1) Jesús se presenta como el pan vivo que ha bajado del cielo para alimentar no solo el cuerpo sino también el alma. Él invita a los oyentes a dar un salto de fe para creer en él.
2) La fe es un don de Dios, no puede venir de otra manera. Aquellos que tienen fe tienen vida eterna.
3) De la misma manera, la Eucaristía es un regalo donde Jesús se hace realmente presente a través del pan y el vino para dar vida eterna a quien lo recibe.
Una vez en Cristo para siempre en Cristo -William MacDonald Mayconlj Ramirez
Un libro que enseña sobre la gracia de Dios y de Su permanecía en nosotros es un breve estudio practico de lo que implica estar en Cristo una vez que fuimos sellados por Espíritu Santo .
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Lectio Divina Dominical de Corpus Christi Ciclo ACristonautas
TEXTO BIBLICO: Juan 6, 51-58
«El que coma de este pan vivirá eternamente»
PRIMERA LECTURA: Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16a
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 147
SEGUNDA LECTURA: 1 Corintios 10, 16-17
Para descargar: www.cristonautas.com y/o www.fundacionpane.com
La vida de toda persona se va desarrollando en la cercanía y en la proximidad, en el hallazgo y en el encuentro, lo mismo en la recepción que en la despedida, así en la colindancia de distintas situaciones y así en la convivencia con diferentes personas. Es lo anterior una especie de motor y una fuente que va generando toda una serie de diferentes lazos que nos van uniendo a las diferentes personas y también a las situaciones.
Los lazos deben ser entendidos como esos puntos de unión, una especie de conyunturas, cruceros existenciales, como lugares de encuentro o quizá de desencuentro... Los lazos debieran ser vínculos con algo o con alguien.
Esos lazos, vínculos o nexos, podrán ser considerados en nuestra vida desde una doble óptica, ya sea como cadenas o bien como si fueran raíces.
A. ¿Qué es la soledad?
• En el Antiguo Testamento la palabra hebrea que más se utiliza para “solitario” es shamem, que significa “desolado”.
• En el Nuevo Testamento la palabra griega eremos significa “lugares desiertos”.
• La soledad es el estado emocional de tristeza causado por sentirse solo, aislado o alejado de los demás.
• Una persona puede sentir la falta de cercanía con otros aún cuando estén en su presencia.
• David exclamó al Señor en tiempo de soledad:
“Mírame, y ten misericordia de mí, porque estoy solo y afligido”.
(Salmos 25:16)
B. ¿Qué significa estar solo?
• En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea que se traduce solo es badad, que significa “estar con uno mismo”.
• En el Nuevo Testamento, la palabra griega monos denota “sin compañía, solo, solitario”.
• Estar solo es la condición de estar sin compañía, separado de otros.
• Con frecuencia, Jesús buscó estar a solas. Se apartaba de los demás para poder tener comunión con el Padre.
“Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo”.
(Mateo 14:23)
C. ¿Cuál es la diferencia entre estar a solas y sentir soledad?
• La soledad se refiere al estado emocional (por sentirse rechazado y desolado).
• Estar a solas se refiere al estado físico (el estado de estar separado de los demás).
• La soledad generalmente es una experiencia negativa (que va acompañada de un sentimiento de desesperanza).
• Estar a solas puede ser una experiencia positiva (convirtiéndola en un momento de creatividad y comunión con el Señor).
D. Ejemplos bíblicos de soledad
DAVID EXPERIMENTÓ SOLEDAD POR EL RECHAZO.
“Mira a mi diestra y observa, pues no hay quien me quiera conocer;
No tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida”.
(Salmos 142:4)
JOB EXPERIMENTÓ SOLEDAD POR SUS AMIGOS DESLEALES.
“El atribulado es consolado por su compañero; aun aquel que abandona el temor del Omnipotente. Pero mis hermanos me traicionaron como un torrente; pasan como corrientes impetuosas”.
(Job 6:14–15)
ELÍAS EXPERIMENTÓ SOLEDAD PORQUE TEMIÓ LA IRA DE DIOS.
“Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres”.
(1 Reyes 19:3–4)
E. Ejemplos bíblicos de estar solo
PABLO ESTUVO SOLO CUANDO SUS AMIGOS LO ABANDONARON.
“En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león”.
(2 Timoteo 4:16–17)
JOB ESTUVO SOLO CUANDO
Fuente: Emeric Amyot d'Inville, C.M. "Anunciar la Buena Nueva de la Salvación siguiendo las huellas de San Vicente", Vincentiana: Vol. 41: No. 4, Artículo 7.
Esta guía es una ayuda para hacer por tu cuenta el retiro mensual, allí dónde te encuentres, especialmente en caso de dificultad de asistir en el oratorio o iglesia donde habitualmente nos reunimos para orar.
Diseña una experiencia de aprendizaje sobre lectura y escritura como
herramientas de aprendizaje transversal integrando recursos digitales.
La experiencia se debe planear en el formato 1 y luego, se socializa en
una presentación Power Point y se sube a un Slide Share, Issu u otro
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Aprende y utiliza este mazo para divertirte.
1. 1
CHARLA 3: “YO SOY EL PAN VIVO
QUE HA BAJADO DEL CIELO”
En la charla anterior hemos profundizado en la importancia que tiene el signo de la multiplicación de
los panes y los peces, para la vida de los primeros cristianos y para la Iglesia actual. Pero más importante
es aún el significado del signo. Recordemos como, en el comentario a este milagro decíamos que Cristo no
quiere que nos conformemos simplemente con un pan material que sacia una necesidad momentánea
como es el hambre. Cristo mismo nos invita a dar un salto en la fe para que descubramos en este
signo una invitación a compartir con los necesitados, y una invitación más profunda a creer en Dios
y a tener hambre de Dios o, lo que es lo mismo, tener necesidad de él. Cristo nos ha enseñado que
“no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). Él se nos da
como un verdadero alimento que sacia nuestra verdadera hambre de felicidad y de sentido de la vida.
Al reflexionar sobre este tema hemos visto como la sociedad de consumo crea personas vacías, sin
metas ni esperanzas, sin valores y sin sentido de la vida, pendientes sólo de su egoísmo y de satisfacer
sus necesidades primarias. Por eso el discurso del pan de vida es como un aviso que nos hace el mismo
Jesús para que tengamos cuidado: Hay que trabajar por el alimento que no perece, que son las cosas
de Dios y los valores del evangelio. Porque si sólo se está pendiente de las cosas materiales, al final se
vive en la insatisfacción permanente, porque nunca se termina de estar satisfecho con lo que se tiene, y
siempre se desea algo más.
Como la mayoría de gente sólo trabaja por el alimento que perece, acaba descuidando las cosas
del Espíritu, y al final no le encuentran sentido al hecho de creer porque para ellos no aporta nada a su
vida. Recordemos como en la primera charla, nos hacíamos esta pregunta: ¿Para qué sirve creer? Y
¿Qué aporta la fe a mi vida? y hacíamos la analogía (o la comparación) del ramo de flores: ¿para qué
sirve un ramo de flores? Y respondíamos que un ramo de flores aporta belleza, hermosura, perfección,
alegría, elegancia, y sobre todo sirve para hacer feliz a quien lo recibe, y suele provocar un sentimiento de
gratitud de quien lo recibe hacia quien lo regala. Pues eso mismo es lo que nos tiene que aportar la fe a
nuestra vida: alegría, belleza, felicidad, hermosura, sentido de la vida, entusiasmo y sobre todo gratitud
hacia Dios que nos ha hecho este regalo.
En la charla de esta tarde, el Señor me va a invitar, (continuando la lectura de este episodio del pan
de vida), a descubrir que la fe en Cristo es el mejor regalo que tenemos, y el mejor tesoro que hemos
recibido y que debemos cuidar. Porque la fe reorienta el sentido de mi vida, la llena de felicidad, de alegría
y esperanza. Al tener fe, creemos que Cristo vivo está a nuestro lado y junto a nosotros. Él se ha quedado
siempre con nosotros en la eucaristía. Y esa presencia de Cristo vivo provoca un estilo de vida diferente en
los cristianos, frente al vacío y desesperanza generalizada que genera esta sociedad consumista en la que
nos ha tocado vivir.
Vamos a continuar profundizando en esta charla en el salto de la fe al que nos invita la
lectura del capítulo 6 de San Juan y su discurso del pan de vida
1.- Lectura del santo Evangelio según San Juan 6,41-59.
En aquel tiempo, criticaban los judíos a Jesús porque había dicho «yo soy el pan bajado del cielo»,
y decían: -¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre?, ¿cómo dice
ahora que ha bajado del cielo?
Jesús tomó la palabra y les dijo: - No critiquéis: Nadie puede venir a mí, sino lo trae el Padre que
me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día.
Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios.» Todo el que escucha lo que dice el
Padre y aprende, viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que viene de Dios: ése ha
visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el
pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del
2. 2
cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del
mundo.
Disputaban entonces los judíos entre sí: -¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Entonces Jesús les dijo: -Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su
sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come
mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el
Padre; del mismo modo, el que me come, vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron:
el que come este pan vivirá para siempre.
Palabra del Señor.
2.- La fe es un don de Dios: “Nadie puede venir a mí, sino lo trae el Padre que me ha
enviado.”
Estamos viendo a lo largo de este capítulo todo un juego de preguntas y respuestas, y todo un
juego de malentendidos entre la interpretación que da Jesús al signo de la multiplicación de los panes y los
peces, y la forma de entenderlo los judíos que era totalmente materialista e interesada. Aunque Jesús les
ha invitado claramente a dar el salto de la fe y a fiarse de él, (porque esa es la voluntad del padre), éstos
se resisten a creer. Y comienzan a murmurar de Jesús, y entre esos rumores aparecen estas preguntas
¿cómo se atreve a decir que es el pan que baja del cielo? ¿Pero, quién se ha creído que es? ¿No es éste
el hijo de José? ¿No conocemos a su familia?...
Jesús se está presentando como un nuevo Moisés que enseña al pueblo con una nueva ley que es
la del amor, y lo alimenta con un alimento celestial que no es el maná sino él mismo. Pero de Moisés
también se quejaron cuando los sacó de Egipto y murmuraron de él y de Dios. Y a Jesús le está pasando
lo mismo, se resisten a creer en él. Y mira que Jesús sólo ha intentado que diesen el salto de la fe para
que deseen lo que debería ser más importante en mi vida, no sólo satisfacer las necesidades materiales
sino las necesidades más profundas del hombre que son las espirituales.
Entonces Jesús les dice (y nos dice) una frase importantísima: “No critiquéis: Nadie puede venir a
mí, sino lo trae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día”. Esta frase significa
claramente que la fe es un don que nos regala el Padre Dios. Nadie puede conocer o ir a Jesús si el
Padre no nos concede ese don.
¿Qué significado tiene este hecho para mi vida? Los que nos hemos criado en ambientes
cristianos, pensábamos que la fe es la cosa más natural del mundo, que pasaba de padres a hijos sin más
problemas y que lo normal es que todos fueran más o menos creyentes en nuestras familias. Pero lo que
parecía normal hace unos años atrás, ahora se ha convertido en un hecho extraordinario y novedoso. Nos
encontramos de lleno en la sociedad post-cristiana. Ahora es cada vez más raro que la familia rece junta, o
que transmitan la fe en su casa. La sociedad ha cambiado y cuando la mayoría de gente vive de espaldas
a Dios, sin acordarse de él para nada, y considerándolo algo inútil, lo normal es que la gente no crea y “el
creyente” se convierte en una persona rara (alguien fuera de lo común). A los ojos de la sociedad “los que
no somos normales somos los que creemos y nos vamos un fin de semana a estar tranquilos junto al
Señor”.
Los que no creen, nos ven totalmente ilógicos: ¿tiene lógica tiene por ejemplo pensar que la vida
tiene sentido confiando en un hombre que murió en la cruz y que después sus amigos dijeron que estaba
vivo?, ¿tiene lógica pensar que hay vida después de la muerte?, ¿O pensar que el pecado y el mal no
tienen la última palabra en esta sociedad injusta donde la mayoría de personas se comporta peor que los
lobos?, ¿Tiene lógica alimentar la esperanza de que Cristo victorioso vencerá al mal y al pecado del
mundo?, ¿Tiene lógica pensar que cuando escucho la palabra de Dios, creo que es Dios mismo el que me
habla; o cuando rezo estoy rezando supuestamente a un ser que me escucha y me hace caso?, ¿tiene
lógica pensar que los cristianos sólo estamos de paso por este mundo como peregrinos y que la meta
definitiva que aguardamos es el cielo?, ¿tiene lógica pensar en el valor redentor que los cristianos damos
3. 3
al sufrimiento humano y a la enfermedad, cuando aconsejamos a los enfermos que ofrezcan sus
padecimientos como ofrenda a Dios por la salvación del mundo, como lo hizo Cristo en la cruz?. Hay que
reconocer que desde el punto de vista ateo: somos nosotros los raros y los ilógicos. Y todas estas
cuestiones a los ateos le suenan a chino. Pero todas estas preguntas no están pensadas para
desanimarnos o hundirnos. Se plantean para que yo valore cada vez más el don de la fe para mi
vida. Si el Señor me ha regalado el don de la fe, soy un privilegiado porque mi vida tiene sentido.
Por eso este evangelio nos está enseñando que para los creyentes la fe es un don de Dios,
inmerecido por mi parte, pero es el mejor regalo que me ha hecho Dios Padre. Ese don me ha venido
a través de mis padres, de mis familiares, de mis catequistas, de mis sacerdotes, de un grupo de gente
que el Señor ha puesto a mi alrededor para ayudarme y fortalecer mi fe. Y posiblemente en algún
momento de nuestra vida habré tenido dudas, o me habré hecho preguntas, pero he optado por el señor y
continúo fiándome de él.
Ahora bien, Si el Señor me ha regalado el don de la fe, lo ha dado para que lo haga fructificar en mi
vida. Lo dones o talentos no se deben esconder (como hacía el miedoso de la parábola de los talentos. Cf.
Mt 25,14-30) sino que se deben cultivar y cuidar, la luz sirve para alumbrar y no para esconderla. La sal
sirve para dar sabor y no para tirarla. La fe es para anunciarla y proclamarla, no para esconderla. Si
entendemos la fe como lo que es, un regalo, podré comprender mejor esta otra frase del discurso del pan
de vida que hemos proclamado hoy: Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Se refiere evidentemente
a la otra vida, al cielo, pero también se refiere a esta, porque ya en esta vida se empieza a gozar de la
alegría y esperanza de la salvación que Cristo me ha regalado cuando murió en la cruz por mí y resucitó al
tercer día. Ya en esta vida mortal hay momentos en los que yo puedo intuir claramente como Dios se
acerca a mi por amor. Y uno de esos momentos privilegiados tiene que ser la eucaristía (la Misa)
Continuando con este evangelio, el que cree en Jesús y se fía de él, sabe que, aparte de alimentar
el cuerpo, tiene que alimentar el alma. ¿Y cómo se alimenta el alma? Jesús mismo nos lo dice: Yo soy el
pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi
carne, para la vida del mundo.
3.- La eucaristía es también un regalo de Dios (como la fe): Yo soy el pan vivo que ha bajado
del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre.
Jesús ha bajado del cielo. Los hemos escuchado de la misma boca de Jesús en varias ocasiones.
Esta frase hace referencia a que Cristo ha sido enviado por Dios Padre para cumplir la misión de salvar el
mundo. El que cree en Jesús y se alimenta con su palabra y con su pan celestial (la eucaristía) tendrá vida
eterna y resucitará el último día. En la vida terrena ya vivirá una vida unida a Dios, con la presencia viva de
Jesús resucitado que ilumina la existencia y da sentido a la vida, pero el verdadero premio vendrá después
en la otra vida. El banquete de la eucaristía ya anuncia el banquete definitivo del cielo
Jesús dice: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne
y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del
mismo modo, el que me come, vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de
vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come este pan vivirá para siempre. Estas palabras
de Cristo ya nos invitan a centrarnos en el tema de la Eucaristía que es el momento en el que
Jesucristo se hace realmente presente en mi vida bajo las especies de pan y vino.
Recordemos brevemente el evangelio de los discípulos de Emaús (Lc 24,13-24), hay un momento
en que Jesús se hace presente en medio de ellos, pero no lo reconocieron porque estaban preocupados,
desanimados y desencantados por lo que le había ocurrido a Jesús días atrás. Entonces el Señor se puso
a su lado y les explicó las escrituras (como hacemos nosotros en la primera parte de la misa). Cuando
pararon de caminar pidieron al Señor que se quedara con ellos: ¡Quédate con nosotros Señor! Jesús les
regaló entonces el don de la Eucaristía. Y ahí se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús al partir el
pan. Por tanto el Santísimo Sacramento del Altar es el mejor regalo que Dios nos ha hecho para quedarse
vivo y presente en medio de nosotros. Es curioso que cristo haya querido quedarse en medio de nosotros
utilizando estas especies tan sencillas del pan y el vino. Recibir la Eucaristía es entrar en profunda
comunión con Jesús: “el que me come, vivirá por mí. El que coma de este pan vivirá para siempre”. Si
nosotros pensásemos por un momento en el pan y el vino de la Misa está Cristo resucitado realmente
4. 4
presente y que yo lo toco con los labios cuando comulgo, se me pondría la carne de gallina, y la presencia
de Cristo transformaría inmediatamente nuestra vida.
A.- La Eucaristía es Misterio de fe. Cristo resucitado se hace presente de una manera misteriosa
pero real en la Palabra de Dios que escuchamos en todas las Misas, y en el Pan de la Eucaristía que
comulgamos. En todas las Misas la liturgia de la Palabra precede siempre a la liturgia de la eucaristía, y
por tanto se da una continuidad en las dos mesas: la de la palabra y la de la Eucaristía. Nosotros creemos
que Cristo está realmente presente cuando escuchamos su palabra (1ª parte de la Misa), y en las especies
de pan y vino después de la consagración del sacerdote, quién en ese momento, el central de la Misa,
pronuncia las mismas palabras y realiza los mismo gestos que hizo Cristo en la última cena (2ª parte de la
Misa).
B.- La Eucaristía es un banquete. El sacramento de la Eucaristía tiene muchos aspectos. Uno de
ellos es el del Banquete. La Eucaristía nació la noche del Jueves Santo y proviene del banquete pascual
de los judíos, por eso sigue la misma estructura. Primero se escucha la palabra de Dios y se recuerda la
liberación de Egipto que Dios obró a favor del pueblo de Israel por mano de Moisés, y se da gracias al
Señor por esa acción salvífica mediante salmos y cánticos inspirados. Después se come el cordero
pascual y se levanta la copa del vino.
También en el banquete de la Eucaristía se escucha la palabra de Dios mediante la proclamación
de las lecturas y el salmo responsorial, y se alaba al Señor con cantos. En la segunda parte del banquete
se recuerda la muerte y resurrección del Señor que a nosotros nos libra de la esclavitud del pecado, y se
da gracias a Dios por esa manifestación suprema de amor de Dios para con nosotros. Al final se comulga
el Cuerpo de Cristo para unirnos más a Dios y a los demás.
Si la cena pascual judía celebraba y recordaba el paso de la esclavitud de Egipto a la libertad de la
tierra prometida, la cena pascual de Jesucristo, o sea la Misa recuerda el paso de la muerte de Cristo en la
cruz a la vida mediante la resurrección.
Cristo mismo nos invita al banquete de la Eucaristía y nosotros, con fe creemos: “Oh sagrado
banquete en el que el mismo Cristo se nos da en Comida, se celebra el memorial de su pasión, el alma se
nos llena de gracias y se nos da la prenda de la gloria futura”. Es Dios mismo el que invita a todos entrar
en comunión con él.
C.- La eucaristía es un memorial, o sea hacemos memoria de “Cristo que se ofreció una vez
para siempre”. La Eucaristía tiene también un aspecto sacrificial. En todas las misas hacemos memoria
de la entrega y muerte de Cristo en la Cruz, y su resurrección. Las palabras “carne y sangre” suenan a
los sacrificios que se hacían en la Antigua Alianza y que servían para el perdón de los pecados.
Efectivamente también Cristo, en la nueva alianza, se ofreció en la cruz por la salvación de mis pecados y
yo lo recuerdo en todas las misas, porque en cada misa se hace memorial de que, el sacrificio de Cristo en
la cruz sirve, aquí y ahora, para salvarme. Para nosotros que tenemos fe, este acontecimiento ocurrió de
verdad y formaba parte del plan de Dios para salvarnos del pecado. Después de las palabras de la
consagración lo aclamamos de una manera especial: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu
resurrección, ¡ven Señor Jesús!”.
Si la religión judía tenía que ofrecer constantes sacrificios de animales para que se les perdonasen
los pecados y para entrar en comunión con Dios, ahora la Eucaristía se convierte en un sacrificio incruento
porque no hay derramamiento de sangre ni se sacrifican animales. Sólo se ofrece pan y vino para hacer
memoria del único y eterno sacrificio que ofreció Cristo en la cruz para el perdón de los pecados.
D.- La eucaristía es una invitación a la adoración: “Yo estoy con vosotros todos los días”
(Mt 28,20). Nosotros creemos que bajo las especies eucarísticas del pan y vino está realmente presente el
Señor. La verdadera fe nos llevará a tomar conciencia de la presencia real de Jesús, y al comulgar
debemos poner toda nuestra atención en que es él mismo el que viene a nuestra vida. La eucaristía es el
Misterio de la presencia de Cristo que está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Y la
Eucaristía debe ser el centro de la vida Cristiana.
Si Cristo está presente en medio de nosotros todos los días, la Iglesia nos invita a adorar la
Eucaristía fuera de la Misa. Reconocemos que el Señor se queda con nosotros especialmente en el
5. 5
sagrario, y lo adoramos de una manera solemne en la exposición del Santísimo, que debe ser un polo de
atracción de almas enamoradas que desean escuchar la voz del Señor: “Gustad y ved que bueno es el
Señor, dichoso quien se acoge a él” (Sal 33,9). A parte de contemplar al Señor en la adoración a la
eucaristía fuera de la Misa, el Papa Juan Pablo II en una carta apostólica que se titula “quédate con
nosotros Señor” pedía que la adoración al santísimo sea como reparación (junto con nuestra fe y amor) de
los descuidos, olvidos y ultrajes que nuestro Señor padece en todos los lugares del mundo. También
debería ser una reparación el rezo del rosario y la Fiesta del Corpus Christi.
E.- La Eucaristía es el acto supremo del Amor. La Eucaristía nos recuerda el acto supremo de
amor de Dios cuando entregó su vida por nosotros. Y el amor misericordioso de Dios, que recordamos en
todas las misas, debe fomentar en los que comulgamos el cuerpo de Cristo, una verdadera comunión con
nuestros hermanos, incluso los más necesitados. El encuentro con Cristo en la Eucaristía debe producir en
nosotros los mismos frutos que a los discípulos del Señor cuando descubrieron al Señor vivo y resucitado.
Por eso los Cristianos deberíamos vivir la misa como una escuela de amor, de alegría, de fraternidad, de
unión, de perdón y de paz. La base de la autenticidad de nuestras celebraciones nos la explica el mismo
Cristo: “El signo por el que conocerán que sois verdaderos discípulos míos es si os amáis unos a otros”
(Cf. Jn 13,35 y Mt 25,31.46). Dios ha querido hacer de la eucaristía el acto supremo de amor.
F.- La eucaristía es acción de gracias. La Iglesia en cada eucaristía da gracias al Señor. Y el
cristiano de fe debe estar eternamente agradecido al Señor, por la muerte y resurrección de Cristo. Es
importante que el cristiano con auténtica fe dé gracias siempre a Dios por el regalo de la fe y de la
eucaristía, y más ante la “generación incrédula” que nos rodea, que se ha olvidado de Dios, pero que nos
tiene que ver a nosotros como personas de auténtica fe.
Para nuestra reflexión:
Cristo me invita de nuevo a dar el salto de la fe, o sea a fiarme de él, a confiar en él y valorar el
tesoro de la fe que se nos ha regalado:
¿Hemos descubierto la importancia que tiene el regalo de la fe para nuestras vidas?
¿Cómo vivimos nuestras Eucaristías? ¿son un encuentro con el Señor?
¿Creemos de verdad que Cristo está presente en la Eucaristía?
¿Damos gracias a Dios en cada misa por su entrega en la cruz por nosotros?
¿He descubierto que el alimento de mi alma es la Misa, donde yo escucho la Palabra de Dios y
después comulgo el cuerpo de Cristo?
Para rezar esta tarde:
Ayúdanos a fortalecer nuestra fe, concédenos la gracia de valorar el gran regalo que nos haces al
permitir que creamos en ti. Señor concédenos la gracia de encontrarnos contigo y que, de nuestra
intimidad en la oración, brote la luz necesaria para comprender tu Palabra.
Señor Jesús, en los que me rodean, en los que sufren, en los que me explican las escrituras, en los
acontecimientos de mi vida, caminas a nuestro lado pero no te reconocemos. Concédenos unos ojos
limpios para descubrirte en nosotros. Concédenos un mirar nuevo para encontrarte en aquellos que tu
bondad pone a nuestro lado.
Señor Jesús, leemos y escuchamos tu Palabra y nos pasa muchas veces desapercibida. Abre
nuestros oídos para encontrar siempre la novedad de tu mensaje. Abre nuestro corazón para que vivamos
con alegría tu palabra recibida.
Señor Jesús, que has hecho de la eucaristía el momento privilegiado para encontrarnos contigo y
con los hermanos, ayúdanos a vivir este Misterio más intensamente, para que uniéndonos más a ti,
crezcamos en fe, esperanza y caridad.
Señor, concédenos tu paz para que vivamos en plenitud la alegría de tu resurrección, y la
anunciamos con entusiasmo a nuestro hermanos. Señor Jesús, danos tu fuerza para proclamar ante los
hombres la llegada del Reino de Dios y la necesidad de convertir nuestros corazones al Evangelio.
Infúndenos tu espíritu para que nuestra vida sea testimonio creíble de las verdades que proclamamos.