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Diseño Inteligente
¿Es ciencia? ¿Es religión? ¿Qué es exactamente?
A medida que ha ido ganando terreno el movimiento del diseño
inteligente, sus provocativas tesis han venido siendo, obviamen-
te, blanco de las más enconadas críticas. En este libro, William
Dembski aprovecha la ocasión para responder clara y conci-
samente a las más duras objeciones planteadas al programa
del diseño inteligente. Dirigiéndose al gran público en general,
Dembski responde a más de cuarenta cuestiones, unas espon-
táneamente expresadas por muchos de los oyentes no especia-
lizados que asistieron a sus numerosas conferencias públicas, y
otras, más sutiles o más complejas, aducidas por profesionales
en revistas especializadas.
La ciencia y los hombres de ciencia gozan de gran autoridad
hoy en día. Ahora bien, ¿qué es la ciencia? Todo el mundo pa-
rece tener una respuesta. Recientemente un grupo de científi-
cos, matemáticos y filósofos pioneros del nuevo movimiento del
diseño inteligente han puesto en cuestión cierta concepción de
la ciencia: el enfoque que limita las investigaciones y procedi-
mientos de ésta a las explicaciones exclusivamente regulares y
mecánicas. Los investigadores del diseño inteligente sostienen
en cambio que no hay razón científica alguna para excluir la
inteligencia, su intervención y el propósito en la genuina·inves-
tigación científica. Y en modo alguno debe sorprendernos el
constatar que, de hecho, no es infrecuente que la misma prác-
tica de la ciencia incluya ya todos estos factores.
La revolución de.Idiseño ha comenzado. Su éxito dependerá del
modo en que acierte a responder a las cuestiones planteadas
por sus detractores. La lectura de este libro proporcionará al lec-
tor una idea cabal de las perspectivas y de los desafíos que ha
de afrontar esta revolución del pensamiento científico.
ISBN 84-935182-4-7
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Diseño
Inteligente
William A. Dembski
Respuestas a las más graves objeciones al diseño inteligente
HOMO LEGENS [SCIENTIA
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DISENO
INTELIGENTE
RESPUESTAS A LAS CUESTIONES
MÁS ESPINOSAS
DEL
DISEÑO INTELIGENTE
William A. Dembski
HOMO LEGENS 1 SCIENTIA
HOMO LEGENS i SCIENTIA
© Publicado originalmente por InterVarsity Press como The Design
Revolution por William A. Dembski. © 2004 by William A. Dembski.
Traducido e impreso con permiso de InterVersity Press, P. O. Box 1400,
Donners Grove, 1-60515, USA
© Horno Legens, S. L., 2006
Paseo de la Castellana, 36-38. 28046 Madrid
Grupo Intereconomía
info@homolegens.com
© De la traducción:
Carmen García Trevijano
ISBN: 84-935182-4-7
Depósito legal: M. 46.887-2006
Todos los derechos reservados.
Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de este libro
por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía, el tratamiento
informático y la distribución de ejemplares mediante alquiler
o préstamo público sin permiso previ y por escrito del editor.
A John y Dorothy Van Gorp,
los padres de nu esposa,
la sal de la tierra
Casi invariablemente, la gente llega a
sus creencias no sobre la base de alguna
prueba, sino sobre la base de lo que en-
cuentra atractivo.
BLAISE PASCAL, EL ARTE DE LA PERSUASIÓN
w
ÍNDICE
Presentación por Charles W. Colson .................................................... 11
Prefacio ....................................................................................................... 15
Reconocimientos........................................................................................ 27
PARTE UNA: DISTINCIONES BÁSICAS
1 DISEÑO INTELIGENTE............................................................... 31
¿Qué es el diseño inteligente?
2 CREACIÓN..................................................................................... 37
¿En qué difiere el díser1o inteligente de una doctrina teológica de
la creación ?
3 CREACIONISMO CIENTÍFICO.................................................. 40
¿Es el diseño inteligente una forma hábilmente disfrazada de
creacionismo científico?
4 TEOLOGÍA DISFRAZADA.......................................................... 44
Aun cuando el diseño inteligente pretende ser un programa de
investigación científica, ¿no es en realidad una empresa teoló-
gica?
5 MOTIVACIÓN RELIGIOSA ........................................................ 50
¿Acaso el verdadero motivo del diseño inteligente pueda ser el
temor de que las teorías evolucionistas, y el darwinismo en par-
ticular, desplazaran algún día toda necesidad de Dios?
6 DISEÑO ÓPTIMO.......................................................................... 58
¿Por qué colocar la palabra inteligente a continuación de diseño?
Una buena parte del diseño existente en la naturaleza es cualquier
cosa menos inteligente.
7 EL ARGUMENTO DEL DESIGNIO........................................... 67
¿En qué difiere el diseño inteligente del argumento del designio?
PARTE DOS: DETECTANDO DISEÑO
8 LA INFERENCIA DE DISEÑO................................................... 79
¿Qué es la inferencia de diseño? ¿En qué difiere la inferencia de
diseiio del argumento del designio?
9 AZAR Y NECESIDAD ..................................................................
¿Cómo concibe la comunidad científica las causas naturales, y por
qué no figuran entre ellas las causas inteligentes?
83
10 COMPLEJIDAD ESPECIFICADA............................................... 87
PARTE TRES: INFORMACIÓN
16 INFORMACIÓN Y MATERIA.................................................... 145
¿Cuál es la diferencia entre información y materia, y qué papel
juega cada una en la teorfo del diseño inteligente?
17 TEORÍA DE LA INFORMACIÓN.............................................. 150
¿Cómo se relaciona la teoría matenzáticn de la información con el
diser'io inteligente; y más específicamente, con el criterio que éste
emplea para detectar diseño, es decir, la complejidad especificada?
18 EL PROBLEMA DE LA INFORMACIÓN EN BIOLOGÍA.... 155
¿Cuál es el problenw de la información en biología, y cómo tratan
los biólogos de resolverlo?
¿Qué es la complejidad especificada, y cómo se determina si algo 19 INFORMACIÓN EX NIHILO ...................................................... 163
exhibe complejidad especificnda? ¿Es la naturaleza completa en el sentido de poseer todas las
11 EL FILTRO EXPLICATIVO.......................................................... 94
¿De qué modo funciona la complejidad especificada como criterio
de detección de diseño?
12 FIABILIDAD DEL CRITERIO...................................................... 102
¿Es la complejidad especificada un criterio fiable para detectar
diseño?
13 OBJETIVIDAD Y SUBJETIVIDAD.............................................. 110
¿Describe la complejidad especificada una característica objetiva
del mundo o es meramente un estado subjetivo de ignorancia sobre
el funcionamiento del mundo?
14 AFIRMABILIDAD.......................................................................... 117
Dado que la complejidad especificada es un criterio bien definido,
objetivo y fiable para detectar diseño, ¿por qué habría que pensar
que nunca podríamos estar justificados para afirmar que algún
objeto natural exhibe complejidad especificnda?
15 EL AZAR DE LOS AGUJEROS .................................................. 130
¿Por qué ha de ser probabilista toda teoría científica que se pro-
ponga detectar diseño?
capacidades necesarias para producir las estructuras ricas en
información que vemos en el mundo y especialmente en biología?
¿O hay aspectos informacíonales del mundo de los cuales la na-
turaleza no puede dar cuenta por sí sola sino que requiere la guía
de una inteligencia?
20 RECEPTIVIDAD DE LA NATURALEZA A LA INFORMA-
CIÓN ................................................................................................ 169
¿Cómo ha de ser la naturaleza para que una inteligencia diseñadora
interactúe coherentemente con el mundo y genere la complejidad
especificada que vemos en los seres vivos?
21 LA LEY DE LA CONSERVACIÓN DE LA INFORMA-
CIÓN ................................................................................................ 179
¿Qué significado tiene decir que se conserva la complejidad espe-
cificada o información compleja especificada?
PARTE CUATRO: CUESTIONES QUE PLANTEA
EL NATURALISMO
22 VARIEDADES DEL NATURALISMO ....................................... 189
¿Es el naturalismo compatible de algún modo con el diseiio inteli-
gente?
23 INTERVENCIONISMO................................................................. 199
¿Es el diseiio inteligente una teoría interz1encionísta en la que los
casos de diser1o interrumpen una historia causal sin cuya inter-
vención sería totalmente natural?
24 MILAGROS Y SUSTITUCIÓN CONTRAFÁCTICA................ 204
¿Requiere milagros el diseño inteligente? Y de ser así, ¿no situaría
esto al diseño fuera de los límites de la ciencia?
25 LO SOBRENATURAL................................................................... 209
¿No será el diseñador al que el diseño inteligente atribuye la
co1nplejidad biológica un agente sobrenatural que se enc11e11tra,
por tan to, fuera de los límites de la ciencia?
26 DISEÑADORES CORPÓREOS E INCORPÓREOS.................. 213
¿Sería el diseño producido por un diseñador incorpóreo accesible
a la investigación científica de la misma manera en que lo es el
diseño producido por un disáiador corpóreo?
27 EL REGRESO AL INFINITO EN EL DISEÑO......................... 219
Si la naturaleza exhibe diseño, ¿quién o qué diseñó al dise-
ñador?
28 ESCEPTICISMO SELECTIVO...................................................... 223
¿Por qué es el escepticismo profesional tan declarado adversario
del diseño inteligente? ¿Qué perspectivas tiene de desmontar al
diseño inteligente?
29 EL PROGRESO DE LA CIENCIA .............................................. 230
¿Reivindica invariablemente el progreso científico al naturalismo
y opera en contra del diseño inteligente?
PARTE CINCO: DESAFÍOS TEÓRICOS
AL DISEÑO INTELIGENTE
30 ARGUMENTO DESDE LA IGNORANCIA.............................. 239
Al atribuir diseño a los sistemas biológicos, ¿no está el diseño
inteligente argumentando a partir de la ignorancia?
31 INDUCCIÓN ELIMINATIVA...................................................... 246
Si la i11.fl1
re11cit1 de diseJ/o 110 es rnb11l111e11te un 11rg11mcnto desde
la ig11oranci11, ¿c11 qué sen tido es superior a este tipo de 11rg11-
me11 to?
32 HUME, REID Y SIGNOS DE INTELIGENCIA........................ 251
¿Acaso no demolió David Hume no sólo el argumento del designio
en favor de la existencia de Dios, sino también cualquier tipo de
inferencia de diseño basada en aspectos del mundo natural?
33 DISEÑO POR ELIMINACIÓN VERSUS DISEÑO POR COM-
PARACIÓN..................................................................................... 261
¿Cómo se infieren adernadamente las hipótesis de disáio: elimi-
nando sin más las hipótesis de azar o comparando la verosimilitud
del azar y las hipótesis de diseiio?
34 LA DEMANDA DE DETALLES: EL TU QUOQUE DEL
DARWINISMO............................................................................... 281
¿No es el colmo de la hipocresía que los teóricos del diseiio acusen
al darwinismo de no ofrecer detalles sobre la emergencia de la
complejidad biológica cuando tampoco los ofrece su propia teoría
del diseiio inteligente?
35 EL DESPLAZAMIENTO Y EL PRINCIPIO DE «NO FREE
LUNCH» .......................................................................................... 286
¿Cómo pueden los teoremas del No Free Lunch competir con la
teoría darwiniana y apoyar el diseño inteligente?
36 LOS ÚNICOS JUEGOS EN LA CIUDAD................................. 293
¿No es una actitud burda y simplista plantear el debate sobre la
evolución biológica meramente como un duelo entre el darwinismo
y el diseiio inteligente? Con seguridad, la biologfo evolutiva abre
la puerta a muchas más opciones.
PARTE SEIS: UN NUEVO TIPO DE CIENCIA
37 ASPIRACIONES............................................................................. 305
¿Qué espera la ciencia obtener del diseiio inteligente, y qué puede
hacer el díseiio inteligente por la ciencia?
38 MECANISMO .................................................................................
Si el diseño inteligente no es una teoría mecnnícista del origen y
desarrollo de la vida, ¿cómo puede ser científica?
39 TESTABILIDAD .............................................................................
¿Es testable el diseño inteligente? ¿Es testable el darwinismo?
40 LA IMPORTANCIA DE MICHAEL BEHE...............................
¿Por qué piensan los biólogos evolucionistas que la obra de Michael
Behe sobre la complejidad irreducible ha quedado desacreditada?
41 EVALUACIÓN PARITARIA O EL FALLO DE LOS EXPER-
312
318
331
TOS................................................................................................... 341
Si el diseño inteligente es un programa de investigación científica,
¿por qué los teóricos del diseño no publican ni ven citados sus
trabajos en las bibliografías de evaluación parítaria?
42 LA «CUÑA»................................................................................... 349
¿No será realmente el diseiio inteligente una agenda política dis-
frazada de programa de im1estigación científica?
43 TEMAS A INVESTIGAR.............................................................. 354
¿Qué se supone que deba hacer, por la vía de la investigación
científica, un científico interesado en el diseño inteligente?
44 HACER DEL DISEÑO INTELIGENTE UNA CIENCIA DIS-
CIPLINADA.................................................................................... 364
Aun suponiendo que el diseño inteligente sea un programa de
im1estigación científica, o que tenga al menos el potencial para
serlo, ¿cómo puede evitar verse absorbido como parte de una agenda
política y cultural más amplia?
Bibliografía selecta ............................................................................... 373
Índice de nombres................................................................................ 380
Charles W. Colson
BILL DEMBSKI ES, por encima de todo, un revolucionario. Y éste es un
libro revolucionario.
Durante años - demasiados años- la evolución darwiniana, la
ortodoxia académica dominante, no se ha enfrentado con desafíos sig-
nificativos. Los que creían en cualquier otra teoría sobre los orígenes
biológicos eran tenidos por chiflados religiosos o locos. Esa situación
está empezando a cambiar ahora.
Bill Dembski está en la vanguardia de un prometedor movimiento
de pensadores, cristianos y no cristianos, que efectivamente sostienen
que la evolución naturalista no puede dar respuestas coherentes a las
cuestiones más vitales de nuestro tiempo. En este libro ofrece Dembski
una asombrosa refutación de la idea de que los hombres vivimos en un
universo naturalista gobernado por el azar, y que el tiempo más el azar
más la materia generan vida en toda su gloriosa complejidad.
Immanuel Kant nos proporcionó unas espléndidas lentes con las que
captar el actual dilema. Kant era un teísta profundamente influido por
el pietismo cristiano. Como filósofo, formuló una radical propuesta que
trastornó la epistemología, la rama de la filosofía que estudia nuestro
modo de conocer lo que conocemos. Lo más sobresaliente de su propues-
ta era que había dos tipos de conocimiento: el de aquello que podía ser
determinado como hecho, es decir, el conocimiento de fenómenos, y el
de aquello que sólo era accesible a través de la fe, o sea: el conocimiento
de noúmenos. Esta distinción entre hecho y fe revolucionó y cambió el
modo en que el pensamiento occidental enfocaba la cuestión relativa a
lo que se puede y no se puede conocer.
Antes de Kant, todo el mundo estaba dispuesto a aceptar sin la menor
reserva que puesto que Dios creó el universo, toda la verdad estaba en
él y toda verdad podía ser conocida. Podíamos apoyarnos sin reservas
12
en la sabiduría y la autoridad de Dios. Sin embargo, con la presión de
la Ilustración aumentando día a día, la gente fue abandonando paulati-
namente la idea de que la noción de Dios era necesaria para explicar la
creación. Y tras haber capitulado sobre este punto, se renunció también
con facilidad a la idea de que Dios era necesario para la formulación
de la ley moral o del comportamiento. Y con el paso de los años, la
distinción hecho-fe se afianzó tanto en la mentalidad de la gente, que los
intelectuales occidentales no encontraron apenas dificultad para fundar
en el naturalismo no sólo la ciencia sino también la moralidad.
Al mismo tiempo, los creyentes religiosos, atacados también por el
mismo microbio de la Ilustración, salvaguardaron su fe confinándola
en el ámbito de lo privado. Centrados en una piedad individualista,
los creyentes olvidaron la concepción holista del mundo de las anterio-
res generaciones. Al adoptar la distinción hecho-fe, compartimentaron
su propia fe y la aislaron del resto de su comprensión del mundo. El
resultado de todo esto ha sido un abandono total del sentido de com-
promiso cultural.
Esta «doble historia» del pensar se hizo casi inatacable y dejó el
campo libre para que los científicos naturalistas dominaran el pensa-
miento occidental - científicos que ofrecían una explicación naturalista
del universo biofísico sin referencia alguna a un creador o diseñador.
Había religión por una parte y ciencia por otra. Y ninguna de ellas se
entendió con la otra.
Aunque ésta era -y sigue siendo - una falsa dicotomía, ha conti-
nuado dominando el pensamiento occidental incluso después de que
las explicaciones naturalistas de la creación de la vida comenzaran a
fracasar. En las escuelas públicas norteamericanas actuales está firme-
mente arraigada la idea de que la ciencia ofrece una explicación del
mundo totalmente naturalista y que la fe es meramente una cuestión de
religión (o peor aún, una cuestión de «valores») que debe permanecer
alejada del aula.
El movimiento del diseño inteligente, del cual Dembski es parte clave,
está planteando un evidente desafío a ese modo de pensar. Ha atacado
la evolución naturalista presentando argumentos lúcidos y evidencias
claras de diseño.
Cuanto más aprendemos acerca del mundo en que vivimos, más
impresionados deberíamos mostrarnos ante lo que ha sido llamado el
«principio antrópico». Como he escrito en otro lugar, el principio antró-
pico establece que, en nuestro propio universo, todas esas características
Prc~C11tacití11 13
del mundo físico al parecer arbitrarias y no relacionadas - la distancia
de la tierra al sol, las propiedades físicas de la tierra, la estructura de un
átomo- tienen una cosa en común: ser precisamente lo que se necesita
para que el mundo pueda albergar la vida. El entero universo biofísico
parece haber sido pensado y diseñado -inteligentemente disefiado.
Muchos científicos siguen manteniendo el modo de pensar de la
doble-historia y preferirían más bien no considerar la posibilidad de un
diseñador clarividente. En lugar de ello, optan por continuar adheridos
a ese naturalismo que afirma un universo que se genera y explica a
sí mismo en el cual todas las cosas proceden del azar y la necesidad,
incluyendo la vida humana.
Dembski y pensadores tales como Phillip Johnson, Michael Behe y
Jonathan Wells han forzado a los científicos a tomar en serio al disefio
y a un diseñador. Su argumentación no se apoya en la Biblia o en la
religión, sino en la evidencia científica. En lugar de evolución natura-
lista, ellos proponen una teoría bien desarrollada del diseño inteligente.
Puesto que estamos ante un caso de teoría científica frente a otra teoría
científica, los pensadores seculares no encuentran ahora razones para
menospreciar simplemente al diseño como una idea religiosa.
Dembski es un brillante pensador pionero que está causando un
tremendo impacto. Sus ideas no sólo están sacudiendo los círculos
intelectuales, sino que se van filtrando en la conciencia popular. Como
resultado, Dembski forma parte de un movimiento para volver a capturar
el espíritu de nuestra cultura y reimplantar en las escuelas el equilibrio
intelectual. Ésta será una de las mejores y más esperanzadoras cosas que
le puedan suceder al mundo cristiano durante generaciones.
En Diseño inteligente, Dembski cubrió un amplio abanico de tópicos
respondiendo a las objeciones que se planteaban al diseño inteligente.
Puede decirse que durante sus años de escritor, de docencia y de debate
sobre el diseño inteligente ha escuchado todas las objeciones posibles.
En este libro las vuelve a considerar por separado para responder al
lector confuso, al escéptico y al hostil. Sus argumentos no sólo refuerzan
la confianza de los que ya estamos convencidos del diseño inteligente,
sino que sirven como catalizador del pensamiento para los escépticos
escrupulosos.
Albert Einstein dijo una vez, «En cualquier caso, yo estoy convencido
de que Dios no juega a los dados». Ciertamente no lo hace. Dios creó
cuidadosamente un mundo al que protege con su providencia. En este
libro, Dembski ha hecho aún más clara esta verdad.
PREFACIO
DESDE QUE THOMAS KUHN publicara allá por los años de 1960 La estructura
de las revoluciones científicas, todo tema relacionado con alguna nueva
idea en ciencia ha sido presentado al público como la última revolu-
ción científica. No es de extrañar por tanto que la gran mayoría de las
revoluciones científicas se hayan visto superadas por otras en el curso
de unos pocos años. Yo mismo protagonicé uno de esos movimientos
de superación a finales de la década de 1980 siendo aún estudiante de
licenciatura en el laboratorio de física de Leo Kadanoff de la Universidad
de Chicago. La teoría del caos, también llamada dinámica no-lineal, iba
a revolucionar la ciencia. Diez años más tarde, tanto aquella promesa
como las expectativas surgidas en torno a ella se habían evaporado en
su mayor parte. La teoría del caos ofrecía sin duda algunas perspecti-
vas interesantes sobre la interdependencia y la sensibilidad relativas a
la perturbación de los procesos físicos. Y aunque la revolución había
perdido su empuje, nuestra concepción científica del mundo continuaba
prácticamente inalterada. Desde aquella experiencia, aplico una prudente
dosis de escepticismo a todas las declaraciones relativas a una nueva
gran revolución en ciencia.
Sin embargo, día a día se fortalece mi convicción de que el diseño
inteligente está llamado a revolucionar la ciencia y nuestra concepción
del mundo. Naturalmente, en tanto que proponente activo del diseño
inteligente, mantengo un firme interés en esta apuesta. Pero en cual-
quier caso, hay buenas razones para pensar que esta perspectiva cumple
perfectamente los requisitos exigibles a una revolución teórica a gran
escala. Semejante revolución no sólo constituirá un formidable desafío
para el gran ídolo de la biología evolutiva (darwinismo), sino que mo-
dificará también sin duda las reglas fundamentales que gobiernan las
ciencias naturales. Desde los tiempos de Darwin, las ciencias naturales
16 Q¡c;[l¡ 1i lll.ICF.I 1
han combatido la idea de que causas inteligentes puedan jugar un papel
sustantivo empíricamente importante en el mundo natural. Es obvio
que un proceso evolutivo ciego podría dar lugar a la emergencia de
ciertas causas inteligentes, pero estas causas no serían en modo alguno
fundamentales para el operar del mundo. El diseño inteligente rechaza
esta exclusión del diseño en las ciencias naturales. Y con ello promete
reconstruir tanto la ciencia como el mundo.
Las revoluciones son un asunto turbio. Tampoco son inevitables.
Para que surja una revolución ha de haber revolucionarios resueltos
a colocar las cosas en su sitio. Tienen que proponerse acabar con
los abusos, el ridículo y la intimidación que la elite dirigente puede
y quiere imponer. La elite gobernante en este caso está formada por
los darwinistas dogmáticos y los científicos naturalistas. Firmemente
comprometidos a mantener fuera del ámbito de las ciencias naturales
a la causación inteligente, ofrecen una falsa representación de ella en
cada una de sus etapas al sostener que la crítica que los defensores del
diseño inteligente dirigen al darwinismo (y de manera más general a
las teorías naturalistas de la evolución) está claramente tergiversada y
carece de fundamento. Bajo este subterfugio, la información que recibe
el público es que el diseño inteligente no es más que religión disfraza-
da de ciencia. Además se le advierte también que el diseño inteligente
anuncia la muerte de la ciencia, y que proponer este diseño equivale
intelectualmente (si no moralmente) a afirmar, por ejemplo, que el Ho-
locausto no sucedió nunca.
La aceptación de ideas radicales que desafían el status qua (y el
darwinismo en su condición actual es realmente un status qua) queda
típicamente establecida mediante una serie de diversas etapas. Según
Arthur Schopenhauer, «Toda verdad pasa por tres estadios. En el
primero, es ridiculizada. En el segundo, ferozmente combatida. Y en
el tercero, aceptada como algo autoevidente». En la misma línea, el
científico evolucionista J.B.S. Haldane observaba, «Una teoría pasa por
cuatro estadios de aceptación: «(i) es un sinsentido que carece de valor;
(ii) es una perspectiva interesante, aunque perversa; (iii) es verdadera,
aunque bastante trivial; (iv) yo la he afirmado siempre».
Los cuatro estadios de Haldane pueden ser analizados del siguiente
modo. En el primero, la idea es considerada ridícula: la elite dominan-
te no se siente amenazada e ignora el desafío mientras puede, pero
cuando el peligro aumenta afirma dogmáticamente que la tal idea es
tan absurda que no merece siquiera la menor consideración. En el
Pre_f¡1cio 17
segundo estadio se la considera perniciosa: la elite establecida no puede
seguir ignorando la amenaza y se apresta a tomar medidas activas
que la invaliden proclamando dogmáticamente que la tal idea es
confusa, irracional, rechazable, e incluso peligrosa (con lo que añaden
una dimensión moral al debate). En el tercer estadio se la contempla
como posible: la referida elite admite a regañadientes que la idea no
es enteramente absurda, mas continúa sosteniendo que, a lo sumo, su
interés es marginal; mientras tanto, la mayoría de sus miembros va
tomando conciencia de que las consecuencias de la nueva teoría son
de muy largo alcance y de que su importancia es mucho mayor de
la que inicialmente se le concedía. Por último, y en cuarto lugar, se
reconoce que la idea es plausible: en este momento preciso emerge un
nuevo status qua, con una elite dominante que da su total asentimiento
a la recién entronizada idea y en el que la mayoría de los ciudadanos
no aciertan a imaginar siquiera cómo el común de los hombres de
épocas anteriores pudo haber pensado de distinta manera. El diseño
inteligente nos sitúa en el momento de transición desde el estadio dos
al estadio tres: desde lo pernicioso a lo posible. Ésta es la más dura
de las transiciones.
El propósito de este libro es facilitar esa transición desde el estadio
dos al tres dotando a los defensores del diseño inteligente con el ins-
trumental adecuado para rebatir con éxito los ataques de sus críticos.
Mas también hemos tenido muy en cuenta la legión de individuos que
se muestran escépticos respecto a futuras revoluciones científicas. Este
libro pretende igualmente rendir un cálido homenaje a tan saludable
escepticismo respondiendo total y sistemáticamente a las cuestiones
más arduas que los críticos hayan podido plantear relativas al diseño
inteligente. Los lectores no tendrán ya que andar a tientas en busca de
preguntas o respuestas. Ni tampoco echarán en falta la discusión de
cuestiones realmente difíciles.
A lo largo de los últimos diez años he disertado sobre diseño
inteligente ante numerosos colegas en distintas universidades, tan-
to en Estados Unidos como en el resto del mundo. Igualmente he
mantenido regularmente entrevistas con los medios sobre este tema.
He introducido una enorme variedad de cuestiones en todo tipo de
lugares, y mi obra ha provocado una intensa y amplia marea de
publicaciones críticas por parte de los guardianes de la ortodoxia
científica. El presente libro reúne en un solo volumen todas aquellas
experiencias, todas aquellas preguntas y respuestas. La presente obra
18 DISEr;CJ l'.fELIGENTf
puede ser considerada por tanto como un manual capaz de reempla-
zar un paradigma científico anticuado (el darwinismo) por otro nuevo
paradigma (el diseño inteligente) perfectamente preparado para poder
respirar, crecer y prosperar.
Cuando hablo de diseño inteligente, se me suelen plantear tres tipos
de preguntas. Con frecuencia una de ellas se limita simplemente a pedir
una clarificación adicional. A veces, sin embargo, una determinada pre-
gunta pone al descubierto un obstáculo que hay que eliminar antes de
seguir adelante con la investigación. Y finalmente, está la cuestión que
no es en realidad una cuestión, sino más bien una objeción destinada
a ahondar más profundamente en el diseño inteligente. En este libro
trataré de los tres tipos de cuestiones, aunque mi interés se centra más
particularmente en la relativa al obstáculo. El diseño inteligente está
sembrado de impedimentos, sobre todo para los científicos y los teólo-
gos. Lo que más busco en este libro es eliminar al máximo semejantes
barreras. Librarse de ellas es al presente la tarea más importante en el
proyecto de impulsar la revolución del diseño.
Dicho de manera muy simple, el diseño inteligente es la ciencia
que estudia los signos de la inteligencia. Así expresada, la tal revo-
lución parece rectilínea y aproblemática. Mas dependiendo del lugar
en donde la inteligencia se muestre a sí misma con toda evidencia, es
posible toparse con una feroz resistencia al diseño inteligente. Que los
arqueólogos atribuyan diseño inteligente a las puntas de flecha o a los
túmulos fúnebres no provoca discusión alguna. Pero que los biólogos
postulen un diseño inteligente en las estructuras biológicas provoca
una gran ansiedad no sólo en el seno de la comunidad científica sino
también en el de la cultura en general. ¿Por qué?
En su obra Miracles, C.S. Lewis acusaba con toda razón al naturalis-
mo. Según Lewis, el naturalismo es una toxina que impregna el aire que
respiramos y una infección que se abre camino hasta nuestros huesos.
El naturalismo es la concepción que postula que el mundo físico es un
sistema auto-independiente que se gobierna mediante leyes ciegas e in-
mutables. El naturalismo no procede de parte alguna y afirma que fuera
de la naturaleza no hay nada. Lo que esta afirmación viene a decir es
que fuera de la naturaleza no puede haber nada que sea concebiblemente
relevante para lo que sucede en ella. La respuesta del naturalismo al
teísmo no es el ateísmo, sino un olvido benigno del primero. La gente
se siente bien creyendo en Dios, aunque no en un Dios que introduzca
ni un mínimo de diferencia en el orden natural.
Prefacio 19
El teísmo (ya sea cristiano, judío o musulmán) sostiene que la sa-
biduría de Dios creó el mundo. El origen del mundo y su ordenación
subsiguiente es por tanto resultado de la actividad diseñadora de un
agente inteligente: Dios. El naturalismo, por su parte, no reserva ningún
lugar para una actividad inteligente, a excepción del final de un proceso
material que no tiene propósito alguno. Dentro del naturalismo, toda
inteligencia es inteligencia evolucionada. Por su parte, el mismo proceso
evolutivo a cuyo través se desarrolla este tipo de inteligencia, es a su
vez ciego y carente de finalidad. Consecuencia de todo esto es que el
naturalismo no trata a la inteligencia como una fuerza creativa básica,
sino como un subproducto evolutivo. Lo cual quiere decir en concreto
que los seres humanos (los objetos naturales que máximamente exhiben
inteligencia) no son la corona de la creación, ni el resultado primorosa-
mente diseñado por la voluntad de un creador, ni por supuesto tampoco
las criaturas hechas a imagen y semejanza de un Dios benevolente. Los
seres humanos son más bien un accidente de la historia natural.
El naturalismo constituye claramente una tentación para la ciencia,
y son ciertamente muchos los científicos que han sucumbido a ella. Esta
tentación consiste en la visión de un mundo sereno y ordenado donde
todo es perfectamente comprensible en términos de una serie de reglas
bien definidas o mecanismos gobernados por leyes naturales. De acuerdo
con esto, el naturalismo mantiene la esperanza de que la ciencia pueda
ofrecer algún día una «teoría de todas las cosas». Pero es evidente que
esa esperanza no ha encontrado aún cumplimiento. El escándalo del
diseño inteligente consiste precisamente en ir más allá y afirmar que
semejante esperanza es un sueño irrealizable. Y esta afirmación es un
insulto para la hybris del naturalismo. El diseño inteligente sostiene que
la inteligencia es un rasgo fundamental del mundo y que todo intento de
reducirla a mecanismos naturales está abocado al fracaso. El naturalismo
desea que la naturaleza sea un libro abierto. Pero las inteligencias no
son en absoluto libros abiertos: las inteligencias crean libros, producen
nueva información. Son agentes libres capaces de vulnerar nuestras más
fundadas expectativas.
Tras todo esto se oculta una evidente ironía. El universo del natura-
lista - donde la inteligencia no es fundamental y el mundo no es diseña-
do - es supuestamente un mundo racional puesto que se mueve según
una ley natural inalterable, o sea, donde la causa precede al efecto con
regularidad inviolable. Por otra parte, el mundo del teórico del diseño,
en donde la inteligencia es fundamental y el mundo es diseñado, no
20 Ül<..,F:Cl 1: 1 FI !GE. 1 F
es supuestamente un mundo racional puesto que la inteligencia puede
hacer cosas inesperadas. Dar cabida en el mundo a una inteligencia no
evolucionada es, según el naturalismo, arrojar al mundo a un espantoso
torbellino. Es sustituir la ley natural eterna por el capricho, y por tanto
destruir la ciencia. Así pues, para el naturalista, el mundo es inteligible
sólo si comienza sin inteligencia y luego la desarrolla. Mas si el mundo
comenzara con una inteligencia y ésta fuera desarrollada por causa de
una inteligencia anterior, ese mundo acabaría siendo ininteligible.
La incoherencia de tal razonamiento es perfectamente evidente. La
ciencia y la comprensión del mundo son de hecho posibles sólo por la
presencia de nuestra inteligencia. Y sin embargo, el naturalista se aferra
a su argumento como a un amigo moribundo. Una situación parecida me
tocó vivir recientemente cuando daba una conferencia en la Universidad
de Toronto. Un biólogo que me escuchaba insistió en que yo debería
tomar en serio que la antigüedad del mundo era de sólo dos minutos
mientras aceptase el enfoque del diseño inteligente. Presumiblemente,
cualquier inteligencia creadora sería capaz de crear un mundo engañoso
que aparentase ser viejo pero que acababa de ser creado dos minutos
antes con la misma verosimilitud con que crea un mundo que parece
viejo porque realmente es viejo. Estamos ciertamente ante una posibi-
lidad lógica, pero ¿nos asiste alguna razón para creer en ella? Cientos
de años de afortunada investigación científica confirman un mundo que
está estructurado para revelar honestamente sus secretos. Si además
ese mundo nos presenta la evidencia de un diseño, ¿por qué la mera
posibilidad de un falaz o caprichoso diseñador debería neutralizar esa
evidencia o forzarnos a negar la existencia de todo diseñador?
Si hemos de tomar en serio la posibilidad de un diseñador falaz, ten-
dríamos que tomar también en serio la posibilidad de ser engañados por
un mundo natural que carece de diseño. Imaginemos un mundo natural
carente de diseño en el que las leyes de la naturaleza cambian radicalmen-
te de tiempo en tiempo, en donde el tiempo puede volver atrás y reiniciar
la historia con un diferente curso, y donde las masivas fluctuaciones
cuánticas a escala cósmica producen galaxias que parecen antiguas pero
que de hecho son recientes. No sólo los diseñadores pueden ser falaces y
caprichosos. Lo mismo puede decirse de la naturaleza. Mas si la ciencia
va a ser posible, necesitamos asumir, como principio regulativo, que el
diseñador hizo que la naturaleza fuera honesta y segura.
De todo esto se sigue que el argumento del «universo-de-dos-mi-
nutos-de-antigüedad» esgrimido contra el diseño inteligente es un ejer-
'
Prefacio 21
cicio de irrelevancia. Es aplicable tanto al naturalismo como al disei1o
inteligente. Y ni siquiera alcanza a rozar la cuestión más importante:
si ciertos sistemas biológicos son diseñados. Para decidir esta cuestión
habría que consultar no a la teología o a la anti-teología, sino a la evi-
dencia que ofrezca la propia biología. Si esta evidencia apunta al diseño,
a él tendremos que dirigirnos. Sería absurdo contestar a esto diciendo
que aunque la evidencia nos conduce al diseño, seguimos ignorándolo
ante la posibilidad de que un diseñador falaz pueda haber diseñado la
evidencia engañosa. Tal actitud equivaldría a rechazar el diseño basán-
donos en la presunción misma del diseño.
Cuando le contesté al biólogo de Toronto que Isaac Newton creía en
el diseño inteligente y no postuló nunca un universo de dos minutos,
él observó inmediatamente que Newton no conocía la evolución. Pobre
Sir Isaac. Es presumible que Darwin lo hubiera convertido en un ateo
intelectualmente satisfecho y eliminado en su ciencia todo vestigio de di-
seño inteligente (el concepto de diseño inteligente figura sustantivamente
en los Principia de Newton -véase, por ejemplo, su General Sclwlium).
Tal vez la ciencia y nuestro conocimiento del mundo natural pudieran
quedar clarificados cuando admitiésemos que la inteligencia pudiera ser
un principio fundamental que opera en el universo.
La acusación de que el diseño inteligente presagia el fin de la ciencia
y de la racionalidad carece de fundamento. Por el contrario, la verda-
dera comprensión del mundo apunta a una inteligencia que subyace a
éste. Por otra parte, la ciencia sería imposible si nuestra inteligencia no
estuviera adaptada a la inteligibilidad del mundo. La unión entre nuestra
inteligencia y la inteligibilidad del mundo no es un accidente. Tampoco
puede ser propiamente atribuida a la selección natural, que premia la
supervivencia y la reproducción, pero que no muestra el menor interés
por la verdad o el pensamiento consciente. Las muñecas sexuales son
tan perfectas como el producto de un proceso evolutivo darwiniano.
Ciertamente, las muñecas-robots son tan perfectas como el resultado de
un proceso evolutivo darwiniano.
Ya he observado que los científicos afectos al naturalismo pasaron
tiempos amargos antes de aceptar el diseño inteligente. Pero lo más
sorprendente es que los teólogos le hayan opuesto una resistencia aún
mayor. La corriente principal de la teología acepta la prevalente opi-
nión de que el naturalismo es un principio regulativo adecuado para
la ciencia -que la ciencia, para ser ciencia, ha de tratar a la naturaleza
como un sistema cerrado de causas naturales. Incluso sin ser naturalis-
22 DISEÑO INTELIGENTE
tas metafísicos, los teólogos tienden a manifestarse en su gran mayoría
como naturalistas metodológicos.
Si ésta fuera su única razón para rechazar el diseño inteligente,
cabría esperar que estos teólogos practicaran sin demasiado entusiasmo,
y como una mera hipótesis de trabajo, el naturalismo metodológico.
De hecho, la misma idea de que Dios pudiera actuar no simplemen-
te como una influencia universal sensiblera sino como el agente que
establece una diferencia entre espacio y tiempo y asume la responsa-
bilidad por las características del mundo, escandaliza a muchos teó-
logos como anatema. A menudo, lo que detrás de esto se esconde es
una sensibilidad exagerada ante los males del mundo y la resultante
compulsión a construir una teodicea hermética. La teodicea trata de
justificar los caminos de Dios frente a los males del mundo. El camino
más fácil para conseguirlo consiste en no permitir que Dios se ensucie
las manos con el mundo. En consecuencia, son muchos los teólogos
que tienen que atender a un doble frente en su relación con el diseño
inteligente: no sólo firmar la paz con la interpretación naturalista de la
ciencia, sino atender también a la necesidad teológica de impedir que
la acción divina se muestre de manera demasiado obvia o personal
(p.ej., si Dios interviene en el mundo para hacer el bien, ¿por qué no
debería actuar para prevenir el mal?)
Este libro no pretende tratar a fondo el problema de la teodicea (de
momento acaricio la idea de publicar en un futuro próximo un libro
sobre el Génesis, la teodicea y la doctrina cristiana de la creación). Aun-
que la teodicea sea sin duda el problema más espinoso que atormenta
a los teólogos en su afán de dar sentido al diseño inteligente, no es un
problema para el diseño inteligente per se. Lo que al diseño inteligente
le preocupa es comprender la evidencia de la inteligencia en el mundo
natural. La naturaleza y, en particular, las características morales de esa
inteligencia, constituyen una investigación separada. El diseño inteligente
tiene implicaciones teológicas, pero no es una empresa teológica. La
teología no incluye el diseño inteligente. Porque el diseño inteligente
no es una empresa evangélica cristiana, o genéricamente cristiana, y ni
siquiera genéricamente teísta. Todo el que desee liberarse de prejuicios
teístas y considerar la posibilidad de descubrir signos evidentes de inte-
ligencia en el mundo natural es un amigo del diseño inteligente. Según
mi experiencia, tales amigos se encuentran entre los budistas, hindúes,
pensadores de la Nueva Era, jungianos, parapsicólogos, vitalistas, plató-
nicos y agnósticos honestos, por mencionar sólo unos pocos. De lo cual
,.--
Prefacio 23
se desprende que el destino del diseño inteligente no depende de que
se pueda aportar o no una teodicea satisfactoria.
Aunque a lo largo de este libro dejaré de lado el problema de la
teodicea, me detendré sin embargo en la discusión de ciertas críticas del
diseño inteligente motivadas por ella. Según uno de sus críticos, Edward
Oakes, el diseño inteligente hace imposible la tarea de la teodicea. ¿Por
qué razón? Porque, según Oakes, el diseño inteligente está ligado a una
burda concepción intervencionista de la acción divina y a una metafísi-
ca de la naturaleza de carácter mecanicista. Ninguno de estos tipos de
crítica es acertado. El diseño inteligente es justamente compatible con
cualquier forma de dirección teleológica, que no se interesa tanto por
el modo de actuar del diseño inteligente como por verificar si la acción
de éste es discernible. El diseño inteligente no requiere por tanto una
concepción intervencionista del diseño. En cuanto a la cuestión de si el
diseño inteligente requiere una metafísica mecanicista de la naturaleza,
dentro del contexto de la teología esto sería cabalmente la contrapar-
tida de una metafísica intervencionista de la acción divina. El diseño
inteligente no requiere ni un Dios ni un mundo entrometidos. Para esta
cuestión, ni siquiera requiere que haya un Dios. Volveré a ocuparme
de Oakes en el capítulo veinte («Receptividad de la naturaleza para la
información») y en el veintitrés («Intervencionismo»).
Según Oakes, la tarea de la teodicea cristiana es la de «mostrar que
un Dios omnipotente y benevolente puede coexistir con el mal existente
en Su creación finita» (First Things, carta al editor, Abril de 2001). La cla-
ve para resolver el problema de la teodicea es para Oakes la reflexión de
San Agustín de que Dios no permitiría que existiera el mal a menos que
pudiera extraer de ahí el bien. Sin embargo, hablar de Dios produciendo
el bien a partir del mal podría ser justamente un modo fantasioso de decir
que el fin justifica los medios. Para evitar esta acusación, Oakes requiere
que el mundo sea contemplado «como una totalidad y bajo el dominio
de la escatología». Dicho en otras palabras, la acción divina de producir
el bien a partir del mal debe ser juzgada no sobre la base de un suceso
aislado, sino sobre la base de la totalidad de los sucesos en su relación
con los últimos propósitos de Dios respecto al mundo. Tal como ha sido
expuesto, todo esto suena a simple teodicea cristiana. Desafío a Oakes y
sus compañeros a que demuestren que el diseño inteligente, tal como ha
sido desarrollado en este libro, contradice esa teodicea.
Dejando de lado la cuestión de la teodicea, el modo de relacionar a
Dios con la teoría del diseño inteligente requiere una explicación adicio-
24 DISL'-.U l'.'lll ICE~Tl
nal. Tanto los creacionistas como los naturalistas afirman que el uso de
los términos «diseñador» o «inteligencia diseñadora» no es más que un
truco retórico de los teóricos del diseño para evitar la referencia explícita
a Dios. Este ardid les permite decir cuanto sea necesario para atraer la
atención de los escépticos. Pero tan pronto como el escéptico atiende a
sus argumentos en favor del diseño, sus teóricos proceden a identificar,
mediante una manipulación, al diseñador con el Dios de la fe religiosa.
Mientras que el creacionismo es directo y franco en su reconocimiento
de Dios, el diseño inteligente se muestra engañoso y furtivo.
Esta acusación es infundada. Que los teóricos del diseño se mues-
tren reticentes ante el uso de la palabra Dios, no tiene nada que ver
con la estrategia de esperar una buena oportunidad para introducirla.
Si estos teóricos no sacan a colación a Dios es porque el razonamiento
teórico del diseño no autoriza a introducirlo. Lo que este razonamiento
teórico afirma es que ciertas formas de comportamiento exhibidas por
la naturaleza nos remiten de manera fiable a una inteligencia diseña-
dora. Pero no hay ninguna cadena inferencia! que conduzca desde esos
modelos finitos indicadores de diseño que la naturaleza exhibe, hasta el
Dios infinito, personal, trascendente y creador de las grandes religiones
teístas del mundo. ¿Quién es el diseñador? Como cristiano afirmo que el
Dios de los cristianos es la última fuente del diseño que se esconde en
el universo (aunque esta respuesta deja abierta la cuestión de que Dios
pueda operar mediante causas secundarias, incluyendo las inteligencias
derivadas). Pero no hay camino alguno para tales inferencias de diseño
en física o en biología que conduzca a esta conclusión. Estas inferencias
son compatibles con la creencia cristiana pero no la presuponen. Lejos
de mostrarse tímidos o fraudulentos, si los teóricos del diseño no nos
muestran a Dios es porque respetan escrupulosamente los límites de su
teoría. El diseño inteligente no es creacionismo ni naturalismo. Tampoco
es un compromiso o síntesis de estas posiciones. Este nuevo enfoque se
limita a seguir simplemente la evidencia empírica de diseño hasta donde
ésta conduzca. El diseño inteligente es una tercera vía.
Cuando la editorial Inter Varsity Press me ofreció un contrato para
que escribiese una continuación de mi anterior libro, Intelligent Design:
The Bridge Bet7.Deen Science and Theology (Diseño inteligente: el puente entre
ciencia y teología) me sentí encantado de firmarlo. Intelligent Design ha-
bía tenido muy buena acogida a través de Inter Varsity, y por ello sus
editores me animaron a escribir un nuevo libro en el que se discutiesen
a fondo las cuestiones más importantes esgrimidas contra el diseño
r--
Prefacio 25
inteligente. La más urgente en aquel momento era mostrar que tal di-
seño es intelectualmente defendible, y específicamente que las críticas y
objeciones planteadas contra él tienen respuesta fácil. Consideremos por
tanto este libro como un extenso cuestionario de preguntas y respuestas
que allanen el camino para la revolución del diseño.
Los diversos capítulos se abren con una pregunta a la que sigue una
respuesta. He procurado que cada capítulo sea auto-suficiente. Ello exi-
gía algunas repeticiones, que he procurado reducir al mínimo. Aunque
las cuestiones en ellos contenidas pueden ser tomadas separadamente,
me he cuidado de colocarlas en progresión lógica a fin de que el libro
pueda ser leído coherentemente de principio a fin. He procurado res-
ponder a las diversas cuestiones de la misma manera que lo haría ante
una audiencia pública - es decir, con palabras sencillas, en el lenguaje
del pueblo, y por tanto sin necesidad de extensas citas o de aparato
técnico alguno. (Las escasas notas y referencias aparecen insertas en el
texto mismo). Con seguridad, la escritura de mis respuestas me permite
ser más preciso de lo que yo mismo sería en una conversación. Pero
en todo caso he procurado que esas respuestas sean razonablemente
cortas. Los capítulos de muchos libros tienden a oscilar entre las seis y
las ocho mil palabras. La mayoría de las respuestas en éste se mueven
en torno a las dos mil.
A menudo, cuando escribo o hablo sobre diseño inteligente y luego
me paro a reflexionar sobre la feroz resistencia que mi obra despierta,
me acuerdo de esas historias de Kafka en las que alguna desventurada
figura se encuentra atrapada y sofocada en una red burocrática sin fin. La
afirmación fundamental del diseño inteligente es rectilínea y fácilmente
inteligible: hay sistemas naturales que no pueden ser adecuadamente explicados
en términos de fuerzas naturales carentes de dirección y que exhiben rasgos que
en cualquier otra circunstancia atribuiríamos a la inteligencia. Esta declaración
puede ser considerada sobre la base de sus propios méritos. Contemple-
mos algunos sistemas reales y efectuemos su análisis. Este libro representa
mi intento de destruir la red, la inercia psicológica y la telaraña mental que
están impidiendo que el diseño inteligente reciba una justa consideración.
En suma, es un intento por mi parte de responder al deseo expresado por
muchos de la necesidad de limpiar la propia casa.
Pero incluso así, las esperanzas que he puesto en este libro quedarían
frustradas si la limpieza de la propia casa fuera su único resultado. Junto
a esto, este libro aspira también a proporcionar una nueva y convincente
visión de la ciencia y del mundo, que la gente deseará cultivar por encon-
26 Üi5E::O l:fELIGEiiTF
trarla tan atractiva. Al final de su Origen de las especies observaba Darwin
que una persona equipada con su teoría «no necesitaría ya mirar a un ser
orgánico de la misma manera que el salvaje contempla un barco, como
algo totalmente más allá de su comprensión». En su tiempo, Darwin nos
ofreció una poderosa visión para entender la biología y con ello el mun-
do. Esa visión se encuentra ahora vacilante, mientras una nueva se está
ofreciendo para reemplazarla. Esta nueva visión nos enseña a ver a los
seres orgánicos tal como una persona civilizada vería un barco: como un
producto del diseño inteligente. Sin embargo, no debemos contentarnos
con mirar ese diseño sólo intuitivamente; hay que saber contemplarlo de
manera objetiva, sistemática y científica, tal como el ingeniero o el arqui-
tecto que realmente diseñaron el barco. Mantengo la esperanza de que este
libro contribuya a hacer convincente esta nueva visión de la realidad.
Para que las ideas prosperen tienen que producir satisfacción. En
su Arte de la persuasión escribió Blaise Pascal: «La gente llega invaria-
blemente a sus creencias no sobre la base de la prueba, sino sobre la
base de lo que encuentra atractivo». Pascal no hablaba de la gente que
creía simplemente lo que quería creer, como en la realización de un
deseo, sino más bien de las personas que se dejaban arrastrar por ideas
atractivas que cautivaban su corazón y su imaginación. El darwinismo
ha jugado ese mismo papel ante muchos intelectuales al ofrecerles una
visión convincente de la vida y del mundo.
Mas las visiones perduran mientras pueden encontrar fundamento
en la realidad. La visión darwiniana de la vida está perdiendo rápida-
mente contacto con la realidad y específicamente con la idea de diseño
que impregna el mundo a nivel bioquímico - un mundo que Darwin
desconocía absolutamente. Como ocurre con todos los paradigmas mo-
ribundos, la vieja guardia del darwinismo no podrá, parafraseando a
Dylan Thomas, penetrar muy dulcemente en esa serena noche. Muchos
de ellos se revuelven furiosos contra esa luz que se apaga. Pero pese a
todo, la visión darwiniana está en camino de apagarse para ser reempla-
zada por una nueva que capture nuestra imaginación y al mismo tiempo
esté fundada en la realidad. El diseño inteligente es esa nueva visión.
William A. Dembski
Baylor University
Waco, Texas
RECONOCIMIENTOS
EsTE LIBRO LE DEBE más a los enemigos que a los amigos. Tal como la
ostra ha de trabajar más cuando se enfrenta con una amenaza, así me
ha ocurrido a mí en la redacción de este libro. Quiero expresar por tanto
mi gratitud a los enemigos (felizmente, algunos de ellos son también
amigos) por haber dedicado tanto tiempo, esfuerzo y atención a criticar
mi obra y la de mis colegas en el movimiento del diseño inteligente.
Aunque a veces poco inspiradas y mal planteadas, las críticas han sido a
menudo constructivas y penetrantes; y por supuesto instructivas. Abrigo
la esperanza de que, en sus respuestas a esas críticas, este libro resulte
del mismo modo ilustrativo.
Entre los enemigos, amigos e instituciones que han contribuido a la
redacción de este libro, quiero expresar explícitamente mis agradecimien-
tos a: Dean Anderson; James Barham; Baylor University; Michael Beaty;
Michael Behe; David Berlinski; John Bracht; Walter Bradley; J. Budzis-
zewski; Jon Buell; Calvin College; el Center for Theology and the Natu-
ral Sciences (CTNS); Bruce Chapman; Robin Collins; Richard Dawkins;
Michael Denton; el Discovery Institute's Center for Science and Culture
(CSC); Mark Edwards; Wesley Elsberry; Barbara Forrest; the Foundation
for Thought and Ethics (FTE); Karl Giberson; Guillermo González; Bruce
Gordon; Billy Grassie; Paul Cross; Stacy Grote; la International Society
for Complexity, Information and Design (ISCID); InterVarsity Press
y mi editor, Gary Deddo; David Lyle Jeffrey; Phillip Johnson; Steve
Jones; Barry Karr; Rob Koons; Gert Korthof; Paul Kurtz; Neil Manson;
Nicholas Matzke; Timothy y Lydia McGrew; Angus Menuge; Stephen
Meyer; Kenneth Miller; Paul Nelson; Allen Orr; Phylogenists; Massimo
Pigliucci; Don Port; Del Ratzsch; Jay Richards; Terry Rickard; Douglas
Rudy; Michael Ruse; Andrew Ruys; Donald Schmeltekopf; Thomas
Schneider; Eugenie Scott; Michael Shermer; Robert Sloan; Elliott Sober;
28
Micah Sparacio; la Templeton Foundation; Howard Van Hill; Richard
Wein; Jonathan Wells; John West; John Wilkins; John Wilson; Jonathan
Witt y Donald Yerxa. Estoy especialmente agradecido a Jonathan Witt
por la excelente tarea realizada en la edición del manuscrito.
Finalmente, deseo elogiar a mi familia por su constante apoyo duran-
te mi trabajo sobre el diseño inteligente. Sus plegarias, palabras de aliento
y paciencia han sido para mí una enorme fuente de aliento y confort.
Quiero expresar especialmente mi agradecimiento a mi querida esposa
Jana, como también a sus padres John y Dorothy Van Gorp, cuyas vidas
de cristiana devoción y de amabilidad me han dejado profundamente
conmovido. Este libro está dedicado a todos ellos.
PARTE UNA
DISTINCIONES
BÁSICAS
1
DISEÑO INTELIGENTE
¿Qué es el dísdio inteligente?
PENSEMOS EN EL MONTE RUSHMORE, ¿qué hay en esta rocosa formación
que nos haga pensar que se debió al designio de una inteligencia, a una
inteligencia diseñadora, y no meramente al viento y la erosión? Los
objetos que obedecen a un diseño como el Monte Rushmore exhiben
rasgos o patrones característicos que nos remiten a una inteligencia.
Tales rasgos o patrones son signos de inteligencia. Los proponentes del
diseño inteligente, a los que se los conoce como teóricos del diseño,
no se contentan con considerar estos signos como simples intuiciones.
Por el contrario, insisten en estudiarlos de manera formal, rigurosa y
científica.
El diseño inteligente es la ciencia que estudia los signos de la in-
teligencia. Obsérvese que el signo no es la cosa significada. El diseño
inteligente no trata de introducirse en la mente del diseñador y dar
forma a lo que el individuo está pensando. Su meta no es la mente del
diseñador (la cosa significada) sino el artefacto fabricado por la mente
del diseñador (el signo). Lo que un diseñador esté pensando puede
ser una cuestión interesante, y es posible inferir algo sobre lo que éste
piensa a partir de los objetos diseñados que él produce (suponiendo
que el diseñador se está comportando honestamente). Pero los procesos
mentales del diseñador quedan fuera del alcance del diseño inteligente.
En su condición de programa de investigación científica, el diseño in-
teligente investiga los efectos de la inteligencia, pero no la inteligencia
como tal.
Lo que hace del diseño inteligente un tema tan controvertido es su
pretensión de detectar signos de inteligencia en los sistemas biológicos.
Según Francisco Ayala, la mayor hazaña de Charles Darwin fue mostrar
de qué modo la organizada complejidad de los organismos podía ser
conseguida sin necesidad de postular un designio de la inteligencia. El
32 ÜISFO l'l FI ICE' IF
diseño inteligente viene a significar, por tanto, un gran desafío directo al
darwinismo y a otros enfoques naturalistas del origen y evolución de la
vida. El diseño ha tenido una turbulenta historia intelectual. El principal
problema en los últimos doscientos años ha consistido en hallar una po-
tente formulación del diseño que pudiera hacer avanzar fructíferamente a
la ciencia. Lo que ha mantenido al diseño fuera de la principal corriente
científica desde el surgimiento del darwinismo ha sido su ausencia de
métodos precisos para distinguir los objetos inteligentemente causados
de los que deben su existencia a causas aleatorias.
Para que el diseño sea un concepto científicamente fértil, los cien-
tíficos han de estar seguros de poder determinar con seguridad si un
determinado objeto ha sido o no diseñado. Por ejemplo, Johannes Kepler
pensaba que los cráteres de la luna estaban inteligentemente diseñados
por sus habitantes. Ahora sabemos que la formación de aquellos cráte-
res fue el resultado de ciegos procesos naturales (como los impactos de
los meteoritos). Ha sido este temor a atribuir falsamente algo al diseño
para luego tener que desdecirse lo que ha impedido que el diseño haya
sido incluido en el ámbito de la ciencia propiamente dicha. Mas los
teóricos del diseño afirman haber logrado formular métodos precisos
para distinguir entre objetos que son diseñados y los que no lo son.
Y sostienen que estos métodos les dan la capacidad de evitar el error
de Kepler y la de detectar con seguridad la presencia de diseño en los
sistemas biológicos.
En tanto que teoría de los orígenes y de los desarrollos biológicos,
la tesis central del diseño inteligente afirma que sólo causas inteligentes
pueden explicar las complejas estructuras ricas en información de la
biología, y que esas causas son empíricamente detectables. Decir que
las causas inteligentes son empíricamente detectables es afirmar que
existen métodos bien definidos, basados en características observables
del mundo, que pueden distinguir correctamente las causas inteligentes
de las causas naturales no dirigidas. Son numerosas las ciencias natu-
rales que han desarrollado ya los métodos adecuados para establecer
esa distinción - notablemente la ciencia forense, la criptografía, la
arqueología y la búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI). Rasgo
esencial de todos estos métodos es su capacidad para eliminar el azar
y la necesidad.
El astrónomo Carl Sagan escribió una novela sobre la SETI titulada
Contact, que más tarde fue llevada al cine con Jadie Foster como pro-
tagonista. La trama y los extraterrestres eran ficticios, por supuesto,
Diseño inteligente 33
pero Sagan tomó directamente de la práctica científica los métodos de
detección de diseño aplicados por los astrónomos de SETI en su novela.
Dicho en otras palabras: en la vida real, los investigadores de SETI no han
detectado nunca señales diseñadas del espacio lejano, pero si hubieran
detectado tales señales, como sucedió con los astrónomos de la película,
habrían inferido también su diseño. ¿Por qué los radio-astrónomos de
Contact pudieron obtener una inferencia de diseño basándose en las
percusiones y pausas que captaban en el espacio? Los investigadores de
SETI analizaban las señales recogidas en el espacio distante mediante
computadores programados para reconocer modelos preestablecidos.
Las señales que no se ajustaban a ninguno de los modelos pasaban por
una «Criba» y eran clasificadas como azarosas.
Tras años de recepción de señales «azarosas» aparentemente sin
sentido, los científicos de Contact descubrieron un modelo de percusio-
nes y pausas que correspondía a la secuencia de los números primos
comprendidos entre 2 y 101. (Los números primos son aquéllos que
sólo son divisibles por sí mismos y por la unidad). El descubrimiento
de aquel modelo aguzó su atención y no tardaron en detectar un diseño
inteligente. Cuando ha sido captada una secuencia que comienza con
dos percusiones seguidas de una pausa, luego tres percusiones y otra
pausa, y continúa haciendo exactamente lo mismo para retransmitir la
serie de números primos hasta el 101, los científicos están autorizados
a inferir la presencia de una inteligencia extraterrestre.
Y he aquí por qué. No hay nada en las leyes de la física que necesite
unas señales de radio para tomar una forma u otra; por ello la construc-
ción de la secuencia de los primos es contingente en lugar de necesaria.
Por su parte, la lista de los primos es una secuencia larga y por tanto
compleja. Obsérvese que si la secuencia hubiera carecido de complejidad,
podría fácilmente haber ocurrido por azar. Finalmente, la secuencia no
era sólo compleja, sino que exhibía también un modelo o especificación
independientemente dado. (No se trataba meramente de una secuencia
cualquiera de números, sino de una serie matemáticamente significativa:
la de los números primos).
La inteligencia deja tras de sí una marca o firma característica: lo
que yo llamo complejidad especificada. Un suceso exhibe complejidad
especificada si es contingente y por tanto no necesario; si es complejo
y por tanto no repetible por azar; y si es especificado en el sentido de
que muestra un modelo independientemente dado. Obsérvese que un
suceso meramente improbable no es suficiente para eliminar el azar:
Ji
34 DISENO INTELIGENTE
arrojemos una moneda un número suficientemente grande de veces y
asistiremos a un suceso altamente complejo o improbable. Pero incluso
así, no tendremos razón alguna para no atribuirlo al azar.
Lo importante acerca de las especificaciones es que son objetivamente
dadas y no impuestas sin más a los sucesos posteriores al hecho. Por
ejemplo, si un arquero lanza sus flechas contra una pared y luego pin-
tamos ojos de buey en torno a ellas, estamos imponiendo un modelo
después del hecho. Pero si los blancos han sido fijados de antemano
(«especificados») y luego el arquero acierta con toda precisión, sabemos
que eso ha ocurrido por designio.
Para determinar si los organismos biológicos exhiben una compleji-
dad especificada, los teóricos del diseño se centran en sistemas que sean
identificables -tales como enzimas individuales, rutas metabólicas, má-
quinas moleculares y cosas semejantes. Estos sistemas son especificados
en virtud de sus requerimientos funcionales independientes, y todos ellos
exhiben un alto grado de complejidad. Por supuesto, cuando una parte
esencial de un organismo muestra una complejidad especificada, todo
diseño atribuible a esa parte es proyectado entonces sobre la totalidad
del organismo. No es necesario demostrar que cada aspecto del orga-
nismo era diseñado; de hecho, algunos de sus aspectos serán resultado
de causas puramente naturales.
La combinación de complejidad y especificación apuntaba de ma-
nera convincente para los radio-astrónomos de la película Con tact a
una inteligencia extraterrestre. La complejidad especificada es la marca
característica o firma identificadora de la inteligencia. Es un marcador
fiable de la inteligencia, de la misma manera que las huellas dactilares
son un marcador empírico fiable de la presencia de una persona. Los
teóricos del diseño sostienen que causas naturales ciegas son incapaces
de generar una complejidad especificada. (Véanse las partes dos y tres
de la presenta obra. Para una justificación completa, véase mi libro,
publicado en el año 2000, No Free Lunch).
Esto no quiere decir que los sistemas que ocurran naturalmente son
incapaces de exhibir una complejidad especificada o que los procesos
naturales no puedan servir como canal para la complejidad especifica-
da. Los sistemas que ocurren naturalmente son capaces de mostrar una
complejidad especificada, y una naturaleza que opere en ausencia de
una dirección inteligente es capaz de tomar una complejidad especificada
preexistente y difundirla en su derredor. Mas ésta no es la cuestión. La
cuestión es si la naturaleza (concebida como un sistema cerrado de causas
Diseño inteligente 35
naturales intactas y ciegas) puede generar complejidad especificada en
el sentido de originarla donde no la había anteriormente.
Tomemos, por ejemplo, un grabado en madera de Durero. Este
grabado surgió por la presión mecánica sobre papel de un bloque de
madera empapado en tinta. El grabado de Durero exhibe una com-
plejidad especificada. Pero la aplicación mecánica de la tinta sobre
el papel mediante una pieza de madera no explica la complejidad del
corte de la madera. La complejidad especificada del grabado en madera
debe ser retrotraída a la complejidad especificada en el bloque de la
madera, que a su vez tiene que ser retrotraída a la actividad diseñadora
del propio Durero (quien, en este caso, había cincelado deliberadamente
el trozo de madera). Las cadenas causales de una complejidad especi-
ficada no terminan en una naturaleza ciega sino en una inteligencia
diseñadora.
El bioquímico Michael Behe conecta la complejidad especificada del
diseño biológico con su concepto de complejidad irreducible (Darwin's
Black Box*, 1996). Behe define un sistema como irreduciblemente complejo
si consta de diversas partes interrelacionadas en las que la eliminación
de sólo una parte destruye completamente la función del sistema. Para
Behe, la complejidad irreducible es un seguro indicador de diseño. Un
sistema bioquímico irreduciblemente complejo considerado por Behe es
el flagellum bacteriano. Este flagellum es un motor rotatorio mecánico
con una especie de cola barredora que gira a veinte mil revoluciones
por minuto y cuyo movimiento rotatorio hace navegar a una bacteria a
través de su entorno acuoso.
Behe muestra que la compleja maquinaria de este motor molecular
-que incluye un rotor, un estator, una serie de arandelas, cilindros y un
eje conductor - requiere la interacción coordinada de al menos treinta
proteínas complejas y en donde la ausencia de una sola de ellas daría
por resultado la completa pérdida de la función del motor. Behe sos-
tiene que el mecanicismo darwiniano se enfrenta con graves obstáculos
cuando trata de dar cuenta de tales sistemas irreduciblemente complejos.
En No Free Lunch he mostrado que la noción de complejidad irreducible
de Behe constituye un caso especial de complejidad especificada y que
sistemas irreduciblemente complejos tales como el flagellum bacteriano
son por tanto diseñados.
* La caja negra de Danuing: el reto de la bioquímica a la evolución. Editorial Andrés
Bello. Barcelona, 2000.
36 ÜISEO 11lTEl.IGENTI
De esto se sigue que el diseño inteligente es algo más que simple-
mente el último de una larga línea de argumentos de designio. Los
conceptos relacionados de complejidad irreducible y de complejidad
especificada tornan las causas inteligentes en elementos empíricamente
detectables y convierten al diseño inteligente en una teoría científica to-
talmente articulada que es absolutamente distinta de los argumentos de
designio de los filósofos y teólogos, o de lo que tradicionalmente se ha
llamado teología natural. Según el diseño inteligente, el mundo contiene
sucesos, objetos y estructuras que agotan los recursos explicativos de
las causas naturales no dirigidas y que sólo pueden ser adecuadamente
explicados mediante causas inteligentes. El diseño inteligente demuestra
esto rigurosamente tomando una intuición filosófica de larga tradición y
sometiéndola al análisis de un determinado programa de investigación
científica. Este programa utiliza los últimos resultados en probabilidad,
en ciencias de la computación, en biología molecular, en filosofía de
la ciencia y en el concepto de información - por nombrar sólo unos
pocos. Que este programa se muestre capaz de tornar el diseño en una
herramienta conceptual eficaz para la investigación y el entendimiento
del mundo natural, es por ahora la gran cuestión que tiene planteada
la ciencia.
2
CREACIÓN
¿En qué difiere el díscil.o í11tclige11te
de una doctrina teológica de la creación?
CON LA PALABRA CREACIÓN nos referimos siempre a la fuente del ser del
mundo. El diseño inteligente estudia las ordenaciones de los materiales
preexistentes que apuntan a una inteligencia diseñadora. Creación y
diseño inteligente son por tanto conceptos muy diferentes. Puede haber
creación sin diseño y diseño sin creación. Se puede mantener, por ejem-
plo, una doctrina de la creación que afirme que Dios creó el mundo de
manera tal que no hay nada en el universo que indique diseño. Richard
Dawkins escribió un libro que lleva por título: El relojero ciego: por qué
la evidencia de la evolución revela un universo sin diseño. Supongamos que
Dawkins llevara razón respecto a un universo que no revela evidencia
alguna de diseño. De esto no se seguiría lógicamente que el universo
no fuera creado. Es lógicamente posible que Dios crease un mundo que
no contuviese ninguna evidencia de su intervención. Pero también es
lógicamente posible que el mundo abundase en signos de inteligencia
pero que no fuera creado. Ésta era la idea sustentada por los antiguos
estoicos, quienes afirmaban que el mundo era eterno e increado, pero
que no obstante había un principio racional que lo impregnaba en su
totalidad y producía por doquier señales de inteligencia.
Hay una historieta que clarifica la diferencia entre diseño inteligente
y creación. Un grupo de científicos se acercó a Dios sosteniendo que
ellos podían hacer todo lo que Dios hiciera. «¿Como qué?», preguntó
Dios. «Como crear seres humanos», contestaron los sabios. «Mostrádme-
lo», dijo Dios. Los científicos comenzaron, «Bien, tomamos un poco de
barro y luego...», «Esperad, esperad un segundo», los interrumpió Dios,
«tendríais que fabricar vuestro propio barro». Tal como un carpintero ha
de tomar un trozo de madera ya existente para formar un determinado
mueble, así también el científico tendrá que tomar una porción de barro
38 DISEÑO INTELIGENTE
preexistente para formar un ser humano. Pero ¿de dónde provenía el
barro -el material bruto- para formar un ser humano? ¿De las estre-
llas? Y ¿de dónde provenían las estrellas? ¿Del big bang? Y ¿de dónde
surgió éste? ¿De la fluctuación de un vacío cuántico? Y ¿en dónde se
produjo esa fluctuación? En algún punto debe acabar la serie de inte-
rrogantes. La creación está pidiendo a gritos un último lugar inmóvil
de explicación: la fuente del ser del mundo. El diseño inteligente, en
cambio, no se pregunta por la última fuente de la materia y la energía,
sino por la causa de sus actuales disposiciones, particularmente de las
de aquellas entidades, grandes y pequeñas, que exhiben una compleji-
dad especificada.
Aunque la creación y el diseño inteligente son lógicamente separables
(es posible contar con una sin tener el otro), son muchos los que man-
tienen una doctrina de la creación a la vez que afirman que la creación
muestra señales claras de inteligencia. Los textos bíblicos utilizados para
apoyar la conexión entre creación y diseño inteligente incluyen el Salmo
19,l («Los cielos declaran la gloria de Dios; /el firmamento proclama la
obra de sus manos») y la epístola a los Romanos 1,20 («Pues desde la
creación del mundo, las cualidades invisibles de Dios - su eterno poder
y divina naturaleza - han sido claramente vistas y entendidas a partir
de lo que ha sido hecho»). Así pues, muchos de los que profesan una
doctrina de la creación son también proponentes del diseño inteligente.
Para muchos teístas es perfectamente razonable que un creador crease
un mundo en el cual quedase manifiesta la inteligencia de su creador.
Es cierto que ese creador pudo ser un maestro de la ocultación que
borraba sus huellas a fin de hacerlas indetectables. Pero en su inmensa
mayoría, los teístas afirman que el mundo natural revela la inteligencia,
la sabiduría y las intenciones de Dios.
En cambio, el modo en que el mundo exhibe ciertas trazas de diseño
es materia de disputa. Para los proponentes del diseño inteligente, el
diseño en el mundo es empíricamente detectable: podemos conocerlo
cuando lo vemos, y lo que incesantemente nos ayuda a descubrirlo, es
su complejidad especificada. Frente a este enfoque científico, es posible
adoptar también un enfoque puramente teológico del diseño. Según este
último, el mundo muestra su diseño sólo contra el telón de fondo de la
experiencia de la fe religiosa y de la concepción teológica del universo.
Bajo esta concepción, el creyente descubre el diseño en el mundo sólo
a través de los ojos de la fe. Esta atribución de diseño al mundo se
convierte así en una especie de barniz o capa teológica, no en un hecho
Creación 39
sobre el mundo que sea accesible en general tanto al creyente como al
no creyente.
Así pues, son muchos los teólogos que se oponen a la afirmación
fundamental de los teóricos del diseño de que el mundo natural exhibe
objetivamente un diseño inteligente. ¿Por qué? Para el teísta, el agente
diseñador responsable del diseño del mundo tendría que ser o bien
Dios o bien una inteligencia intermediaria creada por Dios (p.ej., ánge-
les, demonios o determinados procesos naturales). Este intermediario
tendría que operar bajo la explícita dirección de Dios o, al menos, con
el permiso divino. En cualquier caso, Dios tendría que estar en último
término detrás de toda actividad diseñadora en el mundo. Así, por
ejemplo, todo diseño evidente en los sistemas biológicos complejos
tendría que ser adscrito a Dios. Para poder ser desarrollado como una
teoría científica aplicable a la biología, el diseño inteligente tendría que
tener por tanto unas implicaciones teológicas inmediatas, sobre todo en
lo relativo a la acción divina.
Los teólogos coinciden generalmente en admitir que Dios actúa en el
mundo. Pero hay también entre ellos un amplio desacuerdo respecto a la
naturaleza de esta actividad y sobre la cuestión de si alguna dimensión
de ella está abierta a la investigación empírica. Mas la teología actual
se ve paralizada ante la presencia de diversas sombras, entre las que se
cuentan una preferencia por la inescrutabilidad divina, una exagerada
necesidad de la teodicea y una teología de la naturaleza que excluya la
intervención divina. (Volveremos a tratar de estos temas en capítulos
subsiguientes). En consecuencia, teólogos y científicos teológicamente
informados rechazan con frecuencia el diseño inteligente pese a sus
méritos científicos porque éste contradice sus preconcepciones sobre la
acción divina.
3
R.iA'(i:l~NISMO CIENTÍFICO
t~
¿Es el diseño inteligente una forma
hábilmente disfrazada de creacionismo
cíentífico?
Es NECESARIO SABER DISTINGUIR entre diseño inteligente y ciencia de la
creación, o creacionismo científico. La diferencia más obvia entre los dos
conceptos se encuentra en que el creacionismo científico tiene compro-
misos religiosos previos mientras que el diseño inteligente no tiene nin-
guno. El creacionismo científico está ligado a dos presupuestos religiosos
e interpreta los datos de la ciencia de manera que encajen con esos
presupuestos. El diseño inteligente, por su parte, no tiene compromiso
previo alguno con la religión e interpreta los datos de la ciencia sobre
la base de principios científicos generalmente aceptados. En particular,
el diseño inteligente no depende del relato bíblico de la creación. Los
dos presupuestos del creacionismo científico son:
• Existe un agente sobrenatural que crea y ordena el mundo.
• El relato bíblico de la creación del mundo registrado en el Génesis
es científicamente riguroso.
El agente sobrenatural presupuesto por el creacionismo científico
es usualmente entendido como el Dios personal y trascendente de las
grandes religiosas monoteístas conocidas, especialmente la cristiana. Se
dice que este Dios creó el mundo partiendo de la nada (o sea, sin uti-
lizar ningún material preexistente). Se afirma además que la secuencia
de acciones que acompañaron a esta creación de Dios corre en paralelo
con el relato bíblico. El diseño inteligente, en cambio, no trata en ningún
momento de identificar la causa inteligente responsable de este diseño
en la naturaleza, ni tampoco prescribe de antemano la secuencia de
sucesos a cuyo través tuvo que actuar esta causa inteligente.
Además de diferir en sus presupuestos, el diseño inteligente y el
creacionismo científico difieren también en el contenido de sus pro-
Creacionismo científico 41
posiciones y en sus métodos de investigación. El diseño inte.ligente
comienza con los datos que el científico observa en el laboratono y en
la naturaleza, identifica en ellos modelos conocidos como indicadores
de causas inteligentes y con ello puede determinar si un fenómeno dado
ha sido o no diseñado. Para los teóricos del diseño, la conclusión de
diseño es una inferencia extraída de los datos, no una deducción basada
en una autoridad religiosa. Por otra parte, el contenido proposicional
del diseño inteligente difiere también significativamente del contenido
del creacionismo científico, puesto que este último está comprometido
con las siguientes proposiciones:
CCl: Hubo una creación repentina del universo, de la energía y de la
vida a partir de la nada.
CC2: Las mutaciones y la selección natural no son suficientes para
producir el desarrollo de todos los tipos de seres vivos a partir
de un organismo único.
CC3: Los cambios de los tipos de plantas y animales originalmente
creados ocurren sólo dentro de unos límites fijados.
CC4: Hay un progenitor separado para humanos y simios.
CCS: La geología de la tierra puede ser explicada por la vía del
catastrofismo, sobre todo por la ocurrencia de un diluvio uni-
versal.
CC6: La tierra y los seres vivos tuvieron un comienzo relativamente
reciente (del orden de miles o decenas de miles de años).
El diseño inteligente, por su parte, está comprometido con las si-
guientes proposiciones:
Dll: Complejidad especificada y complejidad irreducible son indicadores
o marcas de diseño fiables.
DI2: Los sistemas biológicos exhiben complejidad especificada y emplean
subsistemas irreduciblemente complejos.
DI3: Los mecanismos naturalistas o las causas indirectas no son sufi-
cientes para explicar el origen de la complejidad especificada o de
la complejidad irreducible.
DI4: Por tanto, el diseño inteligente es la mejor explicación del origen
de la complejidad especificada y de la complejidad irreducible en
los sistemas biológicos.
La comparación de estas dos listas revela que el diseño inteligente y
el creacionismo científico difieren notablemente en sus contenidos.
42 DISEÑO INTELIGENTE
El diseño inteligente es modesto en lo que atribuye a la inteligencia
diseñadora responsable de la complejidad especificada en la naturaleza.
Por ejemplo, los teóricos del diseño reconocen que la naturaleza, el ca-
rácter moral y los propósitos de esta inteligencia son temas que rebasan
las competencias de la ciencia y deben ser abordados por la religión y
la filosofía. En tanto que teoría científica, el diseño inteligente es distinto
de la doctrina teológica de la creación. Esta última presupone un creador
que origina el mundo y todos sus materiales. El diseño inteligente sólo
intenta explicar el ordenamiento de esos materiales dentro de un mundo
ya dado. Los teóricos del diseño sostienen que algunas configuraciones
de la materia, especialmente en los sistemas biológicos, apuntan clara-
mente a una inteligencia diseñadora.
Además de presuponer un agente sobrenatural, el creacionismo cien-
tífico presupone también la exactitud científica de la exposición bíblica
de la creación. Los proponentes del creacionismo científico tratan los
capítulos iniciales del Génesis como un texto científico y en consecuencia
defienden también literalmente una creación de seis días, la existencia
histórica de Adán y Eva, un literal Jardín del Edén real, un diluvio
universal catastrófico, etc., etc. El creacionismo científico toma el relato
bíblico del Génesis sobre la creación como punto de partida y luego trata
de armonizar el relato bíblico con los datos de la naturaleza.
El diseño inteligente, en cambio, parte de los datos de la naturaleza
y desde ellos argumenta que una causa inteligente es la responsable de
la complejidad especificada que encontramos en la naturaleza. Por otra
parte, al construir este argumento, el diseño inteligente no se apoya en
anteriores suposiciones débilmente fundamentadas, sino en métodos fia-
bles desarrollados en el seno de la comunidad científica para discriminar
las estructuras que han sido diseñadas de las que no lo han sido. La
dependencia del creacionismo científico de supuestos anteriores pobre-
mente mantenidos socava su condición de teoría científica. En cambio, la
dependencia del diseño inteligente de principios científicos ampliamente
aceptados asegura su legitimidad como teoría científica.
Estas diferencias entre diseño inteligente y creacionismo científico
tienen importantes implicaciones legales para el avance del diseño inteli-
gente en la plaza pública. Al formular su posición sobre el creacionismo
científico en Edwards v. Aguillard, el Tribunal Supremo citó al Tribunal
de Distrito en MacLean v. Arkansas Board of Education. Según el Tribunal
Supremo, el creacionismo científico no es exactamente similar al relato de
la creación del Génesis, sino idéntico a él de hecho, y no existe ningún
Creacionismo cient(fico 43
otro paralalelismo con ninguna otra historia de la creación. Puesto que
el creacionismo científico coincide punto por punto con las narraciones
del Génesis sobre la creación y el diluvio, el Tribunal Supremo declara
que el creacionismo científico es una doctrina religiosa y no una teoría
científica.
En cambio, el diseño inteligente está a salvo de tales acusaciones de
contaminación religiosa. El diseño inteligente no es creacionismo cientí-
fico enmascarado bajo una nueva y sofisticada terminología. El diseño
inteligente no comparte con el creacionismo ninguno de los compromi-
so religiosos de éste. El creacionismo científico describe el origen del
universo, su duración, los mecanismos responsables de las formaciones
geológicas, los límites del cambio evolutivo y los comienzos de la hu-
manidad, conformando siempre su versión de la creación a los primeros
capítulos del Génesis. En contraste con esto, el diseño inteligente no hace
declaración alguna sobre el origen o la duración del universo, no está
comprometido con ninguna geología del diluvio, puede acomodarse a
cualquier grado de cambio evolutivo, no mantiene ninguna presunción
sobre el modo en que surgieron los seres humanos y no especifica de
antemano el modo en que una inteligencia diseñadora le dio el ser al
primer organismo.
En consecuencia, es erróneo e injusto confundir diseño inteligente
con creacionismo científico. El diseño inteligente es estrictamente una
teoría científica vacía de compromisos religiosos. Mientras que el creador
subyacente al creacionismo científico se conforma a una estricta y literal
interpretación de la Biblia, el diseñador que se esconde tras el diseño
inteligente no necesita ni siquiera ser una deidad. Con seguridad, este
diseñador es compatible con el Dios-creador de las grandes religiones
monoteístas del mundo, tales como el judaísmo, el cristianismo y el
islamismo. Pero este diseñador es también compatible con el Dios-relo-
jero de los deístas, el Demiurgo del Timeo de Platón y la razón divina
(o sea, el lagos spermatikos) de los antiguos estoicos. Es posible incluso
mantener una postura agnóstica respecto al diseñador, y contemplar la
complejidad especificada como un hecho bruto internamente inexpli-
cable en términos de azar y necesidad. A diferencia del creacionismo
científico, el diseño inteligente no prejuzga cuestiones como «¿Quién
es el diseñador?», o «¿Cómo se las arregla el diseñador para diseñar y
construir las cosas?»
4
.tTEO LQG,.ÍA D1SFRAZADA
Aun cuando el diseño inteligente
pretende ser un programa de
investigación científica, ¿no es en
realidad una enzpresa teológica?
LA TEORÍA DEL BIG BANG tiene sin duda implicaciones teológicas, pero eso
no hace de ella una empresa teológica. El diseño inteligente también
tiene implicaciones teológicas, pero eso no lo convierte tampoco en un
proyecto teológico. El diseño inteligente es un programa emergente
de investigación científica. Sin recurrir a ninguna autoridad religiosa,
sus cultivadores se proponen mostrar clara y abiertamente al mundo
científico los méritos de este proyecto. La tesis fundamental del diseño
inteligente es directa y fácilmente inteligible: existen sistemas naturales que
no se dejan explicar adecuadamente en términos de causas naturales indirectas
y que exhiben características que en cualquier otra circunstancia atribuiríamos
a la inteligencia. Esta manifestación puede ser considerada sobre la base
de sus propios méritos. Examinemos la naturaleza, identifiquemos ciertos
sistemas naturales, analicémoslos y veamos si el análisis nos conduce
al diseño.
¿Exhiben algunos tipos de sistemas naturales signos claros de inte-
ligencia? Estamos ante una cuestión científica perfectamente legítima, y
su respuesta no se deja descubrir recurriendo a fundamentos filosófi-
cos, teológicos o ideológicos, sino mediante una rigurosa investigación
científica. Por desgracia, el diseño inteligente tiene el camino cortado,
y el requerido análisis para responder a esta cuestión está sólo en sus
comienzos. Pero en lugar de promover una honesta valoración científica
de este programa, los críticos del diseño inteligente hacen a menudo
cuánto pueden para deslegitimar esta cuestión y conseguir que no se
le preste la atención debida dentro de la comunidad científica. En lugar
de prestarse a evaluar los méritos del diseño inteligente como proyecto
Teología di~frazada 45
científico, los tales críticos lo relegan a los ámbitos «seguros» de la reli-
gión y la teología, donde no puede causar ningún problema (lo cual es
ya de por sí una abierta declaración de la degradación que ha sufrido
la teología en la cultura occidental).
¿Por qué se muestran los críticos del diseño inteligente tan dispuestos
a mezclarlo con la teología -y con una forma de teología tan degradada
como ésta? Darwinistas como Kenneth Millar y Robert Pennock, autores
uno y otro de voluminosos libros sobre diseño inteligente, lamentan que
sea la teología la que lo oculte como ciencia. (Véanse Finding Darwin's
God de Miller, y Tower ofBabel de Pennock, ambos publicados en 1999). A
lo cual, teólogos como John Haught y Ian Barbour añaden que el diseño
inteligente no puede ser admitido jamás, ni siquiera como teología. ¿Por
qué? Y ¿por qué escribió Miller un libro con el título Finding Darwin's
God y por qué ha publicado Haught otro titulado God After Darwin? La
yuxtaposición en este caso de Dios y Darwin no es una coincidencia.
Yo sostengo que la preocupación de los críticos del diseño inteligente
por la teología no se debe a que el diseño sea eminentemente teológico,
sino al hecho de que son ellos mismos los que han construido su propia
teología (o anti-teología, como pudiera ser el caso) fundándose en el
darwinismo. El diseño inteligente significa un desafío para semejante
fundamento; y por eso sus críticos asumen que el diseño inteligente ha
de ser inherentemente teológico e igualmente su agenda teológica. De
no ser por su propio y virulento darwinismo, el mismo Freud habría
visto instantáneamente esta proyección. Los críticos del diseño inteligente
recurren a un mecanismo de defensa clásico: proyectar sobre el diseño
inteligente la misma cosa que el diseño desenmascara ante sus propios
ojos: que el darwinismo, especialmente tal como ha sido asumido por
la elite intelectual de nuestros días, se ha convertido en un proyecto
teológico.
Consideremos el comentario de Barbour a la reunión de la American
Academy of Religion (Nashville, 19 de Noviembre de 2000). En aquella
reunión Barbour sostuvo que el diseño inteligente era una forma de
teología natural, una designación a la que en el actual diálogo entre
ciencia y religión se le concede un estatuto de segunda clase. Mas ¿cuál
es la alternativa de Barbour a la teología natural? Éstas son sus propias
palabras: «Mi propio enfoque no es la teología natural, sino una teo-
logía de la naturaleza en la cual pueda uno preguntarse de qué modo
la naturaleza, tal como la entiende la ciencia, está relacionada con lo
divino, tal como entiende este concepto la experiencia religiosa de una
46 DISEÑO INTELIGENTE
comunidad histórica». Al ofrecer una teología de la naturaleza en lugar
de una teología natural, Barbour se propone capturar el fundamento
intelectual superior.
Mas ¿por qué piensa así Barbour? Y por otra parte, ¿por qué en una
alocución a la American Academy of Religion necesita insistir Barbour en
que los abogados del diseño como Huston Smith «subestiman el peso
de la evidencia que favorece la teoría neo-darwiniana»? ¿Por qué en esa
misma charla subraya Barbour que «la explicación científica es completa
en su propio nivel» y que «los científicos han de asumir el naturalismo
metodológico, es decir, buscar explicaciones en términos de causas na-
turales»? ¿Por qué se empeña Barbour en perpetuar el mito de que «el
Dios de las oquedades ha retrocedido constantemente en la historia de
la moderna ciencia» cuando esta historia está llena de casos en los que
los científicos pensaban haber resuelto un problema sólo para descubrir
más tarde que no era así? En resumen, ¿por qué está tan interesado
un teólogo como Barbour en preservar el darwinismo y la concepción
naturalista de la ciencia que lo acompaña?
Evidentemente, la respuesta es que Barbour ha construido su «teolo-
gía de la naturaleza», como él mismo la llama, sobre tales fundamentos
naturalistas. En concreto, Barbour presupone que la naturaleza es un
sistema completo de causas naturales y que el mecanicismo darwiniano
es el instrumento mediante el cual ha emergido la complejidad bioló-
gica en el seno de la naturaleza. Consecuencia de todo esto es que el
diseño inteligente no puede aparecer ante sus ojos más que como una
empresa absolutamente teológica. Pero el diseño inteligente no es en
absoluto una aventura teológica. Si lo parece, es porque en tanto que
teoría científica que amenaza al darwinismo, el diseño inteligente ame-
naza también al edificio teológico que el propio Barbour ha construido
sobre el darwinismo.
Amenazar los cimientos es amenazar también al edificio construido
sobre ellos. Ese edificio teológico, que Barbour entiende como una teo-
logía de la naturaleza, es correctamente entendido como una teología
natural. Por supuesto, no se trata de una teología natural de la variedad
clásica ejemplificada por la frase «no hay por qué asombrarse de que
nuestras piernas tengan exactamente la longitud necesaria para alcanzar
el suelo», con la que frecuentemente se ha caricaturizado el discurso de
los teólogos naturales británicos. (De hecho, algunos de ellos, como Ro-
bert Boyle, fueron muchísimo más sutiles de lo que ordinariamente se les
reconoce). Pero la tendencia básica de la teología natural -apoderarse de
,-Teología disfrazada 47
la ciencia del momento, bautizarla, y utilizarla luego como marcapasos
teológico - está ciertamente presente en la obra de Barbour.
Una buena cantidad de teología y anti-teología ha sido edificada
sobre los cimientos del darwinismo. (El teórico del diseño inteligente
Cornelius Hunter registra con detalle esa producción en su libro Danuin's
God). La anti-teología de Richard Dawkins, Daniel Dennett y William
Provine es bien conocida. Pero habría que explorar también la teología
positiva construida sobre el darwinismo porque su conexión con otras
teologías más tradicionales no es siempre clara. Al describir su teología
de la naturaleza, por ejemplo, Barbour caracteriza la tarea del teólogo
como una investigación sobre «el modo en que la naturaleza tal como la
entiende la ciencia está relacionada con lo divino tal como lo entiende la
experiencia religiosa de una comunidad histórica». Dada la descripción
que ofrece Barbour de su teología de la naturaleza, podemos preguntar
ahora: ¿que es exactamente «lo divino tal como lo entiende la experien-
cia religiosa de una comunidad histórica»? Las teologías tradicionales
- sea que se trate de la judía, la cristiana, o la mahometana - toman
como dato básico la revelación divina (p.ej., Dios hablando a Moisés en
el Monte Sinaí) y consideran que la revelación ha sido encapsulada en
inspirados y autorizados textos que tienen un sentido objetivo y que
obligan a los creyentes.
Pero la revelación divina no es el factor decisivo para Barbour y
otros que construyen su teología con los resultados de la ciencia. El
factor decisivo para ellos es el modo en que «Se entiende a lo divino
desde la experiencia religiosa de una comunidad histórica». Todo el
énfasis está puesto aquí en la comprensión de la comunidad religiosa
y no en la propia revelación divina, que dentro de las teologías tradi-
cionales es primariamente la razón para la formación de esas comuni-
dades. En última instancia, lo decisivo para Barbour es la manera en
que la comunidad, tal como está constituida en la actualidad, entiende
su experiencia religiosa.
Con esto no pretendo sugerir, sin embargo, que esta fuente de re-
flexión teológica sea irrelevante para lo que yo llamo teología tradicional.
Pero al subrayar nuestra actual comprensión de la experiencia religiosa
como algo opuesto a nuestra obligación de alinearnos con una revelación
objetiva, Barbour está abriendo la puerta a un re-entendimiento radical
de lo divino a medida que va evolucionando la experiencia religiosa de la
comunidad de creyentes. Y ésta evoluciona a la luz del darwinismo. Una
vez que el darwinismo condiciona la experiencia religiosa, la teología ex-
48 DISEÑO INTELIGENTE
perimenta una irresistible necesidad de universalizar la evolución como
principio que se aplica incluso a lo divino. Así, el Dios inmutable de la
teología tradicional cede el paso al Dios evolucionado de las teologías
del proceso. Y así también, el teísmo tradicional con su trascendencia
rigurosa abre el camino al panteísmo con su trascendencia modificada,
en el cual Dios es inseparable y dependiente del mundo.
Quisiera subrayar aquí que en modo alguno estoy defendiendo la su-
perioridad de uno u otro enfoque de la teología (aunque, evidentemente,
tengo mis propias preferencias). Mi argumento es simplemente que el
darwinismo tiene implicaciones radicales para la teología, y que con su
recusación del darwinismo, el diseño inteligente presupone igualmente
otra serie de implicaciones radicales para la teología. Pero esto no quiere
decir que el diseño inteligente sea una empresa teológica, como tampoco
lo es el darwinismo. Concebido como una teoría sobre el modo en que
la complejidad ha emergido en la historia, el darwinismo es una teoría
científica. El diseño inteligente, concebido también como una teoría sobre
las limitaciones inherentes a las causas naturales aleatorias para generar
complejidad biológica, junto a la necesidad de la inteligencia de superar
esas limitaciones, es igualmente una teoría científica.
No es de extrañar por tanto que el diseño inteligente sea un tema
tan controvertido. Este enfoque no es solamente un reto para las altas
jerarquías del darwinismo, sino que ahonda también la brecha existente
entre la cultura popular, que se inclina más hacia el lado del diseño
inteligente, y la cultura superior, que lo rechaza de plano en favor del
naturalismo darwiniano. Nuestras intuiciones comienzan invariablemen-
te por el diseño. Sólo tras ser adecuadamente educados (adoctrinados)
abandonamos esas intuiciones. Incluso el archi-escéptico Michael Sher-
mer lo admite en buena parte en su libro How We Believe. Los norte-
americanos creen abrumadoramente en Dios. Según un sondeo realizado
por Shermer entre diez mil personas, la razón principal que inducía a
la gente a creer en Dios eran el orden y la complejidad que observaban
en el mundo natural y la evidencia de diseño que, supuestamente, todo
esto les suministraba.
El problema a resaltar es que nuestras habituales intuiciones relativas
al diseño son incoadas, preteóricas y teológicas. Por su parte, nuestras
razones para rechazar el diseño como resultado del darwinismo han
sido ampliamente desarrolladas y directamente anunciadas sin eviden-
tes compromisos teológicos anteriores. El diseño inteligente corrige esta
disparidad colocando esas incoadas y preteóricas intuiciones de diseño
Teología disfrazada 49
sobre un fundamento firme y racional, y distinguiendo cuidadosamente
entre el diseño y la teología (especialmente la teología natural).
Es natural que los darwinistas, educados en el mantenimiento del
alto fundamento intelectual, se muestren reluctantes a abandonar su
monopolio sobre la cultura superior. La cuestión es si van a continuar
representando falsamente al diseño inteligente como una empresa teo-
lógica para insuflarle artificialmente su teoría sobre la competición, o si,
motivados por razones morales, decidirán abrir algún día a la discusión
científica las cuestiones que el diseño inteligente plantea. Por no tener
una idea de la naturaleza humana particularmente optimista, creo que
los darwinistas continuarán con su estrategia habitual de representar
falsamente al diseño inteligente y continuar ascendiendo hacia su mo-
nopolio sobre la educación biológica mientras un público intimidado se
lo permita. Así pues, mi esperanza para el éxito del diseño inteligente
no está puesta en los darwinistas, sino en una generación más joven de
estudiantes que pueda considerar despasionadamente las manifestacio-
nes competitivas del darwinismo y del diseño inteligente.
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Diseño Inteligente(OCR y opt) (Dembski William A) (z-lib.org) (1)-1.pdf

  • 1. Diseño Inteligente ¿Es ciencia? ¿Es religión? ¿Qué es exactamente? A medida que ha ido ganando terreno el movimiento del diseño inteligente, sus provocativas tesis han venido siendo, obviamen- te, blanco de las más enconadas críticas. En este libro, William Dembski aprovecha la ocasión para responder clara y conci- samente a las más duras objeciones planteadas al programa del diseño inteligente. Dirigiéndose al gran público en general, Dembski responde a más de cuarenta cuestiones, unas espon- táneamente expresadas por muchos de los oyentes no especia- lizados que asistieron a sus numerosas conferencias públicas, y otras, más sutiles o más complejas, aducidas por profesionales en revistas especializadas. La ciencia y los hombres de ciencia gozan de gran autoridad hoy en día. Ahora bien, ¿qué es la ciencia? Todo el mundo pa- rece tener una respuesta. Recientemente un grupo de científi- cos, matemáticos y filósofos pioneros del nuevo movimiento del diseño inteligente han puesto en cuestión cierta concepción de la ciencia: el enfoque que limita las investigaciones y procedi- mientos de ésta a las explicaciones exclusivamente regulares y mecánicas. Los investigadores del diseño inteligente sostienen en cambio que no hay razón científica alguna para excluir la inteligencia, su intervención y el propósito en la genuina·inves- tigación científica. Y en modo alguno debe sorprendernos el constatar que, de hecho, no es infrecuente que la misma prác- tica de la ciencia incluya ya todos estos factores. La revolución de.Idiseño ha comenzado. Su éxito dependerá del modo en que acierte a responder a las cuestiones planteadas por sus detractores. La lectura de este libro proporcionará al lec- tor una idea cabal de las perspectivas y de los desafíos que ha de afrontar esta revolución del pensamiento científico. ISBN 84-935182-4-7 ~ 9 788493 518240 CD .. e CI) O) ·- - CD .. e :.52 - en .a o~ IC ~ CD -ce en ~ ·- = e~ HL IS Diseño Inteligente William A. Dembski Respuestas a las más graves objeciones al diseño inteligente HOMO LEGENS [SCIENTIA
  • 2. - l ,.,,,, DISENO INTELIGENTE RESPUESTAS A LAS CUESTIONES MÁS ESPINOSAS DEL DISEÑO INTELIGENTE William A. Dembski HOMO LEGENS 1 SCIENTIA
  • 3. HOMO LEGENS i SCIENTIA © Publicado originalmente por InterVarsity Press como The Design Revolution por William A. Dembski. © 2004 by William A. Dembski. Traducido e impreso con permiso de InterVersity Press, P. O. Box 1400, Donners Grove, 1-60515, USA © Horno Legens, S. L., 2006 Paseo de la Castellana, 36-38. 28046 Madrid Grupo Intereconomía info@homolegens.com © De la traducción: Carmen García Trevijano ISBN: 84-935182-4-7 Depósito legal: M. 46.887-2006 Todos los derechos reservados. Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía, el tratamiento informático y la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo público sin permiso previ y por escrito del editor. A John y Dorothy Van Gorp, los padres de nu esposa, la sal de la tierra Casi invariablemente, la gente llega a sus creencias no sobre la base de alguna prueba, sino sobre la base de lo que en- cuentra atractivo. BLAISE PASCAL, EL ARTE DE LA PERSUASIÓN
  • 4. w ÍNDICE Presentación por Charles W. Colson .................................................... 11 Prefacio ....................................................................................................... 15 Reconocimientos........................................................................................ 27 PARTE UNA: DISTINCIONES BÁSICAS 1 DISEÑO INTELIGENTE............................................................... 31 ¿Qué es el diseño inteligente? 2 CREACIÓN..................................................................................... 37 ¿En qué difiere el díser1o inteligente de una doctrina teológica de la creación ? 3 CREACIONISMO CIENTÍFICO.................................................. 40 ¿Es el diseño inteligente una forma hábilmente disfrazada de creacionismo científico? 4 TEOLOGÍA DISFRAZADA.......................................................... 44 Aun cuando el diseño inteligente pretende ser un programa de investigación científica, ¿no es en realidad una empresa teoló- gica? 5 MOTIVACIÓN RELIGIOSA ........................................................ 50 ¿Acaso el verdadero motivo del diseño inteligente pueda ser el temor de que las teorías evolucionistas, y el darwinismo en par- ticular, desplazaran algún día toda necesidad de Dios? 6 DISEÑO ÓPTIMO.......................................................................... 58 ¿Por qué colocar la palabra inteligente a continuación de diseño? Una buena parte del diseño existente en la naturaleza es cualquier cosa menos inteligente.
  • 5. 7 EL ARGUMENTO DEL DESIGNIO........................................... 67 ¿En qué difiere el diseño inteligente del argumento del designio? PARTE DOS: DETECTANDO DISEÑO 8 LA INFERENCIA DE DISEÑO................................................... 79 ¿Qué es la inferencia de diseño? ¿En qué difiere la inferencia de diseiio del argumento del designio? 9 AZAR Y NECESIDAD .................................................................. ¿Cómo concibe la comunidad científica las causas naturales, y por qué no figuran entre ellas las causas inteligentes? 83 10 COMPLEJIDAD ESPECIFICADA............................................... 87 PARTE TRES: INFORMACIÓN 16 INFORMACIÓN Y MATERIA.................................................... 145 ¿Cuál es la diferencia entre información y materia, y qué papel juega cada una en la teorfo del diseño inteligente? 17 TEORÍA DE LA INFORMACIÓN.............................................. 150 ¿Cómo se relaciona la teoría matenzáticn de la información con el diser'io inteligente; y más específicamente, con el criterio que éste emplea para detectar diseño, es decir, la complejidad especificada? 18 EL PROBLEMA DE LA INFORMACIÓN EN BIOLOGÍA.... 155 ¿Cuál es el problenw de la información en biología, y cómo tratan los biólogos de resolverlo? ¿Qué es la complejidad especificada, y cómo se determina si algo 19 INFORMACIÓN EX NIHILO ...................................................... 163 exhibe complejidad especificnda? ¿Es la naturaleza completa en el sentido de poseer todas las 11 EL FILTRO EXPLICATIVO.......................................................... 94 ¿De qué modo funciona la complejidad especificada como criterio de detección de diseño? 12 FIABILIDAD DEL CRITERIO...................................................... 102 ¿Es la complejidad especificada un criterio fiable para detectar diseño? 13 OBJETIVIDAD Y SUBJETIVIDAD.............................................. 110 ¿Describe la complejidad especificada una característica objetiva del mundo o es meramente un estado subjetivo de ignorancia sobre el funcionamiento del mundo? 14 AFIRMABILIDAD.......................................................................... 117 Dado que la complejidad especificada es un criterio bien definido, objetivo y fiable para detectar diseño, ¿por qué habría que pensar que nunca podríamos estar justificados para afirmar que algún objeto natural exhibe complejidad especificnda? 15 EL AZAR DE LOS AGUJEROS .................................................. 130 ¿Por qué ha de ser probabilista toda teoría científica que se pro- ponga detectar diseño? capacidades necesarias para producir las estructuras ricas en información que vemos en el mundo y especialmente en biología? ¿O hay aspectos informacíonales del mundo de los cuales la na- turaleza no puede dar cuenta por sí sola sino que requiere la guía de una inteligencia? 20 RECEPTIVIDAD DE LA NATURALEZA A LA INFORMA- CIÓN ................................................................................................ 169 ¿Cómo ha de ser la naturaleza para que una inteligencia diseñadora interactúe coherentemente con el mundo y genere la complejidad especificada que vemos en los seres vivos? 21 LA LEY DE LA CONSERVACIÓN DE LA INFORMA- CIÓN ................................................................................................ 179 ¿Qué significado tiene decir que se conserva la complejidad espe- cificada o información compleja especificada? PARTE CUATRO: CUESTIONES QUE PLANTEA EL NATURALISMO 22 VARIEDADES DEL NATURALISMO ....................................... 189 ¿Es el naturalismo compatible de algún modo con el diseiio inteli- gente?
  • 6. 23 INTERVENCIONISMO................................................................. 199 ¿Es el diseiio inteligente una teoría interz1encionísta en la que los casos de diser1o interrumpen una historia causal sin cuya inter- vención sería totalmente natural? 24 MILAGROS Y SUSTITUCIÓN CONTRAFÁCTICA................ 204 ¿Requiere milagros el diseño inteligente? Y de ser así, ¿no situaría esto al diseño fuera de los límites de la ciencia? 25 LO SOBRENATURAL................................................................... 209 ¿No será el diseñador al que el diseño inteligente atribuye la co1nplejidad biológica un agente sobrenatural que se enc11e11tra, por tan to, fuera de los límites de la ciencia? 26 DISEÑADORES CORPÓREOS E INCORPÓREOS.................. 213 ¿Sería el diseño producido por un diseñador incorpóreo accesible a la investigación científica de la misma manera en que lo es el diseño producido por un disáiador corpóreo? 27 EL REGRESO AL INFINITO EN EL DISEÑO......................... 219 Si la naturaleza exhibe diseño, ¿quién o qué diseñó al dise- ñador? 28 ESCEPTICISMO SELECTIVO...................................................... 223 ¿Por qué es el escepticismo profesional tan declarado adversario del diseño inteligente? ¿Qué perspectivas tiene de desmontar al diseño inteligente? 29 EL PROGRESO DE LA CIENCIA .............................................. 230 ¿Reivindica invariablemente el progreso científico al naturalismo y opera en contra del diseño inteligente? PARTE CINCO: DESAFÍOS TEÓRICOS AL DISEÑO INTELIGENTE 30 ARGUMENTO DESDE LA IGNORANCIA.............................. 239 Al atribuir diseño a los sistemas biológicos, ¿no está el diseño inteligente argumentando a partir de la ignorancia? 31 INDUCCIÓN ELIMINATIVA...................................................... 246 Si la i11.fl1 re11cit1 de diseJ/o 110 es rnb11l111e11te un 11rg11mcnto desde la ig11oranci11, ¿c11 qué sen tido es superior a este tipo de 11rg11- me11 to? 32 HUME, REID Y SIGNOS DE INTELIGENCIA........................ 251 ¿Acaso no demolió David Hume no sólo el argumento del designio en favor de la existencia de Dios, sino también cualquier tipo de inferencia de diseño basada en aspectos del mundo natural? 33 DISEÑO POR ELIMINACIÓN VERSUS DISEÑO POR COM- PARACIÓN..................................................................................... 261 ¿Cómo se infieren adernadamente las hipótesis de disáio: elimi- nando sin más las hipótesis de azar o comparando la verosimilitud del azar y las hipótesis de diseiio? 34 LA DEMANDA DE DETALLES: EL TU QUOQUE DEL DARWINISMO............................................................................... 281 ¿No es el colmo de la hipocresía que los teóricos del diseiio acusen al darwinismo de no ofrecer detalles sobre la emergencia de la complejidad biológica cuando tampoco los ofrece su propia teoría del diseiio inteligente? 35 EL DESPLAZAMIENTO Y EL PRINCIPIO DE «NO FREE LUNCH» .......................................................................................... 286 ¿Cómo pueden los teoremas del No Free Lunch competir con la teoría darwiniana y apoyar el diseño inteligente? 36 LOS ÚNICOS JUEGOS EN LA CIUDAD................................. 293 ¿No es una actitud burda y simplista plantear el debate sobre la evolución biológica meramente como un duelo entre el darwinismo y el diseiio inteligente? Con seguridad, la biologfo evolutiva abre la puerta a muchas más opciones. PARTE SEIS: UN NUEVO TIPO DE CIENCIA 37 ASPIRACIONES............................................................................. 305 ¿Qué espera la ciencia obtener del diseiio inteligente, y qué puede hacer el díseiio inteligente por la ciencia?
  • 7. 38 MECANISMO ................................................................................. Si el diseño inteligente no es una teoría mecnnícista del origen y desarrollo de la vida, ¿cómo puede ser científica? 39 TESTABILIDAD ............................................................................. ¿Es testable el diseño inteligente? ¿Es testable el darwinismo? 40 LA IMPORTANCIA DE MICHAEL BEHE............................... ¿Por qué piensan los biólogos evolucionistas que la obra de Michael Behe sobre la complejidad irreducible ha quedado desacreditada? 41 EVALUACIÓN PARITARIA O EL FALLO DE LOS EXPER- 312 318 331 TOS................................................................................................... 341 Si el diseño inteligente es un programa de investigación científica, ¿por qué los teóricos del diseño no publican ni ven citados sus trabajos en las bibliografías de evaluación parítaria? 42 LA «CUÑA»................................................................................... 349 ¿No será realmente el diseiio inteligente una agenda política dis- frazada de programa de im1estigación científica? 43 TEMAS A INVESTIGAR.............................................................. 354 ¿Qué se supone que deba hacer, por la vía de la investigación científica, un científico interesado en el diseño inteligente? 44 HACER DEL DISEÑO INTELIGENTE UNA CIENCIA DIS- CIPLINADA.................................................................................... 364 Aun suponiendo que el diseño inteligente sea un programa de im1estigación científica, o que tenga al menos el potencial para serlo, ¿cómo puede evitar verse absorbido como parte de una agenda política y cultural más amplia? Bibliografía selecta ............................................................................... 373 Índice de nombres................................................................................ 380 Charles W. Colson BILL DEMBSKI ES, por encima de todo, un revolucionario. Y éste es un libro revolucionario. Durante años - demasiados años- la evolución darwiniana, la ortodoxia académica dominante, no se ha enfrentado con desafíos sig- nificativos. Los que creían en cualquier otra teoría sobre los orígenes biológicos eran tenidos por chiflados religiosos o locos. Esa situación está empezando a cambiar ahora. Bill Dembski está en la vanguardia de un prometedor movimiento de pensadores, cristianos y no cristianos, que efectivamente sostienen que la evolución naturalista no puede dar respuestas coherentes a las cuestiones más vitales de nuestro tiempo. En este libro ofrece Dembski una asombrosa refutación de la idea de que los hombres vivimos en un universo naturalista gobernado por el azar, y que el tiempo más el azar más la materia generan vida en toda su gloriosa complejidad. Immanuel Kant nos proporcionó unas espléndidas lentes con las que captar el actual dilema. Kant era un teísta profundamente influido por el pietismo cristiano. Como filósofo, formuló una radical propuesta que trastornó la epistemología, la rama de la filosofía que estudia nuestro modo de conocer lo que conocemos. Lo más sobresaliente de su propues- ta era que había dos tipos de conocimiento: el de aquello que podía ser determinado como hecho, es decir, el conocimiento de fenómenos, y el de aquello que sólo era accesible a través de la fe, o sea: el conocimiento de noúmenos. Esta distinción entre hecho y fe revolucionó y cambió el modo en que el pensamiento occidental enfocaba la cuestión relativa a lo que se puede y no se puede conocer. Antes de Kant, todo el mundo estaba dispuesto a aceptar sin la menor reserva que puesto que Dios creó el universo, toda la verdad estaba en él y toda verdad podía ser conocida. Podíamos apoyarnos sin reservas
  • 8. 12 en la sabiduría y la autoridad de Dios. Sin embargo, con la presión de la Ilustración aumentando día a día, la gente fue abandonando paulati- namente la idea de que la noción de Dios era necesaria para explicar la creación. Y tras haber capitulado sobre este punto, se renunció también con facilidad a la idea de que Dios era necesario para la formulación de la ley moral o del comportamiento. Y con el paso de los años, la distinción hecho-fe se afianzó tanto en la mentalidad de la gente, que los intelectuales occidentales no encontraron apenas dificultad para fundar en el naturalismo no sólo la ciencia sino también la moralidad. Al mismo tiempo, los creyentes religiosos, atacados también por el mismo microbio de la Ilustración, salvaguardaron su fe confinándola en el ámbito de lo privado. Centrados en una piedad individualista, los creyentes olvidaron la concepción holista del mundo de las anterio- res generaciones. Al adoptar la distinción hecho-fe, compartimentaron su propia fe y la aislaron del resto de su comprensión del mundo. El resultado de todo esto ha sido un abandono total del sentido de com- promiso cultural. Esta «doble historia» del pensar se hizo casi inatacable y dejó el campo libre para que los científicos naturalistas dominaran el pensa- miento occidental - científicos que ofrecían una explicación naturalista del universo biofísico sin referencia alguna a un creador o diseñador. Había religión por una parte y ciencia por otra. Y ninguna de ellas se entendió con la otra. Aunque ésta era -y sigue siendo - una falsa dicotomía, ha conti- nuado dominando el pensamiento occidental incluso después de que las explicaciones naturalistas de la creación de la vida comenzaran a fracasar. En las escuelas públicas norteamericanas actuales está firme- mente arraigada la idea de que la ciencia ofrece una explicación del mundo totalmente naturalista y que la fe es meramente una cuestión de religión (o peor aún, una cuestión de «valores») que debe permanecer alejada del aula. El movimiento del diseño inteligente, del cual Dembski es parte clave, está planteando un evidente desafío a ese modo de pensar. Ha atacado la evolución naturalista presentando argumentos lúcidos y evidencias claras de diseño. Cuanto más aprendemos acerca del mundo en que vivimos, más impresionados deberíamos mostrarnos ante lo que ha sido llamado el «principio antrópico». Como he escrito en otro lugar, el principio antró- pico establece que, en nuestro propio universo, todas esas características Prc~C11tacití11 13 del mundo físico al parecer arbitrarias y no relacionadas - la distancia de la tierra al sol, las propiedades físicas de la tierra, la estructura de un átomo- tienen una cosa en común: ser precisamente lo que se necesita para que el mundo pueda albergar la vida. El entero universo biofísico parece haber sido pensado y diseñado -inteligentemente disefiado. Muchos científicos siguen manteniendo el modo de pensar de la doble-historia y preferirían más bien no considerar la posibilidad de un diseñador clarividente. En lugar de ello, optan por continuar adheridos a ese naturalismo que afirma un universo que se genera y explica a sí mismo en el cual todas las cosas proceden del azar y la necesidad, incluyendo la vida humana. Dembski y pensadores tales como Phillip Johnson, Michael Behe y Jonathan Wells han forzado a los científicos a tomar en serio al disefio y a un diseñador. Su argumentación no se apoya en la Biblia o en la religión, sino en la evidencia científica. En lugar de evolución natura- lista, ellos proponen una teoría bien desarrollada del diseño inteligente. Puesto que estamos ante un caso de teoría científica frente a otra teoría científica, los pensadores seculares no encuentran ahora razones para menospreciar simplemente al diseño como una idea religiosa. Dembski es un brillante pensador pionero que está causando un tremendo impacto. Sus ideas no sólo están sacudiendo los círculos intelectuales, sino que se van filtrando en la conciencia popular. Como resultado, Dembski forma parte de un movimiento para volver a capturar el espíritu de nuestra cultura y reimplantar en las escuelas el equilibrio intelectual. Ésta será una de las mejores y más esperanzadoras cosas que le puedan suceder al mundo cristiano durante generaciones. En Diseño inteligente, Dembski cubrió un amplio abanico de tópicos respondiendo a las objeciones que se planteaban al diseño inteligente. Puede decirse que durante sus años de escritor, de docencia y de debate sobre el diseño inteligente ha escuchado todas las objeciones posibles. En este libro las vuelve a considerar por separado para responder al lector confuso, al escéptico y al hostil. Sus argumentos no sólo refuerzan la confianza de los que ya estamos convencidos del diseño inteligente, sino que sirven como catalizador del pensamiento para los escépticos escrupulosos. Albert Einstein dijo una vez, «En cualquier caso, yo estoy convencido de que Dios no juega a los dados». Ciertamente no lo hace. Dios creó cuidadosamente un mundo al que protege con su providencia. En este libro, Dembski ha hecho aún más clara esta verdad.
  • 9. PREFACIO DESDE QUE THOMAS KUHN publicara allá por los años de 1960 La estructura de las revoluciones científicas, todo tema relacionado con alguna nueva idea en ciencia ha sido presentado al público como la última revolu- ción científica. No es de extrañar por tanto que la gran mayoría de las revoluciones científicas se hayan visto superadas por otras en el curso de unos pocos años. Yo mismo protagonicé uno de esos movimientos de superación a finales de la década de 1980 siendo aún estudiante de licenciatura en el laboratorio de física de Leo Kadanoff de la Universidad de Chicago. La teoría del caos, también llamada dinámica no-lineal, iba a revolucionar la ciencia. Diez años más tarde, tanto aquella promesa como las expectativas surgidas en torno a ella se habían evaporado en su mayor parte. La teoría del caos ofrecía sin duda algunas perspecti- vas interesantes sobre la interdependencia y la sensibilidad relativas a la perturbación de los procesos físicos. Y aunque la revolución había perdido su empuje, nuestra concepción científica del mundo continuaba prácticamente inalterada. Desde aquella experiencia, aplico una prudente dosis de escepticismo a todas las declaraciones relativas a una nueva gran revolución en ciencia. Sin embargo, día a día se fortalece mi convicción de que el diseño inteligente está llamado a revolucionar la ciencia y nuestra concepción del mundo. Naturalmente, en tanto que proponente activo del diseño inteligente, mantengo un firme interés en esta apuesta. Pero en cual- quier caso, hay buenas razones para pensar que esta perspectiva cumple perfectamente los requisitos exigibles a una revolución teórica a gran escala. Semejante revolución no sólo constituirá un formidable desafío para el gran ídolo de la biología evolutiva (darwinismo), sino que mo- dificará también sin duda las reglas fundamentales que gobiernan las ciencias naturales. Desde los tiempos de Darwin, las ciencias naturales
  • 10. 16 Q¡c;[l¡ 1i lll.ICF.I 1 han combatido la idea de que causas inteligentes puedan jugar un papel sustantivo empíricamente importante en el mundo natural. Es obvio que un proceso evolutivo ciego podría dar lugar a la emergencia de ciertas causas inteligentes, pero estas causas no serían en modo alguno fundamentales para el operar del mundo. El diseño inteligente rechaza esta exclusión del diseño en las ciencias naturales. Y con ello promete reconstruir tanto la ciencia como el mundo. Las revoluciones son un asunto turbio. Tampoco son inevitables. Para que surja una revolución ha de haber revolucionarios resueltos a colocar las cosas en su sitio. Tienen que proponerse acabar con los abusos, el ridículo y la intimidación que la elite dirigente puede y quiere imponer. La elite gobernante en este caso está formada por los darwinistas dogmáticos y los científicos naturalistas. Firmemente comprometidos a mantener fuera del ámbito de las ciencias naturales a la causación inteligente, ofrecen una falsa representación de ella en cada una de sus etapas al sostener que la crítica que los defensores del diseño inteligente dirigen al darwinismo (y de manera más general a las teorías naturalistas de la evolución) está claramente tergiversada y carece de fundamento. Bajo este subterfugio, la información que recibe el público es que el diseño inteligente no es más que religión disfraza- da de ciencia. Además se le advierte también que el diseño inteligente anuncia la muerte de la ciencia, y que proponer este diseño equivale intelectualmente (si no moralmente) a afirmar, por ejemplo, que el Ho- locausto no sucedió nunca. La aceptación de ideas radicales que desafían el status qua (y el darwinismo en su condición actual es realmente un status qua) queda típicamente establecida mediante una serie de diversas etapas. Según Arthur Schopenhauer, «Toda verdad pasa por tres estadios. En el primero, es ridiculizada. En el segundo, ferozmente combatida. Y en el tercero, aceptada como algo autoevidente». En la misma línea, el científico evolucionista J.B.S. Haldane observaba, «Una teoría pasa por cuatro estadios de aceptación: «(i) es un sinsentido que carece de valor; (ii) es una perspectiva interesante, aunque perversa; (iii) es verdadera, aunque bastante trivial; (iv) yo la he afirmado siempre». Los cuatro estadios de Haldane pueden ser analizados del siguiente modo. En el primero, la idea es considerada ridícula: la elite dominan- te no se siente amenazada e ignora el desafío mientras puede, pero cuando el peligro aumenta afirma dogmáticamente que la tal idea es tan absurda que no merece siquiera la menor consideración. En el Pre_f¡1cio 17 segundo estadio se la considera perniciosa: la elite establecida no puede seguir ignorando la amenaza y se apresta a tomar medidas activas que la invaliden proclamando dogmáticamente que la tal idea es confusa, irracional, rechazable, e incluso peligrosa (con lo que añaden una dimensión moral al debate). En el tercer estadio se la contempla como posible: la referida elite admite a regañadientes que la idea no es enteramente absurda, mas continúa sosteniendo que, a lo sumo, su interés es marginal; mientras tanto, la mayoría de sus miembros va tomando conciencia de que las consecuencias de la nueva teoría son de muy largo alcance y de que su importancia es mucho mayor de la que inicialmente se le concedía. Por último, y en cuarto lugar, se reconoce que la idea es plausible: en este momento preciso emerge un nuevo status qua, con una elite dominante que da su total asentimiento a la recién entronizada idea y en el que la mayoría de los ciudadanos no aciertan a imaginar siquiera cómo el común de los hombres de épocas anteriores pudo haber pensado de distinta manera. El diseño inteligente nos sitúa en el momento de transición desde el estadio dos al estadio tres: desde lo pernicioso a lo posible. Ésta es la más dura de las transiciones. El propósito de este libro es facilitar esa transición desde el estadio dos al tres dotando a los defensores del diseño inteligente con el ins- trumental adecuado para rebatir con éxito los ataques de sus críticos. Mas también hemos tenido muy en cuenta la legión de individuos que se muestran escépticos respecto a futuras revoluciones científicas. Este libro pretende igualmente rendir un cálido homenaje a tan saludable escepticismo respondiendo total y sistemáticamente a las cuestiones más arduas que los críticos hayan podido plantear relativas al diseño inteligente. Los lectores no tendrán ya que andar a tientas en busca de preguntas o respuestas. Ni tampoco echarán en falta la discusión de cuestiones realmente difíciles. A lo largo de los últimos diez años he disertado sobre diseño inteligente ante numerosos colegas en distintas universidades, tan- to en Estados Unidos como en el resto del mundo. Igualmente he mantenido regularmente entrevistas con los medios sobre este tema. He introducido una enorme variedad de cuestiones en todo tipo de lugares, y mi obra ha provocado una intensa y amplia marea de publicaciones críticas por parte de los guardianes de la ortodoxia científica. El presente libro reúne en un solo volumen todas aquellas experiencias, todas aquellas preguntas y respuestas. La presente obra
  • 11. 18 DISEr;CJ l'.fELIGENTf puede ser considerada por tanto como un manual capaz de reempla- zar un paradigma científico anticuado (el darwinismo) por otro nuevo paradigma (el diseño inteligente) perfectamente preparado para poder respirar, crecer y prosperar. Cuando hablo de diseño inteligente, se me suelen plantear tres tipos de preguntas. Con frecuencia una de ellas se limita simplemente a pedir una clarificación adicional. A veces, sin embargo, una determinada pre- gunta pone al descubierto un obstáculo que hay que eliminar antes de seguir adelante con la investigación. Y finalmente, está la cuestión que no es en realidad una cuestión, sino más bien una objeción destinada a ahondar más profundamente en el diseño inteligente. En este libro trataré de los tres tipos de cuestiones, aunque mi interés se centra más particularmente en la relativa al obstáculo. El diseño inteligente está sembrado de impedimentos, sobre todo para los científicos y los teólo- gos. Lo que más busco en este libro es eliminar al máximo semejantes barreras. Librarse de ellas es al presente la tarea más importante en el proyecto de impulsar la revolución del diseño. Dicho de manera muy simple, el diseño inteligente es la ciencia que estudia los signos de la inteligencia. Así expresada, la tal revo- lución parece rectilínea y aproblemática. Mas dependiendo del lugar en donde la inteligencia se muestre a sí misma con toda evidencia, es posible toparse con una feroz resistencia al diseño inteligente. Que los arqueólogos atribuyan diseño inteligente a las puntas de flecha o a los túmulos fúnebres no provoca discusión alguna. Pero que los biólogos postulen un diseño inteligente en las estructuras biológicas provoca una gran ansiedad no sólo en el seno de la comunidad científica sino también en el de la cultura en general. ¿Por qué? En su obra Miracles, C.S. Lewis acusaba con toda razón al naturalis- mo. Según Lewis, el naturalismo es una toxina que impregna el aire que respiramos y una infección que se abre camino hasta nuestros huesos. El naturalismo es la concepción que postula que el mundo físico es un sistema auto-independiente que se gobierna mediante leyes ciegas e in- mutables. El naturalismo no procede de parte alguna y afirma que fuera de la naturaleza no hay nada. Lo que esta afirmación viene a decir es que fuera de la naturaleza no puede haber nada que sea concebiblemente relevante para lo que sucede en ella. La respuesta del naturalismo al teísmo no es el ateísmo, sino un olvido benigno del primero. La gente se siente bien creyendo en Dios, aunque no en un Dios que introduzca ni un mínimo de diferencia en el orden natural. Prefacio 19 El teísmo (ya sea cristiano, judío o musulmán) sostiene que la sa- biduría de Dios creó el mundo. El origen del mundo y su ordenación subsiguiente es por tanto resultado de la actividad diseñadora de un agente inteligente: Dios. El naturalismo, por su parte, no reserva ningún lugar para una actividad inteligente, a excepción del final de un proceso material que no tiene propósito alguno. Dentro del naturalismo, toda inteligencia es inteligencia evolucionada. Por su parte, el mismo proceso evolutivo a cuyo través se desarrolla este tipo de inteligencia, es a su vez ciego y carente de finalidad. Consecuencia de todo esto es que el naturalismo no trata a la inteligencia como una fuerza creativa básica, sino como un subproducto evolutivo. Lo cual quiere decir en concreto que los seres humanos (los objetos naturales que máximamente exhiben inteligencia) no son la corona de la creación, ni el resultado primorosa- mente diseñado por la voluntad de un creador, ni por supuesto tampoco las criaturas hechas a imagen y semejanza de un Dios benevolente. Los seres humanos son más bien un accidente de la historia natural. El naturalismo constituye claramente una tentación para la ciencia, y son ciertamente muchos los científicos que han sucumbido a ella. Esta tentación consiste en la visión de un mundo sereno y ordenado donde todo es perfectamente comprensible en términos de una serie de reglas bien definidas o mecanismos gobernados por leyes naturales. De acuerdo con esto, el naturalismo mantiene la esperanza de que la ciencia pueda ofrecer algún día una «teoría de todas las cosas». Pero es evidente que esa esperanza no ha encontrado aún cumplimiento. El escándalo del diseño inteligente consiste precisamente en ir más allá y afirmar que semejante esperanza es un sueño irrealizable. Y esta afirmación es un insulto para la hybris del naturalismo. El diseño inteligente sostiene que la inteligencia es un rasgo fundamental del mundo y que todo intento de reducirla a mecanismos naturales está abocado al fracaso. El naturalismo desea que la naturaleza sea un libro abierto. Pero las inteligencias no son en absoluto libros abiertos: las inteligencias crean libros, producen nueva información. Son agentes libres capaces de vulnerar nuestras más fundadas expectativas. Tras todo esto se oculta una evidente ironía. El universo del natura- lista - donde la inteligencia no es fundamental y el mundo no es diseña- do - es supuestamente un mundo racional puesto que se mueve según una ley natural inalterable, o sea, donde la causa precede al efecto con regularidad inviolable. Por otra parte, el mundo del teórico del diseño, en donde la inteligencia es fundamental y el mundo es diseñado, no
  • 12. 20 Ül<..,F:Cl 1: 1 FI !GE. 1 F es supuestamente un mundo racional puesto que la inteligencia puede hacer cosas inesperadas. Dar cabida en el mundo a una inteligencia no evolucionada es, según el naturalismo, arrojar al mundo a un espantoso torbellino. Es sustituir la ley natural eterna por el capricho, y por tanto destruir la ciencia. Así pues, para el naturalista, el mundo es inteligible sólo si comienza sin inteligencia y luego la desarrolla. Mas si el mundo comenzara con una inteligencia y ésta fuera desarrollada por causa de una inteligencia anterior, ese mundo acabaría siendo ininteligible. La incoherencia de tal razonamiento es perfectamente evidente. La ciencia y la comprensión del mundo son de hecho posibles sólo por la presencia de nuestra inteligencia. Y sin embargo, el naturalista se aferra a su argumento como a un amigo moribundo. Una situación parecida me tocó vivir recientemente cuando daba una conferencia en la Universidad de Toronto. Un biólogo que me escuchaba insistió en que yo debería tomar en serio que la antigüedad del mundo era de sólo dos minutos mientras aceptase el enfoque del diseño inteligente. Presumiblemente, cualquier inteligencia creadora sería capaz de crear un mundo engañoso que aparentase ser viejo pero que acababa de ser creado dos minutos antes con la misma verosimilitud con que crea un mundo que parece viejo porque realmente es viejo. Estamos ciertamente ante una posibi- lidad lógica, pero ¿nos asiste alguna razón para creer en ella? Cientos de años de afortunada investigación científica confirman un mundo que está estructurado para revelar honestamente sus secretos. Si además ese mundo nos presenta la evidencia de un diseño, ¿por qué la mera posibilidad de un falaz o caprichoso diseñador debería neutralizar esa evidencia o forzarnos a negar la existencia de todo diseñador? Si hemos de tomar en serio la posibilidad de un diseñador falaz, ten- dríamos que tomar también en serio la posibilidad de ser engañados por un mundo natural que carece de diseño. Imaginemos un mundo natural carente de diseño en el que las leyes de la naturaleza cambian radicalmen- te de tiempo en tiempo, en donde el tiempo puede volver atrás y reiniciar la historia con un diferente curso, y donde las masivas fluctuaciones cuánticas a escala cósmica producen galaxias que parecen antiguas pero que de hecho son recientes. No sólo los diseñadores pueden ser falaces y caprichosos. Lo mismo puede decirse de la naturaleza. Mas si la ciencia va a ser posible, necesitamos asumir, como principio regulativo, que el diseñador hizo que la naturaleza fuera honesta y segura. De todo esto se sigue que el argumento del «universo-de-dos-mi- nutos-de-antigüedad» esgrimido contra el diseño inteligente es un ejer- ' Prefacio 21 cicio de irrelevancia. Es aplicable tanto al naturalismo como al disei1o inteligente. Y ni siquiera alcanza a rozar la cuestión más importante: si ciertos sistemas biológicos son diseñados. Para decidir esta cuestión habría que consultar no a la teología o a la anti-teología, sino a la evi- dencia que ofrezca la propia biología. Si esta evidencia apunta al diseño, a él tendremos que dirigirnos. Sería absurdo contestar a esto diciendo que aunque la evidencia nos conduce al diseño, seguimos ignorándolo ante la posibilidad de que un diseñador falaz pueda haber diseñado la evidencia engañosa. Tal actitud equivaldría a rechazar el diseño basán- donos en la presunción misma del diseño. Cuando le contesté al biólogo de Toronto que Isaac Newton creía en el diseño inteligente y no postuló nunca un universo de dos minutos, él observó inmediatamente que Newton no conocía la evolución. Pobre Sir Isaac. Es presumible que Darwin lo hubiera convertido en un ateo intelectualmente satisfecho y eliminado en su ciencia todo vestigio de di- seño inteligente (el concepto de diseño inteligente figura sustantivamente en los Principia de Newton -véase, por ejemplo, su General Sclwlium). Tal vez la ciencia y nuestro conocimiento del mundo natural pudieran quedar clarificados cuando admitiésemos que la inteligencia pudiera ser un principio fundamental que opera en el universo. La acusación de que el diseño inteligente presagia el fin de la ciencia y de la racionalidad carece de fundamento. Por el contrario, la verda- dera comprensión del mundo apunta a una inteligencia que subyace a éste. Por otra parte, la ciencia sería imposible si nuestra inteligencia no estuviera adaptada a la inteligibilidad del mundo. La unión entre nuestra inteligencia y la inteligibilidad del mundo no es un accidente. Tampoco puede ser propiamente atribuida a la selección natural, que premia la supervivencia y la reproducción, pero que no muestra el menor interés por la verdad o el pensamiento consciente. Las muñecas sexuales son tan perfectas como el producto de un proceso evolutivo darwiniano. Ciertamente, las muñecas-robots son tan perfectas como el resultado de un proceso evolutivo darwiniano. Ya he observado que los científicos afectos al naturalismo pasaron tiempos amargos antes de aceptar el diseño inteligente. Pero lo más sorprendente es que los teólogos le hayan opuesto una resistencia aún mayor. La corriente principal de la teología acepta la prevalente opi- nión de que el naturalismo es un principio regulativo adecuado para la ciencia -que la ciencia, para ser ciencia, ha de tratar a la naturaleza como un sistema cerrado de causas naturales. Incluso sin ser naturalis-
  • 13. 22 DISEÑO INTELIGENTE tas metafísicos, los teólogos tienden a manifestarse en su gran mayoría como naturalistas metodológicos. Si ésta fuera su única razón para rechazar el diseño inteligente, cabría esperar que estos teólogos practicaran sin demasiado entusiasmo, y como una mera hipótesis de trabajo, el naturalismo metodológico. De hecho, la misma idea de que Dios pudiera actuar no simplemen- te como una influencia universal sensiblera sino como el agente que establece una diferencia entre espacio y tiempo y asume la responsa- bilidad por las características del mundo, escandaliza a muchos teó- logos como anatema. A menudo, lo que detrás de esto se esconde es una sensibilidad exagerada ante los males del mundo y la resultante compulsión a construir una teodicea hermética. La teodicea trata de justificar los caminos de Dios frente a los males del mundo. El camino más fácil para conseguirlo consiste en no permitir que Dios se ensucie las manos con el mundo. En consecuencia, son muchos los teólogos que tienen que atender a un doble frente en su relación con el diseño inteligente: no sólo firmar la paz con la interpretación naturalista de la ciencia, sino atender también a la necesidad teológica de impedir que la acción divina se muestre de manera demasiado obvia o personal (p.ej., si Dios interviene en el mundo para hacer el bien, ¿por qué no debería actuar para prevenir el mal?) Este libro no pretende tratar a fondo el problema de la teodicea (de momento acaricio la idea de publicar en un futuro próximo un libro sobre el Génesis, la teodicea y la doctrina cristiana de la creación). Aun- que la teodicea sea sin duda el problema más espinoso que atormenta a los teólogos en su afán de dar sentido al diseño inteligente, no es un problema para el diseño inteligente per se. Lo que al diseño inteligente le preocupa es comprender la evidencia de la inteligencia en el mundo natural. La naturaleza y, en particular, las características morales de esa inteligencia, constituyen una investigación separada. El diseño inteligente tiene implicaciones teológicas, pero no es una empresa teológica. La teología no incluye el diseño inteligente. Porque el diseño inteligente no es una empresa evangélica cristiana, o genéricamente cristiana, y ni siquiera genéricamente teísta. Todo el que desee liberarse de prejuicios teístas y considerar la posibilidad de descubrir signos evidentes de inte- ligencia en el mundo natural es un amigo del diseño inteligente. Según mi experiencia, tales amigos se encuentran entre los budistas, hindúes, pensadores de la Nueva Era, jungianos, parapsicólogos, vitalistas, plató- nicos y agnósticos honestos, por mencionar sólo unos pocos. De lo cual ,.-- Prefacio 23 se desprende que el destino del diseño inteligente no depende de que se pueda aportar o no una teodicea satisfactoria. Aunque a lo largo de este libro dejaré de lado el problema de la teodicea, me detendré sin embargo en la discusión de ciertas críticas del diseño inteligente motivadas por ella. Según uno de sus críticos, Edward Oakes, el diseño inteligente hace imposible la tarea de la teodicea. ¿Por qué razón? Porque, según Oakes, el diseño inteligente está ligado a una burda concepción intervencionista de la acción divina y a una metafísi- ca de la naturaleza de carácter mecanicista. Ninguno de estos tipos de crítica es acertado. El diseño inteligente es justamente compatible con cualquier forma de dirección teleológica, que no se interesa tanto por el modo de actuar del diseño inteligente como por verificar si la acción de éste es discernible. El diseño inteligente no requiere por tanto una concepción intervencionista del diseño. En cuanto a la cuestión de si el diseño inteligente requiere una metafísica mecanicista de la naturaleza, dentro del contexto de la teología esto sería cabalmente la contrapar- tida de una metafísica intervencionista de la acción divina. El diseño inteligente no requiere ni un Dios ni un mundo entrometidos. Para esta cuestión, ni siquiera requiere que haya un Dios. Volveré a ocuparme de Oakes en el capítulo veinte («Receptividad de la naturaleza para la información») y en el veintitrés («Intervencionismo»). Según Oakes, la tarea de la teodicea cristiana es la de «mostrar que un Dios omnipotente y benevolente puede coexistir con el mal existente en Su creación finita» (First Things, carta al editor, Abril de 2001). La cla- ve para resolver el problema de la teodicea es para Oakes la reflexión de San Agustín de que Dios no permitiría que existiera el mal a menos que pudiera extraer de ahí el bien. Sin embargo, hablar de Dios produciendo el bien a partir del mal podría ser justamente un modo fantasioso de decir que el fin justifica los medios. Para evitar esta acusación, Oakes requiere que el mundo sea contemplado «como una totalidad y bajo el dominio de la escatología». Dicho en otras palabras, la acción divina de producir el bien a partir del mal debe ser juzgada no sobre la base de un suceso aislado, sino sobre la base de la totalidad de los sucesos en su relación con los últimos propósitos de Dios respecto al mundo. Tal como ha sido expuesto, todo esto suena a simple teodicea cristiana. Desafío a Oakes y sus compañeros a que demuestren que el diseño inteligente, tal como ha sido desarrollado en este libro, contradice esa teodicea. Dejando de lado la cuestión de la teodicea, el modo de relacionar a Dios con la teoría del diseño inteligente requiere una explicación adicio-
  • 14. 24 DISL'-.U l'.'lll ICE~Tl nal. Tanto los creacionistas como los naturalistas afirman que el uso de los términos «diseñador» o «inteligencia diseñadora» no es más que un truco retórico de los teóricos del diseño para evitar la referencia explícita a Dios. Este ardid les permite decir cuanto sea necesario para atraer la atención de los escépticos. Pero tan pronto como el escéptico atiende a sus argumentos en favor del diseño, sus teóricos proceden a identificar, mediante una manipulación, al diseñador con el Dios de la fe religiosa. Mientras que el creacionismo es directo y franco en su reconocimiento de Dios, el diseño inteligente se muestra engañoso y furtivo. Esta acusación es infundada. Que los teóricos del diseño se mues- tren reticentes ante el uso de la palabra Dios, no tiene nada que ver con la estrategia de esperar una buena oportunidad para introducirla. Si estos teóricos no sacan a colación a Dios es porque el razonamiento teórico del diseño no autoriza a introducirlo. Lo que este razonamiento teórico afirma es que ciertas formas de comportamiento exhibidas por la naturaleza nos remiten de manera fiable a una inteligencia diseña- dora. Pero no hay ninguna cadena inferencia! que conduzca desde esos modelos finitos indicadores de diseño que la naturaleza exhibe, hasta el Dios infinito, personal, trascendente y creador de las grandes religiones teístas del mundo. ¿Quién es el diseñador? Como cristiano afirmo que el Dios de los cristianos es la última fuente del diseño que se esconde en el universo (aunque esta respuesta deja abierta la cuestión de que Dios pueda operar mediante causas secundarias, incluyendo las inteligencias derivadas). Pero no hay camino alguno para tales inferencias de diseño en física o en biología que conduzca a esta conclusión. Estas inferencias son compatibles con la creencia cristiana pero no la presuponen. Lejos de mostrarse tímidos o fraudulentos, si los teóricos del diseño no nos muestran a Dios es porque respetan escrupulosamente los límites de su teoría. El diseño inteligente no es creacionismo ni naturalismo. Tampoco es un compromiso o síntesis de estas posiciones. Este nuevo enfoque se limita a seguir simplemente la evidencia empírica de diseño hasta donde ésta conduzca. El diseño inteligente es una tercera vía. Cuando la editorial Inter Varsity Press me ofreció un contrato para que escribiese una continuación de mi anterior libro, Intelligent Design: The Bridge Bet7.Deen Science and Theology (Diseño inteligente: el puente entre ciencia y teología) me sentí encantado de firmarlo. Intelligent Design ha- bía tenido muy buena acogida a través de Inter Varsity, y por ello sus editores me animaron a escribir un nuevo libro en el que se discutiesen a fondo las cuestiones más importantes esgrimidas contra el diseño r-- Prefacio 25 inteligente. La más urgente en aquel momento era mostrar que tal di- seño es intelectualmente defendible, y específicamente que las críticas y objeciones planteadas contra él tienen respuesta fácil. Consideremos por tanto este libro como un extenso cuestionario de preguntas y respuestas que allanen el camino para la revolución del diseño. Los diversos capítulos se abren con una pregunta a la que sigue una respuesta. He procurado que cada capítulo sea auto-suficiente. Ello exi- gía algunas repeticiones, que he procurado reducir al mínimo. Aunque las cuestiones en ellos contenidas pueden ser tomadas separadamente, me he cuidado de colocarlas en progresión lógica a fin de que el libro pueda ser leído coherentemente de principio a fin. He procurado res- ponder a las diversas cuestiones de la misma manera que lo haría ante una audiencia pública - es decir, con palabras sencillas, en el lenguaje del pueblo, y por tanto sin necesidad de extensas citas o de aparato técnico alguno. (Las escasas notas y referencias aparecen insertas en el texto mismo). Con seguridad, la escritura de mis respuestas me permite ser más preciso de lo que yo mismo sería en una conversación. Pero en todo caso he procurado que esas respuestas sean razonablemente cortas. Los capítulos de muchos libros tienden a oscilar entre las seis y las ocho mil palabras. La mayoría de las respuestas en éste se mueven en torno a las dos mil. A menudo, cuando escribo o hablo sobre diseño inteligente y luego me paro a reflexionar sobre la feroz resistencia que mi obra despierta, me acuerdo de esas historias de Kafka en las que alguna desventurada figura se encuentra atrapada y sofocada en una red burocrática sin fin. La afirmación fundamental del diseño inteligente es rectilínea y fácilmente inteligible: hay sistemas naturales que no pueden ser adecuadamente explicados en términos de fuerzas naturales carentes de dirección y que exhiben rasgos que en cualquier otra circunstancia atribuiríamos a la inteligencia. Esta declaración puede ser considerada sobre la base de sus propios méritos. Contemple- mos algunos sistemas reales y efectuemos su análisis. Este libro representa mi intento de destruir la red, la inercia psicológica y la telaraña mental que están impidiendo que el diseño inteligente reciba una justa consideración. En suma, es un intento por mi parte de responder al deseo expresado por muchos de la necesidad de limpiar la propia casa. Pero incluso así, las esperanzas que he puesto en este libro quedarían frustradas si la limpieza de la propia casa fuera su único resultado. Junto a esto, este libro aspira también a proporcionar una nueva y convincente visión de la ciencia y del mundo, que la gente deseará cultivar por encon-
  • 15. 26 Üi5E::O l:fELIGEiiTF trarla tan atractiva. Al final de su Origen de las especies observaba Darwin que una persona equipada con su teoría «no necesitaría ya mirar a un ser orgánico de la misma manera que el salvaje contempla un barco, como algo totalmente más allá de su comprensión». En su tiempo, Darwin nos ofreció una poderosa visión para entender la biología y con ello el mun- do. Esa visión se encuentra ahora vacilante, mientras una nueva se está ofreciendo para reemplazarla. Esta nueva visión nos enseña a ver a los seres orgánicos tal como una persona civilizada vería un barco: como un producto del diseño inteligente. Sin embargo, no debemos contentarnos con mirar ese diseño sólo intuitivamente; hay que saber contemplarlo de manera objetiva, sistemática y científica, tal como el ingeniero o el arqui- tecto que realmente diseñaron el barco. Mantengo la esperanza de que este libro contribuya a hacer convincente esta nueva visión de la realidad. Para que las ideas prosperen tienen que producir satisfacción. En su Arte de la persuasión escribió Blaise Pascal: «La gente llega invaria- blemente a sus creencias no sobre la base de la prueba, sino sobre la base de lo que encuentra atractivo». Pascal no hablaba de la gente que creía simplemente lo que quería creer, como en la realización de un deseo, sino más bien de las personas que se dejaban arrastrar por ideas atractivas que cautivaban su corazón y su imaginación. El darwinismo ha jugado ese mismo papel ante muchos intelectuales al ofrecerles una visión convincente de la vida y del mundo. Mas las visiones perduran mientras pueden encontrar fundamento en la realidad. La visión darwiniana de la vida está perdiendo rápida- mente contacto con la realidad y específicamente con la idea de diseño que impregna el mundo a nivel bioquímico - un mundo que Darwin desconocía absolutamente. Como ocurre con todos los paradigmas mo- ribundos, la vieja guardia del darwinismo no podrá, parafraseando a Dylan Thomas, penetrar muy dulcemente en esa serena noche. Muchos de ellos se revuelven furiosos contra esa luz que se apaga. Pero pese a todo, la visión darwiniana está en camino de apagarse para ser reempla- zada por una nueva que capture nuestra imaginación y al mismo tiempo esté fundada en la realidad. El diseño inteligente es esa nueva visión. William A. Dembski Baylor University Waco, Texas RECONOCIMIENTOS EsTE LIBRO LE DEBE más a los enemigos que a los amigos. Tal como la ostra ha de trabajar más cuando se enfrenta con una amenaza, así me ha ocurrido a mí en la redacción de este libro. Quiero expresar por tanto mi gratitud a los enemigos (felizmente, algunos de ellos son también amigos) por haber dedicado tanto tiempo, esfuerzo y atención a criticar mi obra y la de mis colegas en el movimiento del diseño inteligente. Aunque a veces poco inspiradas y mal planteadas, las críticas han sido a menudo constructivas y penetrantes; y por supuesto instructivas. Abrigo la esperanza de que, en sus respuestas a esas críticas, este libro resulte del mismo modo ilustrativo. Entre los enemigos, amigos e instituciones que han contribuido a la redacción de este libro, quiero expresar explícitamente mis agradecimien- tos a: Dean Anderson; James Barham; Baylor University; Michael Beaty; Michael Behe; David Berlinski; John Bracht; Walter Bradley; J. Budzis- zewski; Jon Buell; Calvin College; el Center for Theology and the Natu- ral Sciences (CTNS); Bruce Chapman; Robin Collins; Richard Dawkins; Michael Denton; el Discovery Institute's Center for Science and Culture (CSC); Mark Edwards; Wesley Elsberry; Barbara Forrest; the Foundation for Thought and Ethics (FTE); Karl Giberson; Guillermo González; Bruce Gordon; Billy Grassie; Paul Cross; Stacy Grote; la International Society for Complexity, Information and Design (ISCID); InterVarsity Press y mi editor, Gary Deddo; David Lyle Jeffrey; Phillip Johnson; Steve Jones; Barry Karr; Rob Koons; Gert Korthof; Paul Kurtz; Neil Manson; Nicholas Matzke; Timothy y Lydia McGrew; Angus Menuge; Stephen Meyer; Kenneth Miller; Paul Nelson; Allen Orr; Phylogenists; Massimo Pigliucci; Don Port; Del Ratzsch; Jay Richards; Terry Rickard; Douglas Rudy; Michael Ruse; Andrew Ruys; Donald Schmeltekopf; Thomas Schneider; Eugenie Scott; Michael Shermer; Robert Sloan; Elliott Sober;
  • 16. 28 Micah Sparacio; la Templeton Foundation; Howard Van Hill; Richard Wein; Jonathan Wells; John West; John Wilkins; John Wilson; Jonathan Witt y Donald Yerxa. Estoy especialmente agradecido a Jonathan Witt por la excelente tarea realizada en la edición del manuscrito. Finalmente, deseo elogiar a mi familia por su constante apoyo duran- te mi trabajo sobre el diseño inteligente. Sus plegarias, palabras de aliento y paciencia han sido para mí una enorme fuente de aliento y confort. Quiero expresar especialmente mi agradecimiento a mi querida esposa Jana, como también a sus padres John y Dorothy Van Gorp, cuyas vidas de cristiana devoción y de amabilidad me han dejado profundamente conmovido. Este libro está dedicado a todos ellos. PARTE UNA DISTINCIONES BÁSICAS
  • 17. 1 DISEÑO INTELIGENTE ¿Qué es el dísdio inteligente? PENSEMOS EN EL MONTE RUSHMORE, ¿qué hay en esta rocosa formación que nos haga pensar que se debió al designio de una inteligencia, a una inteligencia diseñadora, y no meramente al viento y la erosión? Los objetos que obedecen a un diseño como el Monte Rushmore exhiben rasgos o patrones característicos que nos remiten a una inteligencia. Tales rasgos o patrones son signos de inteligencia. Los proponentes del diseño inteligente, a los que se los conoce como teóricos del diseño, no se contentan con considerar estos signos como simples intuiciones. Por el contrario, insisten en estudiarlos de manera formal, rigurosa y científica. El diseño inteligente es la ciencia que estudia los signos de la in- teligencia. Obsérvese que el signo no es la cosa significada. El diseño inteligente no trata de introducirse en la mente del diseñador y dar forma a lo que el individuo está pensando. Su meta no es la mente del diseñador (la cosa significada) sino el artefacto fabricado por la mente del diseñador (el signo). Lo que un diseñador esté pensando puede ser una cuestión interesante, y es posible inferir algo sobre lo que éste piensa a partir de los objetos diseñados que él produce (suponiendo que el diseñador se está comportando honestamente). Pero los procesos mentales del diseñador quedan fuera del alcance del diseño inteligente. En su condición de programa de investigación científica, el diseño in- teligente investiga los efectos de la inteligencia, pero no la inteligencia como tal. Lo que hace del diseño inteligente un tema tan controvertido es su pretensión de detectar signos de inteligencia en los sistemas biológicos. Según Francisco Ayala, la mayor hazaña de Charles Darwin fue mostrar de qué modo la organizada complejidad de los organismos podía ser conseguida sin necesidad de postular un designio de la inteligencia. El
  • 18. 32 ÜISFO l'l FI ICE' IF diseño inteligente viene a significar, por tanto, un gran desafío directo al darwinismo y a otros enfoques naturalistas del origen y evolución de la vida. El diseño ha tenido una turbulenta historia intelectual. El principal problema en los últimos doscientos años ha consistido en hallar una po- tente formulación del diseño que pudiera hacer avanzar fructíferamente a la ciencia. Lo que ha mantenido al diseño fuera de la principal corriente científica desde el surgimiento del darwinismo ha sido su ausencia de métodos precisos para distinguir los objetos inteligentemente causados de los que deben su existencia a causas aleatorias. Para que el diseño sea un concepto científicamente fértil, los cien- tíficos han de estar seguros de poder determinar con seguridad si un determinado objeto ha sido o no diseñado. Por ejemplo, Johannes Kepler pensaba que los cráteres de la luna estaban inteligentemente diseñados por sus habitantes. Ahora sabemos que la formación de aquellos cráte- res fue el resultado de ciegos procesos naturales (como los impactos de los meteoritos). Ha sido este temor a atribuir falsamente algo al diseño para luego tener que desdecirse lo que ha impedido que el diseño haya sido incluido en el ámbito de la ciencia propiamente dicha. Mas los teóricos del diseño afirman haber logrado formular métodos precisos para distinguir entre objetos que son diseñados y los que no lo son. Y sostienen que estos métodos les dan la capacidad de evitar el error de Kepler y la de detectar con seguridad la presencia de diseño en los sistemas biológicos. En tanto que teoría de los orígenes y de los desarrollos biológicos, la tesis central del diseño inteligente afirma que sólo causas inteligentes pueden explicar las complejas estructuras ricas en información de la biología, y que esas causas son empíricamente detectables. Decir que las causas inteligentes son empíricamente detectables es afirmar que existen métodos bien definidos, basados en características observables del mundo, que pueden distinguir correctamente las causas inteligentes de las causas naturales no dirigidas. Son numerosas las ciencias natu- rales que han desarrollado ya los métodos adecuados para establecer esa distinción - notablemente la ciencia forense, la criptografía, la arqueología y la búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI). Rasgo esencial de todos estos métodos es su capacidad para eliminar el azar y la necesidad. El astrónomo Carl Sagan escribió una novela sobre la SETI titulada Contact, que más tarde fue llevada al cine con Jadie Foster como pro- tagonista. La trama y los extraterrestres eran ficticios, por supuesto, Diseño inteligente 33 pero Sagan tomó directamente de la práctica científica los métodos de detección de diseño aplicados por los astrónomos de SETI en su novela. Dicho en otras palabras: en la vida real, los investigadores de SETI no han detectado nunca señales diseñadas del espacio lejano, pero si hubieran detectado tales señales, como sucedió con los astrónomos de la película, habrían inferido también su diseño. ¿Por qué los radio-astrónomos de Contact pudieron obtener una inferencia de diseño basándose en las percusiones y pausas que captaban en el espacio? Los investigadores de SETI analizaban las señales recogidas en el espacio distante mediante computadores programados para reconocer modelos preestablecidos. Las señales que no se ajustaban a ninguno de los modelos pasaban por una «Criba» y eran clasificadas como azarosas. Tras años de recepción de señales «azarosas» aparentemente sin sentido, los científicos de Contact descubrieron un modelo de percusio- nes y pausas que correspondía a la secuencia de los números primos comprendidos entre 2 y 101. (Los números primos son aquéllos que sólo son divisibles por sí mismos y por la unidad). El descubrimiento de aquel modelo aguzó su atención y no tardaron en detectar un diseño inteligente. Cuando ha sido captada una secuencia que comienza con dos percusiones seguidas de una pausa, luego tres percusiones y otra pausa, y continúa haciendo exactamente lo mismo para retransmitir la serie de números primos hasta el 101, los científicos están autorizados a inferir la presencia de una inteligencia extraterrestre. Y he aquí por qué. No hay nada en las leyes de la física que necesite unas señales de radio para tomar una forma u otra; por ello la construc- ción de la secuencia de los primos es contingente en lugar de necesaria. Por su parte, la lista de los primos es una secuencia larga y por tanto compleja. Obsérvese que si la secuencia hubiera carecido de complejidad, podría fácilmente haber ocurrido por azar. Finalmente, la secuencia no era sólo compleja, sino que exhibía también un modelo o especificación independientemente dado. (No se trataba meramente de una secuencia cualquiera de números, sino de una serie matemáticamente significativa: la de los números primos). La inteligencia deja tras de sí una marca o firma característica: lo que yo llamo complejidad especificada. Un suceso exhibe complejidad especificada si es contingente y por tanto no necesario; si es complejo y por tanto no repetible por azar; y si es especificado en el sentido de que muestra un modelo independientemente dado. Obsérvese que un suceso meramente improbable no es suficiente para eliminar el azar:
  • 19. Ji 34 DISENO INTELIGENTE arrojemos una moneda un número suficientemente grande de veces y asistiremos a un suceso altamente complejo o improbable. Pero incluso así, no tendremos razón alguna para no atribuirlo al azar. Lo importante acerca de las especificaciones es que son objetivamente dadas y no impuestas sin más a los sucesos posteriores al hecho. Por ejemplo, si un arquero lanza sus flechas contra una pared y luego pin- tamos ojos de buey en torno a ellas, estamos imponiendo un modelo después del hecho. Pero si los blancos han sido fijados de antemano («especificados») y luego el arquero acierta con toda precisión, sabemos que eso ha ocurrido por designio. Para determinar si los organismos biológicos exhiben una compleji- dad especificada, los teóricos del diseño se centran en sistemas que sean identificables -tales como enzimas individuales, rutas metabólicas, má- quinas moleculares y cosas semejantes. Estos sistemas son especificados en virtud de sus requerimientos funcionales independientes, y todos ellos exhiben un alto grado de complejidad. Por supuesto, cuando una parte esencial de un organismo muestra una complejidad especificada, todo diseño atribuible a esa parte es proyectado entonces sobre la totalidad del organismo. No es necesario demostrar que cada aspecto del orga- nismo era diseñado; de hecho, algunos de sus aspectos serán resultado de causas puramente naturales. La combinación de complejidad y especificación apuntaba de ma- nera convincente para los radio-astrónomos de la película Con tact a una inteligencia extraterrestre. La complejidad especificada es la marca característica o firma identificadora de la inteligencia. Es un marcador fiable de la inteligencia, de la misma manera que las huellas dactilares son un marcador empírico fiable de la presencia de una persona. Los teóricos del diseño sostienen que causas naturales ciegas son incapaces de generar una complejidad especificada. (Véanse las partes dos y tres de la presenta obra. Para una justificación completa, véase mi libro, publicado en el año 2000, No Free Lunch). Esto no quiere decir que los sistemas que ocurran naturalmente son incapaces de exhibir una complejidad especificada o que los procesos naturales no puedan servir como canal para la complejidad especifica- da. Los sistemas que ocurren naturalmente son capaces de mostrar una complejidad especificada, y una naturaleza que opere en ausencia de una dirección inteligente es capaz de tomar una complejidad especificada preexistente y difundirla en su derredor. Mas ésta no es la cuestión. La cuestión es si la naturaleza (concebida como un sistema cerrado de causas Diseño inteligente 35 naturales intactas y ciegas) puede generar complejidad especificada en el sentido de originarla donde no la había anteriormente. Tomemos, por ejemplo, un grabado en madera de Durero. Este grabado surgió por la presión mecánica sobre papel de un bloque de madera empapado en tinta. El grabado de Durero exhibe una com- plejidad especificada. Pero la aplicación mecánica de la tinta sobre el papel mediante una pieza de madera no explica la complejidad del corte de la madera. La complejidad especificada del grabado en madera debe ser retrotraída a la complejidad especificada en el bloque de la madera, que a su vez tiene que ser retrotraída a la actividad diseñadora del propio Durero (quien, en este caso, había cincelado deliberadamente el trozo de madera). Las cadenas causales de una complejidad especi- ficada no terminan en una naturaleza ciega sino en una inteligencia diseñadora. El bioquímico Michael Behe conecta la complejidad especificada del diseño biológico con su concepto de complejidad irreducible (Darwin's Black Box*, 1996). Behe define un sistema como irreduciblemente complejo si consta de diversas partes interrelacionadas en las que la eliminación de sólo una parte destruye completamente la función del sistema. Para Behe, la complejidad irreducible es un seguro indicador de diseño. Un sistema bioquímico irreduciblemente complejo considerado por Behe es el flagellum bacteriano. Este flagellum es un motor rotatorio mecánico con una especie de cola barredora que gira a veinte mil revoluciones por minuto y cuyo movimiento rotatorio hace navegar a una bacteria a través de su entorno acuoso. Behe muestra que la compleja maquinaria de este motor molecular -que incluye un rotor, un estator, una serie de arandelas, cilindros y un eje conductor - requiere la interacción coordinada de al menos treinta proteínas complejas y en donde la ausencia de una sola de ellas daría por resultado la completa pérdida de la función del motor. Behe sos- tiene que el mecanicismo darwiniano se enfrenta con graves obstáculos cuando trata de dar cuenta de tales sistemas irreduciblemente complejos. En No Free Lunch he mostrado que la noción de complejidad irreducible de Behe constituye un caso especial de complejidad especificada y que sistemas irreduciblemente complejos tales como el flagellum bacteriano son por tanto diseñados. * La caja negra de Danuing: el reto de la bioquímica a la evolución. Editorial Andrés Bello. Barcelona, 2000.
  • 20. 36 ÜISEO 11lTEl.IGENTI De esto se sigue que el diseño inteligente es algo más que simple- mente el último de una larga línea de argumentos de designio. Los conceptos relacionados de complejidad irreducible y de complejidad especificada tornan las causas inteligentes en elementos empíricamente detectables y convierten al diseño inteligente en una teoría científica to- talmente articulada que es absolutamente distinta de los argumentos de designio de los filósofos y teólogos, o de lo que tradicionalmente se ha llamado teología natural. Según el diseño inteligente, el mundo contiene sucesos, objetos y estructuras que agotan los recursos explicativos de las causas naturales no dirigidas y que sólo pueden ser adecuadamente explicados mediante causas inteligentes. El diseño inteligente demuestra esto rigurosamente tomando una intuición filosófica de larga tradición y sometiéndola al análisis de un determinado programa de investigación científica. Este programa utiliza los últimos resultados en probabilidad, en ciencias de la computación, en biología molecular, en filosofía de la ciencia y en el concepto de información - por nombrar sólo unos pocos. Que este programa se muestre capaz de tornar el diseño en una herramienta conceptual eficaz para la investigación y el entendimiento del mundo natural, es por ahora la gran cuestión que tiene planteada la ciencia. 2 CREACIÓN ¿En qué difiere el díscil.o í11tclige11te de una doctrina teológica de la creación? CON LA PALABRA CREACIÓN nos referimos siempre a la fuente del ser del mundo. El diseño inteligente estudia las ordenaciones de los materiales preexistentes que apuntan a una inteligencia diseñadora. Creación y diseño inteligente son por tanto conceptos muy diferentes. Puede haber creación sin diseño y diseño sin creación. Se puede mantener, por ejem- plo, una doctrina de la creación que afirme que Dios creó el mundo de manera tal que no hay nada en el universo que indique diseño. Richard Dawkins escribió un libro que lleva por título: El relojero ciego: por qué la evidencia de la evolución revela un universo sin diseño. Supongamos que Dawkins llevara razón respecto a un universo que no revela evidencia alguna de diseño. De esto no se seguiría lógicamente que el universo no fuera creado. Es lógicamente posible que Dios crease un mundo que no contuviese ninguna evidencia de su intervención. Pero también es lógicamente posible que el mundo abundase en signos de inteligencia pero que no fuera creado. Ésta era la idea sustentada por los antiguos estoicos, quienes afirmaban que el mundo era eterno e increado, pero que no obstante había un principio racional que lo impregnaba en su totalidad y producía por doquier señales de inteligencia. Hay una historieta que clarifica la diferencia entre diseño inteligente y creación. Un grupo de científicos se acercó a Dios sosteniendo que ellos podían hacer todo lo que Dios hiciera. «¿Como qué?», preguntó Dios. «Como crear seres humanos», contestaron los sabios. «Mostrádme- lo», dijo Dios. Los científicos comenzaron, «Bien, tomamos un poco de barro y luego...», «Esperad, esperad un segundo», los interrumpió Dios, «tendríais que fabricar vuestro propio barro». Tal como un carpintero ha de tomar un trozo de madera ya existente para formar un determinado mueble, así también el científico tendrá que tomar una porción de barro
  • 21. 38 DISEÑO INTELIGENTE preexistente para formar un ser humano. Pero ¿de dónde provenía el barro -el material bruto- para formar un ser humano? ¿De las estre- llas? Y ¿de dónde provenían las estrellas? ¿Del big bang? Y ¿de dónde surgió éste? ¿De la fluctuación de un vacío cuántico? Y ¿en dónde se produjo esa fluctuación? En algún punto debe acabar la serie de inte- rrogantes. La creación está pidiendo a gritos un último lugar inmóvil de explicación: la fuente del ser del mundo. El diseño inteligente, en cambio, no se pregunta por la última fuente de la materia y la energía, sino por la causa de sus actuales disposiciones, particularmente de las de aquellas entidades, grandes y pequeñas, que exhiben una compleji- dad especificada. Aunque la creación y el diseño inteligente son lógicamente separables (es posible contar con una sin tener el otro), son muchos los que man- tienen una doctrina de la creación a la vez que afirman que la creación muestra señales claras de inteligencia. Los textos bíblicos utilizados para apoyar la conexión entre creación y diseño inteligente incluyen el Salmo 19,l («Los cielos declaran la gloria de Dios; /el firmamento proclama la obra de sus manos») y la epístola a los Romanos 1,20 («Pues desde la creación del mundo, las cualidades invisibles de Dios - su eterno poder y divina naturaleza - han sido claramente vistas y entendidas a partir de lo que ha sido hecho»). Así pues, muchos de los que profesan una doctrina de la creación son también proponentes del diseño inteligente. Para muchos teístas es perfectamente razonable que un creador crease un mundo en el cual quedase manifiesta la inteligencia de su creador. Es cierto que ese creador pudo ser un maestro de la ocultación que borraba sus huellas a fin de hacerlas indetectables. Pero en su inmensa mayoría, los teístas afirman que el mundo natural revela la inteligencia, la sabiduría y las intenciones de Dios. En cambio, el modo en que el mundo exhibe ciertas trazas de diseño es materia de disputa. Para los proponentes del diseño inteligente, el diseño en el mundo es empíricamente detectable: podemos conocerlo cuando lo vemos, y lo que incesantemente nos ayuda a descubrirlo, es su complejidad especificada. Frente a este enfoque científico, es posible adoptar también un enfoque puramente teológico del diseño. Según este último, el mundo muestra su diseño sólo contra el telón de fondo de la experiencia de la fe religiosa y de la concepción teológica del universo. Bajo esta concepción, el creyente descubre el diseño en el mundo sólo a través de los ojos de la fe. Esta atribución de diseño al mundo se convierte así en una especie de barniz o capa teológica, no en un hecho Creación 39 sobre el mundo que sea accesible en general tanto al creyente como al no creyente. Así pues, son muchos los teólogos que se oponen a la afirmación fundamental de los teóricos del diseño de que el mundo natural exhibe objetivamente un diseño inteligente. ¿Por qué? Para el teísta, el agente diseñador responsable del diseño del mundo tendría que ser o bien Dios o bien una inteligencia intermediaria creada por Dios (p.ej., ánge- les, demonios o determinados procesos naturales). Este intermediario tendría que operar bajo la explícita dirección de Dios o, al menos, con el permiso divino. En cualquier caso, Dios tendría que estar en último término detrás de toda actividad diseñadora en el mundo. Así, por ejemplo, todo diseño evidente en los sistemas biológicos complejos tendría que ser adscrito a Dios. Para poder ser desarrollado como una teoría científica aplicable a la biología, el diseño inteligente tendría que tener por tanto unas implicaciones teológicas inmediatas, sobre todo en lo relativo a la acción divina. Los teólogos coinciden generalmente en admitir que Dios actúa en el mundo. Pero hay también entre ellos un amplio desacuerdo respecto a la naturaleza de esta actividad y sobre la cuestión de si alguna dimensión de ella está abierta a la investigación empírica. Mas la teología actual se ve paralizada ante la presencia de diversas sombras, entre las que se cuentan una preferencia por la inescrutabilidad divina, una exagerada necesidad de la teodicea y una teología de la naturaleza que excluya la intervención divina. (Volveremos a tratar de estos temas en capítulos subsiguientes). En consecuencia, teólogos y científicos teológicamente informados rechazan con frecuencia el diseño inteligente pese a sus méritos científicos porque éste contradice sus preconcepciones sobre la acción divina.
  • 22. 3 R.iA'(i:l~NISMO CIENTÍFICO t~ ¿Es el diseño inteligente una forma hábilmente disfrazada de creacionismo cíentífico? Es NECESARIO SABER DISTINGUIR entre diseño inteligente y ciencia de la creación, o creacionismo científico. La diferencia más obvia entre los dos conceptos se encuentra en que el creacionismo científico tiene compro- misos religiosos previos mientras que el diseño inteligente no tiene nin- guno. El creacionismo científico está ligado a dos presupuestos religiosos e interpreta los datos de la ciencia de manera que encajen con esos presupuestos. El diseño inteligente, por su parte, no tiene compromiso previo alguno con la religión e interpreta los datos de la ciencia sobre la base de principios científicos generalmente aceptados. En particular, el diseño inteligente no depende del relato bíblico de la creación. Los dos presupuestos del creacionismo científico son: • Existe un agente sobrenatural que crea y ordena el mundo. • El relato bíblico de la creación del mundo registrado en el Génesis es científicamente riguroso. El agente sobrenatural presupuesto por el creacionismo científico es usualmente entendido como el Dios personal y trascendente de las grandes religiosas monoteístas conocidas, especialmente la cristiana. Se dice que este Dios creó el mundo partiendo de la nada (o sea, sin uti- lizar ningún material preexistente). Se afirma además que la secuencia de acciones que acompañaron a esta creación de Dios corre en paralelo con el relato bíblico. El diseño inteligente, en cambio, no trata en ningún momento de identificar la causa inteligente responsable de este diseño en la naturaleza, ni tampoco prescribe de antemano la secuencia de sucesos a cuyo través tuvo que actuar esta causa inteligente. Además de diferir en sus presupuestos, el diseño inteligente y el creacionismo científico difieren también en el contenido de sus pro- Creacionismo científico 41 posiciones y en sus métodos de investigación. El diseño inte.ligente comienza con los datos que el científico observa en el laboratono y en la naturaleza, identifica en ellos modelos conocidos como indicadores de causas inteligentes y con ello puede determinar si un fenómeno dado ha sido o no diseñado. Para los teóricos del diseño, la conclusión de diseño es una inferencia extraída de los datos, no una deducción basada en una autoridad religiosa. Por otra parte, el contenido proposicional del diseño inteligente difiere también significativamente del contenido del creacionismo científico, puesto que este último está comprometido con las siguientes proposiciones: CCl: Hubo una creación repentina del universo, de la energía y de la vida a partir de la nada. CC2: Las mutaciones y la selección natural no son suficientes para producir el desarrollo de todos los tipos de seres vivos a partir de un organismo único. CC3: Los cambios de los tipos de plantas y animales originalmente creados ocurren sólo dentro de unos límites fijados. CC4: Hay un progenitor separado para humanos y simios. CCS: La geología de la tierra puede ser explicada por la vía del catastrofismo, sobre todo por la ocurrencia de un diluvio uni- versal. CC6: La tierra y los seres vivos tuvieron un comienzo relativamente reciente (del orden de miles o decenas de miles de años). El diseño inteligente, por su parte, está comprometido con las si- guientes proposiciones: Dll: Complejidad especificada y complejidad irreducible son indicadores o marcas de diseño fiables. DI2: Los sistemas biológicos exhiben complejidad especificada y emplean subsistemas irreduciblemente complejos. DI3: Los mecanismos naturalistas o las causas indirectas no son sufi- cientes para explicar el origen de la complejidad especificada o de la complejidad irreducible. DI4: Por tanto, el diseño inteligente es la mejor explicación del origen de la complejidad especificada y de la complejidad irreducible en los sistemas biológicos. La comparación de estas dos listas revela que el diseño inteligente y el creacionismo científico difieren notablemente en sus contenidos.
  • 23. 42 DISEÑO INTELIGENTE El diseño inteligente es modesto en lo que atribuye a la inteligencia diseñadora responsable de la complejidad especificada en la naturaleza. Por ejemplo, los teóricos del diseño reconocen que la naturaleza, el ca- rácter moral y los propósitos de esta inteligencia son temas que rebasan las competencias de la ciencia y deben ser abordados por la religión y la filosofía. En tanto que teoría científica, el diseño inteligente es distinto de la doctrina teológica de la creación. Esta última presupone un creador que origina el mundo y todos sus materiales. El diseño inteligente sólo intenta explicar el ordenamiento de esos materiales dentro de un mundo ya dado. Los teóricos del diseño sostienen que algunas configuraciones de la materia, especialmente en los sistemas biológicos, apuntan clara- mente a una inteligencia diseñadora. Además de presuponer un agente sobrenatural, el creacionismo cien- tífico presupone también la exactitud científica de la exposición bíblica de la creación. Los proponentes del creacionismo científico tratan los capítulos iniciales del Génesis como un texto científico y en consecuencia defienden también literalmente una creación de seis días, la existencia histórica de Adán y Eva, un literal Jardín del Edén real, un diluvio universal catastrófico, etc., etc. El creacionismo científico toma el relato bíblico del Génesis sobre la creación como punto de partida y luego trata de armonizar el relato bíblico con los datos de la naturaleza. El diseño inteligente, en cambio, parte de los datos de la naturaleza y desde ellos argumenta que una causa inteligente es la responsable de la complejidad especificada que encontramos en la naturaleza. Por otra parte, al construir este argumento, el diseño inteligente no se apoya en anteriores suposiciones débilmente fundamentadas, sino en métodos fia- bles desarrollados en el seno de la comunidad científica para discriminar las estructuras que han sido diseñadas de las que no lo han sido. La dependencia del creacionismo científico de supuestos anteriores pobre- mente mantenidos socava su condición de teoría científica. En cambio, la dependencia del diseño inteligente de principios científicos ampliamente aceptados asegura su legitimidad como teoría científica. Estas diferencias entre diseño inteligente y creacionismo científico tienen importantes implicaciones legales para el avance del diseño inteli- gente en la plaza pública. Al formular su posición sobre el creacionismo científico en Edwards v. Aguillard, el Tribunal Supremo citó al Tribunal de Distrito en MacLean v. Arkansas Board of Education. Según el Tribunal Supremo, el creacionismo científico no es exactamente similar al relato de la creación del Génesis, sino idéntico a él de hecho, y no existe ningún Creacionismo cient(fico 43 otro paralalelismo con ninguna otra historia de la creación. Puesto que el creacionismo científico coincide punto por punto con las narraciones del Génesis sobre la creación y el diluvio, el Tribunal Supremo declara que el creacionismo científico es una doctrina religiosa y no una teoría científica. En cambio, el diseño inteligente está a salvo de tales acusaciones de contaminación religiosa. El diseño inteligente no es creacionismo cientí- fico enmascarado bajo una nueva y sofisticada terminología. El diseño inteligente no comparte con el creacionismo ninguno de los compromi- so religiosos de éste. El creacionismo científico describe el origen del universo, su duración, los mecanismos responsables de las formaciones geológicas, los límites del cambio evolutivo y los comienzos de la hu- manidad, conformando siempre su versión de la creación a los primeros capítulos del Génesis. En contraste con esto, el diseño inteligente no hace declaración alguna sobre el origen o la duración del universo, no está comprometido con ninguna geología del diluvio, puede acomodarse a cualquier grado de cambio evolutivo, no mantiene ninguna presunción sobre el modo en que surgieron los seres humanos y no especifica de antemano el modo en que una inteligencia diseñadora le dio el ser al primer organismo. En consecuencia, es erróneo e injusto confundir diseño inteligente con creacionismo científico. El diseño inteligente es estrictamente una teoría científica vacía de compromisos religiosos. Mientras que el creador subyacente al creacionismo científico se conforma a una estricta y literal interpretación de la Biblia, el diseñador que se esconde tras el diseño inteligente no necesita ni siquiera ser una deidad. Con seguridad, este diseñador es compatible con el Dios-creador de las grandes religiones monoteístas del mundo, tales como el judaísmo, el cristianismo y el islamismo. Pero este diseñador es también compatible con el Dios-relo- jero de los deístas, el Demiurgo del Timeo de Platón y la razón divina (o sea, el lagos spermatikos) de los antiguos estoicos. Es posible incluso mantener una postura agnóstica respecto al diseñador, y contemplar la complejidad especificada como un hecho bruto internamente inexpli- cable en términos de azar y necesidad. A diferencia del creacionismo científico, el diseño inteligente no prejuzga cuestiones como «¿Quién es el diseñador?», o «¿Cómo se las arregla el diseñador para diseñar y construir las cosas?»
  • 24. 4 .tTEO LQG,.ÍA D1SFRAZADA Aun cuando el diseño inteligente pretende ser un programa de investigación científica, ¿no es en realidad una enzpresa teológica? LA TEORÍA DEL BIG BANG tiene sin duda implicaciones teológicas, pero eso no hace de ella una empresa teológica. El diseño inteligente también tiene implicaciones teológicas, pero eso no lo convierte tampoco en un proyecto teológico. El diseño inteligente es un programa emergente de investigación científica. Sin recurrir a ninguna autoridad religiosa, sus cultivadores se proponen mostrar clara y abiertamente al mundo científico los méritos de este proyecto. La tesis fundamental del diseño inteligente es directa y fácilmente inteligible: existen sistemas naturales que no se dejan explicar adecuadamente en términos de causas naturales indirectas y que exhiben características que en cualquier otra circunstancia atribuiríamos a la inteligencia. Esta manifestación puede ser considerada sobre la base de sus propios méritos. Examinemos la naturaleza, identifiquemos ciertos sistemas naturales, analicémoslos y veamos si el análisis nos conduce al diseño. ¿Exhiben algunos tipos de sistemas naturales signos claros de inte- ligencia? Estamos ante una cuestión científica perfectamente legítima, y su respuesta no se deja descubrir recurriendo a fundamentos filosófi- cos, teológicos o ideológicos, sino mediante una rigurosa investigación científica. Por desgracia, el diseño inteligente tiene el camino cortado, y el requerido análisis para responder a esta cuestión está sólo en sus comienzos. Pero en lugar de promover una honesta valoración científica de este programa, los críticos del diseño inteligente hacen a menudo cuánto pueden para deslegitimar esta cuestión y conseguir que no se le preste la atención debida dentro de la comunidad científica. En lugar de prestarse a evaluar los méritos del diseño inteligente como proyecto Teología di~frazada 45 científico, los tales críticos lo relegan a los ámbitos «seguros» de la reli- gión y la teología, donde no puede causar ningún problema (lo cual es ya de por sí una abierta declaración de la degradación que ha sufrido la teología en la cultura occidental). ¿Por qué se muestran los críticos del diseño inteligente tan dispuestos a mezclarlo con la teología -y con una forma de teología tan degradada como ésta? Darwinistas como Kenneth Millar y Robert Pennock, autores uno y otro de voluminosos libros sobre diseño inteligente, lamentan que sea la teología la que lo oculte como ciencia. (Véanse Finding Darwin's God de Miller, y Tower ofBabel de Pennock, ambos publicados en 1999). A lo cual, teólogos como John Haught y Ian Barbour añaden que el diseño inteligente no puede ser admitido jamás, ni siquiera como teología. ¿Por qué? Y ¿por qué escribió Miller un libro con el título Finding Darwin's God y por qué ha publicado Haught otro titulado God After Darwin? La yuxtaposición en este caso de Dios y Darwin no es una coincidencia. Yo sostengo que la preocupación de los críticos del diseño inteligente por la teología no se debe a que el diseño sea eminentemente teológico, sino al hecho de que son ellos mismos los que han construido su propia teología (o anti-teología, como pudiera ser el caso) fundándose en el darwinismo. El diseño inteligente significa un desafío para semejante fundamento; y por eso sus críticos asumen que el diseño inteligente ha de ser inherentemente teológico e igualmente su agenda teológica. De no ser por su propio y virulento darwinismo, el mismo Freud habría visto instantáneamente esta proyección. Los críticos del diseño inteligente recurren a un mecanismo de defensa clásico: proyectar sobre el diseño inteligente la misma cosa que el diseño desenmascara ante sus propios ojos: que el darwinismo, especialmente tal como ha sido asumido por la elite intelectual de nuestros días, se ha convertido en un proyecto teológico. Consideremos el comentario de Barbour a la reunión de la American Academy of Religion (Nashville, 19 de Noviembre de 2000). En aquella reunión Barbour sostuvo que el diseño inteligente era una forma de teología natural, una designación a la que en el actual diálogo entre ciencia y religión se le concede un estatuto de segunda clase. Mas ¿cuál es la alternativa de Barbour a la teología natural? Éstas son sus propias palabras: «Mi propio enfoque no es la teología natural, sino una teo- logía de la naturaleza en la cual pueda uno preguntarse de qué modo la naturaleza, tal como la entiende la ciencia, está relacionada con lo divino, tal como entiende este concepto la experiencia religiosa de una
  • 25. 46 DISEÑO INTELIGENTE comunidad histórica». Al ofrecer una teología de la naturaleza en lugar de una teología natural, Barbour se propone capturar el fundamento intelectual superior. Mas ¿por qué piensa así Barbour? Y por otra parte, ¿por qué en una alocución a la American Academy of Religion necesita insistir Barbour en que los abogados del diseño como Huston Smith «subestiman el peso de la evidencia que favorece la teoría neo-darwiniana»? ¿Por qué en esa misma charla subraya Barbour que «la explicación científica es completa en su propio nivel» y que «los científicos han de asumir el naturalismo metodológico, es decir, buscar explicaciones en términos de causas na- turales»? ¿Por qué se empeña Barbour en perpetuar el mito de que «el Dios de las oquedades ha retrocedido constantemente en la historia de la moderna ciencia» cuando esta historia está llena de casos en los que los científicos pensaban haber resuelto un problema sólo para descubrir más tarde que no era así? En resumen, ¿por qué está tan interesado un teólogo como Barbour en preservar el darwinismo y la concepción naturalista de la ciencia que lo acompaña? Evidentemente, la respuesta es que Barbour ha construido su «teolo- gía de la naturaleza», como él mismo la llama, sobre tales fundamentos naturalistas. En concreto, Barbour presupone que la naturaleza es un sistema completo de causas naturales y que el mecanicismo darwiniano es el instrumento mediante el cual ha emergido la complejidad bioló- gica en el seno de la naturaleza. Consecuencia de todo esto es que el diseño inteligente no puede aparecer ante sus ojos más que como una empresa absolutamente teológica. Pero el diseño inteligente no es en absoluto una aventura teológica. Si lo parece, es porque en tanto que teoría científica que amenaza al darwinismo, el diseño inteligente ame- naza también al edificio teológico que el propio Barbour ha construido sobre el darwinismo. Amenazar los cimientos es amenazar también al edificio construido sobre ellos. Ese edificio teológico, que Barbour entiende como una teo- logía de la naturaleza, es correctamente entendido como una teología natural. Por supuesto, no se trata de una teología natural de la variedad clásica ejemplificada por la frase «no hay por qué asombrarse de que nuestras piernas tengan exactamente la longitud necesaria para alcanzar el suelo», con la que frecuentemente se ha caricaturizado el discurso de los teólogos naturales británicos. (De hecho, algunos de ellos, como Ro- bert Boyle, fueron muchísimo más sutiles de lo que ordinariamente se les reconoce). Pero la tendencia básica de la teología natural -apoderarse de ,-Teología disfrazada 47 la ciencia del momento, bautizarla, y utilizarla luego como marcapasos teológico - está ciertamente presente en la obra de Barbour. Una buena cantidad de teología y anti-teología ha sido edificada sobre los cimientos del darwinismo. (El teórico del diseño inteligente Cornelius Hunter registra con detalle esa producción en su libro Danuin's God). La anti-teología de Richard Dawkins, Daniel Dennett y William Provine es bien conocida. Pero habría que explorar también la teología positiva construida sobre el darwinismo porque su conexión con otras teologías más tradicionales no es siempre clara. Al describir su teología de la naturaleza, por ejemplo, Barbour caracteriza la tarea del teólogo como una investigación sobre «el modo en que la naturaleza tal como la entiende la ciencia está relacionada con lo divino tal como lo entiende la experiencia religiosa de una comunidad histórica». Dada la descripción que ofrece Barbour de su teología de la naturaleza, podemos preguntar ahora: ¿que es exactamente «lo divino tal como lo entiende la experien- cia religiosa de una comunidad histórica»? Las teologías tradicionales - sea que se trate de la judía, la cristiana, o la mahometana - toman como dato básico la revelación divina (p.ej., Dios hablando a Moisés en el Monte Sinaí) y consideran que la revelación ha sido encapsulada en inspirados y autorizados textos que tienen un sentido objetivo y que obligan a los creyentes. Pero la revelación divina no es el factor decisivo para Barbour y otros que construyen su teología con los resultados de la ciencia. El factor decisivo para ellos es el modo en que «Se entiende a lo divino desde la experiencia religiosa de una comunidad histórica». Todo el énfasis está puesto aquí en la comprensión de la comunidad religiosa y no en la propia revelación divina, que dentro de las teologías tradi- cionales es primariamente la razón para la formación de esas comuni- dades. En última instancia, lo decisivo para Barbour es la manera en que la comunidad, tal como está constituida en la actualidad, entiende su experiencia religiosa. Con esto no pretendo sugerir, sin embargo, que esta fuente de re- flexión teológica sea irrelevante para lo que yo llamo teología tradicional. Pero al subrayar nuestra actual comprensión de la experiencia religiosa como algo opuesto a nuestra obligación de alinearnos con una revelación objetiva, Barbour está abriendo la puerta a un re-entendimiento radical de lo divino a medida que va evolucionando la experiencia religiosa de la comunidad de creyentes. Y ésta evoluciona a la luz del darwinismo. Una vez que el darwinismo condiciona la experiencia religiosa, la teología ex-
  • 26. 48 DISEÑO INTELIGENTE perimenta una irresistible necesidad de universalizar la evolución como principio que se aplica incluso a lo divino. Así, el Dios inmutable de la teología tradicional cede el paso al Dios evolucionado de las teologías del proceso. Y así también, el teísmo tradicional con su trascendencia rigurosa abre el camino al panteísmo con su trascendencia modificada, en el cual Dios es inseparable y dependiente del mundo. Quisiera subrayar aquí que en modo alguno estoy defendiendo la su- perioridad de uno u otro enfoque de la teología (aunque, evidentemente, tengo mis propias preferencias). Mi argumento es simplemente que el darwinismo tiene implicaciones radicales para la teología, y que con su recusación del darwinismo, el diseño inteligente presupone igualmente otra serie de implicaciones radicales para la teología. Pero esto no quiere decir que el diseño inteligente sea una empresa teológica, como tampoco lo es el darwinismo. Concebido como una teoría sobre el modo en que la complejidad ha emergido en la historia, el darwinismo es una teoría científica. El diseño inteligente, concebido también como una teoría sobre las limitaciones inherentes a las causas naturales aleatorias para generar complejidad biológica, junto a la necesidad de la inteligencia de superar esas limitaciones, es igualmente una teoría científica. No es de extrañar por tanto que el diseño inteligente sea un tema tan controvertido. Este enfoque no es solamente un reto para las altas jerarquías del darwinismo, sino que ahonda también la brecha existente entre la cultura popular, que se inclina más hacia el lado del diseño inteligente, y la cultura superior, que lo rechaza de plano en favor del naturalismo darwiniano. Nuestras intuiciones comienzan invariablemen- te por el diseño. Sólo tras ser adecuadamente educados (adoctrinados) abandonamos esas intuiciones. Incluso el archi-escéptico Michael Sher- mer lo admite en buena parte en su libro How We Believe. Los norte- americanos creen abrumadoramente en Dios. Según un sondeo realizado por Shermer entre diez mil personas, la razón principal que inducía a la gente a creer en Dios eran el orden y la complejidad que observaban en el mundo natural y la evidencia de diseño que, supuestamente, todo esto les suministraba. El problema a resaltar es que nuestras habituales intuiciones relativas al diseño son incoadas, preteóricas y teológicas. Por su parte, nuestras razones para rechazar el diseño como resultado del darwinismo han sido ampliamente desarrolladas y directamente anunciadas sin eviden- tes compromisos teológicos anteriores. El diseño inteligente corrige esta disparidad colocando esas incoadas y preteóricas intuiciones de diseño Teología disfrazada 49 sobre un fundamento firme y racional, y distinguiendo cuidadosamente entre el diseño y la teología (especialmente la teología natural). Es natural que los darwinistas, educados en el mantenimiento del alto fundamento intelectual, se muestren reluctantes a abandonar su monopolio sobre la cultura superior. La cuestión es si van a continuar representando falsamente al diseño inteligente como una empresa teo- lógica para insuflarle artificialmente su teoría sobre la competición, o si, motivados por razones morales, decidirán abrir algún día a la discusión científica las cuestiones que el diseño inteligente plantea. Por no tener una idea de la naturaleza humana particularmente optimista, creo que los darwinistas continuarán con su estrategia habitual de representar falsamente al diseño inteligente y continuar ascendiendo hacia su mo- nopolio sobre la educación biológica mientras un público intimidado se lo permita. Así pues, mi esperanza para el éxito del diseño inteligente no está puesta en los darwinistas, sino en una generación más joven de estudiantes que pueda considerar despasionadamente las manifestacio- nes competitivas del darwinismo y del diseño inteligente.