La desertificación consiste en la degradación persistente de las tierras secas debido a factores climáticos y humanos, afectando a millones de personas. Sus consecuencias incluyen la pérdida de servicios ecosistémicos como alimentos y agua, y la migración forzada de las personas a zonas urbanas. Para prevenirla se requieren cambios políticos y de gestión de recursos que fomenten un uso sostenible del suelo en las zonas afectadas.