3. La cruz es el símbolo de lo
que constituye el núcleo de la
persona de Jesús: "El modo
en que llegamos a
comprender el amor fue que
Él dio su vida por nosotros;
también nosotros debemos
dar la vida los unos por los
otros".
(1 Jn 3,16).
4. Jesús crucificado proclama que el
amor que se da es la esencia de ser
Dios y de ser humanos. Lo más
importante es que nosotros mismos
experimentemos el amor que Dios
revela a través de la cruz, que
tengamos una profunda confianza
en un Dios amoroso y personal que
actúa activamente en nuestras vidas.
Este es el fundamento [de nuestro
ministerio].
5. Nuestra propia experiencia del
amor de Dios nos moverá a
proclamarlo como una buena
noticia. Este amor es
abnegado, sacrificado,
misericordioso, sanador,
unificador, leal con los amigos,
impotente en solidaridad con
los débiles y totalmente
confiado en el poder de Dios.
foto: filles-de-la-charite.org
6. 2. Meditar sobre el Señor
crucificado en los "pueblos
crucificados"
7. El pecado sigue actuando en nuestro
tiempo, crucificando al Señor de la
historia. Los vicencianos ven a los
crucificados todos los días en las calles
de las grandes ciudades y en los
pueblos pobres del campo. Pero… ¡es
tan fácil para el "mundo", y también
para nosotros, insensibilizarnos ante su
situación!
8. Nuestra contemplación del
Señor crucificado no puede
quedarse en un mero
ejercicio piadoso; tampoco
puede ser una simple
meditación sobre un
acontecimiento pasado. El
Señor vive en sus
miembros. Está crucificado
en las personas y en los
pueblos que sufren. La
llamada es a verlo y a
servirlo allí. foto: filles-de-la-charite.org
9. Uno de los grandes dones de
nuestro fundador [san Vicente
de Paúl] fue la capacidad de
reconocer a Cristo crucificado
en el rostro del sufrimiento y de
movilizar las energías de los
demás en su servicio. Era un
organizador extraordinario. Para
ayudar a los más abandonados
de su tiempo, reunió a ricos y
pobres, mujeres y hombres,
clérigos y laicos.
10. Al contemplar a la
humanidad sufriente,
sabía, por utilizar la
elocuente frase de un
escritor contemporáneo,
que los "pueblos
crucificados" nos traen la
salvación, mientras nos
esforzamos por bajarlos
de la cruz.
11. En el marco de la Cuaresma, nuestra
meditación sobre: 1) sobre el Señor
crucificado, que nos ama hasta la muerte,
y 2) sobre los pueblos crucificados en los
que el Señor sigue viviendo, estará
siempre iluminada por la fe en la
resurrección. El Evangelio es siempre una
buena noticia. Proclama alto y claro que el
amor sufriente triunfa, que el poder de
Dios actúa a través de la debilidad
humana, que la luz vence a las tinieblas,
que hay esperanza incluso ante la
desesperanza.
12. Fuente: Carta de Cuaresma de 1993
del Superior General P. Robert P. Maloney, C.M.