En el siglo XVIII hubo una expansión marítima europea hacia América, con barcos de Gran Bretaña, Holanda, Francia, España y Portugal transportando productos manufacturados a cambio de materias primas de las colonias como azúcar, café, tabaco y algodón para las industrias europeas. Este comercio triangular también involucró el tráfico de esclavos africanos hacia las colonias del Caribe y Brasil para trabajar.