SESION 10 INTEGRACIÓN DE PERSONAL SELECCIÓN DE PERSONAL VIRTUAL.ppt
Casos de sociedad y cultura
1. “DON VALENTÍN ESPINOSA”
DE: ERACLIO ZEPEDA.
Quisiera hablarles del amigo más culto que yo conozco. El amigo más culto que yo conozco
se llama Don Valentín Espinosa y no sabe leer. Pero es culto, profundamente culto, porque la
cultura es transformar la naturaleza. Cuando los hombres aparecieron en el mundo, por
cualquiera de los caminos que ustedes quieran, encontraron animales, montañas viento, otros
hombres, encontraron el mar, las nubes. Todo eso, incluidos los otros hombres, eso es la
naturaleza. Lo que el hombre no encontró, lo que el hombre agregó, lo que el hombre inventó
lo que el hombre puso en el mundo que él encontró, eso es la cultura. Desde pulir una piedra
hasta una nave cósmica que va a llegar a Marte, eso es la cultura. Contar un cuento que no
existía en la naturaleza es la cultura. Y Don Valentín Espinosa es el mejor cosechador de maíz
que hay en la región. Por lo tanto, Don Valentín Espinosa es un hombre que está
transformando la naturaleza y arranca maíz de tierras malas y saca grandes cosechas de tierras
buenas y tiene la sonrisa y tiene la alegría y va entregando sus mazorcas a la gente como
entrega también sus cuentos. Así pues, si él es capaz de transformar el mundo, si él es capaz
de agregar algo al mundo, Don Valentín es profundamente culto. Por lo menos más culto que
el licenciado Martínez que es notario público en mi pueblo, que sabe latín, pero que se ha
pasado toda la vida atornillado en su escritorio sin cambiar nada en el mundo.
Don Valentín Espinosa pues, no sabe leer. Bueno, yo digo mal, yo me corrijo, Don Valentín
Espinosa lee todo, fuera de los libros, lee todo. Porque Don Valentín Espinosa, por ejemplo,
sabe leer las nubes, sabe leer en las aguas del río, sabe leer en los ojos de la muchachas, sabe
leer en los sueños, sabe leer en los movimientos de las hojas de los árboles, sabe leer en la
forma en que se mueve el trigo en el viento, sabe leer en las sonrisas de los niños, sabe leer las
fotografías de los periódicos. En fin, fuera de los libros, Don Valentín lee en todos lados…
Fuente: Eraclio Zepeda, poeta mexicano
“Don Valentín Espinosa”. Citado por
Berttolini, Marisa y Langon, Mauricio.
“Diversidad Cultural e Interculturalidad”
Edit. Novedades educativas. Argentina.
2009. Pg. 30.
1
2. LECTURAS DE GÉNERO Y SEXUALIDAD: LA
CULTURA Y LA SEXUALIDAD EN LOS JÓVENES DE
SAMBIA Y ETIOPE.
Lectura Nº01:
2
Capítulo 13: GÉNERO Y SEXUALIDAD
John J. Macionis y Ken Plumier
Normalmente, pensamos que “convertirse” en un hombre, o en una
mujer, es un proceso sencillo del desarrollo natural. Los sociólogos y los
antropólogos han demostrado, sin embargo, que esto no es así. El
antropólogo norteamericano Gilbert Herd, por ejemplo, estudió una serie de
sociedades de Nueva Guinea y observó que en una de ellas, Sambia, se
separa a los niños de 7 a 10 años de sus madres y se les traslada a un lugar
especial fuera de la aldea. Allí se les introduce en prácticas de felación
homosexuales que durante años realizan diariamente. Los adultos de estas
culturas enseñan a los jóvenes que el semen es absolutamente vital, que en
su consumo diario está la base de la masculinidad biológica, y que su propia
masculinidad depende de estas prácticas. Se les enseña también a evitar a las
mujeres, pues éstas son vistas como un elemento contaminante. Al llegar a la
edad adulta, los jóvenes vuelven a la aldea, donde se emparejan con mujeres
y cesan las prácticas homosexuales. El ciclo sin embargo, comienza de
nuevo cuando los padres impulsan a sus hijos a seguir esta pauta erótica.
A partir de estas observaciones Herd llegó a la conclusión de que el
“homoerotismo marca el camino de la masculinidades la sociedad de
Sambia”. Se tratarían no obstante de una homosexualidad ritual. Para la
cultura sambia es absolutamente esencial que los hombres practiquen estas
felaciones para así conseguir su masculinidad, y en última instancia, su
heterosexualidad. La masculinidades este caso es el resultado de una
homosexualidad ritual.
Las conclusiones de esta investigación pueden resultar incómodas
para muchos. En la vida cotidiana es frecuente identificar homosexualidad y
masculinidad como conceptos mutuamente excluyentes. En este sentido, la
vida de los jóvenes y hombres de Sambia es claramente diferente de la vida
de los jóvenes y hombres de la Europa moderna. En Europa, no existe una
homosexualidad ritual como parte del proceso por el que los adolescentes
alcanzan la edad adulta. Todo lo contrario. Si se encuentra a un chico
teniendo experiencias sexuales con otro chico, o bien se piensa que atraviesa
una breve fase homosexual, o se cree que es afeminado y raro. En ningún
caso se considera “masculino”.
Fuente: John J. Macionis y Ken Plumier. Sociología. Edit. Prentice Hall. Madrid.
1999. pp. 343.
3. Lectura Nº02:
3
Sociología global: Capítulo Salud y Sanidad.
LA MUTILACIÓN GENITAL FEMENINA: LA POLITIZACIÓN Y BRUTALIZACIÓN DE LA MEDICINA
En 1993, Meserak Ramsey, una mujer etiope que en la actualidad trabaja como
enfermera en California, fue a visitar a una amiga. Una vez allí observó que la hija de
ésta - de sólo 18 meses de edad – no hacía más que llorar escandalosamente. Ramsey
acabó por averiguar la razón: la hija de su amiga acaba de sufrir una clitoridectomía o
circuncisión femenina, que consiste en la mutilación quirúrgica del clítoris. Esta
operación la llevan a cabo las comadronas, los curanderos tribales, o los médicos,
muchas veces sin anestesia, en países de África y de Oriente Próximo.
De acuerdo con las tradiciones patriarcales de estos países, los maridos
demandan de sus mujeres que sean vírgenes cuando llegan al matrimonio, y que les sean
fieles con posterioridad. El propósito de la mutilación genital es eliminar las
sensaciones sexuales, disminuyendo así las posibilidades de que las mujeres violen la
moralidad sexual vigente. En dicho proceso las mujeres mutiladas se convierten en más
deseables para los hombres. En una quinta parte aproximadamente de los casos, se lleva
a cabo un procedimiento radical al que se conoce como infibulación y que consiste en la
mutilación de todo el aparato genital externo para coser luego las superficies dejando
sólo un pequeño orificio para orinar. En estos casos, al llegar al matrimonio el marido
puede reabrir la herida y asegurarse así la virginidad de su compañera.
En todo el mundo son más de cien millones las mujeres que han sufrido la
mutilación genital. No existen estimaciones del número de mutilaciones que tienen
lugar en Europa y Estados Unidos, pero lo más probable es que cientos o miles de estas
operaciones tengan lugar cada año. En la mayor parte de los casos son las mismas
madres o abuelas inmigrantes, que han sufrido la mutilación en su niñez, las que
insisten que sus hijas o nietas sigan la tradición familiar. En otros casos las operaciones
tienen lugar precisamente por encontrarse en países occidentales donde la moral sexual
es más relajada. “Ya no tengo que preocuparme por ella”, explicó un padre residente en
California a Meserak Ramsey: “será una buena chica”.
Desde el punto de vista médico, las consecuencias de la mutilación sexual
femenina van más allá que la simple perdida del placer sexual. El dolor es intenso y
persistente por largo tiempo, así como el peligro de infección, de infertilidad, e incluso
de muerte. La propia Meserak Ramsey sufrió la mutilación genital femenina cuando era
una niña, y se considera afortunada por haber tenido pocos problemas médicos como
consecuencia.
No obstante, Meserak ha padecido otro tipo de sufrimiento. Hace años recibió la visita
de una pareja de amigos norteamericanos en su casa. En mitad de la noche oyó a la mujer gritar y
acudió corriendo a la habitación para comprobar qué ocurría; descubrió que la pareja estaba
simplemente haciendo el amor y ella acababa de tener un orgasmo. “No lo entendía”, recuerda
Meserak, “solía pensar que había algo que no estaba bien en las chicas norteamericanas. Pero
ahora me he dado cuenta de que algo no está bien conmigo”. El problema más que en Meserak,
radica en un sistema que ha brutalizado y politizado los procedimientos médicos para ponerlos
al servicio de una forma de control sexual y político.
Fuente: Basado en Crosette, 1995, citado por John J. Macionis y Ken
Plumier. Sociología. Edit. Prentice Hall. Madrid. 1999. pp. 547.