4. Tras una breve tentativa de iniciarse en el
comercio, decidió dedicarse al estudio. En 1734
marchó a Francia, donde pasó tres años, la
mayor parte de ellos en La Flèche, dedicado a la
redacción de su primera obra, Tratado de la
naturaleza humana, que completó tras su regreso
a Londres y se empezó a publicar en 1739. El
tratado no despertó ningún interés, y Hume se
retiró a la casa familiar en Ninewells.
La favorable acogida que obtuvo la publicación
en Edimburgo de la primera parte de sus
Ensayos morales y políticos en 1742, le hizo
olvidar su primer fracaso.
5. Trabajó como preceptor del marqués de
Annandale (1745-1746) y luego como
secretario del general St. Clair (1746-1748), a
quien acompañó en misión diplomática a
Viena y Turín. Nombrado bibliotecario del
Colegio de Abogados de Edimburgo,
emprendió la redacción de una historia de
Inglaterra, que publicó desde 1754 hasta 1762
en varias entregas, algunas bastante mal
recibidas por la burguesía liberal.
6. En 1763 aceptó la invitación de lord Hertford de
incorporarse a la embajada en París, ciudad donde
residió hasta 1766 y en la que se relacionó con los
enciclopedistas. En 1769 regresó definitivamente a
Edimburgo con el propósito de disfrutar de la fortuna
que le habían proporcionado tanto sus cargos como,
finalmente, sus obras.
Se ha considerado a Hume como uno de los
máximos representantes del llamado empirismo
inglés; su análisis crítico del conocimiento, que
ejerció sobre Kant una decisiva y reconocida
influencia, insistió en la importancia de investigar el
origen de las ideas, que él entendía como copias o
imágenes de las impresiones (sensaciones,
pasiones, emociones).
7. Concibió el razonamiento como la actividad de
descubrir relaciones entre ideas, que podían ser
de dos tipos: las existentes entre hechos (objeto
del razonamiento probable, fundado en la
experiencia) y relaciones entre ideas (objeto del
razonamiento demostrativo, basado en el
principio de no contradicción).
Estimando imposible cualquier otra forma de
razonamiento, lo que suponía rechazar como
falsas las proposiciones de la metafísica o la
teología, sometió a crítica toda clase de ideas, y
refutó en especial las de sustancia, existencia y
relación causal.
8. Respecto de esta última, sin negar la posibilidad
de que exista una causalidad real, afirmó que
era imposible conocerla: el origen de la idea de
causa hay que buscarlo, por tanto, en el hábito
psicológico de percibir determinadas
sensaciones de forma simultánea o sucesiva, sin
que dicha idea encierre ninguna necesidad
lógica o racional.