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Apocalipsis Capítulo 2
A los Ángeles de las Iglesias en
Éfeso, Esmirna, Pérgamo y Tiatira Escribe
Versículo 1. “Escribe al ángel de la iglesia de Éfeso. "El que tiene las siete estrellas en
su mano derecha, y anda entre los siete candelabros de oro, dice:”
RH, 31 de Mayo de 1887. En su temprana edad la iglesia en Éfeso había sido hecha
depositaria de verdades sagradas. Había sido dotada de privilegios y dones raros.
"Conozco tus obras, tu trabajo, tu paciencia, y que no puedes tolerar a los malos. Probas-
te a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los hallaste mentirosos. "Has perseverado
y soportado pruebas por mi Nombre, y no has desfallecido”.
ST, 9 de Diciembre de 1886. Nuestro Padre celestial presenta ante sus finitas criaturas
ninguna imposibilidad; él no requiere de ellos aquello que no son capaces de realizar.
No ha puesto ante su iglesia una norma a la cual no pueden subir; sin embargo él desea
que trabajen con sinceridad para alcanzar la alta norma que en ese texto les ha sido pre-
sentada. Desea que ellos oren para ser “llenados de los frutos de justicia,” y luego
esperar esta bendición y recibirla, y crecer en todo en Cristo su Cabeza viviente.
Este fue el gran deseo del apóstol, no tan sólo respecto a la iglesia de Éfeso, sino pa-
ra todas las iglesias que él había sido instrumental en establecer.
RH, 10 de Mayo de 1906. Este es el mensaje que se me ha pedido presentar: Ha-
bréis de tomar las palabras dadas a Pablo para las iglesias en Éfeso como si perso-
nalmente fueran dirigidas a vosotros. Mediante la separación, la desunión, y la diver-
sidad de opinión, Satanás ha detenido la obra delineada en las palabras del apóstol. Si
los creyentes hubieran puesto al yo de lado, si hubieran rehusado llevar a cabo los planes
elaborados por Satanás para detener la obra de Dios, ¡cuánto más avanzada estaría la
obra! Por años se han enviado mensajes indicando la obra a realizar. Pero esta obra no se
ha realizado. Los creyentes se han puesto directamente en el camino de su cumplimien-
to, deteniendo el avance mediante la envidia, la suspicacia, y buscando errores. Han pro-
curado los puestos más altos. El negocio comercial ha absorbido la atención y consumi-
do los recursos que debieran haber sido usados para la proclamación del mensaje de sal-
vación. Gracias a Dios, algo sí se ha logrado. El enemigo ha introducido una variedad de
cosas para ocupar las mentes de los creyentes. El tiempo pronto está pasando, la obra
aun queda sin cumplir, y el mundo se está empeorando más y más. Y sin embargo en
misericordia el Espíritu de Dios aun está luchando con las almas. Hermanos y herma-
nas, pido que os vistáis de toda la armadura de Dios. Aquellos que nunca han escuchado
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las razones de nuestra fe ahora han de ser alcanzados. Muchos están esperando por un
mensaje de la Palabra de Dios. Id a ellos, y decidles dónde nos encontramos en la histo-
ria de este mundo.
OE:13-14. Los ministros de Dios están simbolizados por las siete estrellas, las cuales
se hallan bajo el cuidado y protección especiales de Aquel que es el primero y el
postrero. Las suaves influencias que han de abundar en la iglesia están ligadas con estos
ministros de Dios, que han de representar el amor de Cristo. Las estrellas del cielo están
bajo el gobierno de Dios. Él las llena de luz. El guía y dirige sus movimientos. Si no lo
hiciese, pasarían a ser estrellas caídas. Así sucede con sus ministros. No son sino ins-
trumentos en sus manos, y todo el bien que pueden hacer se realiza por su poder.
Es para honor suyo para lo que Cristo hace a sus ministros una bendición mayor para la
iglesia de lo que son las estrellas para el mundo, por medio de la obra del Espíritu Santo.
El Salvador ha de ser su eficiencia. Si quieren mirar a él como él miraba a su Padre, ha-
rán sus obras. A medida que ellos dependan más y más de Dios, él les dará su resplan-
dor para que lo reflejen sobre el mundo.
HAp:468-469. Cristo fue presentado como sosteniendo las siete estrellas en su mano
derecha. Esto nos asegura que ninguna iglesia que sea fiel a su cometido necesita
temer la destrucción; porque ninguna estrella que tiene la protección del Omnipo-
tente puede ser arrancada de la mano de Cristo.
"El que tiene las siete estrellas en su diestra. . . dice estas cosas." (Apoc. 2:1). Estas pa-
labras son dirigidas a los maestros de la iglesia, a aquellos a quienes Dios confió pesadas
responsabilidades. Las dulces influencias que han de abundar en la iglesia están vincula-
das estrechamente con los ministros de Dios, quienes deben revelar el amor de Cristo.
Las estrellas del cielo están bajo su dirección. Las llena de luz; guía y dirige sus movi-
mientos. Si no lo hiciera, llegarían a ser estrellas caídas. Así es con sus ministros. Son
instrumentos en sus manos, y todo lo bueno que pueden hacer es realizado por medio del
poder divino. Por medio de ellos se difunde la luz del Salvador, quien ha de ser su efi-
ciencia. Si tan sólo miraran a él como él miraba al Padre, serían capacitados para hacer
su obra. Cuando dependan de Dios, él les dará su esplendor para reflejarlo al mundo.
6T:413-414. Tengan los ministros y evangelistas más ocasiones para la sincera oración
con aquellos que están convencidos de la verdad. Recordad que Cristo siempre está con
vosotros. El Señor tiene listas las más preciosas exhibiciones de su gracia para fortalecer
y animar al obrero sincero y humilde. Entonces reflejad a otros la luz que Dios ha hecho
brillar sobre ustedes. Aquellos que hacen esto traen al Señor la ofrenda más preciosa.
Los corazones de aquellos que llevan las buenas nuevas de salvación están llenos del es-
píritu de alabanza.
“Estas cosas dice Aquel que sostiene las siete estrellas en su mano derecha”. Apoc. 2:1.
Las dulces influencias que han de abundar en la iglesia, están conectadas con los
ministros de Dios, quienes han de representar el precioso amor de Cristo. Las es-
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trellas del cielo están bajo el control de Cristo. Él las llena de luz. Él dirige sus mo-
vimientos. Si él no hiciera esto, llegarán a ser estrellas caídas. Igual es con sus mi-
nistros. Son sino instrumentos en sus manos, y todo el bien que ellos hacen es hecho
mediante Su poder. Mediante ellos Su luz ha de ser fulgurante. Es para la honra de
Cristo que él hace de sus ministros como grandes bendiciones para su iglesia mediante la
obra del Espíritu Santo, bendiciones más grandes que lo que son las estrellas para el
mundo. El Salvador ha de ser su suficiencia. Si ellos miran a Él como él vio a su Padre,
harán sus obras. Al hacer de Dios su dependencia, les prodigará su brillantez para que la
reflejen al mundo.
Recuerden, los que son como estrellas en la mano de Cristo, que siempre han de
preservar una dignidad sagrada y santa. Son los representantes de Cristo. La sen-
cillez en él, se encuentra envuelta en la pura y sagrada dignidad de la verdad.
Los siervos de Dios han de predicar Su palabra al pueblo. Bajo la obra del Espíritu Santo
entrarán en orden como las estrellas en la mano de Cristo, para brillar con Su brillantez.
Levántense y resplandezcan los que pretenden ser ministros de Cristo; pues su luz ha
llegado y la gloria del Señor se ha manifestado sobre ellos. Entiendan ellos que Cristo
espera que hagan la misma obra que él ha hecho. Salgan ellos de aquellas iglesias que ya
conocen la verdad, y establezcan nuevas congregaciones, presentando la Palabra de ver-
dad a los que están en ignorancia del mensaje divino de alarma.
6CBA::1118. Cristo "amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella". La compró con
su sangre. Al Hijo de Dios se lo ve caminando en medio de los siete candeleros de
oro. Jesús mismo da el aceite a esas lámparas que arden. Él es quien enciende la
llama. "En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres".
Ningún candelero brilla por sí mismo; tampoco ninguna iglesia. De Cristo emana toda la
luz. La iglesia en el cielo hoy día es sólo el complemento de la iglesia en la tierra; pero
es más excelsa, más grandiosa, perfecta. El mismo esplendor divino ha de continuar a
través de los siglos eternos. El Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son la luz allí.
Ninguna iglesia puede tener luz si falla en difundir la gloria que recibe del trono de Dios
(MS 1a, 1890).
7CBA::967. [Se cita Apoc. 2:1-5]. Las palabras proceden de los labios de Aquel que no
puede mentir. El cuadro revela eterna vigilancia. Cristo está en medio de los siete can-
deleros de oro, caminando de iglesia en iglesia, de congregación en congregación,
de corazón en corazón. "No se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel". Si
los candeleros fueran dejados al cuidado de seres humanos, con cuánta frecuencia
vacilaría la luz y se apagaría; pero Dios no ha entregado su iglesia en manos de hom-
bres. Cristo, Aquel que dio su vida por el mundo "para que todo aquel que en él cree no
se pierda mas tenga vida eterna", es el guardián de la casa. Él es el guardián fiel y leal de
los atrios del templo del Señor...
Cristo camina en medio de sus iglesias a lo ancho y a lo largo de la tierra. Observa
con intenso interés para ver si los suyos están en una condición espiritual tal que
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puedan hacer avanzar su reino. Está presente en cada asamblea de la iglesia. Conoce
a aquellos cuyo corazón puede llenar con el óleo santo para que lo impartan a otros. Los
que fielmente hacen avanzar la obra de Cristo, representando en palabra y en hechos el
carácter de Dios, cumplen el propósito del Señor para ellos, y Cristo se complace en
ellos (RH, 26-05-1903).
6T:418-419. Los que sirven a Dios deben manifestar animación y firmeza en la obra de
salvar almas. Recordemos que hay quienes perecerán a menos que nosotros, como ins-
trumentos de Dios, obremos con resolución inquebrantable. Debemos depender de con-
tinuo del trono de la gracia.
Es inexcusable que la fe de nuestras iglesias sea tan débil. "Tornaos a la fortaleza, o pre-
sos de esperanza." (Zac. 9:12). En Cristo hay fuerza para nosotros. Él es nuestro
Abogado delante del Padre. Envía sus mensajeros a todas partes de su dominio pa-
ra comunicar su voluntad a su pueblo. Anda en medio de sus iglesias. Desea santi-
ficar, elevar y ennoblecer a sus discípulos. La influencia de los que creen verdadera-
mente en él será un sabor de vida en el mundo. Él tiene las estrellas en su diestra y es su
propósito dejar que por intermedio de ellas su luz brille para el mundo. Desea preparar
así a su pueblo para un servicio más sublime en la iglesia celestial. Nos ha confiado una
gran obra. Hagámosla con exactitud y resolución. Demostremos por nuestra vida lo que
la verdad ha hecho para nosotros.
"El cual anda en medio de los siete candeleros de oro." (Apoc. 2:1). Este pasaje
demuestra la relación que sostiene Cristo con las iglesias. Anda en medio de las
iglesias por toda la longitud y la anchura de la tierra. Las observa con intenso inte-
rés para ver si están en una condición espiritual que les permita hacer progresar su
reino. Cristo está presente en toda asamblea de la iglesia. Conoce a todos los que están
relacionados con su servicio y a aquellos cuyo corazón puede llenar de aceite santo para
que lo impartan a otros. Son muy preciosos para Cristo los que realizan fielmente su
obra en nuestro mundo y, representando en palabra y obra el carácter de Dios, cumplen
el propósito del Señor para con ellos. Cristo se deleita en ellos como un hombre se delei-
ta en un jardín bien cuidado y en la fragancia de las flores que ha plantado.
8T:23. Cristo envía a sus mensajeros a toda parte de su dominio para comunicar su
voluntad a sus siervos. Él anda en medio de sus iglesias. Desea santificar, elevar y
ennoblecer a quienes le siguen. La influencia de los que creen en él, será en el mundo
un sabor de vida para vida. Cristo tiene las estrellas en su diestra, y es su propósito dejar
brillar por intermedio de ellas su luz para el mundo. Así desea preparar a su pueblo para
un servicio más elevado en la iglesia celestial. Nos ha confiado una gran obra. Hagámos-
la fielmente. Demostremos en nuestra vida lo que la gracia divina puede hacer por la
humanidad.
HAp:468. Se habla de Cristo como caminando en medio de los candeleros de oro.
Así se simboliza su relación con las iglesias. Está en constante comunicación con su
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pueblo. Conoce su real condición. Observa su orden, su piedad, su devoción.
Aunque es el sumo sacerdote y mediador en el santuario celestial, se le representa como
caminando de aquí para allá en medio de sus iglesias en la tierra. Con incansable desve-
lo y constante vigilancia, observa para ver si la luz de alguno de sus centinelas arde dé-
bilmente o si se apaga. Si el candelero fuera dejado al mero cuidado humano, la vacilan-
te llama languidecería y moriría; pero él es el verdadero centinela en la casa del Señor,
el fiel guardián de los atrios del templo. Su cuidado constante y su gracia sostenedora
son la fuente de la vida y la luz.
7CBA::967. En el mensaje a la iglesia de Éfeso se presenta a Cristo como sostenien-
do las siete estrellas en su mano y caminando en medio de los siete candeleros de
oro. Se presenta como "caminando" entre ellos para ilustrar así su constante vigi-
lancia en favor de su iglesia. "No se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel".
Tampoco se vuelve indiferente. Estas figuras deben ser cuidadosamente estudiadas por
los sub pastores y fielmente aplicadas a su propio caso, para que no pierdan de vista su
gran privilegio de obtener luz de la Fuente de toda luz, impartiéndola a su vez a aquellos
para quienes trabajan (Carta 4, 1908).
Versículo 2. "Conozco tus obras, tu trabajo, tu paciencia, y que no puedes tolerar a los
malos. Probaste a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los hallaste mentirosos.”
5T:435. Se descubrirá en el día del ajuste final que Dios conocía a cada uno por nombre.
Cada acción de la vida tiene un testigo invisible. "Yo conozco tus obras," dice Aquel que
está "en medio de los siete candeleros." (Apoc. 3:15; 1:13). Él sabe qué oportunidades
han sido despreciadas, cuán incansables han sido los esfuerzos del buen Pastor para bus-
car a aquellos que estaban desviados en sendas tortuosas, y para traerlos a la senda de la
seguridad y la paz. Repetidas veces, Dios ha llamado a los que amaban los placeres, y ha
hecho fulgurar la luz de su Palabra a través de su senda, para que pudiesen ver su peligro
y escapar. Pero siguen adelante, bromeando mientras van por el camino ancho, hasta que
al fin termina su tiempo de gracia. Los caminos de Dios son justos y ecuánimes; y cuan-
do la sentencia sea pronunciada contra aquellos que sean hallados faltos, toda boca que-
dará cerrada. . .
Cuán diferente hubiera sido para ambos si hubierais considerado en su verdadera luz la
alabanza y el honor que viene de los hombres. Ustedes tienen más sed de la alabanza del
mundo que de las aguas de vida. La idea de considerarnos importantes entre los hombres
del mundo os ha intoxicado; sus palabras de estima os han engañado. Cuando ponéis una
correcta estima en las cosas eternas, la amistad y la estima de los ricos y educados no
tendrá influencia sobre vosotros. Orgullo, en cualquiera forma que se manifieste, ni vivi-
rá más en vuestro corazón. Pero tanto habéis bebido de las aguas turbias de lo mundanal,
que no veis una mejor forma de vivir.
6CBA::1111. La fe genuina siempre obra por el amor. Cuando miráis el Calvario
Pág. 6
no es para tranquilizar vuestra alma en el incumplimiento del deber, no es para
disponernos a dormir, sino para crear fe en Jesús, fe que obrará purificando el al-
ma del cieno del egoísmo. Cuando nos aferramos a Cristo por la fe, nuestra obra sólo ha
comenzado. Todo hombre tiene hábitos corruptos y pecaminosos que deben ser venci-
dos mediante una lucha intensa. A toda alma se le pide que libre la lucha de la fe. Si uno
es seguidor de Cristo no puede ser áspero en su trato, no puede ser duro de corazón, des-
provisto de simpatía; no puede ser vulgar en su lenguaje, no puede estar lleno de pompo-
sidad y estima propia; no puede ser despótico, ni puede usar palabras ásperas, censurar y
condenar.
La obra del amor emana de la obra de la fe. La religión de la Biblia significa trabajo
constante. "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos". "Ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer
como el hacer por su buena voluntad". Debemos ser celosos de buenas obras, ser cuida-
dosos de hacer buenas obras. Y el Testigo verdadero dice: "Conozco tus obras".
Si bien es cierto que nuestras diligentes actividades en sí mismas no asegurarán la salva-
ción, también es cierto que la fe que nos une a Cristo impulsará el alma a la actividad
(MS 16, 1890).
NB::353-354. "Los que están empleados en cualquier departamento de la obra gracias al
cual el mundo puede ser transformado, no deben entrar en alianza con los que no cono-
cen la verdad. El mundo no conoce al Padre o al Hijo, y no tiene discernimiento espiri-
tual con respecto al carácter de nuestra obra, respecto de lo que debemos hacer o no ha-
cer. Debemos obedecer las órdenes que vienen de arriba. No debemos escuchar el con-
sejo o seguir los planes sugeridos por los no creyentes. Las sugestiones hechas por los
que no conocen la obra que Dios está haciendo en este tiempo, tendrán el efecto de debi-
litar el poder de los instrumentos de Dios. Aceptando sus sugerencias, el consejo de
Cristo es anulado...
"El ojo del Señor está sobre la obra, sobre todos sus planes, y sobre las imaginaciones de
toda mente; él ve debajo de la superficie de las cosas, discerniendo los pensamientos e
intenciones del corazón. No existe un solo hecho propio de las tinieblas, ni un solo
plan, ni una sola imaginación del corazón, ni un solo pensamiento de la mente, que
él no lea como si fuera en un libro abierto. Todo acto, toda palabra, todo motivo, es
fielmente anotado en los registros del gran Dios que investiga el corazón, y que di-
jo: 'Yo conozco tus obras'.
2MS::21-22. La fe genuina siempre obra impulsada por el amor. Cuando miráis el
Calvario, no lo hacéis para tranquilizar vuestra alma en el incumplimiento de vues-
tro deber, ni para disponeros a dormir, sino para generar fe en Jesús, una fe que
obrará purificando el alma del fango del egoísmo. Cuando nos aferramos a Cristo por
la fe, nuestra obra acaba de comenzar. Cada hombre tiene hábitos corrompidos y peca-
minosos que deben ser vencidos mediante una lucha vigorosa. Cada alma tiene que pe-
Pág. 7
lear la batalla de la fe. El que es seguidor de Cristo no puede actuar con falta de honra-
dez en los negocios; no puede ser insensible ni carecer de simpatía. No puede hablar con
aspereza. No puede estar lleno de ostentación y amor propio. No puede ser dominante ni
emplear palabras ásperas, y censurar y condenar.
La obra de amor surge de la acción de la fe. La religión de la Biblia significa traba-
jo constante. "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos"(Mat. 5:16). Obrad
vuestra propia salvación con temor y temblor, porque es Dios el que obra en vosotros
tanto el querer como el hacer su buena voluntad. Debemos buscar celosamente las
buenas obras, y debemos mantenerlas cuidadosamente. Y el Testigo fiel dice: "Yo
conozco tus obras"(Apoc. 2:2).
Si bien es verdad que nuestras múltiples actividades no nos asegurarán la salvación por
sí mismas, también es cierto que la fe que nos une con Cristo estimulará el alma a la ac-
tividad.
Los que carecen de tiempo para prestar atención a sus propias almas, para examinarse a
sí mismos diariamente a fin de ver si están en el amor de Dios, y para colocarse en los
conductos por donde fluye la luz, tendrán tiempo para ponerlo a disposición de las su-
gestiones de Satanás y dedicarlo a la realización de sus planes.
RH, 31 de Mayo de 1887. El Testigo Fiel habla dando encomio sobre la diligencia de
la iglesia en Éfeso, declarando: “Yo conozco tus obras;” y todas sus felicitaciones y
reprensiones han de ser tomadas muy en serio, pues el que habla es Uno que todo lo
sabe. Piedad ardiente y activa manifestada en un trabajo juicioso dará evidencia de
una fuerza moral en la iglesia. Falta de buenas obras conlleva a la falta de piedad, y
falta de piedad produce la inactividad. Piedad diligente y sincera es lo que se espera
de los creyentes, de otra forma sólo habrá una degeneración a sólo un servicio rutinario
y un seco formalismo, mientras que habrá menos y menos santo fervor; fervor que con-
siste de una manifestación de luz desde el candelero.
RH, 26 de Mayo de 1903. “Y que no puedes soportar a los malos, y has probado a
los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos.” Mientras
no debiéramos buscar faltas en otros y acusarlos, nunca hemos de prestar nuestra
influencia para mal. Existen algunos cuyo hablar es vanidad. Su influencia conlleva al
mal. A menos que se arrepientan, serán pesados en balanzas, y hallados faltos. La fiel
reprensión pudiera salvarlos.
5T:538. Dios ha llamado a un pueblo en estos últimos días, a quienes ha hecho los depo-
sitarios de su ley, y este pueblo siempre tendrá tareas desagradables que realizar. "Co-
nozco tus obras, tu trabajo, tu paciencia, y que no puedes tolerar a los malos. Probaste a
los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los hallaste mentirosos. Has perseverado y so-
portado pruebas por mi Nombre, y no has desfallecido.” Se requerirá mucha diligencia
y una continua lucha para mantener el mal fuera de nuestras iglesias. Debe ejerci-
Pág. 8
tarse una disciplina rígida e imparcial; pues algunos que tienen la apariencia de re-
ligión procurarán minar la fe de otros y obrarán sutilmente para exaltarse a sí
mismos.
RH, 31 de Mayo de 1887. “Probaste a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los
hallaste mentirosos”. Habrá hombres que pretenden tener una obra que hacer en
la predicación de la verdad a otros, y pudiera ser que sería mejor probarlos. Pero
la más solemne obligación está puesta sobre aquellos que están dispuestos a realizar
esto, es decir, observar la entrada y salida de los pretenciosos, seguir sus pisadas e
investigar atentamente la manera en que ellos realizan su obra; si de hecho están
dejando una influencia de vida para vida, o una influencia que niega sus pretensio-
nes de ser apóstoles de Cristo Jesús. Verdadero celo, celo cristiano, ha de ser manifes-
tado en cada caso, de modo que los engañadores no obtengan entrada, y mediante el en-
gaño se introduzcan en la confianza de las iglesias cuando no son dignos de la confianza
de cristianos, porque sus obras son malas, sus corazones inicuos, sus acciones corrupto-
ras.
RH, 7 de Junio de 1887. “"Conozco tus obras, tu trabajo, tu paciencia, y que no puedes
tolerar a los malos. Probaste a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los hallaste men-
tirosos”. Esta obra de purificar la iglesia es una labor dolorosa, pero una que no
debe pasarse de alto, si es que la iglesia tuviera la aprobación de Dios.
Versículo 3. "Has perseverado Y soportado pruebas por mi Nombre, y no has desfalleci-
do”.
5T:538. Dios ha elegido en estos postreros días un pueblo al que ha hecho depositario de
su ley, y este pueblo tendrá siempre tareas desagradables que cumplir. "Yo sé tus obras,
y tu trabajo y paciencia; y que tú no puedes sufrir los malos, y has probado a los que se
dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido
paciencia, y has trabajado por mi nombre, y no has desfallecido." (Apoc. 2:2-3). Se re-
querirá mucha diligencia y una lucha continua para mantener el mal apartado de
nuestras iglesias. Debe ejercerse una disciplina rígida e imparcial; porque algunos
que tienen una apariencia de religión, tratarán de minar la fe de los demás y traba-
jarán privadamente para ensalzarse a sí mismos.
En el monte de las Olivas, el Señor Jesús declaró categóricamente que "por haberse mul-
tiplicado la maldad, la caridad de muchos se resfriará." (Mat. 24:12). Habla de una clase
de personas que ha caído de un alto estado de espiritualidad. Penetren en los corazones
estas declaraciones con poder solemne y escrutador. ¿Dónde están el fervor y la devo-
ción a Dios que corresponden a la grandeza de la verdad que aseveramos creer? El amor
al mundo y a algún pecado favorito desarraigó del corazón el amor a la oración y a la
meditación en las cosas sagradas. Se sigue cumpliendo una serie de servicios religiosos
formales; pero, ¿dónde está el amor de Jesús? La espiritualidad está muriendo. ¿Ha de
Pág. 9
perpetuarse este sopor, este lamentable deterioro? ¿Ha de vacilar y apagarse en las tinie-
blas la lámpara de la verdad porque no se la abastece con el aceite de la gracia?
MB::162-163. Nuestras hermanas no tienen excusa si no toman una parte en la obra de
Dios. Todo el que ha gustado de los poderes del mundo venidero, tiene una obra fervien-
te que hacer en algún sentido en la viña del Señor. Quizá nuestras hermanas se las arre-
glen para estar ocupadas con sus dedos continuamente empleados en la preparación de
objetos delicados para embellecer su hogar o para regalarlos a sus amigas. Quizá se
traigan grandes cantidades de este material para ser colocadas sobre el fundamen-
to de la roca, pero ¿considerará Jesús toda esta diversidad de trabajos delicados
como un sacrificio vivo para él? ¿Pronunciará sobre las obreras la alabanza: "Yo
sé tus obras, y tu trabajo y paciencia", y cómo tú "has sufrido, y has tenido pacien-
cia, y has trabajado por mi nombre, y no has desfallecido"?
Pregúntense nuestras hermanas, ¿cómo me encontraré en el juicio con esas almas con las
cuales me he relacionado o debiera haberme relacionado? ¿He estudiado detenidamente
sus casos individuales? ¿Me he familiarizado tanto con mi Biblia como para poder abrir-
les las Escrituras? . .
¿Es la obra que Dios os ha señalado, como a sus siervas que reciben recompensa, el es-
tudiar los intrincados y delicados modelos de los bordados y los muchos puntos oscuros
de esta clase de trabajo con el propósito de dominar lo que alguna otra persona ha hecho
o mostrar lo que podéis hacer? ¿Es ésta la clase de trabajo que Dios os alabará por
haber hecho, que tanto absorbe vuestro interés, vuestro tiempo y talentos dados
por Dios, que no tenéis gusto ni preparación, ni aptitudes para la obra misionera?
Toda esta clase de trabajo es heno, madera y hojarasca, que consumirá el fuego del
último día. Pero, ¿dónde están vuestras ofrendas para Dios? ¿Dónde está vuestro
paciente trabajo, vuestro celo ferviente que os pone en relación con Cristo, llevando
su yugo, levantando sus cargas? ¿Dónde están el oro, la plata y las piedras preciosas
que habéis puesto sobre la roca de fundamento, que el fuego del último día no puede
consumir porque son imperecederos? (RH, 31-05-1887).
Versículo 4. "Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor”.
HAp:469. La iglesia tenía defectos, y necesitaba severa reprensión y corrección; y
Juan fue inspirado a escribir mensajes de amonestación, reprensión y ruego a los
que, habiendo perdido de vista los principios fundamentales del Evangelio, ponían
en peligro la esperanza de su salvación. Pero las palabras de reproche que Dios halla
necesario enviar se pronuncian siempre con tierno amor, y con la promesa de paz a cada
creyente arrepentido. "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo -dice el Señor;- si alguno
oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". (Apoc.
3:20).
1MS::445. Sed muy cuidadosos, mis hermanos, en cuanto a la forma de presentar el te-
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ma de la fe y las obras ante los oyentes, no sea que las mentes se confundan. La gente
necesita que se la inste a ser diligente en buenas obras. Debiera mostrársele cómo tener
éxito, cómo ser purificada, y sus ofrendas serán fragantes delante de Dios. Esto es por
virtud de la sangre de Cristo. Deben presentarse a la gente mensajes de un carácter
decidido. Los hombres deben ir reprobando y reprochando toda forma de mal.
Si se da al ángel de cualquier iglesia una comisión como la que fue dada al ángel de
la Iglesia de Éfeso, óigase el mensaje mediante instrumentos humanos que repro-
chen el descuido, la apostasía y el pecado a fin de que la gente sea inducida al arre-
pentimiento y a la confesión del pecado. Nunca tratéis de ocultar el pecado, pues en
el mensaje de reproche Cristo ha de ser proclamado como el primero y el último,
como Aquel que es todo y en todo para el alma.
El poder de Cristo está a la disposición de los que quieren vencer. El que reprocha ha de
animar a sus oyentes de modo que se esfuercen en procura de la victoria. Ha de animar-
los para que luchen en procura de la liberación de cada práctica pecaminosa, que queden
liberados de cada hábito corrupto, aun cuando su negación del yo les sea como arrancar-
se el ojo derecho o cortarse del cuerpo el brazo derecho. No se debe hacer ninguna con-
cesión a los malos hábitos o prácticas pecaminosas ni se debe transigir con ellos (Ma-
nuscrito 26a, 1892).
6T:421-423. El testigo fiel se dirige a la iglesia de Éfeso diciendo: "Pero tengo contra ti
que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y
haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar,
si no te hubieres arrepentido". (Apoc. 2:4-5).
Al principio, lo que distinguía a la iglesia de Éfeso era la sencillez y el fervor de un niño.
Manifestaba hacia Cristo un amor sentido, vivo y ferviente. Los creyentes se regocija-
ban en el amor de Dios, porque Cristo estaba continuamente presente en su corazón.
Alababan a Dios y su actitud agradecida concordaba con el agradecimiento de la familia
celestial.
El mundo conocía que habían estado con Jesús. Los hombres pecaminosos, arrepentidos,
perdonados, limpiados y santificados, eran asociados con Dios por medio de su Hijo.
Los creyentes trataban fervientemente de recibir y obedecer toda palabra de Dios. Lle-
nos de amor por su Redentor, procuraban como su más alto objeto ganar almas para
Cristo. No querían guardar para sí el precioso tesoro de la gracia de Cristo. Sentían la
importancia de su vocación y, abrumados por el mensaje: Paz en la tierra, buena volun-
tad para con los hombres, ardían en deseos de proclamar las buenas nuevas hasta los
confines más remotos de la tierra.
Los miembros de la iglesia estaban unidos en sus sentimientos y acciones. El amor por
Cristo era la cadena de oro que los vinculaba entre sí. Continuaban conociendo al Señor
siempre más perfectamente, y revelaban alegría, consuelo y paz en su vida. Visitaban a
los huérfanos y las viudas en sus aflicciones y se conservaban sin mancha del mundo.
Consideraban que dejar de hacerlo habría sido contradecir su profesión y negar a su Re-
dentor.
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En toda ciudad, se llevaba adelante la obra. Se convertían almas, que a su vez sentían
que debían comunicar el inestimable tesoro. No podían descansar hasta que los rayos de
luz que habían iluminado su mente resplandeciesen sobre otros. Multitudes de incrédu-
los llegaban a conocer la razón de la esperanza del cristiano. Se hacían cálidos e inspira-
dos llamamientos personales a los pecaminosos y errantes, a los desechados y a aquellos
que, aun profesando conocer la verdad, eran amadores de los placeres más que de Dios.
Pero después de un tiempo, el celo de los creyentes, su amor a Dios y entre sí, em-
pezó a disminuir. Penetró la frialdad en la iglesia. Surgieron divergencias y los ojos
de muchos dejaron de contemplar a Jesús como Autor y Consumador de su fe. Las
masas que podrían haber sido convencidas y convertidas por la práctica fiel de la
verdad fueron dejadas sin amonestación. Entonces fue cuando el Testigo fiel diri-
gió su mensaje a la iglesia de Éfeso. Su falta de interés por la salvación de las almas
demostraba que había perdido su primer amor; porque nadie puede amar a Dios con todo
el corazón, la mente, el alma y las fuerzas, sin amar a aquellos por quienes Cristo murió.
Dios los llamó a arrepentirse y hacer las primeras obras, o quitaría su candelero de su
lugar.
¿No se repite el caso de Éfeso en la iglesia de esta generación? ¿Cómo está empleando
su conocimiento la iglesia que hoy ha recibido el conocimiento de la verdad de Dios?
Cuando sus miembros vieron por primera vez la indecible misericordia de Dios por la
especie caída, no podían permanecer en silencio. Los dominaba el anhelo de cooperar
con Dios para dar a otros las bendiciones que habían recibido. Mientras impartían a
otros, estaban continuamente recibiendo. Crecían en la gracia y en el conocimiento del
Señor Jesucristo. ¿Qué sucede hoy?
6T:76-77. El mandato de Cristo a su pueblo es: “"El señor dijo al siervo: 'Id por los ca-
minos y vallados, y aprémialos a entrar, hasta que se llene mi casa’”. Luc. 14:23.
El llamado al banquete del evangelio primero ha de ser llevado por los caminos. Debe
ser dado a aquellos que pretenden a estar en los caminos de la experiencia cristiana—a
los miembros de las diferentes iglesias. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a
las iglesias. Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de
Dios". Apocalipsis 2:7. En estas iglesias existen verdaderos adoradores. Debe hacerse
una obra por aquellos que han caído de su primer amor, quienes han perdido su
primer celo e interés en cosas espirituales. Debemos llevar la advertencia ante los
profesos cristianos que son transgresores de la ley de Dios. A ellos el mensaje debe
ser dado.
2T:293-294. O mi hermano, si usted hubiera hecho un trabajo cabal hace un año, el pre-
cioso año ya pasado no hubiera sido para usted tan en vano. Usted conocía la voluntad
de su Señor, pero no la hizo. Usted se encuentra en condición peligrosa. Sus sensibilida-
des han quedado indispuestas a las cosas espirituales; usted tiene una conciencia violada.
Su influencia no es la de recoger sino la de desparramar. Usted no tiene interés especial
en ejercicios religiosos. Usted no es un hombre feliz. Su esposa uniría su interés con el
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pueblo de Dios si usted se pusiera de lado. Ella necesita su ayuda. ¿Estarán unidos para
echar mano de esta obra?
El pasado Junio vi que su única esperanza de romper la cadena de su esclavitud era apar-
tarse de sus antiguas amistades. Usted había cedido a las tentaciones de Satanás hasta
que llegó a ser un hombre débil. Usted era un amante del placer más que de Dios, y ca-
minaba apresuradamente por la vereda descendiente. He quedado chasqueada al ver que
usted ha continuado en el mismo estado de indiferencia por años. Usted ha conocido y
experimentado el amor de Dios; y ha sido su deleite hacer la voluntad de Dios. Us-
ted era puntual a los servicios de oración. Su testimonio ha salido de un corazón
que sintió las influencias despertadoras del amor de Cristo. Pero usted ha perdido
su primer amor.
Dios ahora le llama al arrepentimiento, que sea celoso en la obra. Su felicidad eterna se-
rá determinada por el curso que usted siga ahora. ¿Puede usted rechazar las invitaciones
de misericordia ahora ofrecidas? ¿Puede usted escoger su propio camino? ¿Acariciará
usted el orgullo y la vanidad, y perderá así finalmente su alma? La palabra de Dios cla-
ramente nos dice que pocos se salvarán, y que la gran mayoría de aquellos, aún, que son
llamados probarán ser indignos de la vida eterna. Ellos no tendrán parte en el cielo, sino
que tendrán su porción con Satanás, y experimentarán la segunda muerte.
5T:385-386. Muchos suponen que el espíritu misionero y las cualidades para el trabajo
misionero constituyen un don especial que se otorga a los ministros y a unos pocos
miembros de la iglesia, y que todos los demás han de ser meros espectadores. Nunca ha
habido mayor error. Todo verdadero cristiano ha de poseer un espíritu misionero, por-
que el ser cristiano es ser como Cristo. Nadie vive para sí, "y si alguno no tiene el Espí-
ritu de Cristo, el tal no es de él." (Rom. 8:9.) Todo aquel que haya gustado las potestades
del mundo venidero, sea joven o anciano, sabio o ignorante, será movido por el espíritu
que animaba a Cristo. El primer impulso del corazón renovado consiste en traer a
otros también al Salvador. Aquellos que no poseen ese deseo dan muestras de que
han perdido su primer amor; deben examinar detenidamente su propio corazón a
la luz de la palabra de Dios, y buscar fervientemente un nuevo bautismo del Espíri-
tu; deben orar por una comprensión más profunda de aquel admirable amor que
Jesús manifestó por nosotros al dejar el reino de gloria, y al venir a un mundo caí-
do para salvar a los que perecían.
En la viña del Señor hay trabajo para cada uno de nosotros. No debemos buscar la posi-
ción que nos dé los mayores goces o la mayor ganancia. La verdadera religión está
exenta de egoísmo. El espíritu misionero es un espíritu de sacrificio personal. Hemos de
trabajar dondequiera y en todas partes al máximo de nuestra capacidad, para la causa de
nuestro Maestro.
8T:26-27. Cristo ascendió al cielo y envió su Espíritu Santo para fortalecer la obra de los
discípulos. Miles fueron convertidos en un día. En una sola generación el evangelio
fue llevado a toda nación bajo el cielo. Pero poco a poco llegó un cambio. La iglesia
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perdió su primer amor. Se tornó en egoísta y amante del placer. El espíritu del mun-
do fue acariciado. El enemigo echó su maldición sobre aquellos a quienes Dios había
dado luz para un mundo en tinieblas, luz que debió haberse manifestado en buenas
obras. El mundo fue robado de las bendiciones que Dios quiso que recibieran los hom-
bres.
¿No se repite la misma cosa en esta generación? Muchos en estos días están reteniendo
para uso egoísta aquello que el Señor les ha encomendado para la salvación de un mun-
do no advertido, no salvado. En la palabra de Dios un ángel es representado como vo-
lando en medio del cielo, “Entonces vi a otro ángel que volaba por el cielo, con el evan-
gelio eterno para predicarlo a los que habitan en la tierra, a toda nación y tribu, lengua y
pueblo. Decía a gran voz: "¡Reverenciad a Dios y dadle honra, porque ha llegado la hora
de su juicio! Y adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas".
Apoc. 14:6-7.
TM:167. La atmósfera de la iglesia es tan frígida, su espíritu es de tal naturaleza, que los
hombres y mujeres no pueden sostener o soportar el ejemplo de la piedad primitiva na-
cida del cielo. El calor de su primer amor está congelado, y a menos que sean rega-
lados por el bautismo del Espíritu Santo, su candelabro será quitado de su lugar, si
no se arrepienten y hacen las primeras obras. Las primeras obras de la iglesia se
veían cuando los creyentes se buscaban amigos, parientes y conocidos, y con corazones
desbordantes de amor les contaban la historia de lo que Jesús era para ellos y lo que
ellos eran para Jesús. ¡O, que el Señor despierte a los que ocupan puestos de responsabi-
lidad para que no emprendan la obra confiando en su propia habilidad! La obra que salé
de sus manos carecerá del molde y de la inscripción de Cristo.
El egoísmo echa a perder todo lo que hacen los obreros no consagrados. Necesitan orar
siempre, pero no lo hacen. Necesitan velar en oración. Necesitan sentir el carácter sa-
grado de la obra, pero no lo sienten. Manejan cosas sagradas como lo hacen con cosas
comunes. Las cosas espirituales se disciernen espiritualmente, y hasta que puedan
beber del agua de la vida, y Cristo sea en ellos una fuente de agua que salte para
vida eterna, no refrescarán a nadie, no serán una bendición para nadie; y a menos
que se arrepientan, su candelero será quitado de su lugar. Hay necesidad de perse-
verante paciencia, de invencible caridad, de omnipotente fe en la obra de salvar almas.
El yo no debe ser prominente. Debe ejercerse la sabiduría de Cristo al tratar con las
mentes humanas.
Todo obrero que trata con éxito con las almas debe entrar en el trabajo desprovisto del
yo. No puede haber rezongos o irritación, ni ejercerse autoridad arbitraria; no puede se-
ñalarse con el dedo y hablar vanidades; mas emprended la obra con corazones calenta-
dos por el amor hacia Jesús y hacia las preciosas almas por las cuales murió. Los que
tienen suficiencia propia no pueden esconder su debilidad . Afrontarán la prueba con
arrogante confianza en sí mismos, y harán manifiesto el hecho de que Jesús no está con
ellos. Estas almas con suficiencia propia no son pocas, y tienen lecciones que aprender
por la dura experiencia del desconcierto y la derrota. Pocos tienen la gracia de dar la
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bienvenida a una experiencia tal, y muchos se descarrían bajo la prueba. Echan la culpa
de su derrota a las circunstancias, y piensan que su talento no es apreciado por otros. Si
se humillaran a sí mismos bajo la mano de Dios, él les enseñaría.
TM:189-190. Cuando los hombres manifiesten confianza en sus semejantes se acerca-
rán mucho más a la posesión de la mente de Cristo. El Señor ha revelado la estima que
él coloca sobre el hombre. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".
Pero algunas mentes están siempre tratando de remodelar el carácter de otros de acuerdo
con sus propias ideas y medidas. Dios no les ha dado esta obra para hacer.
El yo siempre albergará una alta estima de sí mismo. Cuando los hombres pierden
su primer amor, no guardan los mandamientos de Dios, y entonces comienzan a
criticarse mutuamente. Este espíritu estará pugnando siempre por imponerse hasta el
fin del tiempo. Satanás trata de promoverlo a fin de que los hermanos, en su ignorancia,
traten de devorarse el uno al otro. Dios no es glorificado, sino grandemente deshonrado;
el Espíritu de Dios es agraviado. Satanás se alegra, porque sabe que si él puede hacer
que el hermano vigile al hermano en la iglesia, alguno se sentirá tan descorazonado y
desanimado que abandonará su puesto de deber. Esta no es la obra del Espíritu Santo;
un poder de abajo está obrando en las cámaras de la mente y en el templo del alma para
colocar sus atributos donde debieran estar los atributos de Cristo.
MB:83. Visitad a vuestros vecinos en una manera amigable y trabad relaciones con
ellos.... Aquellos que no quieren hacer este trabajo, aquellos que actúan con la indiferen-
cia que algunos ya han manifestado, pronto perderán su primer amor y comenzarán a
censurar, criticar y condenar a sus propios hermanos (Id., 13-5-1902)
8T:97-98. En la Conferencia General, realizada en Battle Creek en 1901, el Señor dio a
su pueblo evidencia que él estaba pidiendo una reforma. Mentes fueron impresionadas, y
corazones fueron tocados; pero no se hizo una obra cabal. Si corazones empecinados
hubieran sido quebrantados en penitencia ante Dios, su hubiera visto una de las más
grandes manifestaciones del poder de Dios que jamás se haya visto. Pero Dios no fue
honrado. Los testimonios de su espíritu no fueron acatados. Los hombres no se separa-
ron de las prácticas que estuvieron en decidida oposición a los principios de la verdad y
la justicia, principios que siempre han de ser mantenidos en la obra del Señor.
Los mensajes a la iglesia de Éfeso y de Sardis a menudo me han sido repetidos por
Aquel que me da instrucción para su pueblo. [Apoc. 2:1-5]
7CBA::967-968. [Se cita Apoc. 2:1-5]. En este pasaje se resumen las condiciones pa-
ra ser aceptados por Dios. La primera experiencia de la iglesia de Éfeso la indujo a
buenas obras. Dios se deleitaba en el hecho de que su iglesia reflejaba la luz del cie-
lo al revelar el espíritu de Cristo en ternura y compasión. El amor que moraba en el
corazón de Cristo, el amor que lo movió a entregarse como sacrificio por la humanidad y
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a sufrir con paciencia el reproche de los hombres hasta el punto de ser llamado diablo, el
amor que lo impulsó a hacer prodigiosas obras de curación durante su ministerio: éste
era el amor que debía ser revelado en las vidas de sus discípulos.
Pero ellos descuidaron cultivar la compasión y la ternura de Cristo. El yo, como se
manifestaba en los rasgos hereditarios del carácter, echó a perder los principios de
las magníficas y buenas obras que caracterizaron como cristianos a los miembros
de la iglesia de Éfeso. El Señor Jesús necesitaba mostrarles que habían perdido lo que
era todo para ellos. El amor que impulsó al Salvador a morir por nosotros no fue
revelado en su plenitud en la vida de ellos, y por lo tanto no podían honrar el nom-
bre del Redentor. Y al perder su primer amor se aumentó su conocimiento de teorías
"científicas" originadas en el padre de la mentira (MS 11, 1906).
7CBA::968. "Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor". La tuya es una
decadencia, una declinación en el celo santo; el propósito de él no ha sido abando-
nado, pero se ha perdido el fervor. El primer amor del que se convierte a Cristo es
profundo, pleno y ardiente. Ese amor no tiene que disminuir porque aumenta el
conocimiento, porque brilla sobre él una luz mayor y creciente. Ese amor debe ha-
cerse más ferviente a medida que conoce mejor a su Señor...
Dios no aceptará nada que sea menos que la entrega total del corazón. Bienaventurados
aquellos que desde el comienzo de su vida religiosa han sido fieles a su primer amor y
han crecido en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. El resultado se-
guro de su relación y compañerismo con su amado Señor será el aumento de su piedad,
su pureza y su fervor. Están recibiendo una educación divina, y esto se ilustra con una
vida de fervor, de diligencia y de celo...
Debemos procurar conocer nuestras faltas y pecados característicos, que causan tinieblas
y debilidad espiritual y apagaron nuestro primer amor (RH, 07-06-1887).
MM:37-38. El Redentor espera que nuestros médicos hagan de la salvación de las almas
su labor primordial. Si caminan y trabajan con Dios, en su amor y temor, recibirán hojas
del árbol de la vida para dar a los que sufren. Su paz irá con ellos, haciéndolos mensaje-
ros de paz.
No basta con tan sólo leer las Escrituras. Hemos de suplicar al Señor que llene nuestros
errantes corazones con Su Espíritu, para que podamos entender el significado de sus pa-
labras. Para poder recibir beneficio de la lectura de las palabras de Cristo, debemos ha-
cer una correcta aplicación de las mismas a nuestro caso personal.
Se nos ha dado un mensaje que excede en importancia a cualquier otro mensaje enco-
mendado a los mortales. Este mensaje Cristo vino en persona a las isla de Patmos para
presentar a Juan. Le dijo a él que escribiera lo que vio y oyó durante la visión, para que
las iglesias pudieran saber lo que habría de venir sobre la tierra. ¿Reconocen nuestros
obreros médicos la importancia del mensaje de Apocalipsis?...
La palabra: “Sin embargo tengo algo contra ti, pues has dejado tu primer amor,”
se aplica a muchos viviendo en este tiempo. Dios pide un inmediato arrepentimien-
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to y reforma. Es la hora de que se realice un gran cambio entre el pueblo que está
esperando la segunda aparición de su Señor. Pronto se realizarán cosas extrañas. Dios
nos tendrá por responsables por la forma en que tratamos la verdad. La pureza de nuestra
fe y acción decidirá nuestro futuro.
Dios está tratando con nosotros en serio. A cada hombre él ha dado una obra. Todo
mundo ha de hacer su parte. Un testimonio claro y decidido ha de ser presentado, pues
ha de prepararse un pueblo que afronte un tiempo de angustia como nunca se ha visto
desde que hubo nación. MS. 136, 1902.
HHD:261. ¡El fin está cerca! ¡No tenemos ni un momento que perder! Del pueblo de
Dios ha de emanar luz que emita rayos claros, distintos, que presenten a Jesús ante las
iglesias y ante el mundo... Los instrumentos que han de usarse son aquellas almas que
alegremente reciben la luz de la verdad que Dios les comunica. Estas llegan a ser ins-
trumentos divinos para comunicar el conocimiento de la verdad al mundo. Si mediante
la gracia de Cristo su pueblo se transforma en recipientes nuevos, él los llenará con vino
nuevo. Dios concederá luz adicional y se recuperarán verdades antiguas, que serán re-
puestas en el armazón de la verdad, y dondequiera vayan los obreros, triunfarán. Como
embajadores de Cristo, han de escudriñar las Escrituras para investigar las verdades que
se hallan ocultas bajo los escombros del error. Y han de comunicar a otros cada rayo de
luz que reciban. Habrá un sólo interés prevaleciente, un sólo propósito que absorberá
todos los demás: Cristo, justicia nuestra. RH, 23-12-1890.
“Yo soy el Señor que ejercito bondad, juicio, y justicia en la tierra: pues en estas
cosas me deleito, dice el Señor.” Esto es lo que necesita ser introducido a......todas
nuestras iglesias. Dios quiere que toda alma retorne a su primer amor. Él desea que
todos tengan el oro de la fe y amor, para poder así sacar del tesoro e impartir a
otros quienes lo necesitan.
1MS:451-452. Contemplad la cruz del Calvario. Es una garantía permanente del ilimita-
do amor, la inconmensurable misericordia del Padre celestial. Ojala todos se arrepin-
tieran e hicieran sus primeras obras. Cuando hagan esto las iglesias, amarán a Dios
por sobre todas las cosas y a sus prójimos como a sí mismos. Efraín no envidiará a
Judá, y Judá no vejará a Efraín. Entonces serán curadas las divisiones, no se oirán más
los sonidos ásperos de la contienda en los confines de Israel. Mediante la gracia que les
es dada gratuitamente por Dios, todos procurarán contestar la oración de Cristo: que sus
discípulos sean uno, así como él y el Padre son uno. La paz, el amor, la misericordia, y
la benevolencia serán los principios permanentes en el alma. El amor de Cristo será el
tema de cada lengua, y no dirá más el Testigo fiel: "Tengo contra ti, que has dejado
tu primer amor" (Apoc. 2:4). El pueblo de Dios habitará en Cristo, será revelado
el amor de Jesús, y un Espíritu animará todos los corazones regenerando y reno-
vando a todos a la imagen de Cristo modelando de igual manera todos los corazo-
nes. Como ramas vivientes de la Vid verdadera, todos se unirán con Cristo: la cabeza
viviente. Cristo morará en cada corazón guiando, consolando, santificando y presentan-
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do al mundo la unidad de los seguidores de Jesús, lo que así dará testimonio de que las
credenciales celestiales son proporcionadas a la iglesia remanente. La unidad de la igle-
sia de Cristo demostrará que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo.
HAp:462. En los días de los apóstoles, los creyentes cristianos estaban llenos de celo y
entusiasmo. Tan incansablemente trabajaban por su Maestro que, en un tiempo relativa-
mente corto, a pesar de la terrible oposición, el Evangelio del reino se divulgó en todas
las partes habitadas de la tierra. El celo manifestado en ese tiempo por los seguidores de
Jesús fue registrado por la pluma inspirada como estímulo para los creyentes de todas
las épocas. De la iglesia de Éfeso, que el Señor Jesús usó como símbolo de toda la igle-
sia cristiana de los días apostólicos, el Testigo fiel y verdadero declara:
"Yo sé tus obras y tu trabajo y paciencia; y que tú no puedes sufrir los malos, y has pro-
bado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has su-
frido, y has tenido paciencia, y has trabajado por mi nombre, y no has desfallecido."
(Apoc. 2:2-3).
Al principio, la iglesia de Éfeso se distinguía por su sencillez y fervor. Los creyen-
tes trataban seriamente de obedecer cada palabra de Dios, y sus vidas revelaban un
firme y sincero amor a Cristo. Se regocijaban en hacer la voluntad de Dios porque el
Salvador moraba constantemente en sus corazones. Llenos de amor para con su Reden-
tor, su más alto propósito era ganar almas para él. No pensaron en atesorar para sí el
precioso tesoro de la gracia de Cristo. Sentían la importancia de su vocación y, cargados
con el mensaje: "Sobre la tierra paz; entre los hombres buena voluntad," ardían en de-
seos de llevar las buenas nuevas de la salvación a los rincones más remotos de la tierra.
Y el mundo conoció que ellos habían estado con Jesús. Pecadores arrepentidos, perdo-
nados, limpiados y santificados se allegaron a Dios por medio de su Hijo.
Los miembros de la iglesia estaban unidos en sentimiento y acción. El amor a Cristo era
la cadena de oro que los unía. Progresaban en un conocimiento del Señor cada vez más
perfecto, y en sus vidas se revelaba el gozo y la paz de Cristo. Visitaban a los huérfanos
y a las viudas en su aflicción, y se guardaban sin mancha del mundo, pues comprendían
que de no hacerlo, estarían contradiciendo su profesión y negando a su Redentor.
La obra se llevaba adelante en cada ciudad. Se convertían almas y a su vez éstas sentían
que era su deber hablar a otros acerca del inestimable tesoro que habían recibido. No
podían descansar hasta que la luz que había iluminado sus mentes brillara sobre otros.
Multitudes de incrédulos se enteraron de las razones de la esperanza cristiana. Se hacían
fervientes e inspiradas súplicas personales a los errantes, a los perdidos y a los que, aun-
que profesaban conocer la verdad, eran más amadores de los placeres que de Dios
Pero después de un tiempo el celo de los creyentes comenzó a disminuir, y su amor
hacia Dios y su amor mutuo decreció. La frialdad penetró en la iglesia. Algunos se
olvidaron de la manera maravillosa en que habían recibido la verdad. Uno tras
otro, los viejos portaestandartes cayeron en su puesto. Algunos de los obreros más
jóvenes, que podrían haber sobrellevado las cargas de los soldados de vanguardia,
y así haberse preparado para dirigir sabiamente la obra, se habían cansado de las
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verdades tan a menudo repetidas. En su deseo de algo novedoso y sorprendente, in-
tentaron introducir nuevas fases de doctrina, más placenteras para muchas mentes, pero
en desarmonía con los principios fundamentales del Evangelio. A causa de su confianza
en sí mismos y su ceguera espiritual no pudieron discernir que esos sofismas serían cau-
sa de que muchos pusieran en duda las experiencias anteriores, y así producirían confu-
sión e incredulidad.
Al insistirse en esas doctrinas falsas y aparecer diferencias, la vista de muchos fue des-
viada de Jesús, como el autor y consumador de su fe. La discusión de asuntos de doctri-
na sin importancia, y la contemplación de agradables fábulas de invención humana, ocu-
paron el tiempo que debiera haberse dedicado a predicar el Evangelio. Las multitudes
que podrían haberse convencido y convertido por la fiel presentación de la verdad, que-
daban desprevenidas. La piedad menguaba rápidamente y Satanás parecía estar a punto
de dominar a los que decían seguir a Cristo.
HAp:468-469. En el comienzo de la historia de la iglesia, el misterio de iniquidad, pre-
dicho por el apóstol Pablo, comenzó a hacer su obra impía; y al insistir en sus herejías
los falsos maestros, acerca de los cuales Pablo amonestó a los creyentes, muchos fueron
engañados por falsas doctrinas. Algunos vacilaron bajo las pruebas, y fueron tentados a
abandonar la fe. En el tiempo cuando Juan recibía esta revelación, muchos habían
perdido su primer amor a la verdad del Evangelio. Pero en su misericordia Dios no
dejó que su iglesia permaneciese en la apostasía. En un mensaje de infinita ternura reve-
ló su amor hacia ella, y su deseo de que hiciera una obra segura para la eternidad. "Re-
cuerda -rogó- de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras." (Apoc. 2:5).
7CBA:968. Este mensaje es un ejemplo de la forma en que los ministros de Dios deben
presentar sus reproches hoy día. Después de la alabanza por la labor ferviente, viene el
reproche por la pérdida del talento del amor, el cual es el depósito más sagrado. El amor
de Dios fue lo que salvó a la raza caída de la muerte eterna (MS 136, 1902).
1MS:433-435. Hablé a los hermanos de Otsego acerca de los versículos 4 y 5 del segun-
do capítulo de Apocalipsis: "Tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda,
por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré
pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido" (Apoc. 2:4,
5). Aquellos a quienes se dirigieron estas palabras tenían muchas excelentes cuali-
dades que son reconocidas por el Testigo fiel. "Pero dice él tengo contra ti, que has
dejado tu primer amor". Aquí hay una necesidad que tendrá que ser suplida. To-
das las otras virtudes no compensan esta deficiencia. Cristo aconseja a la iglesia:
"Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues
si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepenti-
do... El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré
a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios" (Apoc. 2:4-7).
En estas palabras hay amonestaciones, reproches, amenazas, promesas del Testigo fiel,
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del que tiene las siete estrellas en su diestra. "Las siete estrellas son los ángeles de las
siete iglesias, y los siete candeleros que has visto son las siete iglesias" (Apoc. 1:20).
Cuando esta iglesia es pesada en la balanza del santuario, se la encuentra falta por-
que ha dejado su primer amor. El Testigo fiel declara: "Yo conozco tus obras, y tu ar-
duo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos y has probado a los que se
dicen ser apóstoles, y no lo son y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido
paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado"
(Apoc. 2:2-3). A pesar de todo esto, la iglesia se encontraba falta.
¿Cuál es la fatal deficiencia? "Has dejado tu primer amor". ¿No es éste nuestro ca-
so? Nuestras doctrinas pueden ser correctas; podemos aborrecer las falsas doctri-
nas y no recibir a los que no son leales a los principios; podemos trabajar con ener-
gía incansable; pero aun esto no es suficiente. ¿Cuál es nuestro motivo? ¿Por qué se
nos llama al arrepentimiento? "Has dejado tu primer amor".
Estudie cada miembro de iglesia esta importante amonestación y reproche. Vea ca-
da uno si al contender por la verdad, si al debatir acerca de la teoría, no ha perdido
el tierno amor de Cristo. ¿No ha sido dejado Cristo fuera de los sermones y del co-
razón? ¿No hay peligro de que muchos avancen en una profesión de la verdad, ha-
ciendo obra misionera, al paso que el amor de Cristo no ha sido entretejido en el
trabajo? Esta solemne amonestación del Testigo fiel significa mucho. Demanda que re-
cordéis de dónde habéis caído y os arrepintáis y hagáis las primeras obras, "pues si no -
dice el Testigo fiel vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubie-
ras arrepentido" (Apoc. 2:5). ¡Ojala la iglesia comprendiera la necesidad que tiene de re-
cuperar su primer amor ferviente! Cuando éste falta, son insuficientes todas las otras vir-
tudes. La exhortación al arrepentimiento es tal que no puede ser desoída sin peligro. No
es suficiente una creencia en la teoría de la verdad. El presentar esa teoría a los incrédu-
los no os constituye en testigos para Cristo. La luz que alegró vuestro corazón cuando
comprendisteis por primera vez el mensaje para este tiempo es un elemento esen-
cial en vuestra experiencia y trabajos, y esto se ha perdido de vuestro corazón y de
vuestra vida. Cristo contempla vuestra falta de celo, y declara que habéis caído y
estáis en una posición peligrosa.
1MS:454-455. La iglesia remanente está llamada a atravesar una experiencia similar a
aquélla de los judíos; y el Testigo fiel, que anda en medio de los siete candeleros de oro,
tiene un solemne mensaje que mostrar a su pueblo. El dice: "Pero tengo contra ti, que
has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz
las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si
no te hubieres arrepentido" (Apoc. 2:4-5). El amor de Dios se ha estado desvanecien-
do en la iglesia y, como resultado, el amor del yo ha surgido con renovado vigor.
Con la pérdida del amor de Dios, ha venido la pérdida del amor por los hermanos.
La iglesia puede corresponder con toda la descripción que se da de la Iglesia de Éfeso, y
sin embargo faltarle la piedad vital. De ella dice Jesús: "Yo conozco tus obras, y tu ar-
duo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se
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dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido y has tenido
paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pe-
ro tengo contra ti que has dejado tu primer amor" (Apoc. 2:2-4).
Se ha pensado que una religión legalista era la religión adecuada para este tiempo. Pero
es un error. El reproche de Cristo para los fariseos es aplicable a los que han perdi-
do su primer amor en su corazón. Una religión fría y legalista nunca puede condu-
cir las almas a Cristo, pues es una religión sin amor y sin Cristo. Cuando el ayuno y
la oración se practican con un espíritu de justicia propia, esto resulta algo abominable
para Dios. La reunión solemne para el culto, la rutina de las ceremonias religiosas, la
humillación externa, el sacrificio impuesto, todos proclaman al mundo el testimonio de
que quien realiza esas cosas se considera justo. Esas cosas llaman la atención al que ob-
serva esos rigurosos deberes y dice: Este hombre tiene derecho al cielo. Pero todo es un
engaño. Las obras no nos comprarán la entrada en el cielo. La única gran ofrenda que ha
sido hecha es amplia para todos los que crean. El amor de Cristo animará al creyente con
nueva vida. El que bebe del agua de la fuente de la vida, estará lleno con el vino nuevo
del reino. La fe en Cristo será el medio por el cual el espíritu y los motivos correctos
moverán al creyente, y toda bondad e inclinación celestial procederán de aquel que con-
templa a Jesús, el autor y consumador de su fe. Confiad en Dios, no en los hombres.
Dios es vuestro Padre celestial que está dispuesto a sobrellevar pacientemente vuestras
debilidades, y a perdonarlas y curarlas. "Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el
único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17: 3). Contemplando a
Cristo, seréis transformados hasta el punto de que aborreceréis vuestro orgullo anterior,
vuestra vanidad y vuestro amor propio anteriores, vuestra justicia propia e incredulidad.
Os desprenderéis de esos pecados como de una carga inútil y caminaréis humilde, mansa
y confiadamente delante de Dios. Os ejercitaréis en el amor la paciencia, la delicadeza,
la bondad, la misericordia y en toda gracia que mora en el hijo de Dios y que al fin en-
contrará un lugar entre los santificados y puros.
18ML:188-189. "Por tanto, recuerda de dónde has caído. ¡Arrepiéntete!, y vuelve a
las primeras obras. Si no te arrepientes, vendré a ti, y quitaré tu candelabro de su
lugar.” Aquellos a quienes son dirigidas estas palabras habían perdido su primer
amor---el amor del cual Cristo había declarado: “En esto conocerán que sois mis
discípulos, si tenéis amor los unos por los otros.” Ellos habían hecho aquello por lo
cual Dios los había encomiado altamente. "Conozco tus obras, tu trabajo, tu paciencia, y
que no puedes tolerar a los malos. Probaste a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y
los hallaste mentirosos. Has perseverado y soportado pruebas por mi Nombre, y no has
desfallecido.” Pero a pesar de estas buenas obras, el abandono del primer amor había
tornado sus esfuerzos en una no-aceptación delante de Dios.
Dios dice a su pueblo hoy: “"Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Por
tanto, recuerda de dónde has caído. ¡Arrepiéntete!, y vuelve a las primeras obras. Si no
te arrepientes, vendré a ti, y quitaré tu candelabro de su lugar.”¿Aceptarán la reprensión?
¿Se atreverán a tomar livianamente a tan directa y decidida declaración, y mantendrán
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los talentos encomendados como llenos de lama porque permiten que Satanás se intro-
duzca entre ellos? “Has dejado tu primer amor,” y por tanto no existe firmeza de
propósito. Sin este amor, todo conocimiento, toda capacidad, todo celo y servicio
exterior, son sin valor. No se recibe gracia de Cristo para impartir a otros. Y mien-
tras no reveláis el amor que Cristo os ha encomendado revelar, vuestra luz no está
brillando sobre el mundo.
¿Cómo se compara vuestro amor por los pecadores con el amor que Cristo ha manifesta-
do? Él murió vergonzosa muerte para salvar a seres humanos de perecer. Su amor se ex-
presa en la oración que él ofreció justo antes de su crucifixión, y en esta oración también
es manifestado el poder del amor de Cristo como se revela entre los seres humanos.
18ML:192. Dejando el primer amor significa una caída espiritual. Muchos han caí-
do así. En cada iglesia de nuestra tierra, existe necesidad de confesión, arrepenti-
miento, y reconversión. El chasco de Cristo no tiene descripción. A menos que los
que han caído se arrepientan presto, los engaños de los últimos días los sobrecoge-
rán. Algunos, aunque no lo reconozcan, se están preparando para ser sobrecogidos. La
tentación llega repentinamente, y la luz queda apagada. De allí en adelante la luz es para
ellos como oscuridad, y la oscuridad como luz. Dios pide un arrepentimiento sin demo-
ra. Tanto tiempo han jugado muchos con la salvación, que su vista espiritual está opaca,
y no pueden discernir entre la luz y las tinieblas. Cristo queda humillado en la actitud
que manifiesta su pueblo. El primer amor se ha ido; la fe es débil, existe necesidad e
una cabal transformación.
Mis hermanos, buscad al Señor; humillad vuestros corazones ante Él. Tengo un intenso
deseo de veros caminando en la luz así como Cristo está en la luz. Oro muy ferviente-
mente por vosotros. Pero no puedo dejar de ver que la luz que Dios me dado no es favo-
rable para con nuestros ministros o nuestras iglesias. Habéis dejado el primer amor. La
justicia propia no es el vestido de boda. El dejar de seguir la clara luz de la verdad es
nuestro temible peligro. El mensaje a la iglesia de Laodicea revela nuestra condición
como pueblo.
Versículo 5. "Por tanto, recuerda de dónde has caído. ¡Arrepiéntete!, y vuelve a las pri-
meras obras. Si no te arrepientes, vendré a ti, y quitaré tu candelabro de su lugar.”
7CBA:968. En vista de las muchas virtudes enumeradas, cuán sorprendente es la acusa-
ción presentada contra la iglesia de Éfeso: "Pero tengo contra ti, que has dejado tu pri-
mer amor". Esta iglesia había sido grandemente favorecida. Fue establecida por el após-
tol Pablo. En la misma ciudad estaba el templo de Diana que, en cuanto a su grandeza,
era una de las maravillas del mundo [antiguo]. La iglesia de Éfeso hizo frente a una
gran oposición y algunos de los primeros cristianos sufrieron persecución y sin embargo,
precisamente algunos de ellos se apartaron de las verdades que los habían unido con los
seguidores de Cristo y en cambio, aceptaron los seductores errores inventados por Sata-
nás.
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Este cambio está presentado como una caída espiritual. "Recuerda, por tanto, de
dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras", como se las presenta en
los versículos precedentes. Los creyentes no se dieron cuenta de su caída espiritual.
No advertían el cambio que había ocurrido en sus corazones y que tendrían que
arrepentirse por haber dejado de hacer las primeras obras; pero Dios en su miseri-
cordia hizo un llamado al arrepentimiento, al regreso a su primer amor y a las
obras que siempre son resultado del verdadero amor cristiano (MS 11, 1906).
La pérdida del primer amor se especifica como una caída moral. La pérdida de es-
te amor se presenta como algo que afecta toda la vida religiosa. Dios dice de los
que han perdido este amor, que a menos que se arrepientan vendrá a ellos y quita-
rá su candelero de su lugar (MS 1, 1906).
2CBA:1026. ¿Conocía Salomón a Dios mientras se comportaba a la manera de los idóla-
tras? No. Había olvidado la rica experiencia de su juventud y las oraciones que había
elevado en el templo. [Se cita Apoc. 2:4-5].
El candelero fue quitado de su lugar cuando Salomón se olvidó de Dios. Perdió la
luz de Dios; perdió la sabiduría de Dios; confundió idolatría con religión (RH, 29-03-
1892).
7CBA:972. El mensaje para la iglesia de Laodicea es aplicable a nuestra condición.
Cuán claramente se describe la condición de los que piensan que tienen toda la verdad,
que se enorgullecen de su conocimiento de la Palabra de Dios, pero cuyo poder santifi-
cador no ha sido sentido en sus vidas. Falta en sus corazones el fervor del amor de Dios;
pero este fervor del amor es precisamente lo que hace del pueblo de Dios la luz del
mundo (RH, 23-07-1889).
DTG:246-247. Una religión legal no puede nunca conducir las almas a Cristo, porque es
una religión sin amor y sin Cristo. El ayuno o la oración motivada por un espíritu de jus-
tificación propia, es abominación a Dios. La solemne asamblea para adorar, la repetición
de ceremonias religiosas, la humillación externa, el sacrificio imponente, proclama que
el que hace esas cosas se considera justo, con derecho al cielo, pero es todo un engaño.
Nuestras propias obras no pueden nunca comprar la salvación.
Como fue en los días de Cristo, así es hoy; los fariseos no conocen su indigencia espiri-
tual. A ellos llega el mensaje: "Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no
tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y po-
bre y ciego y desnudo; yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para
que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la
vergüenza de tu desnudez." La fe y el amor son el oro probado en el fuego. Pero en el
caso de muchos, el oro se ha empañado, y se ha perdido el rico tesoro. La justicia de
Cristo es para ellos como un manto sin estrenar, una fuente sellada. A ellos se dice:
"Tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has
caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y qui-
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taré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido."
"Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado: al corazón contrito y humillado no
despreciarás tú, o Dios." El hombre debe despojarse de sí mismo antes que pueda ser, en
el sentido más pleno, creyente en Jesús. Entonces el Señor puede hacer del hombre una
nueva criatura. Los nuevos odres pueden contener el nuevo vino. El amor de Cristo ani-
mará al creyente con nueva vida. En aquel que mira al Autor y Consumador de nuestra
fe, se manifestará el carácter de Cristo.
NB:351-352. "Mientras estaba en ferviente oración, perdí toda conciencia de lo que me
rodeaba; la pieza se llenó de luz, y empecé a presentar un mensaje a una asamblea que
parecía ser de la Asociación General. Yo era dirigida por el Espíritu de Dios para hacer
un ferviente llamado; porque yo estaba impresionada de que había delante de nosotros
un gran peligro en el propio corazón de la obra. Había estado yo, y todavía lo estoy,
agobiada de perplejidad mental y física, abrumada con el pensamiento de que debía pre-
sentar un mensaje a nuestros hermanos de Battle Creek, para advertirles en contra de una
línea de conducta que separaría a Dios de la casa publicadora.
"Los ojos del Señor estaban fijos sobre el pueblo con dolor mezclado con desagra-
do, y se pronunciaron las siguientes palabras: 'Tengo contra ti, que has dejado tu
primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las
primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si
no te hubiereis arrepentido' (Apoc. 2:4-5).
"El que lloró sobre el Israel impenitente al ver cómo ese pueblo desconocía a Dios y a
Cristo su Redentor, observaba el corazón de la obra en Battle Creek. Un gran peligro se
cernía sobre el pueblo, pero algunos no lo sabían. La incredulidad y la impenitencia ha-
bían cegado sus ojos, y confiaban en la sabiduría humana para conducir los intereses
más importantes de la causa de Dios con respecto a la obra de publicaciones. Con la de-
bilidad del juicio humano, algunos hombres estaban juntando en sus manos finitas las
riendas de control, mientras que la voluntad de Dios, el método y el consejo de Dios, no
eran considerados y buscados como cosa indispensable. Hombres de una voluntad em-
pecinada y férrea, tanto pertenecientes a la casa publicadora como fuera de ella, se esta-
ban confederando, y estaban determinados a que se tomaran ciertas medidas de acuerdo
con su propio juicio.
PP:160-162. El Redentor del mundo declara que hay pecados mayores que aquellos por
los cuales fueron destruidas Sodoma y Gomorra. Los que oyen la invitación del Evan-
gelio que llama a los pecadores al arrepentimiento, y no hacen caso de ella, son más cul-
pables ante Dios que los habitantes del valle de Sidim. Mayor aun es el pecado de los
que aseveran conocer a Dios y guardar sus mandamientos, y sin embargo, niegan a Cris-
to en su carácter y en su vida diaria. De acuerdo con lo indicado por el Salvador, la
suerte de Sodoma es una solemne advertencia, no meramente para los que son culpables
de pecados manifiestos, sino para todos aquellos que están jugando con la luz y los pri-
vilegios que vienen del cielo.
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El Testigo fiel dijo a la iglesia de Éfeso: "Tengo contra ti que has dejado tu primer amor.
Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si
no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido."
(Apoc. 2:4-5).
Con una compasión más tierna que la que conmueve el corazón de un padre terrenal que
perdona a su hijo pródigo y doliente, el Salvador anhela que respondamos a su amor y al
perdón que nos ofrece. Dice a los extraviados: "Tornaos a mí, y yo me tornaré a voso-
tros." (Mal. 3:7). Pero si el pecador se niega obstinadamente a responder a la voz que le
llama con compasivo y tierno amor, será abandonado al fin en las tinieblas. El corazón
que ha menospreciado por mucho tiempo la misericordia de Dios se endurece en el pe-
cado, y ya no es susceptible a la influencia de la gracia divina. Terrible será la suerte de
aquel de quien por último el Salvador declare: "Es dado a ídolos." (Oseas 4:17). En el
día del juicio, la suerte de las ciudades de la llanura será más tolerable que la de
aquellos que reconocieron el amor de Cristo y, sin embargo, se apartaron para se-
guir los placeres de un mundo pecador.
Vosotros que despreciáis los ofrecimientos de la misericordia, pensad en la larga serie de
asientos que se acumulan contra vosotros en los libros del cielo; pues allá se registra la
impiedad de las naciones, las familias y los individuos. Dios puede soportar mucho
mientras se lleva la cuenta, y puede enviar llamados al arrepentimiento y ofrecer perdón;
sin embargo, llegará el momento cuando habrá completado la cuenta; cuando el alma
habrá hecho su elección; cuando por su propia decisión el hombre habrá fijado su des-
tino. Entonces se dará la señal para ejecutar el juicio.
2MS:430. Suponed que procuremos diariamente tener nuestros corazones unidos
por los vínculos del amor cristiano."Pero tengo contra ti dice el Testigo Fiel, que
has dejado tu primer amor" (Apoc. 2:4). Y luego añade: "Arrepiéntete... pues si no,
vendré pronto a ti y quitaré tu candelero de su lugar" (Apoc. 2:5). ¿Por qué? Por-
que en nuestra separación mutua estamos separados de Cristo. Nos falta unirnos.
Cuántas veces, cuando me ha parecido estar en la presencia de Dios y los santos ángeles,
he oído la voz del ángel que decía: "Uníos, uníos, uníos, uníos. No dejéis que Satanás
arroje su sombra infernal entre los hermanos. Uníos; en la unidad está la fuerza".
Os repito este mensaje. Al ir a vuestros hogares, hacedlo decididos a uniros; buscad a
Dios de todo corazón, y lo encontraréis, y el amor de Cristo que sobrepasa todo enten-
dimiento, inundará vuestros corazones y vuestras vidas (General Conference Daily Bu-
lletin [Boletín Diario de la Asociación General], 13 de Abril de 1891).
6T:368. ¿Por qué no elevar la voz de nuestros cánticos espirituales en nuestras pe-
regrinaciones? ¿Por qué no volver a nuestra sencillez y fervor? La razón por la
cual no estamos más gozosos consiste en que hemos perdido nuestro primer amor.
Seamos, pues, celosos y arrepintámonos, no sea que nuestro candelero sea quitado
de su lugar.
El templo de Dios está abierto en el cielo, e inunda su umbral la gloria de Dios destinada
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a toda iglesia que ame a Dios y guarde sus mandamientos. Necesitamos estudiar, medi-
tar y orar. Tendremos entonces visión espiritual para discernir los atrios interiores del
templo celestial. Percibiremos los temas de los himnos y agradecimientos del coro ce-
lestial que está alrededor del trono. Cuando Sión se levante y resplandezca, su luz será
muy penetrante y se oirán preciosos himnos de alabanza y agradecimiento en las asam-
bleas de los santos. Cesarán las murmuraciones y quejas por pequeñas desilusiones y di-
ficultades. Mientras apliquemos el colirio áureo, veremos las glorias venideras. La fe
penetrará las densas sombras de Satanás y veremos a nuestro Abogado ofreciendo el in-
cienso de sus propios méritos en nuestro favor. Cuando veamos esto tal cual es, como el
Señor desea que lo veamos, nos embargará un sentido de la inmensidad y diversidad del
amor de Dios.
Dios enseña que debemos congregarnos en su casa para cultivar los atributos del amor
perfecto. Esto preparará a los moradores de la tierra para las mansiones que Cristo ha
ido a preparar para todos los que le aman. Allí se congregarán en el santuario de sábado
en sábado, de luna nueva en luna nueva, para unir sus voces en los más sublimes acentos
de alabanza y agradecimiento a Aquel que está sentado en el trono y al Cordero para
siempre jamás.
8T:298-299. Ha entrado en el corazón de no pocas personas que por mucho tiempo han
estado en la verdad un espíritu de crítica inexorable. Son mordaces y buscan faltas en
todo. Subieron al sitial de la justicia y condenan a los que no se amoldan a sus ideas.
Dios pide que se humillen y se le acerquen por medio del arrepentimiento y de la confe-
sión de sus pecados. Les dice: "Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Re-
cuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no,
vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido."
(Apoc. 2:4-5). Procuran obtener el primer lugar y causan daño a muchos corazones por
sus palabras y sus hechos.
Elevo mi testimonio contra ese espíritu y también contra la religión sentimental que es
igualmente peligrosa. Escuchad, hermanos y hermanas: ¿Quién es vuestro jefe? ¿Cristo
o el ángel caído del cielo? Examinaos a vosotros mismos para saber si estáis firmes en
la fe.
TM:278-279. Id a los que suponéis que están en error, hablad con ellos, no actuando con
duplicidad e hipocresía, y reuniéndoos con ellos día tras día con aparente camaradería, y
al mismo tiempo tramando contra ellos en perfecta unidad con los agentes satánicos que
están en operación para desarraigar, para derribar, para quitar de la institución a aquellos
a quienes quieren exonerar los elementos no creyentes, mientras no se hablan una sola
palabra con los hermanos o hermanas en la fe para redimirlos, para sanarlos, si están en
error; y si no están en error para defender lo justo, y poner el reproche donde correspon-
de: sobre los que traman una obra mala, porque Satanás está detrás de la escena. El Se-
ñor Jesús reprendió a los fariseos, asemejándolos a sepulcros que no parecen tales, ocul-
tos de la vista, paro llenos de corrupción. El Señor odia todo engaño, clandestinidad y
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duplicidad. Esta es la obra de Satanás; la obra de Dios es abierta y franca. Nadie actuará
contra un hijo de Dios apoyándose en el testimonio del enemigo del señor, y obrando a
la manera satánica: ocultándose, y sin embargo sugiriendo, instigando, planeando en
perfecta unidad con los enemigos del Señor.
¿Cómo puede el universo del cielo considerar tal obra disimulada y cobarde contra los
que aman a Dios y guardan sus mandamientos? Los miembros de la iglesia pueden co-
meter errores, y a menudo hacen equivocaciones; pero debe tratarse con ellos con bon-
dad, con ternura, como Cristo trató con nosotros. Pero la represión de Dios está sobre
todos los que hacen la obra de Dios engañosamente, profesando ser amigos de Cristo, y
sin embargo actuando a la manera de una corriente submarina, en las tinieblas, contra los
que aman a Dios. "Hermanos, si alguno fuere tomado en falta, vosotros que sois espiri-
tuales, restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre; considerándote a ti mismo, por-
que tú no seas también tentado".
Aquí está nuestra obra, hermanos; ¿la asumiremos? Tan poco de esto se hace que
se dirigen a la iglesia las siguientes palabras del Testigo Verdadero: "Pero tengo
contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has caído, y
arrepiéntete, y has las primeras obras; pues sino, vendré presto a ti, y quitaré tu
candelero de su lugar, sino te hubieres arrepentido".
TM:357-358. Nuestro Salvador dijo: "Cualquiera que escandalizare a alguno de estos
pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de mo-
lino de asno, y que se le anegase en lo profundo de la mar. ¡Ay del mundo por los es-
cándalos! porque necesario es que vengan escándalos; mas ¡ay de aquel hombre por el
cual viene el escándalo! .... Mirad, no tengáis en poco a algunos de estos pequeños; por-
que os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi Padre que está en los
cielos. Porque el Hijo del hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. ¿Qué
os parece? Si tuviese algún hombre cien ovejas, y se descarriase una de ellas, ¿no iría
por los montes, dejadas las noventa y nueve, a buscar la que se había descarriado? Y si
aconteciese hallarla, de cierto os digo, que más se goza de aquélla, que de las noventa y
nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los
cielos, que se pierda uno de estos pequeños".
"No he venido - dijo Cristo - a llamar a los justos [a vosotros que no sentís necesidad de
arrepentimiento], sino a los pecadores". Los que son obreros juntamente con Dios traba-
jarán en las líneas de Cristo. Hay más de un alma pobre que es mal entendida, inapre-
ciada, llena de angustia y agonía: una oveja perdida y errante. Su mente está entenebre-
cido, no puede encontrar a Dios, y, casi desesperada, la incredulidad toma posesión de
ella. Sin embargo tiene un deseo intenso y anhelante por el perdón y la paz.
Al ser abierto este cuadro, puede hacerse la pregunta: ¿No hay algún cristiano al
cual puede ir una persona tal para encontrar alivio? Esta pregunta Dios la contes-
ta: "Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de
dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto
a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". Un fari-
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seísmo frío, de corazón duro, ha tomado posesión de muchos de los profesos segui-
dores de Cristo, y el amor de Jesús está muerto.
TM:469-470. Los ojos del Señor estaban fijos en su Pueblo y reflejaban dolor mez-
clado con desagrado. Se Pronunciaron las siguientes palabras; "Pero tengo contra
ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto dónde has caído, y arrepién-
tete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitar tu candelero
de su lugar, si no te hubieres arrepentido".
El que lloró sobre el impenitente Israel, notando su ignorancia respecto de Dios y de
Cristo como su redentor, observaba el corazón de la obra en Battle Creek. Un gran peli-
gro amenazaba al pueblo, pero algunos no lo sabían. La incredulidad y la impenitencia
cargaron sus ojos, y le confiaron a la sabiduría humana la conducción de los más impor-
tantes intereses de la causa de Dios con relación a la caza editora. En la debilidad del
juicio humano, los hombres reunían en sus manos finitas las líneas de control, mientras
que la voluntad de Dios, el camino y el consejo de Dios, no se buscaban como algo in-
dispensable . Hombres de una voluntad obstinada y férrea, tanto dentro como fuera de la
oficina, se confederaban, determinados a, tomar ciertas medidas de acuerdo con su pro-
pio juicio.
2MS:93-96. Hermano mío, Ud. se ha engañado y ha engañado a otros. No ha investiga-
do las Escrituras en la forma debida. Debe escudriñarlas para conocer los pensamientos
de Dios, y no para probar su teoría. Ud. lee la Palabra de Dios a la luz de sus propios
conceptos. Levanta una estructura falsa, y luego la llena con pasajes bíblicos que su-
puestamente prueban que es verdadera. Ud. dice: "La Biblia es el fundamento de mi fe".
¿Pero lo es en realidad? Contesto: La Biblia no respalda su posición. Nuevamente Ud.
dice: "Demuéstreme mediante la Biblia que estoy equivocado, y abandonaré mis ideas".
¿Pero cómo puede Ud. ser convencido por la Biblia, mientras desfigure y aplique equí-
vocamente sus declaraciones? En esta forma Ud. interrumpe la única fuente mediante la
cual Dios podría llegar hasta Ud. y convencerlo.
La única forma válida de investigar las Escrituras consiste en deponer todo prejuicio, to-
da opinión preconcebida, al comienzo mismo de la investigación, y luego iniciar el tra-
bajo buscando la gloria de Dios, teniendo el entendimiento accesible a la convicción y el
corazón enternecido para creer lo que el Señor le dice.
Las opiniones de los hombres concernientes a la interpretación de las Escrituras son mu-
chas y diversas; pero las Escrituras no cambian para acomodarse a las ideas de los hom-
bres. El Libro bendito constituye el sí y el amén; permanece firme y eterno. Los comen-
tarios de los hombres no concuerdan entre sí, pero los hechos grandiosos y benditos
permanecen inalterables. La Palabra de Dios es inmutable; "escrito está".
Ud. también ha sacado de su contexto porciones de los testimonios que el Señor ha dado
para beneficio de su pueblo, y los ha aplicado mal para apoyar sus teorías erróneas; se ha
apropiado de la luz del cielo, o la ha robado, para enseñar aquello que no armoniza con
los testimonios, lo que éstos siempre han condenado. De este modo Ud. coloca el texto
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bíblico y el testimonio en el marco del error. Todos los que están en el error hacen como
Ud. ha hecho... Ud. no tiene fe verdadera en los testimonios. Si la tuviera, habría acepta-
do a aquellos que señalan su engaño. Ud. ha estado bebiendo en fuentes contaminadas...
Ud. ha estado preparado para aceptar las sugerencias de Satanás de dar al mundo algo
nuevo, insólito y sorprendente, algo opuesto a la posición que nuestro pueblo ha sosteni-
do durante tanto tiempo como la verdad. Las falsas manifestaciones de su hija lo han ex-
citado a Ud. a tal punto que se ha sentido llamado a realizar una gran obra. Se ha sentido
halagado y se ha convertido en un instrumento del enemigo para producir resultados que
Ud. es incapaz de estimar. Ha publicado herejías y teorías cuyo único efecto consiste en
estimular la animosidad. El resultado es lamentable para su familia y para todos los que
simpatizan con las falsas teorías que Ud. ha propuesto. Hno. Garmire, hay una obra que
Ud. debe realizar para sí mismo, y que nadie puede hacer en su lugar, y consiste en hu-
millar su corazón delante de Dios, en confesar sus pecados y en ser convertido.
El Señor tiene un pueblo, y lo está guiando. Aunque en la iglesia hay cosas que no son
correctas, Jesús no lo ha puesto a Ud. en el timón para guiar a la iglesia. A menos que
cambie su actitud, Ud. no podrá salvarse. "Arrepiéntete, y haz las primeras obras"
(Apocalipsis 2: 5), es la única condición bajo la cual Dios puede restaurarlo a su fa-
vor. Dios primero hace penitente a quien perdona. Es necesario que se realice en su
caso la obra genuina que el Espíritu Santo de Dios efectúa en el corazón, si es que
Ud. ha de ser rescatado de la trampa del enemigo. Tengo muy poca esperanza en su
caso, porque sus principios están corrompidos. Ud. es un hombre de carácter enga-
ñoso, y sin embargo se atribuye grandes cosas.
Satanás ha logrado hacerle creer que Ud. ha sido elegido por Dios para desempeñar una
parte especial como una persona destacada en relación con el mensaje del tercer ángel,
al ser proclamado con poder. Pero Ud. no está en armonía con Dios, y Dios no puede
contribuir a propagar el error. Ud. saca el mejor partido posible de los errores que ad-
vierte en los hombres responsables de la iglesia, y se aprovecha de los reproches dados a
ellos, debido a que esas personas no armonizan con Ud. ni consideran correcta la expe-
riencia religiosa que Ud. piensa que es superior a la luz que Dios ha hecho brillar sobre
la iglesia. ¿Quién lo ha colocado a Ud. en el sitial del juez, para condenar a otros? No ha
sido Dios, sino Ud. mismo...
Las expresiones de condenación que Ud. ha pronunciado contra sus hermanos, no han
sido pocas. Parecería que su comida y su bebida consisten en condenar. Su experiencia
espiritual se compone de aquello que Ud. ofrece como alimento. Ud. también se com-
place en presentar sus ideas falsas a su familia y a todas las personas que quieran escu-
charlo. Puede sorprenderle que la levadura profana haya surtido efecto? Ud. puede lla-
mar a esto blasfemia, si quiere hacerlo, pero es lo que el Señor me ha mostrado. Las vi-
siones de Ana sirven para confirmarlo en sus conceptos equivocados. Ud. está engañan-
do y siendo engañado. Satanás ha dispuesto de tal forma las cosas, que Ud. ha cercado
su alma con una barrera de falsedades (Carta 12, 1890).
2MS:454. Durante más de medio siglo Dios ha estado dando luz a su pueblo mediante
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los testimonios de su Espíritu. Después de todo este tiempo, ¿se deja que unos pocos
hombres y sus esposas engañen a toda la congregación de los creyentes, declarando que
la Sra. White es un fraude y una engañadora? "Por sus frutos los conoceréis" (Mat.
7:20).
Aquellos que pueden pasar por alto todas las evidencias que Dios les ha dado y
cambiar esa bendición en una maldición, deberían temblar por la seguridad de sus
propias almas. Su candelero será quitado de su lugar a menos que se arrepientan.
El Señor ha sido insultado. El estandarte de la verdad, del primero, del segundo y
del tercer ángel ha sido arrastrado en el polvo. Si los atalayas dejan que el pueblo sea
desviado en esta forma, Dios considerará responsables a algunas personas por la falta de
discernimiento agudo para descubrir qué clase de alimento se ha estado dando al rebaño.
Han ocurrido apostasías y el Señor ha permitido que asuntos de esa naturaleza se desa-
rrollasen en el pasado a fin de mostrar con cuánta facilidad sus hijos serán descarriados
cuando dependan de las palabras de los hombres en vez de investigar por sí mismos las
Escrituras, como hicieron los nobles bereanos, para ver si esas cosas eran así. Y el Señor
ha permitido que acontezcan cosas de esta índole para que se den advertencias de que ta-
les cosas ocurrirán.
2T:295-296. Le ruego, hermano mío, que escudriñe su corazón con diligencia y pregun-
te: "¿En qué camino viajo? ¿Adónde me llevará?" Puede regocijarse porque su existen-
cia no fue cortada mientras no tenía esperanza segura de vida eterna. Dios no permita
que descuide por más tiempo esta obra y perezca en sus pecados. No halague su alma
con falsas esperanzas. Ud. no ve otro camino que seguir sino uno demasiado humilde
para aceptarlo. Cristo le presenta, aun a Ud., mi hermano errante, un mensaje de miseri-
cordia: "Venid, que ya está todo aparejado." (Luc. 14:17,) Dios está dispuesto a aceptar-
le, y a perdonarle todas sus transgresiones, si tan sólo quiere venir. Ud. ha sido pródigo,
se separó de Dios y se mantuvo mucho tiempo alejado de él; a pesar de eso, él le recibirá
ahora. Si; la Majestad del cielo le invita a acudir a él, para que reciba vida. Cristo está
dispuesto a limpiarle del pecado cuando Ud. le acepte. ¿Qué ganancia ha encontrado en
el servicio del pecado? ¿Qué le ha aprovechado seguir la carne y el diablo? ¿No es mise-
rable el salario que recibió? ¡O, vuelva, vuelva! ¿Por qué habría de morir?
Ud. ha sentido muchas convicciones y remordimientos de conciencia. Ha manifestado
muchos propósitos y formulado incontables promesas; y sin embargo, se demora, y no
quiere venir a Cristo a fin de recibir vida. ¡Ojala que en su corazón se grabe la compren-
sión del tiempo en que vivimos para que vuelva y viva! ¿No puede Ud. oír la voz del fiel
Pastor en este mensaje? ¿Cómo puede Ud. desobedecer? No juegue con Dios, no sea
que lo abandone a sus tortuosos caminos. Para Ud. es asunto de vida o muerte. ¿Cuál
escogerá? Es cosa terrible contender con Dios y resistir a sus súplicas. Puede sentir ar-
der el amor de Dios en el altar de su corazón, como lo sintió una vez. Puede comulgar
con Dios como en tiempos pasados. Si limpia su camino, puede volver a disfrutar las ri-
quezas de su gracia, y su rostro expresará nuevamente su amor.
No se requiere de Ud. que se confiese ante aquellos que no conocen su pecado y sus
Pág. 30
errores. No es su deber publicar una confesión que haga triunfar a los incrédulos;
debe confesarse ante quienes corresponde, ante los que no se aprovecharán de sus
yerros. Confiésese de acuerdo con la Palabra de Dios, y permita que sus prójimos
oren por Ud. y Dios aceptará su obra y le sanará. Por amor de su alma, escuche las
súplicas que le instan a hacer una obra cabal para la eternidad. Ponga a un lado su
orgullo, su vanidad y haga lo recto. Vuelva al redil. El Pastor le aguarda y le reci-
birá. Arrepiéntase, haga sus primeras obras, y vuelva a gozar del favor de Dios.
4T:286. Una persona bien pudiera esperar una cosecha donde nunca ha sembrado, o co-
nocimiento donde nunca lo ha buscado, con la misma seguridad que pudiera esperar ser
salvado en la indolencia. Un haragán y un vagabundo nunca tendrán éxito en romper el
prejuicio y vencer el poder de la tentación a las complacencias pecaminosas que le apar-
tan de su Salvador. La luz de la verdad, que santifica la vida, descubrirá al receptor las
pasiones pecaminosas en su corazón, que están contendiendo por el dominio, haciendo
necesario que el hombre ponga en estrechez cada nervio y ejerza todas sus facultades
para resistir a Satanás, y así venza mediante los méritos de Cristo. Cuando rodeado de
influencias calculadas para apartarlo de Dios, sus peticiones no deben disminuir cuando
pide ayuda y fuerza de Jesús para poder vencer las artimañas de Satanás.
Algunos en estas iglesias están en constante peligro porque los afanes de esta vida y
los pensamientos mundanos ocupan tanto la mente que no piensan en Dios o el cie-
lo, y las necesidades de sus propias almas. Despiertan de su estupor de vez en cuan-
do, pero vuelven a caer en sueño más profundo. A menos que despierten plenamen-
te, Dios quitará su luz y bendiciones que les ha dado. Quitará en su ira el candelero
de su lugar. Él ha hecho de estas iglesias las depositarias de su ley. Si rechazan el peca-
do, y mediante la piedad activa y sincera demuestran estabilidad y sumisión a los
preceptos de la palabra de Dios, siendo fieles en realizar su deber religioso, ayudarán a
que se establezca el candelero en su lugar y tendrán la evidencia de que el Señor de los
ejércitos está con ellos y que el Dios de Jacob es su refugio.
4T:403-404. Se me han mostrado las iglesias que en diferentes estados profesan guardar
los mandamientos de Dios y esperar la segunda venida de Cristo. Se advierte en ellas
una indiferencia alarmante, como también el orgullo, el amor al mundo y una fría forma-
lidad. Constituyen el pueblo que se está volviendo rápidamente como el antiguo Israel
en lo concerniente a la falta de espiritualidad. Muchos hacen alta profesión de piedad, y
sin embargo carecen de dominio propio. En ellos rigen los apetitos y pasiones, y el yo
predomina. Muchos son arbitrarios, intransigentes, intolerantes, orgullosos, jactan-
ciosos y sin consagración. Sin embargo, algunas de estas personas son ministros
que manejan verdades sagradas. A menos que se arrepientan, su candelero será
quitado de su lugar. La maldición que el Salvador pronunció sobre la higuera esté-
ril es un sermón dirigido a todos los formalistas e hipócritas jactanciosos que se
presentan ante el mundo cubiertos de hojas orgullosas pero que no dan fruto. ¡Qué
reprensión para los que tienen la forma de la piedad, mientras que en su vida sin cristia-
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Comentario de EGW - Apocalipsis 2

  • 1. Pág. 1 Apocalipsis Capítulo 2 A los Ángeles de las Iglesias en Éfeso, Esmirna, Pérgamo y Tiatira Escribe Versículo 1. “Escribe al ángel de la iglesia de Éfeso. "El que tiene las siete estrellas en su mano derecha, y anda entre los siete candelabros de oro, dice:” RH, 31 de Mayo de 1887. En su temprana edad la iglesia en Éfeso había sido hecha depositaria de verdades sagradas. Había sido dotada de privilegios y dones raros. "Conozco tus obras, tu trabajo, tu paciencia, y que no puedes tolerar a los malos. Probas- te a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los hallaste mentirosos. "Has perseverado y soportado pruebas por mi Nombre, y no has desfallecido”. ST, 9 de Diciembre de 1886. Nuestro Padre celestial presenta ante sus finitas criaturas ninguna imposibilidad; él no requiere de ellos aquello que no son capaces de realizar. No ha puesto ante su iglesia una norma a la cual no pueden subir; sin embargo él desea que trabajen con sinceridad para alcanzar la alta norma que en ese texto les ha sido pre- sentada. Desea que ellos oren para ser “llenados de los frutos de justicia,” y luego esperar esta bendición y recibirla, y crecer en todo en Cristo su Cabeza viviente. Este fue el gran deseo del apóstol, no tan sólo respecto a la iglesia de Éfeso, sino pa- ra todas las iglesias que él había sido instrumental en establecer. RH, 10 de Mayo de 1906. Este es el mensaje que se me ha pedido presentar: Ha- bréis de tomar las palabras dadas a Pablo para las iglesias en Éfeso como si perso- nalmente fueran dirigidas a vosotros. Mediante la separación, la desunión, y la diver- sidad de opinión, Satanás ha detenido la obra delineada en las palabras del apóstol. Si los creyentes hubieran puesto al yo de lado, si hubieran rehusado llevar a cabo los planes elaborados por Satanás para detener la obra de Dios, ¡cuánto más avanzada estaría la obra! Por años se han enviado mensajes indicando la obra a realizar. Pero esta obra no se ha realizado. Los creyentes se han puesto directamente en el camino de su cumplimien- to, deteniendo el avance mediante la envidia, la suspicacia, y buscando errores. Han pro- curado los puestos más altos. El negocio comercial ha absorbido la atención y consumi- do los recursos que debieran haber sido usados para la proclamación del mensaje de sal- vación. Gracias a Dios, algo sí se ha logrado. El enemigo ha introducido una variedad de cosas para ocupar las mentes de los creyentes. El tiempo pronto está pasando, la obra aun queda sin cumplir, y el mundo se está empeorando más y más. Y sin embargo en misericordia el Espíritu de Dios aun está luchando con las almas. Hermanos y herma- nas, pido que os vistáis de toda la armadura de Dios. Aquellos que nunca han escuchado
  • 2. Pág. 2 las razones de nuestra fe ahora han de ser alcanzados. Muchos están esperando por un mensaje de la Palabra de Dios. Id a ellos, y decidles dónde nos encontramos en la histo- ria de este mundo. OE:13-14. Los ministros de Dios están simbolizados por las siete estrellas, las cuales se hallan bajo el cuidado y protección especiales de Aquel que es el primero y el postrero. Las suaves influencias que han de abundar en la iglesia están ligadas con estos ministros de Dios, que han de representar el amor de Cristo. Las estrellas del cielo están bajo el gobierno de Dios. Él las llena de luz. El guía y dirige sus movimientos. Si no lo hiciese, pasarían a ser estrellas caídas. Así sucede con sus ministros. No son sino ins- trumentos en sus manos, y todo el bien que pueden hacer se realiza por su poder. Es para honor suyo para lo que Cristo hace a sus ministros una bendición mayor para la iglesia de lo que son las estrellas para el mundo, por medio de la obra del Espíritu Santo. El Salvador ha de ser su eficiencia. Si quieren mirar a él como él miraba a su Padre, ha- rán sus obras. A medida que ellos dependan más y más de Dios, él les dará su resplan- dor para que lo reflejen sobre el mundo. HAp:468-469. Cristo fue presentado como sosteniendo las siete estrellas en su mano derecha. Esto nos asegura que ninguna iglesia que sea fiel a su cometido necesita temer la destrucción; porque ninguna estrella que tiene la protección del Omnipo- tente puede ser arrancada de la mano de Cristo. "El que tiene las siete estrellas en su diestra. . . dice estas cosas." (Apoc. 2:1). Estas pa- labras son dirigidas a los maestros de la iglesia, a aquellos a quienes Dios confió pesadas responsabilidades. Las dulces influencias que han de abundar en la iglesia están vincula- das estrechamente con los ministros de Dios, quienes deben revelar el amor de Cristo. Las estrellas del cielo están bajo su dirección. Las llena de luz; guía y dirige sus movi- mientos. Si no lo hiciera, llegarían a ser estrellas caídas. Así es con sus ministros. Son instrumentos en sus manos, y todo lo bueno que pueden hacer es realizado por medio del poder divino. Por medio de ellos se difunde la luz del Salvador, quien ha de ser su efi- ciencia. Si tan sólo miraran a él como él miraba al Padre, serían capacitados para hacer su obra. Cuando dependan de Dios, él les dará su esplendor para reflejarlo al mundo. 6T:413-414. Tengan los ministros y evangelistas más ocasiones para la sincera oración con aquellos que están convencidos de la verdad. Recordad que Cristo siempre está con vosotros. El Señor tiene listas las más preciosas exhibiciones de su gracia para fortalecer y animar al obrero sincero y humilde. Entonces reflejad a otros la luz que Dios ha hecho brillar sobre ustedes. Aquellos que hacen esto traen al Señor la ofrenda más preciosa. Los corazones de aquellos que llevan las buenas nuevas de salvación están llenos del es- píritu de alabanza. “Estas cosas dice Aquel que sostiene las siete estrellas en su mano derecha”. Apoc. 2:1. Las dulces influencias que han de abundar en la iglesia, están conectadas con los ministros de Dios, quienes han de representar el precioso amor de Cristo. Las es-
  • 3. Pág. 3 trellas del cielo están bajo el control de Cristo. Él las llena de luz. Él dirige sus mo- vimientos. Si él no hiciera esto, llegarán a ser estrellas caídas. Igual es con sus mi- nistros. Son sino instrumentos en sus manos, y todo el bien que ellos hacen es hecho mediante Su poder. Mediante ellos Su luz ha de ser fulgurante. Es para la honra de Cristo que él hace de sus ministros como grandes bendiciones para su iglesia mediante la obra del Espíritu Santo, bendiciones más grandes que lo que son las estrellas para el mundo. El Salvador ha de ser su suficiencia. Si ellos miran a Él como él vio a su Padre, harán sus obras. Al hacer de Dios su dependencia, les prodigará su brillantez para que la reflejen al mundo. Recuerden, los que son como estrellas en la mano de Cristo, que siempre han de preservar una dignidad sagrada y santa. Son los representantes de Cristo. La sen- cillez en él, se encuentra envuelta en la pura y sagrada dignidad de la verdad. Los siervos de Dios han de predicar Su palabra al pueblo. Bajo la obra del Espíritu Santo entrarán en orden como las estrellas en la mano de Cristo, para brillar con Su brillantez. Levántense y resplandezcan los que pretenden ser ministros de Cristo; pues su luz ha llegado y la gloria del Señor se ha manifestado sobre ellos. Entiendan ellos que Cristo espera que hagan la misma obra que él ha hecho. Salgan ellos de aquellas iglesias que ya conocen la verdad, y establezcan nuevas congregaciones, presentando la Palabra de ver- dad a los que están en ignorancia del mensaje divino de alarma. 6CBA::1118. Cristo "amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella". La compró con su sangre. Al Hijo de Dios se lo ve caminando en medio de los siete candeleros de oro. Jesús mismo da el aceite a esas lámparas que arden. Él es quien enciende la llama. "En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres". Ningún candelero brilla por sí mismo; tampoco ninguna iglesia. De Cristo emana toda la luz. La iglesia en el cielo hoy día es sólo el complemento de la iglesia en la tierra; pero es más excelsa, más grandiosa, perfecta. El mismo esplendor divino ha de continuar a través de los siglos eternos. El Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son la luz allí. Ninguna iglesia puede tener luz si falla en difundir la gloria que recibe del trono de Dios (MS 1a, 1890). 7CBA::967. [Se cita Apoc. 2:1-5]. Las palabras proceden de los labios de Aquel que no puede mentir. El cuadro revela eterna vigilancia. Cristo está en medio de los siete can- deleros de oro, caminando de iglesia en iglesia, de congregación en congregación, de corazón en corazón. "No se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel". Si los candeleros fueran dejados al cuidado de seres humanos, con cuánta frecuencia vacilaría la luz y se apagaría; pero Dios no ha entregado su iglesia en manos de hom- bres. Cristo, Aquel que dio su vida por el mundo "para que todo aquel que en él cree no se pierda mas tenga vida eterna", es el guardián de la casa. Él es el guardián fiel y leal de los atrios del templo del Señor... Cristo camina en medio de sus iglesias a lo ancho y a lo largo de la tierra. Observa con intenso interés para ver si los suyos están en una condición espiritual tal que
  • 4. Pág. 4 puedan hacer avanzar su reino. Está presente en cada asamblea de la iglesia. Conoce a aquellos cuyo corazón puede llenar con el óleo santo para que lo impartan a otros. Los que fielmente hacen avanzar la obra de Cristo, representando en palabra y en hechos el carácter de Dios, cumplen el propósito del Señor para ellos, y Cristo se complace en ellos (RH, 26-05-1903). 6T:418-419. Los que sirven a Dios deben manifestar animación y firmeza en la obra de salvar almas. Recordemos que hay quienes perecerán a menos que nosotros, como ins- trumentos de Dios, obremos con resolución inquebrantable. Debemos depender de con- tinuo del trono de la gracia. Es inexcusable que la fe de nuestras iglesias sea tan débil. "Tornaos a la fortaleza, o pre- sos de esperanza." (Zac. 9:12). En Cristo hay fuerza para nosotros. Él es nuestro Abogado delante del Padre. Envía sus mensajeros a todas partes de su dominio pa- ra comunicar su voluntad a su pueblo. Anda en medio de sus iglesias. Desea santi- ficar, elevar y ennoblecer a sus discípulos. La influencia de los que creen verdadera- mente en él será un sabor de vida en el mundo. Él tiene las estrellas en su diestra y es su propósito dejar que por intermedio de ellas su luz brille para el mundo. Desea preparar así a su pueblo para un servicio más sublime en la iglesia celestial. Nos ha confiado una gran obra. Hagámosla con exactitud y resolución. Demostremos por nuestra vida lo que la verdad ha hecho para nosotros. "El cual anda en medio de los siete candeleros de oro." (Apoc. 2:1). Este pasaje demuestra la relación que sostiene Cristo con las iglesias. Anda en medio de las iglesias por toda la longitud y la anchura de la tierra. Las observa con intenso inte- rés para ver si están en una condición espiritual que les permita hacer progresar su reino. Cristo está presente en toda asamblea de la iglesia. Conoce a todos los que están relacionados con su servicio y a aquellos cuyo corazón puede llenar de aceite santo para que lo impartan a otros. Son muy preciosos para Cristo los que realizan fielmente su obra en nuestro mundo y, representando en palabra y obra el carácter de Dios, cumplen el propósito del Señor para con ellos. Cristo se deleita en ellos como un hombre se delei- ta en un jardín bien cuidado y en la fragancia de las flores que ha plantado. 8T:23. Cristo envía a sus mensajeros a toda parte de su dominio para comunicar su voluntad a sus siervos. Él anda en medio de sus iglesias. Desea santificar, elevar y ennoblecer a quienes le siguen. La influencia de los que creen en él, será en el mundo un sabor de vida para vida. Cristo tiene las estrellas en su diestra, y es su propósito dejar brillar por intermedio de ellas su luz para el mundo. Así desea preparar a su pueblo para un servicio más elevado en la iglesia celestial. Nos ha confiado una gran obra. Hagámos- la fielmente. Demostremos en nuestra vida lo que la gracia divina puede hacer por la humanidad. HAp:468. Se habla de Cristo como caminando en medio de los candeleros de oro. Así se simboliza su relación con las iglesias. Está en constante comunicación con su
  • 5. Pág. 5 pueblo. Conoce su real condición. Observa su orden, su piedad, su devoción. Aunque es el sumo sacerdote y mediador en el santuario celestial, se le representa como caminando de aquí para allá en medio de sus iglesias en la tierra. Con incansable desve- lo y constante vigilancia, observa para ver si la luz de alguno de sus centinelas arde dé- bilmente o si se apaga. Si el candelero fuera dejado al mero cuidado humano, la vacilan- te llama languidecería y moriría; pero él es el verdadero centinela en la casa del Señor, el fiel guardián de los atrios del templo. Su cuidado constante y su gracia sostenedora son la fuente de la vida y la luz. 7CBA::967. En el mensaje a la iglesia de Éfeso se presenta a Cristo como sostenien- do las siete estrellas en su mano y caminando en medio de los siete candeleros de oro. Se presenta como "caminando" entre ellos para ilustrar así su constante vigi- lancia en favor de su iglesia. "No se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel". Tampoco se vuelve indiferente. Estas figuras deben ser cuidadosamente estudiadas por los sub pastores y fielmente aplicadas a su propio caso, para que no pierdan de vista su gran privilegio de obtener luz de la Fuente de toda luz, impartiéndola a su vez a aquellos para quienes trabajan (Carta 4, 1908). Versículo 2. "Conozco tus obras, tu trabajo, tu paciencia, y que no puedes tolerar a los malos. Probaste a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los hallaste mentirosos.” 5T:435. Se descubrirá en el día del ajuste final que Dios conocía a cada uno por nombre. Cada acción de la vida tiene un testigo invisible. "Yo conozco tus obras," dice Aquel que está "en medio de los siete candeleros." (Apoc. 3:15; 1:13). Él sabe qué oportunidades han sido despreciadas, cuán incansables han sido los esfuerzos del buen Pastor para bus- car a aquellos que estaban desviados en sendas tortuosas, y para traerlos a la senda de la seguridad y la paz. Repetidas veces, Dios ha llamado a los que amaban los placeres, y ha hecho fulgurar la luz de su Palabra a través de su senda, para que pudiesen ver su peligro y escapar. Pero siguen adelante, bromeando mientras van por el camino ancho, hasta que al fin termina su tiempo de gracia. Los caminos de Dios son justos y ecuánimes; y cuan- do la sentencia sea pronunciada contra aquellos que sean hallados faltos, toda boca que- dará cerrada. . . Cuán diferente hubiera sido para ambos si hubierais considerado en su verdadera luz la alabanza y el honor que viene de los hombres. Ustedes tienen más sed de la alabanza del mundo que de las aguas de vida. La idea de considerarnos importantes entre los hombres del mundo os ha intoxicado; sus palabras de estima os han engañado. Cuando ponéis una correcta estima en las cosas eternas, la amistad y la estima de los ricos y educados no tendrá influencia sobre vosotros. Orgullo, en cualquiera forma que se manifieste, ni vivi- rá más en vuestro corazón. Pero tanto habéis bebido de las aguas turbias de lo mundanal, que no veis una mejor forma de vivir. 6CBA::1111. La fe genuina siempre obra por el amor. Cuando miráis el Calvario
  • 6. Pág. 6 no es para tranquilizar vuestra alma en el incumplimiento del deber, no es para disponernos a dormir, sino para crear fe en Jesús, fe que obrará purificando el al- ma del cieno del egoísmo. Cuando nos aferramos a Cristo por la fe, nuestra obra sólo ha comenzado. Todo hombre tiene hábitos corruptos y pecaminosos que deben ser venci- dos mediante una lucha intensa. A toda alma se le pide que libre la lucha de la fe. Si uno es seguidor de Cristo no puede ser áspero en su trato, no puede ser duro de corazón, des- provisto de simpatía; no puede ser vulgar en su lenguaje, no puede estar lleno de pompo- sidad y estima propia; no puede ser despótico, ni puede usar palabras ásperas, censurar y condenar. La obra del amor emana de la obra de la fe. La religión de la Biblia significa trabajo constante. "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos". "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer por su buena voluntad". Debemos ser celosos de buenas obras, ser cuida- dosos de hacer buenas obras. Y el Testigo verdadero dice: "Conozco tus obras". Si bien es cierto que nuestras diligentes actividades en sí mismas no asegurarán la salva- ción, también es cierto que la fe que nos une a Cristo impulsará el alma a la actividad (MS 16, 1890). NB::353-354. "Los que están empleados en cualquier departamento de la obra gracias al cual el mundo puede ser transformado, no deben entrar en alianza con los que no cono- cen la verdad. El mundo no conoce al Padre o al Hijo, y no tiene discernimiento espiri- tual con respecto al carácter de nuestra obra, respecto de lo que debemos hacer o no ha- cer. Debemos obedecer las órdenes que vienen de arriba. No debemos escuchar el con- sejo o seguir los planes sugeridos por los no creyentes. Las sugestiones hechas por los que no conocen la obra que Dios está haciendo en este tiempo, tendrán el efecto de debi- litar el poder de los instrumentos de Dios. Aceptando sus sugerencias, el consejo de Cristo es anulado... "El ojo del Señor está sobre la obra, sobre todos sus planes, y sobre las imaginaciones de toda mente; él ve debajo de la superficie de las cosas, discerniendo los pensamientos e intenciones del corazón. No existe un solo hecho propio de las tinieblas, ni un solo plan, ni una sola imaginación del corazón, ni un solo pensamiento de la mente, que él no lea como si fuera en un libro abierto. Todo acto, toda palabra, todo motivo, es fielmente anotado en los registros del gran Dios que investiga el corazón, y que di- jo: 'Yo conozco tus obras'. 2MS::21-22. La fe genuina siempre obra impulsada por el amor. Cuando miráis el Calvario, no lo hacéis para tranquilizar vuestra alma en el incumplimiento de vues- tro deber, ni para disponeros a dormir, sino para generar fe en Jesús, una fe que obrará purificando el alma del fango del egoísmo. Cuando nos aferramos a Cristo por la fe, nuestra obra acaba de comenzar. Cada hombre tiene hábitos corrompidos y peca- minosos que deben ser vencidos mediante una lucha vigorosa. Cada alma tiene que pe-
  • 7. Pág. 7 lear la batalla de la fe. El que es seguidor de Cristo no puede actuar con falta de honra- dez en los negocios; no puede ser insensible ni carecer de simpatía. No puede hablar con aspereza. No puede estar lleno de ostentación y amor propio. No puede ser dominante ni emplear palabras ásperas, y censurar y condenar. La obra de amor surge de la acción de la fe. La religión de la Biblia significa traba- jo constante. "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos"(Mat. 5:16). Obrad vuestra propia salvación con temor y temblor, porque es Dios el que obra en vosotros tanto el querer como el hacer su buena voluntad. Debemos buscar celosamente las buenas obras, y debemos mantenerlas cuidadosamente. Y el Testigo fiel dice: "Yo conozco tus obras"(Apoc. 2:2). Si bien es verdad que nuestras múltiples actividades no nos asegurarán la salvación por sí mismas, también es cierto que la fe que nos une con Cristo estimulará el alma a la ac- tividad. Los que carecen de tiempo para prestar atención a sus propias almas, para examinarse a sí mismos diariamente a fin de ver si están en el amor de Dios, y para colocarse en los conductos por donde fluye la luz, tendrán tiempo para ponerlo a disposición de las su- gestiones de Satanás y dedicarlo a la realización de sus planes. RH, 31 de Mayo de 1887. El Testigo Fiel habla dando encomio sobre la diligencia de la iglesia en Éfeso, declarando: “Yo conozco tus obras;” y todas sus felicitaciones y reprensiones han de ser tomadas muy en serio, pues el que habla es Uno que todo lo sabe. Piedad ardiente y activa manifestada en un trabajo juicioso dará evidencia de una fuerza moral en la iglesia. Falta de buenas obras conlleva a la falta de piedad, y falta de piedad produce la inactividad. Piedad diligente y sincera es lo que se espera de los creyentes, de otra forma sólo habrá una degeneración a sólo un servicio rutinario y un seco formalismo, mientras que habrá menos y menos santo fervor; fervor que con- siste de una manifestación de luz desde el candelero. RH, 26 de Mayo de 1903. “Y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos.” Mientras no debiéramos buscar faltas en otros y acusarlos, nunca hemos de prestar nuestra influencia para mal. Existen algunos cuyo hablar es vanidad. Su influencia conlleva al mal. A menos que se arrepientan, serán pesados en balanzas, y hallados faltos. La fiel reprensión pudiera salvarlos. 5T:538. Dios ha llamado a un pueblo en estos últimos días, a quienes ha hecho los depo- sitarios de su ley, y este pueblo siempre tendrá tareas desagradables que realizar. "Co- nozco tus obras, tu trabajo, tu paciencia, y que no puedes tolerar a los malos. Probaste a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los hallaste mentirosos. Has perseverado y so- portado pruebas por mi Nombre, y no has desfallecido.” Se requerirá mucha diligencia y una continua lucha para mantener el mal fuera de nuestras iglesias. Debe ejerci-
  • 8. Pág. 8 tarse una disciplina rígida e imparcial; pues algunos que tienen la apariencia de re- ligión procurarán minar la fe de otros y obrarán sutilmente para exaltarse a sí mismos. RH, 31 de Mayo de 1887. “Probaste a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los hallaste mentirosos”. Habrá hombres que pretenden tener una obra que hacer en la predicación de la verdad a otros, y pudiera ser que sería mejor probarlos. Pero la más solemne obligación está puesta sobre aquellos que están dispuestos a realizar esto, es decir, observar la entrada y salida de los pretenciosos, seguir sus pisadas e investigar atentamente la manera en que ellos realizan su obra; si de hecho están dejando una influencia de vida para vida, o una influencia que niega sus pretensio- nes de ser apóstoles de Cristo Jesús. Verdadero celo, celo cristiano, ha de ser manifes- tado en cada caso, de modo que los engañadores no obtengan entrada, y mediante el en- gaño se introduzcan en la confianza de las iglesias cuando no son dignos de la confianza de cristianos, porque sus obras son malas, sus corazones inicuos, sus acciones corrupto- ras. RH, 7 de Junio de 1887. “"Conozco tus obras, tu trabajo, tu paciencia, y que no puedes tolerar a los malos. Probaste a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los hallaste men- tirosos”. Esta obra de purificar la iglesia es una labor dolorosa, pero una que no debe pasarse de alto, si es que la iglesia tuviera la aprobación de Dios. Versículo 3. "Has perseverado Y soportado pruebas por mi Nombre, y no has desfalleci- do”. 5T:538. Dios ha elegido en estos postreros días un pueblo al que ha hecho depositario de su ley, y este pueblo tendrá siempre tareas desagradables que cumplir. "Yo sé tus obras, y tu trabajo y paciencia; y que tú no puedes sufrir los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado por mi nombre, y no has desfallecido." (Apoc. 2:2-3). Se re- querirá mucha diligencia y una lucha continua para mantener el mal apartado de nuestras iglesias. Debe ejercerse una disciplina rígida e imparcial; porque algunos que tienen una apariencia de religión, tratarán de minar la fe de los demás y traba- jarán privadamente para ensalzarse a sí mismos. En el monte de las Olivas, el Señor Jesús declaró categóricamente que "por haberse mul- tiplicado la maldad, la caridad de muchos se resfriará." (Mat. 24:12). Habla de una clase de personas que ha caído de un alto estado de espiritualidad. Penetren en los corazones estas declaraciones con poder solemne y escrutador. ¿Dónde están el fervor y la devo- ción a Dios que corresponden a la grandeza de la verdad que aseveramos creer? El amor al mundo y a algún pecado favorito desarraigó del corazón el amor a la oración y a la meditación en las cosas sagradas. Se sigue cumpliendo una serie de servicios religiosos formales; pero, ¿dónde está el amor de Jesús? La espiritualidad está muriendo. ¿Ha de
  • 9. Pág. 9 perpetuarse este sopor, este lamentable deterioro? ¿Ha de vacilar y apagarse en las tinie- blas la lámpara de la verdad porque no se la abastece con el aceite de la gracia? MB::162-163. Nuestras hermanas no tienen excusa si no toman una parte en la obra de Dios. Todo el que ha gustado de los poderes del mundo venidero, tiene una obra fervien- te que hacer en algún sentido en la viña del Señor. Quizá nuestras hermanas se las arre- glen para estar ocupadas con sus dedos continuamente empleados en la preparación de objetos delicados para embellecer su hogar o para regalarlos a sus amigas. Quizá se traigan grandes cantidades de este material para ser colocadas sobre el fundamen- to de la roca, pero ¿considerará Jesús toda esta diversidad de trabajos delicados como un sacrificio vivo para él? ¿Pronunciará sobre las obreras la alabanza: "Yo sé tus obras, y tu trabajo y paciencia", y cómo tú "has sufrido, y has tenido pacien- cia, y has trabajado por mi nombre, y no has desfallecido"? Pregúntense nuestras hermanas, ¿cómo me encontraré en el juicio con esas almas con las cuales me he relacionado o debiera haberme relacionado? ¿He estudiado detenidamente sus casos individuales? ¿Me he familiarizado tanto con mi Biblia como para poder abrir- les las Escrituras? . . ¿Es la obra que Dios os ha señalado, como a sus siervas que reciben recompensa, el es- tudiar los intrincados y delicados modelos de los bordados y los muchos puntos oscuros de esta clase de trabajo con el propósito de dominar lo que alguna otra persona ha hecho o mostrar lo que podéis hacer? ¿Es ésta la clase de trabajo que Dios os alabará por haber hecho, que tanto absorbe vuestro interés, vuestro tiempo y talentos dados por Dios, que no tenéis gusto ni preparación, ni aptitudes para la obra misionera? Toda esta clase de trabajo es heno, madera y hojarasca, que consumirá el fuego del último día. Pero, ¿dónde están vuestras ofrendas para Dios? ¿Dónde está vuestro paciente trabajo, vuestro celo ferviente que os pone en relación con Cristo, llevando su yugo, levantando sus cargas? ¿Dónde están el oro, la plata y las piedras preciosas que habéis puesto sobre la roca de fundamento, que el fuego del último día no puede consumir porque son imperecederos? (RH, 31-05-1887). Versículo 4. "Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor”. HAp:469. La iglesia tenía defectos, y necesitaba severa reprensión y corrección; y Juan fue inspirado a escribir mensajes de amonestación, reprensión y ruego a los que, habiendo perdido de vista los principios fundamentales del Evangelio, ponían en peligro la esperanza de su salvación. Pero las palabras de reproche que Dios halla necesario enviar se pronuncian siempre con tierno amor, y con la promesa de paz a cada creyente arrepentido. "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo -dice el Señor;- si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". (Apoc. 3:20). 1MS::445. Sed muy cuidadosos, mis hermanos, en cuanto a la forma de presentar el te-
  • 10. Pág. 10 ma de la fe y las obras ante los oyentes, no sea que las mentes se confundan. La gente necesita que se la inste a ser diligente en buenas obras. Debiera mostrársele cómo tener éxito, cómo ser purificada, y sus ofrendas serán fragantes delante de Dios. Esto es por virtud de la sangre de Cristo. Deben presentarse a la gente mensajes de un carácter decidido. Los hombres deben ir reprobando y reprochando toda forma de mal. Si se da al ángel de cualquier iglesia una comisión como la que fue dada al ángel de la Iglesia de Éfeso, óigase el mensaje mediante instrumentos humanos que repro- chen el descuido, la apostasía y el pecado a fin de que la gente sea inducida al arre- pentimiento y a la confesión del pecado. Nunca tratéis de ocultar el pecado, pues en el mensaje de reproche Cristo ha de ser proclamado como el primero y el último, como Aquel que es todo y en todo para el alma. El poder de Cristo está a la disposición de los que quieren vencer. El que reprocha ha de animar a sus oyentes de modo que se esfuercen en procura de la victoria. Ha de animar- los para que luchen en procura de la liberación de cada práctica pecaminosa, que queden liberados de cada hábito corrupto, aun cuando su negación del yo les sea como arrancar- se el ojo derecho o cortarse del cuerpo el brazo derecho. No se debe hacer ninguna con- cesión a los malos hábitos o prácticas pecaminosas ni se debe transigir con ellos (Ma- nuscrito 26a, 1892). 6T:421-423. El testigo fiel se dirige a la iglesia de Éfeso diciendo: "Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". (Apoc. 2:4-5). Al principio, lo que distinguía a la iglesia de Éfeso era la sencillez y el fervor de un niño. Manifestaba hacia Cristo un amor sentido, vivo y ferviente. Los creyentes se regocija- ban en el amor de Dios, porque Cristo estaba continuamente presente en su corazón. Alababan a Dios y su actitud agradecida concordaba con el agradecimiento de la familia celestial. El mundo conocía que habían estado con Jesús. Los hombres pecaminosos, arrepentidos, perdonados, limpiados y santificados, eran asociados con Dios por medio de su Hijo. Los creyentes trataban fervientemente de recibir y obedecer toda palabra de Dios. Lle- nos de amor por su Redentor, procuraban como su más alto objeto ganar almas para Cristo. No querían guardar para sí el precioso tesoro de la gracia de Cristo. Sentían la importancia de su vocación y, abrumados por el mensaje: Paz en la tierra, buena volun- tad para con los hombres, ardían en deseos de proclamar las buenas nuevas hasta los confines más remotos de la tierra. Los miembros de la iglesia estaban unidos en sus sentimientos y acciones. El amor por Cristo era la cadena de oro que los vinculaba entre sí. Continuaban conociendo al Señor siempre más perfectamente, y revelaban alegría, consuelo y paz en su vida. Visitaban a los huérfanos y las viudas en sus aflicciones y se conservaban sin mancha del mundo. Consideraban que dejar de hacerlo habría sido contradecir su profesión y negar a su Re- dentor.
  • 11. Pág. 11 En toda ciudad, se llevaba adelante la obra. Se convertían almas, que a su vez sentían que debían comunicar el inestimable tesoro. No podían descansar hasta que los rayos de luz que habían iluminado su mente resplandeciesen sobre otros. Multitudes de incrédu- los llegaban a conocer la razón de la esperanza del cristiano. Se hacían cálidos e inspira- dos llamamientos personales a los pecaminosos y errantes, a los desechados y a aquellos que, aun profesando conocer la verdad, eran amadores de los placeres más que de Dios. Pero después de un tiempo, el celo de los creyentes, su amor a Dios y entre sí, em- pezó a disminuir. Penetró la frialdad en la iglesia. Surgieron divergencias y los ojos de muchos dejaron de contemplar a Jesús como Autor y Consumador de su fe. Las masas que podrían haber sido convencidas y convertidas por la práctica fiel de la verdad fueron dejadas sin amonestación. Entonces fue cuando el Testigo fiel diri- gió su mensaje a la iglesia de Éfeso. Su falta de interés por la salvación de las almas demostraba que había perdido su primer amor; porque nadie puede amar a Dios con todo el corazón, la mente, el alma y las fuerzas, sin amar a aquellos por quienes Cristo murió. Dios los llamó a arrepentirse y hacer las primeras obras, o quitaría su candelero de su lugar. ¿No se repite el caso de Éfeso en la iglesia de esta generación? ¿Cómo está empleando su conocimiento la iglesia que hoy ha recibido el conocimiento de la verdad de Dios? Cuando sus miembros vieron por primera vez la indecible misericordia de Dios por la especie caída, no podían permanecer en silencio. Los dominaba el anhelo de cooperar con Dios para dar a otros las bendiciones que habían recibido. Mientras impartían a otros, estaban continuamente recibiendo. Crecían en la gracia y en el conocimiento del Señor Jesucristo. ¿Qué sucede hoy? 6T:76-77. El mandato de Cristo a su pueblo es: “"El señor dijo al siervo: 'Id por los ca- minos y vallados, y aprémialos a entrar, hasta que se llene mi casa’”. Luc. 14:23. El llamado al banquete del evangelio primero ha de ser llevado por los caminos. Debe ser dado a aquellos que pretenden a estar en los caminos de la experiencia cristiana—a los miembros de las diferentes iglesias. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios". Apocalipsis 2:7. En estas iglesias existen verdaderos adoradores. Debe hacerse una obra por aquellos que han caído de su primer amor, quienes han perdido su primer celo e interés en cosas espirituales. Debemos llevar la advertencia ante los profesos cristianos que son transgresores de la ley de Dios. A ellos el mensaje debe ser dado. 2T:293-294. O mi hermano, si usted hubiera hecho un trabajo cabal hace un año, el pre- cioso año ya pasado no hubiera sido para usted tan en vano. Usted conocía la voluntad de su Señor, pero no la hizo. Usted se encuentra en condición peligrosa. Sus sensibilida- des han quedado indispuestas a las cosas espirituales; usted tiene una conciencia violada. Su influencia no es la de recoger sino la de desparramar. Usted no tiene interés especial en ejercicios religiosos. Usted no es un hombre feliz. Su esposa uniría su interés con el
  • 12. Pág. 12 pueblo de Dios si usted se pusiera de lado. Ella necesita su ayuda. ¿Estarán unidos para echar mano de esta obra? El pasado Junio vi que su única esperanza de romper la cadena de su esclavitud era apar- tarse de sus antiguas amistades. Usted había cedido a las tentaciones de Satanás hasta que llegó a ser un hombre débil. Usted era un amante del placer más que de Dios, y ca- minaba apresuradamente por la vereda descendiente. He quedado chasqueada al ver que usted ha continuado en el mismo estado de indiferencia por años. Usted ha conocido y experimentado el amor de Dios; y ha sido su deleite hacer la voluntad de Dios. Us- ted era puntual a los servicios de oración. Su testimonio ha salido de un corazón que sintió las influencias despertadoras del amor de Cristo. Pero usted ha perdido su primer amor. Dios ahora le llama al arrepentimiento, que sea celoso en la obra. Su felicidad eterna se- rá determinada por el curso que usted siga ahora. ¿Puede usted rechazar las invitaciones de misericordia ahora ofrecidas? ¿Puede usted escoger su propio camino? ¿Acariciará usted el orgullo y la vanidad, y perderá así finalmente su alma? La palabra de Dios cla- ramente nos dice que pocos se salvarán, y que la gran mayoría de aquellos, aún, que son llamados probarán ser indignos de la vida eterna. Ellos no tendrán parte en el cielo, sino que tendrán su porción con Satanás, y experimentarán la segunda muerte. 5T:385-386. Muchos suponen que el espíritu misionero y las cualidades para el trabajo misionero constituyen un don especial que se otorga a los ministros y a unos pocos miembros de la iglesia, y que todos los demás han de ser meros espectadores. Nunca ha habido mayor error. Todo verdadero cristiano ha de poseer un espíritu misionero, por- que el ser cristiano es ser como Cristo. Nadie vive para sí, "y si alguno no tiene el Espí- ritu de Cristo, el tal no es de él." (Rom. 8:9.) Todo aquel que haya gustado las potestades del mundo venidero, sea joven o anciano, sabio o ignorante, será movido por el espíritu que animaba a Cristo. El primer impulso del corazón renovado consiste en traer a otros también al Salvador. Aquellos que no poseen ese deseo dan muestras de que han perdido su primer amor; deben examinar detenidamente su propio corazón a la luz de la palabra de Dios, y buscar fervientemente un nuevo bautismo del Espíri- tu; deben orar por una comprensión más profunda de aquel admirable amor que Jesús manifestó por nosotros al dejar el reino de gloria, y al venir a un mundo caí- do para salvar a los que perecían. En la viña del Señor hay trabajo para cada uno de nosotros. No debemos buscar la posi- ción que nos dé los mayores goces o la mayor ganancia. La verdadera religión está exenta de egoísmo. El espíritu misionero es un espíritu de sacrificio personal. Hemos de trabajar dondequiera y en todas partes al máximo de nuestra capacidad, para la causa de nuestro Maestro. 8T:26-27. Cristo ascendió al cielo y envió su Espíritu Santo para fortalecer la obra de los discípulos. Miles fueron convertidos en un día. En una sola generación el evangelio fue llevado a toda nación bajo el cielo. Pero poco a poco llegó un cambio. La iglesia
  • 13. Pág. 13 perdió su primer amor. Se tornó en egoísta y amante del placer. El espíritu del mun- do fue acariciado. El enemigo echó su maldición sobre aquellos a quienes Dios había dado luz para un mundo en tinieblas, luz que debió haberse manifestado en buenas obras. El mundo fue robado de las bendiciones que Dios quiso que recibieran los hom- bres. ¿No se repite la misma cosa en esta generación? Muchos en estos días están reteniendo para uso egoísta aquello que el Señor les ha encomendado para la salvación de un mun- do no advertido, no salvado. En la palabra de Dios un ángel es representado como vo- lando en medio del cielo, “Entonces vi a otro ángel que volaba por el cielo, con el evan- gelio eterno para predicarlo a los que habitan en la tierra, a toda nación y tribu, lengua y pueblo. Decía a gran voz: "¡Reverenciad a Dios y dadle honra, porque ha llegado la hora de su juicio! Y adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas". Apoc. 14:6-7. TM:167. La atmósfera de la iglesia es tan frígida, su espíritu es de tal naturaleza, que los hombres y mujeres no pueden sostener o soportar el ejemplo de la piedad primitiva na- cida del cielo. El calor de su primer amor está congelado, y a menos que sean rega- lados por el bautismo del Espíritu Santo, su candelabro será quitado de su lugar, si no se arrepienten y hacen las primeras obras. Las primeras obras de la iglesia se veían cuando los creyentes se buscaban amigos, parientes y conocidos, y con corazones desbordantes de amor les contaban la historia de lo que Jesús era para ellos y lo que ellos eran para Jesús. ¡O, que el Señor despierte a los que ocupan puestos de responsabi- lidad para que no emprendan la obra confiando en su propia habilidad! La obra que salé de sus manos carecerá del molde y de la inscripción de Cristo. El egoísmo echa a perder todo lo que hacen los obreros no consagrados. Necesitan orar siempre, pero no lo hacen. Necesitan velar en oración. Necesitan sentir el carácter sa- grado de la obra, pero no lo sienten. Manejan cosas sagradas como lo hacen con cosas comunes. Las cosas espirituales se disciernen espiritualmente, y hasta que puedan beber del agua de la vida, y Cristo sea en ellos una fuente de agua que salte para vida eterna, no refrescarán a nadie, no serán una bendición para nadie; y a menos que se arrepientan, su candelero será quitado de su lugar. Hay necesidad de perse- verante paciencia, de invencible caridad, de omnipotente fe en la obra de salvar almas. El yo no debe ser prominente. Debe ejercerse la sabiduría de Cristo al tratar con las mentes humanas. Todo obrero que trata con éxito con las almas debe entrar en el trabajo desprovisto del yo. No puede haber rezongos o irritación, ni ejercerse autoridad arbitraria; no puede se- ñalarse con el dedo y hablar vanidades; mas emprended la obra con corazones calenta- dos por el amor hacia Jesús y hacia las preciosas almas por las cuales murió. Los que tienen suficiencia propia no pueden esconder su debilidad . Afrontarán la prueba con arrogante confianza en sí mismos, y harán manifiesto el hecho de que Jesús no está con ellos. Estas almas con suficiencia propia no son pocas, y tienen lecciones que aprender por la dura experiencia del desconcierto y la derrota. Pocos tienen la gracia de dar la
  • 14. Pág. 14 bienvenida a una experiencia tal, y muchos se descarrían bajo la prueba. Echan la culpa de su derrota a las circunstancias, y piensan que su talento no es apreciado por otros. Si se humillaran a sí mismos bajo la mano de Dios, él les enseñaría. TM:189-190. Cuando los hombres manifiesten confianza en sus semejantes se acerca- rán mucho más a la posesión de la mente de Cristo. El Señor ha revelado la estima que él coloca sobre el hombre. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". Pero algunas mentes están siempre tratando de remodelar el carácter de otros de acuerdo con sus propias ideas y medidas. Dios no les ha dado esta obra para hacer. El yo siempre albergará una alta estima de sí mismo. Cuando los hombres pierden su primer amor, no guardan los mandamientos de Dios, y entonces comienzan a criticarse mutuamente. Este espíritu estará pugnando siempre por imponerse hasta el fin del tiempo. Satanás trata de promoverlo a fin de que los hermanos, en su ignorancia, traten de devorarse el uno al otro. Dios no es glorificado, sino grandemente deshonrado; el Espíritu de Dios es agraviado. Satanás se alegra, porque sabe que si él puede hacer que el hermano vigile al hermano en la iglesia, alguno se sentirá tan descorazonado y desanimado que abandonará su puesto de deber. Esta no es la obra del Espíritu Santo; un poder de abajo está obrando en las cámaras de la mente y en el templo del alma para colocar sus atributos donde debieran estar los atributos de Cristo. MB:83. Visitad a vuestros vecinos en una manera amigable y trabad relaciones con ellos.... Aquellos que no quieren hacer este trabajo, aquellos que actúan con la indiferen- cia que algunos ya han manifestado, pronto perderán su primer amor y comenzarán a censurar, criticar y condenar a sus propios hermanos (Id., 13-5-1902) 8T:97-98. En la Conferencia General, realizada en Battle Creek en 1901, el Señor dio a su pueblo evidencia que él estaba pidiendo una reforma. Mentes fueron impresionadas, y corazones fueron tocados; pero no se hizo una obra cabal. Si corazones empecinados hubieran sido quebrantados en penitencia ante Dios, su hubiera visto una de las más grandes manifestaciones del poder de Dios que jamás se haya visto. Pero Dios no fue honrado. Los testimonios de su espíritu no fueron acatados. Los hombres no se separa- ron de las prácticas que estuvieron en decidida oposición a los principios de la verdad y la justicia, principios que siempre han de ser mantenidos en la obra del Señor. Los mensajes a la iglesia de Éfeso y de Sardis a menudo me han sido repetidos por Aquel que me da instrucción para su pueblo. [Apoc. 2:1-5] 7CBA::967-968. [Se cita Apoc. 2:1-5]. En este pasaje se resumen las condiciones pa- ra ser aceptados por Dios. La primera experiencia de la iglesia de Éfeso la indujo a buenas obras. Dios se deleitaba en el hecho de que su iglesia reflejaba la luz del cie- lo al revelar el espíritu de Cristo en ternura y compasión. El amor que moraba en el corazón de Cristo, el amor que lo movió a entregarse como sacrificio por la humanidad y
  • 15. Pág. 15 a sufrir con paciencia el reproche de los hombres hasta el punto de ser llamado diablo, el amor que lo impulsó a hacer prodigiosas obras de curación durante su ministerio: éste era el amor que debía ser revelado en las vidas de sus discípulos. Pero ellos descuidaron cultivar la compasión y la ternura de Cristo. El yo, como se manifestaba en los rasgos hereditarios del carácter, echó a perder los principios de las magníficas y buenas obras que caracterizaron como cristianos a los miembros de la iglesia de Éfeso. El Señor Jesús necesitaba mostrarles que habían perdido lo que era todo para ellos. El amor que impulsó al Salvador a morir por nosotros no fue revelado en su plenitud en la vida de ellos, y por lo tanto no podían honrar el nom- bre del Redentor. Y al perder su primer amor se aumentó su conocimiento de teorías "científicas" originadas en el padre de la mentira (MS 11, 1906). 7CBA::968. "Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor". La tuya es una decadencia, una declinación en el celo santo; el propósito de él no ha sido abando- nado, pero se ha perdido el fervor. El primer amor del que se convierte a Cristo es profundo, pleno y ardiente. Ese amor no tiene que disminuir porque aumenta el conocimiento, porque brilla sobre él una luz mayor y creciente. Ese amor debe ha- cerse más ferviente a medida que conoce mejor a su Señor... Dios no aceptará nada que sea menos que la entrega total del corazón. Bienaventurados aquellos que desde el comienzo de su vida religiosa han sido fieles a su primer amor y han crecido en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. El resultado se- guro de su relación y compañerismo con su amado Señor será el aumento de su piedad, su pureza y su fervor. Están recibiendo una educación divina, y esto se ilustra con una vida de fervor, de diligencia y de celo... Debemos procurar conocer nuestras faltas y pecados característicos, que causan tinieblas y debilidad espiritual y apagaron nuestro primer amor (RH, 07-06-1887). MM:37-38. El Redentor espera que nuestros médicos hagan de la salvación de las almas su labor primordial. Si caminan y trabajan con Dios, en su amor y temor, recibirán hojas del árbol de la vida para dar a los que sufren. Su paz irá con ellos, haciéndolos mensaje- ros de paz. No basta con tan sólo leer las Escrituras. Hemos de suplicar al Señor que llene nuestros errantes corazones con Su Espíritu, para que podamos entender el significado de sus pa- labras. Para poder recibir beneficio de la lectura de las palabras de Cristo, debemos ha- cer una correcta aplicación de las mismas a nuestro caso personal. Se nos ha dado un mensaje que excede en importancia a cualquier otro mensaje enco- mendado a los mortales. Este mensaje Cristo vino en persona a las isla de Patmos para presentar a Juan. Le dijo a él que escribiera lo que vio y oyó durante la visión, para que las iglesias pudieran saber lo que habría de venir sobre la tierra. ¿Reconocen nuestros obreros médicos la importancia del mensaje de Apocalipsis?... La palabra: “Sin embargo tengo algo contra ti, pues has dejado tu primer amor,” se aplica a muchos viviendo en este tiempo. Dios pide un inmediato arrepentimien-
  • 16. Pág. 16 to y reforma. Es la hora de que se realice un gran cambio entre el pueblo que está esperando la segunda aparición de su Señor. Pronto se realizarán cosas extrañas. Dios nos tendrá por responsables por la forma en que tratamos la verdad. La pureza de nuestra fe y acción decidirá nuestro futuro. Dios está tratando con nosotros en serio. A cada hombre él ha dado una obra. Todo mundo ha de hacer su parte. Un testimonio claro y decidido ha de ser presentado, pues ha de prepararse un pueblo que afronte un tiempo de angustia como nunca se ha visto desde que hubo nación. MS. 136, 1902. HHD:261. ¡El fin está cerca! ¡No tenemos ni un momento que perder! Del pueblo de Dios ha de emanar luz que emita rayos claros, distintos, que presenten a Jesús ante las iglesias y ante el mundo... Los instrumentos que han de usarse son aquellas almas que alegremente reciben la luz de la verdad que Dios les comunica. Estas llegan a ser ins- trumentos divinos para comunicar el conocimiento de la verdad al mundo. Si mediante la gracia de Cristo su pueblo se transforma en recipientes nuevos, él los llenará con vino nuevo. Dios concederá luz adicional y se recuperarán verdades antiguas, que serán re- puestas en el armazón de la verdad, y dondequiera vayan los obreros, triunfarán. Como embajadores de Cristo, han de escudriñar las Escrituras para investigar las verdades que se hallan ocultas bajo los escombros del error. Y han de comunicar a otros cada rayo de luz que reciban. Habrá un sólo interés prevaleciente, un sólo propósito que absorberá todos los demás: Cristo, justicia nuestra. RH, 23-12-1890. “Yo soy el Señor que ejercito bondad, juicio, y justicia en la tierra: pues en estas cosas me deleito, dice el Señor.” Esto es lo que necesita ser introducido a......todas nuestras iglesias. Dios quiere que toda alma retorne a su primer amor. Él desea que todos tengan el oro de la fe y amor, para poder así sacar del tesoro e impartir a otros quienes lo necesitan. 1MS:451-452. Contemplad la cruz del Calvario. Es una garantía permanente del ilimita- do amor, la inconmensurable misericordia del Padre celestial. Ojala todos se arrepin- tieran e hicieran sus primeras obras. Cuando hagan esto las iglesias, amarán a Dios por sobre todas las cosas y a sus prójimos como a sí mismos. Efraín no envidiará a Judá, y Judá no vejará a Efraín. Entonces serán curadas las divisiones, no se oirán más los sonidos ásperos de la contienda en los confines de Israel. Mediante la gracia que les es dada gratuitamente por Dios, todos procurarán contestar la oración de Cristo: que sus discípulos sean uno, así como él y el Padre son uno. La paz, el amor, la misericordia, y la benevolencia serán los principios permanentes en el alma. El amor de Cristo será el tema de cada lengua, y no dirá más el Testigo fiel: "Tengo contra ti, que has dejado tu primer amor" (Apoc. 2:4). El pueblo de Dios habitará en Cristo, será revelado el amor de Jesús, y un Espíritu animará todos los corazones regenerando y reno- vando a todos a la imagen de Cristo modelando de igual manera todos los corazo- nes. Como ramas vivientes de la Vid verdadera, todos se unirán con Cristo: la cabeza viviente. Cristo morará en cada corazón guiando, consolando, santificando y presentan-
  • 17. Pág. 17 do al mundo la unidad de los seguidores de Jesús, lo que así dará testimonio de que las credenciales celestiales son proporcionadas a la iglesia remanente. La unidad de la igle- sia de Cristo demostrará que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo. HAp:462. En los días de los apóstoles, los creyentes cristianos estaban llenos de celo y entusiasmo. Tan incansablemente trabajaban por su Maestro que, en un tiempo relativa- mente corto, a pesar de la terrible oposición, el Evangelio del reino se divulgó en todas las partes habitadas de la tierra. El celo manifestado en ese tiempo por los seguidores de Jesús fue registrado por la pluma inspirada como estímulo para los creyentes de todas las épocas. De la iglesia de Éfeso, que el Señor Jesús usó como símbolo de toda la igle- sia cristiana de los días apostólicos, el Testigo fiel y verdadero declara: "Yo sé tus obras y tu trabajo y paciencia; y que tú no puedes sufrir los malos, y has pro- bado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has su- frido, y has tenido paciencia, y has trabajado por mi nombre, y no has desfallecido." (Apoc. 2:2-3). Al principio, la iglesia de Éfeso se distinguía por su sencillez y fervor. Los creyen- tes trataban seriamente de obedecer cada palabra de Dios, y sus vidas revelaban un firme y sincero amor a Cristo. Se regocijaban en hacer la voluntad de Dios porque el Salvador moraba constantemente en sus corazones. Llenos de amor para con su Reden- tor, su más alto propósito era ganar almas para él. No pensaron en atesorar para sí el precioso tesoro de la gracia de Cristo. Sentían la importancia de su vocación y, cargados con el mensaje: "Sobre la tierra paz; entre los hombres buena voluntad," ardían en de- seos de llevar las buenas nuevas de la salvación a los rincones más remotos de la tierra. Y el mundo conoció que ellos habían estado con Jesús. Pecadores arrepentidos, perdo- nados, limpiados y santificados se allegaron a Dios por medio de su Hijo. Los miembros de la iglesia estaban unidos en sentimiento y acción. El amor a Cristo era la cadena de oro que los unía. Progresaban en un conocimiento del Señor cada vez más perfecto, y en sus vidas se revelaba el gozo y la paz de Cristo. Visitaban a los huérfanos y a las viudas en su aflicción, y se guardaban sin mancha del mundo, pues comprendían que de no hacerlo, estarían contradiciendo su profesión y negando a su Redentor. La obra se llevaba adelante en cada ciudad. Se convertían almas y a su vez éstas sentían que era su deber hablar a otros acerca del inestimable tesoro que habían recibido. No podían descansar hasta que la luz que había iluminado sus mentes brillara sobre otros. Multitudes de incrédulos se enteraron de las razones de la esperanza cristiana. Se hacían fervientes e inspiradas súplicas personales a los errantes, a los perdidos y a los que, aun- que profesaban conocer la verdad, eran más amadores de los placeres que de Dios Pero después de un tiempo el celo de los creyentes comenzó a disminuir, y su amor hacia Dios y su amor mutuo decreció. La frialdad penetró en la iglesia. Algunos se olvidaron de la manera maravillosa en que habían recibido la verdad. Uno tras otro, los viejos portaestandartes cayeron en su puesto. Algunos de los obreros más jóvenes, que podrían haber sobrellevado las cargas de los soldados de vanguardia, y así haberse preparado para dirigir sabiamente la obra, se habían cansado de las
  • 18. Pág. 18 verdades tan a menudo repetidas. En su deseo de algo novedoso y sorprendente, in- tentaron introducir nuevas fases de doctrina, más placenteras para muchas mentes, pero en desarmonía con los principios fundamentales del Evangelio. A causa de su confianza en sí mismos y su ceguera espiritual no pudieron discernir que esos sofismas serían cau- sa de que muchos pusieran en duda las experiencias anteriores, y así producirían confu- sión e incredulidad. Al insistirse en esas doctrinas falsas y aparecer diferencias, la vista de muchos fue des- viada de Jesús, como el autor y consumador de su fe. La discusión de asuntos de doctri- na sin importancia, y la contemplación de agradables fábulas de invención humana, ocu- paron el tiempo que debiera haberse dedicado a predicar el Evangelio. Las multitudes que podrían haberse convencido y convertido por la fiel presentación de la verdad, que- daban desprevenidas. La piedad menguaba rápidamente y Satanás parecía estar a punto de dominar a los que decían seguir a Cristo. HAp:468-469. En el comienzo de la historia de la iglesia, el misterio de iniquidad, pre- dicho por el apóstol Pablo, comenzó a hacer su obra impía; y al insistir en sus herejías los falsos maestros, acerca de los cuales Pablo amonestó a los creyentes, muchos fueron engañados por falsas doctrinas. Algunos vacilaron bajo las pruebas, y fueron tentados a abandonar la fe. En el tiempo cuando Juan recibía esta revelación, muchos habían perdido su primer amor a la verdad del Evangelio. Pero en su misericordia Dios no dejó que su iglesia permaneciese en la apostasía. En un mensaje de infinita ternura reve- ló su amor hacia ella, y su deseo de que hiciera una obra segura para la eternidad. "Re- cuerda -rogó- de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras." (Apoc. 2:5). 7CBA:968. Este mensaje es un ejemplo de la forma en que los ministros de Dios deben presentar sus reproches hoy día. Después de la alabanza por la labor ferviente, viene el reproche por la pérdida del talento del amor, el cual es el depósito más sagrado. El amor de Dios fue lo que salvó a la raza caída de la muerte eterna (MS 136, 1902). 1MS:433-435. Hablé a los hermanos de Otsego acerca de los versículos 4 y 5 del segun- do capítulo de Apocalipsis: "Tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido" (Apoc. 2:4, 5). Aquellos a quienes se dirigieron estas palabras tenían muchas excelentes cuali- dades que son reconocidas por el Testigo fiel. "Pero dice él tengo contra ti, que has dejado tu primer amor". Aquí hay una necesidad que tendrá que ser suplida. To- das las otras virtudes no compensan esta deficiencia. Cristo aconseja a la iglesia: "Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepenti- do... El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios" (Apoc. 2:4-7). En estas palabras hay amonestaciones, reproches, amenazas, promesas del Testigo fiel,
  • 19. Pág. 19 del que tiene las siete estrellas en su diestra. "Las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto son las siete iglesias" (Apoc. 1:20). Cuando esta iglesia es pesada en la balanza del santuario, se la encuentra falta por- que ha dejado su primer amor. El Testigo fiel declara: "Yo conozco tus obras, y tu ar- duo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado" (Apoc. 2:2-3). A pesar de todo esto, la iglesia se encontraba falta. ¿Cuál es la fatal deficiencia? "Has dejado tu primer amor". ¿No es éste nuestro ca- so? Nuestras doctrinas pueden ser correctas; podemos aborrecer las falsas doctri- nas y no recibir a los que no son leales a los principios; podemos trabajar con ener- gía incansable; pero aun esto no es suficiente. ¿Cuál es nuestro motivo? ¿Por qué se nos llama al arrepentimiento? "Has dejado tu primer amor". Estudie cada miembro de iglesia esta importante amonestación y reproche. Vea ca- da uno si al contender por la verdad, si al debatir acerca de la teoría, no ha perdido el tierno amor de Cristo. ¿No ha sido dejado Cristo fuera de los sermones y del co- razón? ¿No hay peligro de que muchos avancen en una profesión de la verdad, ha- ciendo obra misionera, al paso que el amor de Cristo no ha sido entretejido en el trabajo? Esta solemne amonestación del Testigo fiel significa mucho. Demanda que re- cordéis de dónde habéis caído y os arrepintáis y hagáis las primeras obras, "pues si no - dice el Testigo fiel vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubie- ras arrepentido" (Apoc. 2:5). ¡Ojala la iglesia comprendiera la necesidad que tiene de re- cuperar su primer amor ferviente! Cuando éste falta, son insuficientes todas las otras vir- tudes. La exhortación al arrepentimiento es tal que no puede ser desoída sin peligro. No es suficiente una creencia en la teoría de la verdad. El presentar esa teoría a los incrédu- los no os constituye en testigos para Cristo. La luz que alegró vuestro corazón cuando comprendisteis por primera vez el mensaje para este tiempo es un elemento esen- cial en vuestra experiencia y trabajos, y esto se ha perdido de vuestro corazón y de vuestra vida. Cristo contempla vuestra falta de celo, y declara que habéis caído y estáis en una posición peligrosa. 1MS:454-455. La iglesia remanente está llamada a atravesar una experiencia similar a aquélla de los judíos; y el Testigo fiel, que anda en medio de los siete candeleros de oro, tiene un solemne mensaje que mostrar a su pueblo. El dice: "Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido" (Apoc. 2:4-5). El amor de Dios se ha estado desvanecien- do en la iglesia y, como resultado, el amor del yo ha surgido con renovado vigor. Con la pérdida del amor de Dios, ha venido la pérdida del amor por los hermanos. La iglesia puede corresponder con toda la descripción que se da de la Iglesia de Éfeso, y sin embargo faltarle la piedad vital. De ella dice Jesús: "Yo conozco tus obras, y tu ar- duo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se
  • 20. Pág. 20 dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado. Pe- ro tengo contra ti que has dejado tu primer amor" (Apoc. 2:2-4). Se ha pensado que una religión legalista era la religión adecuada para este tiempo. Pero es un error. El reproche de Cristo para los fariseos es aplicable a los que han perdi- do su primer amor en su corazón. Una religión fría y legalista nunca puede condu- cir las almas a Cristo, pues es una religión sin amor y sin Cristo. Cuando el ayuno y la oración se practican con un espíritu de justicia propia, esto resulta algo abominable para Dios. La reunión solemne para el culto, la rutina de las ceremonias religiosas, la humillación externa, el sacrificio impuesto, todos proclaman al mundo el testimonio de que quien realiza esas cosas se considera justo. Esas cosas llaman la atención al que ob- serva esos rigurosos deberes y dice: Este hombre tiene derecho al cielo. Pero todo es un engaño. Las obras no nos comprarán la entrada en el cielo. La única gran ofrenda que ha sido hecha es amplia para todos los que crean. El amor de Cristo animará al creyente con nueva vida. El que bebe del agua de la fuente de la vida, estará lleno con el vino nuevo del reino. La fe en Cristo será el medio por el cual el espíritu y los motivos correctos moverán al creyente, y toda bondad e inclinación celestial procederán de aquel que con- templa a Jesús, el autor y consumador de su fe. Confiad en Dios, no en los hombres. Dios es vuestro Padre celestial que está dispuesto a sobrellevar pacientemente vuestras debilidades, y a perdonarlas y curarlas. "Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17: 3). Contemplando a Cristo, seréis transformados hasta el punto de que aborreceréis vuestro orgullo anterior, vuestra vanidad y vuestro amor propio anteriores, vuestra justicia propia e incredulidad. Os desprenderéis de esos pecados como de una carga inútil y caminaréis humilde, mansa y confiadamente delante de Dios. Os ejercitaréis en el amor la paciencia, la delicadeza, la bondad, la misericordia y en toda gracia que mora en el hijo de Dios y que al fin en- contrará un lugar entre los santificados y puros. 18ML:188-189. "Por tanto, recuerda de dónde has caído. ¡Arrepiéntete!, y vuelve a las primeras obras. Si no te arrepientes, vendré a ti, y quitaré tu candelabro de su lugar.” Aquellos a quienes son dirigidas estas palabras habían perdido su primer amor---el amor del cual Cristo había declarado: “En esto conocerán que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros.” Ellos habían hecho aquello por lo cual Dios los había encomiado altamente. "Conozco tus obras, tu trabajo, tu paciencia, y que no puedes tolerar a los malos. Probaste a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los hallaste mentirosos. Has perseverado y soportado pruebas por mi Nombre, y no has desfallecido.” Pero a pesar de estas buenas obras, el abandono del primer amor había tornado sus esfuerzos en una no-aceptación delante de Dios. Dios dice a su pueblo hoy: “"Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Por tanto, recuerda de dónde has caído. ¡Arrepiéntete!, y vuelve a las primeras obras. Si no te arrepientes, vendré a ti, y quitaré tu candelabro de su lugar.”¿Aceptarán la reprensión? ¿Se atreverán a tomar livianamente a tan directa y decidida declaración, y mantendrán
  • 21. Pág. 21 los talentos encomendados como llenos de lama porque permiten que Satanás se intro- duzca entre ellos? “Has dejado tu primer amor,” y por tanto no existe firmeza de propósito. Sin este amor, todo conocimiento, toda capacidad, todo celo y servicio exterior, son sin valor. No se recibe gracia de Cristo para impartir a otros. Y mien- tras no reveláis el amor que Cristo os ha encomendado revelar, vuestra luz no está brillando sobre el mundo. ¿Cómo se compara vuestro amor por los pecadores con el amor que Cristo ha manifesta- do? Él murió vergonzosa muerte para salvar a seres humanos de perecer. Su amor se ex- presa en la oración que él ofreció justo antes de su crucifixión, y en esta oración también es manifestado el poder del amor de Cristo como se revela entre los seres humanos. 18ML:192. Dejando el primer amor significa una caída espiritual. Muchos han caí- do así. En cada iglesia de nuestra tierra, existe necesidad de confesión, arrepenti- miento, y reconversión. El chasco de Cristo no tiene descripción. A menos que los que han caído se arrepientan presto, los engaños de los últimos días los sobrecoge- rán. Algunos, aunque no lo reconozcan, se están preparando para ser sobrecogidos. La tentación llega repentinamente, y la luz queda apagada. De allí en adelante la luz es para ellos como oscuridad, y la oscuridad como luz. Dios pide un arrepentimiento sin demo- ra. Tanto tiempo han jugado muchos con la salvación, que su vista espiritual está opaca, y no pueden discernir entre la luz y las tinieblas. Cristo queda humillado en la actitud que manifiesta su pueblo. El primer amor se ha ido; la fe es débil, existe necesidad e una cabal transformación. Mis hermanos, buscad al Señor; humillad vuestros corazones ante Él. Tengo un intenso deseo de veros caminando en la luz así como Cristo está en la luz. Oro muy ferviente- mente por vosotros. Pero no puedo dejar de ver que la luz que Dios me dado no es favo- rable para con nuestros ministros o nuestras iglesias. Habéis dejado el primer amor. La justicia propia no es el vestido de boda. El dejar de seguir la clara luz de la verdad es nuestro temible peligro. El mensaje a la iglesia de Laodicea revela nuestra condición como pueblo. Versículo 5. "Por tanto, recuerda de dónde has caído. ¡Arrepiéntete!, y vuelve a las pri- meras obras. Si no te arrepientes, vendré a ti, y quitaré tu candelabro de su lugar.” 7CBA:968. En vista de las muchas virtudes enumeradas, cuán sorprendente es la acusa- ción presentada contra la iglesia de Éfeso: "Pero tengo contra ti, que has dejado tu pri- mer amor". Esta iglesia había sido grandemente favorecida. Fue establecida por el após- tol Pablo. En la misma ciudad estaba el templo de Diana que, en cuanto a su grandeza, era una de las maravillas del mundo [antiguo]. La iglesia de Éfeso hizo frente a una gran oposición y algunos de los primeros cristianos sufrieron persecución y sin embargo, precisamente algunos de ellos se apartaron de las verdades que los habían unido con los seguidores de Cristo y en cambio, aceptaron los seductores errores inventados por Sata- nás.
  • 22. Pág. 22 Este cambio está presentado como una caída espiritual. "Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras", como se las presenta en los versículos precedentes. Los creyentes no se dieron cuenta de su caída espiritual. No advertían el cambio que había ocurrido en sus corazones y que tendrían que arrepentirse por haber dejado de hacer las primeras obras; pero Dios en su miseri- cordia hizo un llamado al arrepentimiento, al regreso a su primer amor y a las obras que siempre son resultado del verdadero amor cristiano (MS 11, 1906). La pérdida del primer amor se especifica como una caída moral. La pérdida de es- te amor se presenta como algo que afecta toda la vida religiosa. Dios dice de los que han perdido este amor, que a menos que se arrepientan vendrá a ellos y quita- rá su candelero de su lugar (MS 1, 1906). 2CBA:1026. ¿Conocía Salomón a Dios mientras se comportaba a la manera de los idóla- tras? No. Había olvidado la rica experiencia de su juventud y las oraciones que había elevado en el templo. [Se cita Apoc. 2:4-5]. El candelero fue quitado de su lugar cuando Salomón se olvidó de Dios. Perdió la luz de Dios; perdió la sabiduría de Dios; confundió idolatría con religión (RH, 29-03- 1892). 7CBA:972. El mensaje para la iglesia de Laodicea es aplicable a nuestra condición. Cuán claramente se describe la condición de los que piensan que tienen toda la verdad, que se enorgullecen de su conocimiento de la Palabra de Dios, pero cuyo poder santifi- cador no ha sido sentido en sus vidas. Falta en sus corazones el fervor del amor de Dios; pero este fervor del amor es precisamente lo que hace del pueblo de Dios la luz del mundo (RH, 23-07-1889). DTG:246-247. Una religión legal no puede nunca conducir las almas a Cristo, porque es una religión sin amor y sin Cristo. El ayuno o la oración motivada por un espíritu de jus- tificación propia, es abominación a Dios. La solemne asamblea para adorar, la repetición de ceremonias religiosas, la humillación externa, el sacrificio imponente, proclama que el que hace esas cosas se considera justo, con derecho al cielo, pero es todo un engaño. Nuestras propias obras no pueden nunca comprar la salvación. Como fue en los días de Cristo, así es hoy; los fariseos no conocen su indigencia espiri- tual. A ellos llega el mensaje: "Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y po- bre y ciego y desnudo; yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez." La fe y el amor son el oro probado en el fuego. Pero en el caso de muchos, el oro se ha empañado, y se ha perdido el rico tesoro. La justicia de Cristo es para ellos como un manto sin estrenar, una fuente sellada. A ellos se dice: "Tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y qui-
  • 23. Pág. 23 taré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido." "Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado: al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, o Dios." El hombre debe despojarse de sí mismo antes que pueda ser, en el sentido más pleno, creyente en Jesús. Entonces el Señor puede hacer del hombre una nueva criatura. Los nuevos odres pueden contener el nuevo vino. El amor de Cristo ani- mará al creyente con nueva vida. En aquel que mira al Autor y Consumador de nuestra fe, se manifestará el carácter de Cristo. NB:351-352. "Mientras estaba en ferviente oración, perdí toda conciencia de lo que me rodeaba; la pieza se llenó de luz, y empecé a presentar un mensaje a una asamblea que parecía ser de la Asociación General. Yo era dirigida por el Espíritu de Dios para hacer un ferviente llamado; porque yo estaba impresionada de que había delante de nosotros un gran peligro en el propio corazón de la obra. Había estado yo, y todavía lo estoy, agobiada de perplejidad mental y física, abrumada con el pensamiento de que debía pre- sentar un mensaje a nuestros hermanos de Battle Creek, para advertirles en contra de una línea de conducta que separaría a Dios de la casa publicadora. "Los ojos del Señor estaban fijos sobre el pueblo con dolor mezclado con desagra- do, y se pronunciaron las siguientes palabras: 'Tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubiereis arrepentido' (Apoc. 2:4-5). "El que lloró sobre el Israel impenitente al ver cómo ese pueblo desconocía a Dios y a Cristo su Redentor, observaba el corazón de la obra en Battle Creek. Un gran peligro se cernía sobre el pueblo, pero algunos no lo sabían. La incredulidad y la impenitencia ha- bían cegado sus ojos, y confiaban en la sabiduría humana para conducir los intereses más importantes de la causa de Dios con respecto a la obra de publicaciones. Con la de- bilidad del juicio humano, algunos hombres estaban juntando en sus manos finitas las riendas de control, mientras que la voluntad de Dios, el método y el consejo de Dios, no eran considerados y buscados como cosa indispensable. Hombres de una voluntad em- pecinada y férrea, tanto pertenecientes a la casa publicadora como fuera de ella, se esta- ban confederando, y estaban determinados a que se tomaran ciertas medidas de acuerdo con su propio juicio. PP:160-162. El Redentor del mundo declara que hay pecados mayores que aquellos por los cuales fueron destruidas Sodoma y Gomorra. Los que oyen la invitación del Evan- gelio que llama a los pecadores al arrepentimiento, y no hacen caso de ella, son más cul- pables ante Dios que los habitantes del valle de Sidim. Mayor aun es el pecado de los que aseveran conocer a Dios y guardar sus mandamientos, y sin embargo, niegan a Cris- to en su carácter y en su vida diaria. De acuerdo con lo indicado por el Salvador, la suerte de Sodoma es una solemne advertencia, no meramente para los que son culpables de pecados manifiestos, sino para todos aquellos que están jugando con la luz y los pri- vilegios que vienen del cielo.
  • 24. Pág. 24 El Testigo fiel dijo a la iglesia de Éfeso: "Tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido." (Apoc. 2:4-5). Con una compasión más tierna que la que conmueve el corazón de un padre terrenal que perdona a su hijo pródigo y doliente, el Salvador anhela que respondamos a su amor y al perdón que nos ofrece. Dice a los extraviados: "Tornaos a mí, y yo me tornaré a voso- tros." (Mal. 3:7). Pero si el pecador se niega obstinadamente a responder a la voz que le llama con compasivo y tierno amor, será abandonado al fin en las tinieblas. El corazón que ha menospreciado por mucho tiempo la misericordia de Dios se endurece en el pe- cado, y ya no es susceptible a la influencia de la gracia divina. Terrible será la suerte de aquel de quien por último el Salvador declare: "Es dado a ídolos." (Oseas 4:17). En el día del juicio, la suerte de las ciudades de la llanura será más tolerable que la de aquellos que reconocieron el amor de Cristo y, sin embargo, se apartaron para se- guir los placeres de un mundo pecador. Vosotros que despreciáis los ofrecimientos de la misericordia, pensad en la larga serie de asientos que se acumulan contra vosotros en los libros del cielo; pues allá se registra la impiedad de las naciones, las familias y los individuos. Dios puede soportar mucho mientras se lleva la cuenta, y puede enviar llamados al arrepentimiento y ofrecer perdón; sin embargo, llegará el momento cuando habrá completado la cuenta; cuando el alma habrá hecho su elección; cuando por su propia decisión el hombre habrá fijado su des- tino. Entonces se dará la señal para ejecutar el juicio. 2MS:430. Suponed que procuremos diariamente tener nuestros corazones unidos por los vínculos del amor cristiano."Pero tengo contra ti dice el Testigo Fiel, que has dejado tu primer amor" (Apoc. 2:4). Y luego añade: "Arrepiéntete... pues si no, vendré pronto a ti y quitaré tu candelero de su lugar" (Apoc. 2:5). ¿Por qué? Por- que en nuestra separación mutua estamos separados de Cristo. Nos falta unirnos. Cuántas veces, cuando me ha parecido estar en la presencia de Dios y los santos ángeles, he oído la voz del ángel que decía: "Uníos, uníos, uníos, uníos. No dejéis que Satanás arroje su sombra infernal entre los hermanos. Uníos; en la unidad está la fuerza". Os repito este mensaje. Al ir a vuestros hogares, hacedlo decididos a uniros; buscad a Dios de todo corazón, y lo encontraréis, y el amor de Cristo que sobrepasa todo enten- dimiento, inundará vuestros corazones y vuestras vidas (General Conference Daily Bu- lletin [Boletín Diario de la Asociación General], 13 de Abril de 1891). 6T:368. ¿Por qué no elevar la voz de nuestros cánticos espirituales en nuestras pe- regrinaciones? ¿Por qué no volver a nuestra sencillez y fervor? La razón por la cual no estamos más gozosos consiste en que hemos perdido nuestro primer amor. Seamos, pues, celosos y arrepintámonos, no sea que nuestro candelero sea quitado de su lugar. El templo de Dios está abierto en el cielo, e inunda su umbral la gloria de Dios destinada
  • 25. Pág. 25 a toda iglesia que ame a Dios y guarde sus mandamientos. Necesitamos estudiar, medi- tar y orar. Tendremos entonces visión espiritual para discernir los atrios interiores del templo celestial. Percibiremos los temas de los himnos y agradecimientos del coro ce- lestial que está alrededor del trono. Cuando Sión se levante y resplandezca, su luz será muy penetrante y se oirán preciosos himnos de alabanza y agradecimiento en las asam- bleas de los santos. Cesarán las murmuraciones y quejas por pequeñas desilusiones y di- ficultades. Mientras apliquemos el colirio áureo, veremos las glorias venideras. La fe penetrará las densas sombras de Satanás y veremos a nuestro Abogado ofreciendo el in- cienso de sus propios méritos en nuestro favor. Cuando veamos esto tal cual es, como el Señor desea que lo veamos, nos embargará un sentido de la inmensidad y diversidad del amor de Dios. Dios enseña que debemos congregarnos en su casa para cultivar los atributos del amor perfecto. Esto preparará a los moradores de la tierra para las mansiones que Cristo ha ido a preparar para todos los que le aman. Allí se congregarán en el santuario de sábado en sábado, de luna nueva en luna nueva, para unir sus voces en los más sublimes acentos de alabanza y agradecimiento a Aquel que está sentado en el trono y al Cordero para siempre jamás. 8T:298-299. Ha entrado en el corazón de no pocas personas que por mucho tiempo han estado en la verdad un espíritu de crítica inexorable. Son mordaces y buscan faltas en todo. Subieron al sitial de la justicia y condenan a los que no se amoldan a sus ideas. Dios pide que se humillen y se le acerquen por medio del arrepentimiento y de la confe- sión de sus pecados. Les dice: "Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Re- cuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido." (Apoc. 2:4-5). Procuran obtener el primer lugar y causan daño a muchos corazones por sus palabras y sus hechos. Elevo mi testimonio contra ese espíritu y también contra la religión sentimental que es igualmente peligrosa. Escuchad, hermanos y hermanas: ¿Quién es vuestro jefe? ¿Cristo o el ángel caído del cielo? Examinaos a vosotros mismos para saber si estáis firmes en la fe. TM:278-279. Id a los que suponéis que están en error, hablad con ellos, no actuando con duplicidad e hipocresía, y reuniéndoos con ellos día tras día con aparente camaradería, y al mismo tiempo tramando contra ellos en perfecta unidad con los agentes satánicos que están en operación para desarraigar, para derribar, para quitar de la institución a aquellos a quienes quieren exonerar los elementos no creyentes, mientras no se hablan una sola palabra con los hermanos o hermanas en la fe para redimirlos, para sanarlos, si están en error; y si no están en error para defender lo justo, y poner el reproche donde correspon- de: sobre los que traman una obra mala, porque Satanás está detrás de la escena. El Se- ñor Jesús reprendió a los fariseos, asemejándolos a sepulcros que no parecen tales, ocul- tos de la vista, paro llenos de corrupción. El Señor odia todo engaño, clandestinidad y
  • 26. Pág. 26 duplicidad. Esta es la obra de Satanás; la obra de Dios es abierta y franca. Nadie actuará contra un hijo de Dios apoyándose en el testimonio del enemigo del señor, y obrando a la manera satánica: ocultándose, y sin embargo sugiriendo, instigando, planeando en perfecta unidad con los enemigos del Señor. ¿Cómo puede el universo del cielo considerar tal obra disimulada y cobarde contra los que aman a Dios y guardan sus mandamientos? Los miembros de la iglesia pueden co- meter errores, y a menudo hacen equivocaciones; pero debe tratarse con ellos con bon- dad, con ternura, como Cristo trató con nosotros. Pero la represión de Dios está sobre todos los que hacen la obra de Dios engañosamente, profesando ser amigos de Cristo, y sin embargo actuando a la manera de una corriente submarina, en las tinieblas, contra los que aman a Dios. "Hermanos, si alguno fuere tomado en falta, vosotros que sois espiri- tuales, restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre; considerándote a ti mismo, por- que tú no seas también tentado". Aquí está nuestra obra, hermanos; ¿la asumiremos? Tan poco de esto se hace que se dirigen a la iglesia las siguientes palabras del Testigo Verdadero: "Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y has las primeras obras; pues sino, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, sino te hubieres arrepentido". TM:357-358. Nuestro Salvador dijo: "Cualquiera que escandalizare a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de mo- lino de asno, y que se le anegase en lo profundo de la mar. ¡Ay del mundo por los es- cándalos! porque necesario es que vengan escándalos; mas ¡ay de aquel hombre por el cual viene el escándalo! .... Mirad, no tengáis en poco a algunos de estos pequeños; por- que os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi Padre que está en los cielos. Porque el Hijo del hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. ¿Qué os parece? Si tuviese algún hombre cien ovejas, y se descarriase una de ellas, ¿no iría por los montes, dejadas las noventa y nueve, a buscar la que se había descarriado? Y si aconteciese hallarla, de cierto os digo, que más se goza de aquélla, que de las noventa y nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños". "No he venido - dijo Cristo - a llamar a los justos [a vosotros que no sentís necesidad de arrepentimiento], sino a los pecadores". Los que son obreros juntamente con Dios traba- jarán en las líneas de Cristo. Hay más de un alma pobre que es mal entendida, inapre- ciada, llena de angustia y agonía: una oveja perdida y errante. Su mente está entenebre- cido, no puede encontrar a Dios, y, casi desesperada, la incredulidad toma posesión de ella. Sin embargo tiene un deseo intenso y anhelante por el perdón y la paz. Al ser abierto este cuadro, puede hacerse la pregunta: ¿No hay algún cristiano al cual puede ir una persona tal para encontrar alivio? Esta pregunta Dios la contes- ta: "Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". Un fari-
  • 27. Pág. 27 seísmo frío, de corazón duro, ha tomado posesión de muchos de los profesos segui- dores de Cristo, y el amor de Jesús está muerto. TM:469-470. Los ojos del Señor estaban fijos en su Pueblo y reflejaban dolor mez- clado con desagrado. Se Pronunciaron las siguientes palabras; "Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto dónde has caído, y arrepién- tete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitar tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". El que lloró sobre el impenitente Israel, notando su ignorancia respecto de Dios y de Cristo como su redentor, observaba el corazón de la obra en Battle Creek. Un gran peli- gro amenazaba al pueblo, pero algunos no lo sabían. La incredulidad y la impenitencia cargaron sus ojos, y le confiaron a la sabiduría humana la conducción de los más impor- tantes intereses de la causa de Dios con relación a la caza editora. En la debilidad del juicio humano, los hombres reunían en sus manos finitas las líneas de control, mientras que la voluntad de Dios, el camino y el consejo de Dios, no se buscaban como algo in- dispensable . Hombres de una voluntad obstinada y férrea, tanto dentro como fuera de la oficina, se confederaban, determinados a, tomar ciertas medidas de acuerdo con su pro- pio juicio. 2MS:93-96. Hermano mío, Ud. se ha engañado y ha engañado a otros. No ha investiga- do las Escrituras en la forma debida. Debe escudriñarlas para conocer los pensamientos de Dios, y no para probar su teoría. Ud. lee la Palabra de Dios a la luz de sus propios conceptos. Levanta una estructura falsa, y luego la llena con pasajes bíblicos que su- puestamente prueban que es verdadera. Ud. dice: "La Biblia es el fundamento de mi fe". ¿Pero lo es en realidad? Contesto: La Biblia no respalda su posición. Nuevamente Ud. dice: "Demuéstreme mediante la Biblia que estoy equivocado, y abandonaré mis ideas". ¿Pero cómo puede Ud. ser convencido por la Biblia, mientras desfigure y aplique equí- vocamente sus declaraciones? En esta forma Ud. interrumpe la única fuente mediante la cual Dios podría llegar hasta Ud. y convencerlo. La única forma válida de investigar las Escrituras consiste en deponer todo prejuicio, to- da opinión preconcebida, al comienzo mismo de la investigación, y luego iniciar el tra- bajo buscando la gloria de Dios, teniendo el entendimiento accesible a la convicción y el corazón enternecido para creer lo que el Señor le dice. Las opiniones de los hombres concernientes a la interpretación de las Escrituras son mu- chas y diversas; pero las Escrituras no cambian para acomodarse a las ideas de los hom- bres. El Libro bendito constituye el sí y el amén; permanece firme y eterno. Los comen- tarios de los hombres no concuerdan entre sí, pero los hechos grandiosos y benditos permanecen inalterables. La Palabra de Dios es inmutable; "escrito está". Ud. también ha sacado de su contexto porciones de los testimonios que el Señor ha dado para beneficio de su pueblo, y los ha aplicado mal para apoyar sus teorías erróneas; se ha apropiado de la luz del cielo, o la ha robado, para enseñar aquello que no armoniza con los testimonios, lo que éstos siempre han condenado. De este modo Ud. coloca el texto
  • 28. Pág. 28 bíblico y el testimonio en el marco del error. Todos los que están en el error hacen como Ud. ha hecho... Ud. no tiene fe verdadera en los testimonios. Si la tuviera, habría acepta- do a aquellos que señalan su engaño. Ud. ha estado bebiendo en fuentes contaminadas... Ud. ha estado preparado para aceptar las sugerencias de Satanás de dar al mundo algo nuevo, insólito y sorprendente, algo opuesto a la posición que nuestro pueblo ha sosteni- do durante tanto tiempo como la verdad. Las falsas manifestaciones de su hija lo han ex- citado a Ud. a tal punto que se ha sentido llamado a realizar una gran obra. Se ha sentido halagado y se ha convertido en un instrumento del enemigo para producir resultados que Ud. es incapaz de estimar. Ha publicado herejías y teorías cuyo único efecto consiste en estimular la animosidad. El resultado es lamentable para su familia y para todos los que simpatizan con las falsas teorías que Ud. ha propuesto. Hno. Garmire, hay una obra que Ud. debe realizar para sí mismo, y que nadie puede hacer en su lugar, y consiste en hu- millar su corazón delante de Dios, en confesar sus pecados y en ser convertido. El Señor tiene un pueblo, y lo está guiando. Aunque en la iglesia hay cosas que no son correctas, Jesús no lo ha puesto a Ud. en el timón para guiar a la iglesia. A menos que cambie su actitud, Ud. no podrá salvarse. "Arrepiéntete, y haz las primeras obras" (Apocalipsis 2: 5), es la única condición bajo la cual Dios puede restaurarlo a su fa- vor. Dios primero hace penitente a quien perdona. Es necesario que se realice en su caso la obra genuina que el Espíritu Santo de Dios efectúa en el corazón, si es que Ud. ha de ser rescatado de la trampa del enemigo. Tengo muy poca esperanza en su caso, porque sus principios están corrompidos. Ud. es un hombre de carácter enga- ñoso, y sin embargo se atribuye grandes cosas. Satanás ha logrado hacerle creer que Ud. ha sido elegido por Dios para desempeñar una parte especial como una persona destacada en relación con el mensaje del tercer ángel, al ser proclamado con poder. Pero Ud. no está en armonía con Dios, y Dios no puede contribuir a propagar el error. Ud. saca el mejor partido posible de los errores que ad- vierte en los hombres responsables de la iglesia, y se aprovecha de los reproches dados a ellos, debido a que esas personas no armonizan con Ud. ni consideran correcta la expe- riencia religiosa que Ud. piensa que es superior a la luz que Dios ha hecho brillar sobre la iglesia. ¿Quién lo ha colocado a Ud. en el sitial del juez, para condenar a otros? No ha sido Dios, sino Ud. mismo... Las expresiones de condenación que Ud. ha pronunciado contra sus hermanos, no han sido pocas. Parecería que su comida y su bebida consisten en condenar. Su experiencia espiritual se compone de aquello que Ud. ofrece como alimento. Ud. también se com- place en presentar sus ideas falsas a su familia y a todas las personas que quieran escu- charlo. Puede sorprenderle que la levadura profana haya surtido efecto? Ud. puede lla- mar a esto blasfemia, si quiere hacerlo, pero es lo que el Señor me ha mostrado. Las vi- siones de Ana sirven para confirmarlo en sus conceptos equivocados. Ud. está engañan- do y siendo engañado. Satanás ha dispuesto de tal forma las cosas, que Ud. ha cercado su alma con una barrera de falsedades (Carta 12, 1890). 2MS:454. Durante más de medio siglo Dios ha estado dando luz a su pueblo mediante
  • 29. Pág. 29 los testimonios de su Espíritu. Después de todo este tiempo, ¿se deja que unos pocos hombres y sus esposas engañen a toda la congregación de los creyentes, declarando que la Sra. White es un fraude y una engañadora? "Por sus frutos los conoceréis" (Mat. 7:20). Aquellos que pueden pasar por alto todas las evidencias que Dios les ha dado y cambiar esa bendición en una maldición, deberían temblar por la seguridad de sus propias almas. Su candelero será quitado de su lugar a menos que se arrepientan. El Señor ha sido insultado. El estandarte de la verdad, del primero, del segundo y del tercer ángel ha sido arrastrado en el polvo. Si los atalayas dejan que el pueblo sea desviado en esta forma, Dios considerará responsables a algunas personas por la falta de discernimiento agudo para descubrir qué clase de alimento se ha estado dando al rebaño. Han ocurrido apostasías y el Señor ha permitido que asuntos de esa naturaleza se desa- rrollasen en el pasado a fin de mostrar con cuánta facilidad sus hijos serán descarriados cuando dependan de las palabras de los hombres en vez de investigar por sí mismos las Escrituras, como hicieron los nobles bereanos, para ver si esas cosas eran así. Y el Señor ha permitido que acontezcan cosas de esta índole para que se den advertencias de que ta- les cosas ocurrirán. 2T:295-296. Le ruego, hermano mío, que escudriñe su corazón con diligencia y pregun- te: "¿En qué camino viajo? ¿Adónde me llevará?" Puede regocijarse porque su existen- cia no fue cortada mientras no tenía esperanza segura de vida eterna. Dios no permita que descuide por más tiempo esta obra y perezca en sus pecados. No halague su alma con falsas esperanzas. Ud. no ve otro camino que seguir sino uno demasiado humilde para aceptarlo. Cristo le presenta, aun a Ud., mi hermano errante, un mensaje de miseri- cordia: "Venid, que ya está todo aparejado." (Luc. 14:17,) Dios está dispuesto a aceptar- le, y a perdonarle todas sus transgresiones, si tan sólo quiere venir. Ud. ha sido pródigo, se separó de Dios y se mantuvo mucho tiempo alejado de él; a pesar de eso, él le recibirá ahora. Si; la Majestad del cielo le invita a acudir a él, para que reciba vida. Cristo está dispuesto a limpiarle del pecado cuando Ud. le acepte. ¿Qué ganancia ha encontrado en el servicio del pecado? ¿Qué le ha aprovechado seguir la carne y el diablo? ¿No es mise- rable el salario que recibió? ¡O, vuelva, vuelva! ¿Por qué habría de morir? Ud. ha sentido muchas convicciones y remordimientos de conciencia. Ha manifestado muchos propósitos y formulado incontables promesas; y sin embargo, se demora, y no quiere venir a Cristo a fin de recibir vida. ¡Ojala que en su corazón se grabe la compren- sión del tiempo en que vivimos para que vuelva y viva! ¿No puede Ud. oír la voz del fiel Pastor en este mensaje? ¿Cómo puede Ud. desobedecer? No juegue con Dios, no sea que lo abandone a sus tortuosos caminos. Para Ud. es asunto de vida o muerte. ¿Cuál escogerá? Es cosa terrible contender con Dios y resistir a sus súplicas. Puede sentir ar- der el amor de Dios en el altar de su corazón, como lo sintió una vez. Puede comulgar con Dios como en tiempos pasados. Si limpia su camino, puede volver a disfrutar las ri- quezas de su gracia, y su rostro expresará nuevamente su amor. No se requiere de Ud. que se confiese ante aquellos que no conocen su pecado y sus
  • 30. Pág. 30 errores. No es su deber publicar una confesión que haga triunfar a los incrédulos; debe confesarse ante quienes corresponde, ante los que no se aprovecharán de sus yerros. Confiésese de acuerdo con la Palabra de Dios, y permita que sus prójimos oren por Ud. y Dios aceptará su obra y le sanará. Por amor de su alma, escuche las súplicas que le instan a hacer una obra cabal para la eternidad. Ponga a un lado su orgullo, su vanidad y haga lo recto. Vuelva al redil. El Pastor le aguarda y le reci- birá. Arrepiéntase, haga sus primeras obras, y vuelva a gozar del favor de Dios. 4T:286. Una persona bien pudiera esperar una cosecha donde nunca ha sembrado, o co- nocimiento donde nunca lo ha buscado, con la misma seguridad que pudiera esperar ser salvado en la indolencia. Un haragán y un vagabundo nunca tendrán éxito en romper el prejuicio y vencer el poder de la tentación a las complacencias pecaminosas que le apar- tan de su Salvador. La luz de la verdad, que santifica la vida, descubrirá al receptor las pasiones pecaminosas en su corazón, que están contendiendo por el dominio, haciendo necesario que el hombre ponga en estrechez cada nervio y ejerza todas sus facultades para resistir a Satanás, y así venza mediante los méritos de Cristo. Cuando rodeado de influencias calculadas para apartarlo de Dios, sus peticiones no deben disminuir cuando pide ayuda y fuerza de Jesús para poder vencer las artimañas de Satanás. Algunos en estas iglesias están en constante peligro porque los afanes de esta vida y los pensamientos mundanos ocupan tanto la mente que no piensan en Dios o el cie- lo, y las necesidades de sus propias almas. Despiertan de su estupor de vez en cuan- do, pero vuelven a caer en sueño más profundo. A menos que despierten plenamen- te, Dios quitará su luz y bendiciones que les ha dado. Quitará en su ira el candelero de su lugar. Él ha hecho de estas iglesias las depositarias de su ley. Si rechazan el peca- do, y mediante la piedad activa y sincera demuestran estabilidad y sumisión a los preceptos de la palabra de Dios, siendo fieles en realizar su deber religioso, ayudarán a que se establezca el candelero en su lugar y tendrán la evidencia de que el Señor de los ejércitos está con ellos y que el Dios de Jacob es su refugio. 4T:403-404. Se me han mostrado las iglesias que en diferentes estados profesan guardar los mandamientos de Dios y esperar la segunda venida de Cristo. Se advierte en ellas una indiferencia alarmante, como también el orgullo, el amor al mundo y una fría forma- lidad. Constituyen el pueblo que se está volviendo rápidamente como el antiguo Israel en lo concerniente a la falta de espiritualidad. Muchos hacen alta profesión de piedad, y sin embargo carecen de dominio propio. En ellos rigen los apetitos y pasiones, y el yo predomina. Muchos son arbitrarios, intransigentes, intolerantes, orgullosos, jactan- ciosos y sin consagración. Sin embargo, algunas de estas personas son ministros que manejan verdades sagradas. A menos que se arrepientan, su candelero será quitado de su lugar. La maldición que el Salvador pronunció sobre la higuera esté- ril es un sermón dirigido a todos los formalistas e hipócritas jactanciosos que se presentan ante el mundo cubiertos de hojas orgullosas pero que no dan fruto. ¡Qué reprensión para los que tienen la forma de la piedad, mientras que en su vida sin cristia-