Jesús declara ser el pan de vida que desciende del cielo. Al afirmar esto, está señalando que él es el verdadero pan que Dios da para satisfacer el hambre espiritual y dar vida eterna. Creer en Jesús y recibirlo personalmente es lo que significa comer su carne y beber su sangre, y esto trae unión permanente con él y vida que no termina.