3. MARTE
La figura representada en el cuadro es Marte, el dios romano identificado con el Ares helénico. Era éste muy antiguo en
las religiones itálicas, ya que existía con anterioridad a la introducción de Ares, con quien se identificó más tarde. Es el
dios de la guerra pero también es el dios de la primavera, porque la estación guerrera empieza al terminar el invierno. Es
el dios de la juventud, porque la guerra es una actividad propia de ésta. Figura entre los doce grandes dioses y se le
representa normalmente como un guerrero, con coraza y casco, y armado de escudo, lanza y espada. Pero en el cuadro
de Velázquez, Marte es una figura de aspecto casi ridículo, y es presentado en actitud melancólica. J.Brown señaló que
podía ser una prolongación de La Fragua de Vulcano, en la que el lienzo parece una ilustración del último episodio de los
amoríos de Marte con la diosa Venus: el amante de Venus terminaría siendo cazado por el marido (Hefesto) y expuesto
a la burla de los dioses Brown dedujo esto porque su Marte "está sentado en el extremo de una cama, aturdido, aun
demasiado sorprendido y contrariado para vestirse y reflexiona sobre la repentina y catastrófica conclusión de su idilio
con la diosa del amor“ Aunque así fuera y que el lecho de Venus se identificase con la cama de campaña, no sabemos
por qué Marte se ha calado el yelmo para esa reflexión. Con todo lo dicho, vale la pena hacer hincapié en otros
aspectos, como su asombrosa valoración y tratamiento del espacio en el cuadro. Nadie como él había llegado a
representar el vacío, la nada, el aire, hasta el extremo de otorgar al espectador la certeza de que puede llegar a sentarse al
lado del dios Marte. Elimina el espacio o la distancia respetuosa mantenida por otros pintores, lo que contribuye
sobremanera a acercarnos no ya psicológicamente, sino incluso físicamente y con naturalidad absoluta al personaje.
5. VENUS
La obra representa a la diosa Venus en una pose erótica, tumbada sobre una cama y mirando a un espejo que
sostiene el dios del amor sensual, su hijo Cupido. Se trata de un tema mitológico al que Velázquez, como es usual
en él, da trato mundano.
No trata a la figura como a una diosa sino, simplemente, como a una mujer. Esta vez, sin embargo, prescinde del
toque irónico que emplea con Baco, Marte o Vulcano.
A diferencia de los desnudos italianos y flamencos de la época de Velázquez, falta aquí el paisaje, la habitación o
las criadas, falta todo lo que podría distraernos. Solo está el cupido alado.
Este tipo de imágenes eran peligrosas en la España del siglo XVII, pues estaba penalizado realizar los llamados
cuadros ” lascivos “. Tal vez Velázquez representó por precaución a la mujer tendida de espaldas, y no solo para
excitar la imaginación. Y puede ser que también la precaución influyera en la imagen del espejo. Según las leyes de
la óptica debería mostrar en realidad el vientre y los pechos de la joven.