El paciente solicita una constancia falsa a la psicóloga para convencer al juez de que ha estado en terapia y así poder regresar con su familia. La psicóloga se niega éticamente y le ofrece una evaluación psicológica real para abordar los problemas subyacentes. Aunque entiende la desesperación del paciente, la psicóloga se mantiene firme en sus principios para no poner en riesgo a otros y encontrar la mejor solución para el bienestar de todos.