Santa Clara vivió una relación profunda y personal con el Cristo pobre y crucificado. Desde su niñez sintió compasión por los pobres y les dedicó su vida a servirlos. Al encontrarse con San Francisco, vio en él una imagen viva de Jesús y se comprometió a seguir sus pasos de pobreza. Fundó su orden religiosa para continuar sirviendo a los más necesitados y estableció una comunidad de hermanas unidas en fraternidad.