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EL EVANGELIO DE LA FAMILIA
La constitución pastoral del Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, trata
sobre “la Iglesia en el mundo contemporáneo” y dice en el Nº 47:
"La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana
está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad
conyugal y familiar"1
.
El papa Juan Pablo II, en la exhortación Familiaris Consortio concluye
diciendo que el futuro de la humanidad se fragua en la familia.
El Papa Francisco convocó la III asamblea extraordinaria de los Obispos
sobre la familia para el año 2014, cuyo tema era cómo anunciar el
evangelio de la familia en nuestro mundo que promueve modelos de vida
alternativos.
Lo que en realidad ha hecho el sínodo del año pasado es comunicar la
buena nueva, el atractivo y la felicidad de la familia.
Toca principalmente a los laicos anunciar el evangelio de la familia.
Los laicos son testigos que muestran que la vida familiar es un programa de
vida fascinante. Los esposos cristianos necesitan hoy el valor y la valentía
de los profetas para ir contracorriente en relación a la cultura dominante.
Aunque la familia ha sufrido un notable desgaste en las circunstancias
actuales, continúa siendo nuestra aspiración esencial.
La familia será siempre una “buena nueva”, parte fundamental del
Evangelio de Cristo Jesús, que es la Buena Nueva por excelencia del amor
que Dios nos tiene.
El Evangelio de la familia presenta algunas dimensiones fundamentales.
Vamos a reflexionar sobre tres:
1. La familia, Iglesia doméstica
2. La alianza matrimonial
3. El profetismo de la familia
1. La familia, Iglesia doméstica
1
GS 47,1
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En la historia de la salvación, la familia judía tenía gran importancia. A la
familia estaban unidos el sacrificio, la alianza, la circuncisión, las
bendiciones. La familia era el lugar de las principales expresiones del culto
judío: la comida del sabat, la oración de la mañana y de la tarde, que
incluye el shemá Israel, etc.
San Pablo con frecuencia saluda en sus cartas a la Iglesia
que se reúne en las casas. La Biblia Vulgata, al traducir estas frases, utiliza
la expresión “iglesia doméstica”. Para Pablo la casa es el lugar donde se
reúne la comunidad y en la que reside la plenitud de la Iglesia. La familia
era fermento de la Iglesia y centro de la evangelización.
El Concilio rescató la expresión Iglesia doméstica (Constitución Lumen
Gentium). Es la primera vez que el magisterio emplea esta antigua
expresión. “Iglesia doméstica”, que aparece ya en S. Juan Crisóstomo en el
siglo IV.
Juan Crisóstomo termina uno de sus sermones diciendo: "Haced, cada uno
de vosotros, de vuestra casa una Iglesia".
En 1975 Pablo VI vuelve sobre el mismo título de Iglesia doméstica.
El hogar cristiano es la primera comunidad eclesial, el primer núcleo de la
Iglesia universal.
El amor para todo y para siempre, tan típico de nuestras comunidades Eas,
transforma a la familia en Iglesia doméstica, en cuerpo de Cristo; es el
primer testimonio cristiano que puede dar una familia.
Como la Iglesia, la familia es misionera. La familia cristiana debe ser, ella
misma, misionera. La misión es irradiación gratuita de lo que a ti te da
vida. Misión es compartir tu luz, pero dejando que el otro también irradie la
suya.
El fin de EAS, por ser Iglesia doméstica, es animar con espíritu cristiano el
orden temporal, analizando lo que pasa en el mundo a la luz de la palabra
de Dios, ser comunidad de oración, personal, familiar, comunitaria, y
comunidad de amor, para siempre y vivido de un modo comprometido. Eas
es escuela de amor para siempre. Hoy existen escuelas para todo y para
todos; Eas es escuela para aprender a amar.
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2. La alianza matrimonial
El momento en que los novios intercambian los anillos simboliza su alianza
matrimonial para compartir la vida.
El matrimonio es sacramento de salvación porque el amor del varón y la
mujer hacen presente el amor de Dios por la humanidad y la entrega de
Cristo por la Iglesia.
El sacramento diviniza el amor humano de los esposos y reafirma su
compromiso indisoluble. “Los EAS quieren quererse como Jesús nos ama
y como se aman el Padre y el Hijo en el Espíritu Santo”; se aplica a los Eas
entre sí y, más todavía, a cada familia EAS.
La verdadera alegría de una familia no es algo superficial, no viene de las
cosas ni de las circunstancias favorables o éxitos humanos; la verdadera
alegría viene de la armonía profunda entre las personas, que nos hace sentir
la belleza del ser para el otro.
Amar matrimonialmente no es renunciar a la propia felicidad, sino
descubrir que mi felicidad más grande es vivir para hacer feliz al otro.
La alianza ha perdido para muchos su significado; para la mayoría el
concepto más común es el concepto de “contrato”. En ocasiones, en vez de
entrar en una alianza matrimonial, las parejas se contentan con pactos
matrimoniales. Una alianza de amor es el más cercano, el más duradero, el
más solemne y el más sagrado de los pactos.
En los contratos se intercambian derechos y obligaciones. Un hombre y una
mujer que se casan por amor, no se intercambian derechos y obligaciones,
se entregan ellos mismos como personas y se asumen de manera
incondicional y permanente. Los derechos y obligaciones que se originan
son consecuencia de esa “alianza”, pero no objeto de un “contrato
matrimonial”.
3. El profetismo de la familia
El matrimonio no se sitúa a nivel de ley, sino de profecía. El matrimonio
está más vinculado a la profecía que a la ley. Profecía es oír de Dios y
hablar fielmente a los hombres.
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Los profetas animan al pueblo, le recuerdan su consagración a Dios.
En una alocución a los Obispos de Francia, decía Benedicto XVI:
"Defender la vida y la familia en la sociedad, no es para nada
retrógrado sino profético, ya que conlleva la promoción de
valores que permitan el pleno desarrollo de la persona humana,
creada a imagen y semejanza de Dios”.
Profeta es el que pone a una comunidad en marcha. Profeta es el hombre o
la mujer lúcido para analizar el presente y para soñar el futuro.
Las formas de ejercer la misión profética, tanto en Cristo como en la
familia, son el testimonio y la palabra. Los campos para ejercer esta misión
son aquellos donde la Iglesia y cada cristiano está presente; la familia, el
propio ambiente y la propia profesión.
El profeta es mensajero de esperanza. Sin profetas, no hay esperanza. Para
la familia la mejor forma de ser fermento de esperanza hoy, es ser testigos
de salvación y de amor para el mundo.
Los sacramentos no están para adornar una vida, dice el Papa Francisco:
“Qué bonito matrimonio, qué linda la ceremonia, la fiesta. Pero
eso no es el sacramento, no es la gracia del sacramento, aquello
es una decoración, y la gracia no es para decorar la vida, es para
hacernos fuertes, para hacernos valientes, para poder ir hacia
delante sin aislarnos, siempre juntos”.
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