SANTIDAD DE LA VIDA Deputy Prime Minister and Minister of Foreign Affairs Jerusalén, Marzo de 2012. 20 años han pasado del atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires, hecho que sin lugar a dudas marcó un punto de referencia en la lucha contra el terrorismo internacional. El 17 de marzo de 1992 quedará grabado en la memoria del pueblo israelí y de la sociedad argentina. No olvidaremos y no perdonaremos a los asesinos que, a sangre fría, truncaron la vida de 29 víctimas inocentes, ciudadanos israelíes y argentinos. Pero a pesar del dolor ante la pérdida de madres, padres, hermanos y amigos nos hemos fortalecido y continuamos con decisión y entereza por el camino y el legado que ellos nos dejaron. El cruel destino que se nos impuso, llevó a que Argentina e Israel se unieran en su lucha contra el terrorismo. El Gobierno argentino actuó y continua esforzándose por llevar a juicio a los asesinos y a sus gestores, responsables de los más grandes atentados terroristas ocurridos en los años 90 en la ciudad de Buenos Aires: en 1992 contra la Embajada de Israel y dos años después, en 1994, contra la Comunidad Judía - AMIA. La estrecha colaboración llevó al pedido de captura internacional contra altos funcionarios iraníes responsables de los mismos. Lamentablemente 20 años después, las embajadas de Israel en el mundo continúan siendo blanco de atentados de organizaciones terroristas apoyadas por Irán y Hezbollah, su subsidiaria en el Líbano. Los intentos por destruir objetivos israelíes no cejan, pero nada de esto hará que nos detengamos en nuestro empeño por extirpar este flagelo en todas partes del mundo. Este libro en memoria de las víctimas simboliza el triunfo de los valores, la moral y los ideales de la cultura occidental frente al eje del mal. El Estado de Israel y el Estado Argentino continuarán trabajando juntos para evitar que se atente contra vidas inocentes y por mantener viva la memoria de las victimas del atentado como símbolo de valor y la determinación del espíritu humano. Daniel Gazit Embajador de Israel en Argentina. El 31 de octubre de 2008 volvimos, otra vez, en misión a Buenos Aires. que pensaba que, con la fuerza de la verdad, podría convencer al mundo de la justicia de nuestra causa. Era casi el mediodía cuando salimos, cansados, del aeropuerto de Ezeiza acompañados, esta vez, de policías y guardias federales. En el camino a la residencia oficial pedí detenernos por algunos minutos en Arroyo y Suipacha. Saliendo del vehículo miré la plaza, las paredes de alrededor con las marcas que quedaron del edificio que ya no existe y vi los árboles, como testimonio de vida, plantados en homenaje a los que ya no están. El tiempo modificó mi percepción de las cosas. El odio, la mentira y la intolerancia convergen en los atentados. La locura de la muerte no discrimina en la selección de sus víctimas. Una vez más me apoye en la convicción que, la diplomacia era una misión con un objetivo: traer la paz y mejorar el mundo asentado en una única premisa: la santidad de la vida. No era la primera vez que visitaba el lugar desde el horrible atentado. Pero, aquel día, fue diferente. Pasaron más de 20 años desde que llegué junto a mi familia, por primera vez, a Buenos Aires en misión diplomática. Ese edificio fue nuestra casa, nuestro lugar de trabajo y de tantas experiencias. Podía sentir las voces conocidas de amigos y compañeros que ya no están; imaginar el movimiento interior, la risa tímida de los alumnos de colegios que nos visitaban, el murmullo incesante de las recepciones... Y, en un segundo, la casa había desaparecido, aunque continuaba allí. Avigdor Liberman Ministro de Relaciones Exteriores de Israel Necesitaba mirar la plaza y a sus alrededores como forma de renovar mi compromiso con los caídos en el atentado. Veinte años atrás era un joven diplomático, lleno de energía y optimismo; inmerso en la seguridad de los inocentes Así los emisarios de la paz pasaron a ser un objetivo del terrorismo fundamentalista; terrorismo que atenta contra nuestra civilización y se propone imponer su metodología, sin reconocer límite alguno. No obstante, hay algo que no logró: imponernos un modo de vida. Continuamos con nuestra cotidianeidad, ya sea yendo a nuestro trabajo, a la escuela, reuniéndonos y asistiendo a cualquier manifestación que nos convoque desde nuestra condición humana. Abrazamos a los sobrevivientes con toda nuestra consideración y afecto. Juntos edificaremos una nueva sociedad y lucharemos, con fuerzas, para vivir en un mundo más humano y feliz. Ese es el mejor legado que podemos dejar a nuestros hijos. Este libro está dedicado a quienes modificaron su vida, de una vez y para siempre, aquel 17 de marzo de 1992. Ellos bregan para que todos nosotros continuemos.
  • 5. pág pág 6 7 ARROYO 910/6. NUESTRA CASA Liliana Isod Directora del Centro de Información y Documentación de Israel para América Latina (CIDIPAL). Al emprender este trabajo, se mezclan un cúmulo de sensaciones y temores. Por un lado, el intentar hacer justicia con las palabras sobre los que ya no están y por el otro acompañar, a los sobrevivientes, en su necesidad de dejar testimonio. Sólo la conducta pertinente diseñará un presente digno. No es lo mismo recordar para que “no vuelva a repetirse” que para que “los muertos descansen en paz”. Es verdad que el transcurso del tiempo reduce las demandas sociales pero, a la sentencia “el tiempo todo lo cura” se opone aquella de “hay heridas que no cierran nunca”. En medio de esa paradoja surgen estas páginas, escritas con el sentimiento, con el corazón apretado, con el común denominador de la culpa (por qué ellos y no yo) por la carencia de las palabras no dichas, por los abrazos no dados, por la soledad que queda como huella en el alma. Agradecemos a todos los que dieron respuesta a nuestras demandas, que no fueron pocas. A Jana Beris, la dirección en Israel donde comenzamos cualquier trabajo; a Alejandro Machado que nos brindó datos sobre el primer habitante de Arroyo 910 y su constructor; a Enrique Zadoff que nos proporcionó fotos de su archivo personal; a Anita Weistein y el Centro Marc Turkow que, con generosidad, nos ofreció todo lo que disponía en imágenes; al archivo fotográfico de la Revista Gente – Atlántida/Televisa que puso a nuestra consideración decenas de sobres con negativos sobre el atentado a la Embajada de Israel y, de manera especial, al fotógrafo Marcelo Ranea, el primero que, con un simple pedido, nos cedió sus negativos poco tiempo después de esa masacre; a Alicia Leczycki por su invalorable ayuda y a Gabriel Graves por su atenta mirada. Este libro no hubiera sido posible sin la labor de Lea Kovensky -ella misma sobreviviente- que se encargó de la tarea de producción, con incansables llamadas y seguimientos; a la gente de CIDIPAL (Elizabeth Andelsman, Liliana Glaser y Laura Szchetman -también sobreviviente)- que se ocupó de traducir y corregir los testimonios que fueron llegando hasta el final y participando de esta “casa”, “nuestra casa”; a Madre Admirable, “hogar” del Presbítero Juan Carlos Brumana, inmolado en el cruel atentado y a Hernán Churba, “descubierto” como ser humano excepcional, quien tuvo a su cargo la producción fotográfica sin la cual el libro no hubiese tenido la puesta en valor 2012. Para algunos este es el último trabajo que realizamos, por escrito, para recordar a nuestros compañeros, colegas y amigos. Otros “nos” continuarán. A ellos el imperativo de recordar no les es ajeno. A nosotros, este palacio de la memoria, como fue Arroyo 910/6, nos seguirá interpelando, como el primer día, en la búsqueda que, el tiempo de civilización prime por sobre los tiempos de barbarie. “Es terreno común afirmar que el terrorismo es una de las amenazas más graves para la paz y la seguridad internacional. Pero eso, “por” sí y “en” sí, no repara, ya que nada puede levantarse haciendo invisible a las víctimas. La aplicación de la ley regula la vida social y pone fin a la humillación del olvido y la indolencia. Nadie merece morir dos veces; una por la muerte física y otra por la indiferencia. Todavía, en el atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires, del 17 de marzo de 1992, seguimos reclamando el fin de la impunidad y el silencio.”
  • 6. pág pág 8 9 AQUELLOS DÍAS... Muki Tsur Hijo del primer embajador de Israel en Argentina, Jacob Tsur. Aquellos días en los que mi madre se ocupaba del diseño de la Embajada, en la calle Arroyo, los recuerdo como muy particulares. La invadía la sensación de estar participando de un edificio y de una fiesta. La nueva soberanía judía buscaba su expresión. La comunidad judía y sus potentados se involucraban sin condiciones pero... los oriundos de Alemania pidieron un piano. Los llegados de Jaleb, alfombras. Los lectores en idish aportaron libros y la biblioteca judía en español. Alguien donó la gran Enciclopedia Judaica. Se adhirieron – sobre el folklore judío - cortes de madera que diseñó un artesano cuyo propósito era mostrar a los alemanes, que el ritual judío era estético. Mi madre colocó, en la entrada, un gran candelabro de siete brazos y, a ambos lados de la escalera, con la roja alfombra diplomática, dos esculturas de un pionero y una pionera de Israel. Cada vez que subía sentía que esos colonizadores consideraban y reflexionaban sobre lo que hacía un niño de un Estado pobre sobre esas “diplomáticas” escalinatas rojas. Nuestra familia residía en el tercer piso. El departamento era de amplias medidas. Quedaban, todavía, señales de la aristocracia católica que vivió en esa mansión antes de nuestra llegada. En el baño, había una bañadera de mármol negro y espejos, grandes y curiosos. Los salones de bienvenida (la recepción), ubicados en el segundo piso, eran amplios y festivos. Con frecuencia allí se reunían diplomáticos en divertidos y fatigosos cocteles, con atuendos apropiados. Una vez al año, la casa era abierta para la comunidad judía, la que llegaba – a montones- a festejar. La celebración no estaba terminada hasta que, en el tocadiscos, no sonaba “Hatikva” 1. Un día llegó a la casa un pequeño niño que tocaba el piano. Lo hacía como un grande, de manera fantástica. Después jugué con él, tirados en 1 I Himno Nacional de Israel.
  • 7. pág 11 la alfombra, a las bolitas. ¿Sabía entonces que el que estaba en mi casa, en uno de sus primeros conciertos, era Daniel Barenboim? ¡Sí! Creo que lo sabía… La Embajada era mi hogar. Una casa algo rara y no sé si aquello que transmitía era lo que pensé que aspiraba a ser. Después de todo, un “pionero” se conforma con poco. Y, quizás, deseaba serlo por la sensación de responsabilidad de haberme tocado vivir allí: fue un lugar hecho con sentimientos y símbolos. Con nosotros vivían Antonio y Piedad. Habían llegado desde Jujuy, del norte argentino; gente de campo que venía a la gran ciudad. Muchos años después, regresé a la Argentina y los busqué. Me enteré de que, al haber finalizado su trabajo en la Embajada, abrieron una pizzería en el barrio de Belgrano. Fui, sin anunciarme, a visitarlos. La emoción fue inmensa. Cerraron el negocio y me llevaron a su casa. Allí vi la foto de un chico joven. “Es nuestro hijo”, me dijeron. “La Embajada era mi hogar (...) fue un lugar hecho con sentimientos y símbolos.” Entrega de una Torá. Foto: E. Frommer. “Estudia agronomía. Eso es lo que comprendimos cuando trabajábamos con ustedes. Hay que retornar al campo”. Recordé, con gran sorpresa, lo que les provoqué cuando no logré explicarles que la Embajada me conducía, en camino directo, hacia el kibutz 2 y les dije que, cuando fuera grande, me iría al campo. Más de mil personas asistieron a mi Bar Mitzva 3. No conocía a casi nadie. A todos les di la mano y me llenaron de regalos; entre otros, 13 Martín Fierro, con cubiertas de diferentes tipos de piel. Tuve la sensación que sobraba gente… Me enojé, un poco, con mi padre por semejante fiesta. Con el tiempo, descubrí en su libro de memorias que, para su Bar Mitzva 3, ocurrieron incidentes en su ciudad y, junto a mi abuelo, se escondieron en la azotea. Comprendí que la fiesta fue celebrada como la recompensa personal a su triste Bar Mitzva. Fue un gesto de reparación. La boda de mi hermana, también, se realizó en la Embajada. ¡Fue emocionante! El ramo de flores, enviado por Perón y Evita, conmovía al público pero, para mí, ese casamiento se celebraba demasiado lejos de Israel. Como hermano, fue muy significativo. En la residencia fueron recibidos los líderes del Estado de Israel que llegaron a disertar, en idish 4, frente al Pueblo judío. Grandes concentraciones tuvieron lugar en el Luna Park y en la residencia de la Embajada. Los dirigentes se paseaban, en pantuflas, como si estuviesen en su casa y mantenían, con el niño que yo era conversaciones de adultos. Años después, comprendí que no se trataba de algo sobreentendido que hablasen, con seriedad, con criaturas sin la presencia de periodistas o fotógrafos. 2I Asentamiento comunal en la Tierra de Israel basado en el principio de la propiedad y responsabilidad colectiva por el trabajo, productividad, etc. 3I Joven de 13 años obligado a cumplir con los preceptos religiosos, cuando resulta elegible para ser incluído en un quórum para plegarias públicas. 4I Es el idioma del judeo - alemán, hablado por las comunidades judías del centro de Europa o askenazíes. Hace veinte años, al momento en que los terroristas hicieron estallar la Embajada, era Secretario del Movimiento Kibutziano. Telefoneé a los enviados del Movimiento en Buenos Aires y les pregunté todos los detalles sobre la destrucción. Transcurridos algunos minutos, comprendí que no era correcto. No debía indagar por las escaleras en un momento de duelo y quiebre humano. De todos modos, supe que el candelabro sobrevivió y los pioneros explotaron. En especial, me asombró la noticia de que la araña de cristal subsistió íntegra. Estando en Turquía supe que fue enviada a una sinagoga en Estambul. Siempre me pregunté cómo mi madre la adquirió para el Estado pionero de Israel. No podía entenderlo pero mi hermana me reveló algo que no sabía. Mi madre no la compró. El propietario anterior decidió ofrecerle un regalo al Estado de Israel: ese colgante inmenso de cristal. Aquel 17 de marzo de 1992 me senté junto a mi madre y vimos, por la televisión, el edificio destruido. Estábamos anonadados. Tal como los lectores pueden comprender mi relación hacia la vivienda era compleja (no el vínculo con mi madre). Veía en ella, en ese lugar, una expresión del sueño juvenil de una generación. Me preocupé por los pioneros que estallaron pero, después de un tiempo, comprendí que la juventud judía en Argentina vio, en la destrucción de la Embajada, un punto doloroso que destacaba su responsabilidad como personas y como judíos. Supe, entonces, que la historia del palacio de mi infancia, la Embajada de Israel en Arroyo 910, no se había terminado…
  • 8. pág pág 12 13 Rab. Amram Blum coloca la mezuzá en la sede de la Legación, Arroyo 910/6.
  • 9. pág pág 14 15 A 20 AÑOS DEL ATENTADO A LA EMBAJADA DE ISRAEL EN BUENOS AIRES Liliana Isod Hace poco tiempo salió a la luz un libro llamado Un Guarnerius en Buenos Aires. Trata sobre la historia del instrumento que fue presentado y dejó escuchar su magnífica sonoridad. Ese violín mudo, quieto y ciego durante 83 años durmió en su estuche dentro de una cámara de seguridad del Museo Fernández Blanco, cercano a la Embajada de Israel. Violinista aficionado, Isaac Fernández Blanco lo adquirió en un remate, en París, por 30.800 francos, una cifra más que respetable para 1900. Dos meses antes, en febrero, había muerto su dueño, el compositor y violinista Jules Armingaud. Fernández Blanco amaba tanto su Guarnerius que en 1900 se hizo retratar- por el pintor francés León Bonnat- con esas cuerdas. Entre 1948 y 1958 su colección de instrumentos fue trasladada al foyer del Teatro Colón. Pero el Guarnerius permaneció oculto y en secreto para sufrir, el 17 de marzo de 1992, las historias de una esquina traspasada por el dolor y la impotencia. Veinte años después se volvió a escuchar su inconfundible sonido. La realidad fue que el paisaje de pocas cuadras, en un terrible segundo, se modificó para siempre. Veintinueve vidas acabaron de un plumazo. Cientos de heridos. La sede diplomática destruida. Escombros en el convento, el geriátrico y la iglesia, la escuela, el museo y los edificios de alrededor. Ya no más discoteca de moda en el “recodo más elegante de la ciudad”, ni farmacia, ni kiosco, ni nada quedaba en pie. Era el atentado más brutal cometido contra civiles desde la Segunda Guerra Mundial. Foto: Marcelo Ranea El “Partido de Dios”, Hezbollah, se lo adjudicó como corolario de una serie de amenazas públicas. Seis años después (1998), por primera vez, un documento oficial admitía la vinculación de la Jihad con el hecho y, el 23 de diciembre de 1999, la Corte Suprema ratificaba su responsabilidad como brazo armado de Hezbollah. El 17 de marzo de 2000, en el mismo predio en que se levantaba la sede de la misión diplomática, se inauguraba una plaza, testiga de memorias y en cumplimiento del imperativo de “no olvidar”. Pocos años después un monumento de mármol se realizaba en la actual sede de la misión diplomática. La obra, del arquitecto Hugo Salama, reforzaba el espacio asignado con una estructura poliédrica cúbica invertida donde el drama continuaba. Sucedía. Geometría que fugaba por el efecto de la explosión. Era la advertencia de la presencia de dos mundos, como espejos: todo ocurría “acá” y resonaba “allá”. La expresión central era una chapa flotante, de acero, que enfatizaba la creación de un vacío, a través del cual se visualizaba un fragmento reconocible -una pilastrade Arroyo 910 donde se inscribieron los nombres de los perecidos. El metal sujeta, con dos perfiles de acero, el hueco de mármol blanco, simbolizando la brutalidad conviviendo con lo cotidiano. Un zócalo y un techo enmarcaban y separaban el sentido sagrado. Un versículo del Profeta Amos, colocado en el capitel de la pilastra, nos recuerda cada día “La reconstruiré como fue” (9:11). “Vivimos postergando todo lo postergable; tal vez todos sabemos profundamente que somos inmortales y que tarde o temprano, todo hombre hará todas las cosas y sabrá todo.” “Funes, el Memorioso”. Jorge L. Borges, Ficciones, 1944.
  • 10. pág pág 16 17 David Ben Gurión en conferencia de prensa de en la Embajada de Israel. Foto: E. Frommer.
  • 11. pág 18 CADA HISTORIA NECESITA SU RELATO Y, empezar por el fin, no exime el principio. Jacob Tsur - un sembrador que abrió el camino, como diplomático en Sudamérica, contaba sobre su nombramiento, primero, en Uruguay, uno de los dos países que, en 1948, había reconocido “de iure” al Estado de Israel. “- Considero de especial interés” – dijo Sharett, Canciller israelí –“extender la red de nuestras relaciones allende el océano. América Latina es una parte importante de esa región geográfica. Por eso te propongo que salgas, lo antes posible, en calidad de ministro plenipotenciario, a Montevideo, capital de Uruguay. -¿Uruguay?, se sorprendió Tsur “- ¿Qué sé yo de ese país, salvo el hecho de que se encuentra en la vecindad de Argentina? Además allí se habla español, idioma que no conozco”. - Con todo – replicó Sharett- llegó el momento en que todos aprendamos geografía. En cuanto al idioma, no dudo que lo adquirirás con prontitud 5. No fue el único que tenía dudas. En la familia Tsur había un niño, de casi diez años, hijo de aquel primer embajador. Su nombre: Muki, que relata cómo era la situación en Israel al momento de la partida hacia Sudamérica. P: ¿Qué se había llevado consigo de esa guerra que continuaba en Israel? R: Mucho. Salimos directo del sitio a Jerusalén, donde vivíamos, con el primer cese del fuego. No quería irme. Era un niño…Avisé formalmente a mis padres: ¡no viajo! Mi madre me prometió que habría una cena y mi padre que “sería el primer niño que viajaría por el camino de Burma”. P: Recordemos, para quien no conoce el término, que “Derej Burma”, o sea “el camino de Burma” (que significa Birmania porque rememoraba una línea de abastecimiento entre Birmania y China, durante la guerra entre China y Japón), fue una ruta alternativa que permitió conectar, con Jerusalén, durante el sitio impuesto a la ciudad por los bloqueos a la carretera principal que es por la que se viaja, también hoy. P: Eso fue una salvación… R: Así es, exactamente. Nunca averigué si realmente fui el primer niño que pasó por “Derej Burma”. Lo tomé como un hecho histórico indiscutible que así era. O sea que, para mí, Uruguay fue lo posterior. Primero había que llegar a Tel Aviv… Tel Aviv significaba tener agua, tener comida, poder recibir pollo…en Jerusalén, sitiada, era otra cosa…. P: No sé exactamente qué podía sentir un niño en una situación así ¿ Pensó en algún momento que, quizás, el Estado que recién había nacido no aguantaría la guerra y desaparecería? R: No. Creo que los niños no sentíamos eso. Captar qué significa una guerra no es tan sencillo. Hasta que vi el primer herido creía que era un gran juego de boy- scouts. Pero sí capté, con claridad, que mis padres sentían la inseguridad. Recuerdo que un día llegó mi hermana que era, en ese momento, una muchacha de 16 años, y dijo que Gush Etzion había caído… Yo no entendía cómo puede pasar algo así… si nosotros teníamos razón. Entonces, mi papá me dijo: “-Hijo mío, también quienes tienen razón son, a veces, derrotados”. Desde entonces esa frase me acompaña. Era indudable que mis padres estaban más preocupados que yo. Pero creo que, más tarde, la sensación de que en Israel no había qué comer fue, para mí, muy pesada y significativa. P: Si se sentía culpable por comer pollo y arroz, Muki, imagino que se le mezclan los recuerdos de entonces como niño… R: Era, en efecto, un niño. No olvidemos que veía las cosas con ojos románticos, de niño. Así, con el pasaporte n°49, emitido por el Estado de Israel, comenzaron los preparativos del viaje junto a su esposa, Vera, Yehudit Bergman e Itzhak Navon quien fuera, posteriormente, quinto Presidente de Israel. 5 I BERIS, JANA: Entrevista con Muki Tsur, publicada en “Semanario Hebreo”, Montevideo (Uruguay), 1º de septiembre, 2011. “Hace muchos, muchos años, en 1948, salimos en un barco con 1500 inmigrantes italianos y cinco israelíes, en un viaje que duró 19 días (…). Teníamos 19 días para estudiar qué es ser embajador. Mi padre llevó muchos libros en los que explicaban cómo es ser embajador, cómo se sienta un embajador, cómo habla un embajador, cómo puede comer un embajador... Hicieron un “ulpan ” 6 de diplomacia...como se decía en aquel tiempo, tras 2000 años. No entendía nada. No entendía qué querían. No entendía el idioma. Pero el barco llegó. Era muy pequeño. Había sido tomado de las profundidades del mar, porque se había hundido en la Segunda Guerra mundial. Durante todo el viaje a Sudamérica iban cambiando las estrellas. Sentía que el barco hacía ruido...como si quisiera volver a las profundidades. Personalmente no comprendía qué pasaba pero, muchos años después, me dijeron que un diplomático israelí “puede llegar sólo en barco”. Lo que no decía el libro de mi padre era que el Estado de Israel no tenía dinero para pagar pasajes de avión.” 6 I El término se aplica a los cursos intensivos, que reciben los inmigrantes, de hebreo.
  • 12. pág pág 20 21 “Mirelman y Teubal le anunciaron que, junto a un reducido grupo de amigos, adquirirían un inmueble adecuado para ponerlo a disposición del Estado de Israel.” El 15 de febrero de 1949, la cancillería argentina informaba que el Poder Ejecutivo, por decreto 3368, reconocía al Estado de Israel como Estado soberano. Poco después, el 23 de febrero, el gobierno de Argentina dejaba en claro que “las relaciones, entre nuestros dos países, se desarrollarán sobre la base de amistad recíproca e interés de la paz y en el respeto de las obligaciones internacionales”. Por entonces, como ahora, la comunidad judía de la Argentina era una de las más importantes del mundo. El 13 de mayo, el enorme poeta Carlos Moisés Grünberg 7, como Agente Oficioso de Israel en la Argentina, autorizado a firmar notas reversales, dirigía al Subsecretario de Relaciones Exteriores, Embajador Dr. D. Pascual la Rosa, un cable en el que decía que “Israel vese obligado, en circunstancias actuales de su estructura limitarse apertura legaciones” (de la misma categoría que las de la mayoría de las grandes potencias), en diferentes países del mundo a cargo de Ministros Plenipotenciarios. (…) Ministro Sharett confía que evolución Israel permitirá considerar con máxima simpatía futura modificación actual status diplomático. Israel confía su ilustre colega argentino será sensible esta situación y hágase intérprete ante su Gobierno”. Las expectativas por la llegada del primer embajador de Israel eran inmensas. Cinco días antes de mudar su residencia desde Montevideo a Buenos Aires, la comunidad uruguaya le ofreció a Tsur y a su familia pasar unos días en Punta del Este. Allí se encontró con dos argentinos: Elías Teubal y Simón Mirelman quienes le preguntaron si aceptaría que fuese comprada, en Buenos Aires, una casa, en un barrio distinguido, destinada a ser legación y vivienda. Al final del encuentro, Mirelman y Teubal le anunciaron que, junto a un reducido grupo de amigos, adquirirían un inmueble adecuado para ponerlo a disposición del Estado de Israel. La llegada de los diplomáticos israelíes desde Montevideo a Buenos Aires fue relatada por el propio embajador. “Nos instalamos en el Hotel Plaza, donde hubimos de vivir hasta que se puso a nuestra disposición una vivienda (…) Y así, a los pocos días de nuestra llegada, llegó el gran día de la presentación de cartas credenciales”. El 11 de junio de 1949, el Ministro de Relaciones Exteriores de la República Argentina concedió el plácet solicitado por el Gobierno de Israel, designando a Jacob Tsur en carácter de Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario. La presentación de las cartas credenciales fue con el protocolo de principio de siglo XX. Se vestía de etiqueta y con sombrero de copa. Era conducido hasta la Casa de Gobierno en carroza tirada por caballos. En otra, iban los miembros de la legación, siendo custodiados y flanqueados por los Granaderos a Caballo. La calle Florida se cerró al tránsito para permitir el paso de la caravana. “Desde el amanecer se apretujaban, a ambos lados del camino, a lo largo de varios kilómetros, muchedumbres de judíos. Agitaban banderas de Israel y de la Argentina” (…) Era la llegada del Mesías. Era, realmente, el Mesías”. 8 Mientras tanto los amigos, aquellos con los que se había encontrado en Punta del Este, cumplieron con la palabra y un grupo pequeño de gente pudiente – conformados en comité- adquirieron un petit hotel, en pleno barrio diplomático, cerca del Palacio San Martín, sede de la cancillería argentina. Las tratativas se realizaron con la familia Mihanovich, que tenía su residencia en Suipacha y Arroyo. A los siete meses de la llegada de Tsur a Buenos Aires, Israel contaba con su “casa” que “había pertenecido a un potentado de Buenos Aires, descendiente de una de esas familias que, antes de la Primera Guerra Mundial, solían viajar en el verano a Europa en vapores de lujo y llenar los balnearios de moda de la costa francesa. Los días de grandeza habían pasado y quien vivía últimamente en la casa era un anciano, solitario, que tenía a su disposición un lujoso edificio de tres pisos”. 9 De inmediato, se destinó la utilidad de las plantas: una para oficinas, otra para recepciones y la tercera para residencia del ministro. A las pocas horas de la adquisición, uno de los hermanos Mirelman se acercó a Vera Tsur y le extendió una chequera firmada diciéndole “Ahora salga a comprar los muebles (…) y tengo plena confianza en su gusto. Cuando esta libreta se termine, pídame otra. Sólo una condición pongo: que todo sea de lo mejor y no aho- Despacho del Señor Embajador. Foto: E. Frommer. Tsur escribió: “Allí, en esa casa, una de las más hermosas embajadas israelíes del mundo entero, celebramos el segundo aniversario de la Independencia del Estado de Israel. Es la noche del 23 de abril de 1950.” 7I Agosto de 1948, el Director de la División Latinoamericana de la Cancillería de Israel, D. Moshe A. Tov, me designó Oficial de Enlace del Estado de Israel ante el Gobierno de la Nación Argentina y, posteriormente, el 28 de febrero de 1949, el Canciller de Israel, D. Moshe Sharett, me designó Representante Especial del Estado de Israel ante el Gobierno de la Nación Argentina.El 14 de febrero de 1949, y de resultas de mis gestiones anteriores realizadas como Oficial de Enlace, el Poder Ejecutivo Nacional dictó, en acuerdo general de ministros, el decreto Nº 3668, cuyo art. 1º dice: “Reconócese al Estado de Israel como Estado soberano”. El trámite de este decreto fue laboroso y difícil. La República Argentina, que el 29 de noviembre de 1947, cuando la Asamblea General de la Naciones Unidas adoptó la Resolución sobre el Futuro Gobierno de Palestina, se había abstenido de votar, se demoró largamente en reconocer a Israel. El 17 de febrero de 1949, presidí, como Oficial de Enlace, una ceremonia pública, celebratoria del reconocimiento argentino del Estado de Israel, que tuvo lugar en la sede de la Oficialía de Enlace, situada en la calle Larrea Nº 744, y en cuyo transcurso enarbolé, junto a la bandera argentina, la bandera israelí. EN: Un diferente y su diferencia: Vida y obra de Carlos M. Grünberg. Estudio introductorio al libro de ese título, antología de la obra de Carlos M. Grünberg, compuesta y anotada por Eliahu Toker, editada por el Taller de Mario Muchnik, Madrid, España, 1999. 8 I Testimonio del Dr. Tobías Kamenszain, ex- presidente de AMIA. En: “1949-1999. Israel – Argentina. Encuentro de dos naciones”, ICAI, Embajada de Israel en Buenos Aires ,1999. 9 I TSUR, JACOB Cartas Credenciales 4, Jerusalén, La Semana Publicaciones, 1983.
  • 13. pág 22 rre”. 10 Elías Teubal, el otro mecenas que conoció en Punta del Este, expresó que la Embajada de Israel “debe superar, en belleza y comodidades a la Embajada del Líbano”, la única representación diplomática de Medio Oriente que, por entonces, funcionaba en Buenos Aires. Así, se convocaron arquitectos y comenzaron las compras y las obras. Día y noche golpearon los martillos y, en poco tiempo, la vivienda se alzó en todo su esplendor, en vecindad con las Embajadas de Brasil y Francia. Destacaba su recepción, con la pesada araña de cristal -que pronto dejarían de fabricarse- y alfombras adquiridas en la representación del Reino de Persia. Cuarenta y dos años después, el brutal atentado a la Embajada de Israel, destruyó vidas y la casa donde se escribió parte de la historia grande de Israel y la Argentina y, cuarenta y dos años después de la llegada de Tsur, entre los escombros, sólo eran visibles algunas alacenas abiertas, con platos y copas intactas, y la maravillosa araña de cristal del salón principal que, hoy, como homenaje y de pie frente al terror, se puede ver reparada en una sinagoga de Estambul, otro espacio - víctima de la barbarie terrorista. Esa araña, de 300 kilos, seis brazos y medio de bronce, 72 candelabros y 42 portalámparas se desarmaba una vez al año. Cada pieza era tratada, por separado, siendo una metáfora, poderosa, de la luz inmutable que enfrentó el terror. Tsur escribió: “Allí, en esa casa, una de las más hermosas embajadas israelíes del mundo entero, celebramos el segundo aniversario de la Independencia del Estado de Israel. Es la noche del 23 de abril de 1950”. Al atardecer de ese día tuvo lugar la apertura simbólica de las puertas y se descubrió la placa. Uno de los rabinos fijó la mezuza 11. Representantes de la Bnei Brith encendieron las velas del enorme candelabro de bronce que adornaba el vestíbulo. “Se iza la bandera sobre un balcón del edificio. Finalmente queda abierta al público. Más de tres mil personas pasan esa noche por la residencia. No faltan los conmovedores casos de judíos que besan el umbral de ese pedazo de suelo de Israel en Argentina. ¡Es la gran fiesta!” Al día siguiente, Tsur y su misión recibieron al cuerpo diplomático. La embajada estaba cubierta de flores. “Pensé – escribió Tsur- para mí: dos años pasaron desde la existencia del Estado. ¡Dos años ya! Ese esplendoroso espectáculo de representantes de todas las naciones del mundo bajo el raudal de luces. Sólo ayer habíamos salido del asedio, de los toneles de agua por las calles y del tronar de los obuses y el ruido estrepitoso de nuestra ‘Davidka’. Dos años. ¡Sólo dos años! No sabía de qué asombrarme más; si del tiempo transcurrido tan rápido o de la distancia que habíamos alcanzado cubrir”. “Nadie pensaba que con ser libres alcanzaba. Desde siempre, y más desde aquel fatídico 17 de marzo, todos estamos atados a nuestros actos.” Nadie pensaba, en aquel momento, que ese primer niño que vivió en Arroyo 910 desarrollaría toda su vida en un kibutz. R: Quizás tomé mi decisión de vivir en un kibutz cuando estaba en Argentina. Es un hecho. Cada uno tiene un momento en el que siente una revelación. A mí me pasó eso de muy jovencito, en Argentina. Volví a Israel cuando tenía 14 años. Mis padres siguieron como diplomáticos en Argentina. Quería ir a un kibutz pero mis padres no me lo permitieron. Entonces viví en una especie de comuna familiar en Jerusalén hasta que entré al servicio militar. Nadie pensaba que, hace catorce años, en el recinto del Parlamento argentino se escucharía “y debo decir, con la responsabilidad que me cabe, que si hay alguna nación extranjera implicada en esto, el Poder Ejecutivo tendrá que romper relaciones exteriores. No admitimos como amigos a aquellos que penetran el alma argentina volándola en pedazos. (…) no me resigno a que la República sea una viuda y todos los días esté llorando a sus muertos. 12 Cuando estábamos en Argentina, el chofer de la embajada se llamaba Laurentino Paniagua, un indio de Jujuy. Él me llevaba a la escuela. Un día me preguntó: “-¿Qué vas a hacer cuando seas grande?” Nadie pensaba que “Esa sangre fue vertida por nosotros. Esa sangre reparte futuro y trae brisas de vida”. 13 No sabía cómo responderle con las palabras exactas que iría a un kibutz, lo cual ya había decidido. Entonces le dije: “-Me voy a ir al campo”. Y él me dijo: “-¿Estás loco? El hijo del diplomático, del embajador ¿va a estar en el campo?”. Nadie pensaba que con ser libres alcanzaba. Desde siempre, y más desde aquel fatídico 17 de marzo, todos estamos atados a nuestros actos. Y le dije: “-Sí, voy a estar allí”. Él agregó: “-No te creo”. Así que, cuando llegué al kibutz, a Ein Gev, le mandé una carta a Laurentino Paniagua y le dije: “- Llegué al campo”. Embajador Arieh L. Kubovy (primero, a la derecha) . Foto: E. Frommer Nadie pensaba – finalmente - que esa historia de grandeza y fe comenzaría asentada sobre la base de una roca (Tsur), desde la cual se estructuró la diplomacia de Israel en Argentina y que, desde hace dos décadas, continuamos – como el primer díacomprometidos con el principio de “Justicia, justicia perseguirás” (Deuteronomio, 16:20). 10 I Me contestó enviándome discos con canciones de gauchos. TSUR, JACOB. Cartas Credenciales 4, Jerusalén, La Semana Publicaciones, 1983. 11 I Rollo de pergamino con versículos bíblicos, que se fija en la entrada y en las jambas de las puertas de una casa judía. 12 I GALVÁN, RAÚL ALFREDO. Versión provisional del Informe producido el 18 de marzo de 1998 en el recinto del Honorable Senado de la Nación, Buenos Aires, 20 de marzo, 1998. 13 I YANNOVER, HÉCTOR. Páginas leídas el 19 de abril de 1998 en conmemoración del Levantamiento del Gueto de Varsovia, Buenos Aires, mayo, 1998.
  • 14. pág pág 24 25 EL ARQUITECTO DE LA CASA Alejandro Virasoro (1892- 1978) Nacido en Buenos Aires en el año 1892, fue uno de los principales exponentes locales del Art-Decó, así como un precursor del Taylorismo y trabajó con los primeros sistemas de prefabricación de viviendas. En sus primeras obras, Alejandro Virasoro compartió el estilo predominante en Buenos Aires ya desde la década de 1880: el Beaux-Arts o “academicismo francés”. Sin embargo, ante la influencia europea de la naciente corriente de renovación moderna, fue uno de los primeros arquitectos argentinos que adoptó las características del estilo Art Decó, y se transformó en un ferviente promotor de la renovación. Apasionado polemista, se enfrentó a la mayoría de los arquitectos del establishment de su época y hasta llegó a criticar a los comitentes que no se animaban a encargar obras “modernas”. Algunos de sus edificios más destacados en Buenos Aires son: su casa de Agüero 2038 (1925), su estudio de Agüero 2024 (1927), la Casa del Teatro (1927) encargada por Regina Pacini, esposa del Presidente M. T de Alvear, el Banco El Hogar Argentino (1927), la impactante compañia de seguros de Diagonal Norte y Florida: La Equitativa del Plata (1927) y el Sanatorio De Cusatis (1929) en la Av. Pueyrredón. Hacia mediados de la década del ‘50, por razones personales se “exilió” en Mar del Plata, donde dejó una veintena de obras, destacándose las personalísimas bóvedas de dos familias de su amistad los Cremonte y los Queirolo. Alejandro era tataranieto del gobernador de San Juan, coronel José Antonio Virasoro, que en 1860 fue asesinado mientras protegía a su hijo Alejandro, abuelo del arquitecto. Creó un importante estudio de arquitectura que sobrevive hasta nuestros días con una tercera generación de profesionales arquitectos.
  • 15. pág 26 Golda Meir saluda a Alejandro Romay, empresario del ámbito teatral y televisivo en la Embajada de Israel. Foto: E. Frommer.
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  • 18. Entrega de obsequios a Lea e Itzjak Rabin en la Embajada de Israel. Foto: E. Frommer. Entrega de reconocimiento al Dr. René Favaloro por parte de Ben Shajar (UTA). Embajada de Israel. Archivo Enrique Zadoff. Conferencia del escritor Jaim Grade. Foto: E. Frommer. Recepción del Embajador Ephraim Tari al Ministro Arieh Sharon, Embajada de Israel. Archivo: Enrique Zadoff.
  • 19. La Menora, símbolo de permanencia.
  • 20. Menora obsequiada por B’nai B’rith para la Embajada de Israel. Diseñada según el modelo existente en el Arco de Tito, en Roma. Trabajo de investigación, diseño y modelado realizado por el Ing. Agrónomo David Sevi y fundida por el escultor Levin.
  • 22. VEINTE AÑOS DESPUÉS Retratos por Hernán Churba PRODUCCIÓN FOTOGRÁFICA: IDEA GENERAL: BasevichCrea FOTOGRAFÍA: Hernán Churba ASISTENTE: Axel Delbene PRODUCCIÓN: Lea Kovensky
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  • 30. SOBREVIVIENTES. 20 AÑOS DESPUÉS Nelly Durán de Lomazzi Esposa de Miguel Ángel Lancieri Lomazzi, con la agenda de trabajo y la cita para aquel 17 de marzo de 1992, en Arroyo 932. Laura Szechtman Isidoro Kirszenberg Fanny Can Lea Kovensky Elena Brumana En la Parroquia Mater Admirabilis, con la estola de su hermano el Padre Juan Carlos Brumana que mantiene las marcas de sangre del 17 de marzo de 1992. Alberto Kupersmid
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  • 32. Jorge Cohen era el Encargado de Prensa de la Embajada. Revista Gente, Atlántida-Televisa
  • 33. 62 63 LOS VECINOS Y LA SOCIEDAD Testimonios de: ALBERTO CRESCENTI CARLOS DANTE RUSSO GUILLERMO PETRAGLIA ALFREDO LEUCO I ANA MARÍA SHUA EZEQUIEL CACCIATO I CARLOS ESCUDÉ DANIEL FILMUS I JOSÉ EDUARDO ABADI JULIO BOCCA I MARCOS AGUINIS MARCOS PEÑA I MAURICIO WAINROT GISELA LOMAZZI I PEPE ELIASCHEV RAÚL EUGENIO ZAFFARONI I CARLOS SCARPONI ELENA MANDARADONI LEANDRO E. RODRIGUES DE OLIVERA ROSA DEL SOCORRO LESCANO DANNY BIRAN
  • 34. pág 64 NO SABEMOS QUÉ PASA Dr. Alberto Crescenti Médico emergentólogo En el momento del atentado era el Director de Emergencias del SAME, dependiente de la Secretaria de Salud de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. El 17 de marzo a las 14.45 me encontraba en el piso 12 de Carlos Pellegrini, en la oficina de la Dirección General del SAME con el Director General, Dr. Héctor Garín. Escuchamos una explosión de gran magnitud. El edificio nuestro también tembló. Le manifesté al Director: “- No sabemos qué pasa”. Bajé y dispuse las ambulancias, apostadas en zona centro, en un total de seis, guiándome por la columna de humo. La primera información que recibimos en la central operativa del SAME (Zuviría 64) fue que había explotado una caldera en el Hotel Panamericano. Continuaba guiándome por la columna de humo y le dije a la central operativa que no era el Panamericano. Seguimos con dos móviles y, al arribar a Carlos Pellegrini y Arroyo, nos encontramos frente a una imagen que no se borró de mi mente en todos estos años. Cuerpos por todos lados. Vidrios. Maderas. Mamposterías. Impactos en todos las construcciones linderas por la onda expansiva y la desaparición completa del edificio de la Embajada. En ese momento declaré “alerta roja” para todos los hospitales de la, entonces, Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. El resto es de público conocimiento. Recuerdo que empezamos con las tareas de rescate y traslado de las víctimas a las 14.50 en forma ininterrumpida y sin descanso. En un alto, a la madrugada, aproximadamente a las 4.30 horas escuchamos un grito de auxilio, que provenía del convento, frente a la Embajada. Se hizo un silencio que recuerdo como el más angustioso de mi vida. Rescatamos a una mujer que había quedado colgada de una viga del segundo piso, con politraumatismos y fracturas varias. Fue la última víctima que trasladamos. Para finalizar, mis condolencias a todos los familiares que sufrieron pérdidas irreparables. Hubiésemos querido salvar a todos. Y mi agradecimiento a todo el personal del SAME por la entrega. Mirta Denmon Revista Gente, Atlántida-Televisa
  • 35. pág 66 EL BAUTISMO DE FUEGO Dr. Carlos Dante Russo Director de Emergencias del SAME. Ese 17 de marzo de 1992 me encontraba haciendo mi guardia semanal en el Hospital Pirovano, cuando fuimos requeridos para cubrir, sanitariamente, a las víctimas del atentado terrorista a la Embajada de Israel. Tengo muy vívidas las sensaciones de aquel momento, creo que por el hecho de la impresión inicial que se recibe ante tamaña tragedia. Las imágenes. Los sonidos. Los olores. El deseo de ayudar. La impotencia y la emoción impactante quedaran grabadas, eternamente, en mi alma. Lamentablemente, vamos ampliando nuestra conciencia, aprendiendo de los errores y, en este caso, podría decirse que, el SAME, vivió su bautismo de fuego con víctimas múltiples ese día, intentando mejorar, desde entonces, nuestra capacidad de dar respuesta. En el presente me encuentro trabajando como Director de Emergencias del SAME y agradeciendo el alimento espiritual que siempre hemos recibido por parte de los familiares y amigos de los inmolados de ese crimen horrible. “Las imágenes. Los sonidos. Los olores. El deseo de ayudar. La impotencia y la emoción impactante quedaran grabadas, eternamente, en mi alma.”
  • 36. pág 68 LAS VÍCTIMAS INOCENTES DE LA TIERRA Revista Gente, Atlántida-Televisa Dr. Guillermo Petraglia Médico, ortopedista y traumatólogo. Hace veinte años estaba cuidando a mi hija de seis meses. Era, casi, mediodía cuando escuché un gran ruido, y, de inmediato, se cayeron algunos escombros por el hueco de la cortina de mi departamento, ubicado en Cerrito casi Santa Fe. Por la ventana pude ver que algo extraño sucedía. A los pocos minutos llegó la cuidadora de mi hijita, que venía de Arroyo y Cerrito donde trabajaba por la mañana. Me contó que, en el edificio, se habían roto los vidrios de la entrada; que el encargado había ido a rescatar a su hijo que asistía al jardín de infantes frente a la Embajada y que había mucho desorden por una explosión. Soy médico especialista en Ortopedia y Traumatología y, a los pocos minutos, partí caminando por Santa Fe rumbo a mi consultorio de entonces. Poco duré en la atención. Me llamaron de CEPRIMED (una medicina prepaga que atendía en esos días) y en la que un plan de afiliados era “Embajada de Israel”. Me pidieron que me presentara para atender heridos. Así fue que retomé camino a casa para ir, en mi auto, a la Clínica de la Ciudad que pertenecía, en ese tiempo, a CEPRIMED. Esperé varias horas. Recién entrada la tarde comenzaron a llegar los heridos... Todos ya habían recibido atención en algún hospital de primera derivación. No recuerdo hoy nombres de esas infortunadas personas, pero sí sus heridas. Había un hombre con vidrios en sus ojos; pequeños vidrios en los párpados y dentro de ellos. Contarlo no parece mucho pero saqué cerca de cincuenta esquirlas de vidrios sólo de los párpados. Al otro día, los oftalmólogos procedieron con el resto. A las pocas horas llegó su mujer, muy confundida y angustiada. Casi no hablaba. Tenía una fractura en un hombro y golpes en todo su cuerpo. Entre los que recuerdo ingresó otra mujer, personal de servicio de la Embajada. Tenía una herida profunda y desgarrante desde la ingle izquierda hasta el pie. Ya había sido lavada y suturada. (Me enteré después que era famosa por sus ricas empanadas).Algunos preguntaban por amigos y/o familiares. Otros, ya muy tristes, se enteraban de los que habían muerto... Llegaron, esa noche, siete u ocho pacientes. Una mujer de 40 ó 45 años con una fractura de columna, paraparética (pérdida de movilidad y sensibilidad en miembros inferiores). Fue operada y murió durante la cirugía. También murió un sacerdote, de la iglesia “Madre Admirable”, la que quedó totalmente destruida por el atentado. No hay palabras para describir esos cuadros de barbarie. Los seres humanos nos hemos desensibilizado por los hechos que ocurren en el mundo entero; guerras, guerrillas, muertes, crímenes y asesinatos. Mucho valor tiene una vida. Tan sólo proyéctese, por unos instantes, y piense que estuvo en el momento de un atentado, en ese lugar, aún por casualidad, y es uno de ellos... Si lo hace de verdad tal vez pueda sentir la injusticia que haya víctimas inocentes en la tierra.
  • 38. pág pág 72 73 PROHIBIR EL ODIO - Papá, ¿Por qué me trajiste a esta plaza? - No hijo.... esto no es una plaza. - ¿A no? ¿Y esos árboles? ¿Y esos pájaros? ¿Y esa especie de lago que rodea este inmenso espacio vacío? - Tenés razón hijo. Parece una plaza pero no es una plaza. ¿O no ves que no hay hamacas ni toboganes? - No entiendo... pá. - Vení... vení ...hijo, dame la mano. Vení... caminemos juntos por esta plaza que no es una plaza y yo te explico. Este es un lugar para mantener viva la memoria. Vos no te podés acordar porque hace 20 años todavía no habías nacido, pero aquí, en este lugar, la embajada de Israel desapareció de la faz de la tierra. Sí... sí algo parecido a lo que pasó en las Torres Gemelas en Nueva York; sin aviones pero con el mismo odio. Uno va caminando lentamente de la mano con su hijo y es como si recorriera esos gigantescos descampados a los que quedaron reducidos algunos de los más tristemente célebres campos de concentración del nazismo. Uno camina por el silencio y hace equilibrio en el aire mientras siente que se le adhieren al corazón dolores interminables que le estrujan el pecho. No es para menos. Aquí en este suelo porteño de Arroyo y Suipacha hace 20 años había 29 vidas que ya no están. Aquí hace 20 años se cometieron 29 asesinatos en un segundo. Porque todo tardó un segundo. El tiempo que uno tarda en pestañear les alcanzó a los asesinos masivos para terminar con la vida de 29 personas. La pentrita y el TNT hicieron estallar la vieja casona por los aires y millones de pedazos de la embajada de Israel volaron como papeles quemados que luego bajaron hecho polvo y escombros para sepultarlo todo. “Nadie entendió por qué el mundo se cayó encima de esos 29 seres humanos.” ¿Quién se atribuye el poder sobrenatural de decidir quiénes deben morir y quiénes no? ¿Quiénes son los fanáticos terroristas que arrancaron para siempre la respiración de 7 viejitas que sobrevivían sus últimos días en el hogar que está al lado de la parroquia, al frente de la embajada? ¿Eran conscientes de que había 200 chicos en la escuela? ¿Supieron qué mataron al cura párroco? ¿Tendrán conciencia o el odio les clausura la sensibilidad eternamente y los convierte en robots, talibanes y blindados? Hace 20 años que Buenos Aires se transformó en Manhattan o en Kabul o en Atocha o en Beirut. El corazón de esta ciudad desarmada y con la guardia baja fue apuñalado por la espalda. Fue el anuncio brutal de todo el terror que se venía en una Argentina que ya no sería la misma. Porque, dos años después, la tragedia se multiplicó en la AMIA. Otro anuncio: el olvido es el primer paso. Alfredo Leuco (Alfredo Lewkowicz) Nació en Córdoba y es periodista. Acompaña a Fernando Bravo en Radio Continental, es conductor en canal 26 del programa “Le doy mi palabra” y columnista del diario Perfil. Tiene dos Martin Fierro a la mejor labor periodística en radio y en televisión y fue nominado en ocho ocasiones. Recibió el Konex al mejor analista político audiovisual de la década y tiene tres libros publicados. Trabajó en los diarios Clarín, El Cronista y Córdoba y en la revistas El Periodista, Somos y Gente. Paso por radio del Plata y La Red y por los canales América TV, Telefé y canal 7. Condujo “Génesis-Bereshit” producido por la Embajada de Israel y la AMIA.
  • 39. pág pág 74 75 LA MIRADA DEL OTRO El 17 de marzo de 1992 se produjo en la ciudad de Buenos Aires un atentado que destruyó la Embajada de Israel, dañó a un geriátrico, una escuela, una iglesia católica. Fue una explosión que, en ese momento, parecía haber cobrado nada más que veintinueve vidas, parecía haber herido solamente a doscientas cuarenta y dos personas. “Veinte años después, sabemos que esa explosión provocó todavía más víctimas, que nos manchó de vergüenza, que hirió a todos y cada uno de los habitantes de este país, que causó y sigue causando daños incluso en los que estaban por nacer. que se convertía en antisemita por elevación. Aunque la mayor parte de la comunidad argentina no compartiera esa opinión, la idea del auto -atentado fue encontrando medios a través de los cuales expresarse. Culpar a la víctima fue siempre un excelente método para entorpecer la marcha de las investigaciones y dificultar la acción de la justicia. En esta causa, que estuvo primero en manos de varios jueces de instrucción y llegó finalmente a la Corte Suprema, no hubo jamás ni detenidos ni procesados. No tiene nada de extraño, entonces, que dos años después, alentados por la inacción de los investigadores, protegidos por una sensación de impunidad reafirmada por la penosa realidad, los mismos o parecidos enemigos atacaran la AMIA, la mutual judía-argentina, provocando ochenta y cinco muertos y trescientos heridos. Porque el atentado a la embajada de Israel hizo estallar en mil pedazos nuestra confianza en la justicia.” Fue entonces cuando los judíos-argentinos terminamos de entender que la diferencia nada sutil entre ser israelí y ser judío, para nosotros tan obvia, no entraba en la mente de nuestros enemigos. Una vez más el odio y, desde ese odio, la mirada del otro, nos estaba obligando a redefinir nuestra identidad. Una de las primeras reacciones visibles después del hecho fue la manifestación de una peligrosa opinión antiisraelí, Como argentina, como judía, como persona, una vez más, pido justicia. Ana María Shua Nació en Buenos Aires en 1951. En 1980 ganó con su novela Soy Paciente el premio de la editorial Losada. Sus otras novelas son Los amores de Laurita, (llevada al cine), El libro de los recuerdos (Beca Guggenheim), La muerte como efecto secundario (Premio Municipal en novela) y la última, El peso de la tentación (2007). Como autora de microrrelatos ha obtenido el máximo reconocimiento en el ámbito iberoamericano. Sus libros en el género son La sueñera, Casa de Geishas, Botánica del caos, Temporada de fantasmas y Cazadores de Letras (que reúne los cuatro anteriores). También ha escrito varios libros de cuentos. Con Miedo en el sur, obtuvo el Premio Municipal en cuento. En el 2009 aparecieron sus cuentos completos, con el título Que tengas una vida interesante. Recibió varios premios nacionales e internacionales por su importante producción infantil-juvenil. Algunos de sus libros han sido publicados en Brasil, España, Italia, Alemania, Corea y Estados Unidos. En 2011 se publicó simultáneamente en Argentina y en España su nuevo libro de microrrelatos Fenómenos de circo.
  • 40. pág 76 NO OLVIDAR Ezequiel Cacciato Hijo de Rubén Corría el año 1992. Era temprano, de mañana. Mi papá se despidió de mi mamá diciéndole que preparase mate porque, al otro día, era su cumpleaños. Alegre salió por la puerta por la que nunca más volvería a entrar. Uno de los recuerdos más antiguos que guardo es que un día le pregunté a mi abuela si Dios respondía y cumplía lo que uno le pedía. Y me respondió: “- Si hijo. Lo que pidas con fe, Él lo hace”. El día era agitado. Se acercaba el mediodía y la hora de comer. Un compañero le pidió si podía hacer un viaje por él ya que tenía que comprarle medicamentos a su hija. Como siempre, y diciéndolo en criollo, “mi viejo macanudo” le dijo que sí. En eso, salió un primo que hacía tiempo que no veía y decidió invitarlo a tomar un café. Le dijo: “- Voy hasta acá nomás y vuelvo”. Y se hizo un silencio. Pensé y respondí: “- Abu; y ¿Por qué no le pedís que me baje a mi papá del cielo?”. Con los ojos llorosos, mi abuela no contestó. Y comencé a llorar. Y esa fue la última vez que lo vio. ¿Quién sabe por qué aceptó ese viaje? ¿Quién sabe por qué no accedió al café que le ofrecían y lo postergó? Llegó la pasajera a la Embajada y se escuchó un fuerte estruendo… (silencio y ruido de sirena). En casa se miraba la televisión. Nadie imaginaba que mi papá estaba allí. Pasaron los días y papá no regresaba a casa. Luego supimos que había muerto. De chico siempre me pregunté por qué otros podían disfrutar de un papá y yo no. ¿Las cosas de la vida? No lo creo… Como pequeño no entendía el por qué de tantas cosas; el por qué tener que pasar por situaciones que no debía. No entendía por qué no tenía papá y a todos aquellos que un día me quitaron el privilegio de tenerlo les digo que no creo en la justicia de esta tierra sino en la de Dios. De grande, supe que tenía que sanar las heridas pero no sabía cómo dejar de pensar en algún día… ¿Cómo poder formar una familia?, ¿Cómo lograrlo? Lo cierto fue que, la explosión, se llevó las piezas de un incompleto rompecabezas. Las familias, que intentan rehacer sus vidas, se encuentran frente a un dilema: es la pieza de ese rompecabezas la que falta: la Justicia y, para que no quede enterrada bajo los escombros es necesario que hagamos memoria. Un hecho de lesa humanidad no puede quedar impune. Hay Alguien que conoce todas las cosas y no permitirá que historiasde esta magnitud, queden sin resolver. “De chico siempre me pregunté por qué otros podían disfrutar de un papá y yo no. ¿Las cosas de la vida? No lo creo… .”
  • 41. EL BIEN Y EL MAL, EL YING Y EL YANG El teléfono de mi cuarto de hotel sonó alrededor de las seis de la tarde, hora de Greenwich. Yo preparaba apuntes para una exposición en St. Antony’s College, Universidad de Oxford, adonde había sido invitado a un simposio sobre “La Argentina y su experiencia de ajuste económico en un contexto democrático”. Estaba feliz de regresar al lugar donde había sido estudiante doctoral en el año académico 1977-78 y que, por añadidura, había sido mi primer hogar independiente. Oxford fue importante para mí y no estaba dispuesto a que un teléfono intempestivo destruyera el ánimo nostálgico que deliciosamente me abrazaba, mientras me concentraba en mis obligaciones académicas inmediatas. Siempre odié los teléfonos y casi nunca los atiendo: más bien, pretendo que me dejen un mensaje. No obstante, con fastidio, levanté ese artefacto que, con su estridente sonido entrecortado, típicamente inglés, me exhortaba con urgencia a no ignorarlo. Fue como un terremoto. Del otro lado del tubo, en directo desde un programa radiofónico, la voz emblemática del hoy difunto Bernardo Neustadt atravesaba mares y hemisferios para espetarme la inimaginable y aterradora noticia: a las 14:42, hora de Buenos Aires, la Embajada de Israel había volado por los cielos y la devastación se había apoderado de ese pedazo de mi ciudad. “Con el aliento contenido por el estupor, y sin suponer que mis palabras serían anticipatorias, susurré entonces al público porteño y al icónico periodista: “Bernardo: ¡hoy quiero ser judío!” No recuerdo qué otras palabras, seguramente nimias, pude haber murmurado en ese desgarrador momento histórico en que la mera retórica no podía jamás estar a tono con las circunstancias, pero recuerdo el sentimiento intenso que me embargó y las primeras palabras que musité que, de una manera misteriosa, anticipaban mi futuro. Llamé entonces al recordado Jorge Garfunkel, que generosamente había financiado el evento en Oxford y Londres. Creo que al principio pensó que se trataba de un chiste macabro. En todo caso, sé que llamó a Buenos Aires para verificar el dato antes de comunicárselo a Félix Peña y demás miembros de la delegación. Obviamente, a partir de entonces nuestros discursos en Oxford y Londres se modificaron. Ya no podíamos decir lo que teníamos programado sin antes referirnos a la infausta tragedia desencadenada por el inexplicable crimen. Cuando regresé a Buenos Aires, un concuñado, hombre del polo, me dijo con aire de mequetrefe: “- Ya no se puede vivir en la calle Arroyo por culpa de los judíos”. Con todo cinismo convertía las víctimas en victimarios, tal como sucedió en todas las persecuciones, pogromos y expulsiones, por los siglos de los siglos. Y en mi cabeza, lentamente, comenzó a germinar la semilla que, una década y media después, me convertiría en judío. pág 79 Carlos Escudé (Najman ben Abraham Avinu) Nació en Buenos Aires en 1948. En 1973 se graduó de sociólogo en la Universidad Católica Argentina. En 1977 comenzó sus estudios de postgrado en St. Antony’s College, Universidad de Oxford. Migró a Yale University por la obtención de una beca Fulbright-Hays para estudios doctorales en los Estados Unidos. Obtuvo tres títulos en Ciencia Política en dicha universidad: M.A. (1979). En 1984 recibió la beca John Simon Guggenheim, para estudiar el impacto en el desarrollo argentino de las relaciones con Estados Unidos. En 1986 recibió la Orden de Bernardo O’Higgins por su campaña pública a favor de la paz y amistad entre la Argentina y la República de Chile, que había peligrado a raíz del diferendo del Canal de Beagle. En 1987 recibió el Premio Bernardo Houssay del CONICET. En 2008 se convirtió al judaísmo a través del Seminario Rabínico Latinoamericano “Marshall T. Meyer”, donde dirige (ad honorem) el Centro de Estudios de Religión, Estado y Sociedad (CERES).
  • 42. pág pág 80 81 MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA Desde hace veinte años, todos los 17 de marzo, a las 14.42, suena una sirena que nos recuerda cada nuevo aniversario del atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires. En ese preciso instante del año 1992, esa casa diplomática sufría uno de los peores ataques terroristas de la historia argentina. El odio irracional destruyó completamente la Embajada de Israel en Argentina y causó 29 muertos y 242 heridos, además de provocar daños a una iglesia católica y una escuela ubicada en un edificio cercano. Fue la agresión más virulenta que padeció nuestro país hasta que, dos años después, el 18 de julio de 1994, un coche bomba estalló frente a la AMIA, la organización mutual judía, también en Buenos Aires, asesinando a otras 85 personas. Desde hace veinte años, todos los 17 de marzo, la sociedad entera recuerda a las víctimas y repudia la intolerancia y el antisemitismo, porque la considera un ataque al conjunto de los argentinos. Todos tenemos la obligación y el compromiso de preservar la memoria de las víctimas y de alcanzar finalmente la verdad, como forma de homenajear a nuestros muertos y de prevenir otros crímenes similares en el futuro. Nuestro país ha acuñado, desde sus orígenes y en diferentes momentos de su historia, una notable tradición de respeto por la diversidad y la integración. La República Argentina se ha forjado a partir de la incorporación de distintas camadas de inmigrantes, que han llegado a nuestra tierra en busca de trabajo y un porvenir digno para sus familias. Esa tradición nos enorgullece, y debemos velar para que no se pierda. Identificada con los principios de esa idiosincrasia inte- gradora y pacifista, que no hizo distinciones raciales, religiosas o políticas, la sociedad argentina es profundamente agraviada cuando se agrede o se ofende a cualquier sector de la población. Es necesario recuperar lo mejor de esa arraigada tradición de paz y exigir el pleno respeto a los derechos humanos y a la dignidad de las personas sin importar la condición étnica, cultural, religiosa ni política. Para eso, debemos trabajar para que el conjunto de la sociedad y sus instituciones repudien y condenen enérgicamente toda manifestación de antisemitismo o toda otra forma de discriminación. En esta dirección la Argentina ha asumido que la escuela y la cultura tienen un papel fundamental, al proponerse que las nuevas generaciones sean educadas en la memoria y la no discriminación. Seguiremos comprometidos en la misma lucha hasta que se haga justicia. No hay otro modo de avanzar contra el terrorismo que insistiendo en el camino de la memoria y la verdad. Y no hay otro modo de lograrlo que reafirmar nuestro empeño para que se profundice la investigación tendiente al esclarecimiento de los responsables de uno de los más dolorosos atentados terroristas en la historia de nuestro país. El terrorismo internacional exige una respuesta global de todos los países que integran la comunidad de naciones y Argentina está avanzando para que exista un compromiso de esta naturaleza en todos los organismos intergubernamentales. Bajo estas premisas, el Gobierno argentino, primero con Néstor Kirchner y ahora con Cristina, trabaja día a día ya que sólo la memoria, la verdad y el castigo a los culpables por vía de la justicia pueden hacer que estas atrocidades no vuelvan a ocurrir. Lic. Daniel Filmus Actualmente, se desempeña como Senador de la Nación. Es Presidente de la comisión de Relaciones Exteriores y Culto de la Cámara Alta y Vicepresidente de la comisión de Derechos y Garantías. Es Licenciado en Sociología (UBA, 1977), Especialista en Educación para Adultos (CREFAL, México, 1982-1983) y Máster en Educación (Universidad Federal Fluminense, Brasil, 1989). Se ha desempeñado como Ministro de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación (2003-2007) y Secretario de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (2000-2003). Desde 2006, es Presidente del Grupo de Trabajo para el Canje de Deuda por Educación de la UNESCO. En la actualidad, es miembro del Comité Ejecutivo de la UNESCO y Vicepresidente por América Latina y el Caribe del Consejo Ejecutivo de la UNESCO (2009-2011). Fue consultor y asesor en distintas organizaciones nacionales e internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA), la “Es necesario recuperar lo mejor de esa arraigada tradición de paz.” Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y Director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) - Sede Académica Argentina.- Medalla Jan Amos Comenius- UNESCO 2008, Ginebra. Es autor, entre otros, de Presidentes: voces de América Latina y Filmus, Daniel, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S.A de Ediciones, Buenos Aires, Noviembre de 2010.- Crisis, transformación y crecimiento: América Latina y Argentina (2000-2010).
  • 43. pág pág 82 83 DESPUÉS DE VEINTE AÑOS Aquello que define a un ser humano como tal es su potencial capacidad para amar e interesarse por el otro. Es este registro del semejante lo que le otorga sentido, dirección y significado a nuestras acciones y proyectos. Qué duda cabe su relación con la generosidad, la alegría de dar, la compasión y la empatía. Estos son pilares en aquello que llamamos instinto de vida, impulso creativo y espíritu solidario. Son los trazos que dibujan una arquitectura que aloja a sujetos que anhelan compartir y convivir. Allí se insertan también la coherencia y la armonía, conceptos estos que han sido transitados por renombrados pensadores. Cuando esto falta no sólo hay un espacio vacío sino que esa grieta está ocupada por aquello que se le opone. Me refiero a la pulsión de muerte, a la fuerza tanática que irradia destructividad y zozobra. Aquellos que están impregnados de esta furia agresiva y de esa cruel indiferencia, diríamos inescrupulosidad, desconocen el derecho a la vida del prójimo así como los valores esenciales indispensables. Hace veinte años la tragedia se hizo presente de un modo insolente y brutal. Hombres y mujeres inocentes fueron vilmente asesinados. Delirios nutridos de odio ocuparon la escena convirtiendo en realidad algo tan horrible que parece inimaginable. Un enorme trauma, imposible por su magnitud de ser elaborado, sembró en nuestra sociedad tristeza, conmoción y angustia, quedando como un cuerpo extraño, con sus consecuentes efectos y perturbaciones. La lógica de la vida no encuentra explicación a situaciones que respiran semejante salvajismo. La herida debe ser curada y el dolor aliviado. Tarea que no por su dificultad puede ser evitada. Es tiempo desde todos los ángulos pertinentes de reparar. Aludo con esto a la justicia, la asistencia social, el acompañamiento afectivo y los aportes que dignifican tanto a los que dan como a los que reciben. Conscientes, dado que no somos omnipotentes, que ciertos acontecimientos y procesos dejan huellas imborrables que como sabemos en los duelos queda siempre una cuota incompleta. La violencia traumática no desaparece por generación espontánea. Exige trabajo, esfuerzo y de un modo sustancial el pensamiento y la reflexión, herramienta privilegiada del hombre. No podemos disolver el sufrimiento padecido y menos aún corresponde olvidarlo. Pero luego de la inmediatez de la tormenta debemos convertir el episodio en una experiencia que nos permita aprender para fortalecernos y prevenir. “La sombra opacó el paisaje. No debemos permitir que el paisaje sea siempre una sombra. Ese es nuestro compromiso, no podemos desconocerlo.” Dr. José Eduardo Abadi Médico, psiquiatra, psicoanalista, didáctico de la Asociación Psicoanalítica. Desarrolla una actividad periodística en radio y televisión de modo continuo desde hace más de 20 años. Escritor y dramaturgo. Entre sus publicaciones merecen citarse: Eduardo y Marco Antonio, aquí y entonces, De qué hablamos cuando hablamos, Invitación al Psicoanálisis, El bienestar que buscamos, No somos tan buena gente.
  • 44. “Todo hombre tiene un nombre” Todo hombre tiene un nombre Que D’s le dio Que sus padres le dieron. Todo hombre tiene un nombre Que sus enemigos le dieron Que su amada le dio. Todo hombre tiene un nombre Que su altura y su sonrisa le dieron Que sus vestiduras le dieron. Todo hombre tiene un nombre Que las fiestas le dieron Que su trabajo le dio. Todo hombre tiene un nombre Que las montañas le dieron Que sus murallas le dieron. Todo hombre tiene un nombre Que las estaciones le dieron Que su ceguera le dio. Todo hombre tiene un nombre Que el zodíaco le dio Que sus vecinos le dieron. Todo hombre tiene un nombre Que el mar le dio Que su muerte le dio. Todo hombre tiene un nombre Que sus pecados le dieron Que sus deseos le dieron. Zelda (1914 - 1984) Poeta Israelí.
  • 45. pág pág 86 87 LA HERIDA ABIERTA “No nos tenemos que dejar doblegar por la voluntad de quienes han elegido el camino del terror.” El atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires es una herida abierta que aún hoy, 20 años después, continúa sangrando para espanto de todos aquellos que creemos no solamente en la justicia, sino en el diálogo como herramienta indispensable para dirimir cualquier cuestión que haga a nuestra vida como sociedad y como seres humanos. nos toca vivir, es en vano. Pero también sabemos que el arte puede ser, a la vez que un bálsamo reparador de tanta barbarie, un arma sorprendentemente eficaz cuando la alzamos para demostrar nuestro repudio por tanta brutalidad, por tanta irracionalidad. La falta de compromiso real en la investigación de los hechos frente al reclamo de los damnificados y de todo el pueblo argentino y las sombras de corrupción que tiñeron en su momento el accionar de algunos de los que debieron esclarecer tan tremenda acción criminal, no hacen más que agregar dolor a aquel que parecería imposible de superar y que es el que todos sentimos por las víctimas inocentes que todavía no encuentran justicia. Por eso, los artistas tenemos que seguir de pie. Frente a estos acontecimientos a veces nos parece que nuestro esfuerzo, el de los artistas, por hacer más llevadero el tránsito obligado por el duro mundo que Por eso no hay que cejar en el intento. Por eso no nos tenemos que dejar doblegar por la voluntad de quienes han elegido el camino del terror como la ruta infernal por la cual llevan a cabo su destinado viaje hacia la nada. Que este renovado dolor que hoy sentimos todos, sea el elemento necesario para coadyuvar nuestro pedido de justicia. Y no nos conformemos con aquella que sabemos Divina. En estos casos, se impone la justicia terrenal, para lograr que, de una vez por todas, el hombre deje de ser el lobo del hombre. Julio Bocca Nació en 1967 en Buenos Aires (Argentina).Inicia sus estudios a los 4 años y en 1974 ingresa al Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. En 1982 comienza su carrera profesional como primer bailarín en la Fundación Teresa Carreño de Venezuela y en el Teatro Municipal de Río de Janeiro, Brasil. En 1985 obtiene la Medalla de Oro en su categoría en el Vº Concurso Internacional de Danza de Moscú. En 1986 es contratado como primer bailarín por el American Ballet Theatre. Fue artista invitado con el Royal Ballet de Londres, el Bolshoi de Moscú, el Kirov de Leningrado, Alla Scala de Milán, la Zarzuela de Madrid, el Royal Danish Ballet de Dinamarca, el Ballet de la Ópera de Oslo, el Stuttgart Ballet de Alemania, el Ballet de la Ópera de París, el Ballet de Tokio, el Ballet Nacional de Cuba, el del Teatro Municipal de Santiago de Chile, el Nacional de México, el Ballet del Teatro Municipal General San Martin y el del Teatro Colón de Buenos Aires, en muchos casos con producciones especialmente preparadas para él y con algunas de las partenaires.En 1997 inaugura su propio estudio -sede permanente de Ballet Argentino- y centro de formación de jóvenes. Es Embajador Cultural de las Ciudades del MERCOSUR y Embajador de Wines of Argentina. Su retiro definitivo de la danza ocurrió el 22 de diciembre de 2007 en Buenos Aires. En junio de 2010 el Presidente de la República Oriental del Uruguay, país en el que reside, Sr. José Mujica, lo nombró Director del Ballet Nacional Sodre, el que dirige desde entonces y con el que ya ha realizado giras por el interior de ese país e internacionales.
  • 46. pág 88 ASALTO AL PARAISO FRAGMENTOS DEL CAPÍTULO I “Era el 17 de marzo de 1992. En la esquina de Arroyo y Suipacha se levantó, con estrépito ensordecedor, una nube de polvo y fuego. Sus lóbulos giraron hacia el firmamento asombrado. Estallaban vidrios y retumbaban los muros. Se caían puertas y celosías, se agrietaban las paredes. Entre los remolinos grises cruzaban ráfagas que hacían más amenazante el fenómeno. Había sido impactada la Embajada de Israel. Dr. Marcos Aguinis Nació en Córdoba, Argentina. Escritor que ha transitado una amplia formación internacional en literatura, medicina, psicoanálisis, arte e historia. Dijo: “He viajado por el mundo, pero también he viajado por diversas profesiones”. En 1963 apareció su primer libro y, desde entonces, ha publicado diez novelas, catorce libros de ensayos, cuatro libros de cuentos y dos biografías que generan entusiasmo y polémica. En los últimos años, todos sus títulos se convirtieron en best-sellers. Ha escrito artículos sobre una amplia gama de temas en diarios y revistas de América latina, Estados Unidos y Europa. Ha dictado centenares de conferencias y cursos en instituciones educativas, artísticas, científicas y políticas en Alemania, España, Estados Unidos, Francia, Israel, Rusia, Italia y casi todos los países latinoamericanos. Fue designado, en 1983, subsecretario y luego secretario de Cultura de la Nación; impulsó la famosa “primavera cultural” que animó al país. Creó el PRONDEC (Programa Nacional de Democratización de la Cultura), que obtuvo el apoyo de la UNESCO y de las Naciones Unidas, y puso en marcha intensas actividades participativas para concientizar a los individuos sobre los derechos, deberes y potencialidades que se cultivan en una real democracia. Por su obra fue nominado al Premio Educación para la Paz de la UNESCO. Recibió, entre otros, el Premio Planeta (España), el Premio Fernando Jeno (México), Premio Benemérito de la Cultura de la Academia de Artes y Ciencias de la Comunicación, Premio Nacional de Sociología, Premio Lobo de Mar, Premio Nacional de Literatura y Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, entre otros. Empezaron a chillar las sirenas mientras ambulancias y autos policiales recibían órdenes contradictorias. La onda expansiva tuvo tanto poder que había afectado edificios de numerosas cuadras en derredor. Las palabras de los locutores de radio se volvieron desordenadas. A centenares de metros un camarógrafo filmaba un documental sobre la cercana Villa Miseria 31. Sorprendido por el fenómeno, giró su cámara Sony Súper Ocho y registró el ascenso de las monstruosas nubes cargadas de polvo y sangre. Filmó durante cincuenta y cuatro segundos. Después voló hacia un canal de televisión a vender su trabajo por cincuenta dólares. La periodista Cristina Tíbori quebró uno de sus tacos sobre los escombros y rompió el cerco que había tendido la policía. La acompañaban dos pesadas cámaras de su canal cargadas al hombro por miembros de su equipo. Vestía falda rosa y blusa de seda. Le costaba caminar sobre los vidrios y cascotes. Tuvo que esquivar astillas de madera, pedazos de mampostería y orientarse entre las cortinas de polvo. A su lado la gente trotaba sin orden alguno. Y lloraba, maldecía, gritaba. La periodista se hizo a un lado para dejar pasar una camilla que trasportaba un cuerpo bañado en sangre. Casi fue derrumbada por una pareja que se precipitaba hacia el jardín de infantes en busca de su hijo. Cristina preguntaba a diestra y siniestra. Le decían que había sido una bomba. O un coche-bomba. Debía haber muchas víctimas. -¿Cuántas? Muchas, muchas. -¿Hay indicios del asesino? ¿Quedó algo del coche-bomba? El canal enseguida decidió usarlo para abrir y cerrar cada bloque de noticias. La gente se desplazaba despavorida, los periodistas chocaban con el recién llegado aluvión de médicos, policías, voluntarios, diplomáticos, vecinos y, sobre todo, familiares desesperados que aullaban nombres. Competían en una carrera contra la muerte, aunque la muerte ya había finalizado la mayor parte de su obra. A su lado otros locutores, encendidos los micrófonos, describían la catástrofe sin darse respiro.Sintió que pisaba algo que no era piedra, ni madera, ni vidrio. Miró hacia sus pies y reconoció un papel, un simple papel desamparado en medio de la calle cubierta de ruinas. Era el dibujo de un niño. Uno de sus ángulos estaba manchado por sangre fresca. Se calculaban víctimas al voleo: diez, quince, veinte, treinta, cuarenta. Y muchos heridos. Mientras lo recogía le apretaron el hombro con nerviosa ternura: era Esteban. El impacto también fue grande contra la iglesia Mater Admirabilis, donde se reportó el fallecimiento del cura párroco y una de sus empleadas. La explosión también había agujereado un jardín de infantes, donde estaban 192 niños. La onda criminal tampoco sintió piedad por el asilo de ancianos ubicado justo enfrente de la destruida Embajada. La cámara fotográfica le colgaba de su hombro. Balbuceó que esta carnicería lo quebraba. Había estado en la cercana plaza San Martín para un reportaje, cuando escuchó la explosión. Abandonó a su entrevistado y vino como un bólido. En la esquina vio un cadáver y desde ese momento su cámara no dejaba de disparar, poseída.
  • 47. pág 90 Irrumpió otra correntada de bomberos, personal de seguridad, Policías y la Brigada de Investigaciones. Tras ellos, equipos de Defensa Civil y la División Perros. la locura asesina, del odio y la impunidad que alienta a los fanáticos. Se dirigió entonces a una mujer que lloraba con las manos sobre los ojos. Cristina se aproximó cautelosa a una colina de polvo. Sus cámaras la seguían de cerca. Le costaba mantenerse tranquila, profesionalmente tranquila. Muchas veces había pasado por este lugar y había apreciado la hermosa construcción de principios del siglo erigida por una familia de navieros. Fue la primera sede de la Embajada, establecida apenas comenzaron los vínculos diplomáticos de Argentina con Israel. Ahora sólo quedaban las paredes medianeras, con trozos de revoque desprolijamente arrancados. -Soy la encargada del edificio de enfrente -dijo temblando-. Estaba durmiendo la siesta cuando escuché un ruido impresionante. Me tiró de la cama. Supuse que había estallado la cocina de algún piso. Así que subí asustada a la terraza y, desde allí, vi los restos de la Embajada. En el espacio rectangular del antiguo edificio sedimentaba un tolmo de ruinas, un extraño monumento funerario que no encajaba en esta porción residencial de Buenos Aires. -¡Espantoso! ¡Nunca pasó algo igual! -exclamó un muchacho que acababa de depositar un cuerpo herido en el interior de la ambulancia. Cristina le acercó el micrófono: Los equipos de salvamento corrían hacia los cuerpos tendidos sobre el páramo. Voluntarios ayudaban a salir del lugar a quienes podían caminar, pese a estar heridos, atontados o ciegos. En ese pandemonio muchos escarbaban para encontrar cuerpos; la angustia impedía entender que su peso podía dañar a quienes estuvieran abajo, entre las destrozadas vigas. -Caminaba por Suipacha rumbo a Libertador cuando un golpe de aire me aplastó contra la pared. La onda fue brutal. Fíjese: ni un vidrio sano por ninguna parte. Ni uno solo. Cristina se dirigió a un oficial para que bloqueara la marcha de los irresponsables. -Estaba leyendo cuando una lluvia de vidrios me abrió acá -el anciano se apretaba la frente con un pañuelo. -¡Estamos desbordados! -replicó. Cristina prosiguió sus reportajes durante horas. Ya se contaban veinte muertos y más de doscientos heridos, según informes de los equipos de rescate. La cámara iba a filmar su boca iracunda, pero el oficial se alejó hacia un auto estacionado a pocos metros, cuyo esqueleto retorcido había comenzado a arder. -Parece Beirut -dijo Cristina al micrófono-. La Beirut de la larga guerra civil entre libaneses y palestinos, cristianos y musulmanes, palestinos e israelíes. La Beirut donde los edificios se derrumbaban por las bombas como la que hoy ha explotado aquí, en Buenos Aires. Este pedazo de nuestra ciudad es ahora un espejo de Beirut. Es el testimonio de -También soy portera, pero en el edificio de la otra esquina -se acercó una mujer demudada-. El humo que se levantó después de la explosión fue como el de una bomba atómica. -iCasi me muero! Vivo a la vuelta y se me desplomó el techo –sollozó una mujer canosa-. Míreme, por favor. Tengo heridas en el cuello, en los brazos. ¡Qué criminales!... No cesaba la evacuación. Algunos porteros se sumaron a los voluntarios que ya eran cientos, para depositar víctimas sobre las persianas diseminadas entre las ruinas: suplían de esa forma la escasez de camillas. Pero las ambulancias, con sus rabiosas luces intermitentes, eran ya tan numerosas que entre ellas se bloqueaban la salida. Cristina hizo cálculos mientras recogía testimonios. A menos que le probasen lo contrario, éste era el peor asesinato en masa realizado contra una institución judía desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Y era el primero de esta magnitud en toda la historia de la República Argentina, y quizá de América entera. Aunque hubo dictaduras, persecuciones, matanzas y millares de desaparecidos, nunca se asesinó de una vez, a plena luz del día, dos docenas de personas e hirió a casi tres centenares. Calló unos segundos y disparó un pensamiento comprometedor. -Este crimen, realizado en un suburbio del planeta como es la Argentina, demuestra que el terrorismo está dispuesto a trasladar su aliento de muerte mucho más allá de donde nace. Es el costado más tenebroso de la globalización. Mientras seguía reportando circunvaló el cráter que había formado el coche-bomba sobre la destrozada vereda. Se detuvo de golpe. La cámara que la estaba enfocando descendió su objetivo al suelo. Asomaba un brazo lleno de rasguños. Un enfermero lo tomaba con cuidado y tiraba suave para rescatar el resto del cuerpo. Pero estaba desconectado del cuerpo. El brazo salió solo, liviano. La cámara osciló, también perpleja. Cristina entregó el micrófono porque iba a vomitar. El comisario Adolfo Branca utilizó su línea telefónica privada para obtener más detalles de lo sucedido. Le acababan de informar que, por suerte, el suboficial de la policía que debía cumplir guardia en la garita junto a la Embajada había abandonado su puesto varias horas antes del estallido, como si le hubiesen advertido a tiempo. -Perfecto -exclamó Branca y, tras reflexionar un segundo, preguntó: -¿Hubo reemplazante? -Tenía que llegar, pero se quedó haciendo trabajos en la talabartería de la Policía Montada. No murió ningún policía. -Bien…-se atusó la raya negra del bigote y pensó que los muchachos se habían movido correctamente. Esteban reapareció con la lengua afuera luego de entregar varios rollos de fotos en el diario. Descubrió a Cristina pisando el borde del montículo principal. Sus grandes ojos apuntaban hacia un entretejido de escombros cruzado anárquicamente por vigas. -¡Allí! -apuntó con el índice impaciente y repitió con todas sus fuerzas-: ¡Allí! ¡Urgente, allí! Hay alguien con vida. Dos enfermeros se acercaron a la carrera con una camilla. -¡Dónde, dónde!... Empezaron a retirar polvo, cenizas y cascotes mientras médicos y enfermeros acercaban tubos de oxígeno. Tal vez había más de una persona enterrada en ese lugar. Pudieron detectar en el fondo una cabeza de mujer que emitía quejidos. Le colocaron una máscara de oxígeno. Cristina se acercó, seguida por las leales cámaras que se ocupaban de filmar lo que describía el micrófono. Consiguió abrirse paso entre quienes rodeaban la víctima. Al principio sólo distinguió fragmentos de un rostro maltrecho. Pero enseguida reconoció de quién se trataba. Arrojó el micrófono a la cara de su asistente y emitió un chillido animal.”
  • 48. pág pág pág 92 93 CONSTRUYENDO UNA SOCIEDAD “La mejor manera de honrar las víctimas de este y cualquier otro atentado terrorista es construyendo una sociedad que promueva el amor, la felicidad y la igualdad entre su gente.” Ese es un gran escudo protector ante el odio fanático de cualquiera que crea que su verdad es tan terminante como para quitarle la vida a otro. También es necesario avanzar en la construcción de una sociedad donde se cumpla la ley, se respeten las instituciones y se haga justicia cuando así no ocurre. Sin duda en ese punto estamos en falta cuando vemos que tras 20 años del atentado a la Embajada aún no se han encontrado los autores de semejante crimen. La construcción de sociedades más justas, con menos desigualdades, con mayo- res oportunidades de realización personal y, a su vez, con fuertes instituciones, es un desafío central para lograr un mundo menos propenso al odio. Enseñar sobre el pasado y sobre las cosas terribles que hemos vivido es una obligación para nosotros, para con nuestras victimas pero fundamentalmente para nuestras generaciones futuras. Esto se vuelve aún más importante cuando no ha habido justicia, ya que esa falta de ley puede dar a entender que todo vale y nada tiene costos. Lic. Marcos Peña Es Secretario General del Gobierno de la Ciudad desde el 2007. Entre 2003 y 2007 fue Diputado en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y presidió la Comisión de Educación, Ciencia y Tecnología de la LCBA (2005-2007). Es Licenciado en Ciencia Política y Gobierno (Universidad Torcuato Di Tella). Está casado y tiene un hijo.
  • 49. pág pág pág 94 LA MEMORIA COMO CONSTRUCCIÓN Mauricio Wainrot Coreógrafo, Profesor. Director Artístico 1999- 2011: Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, Buenos Aires; 2004; Director Artístico del Swiss, Swiss Choreographic Project; 1994/95 Les Ballets Jazz de Montréal, Canadá; 1982/1985; Grupo de Danza Contemporánea del Teatro San Martín, Buenos Aires. Fue coreógrafo residente: 1992-2004; Royal Ballet of Flanders, Bélgica; 1987/1990 Ballets Jazz de Montréal; 1990/1992: Hildesheim Stadtstheater, Alemania y profesor invitado: 1986/1987; Mudra International, Bejart’s Company School ; 1991/ 1999 The Juilliard Scholl de New York; entre otros. Fue Jurado Internacional 2010:Prix de Laussane; 2009 New York International Dance Competition; 2007 Benois de la Danse, en Moscú en el Teatro Bolshoi y New York Internacional Dance Competition.2000 Competition de Dance du Monde , Montecarlo; 1992 Concurso Coreográfico de Madrid. Recibió numerosos premios y distinciones. La memoria se enriquece cuando entendemos que ella no es una construcción teórica, sino algo que aparece cada día cuando hay que aceptar y abrazar al vecino. Amar al que es igual es sencillo, conocer y entender al que es distinto es el desafío. Es necesario, coincidimos, promover valores como el respeto, el diálogo, la justicia, pero también el entusiasmo, la vitalidad, las ganas de vivir se vuelven indispensables. Vivimos hoy en un mundo donde las distancias se acortan y la comunicación se acelera. Y, sin embargo a medida que avanza la tecnología, es más desafiante construir lazos de conexión entre las personas, vínculos significativos y positivos. Construir sociedades más humanistas y más felices es algo que le debemos a aquellos que perdieron la vida por culpa del odio. El odio y el fanatismo deben entender que su prédica no tiene réditos. Que no logra mayor adhesión ni apoyo. El fanatismo es un poder destructivo, no contiene un mensaje de esperanza para nadie. “Aquí, en la ciudad de Buenos Aires, en la Argentina, no debe haber lugar para el odio. Nacimos en la diversidad, nacimos en una tierra que siempre fue una esperanza para aquellos que vinieron en busca de una nueva oportunidad.” Hoy celebramos permanentemente esas identidades que componen nuestro mosaico humano, y eso nos ayuda a ser conscientes de que la diversidad nos define como sociedad. La idea de una sociedad homogénea es algo que quedó en el pasado. Todos los intentos de avanzar en esa dirección han fracasado, muchos de la peor manera. Eso no quita que haya que estar atentos para defender la libertad y el derecho a ser diferente. Esta ciudad también es una capital del diálogo interreligioso. Cristianos, judíos, musulmanes, budistas, todos tienen espacios de interacción y conocimiento compartido. Aún en los momentos más difíciles de otras regiones del mundo, los líderes religiosos locales buscaron generar símbolos de unión y paz, dejando claro que las diferencias que pudieran existir no iban a enturbiar el clima local. Quienes hicieron este atentado también quisieron atentar contra nuestra forma de vida, la de todos los porteños. Quien quiera quebrar nuestro espíritu de convivencia en paz, aprenderá que eso es imposible.   Honremos a las víctimas de este trágico atentado viviendo una vida plena, entusiasta y apasionada, transmitiendo a nuestros hijos el valor de vivir en una sociedad plural y diversa. Después de la Segunda Guerra, comenzaron a llegar a nuestro país, masivamente, inmigrantes alemanes y croatas que escapaban de la guerra por motivos terribles: eran asesinos y verdugos de otros seres humanos, que la paradoja de la vida los unía en esta, nuestra querida tierra.
  • 50. pág 96 Miles de Nazis, devenidos en fugitivos, llegaron al país con la aprobación del gobierno de turno, y entraron con pasaporte falsos otorgados por diplomáticos argentinos, (se les cambiaba la identidad a estos refugiados, y con la venía del Vaticano). La cuestión es que estos nuevos inmigrantes mayoritariamente, fueron afincándose en los cordones de Buenos Aires, en el Sur del país y en Córdoba. Grandes fábricas de marcas de autos alemanes les brindaron asilo y trabajo. Este caldo de cultivo, de dos realidades que fueron creciendo al unísono , el conventillo por un lado donde los inmigrantes Judíos, Españoles, Italianos, Árabes y de otras nacionalidades y etnias aprendieron a convivir y a revivir sus pasados europeos liberales, socialistas o anarquistas, y que comenzaron a transformar la Argentina en tantísimas realidades maravillosas: económicas, artísticas, literarias y periodísticas como políticas, convivía con el otro grupo de fugitivos, los arios, los de la raza pura, que se afincó en nuestra patria trayendo sus ideas de odio e intolerancia. Estas ideas fascistas son las que con el tiempo producirían en nuestro país una especie de laboratorio de pruebas, que comenzó con el atentado a la Embajada de Israel primero, y el de la AMIA después, fruto de compatriotas que fueron, de alguna manera, modelados por esas ideas antisemíticas y militaristas, dado que sin la ayuda de una conexión argentina no se hubieran podido concretar esos dos atentados, por más que los ideólogos hayan sido iraníes o sirios. El odio nazi hizo escuela en muchísimos argentinos y argentinas. Los dictadores que nos gobernaron y algunos gobiernos ¨democráticos¨ , también utilizaron metodologías fascistas para concretar sus crímenes. La Triple A entre ellos. Argentina se convirtió en la gran Madre acogedora de numerosísimos inmigrantes nazis alemanes y croatas, y también la Madre de cientos de miles de inmigrantes judíos, y al final Argentina, la tierra prometida, terminó siendo como Medea, el personaje de la tragedia griega, que asesina a sus propios hijos por venganza. La Medea que asesinó a 30.000 desaparecidos, La Medea que expulsó a más de 1.000.000 de argentinos, que se convirtieron en inmigrantes y ciudadanos de segunda clase por doquier. Nuestros compatriotas comenzaron a devolverles la visita, que 50 o 100 años antes, habían hecho a nuestro país sus gloriosos ancestros llegados de Galicia, Nápoles, Alepo, Varsovia, Kiev y tantos sitios lejanos para hacer de nuestro país un lugar mucho mejor para vivir y crecer. Paradójicamente, nuestro país se usó como una especie de laboratorio de pruebas de otros atentados en el mundo, como el Septiembre 11 de New York. Aquí, en nuestro país, se concibió el primer gran atentado, 50 años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. En forma deplorable, otros argentinos, posiblemente mercenarios y/o fascistas, se asociaron al odio irracional de un grupo de asesinos extranjeros, ofreciéndoles la ayuda necesaria para cometer en Buenos Aires, el primer gran atentado a una institución Judía en el mundo: la voladura de la Embajada de Israel, y luego la destrucción de la sede de la AMIA. Hace 20 años que la Embajada de Israel fue destruida completamente, y aún, no se sabe quiénes han sido, ni se tiene a los culpables encarcelados ni juzgados. Tan solo tenemos a las víctimas de atentado, para llorarlas. La escuela fascista alemana triunfó sobre el liberalismo y la intelectualidad Judía, pero tan solo en estos tristísimos hechos. La Justicia Argentina es lenta, eso ya lo sabemos, y más aún en casos como estos donde otros países y muchos intereses locales están en juego. La dignidad de la Nación también está en juego, pero a las fuerzas de seguridad, a la policía y a la justicia parece importarles no mucho (o poco), dado el mínimo avance que se ha logrado para encontrar a los culpables y sus causas en veinte años. El mundo nos mira, nos olfatea, nos sigue. Eso lo sabemos todos los que tenemos la cabeza bien puesta, de la misma manera como el mundo miró a nuestro país cuando, solapadamente, en la Segunda Guerra mundial la Argentina colaboró con Alemania, mientras pretendía hacer creer al resto de la comunidad internacional que Argentina, en ese perverso juego de la Guerra, participaba como neutral. Ni el mundo ni la gente que lo comprende es tonto y sabe que no es así, sabe muy bien que Argentina jugó ese juego a dos puntas. Ahora Argentina, desde hace más de dos décadas, sigue con el juego de la no verdad, porque no hay respuestas contundentes a la terrible barbarie cometida en nuestro suelo. El mundo mira y es paciente. También espera que alguna vez nuestro país vuelva a la senda de la justicia con mayúscula y a la comunidad mayor de las naciones, para que se lo considere como un país confiable y seguro, y sepamos la verdad y el porqué del Atentado a la Embajada de Israel y el de la AMIA. El antisemitismo ronda la esquina de cada barrio, como un estigma, diría doméstico. Ya lo sabemos todos los que hemos perdido familias enteras en el Holocausto, pero también sabemos que los judíos hemos sobrevivido mas de 5.700 años, a pesar de los asesinos que nos han querido borrar de la faz de la tierra, porque nuestra cultura, nuestro afán de libertad, nuestro apego a la vida, nuestras enseñanzas maravillosas, y, sobre todo, nuestra justicia terrenal y divina ha estado, y estará, siempre de nuestro lado. Histórico índice telefónico de la Embajada rescatado de los escombros.
  • 51. pág 98 PADRE JUAN CARLOS BRUMANA Presbitero Juan Carlos Brumana (en el centro de la imagen). Ordenación Diaconal (18/03/1989) junto a familiares y amigos. Abadía San Benito. Buenos Aires, Argentina. Carlos Scarponi Presbítero Juan Carlos BRUMANA nació en la ciudad de Buenos Aires el 14 de septiembre de 1954, Fiesta de la Exaltación de la Cruz (en que se celebra el valor redentor de la crucifixión de Cristo). Fue el menor de cuatro hijos y el único varón, en una familia con una profunda valoración de la fe. Vivió en el barrio de Liniers (Buenos Aires), en donde estuvo, desde chico, integrado a la vida cotidiana del lugar. Hizo vínculos que perduraron a través del tiempo. Era Despachante de Aeronaves, Observador Meteorológico y Técnico en Meteorología Sinóptica (U.B.A.). Trabajaba en Aerolíneas Argentinas en el momento de entrar al Seminario de Buenos Aires. También obtuvo el título de Catequista, buscando el crecimiento de su propia vida y de su fe. El 19 de marzo de 1982 ingresó al Seminario Metropolitano (Buenos Aires), luego de cuatro años de discernimiento vocacional. Obtuvo los títulos de Bachiller y Profesor en Teología. El 18 de marzo de 1989 fue ordenado Diácono (paso previo al sacerdocio), estando, durante todo ese año, en la Parroquia Santa Julia, lugar en que fue muy querido y que él sintió profundamente cercano. El 25 de noviembre de 1989 fue ordenado Sacerdote. Se desempeñó en las parroquias Santa Julia, Nuestra Señora de la Paz y Madre Admirable, incluyendo la Villa 31 de Retiro (Capilla Nuestra Señora del Rosario). Fue una persona en la cual lo ejemplar se halla oculto en su sencillez y vivido en lo cotidiano. Habitualmente era sereno y alegre. Todo lo que emprendía lo realizaba con una gran dedicación y entrega interior. Era muy humilde, comprensivo con los otros y sumamente servicial. Jamás se lo escuchó hablar mal de alguien. De pocas palabras, muy reflexivo, cuando opinaba lo hacía de modo conciso, profundo y acertado. Sobrellevó, con fe y mansedumbre evangélicas, sufrimientos y contrariedades, venciendo el mal con el bien. La fuente de su ministerio era la celebración cotidiana de la Eucaristía y de la Liturgia de las Horas. Cultivaba la lectura y el estudio de la Sagrada Escritura. Desde niño creció en él una particular devoción a María. En la convivencia era muy querido. Vivía en una continua paz y alegría que irradiaba a todos los que entraban en contacto con él. Poseía una notable capacidad de escuchar y aconsejar, gracias a la cual logró cimentar amistades auténticas. Tuvo como ideal configurarse con Jesús, Buen Pastor, cultivando gran disponibilidad y entrega para con todos los que lo necesitaban. Vivía en una verdadera pobreza evangélica llegando a compartir sus propios bienes con los más necesitados. Amaba a la Iglesia como Madre. Pasó su vida haciendo el bien. El 17 de marzo de 1992, siendo Vicario Parroquial de Madre Admirable, falleció con la explosión que destruyó la Sede de la Embajada de Israel en Buenos Aires. Tenía 37 años y llevaba dos años y cuatro meses de fecundo ministerio sacerdotal. Sus restos descansan en el Cementerio de Flores (Bs. As.). Galería Planta Alta, Nicho 4286, Fila 2 (Entrada por Varela y Balbastro). Todos los primeros sábados de mes, a las 16 hs, se realiza allí un momento de oración por todas las intenciones de quienes quieran participar. Juan Carlos continúa su tarea de mediador entre Dios y los hombres. ayer