2. La tradición del Señor de los Milagros comenzó en la segunda
mitad del siglo XVI, cuando un anónimo peón del barrio limeño
de Pachacamilla, lugar donde moraban los esclavos africanos
que trabajaban las tierras del encomendero de Pachacámac,
pintó la imagen para ornar el galpón donde se reunían sus
cofrades congoleños. La imagen fue asociada a un culto nativo
de protección ante los sismos, heredado del santuario
precolombino de Pachacámac. Sobre la pared de adobe del
pobre galpón, quedó la sencilla imagen de Cristo Crucificado,
con la Virgen de pie y la Magdalena de hinojos abrazando la
Cruz, pintura que se mantuvo incólume tras el terrible terremoto
que el 16 de noviembre de 1655 asolara la ciudad de Lima,
entonces capital del más extenso virreinato peninsular.
3.
4. En 1670, el feligrés Andrés León se dedicó al cuidado de la
imagen. Al poco tiempo, el lugar se convirtió en un oratorio y el
Cristo pintado, que para entonces era conocido como “El Cristo
de Maravillas”, empezó a recibir ofrendas de oro y plata como
agradecimiento por los dones concedidos. El Conde de Lemos,
29º virrey, y el Cabildo Eclesiástico decidieron poner punto final a
todo el alboroto en torno al Cristo milagroso, ordenando la
destrucción de la pared. El pueblo quiso ser testigo de tal acto.
Una multitud, aterrada, se congregó a mirar como se acercaban
los enviados del virrey dispuestos a demoler el muro del
Crucificado. Entonces, ocurrió lo extraordinario. Los soldados
que intentaron cumplir la orden fueron atacados por una fuerza
sobrenatural, que los paralizó, y se precipitó luego una lluvia
torrencial, algo inusitado en Lima. Ante tales acontecimientos, el
virrey mandó celebrar la primera misa ante la imagen.
5.
6. En 1684, Sebastián de Antunao, compró el terreno donde se
hallaba el muro del Crucificado y construyó una capilla. Un
nuevo sismo destruyó otra vez la ciudad de Lima, el 10 de
octubre de 1687. El Cristo Moreno, objeto de creciente
devoción de los creyentes, permaneció igualmente intacto. Tras
de lo cual, el padre Alonso de Messía decidió sacar en
procesión una réplica del Cristo de Pachacamilla pintada
en lienzo. Sólo ocho personas cargaron entonces las sencillas
andas de madera, sin mucho esfuerzo. Tras el espantoso
cataclismo, terremoto y maremoto, del 28 de octubre de
1746, que arruinara gran parte de la urbe y destruyera por
completo el puerto del Callao, portentosamente se mantuvo en
pie la capilla del milagroso Crucificado.
7.
8. Gobernando el Perú, el 31er virrey, don Manuel de Amat y
Junient, fue levantado, hacia 1770 el más fino y unitario ejemplo
de templo rococó, con decoración interior neoclásica, y en
su altar mayor se ubicó, cubierto por un cristal enmarcado en
plata, el muro de adobe con la imagen del Patrón Jurado de
Lima: “EL SEÑOR DE LOS MILAGROS” en cuyo loor y
devoción fueran construidos la iglesia y el anexo monasterio de
Las Nazarenas, por directa intervención del ilustrado virrey.
Desde entonces tuvo el Patrón de Lima su propia iglesia. Las
religiosas carmelitas Nazarenas, decidieron mandar pintar un
lienzo de mayor tamaño y tallar unas andas más ornadas y
estables, para así mantener vivo el encargo del resguardo de la
imagen y el cuidado de su culto.
9.
10.
11. En 1776 se fundó la Hermandad del Señor de los
Milagros. A partir de entonces una réplica de la milagrosa
imagen del Crucificado, pintada sobre lienzo, con la
reproducción en el reverso de la imagen de la Virgen de la
Nube, empezó a ser llevada en procesión, todos los octubres,
por los fieles que vistieron desde entonces el color morado,
color litúrgico de la penitencia, en hábitos y capotes,
adicionando el cordón blanco de las promesas al Nazareno.
Ya entonces se requería de 24 cargadores para mover al Señor
tan sólo cien metros, por lo que se optó por reclutar a la mayor
cantidad de devotos, de modo organizado.
12.
13.
14. Llegarían a ser 3,500 los miembros de la hermandad,
divididos como un ejército, presidido por el mayordomo
general y conformado por 20 cuadrillas de cargadores (con
20 devotos cada una) y dos cuadrillas de cantoras y
sahumadoras, encargadas también de elaborar las alfombras
de flores y los arreglos del atrio del templo de Las
Nazarenas. Tras dicho contingente femenino, seguía, como
hasta hoy, todo el pueblo de Lima.
El Señor de los Milagros recorre las calles de Lima
durante el mes de octubre y excepcionalmente en alguna
fecha importante del calendario litúrgico.
17. El color morado del hábito de sus devotos fue instaurado
como distintivo, en el siglo XVIII, por las religiosas
carmelitas nazarenas, que fueran asignadas como custodias
de la venerada imagen. Hoy existen hermandades del Señor
de los Milagros fuera del Perú, en diversas latitudes: en
la América Latina y del Norte (Estados Unidos, Canadá); en
Europa (España, Italia; Ucrania); en Oceanía: Australia; en el
Asia: el Japón etc..
El diario pontificio L’Osservatore Romano ha calificado la
procesión del Señor de los Milagros como la más grande
demostración de fe católica en el mundo, pues se cuenta
entre sus asistentes a más de un millón de fieles.
18.
19. Paso a nuestro Amo y Señor (*)
Paso a Nuestro Amo y Señor
andas, lienzo y candelabros.
Paso a Nuestro Salvador
el Señor de los Milagros.
La calle es un río humano
por cuyo cauce, la gente
muy acompasadamente
camina desde temprano.
"Avancen, avancen hermanos,
no estorben al cargador..."
20. grita el Capataz Mayor
que las cuadrillas comanda.
"Paso, que vienen las andas,
paso a Nuestro Amo y Señor..."
Por las calles se desborda
aquel torrente morado;
gimen los pies maltratados,
la Fe permanece sorda.
La multitud que lo aborda
da marco al rey de los cuadros:
Caídas y descalabros
21. en aquella mar mulata,
y cual velero de plata
andas, lienzo y candelabros.
Una señora morena
le ofrece todos sus hijos;
una ciega de ojos fijos
pídele Luz Nazarena;
azota una Magdalena
su vil cuerpo pecador.
Al paso del Redentor
doblan tristes las campanas
22. "Avancen, avancen hermanas,
paso a Nuestro Salvador..."
Sobre el lienzo de Jesús
la tarde pinta una sombra.
Sobre las frentes se nombra
señal de la Santa Cruz...
Bajo un cirio -santa luz-
A Tí, Señor, me consagro,
y de tus perfiles magros
venga a nos tu Redención,
¡que nunca negó perdón
el Señor de los Milagros! (*) NICOMEDES SANTA CRUZ
23. AGD –iaapr– X 05
Música: Padre Nuestro de Samuel Hernández Domingo / Ave María de Andrés Alén
Voces: Schola Cantorum Coralina, de Cuba