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***TemamosaJehováyguardemossusmandamientos

       “Teme al Dios verdadero y guarda sus mandamientos. Porque este es todo el deber
       del hombre.” (ECLESIASTÉS 12:13.)

   “COMO el arrojo pone en peligro la vida, el miedo la protege”, señaló Leonardo da Vinci. En
efecto, la temeridad del hombre lo ciega al peligro, pero el miedo le recuerda que tenga cuidado.
Por ejemplo, si nos acercamos a un precipicio, la mayoría de nosotros retrocedemos por instinto,
recelosos de caer, al percatarnos de la altura. De igual modo, el temor sano no solo propicia la
buena relación con Dios, como vimos en el artículo anterior, sino que nos resguarda de sufrir daño.
   2
      No obstante, el temor a muchos peligros actuales tiene que aprenderse. Dado que los niños
pequeños ignoran los daños que pueden ocasionar la electricidad o el tránsito urbano, se exponen
a sufrir accidentes graves. Por ello, los padres prudentes les advierten de los riesgos que corren a
fin de inculcarles un sano miedo, conscientes de que este sentimiento muy bien pudiera salvarles
la vida.
   3
     De igual manera, Jehová se preocupa por nuestro bienestar. Es un Padre amoroso que
mediante su Palabra y su organización nos enseña para que nos beneficiemos (Isaías 48:17). El
programa de educación divina nos advierte “vez tras vez” de los escollos que afronta nuestra
espiritualidad a fin de que les tengamos un miedo saludable (2 Crónicas 36:15; 2 Pedro 3:1). En el
transcurso de la historia, ¡cuántas catástrofes espirituales y cuántos sufrimientos se habrían
evitado „si tan solo las personas hubieran desarrollado su corazón para temer a Dios y guardar sus
mandamientos‟! (Deuteronomio 5:29.) Hoy, en medio de “tiempos críticos, difíciles de manejar”,
¿cómo desarrollamos el corazón para temer a Jehová y eludir las amenazas a nuestra
espiritualidad? (2 Timoteo 3:1.)
                                       Apartémonosdelmal
   4
     Las Escrituras indican que “el temor de Jehová significa odiar lo malo” (Proverbios 8:13). Un
léxico bíblico define tal odio como la “actitud ante objetos y personas a los que uno se opone,
detesta y desprecia, y con los que evita todo tipo de contacto o relación”. Por consiguiente, el
temor de Dios implica sentir aversión o repugnancia hacia lo que es malo a sus ojos (Salmo 97:10).
Nos mueve a rehuir la maldad, tal como el miedo instintivo nos lleva a retirarnos de un precipicio.
“En el temor de Jehová uno se aparta de lo malo”, dice la Biblia (Proverbios 16:6).
   5
     Si meditamos en los daños que acarrea el pecado, reforzaremos nuestro temor saludable y
odio al mal. La Biblia nos asegura que segaremos lo que sembremos, según lo hagamos con miras
a la carne, o al espíritu (Gálatas 6:7, 8). Por ello, Jehová enumeró con toda claridad las
consecuencias inevitables de desoír sus mandamientos y abandonar la adoración verdadera. Sin la
protección divina, la pequeña y vulnerable nación de Israel quedaría a merced de vecinos
poderosos y crueles (Deuteronomio 28:15, 45-48). Las Escrituras refieren con detalle los trágicos
frutos de su desobediencia “para amonestación de nosotros”, es decir, para que aprendamos la
lección y cultivemos temor piadoso (1 Corintios 10:11).
   6
      Además de relatar qué le ocurrió a Israel como nación, la Biblia narra las vivencias de seres
humanos que se dejaron arrastrar por los celos, la inmoralidad, la codicia o la soberbia. Algunos
sirvieron por años a Jehová, pero llegaron a un momento crucial en el que su temor piadoso
no tuvo la fuerza precisa, de modo que cosecharon amargos frutos. Al meditar en tales casos, se
fortalecerá nuestra resolución de no caer en los mismos errores. ¡Qué triste sería esperar a que
nos ocurriera alguna tragedia para tomar a pecho los consejos divinos! A diferencia de lo que suele
creerse, aprender por experiencia propia —sobre todo la que se obtiene al ceder al desenfreno—
no es la mejor forma de aprender (Salmo 19:7).
   7
    Otra poderosa razón para cultivar el temor de Dios es el deseo de proteger nuestra relación
con él. Tememos desagradarle porque valoramos muchísimo su amistad. Ahora bien, ¿a quién
considera Jehová su amigo y por ello lo invita a su tienda simbólica? Solo al “que está andando
exento de falta y practicando la justicia” (Salmo 15:1, 2). Si apreciamos el privilegio de tener tal
relación, haremos todo lo posible por andar exentos de falta a sus ojos.
   8
    Lamentablemente, algunos contemporáneos de Malaquías daban por sentada la amistad con
Jehová. En vez de temerle y honrarlo, le ofrecían en el altar animales enfermos y cojos. También
demostraban falta de temor con su actitud hacia el matrimonio. Repudiaban a la esposa de su
juventud por insignificancias, para casarse con una mujer de menos edad. Malaquías les dijo que
Dios odiaba tal “divorciarse” y que su espíritu traicionero los había apartado de él. ¿Cómo iba a
complacerse en sus sacrificios si, por así decirlo, las lágrimas de dolor de las esposas
abandonadas cubrían el altar? Ante tan descarada falta de respeto a Sus normas, Jehová
preguntó: “¿Dónde está el temor [que me deben] a mí?” (Malaquías 1:6-8; 2:13-16).
   9
    Jehová ve hoy con igual tristeza el sufrimiento de multitud de cónyuges e hijos inocentes
desolados por el egoísmo y la inmoralidad del marido o padre (o de la esposa o madre). Los
amigos de Dios adoptan Sus criterios y luchan por fortalecer el matrimonio, rechazar las ideas
mundanas que restan importancia a la unión marital y „huir de la fornicación‟ (1 Corintios 6:18).
   10
      En el matrimonio, como en tantos campos de la vida, obtendremos la aprobación y el favor de
Jehová siempre que odiemos lo que es malo a sus ojos y apreciemos de corazón su amistad. El
apóstol Pedro dijo con firmeza: “Con certeza percibo que Dios no es parcial, sino que, en toda
nación, el que le teme y obra justicia le es acepto” (Hechos 10:34, 35). Disponemos de muchos
ejemplos bíblicos de personas que, impelidas por el temor piadoso, hicieron lo correcto en
circunstancias difíciles.
                                   TresvaronestemerososdeDios
   11
      La Biblia habla de un hombre a quien Jehová llamó su amigo: el patriarca Abrahán (Isaías
41:8). Su temor piadoso se puso a prueba cuando Dios le mandó sacrificar a su único hijo, Isaac,
mediante el cual iba a cumplir Su promesa de que la descendencia de Abrahán se convertiría en
una gran nación (Génesis 12:2, 3; 17:19). ¿Pasaría la dolorosa prueba el “amigo de Jehová”?
(Santiago 2:23.) En el mismo instante en que Abrahán alzó el cuchillo para matar a Isaac, el ángel
de Jehová le dijo: “No extiendas tu mano contra el muchacho y no le hagas nada, porque ahora sé
de veras que eres temeroso de Dios, puesto que no has retenido de mí a tu hijo, tu único” (Génesis
22:10-12).
   12
     Aunque Abrahán ya había demostrado temor de Jehová, en aquella ocasión lo manifestó de
forma excepcional. Su disposición a sacrificar a Isaac era mucho más que un despliegue de
obediencia respetuosa. Lo motivaba la confianza absoluta en que su Padre celestial cumpliría su
promesa, de ser necesario, resucitando a Isaac. Como escribió Pablo, Abrahán estaba
“plenamente convencido de que lo que [Dios] había prometido también lo podía hacer” (Romanos
4:16-21). ¿Estamos dispuestos a hacer la voluntad divina aunque exija grandes sacrificios?
¿Confiamos sin reservas en que tal obediencia nos beneficiará a largo plazo, dado que Jehová es
“remunerador de los que le buscan solícitamente”? (Hebreos 11:6.) En eso consiste el auténtico
temor piadoso (Salmo 115:11).
   13
      Veamos el ejemplo de otra persona que actuó con temor de Jehová: José. Cuando era
esclavo en la casa de Potifar, sufrió el acoso diario de la esposa de su amo, que lo incitaba a la
fornicación. Al parecer no tenía forma de evitar a esa mujer y sus continuas proposiciones
deshonestas. Cierto día “se agarró de él”, y José “echó a huir y salió afuera”. ¿Qué lo incitó a
apartarse del mal en el acto? Sin duda, el factor primordial fue el temor piadoso, el deseo de
no incurrir en aquella “gran maldad y realmente pecar contra Dios” (Génesis 39:7-12). Con todo
merecimiento podía decir de sí mismo que “tem[ía] al Dios verdadero” (Génesis 42:18).
   14
     Años después, José se vio cara a cara con sus hermanos, quienes sin piedad alguna lo
habían vendido como esclavo. Pudo haber aprovechado la gran necesidad de alimento que tenían
para vengarse de lo que le habían hecho. Pero el trato tiránico no refleja temor de Dios (Levítico
25:43). Por consiguiente, cuando obtuvo suficientes pruebas de que habían cambiado de actitud,
fue misericordioso y los perdonó. Como en el caso de José, el temor piadoso nos impulsará a
vencer el mal con el bien y nos impedirá ceder a la tentación (Génesis 45:1-11; Salmo 130:3, 4;
Romanos 12:17-21).
15
       Otro gran ejemplo de temor piadoso fue Job. Jehová le dijo al Diablo: “¿Has fijado tu corazón
en mi siervo Job, que no hay ninguno como él en la tierra, un hombre sin culpa y recto, temeroso
de Dios y apartado del mal?” (Job 1:8). Job, con su conducta intachable, había alegrado por años
el corazón de su Padre celestial. Le temía porque sabía que era lo correcto y que constituía el
mejor modo de vivir. “¡Mira! —exclamó—. El temor de Jehová... eso es sabiduría, y apartarse del
mal es entendimiento.” (Job 28:28.) Como estaba casado, no prestaba indebida atención a las
jóvenes ni maquinaba adulterios. No confiaba en las riquezas, aunque era acaudalado, y evitaba
todo tipo de idolatría (Job 31:1, 9-11, 24-28).
   16
      Sin embargo, el temor piadoso implica no solo evitar el mal, sino obrar el bien; de ahí que Job
tratara compasivamente a los ciegos, los cojos y los pobres (Levítico 19:14; Job 29:15, 16).
Comprendía que la persona “que retiene de su propio prójimo la bondad amorosa, también dejará
hasta el temor del Todopoderoso” (Job 6:14). Una forma de retener del semejante tal bondad sería
no perdonarlo o guardarle rencor. Cuando Dios así se lo indicó, Job oró por sus tres compañeros,
que tantos disgustos le habían dado (Job 42:7-10). En nuestro caso, ¿podríamos imitar su espíritu
indulgente con algún hermano en la fe que nos haya lastimado? Algo que contribuirá mucho a
superar el enojo es orar con sinceridad a favor de quien nos ha ofendido. Las bendiciones de que
disfrutó Job por su temor piadoso nos dan una idea de „la abundante bondad que Jehová ha
guardado cual tesoro para los que le temen‟ (Salmo 31:19; Santiago 5:11).
                             EltemordeDiosfrentealmiedoalhombre
   17
       Mientras que el temor piadoso nos impulsa a obrar el bien, el miedo al hombre socava la fe.
Por esta razón, cuando Jesús animó a los apóstoles a predicar con fervor las buenas nuevas, les
dijo: “No se hagan temerosos de los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; sino, más
bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena” (Mateo 10:28).
Como explicó Cristo, el miedo al hombre demuestra cortedad de miras, pues ningún ser humano
puede quitarnos nuestra recompensa de vida futura. Además, tememos a Dios porque
reconocemos su imponente poder, ante el cual resulta insignificante el poderío de las naciones
(Isaías 40:15). Como Abrahán, tenemos plena confianza en la capacidad de Jehová para resucitar
a sus siervos fieles (Revelación 2:10). Por ello afirmamos con toda seguridad: “Si Dios está por
nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Romanos 8:31).
   18
     Sea que recibamos la oposición de un familiar o de un bravucón de la escuela, podremos
constatar que “en el temor de Jehová hay fuerte confianza” (Proverbios 14:26). Pidámosle fuerzas
a Dios, seguros de que nos escuchará (Salmo 145:19). Él nunca olvida a quienes le temen. Por
boca del profeta Malaquías nos asegura: “En aquel tiempo los que estaban en temor de Jehová
hablaron unos con otros, cada uno con su compañero, y Jehová siguió prestando atención y
escuchando. Y un libro de recuerdo empezó a ser escrito delante de él para los que estaban en
temor de Jehová y para los que pensaban en su nombre” (Malaquías 3:16).
   19
       Se acerca el día en que todos los que vivan en la Tierra adorarán a Jehová y nadie tendrá
miedo al hombre, ni tampoco al hambre, la enfermedad, el delito o la guerra (Isaías 11:9). Pero el
temor de Dios permanecerá por siempre, pues sus siervos fieles, tanto en el cielo como en la
Tierra, seguirán tributándole el respeto, obediencia y honra que merece (Revelación 15:4).
Entretanto, tomemos todos muy en serio el consejo divinamente inspirado de Salomón: “No envidie
tu corazón a los pecadores; antes bien, esté en el temor de Jehová todo el día. Porque en tal caso
existirá un futuro, y tu propia esperanza no será cortada” (Proverbios 23:17, 18).
[Notas]
Hay adultos que se vuelven insensibles al peligro al realizar con frecuencia labores arriesgadas.
  Cuando le preguntaron a un carpintero de experiencia por qué les faltaba un dedo a muchos de
  sus colegas, respondió llanamente: “Pierden el miedo a las electrosierras de alta velocidad”.
A Jehová mismo le repugna el mal. Por ejemplo, Efesios 4:29 se refiere al lenguaje sucio como
   „dichos corrompidos‟. El término griego para “corrompido” se aplicaba en sentido literal a fruta,
   pescado o carne en descomposición. Este adjetivo muestra vívidamente la repulsión que deben
   producirnos las expresiones soeces o insultantes. Así mismo, en las Escrituras suele calificarse
a los ídolos de “estercolizos” (Deuteronomio 29:17; Ezequiel 6:9). Dado que el excremento nos
   da asco de modo espontáneo, entendemos cuánto le desagrada a Dios todo tipo de idolatría.
   ****Una ayuda importante en este proceso de refinación es el temorpiadoso, que incluye “odiar
lo malo” (Proverbios 8:13). Aunque la persona que teme de verdad a Jehová aprecia Su bondad
amorosa, siempre está al tanto de que Él tiene el poder de castigar, incluso con la muerte, a los
que lo desobedecen. Jehová indicó que quienes le temen también deben obedecerlo, cuando dijo
en cuanto a Israel: “¡Si tan solo desarrollaran este corazón suyo para temerme y guardar todos mis
mandamientos siempre, a fin de que les vaya bien a ellos y a sus hijos hasta tiempo indefinido!”
(Deuteronomio 5:29).
    Está claro que el temor piadoso no tiene como objetivo mantenernos en un estado de sumisión
y terror, sino motivarnos a obedecer a nuestro Padre, quien, como sabemos, desea lo mejor para
nosotros. De hecho, el temor piadoso enriquece y alegra la vida, como quedó incuestionablemente
demostrado en el caso de Jesucristo mismo (Isaías 11:3; Lucas 12:5).

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Asignacion num 2

  • 1. ***TemamosaJehováyguardemossusmandamientos “Teme al Dios verdadero y guarda sus mandamientos. Porque este es todo el deber del hombre.” (ECLESIASTÉS 12:13.) “COMO el arrojo pone en peligro la vida, el miedo la protege”, señaló Leonardo da Vinci. En efecto, la temeridad del hombre lo ciega al peligro, pero el miedo le recuerda que tenga cuidado. Por ejemplo, si nos acercamos a un precipicio, la mayoría de nosotros retrocedemos por instinto, recelosos de caer, al percatarnos de la altura. De igual modo, el temor sano no solo propicia la buena relación con Dios, como vimos en el artículo anterior, sino que nos resguarda de sufrir daño. 2 No obstante, el temor a muchos peligros actuales tiene que aprenderse. Dado que los niños pequeños ignoran los daños que pueden ocasionar la electricidad o el tránsito urbano, se exponen a sufrir accidentes graves. Por ello, los padres prudentes les advierten de los riesgos que corren a fin de inculcarles un sano miedo, conscientes de que este sentimiento muy bien pudiera salvarles la vida. 3 De igual manera, Jehová se preocupa por nuestro bienestar. Es un Padre amoroso que mediante su Palabra y su organización nos enseña para que nos beneficiemos (Isaías 48:17). El programa de educación divina nos advierte “vez tras vez” de los escollos que afronta nuestra espiritualidad a fin de que les tengamos un miedo saludable (2 Crónicas 36:15; 2 Pedro 3:1). En el transcurso de la historia, ¡cuántas catástrofes espirituales y cuántos sufrimientos se habrían evitado „si tan solo las personas hubieran desarrollado su corazón para temer a Dios y guardar sus mandamientos‟! (Deuteronomio 5:29.) Hoy, en medio de “tiempos críticos, difíciles de manejar”, ¿cómo desarrollamos el corazón para temer a Jehová y eludir las amenazas a nuestra espiritualidad? (2 Timoteo 3:1.) Apartémonosdelmal 4 Las Escrituras indican que “el temor de Jehová significa odiar lo malo” (Proverbios 8:13). Un léxico bíblico define tal odio como la “actitud ante objetos y personas a los que uno se opone, detesta y desprecia, y con los que evita todo tipo de contacto o relación”. Por consiguiente, el temor de Dios implica sentir aversión o repugnancia hacia lo que es malo a sus ojos (Salmo 97:10). Nos mueve a rehuir la maldad, tal como el miedo instintivo nos lleva a retirarnos de un precipicio. “En el temor de Jehová uno se aparta de lo malo”, dice la Biblia (Proverbios 16:6). 5 Si meditamos en los daños que acarrea el pecado, reforzaremos nuestro temor saludable y odio al mal. La Biblia nos asegura que segaremos lo que sembremos, según lo hagamos con miras a la carne, o al espíritu (Gálatas 6:7, 8). Por ello, Jehová enumeró con toda claridad las consecuencias inevitables de desoír sus mandamientos y abandonar la adoración verdadera. Sin la protección divina, la pequeña y vulnerable nación de Israel quedaría a merced de vecinos poderosos y crueles (Deuteronomio 28:15, 45-48). Las Escrituras refieren con detalle los trágicos frutos de su desobediencia “para amonestación de nosotros”, es decir, para que aprendamos la lección y cultivemos temor piadoso (1 Corintios 10:11). 6 Además de relatar qué le ocurrió a Israel como nación, la Biblia narra las vivencias de seres humanos que se dejaron arrastrar por los celos, la inmoralidad, la codicia o la soberbia. Algunos sirvieron por años a Jehová, pero llegaron a un momento crucial en el que su temor piadoso no tuvo la fuerza precisa, de modo que cosecharon amargos frutos. Al meditar en tales casos, se fortalecerá nuestra resolución de no caer en los mismos errores. ¡Qué triste sería esperar a que nos ocurriera alguna tragedia para tomar a pecho los consejos divinos! A diferencia de lo que suele creerse, aprender por experiencia propia —sobre todo la que se obtiene al ceder al desenfreno— no es la mejor forma de aprender (Salmo 19:7). 7 Otra poderosa razón para cultivar el temor de Dios es el deseo de proteger nuestra relación con él. Tememos desagradarle porque valoramos muchísimo su amistad. Ahora bien, ¿a quién considera Jehová su amigo y por ello lo invita a su tienda simbólica? Solo al “que está andando
  • 2. exento de falta y practicando la justicia” (Salmo 15:1, 2). Si apreciamos el privilegio de tener tal relación, haremos todo lo posible por andar exentos de falta a sus ojos. 8 Lamentablemente, algunos contemporáneos de Malaquías daban por sentada la amistad con Jehová. En vez de temerle y honrarlo, le ofrecían en el altar animales enfermos y cojos. También demostraban falta de temor con su actitud hacia el matrimonio. Repudiaban a la esposa de su juventud por insignificancias, para casarse con una mujer de menos edad. Malaquías les dijo que Dios odiaba tal “divorciarse” y que su espíritu traicionero los había apartado de él. ¿Cómo iba a complacerse en sus sacrificios si, por así decirlo, las lágrimas de dolor de las esposas abandonadas cubrían el altar? Ante tan descarada falta de respeto a Sus normas, Jehová preguntó: “¿Dónde está el temor [que me deben] a mí?” (Malaquías 1:6-8; 2:13-16). 9 Jehová ve hoy con igual tristeza el sufrimiento de multitud de cónyuges e hijos inocentes desolados por el egoísmo y la inmoralidad del marido o padre (o de la esposa o madre). Los amigos de Dios adoptan Sus criterios y luchan por fortalecer el matrimonio, rechazar las ideas mundanas que restan importancia a la unión marital y „huir de la fornicación‟ (1 Corintios 6:18). 10 En el matrimonio, como en tantos campos de la vida, obtendremos la aprobación y el favor de Jehová siempre que odiemos lo que es malo a sus ojos y apreciemos de corazón su amistad. El apóstol Pedro dijo con firmeza: “Con certeza percibo que Dios no es parcial, sino que, en toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto” (Hechos 10:34, 35). Disponemos de muchos ejemplos bíblicos de personas que, impelidas por el temor piadoso, hicieron lo correcto en circunstancias difíciles. TresvaronestemerososdeDios 11 La Biblia habla de un hombre a quien Jehová llamó su amigo: el patriarca Abrahán (Isaías 41:8). Su temor piadoso se puso a prueba cuando Dios le mandó sacrificar a su único hijo, Isaac, mediante el cual iba a cumplir Su promesa de que la descendencia de Abrahán se convertiría en una gran nación (Génesis 12:2, 3; 17:19). ¿Pasaría la dolorosa prueba el “amigo de Jehová”? (Santiago 2:23.) En el mismo instante en que Abrahán alzó el cuchillo para matar a Isaac, el ángel de Jehová le dijo: “No extiendas tu mano contra el muchacho y no le hagas nada, porque ahora sé de veras que eres temeroso de Dios, puesto que no has retenido de mí a tu hijo, tu único” (Génesis 22:10-12). 12 Aunque Abrahán ya había demostrado temor de Jehová, en aquella ocasión lo manifestó de forma excepcional. Su disposición a sacrificar a Isaac era mucho más que un despliegue de obediencia respetuosa. Lo motivaba la confianza absoluta en que su Padre celestial cumpliría su promesa, de ser necesario, resucitando a Isaac. Como escribió Pablo, Abrahán estaba “plenamente convencido de que lo que [Dios] había prometido también lo podía hacer” (Romanos 4:16-21). ¿Estamos dispuestos a hacer la voluntad divina aunque exija grandes sacrificios? ¿Confiamos sin reservas en que tal obediencia nos beneficiará a largo plazo, dado que Jehová es “remunerador de los que le buscan solícitamente”? (Hebreos 11:6.) En eso consiste el auténtico temor piadoso (Salmo 115:11). 13 Veamos el ejemplo de otra persona que actuó con temor de Jehová: José. Cuando era esclavo en la casa de Potifar, sufrió el acoso diario de la esposa de su amo, que lo incitaba a la fornicación. Al parecer no tenía forma de evitar a esa mujer y sus continuas proposiciones deshonestas. Cierto día “se agarró de él”, y José “echó a huir y salió afuera”. ¿Qué lo incitó a apartarse del mal en el acto? Sin duda, el factor primordial fue el temor piadoso, el deseo de no incurrir en aquella “gran maldad y realmente pecar contra Dios” (Génesis 39:7-12). Con todo merecimiento podía decir de sí mismo que “tem[ía] al Dios verdadero” (Génesis 42:18). 14 Años después, José se vio cara a cara con sus hermanos, quienes sin piedad alguna lo habían vendido como esclavo. Pudo haber aprovechado la gran necesidad de alimento que tenían para vengarse de lo que le habían hecho. Pero el trato tiránico no refleja temor de Dios (Levítico 25:43). Por consiguiente, cuando obtuvo suficientes pruebas de que habían cambiado de actitud, fue misericordioso y los perdonó. Como en el caso de José, el temor piadoso nos impulsará a vencer el mal con el bien y nos impedirá ceder a la tentación (Génesis 45:1-11; Salmo 130:3, 4; Romanos 12:17-21).
  • 3. 15 Otro gran ejemplo de temor piadoso fue Job. Jehová le dijo al Diablo: “¿Has fijado tu corazón en mi siervo Job, que no hay ninguno como él en la tierra, un hombre sin culpa y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?” (Job 1:8). Job, con su conducta intachable, había alegrado por años el corazón de su Padre celestial. Le temía porque sabía que era lo correcto y que constituía el mejor modo de vivir. “¡Mira! —exclamó—. El temor de Jehová... eso es sabiduría, y apartarse del mal es entendimiento.” (Job 28:28.) Como estaba casado, no prestaba indebida atención a las jóvenes ni maquinaba adulterios. No confiaba en las riquezas, aunque era acaudalado, y evitaba todo tipo de idolatría (Job 31:1, 9-11, 24-28). 16 Sin embargo, el temor piadoso implica no solo evitar el mal, sino obrar el bien; de ahí que Job tratara compasivamente a los ciegos, los cojos y los pobres (Levítico 19:14; Job 29:15, 16). Comprendía que la persona “que retiene de su propio prójimo la bondad amorosa, también dejará hasta el temor del Todopoderoso” (Job 6:14). Una forma de retener del semejante tal bondad sería no perdonarlo o guardarle rencor. Cuando Dios así se lo indicó, Job oró por sus tres compañeros, que tantos disgustos le habían dado (Job 42:7-10). En nuestro caso, ¿podríamos imitar su espíritu indulgente con algún hermano en la fe que nos haya lastimado? Algo que contribuirá mucho a superar el enojo es orar con sinceridad a favor de quien nos ha ofendido. Las bendiciones de que disfrutó Job por su temor piadoso nos dan una idea de „la abundante bondad que Jehová ha guardado cual tesoro para los que le temen‟ (Salmo 31:19; Santiago 5:11). EltemordeDiosfrentealmiedoalhombre 17 Mientras que el temor piadoso nos impulsa a obrar el bien, el miedo al hombre socava la fe. Por esta razón, cuando Jesús animó a los apóstoles a predicar con fervor las buenas nuevas, les dijo: “No se hagan temerosos de los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena” (Mateo 10:28). Como explicó Cristo, el miedo al hombre demuestra cortedad de miras, pues ningún ser humano puede quitarnos nuestra recompensa de vida futura. Además, tememos a Dios porque reconocemos su imponente poder, ante el cual resulta insignificante el poderío de las naciones (Isaías 40:15). Como Abrahán, tenemos plena confianza en la capacidad de Jehová para resucitar a sus siervos fieles (Revelación 2:10). Por ello afirmamos con toda seguridad: “Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Romanos 8:31). 18 Sea que recibamos la oposición de un familiar o de un bravucón de la escuela, podremos constatar que “en el temor de Jehová hay fuerte confianza” (Proverbios 14:26). Pidámosle fuerzas a Dios, seguros de que nos escuchará (Salmo 145:19). Él nunca olvida a quienes le temen. Por boca del profeta Malaquías nos asegura: “En aquel tiempo los que estaban en temor de Jehová hablaron unos con otros, cada uno con su compañero, y Jehová siguió prestando atención y escuchando. Y un libro de recuerdo empezó a ser escrito delante de él para los que estaban en temor de Jehová y para los que pensaban en su nombre” (Malaquías 3:16). 19 Se acerca el día en que todos los que vivan en la Tierra adorarán a Jehová y nadie tendrá miedo al hombre, ni tampoco al hambre, la enfermedad, el delito o la guerra (Isaías 11:9). Pero el temor de Dios permanecerá por siempre, pues sus siervos fieles, tanto en el cielo como en la Tierra, seguirán tributándole el respeto, obediencia y honra que merece (Revelación 15:4). Entretanto, tomemos todos muy en serio el consejo divinamente inspirado de Salomón: “No envidie tu corazón a los pecadores; antes bien, esté en el temor de Jehová todo el día. Porque en tal caso existirá un futuro, y tu propia esperanza no será cortada” (Proverbios 23:17, 18). [Notas] Hay adultos que se vuelven insensibles al peligro al realizar con frecuencia labores arriesgadas. Cuando le preguntaron a un carpintero de experiencia por qué les faltaba un dedo a muchos de sus colegas, respondió llanamente: “Pierden el miedo a las electrosierras de alta velocidad”. A Jehová mismo le repugna el mal. Por ejemplo, Efesios 4:29 se refiere al lenguaje sucio como „dichos corrompidos‟. El término griego para “corrompido” se aplicaba en sentido literal a fruta, pescado o carne en descomposición. Este adjetivo muestra vívidamente la repulsión que deben producirnos las expresiones soeces o insultantes. Así mismo, en las Escrituras suele calificarse
  • 4. a los ídolos de “estercolizos” (Deuteronomio 29:17; Ezequiel 6:9). Dado que el excremento nos da asco de modo espontáneo, entendemos cuánto le desagrada a Dios todo tipo de idolatría. ****Una ayuda importante en este proceso de refinación es el temorpiadoso, que incluye “odiar lo malo” (Proverbios 8:13). Aunque la persona que teme de verdad a Jehová aprecia Su bondad amorosa, siempre está al tanto de que Él tiene el poder de castigar, incluso con la muerte, a los que lo desobedecen. Jehová indicó que quienes le temen también deben obedecerlo, cuando dijo en cuanto a Israel: “¡Si tan solo desarrollaran este corazón suyo para temerme y guardar todos mis mandamientos siempre, a fin de que les vaya bien a ellos y a sus hijos hasta tiempo indefinido!” (Deuteronomio 5:29). Está claro que el temor piadoso no tiene como objetivo mantenernos en un estado de sumisión y terror, sino motivarnos a obedecer a nuestro Padre, quien, como sabemos, desea lo mejor para nosotros. De hecho, el temor piadoso enriquece y alegra la vida, como quedó incuestionablemente demostrado en el caso de Jesucristo mismo (Isaías 11:3; Lucas 12:5).